Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1860

Allan Kardec

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Noviembre

Boletín de la sociedad parisiense de estudios espíritas

Viernes 5 de octubre de 1860 (Sesión particular) Reunión de la Comisión.

Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 24 de agosto.

De acuerdo con el parecer de la Comisión, que ha tomado conocimiento a través de un pedido por carta, y después de informe verbal, la Sociedad admite como socio libre al Sr. B..., negociante de París.

Comunicaciones diversas – 1ª) El Sr. Allan Kardec relata el resultado del viaje que acaba de hacer en el interés del Espiritismo, y se congratula por la cordialidad de la recepción que tuvo en todas partes, especialmente en Sens, Mâcon, Lyon y Saint-Étienne. Por todas las ciudades donde estuvo, constató el progreso considerable de la Doctrina; pero lo que sobre todo es digno de nota, es que en ninguna parte vio que hacían de Ella un entretenimiento; por todas partes se ocupan de la misma de una manera seria y comprenden su alcance y sus consecuencias futuras. Sin duda, hay aún muchos opositores, de los cuales los más encarnizados son los oponentes interesados, pero los burlones disminuyen sensiblemente; al ver que sus sarcasmos no atraen a su lado a los escarnecedores, y que éstos favorecen en vez de detener el progreso de las creencias nuevas, comienzan a entender que no ganan nada con ello y que gastan sus energías inútilmente, y es por eso que se callan. En todas partes, una frase muy característica está a la orden del día: El Espiritismo está en el aire. Por sí sola, la misma describe bien el estado de las cosas. Pero es sobre todo en Lyon que los resultados son más notables. Allí los espíritas son numerosos en todas las clases, y en la clase obrera se cuentan por centenas. La Doctrina Espírita ha ejercido entre los obreros la más sana influencia desde el punto de vista del orden, de la moral y de las ideas religiosas. En resumen, la propagación del Espiritismo marcha con la más alentadora rapidez.

El Sr. Allan Kardec da lectura al discurso pronunciado por el Sr. Guillaume en el banquete que los espíritas lioneses le ofrecieron, como también lee la respuesta que él dio.

Al reconocer los testimonios de simpatía que sus compañeros de Lyon le dieron en esta circunstancia, la Sociedad presenta una moción de agradecimiento, cuya propuesta ha sido sometida a la Comisión y aprobada por la misma. Esta moción será transmitida por intermedio del presidente.

El Sr. Kardec vio en Saint-Étienne al Sr. R..., del cual escuchó personalmente la exposición del sistema que le ha sido dictado por medio de lo que éste llama escritura inconsciente. Ese sistema será ulteriormente objeto de un examen especial.

Además de esto, el Sr. Allan Kardec narra un caso muy curioso de obsesión física de una persona de Lyon; relata un hecho de mediumnidad visual del cual fue testigo, y describe un fenómeno de transfiguración ocurrido en los alrededores de Saint-Étienne, con una jovencita que en ciertos momentos tomaba la apariencia completa de su hermano, desencarnado algunos años antes.

2ª) Relato de un hecho notable de identidad espírita, sucedido en un buque de la Marina Imperial, durante su travesía por los mares de la China. El hecho es narrado por un cirujano de la flota, presente a la sesión. Todos en el buque, desde los marineros hasta el Estado Mayor, se ocupaban de evocaciones; entretanto, al no conocer los medios de obtener comunicaciones escritas, usaban la tiptología alfabética. Alguien tuvo la idea de evocar a un teniente de navío, fallecido hace dos años; entre otras particularidades, él dijo lo siguiente: «Os ruego encarecidamente que paguéis al capitán la suma de ... (indicaba el importe) que yo le debo, y que lamento no haber podido abonársela antes de mi muerte». Nadie conocía esta circunstancia; el propio capitán la había olvidado, pero al verificar sus cuentas, encontró el registro de la deuda del teniente, cuyo monto era exactamente igual al que el Espíritu había indicado.

3ª) El Sr. de Grand-Boulogne da lectura a una encantadora poesía, dedicada por él a su Espíritu familiar.

Estudios 1º) Cuestiones dirigidas a san Luis sobre su aparición a un médium vidente de Lyon, en presencia del Sr. Allan Kardec. Él responde: «Sí, era realmente yo; es un deber de mi misión no abandonar al director de la Sociedad que está bajo mi protección.»

Son hechas otras preguntas sobre la impresión física producida en ciertos médiums escribientes por los Espíritus buenos o malos.

2º) Evocación del Sr. Ch. de P., que encontraron ahogado, y cuya muerte fue atribuida a un suicidio. Él desmiente esta opinión y cuenta las causas accidentales que ocasionaron su muerte.

3º) Dictado espontáneo firmado por Lamennais, obtenido por el Sr. D...

Viernes 12 de octubre de 1860 (Sesión general) Reunión de la Comisión.

Presidencia del Sr. Jobard, de Bruselas, presidente honorario.

Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 5 de octubre.

Comunicaciones diversas – 1ª) Lectura de varias comunicaciones recibidas por la Sra. Schm...: Los huérfanos, firmada por Jules Morin. Otras, firmadas por Alfred de Musset, por la reina de Oudh y por Nicolás.

2ª) Lectura de un dictado espontáneo firmado por san Luis, obtenido por el Sr. Darcol, sobre diversos consejos a los espíritas.

3ª) Carta dirigida al Sr. Allan Kardec por el Sr. J..., de Terre-Noire, sobre la penosa impresión que le produjo la exposición del sistema del Sr. R...

Estudios 1º) Evocación de Saúl, rey de los judíos. Declara que de ninguna manera es él que se comunica a la Srta. B...

El Espíritu que se comunica con ese nombre había enseñado en el círculo de esta señorita un sistema particular, cuyos dos puntos principales son los siguientes: 1º) Los Espíritus son tanto más esclarecidos como más antigua haya sido su última existencia terrena, de donde se deduce que san Luis, por ejemplo, debe ser menos adelantado que él, porque murió hace menos tiempo. 2º) Que los Espíritus solamente se reencarnan en la Tierra, y que el número de esas reencarnaciones es de tres, ni más ni menos, lo que es suficiente para llevarlos del grado más bajo al grado más alto.

Al haber combatido el Sr. Allan Kardec esta teoría irracional y al haber sido desmentida por los hechos, el Espíritu se empeñó en hacerlo cambiar de opinión. Al ser evocado, no pudo defender su sistema, pero no se dio por vencido, pidiendo ser escuchado en una sesión íntima y a través de su médium habitual.

Nota Al haber tenido lugar esta sesión algunos días después, el Espíritu persistió en decir que era Saúl, rey de los judíos; pero acuciado con las preguntas, dio pruebas de la más absoluta ignorancia, al decir –por ejemplo– que la encarnación sólo ocurre en la Tierra, porque la Tierra es el único globo sólido. Según él, no siendo todos los otros planetas sino globos fluídicos, no podrían servir de moradas a seres corporales. Cuando se le objetó el fenómeno de los eclipses solares, alegó que nunca el Sol fue eclipsado por Mercurio y por Venus, y que además los astrónomos no siempre habían estado de acuerdo entre sí.

Este hecho demuestra una vez más que los Espíritus están lejos de tener la ciencia infusa, y prueba cuán necesario es ponerse en guardia contra los sistemas que algunos, por amor propio, buscan imponer a través de algunas bellas máximas morales. Éste, a pesar de su jactancia, mostró su verdadera intención con la ridícula teoría de los cuerpos planetarios y probó que, cuando encarnado, debía ser menos instruido que el alumno más atrasado, lo que no es una garantía a favor de su adelanto. Cuando esos Espíritus encuentran a oyentes que acogen sus palabras con una confianza demasiado ciega, ellos se aprovechan de esto; no obstante, los mismos serán menos encontrados a medida que se compenetren de esta verdad: es necesario someter todas las comunicaciones al severo control de la lógica y de la razón. Cuando esos Espíritus pseudosabios perciban que nadie se deja engañar por los nombres respetables que ostentan, y que no pueden imponer sus utopías, entenderán que pierden el tiempo y se callarán.

2º) Evocación del Espíritu que se comunica al Sr. R... y que también le dictó un sistema completo. Este estudio será retomado ulteriormente.

3º) Dictado espontáneo recibido por el Sr. D... sobre la ciencia infusa, y firmado por san Luis. Esta comunicación parece haber sido suscitada por los temas mencionados durante la sesión.

4º) Dibujo obtenido por la Srta. J... y firmado por Ary Scheffer.

5º) Evocación de Nicolás, por intermedio de la Srta. J... Como de costumbre, él se manifiesta con violencia. “Pedirme que tenga calma –dice él– es pedirme que no sea yo. Como veis, aún quemo; es que el ardor de la batalla subió hasta mí”.

Al ser interrogado sobre la razón por la cual se ha mostrado tan calmo con la Sra. Sch..., él responde: Yo había tomado un intérprete para no quebrar a esta frágil criatura; he podido tener pensamientos lindos y buenos, pero yo mismo no he podido escribirlos.

Otro Espíritu se comunica espontáneamente a través de la Srta. J...; por su extrema suavidad y por su escritura calma, correcta y casi efectuada con letra de molde, que contrasta de manera tan notable con la escritura nerviosa, irregular e impaciente de N..., la médium cree reconocer a Juan Evangelista, que varias veces se ha manifestado de ese modo. Él habla de la eficacia de la oración y recuerda las profecías del Apocalipsis, que hoy encuentran su aplicación.

Viernes 19 de octubre de 1860 (Sesión particular) Reunión de la Comisión.

Lectura del acta y de los trabajos de la última sesión.

De acuerdo con el parecer de la Comisión, y después de informe verbal, son admitidos como socios libres el Sr. G..., comerciante de París, y el Sr. D..., funcionario de Correos.

Comunicaciones diversas – 1ª) Lectura de una comunicación obtenida por la Sra. Sch..., dictada por su hermano. Esta comunicación es notable por la elevación de los pensamientos, y prueba el afecto que los Espíritus conservan por aquellos que han amado en la Tierra.

2ª) La Sra. Desl... da lectura a la evocación de una antigua criada de su familia, empleada ya fallecida. Esta evocación, donde el Espíritu prueba su afecto y sus buenos sentimientos, ofrece una notable particularidad en la forma del lenguaje, que en todos los puntos es semejante al lenguaje de las personas del campo, habiendo el Espíritu conservado hasta incluso las expresiones que le eran familiares.

3ª) Hecho de identidad relacionado con el Espíritu Charles de P., evocado en la sesión del 5 de octubre. La persona con quien él ya se había comunicado en Burdeos, y que lo había evocado nuevamente en los primeros días de este mes, supo por ese Espíritu que en la Sociedad lo habían evocado, donde él confirmó lo que había dicho sobre la causa accidental de su muerte. Poco después esa persona recibió una carta del Sr. Allan Kardec, transmitiéndole detalles de la evocación realizada en la Sociedad.

4ª) Relato de diversos hechos de apariciones vaporosas y tangibles, y de aportes de objetos materiales, ocurridos con el Sr. de St.-G..., presente a la sesión, así como con uno de sus parientes. Esos hechos serán objeto de un examen ulterior.

Estudios 1º) Evocación del Espíritu que se ha manifestado visiblemente al Sr. de St.-G... Él da algunas explicaciones, pero declara que prefiere comunicarse a través de su médium habitual.

2º) Evocación de un Espíritu que toma el nombre Balthazar, y que se ha revelado espontáneamente a la Srta. H..., el cual muestra sus inclinaciones gastronómicas. Esta evocación ofrece un gran interés desde el punto de vista del estudio de los Espíritus no desmaterializados y que conservan los instintos de la vida terrena.

3º) Son obtenidos tres dictados espontáneos: el primero por el Sr. Didier Hijo, sobre El Cristianismo, firmado por Lamennais; el segundo por la Sra. de Costel, acerca de los Espíritus que están bajo el predominio de la materia, firmado por Delphine de Girardin, y el tercero por la Srta. Huet, la parábola sobre el beso de la paz, firmada por Channing.


Bibliografía

Carta de un católico sobre el Espiritismo

Por el Dr. GRAND, ex vicecónsul de Francia [1]

El autor de este opúsculo se ha propuesto probar que se puede ser a la vez un buen católico y un fervoroso espírita. Al respecto, él predica con la palabra y con el ejemplo, porque sinceramente practica los dos. Establece por hechos y por argumentos de una rigurosa lógica la concordancia del Espiritismo con la religión, y demuestra que todos los dogmas fundamentales encuentran en la Doctrina Espírita una explicación de tal naturaleza que satisfacen a la razón más exigente, y que en vano la Teología se esfuerza en dar; de esto se deduce que si esos mismos dogmas fuesen enseñados de esta manera, encontrarían mucho menos incrédulos y que, por lo tanto, debiendo la religión ganar con esa alianza, vendrá el día en que, por la fuerza de las cosas, el Espiritismo estará en la religión, o la religión en el Espiritismo.

Nos parece difícil que –después de la lectura de este opúsculo– aquellos que los escrúpulos religiosos aún alejan del Espiritismo, no sean llevados a tener una opinión más sana de la cuestión. Además, hay un hecho evidente: que las ideas espíritas marchan con tal rapidez que se puede, sin ser adivino ni hechicero, prever el tiempo en que serán tan generales que, de buen o mal grado, será preciso contar con ellas; dichas ideas han de adquirir derecho de ciudadanía sin tener necesidad del permiso de nadie, y en breve se reconocerá –si ya no se hizo– la absoluta imposibilidad de detener su curso. Las propias diatribas le dan un impulso extraordinario y no se podría creer el número de adeptos que sin querer ha hecho el Sr. Louis Figuier con su Histoire du Merveilleux, donde él pretende explicar todo por la alucinación, mientras que en definitiva no explica nada, porque al ser su punto de partida la negación de toda fuerza fuera de la Humanidad, su teoría material no puede resolver todos los casos. Los sarcasmos del Sr. Oscar Comettant no son razones: él hace reír, pero no a expensas de los espíritas. El imprudente y grosero artículo de la Gazette de Lyon solamente lo perjudicó a sí mismo, porque todo el mundo lo ha juzgado como merecía serlo. Después de la lectura del opúsculo del Dr. Grand, ¿qué dirán los que aún se atreven a insinuar que los espíritas son impíos, y que su Doctrina amenaza a la religión? Ellos no perciben que al decir esto hacen creer que la religión es vulnerable; en efecto, ésta sería bien vulnerable si una utopía –ya que, según ellos, aquélla es una utopía– pudiese comprometerla. No vacilamos en decirlo: todos los hombres sinceramente religiosos, y entendemos por esto a los que lo son más por el corazón que por los labios, reconocerán en el Espiritismo una manifestación divina, cuyo objetivo es reavivar la fe que se extingue.

Recomendamos encarecidamente este opúsculo a todos nuestros lectores, y creemos que al divulgarlo harán una cosa útil.


[1] Opúsculo grande in 18º; precio: 1 franco, y por correo: 1 fr. 25 cents.; se lo encuentra con el librero-editor Ledoyen, en el Palais-Royal, Galería de Orleáns Nº 31, y en la oficina de redacción de la Revista Espírita. [Nota de Allan Kardec.]



Homero

Hace bastante tiempo estamos en contacto con dos médiums de Sens, tan distinguidos por sus facultades como dignos de recomendación por su modestia, devoción y pureza de intenciones. Evitaríamos decir esto si no supiésemos que son inaccesibles al orgullo, ese escollo de tantos médiums, contra el cual se han quebrado tantas facultades prometedoras. Es una cualidad bastante rara, la cual merece ser señalada. Hemos podido asegurarnos personalmente sobre las simpatías que ellos gozan entre los Espíritus buenos; pero lejos de prevalecerse de eso, lejos de creerse los únicos intérpretes de la verdad y sin dejarse deslumbrar por nombres imponentes, aceptan con toda humildad y con prudente reserva las comunicaciones que reciben, sometiéndolas siempre al control de la razón. Es el único medio de disuadir a los Espíritus embusteros, siempre al acecho de las personas dispuestas a aceptar bajo palabra todo lo que venga del mundo de los Espíritus, desde que suscriban un nombre respetable. Además, ellos nunca han obtenido comunicaciones frívolas, triviales, groseras o ridículas, y jamás Espíritu alguno intentó inculcarles ideas excéntricas o imponerse como regulador absoluto. Lo que aún más prueba todo esto a favor de los Espíritus que los asisten son los sentimientos de real benevolencia y de verdadera caridad cristiana que estos Espíritus inspiran a sus protegidos. Tal es la impresión que nos ha quedado de lo que hemos visto y que estamos felices en proclamar.

En el interés de la conservación y del perfeccionamiento de su facultad, hacemos votos para que ellos jamás caigan en el error de ciertos médiums de creerse infalibles. No hay ninguno que pueda jactarse de nunca haber sido engañado; las mejores intenciones no siempre son la garantía de ello, y a menudo son una prueba para ejercitar el discernimiento y la perspicacia; pero con relación a aquellos que tienen la infelicidad de creerse infalibles, los Espíritus embusteros son muy sagaces para no dejar de sacar provecho de esto; ellos hacen lo que hacen los hombres: explotan todas las debilidades.

En el número de las comunicaciones que esos señores nos han dirigido, la siguiente, firmada por Homero, aunque no presente nada de muy saliente bajo el aspecto de las ideas, nos pareció que merece una atención particular, en razón de un hecho notable que hasta cierto punto puede ser considerado como una prueba de identidad. Esta comunicación ha sido obtenida espontáneamente y sin que el médium pensase en lo más mínimo en el poeta griego. La misma ha dado lugar a diversas preguntas que nosotros también creemos un deber reproducir.

Entonces, un día el médium escribió lo siguiente, sin saber quién se lo dictaba:

«¡Dios mío! ¡Cuán profundos son vuestros designios y cuán impenetrables vuestras miras! Los hombres han buscado en todos los tiempos la solución de una multitud de problemas que aún no han sido resueltos. Yo también he buscado durante toda mi vida y no he podido resolver el que parece ser el menor de todos: el mal, aguijón del cual os servís para impeler al hombre a hacer el bien por amor. Aún muy joven conocí los malos tratos que los humanos hacen sufrir los unos a los otros, sin segundas intenciones, como si el mal fuese para ellos un elemento natural; entretanto, no es así, ya que todos tienden hacia el mismo objetivo que es el bien. ¡Se hieren mutuamente, y al despertar reconocen que han maltratado a un hermano! Pero no nos cabe cambiar vuestros decretos; nosotros no tenemos sino el mérito o el demérito de haber más o menos resistido a la tentación y, como sanción de todo esto, el castigo o la recompensa.

«He pasado mis primeros años entre los juncos del Melés; he sido bañado y arrullado muchas veces por sus olas. Es por eso que en mi juventud me llamaban Melesígenes

1. Al ser este nombre desconocido para nosotros, solicitamos al Espíritu que consintiera darse a conocer de una manera más precisa. –Resp. Mi juventud fue arrullada en las olas; la poesía me ha dado cabellos blancos; es a mí que vosotros llamáis Homero.

Nota – Fue una gran sorpresa para nosotros, porque no teníamos ninguna idea de ese sobrenombre de Homero; después lo encontramos en el diccionario mitológico. Continuemos con las preguntas.

2. ¿Podríais decirnos a qué debemos la felicidad de vuestra visita espontánea? No pensábamos de manera alguna en vos en este momento, por lo que os pedimos perdón. –Resp. Es porque vendré a vuestras reuniones, ya que uno siempre va a los hermanos que tienen el propósito de hacer el bien.

3. Rogamos vuestro permiso para que nos habléis de los últimos momentos de vuestra vida terrena. –Resp. ¡Oh, amigos míos! ¡Dios permita que no tengáis una muerte tan desdichada como la mía! Mi cuerpo murió en la última de las miserias humanas; en tal estado, el alma pasa por una turbación; el despertar es más difícil, pero también es mucho más bello. ¡Oh, cómo Dios es grande! ¡Que Él os bendiga! Lo ruego desde el fondo de mi corazón.

4. Los poemas la Ilíada y la Odisea que nosotros tenemos, ¿son exactamente los mismos que vos habéis compuesto? –Resp. No, ellos han sido trabajados.

5. Varias ciudades se disputan el honor de ser vuestra cuna; ¿podríais esclarecernos con respecto a esto? –Resp. Buscad la ciudad de Grecia que tenía la casa del cortesano Cleanax; fue él quien expulsó a mi madre del lugar de mi nacimiento, porque ella no quiso ser su amante, y sabréis en qué ciudad he nacido. Sí, ellos se disputan ese supuesto honor, pero no disputaron el haberme dado hospitalidad. ¡Oh! He aquí los pobres humanos: ¡siempre con futilidades, pero nunca con buenos pensamientos!

Observaciones – El hecho más saliente de esta comunicación es el de la revelación del sobrenombre de Homero, y es tanto más notable porque ambos médiums –que reconocen y deploran la insuficiencia de su propia educación, lo que los obliga a vivir del trabajo manual–, no podían tener la más mínima idea al respecto; y aún menos se puede atribuirlo a ningún reflejo del pensamiento, puesto que en ese momento ellos estaban solos.

Con referencia a esto haremos otra observación: está probado para todo espírita, por menos experimentado que él sea, que si alguien supiera el sobrenombre de Homero, y en una evocación le pidiese para revelarlo como prueba de identidad, no lo habría obtenido. Si las comunicaciones solamente fuesen un reflejo del pensamiento, ¿cómo es que el propio Espíritu dice aquello que ignoramos? ¿Cómo no diría el Espíritu aquello que sabemos? Es que él también tiene su dignidad y su susceptibilidad, y quiere probar que no está a los órdenes del primer curioso que llega. Supongamos que aquel que más reclama contra lo que él llama capricho o mala voluntad del Espíritu, se presente en una casa declarando su nombre; ¿qué haría si cuando es recibido le pidiesen a quemarropa que probara que es él mismo? Les daría la espalda; es lo que hacen los Espíritus. Esto no quiere decir que se deba creer bajo palabra; pero cuando se quieren pruebas de identidad, es necesario saber tratarlos con consideración, del mismo modo que lo hacemos con los hombres. Las pruebas de identidad dadas espontáneamente por los Espíritus son siempre las mejores.

Si nos hemos extendido bastante a propósito de un tema que no parecía englobar tantas consideraciones, es porque nos parece útil no perder la ocasión para llamar la atención sobre la parte práctica de una ciencia que está rodeada de más dificultades de lo que generalmente se piensa, y que mucha gente cree poseer porque hace girar una mesa o porque mueve un lápiz. Además, nosotros nos dirigimos a los que aún creen que tienen necesidad de algunos consejos, y no a los que, después de sólo algunos meses de estudio, piensan que no los necesitan más. Si los consejos que creemos un deber dar se pierden para algunos, sabemos que no lo serán para todos, y que muchas personas los reciben con placer.


Conversaciones familiares del Más Allá

Balthazar o el Espíritu gastrónomo

(Sociedad, 19 de octubre de 1860)

En una reunión espírita particular se presentó espontáneamente un Espíritu, con el nombre de Balthazar; dictó la siguiente frase por medio de golpes:

«Adoro los banquetes y las mujeres; ¡viva el melón y la langosta, el café y el licor!»

Nos pareció que semejantes inclinaciones en un habitante del mundo invisible podrían dar lugar a un estudio serio, del cual podríamos sacar una enseñanza instructiva sobre las facultades y las sensaciones de ciertos Espíritus. En nuestra opinión, era un interesante tema de observación que se había presentado por sí mismo o, mejor aún, que tal vez hubiese sido enviado por los Espíritus elevados, deseosos de proporcionarnos los medios para nuestra instrucción; por lo tanto, seríamos culpables si no lo aprovechásemos. Es evidente que aquella frase burlesca revela, por parte de ese Espíritu, una naturaleza totalmente especial, cuyo estudio puede proyectar una nueva luz sobre lo que podemos llamar la fisiología del mundo espírita.

He aquí por qué la Sociedad ha creído un deber evocarlo, no por un motivo fútil, sino en la esperanza de encontrar allí un nuevo tema de instrucción.

Ciertas personas creen que solamente se puede aprender con el Espíritu de los grandes hombres: es un error. Sin duda, sólo los Espíritus de élite pueden darnos lecciones de elevada filosofía teórica; pero lo que no es menos importante es el conocimiento del estado real del mundo invisible. Por el estudio de ciertos Espíritus conocemos, de algún modo, la naturaleza del hecho; es viendo las llagas que podemos encontrar el medio de curarlas. ¿Cómo nos daríamos cuenta de las penas y de los sufrimientos de la vida futura si no hubiésemos visto a Espíritus infelices? A través de ellos comprendemos que se puede sufrir mucho sin estar en el fuego y en las torturas materiales del infierno, y esta convicción, dada por el estudio de las categorías inferiores de la vida espiritual, no es una de las causas que han contribuido menos para atraer adeptos a la Doctrina.

1. Evocación. –Resp. Amigos míos, estoy aquí ante una mesa grande, ¡pero infelizmente vacía!

2. Esta mesa está vacía, es cierto; pero queréis decirnos ¿de qué os serviría si estuviera llena de alimentos? ¿Qué haríais con éstos? –Resp. Yo sentiría el aroma de los mismos, como antiguamente saboreaba su gusto.

Nota Esta respuesta es toda una enseñanza. Sabemos que los Espíritus tienen nuestras sensaciones y que ellos perciben los olores tan bien como los sonidos. Al no poder comer, un Espíritu material y sensual se nutre con la emanación de los alimentos; los saborea por el olfato, como lo hacía cuando encarnado por el sentido del gusto. Por lo tanto, hay verdaderamente algo de material en su placer; pero como en definitiva hay más deseo que realidad, este mismo placer –al estimular los deseos– se vuelve un suplicio para los Espíritus inferiores, que aún conservan las pasiones humanas.

3. Hablad más seriamente, os lo ruego; de ningún modo nuestro objetivo es el de hacer bromas, sino el de instruirnos. Por lo tanto, tened a bien responder seriamente a nuestras preguntas y, en caso de necesidad, haceos asistir por un Espíritu más esclarecido.

Sabemos que tenéis un cuerpo fluídico; pero decidnos si en ese cuerpo hay un estómago. –Resp. Estómago también fluídico, donde sólo los aromas pueden pasar.

4. Cuando veis alimentos apetitosos, ¿experimentáis el deseo de comerlos? –Resp. ¡Oh, comer! No puedo más hacerlo; para mí esas comidas son lo que representan las flores para vosotros: respiráis su perfume, pero no las coméis; eso os satisface. ¡Pues bien! Yo también quedo saciado.

5. ¿Sentís placer al ver que los otros comen? –Resp. Mucho, cuando estoy cerca.

6. ¿Sentís la necesidad de comer y de beber? Observad que hemos dicho necesidad; anteriormente dijimos deseo, lo que no es la misma cosa. –Resp. Necesidad, no; pero deseo, sí, siempre.

7. ¿Ese deseo es plenamente satisfecho por el olor que aspiráis? ¿Es para vos la misma cosa como si realmente comieseis? –Resp. Es como si preguntarais si la visión de un objeto que deseáis ardientemente, reemplaza la posesión de ese objeto.

8. Según esto, parecería que el deseo que sentís debe ser un verdadero suplicio, pues no hay un placer real. –Resp. Es un suplicio mayor de lo que creéis; pero yo trato de aturdirme, haciéndome la ilusión.

9. Vuestro estado nos parece bastante material; decidnos si dormís algunas veces. –Resp. No; adoro pasear ociosamente por todas partes.

10. ¿El tiempo os parece largo? ¿Os aburrís a veces? –Resp. No; recorro los mercados y las ferias; voy a ver la llegada de los pescadores, con lo que me ocupo bastante.

11. ¿Qué hacíais cuando estabais encarnado?

Nota – Alguien dice: sin duda era un cocinero. –Resp. Un gastrónomo, no un glotón; abogado, hijo de gastrónomo y nieto de gastrónomo; mis padres eran recaudadores de impuestos.

El Espíritu, al responder enseguida a la reflexión precedente, agrega: Bien ves que yo no era cocinero; nunca te hubiera invitado a mis almuerzos, pues no sabes comer ni beber.

12. ¿Hace mucho tiempo que habéis muerto? –Resp. Hace más o menos unos treinta años, a los ochenta años de edad.

13. ¿Veis a otros Espíritus más felices que vos? –Resp. Sí, veo algunos cuya felicidad consiste en alabar a Dios; aún no conozco esto: mis pensamientos están aferrados a la Tierra.

14. ¿Os dais cuenta de las causas que los vuelven más felices que vos? –Resp. Aún no las comprendo, como aquel que desconoce lo que es un buen plato y por eso no lo sabe apreciar; tal vez un día yo entienda. Adiós; voy a buscar una buena cena, bien delicada y muy suculenta.

BALTHAZAR

Nota Este Espíritu pertenece a un género característico: hace parte de esa clase numerosa de seres invisibles que de modo alguno se elevaron por encima de la condición de la humanidad; solamente tienen de menos el cuerpo material, pero sus ideas son exactamente las mismas. Este no es un Espíritu malo; tiene en su contra la sensualidad, que para él es a la vez un suplicio y un placer. Como Espíritu, pues, no es muy infeliz; es feliz a su manera; ¡pero Dios sabe lo que le espera en una nueva existencia! Un triste regreso podrá hacerlo reflexionar bastante y desarrollar en él el sentido moral, aún sofocado por la preponderancia de los sentidos.


Un espírita a su Espíritu familiar

Estrofas

¡Tú que das a mi tristeza
Una mirada de tierna piedad!
¡Tú que das a mi flaqueza
El apoyo de tu santa amistad!
Espíritu, genio o pura flama,
Detén tu vuelo hacia el cielo;
Ven a esclarecer mi alma,
¡Oh! misterioso consejero.
Enviado de la Providencia,
Sabio intérprete de su ley,
¡Oh! habla; escucho con paciencia:
Querido maestro, enséñame.
Hace poco la duda con su sombra,
La duda mi corazón invadía,
Pero tu soplo disipó la penumbra,
Me brindó un destello de alegría.

Así Dios, Maestro adorable,
Tanto más Padre que Creador,
Nos pone con ternura inefable,
Un ángel cerca del corazón.
Cada uno, ¡oh! encantador milagro,
Posee un guardián celestial
Cada uno tiene su oráculo
Su protector inmaterial.
¡Espíritu que me consuela!
Hermano bendito, piadoso consejero,
¡Contigo mi alma vuela,
Y se eleva hacia el cielo!
Sí, yo te amo, ángel tutelar;
Con alegría tomo tus manos;
Te sigo, dulce estrella; tú vas a iluminar
El cielo adonde vamos.
A. G.

Relaciones afectuosas de los Espíritus

Comentarios sobre el dictado espontáneo publicado en la Revista de octubre de 1860, intitulado El despertar del Espíritu

Generalmente son admiradas las bellas comunicaciones del Espíritu que firma Georges; pero incluso en razón de la superioridad que este Espíritu da prueba, varias personas han visto con sorpresa lo que él ha dicho en su comunicación intitulada El despertar del Espíritu, con referencia a las relaciones del Más Allá. Allí se lee lo siguiente:

«Nosotros nos despojamos de todos los prejuicios terrenos; la verdad aparece en toda su luz: nada atenúa las faltas y nada oculta las virtudes; vemos nuestra propia alma tan claramente como en un espejo. Buscamos entre los Espíritus a aquellos que fueron conocidos, porque el Espíritu tiene miedo de aislarse, pero ellos pasan sin detenerse. No hay comunicaciones amistosas entre los Espíritus errantes; aquellos mismos que se han amado no intercambian señales de reconocimiento; esas formas diáfanas deslizan y no permanecen fijas; las comunicaciones afectuosas están reservadas a los Espíritus superiores.»

El pensamiento del reencuentro después de la muerte y la comunicación con aquellos que amamos es uno de los más dulces consuelos del Espiritismo, y la idea de que las almas no puedan tener entre sí relaciones amistosas sería desconsoladora si fuese absoluta; es por eso que no nos hemos sorprendido con el sentimiento penoso que la misma produjo. Si Georges hubiera sido uno de esos Espíritus vulgares y sistemáticos que emiten sus propias ideas sin preocuparse con la propiedad o con la falsedad de las mismas, no le habríamos dado la menor importancia. En razón de su sabiduría y de su profundidad habituales, se podría creer que en el fondo de esa teoría hubiera algo de verdadero, pero que el pensamiento no hubiese sido expresado completamente; en efecto, es lo que resulta de las explicaciones que hemos pedido. Por lo tanto, tenemos una prueba más de que no se debe aceptar nada sin haberlo sometido al control de la razón, y aquí la razón y los hechos nos dicen que esa teoría no podía ser absoluta.

Si el aislamiento fuese una propiedad inherente a la erraticidad, este estado sería un verdadero suplicio, tanto más penoso, ya que puede prolongarse durante muchos siglos. Sabemos por experiencia que la privación de ver a aquellos que se ha amado es una punición para ciertos Espíritus; pero también sabemos que muchos son felices por reencontrarse; que al salir de esta existencia, nuestros amigos del mundo espiritual vienen a recibirnos y nos ayudan a despojarnos de las indumentarias materiales, y que nada es más penoso que no encontrar a ninguna benévola alma en ese momento solemne. ¿Sería una quimera esta Doctrina consoladora? No, no lo es, porque Ella no es solamente el resultado de una enseñanza: son las propias almas –felices o sufridoras– que vienen a describir su situación. Sabemos que los Espíritus se reúnen y se ponen de acuerdo para actuar con más fuerza en ciertas ocasiones, tanto para el bien como para el mal; que los Espíritus que no tienen los conocimientos necesarios para responder a las preguntas que les son dirigidas, pueden ser asistidos por Espíritus más esclarecidos; que éstos tienen como misión ayudar con sus consejos para el adelanto de los Espíritus atrasados; que los Espíritus inferiores actúan bajo el impulso de otros Espíritus, de los cuales son instrumentos; que ellos reciben órdenes, prohibiciones o permisos, circunstancias que no tendrían lugar si los Espíritus estuviesen librados a sí mismos. Por lo tanto, el simple buen sentido nos dice que la situación de la cual él ha hablado es relativa y no absoluta; que puede existir para algunos en determinadas circunstancias, pero que no podría ser general, pues de lo contrario sería el mayor obstáculo al progreso del Espíritu, y por esto mismo no estaría conforme a la justicia ni a la bondad de Dios. Evidentemente el Espíritu Georges sólo consideró una fase de la erraticidad o, mejor dicho, restringió la acepción de la palabra errante a una cierta categoría de Espíritus, en lugar de aplicarla indistintamente, como nosotros lo hacemos, a todos los Espíritus no encarnados.

Puede suceder, pues, que dos seres que se han amado no intercambien señales de reconocimiento; inclusive, que ellos no puedan verse ni hablarse, si fuere una punición para uno de los dos. Por otro lado, como los Espíritus se reúnen según el orden jerárquico, dos seres que se han amado en la Tierra pueden pertenecer a órdenes muy diferentes, y por esto mismo estar separados hasta que el menos adelantado haya llegado al grado del otro; así, esta privación puede ser una consecuencia de la expiación y de las pruebas terrestres: cabe a nosotros obrar de manera a no merecerla.

La felicidad de los Espíritus es relativa a su elevación; esa felicidad sólo es completa para los Espíritus depurados, y consiste principalmente en el amor que los une; esto se concibe y es totalmente justo, porque el verdadero afecto sólo puede existir entre los seres que se han despojado de todo egoísmo y de toda influencia material, porque solamente en ellos el afecto es puro, sin segundas intenciones y sin que nada pueda perturbarlo; de donde resulta que sus comunicaciones deben ser, por eso mismo, más afectuosas y más expansivas que entre los Espíritus que aún se encuentran bajo el dominio de las pasiones terrenas. De esto es preciso sacar en conclusión que los Espíritus errantes no son forzosamente privados de ello, pero pueden ser privados de ese género de comunicaciones, si esa es la punición que les ha sido impuesta. Como lo dice Georges en otro pasaje: esta privación momentánea les da «más fervor para que llegue el momento en que, después de cumplidas las pruebas, puedan recibir a sus seres queridos». Por lo tanto, esta privación no es el estado normal de los Espíritus errantes, sino una expiación para los que la han merecido, una de las mil y una variedades que nos esperan en la otra vida, cuando se ha desmerecido ésta.




Disertaciones espíritas

Primeras impresiones de un Espíritu
(Médium: Sra. de Costel)

Os hablaré del extraño cambio que se opera en el Espíritu después de su liberación; él se evapora de los despojos que abandona, como una llama que se desprende del foco que la ha producido; luego sucede una gran turbación, y esta duda extraña surge: ¿estoy vivo o muerto? La ausencia de las sensaciones comunes producidas por el cuerpo causa sorpresa e inmoviliza, por así decirlo; como un hombre acostumbrado a llevar un fardo pesado, nuestra alma, aliviada de repente, no sabe qué hacer con su libertad. Después, el espacio infinito; las maravillas innumerables de los astros que se suceden en un ritmo armonioso; los Espíritus solícitos que flotan en el aire y que emanan una luz sutil que parece atravesarlos; el sentimiento de libertad que inunda de repente; la necesidad de lanzarse también al espacio, como pájaros que quieren probar sus alas: he aquí las primeras impresiones que sentimos. No puedo revelaros todas las fases de esta existencia; sólo agregaré que, tan pronto como pasa su deslumbramiento, el alma anhela lanzarse y subir más alto hacia las regiones de lo verdaderamente bello y bueno, y este deseo es el tormento de los Espíritus sedientos del infinito. Como la crisálida, esperan despojarse de su piel y sienten que surgen las alas que los llevarán hacia el bendito azul radiante; pero retenidos aún por los lazos del pecado, precisan planear entre el Cielo y la Tierra, no perteneciendo a ninguno de los dos. ¡Qué son todas las aspiraciones terrenas, comparadas al ardor no saciado del ser que ha entrevisto el velo de la eternidad! Soportad mucho, pues, a fin de llegar depurados entre nosotros; el Espiritismo os ayudará, porque es una obra bendita; Él une entre sí a los Espíritus encarnados y desencarnados, formando los eslabones de una cadena invisible que lleva hacia Dios.

DELPHINE DE GIRARDIN

Los huérfanos
(Médium: Sra. Schmidt)

Hermanos míos, amad a los huérfanos; ¡si supierais cuán triste es estar solo y abandonado, sobre todo en la infancia! Dios permite que haya huérfanos para exhortarnos a servirles de padres. ¡Qué divina caridad es ayudar a una pobre criatura desamparada, impedir que padezca hambre y frío, y orientar su alma para que no se pierda en el vicio! Quien tiende la mano a un niño abandonado es grato a Dios, porque comprende y practica su ley. Pensad también que, muchas veces, el niño al que socorréis es alguien a quien habéis amado en otra existencia, y si pudieseis recordarlo, ese socorro ya no sería caridad sino una obligación. Así pues, amigos míos, todo ser que sufre es vuestro hermano y tiene derecho a vuestra caridad, no a esa caridad que hiere el corazón, no a esa limosna que quema la mano del que la recibe, porque vuestros óbolos son frecuentemente muy amargos. ¡Cuántas veces serían rechazados, si no fuera porque la enfermedad y el hambre los están esperando en el desván donde se refugian! Dad con delicadeza; sumad a esto el beneficio más precioso de todos: una buena palabra, una caricia, una sonrisa de amigo. Evitad ese tono de piedad y de protección que equivale a hurgar el cuchillo en el corazón que sangra, y pensad que al hacer el bien estáis trabajando por vosotros mismos y por los vuestros.

JULES MORIN

Nota – El Espíritu que firma esta disertación es completamente desconocido; podemos ver por la comunicación precedente, y por muchas otras del mismo género, que no siempre es necesario un nombre ilustre para obtener bellas cosas. Es una puerilidad apegarse al nombre; es preciso aceptar el bien, venga de donde venga; además, el número de nombres ilustres es muy limitado; el de los Espíritus es infinito. Entonces, ¿por qué no habría también los que son capacitados entre aquellos que no son conocidos? Hacemos esta reflexión porque hay personas que creen que no se puede obtener nada de sublime, a no ser evocando a celebridades; todos los días la experiencia prueba lo contrario, y nos muestra que se puede aprender algo con todos los Espíritus, desde que sepamos aprovechar las oportunidades.


De un hermano muerto para su hermana viva
(Médium: Sra. Schmidt)

Hermana mía, tú no sueles evocarme; esto no me impide venir a verte todos los días. Conozco tus aflicciones; tu vida es penosa –bien lo sé–, pero es necesario enfrentar el destino, que no siempre es alegre. Sin embargo, algunas veces hay un alivio en las penas; por ejemplo, aquel que hace el bien a costa de su propia felicidad puede, por sí mismo y por los otros, desviar el rigor de muchas pruebas.

En este mundo es raro ver que se haga el bien con esa abnegación; sin duda es difícil, pero no imposible, y los que tienen esa sublime virtud son verdaderamente los elegidos del Señor. Si nos diéramos cuenta de esa pobre peregrinación en la Tierra, comprenderíamos esto. Pero no es así: los hombres se apegan a los bienes materiales como si debiesen permanecer siempre en su exilio. No obstante, el sentido común y la más simple lógica demuestran todos los días que aquí somos sólo aves de paso, y que aquellos que tienen menos plumas en sus alas son los que llegan más rápido.

Buena hermana mía, ¿para qué le sirve al rico todo ese lujo, todo ese superfluo? Mañana él será despojado de todos esos vanos oropeles, para descender en la tumba, adonde no llevará nada. Es cierto que hizo un bonito viaje; nada le faltó, no sabía más qué desear y sorbió hasta el fin los deleites de la vida; en su delirio, también es cierto que algunas veces arrojó riendo una limosna a las manos de su hermano; pero, para esto, ¿retiró un pedazo de su boca? No, porque no se privó de un solo placer, de una única fantasía. Sin embargo, ese mismo hermano es un hijo de Dios, nuestro Padre en común, a que todo pertenece. Hermana mía, ¿comprendes que un buen padre no ha de desheredar a uno de sus hijos para enriquecer al otro? He aquí por qué ha de recompensar al que se privó de su parte en esta vida.

Así pues, aquellos que se creen desheredados, abandonados y olvidados llegarán en breve a buen puerto, donde reinan la justicia y la felicidad. ¡Pero infelices de aquellos que hicieron mal uso de los bienes que nuestro Padre les confió! ¡Infeliz también el hombre dotado del don tan precioso de la inteligencia, si de la misma abusó! Créeme, Marie, cuando se tiene la certeza de Dios, no hay nada en la Tierra que se pueda envidiar, a no ser la gracia de practicar sus leyes.

TU HERMANO WILHELM

El Cristianismo
(Médium: Sr. Didier Hijo)

Lo que se debe observar en el Espiritismo es la moral cristiana. Desde hace siglos han habido muchas religiones, muchos cismas y muchas supuestas verdades; y todo lo que fue levantado fuera del Cristianismo ha caído, porque el Espíritu Santo no lo animaba. El Cristo resume lo que la moral más pura y más divina enseña al hombre en lo que atañe a sus deberes en esta vida y en la otra. La antigüedad, en lo que tiene de más sublime, es pobre ante esa moral tan rica y tan fértil. La aureola de Platón se pone pálida ante la del Cristo, y la copa de Sócrates es muy pequeña delante del inmenso cáliz del Hijo del Hombre. ¡Oh, Sesostris!, déspota del poderoso Egipto, ¿eres tú que puedes compararte, desde lo alto de tus pirámides colosales, con el Cristo que ha nacido en un pesebre? ¿Eres tú, Solón? ¿Eres tú, Licurgo, cuya ley bárbara condenaba a los niños con malformación, que te puedes comparar con Aquel que ha dicho cara a cara con el orgullo: «Dejad que los niños vengan a mí»? ¿Sois vosotros, sagrados pontífices del piadoso Numa, cuya moral quería la muerte en vida de las vestales culpables, que os podéis comparar con Aquel que ha dicho a la mujer adúltera: «Vete, y en adelante no peques más»? No, no más con esos misterios tenebrosos que practicabais, ¡oh, antiguos sacerdotes! No más con esos misterios cristianos que son la base de esta religión sublime que se llama Cristianismo. Inclinaos ante Él, todos vosotros, legisladores y sacerdotes humanos; inclinaos, porque ha sido el propio Dios que ha hablado por la boca de ese ser privilegiado que se llama el Cristo.

LAMENNAIS

El tiempo perdido
(Médium: Srta. Huet)

Si por un instante pudieseis reflexionar sobre la pérdida de tiempo, pero reflexionar muy seriamente y calcular el inmenso error que vosotros cometéis, veríais cuán necesario podría ser a vuestro bien futuro esta hora, este minuto perdido inútilmente y que no podéis recuperar. Todos los tesoros de la Tierra no podrían devolvéroslo, y si usasteis mal el tiempo, un día seréis obligado a repararlo a través de la expiación, ¡y quizá de una manera terrible! ¡Qué no daríais, entonces, para recuperar ese tiempo perdido! ¡Ruegos inútiles; lamentos superfluos! Así, pensad bien en esto, en vuestro interés futuro e inclusive presente, porque frecuentemente los pesares nos llegan en la propia Tierra. Cuando Dios os pida cuentas de la existencia que os ha dado, de la misión que teníais que cumplir, ¿qué le responderéis? ¿Seréis como el enviado de un soberano que, lejos de cumplir las órdenes de su señor, pasaba el tiempo divirtiéndose y de ningún modo se ocupaba del compromiso para el cual había sido encargado? ¿En qué responsabilidad no incurriría a su regreso? Sois aquí los enviados de Dios y tendréis que prestarle cuentas de cómo usasteis vuestro tiempo con vuestros hermanos. Os recomiendo esta meditación.

MASSILLON

Los eruditos
(Médium: Srta. Huet)

Puesto que llamáis a un Espíritu, Dios me permite venir; voy a daros un buen consejo, sobre todo a vos, Sr. ...

Vos, que siempre os ocupáis de los eruditos –porque ésta es vuestra preocupación–, dejadlos a un lado; ¡qué pueden hacer ellos con las creencias religiosas y sobre todo espíritas! ¿No rechazaron en todos los tiempos las verdades que se presentaron? ¿No desecharon todos los inventos, considerándolos quimeras? Entre los que anunciaron esas verdades, unos fueron tratados como locos, y encerrados como tal; otros han sido arrojados en los calabozos de la Inquisición, mientras que otros fueron apedreados o quemados. Más tarde, la verdad no brillaba menos a los ojos de los sorprendidos eruditos que la habían puesto debajo del celemín. Al dirigiros incesantemente a ellos, ¿queréis, como un nuevo Galileo, infligiros la tortura moral –lo que es ridículo– y ser forzado a retractaros? ¿Se dirigió el Cristo a las Academias de su época? No; Él predicaba su divina moral a todos en general, y al pueblo en particular.

Como apóstoles o propagadores de su llegada, eligió a pescadores, personas simples de corazón, muy ignorantes, que no conocían las leyes de la Naturaleza y que no sabían si un milagro podría contrariarlas, mas que creían sinceramente. «Id –decía Jesús– y contad lo que habéis visto.»

Nunca hizo un milagro que no fuese en favor de aquellos que se lo pedían con fe y convicción; se rehusó a hacerlos ante los fariseos y los saduceos que venían a tentarlo, y los llamó de hipócritas. Por lo tanto, dirigíos también a las personas inteligentes, dispuestas a creer; dejad a los eruditos y a los incrédulos.

Además, ¿qué es un erudito? Un hombre más instruido que los otros, porque ha estudiado más, pero que perdió el prestigio que tenía antiguamente, aureola fatal que frecuentemente le concedía los honores de la hoguera. Pero a medida que la inteligencia popular se desarrolló, su brillo disminuyó; hoy, el hombre de genio no tiene más miedo de ser acusado de hechicería: ya no es más aliado de Satanás.

La humanidad esclarecida aprecia en su justo valor al que trabaja mucho y al que conoce mucho; al hombre de genio que produce bellas obras, ella sabe colocar en el pedestal que le conviene. Como sabe en qué consiste la ciencia del erudito, ella no lo atormenta más; como sabe de dónde emana el genio creador, se inclina ante él. Pero, a su turno, ella quiere tener la libertad de creer en aquellas verdades que le dan consuelo; no quiere que aquel que conoce más o menos Química, más o menos Retórica o que hace la ópera más linda, venga a importunar sus creencias, poniéndolo en ridículo o tratando sus ideas como locura; se esquivará de ese camino y seguirá silenciosamente su ruta. Un día, la verdad ha de iluminar el mundo entero, y aquellos que la hayan rechazado serán obligados a reconocerla; yo misma, que me ocupé del Espiritismo hasta mi último día, siempre la he cultivado en la intimidad.

La Academia poco me importaba. Creedlo: ésta vendrá más tarde hacia vosotros.

DELPHINE DE GIRARDIN

El hombre

El hombre es un compuesto de grandeza y de miseria, de conocimiento y de ignorancia; en la Tierra, él es el verdadero representante de Dios, porque su vasta inteligencia abarca el Universo; ha sabido descubrir una parte de los secretos de la naturaleza; sabe servirse de los elementos; recorre distancias inmensas por medio del vapor; puede conversar con su semejante de una antípoda a la otra, a través de la electricidad que sabe dirigir; su genio es inmenso; cuando sabe poner todo esto a los pies de la Divinidad, rindiéndole homenaje, ¡es casi igual a Dios!

Pero ¡cómo el hombre es pequeño y miserable cuando el orgullo se apodera de su ser! No ve su miseria; no ve que su existencia –esta vida que no puede comprender– le es arrebatada a veces instantáneamente por la simple voluntad de esa Divinidad que él desconoce, porque no puede defenderse contra Ella; ¡es preciso que su destino se cumpla! Él, que ha estudiado y que ha analizado todo; él, que conoce tan bien el movimiento de los astros, ¿conoce el poder creador que hace germinar el grano de trigo que ha cultivado en la tierra? ¿Puede el hombre crear una flor, por más simple y modesta que sea? No; ahí se detiene su poder. Entonces, debería reconocer que hay un poder muy superior al suyo; la humildad debería apoderarse de su corazón, y al admirar las obras de Dios, haría un acto de adoración.

SANTA TERESA

Firmeza en los trabajos espíritas

Voy a hablaros acerca de la firmeza que debéis tener en vuestros trabajos espíritas. Sobre este aspecto, ya se os ha dado una comunicación; os aconsejo que la estudiéis de corazón y que apliquéis su esencia a vosotros mismos, porque –como san Pablo– seréis perseguidos, no en carne y hueso, sino en espíritu. Los incrédulos, los fariseos de esta época, os criticarán, os escarnecerán; pero nada temáis: será una prueba que os ha de fortificar si supiereis consagrarla a Dios, y más tarde veréis vuestros esfuerzos coronados por el éxito. Será para vosotros un gran triunfo a la luz de la eternidad, sin olvidar que en este mundo ya es un consuelo para las personas que han visto desencarnar a parientes y amigos; es una felicidad saber que ellos son dichosos y que se pueden comunicar con vosotros. Por lo tanto, seguid adelante; cumplid la misión que Dios os ha dado, y os será tenida en cuenta en el día en que comparezcáis ante el Todopoderoso.

CHANNING

Los enemigos del progreso
(Médium: Sr. R.)

Los enemigos del progreso, de la luz y de la verdad trabajan en la sombra; ellos preparan una cruzada contra nuestras manifestaciones; no os preocupéis con eso. Estáis poderosamente amparados; dejadlos que se agiten en su impotencia. Entretanto, por todos los medios que estén a vuestro alcance, dedicaos a combatir y aniquilar la idea de la eternidad de las penas, ese pensamiento blasfemo contra la justicia y la bondad de Dios que constituye la más fecunda fuente de incredulidad, de materialismo y de indiferencia que han invadido a las masas, desde que su inteligencia comenzó a desarrollarse. Al esclarecerse, saliendo de la tosquedad, el Espíritu comprende rápidamente la monstruosa injusticia; su razón la rechaza y, entonces, raramente confunde en el mismo ostracismo la indigna pena y el Dios al cual ella es atribuida; de ahí los innumerables males que se han abatido sobre vos, y para los cuales hemos venido a traeros el remedio. La tarea que os señalamos os será tanto más fácil cuando más las autoridades –sobre las cuales se apoyan los defensores de esta creencia– eviten pronunciarse formalmente al respecto; ni los Concilios, ni los Padres de la Iglesia han resuelto esta grave cuestión. Si según los propios Evangelistas, y tomando al pie de la letra las palabras emblemáticas del Cristo, Él amenazó a los culpables con un fuego que no se extingue, un fuego eterno, no hay absolutamente nada en sus palabras que pruebe que Él haya condenado a esos culpables eternamente.

Pobres ovejas descarriadas: sabed observar al Buen Pastor, que viene de lejos y que en vez de querer desterraos para siempre de su presencia, Él mismo viene a vuestro encuentro para reconduciros al redil. Hijos pródigos: dejad vuestro exilio voluntario; volved vuestros pasos hacia la casa paterna; el padre os abre los brazos y está siempre listo para celebrar vuestro regreso a la familia.

LAMENNAIS

Distinción de la naturaleza de los Espíritus
(Médium: Sra. de Costel)

Quiero hablarte de las altas verdades del Espiritismo; ellas están estrechamente ligadas a las verdades de la moral; por lo tanto, es importante que nunca sean separadas. Para comenzar, digamos que el punto que llama la atención de los seres inteligentes es la duda sobre la propia verdad de las comunicaciones espíritas. La verdad, primera dignidad del alma, está contenida en este punto de partida; busquemos, pues, establecerla.

No hay un medio infalible para distinguir la naturaleza de los Espíritus si abdicamos de la razón, de la comparación y de la reflexión; estas tres facultades son más que suficientes para distinguir con seguridad a los Espíritus diversos. El libre albedrío es el eje sobre el cual gira la inteligencia humana; el equilibrio se rompería si los Espíritus no tuviesen más que hablar para someter a los hombres; de esta forma, su poder se igualaría al de Dios, y esto no puede ser así. El intercambio entre los seres humanos y los seres invisibles se asemeja a la escalera de Jacob: si permite que unos suban, deja que otros desciendan; y todos, actuando unos sobre los otros bajo la mirada de Dios, deben marchar hacia Él, con el mismo espíritu de amor y con inteligente sumisión. He tratado someramente este tema, aconsejándoos a profundizarlo en todas sus facetas.

LÁZARO

Scarron
(Médium: Srta. Huet)

Amigos míos: he sido muy infeliz en la Tierra, porque mi Espíritu era igual y a veces superior al de las personas que me rodeaban; pero mi cuerpo era inferior. Así, mi corazón estaba dolorido por los sufrimientos morales y por los males físicos que dejaron mi envoltura terrena en un estado lamentable y miserable. Mi carácter se amargó con las enfermedades y las contrariedades que sentía en las conversaciones con mis amigos. Me dejé llevar por la más agresiva malignidad; yo era alegre y aparentaba no tener pesares; sin embargo, sufría mucho en el fondo del corazón, y cuando estaba solo, inmerso en los secretos pensamientos de mi alma, me quejaba por encontrarme en lucha entre el bien y el mal. El día más lindo de mi existencia fue aquel en que mi Espíritu se separó del cuerpo; en que, leve e iluminado por un rayo divino, se lanzó hacia las esferas celestiales. Parecía que yo había nacido nuevamente, y la felicidad se apoderó de mi ser: ¡en fin, yo reposaba!

Más tarde mi conciencia despertó; reconocí mis errores para con el Creador; sentí remordimiento e imploré piedad al Todopoderoso. Desde entonces, busco instruirme en el bien; intento volverme útil a los hombres y progreso a cada día. Entretanto, tengo necesidad de que oren por mí, y pido a los fervorosos creyentes que eleven sus pensamientos a Dios en mi beneficio. Si me llaman, procuraré venir para responder a las preguntas, tanto como pueda hacerlo. Así se practica la caridad.

PAUL SCARRON

La nada de la vida
(Médium: Srta. Huet)

Mis buenos amigos de adopción: permitid que os diga algunas palabras, como consejos. Dios me permite venir hasta vosotros; ¡que yo pueda comunicaros todo el fervor que tengo en mi corazón y que me anima hacia el bien! Creed en Dios, el autor de todas las cosas; amadlo; sed buenos y caritativos: la caridad es la llave del cielo. Para ser buenos, pensad algunas veces en la muerte; es un pensamiento que eleva el alma y la vuelve mejor, haciéndola humilde; pues, ¿qué somos en la Tierra? Un átomo lanzado en el espacio; muy poca cosa en el Universo. El hombre no es nada; hace número. Cuando observa hacia adelante o hacia atrás, ve el infinito; su vida, por más larga que sea, es un punto en la eternidad. Pensad entonces en vuestra alma; pensad en la nueva vida que os espera, porque no podéis dudar que ella existe, en donde se cumplirán los deseos de vuestra alma que nunca han sido satisfechos, lo que es una prueba de que debe existir un mundo mejor. Adiós.

S. DE SWETCHINE

A los médiums
(Médium: Sr. Darcol)

Cuando queráis recibir comunicaciones de Espíritus buenos, debéis prepararos para ese favor mediante el recogimiento, a través de las sanas intenciones y por el deseo de hacer el bien con miras al progreso general; porque acordaos de que el egoísmo es causa de atraso para todo adelanto. Recordad que si Dios permite que algunos de vosotros reciban la inspiración de ciertos hijos suyos que, por su conducta, han sabido merecer la felicidad de comprender su infinita bondad, es porque Él desea –por solicitación nuestra y en vista de vuestras buenas intenciones– daros los medios para que avancéis por su camino. Por lo tanto, médiums, haced buen uso de esa facultad que Dios ha tenido a bien otorgaros. Tened fe en la mansedumbre de nuestro Maestro; practicad siempre la caridad; no os canséis jamás de ejercitar esta sublime virtud, así como la de la tolerancia. Que vuestras acciones estén siempre en armonía con vuestra conciencia: esta es la manera cierta de centuplicar vuestra felicidad en esa vida transitoria, y de prepararos una existencia mil veces más grata todavía.

Que entre vosotros, el médium que no se sienta con fuerzas para perseverar en la enseñanza espírita, se abstenga, porque si no aprovecha la luz que lo ilumina, será menos excusable que otros, y tendrá que expiar su ceguera.

FRANCISCO DE SALES

La honestidad relativa
(Médium: Sra. de Costel)

Hoy nos ocuparemos de la moralidad de los que no la tienen, es decir, de la honestidad relativa que se encuentra en los corazones más pervertidos. El ladrón no roba el pañuelo de su compañero, inclusive cuando éste tenga dos; el comerciante no vende caro para sus amigos; el traidor, a pesar de todo, es fiel a alguien. Jamás un destello divino está completamente ausente del corazón humano; es por eso que debe ser conservado con cuidados infinitos y también desarrollado. El juicio estrecho y brutal de los hombres impide, por su severidad, mucho más cambios de buen proceder que el cultivo de las malas acciones. El Espiritismo practicado debe ser y será el consuelo y la esperanza de los corazones menospreciados por la justicia humana. La religión, llena de sublimes enseñanzas, vuela muy alto para los ignorantes; no llega directamente a alcanzar la espesa imaginación del iletrado, que quiere ver y tocar para creer. Al ser esclarecida por los médiums –quizá por el propio médium–, la creencia florecerá en aquel reseco corazón. Así, es sobre todo al pueblo que los verdaderos espíritas deben dirigirse, como antiguamente los apóstoles; que difundan la doctrina consoladora; como pioneros, que penetren en los pantanos de la ignorancia y del vicio para labrar, sanear y preparar el terreno de las almas, a fin de que ellas puedan recibir el bello cultivo del Cristo.

GEORGES

Provecho de los consejos
(Médium: Srta. Huet)

¿Aprovecháis nuestros consejos y lo que os decimos a cada día? No, muy poco. Al salir de una de vuestras reuniones, alguien conversa sobre la curiosidad del hecho y acerca del mayor o menor interés que ha ofrecido a los asistentes; pero ¿no hay nadie entre vosotros que se pregunte si puede aplicar la moral, el consejo que acabamos de prescribir y si tiene intención de seguirlo? Alguien ha pedido y solicitado una comunicación y la ha obtenido: esto basta. Él regresa a sus ocupaciones diarias y promete volver a ver un espectáculo tan interesante; cuenta los hechos a sus amigos para provocarles curiosidad, y solamente para probar que los sabios pueden ser confundidos; bien pocos lo hacen con miras a predicar la moral; incluso muy pocos buscan mejorarse.

Mi lección es severa; entretanto, no quiero desalentaros; tened siempre buena voluntad y sólo un poco más de buenos sentimientos para con Dios, y menos deseo de aniquilar a los que no quieren creer: esto compete al tiempo y a Dios.

MARIE (Espíritu familiar)

Pensamientos destacados

¡Oh, hombres! ¡Cómo sois soberbiamente orgullosos! Vuestra presunción es realmente cómica. Pretendéis conocerlo todo, pero sabed que vuestra esencia se opone a esta facultad de comprensión universal. Únicamente llegaréis a conocer esta maravillosa naturaleza mediante el trabajo perseverante; sólo tendréis la alegría de profundizar esos tesoros y de vislumbrar el infinito de Dios cuando os mejoréis a través de la caridad, y cuando hagáis todas las cosas desde el punto de vista del bien para todos, asignando esta facultad del bien a Dios que, en su generosidad inigualable, os recompensará más allá de toda conjetura.

MASSILLON

Frecuentemente se dice que el hombre es un juguete de los acontecimientos; ¿de qué acontecimientos se quiere hablar? ¿Cuáles serían sus causas, sus objetivos? Nunca se ha visto en eso el dedo de Dios. Ese pensamiento vago y materialista, padre de la fatalidad, ha hecho perderse a más de un gran Espíritu, a más de una profunda inteligencia. Como sabéis, Balzac ha dicho: «No hay principios; sólo hay acontecimientos»; es decir, según él, el hombre no tiene libre albedrío; la fatalidad se apodera de él en la cuna y lo conduce hasta la tumba; ¡monstruosa invención del espíritu humano! Este pensamiento abate la libertad, es decir, el progreso, la ascensión del alma humana, demostración evidente de la existencia de Dios. Por lo tanto, el hombre que se dejase conducir así sería esclavo de todo: ¡de los hombres y de sí mismo! ¡Oh, hombre!, haz un examen de conciencia. ¿Has nacido para la esclavitud? No; tú has nacido para la libertad.

LAMENNAIS


María de Ágreda

Fenómeno de bicorporeidad

En un compendio histórico que acaba de ser publicado sobre la vida de María de Jesús de Ágreda, encontramos casos notables de bicorporeidad, que prueban que estos fenómenos son perfectamente aceptados por la religión. Es cierto que para determinadas personas las creencias religiosas no tienen más autoridad que las creencias espíritas; pero cuando esas creencias se apoyan en las demostraciones dadas por el Espiritismo y en las pruebas patentes que Él proporciona –sin derogar las leyes de la Naturaleza– a través de una potente teoría racional que demuestra su realidad mediante ejemplos análogos y auténticos, hay que rendirse ante la evidencia y reconocer que fuera de las leyes conocidas existen otras que aún están en los secretos de Dios.

María de Jesús nació en Ágreda, villa de Castilla, el 2 de abril de 1602, de padres nobles y con virtudes ejemplares. Aún muy joven, se convirtió en superiora del monasterio de la Inmaculada Concepción de María, donde murió con fama y reputación. He aquí el relato que se encuentra en su biografía:

«Por más que deseemos resumir, no podemos dejar de hablar aquí del papel completamente excepcional de la misionera María de Ágreda, que ejerció su apostolado en Nuevo México. Los hechos que vamos a narrar, cuyas pruebas son indiscutibles, demuestran por sí solo cuán elevados eran los dones sobrenaturales con los cuales Dios había enriquecido a su humilde sierva, y cuán dedicado era el fervor que ella nutría en su corazón por la salvación del prójimo. En sus vínculos íntimos y extraordinarios con el Señor, ella recibía una viva luz, con ayuda de la cual descubría el mundo entero y la multitud de hombres que lo habitaban, entre los cuales se encontraban los que aún no habían entrado en el seno de la Iglesia y que estaban en evidente peligro de perderse para la eternidad. A la vista de la pérdida de tantas almas, María de Ágreda sentía el corazón destrozado y, en su dolor, multiplicaba sus fervorosas oraciones. Dios le hizo saber que los pueblos de Nuevo México presentaban menos obstáculos para su conversión que el resto de los hombres, y que era especialmente sobre ellos que su divina misericordia quería derramarse. Este conocimiento fue un nuevo incentivo para el corazón caritativo de María de Ágreda, y desde lo más profundo de su alma imploró la clemencia divina en favor de ese pobre pueblo. El propio Señor le ordenó que orase y que trabajara para tal fin; y ella lo hizo de manera tan eficaz que Dios, cuyos designios son impenetrables, operó en ella y a través de ella una de las mayores maravillas que la Historia puede relatar.

«Un día, habiéndola el Señor arrebatado en éxtasis, en el momento en que oraba encarecidamente por la salvación de aquellas almas, María de Ágreda se sintió de repente transportada a una región lejana y desconocida, sin saber cómo. Entonces se encontró en un clima que no era más el de Castilla, experimentando los rayos de un sol más ardiente que de costumbre. Ante ella estaban hombres de una raza que jamás había encontrado, y entonces Dios le ordenó que ella ejecutase sus deseos caritativos predicando la ley y la fe santa a ese pueblo. La extática de Ágreda obedeció a esta orden. Predicaba a esos indios en su lengua española, y éstos la entendían como si les hablara en su propia lengua. Gran número de conversiones se produjeron. Al volver del éxtasis, esta santa mujer se hallaba en el mismo lugar en donde había sido arrebatada al comienzo. No fue una sola vez que María de Jesús cumplió ese papel maravilloso de misionera en su apostolado junto a los habitantes de Nuevo México. El primer éxtasis de ese género tuvo lugar en el año 1622; pero fue seguido por más de quinientos éxtasis del mismo género, durante aproximadamente ocho años. María de Ágreda se encontraba sin cesar en esa misma región para continuar su apostolado. Le parecía que el número de los convertidos había aumentado prodigiosamente, y que una nación entera, con el rey al frente, se había resuelto a abrazar la fe del Cristo.

«Al mismo tiempo ella veía, pero a una gran distancia, a los franciscanos españoles que trabajaban por la conversión de ese nuevo mundo, pero que ignoraban aún la existencia de ese pueblo que ella había convertido. Esta consideración la llevó a aconsejar a los indios para que algunos de ellos fuesen a pedir a aquellos misioneros que viniesen a bautizarlos. Fue por ese medio que la Providencia Divina quiso dar una patente manifestación del bien que María de Ágreda había hecho en Nuevo México, por su predicación extática.

«Un día, los misioneros franciscanos que María de Ágreda había visto en Espíritu, pero a una gran distancia, fueron abordados por un grupo de indios de una raza que aquéllos aún no habían encontrado en sus viajes. Los indios se anunciaban como mensajeros de su tribu, pidiendo la gracia del bautismo con mucho fervor. Sorprendidos con la visita de esos indios, y más asombrados todavía con el pedido que hacían, los misioneros buscaron saber la causa de ello. Los enviados respondieron que desde hacía bastante tiempo, una mujer había aparecido en su tierra anunciando la ley de Jesucristo. Agregaban que a veces esa mujer desaparecía, sin que se pudiese descubrir su paradero; que ella les había hecho conocer al verdadero Dios y que les había aconsejado dirigirse a los misioneros, a fin de obtener para toda su tribu la gracia del sacramento que redime los pecados y que transforma a los hombres en hijos de Dios. La sorpresa de los misioneros aumentó aún más cuando, al interrogar a los indios sobre los misterios de la fe, los encontraron perfectamente instruidos en todo lo que es necesario para la salvación. Los misioneros tomaron todas las informaciones posibles sobre esa mujer; pero todo lo que los indios pudieron decir fue que nunca habían visto a una persona similar. Entretanto, algunos detalles descriptivos del traje hicieron que los misioneros sospecharan que esa mujer usase hábitos de monja, y uno de ellos, que llevaba consigo el retrato de la venerable Madre Luisa de Carrión, aún viva y cuya santidad era conocida en toda España, lo mostró a los indios, pensando que ellos tal vez pudiesen reconocer algunos rasgos de la mujer-apóstol. Éstos, después de haber examinado el retrato, respondieron que la mujer que les había predicado la ley de Jesucristo llevaba en verdad un velo como la imagen del retrato, pero que las facciones del rostro eran completamente diferentes, siendo más joven y de una gran belleza.

«Entonces, algunos misioneros partieron con los emisarios indígenas, a fin de recoger entre ellos tan abundante cosecha. Después de caminar varios días, llegaron a dicha tribu, donde fueron recibidos con las más vivas demostraciones de alegría y de reconocimiento. En el viaje pudieron constatar que en todos los individuos de ese pueblo, la instrucción cristiana era completa.

«El jefe de la tribu, objeto de especiales solicitudes de la sierva de Dios, quiso ser el primero en recibir la gracia del bautismo con toda su familia; y en pocos días la tribu entera siguió su ejemplo.

«No obstante esos grandes acontecimientos, aún se ignoraba quién era la sierva del Señor que había evangelizado a esos pueblos, y había una santa curiosidad y una piadosa impaciencia por conocerla. Sobre todo el Padre Alonso de Benavides, que era el superior de los misioneros franciscanos en Nuevo México, quería rasgar el velo misterioso que aún cubría el nombre de esta mujer-apóstol y anhelaba por volver momentáneamente a España para descubrir el retiro de esa religiosa desconocida que prodigiosamente había cooperado en la salvación de tantas almas. En fin, en 1630 pudo embarcar a España y se dirigió directamente a Madrid, donde entonces se encontraba el General de su orden. Benavides le dio a conocer el objetivo que se había propuesto al emprender su viaje a Europa. El General conocía a María de Jesús de Ágreda, y según el deber de su cargo había examinado a fondo el interior de esta religiosa. Conocía su santidad, pues, tan bien como la sublimidad de los caminos en que Dios la había puesto. Le vino luego al pensamiento de que esa mujer privilegiada bien podía ser la mujer-apóstol de la cual hablaba el Padre Benavides, a quien comunicó sus impresiones. Le dio cartas de recomendación por las cuales lo constituía su comisario, con orden a María de Ágreda para responder con toda simplicidad a las preguntas que él considerase conveniente dirigirle. Con estas credenciales, el misionero partió para Ágreda.

«La humilde monja se vio entonces obligada a revelar al misionero todo lo que sabía con referencia al objeto de su misión junto a ella. Confusa y dócil a la vez, ella manifestó a Benavides todo lo que le había sucedido en sus éxtasis, agregando con franqueza que estaba completamente incierta sobre el modo con el cual su acción había podido ejercerse a una distancia tan grande. Benavides también interrogó a la monja acerca de las particularidades de los lugares que tantas veces ella hubo visitado y verificó que la misma estaba muy bien informada sobre todo lo que se relacionaba con Nuevo México y con sus habitantes. Ella le expuso, en los mínimos detalles, toda la topografía de esas regiones y las describió sirviéndose hasta de los nombres propios, como lo habría hecho un viajero después de haber pasado varios años en esas regiones. Incluso agregó que ella había visto varias veces a Benavides y a sus religiosos, indicándole los lugares, los días, las horas, las circunstancias y dándole detalles especiales sobre cada uno de los misioneros.

«Se comprende fácilmente el júbilo de Benavides por haber descubierto finalmente el alma privilegiada de que Dios se había servido para ejercer su acción prodigiosa sobre los habitantes de Nuevo México.

«Antes de dejar la villa de Ágreda, Benavides quiso redactar una declaración de todo lo que había constatado, ya sea en América como en Ágreda, en sus conversaciones con la sierva de Dios. En ese documento expresó su convicción personal con referencia a la manera con la cual la acción de María de Jesús se había hecho sentir entre los indios. Él se inclinaba a creer que esa acción había sido corpórea. Sobre esta cuestión, la humilde monja siempre guardó una gran reserva. A pesar de los miles de indicios que llevaron a Benavides a sacar en conclusión lo que ya había deducido antes el confesor de la sierva de Dios, indicios que parecían revelar una mudanza corporal de lugar, María de Ágreda siempre persistió en la creencia de que todo sucedía en Espíritu; en su humildad, ella era fuertemente tentada a pensar –aunque de forma inocente e involuntaria de su parte– que ese fenómeno podría ser sólo una alucinación. Pero su director, que conocía profundamente la cuestión, pensaba que la religiosa era transportada corporalmente en sus éxtasis, a los lugares de sus trabajos evangélicos. Él fundamentaba su opinión en la impresión física que el cambio de clima causaba en María de Ágreda, en su larga serie de trabajos entre los indios y en la opinión de varias personas doctas que él creyó un deber consultar muy secretamente. Sea como fuere, el hecho permanecerá siempre como uno de los más maravillosos de que se haya hablado en los anales de los santos, y es muy apropiado para dar una verdadera idea, no sólo de las comunicaciones divinas que recibía María de Ágreda, sino también de su candor y de su amable sinceridad.»


Aviso

Recordamos a nuestros lectores que la obra: Instrucciones Prácticas sobre las Manifestaciones Espíritas está agotada, y que será reemplazada por otra obra mucho más completa, con el título: El Espiritismo experimental. En este momento está en prensa, y aparecerá durante el mes de diciembre.

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También les recordamos que la segunda edición de la Historia de Juana de Arco, dictada por ella misma a la Srta. Ermance Dufaux, está en venta. El éxito de esta obra continúa; siempre es leída con el mismo interés por las personas serias, ya sean adeptas o no del Espiritismo. Esta Historia será siempre considerada como una de las más interesantes y más completas que se han publicado.

ALLAN KARDEC