El Libro de los Espíritus

Allan Kardec

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399. Siendo las vicisitudes de la vida corporal una expiación de las faltas pasadas y a la vez pruebas para el porvenir, ¿se deduce que de la naturaleza de las vicisitudes puede inducirse el género de la existencia anterior?

«Con mucha frecuencia, puesto que cada uno es castigado por donde ha pecado. Sin embargo, no debe admitirse el principio como regla absoluta. Las tendencias instintivas son un indicio más cierto; porque las pruebas que sufre el espíritu son tanto para el porvenir, como para el pasado».

Llegado el término que señaló la Providencia a la vida errante, el espíritu elige por si mismo las pruebas a que quiere someterse para apresurar su adelanto, es decir, el género de vida que cree que mejor le proporcionará los medios conducentes, pruebas que siempre guardan proporción con las faltas que debe expiar. Si triunfa de ellas, se eleva, si sucumbe, le toca volver a empezar.

El espíritu goza siempre de su libre albedrío, y en virtud de esta libertad elige en estado de espíritu las pruebas de la vida corporal, y en el de encarnación, delibera si hará o dejará de hacer, y escoge entre el bien y el mal. Negar al hombre el libre albedrío, equivaldría a reducirle a una máquina.

Vuelto a la vida corporal, el espíritu pierde momentáneamente el recuerdo de sus existencias anteriores, como si se las ocultase un velo. A veces tiene empero. una conciencia vaga, y hasta pueden serle reveladas en ciertas circunstancias; pero sólo por voluntad de los espíritus superiores que lo hacen espontáneamente, con un fin útil, y nunca para satisfacer vanas curiosidades.

En ningún caso pueden ser reveladas las existencias futuras; porque dependen del modo cómo se viva la éxistencía presente, y de la elección ulterior del espíritu.

El olvido de las faltas cometidas no es un obstáculo al mejoramiento del espíritu; porque, si no tiene un recuerdo exacto, el conocimiento que de ellas tenía en estado errante y el deseo que ha concebido de repararlas, le guían por medio de la intuición y le sugieren el pensamiento de resistir al mal. Este pensamiento es la voz de la conciencia, secundada por los espíritus que le asisten, sI escucha las buenas inspiraciones que le sugieren.

Si el hombre no conoce los mismos actos que realizó en sus anteriores existencias, puede saber siempre la clase de faltas de que se hizo culpable y cuál era su carácter dominante. Bástale estudiarse a si mismo, y puede juzgar de quien ha sido no por ser quien es, sino por sus tendencias.

Las vicisitudes de la vida corporal son a la vez una expiación de las faltas pasadas y pruebas para el porvenir. Nos purifican y nos elevan, si las sufrimos con resignación y sin quejarnos.
La naturaleza de las vicisitudes y de las pruebas que sufrimos puede ilustrarnos también acerca de lo que hemos sido y de lo que hemos hecho, como en la tierra juzgamos los actos del culpable por el castigo que le impone la ley. Asi, pues, tal será castigado en su orgullo por la humillación de una existencia subalterna; el mal rico y el avaro por la miseria, el que ha sido duro para con los otros por las durezas que sufrirá; el tirano, por la excíavitud; el hilo malo por la ingratitud de sus hijos; el perezoso, por el trabajo obligatorio, etcétera.