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CAPÍTULO XVII - FORMACIÓN DE LOS MÉDIUMS
Desarrollo de la mediumnidad
209. La fe en el médium principiante no es una condición
de rigor; secunda, sí, los esfuerzos, sin contradicción, pero no es
indispensable: la pureza de intención, el deseo y la buena voluntad
bastan. Se han visto personas enteramente incrédulas quedarse
del todo admirados al escribir a su pesar, mientras que creyentes
sinceros no lo pueden conseguir; lo que prueba que esta facultad
depende de una predisposición orgánica.
218. Si a pesar de todas las tentativas no se revela la
mediumnidad de ningún modo, será menester renunciar a ella,
como se renuncia a cantar cuando no se tiene voz. El que sólo
sabe una lengua se sirve de un traductor; debe, pues, hacer lo
mismo, es decir, recurrir a otro médium. Nadie debe creerse
privado de la asistencia de los Espíritus por falta de médium. La
mediumnidad es para ellos un medio de expresarse, y no un medio
exclusivo de atracción; los que no tienen afecto están al lado
nuestro, seamos o no médiums; un padre no abandonará a su hijo
porque sea sordo y ciego y no pueda verle ni oírle; le rodea con
solicitud como lo hacen los buenos Espíritus con nosotros; si no
pueden transmitirnos materialmente su pensamiento, nos ayudan
por medio de la inspiración.
217. Una vez desarrollada la facultad en el médium es
esencial que no haga de ella un abuso. La satisfacción que procura
a ciertos principiantes excita en ellos un entusiasmo que es
importante moderar; deben pensar que se les ha dado para el bien
y no para satisfacer una vana curiosidad; por esto es útil servirse
de ella en los momentos oportunos y no a cada instante; como los
Espíritus no están constantemente a sus órdenes, corren el riesgo
de ser chasqueados por mixtificadores. A este objeto es conveniente
adoptar días y horas determinadas, porque de este modo hay
mejores disposiciones y más recogimiento, y los Espíritus que
quieran presentarse están prevenidos y se disponen en
consecuencia.
216. Supongamos que la facultad mediúmnica esté
completamente desarrollada; que el médium escriba con facilidad
y que sea, en una palabra, lo que se llama un médium hecho, le
sería muy perjudicial si se creyera dispensado de adquirir otras
instrucciones; sólo ha vencido la resistencia material, pero
entonces es cuando empiezan para él las verdaderas dificultades
y cuando más necesita los consejos de la prudencia y de la
experiencia sin no quiere caer en los mil lazos que se le preparan.
Si quiere levantar demasiado el vuelo con sus propias alas, no
tardará en ser juguete de los Espíritus mentirosos que procurarán
explotar su presunción.
215. Si no le es permitido al médium el ser exclusivamente
mecánico, todos los ensayos para obtener este resultado serán
infructuosos, y sin embargo haría mal en creerse desheredado por
esto; si sólo está dotado de la mediumnidad intuitiva, es preciso
que se contente con ella y no dejará de prestarle grandes servicios
si sabe aprovecharla y no rechazarla.
Si después de inútiles ensayos continuados durante algún
tiempo no se produce ningún indicio de movimiento involuntario,
o si éstos movimientos son demasiado débiles para dar resultados,
no debe vacilar en escribir el primer pensamiento que le sugiere,
sin cuidarse si viene de él o de un origen extraño; la experiencia
le enseñará a distinguirlo. Sucede también algunas veces que el
movimiento mecánico se desarrolla ulteriormente.
Hemos dicho más arriba que hay casos en que es indiferente
el saber si el pensamiento viene del médium o de un Espíritu
extraño; sobre todo cuando un médium puramente intuitivo o
inspirado hace un trabajo de imaginación por sí mismo; poco
importa que se atribuya un pensamiento que le fuera sugerido; si
las ideas son buenas, que dé gracias por ello a su buen genio y le serán
sugeridas otras. Tal es la inspiración de los poetas, de los
filósofos y de los sabios.
214. Todo lo que acabamos de decir se aplica a la escritura
mecánica; esta es aquella que todos los médiums quieren obtener
con razón; pero el mecanismo puro es muy raro y se mezcla en él
muy a menudo más o menos intuición. Teniendo el médium la
conciencia de lo que escribe; éste, naturalmente, se inclina a dudar
de su facultad; no sabe si esto viene de él o de un Espíritu extraño.
No debe inquietarse por ningún concepto y sí continuar en su
obra; que se observe a sí mismo con cuidado, y reconocerá
fácilmente en lo que escribe una porción de cosas que no estaban
en su pensamiento, y aunque son contrarias a su opinión; prueba
evidente que no vienen de él. Que continúe, pues, y la duda se
disipará con la experiencia.
213. La escritura es algunas veces muy legible; las palabras
y las letras perfectamente destacadas; pero con ciertos médiums
es difícil descifrarla por otro que no sea el mismo que escribe: es
preciso acostumbrarse a esto. Muchas veces su forma es a grandes
rasgos; los Espíritus son poco económicos de papel. Cuando una
palabra o una frase es poco legible, se ruega al Espíritu que tenga
la bondad de volverla a poner, lo que hace generalmente con gusto.
Cuando la escritura es habitualmente ilegible, aun para el médium,
éste consigue casi siempre obtenerla más clara por medio de
ejercicios frecuentes y sostenidos, poniendo una fuerte voluntad
y suplicando con ardor al Espíritu el ser más correcto. Ciertos
Espíritus adoptan muchas veces signos convencionales que quedan
en uso en las reuniones habituales. Para indicar que una pregunta
les desagrada y que no quieren responder a ella, harán por ejemplo
una larga raya o alguna cosa equivalente.
Cuando el Espíritu ha concluido lo que tenía que decir o
que no quiere responder más, la mano queda imóvil, y el médium,
cualquiera que sea su potencia y su voluntad, no puede obtener
una palabra más. Al contrario, hasta que el Espíritu haya acabado,
marcha el lápiz, sin que sea posible a la mano detenerse. Quiere
decir espontáneamente alguna cosa, la mano coge convulsivamente
el lápiz y se pone a escribir sin poder hacer oposición. Por otra
parte el médium siente casi siempre en él alguna cosa que le indica
si sólo hay suspensión o si el Espíritu ha terminado. Es raro que
no sienta cuando éste se ha marchado.
Tales son las explicaciones más esenciales que tenemos que
dar tocante al desarrollo de la psycografía; la experiencia hará
conocer, en la práctica, ciertos detalles que sería inútil el referir
aquí, y para los cuales se guiará según los principios generales. Si
muchos los ensayan encontraremos más médiums de lo que creen.
212. Es muy importante no caer sin quererlo bajo la
dependencia de los Espíritus malos, pero lo es más aún el hacerlo
voluntariamente, y es preciso evitar que un deseo inmoderado de
escribir haga creer que es indiferente el dirigirse al primero que
se presenta, del que no se podrá desembarazar más tarde, si no
conviene, porque nadie pide asistencia a un mal Espíritu
impunemente, pues éste hace pagar caro sus servicios.
Algunas personas, impacientes por ver desarrollarse en ellas
la facultad mediúmnica, demasiado lenta a su parecer, han tenido
la idea de llamar en su ayuda a un Espíritu cualquiera, aunque
fuese malo, contando con poderlo despedir en seguida.
Muchos han sido servidos a su gusto y han escrito
inmediatamente; pero el Espíritu, haciendo poco caso de que le
llamasen porque no podían escribir, no ha sido tan dócil en irse
como en presentarse. Conocemos algunos que han sido castigados
con obsesiones de años y de todas clases, por las más ridículas
sofisticaciones, por una fascinación tenaz y aun por desgracias
materiales, y las crueles decepciones por creerse bastante fuertes
para alejarles cuando quisieran. El Espíritu se muestra, desde
luego, abiertamente malvado, después hipócrita a fin de hacer
creer o en su conversión o en la pretendida potencia de subyugado,
para echarle a su voluntad.
211. El escollo de la mayor parte de los médiums
principiantes está en tener comunicaciones con Espíritus inferiores
y deben tenerse por dichosos cuando sólo son Espíritus ligeros.
Toda su atención debe fijarse en no dejarles tomar pie, porque
una vez han echado el áncora no siempre es fácil desembarazarse
de ellos. Este punto es tan capital, sobre todo al principio, que sin
las precauciones necesarias puede perderse el fruto de las más
bellas facultades.
Lo primero que debe hacerse es ponerse con una fe sincera
bajo la protección de Dios y reclamar la asistencia del ángel de la
guarda; éste es siempre bueno, mientras que los Espíritus
familiares, simpatizando con las buenas o las malas cualidades
del médium, pueden ser ligeros y también malos.
Después es preciso dedicarse con un cuidado escrupuloso a
reconocer por todos los indicios que suministra la experiencia, la
naturaleza de los primeros Espíritus que se comunican, y de los
cuales es siempre prudente desconfiar. Si estos indicios son
sospechosos, debe hacerse una evocación ferviente al ángel de la
guarda, y rechazar con todas sus fuerzas al Espíritu malo, probándole que uno no es su juguete, a fin de desanimarle. Por
esto es indispensable el previo estudio de la teoría si se quieren
evitar los inconvenientes inseparables de la inexperiencia; sobre
este asunto se encontrarán instrucciones muy extensas en los
capítulos de “La Obsesión” y de la “Identidad de los Espíritus”.
Limitándonos ahora a decir que además del lenguaje se pueden
tener como pruebas infalibles de la inferioridad de los Espíritus,
todos los signos, figuras, emblemas inútiles o pueriles, toda
escritura extravagante, truncada y torcida con intención, de
dimensiones exageradas o afectando formas ridículas e inusitadas;
la escritura puede ser muy mala, aun poco legible, lo que depende
más bien del médium que del Espíritus, sin tener nada de insólito.
Hemos visto médiums de tal modo engañados, que medían la
superioridad de los Espíritus por la dimensión de los caracteres,
dando gran importancia a las letras de molde como caracteres de
imprenta, puerilidad evidentemente incompatible con una
superioridad real.
210. El primer indicio de una disposición para escribir es
una especie de estremecimiento en el brazo y en la mano; poco a
poco la mano es arrastrada por un impulso que no puede dominar.
Muchas veces en un principio sólo traza rasgos insignificantes;
luego se dibujan los caracteres poco a poco, haciéndose cada vez
más claros y la escritura acaba por adquirir la rapidez de la escritura
corrida. En todos los casos es precio abandonar la mano a su
movimiento natural y no hacer ni resistencia ni propulsión.
Ciertos médiums escriben de corrido y con facilidad desde
el principio, algunas veces desde la primera sesión, lo que es
bastante raro; otros hacen, durante largo tiempo rayas y verdaderos
ejercicios caligráficos; los Espíritus dicen que esto es para soltarles
la mano. Si estos ejercicios se prolongan demasiado o degeneran
en signos ridículos, no podría dudarse que se ha introducido un
Espíritu atrasado o ligero que se divierte, porque los buenos
Espíritus nunca permiten que se haga nada inútil; es este caso
será preciso redoblar el fervor para llamar su asistencia. Si a pesar
de esto no hay cambio, es preciso detenerse desde que uno se
apercibe que no obtiene nada formal. Cada día puede repetirse la
tentativa, pero conviene cesar a las primeras señales equívocas
para no dar esta satisfacción a los Espíritus burlones.
Además de estas observaciones un Espíritu añade lo
siguiente: Hay médiums cuya facultad no puede pasar de estos
signos: cuando al cabo de algunos meses no se obtienen sino cosas insignificantes, como sí o no o letras sin sentido, es inútil
persistir ensuciando papel; estos son médiums, pero médiums
improductivos. Por lo demás las primeras comunicaciones que se
obtienen no deben considerarse sino como ejercicios que se
confían a Espíritus secundarios; por lo mismo sólo se las debe
dar una mediana importancia, en razón a que los Espíritus que se
emplean en esto son, por decirlo así, como maestros de escritura
para desbastar al médium principiante; porque no creáis nunca
que sean Espíritus elevados los que se ocupan en estos ejercicios
preparatorios que hace el médium; puede suceder que si el médium
no tiene un objeto formal, estos Espíritus permanezcan y se
adhieran a él. Casi todos los médiums han pasado por este crisol
para desarrollarse; a ellos, pues, corresponde hacer todo lo
posible para conseguir la simpatía de los Espíritus
verdaderamente superiores.
200. Nos ocuparemos especialmente aquí de los médiums
escribientes, porque es la clase de mediumnidad más extendida y
además porque es, a la vez, la más sencilla, la más cómoda, la que
da los resultados más satisfactorios y más completos; es, también,
la que todos ambicionan. Desgraciadamente no hay hasta ahora
ningún diagnóstico que pueda indicar siquiera aproximadamente
que se posee esta facultad; las señales físicas en las cuales ciertas
personas han creído ver indicios, no tienen nada de cierto. Se la
encuentra en los niños y en los ancianos en los hombres y en las
mujeres, cualquiera que sea su temperamento, el estado de salud
y el grado de desarrollo intelectual y moral. Sólo hay un medio de
acreditar la existencia, que es el ensayo.
Se puede obtener la escritura, como lo hemos visto por
medio de cestitas y tablitas, o directamente con la mano; siendo
más fácil este último modo, y se puede decir el único empleado
hoy día, es el que aconsejamos con preferencia. El procedimiento
es de los más sencillos; consiste únicamente en tomar un lápiz y papel y
colocarse en la posición de una persona que escribe, sin
otra preparación; pero para tener un buen éxito son indispensables
muchas recomendaciones.
208. Se han buscado procedimientos para la formación de
los médiums, como se han buscado diagnósticos; pero hasta ahora
no conocemos otros más eficaces que los que hemos indicado.
Persuadidos de que el obstáculo para el desarrollo de la facultad
es una resistencia enteramente material, ciertas personas pretenden
vencerla por una especie de gimnástica casi dislocante de los
brazos y de la cabeza. No queremos describir este procedimiento,
que nos viene de la otra parte del Atlántico, no sólo porque no
tenemos ninguna prueba de su eficacia, sino porque estamos
convencidos que puede ofrecer peligro para las complexiones
delicadas por la conmoción del sistema nervioso. Si los rudimentos
de la facultad no existen nada podría darlos, ni siquiera la electrización, que se ha empleado con el mismo fin, pero sin
resultado.
207. Otro medio que puede igualmente contribuir
poderosamente al desarrollo de la facultad consiste en reunir cierto
número de personas, animadas todas del mismo deseo y por la
comunidad de intención; simultáneamente, en un silencio absoluto
y con un religioso recogimiento, que se ensayen todas a escribir
haciendo cada una evocación a su ángel de la guarda o a un Espíritu
simpático. Una de ellas puede igualmente hacer, sin designación
especial y por todos los miembros de la reunión, un llamamiento
general a buenos Espíritus, diciendo, por ejemplo: En nombre de
Dios Todopoderoso, rogamos a los buenos Espíritus tengan la
bondad de comunicarse con las personas aquí presentes. Es raro
que entre el número no haya alguno que dé luego señales de
mediumnidad, o que escriba corrido en poco tiempo.
Se comprende fácilmente lo que pasa en esta circunstancia.
Las personas unidas por comunidad de intención, forman un todo
colectivo, cuya potencia y sensibilidad se aumenta por una especie
de influencia magnética que ayuda al desarrollo de la facultad.
Entre los Espíritus atraídos por este concurso de voluntades los
hay que hallan en los asistentes el instrumento que les conviene;
si no es el uno, es el otro, y se aprovechan.
Este medio debe, sobre todo, emplearse en los grupos
espiritistas que tienen falta de médiums o que no los tiene en
número suficiente.
206. Lo que muchas veces da muy buenos resultados es el
auxilio momentáneo de un buen médium escribiente flexible y
formado. Si éste pone la mano o los dedos sobre la mano que
debe escribir, raras veces deja de hacerlo inmediatamente; se
comprende el efecto de esta acción; la mano que tiene el lápiz
viene a ser de cierto modo un apéndice de la mano del médium,
como lo sería una cestita o una tablita; pero esto no impide que
este ejercicio sea muy útil cuando se puede emplear, pues,
regularizado y repetido a menudo, ayuda a vencer el obstáculo
material y provoca el desarrollo de la facultad. Basta también
algunas veces magnetizar fuertemente con la misma intención el
brazo y la mano de aquel que quiere escribir. El magnetizador
muchas veces se limita a poner la mano sobre la espalda, y nosotros
hemos visto escribir prontamente bajo esta influencia. El mismo
efecto puede igualmente producirse sin ningún contacto y por el
solo hecho de la voluntad. Se concibe sin trabajo que la confianza
del magnetizador en su propia potencia para producir este
resultado, debe hacer aquí un gran papel, y que un magnetizador
incrédulo tendría poca o ninguna acción.
El concurso de un guía experimentado es, también, algunas
veces, muy útil para hacer observar al principiante una porción de
pequeñas precauciones que desprecia con frecuencia en detrimento
de la rapidez de los progresos; sobre todo para ilustrarle sobre la
naturaleza de las primeras preguntas y de la manera de hacerlas.
Su tarea es la de un profesor que deja de ser necesario cuando el
médium es bastante hábil.
205. Para evitar tentativas inútiles, se puede interrogar por
otro médium a un Espíritu formal y adelantado; pero debe notarse
que cuando se pregunta los Espíritus si uno es médium o no,
responden casi siempre afirmativamente, lo que no impide que
los ensayos sean muchas veces infructuosos. Esto se explica
naturalmente. Se hace al Espíritu una pregunta general y responde
de una manera general; ya se sabe que nada es tan elástico como
la facultad mediúmnica, puesto que puede presentarse bajo las
formas más variadas y en grados muy diferentes.
Se puede, por lo tanto, ser médium sin apercibirse de ello, y
en un sentido diferente del que uno cree. Si hacemos una pregunta
vaga, verbigracia: ¿Soy médium? El Espíritu puede responder:
“sí”; pero si se la hacemos precisa: ¿Soy médium escribiente? Puede responder: “no”. También es preciso tomar en cuenta la
naturaleza del Espíritu a quien se pregunta, pues los hay tan ligeros
e ignorantes que responden a tontas y a locas como verdaderos
calaveras atolondrados; por esto aconsejamos dirigirse a los
Espíritus ilustrados, que generalmente contestan gustosos a estas
preguntas e indican la mejor marcha que debe seguirse si ven
posibilidad de tener buen resultado.
204. Todavía debe tenerse presente otra cosa más importante
que el modo de hacer la evocación, y es la calma y el recogimiento
unidos a un deseo ardiente y a una firme voluntad de obtener buen
éxito, y no queremos hablar aquí de una voluntad efímera que
tiene intervalos, interrumpiéndose a cada minuto por otras
preocupaciones, sino la voluntad formal, perseverante, sostenida,
sin impaciencia ni deseo febril. La soledad, el silencio y el
alejamiento de todo lo que puede causar distracciones favorece el
recogimiento. Entonces sólo queda una cosa por hacer, que es
renovar todos los días las tentativas durante diez minutos o un
cuarto de hora, todo lo más cada vez, por espacio de quince días,
un mes, dos meses, y más si es necesario; conocemos médiums
que no se han formado hasta después de seis meses de ejercicio,
mientras que otros escriben corrientemente desde la primera vez.
203. El deseo natural de todo aspirante a médium es el
poderse comunicar con el Espíritu de las personas que le son
queridas, pero debe moderar su impaciencia, porque la
comunicación con un Espíritu determinado ofrece muchas veces
dificultades materiales que la hacen imposible para el principiante.
Para que un Espíritu pueda comunicarse, es preciso que entre él y
el médium haya relaciones fluídicas, que no se establecen siempre
instantáneamente, sino a medida que la facultad se desarrolla y
que el médium adquiere poco a poco la aptitud necesaria para
entrar en relación con el primer Espíritu que se presenta. De
consiguiente puede suceder que con aquel con quien uno desea
comunicarse no esté en condiciones propicias para hacerlo, a pesar
de su presencia, así como puede también suceder que no tenga la
posibilidad ni el permiso de venir al llamamiento que se le hace.
Por esto conviene en un principio no obstinarse en evocar a un
Espíritu determinado con exclusión de cualquier otro, porque
acontece muchas veces que con aquél no se establecen las
relaciones fluídicas con tanta facilidad, por simpatía que se tenga
por él. Antes, pues, de pensar en obtener comunicaciones de tal o
cual Espíritu, es necesario dedicarse al desarrollo de la facultad, y
para esto es preciso hacer un llamamiento general y dirigirse sobre
todo a su ángel guardián.
En esto no hay fórmula sacramental; cualquiera que
pretendiera dar una, puede tacharse resueltamente de falsa, porque
los Espíritus no atienden a la forma sino al fondo. La evocación
debe hacerse siempre en nombre de Dios, y se la puede hacer en
los términos siguientes o parecido: Ruego a Dios Todopoderoso
permita a un buen Espíritu comunicarse conmigo y hacerme
escribir; ruego también a mi ángel guardián tenga la bondad de
asistirme y apartar a los malos. Se espera entonces que un Espíritu
se manifieste haciendo escribir alguna cosa. Puede que se presente
el que se desea, así como puede ser un espíritu desconocido o el
ángel guardián; de todos modos, generalmente, se da a conocer
escribiendo su nombre; pero entonces se presenta la cuestión de
la identidad, una de las que requieren más experiencia, pues hay
pocos principiantes que no estén expuestos a ser engañados.
Trataremos de ella más adelante en un capítulo especial.
Cuando quieran evocarse Espíritus determinados es muy
esencial dirigirse primero a los que se sabe que son buenos y
simpáticos y que pueden tener un motivo para venir como son los
parientes o amigos. En ese caso la evocación puede formularse de
este modo: En nombre de Dios Todopoderoso ruego al Espíritu
de tal que se comunique conmigo; o bien: Ruego a Dios
Todopoderoso permita al Espíritu de N. el comunicarse conmigo;
o cualquiera otra fórmula respondiendo al mismo pensamiento.
No deja de ser conveniente el que las primeras preguntas se hagan
de tal modo que simplemente requieran la respuesta de sí o no,
como por ejemplo: ¿Estás aquí? ¿Quieres responderme? ¿Puedes hacerme
escribir? etc. Más tarde esta precaución viene a ser inútil;
en un principio sólo se trata de establecer una relación; lo esencial
es que la pregunta no sea frívola, que no tenga relación con cosas
de interés privado y, sobre todo, que sea la expresión de un
sentimiento benévolo y simpático para el Espíritu al cual se dirige.
(Véase más adelante el capítulo especial sobre las “Las
Evocaciones”).
202. Es indiferente servirse de la pluma o del lápiz; ciertos
médiums prefieren la pluma, pero esto sólo puede convenir a los
que están formados y que escriben pausadamente. Los hay que
escriben con tal velocidad que el uso de la pluma sería casi
imposible o al menos incómodo; lo mismo sucede cuando la
escritura es salteada e irregular, o cuando se comunican Espíritus
violentos que golpean con la punta y la rompen destrozando el
papel.
201. Como disposición material recomendamos el evitar
todo lo que pueda molestar el libre movimiento de la mano, siendo
preferible que ésta no descanse del todo sobre el papel. La punta
del lápiz debe apoyarse suficientemente para trazar, pero no tanto
que pruebe resistencia. Todas estas precauciones vienen a ser
inútiles cuando se ha conseguido escribir corrido, porque entonces
ningún obstáculo podría detenerla; estos sólo son los preliminares
del discípulo.
Cambio de escritura
219. El cambio de escritura, según los Espíritus que se
comunican, es un fenómeno muy común entre los médiums
escribientes; lo más notable es que la misma escritura se
reproduce constantemente con el mismo Espíritu, y a veces es
idéntica a la que tenía cuando vivía; veremos más adelante las
consecuencias que de esto se pueden deducir en cuánto a la
identidad. El cambio de escritura no tiene lugar sino en los
médiums mecánicos o semimecánicos porque en ellos el
movimiento de la mano es involuntario y dirigido por el Espíritu;
no sucede lo mismo con los médiums puramente intuitivos,
atendido que en este caso el Espíritu obra únicamente sobre el
pensamiento y la mano es dirigida por la voluntad como en las
circunstancias ordinarias; pero la uniformidad de la escritura,
aun en un médium mecánico, no prueba absolutamente nada
contra su facultad; no siendo el cambio una condición absoluta
en la manifestación de los Espíritus, corresponde a una aptitud
especial, de la que los médiums más mecánicos no siempre están
dotados. Nosotros designamos a los que tienen esta aptitud con el
nombre de médiums polígrafos.
Pérdida y suspensión de la mediumnidad
220. La facultad mediúmnica está sujeta a intermitencias y a suspensiones momentáneas, ya sea para las manifestaciones físicas, ya sea para la escritura. He aquí las contestaciones de los Espíritus dadas a algunas preguntas hechas con este objeto.
1. ¿Los médiums pueden perder su facultad? Esto sucede a menudo, cualquiera que sea el género de esta facultad; pero muchas veces sólo es una interrupción momentánea que cesa con la causa que ha producido.
2. ¿La causa de la pérdida de la mediumnidad está en la extinción del fluido? Cualquiera que sea la facultad del médium nada puede hacer sin el concurso simpático de los Espíritus, cuando ya no se recibe nada, no es porque le falte siempre la facultad; muchas veces los Espíritus son los que no quieren o no pueden servirse de él.
3. ¿Qué causa puede provocar en un médium el abandono de los Espíritus? El uso que hace de su facultad es la más poderosa para los buenos Espíritus. Podemos abandonarle cuando se sirve de ella para cosas frívolas o con miras ambiciosas; cuando rehusa participar nuestra palabra o nuestros hechos a los encarnados que lo desean o que lo necesitan ver para estar convencidos. Este don de Dios no se concede al médium para que se divierta, y aun menos para servir su ambición, sino para su propia mejora y para hacer conocer la verdad a los hombres. Si el Espíritu ve que el médium no corresponde a sus miras y no aprovecha las instrucciones y las advertencias que le da, se retira para buscar un protegido más digno.
4. El Espíritu que se retira, ¿puede ser reemplazado y en este caso no comprenderíamos la suspensión de la facultad? No faltan Espíritus que lo que más desean es comunicarse y están prontos a reemplazar a los que se retiran; pero cuando es un buen Espíritu el que abandona al médium, puede muy bien no dejarle sino momentáneamente y privarle por cierto tiempo de toda comunicación, a fin de que le sirva de lección y probarle que su facultad no depende de él y no debe envanecerse por tenerla. Esta impotencia momentánea es también para dar una prueba al médium de que escribe bajo una influencia extraña; de otro modo no habría intermitencia. Por otra parte, la interrupción de la facultad no es siempre un castigo; acredita algunas veces el cuidado del Espíritu por el médium a quien estima; quiere procurarle un reposo material que juzga necesario y en este caso no permite que le reemplacen otros Espíritus.
5. Se ven, sin embargo, médiums muy meritorios, moralmente hablando, que no tienen ninguna necesidad de reposo, y son muy contrariados por las interrupciones cuyo objeto no comprenden. Esto es con el fin de poner su paciencia a prueba y juzgar de su perseverancia; por lo mismo los Espíritus no señalan en general ningún término a esta suspensión; quieren ver si el médium se impacientará. Muchas veces también es para dejarles el tiempo de meditar las instrucciones que les han dado, y en esta meditación de nuestras enseñanzas reconocemos a los espiritistas verdaderamente formales; no podemos dar este nombre a aquellos que en realidad sólo son aficionados a las comunicaciones.
6. ¿En este caso es preciso que el médium continúe sus tentativas para escribir? Si el Espíritu lo aconseja, sí; si le dice que se abstenga, debe hacerlo.
7. ¿Y habría un medio de abreviar esta prueba? La resignación y la oración. Por lo demás, basta hacer cada día una tentativa de algunos minutos, porque sería inútil perder el tiempo ensayando infructuosamente; la tentativa no tiene otro objeto que el de asegurarse si la facultad se ha recobrado.
8. ¿La suspensión supone el alejamiento de los Espíritus que tienen la costumbre de comunicarse? Nada de eso; el médium está entonces en la posición de una persona que perdiera momentáneamente la vista, y por eso no dejaría de estar rodeada de sus amigos, aun cuando no los viese. El médium, pues, puede y aun debe continuar conversando con el pensamiento con sus Espíritus familiares, y estar persuadido que se le oye. Si la falta de la mediumnidad puede privar las comunicaciones materiales con ciertos Espíritus, no puede privar las comunicaciones morales.
9. ¿Así es que la interrupción de la facultad mediúmnica no implica siempre una censura de parte de los Espíritus? Sin duda que no, puesto que puede ser una prueba de benevolencia.
10. ¿Cómo podríamos conocer que esta interrupción sea causada por una censura? Que consulte el médium su conciencia y vea el uso que ha hecho de su facultad, el bien que de ella ha resultado para los otros, el provecho que ha sacado de los consejos que se le han dado, y tendrá la respuesta.
11. ¿El médium que no puede escribir, tampoco puede valerse de otro médium? Eso depende de la causa de la interrupción; muchas veces sólo tiene por motivo el dejaros algún tiempo sin comunicaciones, después de haberos dado consejos, a fin de que no os acostumbréis a hacer nada sin nosotros; en este caso tampoco le servirá el valerse de otro médium; esto tiene también por objeto el probaros que los Espíritus son libres y no depende de vosotros el gobernarlos a vuestro gusto. Por igual razón los que no son médiums no siempre tienen todas las comunicaciones que desean.
Observación. – En efecto; debe observarse que aquel que recurre a un tercero para las comunicaciones, teniendo la cualidad de médium, muchas veces no obtiene nada satisfactorio, mientras que en otras ocasiones las respuestas son muy explícitas. Esto depende de tal modo de la voluntad del Espíritu, que nada se adelanta cambiando de médium: parece con respecto a ésto, que los mismos Espíritus se ponen de acuerdo, porque lo que no se obtiene de uno, tampoco se obtiene de otro. Entonces es preciso abstenerse, no insistir ni impacientarse, si no se quiere ser el juguete de los Espíritus mentirosos, que responderán si tanto se desea, y los buenos les dejarán hacer para castigar nuestra impaciencia.
12. ¿Con qué fin la Providencia ha dotado a ciertos individuos de la mediumnidad de una manera especial? Es una misión que se les ha encargado y por lo que son dichosos; estos son los intérpretes entre los Espíritus y los hombres.
13. ¿Hay, sin embargo, médiums que no emplean su facultad sino con repugnancia? Son médium imperfectos; no conocen la importancia del favor que se les ha concedido.
14. Si es una misión, ¿por qué no es el privilegio de los hombres de bien y no que se dé esta facultad a personas que no merecen ninguna estimación y que pueden abusar de ella? Se les da porque tienen necesidad de su propio mejoramiento y a fin de que ellos mismos estén en disposición de recibir buenas enseñanzas; si no se aprovechan de ellas sufrirán las consecuencias. ¿Jesús no dirigía con preferencia su palabra a los pecadores, diciendo que es preciso dar a aquel que no tiene?
15. Las personas que tienen un gran deseo de escribir como médiums, sin conseguirlo, ¿pueden creer por esto mismo falta de benevolencia de los Espíritus hacia ellos, por alguna causa? No, porque Dios puede haberles rehusado esta facultad, como puede haberles rehusado el don de la poesía o de la música; pero si no gozan de este favor pueden tener otros.
16. ¿Cómo puede perfeccionarse el hombre con la enseñanza de los Espíritus, cuando no tienen los medios de recibir esta enseñanza directa por sí mismo ni por otros médiums? ¿Acaso no tiene libros como el cristiano tiene el Evangelio? Para practicar la moral de Jesús el cristiano no necesita oír las palabras de su boca.
1. ¿Los médiums pueden perder su facultad? Esto sucede a menudo, cualquiera que sea el género de esta facultad; pero muchas veces sólo es una interrupción momentánea que cesa con la causa que ha producido.
2. ¿La causa de la pérdida de la mediumnidad está en la extinción del fluido? Cualquiera que sea la facultad del médium nada puede hacer sin el concurso simpático de los Espíritus, cuando ya no se recibe nada, no es porque le falte siempre la facultad; muchas veces los Espíritus son los que no quieren o no pueden servirse de él.
3. ¿Qué causa puede provocar en un médium el abandono de los Espíritus? El uso que hace de su facultad es la más poderosa para los buenos Espíritus. Podemos abandonarle cuando se sirve de ella para cosas frívolas o con miras ambiciosas; cuando rehusa participar nuestra palabra o nuestros hechos a los encarnados que lo desean o que lo necesitan ver para estar convencidos. Este don de Dios no se concede al médium para que se divierta, y aun menos para servir su ambición, sino para su propia mejora y para hacer conocer la verdad a los hombres. Si el Espíritu ve que el médium no corresponde a sus miras y no aprovecha las instrucciones y las advertencias que le da, se retira para buscar un protegido más digno.
4. El Espíritu que se retira, ¿puede ser reemplazado y en este caso no comprenderíamos la suspensión de la facultad? No faltan Espíritus que lo que más desean es comunicarse y están prontos a reemplazar a los que se retiran; pero cuando es un buen Espíritu el que abandona al médium, puede muy bien no dejarle sino momentáneamente y privarle por cierto tiempo de toda comunicación, a fin de que le sirva de lección y probarle que su facultad no depende de él y no debe envanecerse por tenerla. Esta impotencia momentánea es también para dar una prueba al médium de que escribe bajo una influencia extraña; de otro modo no habría intermitencia. Por otra parte, la interrupción de la facultad no es siempre un castigo; acredita algunas veces el cuidado del Espíritu por el médium a quien estima; quiere procurarle un reposo material que juzga necesario y en este caso no permite que le reemplacen otros Espíritus.
5. Se ven, sin embargo, médiums muy meritorios, moralmente hablando, que no tienen ninguna necesidad de reposo, y son muy contrariados por las interrupciones cuyo objeto no comprenden. Esto es con el fin de poner su paciencia a prueba y juzgar de su perseverancia; por lo mismo los Espíritus no señalan en general ningún término a esta suspensión; quieren ver si el médium se impacientará. Muchas veces también es para dejarles el tiempo de meditar las instrucciones que les han dado, y en esta meditación de nuestras enseñanzas reconocemos a los espiritistas verdaderamente formales; no podemos dar este nombre a aquellos que en realidad sólo son aficionados a las comunicaciones.
6. ¿En este caso es preciso que el médium continúe sus tentativas para escribir? Si el Espíritu lo aconseja, sí; si le dice que se abstenga, debe hacerlo.
7. ¿Y habría un medio de abreviar esta prueba? La resignación y la oración. Por lo demás, basta hacer cada día una tentativa de algunos minutos, porque sería inútil perder el tiempo ensayando infructuosamente; la tentativa no tiene otro objeto que el de asegurarse si la facultad se ha recobrado.
8. ¿La suspensión supone el alejamiento de los Espíritus que tienen la costumbre de comunicarse? Nada de eso; el médium está entonces en la posición de una persona que perdiera momentáneamente la vista, y por eso no dejaría de estar rodeada de sus amigos, aun cuando no los viese. El médium, pues, puede y aun debe continuar conversando con el pensamiento con sus Espíritus familiares, y estar persuadido que se le oye. Si la falta de la mediumnidad puede privar las comunicaciones materiales con ciertos Espíritus, no puede privar las comunicaciones morales.
9. ¿Así es que la interrupción de la facultad mediúmnica no implica siempre una censura de parte de los Espíritus? Sin duda que no, puesto que puede ser una prueba de benevolencia.
10. ¿Cómo podríamos conocer que esta interrupción sea causada por una censura? Que consulte el médium su conciencia y vea el uso que ha hecho de su facultad, el bien que de ella ha resultado para los otros, el provecho que ha sacado de los consejos que se le han dado, y tendrá la respuesta.
11. ¿El médium que no puede escribir, tampoco puede valerse de otro médium? Eso depende de la causa de la interrupción; muchas veces sólo tiene por motivo el dejaros algún tiempo sin comunicaciones, después de haberos dado consejos, a fin de que no os acostumbréis a hacer nada sin nosotros; en este caso tampoco le servirá el valerse de otro médium; esto tiene también por objeto el probaros que los Espíritus son libres y no depende de vosotros el gobernarlos a vuestro gusto. Por igual razón los que no son médiums no siempre tienen todas las comunicaciones que desean.
Observación. – En efecto; debe observarse que aquel que recurre a un tercero para las comunicaciones, teniendo la cualidad de médium, muchas veces no obtiene nada satisfactorio, mientras que en otras ocasiones las respuestas son muy explícitas. Esto depende de tal modo de la voluntad del Espíritu, que nada se adelanta cambiando de médium: parece con respecto a ésto, que los mismos Espíritus se ponen de acuerdo, porque lo que no se obtiene de uno, tampoco se obtiene de otro. Entonces es preciso abstenerse, no insistir ni impacientarse, si no se quiere ser el juguete de los Espíritus mentirosos, que responderán si tanto se desea, y los buenos les dejarán hacer para castigar nuestra impaciencia.
12. ¿Con qué fin la Providencia ha dotado a ciertos individuos de la mediumnidad de una manera especial? Es una misión que se les ha encargado y por lo que son dichosos; estos son los intérpretes entre los Espíritus y los hombres.
13. ¿Hay, sin embargo, médiums que no emplean su facultad sino con repugnancia? Son médium imperfectos; no conocen la importancia del favor que se les ha concedido.
14. Si es una misión, ¿por qué no es el privilegio de los hombres de bien y no que se dé esta facultad a personas que no merecen ninguna estimación y que pueden abusar de ella? Se les da porque tienen necesidad de su propio mejoramiento y a fin de que ellos mismos estén en disposición de recibir buenas enseñanzas; si no se aprovechan de ellas sufrirán las consecuencias. ¿Jesús no dirigía con preferencia su palabra a los pecadores, diciendo que es preciso dar a aquel que no tiene?
15. Las personas que tienen un gran deseo de escribir como médiums, sin conseguirlo, ¿pueden creer por esto mismo falta de benevolencia de los Espíritus hacia ellos, por alguna causa? No, porque Dios puede haberles rehusado esta facultad, como puede haberles rehusado el don de la poesía o de la música; pero si no gozan de este favor pueden tener otros.
16. ¿Cómo puede perfeccionarse el hombre con la enseñanza de los Espíritus, cuando no tienen los medios de recibir esta enseñanza directa por sí mismo ni por otros médiums? ¿Acaso no tiene libros como el cristiano tiene el Evangelio? Para practicar la moral de Jesús el cristiano no necesita oír las palabras de su boca.