EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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10. Estas palabras pueden aplicarse a los adeptos y a los propagadores del Espiritismo. Los incrédulos sistemáticos, los burlones obstinados, los adversarios interesados, son, para ellos, lo que los gentiles eran para los apóstoles. A ejemplo de éstos, que busquen primero los prosélitos entre las gentes de buena voluntad, a los que desean la luz, en quienes se encuentra un germen fecundo y el número es grande: sin perder el tiempo con aquellos que rehusan ver y oir y se resisten tanto más por el orgullo, cuanto más valor se quiere dar a su conversión. Más vale abrir los ojos a cien ciegos que deseen ver claro, que a uno solo que se complace en la obscuridad, porque es aumentar el número de los adeptos de una causa en más grande proporción. Dejar a los otros en paz, no es indiferencia, sino buena política; ya les tocará su turno cuando serán dominados por la opinión general y cuando oirán sin cesar repetir la misma cosa a su alrededor; entonces creerán aceptar la idea voluntariamente y no bajo las impresiones de un individuo. Además, hay ideas que son como las semillas: que no pueden germinar antes de la estación y aun únicamente en un terreno preparado; por esto es mejor esperar el tiempo propicio y cultivar primero las que germinan, y no ser que aborten las otras precipitándolas demasiado.

En tiempo de Jesús, y a consecuencia de las ideas limitadas y materiales de la época, todo estaba circunscrito y localizado; la casa de Israel era un pequeño pueblo y los gentiles eran los pueblos pequeños que existían a su alrededor; hoy las ideas se universalizan y se espiritualizan. La nueva luz no es privilegio de ninguna nación; para ella no existen barreras; tiene su hogar en todas partes y todos los hombres son hermanos. Mas los espiritistas tampoco son un pueblo: es una opinión que se encuentra en todas partes, y cuya verdad triunfa poco a poco, como el cristianismo ha triunfado del paganismo. Ya no se le combate con armas de guerra, sino con el poder de la idea.

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