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Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1860 > Febrero
Febrero
Boletín de la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas
Viernes 30 de diciembre de 1859 (Sesión particular)
Lectura del acta de la sesión del 23 de diciembre.
La Sociedad decide que a cada sesión particular, a continuación del acta, se hará la lectura de la lista nominal de los oyentes que hayan asistido a la sesión general anterior, con indicación de los miembros que los han presentado, y que un aviso se haga para señalar los inconvenientes que la presencia de personas extrañas a la Sociedad podrían haber causado. Por consiguiente, es hecha la lectura de la lista de los oyentes que han asistido a la última sesión.
Son admitidos como miembros titulares, conforme pedido escrito y después de informe verbal:
1°) El Sr. Forbes, de Londres, oficial de ingeniería, presentado el 16 de diciembre. - 2°) La Sra. de Forbes, cuyo nombre de soltera es condesa Passerini Corretesi, de Florencia, presentada el 16 de diciembre. - 3°) El Sr. Soive, comerciante de París, presentado el 23 de diciembre. - 4°) El Sr. Demange, comerciante de París, presentado el 23 de diciembre.
Lectura de tres nuevas cartas de pedidos de admisión. Informe y decisión aplazados para el 6 de enero.
Comunicaciones diversas – 1ª) Carta del Sr. Brion Dorgeval, que contiene la respuesta que él ha dirigido al Sr. Oscar Commettant, con respecto al artículo publicado por este último en Le Siècle. (Ver el número de enero.)
2ª) Carta del Sr. Jobard, de Bruselas, conteniendo observaciones muy justas sobre el estado moral de los Espíritus. Él expresa el pesar de que los adeptos del Espiritismo sean frecuentemente designados por sus iniciales; piensa que indicaciones más explícitas contribuirían al progreso de la ciencia. Por consiguiente, él invita a todos los adeptos de la Doctrina a poner su nombre como él mismo lo hace. (Ver el número de enero.)
Esta última observación del Sr. Jobard ha sido firmemente apoyada por un gran número de miembros que autorizan a poner sus nombres en todas las actas que se refieran a ellos.
El Sr. Allan Kardec hace observar que el miedo al qué dirán disminuye a cada día, y que hoy existen pocas personas que temen en confesar sus opiniones acerca del Espiritismo; los epítetos de mal gusto dados a sus adeptos se vuelven expresiones triviales y ridículas, de las cuales uno ríe cuando se ve a tanta gente de élite vincularse a la Doctrina, porque ya se vislumbra el momento en que la fuerza de la opinión impondrá silencio a los sarcasmos. Pero una cosa es tener coraje de opinión en una conversación, y otra cosa es entregar su nombre a publicidad. Entre las personas que apoyan con más firmeza la causa del Espiritismo, hay muchas que no se interesan en ponerse en evidencia, más por otras cosas que por aquéllas. Estos escrúpulos, que de ninguna manera implican una falta de coraje, deben ser respetados. Cuando hechos extraordinarios suceden en alguna parte, es comprensible que sería poco agradable, para las personas que son objeto de los mismos, volverse el blanco de todas las miradas de la curiosidad pública, y ser acosadas por los inoportunos. Sin duda, es preciso agradecer a los que se ponen por encima de los prejuicios, pero también es preciso no criticar con demasiada ligereza a los que quizá tengan motivos muy legítimos para no llamar sobre sí la atención.
Estudios – 1°) Cuestiones dirigidas a san Luis sobre los Espíritus que presiden las flores, a propósito de la comunicación obtenida por la Sra. de B... Una explicación muy interesante es dada al respecto. (Será publicada.)
2°) Otras preguntas sobre el espíritu de los animales.
3°) Dos comunicaciones espontáneas son obtenidas simultáneamente: la primera del Espíritu de Verdad, por el Sr. Roze, conteniendo consejos dirigidos a la Sociedad; la segunda de Fenelón, por la Srta. Huet.
La Sociedad decide que a cada sesión particular, a continuación del acta, se hará la lectura de la lista nominal de los oyentes que hayan asistido a la sesión general anterior, con indicación de los miembros que los han presentado, y que un aviso se haga para señalar los inconvenientes que la presencia de personas extrañas a la Sociedad podrían haber causado. Por consiguiente, es hecha la lectura de la lista de los oyentes que han asistido a la última sesión.
Son admitidos como miembros titulares, conforme pedido escrito y después de informe verbal:
1°) El Sr. Forbes, de Londres, oficial de ingeniería, presentado el 16 de diciembre. - 2°) La Sra. de Forbes, cuyo nombre de soltera es condesa Passerini Corretesi, de Florencia, presentada el 16 de diciembre. - 3°) El Sr. Soive, comerciante de París, presentado el 23 de diciembre. - 4°) El Sr. Demange, comerciante de París, presentado el 23 de diciembre.
Lectura de tres nuevas cartas de pedidos de admisión. Informe y decisión aplazados para el 6 de enero.
Comunicaciones diversas – 1ª) Carta del Sr. Brion Dorgeval, que contiene la respuesta que él ha dirigido al Sr. Oscar Commettant, con respecto al artículo publicado por este último en Le Siècle. (Ver el número de enero.)
2ª) Carta del Sr. Jobard, de Bruselas, conteniendo observaciones muy justas sobre el estado moral de los Espíritus. Él expresa el pesar de que los adeptos del Espiritismo sean frecuentemente designados por sus iniciales; piensa que indicaciones más explícitas contribuirían al progreso de la ciencia. Por consiguiente, él invita a todos los adeptos de la Doctrina a poner su nombre como él mismo lo hace. (Ver el número de enero.)
Esta última observación del Sr. Jobard ha sido firmemente apoyada por un gran número de miembros que autorizan a poner sus nombres en todas las actas que se refieran a ellos.
El Sr. Allan Kardec hace observar que el miedo al qué dirán disminuye a cada día, y que hoy existen pocas personas que temen en confesar sus opiniones acerca del Espiritismo; los epítetos de mal gusto dados a sus adeptos se vuelven expresiones triviales y ridículas, de las cuales uno ríe cuando se ve a tanta gente de élite vincularse a la Doctrina, porque ya se vislumbra el momento en que la fuerza de la opinión impondrá silencio a los sarcasmos. Pero una cosa es tener coraje de opinión en una conversación, y otra cosa es entregar su nombre a publicidad. Entre las personas que apoyan con más firmeza la causa del Espiritismo, hay muchas que no se interesan en ponerse en evidencia, más por otras cosas que por aquéllas. Estos escrúpulos, que de ninguna manera implican una falta de coraje, deben ser respetados. Cuando hechos extraordinarios suceden en alguna parte, es comprensible que sería poco agradable, para las personas que son objeto de los mismos, volverse el blanco de todas las miradas de la curiosidad pública, y ser acosadas por los inoportunos. Sin duda, es preciso agradecer a los que se ponen por encima de los prejuicios, pero también es preciso no criticar con demasiada ligereza a los que quizá tengan motivos muy legítimos para no llamar sobre sí la atención.
Estudios – 1°) Cuestiones dirigidas a san Luis sobre los Espíritus que presiden las flores, a propósito de la comunicación obtenida por la Sra. de B... Una explicación muy interesante es dada al respecto. (Será publicada.)
2°) Otras preguntas sobre el espíritu de los animales.
3°) Dos comunicaciones espontáneas son obtenidas simultáneamente: la primera del Espíritu de Verdad, por el Sr. Roze, conteniendo consejos dirigidos a la Sociedad; la segunda de Fenelón, por la Srta. Huet.
Viernes 6 de enero de 1860 (Sesión particular)
Lectura del acta de la sesión del 30 de diciembre.
Son admitidos como miembros titulares, conforme pedido escrito y después de informe verbal: 1°) El Sr. Ducastel, propietario en Abbeville, presentado el 30 de diciembre; 2°) La Sra. Deslandes, de París, presentada el 30 de diciembre; 3°) La Sra. Rakowska, de París, presentada el 30 de diciembre.
Lectura de una carta de pedido de admisión.
Carta del Sr. Poinsignon, de París, que felicita a la Sociedad por ocasión del Año Nuevo y formula votos para la propagación del Espiritismo.
Carta del Sr. Demange, recientemente recibida, agradeciendo su admisión. Asegura a la Sociedad su activa cooperación.
Examen de varias cuestiones referentes a asuntos administrativos de la Sociedad.
Comunicaciones diversas – 1ª) Noticia sobre Don Peyra, prior de Amilly, muerto hace 30 años. Se hará un estudio al respecto.
2ª) Carta del Sr. Lussiez, de Troyes, conteniendo reflexiones muy juiciosas, concernientes a la influencia moralizadora del Espiritismo en las clases obreras.
3ª) Carta de la Sra. P..., de Ruán, que como médium anuncia haber obtenido comunicaciones notables y en total conformidad con la doctrina expuesta en El Libro de los Espíritus. Esta carta contiene además reflexiones que, de la parte de la autora, denotan una evaluación muy clara de las ideas espíritas.
4ª) Carta referente a la Srta. Désirée Godu, médium curativa, de Hennebont. Se sabe que la obra de la Srta. Godu es de dedicación y de pura filantropía.
Estudios – 1°) Preguntas diversas dirigidas a san Luis, como esclarecimiento y desarrollo de varias comunicaciones anteriores.
2°) La Srta. Dubois, médium, miembro de la Sociedad, al haber recibido una comunicación de un Espíritu que dice ser Chateaubriand, desea solicitar esclarecimientos al respecto. Otro Espíritu se presenta con su nombre, pero se niega a confirmar su identidad en el nombre de Dios; confiesa su embuste, pide disculpas y hace curiosas observaciones sobre su persona.
A continuación, el verdadero Chateaubriand da una corta comunicación espontánea y promete, en otra ocasión, una más explícita.
Son admitidos como miembros titulares, conforme pedido escrito y después de informe verbal: 1°) El Sr. Ducastel, propietario en Abbeville, presentado el 30 de diciembre; 2°) La Sra. Deslandes, de París, presentada el 30 de diciembre; 3°) La Sra. Rakowska, de París, presentada el 30 de diciembre.
Lectura de una carta de pedido de admisión.
Carta del Sr. Poinsignon, de París, que felicita a la Sociedad por ocasión del Año Nuevo y formula votos para la propagación del Espiritismo.
Carta del Sr. Demange, recientemente recibida, agradeciendo su admisión. Asegura a la Sociedad su activa cooperación.
Examen de varias cuestiones referentes a asuntos administrativos de la Sociedad.
Comunicaciones diversas – 1ª) Noticia sobre Don Peyra, prior de Amilly, muerto hace 30 años. Se hará un estudio al respecto.
2ª) Carta del Sr. Lussiez, de Troyes, conteniendo reflexiones muy juiciosas, concernientes a la influencia moralizadora del Espiritismo en las clases obreras.
3ª) Carta de la Sra. P..., de Ruán, que como médium anuncia haber obtenido comunicaciones notables y en total conformidad con la doctrina expuesta en El Libro de los Espíritus. Esta carta contiene además reflexiones que, de la parte de la autora, denotan una evaluación muy clara de las ideas espíritas.
4ª) Carta referente a la Srta. Désirée Godu, médium curativa, de Hennebont. Se sabe que la obra de la Srta. Godu es de dedicación y de pura filantropía.
Estudios – 1°) Preguntas diversas dirigidas a san Luis, como esclarecimiento y desarrollo de varias comunicaciones anteriores.
2°) La Srta. Dubois, médium, miembro de la Sociedad, al haber recibido una comunicación de un Espíritu que dice ser Chateaubriand, desea solicitar esclarecimientos al respecto. Otro Espíritu se presenta con su nombre, pero se niega a confirmar su identidad en el nombre de Dios; confiesa su embuste, pide disculpas y hace curiosas observaciones sobre su persona.
A continuación, el verdadero Chateaubriand da una corta comunicación espontánea y promete, en otra ocasión, una más explícita.
Viernes 13 de enero de 1860 (Sesión general)
Lectura del acta del 6 de enero.
Lectura de tres nuevos pedidos de admisión. Examen e informe aplazados para la sesión del 20 de enero.
Comunicaciones diversas – 1ª) Carta del Sr. Maurice du Teil, de Ardèche, conteniendo la relación de hechos extraordinarios que han tenido lugar en una casa de Fons, cerca de Aubenas, y que en algunos aspectos recuerdan los hechos que han sucedido en Java.
2ª) Carta del Sr. Albert Ferdinand, de Béziers, que contiene tres
hechos notables que le son personales, y que prueban la acción física que los Espíritus pueden ejercer sobre ciertos médiums.
3ª) Carta del Sr. Crozet, de El Havre, médium corresponsal de la Sociedad, que informa una comunicación que ha recibido, juntamente con el Sr. Sprenger, por parte de un Espíritu jugador. Este Espíritu, que cuando encarnado era capitán de la Marina y que desencarnó hace seis meses en Marsella, explica con una precisión y una lucidez notables las diferentes jugadas con los naipes del juego llamado báciga, y la manera con la cual se puede hacer perder o ganar a los jugadores. (Será publicada.)
4ª) Un Espíritu danzante. El Sr. y la Sra. de Netz, miembros de la Sociedad, desde hace algún tiempo reciben comunicaciones de un Espíritu que se manifiesta constantemente danzando, es decir, haciendo danzar a una mesa, que a través de golpes marca el ritmo perfectamente reconocible de una polca, de una mazurca, de una contradanza, de un vals en dos o tres tiempos, etc. Dicho Espíritu nunca quiso escribir y solamente responde efectuando golpes. Por este modo de comunicación llegó a decir que era peruano, de raza indígena y que había muerto hace cincuenta y seis años, a la edad de 35 años; que cuando encarnado gustaba mucho de aguardiente y que ahora frecuenta los bailes públicos, donde siente un gran placer. Presenta la particularidad de que jamás llega antes de las 10 horas de la noche, y lo hace en ciertos días. Dice él que viene por la Sra. de Netz, pero sólo puede comunicarse a través del concurso del Sr. D..., médium de efectos físicos, de manera que necesita de la presencia de ambos. Así, el Sr. D... nunca ha conseguido hacerlo venir a su casa, y la Sra. de Netz no puede recibirlo si estuviere sola.
5ª) Lectura de una comunicación espontánea, enviada por el Sr. Rabache, de Burdeos, dando continuación a la serie publicada con el título: Consejos de familia.
6ª) La Sra. de Forbes hace la lectura de tres comunicaciones espontáneas obtenidas por su marido, sobre el amor filial, el amor paternal y la paciencia. Estas comunicaciones, notables por su elevada moralidad y simplicidad de lenguaje, pueden ser clasificadas en la categoría de consejos íntimos.
Estudios – 1°) Evocación del Espíritu de Castelnaudary, ya evocado el 9 de diciembre. (Ver la relación completa con el título: Historia de un condenado.)
2°) Evocación del Espíritu danzante. Él no quiere escribir, pero marca el ritmo de varias danzas con el lápiz y agita el brazo del médium con cadencia. Algunas explicaciones sobre su carácter son dadas por san Luis, el cual confirma las informaciones suministradas anteriormente.
3°) Preguntas sobre las manifestaciones de Fons, cerca de Aubenas. Ès respondido que hay algo de verdadero en esos hechos, pero que es necesario no aceptarlos sin control, y que sobre todo uno debe mantenerse en guardia contra la exageración.
4°) Evocación de Don Peyra, prior de Amilly. Suministra interesantes detalles sobre su situación y su carácter.
5°) Dos comunicaciones espontáneas son obtenidas: la primera por el Sr. Roze, de un Espíritu que se designa con el nombre de Estelle Riquier, que había llevado una vida desordenada y que había faltado a todos sus deberes de esposa y de madre. La segunda por el Sr. Forbes, conteniendo consejos sobre la cólera.
Lectura de tres nuevos pedidos de admisión. Examen e informe aplazados para la sesión del 20 de enero.
Comunicaciones diversas – 1ª) Carta del Sr. Maurice du Teil, de Ardèche, conteniendo la relación de hechos extraordinarios que han tenido lugar en una casa de Fons, cerca de Aubenas, y que en algunos aspectos recuerdan los hechos que han sucedido en Java.
2ª) Carta del Sr. Albert Ferdinand, de Béziers, que contiene tres
hechos notables que le son personales, y que prueban la acción física que los Espíritus pueden ejercer sobre ciertos médiums.
3ª) Carta del Sr. Crozet, de El Havre, médium corresponsal de la Sociedad, que informa una comunicación que ha recibido, juntamente con el Sr. Sprenger, por parte de un Espíritu jugador. Este Espíritu, que cuando encarnado era capitán de la Marina y que desencarnó hace seis meses en Marsella, explica con una precisión y una lucidez notables las diferentes jugadas con los naipes del juego llamado báciga, y la manera con la cual se puede hacer perder o ganar a los jugadores. (Será publicada.)
4ª) Un Espíritu danzante. El Sr. y la Sra. de Netz, miembros de la Sociedad, desde hace algún tiempo reciben comunicaciones de un Espíritu que se manifiesta constantemente danzando, es decir, haciendo danzar a una mesa, que a través de golpes marca el ritmo perfectamente reconocible de una polca, de una mazurca, de una contradanza, de un vals en dos o tres tiempos, etc. Dicho Espíritu nunca quiso escribir y solamente responde efectuando golpes. Por este modo de comunicación llegó a decir que era peruano, de raza indígena y que había muerto hace cincuenta y seis años, a la edad de 35 años; que cuando encarnado gustaba mucho de aguardiente y que ahora frecuenta los bailes públicos, donde siente un gran placer. Presenta la particularidad de que jamás llega antes de las 10 horas de la noche, y lo hace en ciertos días. Dice él que viene por la Sra. de Netz, pero sólo puede comunicarse a través del concurso del Sr. D..., médium de efectos físicos, de manera que necesita de la presencia de ambos. Así, el Sr. D... nunca ha conseguido hacerlo venir a su casa, y la Sra. de Netz no puede recibirlo si estuviere sola.
5ª) Lectura de una comunicación espontánea, enviada por el Sr. Rabache, de Burdeos, dando continuación a la serie publicada con el título: Consejos de familia.
6ª) La Sra. de Forbes hace la lectura de tres comunicaciones espontáneas obtenidas por su marido, sobre el amor filial, el amor paternal y la paciencia. Estas comunicaciones, notables por su elevada moralidad y simplicidad de lenguaje, pueden ser clasificadas en la categoría de consejos íntimos.
Estudios – 1°) Evocación del Espíritu de Castelnaudary, ya evocado el 9 de diciembre. (Ver la relación completa con el título: Historia de un condenado.)
2°) Evocación del Espíritu danzante. Él no quiere escribir, pero marca el ritmo de varias danzas con el lápiz y agita el brazo del médium con cadencia. Algunas explicaciones sobre su carácter son dadas por san Luis, el cual confirma las informaciones suministradas anteriormente.
3°) Preguntas sobre las manifestaciones de Fons, cerca de Aubenas. Ès respondido que hay algo de verdadero en esos hechos, pero que es necesario no aceptarlos sin control, y que sobre todo uno debe mantenerse en guardia contra la exageración.
4°) Evocación de Don Peyra, prior de Amilly. Suministra interesantes detalles sobre su situación y su carácter.
5°) Dos comunicaciones espontáneas son obtenidas: la primera por el Sr. Roze, de un Espíritu que se designa con el nombre de Estelle Riquier, que había llevado una vida desordenada y que había faltado a todos sus deberes de esposa y de madre. La segunda por el Sr. Forbes, conteniendo consejos sobre la cólera.
Viernes 20 de enero de 1860 (Sesión particular)
Lectura del acta del 13 de enero.
Son admitidos como miembros titulares, conforme pedido escrito y después de informe verbal:
1°) El Sr. Krafzoff, de San Petersburgo, presentado el 13 de enero. - 2°) El Sr. Julien, de Belfort (Alto Rin), presentado el 13 de enero. - 3°) El Sr. conde Alexandre Stenbock Fermor, de San Petersburgo, presentado el 6 de enero.
Comunicaciones diversas – 1ª) Lectura de una comunicación espontánea, obtenida por el Sr. Pêcheur, miembro de la Sociedad.
2ª) Nuevos detalles acerca del Espíritu danzante. Al respecto, la Sra. de Netz, que es médium psicógrafa, al haber interrogado a otro Espíritu, obtuvo varias informaciones sobre aquél, como –entre otras– la de que era bastante rico cuando estaba encarnado; que murió en un accidente de caza, en un momento en que se encontraba completamente solo. Habiendo interrogado más tarde al propio danzante sobre estos hechos, con el concurso de su médium y a través de golpes, ella obtuvo del mismo respuestas idénticas. Ahora bien, de ninguna manera la Sra. de Netz informó al médium las primeras respuestas escritas; por otro lado, no era más ella que servía de médium y, además de esto, ella había formulado preguntas insidiosas que podían llevar a respuestas contrarias. Por lo tanto, de una y de otra parte había independencia de pensamiento, y la correlación de las respuestas es un hecho característico.
Otro hecho igualmente curioso es que su médium predilecto para la danza, al salir de su casa un día, fue tomado por movimientos involuntarios que lo hacían marchar rítmicamente por la calle. A través de su voluntad, y resistiendo, podía detener ese movimiento; pero como se abandonaba a sí mismo, sus piernas retomaban su paso danzante. No había nada de muy ostensivo para ser notado por los transeúntes; pero en razón de esto se concibe que Espíritus de otro orden y con mala intención mayor que el danzante –que en definitiva sólo quería divertirse–, puedan provocar en ciertos organismos, movimientos más violentos y de tal naturaleza como aquellos que se ven en los convulsionarios y en los crisíacos.
3ª) Relato de un hecho de comunicación espontánea del Espíritu de un encarnado, realizado por el Sr. de G..., médium psicógrafo, y que le es personal. Este Espíritu dio detalles circunstanciados completamente ignorados por el médium, cuya exactitud ha sido verificada. El Sr. de G... no conocía esta persona sino por haberla visto una sola vez en una visita, no volviéndola a ver más. Solamente sabía su apellido; ahora bien, el Espíritu firmó al mismo tiempo con su nombre de bautismo, que era perfectamente el suyo. Esta circunstancia, junto a otras indicaciones de tiempo y de lugar suministradas por el Espíritu, es una prueba evidente de identidad.
Al respecto, el Sr. conde de R... hace observar que ese tipo de comunicaciones pueden ser a veces indiscretas, y pregunta si la persona en cuestión habría quedado satisfecha si supiese de la conversación.
A esto le fue respondido: 1°) que si esta persona se ha comunicado, es porque lo ha querido como Espíritu, ya que vino por su propia voluntad, considerándose que el Sr. de G..., que de manera alguna pensaba en la misma, no la había llamado; 2°) que el Espíritu desprendido del cuerpo tiene siempre su libre albedrío, y sólo dice lo que quiere; 3°) que, en ese estado, el Espíritu es incluso más prudente que en el estado normal, porque aprecia mejor el alcance de las cosas. Si este Espíritu hubiera visto algún inconveniente en sus palabras, de ningún modo las habría dicho.
4°) Lectura de una comunicación dirigida de Lyon a la Sociedad, y en la cual dice lo siguiente, entre otras cosas:
“Que la reforma de la Humanidad se prepara en la Tierra por la encarnación de Espíritus mejores que constituirán una nueva generación, dominada por el amor al bien; que los hombres dedicados al mal y que cierran los ojos a la luz reencarnarán en una nueva falange de Espíritus simples e ignorantes, enviados por Dios para trabajar en la formación de un globo inferior a la Tierra. Sólo podrán reencontrarse con sus hermanos terrenos después de haber alcanzado, a través de rudos trabajos, el nivel en que estos últimos van a entrar, después de esta generación, porque no será permitido a los Espíritus malos asistir al comienzo de esta brillante transformación.”
El Sr. Theubet hace observar que esta comunicación parece consagrar el principio de una marcha retrógrada, contrariamente a todo lo que ha sido enseñado.
Una extensa y profunda discusión se hubo establecido al respecto. La misma, se resume así: El Espíritu puede decaer en posición social, pero no en relación a las aptitudes adquiridas. El principio de la no retrogradación debe entenderse con referencia al progreso intelectual y al moral, es decir, que el Espíritu no puede perder lo que ha adquirido en inteligencia y en moralidad, y no vuelve al estado de infancia espiritual; en otros términos, que el Espíritu no se vuelve ni más ignorante ni peor de lo que era, lo que no le impide reencarnarse en una posición inferior más penosa y entre otros Espíritus más ignorantes que él, si así lo ha merecido. Un Espíritu muy atrasado que se reencarnase en un pueblo civilizado, ahí estaría fuera de lugar y no podría mantener su posición; al volver entre los salvajes en una nueva existencia, no hará más que retomar, pues, el lugar que había dejado demasiado temprano; pero las ideas que hubiere adquirido durante su pasaje entre los hombres más esclarecidos no serán perdidas para él. Lo mismo sucederá con los hombres que han de ser partícipes de la formación de un nuevo mundo. Al encontrarse fuera de lugar en la Tierra mejorada, irán a un mundo que esté en relación con su estado moral.
Estudios – 1º) Evocación del negro del navío Le Constant, ya evocado el 30 de septiembre de 1859. Él da nuevas explicaciones sobre las circunstancias que han acompañado su muerte.
2°) Tres comunicaciones espontáneas: la primera de Chateaubriand, por el Sr. Roze; la segunda de Platón, por el Sr. Colin; la tercera de Charlet, por el Sr. Didier Hijo, dando continuación al trabajo comenzado por él sobre la naturaleza de los animales.
Son admitidos como miembros titulares, conforme pedido escrito y después de informe verbal:
1°) El Sr. Krafzoff, de San Petersburgo, presentado el 13 de enero. - 2°) El Sr. Julien, de Belfort (Alto Rin), presentado el 13 de enero. - 3°) El Sr. conde Alexandre Stenbock Fermor, de San Petersburgo, presentado el 6 de enero.
Comunicaciones diversas – 1ª) Lectura de una comunicación espontánea, obtenida por el Sr. Pêcheur, miembro de la Sociedad.
2ª) Nuevos detalles acerca del Espíritu danzante. Al respecto, la Sra. de Netz, que es médium psicógrafa, al haber interrogado a otro Espíritu, obtuvo varias informaciones sobre aquél, como –entre otras– la de que era bastante rico cuando estaba encarnado; que murió en un accidente de caza, en un momento en que se encontraba completamente solo. Habiendo interrogado más tarde al propio danzante sobre estos hechos, con el concurso de su médium y a través de golpes, ella obtuvo del mismo respuestas idénticas. Ahora bien, de ninguna manera la Sra. de Netz informó al médium las primeras respuestas escritas; por otro lado, no era más ella que servía de médium y, además de esto, ella había formulado preguntas insidiosas que podían llevar a respuestas contrarias. Por lo tanto, de una y de otra parte había independencia de pensamiento, y la correlación de las respuestas es un hecho característico.
Otro hecho igualmente curioso es que su médium predilecto para la danza, al salir de su casa un día, fue tomado por movimientos involuntarios que lo hacían marchar rítmicamente por la calle. A través de su voluntad, y resistiendo, podía detener ese movimiento; pero como se abandonaba a sí mismo, sus piernas retomaban su paso danzante. No había nada de muy ostensivo para ser notado por los transeúntes; pero en razón de esto se concibe que Espíritus de otro orden y con mala intención mayor que el danzante –que en definitiva sólo quería divertirse–, puedan provocar en ciertos organismos, movimientos más violentos y de tal naturaleza como aquellos que se ven en los convulsionarios y en los crisíacos.
3ª) Relato de un hecho de comunicación espontánea del Espíritu de un encarnado, realizado por el Sr. de G..., médium psicógrafo, y que le es personal. Este Espíritu dio detalles circunstanciados completamente ignorados por el médium, cuya exactitud ha sido verificada. El Sr. de G... no conocía esta persona sino por haberla visto una sola vez en una visita, no volviéndola a ver más. Solamente sabía su apellido; ahora bien, el Espíritu firmó al mismo tiempo con su nombre de bautismo, que era perfectamente el suyo. Esta circunstancia, junto a otras indicaciones de tiempo y de lugar suministradas por el Espíritu, es una prueba evidente de identidad.
Al respecto, el Sr. conde de R... hace observar que ese tipo de comunicaciones pueden ser a veces indiscretas, y pregunta si la persona en cuestión habría quedado satisfecha si supiese de la conversación.
A esto le fue respondido: 1°) que si esta persona se ha comunicado, es porque lo ha querido como Espíritu, ya que vino por su propia voluntad, considerándose que el Sr. de G..., que de manera alguna pensaba en la misma, no la había llamado; 2°) que el Espíritu desprendido del cuerpo tiene siempre su libre albedrío, y sólo dice lo que quiere; 3°) que, en ese estado, el Espíritu es incluso más prudente que en el estado normal, porque aprecia mejor el alcance de las cosas. Si este Espíritu hubiera visto algún inconveniente en sus palabras, de ningún modo las habría dicho.
4°) Lectura de una comunicación dirigida de Lyon a la Sociedad, y en la cual dice lo siguiente, entre otras cosas:
“Que la reforma de la Humanidad se prepara en la Tierra por la encarnación de Espíritus mejores que constituirán una nueva generación, dominada por el amor al bien; que los hombres dedicados al mal y que cierran los ojos a la luz reencarnarán en una nueva falange de Espíritus simples e ignorantes, enviados por Dios para trabajar en la formación de un globo inferior a la Tierra. Sólo podrán reencontrarse con sus hermanos terrenos después de haber alcanzado, a través de rudos trabajos, el nivel en que estos últimos van a entrar, después de esta generación, porque no será permitido a los Espíritus malos asistir al comienzo de esta brillante transformación.”
El Sr. Theubet hace observar que esta comunicación parece consagrar el principio de una marcha retrógrada, contrariamente a todo lo que ha sido enseñado.
Una extensa y profunda discusión se hubo establecido al respecto. La misma, se resume así: El Espíritu puede decaer en posición social, pero no en relación a las aptitudes adquiridas. El principio de la no retrogradación debe entenderse con referencia al progreso intelectual y al moral, es decir, que el Espíritu no puede perder lo que ha adquirido en inteligencia y en moralidad, y no vuelve al estado de infancia espiritual; en otros términos, que el Espíritu no se vuelve ni más ignorante ni peor de lo que era, lo que no le impide reencarnarse en una posición inferior más penosa y entre otros Espíritus más ignorantes que él, si así lo ha merecido. Un Espíritu muy atrasado que se reencarnase en un pueblo civilizado, ahí estaría fuera de lugar y no podría mantener su posición; al volver entre los salvajes en una nueva existencia, no hará más que retomar, pues, el lugar que había dejado demasiado temprano; pero las ideas que hubiere adquirido durante su pasaje entre los hombres más esclarecidos no serán perdidas para él. Lo mismo sucederá con los hombres que han de ser partícipes de la formación de un nuevo mundo. Al encontrarse fuera de lugar en la Tierra mejorada, irán a un mundo que esté en relación con su estado moral.
Estudios – 1º) Evocación del negro del navío Le Constant, ya evocado el 30 de septiembre de 1859. Él da nuevas explicaciones sobre las circunstancias que han acompañado su muerte.
2°) Tres comunicaciones espontáneas: la primera de Chateaubriand, por el Sr. Roze; la segunda de Platón, por el Sr. Colin; la tercera de Charlet, por el Sr. Didier Hijo, dando continuación al trabajo comenzado por él sobre la naturaleza de los animales.
Los Espíritus glóbulos
El deseo de ver a los Espíritus es una cosa muy natural y conocemos a pocas personas que no gustarían tener esta facultad; infelizmente es una de las más raras, sobre todo si es permanente. Las apariciones espontáneas son bastante frecuentes, pero son accidentales y casi siempre motivadas por una circunstancia completamente individual, basada en las relaciones que han podido existir entre el vidente y el Espíritu que le aparece. Por lo tanto, una cosa es ver fortuitamente a un Espíritu y otra es verlo habitualmente, y en las condiciones normales más comunes; ahora bien, es esto lo que constituye la facultad propiamente dicha de los médiums videntes. Ella resulta de una aptitud especial, cuya causa es aún desconocida y que puede desarrollarse, pero que sería provocada en vano si no existiese la predisposición natural. Por lo tanto, es necesario mantenerse en guardia contra las ilusiones que pueden nacer del deseo de poseerla y que han dado lugar a sistemas extraños. Combatimos tanto las teorías aventuradas por las cuales son atacadas las manifestaciones, sobre todo cuando estas teorías denotan la ignorancia de los hechos, como debemos buscar –en interés de la verdad– destruir las ideas que prueban más entusiasmo que reflexión, y que por esto mismo hacen más mal que bien al ponerlas en ridículo.
La teoría de las visiones y de las apariciones es hoy perfectamente conocida; nosotros la hemos desarrollado en varios artículos, particularmente en los números de diciembre de 1858, de febrero y de agosto de 1859, y en nuestra obra El Libro de los Médiums o Espiritismo experimental. Por lo tanto, no la repetiremos aquí; sólo recordaremos efectivamente algunos puntos, antes de llegar al examen del sistema de los glóbulos.
Los Espíritus se presentan bajo varios aspectos: el más frecuente es la forma humana. Generalmente su aparición tiene lugar bajo una forma vaporosa y diáfana, algunas veces vaga y borrosa; al principio es, a menudo, una luz blanquecina cuyos contornos se van delineando poco a poco. Otras veces las líneas son más acentuadas y los menores rasgos del rostro se distinguen con una tal precisión que permite que sean descriptos lo más exactamente posible. En esos momentos, un pintor podría hacer ciertamente un retrato con tanta facilidad como si lo hiciera de una persona viva. Los modales y el aspecto son los mismos que tenía el Espíritu cuando estaba encarnado. Al poder dar todas las apariencias a su periespíritu –que constituye su cuerpo etéreo–, el Espíritu se presenta con aquella que mejor le permita hacerse reconocer; de esta manera, aunque como Espíritu no tenga más ninguna de las enfermedades corporales que pudiera haber tenido como hombre, podrá presentarse lisiado, cojo o jorobado, si así lo juzga conveniente para probar su identidad. En cuanto a la ropa, por lo general se compone de una túnica que termina en largos pliegues flotantes; es al menos la apariencia de los Espíritus superiores que nada han conservado de las cosas terrestres; pero los Espíritus comunes, aquellos que hemos conocido aquí, se presentan casi siempre con la ropa que usaban en el último período de su existencia. Frecuentemente poseen los atributos característicos de su posición. Los Espíritus superiores tienen siempre un semblante bello, noble y sereno; los Espíritus inferiores, al contrario, tienen una fisonomía vulgar, cual espejo donde se reflejan las pasiones más o menos innobles que los agitaban; éstos, algunas veces, llevan los vestigios de los crímenes que han cometido o de los suplicios que han padecido. Una cosa notable es que, exceptuando circunstancias particulares, las partes menos delineadas son generalmente los miembros inferiores, mientras que la cabeza, el torso y los brazos son siempre trazados con nitidez.
Hemos dicho que las apariciones tienen algo de vaporoso, a pesar de su nitidez; en ciertos casos podrían ser comparadas con la imagen reflejada en un cristal sin acero en su parte posterior, lo que no impide que se vean los objetos que se encuentran detrás. Generalmente las perciben así los médiums videntes; éstos las ven ir, venir, entrar, salir y circular entre la multitud de los encarnados, pareciendo –al menos en lo que respecta a los Espíritus comunes– tomar parte activa de lo que sucede a su alrededor, interesándose según el tema y escuchando lo que se habla. Con frecuencia las apariciones son vistas acercándose a las personas, sugeriéndoles ideas, influyendo sobre ellas, consolándolas, mostrándose tristes o contentas según el resultado que obtengan; en una palabra, son la copia o el reflejo del mundo corporal, con sus pasiones, sus vicios o sus virtudes, más virtudes de lo que nuestra naturaleza material difícilmente nos permite comprender. Tal es ese mundo oculto que puebla los espacios, que nos rodea, en medio del cual vivimos sin sospecharlo, así como vivimos en medio de las miríadas del mundo microscópico.
Pero puede ocurrir que el Espíritu revista una forma aún más nítida y tome todas las apariencias de un cuerpo sólido, hasta el punto de producir una ilusión completa y de hacer creer en la presencia de un ser corporal. En fin, la tangibilidad puede volverse real, es decir, que es posible tocar ese cuerpo, palparlo, sentir la misma resistencia, el mismo calor que en un cuerpo animado, lo que no impide que la aparición pueda desvanecerse con la rapidez de un relámpago. No sólo la aparición de estos seres –designados con el nombre de agéneres– es muy rara, sino que ella es siempre accidental y de corta duración, y bajo esa forma no podrían tornarse los comensales habituales de una casa.
Se sabe que entre las facultades excepcionales, de las que el Sr. Home ha dado pruebas irrecusables, es preciso colocar la de hacer aparecer manos tangibles, que pueden ser palpadas y que, a su turno, pueden agarrar, apretar y dejar marcas en la piel. Digamos que los casos de apariciones tangibles son bastante raros; pero los que han sucedido en estos últimos tiempos confirman y explican los que la Historia relata con relación a personas que se han mostrado después de su muerte con todas las apariencias de su naturaleza corporal. Además, por extraordinarios que sean semejantes fenómenos, todo lo sobrenatural desaparece cuando se conoce su explicación y, entonces, se comprende que lejos de ser una derogación de las leyes de la Naturaleza, no son otra cosa que una aplicación de las mismas.
Cuando los Espíritus presentan la forma humana, no es posible engañarse; pero no es así cuando toman otras apariencias. No hablaremos aquí de ciertas imágenes terrestres reflejadas por la atmósfera, que pudieron alimentar la superstición de gente ignorante, y sí de algunos otros efectos sobre los cuales hasta hombres esclarecidos pudieron equivocarse; es sobre todo ahí que es necesario mantenerse en guardia contra la ilusión, para no exponerse a tomar como Espíritus a fenómenos puramente físicos.
No siempre el aire está absolutamente limpio, y hay circunstancias en que la agitación y las corrientes de las moléculas aeriformes producidas por el calor son perfectamente visibles. La aglomeración de esas partículas forma pequeñas masas transparentes que parecen nadar en el espacio y que han dado lugar al singular sistema de los Espíritus bajo la forma de glóbulos. Por lo tanto, la causa de esta apariencia está en el propio aire, pero también puede estar en el ojo. El humor ácueo ofrece puntos imperceptibles que han perdido su transparencia; estos puntos son como cuerpos semiopacos que se hallan en suspensión en el líquido, cuyos movimientos y ondulaciones acompañan. Por efecto del aumento y de la refracción, producen en el aire ambiente y a la distancia la apariencia de pequeños discos, algunas veces irisados, variando de 1 a 10 milímetros de diámetro. Hemos visto a ciertas personas que confunden esos discos con Espíritus familiares, diciendo que éstos las estarían siguiendo y acompañando a todas partes, y en su entusiasmo toman por figuras los matices de la irisación. Una simple observación suministrada por estas mismas personas, ha de llevarlas al terreno de la realidad. Esos discos o medallones –dicen ellas– no sólo las acompañan, sino que siguen todos sus movimientos; van a la derecha, a la izquierda, hacia arriba, hacia abajo o se detienen según el movimiento de la cabeza. Esta coincidencia prueba por sí misma que la sede de la apariencia está en nosotros y no fuera de nosotros, y lo que lo demuestra, además de ello, es que en sus movimientos ondulatorios esos discos nunca se alejan de un cierto ángulo; pero como no siguen bruscamente el movimiento de la línea visual, parecen tener una cierta independencia. La causa de este efecto es muy sencilla. Hemos dicho que los puntos opacos o semiopacos del humor ácueo –causa primera del fenómeno– se hallan como en suspensión, pero tienden siempre a descender; cuando suben es porque fueron impulsados por el movimiento del ojo de abajo hacia arriba; al llegar a una cierta altura, si se fija el ojo, vemos que los discos descienden lentamente y después se detienen. Su movilidad es extrema, porque basta un movimiento imperceptible del ojo para hacerlos recorrer en el rayo visual toda la amplitud del ángulo en su abertura en el espacio, donde la imagen se proyecta.
Lo mismo diremos de las lucecitas que algunas veces se producen en haces o en manojos más o menos compactos, por la contracción de los músculos del ojo, y que probablemente se deben a la fosforescencia o a la electricidad natural del iris, puesto que están generalmente circunscriptas a la circunferencia del disco de ese órgano.
Semejantes ilusiones sólo pueden provenir de una observación incompleta; quien haya estudiado seriamente la naturaleza de los Espíritus, por todos los medios que proporciona la ciencia práctica, comprenderá cuán pueriles son dichas ilusiones. Si esos glóbulos aéreos fuesen Espíritus, habría que convenir en que estarían reducidos a un papel demasiado mecánico asignado a seres inteligentes y libres, papel bastante tedioso para los Espíritus inferiores, e incompatible, con mucha más razón, con la idea que tenemos de los Espíritus superiores.
Los únicos signos que pueden verdaderamente atestiguar la presencia de los Espíritus son los signos inteligentes. En cuanto no fuere probado que las imágenes de que acabamos de hablar –aunque tomen incluso la forma humana– tienen un movimiento propio, espontáneo, con un evidente carácter intencional y que denoten una voluntad libre, no veremos en esto sino fenómenos fisiológicos o de óptica. La misma observación se aplica a todos los géneros de manifestaciones y sobre todo a los ruidos, a los golpes, a los movimientos insólitos de los cuerpos inertes, que mil y una causas físicas pueden producir. Lo repetimos: en cuanto un efecto no fuere inteligente por sí mismo, e independiente de la inteligencia de los hombres, es preciso observarlo más de una vez antes de atribuirlo a los Espíritus.
El deseo de ver a los Espíritus es una cosa muy natural y conocemos a pocas personas que no gustarían tener esta facultad; infelizmente es una de las más raras, sobre todo si es permanente. Las apariciones espontáneas son bastante frecuentes, pero son accidentales y casi siempre motivadas por una circunstancia completamente individual, basada en las relaciones que han podido existir entre el vidente y el Espíritu que le aparece. Por lo tanto, una cosa es ver fortuitamente a un Espíritu y otra es verlo habitualmente, y en las condiciones normales más comunes; ahora bien, es esto lo que constituye la facultad propiamente dicha de los médiums videntes. Ella resulta de una aptitud especial, cuya causa es aún desconocida y que puede desarrollarse, pero que sería provocada en vano si no existiese la predisposición natural. Por lo tanto, es necesario mantenerse en guardia contra las ilusiones que pueden nacer del deseo de poseerla y que han dado lugar a sistemas extraños. Combatimos tanto las teorías aventuradas por las cuales son atacadas las manifestaciones, sobre todo cuando estas teorías denotan la ignorancia de los hechos, como debemos buscar –en interés de la verdad– destruir las ideas que prueban más entusiasmo que reflexión, y que por esto mismo hacen más mal que bien al ponerlas en ridículo.
La teoría de las visiones y de las apariciones es hoy perfectamente conocida; nosotros la hemos desarrollado en varios artículos, particularmente en los números de diciembre de 1858, de febrero y de agosto de 1859, y en nuestra obra El Libro de los Médiums o Espiritismo experimental. Por lo tanto, no la repetiremos aquí; sólo recordaremos efectivamente algunos puntos, antes de llegar al examen del sistema de los glóbulos.
Los Espíritus se presentan bajo varios aspectos: el más frecuente es la forma humana. Generalmente su aparición tiene lugar bajo una forma vaporosa y diáfana, algunas veces vaga y borrosa; al principio es, a menudo, una luz blanquecina cuyos contornos se van delineando poco a poco. Otras veces las líneas son más acentuadas y los menores rasgos del rostro se distinguen con una tal precisión que permite que sean descriptos lo más exactamente posible. En esos momentos, un pintor podría hacer ciertamente un retrato con tanta facilidad como si lo hiciera de una persona viva. Los modales y el aspecto son los mismos que tenía el Espíritu cuando estaba encarnado. Al poder dar todas las apariencias a su periespíritu –que constituye su cuerpo etéreo–, el Espíritu se presenta con aquella que mejor le permita hacerse reconocer; de esta manera, aunque como Espíritu no tenga más ninguna de las enfermedades corporales que pudiera haber tenido como hombre, podrá presentarse lisiado, cojo o jorobado, si así lo juzga conveniente para probar su identidad. En cuanto a la ropa, por lo general se compone de una túnica que termina en largos pliegues flotantes; es al menos la apariencia de los Espíritus superiores que nada han conservado de las cosas terrestres; pero los Espíritus comunes, aquellos que hemos conocido aquí, se presentan casi siempre con la ropa que usaban en el último período de su existencia. Frecuentemente poseen los atributos característicos de su posición. Los Espíritus superiores tienen siempre un semblante bello, noble y sereno; los Espíritus inferiores, al contrario, tienen una fisonomía vulgar, cual espejo donde se reflejan las pasiones más o menos innobles que los agitaban; éstos, algunas veces, llevan los vestigios de los crímenes que han cometido o de los suplicios que han padecido. Una cosa notable es que, exceptuando circunstancias particulares, las partes menos delineadas son generalmente los miembros inferiores, mientras que la cabeza, el torso y los brazos son siempre trazados con nitidez.
Hemos dicho que las apariciones tienen algo de vaporoso, a pesar de su nitidez; en ciertos casos podrían ser comparadas con la imagen reflejada en un cristal sin acero en su parte posterior, lo que no impide que se vean los objetos que se encuentran detrás. Generalmente las perciben así los médiums videntes; éstos las ven ir, venir, entrar, salir y circular entre la multitud de los encarnados, pareciendo –al menos en lo que respecta a los Espíritus comunes– tomar parte activa de lo que sucede a su alrededor, interesándose según el tema y escuchando lo que se habla. Con frecuencia las apariciones son vistas acercándose a las personas, sugeriéndoles ideas, influyendo sobre ellas, consolándolas, mostrándose tristes o contentas según el resultado que obtengan; en una palabra, son la copia o el reflejo del mundo corporal, con sus pasiones, sus vicios o sus virtudes, más virtudes de lo que nuestra naturaleza material difícilmente nos permite comprender. Tal es ese mundo oculto que puebla los espacios, que nos rodea, en medio del cual vivimos sin sospecharlo, así como vivimos en medio de las miríadas del mundo microscópico.
Pero puede ocurrir que el Espíritu revista una forma aún más nítida y tome todas las apariencias de un cuerpo sólido, hasta el punto de producir una ilusión completa y de hacer creer en la presencia de un ser corporal. En fin, la tangibilidad puede volverse real, es decir, que es posible tocar ese cuerpo, palparlo, sentir la misma resistencia, el mismo calor que en un cuerpo animado, lo que no impide que la aparición pueda desvanecerse con la rapidez de un relámpago. No sólo la aparición de estos seres –designados con el nombre de agéneres– es muy rara, sino que ella es siempre accidental y de corta duración, y bajo esa forma no podrían tornarse los comensales habituales de una casa.
Se sabe que entre las facultades excepcionales, de las que el Sr. Home ha dado pruebas irrecusables, es preciso colocar la de hacer aparecer manos tangibles, que pueden ser palpadas y que, a su turno, pueden agarrar, apretar y dejar marcas en la piel. Digamos que los casos de apariciones tangibles son bastante raros; pero los que han sucedido en estos últimos tiempos confirman y explican los que la Historia relata con relación a personas que se han mostrado después de su muerte con todas las apariencias de su naturaleza corporal. Además, por extraordinarios que sean semejantes fenómenos, todo lo sobrenatural desaparece cuando se conoce su explicación y, entonces, se comprende que lejos de ser una derogación de las leyes de la Naturaleza, no son otra cosa que una aplicación de las mismas.
Cuando los Espíritus presentan la forma humana, no es posible engañarse; pero no es así cuando toman otras apariencias. No hablaremos aquí de ciertas imágenes terrestres reflejadas por la atmósfera, que pudieron alimentar la superstición de gente ignorante, y sí de algunos otros efectos sobre los cuales hasta hombres esclarecidos pudieron equivocarse; es sobre todo ahí que es necesario mantenerse en guardia contra la ilusión, para no exponerse a tomar como Espíritus a fenómenos puramente físicos.
No siempre el aire está absolutamente limpio, y hay circunstancias en que la agitación y las corrientes de las moléculas aeriformes producidas por el calor son perfectamente visibles. La aglomeración de esas partículas forma pequeñas masas transparentes que parecen nadar en el espacio y que han dado lugar al singular sistema de los Espíritus bajo la forma de glóbulos. Por lo tanto, la causa de esta apariencia está en el propio aire, pero también puede estar en el ojo. El humor ácueo ofrece puntos imperceptibles que han perdido su transparencia; estos puntos son como cuerpos semiopacos que se hallan en suspensión en el líquido, cuyos movimientos y ondulaciones acompañan. Por efecto del aumento y de la refracción, producen en el aire ambiente y a la distancia la apariencia de pequeños discos, algunas veces irisados, variando de 1 a 10 milímetros de diámetro. Hemos visto a ciertas personas que confunden esos discos con Espíritus familiares, diciendo que éstos las estarían siguiendo y acompañando a todas partes, y en su entusiasmo toman por figuras los matices de la irisación. Una simple observación suministrada por estas mismas personas, ha de llevarlas al terreno de la realidad. Esos discos o medallones –dicen ellas– no sólo las acompañan, sino que siguen todos sus movimientos; van a la derecha, a la izquierda, hacia arriba, hacia abajo o se detienen según el movimiento de la cabeza. Esta coincidencia prueba por sí misma que la sede de la apariencia está en nosotros y no fuera de nosotros, y lo que lo demuestra, además de ello, es que en sus movimientos ondulatorios esos discos nunca se alejan de un cierto ángulo; pero como no siguen bruscamente el movimiento de la línea visual, parecen tener una cierta independencia. La causa de este efecto es muy sencilla. Hemos dicho que los puntos opacos o semiopacos del humor ácueo –causa primera del fenómeno– se hallan como en suspensión, pero tienden siempre a descender; cuando suben es porque fueron impulsados por el movimiento del ojo de abajo hacia arriba; al llegar a una cierta altura, si se fija el ojo, vemos que los discos descienden lentamente y después se detienen. Su movilidad es extrema, porque basta un movimiento imperceptible del ojo para hacerlos recorrer en el rayo visual toda la amplitud del ángulo en su abertura en el espacio, donde la imagen se proyecta.
Lo mismo diremos de las lucecitas que algunas veces se producen en haces o en manojos más o menos compactos, por la contracción de los músculos del ojo, y que probablemente se deben a la fosforescencia o a la electricidad natural del iris, puesto que están generalmente circunscriptas a la circunferencia del disco de ese órgano.
Semejantes ilusiones sólo pueden provenir de una observación incompleta; quien haya estudiado seriamente la naturaleza de los Espíritus, por todos los medios que proporciona la ciencia práctica, comprenderá cuán pueriles son dichas ilusiones. Si esos glóbulos aéreos fuesen Espíritus, habría que convenir en que estarían reducidos a un papel demasiado mecánico asignado a seres inteligentes y libres, papel bastante tedioso para los Espíritus inferiores, e incompatible, con mucha más razón, con la idea que tenemos de los Espíritus superiores.
Los únicos signos que pueden verdaderamente atestiguar la presencia de los Espíritus son los signos inteligentes. En cuanto no fuere probado que las imágenes de que acabamos de hablar –aunque tomen incluso la forma humana– tienen un movimiento propio, espontáneo, con un evidente carácter intencional y que denoten una voluntad libre, no veremos en esto sino fenómenos fisiológicos o de óptica. La misma observación se aplica a todos los géneros de manifestaciones y sobre todo a los ruidos, a los golpes, a los movimientos insólitos de los cuerpos inertes, que mil y una causas físicas pueden producir. Lo repetimos: en cuanto un efecto no fuere inteligente por sí mismo, e independiente de la inteligencia de los hombres, es preciso observarlo más de una vez antes de atribuirlo a los Espíritus.
Médiums especiales
La experiencia prueba a cada día cuán numerosas son las variedades de la facultad medianímica; pero también nos prueba que los diversos matices de esta facultad se deben a aptitudes especiales aún no definidas, haciendo abstracción de las cualidades y de los conocimientos del Espíritu que se manifiesta.
La naturaleza de las comunicaciones está siempre relacionada con la naturaleza del Espíritu y tiene el sello de su elevación o de su inferioridad, de su saber o de su ignorancia; pero aunque sea del mismo grado, desde el punto de vista jerárquico, hay indiscutiblemente en él una propensión a ocuparse de una cosa antes que de otra. Los Espíritus golpeadores, por ejemplo, casi no se alejan de las manifestaciones físicas; y entre los que dan manifestaciones inteligentes, hay Espíritus poetas, músicos, dibujantes, moralistas, científicos, médicos, etc. Hablamos de los Espíritus de un orden mediano, porque cuando llegan a un cierto grado, las aptitudes se confunden en la unidad de la perfección. Pero al lado de la aptitud del Espíritu se encuentra la aptitud del médium, que es para él un instrumento más o menos adecuado, más o menos flexible, y en el cual descubre cualidades particulares que no podemos apreciar.
Hagamos una comparación: Un músico muy virtuoso tiene a su disposición varios violines que, para el vulgo, son todos buenos instrumentos, pero entre los cuales el artista consumado hace una gran diferencia; encuentra en ellos matices de una extrema delicadeza que le hará escoger unos y rechazar otros, matices que capta por intuición, pues no puede definirlos. Sucede lo mismo con respecto a los médiums: aunque estén en igualdad de condiciones en cuanto a la fuerza medianímica, el Espíritu dará preferencia a uno o a otro, según el género de comunicación que quiera realizar. Así, por ejemplo, vemos a personas que como médiums escriben poesías admirables, aunque en condiciones ordinarias no hayan podido ni sabido jamás hacer dos versos; otras, al contrario, que son poetas, pero como médiums nunca han podido escribir más que prosa, a pesar de su deseo de hacer poesías. Lo mismo ocurre con el dibujo, la música, etc. Hay médiums que, sin tener conocimientos científicos, tienen una aptitud más particular para recibir comunicaciones científicas; otros son aptos para los estudios históricos; otros sirven de intérpretes con mayor facilidad a los Espíritus moralistas. En una palabra, sea cual fuere la flexibilidad del médium, las comunicaciones que recibe más fácilmente tienen por lo general un sello especial; existen también los que no salen de un cierto círculo de ideas, y cuando se apartan del mismo solamente obtienen comunicaciones incompletas, lacónicas y frecuentemente falsas. Dejando a un lado la cuestión de las aptitudes, los Espíritus también se comunican más o menos preferentemente con tal o cual intermediario, según sus simpatías; así, en igualdad de condiciones, el mismo Espíritu será mucho más explícito con ciertos médiums, sólo porque éstos le resultan más adecuados.
Por lo tanto, sería erróneo pensar que se podrán obtener buenas comunicaciones de todos los géneros por el solo hecho de disponer de un buen médium, aunque él tuviese la mayor facilidad en escribir. Indiscutiblemente, la primera condición para tener buenas comunicaciones es asegurarse de qué origen emanan las mismas, es decir, cuáles son las cualidades del Espíritu que las transmite; pero no menos necesario es tomar en consideración las cualidades del instrumento ofrecido al Espíritu; por lo tanto, es preciso estudiar la naturaleza del médium como se estudia la naturaleza del Espíritu, porque éstos son los dos elementos esenciales para obtener un resultado satisfactorio. Hay un tercer elemento que desempeña un papel igualmente importante: es la intención, el pensamiento íntimo, el sentimiento más o menos loable de aquel que interroga. Y esto se concibe: Para que una comunicación sea buena, es necesario que emane de un Espíritu bueno; para que este Espíritu bueno PUEDA transmitirla, necesita un buen instrumento; para que QUIERA transmitirla, es necesario que el objetivo le convenga. El Espíritu, que lee el pensamiento, juzga si la pregunta que se le ha propuesto merece una respuesta seria y si la persona que la ha hecho es digna de recibirla; en caso contrario, no pierde su tiempo en sembrar buenos granos en terreno pedregoso, y es entonces que los Espíritus ligeros y burlones se aprovechan, porque al importarse poco con la verdad, éstos la tienen sin cuidado y son generalmente bastante inescrupulosos en cuanto al objetivo y a los medios utilizados.
De acuerdo con lo que acabamos de decir, se comprende que deben haber Espíritus más especialmente ocupados –por gusto o por razón– con el alivio de la Humanidad sufrida; que, paralelamente, deben haber médiums más aptos que otros para servirles de intermediarios. Ahora bien, como esos Espíritus obran exclusivamente para el bien, deben buscar en sus intérpretes, además de la aptitud que podría llamarse fisiológica, ciertas cualidades morales entre las cuales figuran en primera línea la devoción y el desinterés. La codicia siempre ha sido y siempre será un motivo de repulsión para los Espíritus buenos y una causa de atracción para los otros. En efecto, ¿puede el buen sentido aceptar que los Espíritus superiores se presten a todas las combinaciones de interés material y que estén a las órdenes del primero que llegue pretendiendo explotarlos? Los Espíritus, sean cuales fueren, no quieren ser explotados, y si algunos parecen ser conniventes, si hasta van al encuentro de ciertos deseos demasiado mundanos, es casi siempre con el propósito de una mistificación de la que se ríen después, jugando así una mala pasada a gente muy crédula. Además, quizá no sea inútil que algunos se quemen los dedos, a fin de aprender a no jugar con cosas serias.
Sería el caso de hablar aquí de uno de esos médiums privilegiados que los Espíritus curativos parecen haber tomado bajo su protección directa. La Srta. Désirée Godu, que vive en Hennebont (Morbihan), y que en este aspecto tiene una facultad verdaderamente excepcional, de la cual hace uso con la más piadosa abnegación. Ya hemos dicho algunas palabras al respecto en una de las actas de las sesiones de la Sociedad; pero la importancia del tema merece un artículo especial, que tendremos la satisfacción de publicar en nuestro próximo número. Además del interés que se le da al estudio de toda facultad rara, nosotros siempre consideramos como un deber dar a conocer el bien y hacer justicia a quien lo practica.
La experiencia prueba a cada día cuán numerosas son las variedades de la facultad medianímica; pero también nos prueba que los diversos matices de esta facultad se deben a aptitudes especiales aún no definidas, haciendo abstracción de las cualidades y de los conocimientos del Espíritu que se manifiesta.
La naturaleza de las comunicaciones está siempre relacionada con la naturaleza del Espíritu y tiene el sello de su elevación o de su inferioridad, de su saber o de su ignorancia; pero aunque sea del mismo grado, desde el punto de vista jerárquico, hay indiscutiblemente en él una propensión a ocuparse de una cosa antes que de otra. Los Espíritus golpeadores, por ejemplo, casi no se alejan de las manifestaciones físicas; y entre los que dan manifestaciones inteligentes, hay Espíritus poetas, músicos, dibujantes, moralistas, científicos, médicos, etc. Hablamos de los Espíritus de un orden mediano, porque cuando llegan a un cierto grado, las aptitudes se confunden en la unidad de la perfección. Pero al lado de la aptitud del Espíritu se encuentra la aptitud del médium, que es para él un instrumento más o menos adecuado, más o menos flexible, y en el cual descubre cualidades particulares que no podemos apreciar.
Hagamos una comparación: Un músico muy virtuoso tiene a su disposición varios violines que, para el vulgo, son todos buenos instrumentos, pero entre los cuales el artista consumado hace una gran diferencia; encuentra en ellos matices de una extrema delicadeza que le hará escoger unos y rechazar otros, matices que capta por intuición, pues no puede definirlos. Sucede lo mismo con respecto a los médiums: aunque estén en igualdad de condiciones en cuanto a la fuerza medianímica, el Espíritu dará preferencia a uno o a otro, según el género de comunicación que quiera realizar. Así, por ejemplo, vemos a personas que como médiums escriben poesías admirables, aunque en condiciones ordinarias no hayan podido ni sabido jamás hacer dos versos; otras, al contrario, que son poetas, pero como médiums nunca han podido escribir más que prosa, a pesar de su deseo de hacer poesías. Lo mismo ocurre con el dibujo, la música, etc. Hay médiums que, sin tener conocimientos científicos, tienen una aptitud más particular para recibir comunicaciones científicas; otros son aptos para los estudios históricos; otros sirven de intérpretes con mayor facilidad a los Espíritus moralistas. En una palabra, sea cual fuere la flexibilidad del médium, las comunicaciones que recibe más fácilmente tienen por lo general un sello especial; existen también los que no salen de un cierto círculo de ideas, y cuando se apartan del mismo solamente obtienen comunicaciones incompletas, lacónicas y frecuentemente falsas. Dejando a un lado la cuestión de las aptitudes, los Espíritus también se comunican más o menos preferentemente con tal o cual intermediario, según sus simpatías; así, en igualdad de condiciones, el mismo Espíritu será mucho más explícito con ciertos médiums, sólo porque éstos le resultan más adecuados.
Por lo tanto, sería erróneo pensar que se podrán obtener buenas comunicaciones de todos los géneros por el solo hecho de disponer de un buen médium, aunque él tuviese la mayor facilidad en escribir. Indiscutiblemente, la primera condición para tener buenas comunicaciones es asegurarse de qué origen emanan las mismas, es decir, cuáles son las cualidades del Espíritu que las transmite; pero no menos necesario es tomar en consideración las cualidades del instrumento ofrecido al Espíritu; por lo tanto, es preciso estudiar la naturaleza del médium como se estudia la naturaleza del Espíritu, porque éstos son los dos elementos esenciales para obtener un resultado satisfactorio. Hay un tercer elemento que desempeña un papel igualmente importante: es la intención, el pensamiento íntimo, el sentimiento más o menos loable de aquel que interroga. Y esto se concibe: Para que una comunicación sea buena, es necesario que emane de un Espíritu bueno; para que este Espíritu bueno PUEDA transmitirla, necesita un buen instrumento; para que QUIERA transmitirla, es necesario que el objetivo le convenga. El Espíritu, que lee el pensamiento, juzga si la pregunta que se le ha propuesto merece una respuesta seria y si la persona que la ha hecho es digna de recibirla; en caso contrario, no pierde su tiempo en sembrar buenos granos en terreno pedregoso, y es entonces que los Espíritus ligeros y burlones se aprovechan, porque al importarse poco con la verdad, éstos la tienen sin cuidado y son generalmente bastante inescrupulosos en cuanto al objetivo y a los medios utilizados.
De acuerdo con lo que acabamos de decir, se comprende que deben haber Espíritus más especialmente ocupados –por gusto o por razón– con el alivio de la Humanidad sufrida; que, paralelamente, deben haber médiums más aptos que otros para servirles de intermediarios. Ahora bien, como esos Espíritus obran exclusivamente para el bien, deben buscar en sus intérpretes, además de la aptitud que podría llamarse fisiológica, ciertas cualidades morales entre las cuales figuran en primera línea la devoción y el desinterés. La codicia siempre ha sido y siempre será un motivo de repulsión para los Espíritus buenos y una causa de atracción para los otros. En efecto, ¿puede el buen sentido aceptar que los Espíritus superiores se presten a todas las combinaciones de interés material y que estén a las órdenes del primero que llegue pretendiendo explotarlos? Los Espíritus, sean cuales fueren, no quieren ser explotados, y si algunos parecen ser conniventes, si hasta van al encuentro de ciertos deseos demasiado mundanos, es casi siempre con el propósito de una mistificación de la que se ríen después, jugando así una mala pasada a gente muy crédula. Además, quizá no sea inútil que algunos se quemen los dedos, a fin de aprender a no jugar con cosas serias.
Sería el caso de hablar aquí de uno de esos médiums privilegiados que los Espíritus curativos parecen haber tomado bajo su protección directa. La Srta. Désirée Godu, que vive en Hennebont (Morbihan), y que en este aspecto tiene una facultad verdaderamente excepcional, de la cual hace uso con la más piadosa abnegación. Ya hemos dicho algunas palabras al respecto en una de las actas de las sesiones de la Sociedad; pero la importancia del tema merece un artículo especial, que tendremos la satisfacción de publicar en nuestro próximo número. Además del interés que se le da al estudio de toda facultad rara, nosotros siempre consideramos como un deber dar a conocer el bien y hacer justicia a quien lo practica.
Bibliografía - La condesa Matilde de Canossa
Este es el título de una novela legendaria, publicada en Roma en 1858, por el R. P. Bresciani, de la Compañía de Jesús,[1] autor de El hebreo de Verona. El tema de la obra es la historia –en el género de Walter Scott– de la antigua familia de Canossa: ha sido por esto que el autor se la ha dedicado al descendiente actual de esa ilustre familia, el marqués Octave de Canossa, alcalde de Verona y gentilhombre de cámara de Su Majestad el Emperador de Austria. La acción transcurre en la Edad Media; los hechiceros y los magos desempeñan allí un gran papel, y las escenas de hechicería son descriptas con una precisión que daría envidia al novelista escocés. El autor nos parece menos feliz en su evaluación de los fenómenos espíritas modernos, de las mesas giratorias, del magnetismo y del sonambulismo; ahora bien, he aquí lo que nosotros leemos al respecto en el capítulo X, página 170:
Este es el título de una novela legendaria, publicada en Roma en 1858, por el R. P. Bresciani, de la Compañía de Jesús,[1] autor de El hebreo de Verona. El tema de la obra es la historia –en el género de Walter Scott– de la antigua familia de Canossa: ha sido por esto que el autor se la ha dedicado al descendiente actual de esa ilustre familia, el marqués Octave de Canossa, alcalde de Verona y gentilhombre de cámara de Su Majestad el Emperador de Austria. La acción transcurre en la Edad Media; los hechiceros y los magos desempeñan allí un gran papel, y las escenas de hechicería son descriptas con una precisión que daría envidia al novelista escocés. El autor nos parece menos feliz en su evaluación de los fenómenos espíritas modernos, de las mesas giratorias, del magnetismo y del sonambulismo; ahora bien, he aquí lo que nosotros leemos al respecto en el capítulo X, página 170:
"Varios de mis lectores –y tal vez no sean en pequeño número– podrían realmente sorprenderse por ver expuesto en los capítulos anteriores todo un aparato de hechicerías, conjuraciones, sortilegios, alucinaciones, irrupciones fantásticas que no quedarían mal en las historias nocturnas y en los cuentos de viejas. –En nuestros días, ¿quién cree todavía en necromantes, hechiceros, encantamientos, embrujos, brebajes mágicos o comunicaciones con el diablo? ¿Desearíais que volvamos a los cuentos de hadas de Martín del Río,[2] a las tontas supersticiones del pueblo y de las comadres de las esquinas, a través de las leyendas que le ponen la piel de gallina a las campesinas de cachetes grandes, que tienen miedo del hombre lobo y que le quitan el sueño a las miedosas marmotas, en nombre del cuco? Realmente, amigo, ¡este es el momento de librarnos de esas pamplinas! –Tal es, más o menos, el lenguaje que me parece oír.
"Responderé que, antes de desdeñar tanto a las antiguas creencias, sería preciso que cada uno ponga la mano en la conciencia y se pregunte, bien francamente, si al menos no es tan crédulo como algunos de sus antepasados. Veamos un poco: ¿Qué significa esta moda de magnetizadores y de médiums, de mesas giratorias, parlantes y proféticas; de sonámbulos que ven a través de las paredes, que leen por el codo, que ante sí tienen presentes lo que se dice y se hace a veinte, treinta o cuarenta millas de distancia; que leen y escriben sin saber ni el abecé; que sin conocer una palabra de Medicina, señalan y determinan todos los casos patológicos, indicando sus causas y prescribiendo el remedio con las dosis recomendadas en todos los términos greco-árabes del vocabulario científico? ¿Qué son esos interrogatorios a los Espíritus, esas respuestas de personas muertas y enterradas, esas profecías de acontecimientos futuros? ¿Quién evoca a estas sombras? ¿Quién las hace hablar? ¿Quién les hace ver un futuro que no existe? ¿Quién les hace proferir esas blasfemias contra Dios, contra los santos del Cielo, contra los sacramentos de la Iglesia?
"Veamos, gente brava, ¡hablad! ¿Por qué esas muecas y esas miradas sombrías? –¡Ah! ¡Quién sabe lo que me acabaréis diciendo! ¡Misterios de la Naturaleza, leyes desconocidas, fuerza de la lucidez, sentido oculto en el organismo humano! Sutileza del fluido magnético, del influjo nervioso, de las ondulaciones ópticas y acústicas; virtudes secretas que la electricidad o el magnetismo estimulan en el cerebro, en la sangre, en las fibras, en todas las partes vitales; poderes y fuerzas supremas de la voluntad y de la imaginación.
"Amigos míos, estos son cuentos, palabras sin sentido, frases vacías, rodeos ambiguos, enigmas que vosotros mismos no comprendéis. Toda la diferencia que hay entre nosotros y nuestros antepasados está en que, para negar un misterio, nosotros forjamos otros cien, mientras que para aquella buena gente un gato era un gato, y el diablo era el diablo. Tenemos la pretensión de otorgar a la Naturaleza fuerzas que ella no tiene y que no puede tener; nuestros ancestrales, más sabios y más francos, decían –sin tantos circunloquios– que había operaciones sobrenaturales, y sencillamente las trataban como hechicerías.
"Sin embargo, menos versados que nosotros en el conocimiento de los fenómenos naturales, ellos llegaron indudablemente a tomar a veces por un efecto prodigioso cosas que no salen del orden natural, mientras que los modernos, mucho más esclarecidos, no dejan de observar un buen número de supercherías de los magnetizadores como efecto misterioso de las leyes secretas de la Naturaleza, y las operaciones realmente diabólicas como jugarretas más o menos sutiles. Pero los hombres más cristianos de los buenos y viejos tiempos bien sabían que los Espíritus malos, evocados por medio de ciertos signos, de ciertas conjuraciones, de ciertos pactos, aparecían, respondían, alucinaban la imaginación al impresionar de mil maneras y, sobre todo, al hacer el mayor mal que podían a los que con ellos conversaban. Confesad, pues, de buena fe que, inclusive en nuestros días, tenemos en mayor número que antiguamente a nuestros necromantes, a nuestros magos y a nuestros hechiceros, con la diferencia de que nuestros pobres antepasados tenían horror a esos maleficios, que ellos practicaban en secreto, en las tinieblas, en las cavernas, en las florestas, siendo que muchos se arrepentían de eso, confesándose y después haciendo penitencia; mientras que en nuestros días son practicados en los salones refulgentes de oro y de luces, en presencia de curiosos, ante muchachas, niños, madres, sin el más mínimo escrúpulo y a menudo regocijándose con las supersticiones de la Edad Media.
"Creedme: en todas las épocas, los hombres han querido relacionarse con el demonio, y este espíritu astuto, aunque los hombres no lo devuelvan a los abismos y con él mantengan contacto, se adapta a todas las transformaciones. En los siglos idólatras él vivía con los oráculos y las pitonisas; se mostraba bajo la forma de paloma, de urraca, de gallo, de serpiente, y cantaba versos fatídicos. En la Edad Media se presentaba pedante, frente a los pueblos bárbaros, y les aparecía con formas terribles, en monstruosas conjuraciones. Si a veces él se encogía y se sutilizaba hasta el punto de alojarse en los cabellos, en los frascos, en los brebajes mágicos que los hechiceros hacían beber a los amantes, no era sin inspirar un gran terror. Hoy, en cambio, él se presta a la civilización del siglo; se complace en el mundo elegante, en las reuniones brillantes; sucesivamente hace dormir a los sonámbulos, danza con las mesas, escribe con las mesitas de velador. En verdad, ¿no es muy gentil? ¡Tiene mucho cuidado de no asustar a nadie! Él se viste a la americana, a la inglesa, a la parisiense, a la alemana; es realmente amable, con la barba y el bigote fino de los italianos; es el preferido de los salones y sería muy tosco no tratarlo con irreprochable distinción. ¡Ya veis! Se ha vuelto tan buen apóstol que conversa de la manera más cortés con aquella señora que aún va a misa y que si le dijereis: –¡Tened cuidado! Existen cosas que no son naturales y que no podrían serlo: hay gato encerrado; los buenos cristianos no se ocupan con eso –se reiría de vosotros en la cara y os respondería con un aire jactancioso: –¡Demonio! Todo esto es muy natural: yo también soy cristiana; pero no soy una imbécil.
"Mientras tanto, si la ocasión se presenta, ella hará magnetizar a su hija de veinte años, a fin de hacerla leer, con su intuición magnética, los hechos distantes o secretos del futuro.
"¡Os dejo pensando si ese elegante diablo con guantes amarillos debe reírse en la cara de una buena cristiana!"
Dejamos a nuestros lectores el cuidado de apreciar el juicio del P. Bresciani: indudablemente en vano han de buscar allí, como nosotros, argumentos perentorios contra las ideas espíritas o cualquier demostración de la falsedad de estas ideas; sin duda, él piensa que no vale la pena una refutación seria de las mismas y que basta un soplo para disiparlas. Pero nos parece que, a ejemplo de la mayoría de los adversarios, él llega a una conclusión totalmente diferente de la esperada, ya que no prueba por A más B que eso no es posible NI PUEDE serlo. Como el P. Bresciani es un hombre de un talento indiscutible y de una instrucción superior, nosotros pensamos que, puesto que su objetivo era el de combatir a los Espíritus, debe haber reunido contra ellos sus armas más temibles; de esto deducimos que si no ha dicho más, es porque nada más tiene para decir; que si no da otras pruebas, es porque no tiene otras mejores para oponer: de lo contrario habría tenido el cuidado de presentarlas. Los más ridiculizados en toda esta argumentación no son los Espíritus, sino el propio diablo, que es tratado un poco caballerosamente y no como una cosa tomada en serio. Ante ese estilo chistoso, somos llevados a pensar que el autor no cree más en el diablo que en los Espíritus. Por tanto, si el diablo fuese el único agente de todas las manifestaciones –como se pretende–, convengamos en que desempeña un papel más divertido que terrible y que es mucho más capacitado para mover la curiosidad que para asustar. Además, tal es, hasta el presente, el resultado de todo lo que se ha dicho y escrito contra el Espiritismo, de manera que bien más lo han servido que perjudicado.
Según la mayoría de los críticos, el hecho de las manifestaciones no tiene alcance; es un entusiasmo pasajero, un juego de salón, y el autor no nos parece haberlo encarado desde un lado más serio; si es así, ¿por qué atormentarse? Dejad a la moda el cuidado de traer mañana un otro pasatiempo, y el Espiritismo vivirá lo que vivió la manía de los jarros de porcelana: el espacio de dos estaciones. Al tirarle piedras, dan a entender que le tienen miedo, porque sólo se busca derribar aquello que se teme; si es una quimera, una utopía, ¿por qué luchar contra molinos de viento? Es cierto que se dice que el diablo algunas veces se entromete; pero no habría necesidad de tantos autores como éste, pintando al diablo de color de rosa, para dar a todas las mujeres el deseo de conocerlo.
El P. Bresciani ¿ha examinado bien la cuestión? ¿Ha pesado el alcance de todas sus palabras? Nos permitimos dudarlo. Cuando él dice: ¿Qué son esas respuestas de personas muertas y enterradas? ¿Quién les hace ver un futuro QUE NO EXISTE? Nosotros nos preguntamos si es un cristiano o un materialista quien ha escrito semejantes cosas, y aún el materialista hablaría de los muertos con más respeto. –¿Quién les hace proferir esas blasfemias contra Dios? ¿Pero dónde están estas blasfemias? El autor, que atribuye todo al diablo, hizo sin duda esta suposición; de lo contrario sabría que la confianza más ilimitada en la bondad infinita de Dios es la propia base del Espiritismo; que en Éste todo se hace en el nombre de Dios; que los Espíritus más perversos no hablan de Él sino con temor y respeto, y los buenos hablan con amor. ¿Qué hay de blasfemo en esto? –Pero qué pensar de estas palabras: Tenemos la pretensión de otorgar a la Naturaleza fuerzas que ella no tiene y que NO PUEDE tener; nuestros ANCESTRALES, más sabios, sencillamente las trataban como hechicerías. Así, es más sabio atribuir los fenómenos de la Naturaleza al diablo que a Dios. Mientras que nosotros proclamamos el poder infinito del Creador, el P. Bresciani le pone límites; la Naturaleza, que resume la Obra Divina, no tiene y NO PUEDE tener otras fuerzas que aquellas que conocemos; en cuanto a las que podrían ser descubiertas, es más sabio atribuirlas al diablo que, así, sería más poderoso que Dios. ¿Hay necesidad de preguntar de qué lado está la blasfemia o el mayor respeto hacia el Ser Supremo? –En fin, el diablo toma todas las formas: En verdad, ¿no es muy gentil? Él se viste a la americana, a la inglesa, a la parisiense; es realmente amable, con la barba y el bigote fino de los italianos, y sería muy tosco no tratarlo con irreprochable distinción. No sabemos si los italianos se quedarán envanecidos por ser tomados como diablos con guantes amarillos. ¿Quiénes son esas bellas señoras que prefieren a esos gentiles demonios y que, ante el caritativo aviso de que hay gato encerrado, se ríen de vosotros y os exclaman: –¡Demonio! ¡No soy una imbécil!? Si es una figura de expresión, preguntaremos en qué mundo ellas usan tan lindas expresiones. Nosotros lamentamos que el autor no haya extraído sus conocimientos de Espiritismo en una fuente más seria, con lo que no hablaría con tanta ligereza. En cuanto no se le opongan argumentos más perentorios, sus adeptos podrán dormir bien tranquilos.
[1] Un volumen in 8º, traducido del italiano; editado por J.-B. Pélagaud y Cía., calle de los Santos Padres Nº 57, en París. Precio: 3 francos y 50 centavos. [Nota de Allan Kardec.]
[2] Del Río, erudito jesuita, nacido en Amberes en 1551 y muerto en 1608. El autor hace aquí alusión a la obra intitulada: Disquisitiones magicæ (Disquisiciones sobre la magia).
"Responderé que, antes de desdeñar tanto a las antiguas creencias, sería preciso que cada uno ponga la mano en la conciencia y se pregunte, bien francamente, si al menos no es tan crédulo como algunos de sus antepasados. Veamos un poco: ¿Qué significa esta moda de magnetizadores y de médiums, de mesas giratorias, parlantes y proféticas; de sonámbulos que ven a través de las paredes, que leen por el codo, que ante sí tienen presentes lo que se dice y se hace a veinte, treinta o cuarenta millas de distancia; que leen y escriben sin saber ni el abecé; que sin conocer una palabra de Medicina, señalan y determinan todos los casos patológicos, indicando sus causas y prescribiendo el remedio con las dosis recomendadas en todos los términos greco-árabes del vocabulario científico? ¿Qué son esos interrogatorios a los Espíritus, esas respuestas de personas muertas y enterradas, esas profecías de acontecimientos futuros? ¿Quién evoca a estas sombras? ¿Quién las hace hablar? ¿Quién les hace ver un futuro que no existe? ¿Quién les hace proferir esas blasfemias contra Dios, contra los santos del Cielo, contra los sacramentos de la Iglesia?
"Veamos, gente brava, ¡hablad! ¿Por qué esas muecas y esas miradas sombrías? –¡Ah! ¡Quién sabe lo que me acabaréis diciendo! ¡Misterios de la Naturaleza, leyes desconocidas, fuerza de la lucidez, sentido oculto en el organismo humano! Sutileza del fluido magnético, del influjo nervioso, de las ondulaciones ópticas y acústicas; virtudes secretas que la electricidad o el magnetismo estimulan en el cerebro, en la sangre, en las fibras, en todas las partes vitales; poderes y fuerzas supremas de la voluntad y de la imaginación.
"Amigos míos, estos son cuentos, palabras sin sentido, frases vacías, rodeos ambiguos, enigmas que vosotros mismos no comprendéis. Toda la diferencia que hay entre nosotros y nuestros antepasados está en que, para negar un misterio, nosotros forjamos otros cien, mientras que para aquella buena gente un gato era un gato, y el diablo era el diablo. Tenemos la pretensión de otorgar a la Naturaleza fuerzas que ella no tiene y que no puede tener; nuestros ancestrales, más sabios y más francos, decían –sin tantos circunloquios– que había operaciones sobrenaturales, y sencillamente las trataban como hechicerías.
"Sin embargo, menos versados que nosotros en el conocimiento de los fenómenos naturales, ellos llegaron indudablemente a tomar a veces por un efecto prodigioso cosas que no salen del orden natural, mientras que los modernos, mucho más esclarecidos, no dejan de observar un buen número de supercherías de los magnetizadores como efecto misterioso de las leyes secretas de la Naturaleza, y las operaciones realmente diabólicas como jugarretas más o menos sutiles. Pero los hombres más cristianos de los buenos y viejos tiempos bien sabían que los Espíritus malos, evocados por medio de ciertos signos, de ciertas conjuraciones, de ciertos pactos, aparecían, respondían, alucinaban la imaginación al impresionar de mil maneras y, sobre todo, al hacer el mayor mal que podían a los que con ellos conversaban. Confesad, pues, de buena fe que, inclusive en nuestros días, tenemos en mayor número que antiguamente a nuestros necromantes, a nuestros magos y a nuestros hechiceros, con la diferencia de que nuestros pobres antepasados tenían horror a esos maleficios, que ellos practicaban en secreto, en las tinieblas, en las cavernas, en las florestas, siendo que muchos se arrepentían de eso, confesándose y después haciendo penitencia; mientras que en nuestros días son practicados en los salones refulgentes de oro y de luces, en presencia de curiosos, ante muchachas, niños, madres, sin el más mínimo escrúpulo y a menudo regocijándose con las supersticiones de la Edad Media.
"Creedme: en todas las épocas, los hombres han querido relacionarse con el demonio, y este espíritu astuto, aunque los hombres no lo devuelvan a los abismos y con él mantengan contacto, se adapta a todas las transformaciones. En los siglos idólatras él vivía con los oráculos y las pitonisas; se mostraba bajo la forma de paloma, de urraca, de gallo, de serpiente, y cantaba versos fatídicos. En la Edad Media se presentaba pedante, frente a los pueblos bárbaros, y les aparecía con formas terribles, en monstruosas conjuraciones. Si a veces él se encogía y se sutilizaba hasta el punto de alojarse en los cabellos, en los frascos, en los brebajes mágicos que los hechiceros hacían beber a los amantes, no era sin inspirar un gran terror. Hoy, en cambio, él se presta a la civilización del siglo; se complace en el mundo elegante, en las reuniones brillantes; sucesivamente hace dormir a los sonámbulos, danza con las mesas, escribe con las mesitas de velador. En verdad, ¿no es muy gentil? ¡Tiene mucho cuidado de no asustar a nadie! Él se viste a la americana, a la inglesa, a la parisiense, a la alemana; es realmente amable, con la barba y el bigote fino de los italianos; es el preferido de los salones y sería muy tosco no tratarlo con irreprochable distinción. ¡Ya veis! Se ha vuelto tan buen apóstol que conversa de la manera más cortés con aquella señora que aún va a misa y que si le dijereis: –¡Tened cuidado! Existen cosas que no son naturales y que no podrían serlo: hay gato encerrado; los buenos cristianos no se ocupan con eso –se reiría de vosotros en la cara y os respondería con un aire jactancioso: –¡Demonio! Todo esto es muy natural: yo también soy cristiana; pero no soy una imbécil.
"Mientras tanto, si la ocasión se presenta, ella hará magnetizar a su hija de veinte años, a fin de hacerla leer, con su intuición magnética, los hechos distantes o secretos del futuro.
"¡Os dejo pensando si ese elegante diablo con guantes amarillos debe reírse en la cara de una buena cristiana!"
Dejamos a nuestros lectores el cuidado de apreciar el juicio del P. Bresciani: indudablemente en vano han de buscar allí, como nosotros, argumentos perentorios contra las ideas espíritas o cualquier demostración de la falsedad de estas ideas; sin duda, él piensa que no vale la pena una refutación seria de las mismas y que basta un soplo para disiparlas. Pero nos parece que, a ejemplo de la mayoría de los adversarios, él llega a una conclusión totalmente diferente de la esperada, ya que no prueba por A más B que eso no es posible NI PUEDE serlo. Como el P. Bresciani es un hombre de un talento indiscutible y de una instrucción superior, nosotros pensamos que, puesto que su objetivo era el de combatir a los Espíritus, debe haber reunido contra ellos sus armas más temibles; de esto deducimos que si no ha dicho más, es porque nada más tiene para decir; que si no da otras pruebas, es porque no tiene otras mejores para oponer: de lo contrario habría tenido el cuidado de presentarlas. Los más ridiculizados en toda esta argumentación no son los Espíritus, sino el propio diablo, que es tratado un poco caballerosamente y no como una cosa tomada en serio. Ante ese estilo chistoso, somos llevados a pensar que el autor no cree más en el diablo que en los Espíritus. Por tanto, si el diablo fuese el único agente de todas las manifestaciones –como se pretende–, convengamos en que desempeña un papel más divertido que terrible y que es mucho más capacitado para mover la curiosidad que para asustar. Además, tal es, hasta el presente, el resultado de todo lo que se ha dicho y escrito contra el Espiritismo, de manera que bien más lo han servido que perjudicado.
Según la mayoría de los críticos, el hecho de las manifestaciones no tiene alcance; es un entusiasmo pasajero, un juego de salón, y el autor no nos parece haberlo encarado desde un lado más serio; si es así, ¿por qué atormentarse? Dejad a la moda el cuidado de traer mañana un otro pasatiempo, y el Espiritismo vivirá lo que vivió la manía de los jarros de porcelana: el espacio de dos estaciones. Al tirarle piedras, dan a entender que le tienen miedo, porque sólo se busca derribar aquello que se teme; si es una quimera, una utopía, ¿por qué luchar contra molinos de viento? Es cierto que se dice que el diablo algunas veces se entromete; pero no habría necesidad de tantos autores como éste, pintando al diablo de color de rosa, para dar a todas las mujeres el deseo de conocerlo.
El P. Bresciani ¿ha examinado bien la cuestión? ¿Ha pesado el alcance de todas sus palabras? Nos permitimos dudarlo. Cuando él dice: ¿Qué son esas respuestas de personas muertas y enterradas? ¿Quién les hace ver un futuro QUE NO EXISTE? Nosotros nos preguntamos si es un cristiano o un materialista quien ha escrito semejantes cosas, y aún el materialista hablaría de los muertos con más respeto. –¿Quién les hace proferir esas blasfemias contra Dios? ¿Pero dónde están estas blasfemias? El autor, que atribuye todo al diablo, hizo sin duda esta suposición; de lo contrario sabría que la confianza más ilimitada en la bondad infinita de Dios es la propia base del Espiritismo; que en Éste todo se hace en el nombre de Dios; que los Espíritus más perversos no hablan de Él sino con temor y respeto, y los buenos hablan con amor. ¿Qué hay de blasfemo en esto? –Pero qué pensar de estas palabras: Tenemos la pretensión de otorgar a la Naturaleza fuerzas que ella no tiene y que NO PUEDE tener; nuestros ANCESTRALES, más sabios, sencillamente las trataban como hechicerías. Así, es más sabio atribuir los fenómenos de la Naturaleza al diablo que a Dios. Mientras que nosotros proclamamos el poder infinito del Creador, el P. Bresciani le pone límites; la Naturaleza, que resume la Obra Divina, no tiene y NO PUEDE tener otras fuerzas que aquellas que conocemos; en cuanto a las que podrían ser descubiertas, es más sabio atribuirlas al diablo que, así, sería más poderoso que Dios. ¿Hay necesidad de preguntar de qué lado está la blasfemia o el mayor respeto hacia el Ser Supremo? –En fin, el diablo toma todas las formas: En verdad, ¿no es muy gentil? Él se viste a la americana, a la inglesa, a la parisiense; es realmente amable, con la barba y el bigote fino de los italianos, y sería muy tosco no tratarlo con irreprochable distinción. No sabemos si los italianos se quedarán envanecidos por ser tomados como diablos con guantes amarillos. ¿Quiénes son esas bellas señoras que prefieren a esos gentiles demonios y que, ante el caritativo aviso de que hay gato encerrado, se ríen de vosotros y os exclaman: –¡Demonio! ¡No soy una imbécil!? Si es una figura de expresión, preguntaremos en qué mundo ellas usan tan lindas expresiones. Nosotros lamentamos que el autor no haya extraído sus conocimientos de Espiritismo en una fuente más seria, con lo que no hablaría con tanta ligereza. En cuanto no se le opongan argumentos más perentorios, sus adeptos podrán dormir bien tranquilos.
[1] Un volumen in 8º, traducido del italiano; editado por J.-B. Pélagaud y Cía., calle de los Santos Padres Nº 57, en París. Precio: 3 francos y 50 centavos. [Nota de Allan Kardec.]
[2] Del Río, erudito jesuita, nacido en Amberes en 1551 y muerto en 1608. El autor hace aquí alusión a la obra intitulada: Disquisitiones magicæ (Disquisiciones sobre la magia).
Historia de un condenado
(Sociedad, 9 de diciembre de 1859 – Primera sesión)
(Sociedad, 9 de diciembre de 1859 – Primera sesión)
El Sr. de la Roche, miembro titular, comunica el siguiente hecho que es de su conocimiento personal:
En una pequeña casa cerca de Castelnaudary ocurrían ruidos extraños y diversas manifestaciones, lo que hacía que fuese considerada como siendo frecuentada por algún genio malo. A raíz de este hecho fue exorcizada en 1848 y en ella pusieron un gran número de imágenes de santos. Desde entonces, el Sr. D..., queriendo vivir en aquella casa, le hizo algunos arreglos y además retiró todos esos cuadros. Hace algunos años él murió súbitamente. Su hijo, que la ocupa en este momento o por lo menos la ocupaba hasta hace poco tiempo, recibió un día –al entrar en un cuarto– una fuerte bofetada dada por una mano invisible; como él estaba completamente solo, no pudo dudar que la misma provino de una fuente oculta. Ahora no quiere más permanecer allá y se va a mudar definitivamente. En la región hay una tradición según la cual un gran crimen habría sido cometido en esa casa.
Al ser interrogado sobre la posibilidad de evocar al autor de la bofetada, san Luis respondió afirmativamente.
El Espíritu llamado se manifiesta a través de signos de violencia; el médium es tomado por una extrema agitación, quebrando siete u ocho lápices, algunos de los cuales son arrojados contra los asistentes, siendo que una página es rasgada y cubierta por trazos insignificantes realizados con cólera. Todos los esfuerzos para calmarlo son impotentes; al ser apremiado a que responda las preguntas que le son dirigidas, él escribe con la mayor dificultad un no casi indescifrable.
1. (A san Luis.) ¿Tendríais la bondad de darnos algunas informaciones sobre este Espíritu, ya que él no puede o no quiere darlas por sí mismo? –Resp. Es un Espíritu de la peor especie, un verdadero monstruo; lo hemos hecho venir, pero no hemos podido constreñirlo a que escribiera, a pesar de todo lo que se le ha dicho; él tiene su libre albedrío, pero infelizmente hace un triste uso del mismo.
2. ¿Hace mucho tiempo que desencarnó? –Resp. Buscad vuestras informaciones: ha sido él quien ha cometido el crimen cuya leyenda existe en la región.
3. ¿Quién era cuando estaba encarnado? –Resp. Lo sabréis por vosotros mismos.
4. ¿Es él, por lo tanto, que está frecuentando esa casa ahora? –Resp. Sin duda, puesto que fue así que yo hice que llamara vuestra atención.
5. ¿Entonces los exorcismos que fueron hechos no pudieron expulsarlo? –Resp. De modo alguno.
6. ¿Él tiene algo que ver con la muerte súbita del Sr. D...? –Resp. Sí.
7. ¿De qué manera hubo podido contribuir con esta muerte? –Resp. Por el pavor.
8. ¿Ha sido él quien le ha dado una bofetada al Sr. D... Hijo? –Resp. Sí.
9. ¿Podría aquí haber dado otra a cualquiera de nosotros? –Resp. Pero sin duda; deseo no le faltaba.
10. ¿Por qué no lo ha hecho? –Resp. No le ha sido permitido.
11. ¿Habría un medio de desalojarlo de aquella casa? ¿Y cuál sería? –Resp. Si las personas quieren desembarazarse de las obsesiones de semejantes Espíritus, esto es fácil: hay que orar por ellos; es lo que siempre descuidan de hacer. Prefieren asustarlos con fórmulas de exorcismo, que los divierten mucho.
12. Al dar a las personas interesadas la idea de orar por este Espíritu, y orando nosotros mismos por él, ¿sería posible desalojarlo? –Resp. Sí; pero notad que he dicho orar, y no mandar orar.
13. Este Espíritu ¿es susceptible de mejoramiento? –Resp. ¿Por qué no? ¿No lo son todos, éste como los otros? Sin embargo, es preciso enfrentar dificultades; pero por más perverso que él sea, el hecho de devolver el bien por el mal terminará por tocarlo. Que primeramente se ore y que se lo evoque dentro de un mes; así podréis juzgar el cambio que se habrá operado en él.
14. Este Espíritu sufre y es infeliz; ¿podéis describirnos el género de sufrimientos que padece? –Resp. Él está convencido de que debe permanecer eternamente en la situación en que se encuentra. Se ve constantemente en el momento en que cometió el crimen: cualquier otro recuerdo le ha sido retirado, y toda comunicación con otro Espíritu le ha sido impedida; en la Tierra sólo puede estar en aquella casa, y si se eleva en el espacio, se encuentra en las tinieblas y en la soledad.
15. ¿De dónde provenía antes de su última encarnación? ¿A qué raza pertenecía? –Resp. Había tenido una existencia entre los pueblos primitivos más feroces y más salvajes, y anteriormente venía de un planeta inferior a la Tierra.
16. Si este Espíritu reencarnase, ¿en qué categoría de individuos habría de encontrarse? –Resp. Esto dependerá de él y del arrepentimiento que sienta.
17. En su próxima existencia corporal, ¿podría ser lo que se llama un hombre honrado? –Resp. Eso sería difícil; a pesar de lo que haga, no podrá evitar una vida bastante tormentosa.
Nota – La Sra. X..., médium vidente que asistía a la sesión, vio a este Espíritu en el momento en que se quería hacerlo escribir: sacudía el brazo del médium; su aspecto era aterrador; estaba vestido con una camisa cubierta de sangre y tenía un puñal.
El Sr. F... y la Sra. de F..., que asistían a esta sesión como oyentes, no siendo aún socios –como ahora lo son–, desde esa misma noche llevaron a cabo la recomendación hecha en favor de ese Espíritu infeliz y oraron por él. Ellos han obtenido varias comunicaciones de él, así como de sus víctimas. Nosotros las relataremos en el orden en que fueron recibidas, junto a las que fueron obtenidas en la Sociedad sobre el mismo tema. Además del interés que se tiene por esta dramática historia, resalta una enseñanza que a nadie escapará.
En una pequeña casa cerca de Castelnaudary ocurrían ruidos extraños y diversas manifestaciones, lo que hacía que fuese considerada como siendo frecuentada por algún genio malo. A raíz de este hecho fue exorcizada en 1848 y en ella pusieron un gran número de imágenes de santos. Desde entonces, el Sr. D..., queriendo vivir en aquella casa, le hizo algunos arreglos y además retiró todos esos cuadros. Hace algunos años él murió súbitamente. Su hijo, que la ocupa en este momento o por lo menos la ocupaba hasta hace poco tiempo, recibió un día –al entrar en un cuarto– una fuerte bofetada dada por una mano invisible; como él estaba completamente solo, no pudo dudar que la misma provino de una fuente oculta. Ahora no quiere más permanecer allá y se va a mudar definitivamente. En la región hay una tradición según la cual un gran crimen habría sido cometido en esa casa.
Al ser interrogado sobre la posibilidad de evocar al autor de la bofetada, san Luis respondió afirmativamente.
El Espíritu llamado se manifiesta a través de signos de violencia; el médium es tomado por una extrema agitación, quebrando siete u ocho lápices, algunos de los cuales son arrojados contra los asistentes, siendo que una página es rasgada y cubierta por trazos insignificantes realizados con cólera. Todos los esfuerzos para calmarlo son impotentes; al ser apremiado a que responda las preguntas que le son dirigidas, él escribe con la mayor dificultad un no casi indescifrable.
1. (A san Luis.) ¿Tendríais la bondad de darnos algunas informaciones sobre este Espíritu, ya que él no puede o no quiere darlas por sí mismo? –Resp. Es un Espíritu de la peor especie, un verdadero monstruo; lo hemos hecho venir, pero no hemos podido constreñirlo a que escribiera, a pesar de todo lo que se le ha dicho; él tiene su libre albedrío, pero infelizmente hace un triste uso del mismo.
2. ¿Hace mucho tiempo que desencarnó? –Resp. Buscad vuestras informaciones: ha sido él quien ha cometido el crimen cuya leyenda existe en la región.
3. ¿Quién era cuando estaba encarnado? –Resp. Lo sabréis por vosotros mismos.
4. ¿Es él, por lo tanto, que está frecuentando esa casa ahora? –Resp. Sin duda, puesto que fue así que yo hice que llamara vuestra atención.
5. ¿Entonces los exorcismos que fueron hechos no pudieron expulsarlo? –Resp. De modo alguno.
6. ¿Él tiene algo que ver con la muerte súbita del Sr. D...? –Resp. Sí.
7. ¿De qué manera hubo podido contribuir con esta muerte? –Resp. Por el pavor.
8. ¿Ha sido él quien le ha dado una bofetada al Sr. D... Hijo? –Resp. Sí.
9. ¿Podría aquí haber dado otra a cualquiera de nosotros? –Resp. Pero sin duda; deseo no le faltaba.
10. ¿Por qué no lo ha hecho? –Resp. No le ha sido permitido.
11. ¿Habría un medio de desalojarlo de aquella casa? ¿Y cuál sería? –Resp. Si las personas quieren desembarazarse de las obsesiones de semejantes Espíritus, esto es fácil: hay que orar por ellos; es lo que siempre descuidan de hacer. Prefieren asustarlos con fórmulas de exorcismo, que los divierten mucho.
12. Al dar a las personas interesadas la idea de orar por este Espíritu, y orando nosotros mismos por él, ¿sería posible desalojarlo? –Resp. Sí; pero notad que he dicho orar, y no mandar orar.
13. Este Espíritu ¿es susceptible de mejoramiento? –Resp. ¿Por qué no? ¿No lo son todos, éste como los otros? Sin embargo, es preciso enfrentar dificultades; pero por más perverso que él sea, el hecho de devolver el bien por el mal terminará por tocarlo. Que primeramente se ore y que se lo evoque dentro de un mes; así podréis juzgar el cambio que se habrá operado en él.
14. Este Espíritu sufre y es infeliz; ¿podéis describirnos el género de sufrimientos que padece? –Resp. Él está convencido de que debe permanecer eternamente en la situación en que se encuentra. Se ve constantemente en el momento en que cometió el crimen: cualquier otro recuerdo le ha sido retirado, y toda comunicación con otro Espíritu le ha sido impedida; en la Tierra sólo puede estar en aquella casa, y si se eleva en el espacio, se encuentra en las tinieblas y en la soledad.
15. ¿De dónde provenía antes de su última encarnación? ¿A qué raza pertenecía? –Resp. Había tenido una existencia entre los pueblos primitivos más feroces y más salvajes, y anteriormente venía de un planeta inferior a la Tierra.
16. Si este Espíritu reencarnase, ¿en qué categoría de individuos habría de encontrarse? –Resp. Esto dependerá de él y del arrepentimiento que sienta.
17. En su próxima existencia corporal, ¿podría ser lo que se llama un hombre honrado? –Resp. Eso sería difícil; a pesar de lo que haga, no podrá evitar una vida bastante tormentosa.
Nota – La Sra. X..., médium vidente que asistía a la sesión, vio a este Espíritu en el momento en que se quería hacerlo escribir: sacudía el brazo del médium; su aspecto era aterrador; estaba vestido con una camisa cubierta de sangre y tenía un puñal.
El Sr. F... y la Sra. de F..., que asistían a esta sesión como oyentes, no siendo aún socios –como ahora lo son–, desde esa misma noche llevaron a cabo la recomendación hecha en favor de ese Espíritu infeliz y oraron por él. Ellos han obtenido varias comunicaciones de él, así como de sus víctimas. Nosotros las relataremos en el orden en que fueron recibidas, junto a las que fueron obtenidas en la Sociedad sobre el mismo tema. Además del interés que se tiene por esta dramática historia, resalta una enseñanza que a nadie escapará.
(Segunda sesión – En casa del Sr. F...)
18. (Al Espíritu familiar.) ¿Puedes decirnos algo acerca del Espíritu de Castelnaudary? –Resp. Evócalo.
19. ¿Será malo? –Resp. Tú lo verás.
20. ¿Qué es preciso hacer? –Resp. No le hables si no tienes nada que decirle.
21. Si le hablásemos para compartir sus penas, ¿esto le hará bien? –Resp. La compasión siempre hace bien a los infelices.
22. Evocación del Espíritu de Castelnaudary. –Resp. ¿Qué quieren de mí?
23. Nosotros te hemos llamado con el objetivo de que seamos útiles para ti. –Resp. ¡Oh! Vuestra piedad me hace bien, porque yo sufro... ¡Oh, cuánto sufro!... ¡Que Dios tenga piedad de mí!... ¡Perdón!... ¡Perdón!
24. ¿Nuestras oraciones te serán benéficas? –Resp. Sí; orad, orad.
25. ¡Pues bien! Oraremos por ti. –Resp. ¡Gracias! Al menos tú no me maldices.
26. ¿Por qué no has querido escribir en la Sociedad cuando te llamaron? –Resp. ¡Oh, maldición!
27. ¿Maldición para quién? –Resp. Para mí, que expío muy cruelmente los crímenes en los cuales mi voluntad no tuvo sino una pequeña parte.
Nota – Al decir que su voluntad no tuvo sino una pequeña parte en sus crímenes, él quiere atenuarlos, como se supo más tarde.
28. Si te arrepientes, ¿serás perdonado? –Resp. ¡Oh, jamás!
29. No te desesperes. –Resp. El sufrimiento eterno: tal es mi destino.
30. ¿Cuál es tu sufrimiento? –Resp. Lo que hay de más horrible; no lo puedes comprender.
31. ¿Han orado por ti desde ayer a la noche? –Resp. Sí; pero sufro aún más.
32. ¿Cómo se explica esto? –Resp. ¡Yo no sé!
Nota – Esta circunstancia será explicada más tarde.
33. ¿Se debe hacer algo con relación a la casa donde te has instalado? –Resp. ¡No, no! No me habléis de eso... ¡Perdón, Dios mío! Ya sufrí bastante.
34. ¿Tienes que permanecer allí? –Resp. Estoy condenado a esto.
35. ¿Será para que tengas constantemente tus crímenes a la vista? –Resp. Eso es.
36. No te desesperes; todo puede ser perdonado con el arrepentimiento. –Resp. No hay perdón para Caín.
37. ¿Entonces mataste a tu hermano? –Resp. Todos somos hermanos.
38. ¿Por qué quisiste hacer mal al Sr. D...? –Resp. ¡Basta, por favor, basta!
39. ¡Pues bien! Adiós; ¡ten confianza en la Misericordia Divina! –Resp. Orad.
19. ¿Será malo? –Resp. Tú lo verás.
20. ¿Qué es preciso hacer? –Resp. No le hables si no tienes nada que decirle.
21. Si le hablásemos para compartir sus penas, ¿esto le hará bien? –Resp. La compasión siempre hace bien a los infelices.
22. Evocación del Espíritu de Castelnaudary. –Resp. ¿Qué quieren de mí?
23. Nosotros te hemos llamado con el objetivo de que seamos útiles para ti. –Resp. ¡Oh! Vuestra piedad me hace bien, porque yo sufro... ¡Oh, cuánto sufro!... ¡Que Dios tenga piedad de mí!... ¡Perdón!... ¡Perdón!
24. ¿Nuestras oraciones te serán benéficas? –Resp. Sí; orad, orad.
25. ¡Pues bien! Oraremos por ti. –Resp. ¡Gracias! Al menos tú no me maldices.
26. ¿Por qué no has querido escribir en la Sociedad cuando te llamaron? –Resp. ¡Oh, maldición!
27. ¿Maldición para quién? –Resp. Para mí, que expío muy cruelmente los crímenes en los cuales mi voluntad no tuvo sino una pequeña parte.
Nota – Al decir que su voluntad no tuvo sino una pequeña parte en sus crímenes, él quiere atenuarlos, como se supo más tarde.
28. Si te arrepientes, ¿serás perdonado? –Resp. ¡Oh, jamás!
29. No te desesperes. –Resp. El sufrimiento eterno: tal es mi destino.
30. ¿Cuál es tu sufrimiento? –Resp. Lo que hay de más horrible; no lo puedes comprender.
31. ¿Han orado por ti desde ayer a la noche? –Resp. Sí; pero sufro aún más.
32. ¿Cómo se explica esto? –Resp. ¡Yo no sé!
Nota – Esta circunstancia será explicada más tarde.
33. ¿Se debe hacer algo con relación a la casa donde te has instalado? –Resp. ¡No, no! No me habléis de eso... ¡Perdón, Dios mío! Ya sufrí bastante.
34. ¿Tienes que permanecer allí? –Resp. Estoy condenado a esto.
35. ¿Será para que tengas constantemente tus crímenes a la vista? –Resp. Eso es.
36. No te desesperes; todo puede ser perdonado con el arrepentimiento. –Resp. No hay perdón para Caín.
37. ¿Entonces mataste a tu hermano? –Resp. Todos somos hermanos.
38. ¿Por qué quisiste hacer mal al Sr. D...? –Resp. ¡Basta, por favor, basta!
39. ¡Pues bien! Adiós; ¡ten confianza en la Misericordia Divina! –Resp. Orad.
(Tercera sesión)
40. Evocación. –Resp. Estoy con vosotros.
41. ¿Comienzas a tener esperanza? –Resp. Sí, mi arrepentimiento es grande.
42. ¿Cuál era tu nombre? –Resp. Lo sabréis más tarde.
43. ¿Hace cuántos años sufres? –Resp. Hace 200 años.
44. ¿En qué época cometiste el crimen? –Resp. En 1608.
45. ¿Puedes repetir las fechas para que nosotros las confirmemos? –Resp. Es inútil; una vez es suficiente. Adiós, os hablaré mañana; una fuerza me llama.
41. ¿Comienzas a tener esperanza? –Resp. Sí, mi arrepentimiento es grande.
42. ¿Cuál era tu nombre? –Resp. Lo sabréis más tarde.
43. ¿Hace cuántos años sufres? –Resp. Hace 200 años.
44. ¿En qué época cometiste el crimen? –Resp. En 1608.
45. ¿Puedes repetir las fechas para que nosotros las confirmemos? –Resp. Es inútil; una vez es suficiente. Adiós, os hablaré mañana; una fuerza me llama.
(Cuarta sesión)
46. Evocación. –Resp. Gracias, Hugo (nombre de bautismo del Sr. F...).
47. ¿Quieres hablarnos de lo que ha ocurrido en Castelnaudary? –Resp. No; me hacéis sufrir cuando habláis de esto; no es generoso de vuestra parte.
48. Sabes muy bien que si hablamos de esto es con el objetivo de poder esclarecer tu posición y no de agravarla; así, habla sin miedo. ¿Cómo te dejaste llevar a cometer ese crimen? –Resp. Un momento de desvarío.
49. ¿Hubo premeditación? –Resp. No.
50. Ésto no puede ser verdad. Tus sufrimientos prueban que eres más culpable de lo que dices. Sabes que sólo por el arrepentimiento podrás aliviar tu destino y no por la mentira. ¡Vamos! Sé franco. –Resp. ¡Pues bien! Ya que es necesario, sí.
51. ¿Ha sido un hombre o una mujer que has matado? –Resp. Un hombre.
52. ¿Cómo has causado la muerte del Sr. D...? –Resp. Le aparecí visiblemente, y yo estaba tan horrible que la simple visión de mí lo mató.
53. ¿Lo hiciste a propósito? –Resp. Sí.
54. ¿Por qué? –Resp. Él quiso desafiarme, y yo haría aún más si me volviese a tentar.
55. Si yo fuese a vivir a aquella casa, ¿me harías mal? –Resp. ¡Oh! Ciertamente que no; tú tienes piedad de mí y me deseas el bien.
56. El Sr. D... ¿murió instantáneamente? –Resp. No; fue tomado de pavor, pero solamente murió dos horas después.
57. ¿Por qué te limitaste a dar una bofetada al Sr. D... Hijo? –Resp. Sería demasiado haber matado a dos hombres.
47. ¿Quieres hablarnos de lo que ha ocurrido en Castelnaudary? –Resp. No; me hacéis sufrir cuando habláis de esto; no es generoso de vuestra parte.
48. Sabes muy bien que si hablamos de esto es con el objetivo de poder esclarecer tu posición y no de agravarla; así, habla sin miedo. ¿Cómo te dejaste llevar a cometer ese crimen? –Resp. Un momento de desvarío.
49. ¿Hubo premeditación? –Resp. No.
50. Ésto no puede ser verdad. Tus sufrimientos prueban que eres más culpable de lo que dices. Sabes que sólo por el arrepentimiento podrás aliviar tu destino y no por la mentira. ¡Vamos! Sé franco. –Resp. ¡Pues bien! Ya que es necesario, sí.
51. ¿Ha sido un hombre o una mujer que has matado? –Resp. Un hombre.
52. ¿Cómo has causado la muerte del Sr. D...? –Resp. Le aparecí visiblemente, y yo estaba tan horrible que la simple visión de mí lo mató.
53. ¿Lo hiciste a propósito? –Resp. Sí.
54. ¿Por qué? –Resp. Él quiso desafiarme, y yo haría aún más si me volviese a tentar.
55. Si yo fuese a vivir a aquella casa, ¿me harías mal? –Resp. ¡Oh! Ciertamente que no; tú tienes piedad de mí y me deseas el bien.
56. El Sr. D... ¿murió instantáneamente? –Resp. No; fue tomado de pavor, pero solamente murió dos horas después.
57. ¿Por qué te limitaste a dar una bofetada al Sr. D... Hijo? –Resp. Sería demasiado haber matado a dos hombres.
Quinta sesión (Sociedad, 16 de diciembre de 1859)
58. Preguntas dirigidas a san Luis. El Espíritu que se ha comunicado con el Sr. y con la Sra. de F..., ¿es realmente el de Castelnaudary? –Resp. Sí.
59. ¿Cómo se explica que haya podido comunicarse con ellos tan prontamente? –Resp. Él ignoraba aún a la Sociedad; él no se había arrepentido: el arrepentimiento es todo.
60. ¿Son exactas las informaciones que ha dado sobre su crimen? –Resp. Cabe a vosotros cercioraros de esto y pedirle después explicaciones al respecto.
61. Él dice que el crimen fue cometido en 1608 y que murió en 1659; por lo tanto, ¿hace 200 años que se encuentra en ese estado? –Resp. Esto os será explicado más tarde.
62. ¿Tendríais la bondad de describirnos el género de su suplicio? –Resp. Es atroz para él; como sabéis, ha sido condenado a permanecer en la casa donde el crimen fue cometido, sin poder dirigir su pensamiento a otra cosa sino a su crimen, que siempre está ante sus ojos, y él cree que se encuentra eternamente condenado a esta tortura.
63. ¿Está sumergido en la oscuridad? –Resp. En la oscuridad, cuando quiere alejarse de ese lugar de exilio.
64. ¿Cuál es el género de sufrimiento más terrible que un Espíritu puede experimentar en este caso? –Resp. No hay descripción posible de las torturas morales que son la punición de ciertos crímenes; incluso aquel que las experimenta tendría dificultad en daros una idea; pero la más horrible es la certeza de creer que está condenado sin remisión.
65. Hace dos siglos que se encuentra en esa situación; ¿él aprecia el tiempo como lo hacía cuando estaba encarnado, es decir, el tiempo le parece más o menos largo como cuando se encontraba en la Tierra? –Resp. Le parece más largo: el sueño no existe para él.
66. Se nos ha dicho que, para los Espíritus, el tiempo no existía, y que para ellos un siglo es un punto en la eternidad; ¿no es, pues, lo mismo para todos? –Resp. Ciertamente que no; solamente es así para los Espíritus que han llegado a un grado muy elevado de evolución; pero para los Espíritus inferiores el tiempo es algunas veces bien largo, sobre todo cuando sufren.
67. Este Espíritu es punido muy severamente por el crimen que ha cometido; ahora bien, nos habéis dicho que antes de esta última existencia él había estado entre los pueblos primitivos más bárbaros. Allí debe haber cometido, por lo menos, actos tan atroces como el último; ¿ha sido punido de la misma manera? –Resp. Fue menos punido, porque, siendo más ignorante, comprendía menos el alcance.
Nota – Todas las observaciones confirman este hecho, que está eminentemente de acuerdo con la justicia de Dios, de que las penas son proporcionales, no a la naturaleza de la falta y sí al grado de inteligencia del culpable y a su posibilidad de comprender el mal que hace. Así, una falta, menos grave en apariencia, podrá ser más severamente punida en un hombre civilizado, que un acto de barbarie en un salvaje.
68. El estado en que se encuentra este Espíritu, ¿es el de los seres llamados vulgarmente de condenados? –Resp. Absolutamente; hay otros aún más terribles. Los sufrimientos están lejos de ser los mismos para todos, inclusive para crímenes similares, porque varían según sea el culpable más o menos accesible al arrepentimiento. Para éste, la casa donde ha cometido el crimen es su infierno; otros lo llevan en sí mismos, a través de las pasiones que los atormentan y que no pueden aplacar.
Nota – En efecto, hemos visto a avaros que sufrían con la visión del oro que, para ellos, se había vuelto una verdadera quimera; a orgullosos, atormentados por la envidia de los honores que veían rendir a otros y que no eran para ellos; a hombres que habían mandado en la Tierra, humillados por el poder invisible que los constreñía a obedecer y por la visión de sus subordinados que no se curvaban más ante ellos; a ateos que padecían las angustias de la incertidumbre y que estaban en un aislamiento absoluto en medio de la inmensidad, sin encontrar a ningún ser que los pudiese esclarecer. Si en el mundo de los Espíritus hay alegrías para todas las virtudes, hay penas para todas las faltas, y las que no son alcanzadas por la ley de los hombres, lo son siempre por la ley de Dios.
69. A pesar de su inferioridad, este Espíritu siente los buenos efectos de la oración; hemos visto lo mismo por parte de otros Espíritus igualmente perversos y de naturaleza más bruta; ¿cómo se explica que Espíritus más esclarecidos, de una inteligencia más desarrollada, muestren una ausencia completa de buenos sentimentos; que se rían de todo lo que hay de más sagrado; en una palabra, que nada los conmueva y que no den la menor tregua a su cinismo? –Resp. La oración sólo tiene efecto en favor del Espíritu que se arrepiente; aquel que, llevado por el orgullo, se rebela contra Dios y persiste en sus desvaríos, incluso exagerándolos, como hacen los Espíritus infelices, sobre éstos la oración no puede ni podrá hacer nada, sino el día en que una luz de arrepentimiento se manifieste en los mismos. La ineficacia de la oración es también un castigo para ellos; ella sólo alivia a los que no están totalmente endurecidos.
70. Cuando vemos a un Espíritu que se vuelve inaccesible a los buenos efectos de la oración, ¿esta es una razón para abstenerse de orar por él? –Resp. Ciertamente que no, porque tarde o temprano la plegaria podrá triunfar de su endurecimiento y hacer conque germinen en él pensamientos saludables.
59. ¿Cómo se explica que haya podido comunicarse con ellos tan prontamente? –Resp. Él ignoraba aún a la Sociedad; él no se había arrepentido: el arrepentimiento es todo.
60. ¿Son exactas las informaciones que ha dado sobre su crimen? –Resp. Cabe a vosotros cercioraros de esto y pedirle después explicaciones al respecto.
61. Él dice que el crimen fue cometido en 1608 y que murió en 1659; por lo tanto, ¿hace 200 años que se encuentra en ese estado? –Resp. Esto os será explicado más tarde.
62. ¿Tendríais la bondad de describirnos el género de su suplicio? –Resp. Es atroz para él; como sabéis, ha sido condenado a permanecer en la casa donde el crimen fue cometido, sin poder dirigir su pensamiento a otra cosa sino a su crimen, que siempre está ante sus ojos, y él cree que se encuentra eternamente condenado a esta tortura.
63. ¿Está sumergido en la oscuridad? –Resp. En la oscuridad, cuando quiere alejarse de ese lugar de exilio.
64. ¿Cuál es el género de sufrimiento más terrible que un Espíritu puede experimentar en este caso? –Resp. No hay descripción posible de las torturas morales que son la punición de ciertos crímenes; incluso aquel que las experimenta tendría dificultad en daros una idea; pero la más horrible es la certeza de creer que está condenado sin remisión.
65. Hace dos siglos que se encuentra en esa situación; ¿él aprecia el tiempo como lo hacía cuando estaba encarnado, es decir, el tiempo le parece más o menos largo como cuando se encontraba en la Tierra? –Resp. Le parece más largo: el sueño no existe para él.
66. Se nos ha dicho que, para los Espíritus, el tiempo no existía, y que para ellos un siglo es un punto en la eternidad; ¿no es, pues, lo mismo para todos? –Resp. Ciertamente que no; solamente es así para los Espíritus que han llegado a un grado muy elevado de evolución; pero para los Espíritus inferiores el tiempo es algunas veces bien largo, sobre todo cuando sufren.
67. Este Espíritu es punido muy severamente por el crimen que ha cometido; ahora bien, nos habéis dicho que antes de esta última existencia él había estado entre los pueblos primitivos más bárbaros. Allí debe haber cometido, por lo menos, actos tan atroces como el último; ¿ha sido punido de la misma manera? –Resp. Fue menos punido, porque, siendo más ignorante, comprendía menos el alcance.
Nota – Todas las observaciones confirman este hecho, que está eminentemente de acuerdo con la justicia de Dios, de que las penas son proporcionales, no a la naturaleza de la falta y sí al grado de inteligencia del culpable y a su posibilidad de comprender el mal que hace. Así, una falta, menos grave en apariencia, podrá ser más severamente punida en un hombre civilizado, que un acto de barbarie en un salvaje.
68. El estado en que se encuentra este Espíritu, ¿es el de los seres llamados vulgarmente de condenados? –Resp. Absolutamente; hay otros aún más terribles. Los sufrimientos están lejos de ser los mismos para todos, inclusive para crímenes similares, porque varían según sea el culpable más o menos accesible al arrepentimiento. Para éste, la casa donde ha cometido el crimen es su infierno; otros lo llevan en sí mismos, a través de las pasiones que los atormentan y que no pueden aplacar.
Nota – En efecto, hemos visto a avaros que sufrían con la visión del oro que, para ellos, se había vuelto una verdadera quimera; a orgullosos, atormentados por la envidia de los honores que veían rendir a otros y que no eran para ellos; a hombres que habían mandado en la Tierra, humillados por el poder invisible que los constreñía a obedecer y por la visión de sus subordinados que no se curvaban más ante ellos; a ateos que padecían las angustias de la incertidumbre y que estaban en un aislamiento absoluto en medio de la inmensidad, sin encontrar a ningún ser que los pudiese esclarecer. Si en el mundo de los Espíritus hay alegrías para todas las virtudes, hay penas para todas las faltas, y las que no son alcanzadas por la ley de los hombres, lo son siempre por la ley de Dios.
69. A pesar de su inferioridad, este Espíritu siente los buenos efectos de la oración; hemos visto lo mismo por parte de otros Espíritus igualmente perversos y de naturaleza más bruta; ¿cómo se explica que Espíritus más esclarecidos, de una inteligencia más desarrollada, muestren una ausencia completa de buenos sentimentos; que se rían de todo lo que hay de más sagrado; en una palabra, que nada los conmueva y que no den la menor tregua a su cinismo? –Resp. La oración sólo tiene efecto en favor del Espíritu que se arrepiente; aquel que, llevado por el orgullo, se rebela contra Dios y persiste en sus desvaríos, incluso exagerándolos, como hacen los Espíritus infelices, sobre éstos la oración no puede ni podrá hacer nada, sino el día en que una luz de arrepentimiento se manifieste en los mismos. La ineficacia de la oración es también un castigo para ellos; ella sólo alivia a los que no están totalmente endurecidos.
70. Cuando vemos a un Espíritu que se vuelve inaccesible a los buenos efectos de la oración, ¿esta es una razón para abstenerse de orar por él? –Resp. Ciertamente que no, porque tarde o temprano la plegaria podrá triunfar de su endurecimiento y hacer conque germinen en él pensamientos saludables.
(Sexta sesión – En casa del Sr. F...)
71. Evocación. –Resp. Estoy aquí.
72. ¿Puedes entonces dejar ahora la casa de Castelnaudary cuando quieras? –Resp. Me lo permiten porque aprovecho vuestros buenos consejos.
73. ¿Sientes algún alivio? –Resp. Comienzo a tener esperanza.
74. Si pudiésemos verte, ¿con qué apariencia te veríamos? –Resp. Me veríais de camisa y sin puñal.
75. ¿Por qué no tendrías más tu puñal? ¿Qué has hecho de él? –Resp. Lo maldigo. Dios ha evitado que yo tenga la visión del mismo.
76. Si el Sr. D... Hijo volviese a la casa, ¿aún le harías mal? –Resp. No, porque estoy arrepentido.
77. ¿Y si él todavía quisiera desafiarte? –Resp. ¡Oh! No me preguntéis eso; no podría dominarme; esto sería superior a mis fuerzas... porque no soy más que un miserable.
78. Las oraciones del Sr. D... Hijo, ¿serían más benéficas para ti que las de otras personas? –Resp. Sí, porque fue a él que hice un mal mayor.
79. ¡Pues bien! Continuaremos haciendo por ti lo que podamos. –Resp. Gracias; por lo menos encontré en vosotros a almas caritativas. Adiós.
72. ¿Puedes entonces dejar ahora la casa de Castelnaudary cuando quieras? –Resp. Me lo permiten porque aprovecho vuestros buenos consejos.
73. ¿Sientes algún alivio? –Resp. Comienzo a tener esperanza.
74. Si pudiésemos verte, ¿con qué apariencia te veríamos? –Resp. Me veríais de camisa y sin puñal.
75. ¿Por qué no tendrías más tu puñal? ¿Qué has hecho de él? –Resp. Lo maldigo. Dios ha evitado que yo tenga la visión del mismo.
76. Si el Sr. D... Hijo volviese a la casa, ¿aún le harías mal? –Resp. No, porque estoy arrepentido.
77. ¿Y si él todavía quisiera desafiarte? –Resp. ¡Oh! No me preguntéis eso; no podría dominarme; esto sería superior a mis fuerzas... porque no soy más que un miserable.
78. Las oraciones del Sr. D... Hijo, ¿serían más benéficas para ti que las de otras personas? –Resp. Sí, porque fue a él que hice un mal mayor.
79. ¡Pues bien! Continuaremos haciendo por ti lo que podamos. –Resp. Gracias; por lo menos encontré en vosotros a almas caritativas. Adiós.
(Séptima sesión)
80. Evocación del hombre asesinado. –Resp. Estoy aquí.
81. ¿Qué nombre teníais cuando estabais encarnado? –Resp. Yo me llamaba Pierre Dupont.
82. ¿Cuál era vuestra profesión? –Resp. Era salchichero en Castelnaudary, donde fui asesinado el 6 de mayo de 1608 por mi hermano mayor Charles Dupont, en medio de la noche con un puñal.
83. ¿Cuál ha sido la causa de ese crimen? –Resp. Mi hermano creyó que yo quería conquistar a una mujer que él amaba, y que yo veía con bastante frecuencia; pero él estaba equivocado, porque yo nunca había pensado en eso.
84. ¿Cómo él os mató? –Resp. Yo dormía; me hirió en la garganta y después en el corazón. Al herirme, me despertó; quise luchar, pero sucumbí.
85. ¿Lo habéis perdonado? –Resp. Sí, desde el momento de su muerte, hace 200 años.
86. ¿A qué edad él murió? –Resp. Con 80 años.
87. ¿Entonces no ha sido punido cuando encarnado? –Resp. No.
88. ¿Quién fue acusado de vuestra muerte? –Resp. Nadie; en aquellos tiempos de confusión se prestaba poca atención a esas cosas; el caso no habría tenido ningún proseguimiento.
89. ¿Qué sucedió con la mujer? –Resp. Poco después ella fue asesinada por mi hermano en mi casa.
90. ¿Por qué la asesinó? –Resp. Amor engañado; él se había casado con ella antes de mi muerte.
81. ¿Qué nombre teníais cuando estabais encarnado? –Resp. Yo me llamaba Pierre Dupont.
82. ¿Cuál era vuestra profesión? –Resp. Era salchichero en Castelnaudary, donde fui asesinado el 6 de mayo de 1608 por mi hermano mayor Charles Dupont, en medio de la noche con un puñal.
83. ¿Cuál ha sido la causa de ese crimen? –Resp. Mi hermano creyó que yo quería conquistar a una mujer que él amaba, y que yo veía con bastante frecuencia; pero él estaba equivocado, porque yo nunca había pensado en eso.
84. ¿Cómo él os mató? –Resp. Yo dormía; me hirió en la garganta y después en el corazón. Al herirme, me despertó; quise luchar, pero sucumbí.
85. ¿Lo habéis perdonado? –Resp. Sí, desde el momento de su muerte, hace 200 años.
86. ¿A qué edad él murió? –Resp. Con 80 años.
87. ¿Entonces no ha sido punido cuando encarnado? –Resp. No.
88. ¿Quién fue acusado de vuestra muerte? –Resp. Nadie; en aquellos tiempos de confusión se prestaba poca atención a esas cosas; el caso no habría tenido ningún proseguimiento.
89. ¿Qué sucedió con la mujer? –Resp. Poco después ella fue asesinada por mi hermano en mi casa.
90. ¿Por qué la asesinó? –Resp. Amor engañado; él se había casado con ella antes de mi muerte.
(Octava sesión)
91. ¿Por qué él no habla del asesinato de esta mujer? –Resp. Porque el mío es el peor para él.
92. Evocación de la mujer asesinada. –Resp. Estoy aquí.
93. ¿Cómo os llamabais cuando encarnada? –Resp. Marguerite Aeder de Dupont.
94. ¿Cuánto tiempo estuvisteis casada? –Resp. Cinco años.
95. Pierre nos ha dicho que su hermano creía que entre vosotros dos había relaciones criminales; ¿esto es verdadero? –Resp. Ninguna relación criminal existía entre Pierre y yo; no creáis en eso.
96. Tras la muerte de Pierre, ¿cuánto tiempo después Charles os asesinó? –Resp. Dos años después.
97. ¿Qué motivo lo llevó a esto? –Resp. Los celos y el deseo de quedarse con mi dinero.
98. ¿Podéis relatar las circunstancias del crimen? –Resp. Él me agarró y me hirió en la cabeza con su cuchillo de salchichero, en la tienda de trabajo.
99. ¿Cómo se explica que no haya sido perseguido? –Resp. ¿Para qué? Todo era desorden en aquellos tiempos de infortunio.
100. ¿Tenían fundamento los celos de Charles? –Resp. Sí, pero esto no lo autorizaba a cometer semejante crimen, porque en este mundo somos todos pecadores.
101. ¿Hacía cuántos años que estabais casada, por ocasión de la muerte de Pierre? –Resp. Hacía tres años.
102. ¿Podéis dar con precisión la fecha de vuestra muerte? –Resp. Sí, el 3 de mayo del año 1610.
103. ¿Qué se ha pensado de la muerte de Pierre? –Resp. Se ha hecho creer que algunos asesinos quisieron robar.
Nota – Sea cual fuere la autenticidad de estos relatos, que parecen difíciles de ser sometidos a un control, hay un hecho notable: la precisión y la concordancia de las fechas y de todos los acontecimientos. Por sí misma, esta circunstancia ya es un curioso objeto de estudio, si consideramos que esos tres Espíritus, llamados en diversos intervalos, no se contradicen en nada. Lo que parecería confirmar sus palabras, es que el principal culpable en este asunto, evocado por otro médium, ha dado respuestas idénticas.
92. Evocación de la mujer asesinada. –Resp. Estoy aquí.
93. ¿Cómo os llamabais cuando encarnada? –Resp. Marguerite Aeder de Dupont.
94. ¿Cuánto tiempo estuvisteis casada? –Resp. Cinco años.
95. Pierre nos ha dicho que su hermano creía que entre vosotros dos había relaciones criminales; ¿esto es verdadero? –Resp. Ninguna relación criminal existía entre Pierre y yo; no creáis en eso.
96. Tras la muerte de Pierre, ¿cuánto tiempo después Charles os asesinó? –Resp. Dos años después.
97. ¿Qué motivo lo llevó a esto? –Resp. Los celos y el deseo de quedarse con mi dinero.
98. ¿Podéis relatar las circunstancias del crimen? –Resp. Él me agarró y me hirió en la cabeza con su cuchillo de salchichero, en la tienda de trabajo.
99. ¿Cómo se explica que no haya sido perseguido? –Resp. ¿Para qué? Todo era desorden en aquellos tiempos de infortunio.
100. ¿Tenían fundamento los celos de Charles? –Resp. Sí, pero esto no lo autorizaba a cometer semejante crimen, porque en este mundo somos todos pecadores.
101. ¿Hacía cuántos años que estabais casada, por ocasión de la muerte de Pierre? –Resp. Hacía tres años.
102. ¿Podéis dar con precisión la fecha de vuestra muerte? –Resp. Sí, el 3 de mayo del año 1610.
103. ¿Qué se ha pensado de la muerte de Pierre? –Resp. Se ha hecho creer que algunos asesinos quisieron robar.
Nota – Sea cual fuere la autenticidad de estos relatos, que parecen difíciles de ser sometidos a un control, hay un hecho notable: la precisión y la concordancia de las fechas y de todos los acontecimientos. Por sí misma, esta circunstancia ya es un curioso objeto de estudio, si consideramos que esos tres Espíritus, llamados en diversos intervalos, no se contradicen en nada. Lo que parecería confirmar sus palabras, es que el principal culpable en este asunto, evocado por otro médium, ha dado respuestas idénticas.
(Novena sesión)
104. Evocación del Sr. D... –Resp. Estoy aquí.
105. Deseamos que nos deis algunos detalles sobre las circunstancias de vuestra muerte; ¿consentiríais en darlos? –Resp. De buen grado.
106. ¿Sabíais que la casa en que vivíais era frecuentada por un Espíritu? –Resp. Sí; pero quise desafiarlo y me equivoqué en hacerlo; hubiera sido mejor que yo orase por él.
Nota – Con esto se observa que los medios que generalmente se emplean para desembarazarse de los Espíritus inoportunos no son los más eficaces. Las amenazas, en vez de asustarlos, los incitan más. La benevolencia y la conmiseración tienen más influencia que el empleo de medios coercitivos que los irritan, o de las fórmulas de que se ríen.
107. ¿Cómo os apareció ese Espíritu? –Resp. Cuando entré a la casa, él se hizo visible y me miró fijamente: no pude escapar; fui tomado de pavor y expiré bajo la mirada terrible de este Espíritu, que yo había despreciado y para el cual me había mostrado tan poco caritativo.
108. ¿No pudisteis pedir socorro? –Resp. Imposible; mi hora había llegado, y era así que yo debía morir.
109. ¿Qué apariencia tenía él? –Resp. De alguien furioso dispuesto a devorarme.
110. ¿Sufristeis al morir? –Resp. Horriblemente.
111. ¿Habéis muerto súbitamente? –Resp. No, dos horas después.
112. ¿Qué reflexiones hacíais al sentir que estabais muriendo? –Resp. No pude reflexionar; fui tomado de un terror indescriptible.
113. ¿La aparición quedó visible hasta el fin? –Resp. Sí, no dejó ni un instante a mi pobre Espíritu.
114. Cuando os desprendisteis en Espíritu, ¿percibisteis la causa de vuestra muerte? –Resp. No, todo estaba terminado; solamente más tarde lo comprendí.
115. ¿Podéis indicar la fecha de vuestra muerte? –Resp. Sí, el 9 de agosto de 1853. (Esta fecha precisa no ha podido aún ser verificada; pero es prácticamente exacta.)
105. Deseamos que nos deis algunos detalles sobre las circunstancias de vuestra muerte; ¿consentiríais en darlos? –Resp. De buen grado.
106. ¿Sabíais que la casa en que vivíais era frecuentada por un Espíritu? –Resp. Sí; pero quise desafiarlo y me equivoqué en hacerlo; hubiera sido mejor que yo orase por él.
Nota – Con esto se observa que los medios que generalmente se emplean para desembarazarse de los Espíritus inoportunos no son los más eficaces. Las amenazas, en vez de asustarlos, los incitan más. La benevolencia y la conmiseración tienen más influencia que el empleo de medios coercitivos que los irritan, o de las fórmulas de que se ríen.
107. ¿Cómo os apareció ese Espíritu? –Resp. Cuando entré a la casa, él se hizo visible y me miró fijamente: no pude escapar; fui tomado de pavor y expiré bajo la mirada terrible de este Espíritu, que yo había despreciado y para el cual me había mostrado tan poco caritativo.
108. ¿No pudisteis pedir socorro? –Resp. Imposible; mi hora había llegado, y era así que yo debía morir.
109. ¿Qué apariencia tenía él? –Resp. De alguien furioso dispuesto a devorarme.
110. ¿Sufristeis al morir? –Resp. Horriblemente.
111. ¿Habéis muerto súbitamente? –Resp. No, dos horas después.
112. ¿Qué reflexiones hacíais al sentir que estabais muriendo? –Resp. No pude reflexionar; fui tomado de un terror indescriptible.
113. ¿La aparición quedó visible hasta el fin? –Resp. Sí, no dejó ni un instante a mi pobre Espíritu.
114. Cuando os desprendisteis en Espíritu, ¿percibisteis la causa de vuestra muerte? –Resp. No, todo estaba terminado; solamente más tarde lo comprendí.
115. ¿Podéis indicar la fecha de vuestra muerte? –Resp. Sí, el 9 de agosto de 1853. (Esta fecha precisa no ha podido aún ser verificada; pero es prácticamente exacta.)
Décima sesión (Sociedad, 13 de enero de 1860)
Cuando este Espíritu fue evocado el 9 de diciembre, san Luis aconsejó a llamarlo nuevamente dentro de un mes, a fin de observar el progreso que pudiese haber hecho en ese intervalo. Esto ya pudo ser apreciado por las comunicaciones del Sr. y de la Sra. de F..., sobre el cambio que se ha operado en sus ideas, gracias a la influencia de las oraciones y de los buenos consejos. Transcurrido más de un mes desde su primera evocación, el 13 de enero él fue llamado de nuevo en la Sociedad.
116. Evocación. –Resp. Estoy aquí.
117. ¿Os recordáis de haber sido llamado entre nosotros hace alrededor de un mes? –Resp. ¿Cómo podría olvidarlo?
118. ¿Por qué no pudisteis escribir en aquel momento? –Resp. No quise hacerlo.
119. ¿Por qué no quisisteis? –Resp. Por ignorancia y embrutecimiento.
120. ¿Han cambiado vuestras ideas desde entonces? –Resp. Mucho; varios de entre vosotros han sido compasivos y han orado por mí.
121. ¿Confírmáis todas las informaciones que han sido dadas, tanto por vos como por vuestras víctimas? –Resp. Si yo no las confirmara, sería admitir que no las he dado, y he sido yo mismo quien las dio.
122. ¿Vislumbráis el fin de vuestras penas? –Resp. ¡Oh! Aún no; saber que las mismas no durarán para siempre, ya es mucho más de lo que merezco, gracias a vuestra intercesión.
123. ¿Podríais describirnos la situación en la que estabais antes de nuestra primera evocación? Comprended que os pedimos esto para nuestra instrucción, y no por un motivo de curiosidad. –Resp. Os he dicho que yo no tenía conciencia de nada, en el mundo, sino de mi crimen, y que sólo podía dejar la casa donde lo había cometido para elevarme en el espacio, donde a mi alrededor era todo soledad y oscuridad; no podría daros una idea de lo que es esto, porque nunca lo he comprendido. Desde el momento en que me elevaba en el aire, todo era negro y vacío; no sé lo que era. Hoy siento mucho más remordimiento, pero –como os lo prueban las comunicaciones– no soy más constreñido a permanecer en aquella casa fatal; tengo permiso de recorrer la Tierra y de buscar esclarecerme por mis observaciones. Mas ahora comprendo mejor la enormidad de mis atrocidades; y si por un lado sufro menos, por el otro mis torturas aumentan por el remordimiento; pero al menos tengo esperanza.
124. Si tuvieseis que retomar una existencia corporal, ¿cuál elegiríais? –Resp. Aún no he visto lo suficiente, ni he reflexionado bastante para saberlo.
125. ¿Reencontráis a vuestras víctimas? –Resp. ¡Oh! ¡Dios me guarde de eso!
Nota – Siempre fue dicho que la visión de las víctimas es uno de los castigos de los culpables. Éste aún no las ha visto, porque estaba en el aislamiento y en las tinieblas: era un castigo; pero él teme esa visión, y tal vez ahí esté el complemento de su suplicio.
126. Durante vuestro largo aislamiento, y se puede decir vuestro cautiverio, ¿habéis tenido remordimientos? –Resp. En absoluto, y es por esto que sufrí tanto; fue solamente cuando comencé a sentirlos que, sin yo saberlo, fueron provocadas las circunstancias que llevaron a mi evocación, a la cual debo el comienzo de mi liberación. Gracias a vos, por lo tanto, que tuvisteis piedad de mí y que me habéis esclarecido.
Nota – Esta evocación, pues, de ninguna manera ha sido un hecho fortuito; como debía ser útil a este desdichado, los Espíritus que velaban por él, al ver que comenzaba a comprender la enormidad de sus crímenes, juzgaron que había llegado el momento de darle un socorro eficaz, y entonces prepararon las circunstancias propicias. Es un hecho que hemos visto producirse muchas veces.
Al respecto, se ha preguntado qué habría sido de él si no hubiese podido ser evocado, así como de todos los Espíritus en sufrimiento que tampoco fueron evocados o en los cuales no se piensa. A esto fue respondido que los caminos de Dios, para la salvación de sus criaturas, son innumerables; la evocación puede ser un medio para asistirlos, pero ciertamente no es el único, y Dios no deja a nadie en el olvido. Además, las oraciones colectivas también deben tener su influencia en los Espíritus que son accesibles al arrepentimiento.
116. Evocación. –Resp. Estoy aquí.
117. ¿Os recordáis de haber sido llamado entre nosotros hace alrededor de un mes? –Resp. ¿Cómo podría olvidarlo?
118. ¿Por qué no pudisteis escribir en aquel momento? –Resp. No quise hacerlo.
119. ¿Por qué no quisisteis? –Resp. Por ignorancia y embrutecimiento.
120. ¿Han cambiado vuestras ideas desde entonces? –Resp. Mucho; varios de entre vosotros han sido compasivos y han orado por mí.
121. ¿Confírmáis todas las informaciones que han sido dadas, tanto por vos como por vuestras víctimas? –Resp. Si yo no las confirmara, sería admitir que no las he dado, y he sido yo mismo quien las dio.
122. ¿Vislumbráis el fin de vuestras penas? –Resp. ¡Oh! Aún no; saber que las mismas no durarán para siempre, ya es mucho más de lo que merezco, gracias a vuestra intercesión.
123. ¿Podríais describirnos la situación en la que estabais antes de nuestra primera evocación? Comprended que os pedimos esto para nuestra instrucción, y no por un motivo de curiosidad. –Resp. Os he dicho que yo no tenía conciencia de nada, en el mundo, sino de mi crimen, y que sólo podía dejar la casa donde lo había cometido para elevarme en el espacio, donde a mi alrededor era todo soledad y oscuridad; no podría daros una idea de lo que es esto, porque nunca lo he comprendido. Desde el momento en que me elevaba en el aire, todo era negro y vacío; no sé lo que era. Hoy siento mucho más remordimiento, pero –como os lo prueban las comunicaciones– no soy más constreñido a permanecer en aquella casa fatal; tengo permiso de recorrer la Tierra y de buscar esclarecerme por mis observaciones. Mas ahora comprendo mejor la enormidad de mis atrocidades; y si por un lado sufro menos, por el otro mis torturas aumentan por el remordimiento; pero al menos tengo esperanza.
124. Si tuvieseis que retomar una existencia corporal, ¿cuál elegiríais? –Resp. Aún no he visto lo suficiente, ni he reflexionado bastante para saberlo.
125. ¿Reencontráis a vuestras víctimas? –Resp. ¡Oh! ¡Dios me guarde de eso!
Nota – Siempre fue dicho que la visión de las víctimas es uno de los castigos de los culpables. Éste aún no las ha visto, porque estaba en el aislamiento y en las tinieblas: era un castigo; pero él teme esa visión, y tal vez ahí esté el complemento de su suplicio.
126. Durante vuestro largo aislamiento, y se puede decir vuestro cautiverio, ¿habéis tenido remordimientos? –Resp. En absoluto, y es por esto que sufrí tanto; fue solamente cuando comencé a sentirlos que, sin yo saberlo, fueron provocadas las circunstancias que llevaron a mi evocación, a la cual debo el comienzo de mi liberación. Gracias a vos, por lo tanto, que tuvisteis piedad de mí y que me habéis esclarecido.
Nota – Esta evocación, pues, de ninguna manera ha sido un hecho fortuito; como debía ser útil a este desdichado, los Espíritus que velaban por él, al ver que comenzaba a comprender la enormidad de sus crímenes, juzgaron que había llegado el momento de darle un socorro eficaz, y entonces prepararon las circunstancias propicias. Es un hecho que hemos visto producirse muchas veces.
Al respecto, se ha preguntado qué habría sido de él si no hubiese podido ser evocado, así como de todos los Espíritus en sufrimiento que tampoco fueron evocados o en los cuales no se piensa. A esto fue respondido que los caminos de Dios, para la salvación de sus criaturas, son innumerables; la evocación puede ser un medio para asistirlos, pero ciertamente no es el único, y Dios no deja a nadie en el olvido. Además, las oraciones colectivas también deben tener su influencia en los Espíritus que son accesibles al arrepentimiento.
Comunicaciones espontáneas
Estelle Riquier
(Sociedad, 13 de enero de 1860)
(Sociedad, 13 de enero de 1860)
El disgusto, la tristeza y la desesperación me devoran. Esposa culpable, madre desnaturalizada, abandoné las santas alegrías de la familia, el domicilio conyugal embellecido por la presencia de dos pequeños ángeles descendidos del cielo. Arrastrada por los caminos del vicio, por un egoísmo, un orgullo y un coqueteo desenfrenados –mujer sin corazón–, conspiré contra el santo amor de aquel que Dios y los hombres me habían dado por sostén y por compañero en la vida; él buscó en la muerte un refugio contra la desesperación, que mi cobarde abandono y su deshonra le habían causado.
El Cristo perdonó a la mujer adúltera y a Magdelena arrepentida; la mujer adúltera había amado, y Magdalena se había arrepentido. ¡Pero yo, miserable! Vendía a precio de oro una apariencia de amor que nunca sentí; sembré el placer a manos llenas y no coseché sino el desprecio. La miseria horrible y el hambre cruel pusieron término a una vida que se me había vuelto odiosa... ¡y no me arrepentí! Y yo, miserable e infame, infelizmente empleaba a menudo –con éxito fatal– mi influencia infernal como Espíritu, arrastrando al vicio a pobres mujeres que yo veía que eran virtuosas y que gozaban la felicidad que yo había pisoteado. ¿Algún día Dios ha de perdonarme? Quizá, si el desprecio que ella os inspira no os impida de orar por la desdichada Estelle Riquier.
Nota – Al haberse comunicado espontáneamente este Espíritu, sin ser llamado y sin ser conocido por ninguno de los asistentes, se le dirigieron las siguientes preguntas:
1. ¿En qué época habéis fallecido? –Resp. Hace cincuenta años.
2. ¿Dónde vivíais? –Resp. En París.
3. ¿A qué clase social pertenecía vuestro marido? –Resp. A la clase media.
4. ¿Con qué edad habéis desencarnado? –Resp. Con treinta y dos años.
5. ¿Qué motivos os llevaron a comunicaros espontáneamente con nosotros? –Resp. Me ha sido permitido para vuestra instrucción y para ejemplo.
6. ¿Habíais recibido una cierta educación? –Resp. Sí.
7. Esperamos que Dios tenga en cuenta la franqueza de vuestra confesión y de vuestro arrepentimiento. Rogamos que Él extienda su misericordia sobre vos y que os envíe Espíritus buenos para esclareceros acerca de los medios para reparar vuestro pasado. –Resp. ¡Oh! ¡Gracias, gracias! ¡Que Dios os escuche!
Nota – Varias personas nos informan que consideran un deber orar por los Espíritus sufridores que nosotros señalamos, los cuales piden asistencia. Hacemos votos para que este pensamiento caritativo se generalice entre nuestros lectores. Algunos han recibido la visita espontánea de los Espíritus por los cuales se habían interesado y que han venido para agradecerles.
El Cristo perdonó a la mujer adúltera y a Magdelena arrepentida; la mujer adúltera había amado, y Magdalena se había arrepentido. ¡Pero yo, miserable! Vendía a precio de oro una apariencia de amor que nunca sentí; sembré el placer a manos llenas y no coseché sino el desprecio. La miseria horrible y el hambre cruel pusieron término a una vida que se me había vuelto odiosa... ¡y no me arrepentí! Y yo, miserable e infame, infelizmente empleaba a menudo –con éxito fatal– mi influencia infernal como Espíritu, arrastrando al vicio a pobres mujeres que yo veía que eran virtuosas y que gozaban la felicidad que yo había pisoteado. ¿Algún día Dios ha de perdonarme? Quizá, si el desprecio que ella os inspira no os impida de orar por la desdichada Estelle Riquier.
Nota – Al haberse comunicado espontáneamente este Espíritu, sin ser llamado y sin ser conocido por ninguno de los asistentes, se le dirigieron las siguientes preguntas:
1. ¿En qué época habéis fallecido? –Resp. Hace cincuenta años.
2. ¿Dónde vivíais? –Resp. En París.
3. ¿A qué clase social pertenecía vuestro marido? –Resp. A la clase media.
4. ¿Con qué edad habéis desencarnado? –Resp. Con treinta y dos años.
5. ¿Qué motivos os llevaron a comunicaros espontáneamente con nosotros? –Resp. Me ha sido permitido para vuestra instrucción y para ejemplo.
6. ¿Habíais recibido una cierta educación? –Resp. Sí.
7. Esperamos que Dios tenga en cuenta la franqueza de vuestra confesión y de vuestro arrepentimiento. Rogamos que Él extienda su misericordia sobre vos y que os envíe Espíritus buenos para esclareceros acerca de los medios para reparar vuestro pasado. –Resp. ¡Oh! ¡Gracias, gracias! ¡Que Dios os escuche!
Nota – Varias personas nos informan que consideran un deber orar por los Espíritus sufridores que nosotros señalamos, los cuales piden asistencia. Hacemos votos para que este pensamiento caritativo se generalice entre nuestros lectores. Algunos han recibido la visita espontánea de los Espíritus por los cuales se habían interesado y que han venido para agradecerles.
El tiempo presente
(Sociedad, 20 de enero de 1860)
(Sociedad, 20 de enero de 1860)
Sois guiados por el verdadero Genio del Cristianismo, como ya he dicho; es que el propio Cristo preside los trabajos de toda índole que están en vías de cumplirse, para abriros la era de renovación y de perfeccionamiento que vuestros guías espirituales os predicen. En efecto, si echáis una mirada sobre los acontecimientos contemporáneos, independientemente de las manifestaciones espíritas, reconoceréis sin duda alguna las señales precursoras que os probarán de una manera irrefutable que los tiempos predichos han llegado. Las comunicaciones se establecen entre todos los pueblos y las barreras materiales son derribadas; los obstáculos morales que se oponen a su unión, así como los prejuicios políticos y religiosos, desaparecerán rápidamente, y el reino de la fraternidad finalmente se establecerá de una manera sólida y duradera. Observad que ya los propios soberanos, llevados por una mano invisible, toman la iniciativa de las reformas –cosa inaudita para vosotros; y las reformas, cuando vienen de arriba y espontáneamente, son mucho más rápidas y más duraderas que las que vienen de abajo y que son arrancadas por la fuerza. A pesar de los prejuicios de la infancia y de la educación que hube recibido, a pesar del culto a la memoria, yo había presentido la época actual; soy feliz por ello, y más feliz aún por venir a deciros: ¡Hermanos, coraje! Trabajad por vosotros y por el futuro de los vuestros; sobre todo, trabajad por vuestro mejoramiento personal y gozaréis en vuestra próxima existencia de una felicidad de la que os es tan difícil haceros una idea, como a mí os hacerla comprender.
CHATEAUBRIAND
Las campanas
(Obtenida por el Sr. Pêcheur el 13 de enero de 1860)
(Obtenida por el Sr. Pêcheur el 13 de enero de 1860)
¿Podés decirme por qué siempre me gustó escuchar el sonido de las campanas? Es que el alma del hombre, que piensa o que sufre, busca siempre desprenderse cuando siente esa felicidad muda que despierta en nosotros los vagos recuerdos de una existencia pasada; es que ese sonido es una traducción de la palabra del Cristo, que vibra en el aire desde hace dieciocho siglos: es la voz de la esperanza. ¡Cuántos corazones ha consolado! ¡Cuánta fuerza ha dado a la Humanidad creyente! Esa voz divina estremeció a los grandes de la época: tuvieron miedo de la misma, porque la verdad que ellos habían sofocado los hizo temblar. El Cristo la mostraba a todos: ellos mataron al Cristo, pero no a la idea; su palabra sagrada había sido comprendida; era inmortal, y sin embargo ¡cuántas veces la duda entró en vuestros corazones! ¡Cuántas veces el hombre acusó a Dios de ser injusto! Exclamaba: Dios mío, ¿qué hice yo? ¿La desgracia me marcó en la cuna? ¿Estoy entonces destinado a seguir este camino que despedaza mi corazón? Parece que una fatalidad se liga a mis pasos; siento que las fuerzas me abandonan, que la vida se destruye.
En este momento, Dios hace entrar en vuestro corazón un rayo de esperanza; una mano amiga os quita la venda del materialismo que cubre vuestros ojos. Una voz del cielo os dice: Observa en el horizonte aquel foco luminoso; es un fuego sagrado que emana de Dios; esa llama debe iluminar al mundo y purificarlo; debe hacer penetrar su luz en el corazón del hombre y disipar las tinieblas que oscurecen sus ojos. Algunos hombres tuvieron la pretensión de querer alumbraros, pero no produjeron sino brumas, que hicieron perder el camino recto.
Vosotros, a los que Dios muestra la luz, no seáis ciegos; es el Espiritismo que os permite levantar la punta del velo que cubría vuestro pasado. Observad ahora lo que habéis sido, y juzgaos. Curvad la cabeza ante la justicia del Creador; agradecedle por daros coraje para continuar la prueba que habéis elegido. El Cristo ha dicho: todos los que se sirvieren de la espada, por espada perecerán. Este pensamiento, completamente espírita, encierra el misterio de vuestros sufrimientos. Que la esperanza en la bondad de Dios os dé coraje y fe; escuchad siempre esta voz que vibra en vuestros corazones; cabe a vosotros comprender, estudiar con sabiduría, elevar vuestra alma por intermedio de pensamientos totalmente fraternales. Que el rico tienda la mano al que sufre, porque la riqueza no le ha sido dada para sus goces personales, sino para que sea su dispensador; y Dios le pedirá cuentas del uso que haya hecho de la misma. Vuestras virtudes son la única riqueza que Dios reconoce; únicamente esto llevaréis al dejar este mundo. Dejad hablar a esos supuestos sabios que os tratan de locos; quizá mañana os pidan para orar por ellos, porque Dios los juzgará.
TU HIJA, que te ama y que ora por ti.
En este momento, Dios hace entrar en vuestro corazón un rayo de esperanza; una mano amiga os quita la venda del materialismo que cubre vuestros ojos. Una voz del cielo os dice: Observa en el horizonte aquel foco luminoso; es un fuego sagrado que emana de Dios; esa llama debe iluminar al mundo y purificarlo; debe hacer penetrar su luz en el corazón del hombre y disipar las tinieblas que oscurecen sus ojos. Algunos hombres tuvieron la pretensión de querer alumbraros, pero no produjeron sino brumas, que hicieron perder el camino recto.
Vosotros, a los que Dios muestra la luz, no seáis ciegos; es el Espiritismo que os permite levantar la punta del velo que cubría vuestro pasado. Observad ahora lo que habéis sido, y juzgaos. Curvad la cabeza ante la justicia del Creador; agradecedle por daros coraje para continuar la prueba que habéis elegido. El Cristo ha dicho: todos los que se sirvieren de la espada, por espada perecerán. Este pensamiento, completamente espírita, encierra el misterio de vuestros sufrimientos. Que la esperanza en la bondad de Dios os dé coraje y fe; escuchad siempre esta voz que vibra en vuestros corazones; cabe a vosotros comprender, estudiar con sabiduría, elevar vuestra alma por intermedio de pensamientos totalmente fraternales. Que el rico tienda la mano al que sufre, porque la riqueza no le ha sido dada para sus goces personales, sino para que sea su dispensador; y Dios le pedirá cuentas del uso que haya hecho de la misma. Vuestras virtudes son la única riqueza que Dios reconoce; únicamente esto llevaréis al dejar este mundo. Dejad hablar a esos supuestos sabios que os tratan de locos; quizá mañana os pidan para orar por ellos, porque Dios los juzgará.
Consejos de familia
Continuación (Ver la RE ene. 1860, pág. 19 – Comunicación leída en la Sociedad el 20 de enero de 1860)
Continuación (Ver la RE ene. 1860, pág. 19 – Comunicación leída en la Sociedad el 20 de enero de 1860)
Queridos hijos míos: en mis instrucciones anteriores os he aconsejado tener calma y coraje; sin embargo, no todos os mostráis como deberíais hacerlo. Pensad que la queja jamás acalma el dolor; al contrario, éste tiende a aumentar. Un buen consejo, una buena palabra, una sonrisa, inclusive un gesto, dan fuerza y coraje. Una lágrima debilita el corazón en vez de fortalecerlo. Llorad, si el corazón os impele a esto, pero que sea preferentemente en los momentos de soledad, y no en presencia de los que necesitan de toda su fuerza y de toda su energía, que una lágrima o un suspiro pueden disminuir o flaquear. Todos precisamos de aliento, y nada es más propio para alentarnos que una voz amiga, que una mirada benevolente, que una palabra que nace del corazón. Cuando os aconsejé a reuniros, no fue de modo alguno para que unierais vuestras lágrimas y amarguras; no era para induciros a la oración, que no prueba sino una buena intención, y sí para que unieseis vuestros pensamientos, vuestros esfuerzos mutuos y colectivos; para que mutuamente os dierais buenos consejos y para que buscaseis, en común, no el medio de entristeceros, sino el camino a seguir para vencer los obstáculos que se presentan delante de vosotros. En vano un desdichado que no tiene pan se pondrá de rodillas para rogar a Dios el alimento que no caerá del cielo; pero si trabaja, a pesar de lo poco que obtenga, esto le valdrá más que todas sus oraciones. La oración más agradable a Dios es el trabajo útil, sea cual fuere. Lo repito: la oración no prueba sino una buena intención, un buen sentimiento, pero no puede producir sino un efecto moral, puesto que la misma es toda moral. Es excelente como un consuelo del alma, porque el alma que ora sinceramente encuentra en la oración un alivio a sus dolores morales: fuera de estos efectos y de los que derivan de la oración –como ya os expliqué en otras instrucciones–, no esperéis nada, porque quedaréis frustrados en vuestra esperanza.
Por lo tanto, seguid exactamente mis consejos; no os contentéis en pedir a Dios que os ayude: ayudaos vosotros mismos, porque así probaréis la sinceridad de vuestra oración. ¡Sería muy cómodo, en verdad, que bastase pedir una cosa en las oraciones para que ella fuese concedida! Sería el mayor estímulo a la pereza y a la negligencia de las buenas acciones. Al respecto, yo podría extenderme aún más, pero sería demasiado para vosotros: vuestro estado de adelanto no lo permite todavía. Meditad en esta instrucción como en las precedentes: las mismas son de tal naturaleza que deben ocupar por mucho tiempo a vuestros Espíritus, porque contienen en germen todo lo que os será develado en el futuro. Seguid mis consejos anteriores.
ALLAN KARDEC
Por lo tanto, seguid exactamente mis consejos; no os contentéis en pedir a Dios que os ayude: ayudaos vosotros mismos, porque así probaréis la sinceridad de vuestra oración. ¡Sería muy cómodo, en verdad, que bastase pedir una cosa en las oraciones para que ella fuese concedida! Sería el mayor estímulo a la pereza y a la negligencia de las buenas acciones. Al respecto, yo podría extenderme aún más, pero sería demasiado para vosotros: vuestro estado de adelanto no lo permite todavía. Meditad en esta instrucción como en las precedentes: las mismas son de tal naturaleza que deben ocupar por mucho tiempo a vuestros Espíritus, porque contienen en germen todo lo que os será develado en el futuro. Seguid mis consejos anteriores.