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Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1859 > Diciembre
Diciembre
Respuesta al Sr. Oscar Comettant
Sr.,
Habéis dedicado a los Espíritus y a sus adeptos el folletín de Le Siècle (El Siglo) del 27 de octubre último. A pesar de poner en ridículo una cuestión mucho más seria de lo que pensáis, me place reconocer que, al atacar el principio, salvaguardáis las conveniencias por la urbanidad de las formas, y que es imposible decir a las personas, con más delicadeza, que no tienen sentido común; es por eso que tengo el cuidado de no confundir vuestro espirituoso artículo con esas groseras diatribas que dan una muy triste idea del buen gusto de sus autores, a los cuales hacen justicia todas las personas con buenos modales, sean nuestros adeptos o no.
De ninguna manera tengo como hábito responder a las críticas; por lo tanto, habría dejado pasar vuestro artículo, como tantos otros, si yo no hubiese sido encargado por los Espíritus, primeramente de agradeceros por haber querido ocuparos de ellos, y después para daros un pequeño consejo. Sr., comprended que de mí mismo no me permitiría darlo; cumplo con mi deber de dar el recado: he aquí todo. –¡Cómo! –diréis–, ¿entonces los Espíritus se ocupan de un folletín que escribí sobre ellos? Es mucha bondad de su parte. –Ciertamente, ya que estaban a vuestro lado cuando escribíais. Uno de ellos, que os quiere bien, llegó incluso a intentar impedir que usaseis ciertas reflexiones, que no encontraba a la altura de vuestra sagacidad, temiendo la crítica para vos, no de los espíritas, con los cuales poco os preocupáis, sino de los que conocen el alcance de vuestro juicio. Sabed que los Espíritus están por todas partes: saben todo lo que se dice y lo que se hace, y en el momento en que leéis estas líneas, estarán a vuestro lado, observándoos. Pero habréis de decir: –No puedo creer en la existencia de esos seres que pueblan el espacio y que no vemos. –¿Creéis en el aire que no veis y que, sin embargo, os rodea? –Esto es muy diferente; creo en el aire, porque si no lo veo, lo siento, lo escucho bramar en la tormenta y resonar en el conducto de la chimenea; veo los objetos que derriba. –¡Pues bien! Los Espíritus también se hacen escuchar; ellos también mueven cuerpos pesados, los levantan, los transportan, los quiebran. –¡Pero vamos, Sr. Allan Kardec! Haced un llamado a vuestra razón: ¿cómo queréis que seres impalpables, suponiendo que existan –lo que sólo admitiría si yo los viese–, tengan ese poder? ¿Cómo pueden seres inmateriales actuar sobre la materia? Esto no es racional. –¿Creéis en la existencia de esas miríadas de animálculos que están en vuestra mano y que la punta de una aguja puede cubrirse de miles de ellos? –Sí, porque si no los veo con los ojos, el microscopio me los hace ver. –Pero antes del invento del microscopio, si alguien os hubiera dicho que tenéis sobre vuestra piel millares de animálculos que allí pululan; que una gota de agua límpida contiene toda una población; que los absorbéis en masa con el aire más puro que respiráis, ¿qué habríais dicho? Habríais gritado que era un absurdo y, si escribieseis folletines, no hubierais dejado de hacer un bello artículo contra los animálculos, lo que no los impediría de existir. Hoy lo admitís porque el hecho es patente; pero antes habríais declarado que era imposible. Por lo tanto, ¿qué hay de irracional en creer que el espacio esté poblado de seres inteligentes que, aunque invisibles, no son microscópicos de modo alguno? En cuanto a mí, confieso que la idea de seres pequeños como una dosis homeopática y, no obstante, provistos de órganos visuales, reproductores, circulatorios, respiratorios, etc., me parece aún más extraordinario. –Estoy de acuerdo; pero digo una vez más que esos seres materiales son algo, mientras que vuestros Espíritus, ¿qué son? Nada, seres abstractos, inmateriales. –Para comenzar, ¿quién os ha dicho que son inmateriales? La observación, examinad con atención esta palabra –os lo ruego– observación, que no quiere decir sistema, decía que la observación demuestra que esas inteligencias ocultas tienen un cuerpo, una envoltura –invisible, es verdad, pero no menos real. Ahora bien, es por este intermediario semimaterial que ellos actúan sobre la materia. ¿Serán solamente los cuerpos sólidos que tienen una fuerza motriz? ¿No son, al contrario, los cuerpos rarificados que poseen esta fuerza en el más alto grado, como el aire, el vapor, todos los gases, la electricidad? ¿Por qué entonces negaríais esa fuerza a la sustancia que compone la envoltura de los Espíritus? –De acuerdo; pero si esas sustancias son invisibles e impalpables en ciertos casos, la condensación puede volverlas visibles e incluso sólidas; las podemos agarrar, guardar, analizar, y con esto su existencia es demostrada de una manera irrecusable. –¡Ah, es por eso! Negáis a los Espíritus porque no podéis ponerlos en un tubo de ensayo para saber si ellos están compuestos por oxígeno, hidrógeno o nitrógeno. Decidme, os lo ruego, si antes de los descubrimientos de la Química moderna se conocía la composición del aire, del agua y las propiedades de esa multitud de cuerpos invisibles, cuya existencia no sospechábamos. Entonces, ¿qué habrían dicho a aquel que anunciase todas las maravillas que hoy admiramos? Lo habrían tratado como a un impostor, como a un visionario. Supongamos que llegase a vuestras manos un libro de un científico de aquel tiempo, que hubiera negado todas esas cosas y que, además, hubiese buscado demostrar su imposibilidad. Diríais: he aquí a un científico muy presuntuoso, que se ha pronunciado muy ligeramente al tratar sobre lo que no sabía; para su reputación, hubiera sido mejor que se hubiese abstenido; en una palabra, no tendríais una alta opinión sobre su juicio. ¡Pues bien! En algunos años veremos qué se habrá de pensar de aquellos que hoy intentan demostrar que el Espiritismo es una quimera.
Indudablemente es lamentable para ciertas personas, y para los coleccionadores caprichosos, que los Espíritus no puedan ser puestos en una retorta, a fin de ser observados a gusto; pero no creáis, entretanto, que ellos escapen a nuestros sentidos de una manera absoluta. Si la sustancia que compone su envoltura es invisible en su estado normal, también puede, en ciertos casos –como el vapor, pero por otra causa–, pasar por una especie de condensación o, para ser más exacto, por una modificación molecular que la vuelva momentáneamente visible e incluso tangible; entonces podemos verlos –como nos vemos–, tocarlos, palparlos; pueden agarrarnos y dejar marcas en nuestros miembros; mas ese estado es temporal; pueden dejarlo tan rápidamente como lo tomaron, no en virtud de una rarefacción mecánica, sino por efecto de su voluntad, considerando que son seres inteligentes y no cuerpos inertes. Si la existencia de los seres inteligentes que pueblan el espacio está probada; si ejercen, como acabamos de ver, una acción sobre la materia, ¿qué hay de sorprendente en que puedan comunicarse con nosotros y transmitirnos sus pensamientos por medios materiales? –Si la existencia de esos seres fuere probada, sí: pero he aquí la cuestión. –Lo importante es primeramente probar esa posibilidad: la experiencia hará el resto. Si para vos esta existencia no está probada, lo está para mí. Escucho de aquí que decís íntimamente: Este es un argumento muy pobre. Convengamos que mi opinión personal tenga poco peso, pero no estoy solo; muchos otros, antes de mí, han pensado de la misma manera, porque yo no inventé ni descubrí a los Espíritus. Esta creencia cuenta con millones de adeptos, que tienen igual o más inteligencia que yo; entre los que creen y los que no creen, ¿quién decidirá? –El buen sentido, diréis. –Bueno; pero yo agrego: y el tiempo, que a cada día viene en nuestra ayuda. Mas ¿con qué derecho los que no creen se arrogan el privilegio del buen sentido, sobre todo cuando precisamente los que creen se encuentran, no entre los ignorantes, sino entre las personas esclarecidas, cuyo número crece todos los días? Yo lo juzgo por mi correspondencia, por el número de extranjeros que vienen a verme, por la propagación de mi periódico, que completa su segundo año y que cuenta con suscriptores en los cinco continentes, en los más altos estratos de la sociedad y hasta en los tronos. Decidme, en conciencia, si esto es la marcha de una idea vacía o de una utopía.
Al constatar ese hecho capital en vuestro artículo, decís que él amenaza tomar las proporciones de un flagelo, y agregáis: “¡Oh, Dios mío! ¿Ya no tenía la especie humana bastantes quimeras como para perturbarle la razón, sin que una nueva doctrina viniese apoderarse de nuestro pobre cerebro?” –Parece que no apreciáis las doctrinas; cada uno tiene su gusto; no todos gustan de las mismas cosas; apenas diré que no sé a qué papel intelectual sería reducido el hombre si, desde que está en la Tierra, no hubiese tenido doctrinas que, al hacerlo reflexionar, lo sacasen del estado pasivo del bruto. Sin duda, las hay buenas y malas, verdaderas y falsas, pero ha sido para discernir entre las mismas que Dios nos ha dado el juicio. Os habéis olvidado una cosa: la definición clara y categórica de lo que incluís entre las quimeras. Hay personas que califican así a todas las ideas que no comparten; pero tenéis la suficiente inteligencia como para no creer que ésta se haya concentrado únicamente en vos. Hay otros que dan ese nombre a todas las opiniones religiosas, y que consideran la creencia en Dios, en el alma y en su inmortalidad, en las penas y recompensas futuras, como útiles para ocupar a lo sumo a la gente simple o para asustar a los niños. No conozco vuestra opinión al respecto; pero del sentido de vuestro artículo algunas personas podrían inferir que aceptáis un poco esas ideas. Que las compartáis o no, me permitiré en deciros –como muchos otros– que en ellas estaría el verdadero flagelo, si las mismas se propagasen. Con el materialismo, con la creencia de que morimos como animales y que después de nosotros será la nada, el bien no tendría ninguna razón de ser y los lazos sociales no tendrían consistencia alguna: es la sanción del egoísmo; la ley penal será el único freno que impida al hombre de vivir a costa de otros. Si fuese así, ¿con qué derecho habría de punirse al que mata a su semejante para apoderarse de sus bienes? Porque es un mal –diréis; pero ¿por qué es un mal? Él os responderá: Después de mí no hay nada; todo se termina; nada tengo que temer; quiero vivir aquí lo mejor posible y, para eso, tomaré de los que tienen. ¿Quién me lo prohíbe? ¿Vuestra ley? Vuestra ley tendrá razón si fuere más fuerte, es decir, si consigue atraparme; pero si yo fuere más astuto, y si me escapo, la razón estará conmigo. –Pregunto: ¿qué sociedad podrá subsistir con semejantes principios? Esto me recuerda el siguiente hecho: Un señor que –como se dice vulgarmente– no creía ni en Dios ni en el diablo, y no escondía eso, percibió que desde algún tiempo estaba siendo robado por su criado; un día lo sorprendió en flagrante. –¿Cómo te atreves, infeliz, en tomar lo que no te pertenece? ¿No crees en Dios? El criado se puso a reír y respondió: –¿Por qué yo debería creer si vos mismo no creéis? ¿Por qué tenéis más que yo? Si yo fuese rico y vos pobre, ¿quién os impediría de hacer lo que hago? De esta vez fui torpe: he aquí todo; en la próxima trataré de hacerlo mejor. –Aquel señor habría estado más contento si su criado no hubiese tomado la creencia en Dios como una quimera. Es a esa creencia y a las que de la misma derivan que el hombre debe su verdadera seguridad social, mucho más que a la severidad de la ley, porque la ley no puede alcanzarlo todo. Si la creencia estuviese arraigada en el corazón de todos, no tendrían que temer nada unos de los otros; atacarla es dar rienda suelta a todas las pasiones y aniquilar todos los escrúpulos. Ha sido eso que llevó recientemente a un sacerdote a decir las siguientes palabras llenas de sensatez, al ser consultado sobre lo que opinaba del Espiritismo: El Espiritismo conduce a la creencia en algo; ahora bien, yo prefiero a los que creen en algo que a los que no creen en nada, porque las personas que no creen en nada, ni incluso creen en la necesidad del bien.
En efecto, el Espiritismo es la destrucción del materialismo; es la prueba patente e irrecusable de lo que ciertas personas llaman de quimera, a saber: Dios, el alma, la vida futura feliz o infeliz. Ese flagelo –como vos lo llamáis– tiene otras consecuencias prácticas. Si supieseis, como yo, cuántas veces Él ha hecho volver la calma a los corazones ulcerados por los disgustos; qué dulce consuelo Él ha derramado sobre las miserias de la vida; cuántos odios ha calmado, cuántos suicidios ha impedido, no os burlaríais tanto. Suponed que uno de vuestros amigos venga a deciros: Yo estaba desesperado; iba a darme un tiro en la cabeza; pero hoy, gracias al Espiritismo, sé lo que eso cuesta y desisto de hacerlo. Si otro individuo os dice: Yo tenía celos de vuestro mérito, de vuestra superioridad; vuestro éxito no me dejaba dormir; quería vengarme, derrotaros, arruinaros, incluso mataros. Os confieso que corristeis grandes peligros; pero hoy, que soy espírita, comprendo todo lo que esos sentimientos tienen de innoble y abjuro de los mismos; y, en lugar de haceros mal, vengo a prestaros mis servicios. Probablemente diréis: ¡Sí! Hay algo de bueno en esa locura.
Lo que os digo, señor, no es para convenceros ni para inculcaros mis ideas; tenéis convicciones que os satisfacen y que, para vos, resuelven todas las cuestiones sobre el futuro: es muy natural que las conservéis; pero me presentáis ante vuestros lectores como el propagador de un flagelo; yo tenía que mostrarles que sería de desear que todos los flagelos no hicieran más mal, comenzando con el materialismo, y cuento con vuestra imparcialidad para transmitirles mi respuesta.
Pero diréis: –Yo no soy materialista; se puede muy bien no ser de esta opinión sin creer en las manifestaciones de los Espíritus. –De acuerdo; entonces sois espiritualista y no espírita. Si me equivoqué sobre vuestra manera de ver, es porque tomé al pie de la letra la profesión de fe ubicada al final de vuestro artículo. Vos decís: –Creo en dos cosas: en el amor de los hombres por todo lo que es maravilloso, aunque ese maravilloso sea absurdo, y en el editor que me vendió el Fragmento de una Sonata, dictado por el Espíritu Mozart, al precio de 2 francos. –Si toda vuestra creencia se limita a esto, es vuestra opinión: a mí me parece que es la prima hermana del escepticismo. Pero estoy seguro de que creéis en algo más que en el Sr. Ledoyen, que os vendió por 2 francos el Fragmento de una Sonata: creéis en el producto de vuestros artículos, porque presumo que –tal vez me equivoque– no los regaláis por amor a Dios, como el Sr. Ledoyen no regala sus libros. Cada uno tiene su oficio: el Sr. Ledoyen vende sus libros, el literato vende su prosa y sus versos. Nuestro pobre mundo no está lo bastante adelantado como para que podamos morar, comer y vestirnos gratis. Quizás un día los propietarios, los sastres, los carniceros y los panaderos estén lo suficientemente esclarecidos como para comprender que es innoble para ellos pedir dinero: entonces los libreros y los literatos seguirán el ejemplo.
–Con todo esto no me has dado el consejo que me ofrecieron los Espíritus. –Aquí está: «(...) Es prudente no pronunciarse con demasiada ligereza sobre las cosas que no se conoce, e imitar la prudente reserva del sabio Arago, que decía, con referencia al magnetismo animal: “Yo no sabría aprobar el misterio con el cual se rodean los científicos serios que hoy van a asistir a las experiencias de sonambulismo. La duda es una prueba de modestia y raramente ha perjudicado el progreso de las Ciencias. Lo mismo no podríamos decir de la incredulidad. Aquel que, fuera de las Matemáticas puras, pronuncia la palabra IMPOSIBLE, no obra con prudencia. La reserva es, sobre todo, un deber cuando se trata del organismo animal.” (Noticia sobre Bailly.)»
Atentamente,
ALLAN KARDEC.
Sr.,
Habéis dedicado a los Espíritus y a sus adeptos el folletín de Le Siècle (El Siglo) del 27 de octubre último. A pesar de poner en ridículo una cuestión mucho más seria de lo que pensáis, me place reconocer que, al atacar el principio, salvaguardáis las conveniencias por la urbanidad de las formas, y que es imposible decir a las personas, con más delicadeza, que no tienen sentido común; es por eso que tengo el cuidado de no confundir vuestro espirituoso artículo con esas groseras diatribas que dan una muy triste idea del buen gusto de sus autores, a los cuales hacen justicia todas las personas con buenos modales, sean nuestros adeptos o no.
De ninguna manera tengo como hábito responder a las críticas; por lo tanto, habría dejado pasar vuestro artículo, como tantos otros, si yo no hubiese sido encargado por los Espíritus, primeramente de agradeceros por haber querido ocuparos de ellos, y después para daros un pequeño consejo. Sr., comprended que de mí mismo no me permitiría darlo; cumplo con mi deber de dar el recado: he aquí todo. –¡Cómo! –diréis–, ¿entonces los Espíritus se ocupan de un folletín que escribí sobre ellos? Es mucha bondad de su parte. –Ciertamente, ya que estaban a vuestro lado cuando escribíais. Uno de ellos, que os quiere bien, llegó incluso a intentar impedir que usaseis ciertas reflexiones, que no encontraba a la altura de vuestra sagacidad, temiendo la crítica para vos, no de los espíritas, con los cuales poco os preocupáis, sino de los que conocen el alcance de vuestro juicio. Sabed que los Espíritus están por todas partes: saben todo lo que se dice y lo que se hace, y en el momento en que leéis estas líneas, estarán a vuestro lado, observándoos. Pero habréis de decir: –No puedo creer en la existencia de esos seres que pueblan el espacio y que no vemos. –¿Creéis en el aire que no veis y que, sin embargo, os rodea? –Esto es muy diferente; creo en el aire, porque si no lo veo, lo siento, lo escucho bramar en la tormenta y resonar en el conducto de la chimenea; veo los objetos que derriba. –¡Pues bien! Los Espíritus también se hacen escuchar; ellos también mueven cuerpos pesados, los levantan, los transportan, los quiebran. –¡Pero vamos, Sr. Allan Kardec! Haced un llamado a vuestra razón: ¿cómo queréis que seres impalpables, suponiendo que existan –lo que sólo admitiría si yo los viese–, tengan ese poder? ¿Cómo pueden seres inmateriales actuar sobre la materia? Esto no es racional. –¿Creéis en la existencia de esas miríadas de animálculos que están en vuestra mano y que la punta de una aguja puede cubrirse de miles de ellos? –Sí, porque si no los veo con los ojos, el microscopio me los hace ver. –Pero antes del invento del microscopio, si alguien os hubiera dicho que tenéis sobre vuestra piel millares de animálculos que allí pululan; que una gota de agua límpida contiene toda una población; que los absorbéis en masa con el aire más puro que respiráis, ¿qué habríais dicho? Habríais gritado que era un absurdo y, si escribieseis folletines, no hubierais dejado de hacer un bello artículo contra los animálculos, lo que no los impediría de existir. Hoy lo admitís porque el hecho es patente; pero antes habríais declarado que era imposible. Por lo tanto, ¿qué hay de irracional en creer que el espacio esté poblado de seres inteligentes que, aunque invisibles, no son microscópicos de modo alguno? En cuanto a mí, confieso que la idea de seres pequeños como una dosis homeopática y, no obstante, provistos de órganos visuales, reproductores, circulatorios, respiratorios, etc., me parece aún más extraordinario. –Estoy de acuerdo; pero digo una vez más que esos seres materiales son algo, mientras que vuestros Espíritus, ¿qué son? Nada, seres abstractos, inmateriales. –Para comenzar, ¿quién os ha dicho que son inmateriales? La observación, examinad con atención esta palabra –os lo ruego– observación, que no quiere decir sistema, decía que la observación demuestra que esas inteligencias ocultas tienen un cuerpo, una envoltura –invisible, es verdad, pero no menos real. Ahora bien, es por este intermediario semimaterial que ellos actúan sobre la materia. ¿Serán solamente los cuerpos sólidos que tienen una fuerza motriz? ¿No son, al contrario, los cuerpos rarificados que poseen esta fuerza en el más alto grado, como el aire, el vapor, todos los gases, la electricidad? ¿Por qué entonces negaríais esa fuerza a la sustancia que compone la envoltura de los Espíritus? –De acuerdo; pero si esas sustancias son invisibles e impalpables en ciertos casos, la condensación puede volverlas visibles e incluso sólidas; las podemos agarrar, guardar, analizar, y con esto su existencia es demostrada de una manera irrecusable. –¡Ah, es por eso! Negáis a los Espíritus porque no podéis ponerlos en un tubo de ensayo para saber si ellos están compuestos por oxígeno, hidrógeno o nitrógeno. Decidme, os lo ruego, si antes de los descubrimientos de la Química moderna se conocía la composición del aire, del agua y las propiedades de esa multitud de cuerpos invisibles, cuya existencia no sospechábamos. Entonces, ¿qué habrían dicho a aquel que anunciase todas las maravillas que hoy admiramos? Lo habrían tratado como a un impostor, como a un visionario. Supongamos que llegase a vuestras manos un libro de un científico de aquel tiempo, que hubiera negado todas esas cosas y que, además, hubiese buscado demostrar su imposibilidad. Diríais: he aquí a un científico muy presuntuoso, que se ha pronunciado muy ligeramente al tratar sobre lo que no sabía; para su reputación, hubiera sido mejor que se hubiese abstenido; en una palabra, no tendríais una alta opinión sobre su juicio. ¡Pues bien! En algunos años veremos qué se habrá de pensar de aquellos que hoy intentan demostrar que el Espiritismo es una quimera.
Indudablemente es lamentable para ciertas personas, y para los coleccionadores caprichosos, que los Espíritus no puedan ser puestos en una retorta, a fin de ser observados a gusto; pero no creáis, entretanto, que ellos escapen a nuestros sentidos de una manera absoluta. Si la sustancia que compone su envoltura es invisible en su estado normal, también puede, en ciertos casos –como el vapor, pero por otra causa–, pasar por una especie de condensación o, para ser más exacto, por una modificación molecular que la vuelva momentáneamente visible e incluso tangible; entonces podemos verlos –como nos vemos–, tocarlos, palparlos; pueden agarrarnos y dejar marcas en nuestros miembros; mas ese estado es temporal; pueden dejarlo tan rápidamente como lo tomaron, no en virtud de una rarefacción mecánica, sino por efecto de su voluntad, considerando que son seres inteligentes y no cuerpos inertes. Si la existencia de los seres inteligentes que pueblan el espacio está probada; si ejercen, como acabamos de ver, una acción sobre la materia, ¿qué hay de sorprendente en que puedan comunicarse con nosotros y transmitirnos sus pensamientos por medios materiales? –Si la existencia de esos seres fuere probada, sí: pero he aquí la cuestión. –Lo importante es primeramente probar esa posibilidad: la experiencia hará el resto. Si para vos esta existencia no está probada, lo está para mí. Escucho de aquí que decís íntimamente: Este es un argumento muy pobre. Convengamos que mi opinión personal tenga poco peso, pero no estoy solo; muchos otros, antes de mí, han pensado de la misma manera, porque yo no inventé ni descubrí a los Espíritus. Esta creencia cuenta con millones de adeptos, que tienen igual o más inteligencia que yo; entre los que creen y los que no creen, ¿quién decidirá? –El buen sentido, diréis. –Bueno; pero yo agrego: y el tiempo, que a cada día viene en nuestra ayuda. Mas ¿con qué derecho los que no creen se arrogan el privilegio del buen sentido, sobre todo cuando precisamente los que creen se encuentran, no entre los ignorantes, sino entre las personas esclarecidas, cuyo número crece todos los días? Yo lo juzgo por mi correspondencia, por el número de extranjeros que vienen a verme, por la propagación de mi periódico, que completa su segundo año y que cuenta con suscriptores en los cinco continentes, en los más altos estratos de la sociedad y hasta en los tronos. Decidme, en conciencia, si esto es la marcha de una idea vacía o de una utopía.
Al constatar ese hecho capital en vuestro artículo, decís que él amenaza tomar las proporciones de un flagelo, y agregáis: “¡Oh, Dios mío! ¿Ya no tenía la especie humana bastantes quimeras como para perturbarle la razón, sin que una nueva doctrina viniese apoderarse de nuestro pobre cerebro?” –Parece que no apreciáis las doctrinas; cada uno tiene su gusto; no todos gustan de las mismas cosas; apenas diré que no sé a qué papel intelectual sería reducido el hombre si, desde que está en la Tierra, no hubiese tenido doctrinas que, al hacerlo reflexionar, lo sacasen del estado pasivo del bruto. Sin duda, las hay buenas y malas, verdaderas y falsas, pero ha sido para discernir entre las mismas que Dios nos ha dado el juicio. Os habéis olvidado una cosa: la definición clara y categórica de lo que incluís entre las quimeras. Hay personas que califican así a todas las ideas que no comparten; pero tenéis la suficiente inteligencia como para no creer que ésta se haya concentrado únicamente en vos. Hay otros que dan ese nombre a todas las opiniones religiosas, y que consideran la creencia en Dios, en el alma y en su inmortalidad, en las penas y recompensas futuras, como útiles para ocupar a lo sumo a la gente simple o para asustar a los niños. No conozco vuestra opinión al respecto; pero del sentido de vuestro artículo algunas personas podrían inferir que aceptáis un poco esas ideas. Que las compartáis o no, me permitiré en deciros –como muchos otros– que en ellas estaría el verdadero flagelo, si las mismas se propagasen. Con el materialismo, con la creencia de que morimos como animales y que después de nosotros será la nada, el bien no tendría ninguna razón de ser y los lazos sociales no tendrían consistencia alguna: es la sanción del egoísmo; la ley penal será el único freno que impida al hombre de vivir a costa de otros. Si fuese así, ¿con qué derecho habría de punirse al que mata a su semejante para apoderarse de sus bienes? Porque es un mal –diréis; pero ¿por qué es un mal? Él os responderá: Después de mí no hay nada; todo se termina; nada tengo que temer; quiero vivir aquí lo mejor posible y, para eso, tomaré de los que tienen. ¿Quién me lo prohíbe? ¿Vuestra ley? Vuestra ley tendrá razón si fuere más fuerte, es decir, si consigue atraparme; pero si yo fuere más astuto, y si me escapo, la razón estará conmigo. –Pregunto: ¿qué sociedad podrá subsistir con semejantes principios? Esto me recuerda el siguiente hecho: Un señor que –como se dice vulgarmente– no creía ni en Dios ni en el diablo, y no escondía eso, percibió que desde algún tiempo estaba siendo robado por su criado; un día lo sorprendió en flagrante. –¿Cómo te atreves, infeliz, en tomar lo que no te pertenece? ¿No crees en Dios? El criado se puso a reír y respondió: –¿Por qué yo debería creer si vos mismo no creéis? ¿Por qué tenéis más que yo? Si yo fuese rico y vos pobre, ¿quién os impediría de hacer lo que hago? De esta vez fui torpe: he aquí todo; en la próxima trataré de hacerlo mejor. –Aquel señor habría estado más contento si su criado no hubiese tomado la creencia en Dios como una quimera. Es a esa creencia y a las que de la misma derivan que el hombre debe su verdadera seguridad social, mucho más que a la severidad de la ley, porque la ley no puede alcanzarlo todo. Si la creencia estuviese arraigada en el corazón de todos, no tendrían que temer nada unos de los otros; atacarla es dar rienda suelta a todas las pasiones y aniquilar todos los escrúpulos. Ha sido eso que llevó recientemente a un sacerdote a decir las siguientes palabras llenas de sensatez, al ser consultado sobre lo que opinaba del Espiritismo: El Espiritismo conduce a la creencia en algo; ahora bien, yo prefiero a los que creen en algo que a los que no creen en nada, porque las personas que no creen en nada, ni incluso creen en la necesidad del bien.
En efecto, el Espiritismo es la destrucción del materialismo; es la prueba patente e irrecusable de lo que ciertas personas llaman de quimera, a saber: Dios, el alma, la vida futura feliz o infeliz. Ese flagelo –como vos lo llamáis– tiene otras consecuencias prácticas. Si supieseis, como yo, cuántas veces Él ha hecho volver la calma a los corazones ulcerados por los disgustos; qué dulce consuelo Él ha derramado sobre las miserias de la vida; cuántos odios ha calmado, cuántos suicidios ha impedido, no os burlaríais tanto. Suponed que uno de vuestros amigos venga a deciros: Yo estaba desesperado; iba a darme un tiro en la cabeza; pero hoy, gracias al Espiritismo, sé lo que eso cuesta y desisto de hacerlo. Si otro individuo os dice: Yo tenía celos de vuestro mérito, de vuestra superioridad; vuestro éxito no me dejaba dormir; quería vengarme, derrotaros, arruinaros, incluso mataros. Os confieso que corristeis grandes peligros; pero hoy, que soy espírita, comprendo todo lo que esos sentimientos tienen de innoble y abjuro de los mismos; y, en lugar de haceros mal, vengo a prestaros mis servicios. Probablemente diréis: ¡Sí! Hay algo de bueno en esa locura.
Lo que os digo, señor, no es para convenceros ni para inculcaros mis ideas; tenéis convicciones que os satisfacen y que, para vos, resuelven todas las cuestiones sobre el futuro: es muy natural que las conservéis; pero me presentáis ante vuestros lectores como el propagador de un flagelo; yo tenía que mostrarles que sería de desear que todos los flagelos no hicieran más mal, comenzando con el materialismo, y cuento con vuestra imparcialidad para transmitirles mi respuesta.
Pero diréis: –Yo no soy materialista; se puede muy bien no ser de esta opinión sin creer en las manifestaciones de los Espíritus. –De acuerdo; entonces sois espiritualista y no espírita. Si me equivoqué sobre vuestra manera de ver, es porque tomé al pie de la letra la profesión de fe ubicada al final de vuestro artículo. Vos decís: –Creo en dos cosas: en el amor de los hombres por todo lo que es maravilloso, aunque ese maravilloso sea absurdo, y en el editor que me vendió el Fragmento de una Sonata, dictado por el Espíritu Mozart, al precio de 2 francos. –Si toda vuestra creencia se limita a esto, es vuestra opinión: a mí me parece que es la prima hermana del escepticismo. Pero estoy seguro de que creéis en algo más que en el Sr. Ledoyen, que os vendió por 2 francos el Fragmento de una Sonata: creéis en el producto de vuestros artículos, porque presumo que –tal vez me equivoque– no los regaláis por amor a Dios, como el Sr. Ledoyen no regala sus libros. Cada uno tiene su oficio: el Sr. Ledoyen vende sus libros, el literato vende su prosa y sus versos. Nuestro pobre mundo no está lo bastante adelantado como para que podamos morar, comer y vestirnos gratis. Quizás un día los propietarios, los sastres, los carniceros y los panaderos estén lo suficientemente esclarecidos como para comprender que es innoble para ellos pedir dinero: entonces los libreros y los literatos seguirán el ejemplo.
–Con todo esto no me has dado el consejo que me ofrecieron los Espíritus. –Aquí está: «(...) Es prudente no pronunciarse con demasiada ligereza sobre las cosas que no se conoce, e imitar la prudente reserva del sabio Arago, que decía, con referencia al magnetismo animal: “Yo no sabría aprobar el misterio con el cual se rodean los científicos serios que hoy van a asistir a las experiencias de sonambulismo. La duda es una prueba de modestia y raramente ha perjudicado el progreso de las Ciencias. Lo mismo no podríamos decir de la incredulidad. Aquel que, fuera de las Matemáticas puras, pronuncia la palabra IMPOSIBLE, no obra con prudencia. La reserva es, sobre todo, un deber cuando se trata del organismo animal.” (Noticia sobre Bailly.)»
Atentamente,
Efectos de la oración
Uno de nuestros suscriptores nos escribe de Lausana:
«Hace más de quince años profeso en gran parte aquello que vuestra ciencia espírita enseña hoy. La lectura de vuestras obras no hace más que consolidar esta creencia; además me trae grandes consuelos y lanza una viva claridad sobre una parte que para mí era sólo oscuridad. Aunque estaba muy convencido de que mi existencia debía ser múltiple, no podía explicarme en qué se volvería mi Espíritu durante esos intervalos. Mil veces gracias, señor, por haberme iniciado en esos grandes misterios al indicarme el único camino a seguir para ganar un mejor lugar en el otro mundo. Abristeis mi corazón a la esperanza y redoblasteis mi coraje para soportar las pruebas de este mundo. Señor, venid entonces en mi ayuda para esclarecer una verdad que me interesa en el más alto grado. Yo soy protestante y en nuestra Iglesia nunca se ora por los muertos, pues el Evangelio no lo enseña. Como decís, los Espíritus que evocáis os piden frecuentemente el auxilio de vuestras oraciones. ¿Es porque ellos están bajo la influencia de las ideas adquiridas en la Tierra, o es cierto que Dios toma en cuenta las oraciones de los vivos para abreviar el sufrimiento de los muertos? Esta cuestión, señor, es muy importante para mí y para otros correligionarios míos que se han casado con católicos. A fin de tener una respuesta satisfactoria, creo que sería necesario que el Espíritu de un protestante esclarecido, tal como uno de nuestros ministros, tuviese a bien manifestarse a vos en compañía de uno de vuestros eclesiásticos.»
La pregunta es doble: 1°) ¿Es agradable la oración hecha por aquellos a quien se ora? 2°) ¿La misma es útil para ellos?
Sobre la primera pregunta, escuchemos para comenzar al Reverendo Padre Félix, en una notable introducción de un pequeño libro intitulado: Les Morts souffrants et délaissés (Los Muertos sufrientes y abandonados):
“La devoción hacia los muertos no sólo es la expresión de un dogma y la manifestación de una creencia, sino que es un encanto de la vida, un consuelo del corazón. En efecto, ¿qué hay de más suave al corazón que ese culto piadoso que nos liga a la memoria y a los sufrimientos de los muertos? Creer en la eficacia de la oración y de las buenas obras para el alivio de los que hemos perdido; creer, cuando los lloramos, que esas lágrimas que por ellos todavía derramamos pueden servirles de auxilio; creer, en fin, que incluso en ese mundo invisible que ellos habitan, nuestro amor puede aún visitarlos en su beneficio: ¡qué dulce, qué suave creencia! Y en esa creencia, ¡qué consuelo para aquellos que han visto entrar la muerte en sus hogares, hiriéndoles el corazón! Si esta creencia y este culto no existiesen, el corazón humano, por la voz de sus más nobles instintos, diría a todos aquellos que lo comprenden que sería preciso inventarlos, aunque más no fuera para poner dulzura a la muerte y hasta encanto en nuestros funerales. En efecto, nada transforma y transfigura el amor que ora junto a una tumba o que llora en los funerales, como esta devoción al recuerdo y a los sufrimientos de los muertos. Esa mezcla de la religión y del dolor, de la oración y del amor, tiene al mismo tiempo algo de delicadeza y de ternura. La tristeza que llora se vuelve una ayudante de la piedad que ora; la piedad, a su vez, se vuelve para la tristeza el más delicioso aroma; y la fe, la esperanza y la caridad se aúnan siempre de la mejor manera para honrar a Dios al consolar a los hombres, ¡y haciendo del alivio a los muertos el consuelo de los vivos!
“Ese encanto tan suave que encontramos en nuestro intercambio fraternal con los muertos, se vuelve todavía más suave cuando nos persuadirnos de que, sin duda, Dios no deja a esos seres queridos completamente ignorantes del bien que les hacemos. ¿Quién no ha deseado, al orar por un padre o por un hermano fallecido, que él estuviese ahí para escuchar y, al hacer sus votos por él, que estuviera allí para ver? ¿Quién no ha dicho a sí mismo, al enjugar sus lágrimas junto al ataúd de un pariente o de un amigo que ha perdido: Si al menos pudiese escucharme, cuando mi amor le ofrece con lágrimas la oración y el sacrificio? ¡Si yo tuviera la certeza de que él lo sabe y que su amor comprende siempre al mío! Sí, si yo pudiese creer que no sólo el alivio que le mando llega hasta él, sino que pudiera persuadirme también de que Dios se digna enviar a uno de sus ángeles para contarle que ese alivio viene de mí, al llevarle mi beneficio: ¡Oh, Dios!, que sois bueno para los que lloran, ¡qué bálsamo en mi herida, qué consuelo en mi dolor!”
“Es verdad que la Iglesia no nos obliga a creer que nuestros hermanos fallecidos sepan, en efecto, en el Purgatorio, lo que hacemos por ellos en la Tierra, pero tampoco lo prohíbe; ella lo insinúa y parece persuadirnos de eso por el conjunto de su culto y de sus ceremonias; y hombres serios y honorables de la Iglesia no temen en afirmarlo. Además, sea como fuere, si los muertos no tienen el conocimiento presente y claro de las oraciones y de las buenas obras que hacemos por ellos, es cierto que sienten sus efectos saludables; y esta creencia firme, ¿no basta a un amor que quiera consolarse del dolor a través del beneficio y que desea fecundar sus lágrimas por los sacrificios?”
Lo que el Padre Félix admite como una hipótesis, la ciencia espírita lo admite como una verdad indiscutible, porque da su prueba patente. En efecto, sabemos que el mundo invisible está compuesto por los que han dejado su envoltura corporal o, dicho de otro modo, por las almas de los que han vivido en la Tierra; estas almas o Espíritus –que vienen a ser lo mismo– pueblan el espacio; están por todas partes, a nuestro lado como en las regiones más alejadas; al desembarazarse del pesado e incómodo fardo que los retenía en la superficie del suelo, no teniendo más que una envoltura etérea, semimaterial, se transportan con la rapidez del pensamiento. La experiencia prueba que ellos pueden acudir a nuestro llamado, pero vienen de buena o mala voluntad, con mayor o menor placer, según la intención, como bien se comprende; la oración es un pensamiento, un lazo que nos une a ellos: es un llamado, un verdadera evocación; ahora bien, como la oración –ya sea eficaz o no– es siempre un pensamiento benévolo, no puede dejar de ser agradable a aquellos a quien se dirige. ¿La misma es útil para ellos? Esta es otra pregunta. Los que objetan la eficacia de la oración dicen: Los designios de Dios son inmutables y Él no los deroga a pedido del hombre. –Esto depende del objeto de la oración, porque es muy cierto que Dios no puede infringir sus leyes para satisfacer a todos los pedidos desconsiderados que le son dirigidos; solamente encaremos la plegaria desde el punto de vista del alivio a las almas que sufren. Para comenzar diremos que, admitiendo que la duración efectiva de los sufrimientos no pueda ser abreviada, la conmiseración y la simpatía son un ablandamiento para aquel que sufre. Si un prisionero fuere condenado a veinte años de prisión, ¿no sufrirá mil veces más si estuviere solo, aislado y abandonado? Pero si un alma caritativa y compasiva viene a visitarlo, a consolarlo, a darle coraje, ¿no tendrá el poder de romper sus cadenas antes del tiempo previsto, haciéndolas parecer menos pesadas? ¿Y los años no parecerán más cortos? ¿Quién, en la Tierra, no ha encontrado en la compasión un alivio a sus miserias y un consuelo en las expresiones de la amistad?
¿Pueden las oraciones abreviar los sufrimientos? El Espiritismo dice: Sí; y lo prueba por el razonamiento y por la experiencia: por la experiencia, porque son las propias almas en sufrimiento que vienen a confirmarlo al describirnos el cambio de su situación; por el razonamiento, considerando su modo de acción.
Las comunicaciones incesantes que tenemos con los seres del Más Allá hacen pasar por nuestros ojos todos los grados del sufrimiento y de la felicidad. Vemos, pues, seres infelices, horriblemente infelices, y si de acuerdo con un gran número de teólogos, el Espiritismo no admite el fuego sino como una figura, como un emblema de los mayores dolores, en una palabra, como un fuego moral, es preciso convenir que la situación de algunos no es mucho mejor de lo que si estuviesen en el fuego material. Por lo tanto, el estado feliz o desdichado después de la muerte no es una quimera o un verdadero fantasma. Pero el Espiritismo nos enseña también que la duración del sufrimiento depende, hasta un cierto punto, de la voluntad del Espíritu, pudiendo éste abreviarlo a través de los esfuerzos que haga para mejorarse. La oración –me refiero a la oración real, la del corazón, aquella que es dictada por una verdadera caridad– estimula en el Espíritu el arrepentimiento y despierta en él los buenos sentimientos; ella lo esclarece, le hace comprender la felicidad de los que son superiores a él; lo estimula a hacer el bien, a volverse útil, porque los Espíritus pueden hacer el bien y el mal. En cierto modo la plegaria lo saca del desaliento en el que se entorpece; le hace vislumbrar la luz. Por lo tanto, a través de sus esfuerzos, él puede salir del lodazal en que se atasca; es así que la mano protectora que se le tiende puede abreviar sus sufrimientos.
Nuestro suscriptor nos pregunta si los Espíritus que solicitan oraciones no estarían aún bajo la influencia de las ideas terrestres. A esto respondemos que entre los Espíritus que se comunican con nosotros, están los que, cuando encarnados, profesaron todos los cultos. Todos ellos, católicos, protestantes, judíos, musulmanes y budistas, a esta pregunta: ¿Qué podemos hacer que os sea útil?, responden: “Orad por mí”. –¿Os sería más útil o más agradable una oración según el rito que habéis profesado? “–El rito es la forma; la oración de corazón no tiene rito”. Sin duda nuestros lectores se recuerdan de la evocación de Una viuda de Malabar, incluida en el número de la Revista de diciembre de 1858. Cuando le dijimos: Pedís que oremos por vos, pero somos cristianos; ¿podrían agradaros nuestras oraciones? Ella respondió: Sólo hay un Dios para todos los hombres.
Los Espíritus que sufren se vinculan a los que oran por ellos, como el ser que reconoce a los que le hacen el bien. Esta misma viuda de Malabar ha venido varias veces a nuestras reuniones sin ser llamada; según decía, venía para instruirse; inclusive llegaba a acompañarnos en la calle, como lo hemos constatado con la ayuda de un médium vidente. El asesino Lemaire, cuya evocación hemos relatado en el número del mes de marzo de 1858, evocación que, entre paréntesis, había suscitado la locuacidad escarnecedora de algunos escépticos, este mismo asesino, infeliz, abandonado, encontró en uno de nuestros lectores un corazón compasivo que tuvo piedad de él; vino a visitarlo con frecuencia y trató de manifestarse por todos los medios y modos, hasta que esa misma persona, al haber tenido la oportunidad de esclarecerse sobre dichas manifestaciones, supo que era Lemaire que le quería testimoniar su reconocimiento. Cuando éste tuvo la posibilidad de expresar su pensamiento, le dijo: ¡Os agradezco, alma caritativa! Yo estaba solo con los remordimientos de mi vida pasada, y tuvisteis piedad de mí; estaba abandonado, y pensasteis en mí; estaba en el abismo, ¡y me tendisteis la mano! Vuestras oraciones han sido para mí como un bálsamo consolador; comprendí la enormidad de mis crímenes y ruego a Dios que me conceda la gracia de repararlos en una nueva existencia, donde podré hacer tanto bien como hice tanto mal. Gracias una vez más, ¡oh, gracias!
Sobre los efectos de la oración, he aquí, además, la opinión actual de un ilustre ministro protestante, el Sr. Adolphe Monod, fallecido en el mes de abril de 1856.
“El Cristo ha dicho a los hombres: Amaos los unos a los otros. Esta recomendación implica la de emplear todos los medios posibles para testimoniar afecto a sus semejantes, sin que por esto se entre en detalle alguno sobre la manera de alcanzar ese objetivo. Si es cierto que nada puede desviar al Creador de aplicar la justicia –de la que Él mismo es modelo– a todas las acciones del Espíritu, no es menos cierto que la oración que le dirigís a favor de aquel por quien os interesáis, es para este último un testimonio de recordación que no puede sino contribuir para aliviar sus sufrimientos y consolarlo; desde el momento en que dé pruebas del menor arrepentimiento, y solamente entonces, será socorrido; pero nunca se le permite ignorar que un alma simpática se ha ocupado de él. Este pensamiento lo estimula al arrepentimiento y lo deja en la tierna persuasión que su intercesión le ha sido útil. De esto resulta necesariamente, de su parte, un sentimiento de reconocimiento y de afecto hacia aquel que le ha dado esa prueba de consideración y de piedad; en consecuencia, el amor que el Cristo recomendaba a los hombres no ha hecho sino aumentar entre ellos. Por lo tanto, ambos han obedecido a la ley de amor y de unión entre todos los seres, ley de Dios que debe llevar a la unidad, que es el objetivo del Espíritu”.
–¿Tenéis algo que agregar a estas explicaciones? –Resp. No, ellas lo encierran todo.
–Os agradezco por haber tenido a bien darlas. –Resp. Para mí es una felicidad el poder contribuir para la unión de las almas, unión que los Espíritus buenos tratan de hacer prevalecer sobre todas las cuestiones de dogma que las dividen.
Uno de nuestros suscriptores nos escribe de Lausana:
«Hace más de quince años profeso en gran parte aquello que vuestra ciencia espírita enseña hoy. La lectura de vuestras obras no hace más que consolidar esta creencia; además me trae grandes consuelos y lanza una viva claridad sobre una parte que para mí era sólo oscuridad. Aunque estaba muy convencido de que mi existencia debía ser múltiple, no podía explicarme en qué se volvería mi Espíritu durante esos intervalos. Mil veces gracias, señor, por haberme iniciado en esos grandes misterios al indicarme el único camino a seguir para ganar un mejor lugar en el otro mundo. Abristeis mi corazón a la esperanza y redoblasteis mi coraje para soportar las pruebas de este mundo. Señor, venid entonces en mi ayuda para esclarecer una verdad que me interesa en el más alto grado. Yo soy protestante y en nuestra Iglesia nunca se ora por los muertos, pues el Evangelio no lo enseña. Como decís, los Espíritus que evocáis os piden frecuentemente el auxilio de vuestras oraciones. ¿Es porque ellos están bajo la influencia de las ideas adquiridas en la Tierra, o es cierto que Dios toma en cuenta las oraciones de los vivos para abreviar el sufrimiento de los muertos? Esta cuestión, señor, es muy importante para mí y para otros correligionarios míos que se han casado con católicos. A fin de tener una respuesta satisfactoria, creo que sería necesario que el Espíritu de un protestante esclarecido, tal como uno de nuestros ministros, tuviese a bien manifestarse a vos en compañía de uno de vuestros eclesiásticos.»
La pregunta es doble: 1°) ¿Es agradable la oración hecha por aquellos a quien se ora? 2°) ¿La misma es útil para ellos?
Sobre la primera pregunta, escuchemos para comenzar al Reverendo Padre Félix, en una notable introducción de un pequeño libro intitulado: Les Morts souffrants et délaissés (Los Muertos sufrientes y abandonados):
“La devoción hacia los muertos no sólo es la expresión de un dogma y la manifestación de una creencia, sino que es un encanto de la vida, un consuelo del corazón. En efecto, ¿qué hay de más suave al corazón que ese culto piadoso que nos liga a la memoria y a los sufrimientos de los muertos? Creer en la eficacia de la oración y de las buenas obras para el alivio de los que hemos perdido; creer, cuando los lloramos, que esas lágrimas que por ellos todavía derramamos pueden servirles de auxilio; creer, en fin, que incluso en ese mundo invisible que ellos habitan, nuestro amor puede aún visitarlos en su beneficio: ¡qué dulce, qué suave creencia! Y en esa creencia, ¡qué consuelo para aquellos que han visto entrar la muerte en sus hogares, hiriéndoles el corazón! Si esta creencia y este culto no existiesen, el corazón humano, por la voz de sus más nobles instintos, diría a todos aquellos que lo comprenden que sería preciso inventarlos, aunque más no fuera para poner dulzura a la muerte y hasta encanto en nuestros funerales. En efecto, nada transforma y transfigura el amor que ora junto a una tumba o que llora en los funerales, como esta devoción al recuerdo y a los sufrimientos de los muertos. Esa mezcla de la religión y del dolor, de la oración y del amor, tiene al mismo tiempo algo de delicadeza y de ternura. La tristeza que llora se vuelve una ayudante de la piedad que ora; la piedad, a su vez, se vuelve para la tristeza el más delicioso aroma; y la fe, la esperanza y la caridad se aúnan siempre de la mejor manera para honrar a Dios al consolar a los hombres, ¡y haciendo del alivio a los muertos el consuelo de los vivos!
“Ese encanto tan suave que encontramos en nuestro intercambio fraternal con los muertos, se vuelve todavía más suave cuando nos persuadirnos de que, sin duda, Dios no deja a esos seres queridos completamente ignorantes del bien que les hacemos. ¿Quién no ha deseado, al orar por un padre o por un hermano fallecido, que él estuviese ahí para escuchar y, al hacer sus votos por él, que estuviera allí para ver? ¿Quién no ha dicho a sí mismo, al enjugar sus lágrimas junto al ataúd de un pariente o de un amigo que ha perdido: Si al menos pudiese escucharme, cuando mi amor le ofrece con lágrimas la oración y el sacrificio? ¡Si yo tuviera la certeza de que él lo sabe y que su amor comprende siempre al mío! Sí, si yo pudiese creer que no sólo el alivio que le mando llega hasta él, sino que pudiera persuadirme también de que Dios se digna enviar a uno de sus ángeles para contarle que ese alivio viene de mí, al llevarle mi beneficio: ¡Oh, Dios!, que sois bueno para los que lloran, ¡qué bálsamo en mi herida, qué consuelo en mi dolor!”
“Es verdad que la Iglesia no nos obliga a creer que nuestros hermanos fallecidos sepan, en efecto, en el Purgatorio, lo que hacemos por ellos en la Tierra, pero tampoco lo prohíbe; ella lo insinúa y parece persuadirnos de eso por el conjunto de su culto y de sus ceremonias; y hombres serios y honorables de la Iglesia no temen en afirmarlo. Además, sea como fuere, si los muertos no tienen el conocimiento presente y claro de las oraciones y de las buenas obras que hacemos por ellos, es cierto que sienten sus efectos saludables; y esta creencia firme, ¿no basta a un amor que quiera consolarse del dolor a través del beneficio y que desea fecundar sus lágrimas por los sacrificios?”
Lo que el Padre Félix admite como una hipótesis, la ciencia espírita lo admite como una verdad indiscutible, porque da su prueba patente. En efecto, sabemos que el mundo invisible está compuesto por los que han dejado su envoltura corporal o, dicho de otro modo, por las almas de los que han vivido en la Tierra; estas almas o Espíritus –que vienen a ser lo mismo– pueblan el espacio; están por todas partes, a nuestro lado como en las regiones más alejadas; al desembarazarse del pesado e incómodo fardo que los retenía en la superficie del suelo, no teniendo más que una envoltura etérea, semimaterial, se transportan con la rapidez del pensamiento. La experiencia prueba que ellos pueden acudir a nuestro llamado, pero vienen de buena o mala voluntad, con mayor o menor placer, según la intención, como bien se comprende; la oración es un pensamiento, un lazo que nos une a ellos: es un llamado, un verdadera evocación; ahora bien, como la oración –ya sea eficaz o no– es siempre un pensamiento benévolo, no puede dejar de ser agradable a aquellos a quien se dirige. ¿La misma es útil para ellos? Esta es otra pregunta. Los que objetan la eficacia de la oración dicen: Los designios de Dios son inmutables y Él no los deroga a pedido del hombre. –Esto depende del objeto de la oración, porque es muy cierto que Dios no puede infringir sus leyes para satisfacer a todos los pedidos desconsiderados que le son dirigidos; solamente encaremos la plegaria desde el punto de vista del alivio a las almas que sufren. Para comenzar diremos que, admitiendo que la duración efectiva de los sufrimientos no pueda ser abreviada, la conmiseración y la simpatía son un ablandamiento para aquel que sufre. Si un prisionero fuere condenado a veinte años de prisión, ¿no sufrirá mil veces más si estuviere solo, aislado y abandonado? Pero si un alma caritativa y compasiva viene a visitarlo, a consolarlo, a darle coraje, ¿no tendrá el poder de romper sus cadenas antes del tiempo previsto, haciéndolas parecer menos pesadas? ¿Y los años no parecerán más cortos? ¿Quién, en la Tierra, no ha encontrado en la compasión un alivio a sus miserias y un consuelo en las expresiones de la amistad?
¿Pueden las oraciones abreviar los sufrimientos? El Espiritismo dice: Sí; y lo prueba por el razonamiento y por la experiencia: por la experiencia, porque son las propias almas en sufrimiento que vienen a confirmarlo al describirnos el cambio de su situación; por el razonamiento, considerando su modo de acción.
Las comunicaciones incesantes que tenemos con los seres del Más Allá hacen pasar por nuestros ojos todos los grados del sufrimiento y de la felicidad. Vemos, pues, seres infelices, horriblemente infelices, y si de acuerdo con un gran número de teólogos, el Espiritismo no admite el fuego sino como una figura, como un emblema de los mayores dolores, en una palabra, como un fuego moral, es preciso convenir que la situación de algunos no es mucho mejor de lo que si estuviesen en el fuego material. Por lo tanto, el estado feliz o desdichado después de la muerte no es una quimera o un verdadero fantasma. Pero el Espiritismo nos enseña también que la duración del sufrimiento depende, hasta un cierto punto, de la voluntad del Espíritu, pudiendo éste abreviarlo a través de los esfuerzos que haga para mejorarse. La oración –me refiero a la oración real, la del corazón, aquella que es dictada por una verdadera caridad– estimula en el Espíritu el arrepentimiento y despierta en él los buenos sentimientos; ella lo esclarece, le hace comprender la felicidad de los que son superiores a él; lo estimula a hacer el bien, a volverse útil, porque los Espíritus pueden hacer el bien y el mal. En cierto modo la plegaria lo saca del desaliento en el que se entorpece; le hace vislumbrar la luz. Por lo tanto, a través de sus esfuerzos, él puede salir del lodazal en que se atasca; es así que la mano protectora que se le tiende puede abreviar sus sufrimientos.
Nuestro suscriptor nos pregunta si los Espíritus que solicitan oraciones no estarían aún bajo la influencia de las ideas terrestres. A esto respondemos que entre los Espíritus que se comunican con nosotros, están los que, cuando encarnados, profesaron todos los cultos. Todos ellos, católicos, protestantes, judíos, musulmanes y budistas, a esta pregunta: ¿Qué podemos hacer que os sea útil?, responden: “Orad por mí”. –¿Os sería más útil o más agradable una oración según el rito que habéis profesado? “–El rito es la forma; la oración de corazón no tiene rito”. Sin duda nuestros lectores se recuerdan de la evocación de Una viuda de Malabar, incluida en el número de la Revista de diciembre de 1858. Cuando le dijimos: Pedís que oremos por vos, pero somos cristianos; ¿podrían agradaros nuestras oraciones? Ella respondió: Sólo hay un Dios para todos los hombres.
Los Espíritus que sufren se vinculan a los que oran por ellos, como el ser que reconoce a los que le hacen el bien. Esta misma viuda de Malabar ha venido varias veces a nuestras reuniones sin ser llamada; según decía, venía para instruirse; inclusive llegaba a acompañarnos en la calle, como lo hemos constatado con la ayuda de un médium vidente. El asesino Lemaire, cuya evocación hemos relatado en el número del mes de marzo de 1858, evocación que, entre paréntesis, había suscitado la locuacidad escarnecedora de algunos escépticos, este mismo asesino, infeliz, abandonado, encontró en uno de nuestros lectores un corazón compasivo que tuvo piedad de él; vino a visitarlo con frecuencia y trató de manifestarse por todos los medios y modos, hasta que esa misma persona, al haber tenido la oportunidad de esclarecerse sobre dichas manifestaciones, supo que era Lemaire que le quería testimoniar su reconocimiento. Cuando éste tuvo la posibilidad de expresar su pensamiento, le dijo: ¡Os agradezco, alma caritativa! Yo estaba solo con los remordimientos de mi vida pasada, y tuvisteis piedad de mí; estaba abandonado, y pensasteis en mí; estaba en el abismo, ¡y me tendisteis la mano! Vuestras oraciones han sido para mí como un bálsamo consolador; comprendí la enormidad de mis crímenes y ruego a Dios que me conceda la gracia de repararlos en una nueva existencia, donde podré hacer tanto bien como hice tanto mal. Gracias una vez más, ¡oh, gracias!
Sobre los efectos de la oración, he aquí, además, la opinión actual de un ilustre ministro protestante, el Sr. Adolphe Monod, fallecido en el mes de abril de 1856.
“El Cristo ha dicho a los hombres: Amaos los unos a los otros. Esta recomendación implica la de emplear todos los medios posibles para testimoniar afecto a sus semejantes, sin que por esto se entre en detalle alguno sobre la manera de alcanzar ese objetivo. Si es cierto que nada puede desviar al Creador de aplicar la justicia –de la que Él mismo es modelo– a todas las acciones del Espíritu, no es menos cierto que la oración que le dirigís a favor de aquel por quien os interesáis, es para este último un testimonio de recordación que no puede sino contribuir para aliviar sus sufrimientos y consolarlo; desde el momento en que dé pruebas del menor arrepentimiento, y solamente entonces, será socorrido; pero nunca se le permite ignorar que un alma simpática se ha ocupado de él. Este pensamiento lo estimula al arrepentimiento y lo deja en la tierna persuasión que su intercesión le ha sido útil. De esto resulta necesariamente, de su parte, un sentimiento de reconocimiento y de afecto hacia aquel que le ha dado esa prueba de consideración y de piedad; en consecuencia, el amor que el Cristo recomendaba a los hombres no ha hecho sino aumentar entre ellos. Por lo tanto, ambos han obedecido a la ley de amor y de unión entre todos los seres, ley de Dios que debe llevar a la unidad, que es el objetivo del Espíritu”.
–¿Tenéis algo que agregar a estas explicaciones? –Resp. No, ellas lo encierran todo.
–Os agradezco por haber tenido a bien darlas. –Resp. Para mí es una felicidad el poder contribuir para la unión de las almas, unión que los Espíritus buenos tratan de hacer prevalecer sobre todas las cuestiones de dogma que las dividen.
Un Espíritu que no cree que está desencarnado
Uno de nuestros suscriptores del Departamento de Loiret, muy buen médium psicógrafo, nos escribe lo siguiente sobre varios hechos de apariciones que sucedieron con él.
«No queriendo dejar en el olvido ninguno de los hechos que vienen en apoyo a la Doctrina Espírita, vengo a comunicaros nuevos fenómenos de los que soy testigo y médium, y que –como lo habréis de reconocer– concuerdan perfectamente con todo lo que habéis publicado en vuestra Revista, acerca de los diversos estados del Espíritu después de su separación del cuerpo.
«Hace aproximadamente seis meses, yo me ocupaba con las comunicaciones espíritas junto con varias personas, cuando me vino al pensamiento preguntar si, entre los asistentes, se encontraba un médium vidente. El Espíritu respondió afirmativamente, se dirigió a mí y agregó: “Tú ya lo eres, pero en pequeño grado y sólo durante el sueño; más tarde tu temperamento se modificará de tal manera que te volverás un excelente médium vidente, pero poco a poco, y primero durante el sueño solamente”.
«En el curso de este año pasamos por el dolor de perder a tres de nuestros parientes. Uno de ellos, que era mi tío, me apareció en sueño algún tiempo después de su muerte; tuvimos una larga conversación y él me llevó al lugar que habita, diciéndome que era el último grado que conducía a la morada de la felicidad eterna. Yo tenía la intención de daros la descripción de lo que he admirado en esa morada incomparable, pero habiendo consultado al respecto a mi Espíritu familiar, éste me respondió: “La alegría y la felicidad que tú has sentido podrían influir en el relato que harías de las maravillosas bellezas que has admirado, y tu imaginación podría crear cosas que no existen. Espera que tu Espíritu esté más calmo”. Entonces me detengo en obediencia a mi Guía y no me ocuparé sino de dos otras visiones que son más positivas. Os relataré solamente las últimas palabras de mi tío. Después de haber admirado lo que me era permitido ver, él me dijo: “Ahora vas a volver a la Tierra”. Le supliqué que me concediera algunos instantes más. “No –me dijo–, son las cinco y debes retomar el curso de tu existencia”. En ese momento me desperté con el sonido del péndulo del reloj que indicaba las cinco horas.
«Mi segunda visión ha sido la de uno de los otros dos parientes muertos durante el año. Era un hombre virtuoso, amable, buen padre de familia, buen cristiano y, aunque estuvo enfermo durante mucho tiempo, murió casi súbitamente y quizás cuando menos lo esperaba. Su semblante tenía una expresión indefinible, seria, triste y al mismo tiempo feliz. Él me ha dicho: “Expío mis faltas; pero tengo un consuelo: el de ser el protector de mi familia; continúo viviendo junto con mi esposa y con mis hijos y les inspiro buenos pensamientos; orad por mí.
«La tercera visión es más característica y me ha sido confirmada por un hecho material: es la del tercer pariente. Era un excelente hombre, pero impetuoso, encolerizado, imperioso con los empleados y, sobre todo, apegado desmedidamente a los bienes de este mundo; además de escéptico, se ocupaba de esta vida más que de la vida futura. Algún tiempo después de su muerte vino a la noche y se puso a sacudir las cortinas con impaciencia, como para despertarme. Cuando le pregunté si era realmente él, me respondió: –Sí; vine a buscarte porque eres la única persona que puedes contestarme. Mi mujer y mis hijos partieron hacia Orleáns; quise seguirlos, pero nadie quiere obedecerme. Le dije a Pierre que hiciera mis maletas, pero él no me escucha; nadie me presta atención. Si tú pudieses venir a atar los caballos a otro carruaje y hacer mis maletas, me harías un gran favor, porque yo podría ir a encontrarme con mi mujer en Orleáns. –¿Pero no puedes hacerlo tú mismo? –No, porque no consigo levantar nada; desde el sueño que experimenté durante mi enfermedad, me encuentro muy cambiado; ya no sé más dónde estoy: es una pesadilla. –¿De dónde vienes? –De B... –¿Del castillo? –¡No!, me respondió con un grito de horror, llevando la mano a la frente, ¡vengo del cementerio! –Después de un gesto de desesperación, agregó: –Querido amigo mío, ¡dile a todos mis parientes que oren por mí, porque soy muy desdichado! –Después de estas palabras huyó y lo perdí de vista. Cuando vino a buscarme y a sacudir las cortinas con impaciencia, su semblante expresaba un desvarío asustador. Cuando le pregunté cómo había hecho para mover las cortinas –justo él que decía que no conseguía levantar nada–, me contestó bruscamente: ¡Con mi soplo!
«Al día siguiente me enteré que su mujer y sus hijos habían efectivamente partido hacia Orleáns.»
Esta última aparición es sobre todo notable por la ilusión que lleva a ciertos Espíritus a creerse que aún están encarnados, y porque en este caso esa ilusión se ha prolongado por mucho más tiempo que en casos análogos. Muy comúnmente ella no dura sino algunos días, mientras que aquí, después de más de tres meses, él aún no creía que estaba desencarnado. Además, la situación es perfectamente idéntica a la que hemos observado muchas veces. Él ve todo como si estuviese encarnado; quiere hablar y se sorprende al no ser escuchado; ejerce o cree ejercer sus ocupaciones habituales. La existencia del periespíritu es demostrada aquí de una manera notable, haciendo abstracción de la visión. Puesto que cree que está encarnado, él se ve, pues, en un cuerpo semejante al que hubo dejado; ese cuerpo actúa como lo habría hecho el otro. Para él nada parece haber cambiado; sólo que aún no ha estudiado las propiedades de su nuevo cuerpo: cree que es denso y material como el primero, y se espanta al no poder levantar nada. Entretanto, percibe en su situación algo extraño que no llega a comprender: cree que está teniendo una pesadilla; toma la muerte por un sueño; es un estado mixto entre la vida corporal y la vida espiritual, estado siempre penoso y lleno de ansiedad, ligándose a una y a la otra. Como ya hemos dicho en otra ocasión, es lo que sucede de un modo más o menos constante en las muertes instantáneas, tales como las que tienen lugar por el suicidio, la apoplejía, el suplicio, los combates, etc.
Sabemos que la separación entre el cuerpo y el periespíritu se opera gradualmente y no de una manera brusca; comienza antes de la muerte, cuando ésta llega por la extinción natural de las fuerzas vitales, ya sea por la edad o por la enfermedad, y sobre todo en aquellos que, cuando encarnados, presienten su fin y que se identifican por el pensamiento con la existencia futura, de tal modo que en el instante del último suspiro la separación es más o menos completa. Cuando repentinamente la muerte sorprende a un cuerpo lleno de vida, la separación sólo comienza en este momento, y no acaba sino poco a poco. Mientras exista un lazo entre el cuerpo y el Espíritu, éste se encontrará en turbación y, si entra bruscamente en el mundo de los Espíritus, ha de sentir un sobresalto que no le permitirá reconocer de inmediato su situación, así como tampoco las propiedades de su nuevo cuerpo; es preciso que él lo intente de alguna manera y es lo que le hace creer que aún se encuentra en este mundo.
Además de las circunstancias de muerte violenta, hay otras que vuelven más tenaces los lazos entre el cuerpo y el Espíritu, porque la ilusión de la que hablamos se observa igualmente en ciertos casos de muerte natural: es cuando el individuo vivió más la vida material que la vida moral. Se concibe que su apego a la materia lo retenga aún después de la muerte, prolongando así la idea de que nada ha cambiado para él. Tal es el caso de la persona que acabamos de hablar.
Notemos la diferencia que hay entre la situación de esta persona y la del segundo pariente: uno quiere todavía dar órdenes; cree que necesita sus maletas, los caballos, su carruaje, para ir al encuentro de su mujer; aún no sabe que, como Espíritu, puede hacerlo instantáneamente o, mejor dicho, su periespíritu es aún tan material que cree que está sometido a todas las necesidades del cuerpo. El otro, que ha vivido la vida moral, que tenía sentimientos religiosos, que se ha identificado con la vida futura –aunque sorprendido de un modo más repentino que el primero–, ya está desprendido; dice que vive junto con su familia, pero ya sabe que es un Espíritu; habla a su esposa y a sus hijos, pero sabe que lo hace a través del pensamiento; en una palabra, ya no tiene ilusiones, mientras que el otro se encuentra en turbación y angustiado. De tal modo posee el sentimiento de la vida real que vio partir hacia una ciudad a su mujer y a su hijo, los cuales partieron efectivamente en el día indicado, hecho ignorado por el pariente a quien apareció.
Además, notemos una palabra muy característica de su parte, que bien describe su posición. A esta pregunta: “¿De dónde vienes?”, respondió primeramente indicando el lugar que habitaba; después, a esta otra pregunta: “¿Del castillo?”, contestó con espanto: “¡No!, vengo del cementerio”. Ahora bien, esto prueba una cosa: que al no ser completo su desprendimiento, existía todavía una especie de atracción entre el Espíritu y el cuerpo, que lo llevó a decir que venía del cementerio; pero en este momento parece empezar a comprender la verdad. La propia pregunta parece ponerlo en camino, llamándole la atención para sus restos mortales; por eso es que pronunció esa palabra con espanto.
Los ejemplos de esta naturaleza son muy numerosos, y uno de los más impactantes es: El suicida de la Samaritana, que hemos relatado en nuestro número de junio de 1858. Este hombre, evocado algunos días después de su muerte, también afirmaba que aún estaba encarnado, y decía: “Sin embargo, siento que me roen los gusanos”. Como lo hemos hecho observar en nuestro relato, no se trataba de un recuerdo, ya que cuando encarnado no había sido roído por los gusanos; por lo tanto, era un sentimiento actual, una especie de repercusión transmitida del cuerpo al Espíritu, a través de la comunicación fluídica que aún existía entre ellos. Esta comunicación no siempre se traduce de la misma manera, pero es siempre más o menos penosa, como si fuese un primer castigo para aquel que cuando encarnado se identificó demasiadamente con la materia.
¡Qué diferencia con la calma, con la serenidad y con la suave quietud de los que mueren sin remordimientos –con la conciencia de haber empleado bien el tiempo de su permanencia en este mundo–, y de los que no se dejan dominar por sus pasiones! El tránsito es corto y sin amargura, porque la muerte es para ellos el regreso del destierro para la verdadera patria. ¿Hay en esto una teoría, un sistema? No, es el cuadro que todos los días nos ofrecen nuestras comunicaciones del Más Allá, cuadro cuyos aspectos varían al infinito y de las cuales cada uno puede extraer una enseñanza útil, porque encuentra ejemplos que podrá aprovechar si se da al trabajo de consultarlos: es un espejo donde se puede mirar todo aquel que no se deje cegar por el orgullo.
Uno de nuestros suscriptores del Departamento de Loiret, muy buen médium psicógrafo, nos escribe lo siguiente sobre varios hechos de apariciones que sucedieron con él.
«No queriendo dejar en el olvido ninguno de los hechos que vienen en apoyo a la Doctrina Espírita, vengo a comunicaros nuevos fenómenos de los que soy testigo y médium, y que –como lo habréis de reconocer– concuerdan perfectamente con todo lo que habéis publicado en vuestra Revista, acerca de los diversos estados del Espíritu después de su separación del cuerpo.
«Hace aproximadamente seis meses, yo me ocupaba con las comunicaciones espíritas junto con varias personas, cuando me vino al pensamiento preguntar si, entre los asistentes, se encontraba un médium vidente. El Espíritu respondió afirmativamente, se dirigió a mí y agregó: “Tú ya lo eres, pero en pequeño grado y sólo durante el sueño; más tarde tu temperamento se modificará de tal manera que te volverás un excelente médium vidente, pero poco a poco, y primero durante el sueño solamente”.
«En el curso de este año pasamos por el dolor de perder a tres de nuestros parientes. Uno de ellos, que era mi tío, me apareció en sueño algún tiempo después de su muerte; tuvimos una larga conversación y él me llevó al lugar que habita, diciéndome que era el último grado que conducía a la morada de la felicidad eterna. Yo tenía la intención de daros la descripción de lo que he admirado en esa morada incomparable, pero habiendo consultado al respecto a mi Espíritu familiar, éste me respondió: “La alegría y la felicidad que tú has sentido podrían influir en el relato que harías de las maravillosas bellezas que has admirado, y tu imaginación podría crear cosas que no existen. Espera que tu Espíritu esté más calmo”. Entonces me detengo en obediencia a mi Guía y no me ocuparé sino de dos otras visiones que son más positivas. Os relataré solamente las últimas palabras de mi tío. Después de haber admirado lo que me era permitido ver, él me dijo: “Ahora vas a volver a la Tierra”. Le supliqué que me concediera algunos instantes más. “No –me dijo–, son las cinco y debes retomar el curso de tu existencia”. En ese momento me desperté con el sonido del péndulo del reloj que indicaba las cinco horas.
«Mi segunda visión ha sido la de uno de los otros dos parientes muertos durante el año. Era un hombre virtuoso, amable, buen padre de familia, buen cristiano y, aunque estuvo enfermo durante mucho tiempo, murió casi súbitamente y quizás cuando menos lo esperaba. Su semblante tenía una expresión indefinible, seria, triste y al mismo tiempo feliz. Él me ha dicho: “Expío mis faltas; pero tengo un consuelo: el de ser el protector de mi familia; continúo viviendo junto con mi esposa y con mis hijos y les inspiro buenos pensamientos; orad por mí.
«La tercera visión es más característica y me ha sido confirmada por un hecho material: es la del tercer pariente. Era un excelente hombre, pero impetuoso, encolerizado, imperioso con los empleados y, sobre todo, apegado desmedidamente a los bienes de este mundo; además de escéptico, se ocupaba de esta vida más que de la vida futura. Algún tiempo después de su muerte vino a la noche y se puso a sacudir las cortinas con impaciencia, como para despertarme. Cuando le pregunté si era realmente él, me respondió: –Sí; vine a buscarte porque eres la única persona que puedes contestarme. Mi mujer y mis hijos partieron hacia Orleáns; quise seguirlos, pero nadie quiere obedecerme. Le dije a Pierre que hiciera mis maletas, pero él no me escucha; nadie me presta atención. Si tú pudieses venir a atar los caballos a otro carruaje y hacer mis maletas, me harías un gran favor, porque yo podría ir a encontrarme con mi mujer en Orleáns. –¿Pero no puedes hacerlo tú mismo? –No, porque no consigo levantar nada; desde el sueño que experimenté durante mi enfermedad, me encuentro muy cambiado; ya no sé más dónde estoy: es una pesadilla. –¿De dónde vienes? –De B... –¿Del castillo? –¡No!, me respondió con un grito de horror, llevando la mano a la frente, ¡vengo del cementerio! –Después de un gesto de desesperación, agregó: –Querido amigo mío, ¡dile a todos mis parientes que oren por mí, porque soy muy desdichado! –Después de estas palabras huyó y lo perdí de vista. Cuando vino a buscarme y a sacudir las cortinas con impaciencia, su semblante expresaba un desvarío asustador. Cuando le pregunté cómo había hecho para mover las cortinas –justo él que decía que no conseguía levantar nada–, me contestó bruscamente: ¡Con mi soplo!
«Al día siguiente me enteré que su mujer y sus hijos habían efectivamente partido hacia Orleáns.»
Esta última aparición es sobre todo notable por la ilusión que lleva a ciertos Espíritus a creerse que aún están encarnados, y porque en este caso esa ilusión se ha prolongado por mucho más tiempo que en casos análogos. Muy comúnmente ella no dura sino algunos días, mientras que aquí, después de más de tres meses, él aún no creía que estaba desencarnado. Además, la situación es perfectamente idéntica a la que hemos observado muchas veces. Él ve todo como si estuviese encarnado; quiere hablar y se sorprende al no ser escuchado; ejerce o cree ejercer sus ocupaciones habituales. La existencia del periespíritu es demostrada aquí de una manera notable, haciendo abstracción de la visión. Puesto que cree que está encarnado, él se ve, pues, en un cuerpo semejante al que hubo dejado; ese cuerpo actúa como lo habría hecho el otro. Para él nada parece haber cambiado; sólo que aún no ha estudiado las propiedades de su nuevo cuerpo: cree que es denso y material como el primero, y se espanta al no poder levantar nada. Entretanto, percibe en su situación algo extraño que no llega a comprender: cree que está teniendo una pesadilla; toma la muerte por un sueño; es un estado mixto entre la vida corporal y la vida espiritual, estado siempre penoso y lleno de ansiedad, ligándose a una y a la otra. Como ya hemos dicho en otra ocasión, es lo que sucede de un modo más o menos constante en las muertes instantáneas, tales como las que tienen lugar por el suicidio, la apoplejía, el suplicio, los combates, etc.
Sabemos que la separación entre el cuerpo y el periespíritu se opera gradualmente y no de una manera brusca; comienza antes de la muerte, cuando ésta llega por la extinción natural de las fuerzas vitales, ya sea por la edad o por la enfermedad, y sobre todo en aquellos que, cuando encarnados, presienten su fin y que se identifican por el pensamiento con la existencia futura, de tal modo que en el instante del último suspiro la separación es más o menos completa. Cuando repentinamente la muerte sorprende a un cuerpo lleno de vida, la separación sólo comienza en este momento, y no acaba sino poco a poco. Mientras exista un lazo entre el cuerpo y el Espíritu, éste se encontrará en turbación y, si entra bruscamente en el mundo de los Espíritus, ha de sentir un sobresalto que no le permitirá reconocer de inmediato su situación, así como tampoco las propiedades de su nuevo cuerpo; es preciso que él lo intente de alguna manera y es lo que le hace creer que aún se encuentra en este mundo.
Además de las circunstancias de muerte violenta, hay otras que vuelven más tenaces los lazos entre el cuerpo y el Espíritu, porque la ilusión de la que hablamos se observa igualmente en ciertos casos de muerte natural: es cuando el individuo vivió más la vida material que la vida moral. Se concibe que su apego a la materia lo retenga aún después de la muerte, prolongando así la idea de que nada ha cambiado para él. Tal es el caso de la persona que acabamos de hablar.
Notemos la diferencia que hay entre la situación de esta persona y la del segundo pariente: uno quiere todavía dar órdenes; cree que necesita sus maletas, los caballos, su carruaje, para ir al encuentro de su mujer; aún no sabe que, como Espíritu, puede hacerlo instantáneamente o, mejor dicho, su periespíritu es aún tan material que cree que está sometido a todas las necesidades del cuerpo. El otro, que ha vivido la vida moral, que tenía sentimientos religiosos, que se ha identificado con la vida futura –aunque sorprendido de un modo más repentino que el primero–, ya está desprendido; dice que vive junto con su familia, pero ya sabe que es un Espíritu; habla a su esposa y a sus hijos, pero sabe que lo hace a través del pensamiento; en una palabra, ya no tiene ilusiones, mientras que el otro se encuentra en turbación y angustiado. De tal modo posee el sentimiento de la vida real que vio partir hacia una ciudad a su mujer y a su hijo, los cuales partieron efectivamente en el día indicado, hecho ignorado por el pariente a quien apareció.
Además, notemos una palabra muy característica de su parte, que bien describe su posición. A esta pregunta: “¿De dónde vienes?”, respondió primeramente indicando el lugar que habitaba; después, a esta otra pregunta: “¿Del castillo?”, contestó con espanto: “¡No!, vengo del cementerio”. Ahora bien, esto prueba una cosa: que al no ser completo su desprendimiento, existía todavía una especie de atracción entre el Espíritu y el cuerpo, que lo llevó a decir que venía del cementerio; pero en este momento parece empezar a comprender la verdad. La propia pregunta parece ponerlo en camino, llamándole la atención para sus restos mortales; por eso es que pronunció esa palabra con espanto.
Los ejemplos de esta naturaleza son muy numerosos, y uno de los más impactantes es: El suicida de la Samaritana, que hemos relatado en nuestro número de junio de 1858. Este hombre, evocado algunos días después de su muerte, también afirmaba que aún estaba encarnado, y decía: “Sin embargo, siento que me roen los gusanos”. Como lo hemos hecho observar en nuestro relato, no se trataba de un recuerdo, ya que cuando encarnado no había sido roído por los gusanos; por lo tanto, era un sentimiento actual, una especie de repercusión transmitida del cuerpo al Espíritu, a través de la comunicación fluídica que aún existía entre ellos. Esta comunicación no siempre se traduce de la misma manera, pero es siempre más o menos penosa, como si fuese un primer castigo para aquel que cuando encarnado se identificó demasiadamente con la materia.
¡Qué diferencia con la calma, con la serenidad y con la suave quietud de los que mueren sin remordimientos –con la conciencia de haber empleado bien el tiempo de su permanencia en este mundo–, y de los que no se dejan dominar por sus pasiones! El tránsito es corto y sin amargura, porque la muerte es para ellos el regreso del destierro para la verdadera patria. ¿Hay en esto una teoría, un sistema? No, es el cuadro que todos los días nos ofrecen nuestras comunicaciones del Más Allá, cuadro cuyos aspectos varían al infinito y de las cuales cada uno puede extraer una enseñanza útil, porque encuentra ejemplos que podrá aprovechar si se da al trabajo de consultarlos: es un espejo donde se puede mirar todo aquel que no se deje cegar por el orgullo.
Doctrina de la reencarnación entre los hindúes
(Nota comunicada a la Sociedad por el Sr. Tug...)
«Generalmente se piensa que los hindúes sólo admiten la reencarnación como una expiación y que, según ellos, la reencarnación no puede efectuarse sino en cuerpos de animales. Sin embargo, las siguientes líneas, extraídas del Viaje de la Señora Ida Pfeiffer, parecen probar que al respecto los hindúes tienen ideas más sensatas.»
“Habitualmente las niñas –dice la Sra. Pfeiffer– son prometidas como novias con un año de edad. Si el novio muere, la niña es considerada viuda y por este motivo no puede casarse más: la viudez es considerada una gran desdicha. Ellos piensan que eso se debe a la situación de las mujeres cuya conducta ha sido reprochable en una vida anterior.”
«A pesar de la importancia que no se puede negar a estas últimas palabras, es preciso reconocer que entre la metempsicosis de los hindúes y la Doctrina admitida por la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas hay una diferencia capital. Citemos aquí lo que dice Zimmermann sobre la religión hindú, en el Diario de Viaje (Taschenbuch der Reisen).»
“El fondo de esta religión es la creencia en un Ser primero y supremo, en la inmortalidad del alma y en la recompensa de la virtud. El verdadero y único Dios se llama Brahm, que no debe confundirse con Brahma, creado por Él. Es la verdadera luz, que es la misma, eterna, bienaventurada en todos los tiempos y en todos los lugares. De la esencia inmortal de Brahma ha emanado la diosa Bhavani, que significa la Naturaleza, y una legión de 1.180 millones de Espíritus. Entre esos Espíritus hay tres semidioses o genios superiores: Brahma, Vishnú y Shiva, la trinidad de los hindúes. Durante mucho tiempo la concordia y la felicidad reinaron entre los Espíritus; pero después una revuelta estalló entre ellos, y varios se negaron a obedecer. Los rebeldes fueron precipitados de lo alto de los cielos en el abismo de las tinieblas. Entonces tuvo lugar la metempsicosis: cada planta, cada ser fue animado por un ángel caído. Esta creencia explica la bondad de los hindúes para con los animales: ellos los consideran como sus semejantes y no quieren matar a ninguno.
“Somos llevados a creer que, solamente con el tiempo, todo lo que hay de extravagante en esta religión –mal comprendida y falseada en la boca del pueblo– bajó a la categoría de alocada charlatanería. Basta indicar los atributos de algunas de sus principales divinidades para explicar el estado actual de su religión; ellos admiten 333 millones de divinidades inferiores: son las diosas de los elementos, de los fenómenos de la Naturaleza, de las artes, de las enfermedades, etc. Además, hay buenos y malos genios: el número de los buenos sobrepasa al de los malos en 3 millones.
“Lo que es extremamente notable –agrega Zimmermann– es que entre los hindúes no se encuentra un sola imagen del Ser Supremo: les parece demasiado grande. Ellos dicen que toda la Tierra es su templo y lo adoran bajo todas las formas.”
«Así, según los hindúes, las almas habían sido creadas felices y perfectas, y su caída ha sido el resultado de una rebelión; su encarnación en el cuerpo de los animales es una punición. Según la Doctrina Espírita, las almas han sido y aún son creadas simples e ignorantes, y es a través de las encarnaciones sucesivas que ellas llegan, gracias a sus esfuerzos y a la misericordia divina, a una perfección que puede darles la felicidad eterna. Debiendo progresar, el alma puede permanecer estacionaria durante un tiempo más o menos largo, pero no retrocede: lo que ella adquirió en conocimiento y en moralidad no lo pierde. Si no avanza, tampoco retrocede: he aquí por qué no puede volver a animar los seres inferiores a los humanos. Así, la metempsicosis de los hindúes se basa en el principio de la retrogradación de las almas; la reencarnación, según los Espíritus, está basada en el principio de la progresión sucesiva. Según los hindúes, el alma comenzó por la perfección para llegar a la abyección; la perfección es el comienzo, la abyección es el resultado. Según los Espíritus, la ignorancia es el comienzo; la perfección es el objetivo y el resultado. Sería superfluo buscar demostrar cuál de estas dos doctrinas es la más racional y cuál da una idea más elevada de la bondad y de la justicia de Dios. Por consiguiente, es por una completa ignorancia de sus principios que algunas personas las confunden.»
(Nota comunicada a la Sociedad por el Sr. Tug...)
«Generalmente se piensa que los hindúes sólo admiten la reencarnación como una expiación y que, según ellos, la reencarnación no puede efectuarse sino en cuerpos de animales. Sin embargo, las siguientes líneas, extraídas del Viaje de la Señora Ida Pfeiffer, parecen probar que al respecto los hindúes tienen ideas más sensatas.»
“Habitualmente las niñas –dice la Sra. Pfeiffer– son prometidas como novias con un año de edad. Si el novio muere, la niña es considerada viuda y por este motivo no puede casarse más: la viudez es considerada una gran desdicha. Ellos piensan que eso se debe a la situación de las mujeres cuya conducta ha sido reprochable en una vida anterior.”
«A pesar de la importancia que no se puede negar a estas últimas palabras, es preciso reconocer que entre la metempsicosis de los hindúes y la Doctrina admitida por la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas hay una diferencia capital. Citemos aquí lo que dice Zimmermann sobre la religión hindú, en el Diario de Viaje (Taschenbuch der Reisen).»
“El fondo de esta religión es la creencia en un Ser primero y supremo, en la inmortalidad del alma y en la recompensa de la virtud. El verdadero y único Dios se llama Brahm, que no debe confundirse con Brahma, creado por Él. Es la verdadera luz, que es la misma, eterna, bienaventurada en todos los tiempos y en todos los lugares. De la esencia inmortal de Brahma ha emanado la diosa Bhavani, que significa la Naturaleza, y una legión de 1.180 millones de Espíritus. Entre esos Espíritus hay tres semidioses o genios superiores: Brahma, Vishnú y Shiva, la trinidad de los hindúes. Durante mucho tiempo la concordia y la felicidad reinaron entre los Espíritus; pero después una revuelta estalló entre ellos, y varios se negaron a obedecer. Los rebeldes fueron precipitados de lo alto de los cielos en el abismo de las tinieblas. Entonces tuvo lugar la metempsicosis: cada planta, cada ser fue animado por un ángel caído. Esta creencia explica la bondad de los hindúes para con los animales: ellos los consideran como sus semejantes y no quieren matar a ninguno.
“Somos llevados a creer que, solamente con el tiempo, todo lo que hay de extravagante en esta religión –mal comprendida y falseada en la boca del pueblo– bajó a la categoría de alocada charlatanería. Basta indicar los atributos de algunas de sus principales divinidades para explicar el estado actual de su religión; ellos admiten 333 millones de divinidades inferiores: son las diosas de los elementos, de los fenómenos de la Naturaleza, de las artes, de las enfermedades, etc. Además, hay buenos y malos genios: el número de los buenos sobrepasa al de los malos en 3 millones.
“Lo que es extremamente notable –agrega Zimmermann– es que entre los hindúes no se encuentra un sola imagen del Ser Supremo: les parece demasiado grande. Ellos dicen que toda la Tierra es su templo y lo adoran bajo todas las formas.”
«Así, según los hindúes, las almas habían sido creadas felices y perfectas, y su caída ha sido el resultado de una rebelión; su encarnación en el cuerpo de los animales es una punición. Según la Doctrina Espírita, las almas han sido y aún son creadas simples e ignorantes, y es a través de las encarnaciones sucesivas que ellas llegan, gracias a sus esfuerzos y a la misericordia divina, a una perfección que puede darles la felicidad eterna. Debiendo progresar, el alma puede permanecer estacionaria durante un tiempo más o menos largo, pero no retrocede: lo que ella adquirió en conocimiento y en moralidad no lo pierde. Si no avanza, tampoco retrocede: he aquí por qué no puede volver a animar los seres inferiores a los humanos. Así, la metempsicosis de los hindúes se basa en el principio de la retrogradación de las almas; la reencarnación, según los Espíritus, está basada en el principio de la progresión sucesiva. Según los hindúes, el alma comenzó por la perfección para llegar a la abyección; la perfección es el comienzo, la abyección es el resultado. Según los Espíritus, la ignorancia es el comienzo; la perfección es el objetivo y el resultado. Sería superfluo buscar demostrar cuál de estas dos doctrinas es la más racional y cuál da una idea más elevada de la bondad y de la justicia de Dios. Por consiguiente, es por una completa ignorancia de sus principios que algunas personas las confunden.»
TUG...
Conversaciones familiares del Más Allá
Señora Ida Pfeiffer, célebre viajera
(Sociedad, 7 de septiembre de 1859.)
El siguiente relato ha sido extraído de Mi segundo viaje alrededor del mundo, de la Señora Ida Pfeiffer, página 345.
“Puesto que voy a hablar de cosas tan extrañas, es preciso que yo haga mención de un acontecimiento enigmático que sucedió hace varios años en Java y que tuvo tanta repercusión, que llegó a llamar la atención del gobierno.
“En la residencia de Cheribonhabía una casita en la cual, según decía el pueblo, aparecían Espíritus. Al caer la tarde, comenzaban a llover piedras de todos los lados en el cuarto, y por todas partes caían escupidas de siri.[1] Las piedras, así como también los escupitajos, caían muy cerca de las personas que se encontraban en la pieza, pero sin herirlas ni alcanzarlas. Parece que todo esto era principalmente dirigido contra un niño. Se habló tanto de este asunto inexplicable que finalmente el gobierno holandés encargó a un oficial superior, que merecía su confianza, para examinarlo. Éste puso alrededor de la casa a hombres serios y fieles, con la orden de prohibir la entrada o la salida de cualquier persona; examinó todo escrupulosamente y, poniendo en su regazo al niño mencionado, se sentó en el cuarto fatal. Al atardecer, la lluvia de piedras y de siri comenzó como de costumbre: todo caía cerca del oficial y del niño, sin alcanzarlos. Nuevamente se examinó cada rincón, cada recoveco, pero no se descubrió nada: el oficial no podía entender lo sucedido. Mandó recoger las piedras, haciéndolas marcar y esconder en un lugar bien alejado. Fue todo en vano: las propias piedras volvieron a caer en la pieza a la misma hora. Finalmente, para poner un término a esa historia inconcebible, el gobernador ordenó derrumbar la casa.”
La persona que ha compilado este hecho, en 1853, ha sido una mujer verdaderamente superior, menos por su instrucción y por su genio que por la increíble energía de su carácter. Además de esa ardiente curiosidad y de ese coraje indomable, que han hecho de ella la más notable viajera que jamás haya existido, la Señora Pfeiffer no tenía en su carácter nada de excéntrico. Era una mujer de una piedad suave y esclarecida, habiendo dado prueba muchas veces de que estaba lejos de ser supersticiosa: ella tenía como ley contar solamente lo que hubiese visto por sí misma, o lo que obtuviera de fuente segura. (Ver la Revue de Paris del 1° de septiembre de 1856 y el Dictionnaire des Contemporains, de Vapereau.)
1. Evocación de la Señora Pfeiffer. –Resp. Estoy aquí.
2. ¿Estáis sorprendida con nuestro llamado y por encontraros entre nosotros? –Resp. Estoy sorprendida con la rapidez de mi viaje.
3. ¿Cómo fuisteis avisada que deseábamos hablaros? –Resp. Fui traída aquí sin sospechar de nada.
4. Entretanto, debéis haber recibido algún aviso. –Resp. Una atracción irresistible.
5. ¿Dónde estabais cuando os llamamos? –Resp. Estaba junto con un Espíritu que tengo la misión de guiar.
6. ¿Tuvisteis conciencia de los lugares que habéis cruzado para llegar hasta aquí, o aquí os encontrasteis súbitamente, sin transición? –Resp. Súbitamente.
7. ¿Sois feliz como Espíritu? –Resp. Sí, no se puede ser más feliz.
8. ¿De dónde os venía ese acentuado gusto por los viajes? –Resp. Yo había sido marino en una vida anterior, y el gusto que tenía por los viajes en esa existencia se reflejó en ésta, a pesar del sexo que yo había elegido para sustraerme a eso.
9. ¿Vuestros viajes han contribuido para vuestro adelanto
como Espíritu? –Resp. Sí, porque los hice con un espíritu de observación, que me faltó en la existencia precedente en que sólo me ocupaba del comercio y de los intereses materiales: es por esto que yo creía que iba avanzar más en una vida sedentaria; pero Dios, tan bueno y tan sabio en sus designios –que no podemos penetrar–, permitió que usase mis inclinaciones para ponerlas a servicio del adelanto que yo solicitaba.
10. De las naciones que habéis visitado, ¿cuál es la que os pareció más avanzada y que mereció vuestra preferencia? ¿No habíais dicho, cuando encarnada, que pondríais ciertas tribus de Oceanía por encima de las naciones civilizadas? –Resp. Era una idea errada. Hoy prefiero a Francia, porque comprendo su misión y preveo su destino.
11. ¿Cuál es el destino que prevéis para Francia? –Resp. No puedo deciros su destino; pero su misión es la de esparcir el progreso, las luces y, por consiguiente, el verdadero Espiritismo.
12. Los salvajes de Oceanía, ¿en qué os parecían más adelantados que los americanos? –Resp. Encontré en aquéllos, dejando a un lado los vicios vinculados al estado salvaje, cualidades serias y sólidas que no encontré en éstos.
13. ¿Confirmáis el hecho que habría sucedido en Java y que está relatado en vuestras obras? –Resp. Lo confirmo en parte; el hecho ocurrido con las piedras marcadas y arrojadas nuevamente merece una explicación: eran piedras similares, pero no las mismas.
14. ¿A qué atribuís ese fenómeno? –Resp. No sabía a qué atribuirlo: me preguntaba si, en efecto, el diablo existiría; respondí a mí misma: No, y me quedaba en eso.
15. Ahora que comprendéis la causa, ¿podríais decirnos de dónde venían esas piedras? ¿Eran transportadas o fabricadas especialmente por los Espíritus? –Resp. Eran transportadas. Para ellos era más fácil traerlas que aglomerarlas.
16. Y ese siri, ¿de dónde provenía? ¿Era fabricado por ellos? –Resp. Sí: era más fácil y, además, inevitable, puesto que hubiera sido imposible encontrarlo totalmente preparado.
17. ¿Cuál era el objetivo de esas manifestaciones? –Resp. Como siempre, llamar la atención y hacer constatar un hecho del que tanto se habló y del cual se buscaba una explicación.
Nota – Alguien observa que esta constatación no podría llevar a ningún resultado serio entre tales pueblos; pero responden que hay un resultado real, ya que, por el relato y el testimonio de la Señora Pfeiffer, el hecho llegó al conocimiento de los pueblos civilizados, que lo comentan y que extraen sus consecuencias. Además, los holandeses han sido llamados para constatarlos.
18. ¿Debería haber un motivo especial en lo que respecta principalmente al niño, atormentado por esos Espíritus? –Resp. El niño poseía una influencia favorable: he aquí todo, puesto que personalmente no sufrió toque alguno.
19. Ya que esos fenómenos eran producidos por los Espíritus, ¿por qué cesaron cuando la casa fue demolida? –Resp. Cesaron porque juzgaron inútil continuar con los mismos, lo que no significa que no hubiesen podido continuar.
20. Os agradecemos por haber venido y por haber tenido a bien responder a nuestras preguntas. –Resp. Estoy enteramente a vuestra disposición.
[1] Preparación que los javaneses mascan continuamente y que da a la boca y a la saliva un color de sangre. [Nota de la autora del texto transcripto.]
(Sociedad, 7 de septiembre de 1859.)
El siguiente relato ha sido extraído de Mi segundo viaje alrededor del mundo, de la Señora Ida Pfeiffer, página 345.
“Puesto que voy a hablar de cosas tan extrañas, es preciso que yo haga mención de un acontecimiento enigmático que sucedió hace varios años en Java y que tuvo tanta repercusión, que llegó a llamar la atención del gobierno.
“En la residencia de Cheribonhabía una casita en la cual, según decía el pueblo, aparecían Espíritus. Al caer la tarde, comenzaban a llover piedras de todos los lados en el cuarto, y por todas partes caían escupidas de siri.[1] Las piedras, así como también los escupitajos, caían muy cerca de las personas que se encontraban en la pieza, pero sin herirlas ni alcanzarlas. Parece que todo esto era principalmente dirigido contra un niño. Se habló tanto de este asunto inexplicable que finalmente el gobierno holandés encargó a un oficial superior, que merecía su confianza, para examinarlo. Éste puso alrededor de la casa a hombres serios y fieles, con la orden de prohibir la entrada o la salida de cualquier persona; examinó todo escrupulosamente y, poniendo en su regazo al niño mencionado, se sentó en el cuarto fatal. Al atardecer, la lluvia de piedras y de siri comenzó como de costumbre: todo caía cerca del oficial y del niño, sin alcanzarlos. Nuevamente se examinó cada rincón, cada recoveco, pero no se descubrió nada: el oficial no podía entender lo sucedido. Mandó recoger las piedras, haciéndolas marcar y esconder en un lugar bien alejado. Fue todo en vano: las propias piedras volvieron a caer en la pieza a la misma hora. Finalmente, para poner un término a esa historia inconcebible, el gobernador ordenó derrumbar la casa.”
La persona que ha compilado este hecho, en 1853, ha sido una mujer verdaderamente superior, menos por su instrucción y por su genio que por la increíble energía de su carácter. Además de esa ardiente curiosidad y de ese coraje indomable, que han hecho de ella la más notable viajera que jamás haya existido, la Señora Pfeiffer no tenía en su carácter nada de excéntrico. Era una mujer de una piedad suave y esclarecida, habiendo dado prueba muchas veces de que estaba lejos de ser supersticiosa: ella tenía como ley contar solamente lo que hubiese visto por sí misma, o lo que obtuviera de fuente segura. (Ver la Revue de Paris del 1° de septiembre de 1856 y el Dictionnaire des Contemporains, de Vapereau.)
1. Evocación de la Señora Pfeiffer. –Resp. Estoy aquí.
2. ¿Estáis sorprendida con nuestro llamado y por encontraros entre nosotros? –Resp. Estoy sorprendida con la rapidez de mi viaje.
3. ¿Cómo fuisteis avisada que deseábamos hablaros? –Resp. Fui traída aquí sin sospechar de nada.
4. Entretanto, debéis haber recibido algún aviso. –Resp. Una atracción irresistible.
5. ¿Dónde estabais cuando os llamamos? –Resp. Estaba junto con un Espíritu que tengo la misión de guiar.
6. ¿Tuvisteis conciencia de los lugares que habéis cruzado para llegar hasta aquí, o aquí os encontrasteis súbitamente, sin transición? –Resp. Súbitamente.
7. ¿Sois feliz como Espíritu? –Resp. Sí, no se puede ser más feliz.
8. ¿De dónde os venía ese acentuado gusto por los viajes? –Resp. Yo había sido marino en una vida anterior, y el gusto que tenía por los viajes en esa existencia se reflejó en ésta, a pesar del sexo que yo había elegido para sustraerme a eso.
9. ¿Vuestros viajes han contribuido para vuestro adelanto
como Espíritu? –Resp. Sí, porque los hice con un espíritu de observación, que me faltó en la existencia precedente en que sólo me ocupaba del comercio y de los intereses materiales: es por esto que yo creía que iba avanzar más en una vida sedentaria; pero Dios, tan bueno y tan sabio en sus designios –que no podemos penetrar–, permitió que usase mis inclinaciones para ponerlas a servicio del adelanto que yo solicitaba.
10. De las naciones que habéis visitado, ¿cuál es la que os pareció más avanzada y que mereció vuestra preferencia? ¿No habíais dicho, cuando encarnada, que pondríais ciertas tribus de Oceanía por encima de las naciones civilizadas? –Resp. Era una idea errada. Hoy prefiero a Francia, porque comprendo su misión y preveo su destino.
11. ¿Cuál es el destino que prevéis para Francia? –Resp. No puedo deciros su destino; pero su misión es la de esparcir el progreso, las luces y, por consiguiente, el verdadero Espiritismo.
12. Los salvajes de Oceanía, ¿en qué os parecían más adelantados que los americanos? –Resp. Encontré en aquéllos, dejando a un lado los vicios vinculados al estado salvaje, cualidades serias y sólidas que no encontré en éstos.
13. ¿Confirmáis el hecho que habría sucedido en Java y que está relatado en vuestras obras? –Resp. Lo confirmo en parte; el hecho ocurrido con las piedras marcadas y arrojadas nuevamente merece una explicación: eran piedras similares, pero no las mismas.
14. ¿A qué atribuís ese fenómeno? –Resp. No sabía a qué atribuirlo: me preguntaba si, en efecto, el diablo existiría; respondí a mí misma: No, y me quedaba en eso.
15. Ahora que comprendéis la causa, ¿podríais decirnos de dónde venían esas piedras? ¿Eran transportadas o fabricadas especialmente por los Espíritus? –Resp. Eran transportadas. Para ellos era más fácil traerlas que aglomerarlas.
16. Y ese siri, ¿de dónde provenía? ¿Era fabricado por ellos? –Resp. Sí: era más fácil y, además, inevitable, puesto que hubiera sido imposible encontrarlo totalmente preparado.
17. ¿Cuál era el objetivo de esas manifestaciones? –Resp. Como siempre, llamar la atención y hacer constatar un hecho del que tanto se habló y del cual se buscaba una explicación.
Nota – Alguien observa que esta constatación no podría llevar a ningún resultado serio entre tales pueblos; pero responden que hay un resultado real, ya que, por el relato y el testimonio de la Señora Pfeiffer, el hecho llegó al conocimiento de los pueblos civilizados, que lo comentan y que extraen sus consecuencias. Además, los holandeses han sido llamados para constatarlos.
18. ¿Debería haber un motivo especial en lo que respecta principalmente al niño, atormentado por esos Espíritus? –Resp. El niño poseía una influencia favorable: he aquí todo, puesto que personalmente no sufrió toque alguno.
19. Ya que esos fenómenos eran producidos por los Espíritus, ¿por qué cesaron cuando la casa fue demolida? –Resp. Cesaron porque juzgaron inútil continuar con los mismos, lo que no significa que no hubiesen podido continuar.
20. Os agradecemos por haber venido y por haber tenido a bien responder a nuestras preguntas. –Resp. Estoy enteramente a vuestra disposición.
[1] Preparación que los javaneses mascan continuamente y que da a la boca y a la saliva un color de sangre. [Nota de la autora del texto transcripto.]
Privat d’Anglemont
(Primera conversación, 2 de septiembre de 1859.)
Hemos leído en el periódico Le Pays (El País) del 15 ó 16 de agosto de 1859, la siguiente Noticia Necrológica sobre el literato Privat d’Anglemont, fallecido en el Hospital Dubois.
“Sus excentricidades nunca hicieron mal a nadie; sólo la última fue mala y se volvió contra él. Al entrar en la casa de salud donde acaba de fallecer –pero en la que falleció feliz debido a un nuevo bienestar–, Privat d’Anglemont inventó decir que era anabaptista y adepto de la doctrina de Swedenborg. ¡Había dicho tantas otras cosas en su vida! Pero esta vez la muerte le tomó la palabra y no lo dio tiempo para desdecirse. Por consiguiente, le fue negado el supremo consuelo de la cruz a la cabecera de su lecho; su cortejo fúnebre se deparó con una iglesia, pero tuvo que pasar de largo. La cruz tampoco vino a recibirlo a la puerta del cementerio. Cuando el ataúd fue sepultado en la tumba, Edouard Fournier, que pronunció sentidas palabras junto a ese pobre cuerpo, sólo se atrevió a desearle el descanso eterno; todos sus amigos se alejaron, atónitos, por no haberlo saludado uno a uno con aquella agua que se parece con las lágrimas y que purifica. Por lo tanto, haced una suscripción después de esto, ¡e intentad edificar algo sobre una sepultura sin esperanza! ¡Pobre Privat! Lo pongo en las manos de Aquel que conoce todas las miserias de nuestra alma y que ha puesto el perdón como ley en la efusión de un corazón afectuoso.”
Haremos previamente una observación sobre esta Noticia. ¿No hay algo de atroz en ese pensamiento de una sepultura sin esperanza, y que ni siquiera merece el honor de un monumento? Sin duda, la vida de Privat podría haber sido más meritoria; es indiscutible que tuvo sus defectos; pero nadie dijo que era un hombre malo que –como tantos otros– hacía el mal por el placer de hacerlo, bajo el manto de la hipocresía. ¿Se debe creer que, porque en sus últimos momentos en la Tierra fue privado de las oraciones concedidas a los creyentes, oraciones que sus amigos poco caritativos tampoco le ofrecieron, Dios lo condene para siempre y que no le deje sino el descanso eterno como suprema esperanza? Dicho de otro modo, ¿que él no sería más que un animal a los ojos de Dios, justamente Privat que era un hombre de inteligencia, indiferente –es cierto– a los bienes y favores del mundo, que vivía a cada día sin preocuparse con el mañana, pero siendo en definitiva un hombre de pensamiento o un genio trascendente? De este modo, ¡cuán asustador debe ser el número de los que se sumergen en la nada! Convengamos que los Espíritus nos dan una idea mucho más sublime de Dios, presentándolo siempre dispuesto a tender una mano al que reconoce sus errores, al cual Él deja siempre un áncora de salvación.
1. Evocación. –Estoy aquí; ¿qué deseáis, amigos míos?
2. ¿Tenéis una conciencia nítida de vuestra situación actual? –Resp. No, no totalmente, pero espero no tardar en tenerla, porque felizmente para mí, Dios no parece que quiere alejarme de Él, a pesar de la vida casi inútil que yo he llevado en la Tierra; pero más tarde tendré una posición bastante feliz en el mundo de los Espíritus.
3. ¿Os habéis reconocido inmediatamente en el momento de vuestra muerte? –Resp. He pasado por una turbación, lo que es comprensible, pero no tanto como se podría suponer, porque siempre he apreciado lo que era etéreo, poético, soñador.
4. ¿Podríais describirnos lo que ha sucedido con vos en aquel momento? –Resp. No ha sucedido nada de extraordinario y diferente de lo que ya sabéis; por consiguiente, es inútil hablar aún de eso.
5. ¿Veis las cosas tan claramente como cuando encarnado? –Resp. No, todavía no; pero las veré.
6. ¿Qué impresión os causa la visión actual de los hombres y de las cosas? –Resp. Dios mío, aquello que siempre he pensado.
7. ¿En qué os ocupáis? –Resp. No hago nada; estoy errante; no busco una posición social, sino una posición espírita; otro mundo, otra ocupación: es la ley natural de las cosas.
8. ¿Podéis transportaros para todas las partes que queréis? –Resp. No; yo sería muy feliz; mi mundo es limitado.
9. ¿Necesitáis de un tiempo apreciable para transportaros de un lugar a otro? –Resp. Bastante apreciable.
10. Cuando encarnado, constatabais vuestra individualidad por medio del cuerpo; pero ahora que no tenéis más este cuerpo, ¿cómo
la constatáis? –Resp. ¡Oh, qué extraño! He aquí una cosa en la cual aún no había pensado; tienen razón los que dicen que aprendemos algo nuevo todos los días. Gracias, querido compañero.
11. ¡Pues bien! Ya que llamamos vuestra atención sobre este punto, ¿tendríais la bondad de reflexionar al respecto y de respondernos? –Resp. Os he dicho que estoy limitado en cuanto al espacio; pero infelizmente también lo soy en cuanto al pensamiento, ¡justamente yo, que siempre he tenido una viva imaginación! Os responderé más tarde.
12. ¿Cuál era, cuando encarnado, vuestra opinión sobre el estado del alma después de la muerte? –Resp. Creía que ella era inmortal, como es evidente; pero os confieso, avergonzado, que yo no creía o –al menos– no tenía una opinión bien segura sobre la reencarnación.
13. ¿Cuál era el origen del carácter original que os distinguía? –Resp. No tenía una causa directa; mientras que otros son profundos, serios, filósofos, yo era alegre, vivaz, original. Es una variedad de carácter: he aquí todo.
14. Por vuestro talento, ¿no podríais haberos liberado de esa vida bohemia que os dejaba preso a las necesidades materiales, pues creo que os faltaba frecuentemente lo necesario? –Resp. Muy frecuentemente; pero, ¿qué queréis? Yo vivía como me ordenaba mi carácter. Luego, nunca supe doblarme a los tontos convencionalismos del mundo; no sabía lo que era mendigar una protección; el arte por el arte: he aquí mi principio.
15. ¿Cuál es vuestra esperanza para el futuro? –Resp. Todavía no lo sé.
16. ¿Recordáis la existencia que precedió a la que acabáis de dejar? –Resp. Fue buena.
Nota – Alguien hace observar que estas últimas palabras podrían ser tomadas como una exclamación irónica, lo que sería propio del carácter de Privat. Éste respondió espontáneamente:
Os pido mil disculpas; yo no estaba bromeando; soy, en verdad, un Espíritu poco instructivo para vosotros; pero, en fin, no quiero bromear con cosas serias. Terminemos aquí; no quiero hablar más. Hasta luego.
(Segunda conversación, 9 de septiembre de 1859.)
1. Evocación. –Resp. Veamos, amigos míos, ¿entonces no habéis terminado de hacerme vuestras preguntas muy sensatas, pero a las cuales no puedo responder?
2. Indudablemente es por modestia que decís esto; porque la inteligencia que habéis mostrado cuando encarnado, y la manera como habéis respondido prueban que vuestro Espíritu está por encima del vulgo. –Resp. ¡Adulador!
3. No, no adulamos; decimos lo que pensamos; además
sabemos que la adulación no tiene sentido con los Espíritus. Por ocasión de vuestra conversación anterior, nos habéis dejado bruscamente; ¿podríais decirnos la razón? –Resp. He aquí la razón en toda su simplicidad: Vos me habéis hecho preguntas tan ajenas a mis ideas que yo estaba en un gran aprieto para responderlas; comprended, entonces, el estrecho impulso de orgullo que he sentido al quedarme callado.
4. ¿Veis a otros Espíritus a vuestro alrededor? –Resp. Los veo en cantidad: aquí, allí y por todas partes.
5. ¿Reflexionasteis acerca de la pregunta que os hicimos y sobre la cual dijisteis que responderíais en otra ocasión? Os la repito: Cuando encarnado, constatabais vuestra individualidad por medio del cuerpo; pero ahora que no tenéis más este cuerpo, ¿cómo la constatáis? En una palabra, ¿cómo os distinguís de los otros seres espirituales que veis a vuestro alrededor? –Resp. Si consigo expresar lo que siento, os diré que aún conservo una especie de esencia que me da mi individualidad y que no me deja ninguna duda de que soy realmente yo, aunque esté muerto para la Tierra. Aún estoy en un mundo nuevo, muy nuevo para mí... (Después de vacilar un poco) En fin, constato mi individualidad por mi periespíritu, que es la forma que yo tenía en ese mundo.
Observación – Pensamos que esta última respuesta le ha sido soplada por otro Espíritu, porque la precisión de la misma contrasta con las dificultades que parece mostrar al principio.
6. ¿Asististeis a vuestros funerales? –Resp. Sí, pero no sé bien por qué.
7. ¿Qué sentimientos habéis tenido? –Resp. Vi con placer y con gran satisfacción que, al dejar la Tierra, dejé allí muchos pesares.
8. ¿De dónde os vino la idea de deciros anabaptista y swedenborguiano? ¿Habíais estudiado la doctrina de Swedenborg? –Resp. Era otra de mis ideas excéntricas.
9. ¿Qué pensáis de la pequeña Noticia Necrológica publicada sobre vos en Le Pays? –Resp. Estoy en un aprieto, creedlo; si publicáis esas comunicaciones en la Revista, lo cual da placer a quien las ha escrito, ¿qué diré yo, para quien las mismas han sido hechas? ¿Que son bellas frases, nada más que bellas frases?
10. ¿Regresáis algunas veces a los lugares que habéis frecuentado cuando encarnado, y visitáis a los amigos que habéis dejado? –Resp. Sí, y me atrevo a decir que todavía encuentro en eso una cierta satisfacción. Con respecto a los amigos, los tenía muy poco sinceros; muchos me apretaban la mano sin atreverse a decirme que yo era excéntrico y, por la espalda, me criticaban y me llamaban de loco.
11. ¿Adónde iréis al dejarnos? No pregunto por indiscreción, sino para nuestra instrucción. –Resp. ¿Adónde iré?... Veamos... ¡Ah! Tengo una excelente idea... Voy a concederme una pequeña alegría..., sólo una vez no se vuelve un hábito... Daré un pequeño paseo: voy a visitar un cuartito que durante mi vida me ha dejado muy agradables recuerdos... Sí, es una buena idea; allí pasaré la noche a la cabecera de un pobre diablo: un escultor que esta noche no ha cenado y que le ha pedido al sueño el alivio de su hambre... Quien duerme, cena... ¡Pobre joven! Quedate tranquilo: voy a prepararte sueños magníficos.
12. ¿Podría saber la dirección de este escultor para poder ayudarlo? –Resp. He aquí una pregunta que podría ser indiscreta, si yo no conociese el loable sentimiento que la dicta... No puedo responder a esta pregunta.
13. ¿Tendríais la bondad de dictarnos algo, a continuación, sobre un tema de vuestra elección? Vuestro talento de literato debe volver fácil la tarea. –Resp. Todavía no; entretanto, sois tan afable y tan compasivo que os prometo escribir alguna cosa. Ahora, quizás, yo sería un poco elocuente; pero temo que mis comunicaciones sean todavía muy terrestres; dejad que mi alma se depure un poco; permitid que ella deje esta envoltura grosera que aún la retiene, para entonces prometeros una comunicación. Solamente os pido una cosa: rogad a Dios, nuestro soberano Señor, que me conceda el perdón y el olvido de mi inutilidad en la Tierra, porque cada hombre tiene una misión en este mundo. ¡Infeliz de aquel que no la cumple con fe y con religiosidad! ¡Orad, orad! Hasta pronto.
(Tercera conversación)
Estoy aquí desde hace tiempo. Prometí decir algo y lo diré.
Amigos míos, sabed que nada es más difícil que hablar así, sin preámbulos, y que abordar directamente un tema serio. Un sabio no prepara sus obras sino después de prolongadas reflexiones, después de haber madurado mucho tiempo lo que debe decir, lo que debe emprender. Con respecto a mí, lamento por aún no haber encontrado un tema digno de vosotros; yo no podría deciros más que puerilidades; por consiguiente, prefiero pediros una postergación para la sesión de la semana que viene, como se dice en el tribunal; quizás, entonces, yo haya encontrado algo que pueda interesaros e instruiros.
Habiendo el médium insistido mentalmente para que él dijera algo, agregó: Pero, querido amigo, ¡veo que estás sorprendido! No, prefiero permanecer como oyente; ¿tú no sabes, pues, que hay tanta instrucción para mí como para vos en escuchar lo que aquí se estudia? No; os repito, permaneceré como un simple oyente; es un papel que será para mí mucho más instructivo. A pesar de tu insistencia, no deseo responder. ¿Crees entonces que sería más agradable para mí que se diga: –¡Ah!, esta noche han evocado a Privat d’Anglemont. –¿Es verdad? ¿Y qué ha dicho? –Nada, absolutamente nada. –¡Gracias! Prefiero que se conserve de mí una buena opinión. Cada uno con sus ideas.
_______
Comunicación espontánea de Privat d’Anglemont
(Cuarta conversación, 30 de septiembre de 1859.)
«Finalmente el Espiritismo tiene una gran repercusión en todas partes, y he aquí que los diarios se ocupan de Él, aunque de una manera indirecta, al citar hechos extraordinarios de apariciones, golpes, etc. Mis ex colegas citan los hechos sin comentarios, dando así prueba de inteligencia, porque la Doctrina Espírita nunca debe ser mal discutida o tomada como cosa mala. Entretanto, no admiten todavía la veracidad del papel del médium; ellos dudan. Pero yo refuto sus objeciones diciéndoles esto: ellos mismos son médiums. Todos los grandes y pequeños escritores son médiums, en mayor o en menor grado; y lo son en el sentido de que los Espíritus que se encuentran a su alrededor actúan sobre su sistema mental, inspirándoles frecuentemente pensamientos que ellos se jactan de haberlos creado. Ciertamente jamás sospecharían que yo, Privat d’Anglemont, un Espíritu ligero por excelencia, pudiese haber resuelto esta cuestión; sin embargo, no digo más que la verdad y, como prueba, presento una situación muy sencilla: ¿Cómo explicáis que después de haber escrito durante algún tiempo, ellos están como en una especie de sobreexcitación y en un estado febril poco común? Diréis que es por el esfuerzo de la atención. Pero cuando estáis muy atentos a una cosa, por ejemplo, al observar un cuadro, ¿tenéis fiebre? ¡No, claro que no! Por consiguiente, es necesario que haya otra causa. ¡Pues bien! Lo repito: la causa está en el modo de comunicación que existe entre el cerebro del escritor y los Espíritus que lo rodean. Ahora, estimados colegas, si os parece bien, fustigad al Espiritismo, burlaros y reíros de Él, porque ciertamente os burlaréis de vosotros al dar más tarde azotes para vosotros mismos... ¿Me comprendéis?»
(Primera conversación, 2 de septiembre de 1859.)
Hemos leído en el periódico Le Pays (El País) del 15 ó 16 de agosto de 1859, la siguiente Noticia Necrológica sobre el literato Privat d’Anglemont, fallecido en el Hospital Dubois.
“Sus excentricidades nunca hicieron mal a nadie; sólo la última fue mala y se volvió contra él. Al entrar en la casa de salud donde acaba de fallecer –pero en la que falleció feliz debido a un nuevo bienestar–, Privat d’Anglemont inventó decir que era anabaptista y adepto de la doctrina de Swedenborg. ¡Había dicho tantas otras cosas en su vida! Pero esta vez la muerte le tomó la palabra y no lo dio tiempo para desdecirse. Por consiguiente, le fue negado el supremo consuelo de la cruz a la cabecera de su lecho; su cortejo fúnebre se deparó con una iglesia, pero tuvo que pasar de largo. La cruz tampoco vino a recibirlo a la puerta del cementerio. Cuando el ataúd fue sepultado en la tumba, Edouard Fournier, que pronunció sentidas palabras junto a ese pobre cuerpo, sólo se atrevió a desearle el descanso eterno; todos sus amigos se alejaron, atónitos, por no haberlo saludado uno a uno con aquella agua que se parece con las lágrimas y que purifica. Por lo tanto, haced una suscripción después de esto, ¡e intentad edificar algo sobre una sepultura sin esperanza! ¡Pobre Privat! Lo pongo en las manos de Aquel que conoce todas las miserias de nuestra alma y que ha puesto el perdón como ley en la efusión de un corazón afectuoso.”
Haremos previamente una observación sobre esta Noticia. ¿No hay algo de atroz en ese pensamiento de una sepultura sin esperanza, y que ni siquiera merece el honor de un monumento? Sin duda, la vida de Privat podría haber sido más meritoria; es indiscutible que tuvo sus defectos; pero nadie dijo que era un hombre malo que –como tantos otros– hacía el mal por el placer de hacerlo, bajo el manto de la hipocresía. ¿Se debe creer que, porque en sus últimos momentos en la Tierra fue privado de las oraciones concedidas a los creyentes, oraciones que sus amigos poco caritativos tampoco le ofrecieron, Dios lo condene para siempre y que no le deje sino el descanso eterno como suprema esperanza? Dicho de otro modo, ¿que él no sería más que un animal a los ojos de Dios, justamente Privat que era un hombre de inteligencia, indiferente –es cierto– a los bienes y favores del mundo, que vivía a cada día sin preocuparse con el mañana, pero siendo en definitiva un hombre de pensamiento o un genio trascendente? De este modo, ¡cuán asustador debe ser el número de los que se sumergen en la nada! Convengamos que los Espíritus nos dan una idea mucho más sublime de Dios, presentándolo siempre dispuesto a tender una mano al que reconoce sus errores, al cual Él deja siempre un áncora de salvación.
1. Evocación. –Estoy aquí; ¿qué deseáis, amigos míos?
2. ¿Tenéis una conciencia nítida de vuestra situación actual? –Resp. No, no totalmente, pero espero no tardar en tenerla, porque felizmente para mí, Dios no parece que quiere alejarme de Él, a pesar de la vida casi inútil que yo he llevado en la Tierra; pero más tarde tendré una posición bastante feliz en el mundo de los Espíritus.
3. ¿Os habéis reconocido inmediatamente en el momento de vuestra muerte? –Resp. He pasado por una turbación, lo que es comprensible, pero no tanto como se podría suponer, porque siempre he apreciado lo que era etéreo, poético, soñador.
4. ¿Podríais describirnos lo que ha sucedido con vos en aquel momento? –Resp. No ha sucedido nada de extraordinario y diferente de lo que ya sabéis; por consiguiente, es inútil hablar aún de eso.
5. ¿Veis las cosas tan claramente como cuando encarnado? –Resp. No, todavía no; pero las veré.
6. ¿Qué impresión os causa la visión actual de los hombres y de las cosas? –Resp. Dios mío, aquello que siempre he pensado.
7. ¿En qué os ocupáis? –Resp. No hago nada; estoy errante; no busco una posición social, sino una posición espírita; otro mundo, otra ocupación: es la ley natural de las cosas.
8. ¿Podéis transportaros para todas las partes que queréis? –Resp. No; yo sería muy feliz; mi mundo es limitado.
9. ¿Necesitáis de un tiempo apreciable para transportaros de un lugar a otro? –Resp. Bastante apreciable.
10. Cuando encarnado, constatabais vuestra individualidad por medio del cuerpo; pero ahora que no tenéis más este cuerpo, ¿cómo
la constatáis? –Resp. ¡Oh, qué extraño! He aquí una cosa en la cual aún no había pensado; tienen razón los que dicen que aprendemos algo nuevo todos los días. Gracias, querido compañero.
11. ¡Pues bien! Ya que llamamos vuestra atención sobre este punto, ¿tendríais la bondad de reflexionar al respecto y de respondernos? –Resp. Os he dicho que estoy limitado en cuanto al espacio; pero infelizmente también lo soy en cuanto al pensamiento, ¡justamente yo, que siempre he tenido una viva imaginación! Os responderé más tarde.
12. ¿Cuál era, cuando encarnado, vuestra opinión sobre el estado del alma después de la muerte? –Resp. Creía que ella era inmortal, como es evidente; pero os confieso, avergonzado, que yo no creía o –al menos– no tenía una opinión bien segura sobre la reencarnación.
13. ¿Cuál era el origen del carácter original que os distinguía? –Resp. No tenía una causa directa; mientras que otros son profundos, serios, filósofos, yo era alegre, vivaz, original. Es una variedad de carácter: he aquí todo.
14. Por vuestro talento, ¿no podríais haberos liberado de esa vida bohemia que os dejaba preso a las necesidades materiales, pues creo que os faltaba frecuentemente lo necesario? –Resp. Muy frecuentemente; pero, ¿qué queréis? Yo vivía como me ordenaba mi carácter. Luego, nunca supe doblarme a los tontos convencionalismos del mundo; no sabía lo que era mendigar una protección; el arte por el arte: he aquí mi principio.
15. ¿Cuál es vuestra esperanza para el futuro? –Resp. Todavía no lo sé.
16. ¿Recordáis la existencia que precedió a la que acabáis de dejar? –Resp. Fue buena.
Nota – Alguien hace observar que estas últimas palabras podrían ser tomadas como una exclamación irónica, lo que sería propio del carácter de Privat. Éste respondió espontáneamente:
Os pido mil disculpas; yo no estaba bromeando; soy, en verdad, un Espíritu poco instructivo para vosotros; pero, en fin, no quiero bromear con cosas serias. Terminemos aquí; no quiero hablar más. Hasta luego.
(Segunda conversación, 9 de septiembre de 1859.)
1. Evocación. –Resp. Veamos, amigos míos, ¿entonces no habéis terminado de hacerme vuestras preguntas muy sensatas, pero a las cuales no puedo responder?
2. Indudablemente es por modestia que decís esto; porque la inteligencia que habéis mostrado cuando encarnado, y la manera como habéis respondido prueban que vuestro Espíritu está por encima del vulgo. –Resp. ¡Adulador!
3. No, no adulamos; decimos lo que pensamos; además
sabemos que la adulación no tiene sentido con los Espíritus. Por ocasión de vuestra conversación anterior, nos habéis dejado bruscamente; ¿podríais decirnos la razón? –Resp. He aquí la razón en toda su simplicidad: Vos me habéis hecho preguntas tan ajenas a mis ideas que yo estaba en un gran aprieto para responderlas; comprended, entonces, el estrecho impulso de orgullo que he sentido al quedarme callado.
4. ¿Veis a otros Espíritus a vuestro alrededor? –Resp. Los veo en cantidad: aquí, allí y por todas partes.
5. ¿Reflexionasteis acerca de la pregunta que os hicimos y sobre la cual dijisteis que responderíais en otra ocasión? Os la repito: Cuando encarnado, constatabais vuestra individualidad por medio del cuerpo; pero ahora que no tenéis más este cuerpo, ¿cómo la constatáis? En una palabra, ¿cómo os distinguís de los otros seres espirituales que veis a vuestro alrededor? –Resp. Si consigo expresar lo que siento, os diré que aún conservo una especie de esencia que me da mi individualidad y que no me deja ninguna duda de que soy realmente yo, aunque esté muerto para la Tierra. Aún estoy en un mundo nuevo, muy nuevo para mí... (Después de vacilar un poco) En fin, constato mi individualidad por mi periespíritu, que es la forma que yo tenía en ese mundo.
Observación – Pensamos que esta última respuesta le ha sido soplada por otro Espíritu, porque la precisión de la misma contrasta con las dificultades que parece mostrar al principio.
6. ¿Asististeis a vuestros funerales? –Resp. Sí, pero no sé bien por qué.
7. ¿Qué sentimientos habéis tenido? –Resp. Vi con placer y con gran satisfacción que, al dejar la Tierra, dejé allí muchos pesares.
8. ¿De dónde os vino la idea de deciros anabaptista y swedenborguiano? ¿Habíais estudiado la doctrina de Swedenborg? –Resp. Era otra de mis ideas excéntricas.
9. ¿Qué pensáis de la pequeña Noticia Necrológica publicada sobre vos en Le Pays? –Resp. Estoy en un aprieto, creedlo; si publicáis esas comunicaciones en la Revista, lo cual da placer a quien las ha escrito, ¿qué diré yo, para quien las mismas han sido hechas? ¿Que son bellas frases, nada más que bellas frases?
10. ¿Regresáis algunas veces a los lugares que habéis frecuentado cuando encarnado, y visitáis a los amigos que habéis dejado? –Resp. Sí, y me atrevo a decir que todavía encuentro en eso una cierta satisfacción. Con respecto a los amigos, los tenía muy poco sinceros; muchos me apretaban la mano sin atreverse a decirme que yo era excéntrico y, por la espalda, me criticaban y me llamaban de loco.
11. ¿Adónde iréis al dejarnos? No pregunto por indiscreción, sino para nuestra instrucción. –Resp. ¿Adónde iré?... Veamos... ¡Ah! Tengo una excelente idea... Voy a concederme una pequeña alegría..., sólo una vez no se vuelve un hábito... Daré un pequeño paseo: voy a visitar un cuartito que durante mi vida me ha dejado muy agradables recuerdos... Sí, es una buena idea; allí pasaré la noche a la cabecera de un pobre diablo: un escultor que esta noche no ha cenado y que le ha pedido al sueño el alivio de su hambre... Quien duerme, cena... ¡Pobre joven! Quedate tranquilo: voy a prepararte sueños magníficos.
12. ¿Podría saber la dirección de este escultor para poder ayudarlo? –Resp. He aquí una pregunta que podría ser indiscreta, si yo no conociese el loable sentimiento que la dicta... No puedo responder a esta pregunta.
13. ¿Tendríais la bondad de dictarnos algo, a continuación, sobre un tema de vuestra elección? Vuestro talento de literato debe volver fácil la tarea. –Resp. Todavía no; entretanto, sois tan afable y tan compasivo que os prometo escribir alguna cosa. Ahora, quizás, yo sería un poco elocuente; pero temo que mis comunicaciones sean todavía muy terrestres; dejad que mi alma se depure un poco; permitid que ella deje esta envoltura grosera que aún la retiene, para entonces prometeros una comunicación. Solamente os pido una cosa: rogad a Dios, nuestro soberano Señor, que me conceda el perdón y el olvido de mi inutilidad en la Tierra, porque cada hombre tiene una misión en este mundo. ¡Infeliz de aquel que no la cumple con fe y con religiosidad! ¡Orad, orad! Hasta pronto.
(Tercera conversación)
Estoy aquí desde hace tiempo. Prometí decir algo y lo diré.
Amigos míos, sabed que nada es más difícil que hablar así, sin preámbulos, y que abordar directamente un tema serio. Un sabio no prepara sus obras sino después de prolongadas reflexiones, después de haber madurado mucho tiempo lo que debe decir, lo que debe emprender. Con respecto a mí, lamento por aún no haber encontrado un tema digno de vosotros; yo no podría deciros más que puerilidades; por consiguiente, prefiero pediros una postergación para la sesión de la semana que viene, como se dice en el tribunal; quizás, entonces, yo haya encontrado algo que pueda interesaros e instruiros.
Habiendo el médium insistido mentalmente para que él dijera algo, agregó: Pero, querido amigo, ¡veo que estás sorprendido! No, prefiero permanecer como oyente; ¿tú no sabes, pues, que hay tanta instrucción para mí como para vos en escuchar lo que aquí se estudia? No; os repito, permaneceré como un simple oyente; es un papel que será para mí mucho más instructivo. A pesar de tu insistencia, no deseo responder. ¿Crees entonces que sería más agradable para mí que se diga: –¡Ah!, esta noche han evocado a Privat d’Anglemont. –¿Es verdad? ¿Y qué ha dicho? –Nada, absolutamente nada. –¡Gracias! Prefiero que se conserve de mí una buena opinión. Cada uno con sus ideas.
_______
Comunicación espontánea de Privat d’Anglemont
(Cuarta conversación, 30 de septiembre de 1859.)
«Finalmente el Espiritismo tiene una gran repercusión en todas partes, y he aquí que los diarios se ocupan de Él, aunque de una manera indirecta, al citar hechos extraordinarios de apariciones, golpes, etc. Mis ex colegas citan los hechos sin comentarios, dando así prueba de inteligencia, porque la Doctrina Espírita nunca debe ser mal discutida o tomada como cosa mala. Entretanto, no admiten todavía la veracidad del papel del médium; ellos dudan. Pero yo refuto sus objeciones diciéndoles esto: ellos mismos son médiums. Todos los grandes y pequeños escritores son médiums, en mayor o en menor grado; y lo son en el sentido de que los Espíritus que se encuentran a su alrededor actúan sobre su sistema mental, inspirándoles frecuentemente pensamientos que ellos se jactan de haberlos creado. Ciertamente jamás sospecharían que yo, Privat d’Anglemont, un Espíritu ligero por excelencia, pudiese haber resuelto esta cuestión; sin embargo, no digo más que la verdad y, como prueba, presento una situación muy sencilla: ¿Cómo explicáis que después de haber escrito durante algún tiempo, ellos están como en una especie de sobreexcitación y en un estado febril poco común? Diréis que es por el esfuerzo de la atención. Pero cuando estáis muy atentos a una cosa, por ejemplo, al observar un cuadro, ¿tenéis fiebre? ¡No, claro que no! Por consiguiente, es necesario que haya otra causa. ¡Pues bien! Lo repito: la causa está en el modo de comunicación que existe entre el cerebro del escritor y los Espíritus que lo rodean. Ahora, estimados colegas, si os parece bien, fustigad al Espiritismo, burlaros y reíros de Él, porque ciertamente os burlaréis de vosotros al dar más tarde azotes para vosotros mismos... ¿Me comprendéis?»
PRIVAT D’ANGLEMONT
El médium que sirvió de intérprete a Privat d’Anglemont en la Sociedad, al haber tenido la idea de evocarlo en particular, obtuvo de él la siguiente conversación. Parece que este Espíritu tuvo por él un cierto afecto, ya sea porque encontró un instrumento fácil o porque se estableció entre ambos una simpatía. Este médium es un joven principiante en la carrera literaria y sus prometedores ensayos anuncian aptitudes que sin duda Privat tendrá el placer de alentar.
1. Evocación.
–Resp. Estoy aquí; ya estoy contigo desde hace algún tiempo; esperaba esta evocación de tu parte. He sido yo quien hace poco te ha inspirado algunos buenos pensamientos que has tenido; querido amigo, esto era para confortarte un poco y para hacerte soportar con más coraje las penas de este mundo. ¿Creéis, pues, que yo no he sufrido también –más de lo que se imagina–, todos vosotros que sonreís de mis excentricidades? Y bajo esa coraza de indiferencia que yo siempre llevaba, ¡cuántas tristezas y dolores no he escondido! Sólo tenía una cualidad muy preciosa para un literato o para un artista: no importa en qué ocasión, yo siempre he amenizado mis sufrimientos con alegría. Cuando sufría demasiado, yo hacía chistes, juegos de palabras, bromas. ¡Cuántas veces el hambre, la sed y el frío han golpeado a mi puerta! ¡Y cuántas veces les respondí con una prolongada y alegre carcajada! Carcajada simulada, dirás. ¡Pues bien! No, no amigo mío, te confieso que yo era sincero. ¿Qué quieres? Siempre he tenido el más despreocupado carácter que se pueda tener. Nunca me preocupé con el futuro, con el pasado ni con el presente. Siempre viví como un verdadero bohemio, subsistiendo a cada día, gastando cinco francos cuando los tenía e incluso cuando no los tenía; y no era más rico, cuatro días después de haber recibido dinero, de lo que lo había sido en la víspera.
Ciertamente no deseo a nadie esta vida inútil, incoherente e irracional que he llevado. Las excentricidades no son más de nuestro tiempo; por esto mismo, las nuevas ideas han hecho muy rápidos progresos. Es una vida de la que de ninguna manera me jacto, y de la cual a veces me avergüenzo. La juventud debe ser estudiosa: a través del trabajo debe buscar fortificar su inteligencia, a fin de conocer y apreciar mejor a los hombres y a las cosas.
Jóvenes, desengañaos si creéis que al salir del colegio ya sois hombres completos o sabios. Tenéis la llave para saber todo; ahora os corresponde trabajar y estudiar, entrando más decididamente en el vasto campo que se os ofrece, cuyos caminos han sido allanados por vuestros estudios en el colegio. Sé que la juventud precisa de distracciones: lo contrario sería ir contra la naturaleza; sin embargo, no debéis buscarlas en exceso, porque aquel que en la primavera de la vida sólo pensó en el placer, prepara para más tarde penosos remordimientos. Es entonces que la experiencia y las necesidades de este mundo le enseñan que los momentos perdidos nunca más se recuperan. Los jóvenes necesitan lecturas serias: los autores antiguos son frecuentemente los mejores, porque sus buenos pensamientos sugieren otros. Sobre todo, ellos deben evitar las novelas, que solamente instigan la imaginación y dejan el vacío en el corazón. Las novelas sólo deben ser toleradas como distracción, una vez que otra, o para algunas de esas damas que no tienen nada mejor que hacer. ¡Instruíos, instruíos! Perfeccionad la inteligencia que Dios os ha dado; únicamente a este precio seremos dignos de vivir.
–Preg. Tu lenguaje me sorprende, estimado Privat. Sin duda te has presentado ante mí con un aspecto muy espirituoso, pero no como un Espíritu profundo, y ahora... –Resp. ¡Alto ahí!, joven; detente. Coincido en que yo he aparecido o, mejor dicho, me he comunicado con todos vosotros como un Espíritu poco profundo; pero ocurre que no estaba aún totalmente desprendido de mi envoltura terrestre, y el estado de Espíritu todavía no se había presentado en toda su realidad. Amigo, ahora soy un Espíritu, nada más que un Espíritu. Siento que voy a experimentar todo como los otros, y mi vida en la Tierra no me parece más que un sueño; ¡y qué sueño! Estoy parcialmente habituado a este nuevo mundo, que debe ser mi morada por algún tiempo.
–Preg. ¿Cuánto tiempo crees que vas a permanecer como Espíritu, y qué haces en tu nueva existencia? ¿Cuáles son tus ocupaciones? –Resp. El tiempo que debo permanecer como Espíritu está en las manos de Dios, y durará –tanto como puedo concebir, supongo– hasta que Dios considere mi alma lo bastante depurada como para encarnar en una región superior. En cuanto a mis ocupaciones, son casi nulas. Aún estoy errante, y esto es una consecuencia de la vida que he llevado en la Tierra. Es así que lo que me parecía un placer en vuestro mundo es ahora una pena para mí. Sí, es verdad, me gustaría tener una ocupación seria, interesarme por alguien que mereciese mi simpatía, inspirarle buenos pensamientos; pero, querido amigo, ya conversamos bastante y, si me lo permites, voy a retirarme. Adiós; si necesitas de mí, no tengas recelo de llamarme: acudiré con placer. ¡Coraje! ¡Sé feliz!
1. Evocación.
–Resp. Estoy aquí; ya estoy contigo desde hace algún tiempo; esperaba esta evocación de tu parte. He sido yo quien hace poco te ha inspirado algunos buenos pensamientos que has tenido; querido amigo, esto era para confortarte un poco y para hacerte soportar con más coraje las penas de este mundo. ¿Creéis, pues, que yo no he sufrido también –más de lo que se imagina–, todos vosotros que sonreís de mis excentricidades? Y bajo esa coraza de indiferencia que yo siempre llevaba, ¡cuántas tristezas y dolores no he escondido! Sólo tenía una cualidad muy preciosa para un literato o para un artista: no importa en qué ocasión, yo siempre he amenizado mis sufrimientos con alegría. Cuando sufría demasiado, yo hacía chistes, juegos de palabras, bromas. ¡Cuántas veces el hambre, la sed y el frío han golpeado a mi puerta! ¡Y cuántas veces les respondí con una prolongada y alegre carcajada! Carcajada simulada, dirás. ¡Pues bien! No, no amigo mío, te confieso que yo era sincero. ¿Qué quieres? Siempre he tenido el más despreocupado carácter que se pueda tener. Nunca me preocupé con el futuro, con el pasado ni con el presente. Siempre viví como un verdadero bohemio, subsistiendo a cada día, gastando cinco francos cuando los tenía e incluso cuando no los tenía; y no era más rico, cuatro días después de haber recibido dinero, de lo que lo había sido en la víspera.
Ciertamente no deseo a nadie esta vida inútil, incoherente e irracional que he llevado. Las excentricidades no son más de nuestro tiempo; por esto mismo, las nuevas ideas han hecho muy rápidos progresos. Es una vida de la que de ninguna manera me jacto, y de la cual a veces me avergüenzo. La juventud debe ser estudiosa: a través del trabajo debe buscar fortificar su inteligencia, a fin de conocer y apreciar mejor a los hombres y a las cosas.
Jóvenes, desengañaos si creéis que al salir del colegio ya sois hombres completos o sabios. Tenéis la llave para saber todo; ahora os corresponde trabajar y estudiar, entrando más decididamente en el vasto campo que se os ofrece, cuyos caminos han sido allanados por vuestros estudios en el colegio. Sé que la juventud precisa de distracciones: lo contrario sería ir contra la naturaleza; sin embargo, no debéis buscarlas en exceso, porque aquel que en la primavera de la vida sólo pensó en el placer, prepara para más tarde penosos remordimientos. Es entonces que la experiencia y las necesidades de este mundo le enseñan que los momentos perdidos nunca más se recuperan. Los jóvenes necesitan lecturas serias: los autores antiguos son frecuentemente los mejores, porque sus buenos pensamientos sugieren otros. Sobre todo, ellos deben evitar las novelas, que solamente instigan la imaginación y dejan el vacío en el corazón. Las novelas sólo deben ser toleradas como distracción, una vez que otra, o para algunas de esas damas que no tienen nada mejor que hacer. ¡Instruíos, instruíos! Perfeccionad la inteligencia que Dios os ha dado; únicamente a este precio seremos dignos de vivir.
–Preg. Tu lenguaje me sorprende, estimado Privat. Sin duda te has presentado ante mí con un aspecto muy espirituoso, pero no como un Espíritu profundo, y ahora... –Resp. ¡Alto ahí!, joven; detente. Coincido en que yo he aparecido o, mejor dicho, me he comunicado con todos vosotros como un Espíritu poco profundo; pero ocurre que no estaba aún totalmente desprendido de mi envoltura terrestre, y el estado de Espíritu todavía no se había presentado en toda su realidad. Amigo, ahora soy un Espíritu, nada más que un Espíritu. Siento que voy a experimentar todo como los otros, y mi vida en la Tierra no me parece más que un sueño; ¡y qué sueño! Estoy parcialmente habituado a este nuevo mundo, que debe ser mi morada por algún tiempo.
–Preg. ¿Cuánto tiempo crees que vas a permanecer como Espíritu, y qué haces en tu nueva existencia? ¿Cuáles son tus ocupaciones? –Resp. El tiempo que debo permanecer como Espíritu está en las manos de Dios, y durará –tanto como puedo concebir, supongo– hasta que Dios considere mi alma lo bastante depurada como para encarnar en una región superior. En cuanto a mis ocupaciones, son casi nulas. Aún estoy errante, y esto es una consecuencia de la vida que he llevado en la Tierra. Es así que lo que me parecía un placer en vuestro mundo es ahora una pena para mí. Sí, es verdad, me gustaría tener una ocupación seria, interesarme por alguien que mereciese mi simpatía, inspirarle buenos pensamientos; pero, querido amigo, ya conversamos bastante y, si me lo permites, voy a retirarme. Adiós; si necesitas de mí, no tengas recelo de llamarme: acudiré con placer. ¡Coraje! ¡Sé feliz!
Dirkse Lammers
(Sociedad, 11 de noviembre de 1859.)
El Sr. Van Br..., de La Haya, presente en la sesión, relata el siguiente hecho que le es personal.
En una reunión espírita a la cual él asistía en La Haya, un Espíritu que decía llamarse Dirkse Lammers se manifestó espontáneamente. Interrogado sobre las particularidades que le conciernen y sobre el motivo de su visita en medio de personas que no lo conocían y que no lo llamaron, él cuenta su historia de esta manera:
«Yo vivía en 1592 y me ahorqué en el local en que estáis en este momento, en un establo que por entonces existía en el mismo lugar donde actualmente se encuentra esta casa. He aquí en qué circunstancias: Yo tenía un perro, y mi vecina tenía gallinas. Mi perro mató a sus gallinas y, para vengarse, la vecina lo envenenó. En mi cólera, golpeé y herí a esta mujer; ella entabló una acción judicial contra mí y fui condenado a tres meses de cárcel y a 25 florines de multa. Aunque la condena fue bastante leve, no por esto tuve menos odio del abogado X..., que fue quien la pidió, y resolví vengarme de él. Por consiguiente, lo esperé en un camino poco frecuentado que él recorría todas las tardes en dirección a Loosduinen, cerca de La Haya; yo lo estrangulé y lo colgué en un árbol. Para hacer creer que era un suicidio, puse en su bolsillo un papel previamente preparado, como siendo escrito por él, en el cual decía que nadie debería ser acusado de su muerte, ya que él mismo se había quitado la vida. Desde ese momento el remordimiento me persiguió y, tres meses después, me ahorqué –como ya dije– en el local donde estáis. Arrastrado por una fuerza a la cual no puedo resistir, vengo a confesar mi crimen, en la esperanza de que quizás esto pueda traer algún alivio al sufrimiento que estoy padeciendo desde entonces.»
Este relato, hecho con detalles tan circunstanciales, sorprendió a la asamblea. Al haberse tomado informaciones, a través de investigaciones realizadas en el registro civil, se verificó efectivamente que en 1592 un abogado llamado X... se había ahorcado en el camino de Loosduinen.
Al haber sido evocado en la sesión de la Sociedad del 11 de noviembre de 1859, el Espíritu Dirkse Lammers se manifestó por actos de violencia, quebrando los lápices. Su letra era irregular, gruesa, casi ilegible, y el médium experimentó una extrema dificultad para trazar los caracteres.
1. Evocación. Estoy aquí. ¿Qué queréis?
2. ¿Reconocéis aquí a una persona con la cual os
comunicasteis últimamente? –Resp. Ya he dado bastantes pruebas de mi lucidez y de mi buena voluntad: esto debería ser suficiente.
3. ¿Con qué objetivo os habéis comunicado espontáneamente en lo del Sr. Van Br...? –Resp. No sé; he sido enviado hacia allá; por mí mismo no tenía muchos deseos de contar lo que he sido forzado a decir.
4. ¿Quién os ha obligado a hacerlo? –Resp. La fuerza que nos conduce: nada más sé al respecto; a pesar de no quererlo, he sido arrastrado y forzado a obedecer a los Espíritus que tenían el derecho de ser obedecidos.
5. ¿Estáis contrariado por venir a nuestro llamado? –Resp. Bastante: aquí no es mi lugar.
6. ¿Sois feliz como Espíritu? –Resp. ¡Bella pregunta!
7. ¿Qué podemos hacer para os ser agradables? –Resp. ¡Podríais hacer algo que sea agradable para mí!
8. Ciertamente: la caridad nos ordena que seamos útiles siempre que podamos, ya sea con los Espíritus como con los hombres. Puesto que sois infeliz, rogaremos para vos la misericordia de Dios: nos comprometemos a orar por vos. –Resp. Después de siglos, estas son las primeras palabras de esa naturaleza que me han sido dirigidas. ¡Oh! ¡Gracias, gracias! ¡Por Dios! Que esta no sea una promesa vana, os lo ruego.
(Sociedad, 11 de noviembre de 1859.)
El Sr. Van Br..., de La Haya, presente en la sesión, relata el siguiente hecho que le es personal.
En una reunión espírita a la cual él asistía en La Haya, un Espíritu que decía llamarse Dirkse Lammers se manifestó espontáneamente. Interrogado sobre las particularidades que le conciernen y sobre el motivo de su visita en medio de personas que no lo conocían y que no lo llamaron, él cuenta su historia de esta manera:
«Yo vivía en 1592 y me ahorqué en el local en que estáis en este momento, en un establo que por entonces existía en el mismo lugar donde actualmente se encuentra esta casa. He aquí en qué circunstancias: Yo tenía un perro, y mi vecina tenía gallinas. Mi perro mató a sus gallinas y, para vengarse, la vecina lo envenenó. En mi cólera, golpeé y herí a esta mujer; ella entabló una acción judicial contra mí y fui condenado a tres meses de cárcel y a 25 florines de multa. Aunque la condena fue bastante leve, no por esto tuve menos odio del abogado X..., que fue quien la pidió, y resolví vengarme de él. Por consiguiente, lo esperé en un camino poco frecuentado que él recorría todas las tardes en dirección a Loosduinen, cerca de La Haya; yo lo estrangulé y lo colgué en un árbol. Para hacer creer que era un suicidio, puse en su bolsillo un papel previamente preparado, como siendo escrito por él, en el cual decía que nadie debería ser acusado de su muerte, ya que él mismo se había quitado la vida. Desde ese momento el remordimiento me persiguió y, tres meses después, me ahorqué –como ya dije– en el local donde estáis. Arrastrado por una fuerza a la cual no puedo resistir, vengo a confesar mi crimen, en la esperanza de que quizás esto pueda traer algún alivio al sufrimiento que estoy padeciendo desde entonces.»
Este relato, hecho con detalles tan circunstanciales, sorprendió a la asamblea. Al haberse tomado informaciones, a través de investigaciones realizadas en el registro civil, se verificó efectivamente que en 1592 un abogado llamado X... se había ahorcado en el camino de Loosduinen.
Al haber sido evocado en la sesión de la Sociedad del 11 de noviembre de 1859, el Espíritu Dirkse Lammers se manifestó por actos de violencia, quebrando los lápices. Su letra era irregular, gruesa, casi ilegible, y el médium experimentó una extrema dificultad para trazar los caracteres.
1. Evocación. Estoy aquí. ¿Qué queréis?
2. ¿Reconocéis aquí a una persona con la cual os
comunicasteis últimamente? –Resp. Ya he dado bastantes pruebas de mi lucidez y de mi buena voluntad: esto debería ser suficiente.
3. ¿Con qué objetivo os habéis comunicado espontáneamente en lo del Sr. Van Br...? –Resp. No sé; he sido enviado hacia allá; por mí mismo no tenía muchos deseos de contar lo que he sido forzado a decir.
4. ¿Quién os ha obligado a hacerlo? –Resp. La fuerza que nos conduce: nada más sé al respecto; a pesar de no quererlo, he sido arrastrado y forzado a obedecer a los Espíritus que tenían el derecho de ser obedecidos.
5. ¿Estáis contrariado por venir a nuestro llamado? –Resp. Bastante: aquí no es mi lugar.
6. ¿Sois feliz como Espíritu? –Resp. ¡Bella pregunta!
7. ¿Qué podemos hacer para os ser agradables? –Resp. ¡Podríais hacer algo que sea agradable para mí!
8. Ciertamente: la caridad nos ordena que seamos útiles siempre que podamos, ya sea con los Espíritus como con los hombres. Puesto que sois infeliz, rogaremos para vos la misericordia de Dios: nos comprometemos a orar por vos. –Resp. Después de siglos, estas son las primeras palabras de esa naturaleza que me han sido dirigidas. ¡Oh! ¡Gracias, gracias! ¡Por Dios! Que esta no sea una promesa vana, os lo ruego.
Michel François
Michel François, herrador que vivía hacia fines del siglo XVII, se dirigió al intendente de la Provenza y le anunció que un espectro le apareció, ordenándole que fuera a revelar al rey Luis XIV ciertas cosas secretas de gran importancia. Lo dejaron partir hacia la corte en el mes de abril de 1697. Unos garantizan que él habló con el rey; otros dicen que el rey se rehusó a verlo. Lo que es cierto, agregan algunos, es que en lugar de ser enviado al manicomio, él obtuvo dinero para su viaje y la exención de tallas y otros impuestos reales.
1. Evocación. –Resp. Estoy aquí.
2. ¿Cómo habéis sabido que deseábamos hablaros? –Resp. ¿Por qué me hacéis esta pregunta? ¿No sabéis que estáis rodeado de Espíritus que avisan a aquellos con los cuales queréis comunicaros?
3. ¿Dónde estabais cuando os llamamos? –Resp. En el espacio, porque aún estoy errante.
4. ¿Estáis sorprendido por encontraros en medio de encarnados? –Resp. De manera alguna; entre los mismos me encuentro frecuentemente.
5. ¿Os recordáis de vuestra existencia, en 1697, bajo el reinado de Luis XIV, cuando por entonces erais herrero? –Resp. Muy confusamente.
6. ¿Recordáis la revelación que queríais hacer al rey? –Resp. Me acuerdo que yo tenía que hacerle una revelación.
7. ¿Le hicisteis esa revelación? –Resp. Sí.
8. Habéis dicho que un espectro os apareció y os ordenó que fueseis a revelar ciertas cosas al rey; ¿quién era ese espectro? –Resp. Era el espectro de su hermano.
9. ¿Podéis decir su nombre? –Resp. No; vos me comprendéis.
10. ¿Era el hombre designado con el nombre de Máscara de Hierro? –Resp. Sí.
11. Ahora que estamos lejos de aquel tiempo, ¿podríais decirnos cuál era el objeto de esa revelación? –Resp. Era justamente el de informarlo sobre su muerte.
12. ¿La muerte de quién? ¿De su hermano? –Resp. Sí, claro.
13. ¿Qué impresión causó al rey vuestra revelación? –Resp. Una impresión donde se mezclaban la tristeza y la satisfacción; además, esto quedó suficientemente probado por la manera con que me trató.
14. ¿Cómo él os trató? –Resp. Con bondad y afabilidad.
15. Dicen que un hecho similar sucedió con Luis XVIII. ¿Sabéis si esto es verdad? –Resp. Creo que ocurrió algo semejante, pero no estoy totalmente informado al respecto.
16. ¿Por qué aquel Espíritu os eligió para esa misión, justamente a vos, un hombre desconocido, en lugar de elegir a un personaje de la corte que se hubiera aproximado al rey más fácilmente? –Resp. Fui puesto en su camino, dotado de la facultad que él deseaba encontrar y que era necesaria, y también porque a un personaje de la corte no le habrían aceptado la revelación: pensarían que se informó por otros medios.
17. ¿Cuál era el objetivo de esta revelación, ya que el rey sería necesariamente informado de la muerte de su hermano, antes de saberlo por vos? –Resp. Era para hacerlo reflexionar sobre la vida futura y acerca del destino a que podía exponerse, como realmente se expuso: su fin ha sido manchado por acciones con las cuales él creía asegurarse un futuro, que podría haber sido mejor con la práctica de aquella revelación.
(Sociedad, 11 de noviembre de 1859.)
Michel François, herrador que vivía hacia fines del siglo XVII, se dirigió al intendente de la Provenza y le anunció que un espectro le apareció, ordenándole que fuera a revelar al rey Luis XIV ciertas cosas secretas de gran importancia. Lo dejaron partir hacia la corte en el mes de abril de 1697. Unos garantizan que él habló con el rey; otros dicen que el rey se rehusó a verlo. Lo que es cierto, agregan algunos, es que en lugar de ser enviado al manicomio, él obtuvo dinero para su viaje y la exención de tallas y otros impuestos reales.
1. Evocación. –Resp. Estoy aquí.
2. ¿Cómo habéis sabido que deseábamos hablaros? –Resp. ¿Por qué me hacéis esta pregunta? ¿No sabéis que estáis rodeado de Espíritus que avisan a aquellos con los cuales queréis comunicaros?
3. ¿Dónde estabais cuando os llamamos? –Resp. En el espacio, porque aún estoy errante.
4. ¿Estáis sorprendido por encontraros en medio de encarnados? –Resp. De manera alguna; entre los mismos me encuentro frecuentemente.
5. ¿Os recordáis de vuestra existencia, en 1697, bajo el reinado de Luis XIV, cuando por entonces erais herrero? –Resp. Muy confusamente.
6. ¿Recordáis la revelación que queríais hacer al rey? –Resp. Me acuerdo que yo tenía que hacerle una revelación.
7. ¿Le hicisteis esa revelación? –Resp. Sí.
8. Habéis dicho que un espectro os apareció y os ordenó que fueseis a revelar ciertas cosas al rey; ¿quién era ese espectro? –Resp. Era el espectro de su hermano.
9. ¿Podéis decir su nombre? –Resp. No; vos me comprendéis.
10. ¿Era el hombre designado con el nombre de Máscara de Hierro? –Resp. Sí.
11. Ahora que estamos lejos de aquel tiempo, ¿podríais decirnos cuál era el objeto de esa revelación? –Resp. Era justamente el de informarlo sobre su muerte.
12. ¿La muerte de quién? ¿De su hermano? –Resp. Sí, claro.
13. ¿Qué impresión causó al rey vuestra revelación? –Resp. Una impresión donde se mezclaban la tristeza y la satisfacción; además, esto quedó suficientemente probado por la manera con que me trató.
14. ¿Cómo él os trató? –Resp. Con bondad y afabilidad.
15. Dicen que un hecho similar sucedió con Luis XVIII. ¿Sabéis si esto es verdad? –Resp. Creo que ocurrió algo semejante, pero no estoy totalmente informado al respecto.
16. ¿Por qué aquel Espíritu os eligió para esa misión, justamente a vos, un hombre desconocido, en lugar de elegir a un personaje de la corte que se hubiera aproximado al rey más fácilmente? –Resp. Fui puesto en su camino, dotado de la facultad que él deseaba encontrar y que era necesaria, y también porque a un personaje de la corte no le habrían aceptado la revelación: pensarían que se informó por otros medios.
17. ¿Cuál era el objetivo de esta revelación, ya que el rey sería necesariamente informado de la muerte de su hermano, antes de saberlo por vos? –Resp. Era para hacerlo reflexionar sobre la vida futura y acerca del destino a que podía exponerse, como realmente se expuso: su fin ha sido manchado por acciones con las cuales él creía asegurarse un futuro, que podría haber sido mejor con la práctica de aquella revelación.
Comunicaciones espontáneas obtenidas en las sesiones de la Sociedad
30 de septiembre de 1859 (médium: Sr. R...)
Amaos los unos a los otros: esta es toda la ley, ley divina por la cual Dios crea incesantemente y gobierna los mundos. El amor es la ley de atracción para los seres vivos y organizados; la atracción es la ley de amor para la materia inorgánica.
Nunca olvidéis que el Espíritu, sean cuales fueren su grado de adelanto y su situación como reencarnado o en la erraticidad, está siempre colocado entre un superior que lo guía y perfecciona, y un inferior hacia el cual tiene los mismos deberes que cumplir.
Por lo tanto, sed caritativos, no sólo con esa caridad que os lleva a sacar de vuestro bolsillo el óbolo que fríamente dais al que se atreve a pedíroslo, mas salid al encuentro de las miserias ocultas.
Sed indulgentes para con las imperfecciones de vuestros semejantes; en vez de despreciar la ignorancia y el vicio, instruidlos y moralizadlos; sed afables y benévolos con todo lo que os sea inferior; proceded de la misma manera con los seres más ínfimos de la Creación, y habréis obedecido a la ley de Dios.
30 de septiembre de 1859 (médium: Sr. R...)
Amaos los unos a los otros: esta es toda la ley, ley divina por la cual Dios crea incesantemente y gobierna los mundos. El amor es la ley de atracción para los seres vivos y organizados; la atracción es la ley de amor para la materia inorgánica.
Nunca olvidéis que el Espíritu, sean cuales fueren su grado de adelanto y su situación como reencarnado o en la erraticidad, está siempre colocado entre un superior que lo guía y perfecciona, y un inferior hacia el cual tiene los mismos deberes que cumplir.
Por lo tanto, sed caritativos, no sólo con esa caridad que os lleva a sacar de vuestro bolsillo el óbolo que fríamente dais al que se atreve a pedíroslo, mas salid al encuentro de las miserias ocultas.
Sed indulgentes para con las imperfecciones de vuestros semejantes; en vez de despreciar la ignorancia y el vicio, instruidlos y moralizadlos; sed afables y benévolos con todo lo que os sea inferior; proceded de la misma manera con los seres más ínfimos de la Creación, y habréis obedecido a la ley de Dios.
VICENTE DE PAÚL
Nota – Los Espíritus considerados por los hombres como santos, generalmente no se valen de esta cualidad; así, san Vicente de Paúl firma simplemente Vicente de Paúl; san Luis firma Luis. Al contrario, aquellos que usurpan nombres y cualidades que no les pertenecen, comúnmente hacen alarde de sus falsos títulos, creyendo sin duda imponerse más fácilmente; pero esta máscara no puede engañar a quien se da al trabajo de estudiar su lenguaje; el de los Espíritus realmente superiores tiene una marca inconfundible.
18 de noviembre de 1859 (médium: Sr. R...)
La unión hace la fuerza; sed unidos para ser fuertes. El Espiritismo ha germinado, ha echado raíces profundas; va a extender por la Tierra sus ramas bienhechoras. Es necesario que os tornéis invulnerables contra los dardos envenenados de la calumnia y de la negra falange de los ignorantes, egoístas e hipócritas. Para lograrlo, que una indulgencia y una benevolencia recíprocas presidan las relaciones entre vosotros; que vuestros defectos pasen inadvertidos y que sólo vuestras cualidades sean notadas; que la antorcha de la santa amistad reúna, ilumine y dé calor a vuestros corazones, y así resistiréis a los ataques impotentes del mal, como la roca inquebrantable resiste al furioso oleaje.
Hasta el presente no encarasteis la guerra sino desde el punto de vista material: guerras intestinas, guerras de pueblos contra pueblos; no habéis visto allí más que conquistas, esclavitud, sangre, muerte y ruinas. Es tiempo de considerarla desde el punto de vista moralizador y progresivo. La guerra siembra a su paso la muerte y las ideas; las ideas germinan y crecen; el Espíritu, después de fortalecerse en la vida espírita, viene a hacerlas fructificar. Por lo tanto, no agobiéis con vuestras maldiciones al diplomático que ha preparado la lucha, ni al capitán que ha llevado sus soldados a la victoria. Grandes luchas se preparan: luchas del bien contra el mal, de las tinieblas contra la luz; luchas del espíritu de progreso contra la ignorancia estacionaria. Esperad con paciencia, porque ni vuestras maldiciones ni vuestros elogios podrán cambiar en nada la voluntad de Dios; Él siempre sabrá mantener o alejar sus instrumentos del teatro de los acontecimientos, según hayan cumplido su misión o abusado de la misma para servir a sus puntos de vista personales, del poder que hubieren adquirido por sus éxitos. Tenéis el ejemplo del César moderno y el mío. A través de varias existencias miserables y oscuras he debido expiar mis faltas, y he vivido en pasada existencia en la Tierra con el nombre de Luis IX.
18 de noviembre de 1859 (médium: Sr. R...)
La unión hace la fuerza; sed unidos para ser fuertes. El Espiritismo ha germinado, ha echado raíces profundas; va a extender por la Tierra sus ramas bienhechoras. Es necesario que os tornéis invulnerables contra los dardos envenenados de la calumnia y de la negra falange de los ignorantes, egoístas e hipócritas. Para lograrlo, que una indulgencia y una benevolencia recíprocas presidan las relaciones entre vosotros; que vuestros defectos pasen inadvertidos y que sólo vuestras cualidades sean notadas; que la antorcha de la santa amistad reúna, ilumine y dé calor a vuestros corazones, y así resistiréis a los ataques impotentes del mal, como la roca inquebrantable resiste al furioso oleaje.
VICENTE DE PAÚL
23 de septiembre de 1859 (médium: Sr. R...)
Hasta el presente no encarasteis la guerra sino desde el punto de vista material: guerras intestinas, guerras de pueblos contra pueblos; no habéis visto allí más que conquistas, esclavitud, sangre, muerte y ruinas. Es tiempo de considerarla desde el punto de vista moralizador y progresivo. La guerra siembra a su paso la muerte y las ideas; las ideas germinan y crecen; el Espíritu, después de fortalecerse en la vida espírita, viene a hacerlas fructificar. Por lo tanto, no agobiéis con vuestras maldiciones al diplomático que ha preparado la lucha, ni al capitán que ha llevado sus soldados a la victoria. Grandes luchas se preparan: luchas del bien contra el mal, de las tinieblas contra la luz; luchas del espíritu de progreso contra la ignorancia estacionaria. Esperad con paciencia, porque ni vuestras maldiciones ni vuestros elogios podrán cambiar en nada la voluntad de Dios; Él siempre sabrá mantener o alejar sus instrumentos del teatro de los acontecimientos, según hayan cumplido su misión o abusado de la misma para servir a sus puntos de vista personales, del poder que hubieren adquirido por sus éxitos. Tenéis el ejemplo del César moderno y el mío. A través de varias existencias miserables y oscuras he debido expiar mis faltas, y he vivido en pasada existencia en la Tierra con el nombre de Luis IX.
JULIO CÉSAR
El niño y el arroyo: parábola
11 de noviembre de 1859 (médium: Sr. Did...)
Cierto día un niño llegó a un arroyo que corría muy rápido, cuyo caudal tenía casi la impetuosidad de un torrente; el agua descendía de una colina vecina y aumentaba a medida que avanzaba por la planicie. El niño se puso a examinar el torrente y después recogió todas las piedras que sus pequeños brazos podían llevar; resolvió construir un dique: ¡qué ciega presunción! Pese a todos sus esfuerzos y a su cólera infantil, no lo consiguió. Entonces, al reflexionar más seriamente –si es que podemos emplear esta palabra para un niño– subió cada vez más, abandonó su primero intento y quiso hacer el dique cerca de la propia fuente del arroyo. ¡Ay!, sus esfuerzos fueron nuevamente impotentes; cayó en desánimo y se fue llorando. Estábamos aún en la bella estación y el arroyo no era tan rápido, en comparación con la corriente que tenía en el invierno; el caudal aumentó, y el niño vio el creciente volumen de agua que descendía con más agitación y furor, derribando todo a su paso; el infeliz niño habría sido arrastrado por la corriente si se hubiese atrevido a acercarse como en la primera vez.
¡Oh, hombre débil! ¡Niño! Tú, que quieres levantar una muralla, un obstáculo infranqueable a la marcha de la verdad: no eres más fuerte que ese niño, y tu pequeña voluntad no es más fuerte que sus pequeños brazos. Y aunque te gustaría detenerla en su propia fuente, la verdad –te aseguro– ha de arrastrarte infaliblemente.
11 de noviembre de 1859 (médium: Sr. Did...)
Cierto día un niño llegó a un arroyo que corría muy rápido, cuyo caudal tenía casi la impetuosidad de un torrente; el agua descendía de una colina vecina y aumentaba a medida que avanzaba por la planicie. El niño se puso a examinar el torrente y después recogió todas las piedras que sus pequeños brazos podían llevar; resolvió construir un dique: ¡qué ciega presunción! Pese a todos sus esfuerzos y a su cólera infantil, no lo consiguió. Entonces, al reflexionar más seriamente –si es que podemos emplear esta palabra para un niño– subió cada vez más, abandonó su primero intento y quiso hacer el dique cerca de la propia fuente del arroyo. ¡Ay!, sus esfuerzos fueron nuevamente impotentes; cayó en desánimo y se fue llorando. Estábamos aún en la bella estación y el arroyo no era tan rápido, en comparación con la corriente que tenía en el invierno; el caudal aumentó, y el niño vio el creciente volumen de agua que descendía con más agitación y furor, derribando todo a su paso; el infeliz niño habría sido arrastrado por la corriente si se hubiese atrevido a acercarse como en la primera vez.
¡Oh, hombre débil! ¡Niño! Tú, que quieres levantar una muralla, un obstáculo infranqueable a la marcha de la verdad: no eres más fuerte que ese niño, y tu pequeña voluntad no es más fuerte que sus pequeños brazos. Y aunque te gustaría detenerla en su propia fuente, la verdad –te aseguro– ha de arrastrarte infaliblemente.
BASILIO
Los tres ciegos: parábola
7 de octubre de 1859 (médium: Sr. Did...)
Un hombre rico y generoso –lo que es raro– encontró en su camino a tres infelices ciegos, enteramente fatigados y con hambre; a cada uno le ofreció una moneda de oro. El primero, ciego de nacimiento, amargado por la miseria, ni siquiera abrió la mano; éste decía que nunca había visto que alguien ofreciera oro a un mendigo: eso era imposible. El segundo extendió maquinalmente la mano, pero luego rechazó la ofrenda que le hacían; al igual que su amigo, consideraba aquello una ilusión o la obra de un bromista de mal gusto: en una palabra, la moneda era falsa –según él. Al contrario, el tercero –inteligente y lleno de fe en Dios–, en el cual la agudeza del tacto había parcialmente reemplazado el sentido que le faltaba, tomó la moneda, la palpó, se levantó y, bendiciendo a su bienhechor, partió hacia la ciudad vecina, a fin de adquirir lo que necesitaba para su existencia.
Los hombres son los ciegos; el Espiritismo es el oro; se conoce al árbol por sus frutos.
LUCAS
30 de septiembre de 1859 (médium: Srta. H...)
He pedido a Dios que me dejase venir un momento entre vosotros para daros el consejo de nunca participar de querellas religiosas; no digo de guerras religiosas, porque hoy el siglo está muy adelantado para esto; pero en la época en que viví era una desgracia general y no pude evitarla; la fatalidad me arrastró y yo empujé a los otros, justamente yo que debería haberlos amparado. Así, tuve mi punición, primero en la Tierra y después durante tres siglos, en los que expío cruelmente mi crimen. Sed afables y pacientes con aquellos a quien enseñáis; si al principio no quieren venir hacia vosotros, vendrán más tarde, cuando observen vuestra abnegación y vuestra devoción.
Amigos míos, hermanos míos: nunca estaría de más aconsejaros que, en efecto, no existe nada más horrible que matarse mutuamente en nombre de un Dios clemente, ¡en nombre de una religión tan santa que no predica sino la misericordia, la bondad y la caridad! En lugar de esto, se mata, se masacra para forzar a las personas a convertirse –dicen– y a creer en un Dios bueno; pero en vez de creer en vuestras palabras, los que sobreviven se apresuran a dejaros y se alejan de vosotros como bestias feroces. Sed, pues, buenos –os lo repito– y sobre todo muy tolerantes para con aquellos que no creen como vosotros.
CARLOS IX
1. ¿Tendríais la complacencia de responder algunas preguntas que desearíamos dirigiros? –Resp. De buen grado.
2. ¿Cómo expiasteis vuestras faltas? –Resp. A través del remordimiento.
3. ¿Tuvisteis otras existencias corporales después de aquella que conocemos? –Resp. Tuve una; he reencarnado como un esclavo de las dos Américas. He sufrido mucho; esto me adelantó en mi purificación.
4. ¿Qué sucedió con vuestra madre, Catalina de Médicis? –Resp. Ella también ha sufrido; se encuentra en otro planeta, donde lleva una vida de devoción.
5. ¿Podríais escribir la historia de vuestro reino, como lo han hecho Luis IX, Luis XI y otros? –Resp. Yo también podría hacerlo...
6. ¿Queréis hacerlo por intermedio del médium que en este momento os sirve de intérprete? –Resp. Sí, este médium puede servirme, pero no comenzaré esta noche; no he venido para esto.
7. Tampoco os hemos pedido que comencéis hoy: os rogamos hacerlo en vuestro tiempo disponible y en el del médium; será un trabajo de gran extensión que exigirá un cierto espacio de tiempo. ¿Podemos contar con vuestra promesa? –Resp. Lo haré. Adiós.
7 de octubre de 1859 (médium: Sr. Did...)
Un hombre rico y generoso –lo que es raro– encontró en su camino a tres infelices ciegos, enteramente fatigados y con hambre; a cada uno le ofreció una moneda de oro. El primero, ciego de nacimiento, amargado por la miseria, ni siquiera abrió la mano; éste decía que nunca había visto que alguien ofreciera oro a un mendigo: eso era imposible. El segundo extendió maquinalmente la mano, pero luego rechazó la ofrenda que le hacían; al igual que su amigo, consideraba aquello una ilusión o la obra de un bromista de mal gusto: en una palabra, la moneda era falsa –según él. Al contrario, el tercero –inteligente y lleno de fe en Dios–, en el cual la agudeza del tacto había parcialmente reemplazado el sentido que le faltaba, tomó la moneda, la palpó, se levantó y, bendiciendo a su bienhechor, partió hacia la ciudad vecina, a fin de adquirir lo que necesitaba para su existencia.
Los hombres son los ciegos; el Espiritismo es el oro; se conoce al árbol por sus frutos.
He pedido a Dios que me dejase venir un momento entre vosotros para daros el consejo de nunca participar de querellas religiosas; no digo de guerras religiosas, porque hoy el siglo está muy adelantado para esto; pero en la época en que viví era una desgracia general y no pude evitarla; la fatalidad me arrastró y yo empujé a los otros, justamente yo que debería haberlos amparado. Así, tuve mi punición, primero en la Tierra y después durante tres siglos, en los que expío cruelmente mi crimen. Sed afables y pacientes con aquellos a quien enseñáis; si al principio no quieren venir hacia vosotros, vendrán más tarde, cuando observen vuestra abnegación y vuestra devoción.
Amigos míos, hermanos míos: nunca estaría de más aconsejaros que, en efecto, no existe nada más horrible que matarse mutuamente en nombre de un Dios clemente, ¡en nombre de una religión tan santa que no predica sino la misericordia, la bondad y la caridad! En lugar de esto, se mata, se masacra para forzar a las personas a convertirse –dicen– y a creer en un Dios bueno; pero en vez de creer en vuestras palabras, los que sobreviven se apresuran a dejaros y se alejan de vosotros como bestias feroces. Sed, pues, buenos –os lo repito– y sobre todo muy tolerantes para con aquellos que no creen como vosotros.
2. ¿Cómo expiasteis vuestras faltas? –Resp. A través del remordimiento.
3. ¿Tuvisteis otras existencias corporales después de aquella que conocemos? –Resp. Tuve una; he reencarnado como un esclavo de las dos Américas. He sufrido mucho; esto me adelantó en mi purificación.
4. ¿Qué sucedió con vuestra madre, Catalina de Médicis? –Resp. Ella también ha sufrido; se encuentra en otro planeta, donde lleva una vida de devoción.
5. ¿Podríais escribir la historia de vuestro reino, como lo han hecho Luis IX, Luis XI y otros? –Resp. Yo también podría hacerlo...
6. ¿Queréis hacerlo por intermedio del médium que en este momento os sirve de intérprete? –Resp. Sí, este médium puede servirme, pero no comenzaré esta noche; no he venido para esto.
7. Tampoco os hemos pedido que comencéis hoy: os rogamos hacerlo en vuestro tiempo disponible y en el del médium; será un trabajo de gran extensión que exigirá un cierto espacio de tiempo. ¿Podemos contar con vuestra promesa? –Resp. Lo haré. Adiós.
Comunicaciones recibidas fuera de la Sociedad y leídas en la misma
(Comunicación obtenida por la Srta. de P...)
La bondad del Señor es eterna. Él no quiere la muerte de sus hijos queridos; pero, ¡oh, hombres!, reflexionad que depende de vosotros adelantar el reino de Dios en la Tierra o de atrasarlo; que sois responsables unos por los otros; que mejorándoos a vos mismos, trabajáis por la regeneración de la Humanidad. La tarea es grande; la responsabilidad pesa sobre cada uno, y nadie puede eximirse. Abrazad con fervor la gloriosa tarea que el Señor os impone y haced como el Cristo os ha dicho: La mies es mucha, mas los obreros pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.
Pero he aquí que somos enviados como obreros de vuestros corazones; sembramos allí el buen grano; tened cuidado en no sofocarlo. Regadlo con las lágrimas del arrepentimiento y de la alegría; del arrepentimiento, por haber vivido desde hace tanto tiempo en una tierra maldecida por los pecados del género humano, distante del único Dios verdadero, adorando los falsos goces del mundo, que sólo dejan disgustos y tristezas en el fondo de la copa. Llorad de alegría, porque el Señor os ha concedido gracia; porque quiere adelantar la llegada de sus hijos bienamados al seno paternal; porque quiere que todos os revistáis de la inocencia de los ángeles, como si nunca os hubieseis alejado de Él.
El único que os ha mostrado el camino para regresar a esta gloria primitiva; el único al que no podéis reprochar, porque nunca se equivocó en sus enseñanzas; el único justo ante Dios; en fin, el único que deberíais seguir para que seáis agradables a Dios, es el Cristo: sí, el Cristo, vuestro Divino Maestro que habéis olvidado y menospreciado durante siglos. Amadlo, porque Él ruega incesantemente por vosotros; quiere venir en vuestro socorro. ¡Cómo! ¡La incredulidad aún resiste! ¡Las maravillas del Cristo no pueden abatirla! ¡Las maravillas de toda la Creación permanecen impotentes ante esos Espíritus burlones, sobre este polvo que no puede prolongar por un sólo minuto su miserable existencia! Esos eruditos que imaginan que son los únicos que poseen todos los secretos de la Creación, no saben de dónde vienen, ni hacia adónde van y, aún así, niegan todo y desafían a todos; porque conocen algunas de las leyes más comunes del mundo material, creen que pueden juzgar el mundo inmaterial o, mejor dicho, dicen que no existe nada de inmaterial, que todo debe obedecer a esas mismas leyes materiales que llegaron a descubrir.
Pero vosotros, ¡cristianos! Sabed que no podéis negar nuestra intervención sin que, al mismo tiempo, neguéis al Cristo y a toda la Biblia, porque no hay una única página donde no encontréis trazos del mundo visible en relación con el mundo invisible. Decid entonces: ¿sois o no sois cristianos?
REMBRAND
_______
(Otra comunicación, recibida por el Sr. Pêc...)
Cada hombre tiene en sí mismo lo que vosotros llamáis: una voz interior. Es aquello que el Espíritu llama: la conciencia, juez severo que preside todas las acciones de vuestra vida. Cuando el hombre está solo, escucha a esta conciencia y evalúa las cosas en su justo valor; frecuentemente tiene vergüenza de sí mismo: en este momento reconoce a Dios. Pero la ignorancia –fatal consejera– lo arrastra y le pone la máscara del orgullo; ante vosotros, él se presenta engreído en su vacuidad, buscando engañaros con el aplomo que aparenta. Pero el hombre de corazón recto no tiene soberbia en la cabeza; escucha con provecho las palabras del sabio; siente que no es nada, y que Dios es todo; busca instruirse en el libro de la Naturaleza, escrito por la mano del Creador. Eleva su Espíritu y expele de su envoltura las pasiones materiales que a menudo os extravían. Una pasión que os domina es un guía peligroso: recordad esto, amigo. Dejad reír al escéptico: su risa se extinguirá; a la hora extrema, el hombre se vuelve creyente. De esta manera, piensa siempre en Dios, porque únicamente Él no se equivoca. Recuerda que apenas existe un camino que conduce hacia Él: la fe y el amor a los semejantes.
UN MIEMBRO DE LA FAMILIA
(Comunicación obtenida por la Srta. de P...)
La bondad del Señor es eterna. Él no quiere la muerte de sus hijos queridos; pero, ¡oh, hombres!, reflexionad que depende de vosotros adelantar el reino de Dios en la Tierra o de atrasarlo; que sois responsables unos por los otros; que mejorándoos a vos mismos, trabajáis por la regeneración de la Humanidad. La tarea es grande; la responsabilidad pesa sobre cada uno, y nadie puede eximirse. Abrazad con fervor la gloriosa tarea que el Señor os impone y haced como el Cristo os ha dicho: La mies es mucha, mas los obreros pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.
Pero he aquí que somos enviados como obreros de vuestros corazones; sembramos allí el buen grano; tened cuidado en no sofocarlo. Regadlo con las lágrimas del arrepentimiento y de la alegría; del arrepentimiento, por haber vivido desde hace tanto tiempo en una tierra maldecida por los pecados del género humano, distante del único Dios verdadero, adorando los falsos goces del mundo, que sólo dejan disgustos y tristezas en el fondo de la copa. Llorad de alegría, porque el Señor os ha concedido gracia; porque quiere adelantar la llegada de sus hijos bienamados al seno paternal; porque quiere que todos os revistáis de la inocencia de los ángeles, como si nunca os hubieseis alejado de Él.
El único que os ha mostrado el camino para regresar a esta gloria primitiva; el único al que no podéis reprochar, porque nunca se equivocó en sus enseñanzas; el único justo ante Dios; en fin, el único que deberíais seguir para que seáis agradables a Dios, es el Cristo: sí, el Cristo, vuestro Divino Maestro que habéis olvidado y menospreciado durante siglos. Amadlo, porque Él ruega incesantemente por vosotros; quiere venir en vuestro socorro. ¡Cómo! ¡La incredulidad aún resiste! ¡Las maravillas del Cristo no pueden abatirla! ¡Las maravillas de toda la Creación permanecen impotentes ante esos Espíritus burlones, sobre este polvo que no puede prolongar por un sólo minuto su miserable existencia! Esos eruditos que imaginan que son los únicos que poseen todos los secretos de la Creación, no saben de dónde vienen, ni hacia adónde van y, aún así, niegan todo y desafían a todos; porque conocen algunas de las leyes más comunes del mundo material, creen que pueden juzgar el mundo inmaterial o, mejor dicho, dicen que no existe nada de inmaterial, que todo debe obedecer a esas mismas leyes materiales que llegaron a descubrir.
Pero vosotros, ¡cristianos! Sabed que no podéis negar nuestra intervención sin que, al mismo tiempo, neguéis al Cristo y a toda la Biblia, porque no hay una única página donde no encontréis trazos del mundo visible en relación con el mundo invisible. Decid entonces: ¿sois o no sois cristianos?
(Otra comunicación, recibida por el Sr. Pêc...)
Cada hombre tiene en sí mismo lo que vosotros llamáis: una voz interior. Es aquello que el Espíritu llama: la conciencia, juez severo que preside todas las acciones de vuestra vida. Cuando el hombre está solo, escucha a esta conciencia y evalúa las cosas en su justo valor; frecuentemente tiene vergüenza de sí mismo: en este momento reconoce a Dios. Pero la ignorancia –fatal consejera– lo arrastra y le pone la máscara del orgullo; ante vosotros, él se presenta engreído en su vacuidad, buscando engañaros con el aplomo que aparenta. Pero el hombre de corazón recto no tiene soberbia en la cabeza; escucha con provecho las palabras del sabio; siente que no es nada, y que Dios es todo; busca instruirse en el libro de la Naturaleza, escrito por la mano del Creador. Eleva su Espíritu y expele de su envoltura las pasiones materiales que a menudo os extravían. Una pasión que os domina es un guía peligroso: recordad esto, amigo. Dejad reír al escéptico: su risa se extinguirá; a la hora extrema, el hombre se vuelve creyente. De esta manera, piensa siempre en Dios, porque únicamente Él no se equivoca. Recuerda que apenas existe un camino que conduce hacia Él: la fe y el amor a los semejantes.
Un antiguo carretero
El Sr. V..., excelente médium, es un joven que generalmente se distingue por la buena cualidad de sus relaciones con el mundo espiritual. Sin embargo, desde que ocupa el cuarto en que actualmente reside, un Espíritu inferior interfiere en sus comunicaciones e incluso se interpone en sus trabajos personales. Al encontrarse una noche (el 6 de septiembre de 1859) en la casa del Sr. Allan Kardec, con quien debía trabajar, fue importunado por aquel Espíritu que le hacía trazar cosas incoherentes y que le impedía de escribir. Entonces, al dirigirse a este Espíritu, el Sr. Allan Kardec tuvo con él la siguiente conversación:
1. ¿Por qué vienes aquí cuando nadie te llamó? –Resp. Yo quiero atormentarlo.
2. ¿Quién eres tú? Dinos tu nombre. –Resp. No lo diré.
3. ¿Cuál es tu objetivo al interferir en lo que no te corresponde? Esto no trae provecho para nadie. –Resp. No, pero le impido tener buenas comunicaciones, y sé que esto lo entristece bastante.
4. Eres un Espíritu malo, ya que te complaces en hacer el mal. En nombre de Dios, te intimo a retirarte y a dejarnos trabajar con tranquilidad. –Resp. ¿Crees que me das miedo con tu voz grave?
5. Si no tienes miedo de mí, por cierto lo tendrás de
Dios, en nombre del cual te hablo, y que bien podrá hacer que te arrepientas de tu maldad. –Resp. No nos irritemos, burgués.
6. Te repito que eres un Espíritu malo y una vez más te pido que no nos impidas trabajar. –Resp. Soy lo que soy: es mi naturaleza.
Al haber sido llamado un Espíritu superior, y al habérsele solicitado que alejase a este intruso para no interrumpir el trabajo, el Espíritu malo probablemente se fue, porque durante el resto de la noche no hubo ninguna interrupción más. Al ser interrogado sobre la naturaleza de este Espíritu, aquél respondió:
Este Espíritu, que es de la más baja clase, es un antiguo carretero, fallecido no lejos de la casa donde reside V... (el médium). Eligió como domicilio el propio cuarto del médium y desde hace tiempo es él que incesantemente lo obsesa, atormentándolo continuamente. Ahora que sabe que V..., por orden de los Espíritus superiores, debe dejar su residencia, él lo atormenta más que nunca. Esta es entonces una prueba de que el médium no escribe su propio pensamiento. Ves así que hay buenas cosas, inclusive en las más desagradables aventuras de la vida. Dios revela su poder por todos los medios posibles.
–¿Cuál era el carácter de este hombre, cuando encarnado? –Resp. Todo lo que más se aproxima al de un animal. Creo que sus caballos tenían más inteligencia y sentimientos que él.
–¿Por cuál medio puede el Sr. V... desembarazarse de él? –Resp. Hay dos: el medio espiritual, que es pidiéndole a Dios, y el medio material, que es dejando la casa en la cual está.
–¿Entonces hay realmente lugares frecuentados por ciertos Espíritus? –Resp. Sí, Espíritus que todavía están bajo la influencia de la materia se vinculan a ciertos lugares.
–Los Espíritus que frecuentan ciertos lugares, ¿pueden volverlos fatalmente funestos o propicios para las personas que los habitan? –Resp. ¿Quién podría impedirlos? Como desencarnados, ellos ejercen su influencia como Espíritus; como encarnados, la ejercen como hombres.
–Alguien que no fuera médium, que incluso nunca hubiese oído hablar de Espíritus o que no creyera en ellos, ¿podría sufrir esta influencia y ser el blanco de las molestias ocasionadas por esos Espíritus? –Resp. Indudablemente; esto sucede más a menudo de lo que pensáis, y explica muchas cosas.
–¿Hay algún fundamento en la creencia de que los Espíritus frecuentan preferentemente las ruinaso las casas abandonadas? –Resp. Es una superstición.
–¿Entonces los Espíritus frecuentarán tanto una casa nueva de la calle Rívoli como una vieja casucha? –Resp. Ciertamente, porque pueden ser atraídos hacia un lugar en vez de otro, de acuerdo con la disposición de espíritu de sus habitantes.
Al haber sido evocado en la Sociedad –por intermedio del Sr. R...– el citado carretero en Espíritu, éste se manifestó a través de señales de violencia, quebrando los lápices que clavaba en el papel con fuerza, y escribiendo con una letra gruesa, trémula, irregular y poco legible.
1. Evocación. –Resp. Estoy aquí.
2. ¿Reconocéis el poder de Dios sobre vos? –Resp. Sí, ¿y qué?
3. ¿Por qué habéis elegido el cuarto del Sr. V... en vez de otro? –Resp. Eso me agrada.
4. ¿Permaneceréis allí por mucho tiempo? –Resp. Mientras me sienta bien.
5. ¿Entonces no tenéis intención de mejoraros? –Resp. Veremos; tengo tiempo.
6. ¿Estáis contrariado porque os hemos llamado? –Resp. Sí.
7. ¿Qué hacíais cuando os llamamos? –Resp. Yo estaba en la taberna.
8. ¿Estabais bebiendo? –Resp. ¡Qué tontería! ¡Cómo podría beber!
9. ¿Qué quisisteis decir al hablar de la taberna? –Resp. Quise decir lo que he dicho.
10. Cuando estabais encarnado, ¿maltratabais a vuestros caballos? –Resp. ¿Sois, pues, guardia municipal?
11. ¿Queréis que oremos por vos? –Resp. ¿Lo haríais?
12. Ciertamente; nosotros oramos por todos los que sufren, porque tenemos piedad de los infelices y porque sabemos que la misericordia de Dios es grande. –Resp. ¡Oh, bueno! A pesar de todo sois buenos individuos; me gustaría poder daros un apretón de manos. Voy a intentar merecerlo. ¡Gracias!
Nota – Esta conversación confirma lo que la experiencia ya ha probado muchas veces, en lo tocante a la influencia que los hombres pueden ejercer sobre los Espíritus, y por medio de la cual pueden contribuir para su mejoría. Muestra la influencia de la oración. Así, esa naturaleza bruta, arisca y casi salvaje se hace como más dócil con la idea de que alguien pueda demostrarle interés. Nosotros tenemos numerosos ejemplos de criminales que vinieron a comunicarse espontáneamente a través de los médiums que habían orado por ellos, a fin de testimoniarles su arrepentimiento.
A las observaciones anteriores agregaremos las siguientes consideraciones sobre la evocación de Espíritus inferiores.
Hemos visto a médiums, deseosos de conservar sus buenas relaciones con el Más Allá, rehusarse a servir de intérpretes a los Espíritus inferiores que pueden ser llamados; es de su parte una susceptibilidad mal entendida. Por el hecho de evocar a un Espíritu vulgar, inclusive malo, no significa que uno esté bajo su dependencia; lejos de esto. Al contrario, sois vosotros que lo domináis: no es él que viene a imponerse, contra vuestra voluntad, como en la obsesión; sois vosotros que os imponéis a él. Él no ordena, obedece; sois su juez y no su presa. Además, podéis ser útiles a ellos por vuestros consejos y por vuestras oraciones, y os agradecerán por el interés que les demostráis. Tenderles la mano compasivamente es practicar una buena acción; rehusarse a esto es faltar con la caridad; aún más: es egoísmo y orgullo. Esos seres inferiores son también para nosotros una gran enseñanza; ha sido a través de ellos que hemos aprendido a conocer las camadas inferiores del mundo espiritual, así como el destino que aguarda a los que hacen en la Tierra un mal uso de su vida. Notemos, además, que es casi siempre temblando que ellos vienen a las reuniones serias, donde los Espíritus buenos dominan; aquellos sienten vergüenza y se mantienen a la distancia, escuchando para instruirse. A menudo vienen con ese objetivo, sin haber sido llamados; por lo tanto, ¿por qué rehusarse a escucharlos cuando frecuentemente su arrepentimiento y sus sufrimientos son un motivo de edificación o, por lo menos, de instrucción? No hay nada que temer con esas comunicaciones, desde que tengan el propósito del bien. ¿Qué sería de los pobres heridos si los médicos se rehusaran a tocar en sus llagas?
El Sr. V..., excelente médium, es un joven que generalmente se distingue por la buena cualidad de sus relaciones con el mundo espiritual. Sin embargo, desde que ocupa el cuarto en que actualmente reside, un Espíritu inferior interfiere en sus comunicaciones e incluso se interpone en sus trabajos personales. Al encontrarse una noche (el 6 de septiembre de 1859) en la casa del Sr. Allan Kardec, con quien debía trabajar, fue importunado por aquel Espíritu que le hacía trazar cosas incoherentes y que le impedía de escribir. Entonces, al dirigirse a este Espíritu, el Sr. Allan Kardec tuvo con él la siguiente conversación:
1. ¿Por qué vienes aquí cuando nadie te llamó? –Resp. Yo quiero atormentarlo.
2. ¿Quién eres tú? Dinos tu nombre. –Resp. No lo diré.
3. ¿Cuál es tu objetivo al interferir en lo que no te corresponde? Esto no trae provecho para nadie. –Resp. No, pero le impido tener buenas comunicaciones, y sé que esto lo entristece bastante.
4. Eres un Espíritu malo, ya que te complaces en hacer el mal. En nombre de Dios, te intimo a retirarte y a dejarnos trabajar con tranquilidad. –Resp. ¿Crees que me das miedo con tu voz grave?
5. Si no tienes miedo de mí, por cierto lo tendrás de
Dios, en nombre del cual te hablo, y que bien podrá hacer que te arrepientas de tu maldad. –Resp. No nos irritemos, burgués.
6. Te repito que eres un Espíritu malo y una vez más te pido que no nos impidas trabajar. –Resp. Soy lo que soy: es mi naturaleza.
Al haber sido llamado un Espíritu superior, y al habérsele solicitado que alejase a este intruso para no interrumpir el trabajo, el Espíritu malo probablemente se fue, porque durante el resto de la noche no hubo ninguna interrupción más. Al ser interrogado sobre la naturaleza de este Espíritu, aquél respondió:
Este Espíritu, que es de la más baja clase, es un antiguo carretero, fallecido no lejos de la casa donde reside V... (el médium). Eligió como domicilio el propio cuarto del médium y desde hace tiempo es él que incesantemente lo obsesa, atormentándolo continuamente. Ahora que sabe que V..., por orden de los Espíritus superiores, debe dejar su residencia, él lo atormenta más que nunca. Esta es entonces una prueba de que el médium no escribe su propio pensamiento. Ves así que hay buenas cosas, inclusive en las más desagradables aventuras de la vida. Dios revela su poder por todos los medios posibles.
–¿Cuál era el carácter de este hombre, cuando encarnado? –Resp. Todo lo que más se aproxima al de un animal. Creo que sus caballos tenían más inteligencia y sentimientos que él.
–¿Por cuál medio puede el Sr. V... desembarazarse de él? –Resp. Hay dos: el medio espiritual, que es pidiéndole a Dios, y el medio material, que es dejando la casa en la cual está.
–¿Entonces hay realmente lugares frecuentados por ciertos Espíritus? –Resp. Sí, Espíritus que todavía están bajo la influencia de la materia se vinculan a ciertos lugares.
–Los Espíritus que frecuentan ciertos lugares, ¿pueden volverlos fatalmente funestos o propicios para las personas que los habitan? –Resp. ¿Quién podría impedirlos? Como desencarnados, ellos ejercen su influencia como Espíritus; como encarnados, la ejercen como hombres.
–Alguien que no fuera médium, que incluso nunca hubiese oído hablar de Espíritus o que no creyera en ellos, ¿podría sufrir esta influencia y ser el blanco de las molestias ocasionadas por esos Espíritus? –Resp. Indudablemente; esto sucede más a menudo de lo que pensáis, y explica muchas cosas.
–¿Hay algún fundamento en la creencia de que los Espíritus frecuentan preferentemente las ruinaso las casas abandonadas? –Resp. Es una superstición.
–¿Entonces los Espíritus frecuentarán tanto una casa nueva de la calle Rívoli como una vieja casucha? –Resp. Ciertamente, porque pueden ser atraídos hacia un lugar en vez de otro, de acuerdo con la disposición de espíritu de sus habitantes.
Al haber sido evocado en la Sociedad –por intermedio del Sr. R...– el citado carretero en Espíritu, éste se manifestó a través de señales de violencia, quebrando los lápices que clavaba en el papel con fuerza, y escribiendo con una letra gruesa, trémula, irregular y poco legible.
1. Evocación. –Resp. Estoy aquí.
2. ¿Reconocéis el poder de Dios sobre vos? –Resp. Sí, ¿y qué?
3. ¿Por qué habéis elegido el cuarto del Sr. V... en vez de otro? –Resp. Eso me agrada.
4. ¿Permaneceréis allí por mucho tiempo? –Resp. Mientras me sienta bien.
5. ¿Entonces no tenéis intención de mejoraros? –Resp. Veremos; tengo tiempo.
6. ¿Estáis contrariado porque os hemos llamado? –Resp. Sí.
7. ¿Qué hacíais cuando os llamamos? –Resp. Yo estaba en la taberna.
8. ¿Estabais bebiendo? –Resp. ¡Qué tontería! ¡Cómo podría beber!
9. ¿Qué quisisteis decir al hablar de la taberna? –Resp. Quise decir lo que he dicho.
10. Cuando estabais encarnado, ¿maltratabais a vuestros caballos? –Resp. ¿Sois, pues, guardia municipal?
11. ¿Queréis que oremos por vos? –Resp. ¿Lo haríais?
12. Ciertamente; nosotros oramos por todos los que sufren, porque tenemos piedad de los infelices y porque sabemos que la misericordia de Dios es grande. –Resp. ¡Oh, bueno! A pesar de todo sois buenos individuos; me gustaría poder daros un apretón de manos. Voy a intentar merecerlo. ¡Gracias!
Nota – Esta conversación confirma lo que la experiencia ya ha probado muchas veces, en lo tocante a la influencia que los hombres pueden ejercer sobre los Espíritus, y por medio de la cual pueden contribuir para su mejoría. Muestra la influencia de la oración. Así, esa naturaleza bruta, arisca y casi salvaje se hace como más dócil con la idea de que alguien pueda demostrarle interés. Nosotros tenemos numerosos ejemplos de criminales que vinieron a comunicarse espontáneamente a través de los médiums que habían orado por ellos, a fin de testimoniarles su arrepentimiento.
A las observaciones anteriores agregaremos las siguientes consideraciones sobre la evocación de Espíritus inferiores.
Hemos visto a médiums, deseosos de conservar sus buenas relaciones con el Más Allá, rehusarse a servir de intérpretes a los Espíritus inferiores que pueden ser llamados; es de su parte una susceptibilidad mal entendida. Por el hecho de evocar a un Espíritu vulgar, inclusive malo, no significa que uno esté bajo su dependencia; lejos de esto. Al contrario, sois vosotros que lo domináis: no es él que viene a imponerse, contra vuestra voluntad, como en la obsesión; sois vosotros que os imponéis a él. Él no ordena, obedece; sois su juez y no su presa. Además, podéis ser útiles a ellos por vuestros consejos y por vuestras oraciones, y os agradecerán por el interés que les demostráis. Tenderles la mano compasivamente es practicar una buena acción; rehusarse a esto es faltar con la caridad; aún más: es egoísmo y orgullo. Esos seres inferiores son también para nosotros una gran enseñanza; ha sido a través de ellos que hemos aprendido a conocer las camadas inferiores del mundo espiritual, así como el destino que aguarda a los que hacen en la Tierra un mal uso de su vida. Notemos, además, que es casi siempre temblando que ellos vienen a las reuniones serias, donde los Espíritus buenos dominan; aquellos sienten vergüenza y se mantienen a la distancia, escuchando para instruirse. A menudo vienen con ese objetivo, sin haber sido llamados; por lo tanto, ¿por qué rehusarse a escucharlos cuando frecuentemente su arrepentimiento y sus sufrimientos son un motivo de edificación o, por lo menos, de instrucción? No hay nada que temer con esas comunicaciones, desde que tengan el propósito del bien. ¿Qué sería de los pobres heridos si los médicos se rehusaran a tocar en sus llagas?
Boletín de la sociedad parisiense de estudios espíritas
Viernes 30 de septiembre de 1859 (Sesión general) Lectura del acta de la sesión del 23 de septiembre.
Presentación del Sr. S..., comerciante, caballero de la Legión de Honor, como miembro titular. Aplazamiento de la admisión para la próxima sesión particular.
Comunicaciones diversas – 1°) Lectura de una comunicación espontánea dada al Sr. R... por el Espíritu Dr. Olivier.
Esta comunicación es notable desde un doble punto de vista: en primer lugar, el mejoramiento moral del Espíritu, que reconoce cada vez más el error de sus opiniones terrestres y que ahora comprende su posición; en segundo lugar, el hecho de su próxima reencarnación, cuyos efectos comienza a sentir por una primera turbación, y que confirma la teoría que ha sido dada sobre la manera con la cual se opera este fenómeno, y la fase que precede a la reencarnación propiamente dicha. Esta turbación, resultado del lazo fluídico que comienza a establecerse entre el Espíritu y el cuerpo que el primero debe animar, vuelve más difícil la comunicación que en su estado de completa libertad; el médium escribe con más lentitud, su mano está pesada y las ideas del Espíritu son menos nítidas. Esta turbación, que va siempre aumentando desde la concepción al nacimiento, es completa al aproximarse este último momento, y sólo se disipa gradualmente algún tiempo después. (Será publicada con las otras comunicaciones del mismo Espíritu.)
2°) Hecho de manifestación física espontánea ocurrido últimamente en París en una casa del faubourg Saint-Germain, y relatado por el Sr. A... Se escuchó un piano durante varios días seguidos sin que nadie lo tocase. Todas las precauciones fueron tomadas para asegurarse que este hecho no era debido a ninguna causa accidental. Un sacerdote, interrogado al respecto, pensó que podría ser un alma en sufrimiento que reclama asistencia y que desea comunicarse.
3°) Asesinato cometido por un niño de siete años y medio, con premeditación y todas las circunstancias agravantes. Este hecho, narrado por varios diarios, prueba en este niño un instinto asesino innato que no pudo ser desarrollado en él ni por la educación, ni por el medio en el cual se encuentra, sólo pudiendo ser explicado por un estado anterior a la existencia actual. Interrogado sobre este asunto, san Luis respondió: «El Espíritu de este niño está casi en el inicio del período humano; solamente ha tenido dos encarnaciones en la Tierra, y antes de su actual existencia pertenecía a las tribus más atrasadas del mundo marítimo. Quiso nacer en un mundo más adelantado, en la esperanza de él mismo avanzar». A la pregunta de saber si la educación podría modificar aquella naturaleza, él respondió: «Esto es difícil, pero posible; sería necesario tomar grandes precauciones, rodearlo de buenas influencias, desarrollarle la razón, pero es de temer que se haga todo lo contrario.»
4°) Lectura de una obra en verso, escrita por una joven a través de su mediumnidad mecánica. Se hubo reconocido que esos versos no eran inéditos, por haber sido hechos por un poeta fallecido hace algunos años. El estado de instrucción de la médium, que ha escrito un gran número de poesías de ese género, no permite suponer de su parte que esto sea un efecto de su memoria; de eso se deduce que el Espíritu que se manifestó ha extraído él mismo los versos de las producciones ya realizadas, y que son totalmente extrañas a la médium. Varios hechos análogos prueban que esta cuestión es posible y, de entre otros, el de uno de los médiums de la Sociedad, a quien un Espíritu dictó un pasaje escrito por el Sr. Allan Kardec, y que éste no había aún comunicado a nadie.
Estudios – 1°) Evocación del negro que sirvió de alimento a sus compañeros en el naufragio del navío Le Constant.
2°) Cuestiones diversas y problemas morales dirigidos a san Luis sobre el hecho anterior. Un debate se establece acerca de este tema, en el cual tomaron parte varios miembros de la Sociedad.
3°) Tres comunicaciones espontáneas fueron obtenidas simultáneamente, por intermedio de tres médiums diferentes: la primera, a través del Sr. R..., firmada por san Vicente de Paúl; la segunda, por el Sr. Ch..., firmada por Privat d’Anglemont, y la tercera, a través de la Srta. H..., firmada por Carlos IX.
4°) Cuestiones diversas dirigidas a Carlos IX. Él promete escribir la historia de su reino, a ejemplo de Luis XI. (Estas diversas comunicaciones están publicadas.)
Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 30 de septiembre.
Presentaciones y admisiones – La Srta. S... y el conde de R..., oficial de la Marina, son presentados como candidatos a miembros titulares.
Admisión de los cinco candidatos presentados en la sesión del 23 de septiembre y de la Srta. S...
El Sr. Presidente hace observar, con respecto a los nuevos miembros presentados, que es muy importante para la Sociedad asegurar sus disposiciones estatutarias. Dice él que no es suficiente que, en general, sean partidarios del Espiritismo; es preciso que simpaticen con su manera de ver. La homogeneidad de principios es la condición sin la cual ninguna sociedad podrá tener vitalidad. Por lo tanto, es necesario conocer la opinión de los candidatos para que de ninguna forma se dejen introducir elementos de discusiones ociosas, que harían perder el tiempo y que podrían degenerar en disensiones. La Sociedad no busca, de manera alguna, el aumento indefinido de sus miembros; ante todo quiere proseguir sus trabajos con calma y recogimiento, razón por la cual debe evitar todo lo que podría perturbarla. Al ser su objeto el estudio de la ciencia, es evidente que cada uno es perfectamente libre para debatir los puntos controvertidos y para emitir su opinión personal; pero otra cosa es dar consejos o llegar con ideas sistemáticas preconcebidas, en oposición a las bases fundamentales. Estamos reunidos para el estudio y la observación, y no para hacer de nuestras sesiones una arena de controversias. Además, sobre este punto, debemos referirnos a los consejos que nos han sido dados en varias circunstancias por los Espíritus que nos asisten, y que incesantemente nos recomiendan la unión como condición esencial para llegar al objetivo que nos proponemos y para obtener su concurso. «La unión hace la fuerza; por lo tanto, sed unidos si queréis ser fuertes; de otro modo, vosotros correréis el riesgo de atraer a los Espíritus ligeros que os engañarán». He aquí por qué no podemos dejar de prestar bastante atención a los elementos que introducimos en nuestro medio.
Designación de tres nuevos dirigentes para las próximas tres sesiones generales.
Comunicaciones diversas – 1°) El Sr. Tug... transmite una nota sobre un hecho curioso de manifestación física, narrado por la Señora Ida Pfeiffer en el relato de su viaje a Java.
2°) El Sr. Pêch... cita un hecho de comunicación espontánea que le es personal, por parte del Espíritu de una mujer que, cuando encarnada, era lavandera y tenía mal carácter. Los sentimientos, como Espíritu, no han cambiado, y ella continuó mostrando un verdadero cinismo de maldad. Sin embargo, los sabios consejos del médium parecen ejercer sobre ella una feliz influencia; sus ideas se modifican sensiblemente.
3°) El Sr. R... presenta una hoja en la cual ha obtenido la escritura directa, producida espontáneamente a la noche, en su casa, después de haberla solicitado en vano durante el día. La hoja, además, no tiene sino dos palabras: Dios, Fenelón.
Estudios – 1°) Evocación de la Sra. Ida Pfeiffer, célebre viajera.
2°) Los tres ciegos, parábola de san Lucas, dada en comunicación espontánea.
3°) El Sr. L. G. escribe de San Petersburgo diciendo que es médium intuitivo, y solicita a la Sociedad que tenga a bien pedir a un Espíritu superior algunos consejos con respecto a él, a fin de esclarecerlo sobre la naturaleza y la extensión de su facultad, para que pueda dirigirse de acuerdo con los mismos. Un Espíritu da espontáneamente –y sin preguntas previas– dichos consejos, los cuales deberán ser transmitidos al Sr. G.
El Presidente de la Sociedad avisa que, a pedido de varios miembros que viven muy lejos, las sesiones comenzarán, de aquí en adelante, a las ocho horas de la noche para poder terminar más temprano.
Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 7 de octubre.
Presentaciones – El Sr. A..., librero, y el Sr. de la R..., propietario, son presentados como miembros titulares. Aplazamiento para la próxima sesión particular.
El Sr. J..., fiscal de contribuciones en el Departamento del Alto Rin, es presentado y admitido como miembro corresponsal.
Comunicaciones diversas – 1°) El Sr. Col... comunica un extracto de la obra intitulada Terre et Ciel, del Sr. Jean Reynaud, donde el autor emite ideas que están completamente de acuerdo con la Doctrina Espírita y con lo que un Espíritu ha dicho últimamente sobre el futuro papel de Francia.
2°) El conde de R... informa una comunicación espontánea de Savonarola, monje dominico, obtenida en una sesión particular. Esta comunicación es notable porque este personaje, aunque desconocido de los asistentes, indicó con precisión la fecha de su muerte, ocurrida en 1498, su edad y su suplicio. Se piensa que podrá ser instructivo evocar a este Espíritu.
3°) Explicación dada por un Espíritu sobre el papel de los médiums, al Sr. P..., antiguo rector de la Academia, siendo él mismo médium. Para comunicarse entre sí, los Espíritus no necesitan de la palabra: les basta el pensamiento. Cuando ellos quieren comunicarse con los hombres, deben traducir su pensamiento en señales humanas, es decir, en palabras; extraen estas palabras del vocabulario del médium de que se sirven, como si fuese en cierto modo de un diccionario. He aquí por qué es más fácil al Espíritu expresarse en el idioma familiar del médium, aunque igualmente pueda hacerlo en un idioma que éste no conozca; pero entonces es un trabajo más difícil, razón por la cual lo evita cuando no hay necesidad. El Sr. P... encuentra en esta teoría la explicación de varios hechos que le son personales, relacionados a comunicaciones que le han sido dadas por diversos Espíritus en latín y en griego.
4°) Hecho relatado por él mismo, respecto de un Espíritu que asistió al entierro de su cuerpo y que, al no creer que estaba desencarnado, pensó que el entierro no le concernía. Él decía: No fui yo el que murió. Después, cuando vio a sus parientes, agregó: Comienzo a creer que bien podríais tener razón, y que es posible que yo no sea más de este mundo; pero me da lo mismo.
5°) El Sr. S... comunica un hecho notable de aviso del Más Allá, relatado por el diario La Patrie del 16 de diciembre de 1858.
6°) Carta del Sr. Bl... de La..., que, después de haber leído en la Revista sobre el fenómeno del desprendimiento del alma durante el sueño, pregunta a la Sociedad si tendría la complacencia de evocarlo un día, junto con su hija que falleció hace dos años, a fin de –como Espíritu– tener con ella una conversación que aún no consiguió como médium.
Estudios – 1°) Evocación de Savonarola, propuesta por el conde de R...
2°) Evocación simultánea, a través de dos médiums diferentes, del Sr. Bl... de La... (encarnado) y de su hija desencarnada hace dos años. Conversación del padre con su hija.
3°) Dos comunicaciones espontáneas son obtenidas simultáneamente: la primera, de san Luis, a través del Sr. L...; la segunda, de la Srta. Clary, a través de su hermano.
Viernes 21 de octubre de 1859 (Sesión particular)
Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 14 de octubre.
Presentaciones y admisiones – El Sr. Lem..., comerciante, y el Sr. Pâq..., doctor en Derecho, son presentados como miembros titulares. La Srta. H... es presentada como miembro honoraria, en razón de su colaboración dada a la Sociedad como médium, concurso que promete continuar en el futuro.
Admisión de los dos candidatos presentados en la sesión del 14 de octubre, y de la Srta. H...
El Sr. S... propone que en el futuro las personas que deseen participar de la Sociedad deberán solicitarlo por escrito, y que les sea enviado un ejemplar del Reglamento.
Lectura de una carta del Sr. Th..., que hace una proposición análoga, motivado por la necesidad de no admitir en la Sociedad sino a las personas que ya conozcan el objeto de sus trabajos y que profesen los mismos principios. Piensa que un pedido por escrito, avalado por la firma de dos miembros que presenten a dichas personas, es una fuerte garantía de las serias intenciones del candidato, que una sencilla solicitación verbal.
Esta proposición fue adoptada por unanimidad en los siguientes términos:
Toda persona que desee participar de la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas, deberá solicitarlo por escrito al Presidente. Este pedido deberá ser firmado por dos miembros que presenten a dicha persona, y relatar: 1°) que el postulante ha tomado conocimiento del Reglamento y que se compromete a observarlo; 2°) las obras que ha leído sobre Espiritismo y su adhesión a los principios de la Sociedad, que son los de El Libro de los Espíritus.
El Sr. Presidente señala la conducta poco conveniente de dos oyentes admitidos en la última sesión general, los cuales perturbaron la tranquilidad de las personas que estaban a su lado, por sus conversaciones y palabras fuera de lugar. Al respecto, recuerda los artículos del Reglamento concernientes a los oyentes e invita nuevamente a los Sres. miembros de la Sociedad a tener una mayor reserva al elegir las personas a quienes ellos dan sus cartas personales de presentación y, sobre todo, que se abstengan absolutamente de darlas a los que sean atraídos por un simple motivo de curiosidad, así como a los que, no teniendo ninguna noción previa de Espiritismo, estén por esto mismo imposibilitados de comprender lo que se hace en la Sociedad. Las sesiones de la Sociedad no son un espectáculo: deben ser asistidas con recogimiento, y aquellos que sólo quieren distracciones, no deben venir a buscarlas en una reunión seria.
El Sr. Th. propone el nombramiento de una Comisión de dos miembros, encargada de examinar la cuestión de las admisiones concedidas a personas extrañas y de proponer las medidas necesarias para prevenir la repetición de abusos.
Los Sres. Th. y Col... son designados para hacer parte de esta Comisión.
Estudios – 1°) Problemas morales y cuestiones diversas dirigidas a san Luis;
2°) El Sr. de R... propone la evocación de su padre por considerarla de utilidad general y no personal, presumiendo que de esto puedan resultar enseñanzas.
Al ser interrogado sobre la posibilidad de esta evocación, san Luis respondió: Podéis hacerlo perfectamente; sin embargo, amigos míos, os haré notar que esta evocación requiere una gran tranquilidad de espíritu; esta noche habéis debatido extensamente asuntos administrativos y creo que sería bueno dejarla para la próxima sesión, puesto que puede ser muy instructiva.
3°) El Sr. Leid... propone la evocación de uno de sus amigos, que era sacerdote cuando encarnado. Interrogado al respecto, san Luis respondió: No; primero, porque el tiempo no lo permite; segundo, como Presidente espiritual de la Sociedad, no veo en esto ningún motivo de instrucción. Será preferible hacer esta evocación en la intimidad.
El Sr. S... pide que sea mencionado en el acta el título de Presidente espiritual, que san Luis consintió en aceptar.
Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 21 de octubre.
Presentación de cinco nuevos candidatos como miembros titulares: el Sr. N..., comerciante, de París; la Sra. Émilie de N..., esposa del anterior; la Sra. viuda de G..., de París; la Srta. de P..., de Estocolmo; la Sra. de L..., de Estocolmo.
Lectura de los artículos del reglamento relacionados con los oyentes y de una noticia para instrucción de las personas extrañas a la Sociedad, a fin de que ellos no se equivoquen con respecto al objeto de los trabajos de la misma.
Comunicaciones – 1°) Lectura de un artículo del Sr. Oscar Comettant sobre el mundo de los Espíritus, publicado en Le Siècle (El Siglo) del 27 de octubre. Refutación de ciertos pasajes de este artículo.
2°) Lectura de un artículo de un nuevo periódico, titulado La Girouette (La Veleta), y publicado en Saint-Étienne. Este artículo ha sido escrito con un espíritu benevolente para con el Espiritismo.
3°) Obsequio a la Sociedad de cuatro poemas traducidos por el Sr. de Porry, de Marsella, autor de Urania, del cual han sido leídos algunos fragmentos. Los referidos poemas son: La cristiana cautiva, Los gitanos, Poltava, El prisionero del Cáucaso.
Serán dirigidos agradecimientos al Sr. de Porry, y las obras mencionadas se pondrán en la biblioteca de la Sociedad.
4°) Lectura de una carta del Sr. Det..., miembro titular, conteniendo diversas observaciones sobre el papel de los médiums, con referencia a la teoría expuesta en la sesión del 14 de octubre, según la cual el Espíritu extraería sus palabras del vocabulario del médium. El Sr. Det... combate esta teoría, al menos desde el punto de vista absoluto, por hechos que vienen a contradecirla. Pide que la cuestión sea seriamente examinada. Será puesta nuevamente en el orden del día.
5°) Lectura de un artículo de la Revue française (Revista Francesa) del mes de abril de 1858, página 416, donde es relatada una conversación de Béranger, de la cual resulta que, cuando encarnado, sus opiniones eran favorables a las ideas espíritas.
6°) El Sr. Presidente transmite a la Sociedad las despedidas de la Sra. Br..., miembro titular, que partió hacia La Habana.
Estudios – 1°) Se propone la evocación de la Sra. Br..., que partió hacia La Habana, y que en este momento se encuentra en el mar, a fin de obtener noticias de ella misma.
Interrogado al respecto, san Luis respondió: su Espíritu está demasiado preocupado esta noche, porque el viento sopla con violencia (era el momento de las grandes tempestades informadas por los diarios), y el cuidado con su conservación ocupa todo su pensamiento. Por el momento el peligro no es grande; pero ¿qué sucederá? Sólo Dios lo sabe.
2°) Evocación del padre del Sr. de R..., propuesta en la sesión del 21 de octubre. De esta evocación resultaría que el caballero de R..., su tío, del cual no se tenía noticias desde hacía cincuenta años, no estaría muerto, y viviría en una isla de Oceanía meridional, donde se habría identificado con las costumbres de los habitantes, no habiendo tenido ocasión de transmitir noticias suyas. (Será publicada.)
3°) Evocación del rey de Kanala (Nueva Caledonia), muerto el 24 de mayo de 1858. Esta evocación revela en este Espíritu una cierta superioridad relativa, y presentó la siguiente característica: una gran dificultad para escribir, a pesar de la aptitud del médium. Anuncia que con el hábito escribirá más fácilmente, lo que es confirmado por san Luis.
4°) Evocación de Mercure Jean, aventurero que apareció en Lyon en 1478 y que fue presentado a Luis XI. Aquél prestó esclarecimientos sobre las facultades sobrenaturales de las que se creía dotado y dio informaciones curiosas acerca del mundo en que habita en este momento. (Será publicada.)
Viernes 4 de noviembre de 1859 (Sesión particular)
Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 28 de octubre.
Admisión de siete candidatos presentados en las dos sesiones precedentes.
Proyecto presentado por la Comisión encargada de estudiar las medidas a ser tomadas para la admisión de oyentes.
Después de un debate en el que participaron varios miembros, la Sociedad decide que la propuesta sea postergada y que provisionalmente se obedezcan las disposiciones del Reglamento; que los Sres. miembros serán invitados a observar rigurosamente las disposiciones que regulan la admisión de oyentes y a abstenerse de manera absoluta de dar cartas personales de presentación a cualquiera que sólo tenga en vista la curiosidad como objeto, y que no posea ninguna noción previa de la ciencia espírita.
A continuación, la Sociedad adopta las dos propuestas siguientes:
1ª) Los oyentes no serán admitidos a las sesiones después de las ocho y quince de la noche, de modo alguno. Las cartas personales de admisión harán mención a esto.
2ª) Todos los años, en la apertura del año social, los miembros honorarios serán sometidos a un nuevo voto de admisión, a fin de que sean cancelados aquellos que ya no cumplan con las condiciones requeridas, y que la Sociedad decida no aceptar más.
El tesorero de la Sociedad presenta el balance semestral del 1° de abril al 1° de octubre, así como los comprobantes de los gastos. El resultado de este balance muestra que la Sociedad tiene un saldo suficiente para hacer frente a sus necesidades. La Sociedad aprueba el balance del tesorero y los recibos que ha presentado.
Comunicaciones diversas – 1º) Carta del Sr. Bl... de La..., en respuesta a la que le fue enviada sobre su evocación y la de su hija. Él constata un hecho que confirma una de las circunstancias de la evocación.
2º) Carta del Sr. Dumas, de Sétif (Argelia), miembro titular, que transmite a la Sociedad un cierto número de comunicaciones que él ha obtenido.
Estudios – 1°) El Sr. P... y el Sr. de R... llaman la atención para una nueva versión en el relato del naufragio del navío Le Constant, publicada por Le Siècle, según la cual resultaría que el negro muerto para ser comido no se habría ofrecido voluntariamente, de manera alguna, como se había dicho en el primer relato. Así, habría una contradicción con las palabras del Espíritu del negro. El Sr. Col... no ve una contradicción, puesto que el mérito atribuido al negro ha sido cuestionado por san Luis, y el propio negro no se ha prevalecido de eso.
2°) Examen de una cuestión propuesta por el Sr. Les... sobre el asombro de los Espíritus después de la muerte. Él piensa que los Espíritus, al haber ya vivido en el estado de Espíritu, no deberían asombrarse con esto. Le ha sido respondido lo siguiente: Este asombro no es más que temporario; depende del estado de turbación que sigue a la muerte; este estado cesa a medida que el Espíritu se desprende de la materia y recobra sus facultades de Espíritu.
3°) Pregunta realizada sobre los sonámbulos lúcidos, que confunden a los Espíritus con los seres corporales. Este hecho es confirmado y explicado por san Luis.
4°) Evocación de Urbain Grandier. Al ser las respuestas muy lacónicas, debido a la falta de hábito del médium, el Espíritu ha dicho que sería más explícito con otro intérprete; una nueva evocación será realizada en otra sesión.
Lectura del acta.
Presentación – El Sr. Pierre D..., escultor en París, es presentado como miembro titular.
Comunicaciones diversas – 1°) Carta del Sr. de T..., conteniendo hechos muy interesantes de manifestaciones visuales y verbales que confirman el estado en que se encuentran ciertos Espíritus que dudan de su propia desencarnación. Uno de los hechos relatados ofrece la particularidad de que el Espíritu en cuestión, aún persistía en esa ilusión después de más de tres meses de su desencarnación. (Este relato será publicado.)
2°) Hechos curiosos y precisos son narrados por el Sr. Van Br..., de La Haya, que le son personales. Él nunca había escuchado hablar de Espíritus y de sus comunicaciones cuando, por una circunstancia inesperada, fue conducido a una reunión espírita en Dordrecht. Las comunicaciones obtenidas en su presencia lo sorprendieron aún más porque él era extraño a esta ciudad, y desconocido de los miembros de esta reunión; una multitud de particularidades, de las cuales sólo él tenía conocimiento, le fueron dichas sobre él y acerca de su posición y la de su familia. Al haber sido evocada su madre, él le preguntó, como prueba de identidad, si ella había tenido varios hijos, a lo que respondió: ¿No sabes, hijo mío, que he tenido once hijos? Y el Espíritu designó a todos por sus nombres y por las fechas de sus respectivos nacimientos. Desde entonces, este señor es un fervoroso adepto, y su hija –una joven de catorce años– se ha vuelto una muy buena médium, pero su mediumnidad presenta singulares particularidades. La mayoría del tiempo ella escribe de un modo invertido, de tal manera que para leer lo que ella obtiene es necesario poner las hojas ante un espejo. También muy a menudo, la mesa sobre la cual se pone a escribir se inclina ante ella en forma de pupitre, permaneciendo en esta posición de equilibrio y sin apoyo, hasta que ella acabe de escribir.
El Sr. Van Br... relata otro hecho curioso y preciso sucedido con un Espíritu que se comunicó con él espontáneamente, bajo el nombre de Dirkse Lammers que, cuando encarnado, se ahorcó en el mismo local donde se realizaba esta comunicación, y en circunstancias cuya exactitud ha sido verificada. (Este relato será publicado, así como la evocación a la que ha dado lugar.)
Estudios – 1°) Examen de la cuestión propuesta por el Sr. Det..., sobre la fuente de donde los Espíritus extraen su vocabulario.
2°) Preguntas acerca de la obsesión de ciertos médiums.
3°) Evocación de Michel François, herrero, quien hizo una revelación a Luis XIV.
4°) Evocación de Dirkse Lammers, cuya historia ha sido contada anteriormente.
5°) Tres comunicaciones espontáneas son obtenidas simultáneamente: la primera por el Sr. R..., firmada por Lamennais; la segunda por el Sr. D... Hijo, intitulada: El niño y el arroyo: parábola, firmada por san Basilio, y la tercera por la Srta. L. J..., firmada por Orígenes.
6°) La Srta. J..., médium dibujante, trazó espontáneamente un conjunto de figuras notable, firmado por el Espíritu Lebrun. (Todas las preguntas y las comunicaciones anteriores serán publicadas.)
Lectura del acta.
Admisión del Sr. Pierre D..., presentado en la última sesión.
Comunicaciones diversas – 1°) Lectura de una comunicación espontánea, obtenida por el Sr. P..., miembro de la Sociedad, y dictada por el Espíritu de su hija.
2°) Detalles sobre la Srta. Désirée Godu, residente en Hennebont (Morbihan), la cual es dotada de una facultad mediúmnica extraordinaria. Ella ha pasado por todas las fases de la mediumnidad; al principio tuvo las más extrañas manifestaciones físicas; después se volvió sucesivamente médium auditiva, psicofónica, vidente y psicógrafa. Hoy, todas sus facultades están concentradas en la cura de los enfermos, que cuida con los consejos de los Espíritus; ella opera curas que en otros tiempos serían consideradas milagrosas. Los Espíritus anuncian que su facultad se desarrollará todavía más; ella comienza a ver las enfermedades internas, por efecto de la segunda vista, sin estar en sonambulismo. (Una noticia será publicada sobre este tema notable.)
Estudios – 1°) Cuestiones acerca de la facultad de la Srta. Désirée Godu.
2°) Evocación de Lamettrie.
3°) Cuatro comunicaciones espontáneas son obtenidas simultáneamente: la primera por el Sr. R..., firmada por san Vicente de Paúl; la segunda por el Sr. Col..., firmada por Platón; la tercera por el Sr. D... Hijo, firmada por Lamennais, y la cuarta por la Srta. H..., firmada por Margarita, llamada la reina Margot.
Lectura del acta.
Comunicaciones diversas – El Dr. Morhéry obsequia a la Sociedad un opúsculo intitulado: Système pratique d’organisation agricole (Sistema práctico de organización agrícola). Aunque esta obra sea ajena al objeto de los trabajos de la Sociedad, será guardada en la biblioteca y serán dirigidos agradecimientos al autor.
Carta del Sr. de T..., completando los hechos de visiones y de apariciones relatados por él en la sesión del 11 de noviembre.
Carta del Sr. conde de R..., miembro titular, que se encuentra en su casa debido a una indisposición, y que se pone a disposición de la Sociedad para que se hagan con él todas las experiencias que se juzguen convenientes, relacionadas con la evocación de personas vivas.
Estudios – 1°) Evocación de Jardin, muerto en Nevers, y que había conservado los restos de su esposa en un reclinatorio. (Será publicada.)
3°) Evocación del Sr. conde de R... Esta evocación, de gran importancia por la extensión de los desarrollos dados con una perfecta precisión y con gran nitidez de ideas, derrama una claridad inmensa sobre el estado del Espíritu separado del cuerpo, y resuelve numerosos problemas psicológicos. Será publicada en el número de la Revista de enero de 1860.
4°) Cuatro comunicaciones espontáneas son obtenidas simultáneamente: la primera dictada por un alma en sufrimiento, por intermedio de la Sra. de B...; la segunda por el Espíritu de Verdad, a través del Sr. R...; la tercera por el Apóstol Pablo, por medio del Sr. Col..., siendo que esta comunicación ha sido firmada en griego; y la cuarta recibida por el Sr. Did... Hijo, firmada por Charlet (el pintor), que anuncia una serie de comunicaciones que deben formar un conjunto.
Viernes 30 de septiembre de 1859 (Sesión general) Lectura del acta de la sesión del 23 de septiembre.
Presentación del Sr. S..., comerciante, caballero de la Legión de Honor, como miembro titular. Aplazamiento de la admisión para la próxima sesión particular.
Comunicaciones diversas – 1°) Lectura de una comunicación espontánea dada al Sr. R... por el Espíritu Dr. Olivier.
Esta comunicación es notable desde un doble punto de vista: en primer lugar, el mejoramiento moral del Espíritu, que reconoce cada vez más el error de sus opiniones terrestres y que ahora comprende su posición; en segundo lugar, el hecho de su próxima reencarnación, cuyos efectos comienza a sentir por una primera turbación, y que confirma la teoría que ha sido dada sobre la manera con la cual se opera este fenómeno, y la fase que precede a la reencarnación propiamente dicha. Esta turbación, resultado del lazo fluídico que comienza a establecerse entre el Espíritu y el cuerpo que el primero debe animar, vuelve más difícil la comunicación que en su estado de completa libertad; el médium escribe con más lentitud, su mano está pesada y las ideas del Espíritu son menos nítidas. Esta turbación, que va siempre aumentando desde la concepción al nacimiento, es completa al aproximarse este último momento, y sólo se disipa gradualmente algún tiempo después. (Será publicada con las otras comunicaciones del mismo Espíritu.)
2°) Hecho de manifestación física espontánea ocurrido últimamente en París en una casa del faubourg Saint-Germain, y relatado por el Sr. A... Se escuchó un piano durante varios días seguidos sin que nadie lo tocase. Todas las precauciones fueron tomadas para asegurarse que este hecho no era debido a ninguna causa accidental. Un sacerdote, interrogado al respecto, pensó que podría ser un alma en sufrimiento que reclama asistencia y que desea comunicarse.
3°) Asesinato cometido por un niño de siete años y medio, con premeditación y todas las circunstancias agravantes. Este hecho, narrado por varios diarios, prueba en este niño un instinto asesino innato que no pudo ser desarrollado en él ni por la educación, ni por el medio en el cual se encuentra, sólo pudiendo ser explicado por un estado anterior a la existencia actual. Interrogado sobre este asunto, san Luis respondió: «El Espíritu de este niño está casi en el inicio del período humano; solamente ha tenido dos encarnaciones en la Tierra, y antes de su actual existencia pertenecía a las tribus más atrasadas del mundo marítimo. Quiso nacer en un mundo más adelantado, en la esperanza de él mismo avanzar». A la pregunta de saber si la educación podría modificar aquella naturaleza, él respondió: «Esto es difícil, pero posible; sería necesario tomar grandes precauciones, rodearlo de buenas influencias, desarrollarle la razón, pero es de temer que se haga todo lo contrario.»
4°) Lectura de una obra en verso, escrita por una joven a través de su mediumnidad mecánica. Se hubo reconocido que esos versos no eran inéditos, por haber sido hechos por un poeta fallecido hace algunos años. El estado de instrucción de la médium, que ha escrito un gran número de poesías de ese género, no permite suponer de su parte que esto sea un efecto de su memoria; de eso se deduce que el Espíritu que se manifestó ha extraído él mismo los versos de las producciones ya realizadas, y que son totalmente extrañas a la médium. Varios hechos análogos prueban que esta cuestión es posible y, de entre otros, el de uno de los médiums de la Sociedad, a quien un Espíritu dictó un pasaje escrito por el Sr. Allan Kardec, y que éste no había aún comunicado a nadie.
Estudios – 1°) Evocación del negro que sirvió de alimento a sus compañeros en el naufragio del navío Le Constant.
2°) Cuestiones diversas y problemas morales dirigidos a san Luis sobre el hecho anterior. Un debate se establece acerca de este tema, en el cual tomaron parte varios miembros de la Sociedad.
3°) Tres comunicaciones espontáneas fueron obtenidas simultáneamente, por intermedio de tres médiums diferentes: la primera, a través del Sr. R..., firmada por san Vicente de Paúl; la segunda, por el Sr. Ch..., firmada por Privat d’Anglemont, y la tercera, a través de la Srta. H..., firmada por Carlos IX.
4°) Cuestiones diversas dirigidas a Carlos IX. Él promete escribir la historia de su reino, a ejemplo de Luis XI. (Estas diversas comunicaciones están publicadas.)
Viernes 7 de octubre de 1859 (Sesión particular)
Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 30 de septiembre.
Presentaciones y admisiones – La Srta. S... y el conde de R..., oficial de la Marina, son presentados como candidatos a miembros titulares.
Admisión de los cinco candidatos presentados en la sesión del 23 de septiembre y de la Srta. S...
El Sr. Presidente hace observar, con respecto a los nuevos miembros presentados, que es muy importante para la Sociedad asegurar sus disposiciones estatutarias. Dice él que no es suficiente que, en general, sean partidarios del Espiritismo; es preciso que simpaticen con su manera de ver. La homogeneidad de principios es la condición sin la cual ninguna sociedad podrá tener vitalidad. Por lo tanto, es necesario conocer la opinión de los candidatos para que de ninguna forma se dejen introducir elementos de discusiones ociosas, que harían perder el tiempo y que podrían degenerar en disensiones. La Sociedad no busca, de manera alguna, el aumento indefinido de sus miembros; ante todo quiere proseguir sus trabajos con calma y recogimiento, razón por la cual debe evitar todo lo que podría perturbarla. Al ser su objeto el estudio de la ciencia, es evidente que cada uno es perfectamente libre para debatir los puntos controvertidos y para emitir su opinión personal; pero otra cosa es dar consejos o llegar con ideas sistemáticas preconcebidas, en oposición a las bases fundamentales. Estamos reunidos para el estudio y la observación, y no para hacer de nuestras sesiones una arena de controversias. Además, sobre este punto, debemos referirnos a los consejos que nos han sido dados en varias circunstancias por los Espíritus que nos asisten, y que incesantemente nos recomiendan la unión como condición esencial para llegar al objetivo que nos proponemos y para obtener su concurso. «La unión hace la fuerza; por lo tanto, sed unidos si queréis ser fuertes; de otro modo, vosotros correréis el riesgo de atraer a los Espíritus ligeros que os engañarán». He aquí por qué no podemos dejar de prestar bastante atención a los elementos que introducimos en nuestro medio.
Designación de tres nuevos dirigentes para las próximas tres sesiones generales.
Comunicaciones diversas – 1°) El Sr. Tug... transmite una nota sobre un hecho curioso de manifestación física, narrado por la Señora Ida Pfeiffer en el relato de su viaje a Java.
2°) El Sr. Pêch... cita un hecho de comunicación espontánea que le es personal, por parte del Espíritu de una mujer que, cuando encarnada, era lavandera y tenía mal carácter. Los sentimientos, como Espíritu, no han cambiado, y ella continuó mostrando un verdadero cinismo de maldad. Sin embargo, los sabios consejos del médium parecen ejercer sobre ella una feliz influencia; sus ideas se modifican sensiblemente.
3°) El Sr. R... presenta una hoja en la cual ha obtenido la escritura directa, producida espontáneamente a la noche, en su casa, después de haberla solicitado en vano durante el día. La hoja, además, no tiene sino dos palabras: Dios, Fenelón.
Estudios – 1°) Evocación de la Sra. Ida Pfeiffer, célebre viajera.
2°) Los tres ciegos, parábola de san Lucas, dada en comunicación espontánea.
3°) El Sr. L. G. escribe de San Petersburgo diciendo que es médium intuitivo, y solicita a la Sociedad que tenga a bien pedir a un Espíritu superior algunos consejos con respecto a él, a fin de esclarecerlo sobre la naturaleza y la extensión de su facultad, para que pueda dirigirse de acuerdo con los mismos. Un Espíritu da espontáneamente –y sin preguntas previas– dichos consejos, los cuales deberán ser transmitidos al Sr. G.
El Presidente de la Sociedad avisa que, a pedido de varios miembros que viven muy lejos, las sesiones comenzarán, de aquí en adelante, a las ocho horas de la noche para poder terminar más temprano.
Viernes 14 de octubre de 1859 (Sesión general)
Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 7 de octubre.
Presentaciones – El Sr. A..., librero, y el Sr. de la R..., propietario, son presentados como miembros titulares. Aplazamiento para la próxima sesión particular.
El Sr. J..., fiscal de contribuciones en el Departamento del Alto Rin, es presentado y admitido como miembro corresponsal.
Comunicaciones diversas – 1°) El Sr. Col... comunica un extracto de la obra intitulada Terre et Ciel, del Sr. Jean Reynaud, donde el autor emite ideas que están completamente de acuerdo con la Doctrina Espírita y con lo que un Espíritu ha dicho últimamente sobre el futuro papel de Francia.
2°) El conde de R... informa una comunicación espontánea de Savonarola, monje dominico, obtenida en una sesión particular. Esta comunicación es notable porque este personaje, aunque desconocido de los asistentes, indicó con precisión la fecha de su muerte, ocurrida en 1498, su edad y su suplicio. Se piensa que podrá ser instructivo evocar a este Espíritu.
3°) Explicación dada por un Espíritu sobre el papel de los médiums, al Sr. P..., antiguo rector de la Academia, siendo él mismo médium. Para comunicarse entre sí, los Espíritus no necesitan de la palabra: les basta el pensamiento. Cuando ellos quieren comunicarse con los hombres, deben traducir su pensamiento en señales humanas, es decir, en palabras; extraen estas palabras del vocabulario del médium de que se sirven, como si fuese en cierto modo de un diccionario. He aquí por qué es más fácil al Espíritu expresarse en el idioma familiar del médium, aunque igualmente pueda hacerlo en un idioma que éste no conozca; pero entonces es un trabajo más difícil, razón por la cual lo evita cuando no hay necesidad. El Sr. P... encuentra en esta teoría la explicación de varios hechos que le son personales, relacionados a comunicaciones que le han sido dadas por diversos Espíritus en latín y en griego.
4°) Hecho relatado por él mismo, respecto de un Espíritu que asistió al entierro de su cuerpo y que, al no creer que estaba desencarnado, pensó que el entierro no le concernía. Él decía: No fui yo el que murió. Después, cuando vio a sus parientes, agregó: Comienzo a creer que bien podríais tener razón, y que es posible que yo no sea más de este mundo; pero me da lo mismo.
5°) El Sr. S... comunica un hecho notable de aviso del Más Allá, relatado por el diario La Patrie del 16 de diciembre de 1858.
6°) Carta del Sr. Bl... de La..., que, después de haber leído en la Revista sobre el fenómeno del desprendimiento del alma durante el sueño, pregunta a la Sociedad si tendría la complacencia de evocarlo un día, junto con su hija que falleció hace dos años, a fin de –como Espíritu– tener con ella una conversación que aún no consiguió como médium.
Estudios – 1°) Evocación de Savonarola, propuesta por el conde de R...
2°) Evocación simultánea, a través de dos médiums diferentes, del Sr. Bl... de La... (encarnado) y de su hija desencarnada hace dos años. Conversación del padre con su hija.
3°) Dos comunicaciones espontáneas son obtenidas simultáneamente: la primera, de san Luis, a través del Sr. L...; la segunda, de la Srta. Clary, a través de su hermano.
Viernes 21 de octubre de 1859 (Sesión particular)
Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 14 de octubre.
Presentaciones y admisiones – El Sr. Lem..., comerciante, y el Sr. Pâq..., doctor en Derecho, son presentados como miembros titulares. La Srta. H... es presentada como miembro honoraria, en razón de su colaboración dada a la Sociedad como médium, concurso que promete continuar en el futuro.
Admisión de los dos candidatos presentados en la sesión del 14 de octubre, y de la Srta. H...
El Sr. S... propone que en el futuro las personas que deseen participar de la Sociedad deberán solicitarlo por escrito, y que les sea enviado un ejemplar del Reglamento.
Lectura de una carta del Sr. Th..., que hace una proposición análoga, motivado por la necesidad de no admitir en la Sociedad sino a las personas que ya conozcan el objeto de sus trabajos y que profesen los mismos principios. Piensa que un pedido por escrito, avalado por la firma de dos miembros que presenten a dichas personas, es una fuerte garantía de las serias intenciones del candidato, que una sencilla solicitación verbal.
Esta proposición fue adoptada por unanimidad en los siguientes términos:
Toda persona que desee participar de la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas, deberá solicitarlo por escrito al Presidente. Este pedido deberá ser firmado por dos miembros que presenten a dicha persona, y relatar: 1°) que el postulante ha tomado conocimiento del Reglamento y que se compromete a observarlo; 2°) las obras que ha leído sobre Espiritismo y su adhesión a los principios de la Sociedad, que son los de El Libro de los Espíritus.
El Sr. Presidente señala la conducta poco conveniente de dos oyentes admitidos en la última sesión general, los cuales perturbaron la tranquilidad de las personas que estaban a su lado, por sus conversaciones y palabras fuera de lugar. Al respecto, recuerda los artículos del Reglamento concernientes a los oyentes e invita nuevamente a los Sres. miembros de la Sociedad a tener una mayor reserva al elegir las personas a quienes ellos dan sus cartas personales de presentación y, sobre todo, que se abstengan absolutamente de darlas a los que sean atraídos por un simple motivo de curiosidad, así como a los que, no teniendo ninguna noción previa de Espiritismo, estén por esto mismo imposibilitados de comprender lo que se hace en la Sociedad. Las sesiones de la Sociedad no son un espectáculo: deben ser asistidas con recogimiento, y aquellos que sólo quieren distracciones, no deben venir a buscarlas en una reunión seria.
El Sr. Th. propone el nombramiento de una Comisión de dos miembros, encargada de examinar la cuestión de las admisiones concedidas a personas extrañas y de proponer las medidas necesarias para prevenir la repetición de abusos.
Los Sres. Th. y Col... son designados para hacer parte de esta Comisión.
Estudios – 1°) Problemas morales y cuestiones diversas dirigidas a san Luis;
2°) El Sr. de R... propone la evocación de su padre por considerarla de utilidad general y no personal, presumiendo que de esto puedan resultar enseñanzas.
Al ser interrogado sobre la posibilidad de esta evocación, san Luis respondió: Podéis hacerlo perfectamente; sin embargo, amigos míos, os haré notar que esta evocación requiere una gran tranquilidad de espíritu; esta noche habéis debatido extensamente asuntos administrativos y creo que sería bueno dejarla para la próxima sesión, puesto que puede ser muy instructiva.
3°) El Sr. Leid... propone la evocación de uno de sus amigos, que era sacerdote cuando encarnado. Interrogado al respecto, san Luis respondió: No; primero, porque el tiempo no lo permite; segundo, como Presidente espiritual de la Sociedad, no veo en esto ningún motivo de instrucción. Será preferible hacer esta evocación en la intimidad.
El Sr. S... pide que sea mencionado en el acta el título de Presidente espiritual, que san Luis consintió en aceptar.
Viernes 28 de octubre de 1859 (Sesión general)
Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 21 de octubre.
Presentación de cinco nuevos candidatos como miembros titulares: el Sr. N..., comerciante, de París; la Sra. Émilie de N..., esposa del anterior; la Sra. viuda de G..., de París; la Srta. de P..., de Estocolmo; la Sra. de L..., de Estocolmo.
Lectura de los artículos del reglamento relacionados con los oyentes y de una noticia para instrucción de las personas extrañas a la Sociedad, a fin de que ellos no se equivoquen con respecto al objeto de los trabajos de la misma.
Comunicaciones – 1°) Lectura de un artículo del Sr. Oscar Comettant sobre el mundo de los Espíritus, publicado en Le Siècle (El Siglo) del 27 de octubre. Refutación de ciertos pasajes de este artículo.
2°) Lectura de un artículo de un nuevo periódico, titulado La Girouette (La Veleta), y publicado en Saint-Étienne. Este artículo ha sido escrito con un espíritu benevolente para con el Espiritismo.
3°) Obsequio a la Sociedad de cuatro poemas traducidos por el Sr. de Porry, de Marsella, autor de Urania, del cual han sido leídos algunos fragmentos. Los referidos poemas son: La cristiana cautiva, Los gitanos, Poltava, El prisionero del Cáucaso.
Serán dirigidos agradecimientos al Sr. de Porry, y las obras mencionadas se pondrán en la biblioteca de la Sociedad.
4°) Lectura de una carta del Sr. Det..., miembro titular, conteniendo diversas observaciones sobre el papel de los médiums, con referencia a la teoría expuesta en la sesión del 14 de octubre, según la cual el Espíritu extraería sus palabras del vocabulario del médium. El Sr. Det... combate esta teoría, al menos desde el punto de vista absoluto, por hechos que vienen a contradecirla. Pide que la cuestión sea seriamente examinada. Será puesta nuevamente en el orden del día.
5°) Lectura de un artículo de la Revue française (Revista Francesa) del mes de abril de 1858, página 416, donde es relatada una conversación de Béranger, de la cual resulta que, cuando encarnado, sus opiniones eran favorables a las ideas espíritas.
6°) El Sr. Presidente transmite a la Sociedad las despedidas de la Sra. Br..., miembro titular, que partió hacia La Habana.
Estudios – 1°) Se propone la evocación de la Sra. Br..., que partió hacia La Habana, y que en este momento se encuentra en el mar, a fin de obtener noticias de ella misma.
Interrogado al respecto, san Luis respondió: su Espíritu está demasiado preocupado esta noche, porque el viento sopla con violencia (era el momento de las grandes tempestades informadas por los diarios), y el cuidado con su conservación ocupa todo su pensamiento. Por el momento el peligro no es grande; pero ¿qué sucederá? Sólo Dios lo sabe.
2°) Evocación del padre del Sr. de R..., propuesta en la sesión del 21 de octubre. De esta evocación resultaría que el caballero de R..., su tío, del cual no se tenía noticias desde hacía cincuenta años, no estaría muerto, y viviría en una isla de Oceanía meridional, donde se habría identificado con las costumbres de los habitantes, no habiendo tenido ocasión de transmitir noticias suyas. (Será publicada.)
3°) Evocación del rey de Kanala (Nueva Caledonia), muerto el 24 de mayo de 1858. Esta evocación revela en este Espíritu una cierta superioridad relativa, y presentó la siguiente característica: una gran dificultad para escribir, a pesar de la aptitud del médium. Anuncia que con el hábito escribirá más fácilmente, lo que es confirmado por san Luis.
4°) Evocación de Mercure Jean, aventurero que apareció en Lyon en 1478 y que fue presentado a Luis XI. Aquél prestó esclarecimientos sobre las facultades sobrenaturales de las que se creía dotado y dio informaciones curiosas acerca del mundo en que habita en este momento. (Será publicada.)
Viernes 4 de noviembre de 1859 (Sesión particular)
Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 28 de octubre.
Admisión de siete candidatos presentados en las dos sesiones precedentes.
Proyecto presentado por la Comisión encargada de estudiar las medidas a ser tomadas para la admisión de oyentes.
Después de un debate en el que participaron varios miembros, la Sociedad decide que la propuesta sea postergada y que provisionalmente se obedezcan las disposiciones del Reglamento; que los Sres. miembros serán invitados a observar rigurosamente las disposiciones que regulan la admisión de oyentes y a abstenerse de manera absoluta de dar cartas personales de presentación a cualquiera que sólo tenga en vista la curiosidad como objeto, y que no posea ninguna noción previa de la ciencia espírita.
A continuación, la Sociedad adopta las dos propuestas siguientes:
1ª) Los oyentes no serán admitidos a las sesiones después de las ocho y quince de la noche, de modo alguno. Las cartas personales de admisión harán mención a esto.
2ª) Todos los años, en la apertura del año social, los miembros honorarios serán sometidos a un nuevo voto de admisión, a fin de que sean cancelados aquellos que ya no cumplan con las condiciones requeridas, y que la Sociedad decida no aceptar más.
El tesorero de la Sociedad presenta el balance semestral del 1° de abril al 1° de octubre, así como los comprobantes de los gastos. El resultado de este balance muestra que la Sociedad tiene un saldo suficiente para hacer frente a sus necesidades. La Sociedad aprueba el balance del tesorero y los recibos que ha presentado.
Comunicaciones diversas – 1º) Carta del Sr. Bl... de La..., en respuesta a la que le fue enviada sobre su evocación y la de su hija. Él constata un hecho que confirma una de las circunstancias de la evocación.
2º) Carta del Sr. Dumas, de Sétif (Argelia), miembro titular, que transmite a la Sociedad un cierto número de comunicaciones que él ha obtenido.
Estudios – 1°) El Sr. P... y el Sr. de R... llaman la atención para una nueva versión en el relato del naufragio del navío Le Constant, publicada por Le Siècle, según la cual resultaría que el negro muerto para ser comido no se habría ofrecido voluntariamente, de manera alguna, como se había dicho en el primer relato. Así, habría una contradicción con las palabras del Espíritu del negro. El Sr. Col... no ve una contradicción, puesto que el mérito atribuido al negro ha sido cuestionado por san Luis, y el propio negro no se ha prevalecido de eso.
2°) Examen de una cuestión propuesta por el Sr. Les... sobre el asombro de los Espíritus después de la muerte. Él piensa que los Espíritus, al haber ya vivido en el estado de Espíritu, no deberían asombrarse con esto. Le ha sido respondido lo siguiente: Este asombro no es más que temporario; depende del estado de turbación que sigue a la muerte; este estado cesa a medida que el Espíritu se desprende de la materia y recobra sus facultades de Espíritu.
3°) Pregunta realizada sobre los sonámbulos lúcidos, que confunden a los Espíritus con los seres corporales. Este hecho es confirmado y explicado por san Luis.
4°) Evocación de Urbain Grandier. Al ser las respuestas muy lacónicas, debido a la falta de hábito del médium, el Espíritu ha dicho que sería más explícito con otro intérprete; una nueva evocación será realizada en otra sesión.
Viernes 11 de noviembre de 1859 (Sesión general)
Lectura del acta.
Presentación – El Sr. Pierre D..., escultor en París, es presentado como miembro titular.
Comunicaciones diversas – 1°) Carta del Sr. de T..., conteniendo hechos muy interesantes de manifestaciones visuales y verbales que confirman el estado en que se encuentran ciertos Espíritus que dudan de su propia desencarnación. Uno de los hechos relatados ofrece la particularidad de que el Espíritu en cuestión, aún persistía en esa ilusión después de más de tres meses de su desencarnación. (Este relato será publicado.)
2°) Hechos curiosos y precisos son narrados por el Sr. Van Br..., de La Haya, que le son personales. Él nunca había escuchado hablar de Espíritus y de sus comunicaciones cuando, por una circunstancia inesperada, fue conducido a una reunión espírita en Dordrecht. Las comunicaciones obtenidas en su presencia lo sorprendieron aún más porque él era extraño a esta ciudad, y desconocido de los miembros de esta reunión; una multitud de particularidades, de las cuales sólo él tenía conocimiento, le fueron dichas sobre él y acerca de su posición y la de su familia. Al haber sido evocada su madre, él le preguntó, como prueba de identidad, si ella había tenido varios hijos, a lo que respondió: ¿No sabes, hijo mío, que he tenido once hijos? Y el Espíritu designó a todos por sus nombres y por las fechas de sus respectivos nacimientos. Desde entonces, este señor es un fervoroso adepto, y su hija –una joven de catorce años– se ha vuelto una muy buena médium, pero su mediumnidad presenta singulares particularidades. La mayoría del tiempo ella escribe de un modo invertido, de tal manera que para leer lo que ella obtiene es necesario poner las hojas ante un espejo. También muy a menudo, la mesa sobre la cual se pone a escribir se inclina ante ella en forma de pupitre, permaneciendo en esta posición de equilibrio y sin apoyo, hasta que ella acabe de escribir.
El Sr. Van Br... relata otro hecho curioso y preciso sucedido con un Espíritu que se comunicó con él espontáneamente, bajo el nombre de Dirkse Lammers que, cuando encarnado, se ahorcó en el mismo local donde se realizaba esta comunicación, y en circunstancias cuya exactitud ha sido verificada. (Este relato será publicado, así como la evocación a la que ha dado lugar.)
Estudios – 1°) Examen de la cuestión propuesta por el Sr. Det..., sobre la fuente de donde los Espíritus extraen su vocabulario.
2°) Preguntas acerca de la obsesión de ciertos médiums.
3°) Evocación de Michel François, herrero, quien hizo una revelación a Luis XIV.
4°) Evocación de Dirkse Lammers, cuya historia ha sido contada anteriormente.
5°) Tres comunicaciones espontáneas son obtenidas simultáneamente: la primera por el Sr. R..., firmada por Lamennais; la segunda por el Sr. D... Hijo, intitulada: El niño y el arroyo: parábola, firmada por san Basilio, y la tercera por la Srta. L. J..., firmada por Orígenes.
6°) La Srta. J..., médium dibujante, trazó espontáneamente un conjunto de figuras notable, firmado por el Espíritu Lebrun. (Todas las preguntas y las comunicaciones anteriores serán publicadas.)
Viernes 18 de noviembre de 1859 (Sesión particular)
Lectura del acta.
Admisión del Sr. Pierre D..., presentado en la última sesión.
Comunicaciones diversas – 1°) Lectura de una comunicación espontánea, obtenida por el Sr. P..., miembro de la Sociedad, y dictada por el Espíritu de su hija.
2°) Detalles sobre la Srta. Désirée Godu, residente en Hennebont (Morbihan), la cual es dotada de una facultad mediúmnica extraordinaria. Ella ha pasado por todas las fases de la mediumnidad; al principio tuvo las más extrañas manifestaciones físicas; después se volvió sucesivamente médium auditiva, psicofónica, vidente y psicógrafa. Hoy, todas sus facultades están concentradas en la cura de los enfermos, que cuida con los consejos de los Espíritus; ella opera curas que en otros tiempos serían consideradas milagrosas. Los Espíritus anuncian que su facultad se desarrollará todavía más; ella comienza a ver las enfermedades internas, por efecto de la segunda vista, sin estar en sonambulismo. (Una noticia será publicada sobre este tema notable.)
Estudios – 1°) Cuestiones acerca de la facultad de la Srta. Désirée Godu.
2°) Evocación de Lamettrie.
3°) Cuatro comunicaciones espontáneas son obtenidas simultáneamente: la primera por el Sr. R..., firmada por san Vicente de Paúl; la segunda por el Sr. Col..., firmada por Platón; la tercera por el Sr. D... Hijo, firmada por Lamennais, y la cuarta por la Srta. H..., firmada por Margarita, llamada la reina Margot.
Viernes 25 de noviembre de 1859 (Sesión general)
Lectura del acta.
Comunicaciones diversas – El Dr. Morhéry obsequia a la Sociedad un opúsculo intitulado: Système pratique d’organisation agricole (Sistema práctico de organización agrícola). Aunque esta obra sea ajena al objeto de los trabajos de la Sociedad, será guardada en la biblioteca y serán dirigidos agradecimientos al autor.
Carta del Sr. de T..., completando los hechos de visiones y de apariciones relatados por él en la sesión del 11 de noviembre.
Carta del Sr. conde de R..., miembro titular, que se encuentra en su casa debido a una indisposición, y que se pone a disposición de la Sociedad para que se hagan con él todas las experiencias que se juzguen convenientes, relacionadas con la evocación de personas vivas.
Estudios – 1°) Evocación de Jardin, muerto en Nevers, y que había conservado los restos de su esposa en un reclinatorio. (Será publicada.)
3°) Evocación del Sr. conde de R... Esta evocación, de gran importancia por la extensión de los desarrollos dados con una perfecta precisión y con gran nitidez de ideas, derrama una claridad inmensa sobre el estado del Espíritu separado del cuerpo, y resuelve numerosos problemas psicológicos. Será publicada en el número de la Revista de enero de 1860.
4°) Cuatro comunicaciones espontáneas son obtenidas simultáneamente: la primera dictada por un alma en sufrimiento, por intermedio de la Sra. de B...; la segunda por el Espíritu de Verdad, a través del Sr. R...; la tercera por el Apóstol Pablo, por medio del Sr. Col..., siendo que esta comunicación ha sido firmada en griego; y la cuarta recibida por el Sr. Did... Hijo, firmada por Charlet (el pintor), que anuncia una serie de comunicaciones que deben formar un conjunto.
Los Convulsionarios de Saint-Médard
(Continuación – Ver la RE nov. 1859, pág. 306.)
1. (A san Vicente de Paúl). En la última sesión evocamos al diácono Pâris, que consintió en venir; nos gustaría tener vuestra opinión personal sobre él, como Espíritu. –Resp. Es un Espíritu lleno de buenas intenciones, pero más elevado moralmente que en otros sentidos.
2. ¿Era verdaderamente ajeno –como él dice– a lo que se hacía junto a su tumba? –Resp. Completamente.
3. ¿Podríais decirnos cómo encaráis lo que sucedía con los Convulsionarios? ¿Era un bien o un mal? –Resp. Era un mal en vez de un bien; es fácil percibir esto por la impresión general que esos hechos han producido en los contemporáneos esclarecidos y en sus sucesores.
4. A esta pregunta dirigida a Pâris: «¿Por qué esas curas y todos esos fenómenos cesaron cuando las autoridades se opusieron, clausurando el cementerio? ¿Tendrían, pues, las autoridades más poder que los Espíritus?», su respuesta no nos pareció satisfactoria; ¿qué pensáis vos? –Resp. Él ha dado una respuesta que está más o menos de conformidad con la verdad. Estos hechos eran producidos por Espíritus poco elevados; las autoridades pusieron un término a eso, prohibiendo a los promotores de los mismos que continuaran esas especies de saturnales.
5. Entre los Convulsionarios, algunos se sometían a torturas atroces; ¿cuál era el resultado de esto, sobre sus Espíritus, después de la muerte? –Resp. Prácticamente nulo; no había ningún mérito en esos actos sin resultado útil.
6. Los que sufrían esas torturas parecían insensibles al dolor; ¿había en ellos una simple resignación o insensibilidad real? –Resp. Insensibilidad completa.
7. ¿Cuál era la causa de esta insensibilidad? –Resp. Un efecto magnético.
8. La sobreexcitación moral, al haber llegado a un cierto grado, ¿no podría aniquilar su sensibilidad física? –Resp. Esto sucedía con algunos de ellos y los predisponía a sufrir la comunicación de un estado que en otros había sido provocado artificialmente, porque el charlatanismo ha desempeñado un gran papel en esos hechos extraños.
9. Puesto que esos Espíritus operaban curas y prestaban algunos servicios, ¿cómo, entonces, ellos podían ser de un orden inferior? –Resp. ¿No veis esto todos los días? ¿No recibís a veces consejos excelentes y enseñanzas útiles de ciertos Espíritus poco elevados e incluso ligeros? ¿No pueden ellos intentar hacer algo de bueno como resultado definitivo, con miras a un mejoramiento moral?
10. Os agradecemos las explicaciones que habéis tenido a bien darnos. –Resp. Estoy a vuestra disposición.
(Continuación – Ver la RE nov. 1859, pág. 306.)
1. (A san Vicente de Paúl). En la última sesión evocamos al diácono Pâris, que consintió en venir; nos gustaría tener vuestra opinión personal sobre él, como Espíritu. –Resp. Es un Espíritu lleno de buenas intenciones, pero más elevado moralmente que en otros sentidos.
2. ¿Era verdaderamente ajeno –como él dice– a lo que se hacía junto a su tumba? –Resp. Completamente.
3. ¿Podríais decirnos cómo encaráis lo que sucedía con los Convulsionarios? ¿Era un bien o un mal? –Resp. Era un mal en vez de un bien; es fácil percibir esto por la impresión general que esos hechos han producido en los contemporáneos esclarecidos y en sus sucesores.
4. A esta pregunta dirigida a Pâris: «¿Por qué esas curas y todos esos fenómenos cesaron cuando las autoridades se opusieron, clausurando el cementerio? ¿Tendrían, pues, las autoridades más poder que los Espíritus?», su respuesta no nos pareció satisfactoria; ¿qué pensáis vos? –Resp. Él ha dado una respuesta que está más o menos de conformidad con la verdad. Estos hechos eran producidos por Espíritus poco elevados; las autoridades pusieron un término a eso, prohibiendo a los promotores de los mismos que continuaran esas especies de saturnales.
5. Entre los Convulsionarios, algunos se sometían a torturas atroces; ¿cuál era el resultado de esto, sobre sus Espíritus, después de la muerte? –Resp. Prácticamente nulo; no había ningún mérito en esos actos sin resultado útil.
6. Los que sufrían esas torturas parecían insensibles al dolor; ¿había en ellos una simple resignación o insensibilidad real? –Resp. Insensibilidad completa.
7. ¿Cuál era la causa de esta insensibilidad? –Resp. Un efecto magnético.
8. La sobreexcitación moral, al haber llegado a un cierto grado, ¿no podría aniquilar su sensibilidad física? –Resp. Esto sucedía con algunos de ellos y los predisponía a sufrir la comunicación de un estado que en otros había sido provocado artificialmente, porque el charlatanismo ha desempeñado un gran papel en esos hechos extraños.
9. Puesto que esos Espíritus operaban curas y prestaban algunos servicios, ¿cómo, entonces, ellos podían ser de un orden inferior? –Resp. ¿No veis esto todos los días? ¿No recibís a veces consejos excelentes y enseñanzas útiles de ciertos Espíritus poco elevados e incluso ligeros? ¿No pueden ellos intentar hacer algo de bueno como resultado definitivo, con miras a un mejoramiento moral?
10. Os agradecemos las explicaciones que habéis tenido a bien darnos. –Resp. Estoy a vuestra disposición.
Aforismos espíritas y pensamientos destacados
Los Espíritus buenos aprueban lo que consideran bueno, pero no hacen elogios exagerados. Los elogios excesivos, como todo lo que denota adulación, son señales de inferioridad por parte de los Espíritus.
_______
Los Espíritus buenos no adulan los prejuicios de ninguna naturaleza, ni políticos, ni religiosos; ellos pueden no oponerse bruscamente, porque saben que esto aumentaría la resistencia; pero hay una gran diferencia entre esos cuidados –que podríamos llamar de precauciones oratorias– y la aprobación absoluta que suele darse a las más falsas ideas, de las cuales se sirven los Espíritus obsesores para captar la confianza de aquellos a quienes quieren subyugar al aprovecharse de su punto débil.
_______
Hay personas que tienen una manía singular: encuentran una idea totalmente elaborada por otro, la cual les parece buena y sobre todo provechosa; después se adueñan de la misma, la dan como si fuese de ellos y terminan haciéndose la ilusión de creerse realmente sus autores, declarando que les ha sido robada.
_______
Cierto día un hombre vio una experiencia de electricidad e intentó reproducirla; pero como no tenía los conocimientos requeridos ni los instrumentos necesarios, fracasó. Entonces, sin ir más lejos y sin buscar saber si la causa del fracaso no estaría en sí mismo, declaró que la electricidad no existía y que iba a escribir para demostrarlo.
¿Qué pensaríais de la lógica de quien razonase así? ¿No se parecería a un ciego que, al no poder ver, se pusiera a escribir contra la luz y contra la facultad de la visión? Sin embargo, este es el razonamiento que hemos escuchado acerca de los Espíritus por parte de un hombre que se permite ser espirituoso al respecto; si quiere serlo, que lo sea; pero tener discernimiento es otra cosa. Intenta escribir como médium, pero como no lo consigue, saca la conclusión de que la mediumnidad no existe; ahora bien, según él, si la mediumnidad es una facultad ilusoria, los Espíritus no pueden existir sino en los cerebros de las personas que no tienen juicio. ¡Qué sagacidad!
ALLAN KARDEC
Nota – Con el número del mes de enero de 1860, la Revista Espírita comenzará su tercer año.
Los Espíritus buenos aprueban lo que consideran bueno, pero no hacen elogios exagerados. Los elogios excesivos, como todo lo que denota adulación, son señales de inferioridad por parte de los Espíritus.
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Los Espíritus buenos no adulan los prejuicios de ninguna naturaleza, ni políticos, ni religiosos; ellos pueden no oponerse bruscamente, porque saben que esto aumentaría la resistencia; pero hay una gran diferencia entre esos cuidados –que podríamos llamar de precauciones oratorias– y la aprobación absoluta que suele darse a las más falsas ideas, de las cuales se sirven los Espíritus obsesores para captar la confianza de aquellos a quienes quieren subyugar al aprovecharse de su punto débil.
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Hay personas que tienen una manía singular: encuentran una idea totalmente elaborada por otro, la cual les parece buena y sobre todo provechosa; después se adueñan de la misma, la dan como si fuese de ellos y terminan haciéndose la ilusión de creerse realmente sus autores, declarando que les ha sido robada.
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Cierto día un hombre vio una experiencia de electricidad e intentó reproducirla; pero como no tenía los conocimientos requeridos ni los instrumentos necesarios, fracasó. Entonces, sin ir más lejos y sin buscar saber si la causa del fracaso no estaría en sí mismo, declaró que la electricidad no existía y que iba a escribir para demostrarlo.
¿Qué pensaríais de la lógica de quien razonase así? ¿No se parecería a un ciego que, al no poder ver, se pusiera a escribir contra la luz y contra la facultad de la visión? Sin embargo, este es el razonamiento que hemos escuchado acerca de los Espíritus por parte de un hombre que se permite ser espirituoso al respecto; si quiere serlo, que lo sea; pero tener discernimiento es otra cosa. Intenta escribir como médium, pero como no lo consigue, saca la conclusión de que la mediumnidad no existe; ahora bien, según él, si la mediumnidad es una facultad ilusoria, los Espíritus no pueden existir sino en los cerebros de las personas que no tienen juicio. ¡Qué sagacidad!
Nota – Con el número del mes de enero de 1860, la Revista Espírita comenzará su tercer año.