Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1862

Allan Kardec

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Noviembre

Viaje Espírita en 1862

Acabamos de hacer una visita a algunos de los centros espíritas de Francia, lamentando que el tiempo no nos permitiera ir a donde se nos había manifestado el deseo, ni prolongar nuestra permanencia, en cada localidad, tanto como hubiésemos querido por la acogida amistosa y fraterna que recibimos en todas partes. Durante un viaje de más de seis semanas y un viaje total de seiscientas noventa y tres leguas, paramos en veinte ciudades y asistimos a más de cincuenta reuniones. El resultado fue para nosotros una gran satisfacción moral bajo el doble aspecto, de las observaciones que recogimos y de la constatación del inmenso progreso del Espiritismo.

El relato de este viaje, que recoge principalmente las instrucciones que dimos en los distintos grupos, es demasiado extenso para poder insertarse en la Revista, de la que absorbería casi dos entregas; lo estamos haciendo una publicación separada, en el mismo formato que el periódico, para que pueda adjuntarse a ella si es necesario [1].

De camino visitamos a los poseídos de Morzine, en Saboya; allí también hemos recogido importantes y muy instructivas observaciones sobre las causas y el modo de la obsesión en todos los grados, corroboradas por casos idénticos y aislados y que hemos visto en otras localidades, y sobre los medios de combate. Este será el tema de un artículo especial desarrollado, que teníamos la intención de insertar en este número de la Revista, pero no habiéndonos permitido el tiempo terminarlo lo suficientemente pronto, nos vemos obligados a posponerlo para el próximo número; además, sólo puede ganar si se hace con menos prisa. Desde entonces, varios hechos recientes han arrojado luz sobre esta cuestión, que abre un nuevo horizonte para la patología.

Este artículo dará respuesta a todas las solicitudes de información que con frecuencia nos son dirigidas sobre casos análogos.

Creemos que debemos aprovechar esta circunstancia para rectificar una opinión que nos parece bastante generalizada.

Varias personas, sobre todo en provincias, habían pensado que los gastos de estos viajes corrían a cargo de la Sociedad de París; tuvimos que señalar este error cuando se presentó la ocasión; a los que aún pudieran compartirlo, recordaremos lo que dijimos en otra circunstancia (N° de junio de 1862, pág. 167), que la Sociedad se limita a proveer para sus gastos corrientes, y no tiene reserva; para que ella pudiera reunir capital, tendría que visar lucro; esto es lo que no hace y no quiere hacer, porque la especulación no es su fin, y el número no añade nada a la importancia de su obra; su influencia es enteramente moral y en el carácter de sus reuniones, que dan a los extraños (aquellos que la buscan) la idea de una asamblea grave y seria; este es su medio más poderoso de propaganda. Por lo tanto, no podía prever tal gasto. Los gastos de viaje, como todos los que exigen nuestras relaciones por el Espiritismo, se toman de nuestros recursos personales y de nuestros ahorros, aumentados por el producto de nuestras obras, sin las cuales nos sería imposible hacer frente a todos los gastos que nos son consecuencia del trabajo que hemos emprendido. Esto se dice sin vanidad, pero sólo para rendir homenaje a la verdad y para aclaración de los que imaginan que estamos atesorando.

[1] Folleto grande en 8°, formato y tipografía de la Revista. - Precio: 1 franco, gratuito para toda Francia. (En prensa.)

A nuestros corresponsales

A nuestro regreso encontramos tal correspondencia que tardaríamos no menos de un mes completo en responderla, sin hacer otra cosa; si consideramos que cada día se le suma un nuevo contingente, sin perjuicio de las actuales ocupaciones estrictamente obligatorias, comprenderemos la imposibilidad material en que nos encontramos de bastarnos para tal trabajo. Lo hemos dicho, y lo volvemos a repetir, estamos lejos de quejarnos de la cantidad de cartas que se nos escriben, porque prueban la inmensa extensión que toma la doctrina, y el punto de vista moral y filosófico, bajo el cual, ahora se considera dondequiera que penetra; son archivos preciosos para el Espiritismo; pero de nuevo nos vemos obligados a pedir indulgencia por nuestra inexactitud en la respuesta. Este trabajo solo tomaría el tiempo de dos personas, y estamos solos. En consecuencia, quedan muchas cosas pendientes, y es por ello por lo que se debe el retraso en la publicación de varios trabajos que habíamos anunciado.

Esperemos que llegue un momento en que podamos tener una colaboración asidua y permanente para que todo funcione en conjunto; los Espíritus nos lo prometen; mientras tanto, no hay alternativa, debemos descuidar o la correspondencia, o las otras obras, que aumentan en proporción al crecimiento de la doctrina.


Los misterios del Tour Saint-Michel en Burdeos

Historia de una momia.

En una de las bóvedas de la torre de Saint-Michel, en Burdeos, vemos un cierto número de cadáveres momificados que no parecen datar de más de dos o tres siglos, y que sin duda fueron llevados a este estado por la naturaleza del suelo. Es una de las curiosidades de la ciudad, y que los extranjeros no dejan de visitar. Todos estos cuerpos tienen la piel completamente apergaminada; la mayoría se encuentran en un estado de conservación que permite distinguir los rasgos faciales y la expresión del rostro; varios tienen uñas de notable frescura; algunos todavía tienen retazos de ropa, e incluso cordones muy finos.

Entre estas momias, hay una que llama especialmente la atención; es la de un hombre cuyas contracciones del cuerpo, de la cara y de los brazos levantados a la boca, no dejan duda sobre su tipo de muerte; es evidente que fue enterrado vivo, y que murió en convulsiones de terrible agonía.

Un nuevo periódico de Burdeos publica una novela en serie bajo el título de Misterios de la torre de Saint-Michel. Conocemos esta obra sólo por su nombre, y por las grandes imágenes enlucidas en todos los muros de la ciudad y que representan la bóveda de la torre. No sabemos, pues, con qué espíritu está concebida, ni la fuente de donde el autor extrajo los hechos que relata. El que vamos a relatar tiene al menos el mérito de no ser fruto de la imaginación humana, ya que viene directamente de ultratumba, lo que quizás haga reír mucho al autor en cuestión. Sea como fuere, creemos que este relato no es uno de los episodios menos llamativos de los dramas que debieron tener lugar en estos lugares; será leído con tanto mayor interés por todos los Espíritas, cuanto que contiene en sí mismo una profunda enseñanza; es la historia del hombre enterrado vivo y de otras dos personas que están unidas a él, obtenida en una serie de evocaciones hechas en la Sociedad Espírita de Saint-Jean d'Angély, en el mes de agosto, y que nos contaron durante nuestra visita. En cuanto a la autenticidad de los hechos, nos remitimos a la observación colocada al final de este artículo.

(Saint-Jean d'Angély, 9 de agosto de 1862. - Médium, Sr. Del…, por tipología.)

1. Pregunta al guía protector: ¿Podemos evocar el Espíritu que animó el cuerpo que vemos en la bóveda de la torre de Saint-Michel en Burdeos, y que parece haber sido enterrado vivo? – R. Sí, y que le sea útil para su enseñanza.

2. Evocación. - (El Espíritu manifiesta su presencia.)

3. ¿Podría decirnos cómo se llamaba cuando animaba el cuerpo del que estamos hablando? - R. Guillaume Remone.

4. ¿Fue su muerte una expiación o una prueba que eligió con el propósito de su avance? – R. Dios mío, ¿por qué, en tu bondad, perseguir tu sagrada justicia? Sabéis que la expiación es siempre obligatoria, y que quien ha cometido un delito no puede evitarlo. Estuve en este caso, eso te dice todo. Después de muchos sufrimientos, logré reconocer mis errores y experimenté todo el arrepentimiento necesario para mi regreso a la gracia ante el Eterno.

5. ¿Puede decirnos cuál fue su delito? – R. Yo había asesinado a mi esposa en su cama.


(10 de agosto. - Médium; Sra. Guérin, por escrito.)

6. Cuando, antes de vuestra reencarnación, elegisteis vuestro tipo de pruebas, ¿sabíais que seríais sepultado vivo? - No; sólo sabía que tenía que cometer un crimen atroz que llenaría mi vida de ardiente remordimiento, y que esta vida terminaría en un dolor insoportable. Pronto reencarnaré; Dios se apiadó de mi dolor y de mi arrepentimiento.

Observación. Esta oración: Yo sabía que tenía que cometer un delito, se explica a continuación, preguntas 30 y 31.

7. ¿La justicia procesó a alguien con motivo de la muerte de su esposa? – R. No; creyeran en una muerte súbita; la había asfixiado.

8. ¿Qué motivo lo llevó a este hecho delictivo? – R. Celos.

9. ¿Fuiste enterrado vivo por accidente? – R. Sí.

10. ¿Recuerdas los momentos de tu muerte? – R. Es algo terrible, imposible de describir. Imagínese estar en un hoyo con diez pies de tierra encima de usted, queriendo respirar y jadeando por aire, queriendo gritar, "¡Estoy vivo!" y sentir su voz apagada; verse morir y no poder pedir ayuda; sentirse lleno de vida y tachado de la lista de los vivos; tener sed y no poder beber; sentir las punzadas del hambre y no poder detenerlo; morir en una palabra en una rabia de los condenados.

11 ¿En este momento supremo pensaste que era el comienzo de tu castigo? – R. No pensé en nada. Morí como un loco, chocando con las paredes de mi féretro, queriendo salir y vivir a todo coste.

Observación. Esta respuesta es lógica y se justifica por las contorsiones en las que se ve, al examinar el cadáver, que el individuo debe haber muerto.

12. ¿Tu Espíritu despejado volvió a ver el cuerpo de William Remone? – R. Inmediatamente después de mi muerte, todavía me veía en la tierra.

13 ¿Cuánto tiempo habéis permanecido en este estado, es decir, con vuestro Espíritu pegado a vuestro cuerpo aunque ya no animándolo? – R. Unos quince a dieciocho días.

14. Cuando pudiste dejar tu cuerpo, ¿dónde te encontraste? – R. Me vi rodeado de una multitud de Espíritus como yo, llenos de dolor, sin atreverse a elevar su corazón a Dios, aún apegados a la tierra, y desesperados de recibir su perdón.

Observación. - El Espíritu atado a su cuerpo y sufriendo todavía las torturas de los últimos momentos, encontrándose luego en medio de los Espíritus dolientes, desesperando de su perdón, ¿no es este el infierno con sus lágrimas y su crujir de dientes? ¿Es necesario convertirlo en un horno con llamas y horcas? Esta creencia en la perpetuidad del sufrimiento es, como sabemos, uno de los castigos infligidos a los Espíritus culpables. Este estado dura mientras el Espíritu no se arrepiente, y duraría para siempre si nunca se arrepintiera, porque Dios perdona sólo al pecador arrepentido. Tan pronto como el arrepentimiento entra en su corazón, un rayo de esperanza le hace vislumbrar la posibilidad de poner fin a sus males; pero el arrepentimiento solo no es suficiente; Dios quiere expiación y reparación, y es a través de sucesivas reencarnaciones que Dios da a los Espíritus imperfectos la oportunidad de mejorar. En la erraticidad toman resoluciones que buscan ejecutar en la vida corporal; es así que, con cada existencia, dejando atrás algunas impurezas, logran gradualmente perfeccionarse y dar un paso adelante hacia la bienaventuranza eterna. La puerta de la felicidad, por tanto, nunca se les cierra, sino que la alcanzan en un tiempo más o menos largo, según su voluntad y el trabajo que hacen sobre sí mismos para merecerla.

No se puede admitir la omnipotencia de Dios sin previo conocimiento; por eso uno se pregunta ¿por qué Dios, sabiendo al crear un alma que tenía que caer sin poder recuperarse, la sacó de la nada para dedicarla al tormento eterno? ¿Así que quería crear almas infelices? Esta proposición es insostenible con la idea de bondad infinita que es uno de sus atributos esenciales. Una de dos cosas, o lo sabía o no lo sabía; si no lo supiera, no es todopoderoso; si lo supiera, no es ni justo ni bueno; ahora bien, quitar una partícula de la infinitud de los atributos de Dios, es negar la Divinidad. Todo se reconcilia, por el contrario, con la posibilidad dejada al Espíritu de reparar sus faltas. Dios sabía que en virtud de su albedrío el Espíritu fallaría, pero también sabía que resucitaría; sabía que por tomar el camino equivocado retrasaba su llegada a la meta, pero que tarde o temprano llegaría, y era para hacerlo llegar más rápido que multiplicaba los avisos en su camino; si no los escucha, es más culpable y merece la prolongación de sus pruebas. ¿De estas dos doctrinas cuál es la más racional?

AK.

(11 de agosto.)

15. ¿Le resultarían desagradables nuestras preguntas? – R. Eso me trae recuerdos conmovedores; pero ahora que he vuelto a la gracia por mi arrepentimiento, estoy feliz de poder dar mi vida como ejemplo, para proteger a mis hermanos contra las pasiones que podrían conducirlos como a mí.

16. Vuestra clase de muerte, comparada con la de vuestra mujer, nos hace suponer que se os ha aplicado la pena de la represalia, y que en vuestra persona se han cumplido estas palabras de Cristo: "El que hiere con la espada perecerá con la espada”. Así que, por favor, ¿díganos cómo asfixió a su víctima? – R. En su cama, como decía, entre dos colchones, después de ponerle una mordaza para que no llorara.

17. ¿Gozabas de buena reputación en tu barrio? – R. Sí; Yo era pobre, pero honrado y estimado; mi esposa también era de una familia honorable; y fue una noche, durante la cual los celos me habían tenido despierto, que vi a un hombre salir de su habitación; borracho de ira, y sin saber lo que hacía, fui culpable del crimen que te he revelado.

18. ¿Has vuelto a ver a tu esposa en el mundo de los Espíritus? – R. Fue el primer Espíritu que vino a mi vista, como para reprocharme mi crimen. La vi durante mucho tiempo y también infeliz; es sólo desde que me decida que voy a reencarnar que me deshago de su presencia.

Observación. - La visión constante de las víctimas es uno de los castigos más habituales a los Espíritus criminales. Aquellos que se sumergen en la oscuridad, lo cual es muy común, a menudo no pueden escapar de ella. No ven nada excepto lo que les puede recordar su crimen.

19. ¿Le has pedido que te perdone? – R. No; huíamos unos de otros constantemente, y siempre nos encontrábamos uno frente al otro para torturarnos.

20. Sin embargo, ya que te arrepentiste, ¿era necesario pedir perdón? – R. Tan pronto como me arrepentí, nunca más la volví a ver.

21. ¿Sabes dónde está ella ahora? – R. No sé qué le pasó, pero te será fácil averiguarlo gracias a tu guía espiritual, San Juan Bautista.

22. ¿Cuáles han sido tus sufrimientos como Espíritu? – R. Estaba rodeado de Espíritus desesperados; yo mismo nunca pensé que alguna vez saldría de este estado infeliz; ninguna luz de esperanza brillaba en mi alma endurecida; la vista de mi víctima coronó mi martirio.

23. ¿Cómo fuiste llevado a un mejor estado? – R. De entre mis hermanos desesperados, un día apunté a un propósito que, pronto comprendí, sólo podía alcanzar a través del arrepentimiento.

24. ¿Cuál fue este propósito? – R. Dios, del cual todo ser tiene la idea a pesar de sí mismo.

25. Ya habéis dicho dos veces que pronto reencarnaréis; ¿Es una indiscreción preguntarte qué tipo de pruebas has elegido? – R. La muerte segará a todos los seres que me serán queridos, y yo mismo pasaré por las enfermedades más abyectas.

26. ¿Eres feliz ahora? – R. Relativamente sí, ya que veo el fin de mi sufrimiento; en realidad no.

27. Desde el momento en que caíste en letargo, hasta el momento en que despertaste en tu ataúd, ¿viste y escuchaste lo que sucedía a tu alrededor? – R. Sí, pero tan vagamente que pensé que estaba soñando.

28. ¿En qué año murió? – R. En 1612.

29. (A San Juan Bautista.) ¿No fue G. Remone obligado por el castigo, sin duda, a acudir a nuestra evocación para confesar su crimen? Esto parece seguirse de su primera respuesta, en la que habla de la justicia de Dios. – R. Sí, se vio obligado a hacerlo, pero se resignó voluntariamente a ello cuando vio en él una forma más de agradar a Dios sirviéndole en sus estudios espíritas.

30. Este Espíritu se equivocó indudablemente cuando dijo (pregunta 6): “Sabía que tenía que cometer un crimen”. Probablemente sabía que estaría expuesto a cometer un crimen, pero teniendo su libre albedrío bien podría no sucumbir a la tentación. – R. Se explicó mal; debería haber dicho: “Sabía que mi vida estaría llena de remordimientos”. Era libre de elegir otro tipo de prueba; ahora bien, para tener remordimiento, es necesario suponer que cometería una mala acción.

31. ¿No podríamos admitir que sólo tenía su libre albedrío en un estado errante eligiendo tal o cual prueba, pero que, una vez elegida esta prueba, ya no tenía, como encarnado, la libertad de no cometer la acción, y que el crimen necesariamente debería haber sido cometido por él? – R. Podría evitarlo; su libre albedrío lo tuvo como Espíritu y en estado de encarnado; por lo tanto, pudo resistir, pero sus pasiones lo arrastraron.

Observación. - Es evidente que el Espíritu no se había dado cuenta plenamente de su situación; confundió la prueba, es decir la tentación de hacer, con la acción; y al sucumbir, pudo creer en una acción fatal elegida por él, que no sería racional. El libre albedrío es el privilegio más hermoso del espíritu humano, y una prueba contundente de la justicia de Dios que hace del Espíritu el árbitro de su destino, ya que de él depende acortar sus sufrimientos o prolongarlos por su insensibilidad y su mala voluntad. Suponer que pudiera perder su libertad moral cuando encarnada sería quitarle la responsabilidad de sus actos. Podemos ver de esto que debemos admitir sólo después de un examen maduro ciertas respuestas de los Espíritus, especialmente cuando no están en todos los aspectos en conformidad con la lógica.

AK.

32. ¿Debemos suponer que un Espíritu puede, como prueba, elegir una vida de crímenes, ya que elige el remordimiento, que no es más que la consecuencia de la infracción de la ley divina? – R. Puede elegir la prueba para exponerse a ella, pero, teniendo su libre albedrío, tampoco puede sucumbir. Así G. Remone había elegido una vida llena de penas domésticas que despertarían en él la idea de un crimen, que iba a inundar su vida de remordimiento si lo cumplía. Por lo tanto, quería probar esta prueba para intentar salir victorioso.

Vuestro lenguaje está tan fuera de armonía con la manera de comunicarse de los Espíritus, que sucede muy a menudo que hay que hacer rectificaciones en las frases que os dan los médiums, especialmente los médiums intuitivos; por la combinación de fluidos, les transmitimos la idea de que traducen más o menos bien, según sea más o menos fácil esta combinación entre el fluido de nuestro periespíritu y el fluido animal del médium.

Sra. Remone.

(12 de agosto.)

33. (A San Juan.) ¿Podríamos evocar el Espíritu de la mujer de G. Remone? – R. No; ella está reencarnada.

34. ¿En la tierra? – R. Sí.

35. Si no podemos evocarla como Espíritu errante, ¿no podríamos evocarla encarnada, y vosotros no podríais decirnos cuándo dormirá? -R. Puedes en este momento, porque las noches para este Espíritu son los días para ti.

36. Evocación del Espíritu de la Sra. Remone. - (El Espíritu se manifiesta.)

37. ¿Recuerdas la existencia en la que te llamaban señora Remone? – R. Sí; ¡Vaya! ¿Por qué me haces recordar mi vergüenza y mi desgracia?

38. Si estas preguntas te causan algún dolor, las detendremos. – R. Te lo ruego.

39. Nuestro objetivo no es molestarte; no te conocemos, y probablemente nunca lo haremos; sólo queremos hacer estudios espirituales. – R. Mi mente está tranquila, ¿por qué quieres agitarla con recuerdos dolorosos? ¿No puedes hacer estudios sobre Espíritus errantes?

40. (A San Juan.) ¿Debemos cesar nuestras preguntas que parecen despertar un recuerdo doloroso en este Espíritu? – R. Le insto a que lo haga; es todavía una niña, y el cansancio de su Espíritu reaccionaría sobre su cuerpo; además, es más o menos la repetición de lo que le dijo su marido.

41. ¿Se han perdonado G. Rémone y su esposa por sus errores? – R. No; para ello deben llegar a un mayor grado de perfección.

42. Si estos dos Espíritus se encontraran en la tierra en estado encarnado, ¿qué sentimientos tendrían el uno por el otro? – R. Solo experimentarían antipatía.

43. G. Rémone al ver de nuevo, como visitante, su cuerpo en la bóveda de Saint-Michel, ¿experimentaría una sensación desconocida para otros curiosos? – R. Sí; pero este sentimiento le parecería muy natural.

44. ¿Ha visto su cuerpo desde que fue levantado del suelo? – R. Sí.

45. ¿Cuáles fueron sus impresiones? - R. Cero; sabéis muy bien que los Espíritus liberados de su envoltura ven las cosas de aquí abajo con ojos diferentes a los de vosotros encarnados.

46. ¿Podríamos obtener alguna información sobre la posición actual de la Sra. Remone? – R. Preguntéis.

47. ¿Cuál es su sexo hoy? – R. Una mujer.

48. ¿Su país natal? – R. Ella es la hija de un rico comerciante de las Indias Occidentales.

49. Las Indias Occidentales pertenecen a varias potencias; ¿Cuál es su nación? – R. Vive en La Habana.

50. ¿Podríamos saber su nombre? – R. No preguntes.

51. ¿Qué edad tiene? – R. Once años.

52. ¿Cuáles serán sus pruebas? – R. La pérdida de su fortuna; un amor ilegítimo y desesperanzado, unido a la miseria y al trabajo más doloroso.

53. Dices amor ilegítimo; ¿Amará, pues, a su padre, a su hermano o a alguno de los suyos? – R. Amará a un hombre consagrado a Dios, solo y sin esperanza de retorno.

54. Ahora que conocemos las pruebas de este Espíritu, si lo invocáramos de vez en cuando durante su sueño, en los días de sus desdichas, ¿no podríamos darle algún consejo para animarse y poner su esperanza en Dios?; ¿influiría eso en las resoluciones que podría tomar en el estado de vigilia? – R. Muy poco; esta joven ya tiene una imaginación ardiente y una cabeza de hierro.

55. Habéis dicho que, en el país donde ella vive, las noches son para nosotros los días; ahora, entre La Habana y Saint-Jean d'Angély, sólo hay una diferencia de cinco horas y media; como aquí eran las dos a la hora de la evocación, ¿debía estar en La Habana a las ocho y media de la mañana? – R. Bueno, ella todavía estaba durmiendo cuando la mencionaste, mientras que tú habías estado despierto durante mucho tiempo. Uno duerme hasta tarde en estas regiones cuando uno es rico y no tiene nada que hacer.

Observación. - Varias lecciones surgen de esta evocación. Si en la vida exterior de relación el Espíritu encarnado no recuerda su pasado, liberado durante el descanso del cuerpo, recuerda. No hay, pues, solución de continuidad en la vida del Espíritu, quien, en sus momentos de emancipación, puede echar una mirada retrospectiva a sus existencias anteriores, y traer de vuelta una intuición que puede guiarlo en el estado de vigilia.

Ya hemos señalado, en muchas ocasiones, las desventajas que, en el estado de vigilia, presentaría la memoria precisa del pasado. Estas evocaciones nos proporcionan un ejemplo. Se ha dicho que si G. Remone y su esposa se conocieran, sentirían aversión el uno por el otro; ¡Qué sería si recordaran a sus antiguas relaciones! El odio entre ellos inevitablemente despertaría; en lugar de dos seres simplemente antipáticos o indiferentes entre sí, ¡tal vez serían enemigos mortales! Con su ignorancia, son más ellos mismos, y caminan más libremente en el nuevo camino que les toca transitar; el recuerdo del pasado los inquietaría humillándolos ante sus propios ojos y ante los ojos de los demás. El olvido no les hace perder el beneficio de la experiencia, porque nacen con lo que han adquirido en inteligencia y moralidad; son lo que ellos mismos hicieron; es para ellos un nuevo punto de partida. Si a las nuevas pruebas que tendrá que soportar G. Remone se añadiera el recuerdo de los suplicios de su última muerte, sería un suplicio atroz que Dios quiso librarle echando un velo sobre el pasado para él.

AK.
Jacques Noulin.

(15 de agosto.)

56. (A San Juan.) ¿Podemos mencionar al cómplice de la Sra. Remone? – R. Sí.

57. Evocación. - (El Espíritu se manifiesta.)

58. Jura en nombre de Dios que eres el Espíritu del que fue rival de Remone. – R. Lo juraré en nombre de quien tú quieras. – Júralo en el nombre de Dios. - Lo juro en el nombre de Dios.

59. ¿No pareces un Espíritu muy avanzado? – R. Métete en tus propios asuntos y déjame ir.

Observación. ‑ Como no hay puertas cerradas para los Espíritus, si pide que lo dejen ir es porque un poder superior lo obliga a quedarse, sin duda para su educación.

60. Nos ocupamos de nuestros propios asuntos, porque queremos saber cómo en la próxima vida se recompensa la virtud y se castiga el vicio. – R. Sí, querida mía, cada uno recibe premio o castigo, según sus obras; por lo tanto, trate de caminar derecho.

61. Vuestra bravuconería no nos asusta; ponemos nuestra confianza en Dios; pero todavía pareces muy retrasado. – R. Sigo siendo Gros-Jean como antes.

62. ¿No puedes responder preguntas serias con seriedad? – R. ¿Por qué se dirigen a mí, gente seria? Estoy más inclinado a reír que a hacer filosofía; siempre me ha gustado la mesa bien servida, las mujeres amables y el buen vino.

63. (Al ángel de la guarda de la médium.) ¿Puede darnos alguna información sobre este Espíritu? – R. No está lo suficientemente avanzado como para darle buenas razones.

64. ¿Sería peligroso entrar en comunicación con él? ¿Podríamos llevarlo a mejores sentimientos? – R. Le podría beneficiar más a él que a ti. Pruébelo, es posible que pueda convencerlo de que mire las cosas desde otro punto de vista.

65. (Al Espíritu.) ¿Sabes que el Espíritu debe progresar?; ¿que debe, a través de sucesivas encarnaciones, llegar a Dios de quien pareces estar muy lejos? – R. Nunca lo pensé. y luego estoy tan lejos de eso! No quiero emprender un viaje tan largo.

Observación. - He aquí, pues, un Espíritu que, por su ligereza y su falta de avance, no sospecha la reencarnación. Cuando le llegue el momento de reanudar una nueva existencia, ¿qué elección podrá hacer? Evidentemente una elección en relación con su carácter y sus hábitos, con miras a gozar, y no con miras a expiar, hasta que su Espíritu esté lo suficientemente desarrollado para comprender las consecuencias. Es la historia del niño inexperto que se lanza temerariamente a todas las aventuras y que adquiere experiencia a su cargo. Recordemos aquí que, para los Espíritus retrasados, incapaces de hacer una elección con conocimiento de causa, existen encarnaciones obligatorias.
A.K.

66. ¿Conocías a G. Remone? – R. Sí, de verdad, pobre diablo…

67. ¿Sospechó que él había matado a su esposa? – R. Era un poco egoísta, preocupándome más por mí que por los demás. cuando supe de su muerte, la lamenté sinceramente y no busqué la causa.

68. ¿Cuál era su posición entonces? – R. Yo era un pobre secretario del alguacil; un mensajero como dices hoy.

69. Después de la muerte de esta mujer, ¿alguna vez pensó en ella? – R. No me recuerdes todo eso.

70. Queremos recordarte esto, porque te ves mejor de lo que te haces a ti mismo. – R. A veces sí que lo pensaba, pero como no me preocupaba con mi naturaleza, el recuerdo pasó como un relámpago, sin dejar rastro.

71. ¿Cuál era tu nombre? – R. Eres muy curioso, y si no me hubiera obligado, ya te hubiera dejado en la estacada con tu moral y tus sermones.

72. Vosotros vivisteis en una época religiosa; ¿Nunca has orado por esta mujer a la que amabas? – R. Es así.

73. ¿Has vuelto a ver a G. Remone y su esposa en el mundo de los Espíritus? – R. Fui a buscar buenos niños como yo, y cuando esos llorones quisieron mostrarse, les di la espalda. No me gusta hacerme daño, y...

74. Continúa. – R. No soy tan hablador como tú; me detendré ahí, si no te importa.

75. ¿Estás feliz hoy? – R. ¿Por qué no? Me divierto en hacer bromas para los que no lo sospechan, y que creen tratar con buenos Espíritus; desde que nos han cuidado, hemos estado haciendo buenos trucos.

76. Esto no es felicidad; la prueba de que no eres feliz es que dijiste que te obligaron a venir; ahora bien, no es ser feliz verse obligado a hacer lo que desagrada. – R. ¿No tenemos siempre superiores? eso no te impide ser feliz. Cada uno lleva su felicidad donde la encuentra.

77. Podéis, con algún esfuerzo, especialmente a través de la oración, alcanzar la felicidad de quienes os mandan. – R. No pensé en eso. me harás ambicioso. ¿No me estás engañando, siempre? No molestéis a mi pobre Espíritu por nada.

78. No os engañamos; así que trabaja en tu avance. – R. Tienes que meterte en demasiadas molestias, y yo soy perezoso.

79. Cuando somos perezosos, le pedimos a un amigo que nos ayude; así te ayudaremos; rezaremos por ti. – R. Reza pues, para que yo mismo me decida a rezar.

80. Rezaremos, pero ores de tu parte. – R. ¿Crees que si rezara eso me daría ideas en la línea de las tuyas?

81. Sin duda; pero orad de vuestro lado; te evocaremos el jueves 21, para ver los progresos que habrás hecho y para darte un consejo, si te puede ser de agrado. – R. Adiós entonces.

82. ¿Nos dirás tu nombre ahora? - R. Jacques Noulin.

Al día siguiente se invocó nuevamente al Espíritu y se le hicieron varias preguntas sobre la Sra. Remone; sus respuestas fueron poco edificantes y del tipo de las primeras. San Juan, consultado, respondió: “Hicisteis mal en perturbar este Espíritu y despertar en él la idea de sus antiguas pasiones. Hubiera sido mucho mejor esperar el día señalado; estaba en un nuevo problema para él; vuestra evocación lo había arrojado a ideas de un orden muy diferente de sus ideas habituales; aún no había podido tomar una decisión muy positiva, pero se estaba preparando para probar la oración. Déjalo hasta el día que le hayas indicado; hasta entonces, si escucha a los buenos Espíritus que quieren ayudaros en vuestra buena obra, podéis obtener algo de él.”

(Jueves 21.)

83. (A San Juan.) Desde nuestra última evocación, ¿ha reparado Jacques Noulin? – R. Oró, y la luz vino a su alma: ahora cree que está destinado a ser mejor y está listo para trabajar en ello.

84. ¿Qué camino debemos seguir por su causa? – R. Pregúntale el estado actual de su alma, y haz que mire dentro de sí mismo, para que se dé cuenta de su cambio.

85. (A Jacques Noulin.) ¿Lo has pensado, como nos prometiste, y nos puedes decir cuál es tu forma de ver las cosas hoy? – R. En primer lugar, quiero darle las gracias. me has ahorrado muchos años de ceguera. Desde hace unos días he comprendido que Dios es mi meta; que debo hacer todo lo posible para hacerme digno de llegar a él. Se abre una nueva era para mí; la oscuridad se ha disipado y ahora veo el camino que debo seguir. Mi corazón está lleno de esperanza y sostenido por los buenos Espíritus que vienen en ayuda de los débiles. Voy a caminar por este nuevo camino donde ya he encontrado la tranquilidad y que me debe llevar a la felicidad.

86. ¿Eras verdaderamente feliz, como nos dijiste? – R. Era muy infeliz. Lo veo ahora, pero me encontré feliz como todos aquellos que no miran por encima de sí mismos. No pensé en el futuro; iba, como en la tierra, a ser descuidado, sin darme la molestia de pensar seriamente. ¡Vaya! ¡Cómo deploro la ceguera que me ha hecho perder un tiempo tan precioso! Hiciste un amigo, no lo olvides. Llámame cuando quieras, y si puedo, vendré.

87. ¿Qué piensan de vuestra disposición los Espíritus con los que os juntáis? – R. Se ríen de mí que escuchaba a los buenos Espíritus cuya presencia y consejo todos odiábamos.

88. ¿Le permitirían ir a verlos de nuevo? – R. Solo me preocupa mi avance; además, los ángeles buenos que me vigilan y que me rodean con su cuidado ya no me permiten mirar atrás sino para mostrarme cuál fue mi humillación.

Observación. - Ciertamente no hay medios materiales para determinar la identidad de los Espíritus que se manifestaron en las evocaciones anteriores, por lo que no lo afirmaremos de manera absoluta. Hacemos esta reserva para aquellos que creerían que aceptamos ciegamente todo lo que viene de los Espíritus; más bien pecamos por un exceso de desconfianza; es que debemos tener cuidado de no dar como verdad absoluta lo que no se puede controlar; ahora bien, a falta de pruebas positivas, debemos limitarnos a advertir la posibilidad y buscar pruebas morales a falta de pruebas físicas. En el hecho de que se trata, las respuestas tienen un evidente carácter de probabilidad y sobre todo de alta moralidad; no vemos ninguna de esas contradicciones, ninguna de esas fallas en la lógica que ofenden el sentido común y revelan el engaño; todo está ligado y enlazado perfectamente, todo concuerda con lo que ya ha demostrado la experiencia; por lo tanto, podemos decir que la historia es al menos probable, que ya es mucho. Lo cierto es que no se trata de una novela inventada por los hombres, sino de una obra medianímica; si fuera un capricho de la mente, sólo podría venir de un Espíritu ligero, porque los Espíritus serios no se divierten con contar cuentos, y los Espíritus ligeros siempre se dejan visible la punta de las orejas. Añadamos que la Sociedad Espírita de Saint-Jean d'Angély es uno de los centros más serios y mejor dirigidos que hemos visto, y que está compuesta sólo por personas tan loables por su carácter como por sus conocimientos, aplicando incluso, si se puede decir así, escrúpulos en exceso; puede juzgarse por la sabiduría y el método con que se plantean y formulan las preguntas; también todas las comunicaciones allí obtenidas atestiguan la superioridad de los Espíritus que se manifiestan. Por lo tanto, las evocaciones anteriores se realizaron en excelentes condiciones, tanto por el entorno como por la naturaleza de los médiums; es al menos para nosotros una garantía de absoluta sinceridad. Agregaremos que la veracidad de este relato nos ha sido atestiguada de la manera más explícita por varios de los mejores médiums de la Sociedad de París.

Considerando la cosa sólo desde el punto de vista moral, surge una seria cuestión. Aquí hay dos Espíritus, Remone y Noulin, extraídos de su situación y llevados a mejores sentimientos por la evocación y los consejos que se les dan. Uno puede preguntarse si habrían permanecido infelices en el caso de que uno no los hubiera evocado, y ¿qué pasa con todos los Espíritus sufrientes que uno no evoca? La respuesta ya está dada en la Historia de un Maldito (Espíritu de Castelnaudary) publicada en la Revista de 1860. Añadiremos que estos dos Espíritus habiendo llegado al momento en que podían ser tocados por el arrepentimiento y recibir la luz, circunstancias providenciales, aunque aparentemente fortuitas, han causado su evocación, ya sea para su bien, o para nuestra instrucción; la evocación era un medio, pero a falta de ella, a Dios no le faltan recursos para acudir en auxilio de los desdichados, y se puede estar seguro de que todo Espíritu que quiere avanzar encuentra siempre auxilio de una forma u otra.

AK.


Un remedio dado por los Espíritus

Este título hará sonreír al incrédulo; ¡Que importa! se reían de muchas otras cosas, lo que no impidió que estas cosas fueran reconocidas como verdades. Los buenos Espíritus se interesan por los sufrimientos de la humanidad; con razón buscan aliviarlos, y en muchas ocasiones han probado que pueden, cuando son lo suficientemente elevados para tener el conocimiento necesario, porque ven lo que los ojos del cuerpo no pueden ver; ellos prevén lo que el hombre no puede prever.

El remedio en cuestión aquí, fue dado en las siguientes circunstancias a la señorita Hermance Dufaux [1], quien nos dio la fórmula con autorización para publicarla en beneficio de quienes la necesiten. Un pariente suyo, muerto hacía mucho tiempo, había traído de América la receta de un ungüento, o mejor aún, un ungüento de maravillosa eficacia para toda clase de llagas o heridas. A su muerte se perdió esta receta; no lo había comunicado. Señorita Dufaux estaba afectada por un dolor de pierna muy grave y muy antiguo, que había resistido todo tratamiento; cansada de haber usado en vano tantos remedios, preguntó un día a su Espíritu protector si no había cura posible para ella. "Sí, respondió; usa el ungüento de tu tío. - Pero sabes muy bien que la receta está perdida. Te la daré, dijo el Espíritu”; luego dictó lo siguiente:

Azafrán 20 centigramos.

Comino 4 gramos.

Cera amarilla 31 a 32 gramos.

Aceite de almendras dulces una cucharada llena.

Derretir la cera y luego agregar el aceite de almendras dulces; añadir el comino y el azafrán encerrados en una bolsita de tela, y dejar hervir a fuego lento durante diez minutos. Para su uso, esta pomada se extiende sobre un trozo de tela y se aplica sobre la parte enferma, renovándola cada día.


Señorita Dufaux habiendo seguido esta prescripción, su pierna se curó en poco tiempo, la piel se reformó, y desde entonces está muy bien y no ha ocurrido ningún accidente.

Su lavandera también se curó felizmente de una enfermedad similar.

Un obrero se había herido con un fragmento de una guadaña que había entrado profundamente en la herida y había producido hinchazón y supuración. Estábamos hablando de hacer la amputación. Por el uso de este ungüento desapareció la hinchazón, cesó la supuración y salió la pieza de hierro de la herida. En ocho días este hombre se puso de pie y pudo reanudar su trabajo.

Aplicado en uñas, abscesos, paroniquias, resulta en poco tiempo y cicatriza inmediatamente. Actúa atrayendo los principios morbosos de la herida que purifica, y provocando, si es necesario, la salida de cuerpos extraños, como astillas de hueso, madera, etc.

Parecería que también es muy efectivo para las costras y en general para todas las afecciones de la piel.

Su composición, como vemos, es muy sencilla, fácil, y en todo caso muy inofensiva; por lo tanto, siempre puede intentarlo sin miedo.

[1] Médium que escribió la historia de Juana de Arco.


Poemas Espíritas (Bordeaux. Medium, Sra. E. Collignon.)

Mi testamento.

Aunque rimado, creo que no es menos bueno,
Pongámonos de acuerdo, en él de lo que me jacto
No es la rima: ella es mala;
Es la mente que... ¡Diablos sea la jerga!
Tampoco es la mente lo que me importa;
Comprende bien si es posible: Sólo el Espíritu da vida,
Así es como tomo la palabra.
Yo que no lo soy, pero que pronto lo seré,
Eso espero, al menos, me gustaría aparecer,
No como un tonto,
Pero como un Espíritu pobre, humilde en mi arrepentimiento,
Poniendo toda mi esperanza en mi Señor,
Y contando, para llegar a la morada de los elegidos,
¡Mucho de su bondad, muy poco de mis virtudes!
Expliquémonos de nuevo, porque siempre me equivoco;
Es la bondad de Dios lo único que invoco aquí;
Entonces, para retomar mi tema,
Antes de ir a escuchar el decreto
Que me abruma o me justifica,
Quiero arreglar, lo mejor que pueda,
Todo cuenta hacia atrás en mi vida.
Hay algunos que en voz baja te confesaré
Abrázame fuerte en mi corazón. Bueno, veamos cómo
Para arreglar todo lo mejor posible.
¡Esto no es un asunto menor entre nosotros!
Primero, cuando mi Espíritu se va de su cuerpo,
Te pido una buena oración
Se puede utilizar como pasaporte.
A los pobres muertos
Que devuelve su polvo a la tierra.
Esto hecho, es en mi funeral
Que nos tenemos que cuidar, y apuesto
Que, sin emocionarte demasiado,
Este será el funeral de los sabios.
Primero, en mi vida, siempre estuve herido
Ver en las tumbas tanto lujo amontonado,
A medida que rendimos a la masa de arcilla
Lo poco de lo que fuimos formados.
¿Por qué molestarse con la gloria fútil?
¡Muchos se han perdido por jactarse demasiado!
La oración de Dios produce clemencia;
Lo creemos; tal es también mi esperanza.
Pero ¿por qué orar más por estos que por aquellos?
¿De qué sirve la parafernalia desplegada para esto?
¿Por qué el desgraciado que muere en la miseria?
¿No tiene él, como yo, este concurso de oración?
¿Por qué entonces extender esta costosa pompa?
¿Quién da a luz a la envidia cuando piensas en ella?
¿Es para engañar al hombre o para ganar el cielo?
¡Si es para engañarlo, anatema a la mentira!
Si es para atraer las gracias del Señor,
Orad primero por aquellos que, privados de la felicidad
Que nos da la riqueza,
Habiendo sufrido mucho, tienen derecho a la generosidad.
¡Que no te cuestan ni un centavo!
Ahora, escúchame bien; ¿Deberíamos llamarlo loco?
Mi pobre Espíritu dejando la tierra,
Quiere subir a Dios, arrullado por la oración
Que viene del corazón,
El único, créanme, que el Señor escucha.
Llévame entonces sin gastos, sin ruido, sin ostentación;
Y, contrariamente a la costumbre,
¡Que tus ojos sean radiantes!
Que en lugar de lágrimas en tus canciones
¡Haz sonar un aire de alegría!
Dudar deja la tristeza.
¡Gracias a Dios! ¡somos creyentes!
No piensen, niños, es la economía
¡Quién me insta a hablar así!
Dinero que tenía poca preocupación
Durante mi vida,
¡Juez después de mi muerte!
quiero devolver
El balance un poco más igualado,
Y este lujo que esparcimos
para dorar la inmundicia del cuerpo,
Hacia los hombres desafortunados para reparar algunos errores.
Quiero esta sábana con que se cubre la muerte,
Se quitarán los adornos.
Por una mano todos nuestros días son acortados.
Es la puerta del Cielo y no la del Louvre
Que a San Pedro mi arrepentimiento
Humildemente pide abrir.
Que de una cruz de madera la elocuencia muda
Del Señor ofendido aparta la venganza.
Que mi alma ascienda en su sencillez,
Y que este oro perdido cubra la desnudez
Del niño, del anciano, mis hermanos en la vida,
Mis iguales en la muerte, tal vez en el cielo,
Aquellos a quienes todos piden de rodillas,
¡Aquellos a quienes llamamos bienaventurados!
Antes de concluir, un saludable consejo
Podría encontrar su lugar aquí:
Que la antorcha de la caridad os encienda;
Ten poco cuidado con el juicio de los necios.
De este engañoso lujo que ostenta el orgulloso
Siempre ten cuidado. Para el corazón nada es igual
La felicidad del deber cumplido.
De los oprimidos lleva la debilidad;
Deja que tu alma responda a cada grito de angustia;
Que encuentre allí un eco dispuesto a repetirlo.
Que vuestra mano, hijos, se apresure a aliviar.
Con la ayuda del poco oro que entre ustedes comparto,
Recoge tesoros para hacer este viaje.
¡Cuyo Espíritu virtuoso, finalmente, nunca regresa!
Siembra muchas bendiciones, cosecha virtudes.
Pídele al Señor su luz más brillante;
Entre los desdichados, busca a tus hermanos,
Y que Dios os conceda, en su gran bondad,
¡No tener otra ley que el Amor y la Caridad!...




Fábulas y poemas diversos.

Por un Espíritu bateador

Aunque la tipología es un medio de comunicación muy lento, con paciencia se pueden obtener obras de larga duración. Sr. Jaubert, de Carcassonne, nos envió amablemente una colección de fábulas y poemas obtenidos por él mediante este proceso. Si no todas son obras maestras, cosa que no puede ofenderse Sr. Jaubert, que no tiene nada que ver con ello, hay algunas muy destacables, aparte del interés que ofrece la fuente de donde proceden. Aquí hay uno que, aunque no forma parte de la colección, puede dar una idea del espíritu de aquel Espíritu bateador. Está dedicado a la Sociedad Espírita de Burdeos por este mismo Espíritu.


El monólogo de un burro.

Fábula.

Un burro, - no confundas,
Nunca chismeo sobre la gente buena, -
Un burro, un verdadero burro, de los que se pueden cortar,
En una palabra, un burro
En la estación, una locomotora deseaba.
Su ojo era brillante, su discurso era rápido.
“¡Eres tú, gritó, tú de quien se dice que estás en reposo!
"Oveja, mi vecina, si creo en las palabras,
“Andas sin caballo, sin burro, sin maniobra;
“Ruges arrastrando tu inmensa serpiente,
“Estos paquetes apilados, este pueblo de madera;
"¡Disparates! En el pasado se podía creer en los milagros.
"¡Los tiempos han cambiado! ¡Bien astuto quien me engaña!
“Yo no confundo un trigo con un campo de alfalfa;
“Dejo el cardo para el pajar.
"Con tus pies de hierro no llegamos muy lejos.
“Tengo mi regla; al feliz buen sentido que confía.
" ¡Tú! ¿caminar sin caballos? ¿sin nosotros? Yo te desafío.”
Burro, ya ves, razón invocada,
Esta antorcha tan a menudo apagada por la arrogancia.
¡Pobre de mí! ¡Cuántos eruditos se parecen a los burros!
Negad, doctores; negar el Espíritu y su poder;
Negar el movimiento, descuidar el motor.
¿Hace el hombre luz eléctrica de la nada?
Toda locomotora necesita vapor;
Evocamos a los muertos... pero necesitamos oración,
Oración desde el corazón.


El Médium y el Doctor Imbroglio

Corre, acércate, Doctor Imbroglio;
La mesa de pedestal va sola; es obvio, es tangible.
- ¡Yo, mira!... quiero probar en un folio
Que la cosa no es posible.

Haremos una observación sobre la calificación dada al Espíritu que dictó los poemas de los que hemos hablado más arriba. Los Espíritus serios repudian con razón la cualidad de Espíritus bateadores: este título sólo conviene a los que podrían llamarse bateadores profesionales, Espíritus frívolos o malévolos, que utilizan los golpes para divertirse o atormentar; los asuntos serios no son de su competencia; pero la tipología es un modo como cualquier otro para las comunicaciones inteligentes, y que los Espíritus más elevados pueden usar a falta de cualquier otro medio, aunque prefieren la escritura, porque responde mejor a la rapidez del pensamiento. Es cierto que, en este caso, no son ellos mismos los que golpean; se limitan a transmitir la idea, y dejan la ejecución material a los Espíritus subordinados, como el escultor deja al practicante el cuidado de tallar el mármol.

La siguiente carta fue dirigida por Sr. Jaubert a Sr. Sabô, de Burdeos; nos complace reproducirla como prueba de los vínculos que se establecen entre los Espíritas de varias localidades, y para edificación de los timoratos.

" Señor,

Agradezco tu carta. Acepto con alegría el título que me ha dado la Sociedad Espírita de Burdeos; lo acepto como premio a mi débil trabajo, a mis profundas convicciones y, ¿por qué no contarlo todo? de mi amargura pasada. Incluso hoy en día, la nueva fe se lleva bastante mal; los eruditos se levantan, los ignorantes los siguen, el clero clama al diablo y unos cuantos creyentes permanecen en silencio. En este siglo de materialismo, de apetitos groseros, de guerras fratricidas, de apego ciego, desmesurado a los reinos de este mundo, Dios interviene; los muertos hablan, nos animan, nos guían; por eso cada uno de nosotros debe, sin temor, inscribir su nombre en la bandera de la santa causa. Seguimos siendo soldados de Cristo; proclamamos la grandeza, la inmortalidad del alma, los lazos palpables que unen a los vivos con los muertos; predicamos el amor y la caridad; ¿Qué debemos temer de los hombres? Ser débil es ser culpable. Por eso, señor, en la medida de mis fuerzas, he aceptado la tarea que Dios y mi conciencia me imponen. Una vez más, gracias por haberme admitido entre vosotros; sé mi intérprete con todos nuestros hermanos de Burdeos, y recibe para ti la seguridad de mis más afectuosos sentimientos.

J.Jaubert,
Vicepresidente del Tribunal Civil.

Observación. - El Espiritismo tiene hoy un buen número de adeptos en las filas del poder judicial y del colegio de abogados, así como entre los funcionarios públicos; pero no todos se atreven todavía a desafiar el miedo de la opinión pública; este miedo, además, se va debilitando cada día, y dentro de poco los risueños estarán bastante sorprendidos de haber colocado, sin ceremonias, en el rango de locos a tantos hombres dignos de elogio por su saber y su posición social.





Disertaciones Espíritas

El duelo. (Burdeos, 21 de noviembre de 1861. - Médium, Sr. Guipon.)

1° Consideraciones generales.

El hombre, o Espíritu encarnado, puede estar en vuestra tierra: en misión, en progresión, en castigo.

Establecido esto, debéis saber, de una vez por todas, que el estado de misión, progresión o castigo debe, a riesgo de repetir su calvario, llegar al fin fijado por los decretos de la suprema justicia.

Adelantarse por sí mismo o por provocación al momento fijado por Dios para el reingreso en el mundo de los Espíritus, es pues un enorme crimen; el duelo es un crimen aún mayor; porque no sólo es un suicidio, sino además un asesinato razonado.

En efecto, ¿crees que el provocado y el provocador no se suicidan moralmente exponiéndose voluntariamente a los golpes mortales del adversario? ¿Creéis que ambos no son asesinos mientras buscan mutuamente quitarse la existencia elegida por ellos o impuesta por Dios en expiación o como prueba?

Sí, te digo, amigo mío, dos veces criminales a los ojos de Dios son los duelistas; dos veces terrible será su castigo; porque ninguna excusa será admitida, siendo todo, por ellos, fríamente calculado y premeditado.

Yo leo en tu corazón, hijo mío, porque tú también eras un pobre hombre perdido, y he aquí mi respuesta.

Para no sucumbir a esta terrible tentación, sólo os hace falta humildad, sinceridad y caridad para con vuestro hermano en Dios; ¡sucumbes, por el contrario, sólo por el orgullo y la ostentación!


2° Consecuencias espirituales.

El que, por la humildad, haya soportado, como Cristo, el último ultraje y haya sido perdonado de corazón y por amor de Dios, tendrá, además de las recompensas celestiales de la otra vida, paz de corazón en ésta y un gozo incomprensible de habiendo respetado dos veces la obra de Dios.

Quien, por caridad hacia su prójimo, le ha mostrado su amor fraterno, tendrá en la otra vida la santa protección y la omnipotente asistencia de la gloriosa madre de Cristo, que ama y bendice a los que cumplen los mandamientos de Dios., los que siguen y practican las enseñanzas de su Hijo.

Aquel que, a pesar de todos los insultos, habrá respetado la existencia de su hermano y de los suyos, encontrará, a su entrada en el mundo etéreo, millones de legiones de Espíritus buenos y puros que vendrán, no para honrarlo por su acción, sino para demostrarle, por su afán viniendo facilitarle los primeros pasos en su nueva existencia, qué simpatía supo atraer y qué verdaderos amigos hizo entre ellos, sus hermanos. Todos juntos elevarán una sincera acción de gracias a Dios por su misericordia que permitió a su hermano resistir la tentación.

Aquel, digo, que haya resistido estas tristes tentaciones, no puede esperar el cambio de los decretos de Dios, que son inmutables, sino contar con la benevolencia sincera y afectuosa del Espíritu de la verdad, el Hijo de Dios, que podrá de manera incomparable inundar su alma con la dicha de comprender el Espíritu de justicia perfecta y de bondad infinita, y, en consecuencia, salvarlo de cualquier nueva emboscada semejante.

Aquellos, por el contrario, que, provocados o provocadores, habrán sucumbido, pueden estar seguros de que experimentarán las mayores torturas morales por la presencia continua del cadáver de su víctima y el suyo propio; serán devorados durante siglos por el remordimiento por haber desobedecido tan gravemente la voluntad del cielo, y serán perseguidos, hasta el día de la expiación, por el horrible espectro de las dos espantosas vistas de sus dos cadáveres ensangrentados.

Felices aún si ellos mismos alivian estos sufrimientos con un arrepentimiento sincero y profundo abriéndoles los ojos del alma, porque entonces, al menos, vislumbrarán el fin de sus dolores, comprenderán a Dios y le pedirán la fuerza para no traer su terrible justicia.


3° Consecuencias humanas.

Las palabras deber, honor, corazón, son a menudo utilizadas por los hombres para justificar sus acciones, sus crímenes.

¿Todavía entienden estas palabras? ¿No son ellas el resumen de las intenciones de Cristo? Entonces, ¿por qué truncar su significado? Entonces, ¿por qué volver a la barbarie?

Desgraciadamente, la generalidad de los hombres se encuentra todavía bajo la influencia del orgullo y la ostentación; para excusarse ante sus propios ojos, suenan muy fuerte estas palabras de deber, honor y corazón, y no sospechan que significan: ejecución de los mandamientos de Dios, sabiduría, caridad y amor. Con estas palabras, sin embargo, matan a sus hermanos; con estas palabras se suicidan; con estas palabras se pierden.

¡Ciegos que son! se creen fuertes porque habrán arrastrado a un desgraciado más débil que ellos. ¡Ciegos son, cuando creen que la aprobación de su conducta por ciegos y malvados como ellos les dará consideración humana! La misma sociedad en medio de la cual viven, los condena y pronto los maldecirá, porque se acerca el reino de la fraternidad. Mientras tanto, son rechazados por los sabios, como bestias salvajes.

Examinemos algunos casos y veremos si el razonamiento justifica su interpretación de las palabras deber, honor y corazón.

El corazón de un hombre está traspasado de dolor y su alma llena de amargura, porque ha visto las pruebas irrefutables de la mala conducta de su esposa; provoca a uno de los seductores de esta pobre y desdichada criatura. ¿Será esta provocación fruto de sus deberes, de su honor y de su corazón? No; porque su honor no le será restituido, porque su honor personal no ha sido ni puede ser alcanzado; pero será la venganza.

Mejor aún; para probar que su pretendido honor no está en juego, es que muchas veces su desgracia es incluso ignorada y permanecería desconocida si no fuera publicada por las mil voces provocadas por el escándalo ocasionado por su venganza.

Finalmente, si su desgracia fuera conocida, sería sinceramente compadecido por todos los hombres sensatos, derivaría de ella numerosas pruebas de verdadera simpatía, y no sería contra él más que el hazmerreír de corazones malvados y endurecidos, pero despreciables.

En cualquier caso, su honor no sería ni restaurado ni quitado.

Por lo tanto, solo el orgullo es la guía de casi todos los duelos, no el honor.

¿Creéis que el duelista, por una palabra, la falsa interpretación de una frase, el roce insensible e involuntario de un brazo al pasar, por un sí o un no, y hasta a veces por una mirada que no era la suya, o movido por un sentido del honor a exigir una supuesta reparación por asesinato y suicidio? ¡Vaya! no lo dudes, el orgullo y la certeza de su fuerza son sus únicos motivos, muchas veces ayudados por la ostentación; porque quiere lucirse, mostrar valentía, conocimiento ya veces generosidad: ¡Ostentación!!!

Ostentación, repito, porque su saber del duelo es el único verdadero; su coraje y su generosidad, mentiras.

¿Quieres poner a prueba a este valiente espadachín? ponlo frente a un rival que tiene una reputación infernal superior a la suya, y sin embargo tal vez de un conocimiento inferior al suyo, palidecerá y hará todo lo posible para evitar la pelea; ponlo frente a frente con un ser más débil que él, ignorante de esta ciencia doblemente mortal, lo verás despiadado, altivo y arrogante, aun cuando se vea obligado a tener piedad. – ¿Es coraje?

¡La generosidad! ¡Vaya! hablemos de eso. – ¿Es generoso, el hombre confiado en su fuerza, que, después de haber provocado la debilidad, le concede la continuación de una existencia burlada y ridiculizada? ¿Es generoso el que, para obtener una cosa deseada y codiciada, provoca a su débil poseedor para que la obtenga después como premio a su generosidad? ¿Es generoso el que, usando sus talentos criminales, perdona la vida a los seres débiles a quienes ha insultado? ¿Sigue siendo generoso cuando da una prueba similar de generosidad al marido o al hermano al que ha ultrajado indignamente, y al que luego expone por desesperación a un segundo suicidio?

¡Vaya! créanme todos, amigos míos, el duelo es una espantosa y horrible invención de Espíritus malos y perversos, invención digna del estado de barbarie y que más aflige a nuestro padre, el tan buen Dios.

Os toca a vosotros, Espíritas, combatir y destruir esta triste costumbre, este crimen digno de los ángeles de las tinieblas; les toca a ustedes, Espíritas, dar el noble ejemplo de renunciar de todos modos y a pesar de todo a este mal fatal; les toca a ustedes, sinceros Espíritas, hacer comprender lo sublime de estas palabras: deber, honor y corazón, y Dios hablará por vuestras voces; a ti finalmente la alegría de sembrar entre tus hermanos las semillas tan preciosas e ignoradas por nosotros, durante nuestra existencia en la tierra, del Espiritismo.

Tu padre, Antonio.

Observación. - Los duelos son cada vez más raros, - al menos en Francia, - y si todavía vemos ejemplos dolorosos de vez en cuando, el número no es comparable a lo que solía ser. En los viejos tiempos, un hombre no salía de su casa sin planear una reunión, por lo que siempre tomaba sus precauciones en consecuencia. Un signo característico de las costumbres de las épocas y de los pueblos está en el uso habitual de portar, ostensible o disimuladamente, armas ofensivas y defensivas; la abolición de esta costumbre atestigua el ablandamiento de las costumbres, y es curioso seguir la gradación desde la época en que los caballeros nunca cabalgaban sino revestidos de hierro y armados con la lanza, hasta el puerto de la espada simple, que se ha convertido en más un adorno y un accesorio para el escudo de armas, que un arma agresiva. Otro rasgo de costumbres es que antiguamente los combates singulares se hacían en medio de la calle, frente a la multitud que se apartaba para dejar el campo libre, y que hoy se esconde; hoy la muerte de un hombre es un acontecimiento, nos conmueve; en el pasado no le prestamos atención. El Espiritismo se llevará estos últimos vestigios de barbarie, inculcando en los hombres el espíritu de caridad y fraternidad.


Fundamentos del orden social. (Lyon, 16 de septiembre de 1862. - Médium, Sr. Émile V…)

Nota. - Esta comunicación fue obtenida en un grupo particular, presidido por el Sr. Allan Kardec.

Aquí estáis reunidos para ver el Espiritismo en su fuente, para mirar de frente esta idea y saborear las largas olas de amor que prodiga sobre quienes lo conocen.

El Espiritismo es progreso moral; es la elevación del Espíritu en el camino que conduce a Dios. El progreso es fraternidad en el nacimiento, porque la fraternidad completa, como la puede imaginar el Espíritu, es perfección. La fraternidad pura es un perfume de lo alto, es una emanación del infinito, un átomo de inteligencia celestial; es la base de todas las instituciones morales y el único medio de levantar un estado social que pueda subsistir y producir efectos dignos de la gran causa por la que estáis luchando.

Así que sed hermanos, si queréis que la semilla depositada entre vosotros crezca y se convierta en el árbol que buscáis. Unión es el poder soberano que desciende a la tierra; la fraternidad es simpatía en la unión; es poesía, encanto, el ideal en positivo.

Debemos estar unidos para ser fuertes, y debemos ser fuertes para fundar una institución que se apoye sólo en la verdad hecha tan conmovedora y tan admirable, tan simple y tan sublime. Las fuerzas divididas son aniquiladas; juntos, son muchas veces más fuertes.

Y si consideramos la progresión moral de cada hombre, si reflexionamos sobre el amor, sobre la caridad que brota de cada corazón, la diferencia es mucho mayor. Bajo el sublime influjo de este soplo inefable, los lazos familiares se estrechan, pero los lazos sociales, tan vagamente definidos, toman forma, se juntan y acaban formando un solo haz de todos estos pensamientos, de todos estos deseos, de todas estas metas de una diferente naturaleza.

Sin hermandad, ¿qué ves? Egoísmo, ambición. Cada uno tiene su propósito; cada uno lo persigue por su lado, cada uno camina como quiere, y todos son arrastrados fatalmente al abismo en el que, durante tantos siglos, ha sido tragado todo esfuerzo humano. Con la unión, solo hay una meta, porque solo hay un pensamiento, un deseo, un corazón. Uníos entonces, mis amigos; esto es lo que os repite la voz incesante de nuestro mundo; únete, y alcanzarás tu meta mucho más rápido.

Es sobre todo en esta reunión tan solidaria que debéis tomar la resolución irrevocable de uniros por un pensamiento común a todos los Espíritas de la tierra para ofrecer el homenaje de vuestra gratitud a quien os abrió el camino al bien supremo, al que trajo felicidad sobre vuestras cabezas, bienaventuranza en vuestros corazones y fe en vuestras mentes. Su gratitud es su recompensa presente; no la rechacéis, pues, y ofreciéndola a una sola voz, daréis el primer ejemplo de verdadera fraternidad.

Léon de Muriane, Espíritu protector.

Observación. - Este nombre es completamente desconocido, incluso para el médium. Esto prueba que para ser un Espíritu elevado no es necesario tener el nombre inscrito en el calendario ni en los esplendores de la historia, y que entre los que se comunican entre sí, hay muchos que no tienen nombre conocido.


Aquí yace dieciocho siglos de luz. (Lyon, 16 de septiembre de 1862. - Médium, Sr. Émile V…)

Sr. Émile, que obtuvo la comunicación anterior y muchas otras no menos notables, es un hombre muy joven. No sólo es un excelente médium de la escritura, también es un médium de la pintura, aunque no ha aprendido ni a dibujar ni a pintar; pinta al óleo paisajes y diversos temas para los que se ve obligado a elegir, mezclar y combinar los colores que le son necesarios. Desde el punto de vista del arte, sus cuadros ciertamente no son irreprochables, aunque en ciertas exposiciones se ven algunos que no son mucho mejores; les falta especialmente acabado y suavidad, los tonos son ásperos y demasiado acentuados; pero cuando piensas en las condiciones en que se fabrican, no dejan de ser muy notables. ¿Quién sabe si, con la práctica, no adquirirá la destreza que le falta y no llegará a ser un verdadero pintor, como aquel obrero bordelés que, sin saber apenas firmar, escribió como médium, y acabó teniendo una bonita letra para su uso personal, sin otro maestro que los Espíritus?

Cuando vimos al Sr. Émile V…, estaba terminando un cuadro alegórico, donde vemos un ataúd en el que está escrito: Aquí yacen dieciocho siglos de luz. Nos permitimos criticar esta inscripción desde el punto de vista gramatical, y no comprendimos en un principio el significado de esta alegoría que coloca dieciocho siglos de luz en un ataúd, esperando, decíamos, que la humanidad, gracias especialmente al cristianismo, sea más iluminado hoy de lo que era antes. Fue en la sesión del día 16, en la que obtuvo la comunicación antes relatada. El Espíritu respondió a nuestras observaciones, agregando lo siguiente a esta comunicación.

“Aquí yacen” se pone con intención. El sujeto no está expresado por el número dieciocho que representa los siglos; es un total de siglos, una idea colectiva, como si hubiera un lapso de tiempo de dieciocho siglos. Puedes decirles a tus gramáticos que no confundan una idea colectiva con una idea de separación. ¿No dicen ellos mismos de la multitud, que puede consistir en un número incalculable de personas, que puede moverse? Suficiente sobre este tema; debe ser así, porque es la idea misma.

"Ahora vayamos a la alegoría. ¡Dieciocho siglos de luz en un ataúd! Esta idea representa todos los esfuerzos que verdad ha hecho desde entonces; esfuerzos que siempre han sido aplastados por el espíritu de partido, por el egoísmo. Dieciocho siglos de luz a plena luz del día serían dieciocho siglos de felicidad para la humanidad, dieciocho siglos que todavía están germinando en la tierra y que habrían tenido su desarrollo. Cristo ha traído la verdad a la tierra y la puso a disposición de todos; ¿qué fue de ella? Las pasiones terrenales se apoderaron de ella; fue enterrada en un ataúd, de donde sale el Espiritismo para sacarla. Esta es la alegoría”.

León de Muriane.”


Papel de la Sociedad de París. (Sociedad de París, 24 de octubre de 1862. - Médium, Sr. Leymarie.)

París es el pie del mundo; todos vienen a buscar una impresión, una idea.

A menudo me preguntaba, cuando estaba entre vosotros, por qué esta gran ciudad, lugar de reunión del mundo entero, no tenía una gran reunión Espírita, sino tan grande que los anfiteatros más grandes no podían contenerla.

A veces pensaba que los Espíritas parisienses se entregaban demasiado a sus placeres; Incluso creí que la fe espírita era para muchos un placer de aficionado, un recreo entre todos los que continuamente se presentan en París.

Pero lejos de ti y tan cerca de ti, veo y comprendo mejor. París se encuentra a orillas del Sena, pero París está en todas partes, y todos los días esta cabeza poderosa mueve el mundo entero. Como ella, la Sociedad Espírita Central trae su pensamiento al universo. Su poder no reside en el círculo donde hace sus reuniones, sino en todos los países donde se siguen sus disertaciones, en todas partes donde hace ley en materia de enseñanzas inteligentes; es un sol cuyos rayos benéficos reverberan hasta el infinito.

Por eso mismo, la Sociedad no puede ser un grupo ordinario; sus puntos de vista están predestinados y su apostolado es mayor. No puede limitarse a un pequeño espacio; necesita del mundo, pues es invasor por su naturaleza; y, de hecho, hoy conquista pacíficamente grandes ciudades, mañana reinos, pronto el mundo entero.

Cuando un extranjero venga a hacerles una visita cortés, recíbanlo con dignidad, con generosidad, para que se lleve una gran idea del Espiritismo, esta poderosa arma de civilización que debe allanar todos los caminos, vencer todas las disidencias, incluso todas las dudas. Dad libremente, para que todos tomen este alimento del espíritu que transforma todo en su paso misterioso, porque la nueva creencia es fuerte como Dios, grande como él, caritativa como todo lo que emana del poder superior, que golpea para consolar, dando a la humanidad en el parto: la oración y el dolor como progreso.

Sed bendita, Sociedad que amo, tú que das siempre con benevolencia; tú que cumples una ardua tarea sin mirar las piedras que bloquean el camino. Has merecido bien de Dios; no seréis, ni podréis ser un centro ordinario, sino, repito, la fuente benéfica donde siempre vendrá el sufrimiento a encontrar el bálsamo reparador.

Sansón,
Ex miembro de la Sociedad de París.

Sobre el origen del lenguaje. (Sociedad Espírita de París. - Médium, Sr. d'Ambel.)

Me piden hoy, mis queridos y amados oyentes, que dicte a mi médium la historia del origen del lenguaje; trataré de satisfacerte; pero debéis comprender que me será imposible en unas pocas líneas ocuparme enteramente de esta grave cuestión, a la que está necesariamente ligada a la cuestión, aún más importante, del origen de las razas humanas.

¡Que Dios Todopoderoso, tan benévolo con los Espíritas, me conceda la lucidez necesaria para podar de mi disertación toda confusión, cualquier oscuridad y sobre todo cualquier error!

Entro en materia diciéndoles: Admitamos primero en principio esta verdad eterna: es que el Creador ha dado a todos los seres de una misma raza una manera especial, pero segura, de llevarse bien y comprenderse. Sin embargo, este modo de comunicación, este lenguaje, era tanto más restringido cuanto más inferiores eran las especies. Es en virtud de esta verdad, de esta ley, que las tribus salvajes e incivilizadas tienen lenguas tan pobres, que una multitud de términos usados en los países favorecidos de la civilización, no encuentran allí la palabra correspondiente; y es para obedecer a esta misma ley que estas naciones que avanzan crean nuevas expresiones para nuevos descubrimientos, nuevas necesidades.

Como he dicho en otra parte: la humanidad ha pasado ya por tres grandes períodos: la fase bárbara, la fase hebrea y pagana y la fase cristiana. A este último le seguirá el gran período espírita cuyos primeros cimientos estamos ahora poniendo entre vosotros.

Examinemos, pues, la primera fase y los comienzos de la segunda, y no puedo sino repetir aquí lo que ya he dicho. La primera fase humana, que puede llamarse prehebrea o bárbara, se arrastró lenta y prolongadamente por todos los horrores y convulsiones de una espantosa barbarie. El hombre allí es peludo como la bestia salvaje y, como la bestia salvaje, acecha en las cuevas y en los bosques. Vive de carne cruda y se alimenta de su prójimo como de excelente caza. Es el reinado del canibalismo más absoluto. ¡Sin sociedad! ¡Sin familia! Algunos grupos dispersos aquí y allá, viviendo desordenadamente en completa promiscuidad y siempre dispuestos a devorarse unos a otros: tal es el cuadro de este período cruel. ¡Sin culto, sin tradición, sin idea religiosa! Nada más del que el animal necesita para estar satisfecho, ¡y eso es todo! El alma, prisionera en materia asombrosa, permanece lúgubre y latente en su prisión carnal; nada puede hacer contra los toscos muros que la encierran, y su inteligencia apenas puede moverse en los compartimentos de un cerebro estrecho. El ojo es opaco, el párpado pesado, el labio grueso, el cráneo achatado y unos pocos sonidos guturales bastan para el lenguaje; nada sugiere que de esta bestia bruta provendrá el padre de las razas hebrea y pagana. Sin embargo, a la larga, sienten la necesidad de apoyarse contra los otros carnívoros, contra el león y el tigre, cuyos formidables colmillos y afiladas garras vencieron fácilmente a los hombres aislados: así es como se produce el primer progreso social. Sin embargo, el reinado de la materia y la fuerza bruta se mantuvo a lo largo de esta cruel etapa. No miréis, pues, en el hombre de esta época ni el sentimiento, ni la razón, ni el lenguaje propiamente dicho; solo obedece a su sensación grosera y tiene un solo fin: beber, comer y dormir; más allá de eso, ¡nada! Podemos decir que el hombre inteligente está ahí en germen, pero que aún no existe. Sin embargo, es necesario señalar que ya, entre estas razas brutales, aparecen algunos seres superiores, Espíritus encarnados, encargados de conducir a la humanidad hacia su meta y acelerar el advenimiento de la era hebraica y pagana. Debo añadir que además de estos Espíritus encarnados, el globo terrestre fue visitado con frecuencia por aquellos ministros de Dios cuya memoria la tradición ha consagrado bajo los nombres de ángeles y arcángeles, y que éstos se pusieron casi a diario en relación con los seres superiores, Espíritus encarnados, de los que acabo de hablar. La misión de algunos de estos ángeles continuó durante gran parte de la segunda fase humanitaria. Debo agregar que el cuadro rápido que acabo de hacer de los primeros tiempos de la humanidad les enseña, más o menos, a qué leyes rigurosas están sometidos los Espíritus que prueban la vida en los planetas de formación reciente.

El lenguaje propiamente dicho, como la vida social, sólo comienza a tener cierto carácter a partir de la época hebraica y pagana, durante la cual el Espíritu encarnado, siempre esclavizado a la materia, comienza sin embargo a rebelarse y a romper algunos eslabones de su pesada cadena. El alma fermenta y se agita en su prisión carnal; por sus repetidos esfuerzos reacciona enérgicamente contra las paredes del cerebro, cuya materia sensibiliza; mejora y perfecciona con un trabajo constante el juego de sus facultades, cuyos órganos físicos se desarrollan en consecuencia; finalmente, el pensamiento se puede leer en una mirada límpida y clara. ¡Ya estamos lejos de las frentes aplanadas! Es porque el alma se siente, se reconoce, se da cuenta de sí misma y empieza a comprender que es independiente del cuerpo. Además, desde este momento lucha con ardor para librarse de los abrazos de su robusto rival. El hombre cambia cada vez más y la inteligencia se mueve más libremente en un cerebro más desarrollado. Tenga en cuenta, sin embargo, que esta era, todavía, ve al hombre arreado y registrado como ganado, el hombre esclavo del hombre; la esclavitud es consagrada tanto por el Dios de los hebreos como por los dioses paganos, y Jehová, como Júpiter olímpico, exige sangre y víctimas vivas.

Esta segunda fase ofrece aspectos curiosos desde un punto de vista filosófico; ya he hecho un dibujo rápido que mi médium os comunicará en breve. Sea como fuere, y para volver al tema de este estudio, tened la certeza de que sólo durante los grandes períodos pastoriles y patriarcales el lenguaje humano tomó una apariencia regular, y adoptó formas y sonidos especiales. En esta época primitiva en que la humanidad se deshizo de los pañales de la cuna al mismo tiempo que la tartamudez de la primera edad, pocas palabras bastaban a los hombres para los que no había nacido la ciencia, cuyas necesidades eran muy limitadas y cuyas relaciones sociales se detuvo en las puertas de la tienda, en el umbral de la familia, y más tarde en los confines de la tribu. Es el tiempo en que el padre, el pastor, el anciano, el patriarca, en una palabra, dominaba como dueño absoluto con derecho de vida y muerte.

El lenguaje primitivo era uniforme; pero a medida que aumentaba el número de pastores, éstos, dejando a su vez la tienda paterna, iban a fundar nuevas familias, nuevas tribus, en países deshabitados. Entonces la lengua que se usaba entre ellos se fue alejando paso a paso, según las generaciones, de la lengua que se usaba bajo la tienda paterna que habían dejado antes; y así se crearon los diversos idiomas. Además, aunque mi intención no es dar un curso de lingüística, habrás notado que, en las lenguas más dispares, encuentras palabras cuya raíz ha variado poco y cuyo significado es casi el mismo. Por otra parte, aunque hoy pretendáis ser un mundo antiguo, la misma razón que corrompió la lengua primitiva aún reina suprema en vuestra Francia, tan orgullosa de su civilización, donde veis variar las consonancias, los términos y el sentido, yo no diré de provincia en provincia, sino de comuna en comuna. Hago un llamamiento a los que han viajado a Bretaña, como a los que han viajado por Provenza y Languedoc. Es una variedad de modismos y dialectos para asustar a cualquiera que quiera recopilarlos en un solo diccionario.

Una vez que los hombres primitivos, ayudados en esto por los misioneros del Eterno, hubieron asignado a ciertos sonidos especiales ciertas ideas especiales, el lenguaje hablado se encontró creado, y las modificaciones que sufre posteriormente se debieron siempre al progreso humano; en consecuencia, según la riqueza de una lengua, se puede establecer fácilmente el grado de civilización a que han llegado los pueblos que la hablan. Lo que puedo agregar es que la humanidad camina en un solo idioma, consecuencia obligada de una comunidad de ideas en la moral, en la política y sobre todo en la religión. Tal será la obra de la nueva filosofía, el Espiritismo, que hoy os enseñamos.

ERASTO.



Respuestas

A Sr. B. G. en La Calle (Argelia). - El Libro de los Espíritus y el Libro de los Médiums aún no están traducidos al italiano.

A Sr. Dumas, de Sétif (Argelia). - Recibí el Écho de Sétif, y leí con atención los dos notables y eruditos artículos sobre el Espiritismo publicados por este periódico. Hablaré de ello en detalle en el próximo número. Me alegra ver que esta estimable revista se ocupa de la causa de la doctrina y la trata con seriedad.

Allan Kardec.