EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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90. Los Espíritus superiores, así como entre nosotros los hombres graves y serios, no se divierten en dar cencerradas. Muchas veces hemos evocado para preguntarles el motivo que les conduce a alterar así el reposo. La mayor parte no tiene otro objeto que el de divertirse; son Espíritus más bien ligeros que malos, que se ríen de los sustos, que ocasionan y de las investigaciones inútiles que se hacen para descubrir la causa del desorden. A menudo se encarnizan con un individuo que se complacen en vejar y que persiguen de casa en casa; otras veces se aficionan a un local, sin otro motivo que su capricho. Algunas veces también es una venganza que ejercen, como tendremos ocasión de verlo. En ciertos casos su intención es saludable; quieren llamar la atención y ponerse en relación, ya sea para dar una advertencia útil a la persona a la cual se dirigen, ya sea para pedirle alguna cosa para ellos mismos. Hemos visto muchas veces pedir oraciones; otras solicitar el cumplimiento en su nombre de un voto que no habían podido cumplir; otras, en fin, querer, en interés de su propio reposo, reparar una mala acción cometida por ellos en vida. En general se hace mal en asustarse; su presencia puede ser importuna, pero no peligrosa. Por los demás se concibe el deseo que se tiene de desembarazarse de esto, y se hace generalmente todo lo contrario de lo que sería menester. Si son Espíritus que se divierten, cuánto más se toma la cosa en serio tanto más persisten, como los muchachos traviesos que hostigan, tanto más cuanto más ven que incomodan, y asustan a los medrosos. Si se toma el prudente partido de reírse uno mismo de sus bromas pesadas acabarán por cansarse y quedar tranquilos. Conocemos a uno que, lejos de irritarse, les excitaba, les ponía en el caso de que hicieran tal o cual cosa y al cabo de algunos días ya no volvían. Pero como hemos dicho, los hay cuyo motivo es menos frívolo. Por esto es siempre útil saber lo que quieren. Si piden alguna cosa se puede estar seguro que cesarán sus visitas después de estar satisfecho su deseo. El mejor medio de enterarse sobre el particular es el de evocar al Espíritu por conducta de un buen médium escribiente; en sus contestaciones se verá en seguida con quién se trata y se obrará en consecuencia; si es un Espíritu infeliz, la caridad exige que se le trate con las consideraciones que merece; si es un bromista de mal género, se puede obrar con él sin cumplimiento; si es malévolo, es preciso rogar a Dios que se mejore. De cualquier modo que sea, la oración siempre tendrá un buen resultado. Pero se ríen de la gravedad de las fórmulas del exorcismo y no hacen ningún caso de ellas. Si se puede entrar en comunicación con ellos es menester desconfiar de las calificaciones burlescas o medrosas que ellos mismos se dan algunas veces para divertirse de la credulidad.

Volveremos a tratar más detalladamente sobre este objeto y sobre las causas que muchas veces hacen ineficaces las plegarias, en los capítulos de los lugares frecuentados por los fantasmas y de la obsesión.