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EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo > PRIMERA PARTE > CAPÍTULO IX - Los demonios > Los demonios según el Espiritismo > 20
20. Según el Espiritismo, ni los ángeles ni los demonios son seres excepcionales. La creación de los seres inteligentes es una. Unidos a cuerpos materiales, constituyen la Humanidad que puebla la Tierra y las otras esferas habitadas. Separadas de este cuerpo, constituyen el mundo espiritual o de los espíritus que pueblan los espacios. Dios los ha creado perfectibles, les ha dado como fin la perfección y la dicha, que es su consecuencia, pero no les ha dado la perfección, sino que ha querido que la debiesen a su trabajo personal, a fin de que tuviesen el mérito de ella. Desde el instante de su formación, progresan, ya sea en el estado de encarnación, ya sea en el estado espiritual. Llegados al apogeo, son espíritus puros o ángeles, según se llaman vulgarmente, de forma que desde el embrión del ser inteligente hasta el ángel, hay una cadena no interrumpida de la cual cada eslabón marca un grado en el progreso.
Resulta de esto que existen espíritus de todos los grados de adelanto moral e intelectual, según estén en lo alto, en lo bajo o en medio de la escala. En consecuencia, los hay en todos los grados de saber y de ignorancia, de bondad y de maldad. En los puestos inferiores, los hay que están aún profundamente inclinados al mal, y que se complacen en él. Se pueden llamar demonios si se quiere, porque son capaces de todas las maldades atribuidas a estos últimos. Si el Espiritismo no les conoce por este nombre, es porque indica la idea de seres distintos de la Humanidad, de una naturaleza esencialmente mala, dedicados al mal eternamente o incapaces de progresar en el bien.
Resulta de esto que existen espíritus de todos los grados de adelanto moral e intelectual, según estén en lo alto, en lo bajo o en medio de la escala. En consecuencia, los hay en todos los grados de saber y de ignorancia, de bondad y de maldad. En los puestos inferiores, los hay que están aún profundamente inclinados al mal, y que se complacen en él. Se pueden llamar demonios si se quiere, porque son capaces de todas las maldades atribuidas a estos últimos. Si el Espiritismo no les conoce por este nombre, es porque indica la idea de seres distintos de la Humanidad, de una naturaleza esencialmente mala, dedicados al mal eternamente o incapaces de progresar en el bien.