EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo

Allan Kardec

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Juan Reynaud

Sociedad Espiritista de Paris. Comunicación espontánea


“Amigos míos, ¡qué magnífica es esta nueva vida! ¡Semejante a un torrente luminoso, lo infinito arrastra en su curso inmenso a las almas embriagadas! Después de la ruptura de los lazos carnales, mis ojos han abrazado los nuevos horizontes que me rodean, gozo de las espléndidas maravillas de lo infinito. He pasado de las sombras de la materia a la aurora resplandeciente que anuncia al Todopoderoso. Me he salvado, no por el mérito de mis obras, sino por el conocimiento del principio eterno que me ha hecho evitar los lunares, impresos por la ignorancia a la pobre Humanidad. Mi muerte ha sido bendecida, mis biógrafos la considerarán prematura. ¡Ciegos! Hallarán a faltar algunos escritos nacidos del polvo, y no comprenderán cuán útil es a la santa causa del Espiritismo el ruido que se hace alrededor de mi tumba a medio cerrar. Mi obra estaba acabada, mis predecesores van a la carrera, había alcanzado ese punto culminante en que el hombre da lo mejor que tiene y en que no hace sino volver a empezar. Mi muerte despierta la atención de los hombres de letras, y la conduce a mi obra capital, que atañe a la gran cuestión espiritista que dicen desconocer, y que pronto los unirá. ¡Gloria a Dios! Ayudado por los espíritus superiores que protegen la nueva doctrina, voy a ser uno de los que marquen vuestra ruta.”
Juan Reynaud


París, reunión de familia. Otra comunicación espontánea


El espíritu responde a una reflexión hecha sobre su muerte, inesperada en una edad poco avanzada, y que sorprendió a muchas personas:


¿Quién os ha dicho que mi muerte no es un beneficio para el Espiritismo, para su porvenir, para sus consecuencias? ¿Habéis observado, amigo mío, la marcha que sigue el progreso, la ruta que toma la fe espiritista? Dios ha dado desde luego pruebas materiales: movimientos de las mesas, golpes y toda clase de fenómenos. Esto era para llamar la atención. Era un divertido prefacio. Son necesarias al hombre pruebas palpables para creer. ¡Ahora es otra cosa! Después de los hechos materiales. Dios habla a la inteligencia, al buen sentido, a la fría razón. Éstos no son juegos de fuerza, sino cosas racionales que deben convencer y unir hasta a los incrédulos y a los más tercos. Y esto no es todavía más que el principio. Observad bien lo que os digo: toda una serie de hechos inteligentes, irrefutables, van a seguirse, aumentándose también el número, ya tan grande, de los adeptos de la fe espiritista. Dios va a ocuparse de las inteligencias escogidas, de las eminencias del espíritu, del talento y del saber. Esto será un rayo luminoso que se extenderá por toda la Tierra como un fluido magnético irresistible, y empujará a los más pertinaces a la investigación de lo infinito, al estudio de esta admirable ciencia que nos enseña máximas tan sublimes. Todos se agruparán a vuestro alrededor, y haciendo abstracción del diploma del genio que les fue dado, se harán humildes y pequeños para aprender y convencerse. Después, más tarde, cuando estén bien instruidos y bien convencidos, se servirán de su autoridad y de la notoriedad de su nombre para ir todavía más lejos y alcanzar los últimos límites del fin que todos os habéis propuesto: la regeneración de la especie humana por el conocimiento razonado y profundo de las existencias pasadas y futuras. He ahí mi sincera opinión sobre el estado actual del Espiritismo.”


Burdeos


Evocación. Vengo con gusto a vuestro llamamiento, señora. Sí, tenéis razón, la turbación espiritista, por decirlo así, no ha existido para mí (esto respondía al pensamiento del médium): desterrado voluntariamente en vuestra tierra, donde yo tenía que echar la primera simiente formal de las grandes verdades que envuelven al mundo en este momento, he tenido siempre la conciencia de la patria, y me he hallado pronto en medio de mis hermanos.


P. Os doy las gracias por habernos hecho el favor de venir. Pero no hubiera creído que mi deseo de conversar con vos tuviese influencia alguna. Debe necesariamente haber una diferencia tan grande entre nosotros, que sólo lo pienso con respeto.


R. Gracias por ese buen pensamiento, querida mía. Pero debéis saber también que cualquier distancia que las pruebas acabadas más o menos pronto, más o menos felizmente, pudiesen establecer entre nosotros, hay siempre un lazo poderoso que nos une: la simpatía. Y este lazo lo habéis unido más con vuestro pensamiento constante.


P. Aunque muchos espíritus hayan explicado sus primeras sensaciones al despertar, ¿seréis lo bastante bueno para decirme lo que habéis sentido, reconociéndoos, y cómo se ha verificado la separación de vuestro espíritu y de vuestro cuerpo?


R. Como para todos. He conocido que se acercaba el momento de la libertad. Pero más feliz que muchos, no me ha causado angustia, porque sabía de esto los resultados, aunque fueron más grandes de lo que pensaba. El cuerpo es una traba de las facultades intelectuales, y cualesquiera que sean las luces que se hayan conservado, están siempre más o menos ahogadas por el contacto de la materia. ¡Me he dormido esperando un despertar dichoso! ¡El sueño fue corto, la admiración inmensa! Los esplendores celestes descorridos a mis miradas brillaban con toda su hermosura. Mi vista maravillada se hundía en las inmensidades de estos mundos, de los cuales había afirmado la existencia y la habitabilidad: era un espejismo que me revelaba y me confirmaba la verdad de mis sentimientos. El hombre, por seguro que se crea cuando habla, tiene a menudo en el fondo de su corazón momentos de duda, de incertidumbre. Desconfía, si no de la verdad que muchas veces proclama, sí al menos de los medios imperfectos que emplea para demostrarla. Convencido de la verdad que quería hacer admitir, he tenido que combatir frecuentemente contra mí mismo, contra el desaliento de ver, de tocar, por decirlo así, la verdad, y no poder hacerla palpable a los que tendrían tanta necesidad de creer en ella, para marchar con seguridad en la vía que han de seguir.


P. ¿En vuestra vida profesabais el Espiritismo?


R. Entre profesar y practicar hay una gran diferencia. Muchas gentes profesan una doctrina que no la practican: yo practicaba y no profesaba. De la misma manera que todo hombre que sigue las leyes de Cristo es cristiano, aunque lo ignore, de la misma manera todo hombre puede ser espiritista si cree en su alma inmortal, en sus muchas existencias, en su marcha progresiva incesante, en las pruebas terrestres, abluciones necesarias para purificarse. Yo creía en ello: era, pues, espiritista. He comprendido el estado errante, este lazo intermediario entre las encarnaciones, este purgatorio donde el espíritu culpable se despoja de sus vestidos manchados, para volver a vestir una nueva ropa. Donde el espíritu en progreso teje con cuidado el traje que va a llevar de nuevo y que quiere conservar puro. He comprendido, os lo he dicho, y sin profesar, he continuado practicando.


Observación. Estas tres comunicaciones se obtuvieron por tres médiums diferentes, completamente ajenos los unos a los otros. En la analogía de los pensamientos, en la forma del lenguaje, se puede admitir al menos la presunción de la identidad. La expresión : teje con cuidado el traje que va a llevar de nuevo, es una figura encantadora, que pinta el cuidado con que el espíritu en progreso prepara la nueva existencia que debe hacerle progresar todavía. Los espíritus atrasados toman menos precauciones y hacen algunas veces elecciones desgraciadas que les fuerzan a volver a empezar.