EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo

Allan Kardec

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3. La materia inerte es insensible, éste es un hecho positivo. Sólo el alma experimenta las sensaciones del placer y del dolor. Durante la vida, cualquier separación de la materia se refleja en el alma, quien recibe por ello una impresión más o menos dolorosa. El alma es la que sufre y no el cuerpo. Éste no es más que el instrumento del dolor, el alma es el paciente.

Después de la muerte, estando el cuerpo separado del alma, puede ser impunemente mutilado, porque nada siente. El alma, cuando está aislada, no sufre por la desorganización de este último. Tiene sus sensaciones propias, cuyo origen no está en la materia tangible.

El periespíritu es la envoltura fluídica del alma, de la cual no se separa ni antes ni después de la muerte, con la que no forma, por expresarlo así, más que uno, porque no puede concebirse el uno sin el otro. Durante la vida, el fluido periespiritual penetra en el cuerpo en todas sus partes y sirve de vehículo a las sensaciones físicas del alma. Por este intermediario obra también el alma sobre el cuerpo y dirige sus movimientos.