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Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1860 > Marzo
Marzo
Boletín de la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas
Viernes 27 de enero de 1860 (Sesión general)
El acta de la sesión del 20 de enero es leída y aprobada.
Pedido de admisión presentado por carta. Su lectura, examen e informe han sido remitidos a la próxima sesión particular.
Comunicaciones diversas – 1ª) Carta del Sr. Hinderson Mackensie, de Londres, miembro de la Sociedad Real de Anticuarios, que da detalles del más alto interés sobre el empleo de globos de cristal o metálicos como medio de obtener comunicaciones espíritas. Es lo que él hace uso, con la asistencia de un médium vidente especial, según el consejo de uno de sus amigos que hace treinta y cinco años realiza las más completas y concluyentes experiencias al respecto. En esa especie de espejo, el médium ve las respuestas escritas a las preguntas propuestas, obteniendo así comunicaciones muy desarrolladas y tan rápidas que a menudo es difícil seguir al médium.
2ª) Lectura de un artículo de Le Siècle (El Siglo) del 22 de enero de 1860, en el cual se observa el siguiente pasaje: «Las mesas hablaban, giraban y danzaban mucho tiempo antes de la existencia de la secta americana que pretende haberles dado origen. Esa danza de las mesas ya era célebre en Roma en los primeros siglos de nuestra era, y he aquí cómo se expresaba Tertuliano, en el capítulo XXIII de la Apologética, al hablar de los médiums de su tiempo: "Si es dado a los magos hacer aparecer a fantasmas, evocar a las almas de los muertos, forzar la boca de los niños a que den oráculos; si esos charlatanes imitan un gran número de milagros que parecen debidos a los círculos y a las cadenas que las personas forman entre sí; si dirigen sueños, si hacen conjuraciones, si tienen a sus órdenes a Espíritus mentirosos y a demonios, por virtud de los cuales las sillas y las mesas que profetizan son un hecho común, etcétera".»
Al respecto se observa que los espíritas modernos nunca pretendieron haber descubierto ni inventado las manifestaciones; al contrario, han proclamado constantemente la antigüedad y la universalidad de los fenómenos espíritas, y esta propia antigüedad es un argumento a favor de la Doctrina, demostrando que Ella tiene su principio en la Naturaleza y que no resulta de una combinación sistemática. Los que pretenden oponerle esta circunstancia, prueban que hablan sin conocer una sola palabra de la misma, pues de otro modo sabrían que el Espiritismo moderno se apoya en el hecho indiscutible de que se encuentra en todos los tiempos y entre todos los pueblos.
Estudios – 1º) Preguntas sobre el fenómeno de los globos metálicos o de cristal, como medio de obtener comunicaciones. Es respondido que: «La teoría de este fenómeno no puede aún ser explicada; que para comprenderla faltan ciertos conocimientos previos que nacerán de sí mismos y que derivarán de observaciones ulteriores. Será dada en tiempo oportuno.»
2°) Nueva evocación de Urbain Grandier, que confirma y completa ciertos hechos históricos, y que además da explicaciones sobre el planeta Saturno, que vienen en apoyo a lo que ya se ha dicho acerca de este tema.
3°) Dos dictados espontáneos son obtenidos simultáneamente; el primero de Abelardo, por el Sr. Roze, y el segundo de Juan el Bautista, por el Sr. Colin.
Enseguida, habiéndose pedido a uno de los Espíritus sufridores –que había solicitado el socorro de las oraciones– para que aceptara comunicarse espontáneamente, uno de los médiums escribió lo siguiente: «Sed benditos por haber consentido orar por el ser inmundo e inútil que habéis llamado y que se ha mostrado aún tan vergonzosamente apegado a sus miserables riquezas. Recibid los sinceros agradecimientos del padre Crépin.»
El acta de la sesión del 27 de enero es aprobada. Lectura de la lista nominal de los oyentes que han asistido a la última asamblea general. No hubo ningún inconveniente en su presencia.
El Dr. Gotti, director del Instituto Homeopático de Génova (Piamonte), es admitido como miembro corresponsal.
Lectura de dos nuevos pedidos de admisión. Aplazamiento para la próxima sesión particular.
Comunicaciones diversas – 1ª) El Sr. Allan Kardec comunica que una señora, suscriptora de la provincia, acaba de enviarle una suma de diez mil francos para ser utilizada al servicio del Espiritismo.
Esta señora, al haber recibido una herencia con la cual no contaba, quiere que de la misma participe la Doctrina Espírita, a la que debe supremos consuelos y el haber sido esclarecida sobre las verdaderas condiciones de felicidad en esta vida y en la otra. Dice ella en su carta: «Vos me habéis hecho comprender el Espiritismo al mostrarme su verdadero objetivo; sólo Él pudo vencer las dudas y la incertidumbre que eran para mí la fuente de indescriptibles ansiedades. Yo andaba en la vida al acaso, maldiciendo las piedras que encontraba a mi paso; ahora veo claramente a mi alrededor; el horizonte se amplió ante mí y marcho con certeza y confianza en el futuro, sin inquietarme con las espinas del camino. Deseo que este sencillo óbolo os ayude a derramar sobre los otros la luz benéfica que me ha hecho tan feliz. Empleadlo como prefiráis mejor: yo no quiero recibo ni control. La única cosa que deseo es permanecer en el más estricto anonimato.»
Respetaré –agrega el Sr. Allan Kardec– el velo de modestia con el cual esta persona quiere cubrirse y me esforzaré por corresponder a sus generosas intenciones. Pienso que la mejor manera de cumplir con este deber es destinando esa suma a lo que será necesario para la instalación de la Sociedad en condiciones más favorables para sus trabajos.
Un miembro expresa el pesar de que el anonimato guardado por esta señora no permita a la Sociedad testimoniarle directamente su gratitud.
El Sr. Allan Kardec responde que, al no tener la donación ningún otro destino especial sino el Espiritismo en general, él se encargará de esa tarea en nombre de todos los adeptos serios del Espiritismo. Él insiste en la calificación de adeptos serios, considerando que no puede dar este nombre a los que, viendo en el Espiritismo apenas una cuestión de fenómenos y de experimentaciones, no pueden comprender sus elevadas consecuencias morales y, lo que es peor, se aprovechan de Él o hacen conque los otros se aprovechen del mismo.
2ª) El Presidente guardó en la oficina de redacción una carta cerrada con lacre, enviada por el Dr. Vignal, miembro titular, y que solamente deberá ser abierta a finales del próximo mes de marzo.
3ª) El Sr. Netz remite un número de L’Illustration (La Ilustración), que contiene el relato de un hecho de aparición. Este hecho será objeto de un examen especial.
Estudios – 1°) Observación sobre los efectos de visiones en ciertos cuerpos, tales como vidrios, globos de cristal, bolas metálicas, etc., de que se trató en la última sesión. El Sr. Allan Kardec piensa que es preciso cuidadosamente dejar a un lado el nombre de espejos mágicos, dado vulgarmente a esos objetos; él propone llamarlos espejos psíquicos. En la opinión de varios miembros, la asamblea piensa que la designación de espejos psicográficos correspondería mejor a la naturaleza del fenómeno.
2°) Evocación del Dr. Vignal, que se ofreció para un estudio sobre el estado del Espíritu de las personas vivas. Él responde con una perfecta lucidez a las preguntas que le son dirigidas. Otros dos Espíritus, el de Castelnaudary y el Espíritu Dr. Cauvière, se comunican al mismo tiempo por otro médium, de donde resulta un intercambio de observaciones muy instructivas. Ambos doctores terminan cada uno con un dictado, que llevan el sello de la elevada capacidad que se les conoce. (Publicados más adelante.)
3°) Son obtenidos otros dos dictados espontáneos: el primero de san Francisco de Sales, por la Sra. de Mallet; el segundo, por el Sr. Colin, firmado por Moisés, Platón y después Juliano.
Pedido de admisión presentado por carta. Su lectura, examen e informe han sido remitidos a la próxima sesión particular.
Comunicaciones diversas – 1ª) Carta del Sr. Hinderson Mackensie, de Londres, miembro de la Sociedad Real de Anticuarios, que da detalles del más alto interés sobre el empleo de globos de cristal o metálicos como medio de obtener comunicaciones espíritas. Es lo que él hace uso, con la asistencia de un médium vidente especial, según el consejo de uno de sus amigos que hace treinta y cinco años realiza las más completas y concluyentes experiencias al respecto. En esa especie de espejo, el médium ve las respuestas escritas a las preguntas propuestas, obteniendo así comunicaciones muy desarrolladas y tan rápidas que a menudo es difícil seguir al médium.
2ª) Lectura de un artículo de Le Siècle (El Siglo) del 22 de enero de 1860, en el cual se observa el siguiente pasaje: «Las mesas hablaban, giraban y danzaban mucho tiempo antes de la existencia de la secta americana que pretende haberles dado origen. Esa danza de las mesas ya era célebre en Roma en los primeros siglos de nuestra era, y he aquí cómo se expresaba Tertuliano, en el capítulo XXIII de la Apologética, al hablar de los médiums de su tiempo: "Si es dado a los magos hacer aparecer a fantasmas, evocar a las almas de los muertos, forzar la boca de los niños a que den oráculos; si esos charlatanes imitan un gran número de milagros que parecen debidos a los círculos y a las cadenas que las personas forman entre sí; si dirigen sueños, si hacen conjuraciones, si tienen a sus órdenes a Espíritus mentirosos y a demonios, por virtud de los cuales las sillas y las mesas que profetizan son un hecho común, etcétera".»
Al respecto se observa que los espíritas modernos nunca pretendieron haber descubierto ni inventado las manifestaciones; al contrario, han proclamado constantemente la antigüedad y la universalidad de los fenómenos espíritas, y esta propia antigüedad es un argumento a favor de la Doctrina, demostrando que Ella tiene su principio en la Naturaleza y que no resulta de una combinación sistemática. Los que pretenden oponerle esta circunstancia, prueban que hablan sin conocer una sola palabra de la misma, pues de otro modo sabrían que el Espiritismo moderno se apoya en el hecho indiscutible de que se encuentra en todos los tiempos y entre todos los pueblos.
Estudios – 1º) Preguntas sobre el fenómeno de los globos metálicos o de cristal, como medio de obtener comunicaciones. Es respondido que: «La teoría de este fenómeno no puede aún ser explicada; que para comprenderla faltan ciertos conocimientos previos que nacerán de sí mismos y que derivarán de observaciones ulteriores. Será dada en tiempo oportuno.»
2°) Nueva evocación de Urbain Grandier, que confirma y completa ciertos hechos históricos, y que además da explicaciones sobre el planeta Saturno, que vienen en apoyo a lo que ya se ha dicho acerca de este tema.
3°) Dos dictados espontáneos son obtenidos simultáneamente; el primero de Abelardo, por el Sr. Roze, y el segundo de Juan el Bautista, por el Sr. Colin.
Enseguida, habiéndose pedido a uno de los Espíritus sufridores –que había solicitado el socorro de las oraciones– para que aceptara comunicarse espontáneamente, uno de los médiums escribió lo siguiente: «Sed benditos por haber consentido orar por el ser inmundo e inútil que habéis llamado y que se ha mostrado aún tan vergonzosamente apegado a sus miserables riquezas. Recibid los sinceros agradecimientos del padre Crépin.»
Viernes 3 de febrero de 1860 (Sesión particular)
El acta de la sesión del 27 de enero es aprobada. Lectura de la lista nominal de los oyentes que han asistido a la última asamblea general. No hubo ningún inconveniente en su presencia.
El Dr. Gotti, director del Instituto Homeopático de Génova (Piamonte), es admitido como miembro corresponsal.
Lectura de dos nuevos pedidos de admisión. Aplazamiento para la próxima sesión particular.
Comunicaciones diversas – 1ª) El Sr. Allan Kardec comunica que una señora, suscriptora de la provincia, acaba de enviarle una suma de diez mil francos para ser utilizada al servicio del Espiritismo.
Esta señora, al haber recibido una herencia con la cual no contaba, quiere que de la misma participe la Doctrina Espírita, a la que debe supremos consuelos y el haber sido esclarecida sobre las verdaderas condiciones de felicidad en esta vida y en la otra. Dice ella en su carta: «Vos me habéis hecho comprender el Espiritismo al mostrarme su verdadero objetivo; sólo Él pudo vencer las dudas y la incertidumbre que eran para mí la fuente de indescriptibles ansiedades. Yo andaba en la vida al acaso, maldiciendo las piedras que encontraba a mi paso; ahora veo claramente a mi alrededor; el horizonte se amplió ante mí y marcho con certeza y confianza en el futuro, sin inquietarme con las espinas del camino. Deseo que este sencillo óbolo os ayude a derramar sobre los otros la luz benéfica que me ha hecho tan feliz. Empleadlo como prefiráis mejor: yo no quiero recibo ni control. La única cosa que deseo es permanecer en el más estricto anonimato.»
Respetaré –agrega el Sr. Allan Kardec– el velo de modestia con el cual esta persona quiere cubrirse y me esforzaré por corresponder a sus generosas intenciones. Pienso que la mejor manera de cumplir con este deber es destinando esa suma a lo que será necesario para la instalación de la Sociedad en condiciones más favorables para sus trabajos.
Un miembro expresa el pesar de que el anonimato guardado por esta señora no permita a la Sociedad testimoniarle directamente su gratitud.
El Sr. Allan Kardec responde que, al no tener la donación ningún otro destino especial sino el Espiritismo en general, él se encargará de esa tarea en nombre de todos los adeptos serios del Espiritismo. Él insiste en la calificación de adeptos serios, considerando que no puede dar este nombre a los que, viendo en el Espiritismo apenas una cuestión de fenómenos y de experimentaciones, no pueden comprender sus elevadas consecuencias morales y, lo que es peor, se aprovechan de Él o hacen conque los otros se aprovechen del mismo.
2ª) El Presidente guardó en la oficina de redacción una carta cerrada con lacre, enviada por el Dr. Vignal, miembro titular, y que solamente deberá ser abierta a finales del próximo mes de marzo.
3ª) El Sr. Netz remite un número de L’Illustration (La Ilustración), que contiene el relato de un hecho de aparición. Este hecho será objeto de un examen especial.
Estudios – 1°) Observación sobre los efectos de visiones en ciertos cuerpos, tales como vidrios, globos de cristal, bolas metálicas, etc., de que se trató en la última sesión. El Sr. Allan Kardec piensa que es preciso cuidadosamente dejar a un lado el nombre de espejos mágicos, dado vulgarmente a esos objetos; él propone llamarlos espejos psíquicos. En la opinión de varios miembros, la asamblea piensa que la designación de espejos psicográficos correspondería mejor a la naturaleza del fenómeno.
2°) Evocación del Dr. Vignal, que se ofreció para un estudio sobre el estado del Espíritu de las personas vivas. Él responde con una perfecta lucidez a las preguntas que le son dirigidas. Otros dos Espíritus, el de Castelnaudary y el Espíritu Dr. Cauvière, se comunican al mismo tiempo por otro médium, de donde resulta un intercambio de observaciones muy instructivas. Ambos doctores terminan cada uno con un dictado, que llevan el sello de la elevada capacidad que se les conoce. (Publicados más adelante.)
3°) Son obtenidos otros dos dictados espontáneos: el primero de san Francisco de Sales, por la Sra. de Mallet; el segundo, por el Sr. Colin, firmado por Moisés, Platón y después Juliano.
Viernes 10 de febrero de 1860 (Sesión general)
El acta del 3 de febrero es leída y aprobada.
Pedido de admisión presentado por carta. Aplazamiento para la próxima sesión particular.
Lectura de las comunicaciones obtenidas en la última sesión.
Comunicaciones diversas – El Sr. Soive transmite la siguiente nota, preguntando si se cree útil hacer de la misma el objeto de una evocación: «Un señor llamado T., de treinta y cinco años de edad, residente en el bulevar del Hospital, era perseguido por una idea fija: la de haber matado involuntariamente a uno de sus amigos en una altercación. A pesar de todo lo que se hizo para disuadirlo, mostrándole a este amigo vivo, el Sr. T. creía que se trataba de la sombra de su amigo. Atormentado por los remordimientos de un crimen imaginario, se asfixió.»
La evocación del Sr. T. será hecha si fuere conveniente.
Estudios – 1°) Cinco dictados espontáneos son obtenidos simultáneamente: el primero por el Sr. Roze, firmado por Lamennais; el segundo por la Srta. Eugénie, firmado por Staël; el tercero por el Sr. Colin, firmado por Fourier; el cuarto por la Srta. Huet, de un Espíritu que –dice él– se dará a conocer más tarde y que anuncia una serie de comunicaciones; el quinto por el Sr. Didier Hijo, firmado por Charlet.
2°) Después de la lectura del dictado de Fourier, el Presidente hace observar –para una mejor comprensión de las personas extrañas a la Sociedad, las cuales pueden no estar al corriente de la manera de proceder de la misma– que esta comunicación le parece, a primera vista, susceptible de algunos comentarios; que entre los Espíritus que se manifiestan, los hay de todos los grados; que sus comunicaciones son el reflejo de sus ideas personales, que pueden no ser siempre justas; la Sociedad, según el consejo que le ha sido dado, las recibe entonces como la expresión de una opinión individual y se reserva el derecho de juzgarlas, sometiéndolas al control de la lógica y de la razón. Es esencial que se sepa bien que Ella no adopta como verdad todo lo que venga de los Espíritus; por sus comunicaciones, el Espíritu da a conocer lo que él es en bien o en mal, en conocimiento o en ignorancia: esto es para Ella un objeto de estudio, aceptando lo que es bueno y desechando lo que es malo.
3°) Evocación de la Srta. Indermuhle, de Berna, sordomuda de nacimiento, viva, con 32 años de edad. Esta evocación ofrece un gran interés desde el punto de vista moral y científico, por la sagacidad y la precisión de las respuestas que denotan en esta persona un Espíritu ya adelantado.
4°) Evocación del Sr. T., del cual se habló anteriormente. Da señales de una gran agitación y quiebra varios lápices antes de poder trazar algunas líneas casi ilegibles. La turbación de sus ideas es evidente; al principio persiste en la creencia de que él mató a su amigo, y termina concordando de que no era sino una idea fija; pero agrega que si no lo mató, tenía la voluntad de hacerlo, y que no lo consiguió porque le faltaron fuerzas. – San Luis da algunas explicaciones sobre el estado de este Espíritu y las consecuencias de su suicidio.
Esta evocación será reanudada más tarde, cuando el Espíritu se encuentre más desprendido.
Pedido de admisión presentado por carta. Aplazamiento para la próxima sesión particular.
Lectura de las comunicaciones obtenidas en la última sesión.
Comunicaciones diversas – El Sr. Soive transmite la siguiente nota, preguntando si se cree útil hacer de la misma el objeto de una evocación: «Un señor llamado T., de treinta y cinco años de edad, residente en el bulevar del Hospital, era perseguido por una idea fija: la de haber matado involuntariamente a uno de sus amigos en una altercación. A pesar de todo lo que se hizo para disuadirlo, mostrándole a este amigo vivo, el Sr. T. creía que se trataba de la sombra de su amigo. Atormentado por los remordimientos de un crimen imaginario, se asfixió.»
La evocación del Sr. T. será hecha si fuere conveniente.
Estudios – 1°) Cinco dictados espontáneos son obtenidos simultáneamente: el primero por el Sr. Roze, firmado por Lamennais; el segundo por la Srta. Eugénie, firmado por Staël; el tercero por el Sr. Colin, firmado por Fourier; el cuarto por la Srta. Huet, de un Espíritu que –dice él– se dará a conocer más tarde y que anuncia una serie de comunicaciones; el quinto por el Sr. Didier Hijo, firmado por Charlet.
2°) Después de la lectura del dictado de Fourier, el Presidente hace observar –para una mejor comprensión de las personas extrañas a la Sociedad, las cuales pueden no estar al corriente de la manera de proceder de la misma– que esta comunicación le parece, a primera vista, susceptible de algunos comentarios; que entre los Espíritus que se manifiestan, los hay de todos los grados; que sus comunicaciones son el reflejo de sus ideas personales, que pueden no ser siempre justas; la Sociedad, según el consejo que le ha sido dado, las recibe entonces como la expresión de una opinión individual y se reserva el derecho de juzgarlas, sometiéndolas al control de la lógica y de la razón. Es esencial que se sepa bien que Ella no adopta como verdad todo lo que venga de los Espíritus; por sus comunicaciones, el Espíritu da a conocer lo que él es en bien o en mal, en conocimiento o en ignorancia: esto es para Ella un objeto de estudio, aceptando lo que es bueno y desechando lo que es malo.
3°) Evocación de la Srta. Indermuhle, de Berna, sordomuda de nacimiento, viva, con 32 años de edad. Esta evocación ofrece un gran interés desde el punto de vista moral y científico, por la sagacidad y la precisión de las respuestas que denotan en esta persona un Espíritu ya adelantado.
4°) Evocación del Sr. T., del cual se habló anteriormente. Da señales de una gran agitación y quiebra varios lápices antes de poder trazar algunas líneas casi ilegibles. La turbación de sus ideas es evidente; al principio persiste en la creencia de que él mató a su amigo, y termina concordando de que no era sino una idea fija; pero agrega que si no lo mató, tenía la voluntad de hacerlo, y que no lo consiguió porque le faltaron fuerzas. – San Luis da algunas explicaciones sobre el estado de este Espíritu y las consecuencias de su suicidio.
Esta evocación será reanudada más tarde, cuando el Espíritu se encuentre más desprendido.
Viernes 17 de febrero de 1860 (Sesión particular)
El acta de la sesión del 10 de febrero es leída y aprobada.
Son admitidos como miembros titulares, conforme pedido escrito y después de informe verbal: la Sra. Regnez, de París; el Sr. Indermuhle de Wytenbach, de Berna, y la Sra. Lubrat, de París.
Lectura de dos nuevos pedidos de admisión. Aplazamiento para la próxima sesión particular.
El Sr. Allan Kardec transmite a la Sociedad las siguientes observaciones sobre la donación que ha sido hecha:
«Si la donadora –dice él– no exige que se le presten cuentas en lo concerniente al empleo de los fondos, no por esto debo permitir –para mi propia satisfacción– que este empleo no sea sometido a un control. Esta suma ha de formar el primer fondo de una Caja Especial, que nada tendrá que ver con mis negocios personales, y que será objeto de una contabilidad distinta con el nombre de Caja del Espiritismo.
«Esta caja será ulteriormente aumentada con los fondos que podrán llegar de otras fuentes y se destinará exclusivamente a las necesidades de la Doctrina y al desarrollo de los estudios espíritas.
«Uno de mis primeros cuidados será la creación de una biblioteca especializada, y el de proveer –como ya lo he dicho– lo que falta materialmente a la Sociedad para la regularidad de sus trabajos.
«He solicitado a varios de nuestros compañeros que consientan en aceptar el control de esta caja y en constatar, en épocas que serán posteriormente determinadas, el empleo útil de los fondos.
«Esta Comisión está compuesta por los Sres. Solichon, Thiry, Levent, Mialhe, Krafzoff y por la Sra. Parisse.»
Lectura de las comunicaciones obtenidas en la última sesión.
Luego la Sociedad se ocupa del examen de varias cuestiones administrativas.
Son admitidos como miembros titulares, conforme pedido escrito y después de informe verbal: la Sra. Regnez, de París; el Sr. Indermuhle de Wytenbach, de Berna, y la Sra. Lubrat, de París.
Lectura de dos nuevos pedidos de admisión. Aplazamiento para la próxima sesión particular.
El Sr. Allan Kardec transmite a la Sociedad las siguientes observaciones sobre la donación que ha sido hecha:
«Si la donadora –dice él– no exige que se le presten cuentas en lo concerniente al empleo de los fondos, no por esto debo permitir –para mi propia satisfacción– que este empleo no sea sometido a un control. Esta suma ha de formar el primer fondo de una Caja Especial, que nada tendrá que ver con mis negocios personales, y que será objeto de una contabilidad distinta con el nombre de Caja del Espiritismo.
«Esta caja será ulteriormente aumentada con los fondos que podrán llegar de otras fuentes y se destinará exclusivamente a las necesidades de la Doctrina y al desarrollo de los estudios espíritas.
«Uno de mis primeros cuidados será la creación de una biblioteca especializada, y el de proveer –como ya lo he dicho– lo que falta materialmente a la Sociedad para la regularidad de sus trabajos.
«He solicitado a varios de nuestros compañeros que consientan en aceptar el control de esta caja y en constatar, en épocas que serán posteriormente determinadas, el empleo útil de los fondos.
«Esta Comisión está compuesta por los Sres. Solichon, Thiry, Levent, Mialhe, Krafzoff y por la Sra. Parisse.»
Lectura de las comunicaciones obtenidas en la última sesión.
Luego la Sociedad se ocupa del examen de varias cuestiones administrativas.
Los preadamitas
Hemos recibido una carta que contiene el siguiente pasaje:
“Debo reconocer que la enseñanza que os ha sido dada por los Espíritus se basa en una moral que está totalmente acorde con la del Cristo, e incluso mucho más desarrollada de lo que se halla en el Evangelio, porque vos mostráis la aplicación de aquello que muy a menudo sólo se encuentra allí en preceptos generales. En cuanto a la cuestión de la existencia de los Espíritus y de sus relaciones con los hombres, para mí no es objeto de duda alguna; yo ya estaría convencido por el testimonio de los Padres de la Iglesia, si no tuviese la prueba de mi propia experiencia. Por lo tanto, no tengo ninguna objeción con respecto a esto; no sucede lo mismo con ciertos puntos de su doctrina que son evidentemente contrarios al testimonio de las Escrituras. Por hoy me limitaré a una sola cuestión: la relativa al primer hombre. Decís que Adán no es el primero ni el único que pobló la Tierra. Si fuese así, precisaría admitirse que la Biblia estaría en un error, puesto que el punto de partida sería controvertido; ¡ved un poco a qué consecuencias esto nos conduce! Confieso que este pensamiento perturbó mis ideas; pero como ante todo soy a favor de la verdad, y como la fe no puede sostenerse si es construida sobre un error, os pido que al respecto consintáis en darme algunos esclarecimientos, si vuestro tiempo lo permite. Os agradecería mucho si pudiereis tranquilizar mi conciencia.”
El movimiento de la Tierra pareció en cierta época tan opuesto al texto de las Escrituras, que no hubo un solo tipo de persecuciones a las que esta teoría no haya servido de pretexto; y sin embargo se ve que Josué, al detener el Sol, no pudo impedir que la Tierra girase. Ella gira a pesar de los anatemas, y hoy nadie podría negarlo sin agraviar su propia razón.
La Biblia igualmente dice que el mundo fue creado en seis días, y fija la época de su creación alrededor de 4000 años antes de la Era Cristiana. Antes de eso la Tierra no existía, ya que fue sacada de la nada: el texto es explícito. Pero he aquí que la Ciencia positiva, inexorable, viene a probar lo contrario. La formación del globo está escrita con caracteres indelebles en el mundo fósil, y está probado que los seis días de la Creación representan otros tantos períodos, cada uno de ellos compuesto tal vez por varios cientos de miles de años. Esto no es de manera alguna un sistema, una doctrina o una opinión aislada: es un hecho tan constante como el del movimiento de la Tierra, y que la Teología no puede negarse a admitir; así, no es sino en las pequeñas escuelas que se enseña que el mundo fue hecho en seis veces 24 horas, prueba evidente del error en el que se puede caer si se toman al pie de la letra las expresiones de un lenguaje frecuentemente figurado. ¿Habría quedado disminuida la autoridad de la Biblia a los ojos de los teólogos? De modo alguno. Ellos se rindieron ante la evidencia y sacaron en conclusión de que el texto podía recibir una interpretación.
Al excavar los archivos de la Tierra, la Ciencia descubrió el orden en que los diferentes seres vivos aparecieron en su superficie; la observación no deja ninguna duda sobre las especies orgánicas que pertenecen a cada período, y este orden concuerda con el indicado en el Génesis, con la diferencia de que en vez de haber salido milagrosamente de las manos de Dios en algunas horas, esta obra se realizó –siempre por su voluntad, mas según la ley de las fuerzas de la Naturaleza– en algunos millones de años. ¿Es Dios menos grande y menos poderoso por esto? ¿Su obra es menos sublime por no tener el prestigio de la instantaneidad? Es evidente que no; sería preciso formarse una idea muy mezquina de la Divinidad para no reconocer su omnipotencia en las leyes eternas que ha establecido para regir los mundos.
La Ciencia, así como Moisés, ubica al hombre por último en el orden de la creación de los seres vivos; pero Moisés fija el diluvio universal en el año 1654 de la creación del mundo, mientras que la Geología nos demuestra que ese gran cataclismo fue anterior a la aparición del hombre, ya que hasta hoy no se ha encontrado en las capas primitivas ningún vestigio de su presencia, ni de los animales de la misma categoría desde el punto de vista físico. Mas nada prueba que eso sea imposible; varios descubrimientos ya han suscitado algunas dudas al respecto; por lo tanto, es posible que de un momento a otro se adquiera la certeza de esa anterioridad de la raza humana. Queda por ver si el cataclismo geológico, cuyos vestigios están por toda la Tierra, es el mismo que el diluvio de Noé; ahora bien, la ley para la duración de la formación de las capas fósiles no permite confundirlos, remontando el primero quizá a cien mil años. Desde el momento en que se encuentren vestigios de la existencia del hombre antes de la gran catástrofe, quedará probado que Adán no es el primer hombre, o que su creación se pierde en la noche de los tiempos. Contra la evidencia no hay razonamientos posibles; por lo tanto, los teólogos deberán aceptar este hecho, como han aceptado el movimiento de la Tierra y los seis períodos de la Creación.
La existencia del hombre antes del diluvio geológico es, por cierto, aún hipotética, pero he aquí algo que lo es menos: admitiendo que el hombre haya aparecido por primera vez en la Tierra 4000 años antes del Cristo, y si 1650 años más tarde toda la raza humana fue destruida –con excepción de una sola familia–, resulta de ello que el poblamiento de la Tierra sólo data de Noé, es decir, de 2350 años antes de nuestra Era. Ahora bien, cuando los hebreos emigraron a Egipto en el siglo XVIII a.C., encontraron ese país bastante poblado y ya muy adelantado en civilización.
La Historia prueba que en esa época la India y otros países eran también florecientes. Por lo tanto, habría sido preciso que desde el siglo XXIV a.C. al siglo XVIII a.C., es decir, en un espacio de 600 años, no sólo la posteridad de un único hombre hubiese podido poblar todos los inmensos países por entonces conocidos –suponiendo que los otros no lo estuvieran–, sino que en ese corto intervalo la especie humana hubiera podido elevarse de la ignorancia absoluta del estado primitivo al más alto grado de desarrollo intelectual, lo que contradice todas las leyes antropológicas. Por el contrario, todo se explica admitiéndose la anterioridad del hombre, el diluvio de Noé como una catástrofe parcial, que ha sido confundida con el cataclismo geológico, y Adán, que vivió hace 6000 años, como habiendo poblado una región deshabitada. Lo decimos una vez más: nada puede prevalecer contra la evidencia de los hechos; por eso creemos que es prudente no pronunciarse con demasiada ligereza contra doctrinas que tarde o temprano pueden –como tantas otras– dar un desmentido a quienes las combaten. Lejos de perder, las ideas religiosas se engrandecen al marchar con la Ciencia; es el medio para no ofrecer un lado vulnerable al escepticismo.
¿Qué sería de la religión si ella se obstinara contra la evidencia y si hubiese persistido en anatematizar a los que no aceptasen la letra de las Escrituras? De esto resultaría que no se podría ser católico sin creer en el movimiento del Sol, en los seis días, en los 6000 años de existencia de la Tierra; calculad, entonces, lo que restaría hoy de católicos. ¿Proscribís también a los que no toman al pie de la letra la alegoría del árbol y de su fruto, de la costilla de Adán, de la serpiente, etc.? La religión será siempre fuerte cuando marche de acuerdo con la Ciencia, porque así se vinculará a la parte esclarecida de la población; es el único medio de dar un desmentido al prejuicio que la hace ser considerada, por las personas superficiales, como antagonista del progreso. Si la religión rechazase siempre la evidencia de los hechos –que Dios no lo permita–, ella se alejaría de los hombres serios y provocaría cismas, porque nada puede prevalecer contra la evidencia. También la alta Teología, que cuenta con hombres eminentes por su saber, admite sobre muchos puntos controvertidos una interpretación conforme a la sana razón. Solamente es lamentable que ella reserve sus interpretaciones para los privilegiados y que continúe enseñando al pie de la letra en las escuelas; de ahí resulta que esta letra, al principio aceptada por los niños, es más tarde rechazada por ellos cuando llegan a la edad de la razón. No teniendo nada en compensación, rechazan todo y aumentan el número de los incrédulos absolutos. Al contrario, dad a los niños aquello que sólo la razón pueda admitir más tarde y, al desarrollarse su razón, esto los fortificará en los principios que les hayan sido inculcados. Al hablar así creemos servir a los verdaderos intereses de la religión; ella será siempre respetada cuando fuere mostrada de acuerdo con la realidad, y cuando no la hagan consistir en alegorías que el buen sentido no puede admitir como reales.
Hemos recibido una carta que contiene el siguiente pasaje:
“Debo reconocer que la enseñanza que os ha sido dada por los Espíritus se basa en una moral que está totalmente acorde con la del Cristo, e incluso mucho más desarrollada de lo que se halla en el Evangelio, porque vos mostráis la aplicación de aquello que muy a menudo sólo se encuentra allí en preceptos generales. En cuanto a la cuestión de la existencia de los Espíritus y de sus relaciones con los hombres, para mí no es objeto de duda alguna; yo ya estaría convencido por el testimonio de los Padres de la Iglesia, si no tuviese la prueba de mi propia experiencia. Por lo tanto, no tengo ninguna objeción con respecto a esto; no sucede lo mismo con ciertos puntos de su doctrina que son evidentemente contrarios al testimonio de las Escrituras. Por hoy me limitaré a una sola cuestión: la relativa al primer hombre. Decís que Adán no es el primero ni el único que pobló la Tierra. Si fuese así, precisaría admitirse que la Biblia estaría en un error, puesto que el punto de partida sería controvertido; ¡ved un poco a qué consecuencias esto nos conduce! Confieso que este pensamiento perturbó mis ideas; pero como ante todo soy a favor de la verdad, y como la fe no puede sostenerse si es construida sobre un error, os pido que al respecto consintáis en darme algunos esclarecimientos, si vuestro tiempo lo permite. Os agradecería mucho si pudiereis tranquilizar mi conciencia.”
Respuesta
La cuestión del primer hombre en la persona de Adán, como tronco único de la Humanidad, no es la única sobre la cual las creencias religiosas han tenido que modificarse.El movimiento de la Tierra pareció en cierta época tan opuesto al texto de las Escrituras, que no hubo un solo tipo de persecuciones a las que esta teoría no haya servido de pretexto; y sin embargo se ve que Josué, al detener el Sol, no pudo impedir que la Tierra girase. Ella gira a pesar de los anatemas, y hoy nadie podría negarlo sin agraviar su propia razón.
La Biblia igualmente dice que el mundo fue creado en seis días, y fija la época de su creación alrededor de 4000 años antes de la Era Cristiana. Antes de eso la Tierra no existía, ya que fue sacada de la nada: el texto es explícito. Pero he aquí que la Ciencia positiva, inexorable, viene a probar lo contrario. La formación del globo está escrita con caracteres indelebles en el mundo fósil, y está probado que los seis días de la Creación representan otros tantos períodos, cada uno de ellos compuesto tal vez por varios cientos de miles de años. Esto no es de manera alguna un sistema, una doctrina o una opinión aislada: es un hecho tan constante como el del movimiento de la Tierra, y que la Teología no puede negarse a admitir; así, no es sino en las pequeñas escuelas que se enseña que el mundo fue hecho en seis veces 24 horas, prueba evidente del error en el que se puede caer si se toman al pie de la letra las expresiones de un lenguaje frecuentemente figurado. ¿Habría quedado disminuida la autoridad de la Biblia a los ojos de los teólogos? De modo alguno. Ellos se rindieron ante la evidencia y sacaron en conclusión de que el texto podía recibir una interpretación.
Al excavar los archivos de la Tierra, la Ciencia descubrió el orden en que los diferentes seres vivos aparecieron en su superficie; la observación no deja ninguna duda sobre las especies orgánicas que pertenecen a cada período, y este orden concuerda con el indicado en el Génesis, con la diferencia de que en vez de haber salido milagrosamente de las manos de Dios en algunas horas, esta obra se realizó –siempre por su voluntad, mas según la ley de las fuerzas de la Naturaleza– en algunos millones de años. ¿Es Dios menos grande y menos poderoso por esto? ¿Su obra es menos sublime por no tener el prestigio de la instantaneidad? Es evidente que no; sería preciso formarse una idea muy mezquina de la Divinidad para no reconocer su omnipotencia en las leyes eternas que ha establecido para regir los mundos.
La Ciencia, así como Moisés, ubica al hombre por último en el orden de la creación de los seres vivos; pero Moisés fija el diluvio universal en el año 1654 de la creación del mundo, mientras que la Geología nos demuestra que ese gran cataclismo fue anterior a la aparición del hombre, ya que hasta hoy no se ha encontrado en las capas primitivas ningún vestigio de su presencia, ni de los animales de la misma categoría desde el punto de vista físico. Mas nada prueba que eso sea imposible; varios descubrimientos ya han suscitado algunas dudas al respecto; por lo tanto, es posible que de un momento a otro se adquiera la certeza de esa anterioridad de la raza humana. Queda por ver si el cataclismo geológico, cuyos vestigios están por toda la Tierra, es el mismo que el diluvio de Noé; ahora bien, la ley para la duración de la formación de las capas fósiles no permite confundirlos, remontando el primero quizá a cien mil años. Desde el momento en que se encuentren vestigios de la existencia del hombre antes de la gran catástrofe, quedará probado que Adán no es el primer hombre, o que su creación se pierde en la noche de los tiempos. Contra la evidencia no hay razonamientos posibles; por lo tanto, los teólogos deberán aceptar este hecho, como han aceptado el movimiento de la Tierra y los seis períodos de la Creación.
La existencia del hombre antes del diluvio geológico es, por cierto, aún hipotética, pero he aquí algo que lo es menos: admitiendo que el hombre haya aparecido por primera vez en la Tierra 4000 años antes del Cristo, y si 1650 años más tarde toda la raza humana fue destruida –con excepción de una sola familia–, resulta de ello que el poblamiento de la Tierra sólo data de Noé, es decir, de 2350 años antes de nuestra Era. Ahora bien, cuando los hebreos emigraron a Egipto en el siglo XVIII a.C., encontraron ese país bastante poblado y ya muy adelantado en civilización.
La Historia prueba que en esa época la India y otros países eran también florecientes. Por lo tanto, habría sido preciso que desde el siglo XXIV a.C. al siglo XVIII a.C., es decir, en un espacio de 600 años, no sólo la posteridad de un único hombre hubiese podido poblar todos los inmensos países por entonces conocidos –suponiendo que los otros no lo estuvieran–, sino que en ese corto intervalo la especie humana hubiera podido elevarse de la ignorancia absoluta del estado primitivo al más alto grado de desarrollo intelectual, lo que contradice todas las leyes antropológicas. Por el contrario, todo se explica admitiéndose la anterioridad del hombre, el diluvio de Noé como una catástrofe parcial, que ha sido confundida con el cataclismo geológico, y Adán, que vivió hace 6000 años, como habiendo poblado una región deshabitada. Lo decimos una vez más: nada puede prevalecer contra la evidencia de los hechos; por eso creemos que es prudente no pronunciarse con demasiada ligereza contra doctrinas que tarde o temprano pueden –como tantas otras– dar un desmentido a quienes las combaten. Lejos de perder, las ideas religiosas se engrandecen al marchar con la Ciencia; es el medio para no ofrecer un lado vulnerable al escepticismo.
¿Qué sería de la religión si ella se obstinara contra la evidencia y si hubiese persistido en anatematizar a los que no aceptasen la letra de las Escrituras? De esto resultaría que no se podría ser católico sin creer en el movimiento del Sol, en los seis días, en los 6000 años de existencia de la Tierra; calculad, entonces, lo que restaría hoy de católicos. ¿Proscribís también a los que no toman al pie de la letra la alegoría del árbol y de su fruto, de la costilla de Adán, de la serpiente, etc.? La religión será siempre fuerte cuando marche de acuerdo con la Ciencia, porque así se vinculará a la parte esclarecida de la población; es el único medio de dar un desmentido al prejuicio que la hace ser considerada, por las personas superficiales, como antagonista del progreso. Si la religión rechazase siempre la evidencia de los hechos –que Dios no lo permita–, ella se alejaría de los hombres serios y provocaría cismas, porque nada puede prevalecer contra la evidencia. También la alta Teología, que cuenta con hombres eminentes por su saber, admite sobre muchos puntos controvertidos una interpretación conforme a la sana razón. Solamente es lamentable que ella reserve sus interpretaciones para los privilegiados y que continúe enseñando al pie de la letra en las escuelas; de ahí resulta que esta letra, al principio aceptada por los niños, es más tarde rechazada por ellos cuando llegan a la edad de la razón. No teniendo nada en compensación, rechazan todo y aumentan el número de los incrédulos absolutos. Al contrario, dad a los niños aquello que sólo la razón pueda admitir más tarde y, al desarrollarse su razón, esto los fortificará en los principios que les hayan sido inculcados. Al hablar así creemos servir a los verdaderos intereses de la religión; ella será siempre respetada cuando fuere mostrada de acuerdo con la realidad, y cuando no la hagan consistir en alegorías que el buen sentido no puede admitir como reales.
Una médium curativa
La Srta. Désirée Godu, de Hennebont (Morbihan) Solicitamos a nuestros lectores que tengan a bien remitirse a nuestro artículo del mes pasado sobre los médiums especiales; así se comprenderán mejor las enseñanzas que vamos a dar sobre la Srta. Désirée Godu, cuya facultad ofrece un carácter de especialidad de los más notables. Hace alrededor de ocho años, ella pasó sucesivamente por todas las fases de la mediumnidad; en principio médium de efectos físicos muy poderosa, se volvió alternativamente médium vidente, auditiva, psicofónica, psicógrafa, y finalmente todas sus facultades se concentraron en la cura de enfermos, que parece ser su misión, la cual cumple con una dedicación y una abnegación sin límites. Dejemos hablar a un testigo ocular, el Sr. Pierre, profesor en Lorient, que nos transmite los siguientes detalles, en respuesta a las preguntas que le hemos dirigido:
"La Srta. Désirée Godu, joven de veinticinco años de edad, pertenece a una familia muy honorable, respetada y respetable de Lorient; su padre es un antiguo militar, caballero de la Legión de Honor, y su madre, mujer paciente y laboriosa, ayuda a su hija en lo mejor que puede en su penosa pero sublime misión. Hace aproximadamente seis años que esta familia patriarcal ayuda con remedios prescriptos, y frecuentemente con todo lo que es necesario a los apósitos, tanto a los ricos como a los pobres que se dirigen a la misma. Sus contactos con los Espíritus comenzaron en la época de las mesas giratorias; por entonces ella vivía en Lorient, y durante varios meses no se hablaba sino de las maravillas operadas por la Srta. Godu con las mesas, siempre complacientes y dóciles bajo sus manos. Era una dádiva ser admitido en su casa a las sesiones con las mesas, y allá no entraba quien quería. Sencilla y modesta, ella no buscaba ponerse en evidencia; entretanto, como bien lo comprendéis, la malignidad no la perdonó.
"El propio Cristo fue escarnecido, aunque sólo hiciera y enseñara el bien; ¡es de admirarse que aún se encuentren fariseos, cuando todavía hay hombres que no creen en nada! Es el destino de todos los que muestran alguna superioridad: estar expuestos a los ataques de la mediocridad envidiosa y celosa. A ésta nada le cuesta para derribar al que se destaca por encima del vulgo, ni mismo el veneno de la calumnia: el hipócrita desenmascarado nunca perdona. Pero Dios es justo, y cuanto más el hombre de bien fuere maltratado, más notoria será su rehabilitación y más humillante será la vergüenza de sus enemigos: la posteridad lo vengará.
"A la espera de su verdadera misión, que debe comenzar –dicen– en dos años, el Espíritu que la guía le propuso la misión de curar todo tipo de enfermedades, lo que ella aceptó. Para comunicarse, él ahora se sirve de los órganos de ella –y frecuentemente a pesar suyo– en vez del golpe monótono de las mesas. Cuando es el Espíritu que habla, el sonido de la voz ya no es el mismo y sus labios no se mueven.
"La Srta. Godu sólo recibió una instrucción común; pero lo principal de su educación no debía ser obra de los hombres. Cuando consintió en volverse médium curativa, el Espíritu procedió metódicamente a su instrucción, sin que ella no viese nada sino manos. Un misterioso personaje ponía libros, grabados o dibujos bajo sus ojos y le explicaba toda la constitución del cuerpo humano, las propiedades de las plantas, los efectos de la electricidad, etc. Ella no es sonámbula: nadie la adormece; totalmente despierta –y bien despierta– es que penetra a los enfermos con su mirada. El Espíritu le indica los remedios, que ella misma muy a menudo prepara y aplica, cuidando y tratando las más repugnantes heridas con la devoción de una hermana de caridad. Comenzaron a darle la composición de ciertos ungüentos que en pocos días curaban los panadizos y las heridas de poca gravedad, y esto con el objetivo de habituarla poco a poco a ver, sin mucha repugnancia, todas las horribles y repulsivas miserias que debían pasar delante de sus ojos, poniendo la fineza y la delicadeza de sus sentidos ante las pruebas más rudas. Que no se imagine encontrar en ella a un ser sufridor, enfermizo y frágil; goza de mens sana in corpore sano en toda su plenitud; lejos de cuidar de los enfermos por intermedio de un ayudante, ella misma participa de todo y cumple con todo, gracias a su robusta constitución. Sabe inspirar a sus enfermos una confianza sin límites, y encuentra en su corazón consuelos para todos los dolores, poniendo a disposición de ellos remedios para todos los males. Es de un carácter naturalmente alegre y jovial. ¡Pues bien! Su alegría es contagiosa como la fe que la anima, y actúa instantáneamente sobre los enfermos. He visto a muchos que salían con los ojos llenos de lágrimas, suaves lágrimas de admiración, de reconocimiento y de alegría. Todos los jueves –día de feria– y los domingos, desde las seis horas de la mañana hasta las cinco o seis de la tarde, la casa está siempre llena. Para ella, trabajar es orar, lo que cumple con conciencia. Antes de tratar de los enfermos, pasaba días enteros confeccionando ropas para los pobres y ajuares para los recién nacidos, empleando los medios más ingeniosos para enviar estos presentes a su destino de forma anónima, de manera que su mano izquierda nunca sabía lo que daba su derecha. Ella posee un gran número de certificados auténticos expedidos por eclesiásticos, autoridades y personas notables que atestan curas, que en otros tiempos hubieran sido consideradas como milagrosas".
Nosotros sabemos, através de personas dignas de fe, que no hay nada de exagerado en el relato que acabamos de leer, y estamos felices de poder señalar el digno uso que la Srta. Godu hace de la facultad excepcional que le ha sido dada. Esperamos que esos elogios, que tenemos el placer de reproducir en el interés de la humanidad, no alteren de forma alguna su modestia, que dobla el valor del bien, y que ella no escuche de ningún modo las sugerencias del espíritu del orgullo. El orgullo es el escollo de un gran número de médiums, y nosotros hemos visto a muchos cuyas facultades trascendentes fueron anuladas o desnaturalizadas cuando dieron oídos a ese demonio tentador. Las mejores intenciones no dan garantías contra sus emboscadas, y es precisamente contra los buenos que dirige sus baterías, porque se satisface en hacerlos sucumbir y en mostrar que es el más fuerte; se infiltra en el corazón con tanta destreza que a menudo lo llena sin que se lo sospeche. El orgullo también es el último defecto que es confesado a sí mismo, semejante a esas enfermedades mortales que se tiene en estado latente y de cuya gravedad el enfermo se hace ilusión hasta el último momento; es por eso que es tan difícil de extirparlo. Desde el momento en que un médium goza de una facultad, por menos notable que sea, él es buscado, elogiado, adulado; esto es para él una terrible piedra de toque, porque termina por creerse indispensable si no fuere fundamentalmente sencillo y modesto. Infeliz de él, sobre todo si juzga que es el único que puede entrar en contacto con los Espíritus buenos; le cuesta reconocer que ha sido engañado, e incluso frecuentemente oye o escribe su propia condenación, su propia censura, sin creer que sea dirigida a él. Ahora bien, es precisamente esta ceguera que lo aprisiona; los Espíritus embusteros se aprovechan de esto para fascinarlo, para dominarlo y para subyugarlo cada vez más, a punto de hacerle tomar por verdades las cosas más falsas, y es así que en él se pierde el don más precioso que había recibido de Dios para volverse útil a sus semejantes, porque siempre los Espíritus buenos se alejan de los que prefieren escuchar a los malos. Aquel a quien la Providencia destina para ser puesto en evidencia, lo será por la fuerza de las cosas, y los Espíritus bien sabrán sacarlo de la oscuridad, si esto es útil, mientras que a menudo sólo habrá decepciones para aquel que es atormentado por la necesidad de hablar de sí. Lo que nosotros sabemos del carácter de la Srta. Désirée Godu nos da la firme confianza de que ella está por encima de esas pequeñas debilidades, y es así que nunca comprometerá, como tantos otros, la noble misión que ha recibido.
La Srta. Désirée Godu, de Hennebont (Morbihan) Solicitamos a nuestros lectores que tengan a bien remitirse a nuestro artículo del mes pasado sobre los médiums especiales; así se comprenderán mejor las enseñanzas que vamos a dar sobre la Srta. Désirée Godu, cuya facultad ofrece un carácter de especialidad de los más notables. Hace alrededor de ocho años, ella pasó sucesivamente por todas las fases de la mediumnidad; en principio médium de efectos físicos muy poderosa, se volvió alternativamente médium vidente, auditiva, psicofónica, psicógrafa, y finalmente todas sus facultades se concentraron en la cura de enfermos, que parece ser su misión, la cual cumple con una dedicación y una abnegación sin límites. Dejemos hablar a un testigo ocular, el Sr. Pierre, profesor en Lorient, que nos transmite los siguientes detalles, en respuesta a las preguntas que le hemos dirigido:
"La Srta. Désirée Godu, joven de veinticinco años de edad, pertenece a una familia muy honorable, respetada y respetable de Lorient; su padre es un antiguo militar, caballero de la Legión de Honor, y su madre, mujer paciente y laboriosa, ayuda a su hija en lo mejor que puede en su penosa pero sublime misión. Hace aproximadamente seis años que esta familia patriarcal ayuda con remedios prescriptos, y frecuentemente con todo lo que es necesario a los apósitos, tanto a los ricos como a los pobres que se dirigen a la misma. Sus contactos con los Espíritus comenzaron en la época de las mesas giratorias; por entonces ella vivía en Lorient, y durante varios meses no se hablaba sino de las maravillas operadas por la Srta. Godu con las mesas, siempre complacientes y dóciles bajo sus manos. Era una dádiva ser admitido en su casa a las sesiones con las mesas, y allá no entraba quien quería. Sencilla y modesta, ella no buscaba ponerse en evidencia; entretanto, como bien lo comprendéis, la malignidad no la perdonó.
"El propio Cristo fue escarnecido, aunque sólo hiciera y enseñara el bien; ¡es de admirarse que aún se encuentren fariseos, cuando todavía hay hombres que no creen en nada! Es el destino de todos los que muestran alguna superioridad: estar expuestos a los ataques de la mediocridad envidiosa y celosa. A ésta nada le cuesta para derribar al que se destaca por encima del vulgo, ni mismo el veneno de la calumnia: el hipócrita desenmascarado nunca perdona. Pero Dios es justo, y cuanto más el hombre de bien fuere maltratado, más notoria será su rehabilitación y más humillante será la vergüenza de sus enemigos: la posteridad lo vengará.
"A la espera de su verdadera misión, que debe comenzar –dicen– en dos años, el Espíritu que la guía le propuso la misión de curar todo tipo de enfermedades, lo que ella aceptó. Para comunicarse, él ahora se sirve de los órganos de ella –y frecuentemente a pesar suyo– en vez del golpe monótono de las mesas. Cuando es el Espíritu que habla, el sonido de la voz ya no es el mismo y sus labios no se mueven.
"La Srta. Godu sólo recibió una instrucción común; pero lo principal de su educación no debía ser obra de los hombres. Cuando consintió en volverse médium curativa, el Espíritu procedió metódicamente a su instrucción, sin que ella no viese nada sino manos. Un misterioso personaje ponía libros, grabados o dibujos bajo sus ojos y le explicaba toda la constitución del cuerpo humano, las propiedades de las plantas, los efectos de la electricidad, etc. Ella no es sonámbula: nadie la adormece; totalmente despierta –y bien despierta– es que penetra a los enfermos con su mirada. El Espíritu le indica los remedios, que ella misma muy a menudo prepara y aplica, cuidando y tratando las más repugnantes heridas con la devoción de una hermana de caridad. Comenzaron a darle la composición de ciertos ungüentos que en pocos días curaban los panadizos y las heridas de poca gravedad, y esto con el objetivo de habituarla poco a poco a ver, sin mucha repugnancia, todas las horribles y repulsivas miserias que debían pasar delante de sus ojos, poniendo la fineza y la delicadeza de sus sentidos ante las pruebas más rudas. Que no se imagine encontrar en ella a un ser sufridor, enfermizo y frágil; goza de mens sana in corpore sano en toda su plenitud; lejos de cuidar de los enfermos por intermedio de un ayudante, ella misma participa de todo y cumple con todo, gracias a su robusta constitución. Sabe inspirar a sus enfermos una confianza sin límites, y encuentra en su corazón consuelos para todos los dolores, poniendo a disposición de ellos remedios para todos los males. Es de un carácter naturalmente alegre y jovial. ¡Pues bien! Su alegría es contagiosa como la fe que la anima, y actúa instantáneamente sobre los enfermos. He visto a muchos que salían con los ojos llenos de lágrimas, suaves lágrimas de admiración, de reconocimiento y de alegría. Todos los jueves –día de feria– y los domingos, desde las seis horas de la mañana hasta las cinco o seis de la tarde, la casa está siempre llena. Para ella, trabajar es orar, lo que cumple con conciencia. Antes de tratar de los enfermos, pasaba días enteros confeccionando ropas para los pobres y ajuares para los recién nacidos, empleando los medios más ingeniosos para enviar estos presentes a su destino de forma anónima, de manera que su mano izquierda nunca sabía lo que daba su derecha. Ella posee un gran número de certificados auténticos expedidos por eclesiásticos, autoridades y personas notables que atestan curas, que en otros tiempos hubieran sido consideradas como milagrosas".
Nosotros sabemos, através de personas dignas de fe, que no hay nada de exagerado en el relato que acabamos de leer, y estamos felices de poder señalar el digno uso que la Srta. Godu hace de la facultad excepcional que le ha sido dada. Esperamos que esos elogios, que tenemos el placer de reproducir en el interés de la humanidad, no alteren de forma alguna su modestia, que dobla el valor del bien, y que ella no escuche de ningún modo las sugerencias del espíritu del orgullo. El orgullo es el escollo de un gran número de médiums, y nosotros hemos visto a muchos cuyas facultades trascendentes fueron anuladas o desnaturalizadas cuando dieron oídos a ese demonio tentador. Las mejores intenciones no dan garantías contra sus emboscadas, y es precisamente contra los buenos que dirige sus baterías, porque se satisface en hacerlos sucumbir y en mostrar que es el más fuerte; se infiltra en el corazón con tanta destreza que a menudo lo llena sin que se lo sospeche. El orgullo también es el último defecto que es confesado a sí mismo, semejante a esas enfermedades mortales que se tiene en estado latente y de cuya gravedad el enfermo se hace ilusión hasta el último momento; es por eso que es tan difícil de extirparlo. Desde el momento en que un médium goza de una facultad, por menos notable que sea, él es buscado, elogiado, adulado; esto es para él una terrible piedra de toque, porque termina por creerse indispensable si no fuere fundamentalmente sencillo y modesto. Infeliz de él, sobre todo si juzga que es el único que puede entrar en contacto con los Espíritus buenos; le cuesta reconocer que ha sido engañado, e incluso frecuentemente oye o escribe su propia condenación, su propia censura, sin creer que sea dirigida a él. Ahora bien, es precisamente esta ceguera que lo aprisiona; los Espíritus embusteros se aprovechan de esto para fascinarlo, para dominarlo y para subyugarlo cada vez más, a punto de hacerle tomar por verdades las cosas más falsas, y es así que en él se pierde el don más precioso que había recibido de Dios para volverse útil a sus semejantes, porque siempre los Espíritus buenos se alejan de los que prefieren escuchar a los malos. Aquel a quien la Providencia destina para ser puesto en evidencia, lo será por la fuerza de las cosas, y los Espíritus bien sabrán sacarlo de la oscuridad, si esto es útil, mientras que a menudo sólo habrá decepciones para aquel que es atormentado por la necesidad de hablar de sí. Lo que nosotros sabemos del carácter de la Srta. Désirée Godu nos da la firme confianza de que ella está por encima de esas pequeñas debilidades, y es así que nunca comprometerá, como tantos otros, la noble misión que ha recibido.
Manifestaciones físicas espontáneas
El panadero de Dieppe
Los fenómenos por los cuales los Espíritus pueden manifestar su presencia son de dos naturalezas, que se designan con los nombres de manifestaciones físicas y de manifestaciones inteligentes. Por las primeras, los Espíritus atestiguan su acción sobre la materia; por las segundas, ellos revelan un pensamiento más o menos elevado, según el grado de su depuración. Unas y otras pueden ser espontáneas o provocadas. Son provocadas cuando las mismas son practicadas por deseo y obtenidas con la ayuda de personas dotadas de una aptitud especial o, dicho de otro modo, de médiums. Son espontáneas cuando tienen lugar naturalmente, sin ninguna participación de la voluntad, y frecuentemente en ausencia de cualquier conocimiento e incluso de cualquier creencia espírita. A este orden pertenecen ciertos fenómenos que no pueden explicarse por las causas físicas ordinarias. Entretanto, es preciso no apresurarse –como ya lo hemos dicho– en atribuir a los Espíritus todo lo que es insólito y todo aquello que no se comprende. No estaría de más insistir en este punto, a fin de ponerse en guardia contra los efectos de la imaginación, y a menudo del miedo. Lo repetimos: cuando un fenómeno extraordinario se produce, el primer pensamiento debe ser el de que haya una causa natural, porque es la más frecuente y la más probable; tales son, sobre todo, los ruidos, e inclusive ciertos movimientos de objetos. Lo que es preciso hacer, en este caso, es buscar la causa, y es más que probable que la encontremos bien simple y muy vulgar. Decimos aún más: lo verdadero, y por así decirlo la única señal real de la intervención de los Espíritus, es el carácter intencional e inteligente del efecto producido, desde que sea perfectamente demostrada la imposibilidad de una intervención humana. En esas condiciones, al razonar según el axioma de que todo efecto tiene una causa, y que todo efecto inteligente debe tener una causa inteligente, es evidente que, si la causa no está en los agentes ordinarios de los efectos materiales, está fuera de esos mismos agentes; que si la inteligencia que obra no es una inteligencia humana, es necesario que se encuentre fuera de la humanidad. –¿Hay entonces inteligencias extrahumanas? –Eso parece probable; si ciertas cosas no son y no pueden ser obra de los hombres, es preciso que sean obra de alguien. Ahora bien, si ese alguien no es un hombre, nos parece necesariamente que debe estar fuera de la humanidad; y si no lo vemos, es preciso que sea invisible. Es un razonamiento tan perentorio y tan fácil de comprender como el del señor de La Palisse. –Entonces, ¿cuáles son esas inteligencias? ¿Son ángeles o demonios? ¿Y cómo pueden esas inteligencias invisibles actuar sobre la materia visible? –Es lo que saben perfectamente aquellos que han profundizado la ciencia espírita, ciencia que –como las otras– no se aprende en un abrir y cerrar de ojos, y que no podemos resumir en algunas líneas. A los que hacen tal pregunta, efectuaremos solamente ésta: ¿Cómo vuestro pensamiento, que es inmaterial, hace mover a voluntad a vuestro cuerpo, que es material? Pensamos que ellos no deben estar en aprietos para resolver este problema y que, si rechazan la explicación dada por el Espiritismo de ese fenómeno tan vulgar, es que tienen otra mucho más lógica para oponer; pero hasta ahora no la conocemos.
Vamos a los hechos que han motivado estas observaciones.
Varios diarios, entre otros la Opinion Nationale del 14 de febrero último, y el Journal de Rouen del 12 del mismo mes, relatan el siguiente hecho, según el Vigie de Dieppe. He aquí el artículo del Journal de Rouen:
"El Vigie de Dieppe publica la siguiente carta, que le dirige su corresponsal de Grandes-Ventes. En nuestro número del viernes ya hemos señalado una parte de los hechos relatados hoy en este diario; pero la emoción provocada en la comuna por esos acontecimientos extraordinarios nos lleva a dar nuevos detalles que se encuentran en esta correspondencia.
«Hoy nos reímos de las historias más o menos fantásticas de los buenos tiempos; pero en nuestros días, los supuestos hechiceros no gozan precisamente de gran veneración. No son más creídos en Grandes-Ventes que en otros lugares; sin embargo, nuestros viejos prejuicios populares aún tienen algunos adeptos entre nuestros buenos aldeanos, y la escena verdaderamente extraordinaria que acabamos de testimoniar es bien adecuada para fortalecer su creencia supersticiosa.
«Ayer por la mañana, el Sr. Goubert, uno de los panaderos de nuestra localidad, junto a su padre –que trabaja con él– y a un joven aprendiz de dieciséis a diecisiete años, iban a comenzar su labor cotidiana, cuando percibieron que varios objetos salían espontáneamente de su lugar y eran arrojados en la amasadera. Fue entonces que tuvieron que despegar la harina que estaban amasando de los varios pedazos de carbón arrojados sucesivamente, así como de dos pesos de tamaños diferentes, de una pipa y de una vela. A pesar de su extrema sorpresa, continuaron su tarea y, de repente, cuando estaban dando vuelta el pan, una porción de masa de dos kilogramos –escapando de las manos del joven ayudante– fue arrojada a una distancia de varios metros. He aquí el preludio y como si fuese la señal del más extraño desorden. Eran entonces alrededor de las nueve horas y, hasta el mediodía, fue positivamente imposible quedarse trabajando en el horno y en el ambiente contiguo. Todo fue trastornado, derribado y quebrado; el pan, arrojado en medio de la sala de trabajo junto a las tablas que lo sostenían –entre restos de toda especie–, fue completamente perdido; más de treinta botellas llenas de vino se quebraron sucesivamente y, mientras el torno de mano de la cisterna giraba solo con una extrema velocidad, las brasas, las palas, los caballetes y los pesos saltaban por el aire y ejecutaban movimientos que producían un efecto diabólico.
«Hacia el mediodía, el alboroto fue cesando poco a poco y, algunas horas después, cuando todo entró en orden y los utensilios fueron colocados nuevamente en sus lugares, el jefe de la casa pudo retomar sus trabajos habituales.
«Este raro acontecimiento causó en el Sr. Goubert una pérdida de por lo menos 100 francos»."
A ese mismo relato, la Opinion Nationale agrega las siguientes reflexiones:
"Al reproducir este documento singular, sería una injuria para con nuestros lectores exhortarlos a ponerse en guardia contra los hechos sobrenaturales que el mismo relata. Sabemos perfectamente que esta es una historia que no es de nuestra época y que podrá realmente escandalizar a más de uno de los doctos lectores del Vigie; pero por más inverosímil que parezca, no es menos verdadera y, si fuere necesario, cien personas podrán comprobar su exactitud."
Confesamos no comprender del todo las reflexiones del periodista, que nos parece que se contradice; por un lado, dice a los lectores que se pongan en guardia contra los hechos sobrenaturales que esta carta relata, y termina diciendo que esta historia, "por más inverosímil que parezca, no es menos verdadera y, si fuere necesario, cien personas podrán comprobar su exactitud". Una de dos: o es verdadera o es falsa; si es falsa, está todo dicho; pero si es verdadera –como atestigua la Opinion Nationale–, el hecho revela una cosa demasiado grave que merece ser tratada con menos ligereza. Dejemos a un lado la cuestión de los Espíritus, y solamente veamos en el hecho un fenómeno físico; ¿no es lo bastante extraordinario como para merecer la atención de observadores serios? Entonces, que los científicos pongan manos a la obra y, al investigar los archivos de la Ciencia, nos den una explicación racional e irrefutable, justificando todas las circunstancias. Si ellos no pueden hacerlo, es preciso concordar que no conocen todos los secretos de la Naturaleza; y si únicamente la ciencia espírita da la solución, será necesario optar entre la teoría que explica y la que no explica nada.
Cuando hechos de esta naturaleza son relatados, nuestro primer cuidado es el de examinar –incluso antes de indagar sobre su realidad– si ellos son posibles o no, de acuerdo con lo que sabemos acerca de la teoría de las manifestaciones espíritas. Ya hemos citado algunos, cuya absoluta imposibilidad hemos demostrado, particularmente la historia relatada en nuestro número de febrero de 1859, según el Journal des Débats, intitulada: Mi amigo Hermann, a la cual ciertos puntos de la Doctrina Espírita habrían podido dar una apariencia de probabilidad. Desde este punto de vista, los fenómenos que han sucedido con el panadero de los alrededores de Dieppe no tienen nada de más extraordinario que muchos otros que son perfectamente comprobados, cuya solución completa es dada por la ciencia espírita. A nuestros ojos, por lo tanto, si el hecho no fuese verdadero, sería posible. Hemos pedido a uno de nuestros corresponsales en Dieppe, en quien nosotros tenemos plena confianza, que consienta en indagar la realidad del hecho. He aquí lo que nos responde:
«Hoy puedo daros todas las informaciones que deseáis, pues me informé de buena fuente. El relato registrado en el Vigie es la pura verdad; es inútil relatar todos los hechos. Parece que varios hombres de Ciencia vinieron de bastante lejos para intentar entender la causa de esos hechos extraordinarios, que no podrán explicar si ellos no tuvieren ninguna noción de la ciencia espírita. En cuanto a nuestros aldeanos, están confusos; unos dicen: Son hechiceros. Otros señalan: Es porque el cementerio cambió de lugar y sobre el antiguo local fueron erigidas construcciones; y los más maliciosos, aquellos que entre los suyos son considerados como que lo saben todo –principalmente si fueron militares–, terminan diciendo: ¡Palabra de honor! No sé cómo esto puede suceder. Es inútil deciros que no falta quien atribuya una buena parte de todo eso al diablo. Para hacer que la gente del pueblo comprenda todos esos fenómenos, sería necesario intentar iniciarlos en la verdadera ciencia espírita; este sería el único medio de desarraigar entre ellos la creencia en los hechiceros y en todas las ideas supersticiosas, que aún por mucho tiempo serán el mayor obstáculo a su moralización.»
Terminaremos con una última observación.
Hemos escuchado que algunas personas dicen que no desean ocuparse con el Espiritismo por miedo de atraer a los Espíritus y de provocar manifestaciones del género de aquellas que acabamos de relatar.
No conocemos al panadero Goubert, pero creemos que es posible afirmar que ni él, ni su hijo, ni su ayudante jamás se ocuparon con los Espíritus. También es de notar que las manifestaciones espontáneas se producen de preferencia entre las personas que no tienen ninguna idea del Espiritismo, prueba evidente que los Espíritus vienen sin ser llamados. Decimos más: el conocimiento esclarecido de esta ciencia es el mejor medio para preservarse de los Espíritus inoportunos, porque indica la única manera racional de alejarlos.
Nuestro corresponsal está perfectamente en lo cierto al decir que el Espiritismo es un remedio contra la superstición. En efecto, ¿no es una idea supersticiosa creer que esos extraños fenómenos son debidos al traslado del cementerio? La superstición no consiste en la creencia de un hecho, cuando este hecho es comprobado, sino en la causa irracional atribuida a ese hecho. La superstición está, sobre todo, en la creencia en supuestos medios de adivinación, en el efecto de ciertas prácticas, en la virtud de los talismanes, en los días y horas cabalísticas, etc., cosas cuyo absurdo y ridículo el Espiritismo demuestra.
El panadero de Dieppe
Los fenómenos por los cuales los Espíritus pueden manifestar su presencia son de dos naturalezas, que se designan con los nombres de manifestaciones físicas y de manifestaciones inteligentes. Por las primeras, los Espíritus atestiguan su acción sobre la materia; por las segundas, ellos revelan un pensamiento más o menos elevado, según el grado de su depuración. Unas y otras pueden ser espontáneas o provocadas. Son provocadas cuando las mismas son practicadas por deseo y obtenidas con la ayuda de personas dotadas de una aptitud especial o, dicho de otro modo, de médiums. Son espontáneas cuando tienen lugar naturalmente, sin ninguna participación de la voluntad, y frecuentemente en ausencia de cualquier conocimiento e incluso de cualquier creencia espírita. A este orden pertenecen ciertos fenómenos que no pueden explicarse por las causas físicas ordinarias. Entretanto, es preciso no apresurarse –como ya lo hemos dicho– en atribuir a los Espíritus todo lo que es insólito y todo aquello que no se comprende. No estaría de más insistir en este punto, a fin de ponerse en guardia contra los efectos de la imaginación, y a menudo del miedo. Lo repetimos: cuando un fenómeno extraordinario se produce, el primer pensamiento debe ser el de que haya una causa natural, porque es la más frecuente y la más probable; tales son, sobre todo, los ruidos, e inclusive ciertos movimientos de objetos. Lo que es preciso hacer, en este caso, es buscar la causa, y es más que probable que la encontremos bien simple y muy vulgar. Decimos aún más: lo verdadero, y por así decirlo la única señal real de la intervención de los Espíritus, es el carácter intencional e inteligente del efecto producido, desde que sea perfectamente demostrada la imposibilidad de una intervención humana. En esas condiciones, al razonar según el axioma de que todo efecto tiene una causa, y que todo efecto inteligente debe tener una causa inteligente, es evidente que, si la causa no está en los agentes ordinarios de los efectos materiales, está fuera de esos mismos agentes; que si la inteligencia que obra no es una inteligencia humana, es necesario que se encuentre fuera de la humanidad. –¿Hay entonces inteligencias extrahumanas? –Eso parece probable; si ciertas cosas no son y no pueden ser obra de los hombres, es preciso que sean obra de alguien. Ahora bien, si ese alguien no es un hombre, nos parece necesariamente que debe estar fuera de la humanidad; y si no lo vemos, es preciso que sea invisible. Es un razonamiento tan perentorio y tan fácil de comprender como el del señor de La Palisse. –Entonces, ¿cuáles son esas inteligencias? ¿Son ángeles o demonios? ¿Y cómo pueden esas inteligencias invisibles actuar sobre la materia visible? –Es lo que saben perfectamente aquellos que han profundizado la ciencia espírita, ciencia que –como las otras– no se aprende en un abrir y cerrar de ojos, y que no podemos resumir en algunas líneas. A los que hacen tal pregunta, efectuaremos solamente ésta: ¿Cómo vuestro pensamiento, que es inmaterial, hace mover a voluntad a vuestro cuerpo, que es material? Pensamos que ellos no deben estar en aprietos para resolver este problema y que, si rechazan la explicación dada por el Espiritismo de ese fenómeno tan vulgar, es que tienen otra mucho más lógica para oponer; pero hasta ahora no la conocemos.
Vamos a los hechos que han motivado estas observaciones.
Varios diarios, entre otros la Opinion Nationale del 14 de febrero último, y el Journal de Rouen del 12 del mismo mes, relatan el siguiente hecho, según el Vigie de Dieppe. He aquí el artículo del Journal de Rouen:
"El Vigie de Dieppe publica la siguiente carta, que le dirige su corresponsal de Grandes-Ventes. En nuestro número del viernes ya hemos señalado una parte de los hechos relatados hoy en este diario; pero la emoción provocada en la comuna por esos acontecimientos extraordinarios nos lleva a dar nuevos detalles que se encuentran en esta correspondencia.
«Hoy nos reímos de las historias más o menos fantásticas de los buenos tiempos; pero en nuestros días, los supuestos hechiceros no gozan precisamente de gran veneración. No son más creídos en Grandes-Ventes que en otros lugares; sin embargo, nuestros viejos prejuicios populares aún tienen algunos adeptos entre nuestros buenos aldeanos, y la escena verdaderamente extraordinaria que acabamos de testimoniar es bien adecuada para fortalecer su creencia supersticiosa.
«Ayer por la mañana, el Sr. Goubert, uno de los panaderos de nuestra localidad, junto a su padre –que trabaja con él– y a un joven aprendiz de dieciséis a diecisiete años, iban a comenzar su labor cotidiana, cuando percibieron que varios objetos salían espontáneamente de su lugar y eran arrojados en la amasadera. Fue entonces que tuvieron que despegar la harina que estaban amasando de los varios pedazos de carbón arrojados sucesivamente, así como de dos pesos de tamaños diferentes, de una pipa y de una vela. A pesar de su extrema sorpresa, continuaron su tarea y, de repente, cuando estaban dando vuelta el pan, una porción de masa de dos kilogramos –escapando de las manos del joven ayudante– fue arrojada a una distancia de varios metros. He aquí el preludio y como si fuese la señal del más extraño desorden. Eran entonces alrededor de las nueve horas y, hasta el mediodía, fue positivamente imposible quedarse trabajando en el horno y en el ambiente contiguo. Todo fue trastornado, derribado y quebrado; el pan, arrojado en medio de la sala de trabajo junto a las tablas que lo sostenían –entre restos de toda especie–, fue completamente perdido; más de treinta botellas llenas de vino se quebraron sucesivamente y, mientras el torno de mano de la cisterna giraba solo con una extrema velocidad, las brasas, las palas, los caballetes y los pesos saltaban por el aire y ejecutaban movimientos que producían un efecto diabólico.
«Hacia el mediodía, el alboroto fue cesando poco a poco y, algunas horas después, cuando todo entró en orden y los utensilios fueron colocados nuevamente en sus lugares, el jefe de la casa pudo retomar sus trabajos habituales.
«Este raro acontecimiento causó en el Sr. Goubert una pérdida de por lo menos 100 francos»."
A ese mismo relato, la Opinion Nationale agrega las siguientes reflexiones:
"Al reproducir este documento singular, sería una injuria para con nuestros lectores exhortarlos a ponerse en guardia contra los hechos sobrenaturales que el mismo relata. Sabemos perfectamente que esta es una historia que no es de nuestra época y que podrá realmente escandalizar a más de uno de los doctos lectores del Vigie; pero por más inverosímil que parezca, no es menos verdadera y, si fuere necesario, cien personas podrán comprobar su exactitud."
Confesamos no comprender del todo las reflexiones del periodista, que nos parece que se contradice; por un lado, dice a los lectores que se pongan en guardia contra los hechos sobrenaturales que esta carta relata, y termina diciendo que esta historia, "por más inverosímil que parezca, no es menos verdadera y, si fuere necesario, cien personas podrán comprobar su exactitud". Una de dos: o es verdadera o es falsa; si es falsa, está todo dicho; pero si es verdadera –como atestigua la Opinion Nationale–, el hecho revela una cosa demasiado grave que merece ser tratada con menos ligereza. Dejemos a un lado la cuestión de los Espíritus, y solamente veamos en el hecho un fenómeno físico; ¿no es lo bastante extraordinario como para merecer la atención de observadores serios? Entonces, que los científicos pongan manos a la obra y, al investigar los archivos de la Ciencia, nos den una explicación racional e irrefutable, justificando todas las circunstancias. Si ellos no pueden hacerlo, es preciso concordar que no conocen todos los secretos de la Naturaleza; y si únicamente la ciencia espírita da la solución, será necesario optar entre la teoría que explica y la que no explica nada.
Cuando hechos de esta naturaleza son relatados, nuestro primer cuidado es el de examinar –incluso antes de indagar sobre su realidad– si ellos son posibles o no, de acuerdo con lo que sabemos acerca de la teoría de las manifestaciones espíritas. Ya hemos citado algunos, cuya absoluta imposibilidad hemos demostrado, particularmente la historia relatada en nuestro número de febrero de 1859, según el Journal des Débats, intitulada: Mi amigo Hermann, a la cual ciertos puntos de la Doctrina Espírita habrían podido dar una apariencia de probabilidad. Desde este punto de vista, los fenómenos que han sucedido con el panadero de los alrededores de Dieppe no tienen nada de más extraordinario que muchos otros que son perfectamente comprobados, cuya solución completa es dada por la ciencia espírita. A nuestros ojos, por lo tanto, si el hecho no fuese verdadero, sería posible. Hemos pedido a uno de nuestros corresponsales en Dieppe, en quien nosotros tenemos plena confianza, que consienta en indagar la realidad del hecho. He aquí lo que nos responde:
«Hoy puedo daros todas las informaciones que deseáis, pues me informé de buena fuente. El relato registrado en el Vigie es la pura verdad; es inútil relatar todos los hechos. Parece que varios hombres de Ciencia vinieron de bastante lejos para intentar entender la causa de esos hechos extraordinarios, que no podrán explicar si ellos no tuvieren ninguna noción de la ciencia espírita. En cuanto a nuestros aldeanos, están confusos; unos dicen: Son hechiceros. Otros señalan: Es porque el cementerio cambió de lugar y sobre el antiguo local fueron erigidas construcciones; y los más maliciosos, aquellos que entre los suyos son considerados como que lo saben todo –principalmente si fueron militares–, terminan diciendo: ¡Palabra de honor! No sé cómo esto puede suceder. Es inútil deciros que no falta quien atribuya una buena parte de todo eso al diablo. Para hacer que la gente del pueblo comprenda todos esos fenómenos, sería necesario intentar iniciarlos en la verdadera ciencia espírita; este sería el único medio de desarraigar entre ellos la creencia en los hechiceros y en todas las ideas supersticiosas, que aún por mucho tiempo serán el mayor obstáculo a su moralización.»
Terminaremos con una última observación.
Hemos escuchado que algunas personas dicen que no desean ocuparse con el Espiritismo por miedo de atraer a los Espíritus y de provocar manifestaciones del género de aquellas que acabamos de relatar.
No conocemos al panadero Goubert, pero creemos que es posible afirmar que ni él, ni su hijo, ni su ayudante jamás se ocuparon con los Espíritus. También es de notar que las manifestaciones espontáneas se producen de preferencia entre las personas que no tienen ninguna idea del Espiritismo, prueba evidente que los Espíritus vienen sin ser llamados. Decimos más: el conocimiento esclarecido de esta ciencia es el mejor medio para preservarse de los Espíritus inoportunos, porque indica la única manera racional de alejarlos.
Nuestro corresponsal está perfectamente en lo cierto al decir que el Espiritismo es un remedio contra la superstición. En efecto, ¿no es una idea supersticiosa creer que esos extraños fenómenos son debidos al traslado del cementerio? La superstición no consiste en la creencia de un hecho, cuando este hecho es comprobado, sino en la causa irracional atribuida a ese hecho. La superstición está, sobre todo, en la creencia en supuestos medios de adivinación, en el efecto de ciertas prácticas, en la virtud de los talismanes, en los días y horas cabalísticas, etc., cosas cuyo absurdo y ridículo el Espiritismo demuestra.
Estudios sobre el Espíritu de los encarnados
El Dr. Vignal
El Dr. Vignal, miembro titular de la Sociedad, habiéndose ofrecido para servir a un estudio sobre una persona viva –como tuvo lugar con el Sr. conde de R...–, ha sido evocado en la sesión del 3 de febrero de 1860.
1. (A san Luis.) ¿Podemos evocar al Dr. Vignal? –Resp. Sin ningún peligro, puesto que él se ha preparado para eso.
2. Evocación. –Resp. Estoy aquí; lo afirmo en el nombre de Dios, lo que yo no haría si respondiera por otro.
3. Aunque estéis encarnado, ¿juzgáis necesario que la evocación se haga en el nombre de Dios? –Resp. ¿Dios no existe tanto para los vivos como para los muertos?
4. ¿Nos veis tan claramente como cuando asistíais en persona a nuestras sesiones? –Resp. Mucho más claramente.
5. ¿En qué lugar estáis aquí? –Resp. Naturalmente en el lugar donde mi acción es necesaria: a la derecha y un poco atrás del médium.
6. ¿Para venir de Souilly hasta aquí, ¿tuvisteis conciencia del espacio que atravesasteis? ¿Visteis el camino que habéis recorrido? –Resp. No más que el carruaje que me trajo.
7. ¿Podríamos ofreceros un asiento? –Resp. Sois muy buenos, pero no estoy tan cansado como vosotros.
8. Aquí presente, ¿cómo constatáis vuestra individualidad? –Resp. Como los otros.
Nota – Hace alusión a lo que en semejante caso ya se ha dicho: que el Espíritu constata su individualidad por medio de su periespíritu, que es para aquél la representación de su cuerpo.
9. Entretanto, os agradeceríamos si vos mismo nos dieseis la explicación. –Resp. Lo que me pedís es una repetición.
10. Ya que no queréis repetir lo que se ha dicho, ¿es porque pensáis de la misma manera? –Resp. Pero esto está bien claro.
11. Así, para vos, ¿el periespíritu es una especie de cuerpo circunscripto y limitado? –Resp. Es evidente; está todo dicho.
12. ¿Podéis ver a vuestro cuerpo adormecido? –Resp. No de aquí; lo he visto al dejarlo; he tenido ganas de reír.
13. ¿Cómo se establece la relación entre vuestro cuerpo que está en Souilly, y vuestro Espíritu que está aquí? –Resp. Como ya os lo dije, por un cordón fluídico.
14. ¿Consentiríais en describirnos eso lo mejor posible, a fin de hacernos comprender el modo con el cual os veis, haciendo abstracción de vuestro cuerpo? –Resp. Es bien fácil: me veo como durante la vigilia o, mejor dicho –la comparación será más exacta–, como uno se ve a sí mismo en sueño. Tengo mi cuerpo, pero tengo conciencia de que es organizado de otra manera y más leve que el otro; no siento el peso, la fuerza de atracción que me mantiene en la tierra durante la vigilia; en una palabra –como ya os lo he dicho–, no estoy cansado.
15. ¿Se os presenta la luz con la misma tonalidad que en el estado normal? –Resp. No; dicha tonalidad es aumentada por una luz que no es accesible a vuestros sentidos groseros; sin embargo, no deduzcáis de esto que la sensación que producen los colores sobre el nervio óptico sea diferente para mí: lo que es rojo es rojo, y así en adelante. Sólo los objetos que yo no veía en estado de vigilia, en la oscuridad, son luminosos por sí mismos y son perceptibles para mí. Es así que la oscuridad no existe absolutamente para el Espíritu, aunque él pueda establecer una diferencia entre lo que para vos es claro y lo que no es.
16. ¿Es indefinida vuestra visión o es limitada al objeto en el cual prestáis atención? –Resp. Ni una ni la otra. No sé en absoluto las modificaciones que la visión puede experimentar para el Espíritu enteramente desprendido; pero, por mí, sé que los objetos materiales son perceptibles en su interior; que mi vista los atraviesa; entretanto, yo no podría ver por todas partes ni a lo lejos.
17. ¿Podríais prestaros a una pequeña experiencia de prueba, que no es motivada por la curiosidad, sino por el deseo de instruirnos? –Resp. De ninguna manera; esto me es expresamente prohibido.
18. Era para que vos mismo leyerais la pregunta que me acaban de pasar, y para que la respondieseis sin que yo tuviera necesidad de hacerla. –Resp. Yo podría realizar esto, pero –lo repito– me es prohibido.
19. ¿Cómo tenéis conciencia de esta prohibición? –Resp. A través de la comunicación del pensamiento del Espíritu que me lo prohíbe.
20. ¡Pues bien! He aquí la pregunta: ¿podéis veros en un espejo? –Resp. No. ¿Qué veis en un espejo? El reflejo de un objeto material; yo no soy material, y solamente puedo producir el reflejo con la ayuda de una operación que vuelva tangible el periespíritu.
21. Así, un Espíritu que se encontrase en las condiciones de un agénere, por ejemplo, podría verse en un espejo. –Resp. Ciertamente.
22. En este momento, ¿podríais evaluar la salud o la enfermedad de una persona, con tanta seguridad como en vuestro estado normal? –Resp. Con más seguridad.
23. ¿Podríais dar una consulta si alguien os la pidiese? –Resp. Podría hacerlo, pero no quiero hacer la competición a los sonámbulos y a los Espíritus bienhechores que los guían. Cuando haya desencarnado, no diré que no.
24. El estado en que ahora os encontráis, ¿es idéntico al que estaréis después de desencarnado? –Resp. No; he de tener ciertas percepciones mucho más precisas; no olvidéis que AÚN estoy ligado a la materia.
25. ¿Podría vuestro cuerpo morir mientras estáis aquí, sin que lo sospechéis? –Resp. No. Morimos así todos los días.
26. Esto se comprende para una muerte natural, siempre precedida por algunos síntomas; pero supongamos que alguien os golpee y os mate instantáneamente; ¿cómo lo sabríais? –Resp. Yo estaría listo para recibir el golpe antes que el brazo lo diera.
27. ¿Qué necesidad tendría vuestro Espíritu en volver al cuerpo, si no habría nada más que hacer? –Resp. Es una ley muy sabia, sin la cual, una vez salido, frecuentemente uno dudaría tan bien en volver, lo que sería un pretexto para suicidarse... hipócritamente.
28. Supongamos que vuestro Espíritu no estuviese aquí, sino en vuestra casa, mientras el cuerpo duerme; ¿deberíais ver todo lo que allí ocurre? –Resp. Sí.
29. En este caso, supongamos que allá se cometiese alguna mala acción por parte de uno de los vuestros o de un extraño; ¿seríais, entonces, testigo de eso? –Resp. Sin duda; pero no estaría siempre libre para oponerme a la misma; sin embargo, esto sucede con más frecuencia de lo que pensáis.
30. ¿Qué impresión os daría la visión de esa mala acción? ¿Seríais tan afectado como si fueseis testigo ocular? –Resp. A veces más, a veces menos, según las circunstancias.
31. ¿Sentiríais deseo de vengaros? –Resp. De vengarme, no; de impedir esa mala acción, sí.
Nota – Resulta de lo que acaba de ser dicho –y además es la consecuencia de lo que ya sabemos–, que el Espíritu de una persona que duerme sabe perfectamente lo que sucede a su alrededor; aquel que quisiese aprovecharse del sueño para cometer una mala acción en su perjuicio, se equivoca cuando cree que no será visto. Ni siquiera debería contar con el olvido que se sigue al despertar, porque la persona puede guardar del mismo una intuición bastante fuerte, a veces inspirándole sospechas. Los sueños de presentimiento no son otra cosa sino un recuerdo más preciso de lo que se ha visto. Ahí se encuentra también una de las consecuencias morales del Espiritismo; al dar la convicción de este fenómeno, puede ser un freno para mucha gente. He aquí un hecho que viene en apoyo de esta verdad: Cierto día una persona recibió una carta sin firma y escrita con mucha descortesía; inútilmente intentó descubrir a su autor. Lo cierto es que durante la noche ella supo lo que deseaba saber, porque al día siguiente, al despertar y sin que haya tenido un sueño, su pensamiento se dirigió hacia alguien que ella no había sospechado y, después de una verificación, tuvo la certeza de que no se había equivocado.
32. Volvamos a vuestras sensaciones y percepciones. ¿Por dónde veis? –Resp. Por todo mi ser.
33. ¿Percibís los sonidos? ¿Y por dónde? –Resp. Es la misma cosa, pues la percepción es transmitida al Espíritu encarnado por sus órganos imperfectos, debiendo quedar claro para vosotros que él siente, cuando está libre, numerosas percepciones que os escapan.
34. (Agitan una campanilla.) ¿Escucháis perfectamente este sonido? –Resp. Más que vosotros.
35. Si os hicieran oír una música desafinada, ¿experimentaríais una sensación similar a la que sentís en estado de vigilia? –Resp. No he dicho que las sensaciones fuesen análogas; hay una diferencia; pero hay percepciones mucho más completas.
36. ¿Percibís los olores? –Resp. Sin duda; siempre de la misma manera.
Nota – Según esto, se podría decir que la materia que envuelve al Espíritu es una especie de apagador que amortigua la agudeza de la percepción. Al recibir esta percepción sin intermediario, el Espíritu desprendido puede captar matices que escapan a aquel a quien llegan, pasando por un medio más denso que el periespíritu. Por lo tanto, se comprende que los Espíritus sufridores puedan tener dolores que, por no ser físicos, desde nuestro punto de vista, son más punzantes que los dolores corporales, y que los Espíritus felices tengan gozos de los cuales nuestras sensaciones no pueden darnos una idea.
37. Si estuvieseis delante de platos apetitosos, ¿sentiríais el deseo de comer? –Resp. El deseo sería una distracción.
38. Supongamos que en este momento, en cuanto vuestro Espíritu está aquí, el cuerpo tenga hambre; ¿qué efecto produciría en vos la visión de esos manjares? –Resp. Esto me haría partir para satisfacer una necesidad irresistible.
39. ¿Podríais hacernos comprender lo que sucede con vos cuando dejáis el cuerpo para venir aquí, o cuando nos dejáis para volver al cuerpo? ¿Cómo lo percibís? –Resp. Esto sería bien difícil; vuelvo como salgo, sin percibirlo o, mejor dicho, sin darme cuenta de la manera por la cual se opera este fenómeno. Sin embargo, no creáis que el Espíritu, cuando vuelve al cuerpo, esté encerrado como en un cuarto; el Espíritu irradia sin cesar hacia afuera, de tal modo que se puede decir que frecuentemente está más fuera que dentro; solamente la unión es más íntima y los lazos más apretados.
40. ¿Veis a otros Espíritus? –Resp. Aquellos que quieren que yo vea.
41. ¿Cómo los veis? –Resp. Como a mí mismo.
42. ¿Los veis aquí a nuestro alrededor? –Resp. En gran cantidad.
43. Evocación de Charles Dupont (el Espíritu de Castelnaudary). –Resp. Atiendo a vuestro llamado.
44. (A este Espíritu.) ¿Estáis hoy más tranquilo que la última vez en que os hemos llamado? –Resp. Sí; estoy progresando en el bien.
45. ¿Comprendéis ahora que vuestras penas no durarán para siempre? –Resp. Sí.
46. ¿Vislumbráis el fin de vuestras penas? –Resp. No; para mi punición, Dios no me permite ver este objetivo.
47. (Al Sr. Vignal.) ¿Veis al Espíritu que acaba de responder? –Resp. Sí, y no es bonito.
48. ¿Podéis describirlo? –Resp. Lo veo como ya ha sido visto, con la diferencia de que no está más ensangrentado ni tiene el puñal, y su fisonomía refleja más bien tristeza que embrutecimiento feroz con el que se presentó en su primera aparición.
49. Despierto, ¿tenéis conocimiento del retrato que ha sido hecho de este Espíritu? –Resp. Sí, y además estoy informado al respecto.
50. Al ver a un Espíritu, ¿cómo reconocéis si su cuerpo está muerto o vivo? –Resp. Por su cordón fluídico.
51. ¿Cómo evaluáis la moral de éste? –Resp. Su moral debe ser bien triste; pero él está mejorando.
52. (A Charles Dupont.) Has escuchado lo que se ha dicho sobre vos; esto debe daros aliento para perseverar en la senda del progreso en que habéis entrado. –Resp. Gracias; es lo que trato de hacer.
53. ¿Veis al Espíritu del doctor con el cual conversamos? –Resp. Sí.
54. ¿Cómo lo veis? –Resp. Lo veo con una envoltura menos transparente que la de otros Espíritus.
55. ¿Cómo juzgáis que él aún está encarnado? –Resp. Los Espíritus comunes están sin una forma aparente; éste tiene la forma humana y está envuelto por una materia semejante a una bruma, que repite su forma humana terrestre. Los Espíritus de los muertos no tienen más esta envoltura: están desprendidos de la misma.
56. (Al Dr. Vignal.) Si evocásemos a un loco, ¿cómo lo reconoceríais? –Resp. Yo no lo reconocería si su locura fuese reciente, porque no habría tenido ninguna acción sobre el Espíritu; pero si tuviera una alienación desde hace mucho tiempo, la materia podría haber ejercido una cierta influencia sobre él, dando algunas señales que me servirían para reconocerlo como durante la vigilia.
57. ¿Podéis describirnos las causas de la locura? –Resp. No es otra cosa sino una alteración, una perturbación de los órganos que no reciben más las impresiones de manera regular, transmitiendo sensaciones falsas y, por esto mismo, realizando actos diametralmente opuestos a la voluntad del Espíritu.
Nota – A menudo ocurre que ciertas personas, cuyo Espíritu es perfectamente sano, tienen en los miembros o en otras partes del cuerpo, movimientos involuntarios e independientes de su voluntad, como por ejemplo los movimientos que son designados con el nombre de tics nerviosos. Se comprende que si esa alteración fuese en el cerebro, en vez de ser en el brazo o en los músculos de la cara, la emisión de las ideas sufriría; la imposibilidad de dirigir o de dominar esta emisión constituye la locura.
58. Después de la última respuesta del Dr. Vignal, el médium que servía de intérprete a Charles Dupont escribió espontáneamente: Se reconocen a esos Espíritus (de los locos) por su llegada entre nosotros, porque giran en todos los sentidos sin tener una idea establecida, ni de Dios, ni de las oraciones; ellos necesitan tiempo para poder establecer ideas.
Como nadie hubo pensado en llamar a este Espíritu, el Sr. Belliol pregunta si no sería el del Dr. Cauvière, de Marsella, de quien fue alumno en otros tiempos. –Resp. Sí, soy yo, desencarnado hace un año y medio.
Nota – El Sr. Belliol reconoce la firma como siendo la del Dr. Cauvière; más tarde fue posible compararla con una firma original y constatar la perfecta similitud de la escritura y de la rúbrica.
59. (Al Sr. Cauvière.) ¿A qué debemos el honor de vuestra visita inesperada? –Resp. No es la primera vez que vengo entre vosotros; hoy encontré una ocasión favorable para comunicarme y la aproveché.
60. ¿Veis a vuestro colega, el Dr. Vignal, que está aquí en Espíritu? –Resp. Sí, lo veo.
61. ¿Cómo reconocéis que él aún está encarnado? –Resp. Por su envoltura, que es menos transparente que la nuestra.
62. Esta respuesta concuerda con las que Charles Dupont acaba de darnos y que nos parecieron sobrepasar el alcance de su inteligencia; ¿fuisteis vos quien se las dictó? –Resp. Realmente podía ejercer mi influencia sobre él, puesto que yo estaba aquí.
63. ¿En qué estado os encontráis como Espíritu? –Resp. Aún no he reencarnado, mas soy un Espíritu adelantado, aunque en la Tierra yo estuviese lejos de creer en lo que vosotros llamáis Espiritualismo; fue preciso que hiciera mi educación aquí, donde estoy; pero mi inteligencia, perfeccionada por el estudio, sobrevino enseguida.
64. Si consentís, vamos a dirigiros una pregunta preparada para el Dr. Vignal, y solicitamos que ambos tengáis a bien responderla, cada uno por su lado, con la ayuda de vuestros intérpretes particulares. ¿Cómo encaráis ahora la diferencia entre el espíritu de los animales y el Espíritu del hombre? –Respuesta del Dr. Vignal: No es para mí mucho más fácil decirlo que en el estado de vigilia; mi pensamiento actual es que el espíritu animal duerme, está entorpecido moralmente, y que el Espíritu del hombre, en su inicio, se despierta penosamente.
–Respuesta del Dr. Cauvière: El Espíritu del hombre es llamado a una mayor perfección que el espíritu de los animales; la diferencia sensible está en la razón, que en estos últimos no existe aún sino en estado de instinto; más tarde este instinto puede perfeccionarse.
65. ¿Puede éste perfeccionarse hasta el punto de volverse un Espíritu humano? –Resp. Lo puede, pero después de haber pasado por muchas existencias animales, ya sea en la Tierra o en otros planetas.
66. ¿Tendríais uno y otro la bondad de dictarnos, cada uno por su lado, un pequeño discurso espontáneo sobre un tema de vuestra elección?
Nota – El Sr. Belliol reconoce la firma como siendo la del Dr. Cauvière; más tarde fue posible compararla con una firma original y constatar la perfecta similitud de la escritura y de la rúbrica.
59. (Al Sr. Cauvière.) ¿A qué debemos el honor de vuestra visita inesperada? –Resp. No es la primera vez que vengo entre vosotros; hoy encontré una ocasión favorable para comunicarme y la aproveché.
60. ¿Veis a vuestro colega, el Dr. Vignal, que está aquí en Espíritu? –Resp. Sí, lo veo.
61. ¿Cómo reconocéis que él aún está encarnado? –Resp. Por su envoltura, que es menos transparente que la nuestra.
62. Esta respuesta concuerda con las que Charles Dupont acaba de darnos y que nos parecieron sobrepasar el alcance de su inteligencia; ¿fuisteis vos quien se las dictó? –Resp. Realmente podía ejercer mi influencia sobre él, puesto que yo estaba aquí.
63. ¿En qué estado os encontráis como Espíritu? –Resp. Aún no he reencarnado, mas soy un Espíritu adelantado, aunque en la Tierra yo estuviese lejos de creer en lo que vosotros llamáis Espiritualismo; fue preciso que hiciera mi educación aquí, donde estoy; pero mi inteligencia, perfeccionada por el estudio, sobrevino enseguida.
64. Si consentís, vamos a dirigiros una pregunta preparada para el Dr. Vignal, y solicitamos que ambos tengáis a bien responderla, cada uno por su lado, con la ayuda de vuestros intérpretes particulares. ¿Cómo encaráis ahora la diferencia entre el espíritu de los animales y el Espíritu del hombre? –Respuesta del Dr. Vignal: No es para mí mucho más fácil decirlo que en el estado de vigilia; mi pensamiento actual es que el espíritu animal duerme, está entorpecido moralmente, y que el Espíritu del hombre, en su inicio, se despierta penosamente.
–Respuesta del Dr. Cauvière: El Espíritu del hombre es llamado a una mayor perfección que el espíritu de los animales; la diferencia sensible está en la razón, que en estos últimos no existe aún sino en estado de instinto; más tarde este instinto puede perfeccionarse.
65. ¿Puede éste perfeccionarse hasta el punto de volverse un Espíritu humano? –Resp. Lo puede, pero después de haber pasado por muchas existencias animales, ya sea en la Tierra o en otros planetas.
66. ¿Tendríais uno y otro la bondad de dictarnos, cada uno por su lado, un pequeño discurso espontáneo sobre un tema de vuestra elección?
Dictado del Sr. Cauvière
Mis buenos amigos: estoy tan feliz en poder conversar un poco con vosotros, que deseo daros un consejo, no particularmente a vos que sois creyentes, mas a aquellos cuya fe es todavía vacilante, o que aún no la tienen y la rechazan. Es verdad que no puedo ver aquí a todos mis colegas encarnados, que no creerían en mí; sin embargo yo les diría que, cuando encarnado, rechacé abiertamente la verdad, aunque la sentía en el fondo de mi corazón. La mayoría de ellos hace como yo: por un falso amor propio no quieren concordar con lo que a veces sienten; están errados, porque la indecisión hace sufrir en la Tierra, sobre todo en el momento de dejarla. Por lo tanto, instruíos; tened buena fe; en vida seréis más felices, así como en el mundo en que ahora me encuentro. Si realmente lo quisiereis, vendré a conversar algunas veces con vosotros.
CAUVIÈRE
Mis buenos amigos: estoy tan feliz en poder conversar un poco con vosotros, que deseo daros un consejo, no particularmente a vos que sois creyentes, mas a aquellos cuya fe es todavía vacilante, o que aún no la tienen y la rechazan. Es verdad que no puedo ver aquí a todos mis colegas encarnados, que no creerían en mí; sin embargo yo les diría que, cuando encarnado, rechacé abiertamente la verdad, aunque la sentía en el fondo de mi corazón. La mayoría de ellos hace como yo: por un falso amor propio no quieren concordar con lo que a veces sienten; están errados, porque la indecisión hace sufrir en la Tierra, sobre todo en el momento de dejarla. Por lo tanto, instruíos; tened buena fe; en vida seréis más felices, así como en el mundo en que ahora me encuentro. Si realmente lo quisiereis, vendré a conversar algunas veces con vosotros.
Dictado del Sr. Vignal
¿Cuál es la utilidad de la Astronomía, y qué nos importa el tiempo que lleva una bala de cañón en recorrer la distancia que existe entre la Tierra y el Sol? Así razonan personas muy honradas, que en las Ciencias no ven otro resultado sino la aplicación que puede ser dada a la industria o a su bienestar. Pero sin la Astronomía, ¿qué razón tendríais para que adoptemos el admirable sistema que ha sido desarrollado, en vez de otro traído por Espíritus ignorantes o envidiosos?
Si la Tierra fuese –como se ha creído por mucho tiempo– el punto central del Universo; si los numerosos soles que pueblan el espacio no fueran más que simples puntos brillantes fijados en una bóveda de cristal, ¿qué razón tendríais para admitir el pasado y el futuro del Espíritu? Al contrario, la Astronomía viene a demostrarnos que la vida planetaria, que circula alrededor de nuestro Sol, se refleja en todos los que componen la nebulosa, de la cual hace parte nuestro mundo; que todos esos planetas son organizados de una manera diferente los unos de los otros y que, por consecuencia, las condiciones de vida no son las mismas. Entonces, sois llevados a preguntaros si Dios crea instantánea y especialmente para cada cuerpo el Espíritu que debe animarlo, y por qué razón Él habría juzgado justamente crearlo aquí y no allí, en la Tierra y no en otro mundo, en una condición y no en otra.
Por lo tanto, una lógica inflexible os lleva a admitir, como expresión de la mayor verdad, la habitabilidad de los mundos, la preexistencia de las almas y la reencarnación.
Por consiguiente la Astronomía es útil, ya que os pone en condiciones de recibir el esbozo de las sublimes verdades que se desarrollarán para vosotros como consecuencia del progreso traído por el Espiritismo y por la propria Ciencia; porque, con la ayuda de la industria, la Astronomía es llamada a haceros descubrir muchas otras maravillas que no podéis sino vislumbrar: de ahora en adelante la Astronomía y la Teología son hermanas y van a caminar de la mano.
VIGNAL, por Arago
¿Cuál es la utilidad de la Astronomía, y qué nos importa el tiempo que lleva una bala de cañón en recorrer la distancia que existe entre la Tierra y el Sol? Así razonan personas muy honradas, que en las Ciencias no ven otro resultado sino la aplicación que puede ser dada a la industria o a su bienestar. Pero sin la Astronomía, ¿qué razón tendríais para que adoptemos el admirable sistema que ha sido desarrollado, en vez de otro traído por Espíritus ignorantes o envidiosos?
Si la Tierra fuese –como se ha creído por mucho tiempo– el punto central del Universo; si los numerosos soles que pueblan el espacio no fueran más que simples puntos brillantes fijados en una bóveda de cristal, ¿qué razón tendríais para admitir el pasado y el futuro del Espíritu? Al contrario, la Astronomía viene a demostrarnos que la vida planetaria, que circula alrededor de nuestro Sol, se refleja en todos los que componen la nebulosa, de la cual hace parte nuestro mundo; que todos esos planetas son organizados de una manera diferente los unos de los otros y que, por consecuencia, las condiciones de vida no son las mismas. Entonces, sois llevados a preguntaros si Dios crea instantánea y especialmente para cada cuerpo el Espíritu que debe animarlo, y por qué razón Él habría juzgado justamente crearlo aquí y no allí, en la Tierra y no en otro mundo, en una condición y no en otra.
Por lo tanto, una lógica inflexible os lleva a admitir, como expresión de la mayor verdad, la habitabilidad de los mundos, la preexistencia de las almas y la reencarnación.
Por consiguiente la Astronomía es útil, ya que os pone en condiciones de recibir el esbozo de las sublimes verdades que se desarrollarán para vosotros como consecuencia del progreso traído por el Espiritismo y por la propria Ciencia; porque, con la ayuda de la industria, la Astronomía es llamada a haceros descubrir muchas otras maravillas que no podéis sino vislumbrar: de ahora en adelante la Astronomía y la Teología son hermanas y van a caminar de la mano.
La Srta. Indermuhle
Sordomuda de nacimiento, 32 años de edad, viva, residente en Berna
(Sesión del 10 de febrero de 1860)
2. Evocación. –Resp. Estoy aquí; lo afirmo en el nombre de Dios.
3. (A san Luis.) ¿Podéis decirnos si el Espíritu que responde es realmente la Srta. Indermuhle? –Resp. Sí, os lo afirmo; pero vos sois más adelantado, ¿y creéis que, si fuese útil que otro respondiera en su lugar, esto sería embarazoso? La afirmación os prueba que ella está aquí; es a vos que os cabe asegurar una buena comunicación, por la naturaleza y el móvil de vuestras preguntas.
3 a. ¿Sabéis bien dónde estáis en este momento? –Resp. Perfectamente; ¿creéis que yo no haya sido instruida al respecto?
4. ¿Cómo se explica que podéis respondernos aquí, mientras que vuestro cuerpo está en Suiza? –Resp. Porque no es mi cuerpo que os responde; además, como lo sabéis, él es absolutamente incapaz de hacerlo.
5. ¿Qué hace vuestro cuerpo en este momento? –Resp. Duerme.
6. ¿Está con buena salud? –Resp. Excelente.
Nota – El hermano de la Srta. Indermuhle, que se encuentra presente, confirma que, en efecto, ella está con buena salud.
7. ¿Cuánto tiempo habéis llevado para venir de Suiza hasta aquí? –Resp. Un tiempo inapreciable para vos.
8. ¿Habéis visto el camino que recorristeis para llegar aquí? –Resp. No.
9. ¿Estáis sorprendida por encontraros en esta reunión? –Resp. Mi primera respuesta os prueba que no.
10. ¿Qué ocurriría si el cuerpo despertase mientras nos habláis aquí? –Resp. Yo estaría allá.
11. ¿Existe algún lazo entre vuestro Espíritu, que está aquí, y el cuerpo que está allá? –Resp. Sí, sin esto, ¿quién me advertiría que debo volver al cuerpo?
12. ¿Nos veis bien claramente? –Resp. Sí, perfectamente.
13. ¿Comprendéis que vos podéis vernos y que nosotros no os podemos ver? –Resp. Pero sin duda.
14. ¿Escucháis el ruido que hago en este momento al golpear? –Resp. Yo no soy sorda aquí.
15. ¿Cómo percibís el ruido, ya que, por comparación, no tenéis el recuerdo del mismo en estado de vigilia? –Resp. Yo no nací ayer.
Nota – El recuerdo de la sensación del ruido le viene de las existencias en que ella no era sorda. Esta respuesta es perfectamente lógica.
16. ¿Escucharíais música con placer? –Resp. Con mucho más placer, puesto que hace mucho tiempo esto no sucede conmigo; cantad, pues, algo para mí.
17. Lamentamos no poder hacerlo en este momento, y que no haya aquí un instrumento para daros este placer; pero nos parece
que vuestro Espíritu, al desprenderse todos los días durante el sueño, debe transportarse a lugares donde podéis escuchar música. –Resp. Esto muy raramente me sucede.
18. ¿Cómo podéis respondernos en francés, ya que sois alemana y no sabéis nuestro idioma? –Resp. El pensamiento no tiene idioma; yo lo comunico al Guía del médium, el cual lo traduce a la lengua que le es familiar.
19. ¿Cuál es el Guía del que habláis? –Resp. El Espíritu familiar del médium; siempre es así que recibís las comunicaciones de Espíritus extranjeros, y es de esta manera que los Espíritus hablan en todos los idiomas.
Nota – De este modo, frecuentemente las respuestas no nos llegarían sino por tercera mano; el Espíritu interrogado transmite el pensamiento al Espíritu familiar, éste al médium, y el médium lo traduce por la escritura o por la palabra; ahora bien, pudiendo el médium ser asistido por Espíritus más o menos buenos, esto explica cómo –en muchas circunstancias– el pensamiento del Espíritu interrogado puede ser alterado; es por eso que san Luis ha dicho en el comienzo que la presencia del Espíritu evocado no siempre es suficiente para asegurar la integridad de las respuestas. Cabe a nosotros apreciarlas, juzgar si son lógicas y si están en relación con la naturaleza del Espíritu. Por lo demás, según la Srta. Indermuhle, este triple procedimiento sólo sucedería con los Espíritus extranjeros.
20. ¿Cuál es la causa de la enfermedad que os ha afectado? –Resp. Una causa voluntaria.
21. ¿Por cuál singularidad vuestros seis hermanos y hermanas han sido acometidos por la misma enfermedad? –Resp. Por las mismas causas que yo.
22. Entonces ha sido voluntariamente que todos vosotros habéis elegido esta prueba; pensamos que esta reunión en una misma familia debe haber ocurrido con el propósito de ser una prueba para los padres; ¿es una buena razón? –Resp. Ella se aproxima a la verdad.
23. ¿Veis aquí a vuestro hermano? –Resp. ¡Qué pregunta!
24. ¿Estáis contenta en verlo? –Resp. La misma respuesta.
Nota – Se sabe que a los Espíritus no les gusta ser repetitivos; nuestro lenguaje es tan lento para ellos que evitan todo lo que les parece inútil. Este es un punto que caracteriza a los Espíritus serios. Los Espíritus ligeros, burlones, obsesores y pseudosabios son frecuentemente habladores y reiterativos; como a los hombres a quienes falta profundidad, ellos hablan y no dicen nada; las palabras reemplazan a los pensamientos y creen que se imponen al expresar frases redundantes y un estilo pedante.
25. ¿Gustaríais decirle alguna cosa? –Resp. Le pido que reciba la expresión de mis más sinceros agradecimientos por el buen pensamiento que ha tenido en hacerme llamar aquí, donde con mucha felicidad me encuentro en contacto con los Espíritus buenos, aunque también veo algunos que no valen mucho. He ganado en instrucción y no olvidaré lo que le debo.
(Sesión del 10 de febrero de 1860)
1. (A san Luis.) ¿Podemos entrar en comunicación con el Espíritu Srta. Indermuhle? –Resp. Lo podéis.
2. Evocación. –Resp. Estoy aquí; lo afirmo en el nombre de Dios.
3. (A san Luis.) ¿Podéis decirnos si el Espíritu que responde es realmente la Srta. Indermuhle? –Resp. Sí, os lo afirmo; pero vos sois más adelantado, ¿y creéis que, si fuese útil que otro respondiera en su lugar, esto sería embarazoso? La afirmación os prueba que ella está aquí; es a vos que os cabe asegurar una buena comunicación, por la naturaleza y el móvil de vuestras preguntas.
3 a. ¿Sabéis bien dónde estáis en este momento? –Resp. Perfectamente; ¿creéis que yo no haya sido instruida al respecto?
4. ¿Cómo se explica que podéis respondernos aquí, mientras que vuestro cuerpo está en Suiza? –Resp. Porque no es mi cuerpo que os responde; además, como lo sabéis, él es absolutamente incapaz de hacerlo.
5. ¿Qué hace vuestro cuerpo en este momento? –Resp. Duerme.
6. ¿Está con buena salud? –Resp. Excelente.
Nota – El hermano de la Srta. Indermuhle, que se encuentra presente, confirma que, en efecto, ella está con buena salud.
7. ¿Cuánto tiempo habéis llevado para venir de Suiza hasta aquí? –Resp. Un tiempo inapreciable para vos.
8. ¿Habéis visto el camino que recorristeis para llegar aquí? –Resp. No.
9. ¿Estáis sorprendida por encontraros en esta reunión? –Resp. Mi primera respuesta os prueba que no.
10. ¿Qué ocurriría si el cuerpo despertase mientras nos habláis aquí? –Resp. Yo estaría allá.
11. ¿Existe algún lazo entre vuestro Espíritu, que está aquí, y el cuerpo que está allá? –Resp. Sí, sin esto, ¿quién me advertiría que debo volver al cuerpo?
12. ¿Nos veis bien claramente? –Resp. Sí, perfectamente.
13. ¿Comprendéis que vos podéis vernos y que nosotros no os podemos ver? –Resp. Pero sin duda.
14. ¿Escucháis el ruido que hago en este momento al golpear? –Resp. Yo no soy sorda aquí.
15. ¿Cómo percibís el ruido, ya que, por comparación, no tenéis el recuerdo del mismo en estado de vigilia? –Resp. Yo no nací ayer.
Nota – El recuerdo de la sensación del ruido le viene de las existencias en que ella no era sorda. Esta respuesta es perfectamente lógica.
16. ¿Escucharíais música con placer? –Resp. Con mucho más placer, puesto que hace mucho tiempo esto no sucede conmigo; cantad, pues, algo para mí.
17. Lamentamos no poder hacerlo en este momento, y que no haya aquí un instrumento para daros este placer; pero nos parece
que vuestro Espíritu, al desprenderse todos los días durante el sueño, debe transportarse a lugares donde podéis escuchar música. –Resp. Esto muy raramente me sucede.
18. ¿Cómo podéis respondernos en francés, ya que sois alemana y no sabéis nuestro idioma? –Resp. El pensamiento no tiene idioma; yo lo comunico al Guía del médium, el cual lo traduce a la lengua que le es familiar.
19. ¿Cuál es el Guía del que habláis? –Resp. El Espíritu familiar del médium; siempre es así que recibís las comunicaciones de Espíritus extranjeros, y es de esta manera que los Espíritus hablan en todos los idiomas.
Nota – De este modo, frecuentemente las respuestas no nos llegarían sino por tercera mano; el Espíritu interrogado transmite el pensamiento al Espíritu familiar, éste al médium, y el médium lo traduce por la escritura o por la palabra; ahora bien, pudiendo el médium ser asistido por Espíritus más o menos buenos, esto explica cómo –en muchas circunstancias– el pensamiento del Espíritu interrogado puede ser alterado; es por eso que san Luis ha dicho en el comienzo que la presencia del Espíritu evocado no siempre es suficiente para asegurar la integridad de las respuestas. Cabe a nosotros apreciarlas, juzgar si son lógicas y si están en relación con la naturaleza del Espíritu. Por lo demás, según la Srta. Indermuhle, este triple procedimiento sólo sucedería con los Espíritus extranjeros.
20. ¿Cuál es la causa de la enfermedad que os ha afectado? –Resp. Una causa voluntaria.
21. ¿Por cuál singularidad vuestros seis hermanos y hermanas han sido acometidos por la misma enfermedad? –Resp. Por las mismas causas que yo.
22. Entonces ha sido voluntariamente que todos vosotros habéis elegido esta prueba; pensamos que esta reunión en una misma familia debe haber ocurrido con el propósito de ser una prueba para los padres; ¿es una buena razón? –Resp. Ella se aproxima a la verdad.
23. ¿Veis aquí a vuestro hermano? –Resp. ¡Qué pregunta!
24. ¿Estáis contenta en verlo? –Resp. La misma respuesta.
Nota – Se sabe que a los Espíritus no les gusta ser repetitivos; nuestro lenguaje es tan lento para ellos que evitan todo lo que les parece inútil. Este es un punto que caracteriza a los Espíritus serios. Los Espíritus ligeros, burlones, obsesores y pseudosabios son frecuentemente habladores y reiterativos; como a los hombres a quienes falta profundidad, ellos hablan y no dicen nada; las palabras reemplazan a los pensamientos y creen que se imponen al expresar frases redundantes y un estilo pedante.
25. ¿Gustaríais decirle alguna cosa? –Resp. Le pido que reciba la expresión de mis más sinceros agradecimientos por el buen pensamiento que ha tenido en hacerme llamar aquí, donde con mucha felicidad me encuentro en contacto con los Espíritus buenos, aunque también veo algunos que no valen mucho. He ganado en instrucción y no olvidaré lo que le debo.
Bibliografía
Siamora, la Druidesa, o el Espiritualismo en el siglo XV,[1]
por Clément de la Chave
“Bajo la forma de mi ángel bueno, de mi ángel familiar, un Espíritu me aparece; él se ofrece para guiarme en las penosas visiones de este mundo. Los hombres –me dice él– son malos porque han menospreciado su naturaleza espiritual; porque han rechazado ese agente sutil, ese flujo divino que Dios había diseminado para la felicidad de los hombres en la Creación, y que los hacía iguales y hermanos. Entonces los hombres curaban, porque recurrían a este agente sutil de la Creación, retirando de él un poderoso auxilio. (…)
“¡Es a la hora de la muerte que cada hombre me aparece! ¡Oh, tristeza! ¡Oh, disgusto! ¡Qué amarga desesperación! Esos seres perversos han dejado de amar. Siamora, cada hombre lleva consigo, al morir, virtudes y vicios. Leve o cargada de faltas, su alma se eleva más o menos, porque guardó poco o mucho ese agente sutil, el amor, esa sustancia de Dios que, según las afinidades, atrae a sí sustancias semejantes y rechaza las que proceden de un principio contrario.
“El alma del hombre malo permanece errante en este mundo, sugiriendo a todos su esencia corrupta. Tiene la alegría del mal y el orgullo del vicio. Nosotros la hemos llamado demonio; en el Cielo, su nombre es hermano extraviado. –Siamora, pero de todos los corazones piadosos se eleva un suave vapor que consigue saturar al alma-demonio, a pesar suyo; ahí, ésta cobra un nuevo vigor, despojándose en parte de su corrupción... Entonces comienza a percibir la idea de Dios, lo que en aquel estado de alma no podía hacer. Así como el alma lleva consigo la imagen exacta, pero toda espiritual de su cuerpo, también a ella se junta esta otra, impregnada de sus vicios y de sus manchas, siendo que el alma, así sombría, no puede ver.
“Siamora, en ese mundo invisible, por encima del nuestro, donde con esfuerzo me elevo poco a poco, nubes refulgentes limitan mi visión; millares de almas, Espíritus celestiales, entran y salen de él. Como copos de nieve que suben, que bajan y se esparcen, corren llevados por el ímpetu caprichoso de los vientos. En su esencia espiritual, los ángeles descienden hasta nosotros, diciendo a unos palabras de paz, insinuando en el corazón de otros la creencia divina, inspirando a éste la búsqueda de la Ciencia, sugiriendo a aquél el instinto de lo bueno y de lo bello; porque ha sido tocado por el dedo de Dios, aquel que, en su arte, ha llevado allí el gusto por las nobles y grandes cosas. Todo hombre tiene su Egeria, su consejo, su inspiración; la soga de la salvación ha sido arrojada a todos; cabe a nosotros agarrarla. (…)
“Y ese hombre malo o, mejor dicho, esa alma-demonio, cuyos ojos han comenzado a abrirse al contacto con el aire puro, va llorando su crimen y pidiendo el sufrimiento para expiarlo. Si estuviere sola y privada de auxilio, ¿que hará?
“Un ángel de la caridad se aproxima y le dice: Hermano extraviado, entra conmigo en la vida: allá está el infierno, allá está el lugar de sufrimientos donde cada uno de nosotros se regenera; ven, yo he de sostenerte: tratemos de hacer allí un poco de bien, a fin de que, para ti, la balanza del bien y del mal acabe por inclinarse hacia el lado bueno.
“Es así, Siamora, que para todos los hombres llega el momento de morir. Los veo elevándose más o menos a los cielos, entrar en la vida, sufrir nuevamente, depurarse, morir de nuevo y subir sin cesar a los espacios celestiales; aún no alcanzan el cielo del Dios único, pero a través de largas peregrinaciones por otros mundos –mucho más maravillosos y más perfeccionados que éste– conseguirán llegar de tanto depurarse.”
[1] Un volumen in 18º. Precio: 2 francos; Vannier, librero-editor, calle Notre-Dame-des-Victoires, Nº 52. – 1860. [Nota de Allan Kardec.]
Siamora, la Druidesa, o el Espiritualismo en el siglo XV,[1]
por Clément de la Chave
Las ideas espíritas abundan en un gran número de escritores antiguos y modernos, y muchos autores contemporáneos quedarían admirados si les provásemos, por sus propios escritos, que son espíritas sin saberlo. Por lo tanto, el Espiritismo puede encontrar argumentos en sus propios adversarios, que a pesar suyo parecen haber sido llevados a darle armas. Así, los autores sagrados y profanos presentan un campo donde no sólo hay lo que espigar, sino también donde recoger a manos llenas: es lo que nos proponemos a hacer un día; y entonces veremos si los críticos juzgan conveniente mandar a los manicomios a los que ellos mismos han halagado y cuyos nombres tienen autoridad –con toda justicia– en las Letras, en las Artes, en las Ciencias, en la Filosofía o en la Teología. El autor del pequeño libro que anunciamos no es de aquellos que pueden ser llamados espíritas sin saberlo; al contrario, es un adepto serio y esclarecido, que le gusta resumir las verdades fundamentales de la Doctrina en un orden menos árido que la forma didáctica, y teniendo el atractivo de una novela medio histórica; en efecto, ahí encontramos al delfín –que más tarde fue Luis XI– y a algunos personajes de su tiempo, con la descripción de las costumbres de la época. Siamora, última descendiente de las antiguas druidesas, ha conservado las tradiciones del culto de sus antepasados, pero esclarecida por las verdades del Cristianismo. En un artículo de la Revista del mes de abril de 1858, hemos visto a qué grado habían llegado los sacerdotes de la Galia en lo que atañe a la filosofía espírita; por lo tanto, no hay ninguna contradicción al poner esas mismas ideas en la boca de su descendiente. Al contrario, es poner en evidencia una verdad muy poco conocida, y que en este aspecto el autor bien la mereció de los espíritas modernos. Esto puede ser apreciado por las siguientes citas. Edda, joven novicia, en un momento de éxtasis, se expresa así al dirigirse a Siamora:
“Bajo la forma de mi ángel bueno, de mi ángel familiar, un Espíritu me aparece; él se ofrece para guiarme en las penosas visiones de este mundo. Los hombres –me dice él– son malos porque han menospreciado su naturaleza espiritual; porque han rechazado ese agente sutil, ese flujo divino que Dios había diseminado para la felicidad de los hombres en la Creación, y que los hacía iguales y hermanos. Entonces los hombres curaban, porque recurrían a este agente sutil de la Creación, retirando de él un poderoso auxilio. (…)
“¡Es a la hora de la muerte que cada hombre me aparece! ¡Oh, tristeza! ¡Oh, disgusto! ¡Qué amarga desesperación! Esos seres perversos han dejado de amar. Siamora, cada hombre lleva consigo, al morir, virtudes y vicios. Leve o cargada de faltas, su alma se eleva más o menos, porque guardó poco o mucho ese agente sutil, el amor, esa sustancia de Dios que, según las afinidades, atrae a sí sustancias semejantes y rechaza las que proceden de un principio contrario.
“El alma del hombre malo permanece errante en este mundo, sugiriendo a todos su esencia corrupta. Tiene la alegría del mal y el orgullo del vicio. Nosotros la hemos llamado demonio; en el Cielo, su nombre es hermano extraviado. –Siamora, pero de todos los corazones piadosos se eleva un suave vapor que consigue saturar al alma-demonio, a pesar suyo; ahí, ésta cobra un nuevo vigor, despojándose en parte de su corrupción... Entonces comienza a percibir la idea de Dios, lo que en aquel estado de alma no podía hacer. Así como el alma lleva consigo la imagen exacta, pero toda espiritual de su cuerpo, también a ella se junta esta otra, impregnada de sus vicios y de sus manchas, siendo que el alma, así sombría, no puede ver.
“Siamora, en ese mundo invisible, por encima del nuestro, donde con esfuerzo me elevo poco a poco, nubes refulgentes limitan mi visión; millares de almas, Espíritus celestiales, entran y salen de él. Como copos de nieve que suben, que bajan y se esparcen, corren llevados por el ímpetu caprichoso de los vientos. En su esencia espiritual, los ángeles descienden hasta nosotros, diciendo a unos palabras de paz, insinuando en el corazón de otros la creencia divina, inspirando a éste la búsqueda de la Ciencia, sugiriendo a aquél el instinto de lo bueno y de lo bello; porque ha sido tocado por el dedo de Dios, aquel que, en su arte, ha llevado allí el gusto por las nobles y grandes cosas. Todo hombre tiene su Egeria, su consejo, su inspiración; la soga de la salvación ha sido arrojada a todos; cabe a nosotros agarrarla. (…)
“Y ese hombre malo o, mejor dicho, esa alma-demonio, cuyos ojos han comenzado a abrirse al contacto con el aire puro, va llorando su crimen y pidiendo el sufrimiento para expiarlo. Si estuviere sola y privada de auxilio, ¿que hará?
“Un ángel de la caridad se aproxima y le dice: Hermano extraviado, entra conmigo en la vida: allá está el infierno, allá está el lugar de sufrimientos donde cada uno de nosotros se regenera; ven, yo he de sostenerte: tratemos de hacer allí un poco de bien, a fin de que, para ti, la balanza del bien y del mal acabe por inclinarse hacia el lado bueno.
“Es así, Siamora, que para todos los hombres llega el momento de morir. Los veo elevándose más o menos a los cielos, entrar en la vida, sufrir nuevamente, depurarse, morir de nuevo y subir sin cesar a los espacios celestiales; aún no alcanzan el cielo del Dios único, pero a través de largas peregrinaciones por otros mundos –mucho más maravillosos y más perfeccionados que éste– conseguirán llegar de tanto depurarse.”
[1] Un volumen in 18º. Precio: 2 francos; Vannier, librero-editor, calle Notre-Dame-des-Victoires, Nº 52. – 1860. [Nota de Allan Kardec.]
Dictados espontáneos
El genio de las flores
(Sesión del 23 de diciembre de 1859 – Médium: Sra. de Boyer)
Soy Hettani, uno de los Espíritus que presiden la formación de las flores y la diversidad de sus perfumes; soy yo o, mejor dicho, somos nosotros, porque somos varios millares de Espíritus que embellecemos los campos, los jardines; que damos al horticultor el gusto por las flores. A éste no podríamos enseñarle la mutilación que algunas veces realiza; pero le enseñamos a variar sus perfumes, a embellecer sus formas, que ya son tan graciosas. Entretanto, es principalmente para las flores que se abren naturalmente que se vuelve toda nuestra atención; a ellas proporcionamos más cuidados todavía: son nuestras preferidas; como todo lo que está solo tiene mayor necesidad de ayuda, he aquí por qué cuidamos mejor de las mismas.
También estamos encargados de esparcir los perfumes; somos nosotros los que llevamos al exiliado el recuerdo de su país, haciendo entrar en su prisión el perfume de flores que exhalaba en el jardín paternal. Para aquel que ama –que realmente ama– llevamos el perfume de las flores dedicadas a su novia; al que llora, un recuerdo de los que han partido, haciendo brotar en su tumba las rosas y las violetas que evocan sus virtudes.
¿Quién de vosotros no nos debe esas dulces emociones? ¿Quién no se ha estremecido al contacto de un perfume amado? Pienso que estáis admirados por escucharnos decir que hay Espíritus para todo eso y, no obstante, es la pura verdad. Nunca hemos estado encarnados y quizá jamás lo estaremos entre vosotros; sin embargo, existen los que ya han sido hombres, pero pocos entre los Espíritus de los elementos. En vuestra Tierra, nuestra misión es pequeña; nosotros progresamos como vosotros, pero es sobre todo en esos planetas superiores que somos felices; en Júpiter, nuestras flores emiten sonidos melodiosos y formamos las moradas aéreas, de las cuales solamente los nidos de los colibríes os pueden dar una pálida idea. Os haré por primera vez la descripción de algunas de esas flores, que no son sólo magníficas, sino sublimes y dignas de los Espíritus elevados a los cuales sirven de moradas.
Adiós. Que un perfume de caridad os anime; las virtudes también tienen su perfume.
Preguntas sobre el genio de las flores
(Sociedad, 30 de diciembre de 1859 – Médium: Sr. Roze)
2. Este Espíritu dice llamarse Hettani; ¿cómo se explica que él tenga un nombre si nunca ha encarnado? –Resp. Es una ficción. El Espíritu no preside de una manera particular la formación de las flores; el espíritu elemental, antes de pasar a la serie animal, dirige la acción fluídica para la creación de los vegetales; éste aún no ha encarnado y no actúa sino bajo la dirección de inteligencias más elevadas, que ya han vivido lo bastante como para adquirir la ciencia necesaria a su misión. Ha sido uno de éstos que se ha comunicado; os ha hecho una mezcla poética de la acción de dos clases de Espíritus que actúan en la creación vegetal.
3. Al no haber vivido todavía, incluso en la vida animal, ¿cómo se explica que este Espíritu sea tan poético? –Resp. Volved a leer.
Nota – Ved anteriormente la nota hecha a la cuestión Nº 24, página 90.
4. Así, el Espíritu que se ha comunicado ¿no es el que habita y anima la flor? –Resp. No, no; ya os lo he dicho muy claramente: él guía.
5. Ese Espíritu que nos habló, ¿estuvo encarnado? –Resp. Lo estuvo.
6. El espíritu que da vida a las plantas y a las flores, ¿tiene el pensamiento y la inteligencia de su yo? –Resp. Ningún pensamiento, ningún instinto.
(Sociedad, 30 de diciembre de 1859 – Médium: Sr. Roze)
1. (A san Luis.) El otro día tuvimos una comunicación espontánea de un Espíritu que dijo que presidía las flores y sus perfumes; ¿hay realmente Espíritus que pueden ser considerados como genios de las flores? –Resp. Esta expresión es poética y muy aplicada al asunto; pero, propiamente hablando, la misma sería defectuosa. No debéis dudar que el Espíritu preside, en toda la Creación, el trabajo que Dios le confía; es así que es preciso entender esta comunicación.
2. Este Espíritu dice llamarse Hettani; ¿cómo se explica que él tenga un nombre si nunca ha encarnado? –Resp. Es una ficción. El Espíritu no preside de una manera particular la formación de las flores; el espíritu elemental, antes de pasar a la serie animal, dirige la acción fluídica para la creación de los vegetales; éste aún no ha encarnado y no actúa sino bajo la dirección de inteligencias más elevadas, que ya han vivido lo bastante como para adquirir la ciencia necesaria a su misión. Ha sido uno de éstos que se ha comunicado; os ha hecho una mezcla poética de la acción de dos clases de Espíritus que actúan en la creación vegetal.
3. Al no haber vivido todavía, incluso en la vida animal, ¿cómo se explica que este Espíritu sea tan poético? –Resp. Volved a leer.
Nota – Ved anteriormente la nota hecha a la cuestión Nº 24, página 90.
4. Así, el Espíritu que se ha comunicado ¿no es el que habita y anima la flor? –Resp. No, no; ya os lo he dicho muy claramente: él guía.
5. Ese Espíritu que nos habló, ¿estuvo encarnado? –Resp. Lo estuvo.
6. El espíritu que da vida a las plantas y a las flores, ¿tiene el pensamiento y la inteligencia de su yo? –Resp. Ningún pensamiento, ningún instinto.
Felicidad
(Sociedad, 10 de febrero de 1860 – Médium: Srta. Eugénie)
Si Dios ha puesto en nuestros corazones esa necesidad tan grande de felicidad, es porque ella debe existir en alguna parte. Sí, tened confianza en Él, pero sabed que todo lo que Dios promete debe ser divino como Él, y que la felicidad que buscáis no puede ser material.
Venid a nosotros, todos vosotros que sufrís; venid a nosotros, todos los que tenéis necesidad de esperanza, porque cuando os falte todo en la Tierra, nosotros aquí tendremos más de lo que requieran vuestras necesidades. Madres desesperadas que os lamentáis junto a una tumba, venid aquí: el ángel que lloráis os hablará, os protegerá, os ha de inspirar la resignación para las penas que habéis soportado en la Tierra. Todos vosotros que tenéis la insaciable necesidad de la ciencia, dirigíos a nosotros, porque solamente nosotros podemos dar a vuestro Espíritu el alimento necesario. Venid, sabremos encontrar un alivio para cada herida y, por más abandonados que parezcáis, hay Espíritus que os aman y que están listos para probaros esto. Hablo en nombre de todos. Deseo que vengáis a pedirnos consejos, porque os seguro que tendréis esperanza en el corazón.
STAËL
Nota – Un instante después, el Espíritu escribió de nuevo, espontáneamente:
Más de una vez la sonrisa viene a los labios de ciertos oyentes y, si la misma escapa al médium, no escapa a los Espíritus; pero no temáis: los que más ríen ahora, son los que más creerán después, y nosotros os perdonamos, porque un día podréis arrepentiros de vuestra ironía. Señoras: estoy segura de que si aproximara de cada una de vosotras un ser amado que hubiese partido y que os evocase un recuerdo, cambiaríais vuestra sonrisa de incredulidad por un suspiro, y estaríais felices o ansiosas. Quedaos tranquilas que vuestro día llegará y seréis tocadas en el corazón, porque es vuestra cuerda más sensible: yo la conozco.
STAËL
(Sociedad, 10 de febrero de 1860 – Médium: Srta. Eugénie)
¿Cuál es el objetivo de cada individuo en la Tierra? Él quiere la felicidad a cualquier precio que sea. ¿Qué es lo que hace que todos sigamos un camino diferente? Es que cada uno de nosotros espera encontrarla en un lugar o en una cosa que le agrade particularmente: unos buscan la gloria, otros las riquezas, otros los honores; el mayor número corre atrás de la fortuna, porque en nuestros días es el medio más poderoso para llegar a todo; ella sirve de pedestal para todo. Pero ¿cuántos ven realizada esa necesidad de felicidad? Muy pocos; preguntad a cada uno de los que llegan si han alcanzado el objetivo al que se habían propuesto: ¿ellos son felices? Todos responden: todavía no; porque todos los deseos aumentan en razón de aquellos que son satisfechos. Si hoy existen tantas personas que se interesan por el Espiritismo, es porque después de haber visto que todo es una quimera, y a pesar de querer alcanzarla, intentan el Espiritismo, como han intentado la riqueza y la gloria.
Si Dios ha puesto en nuestros corazones esa necesidad tan grande de felicidad, es porque ella debe existir en alguna parte. Sí, tened confianza en Él, pero sabed que todo lo que Dios promete debe ser divino como Él, y que la felicidad que buscáis no puede ser material.
Venid a nosotros, todos vosotros que sufrís; venid a nosotros, todos los que tenéis necesidad de esperanza, porque cuando os falte todo en la Tierra, nosotros aquí tendremos más de lo que requieran vuestras necesidades. Madres desesperadas que os lamentáis junto a una tumba, venid aquí: el ángel que lloráis os hablará, os protegerá, os ha de inspirar la resignación para las penas que habéis soportado en la Tierra. Todos vosotros que tenéis la insaciable necesidad de la ciencia, dirigíos a nosotros, porque solamente nosotros podemos dar a vuestro Espíritu el alimento necesario. Venid, sabremos encontrar un alivio para cada herida y, por más abandonados que parezcáis, hay Espíritus que os aman y que están listos para probaros esto. Hablo en nombre de todos. Deseo que vengáis a pedirnos consejos, porque os seguro que tendréis esperanza en el corazón.
Nota – Un instante después, el Espíritu escribió de nuevo, espontáneamente:
Más de una vez la sonrisa viene a los labios de ciertos oyentes y, si la misma escapa al médium, no escapa a los Espíritus; pero no temáis: los que más ríen ahora, son los que más creerán después, y nosotros os perdonamos, porque un día podréis arrepentiros de vuestra ironía. Señoras: estoy segura de que si aproximara de cada una de vosotras un ser amado que hubiese partido y que os evocase un recuerdo, cambiaríais vuestra sonrisa de incredulidad por un suspiro, y estaríais felices o ansiosas. Quedaos tranquilas que vuestro día llegará y seréis tocadas en el corazón, porque es vuestra cuerda más sensible: yo la conozco.
En Venta: El Libro de los Espíritus Segunda edición
ENTERAMENTE REFUNDIDA Y CONSIDERABLEMENTE AUMENTADA
Aviso sobre esta nueva edición
ENTERAMENTE REFUNDIDA Y CONSIDERABLEMENTE AUMENTADA
Aviso sobre esta nueva edición
En la primera edición de esta obra habíamos anunciado una parte suplementaria. Debía componerse de todas las cuestiones que allí no han podido entrar, o que circunstancias ulteriores y nuevos estudios deberían originar; pero como todas se refieren a alguna de las partes ya tratadas, y de las cuales son su desarrollo, su publicación aislada no presentaría ninguna continuación. Hemos preferido esperar la reimpresión del libro para refundir todo el conjunto, y hemos aprovechado para dar a la distribución de las materias un orden más metódico, al mismo tiempo que hemos suprimido todo lo que estuviese repetido. Por lo tanto, esta reimpresión puede ser considerada como una obra nueva, aunque los principios no hayan tenido ningún cambio, salvo poquísimas excepciones, que son más bien complementos y esclarecimientos que verdaderas modificaciones. Esta conformidad con los principios emitidos, a pesar de la diversidad de las fuentes donde los hemos extraído, es un hecho importante para el establecimiento de la ciencia espírita. Nuestra propia correspondencia prueba que comunicaciones del todo idénticas –si no es en la forma, por lo menos lo es en el fondo– han sido obtenidas en diferentes localidades, y esto mucho antes de la publicación de nuestro libro, que vino a confirmarlas y a darles un cuerpo regular. Por su lado la Historia atestigua que la mayoría de esos principios han sido profesados por los más eminentes hombres de los tiempos antiguos y modernos, trayendo así su sanción.
A los lectores de la Revista - Cartas no firmadas
Algunas veces recibimos cartas que llevan como única identificación: Uno de vuestros suscriptores, Uno de vuestros lectores, Uno de vuestros adeptos, etc., sin otra designación. En su mayoría, estas cartas contienen relatos de hechos, comunicaciones espíritas, preguntas a las cuales nos piden que respondamos o incluso solicitaciones para evocar a ciertas personas. Creemos un deber prevenir a nuestros lectores, suscriptores o no, que toda carta no firmada será considerada nula por nosotros, a la cual no le daremos ninguna atención. En nuestros relatos usamos de una gran reserva en cuanto a la publicación de nombres propios, porque comprendemos la necesidad de ciertas posiciones, y es por eso que sólo citamos los nombres de aquellos que nos autorizan a hacerlo; pero lo mismo no sucede con respecto a las comunicaciones que nos hacen: todo lo que no es firmado es desechado, inclusive sin ser leído, porque nuestros trabajos se han multiplicado de tal modo que no nos permiten ocuparnos con aquello que no tenga un carácter serio.
ALLAN KARDEC
Algunas veces recibimos cartas que llevan como única identificación: Uno de vuestros suscriptores, Uno de vuestros lectores, Uno de vuestros adeptos, etc., sin otra designación. En su mayoría, estas cartas contienen relatos de hechos, comunicaciones espíritas, preguntas a las cuales nos piden que respondamos o incluso solicitaciones para evocar a ciertas personas. Creemos un deber prevenir a nuestros lectores, suscriptores o no, que toda carta no firmada será considerada nula por nosotros, a la cual no le daremos ninguna atención. En nuestros relatos usamos de una gran reserva en cuanto a la publicación de nombres propios, porque comprendemos la necesidad de ciertas posiciones, y es por eso que sólo citamos los nombres de aquellos que nos autorizan a hacerlo; pero lo mismo no sucede con respecto a las comunicaciones que nos hacen: todo lo que no es firmado es desechado, inclusive sin ser leído, porque nuestros trabajos se han multiplicado de tal modo que no nos permiten ocuparnos con aquello que no tenga un carácter serio.