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EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO
EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO
EL GENESIS,
LOS MILAGROS Y LAS PREDICCIONES
SEGUN EL ESPIRITISMO,
POR
ALLAN KARDEC
Autor del Libro de los Espíritus
La doctrina espirita. es el resultado de la enseñanza colectiva y concordante de los Espíritus.
La ciencia está llamada á constitituir el Génesis segun las leys de la naturaleza.
Dios prueba su grandeza y su poder por la inmutabilidad de sus leys y no por su suspension.
Para Dios, lo pasado y lo porvenir son lo presente.
Introducción
De la primera edición, publicada en enero de 1868
Esta nueva obra avanza un paso en el estudio de las consecuencias y las aplicaciones del
Espiritismo. Como su título lo indica, tiene por objetivo el estudio de tres puntos diversamente
interpretados, a saber: El génesis, los Milagros y las profecías en sus relaciones con las nuevas
leyes que se deducen de la observación de los fenómenos espíritas.
Dos elementos, o si se prefiere, dos fuerzas gobiernan el Universo: el elemento material y el
elemento espiritual. De la acción simultánea de estos dos principios nacen aquellos fenómenos
especiales cuya naturaleza es inexplicable si se hace abstracción de uno de los dos, tal como
ocurriría si se sustrajera uno de los dos elementos que constituyen el agua: el oxígeno y el
hidrógeno.
Al demostrar la existencia del mundo espiritual y sus relaciones con el mundo material, el
Espiritismo nos brinda la comprobación de una infinidad de fenómenos incomprensibles que son
considerados, por tal motivo, inadmisibles por ciertos pensadores. Estos fenómenos abundan en las
escrituras, y en razón del desconocimiento de la ley que los gobierna, los tratadistas de ambos
bandos antagónicos han girado sin cesar en el mismo círculo de ideas: unos omitiendo los
descubrimientos positivos de la ciencia, y otros ignorando el principio espiritual, de modo que no
han podido llegar a una solución racional y convincente.
La solución se encuentra en la acción recíproca del espíritu y la materia, y, de tal manera, se
libera del carácter sobrenatural que se atribuía a la mayor parte de los fenómenos. Pero, ¿qué es más
positivo: admitir los hechos como resultantes de las leyes de la Naturaleza o rechazarlos totalmente?
Su desestimación absoluta lleva a la destrucción de la base misma de todo edificio, mientras que su
aceptación, aun limitada, no suprime más que lo accesorio, dejando intacta la base. Esa es la causa
por la cual el Espiritismo induce a mucha gente a aceptar verdades consideradas antes meras
utopías.
Esta obra es, entonces, como ya lo hemos dicho, un complemento de las aplicaciones del
Espiritismo desde un punto de vista especial.
El material estaba listo, casi elaborado, desde hace mucho, pero el momento adecuado para
su publicación no había llegado. Era necesario, en primer término, que las ideas que debían servir de
apoyo madurasen, y además, había que esperar el momento propicio. El Espiritismo no tiene
misterios ni teorías secretas, todo debe esclarecerlo para cual pueda juzgarlo con conocimiento de
causa, mas cada cosa debe llegar a su tiempo para ser comprendida. Una solución a la ligera,
prescindiendo de la elucidación completa de la cuestión, sería más un motivo de retraso que de
adelanto. En vista de la importancia del tema que debíamos tratar, fue necesario evitar la más
mínima precipitación.
Antes de entrar de lleno en el tema, nos ha parecido necesario definir con claridad los
papeles respectivos de los espíritus y de los hombres en la obra de la nueva Doctrina.
Estas observaciones preliminares, que prescinden de las ideas místicas, son el tema del primer
capítulo, titulado: “Caracteres de la Revelación Espírita”. A este punto hemos otorgado
una gran importancia, porque él comprende, en cierta forma, el quid de la cuestión.
A pesar de la intervención humana en la elaboración de esta Doctrina, la iniciativa pertenece
a los espíritus, pero no a uno en especial, ya que es el resultado de la enseñanza colectiva y
concordante de muchos espíritus, puesto que si se basara en la doctrina de un espíritu no tendría
otro valor que el de una opinión personal. El carácter esencial de la Doctrina y su existencia misma
se basan en la uniformidad y la concordancia de la enseñanza. Por tanto, todo principio no general
no puede considerarse parte integrante de la Doctrina, sino una simple opinión aislada de la cual el
Espiritismo no se responsabiliza.
Es esa concordancia colectiva de opiniones, sometidas a la prueba de la lógica, la que otorga
fuerza a la Doctrina Espírita y asegura su vigencia. Para que cambiase, sería necesario que la
totalidad de los espíritus mudasen de opinión, es decir, que llegase el día en que negasen lo dicho
anteriormente. Ya que la Doctrina emana de la enseñanza de los espíritus, para que desapareciese
sería necesario que los espíritus dejasen de existir. Y es por eso que esta Doctrina prevalecerá
siempre sobre los demás sistemas personales, que no poseen, como ella, raíces por doquier.
El Libro de los Espíritus ha consolidado su prestigio porque es la expresión de un
pensamiento colectivo y general. En abril de 1867 cumplió sus primeros diez años. En ese lapso, los
principios fundamentales en que se ha basado han sido sucesivamente desarrollados y completados
por la enseñanza progresiva de los espíritus: Ninguno ha sido desmentido por la experiencia y
todos, sin excepción, han permanecido en pie, más vivos que nunca, mientras que todas las ideas
contradictorias que han intentado oponérseles no han prevalecido, precisamente porque en todas
partes se enseñaba lo contrario. Es ése un resultado característico que podemos proclamar sin
vanidad, ya que nunca nos hemos atribuido el mérito.
Hemos tenido idénticos escrúpulos en la redacción de los anteriores libros, en los que hemos
agregado a sus respectivos títulos: según el Espiritismo, porque estamos seguros de su identidad con
la enseñanza general de los espíritus. Ocurre lo mismo con este libro, que entregamos como
complemento de los precedentes, exceptuando, sin embargo, algunas teorías todavía hipotéticas que
hemos tenido cuidado de tratar como tales y que no deben considerarse sino como opiniones
personales hasta que sean confirmadas o negadas, con lo cual evita que a posteriori la
responsabilidad recaiga sobre la Doctrina. Quienes leen asiduamente la Revista Espírita habrán
visto bosquejadas en la misma la mayor parte de las ideas que se desarrollarán en el curso de este
libro, tal como hemos hecho con las de las obras anteriores. La Revista es, para nosotros, un terreno
de ensayo destinado a sondear la opinión de los hombres y de los espíritus sobre ciertos principios,
antes de admitirlos como partes constitutivas de la Doctrina.
Allan Kardec
Allan Kardec
EL GÉNESIS
CAPÍTULO I - Caracteres de la revelación espírita
1. ¿Es posible considerar al espiritismo como una revelación? En tal caso, ¿cuál es su
carácter? ¿Sobre qué se funda su autenticidad? ¿A quién y de qué forma ha sido hecha? ¿Es la
Doctrina Espírita una revelación en el sentido teológico de la palabra?, es decir, ¿es el resultado de
una enseñanza oculta llegada del Más Allá? ¿Es susceptible o no de sufrir modificaciones? Al
entregar a los hombres una verdad elaborada, ¿no tendría por efecto la revelación impedirles hacer
uso de sus facultades al ahorrarles el trabajo de la búsqueda? ¿Cuál es la autoridad de los espíritus
para enseñar, si no son infalibles ni superiores a los humanos? ¿Para qué sirve la moral que predican
si es la misma que Cristo enseñó? ¿Tiene necesidad el hombre de una revelación? ¿No es capaz de
encontrar en sí mismo, en su conciencia, todo lo que necesita para conducirse? Tales son las
preguntas que debemos contestar.
2. Comencemos por definir la palabra revelación.
Revelar tiene su origen en el vocablo latino revelare. Su raíz, velum, significa velo.
Literalmente, significa: salir debajo del velo, y en su sentido figurado: descubrir, hacer conocer una
cosa secreta o desconocida. En su aceptación vulgar más generalizada, se dice de toda cosa
ignorada que se da a conocer.
Desde este punto de vista, todas las ciencias que nos hacen conocer los misterios de la
Naturaleza nos revelan algo: la Geología, la formación de la Tierra; la Astronomía, el mundo estelar
que ignorábamos; la Química, la ley de las afinidades; la Fisiología, las funciones del organismo,
etc. Copérnico, Galileo, Newton, Laplace y Lavoisier son, por lo tanto, reveladores.
3. El carácter esencial de toda revelación debe ser el de su autenticidad. Revelar un secreto
es hacer conocer un hecho. Si es falso, no habrá ningún hecho y, en consecuencia, no habrá
tampoco revelación. Cuando una revelación es desmentida por los hechos, ya no es tal. Y si es
atribuida a Dios, siendo que Dios no miente ni engaña, significará que estamos ante una invención
humana.
4. ¿Cuál es el papel del profesor con respecto a sus alumnos? ¿No es acaso el de un
revelador? Les enseña lo que no saben, aquello para lo que les hubiera faltado tiempo y no hubiesen
podido descubrir ellos mismos, ya que la ciencia es una obra colectiva producto de muchos siglos y
de una gran cantidad de hombres, cada uno de los cuales deja sus observaciones para que sus
sucesores la aprovechen. La enseñanza es, entonces, la revelación de ciertas verdades científicas o
morales, físicas o metafísicas hechas por el hombre que las conoce a quien las ignora, y que, sin esa
posibilidad, las hubiese continuado ignorando.
5. Pero el profesor sólo enseña aquello que ha aprendido: es un revelador de segundo orden.
El hombre de genio enseña lo que ha descubierto sin ayuda, es el revelador primario. Crea la luz
que luego progresivamente se expande. ¡Dónde estaría la Humanidad sin las revelaciones de esos
hombres de genio que aparecen de tanto en tanto!
¿Cómo definir a un hombre de genio? ¿Por qué son hombres de genio? ¿De dónde
provienen? ¿Hacia dónde van? Notemos que la mayor parte de ellos traen al nacer facultades
trascendentes y conocimientos innatos. Un poco de trabajo les basta para desarrollarlos. Sin duda,
son parte de la Humanidad, ya que nacen, viven y mueren como nosotros. Entonces, ¿de dónde
provienen esos conocimientos que han adquirido en vida? ¿Opinaremos, como los materialistas, que
la suerte los ha dotado de un cerebro de mayor tamaño y mejor calidad que el nuestro? Si así fuese,
no tendrían más mérito que una legumbre más grande y sabrosa que otra.
¿O diremos, como ciertos espiritualistas, que Dios los ha dotado de un alma mejor que la del
común de los mortales? Suposición también carente de lógica, ya que acusaría a Dios de parcial. La
única solución racional para este problema reside en la preexistencia del alma y en la pluralidad de
existencias. El hombre de genio es un espíritu que vivió más tiempo y que tiene, en consecuencia,
mayor terreno ganado que aquellos otros más atrasados. Cuando encarna, trae consigo lo que sabe,
y como sabe mucho más que los demás sin necesidad de aprender, se le llama hombre de genio. Sin
embargo, todo lo que sabe es fruto del trabajo anterior y no el resultado de un privilegio. Antes de
renacer, era un espíritu avanzado. Su reencarnación tiene por objeto enseñar lo que sabe a los demás
o adquirir nuevos conocimientos.
Los hombres progresan, indudablemente, gracias a sí mismos y al esfuerzo de su
inteligencia. Pero si fuesen librados a sus propias fuerzas y no contasen con la ayuda de hombres
más avanzados que ellos, el progreso sería lento, tal como ocurre con los estudiantes sin profesor.
Todos los pueblos han tenido sus hombres de genio, quienes han aparecido en diferentes épocas
para darles un impulso y sacarlos de la inercia.
6. Si es aceptada la providencia de Dios hacia sus criaturas, ¿por qué no admitir que
espíritus capaces de hacer avanzar a la Humanidad, por su energía y la superioridad de sus
conocimientos, encarnen por voluntad de Dios para ayudar al progreso en un sentido determinado,
es decir, que reciban una misión como un embajador la recibe de su rey? Tal es el papel de los
grandes genios. ¿Qué vienen a hacer, si no es a enseñar a los hombres verdades que éstos ignoran y
que hubiesen seguido ignorando mucho tiempo más? ¿A entregarles una escalera para que con su
ayuda puedan ascender más rápidamente? Esos genios, que aparecen a través de los siglos como
estrellas fulgurantes, dejando tras de sí una larga estela de luz sobre la Humanidad, son misioneros,
o, si se prefiere, mesías. Las cosas nuevas que enseñan a los hombres, ya sea en el orden físico o en
el filosófico, son revelaciones.
Si Dios permite la existencia de reveladores para las verdades científicas, puede, con mayor
razón, suscitarlos para las verdades morales, que son uno de los elementos esenciales para el
progreso. Tales son los filósofos, cuyas ideas perduran a través del tiempo.
7. Teológicamente, la revelación se atiende a las cosas puramente espirituales, aquellas que
el hombre no puede conocer por sí solo y no están al alcance de descubrir por medio de sus
sentidos, y cuyo conocimiento le es revelado por Dios o sus semejantes, ya sea por medio de la
palabra directa o de la inspiración. En ese caso, la revelación siempre se hace a hombres
privilegiados, llamados profetas o mesías, es decir, enviados, misioneros, cuya misión consiste en
transmitirla a los hombres. La revelación, considerada desde ese punto de vista, implica una
pasividad absoluta. Se la acepta sin control, sin examen, sin discusión.
8. En todas las religiones ha habido reveladores, y aunque todos ellos hayan estado lejos de
conocer la verdad absoluta, fueron providenciales y adecuados al tiempo y al ambiente en que
vivían, así como al carácter particular del pueblo al que enseñaban, al cual eran, en relación,
superiores. A pesar de los errores existentes en sus doctrinas, despertaron los espíritus y sembraron
los gérmenes del progreso que más tarde habían de florecer gracias al Cristianismo. Es incorrecto,
entonces, anatematizarlos en nombre de la ortodoxia, ya que vendrá el día en que todas las
creencias, diversas en la forma, pero basadas en un mismo principio fundamental: Dios y la
inmortalidad del alma, se fundirán en una sola, cuando la razón haya triunfado sobre los prejuicios.
Desgraciadamente, en todas las épocas las religiones han sido instrumentos de dominación.
El papel de profeta tentó las ambiciones secundarias, y así surgieron una multitud de seudos
reveladores o mesías, quienes respaldándose en el prestigio de sus títulos explotaron la credulidad
para saciar su orgullo, su rapacidad o su pereza, viviendo cómodamente a expensas de sus
supercherías. El Cristianismo no se libró tampoco de esos parásitos. Al respecto, es importante
consultar el capítulo XXI de El Evangelio según el Espiritismo: “Habrá falsos Cristos y falsos
profetas”.
9. ¿Hace Dios revelaciones directas a los hombres? Esta es una pregunta que no nos
animaríamos a responder con un sí ni con un no rotundo. No es algo totalmente imposible, pero no
existe una prueba cierta al respecto. Lo que sí sabemos es que los espíritus más cercanos a Dios por
su perfección e imbuidos del pensamiento divino, pueden ser sus transmisores. En cuanto a los
reveladores encarnados, según el orden jerárquico al que pertenezcan y el grado de su sabiduría
personal, pueden extraer las instrumentaciones de sus propios conocimientos o recibirlas de
espíritus más elevados, es decir, de los mensajeros directos de Dios. Éstos, al hablar en nombre de
Dios, pueden haber sido confundidos con Dios mismo.
Estas comunicaciones nada tiene de extrañas para quienes conocen los fenómenos espíritas y
la manera en que se establecen los contactos entre encarnados y desencarnados. Las instrucciones
pueden transmitirse de diversos modos: por medio de la inspiración pura y simple, por la audición
de palabras o por la visión de espíritus instructores, en visiones y apariciones, ya sea en sueños o en
estado de vigilia. En la biblia, el evangelio y los libros sagrados de todos los pueblos, encontramos
numerosos ejemplos al respecto. Es, pues, rigurosamente exacto decir que la mayor parte de los
reveladores son médiums, sensitivos, auditivos o videntes, lo que no significa que todos los
médiums sea reveladores y menos aún que sean intermediarios directos de Dios o de sus
mensajeros.
10. Sólo los espíritus puros reciben la misión de transmitir la palabra de Dios, pues hoy
sabemos que los espíritus están lejos de ser todo perfectos y que algunos intentan aparentar lo que
no son, razón por la cual San Juan ha dicho: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los
espíritus si son de Dios” (Primera Epístola Universal de San Juan Apóstol 4:1).
Hay revelaciones apócrifas y mentirosas, pero también las hay serias y verdaderas. El
carácter esencial de la revelación divina es el de verdad eterna. Toda revelación factible de error o
sujeta a modificaciones no emana de Dios. Es por eso que el Decálogo presenta los caracteres de su
origen, mientras que las otras leyes mosaicas de índole transitoria, a menudo contradictorias con la
ley del Sinaí, son la obra personal y política del legislador hebreo. Al dulcificarse las costumbres
del pueblo, las leyes cayeron en desuso, mientras que el Decálogo, faro de la Humanidad, siguió en
pie. Cristo construyó el edificio de sus enseñanzas basándolo en el Decálogo, mientras que abolió
las otras leyes. Si éstas hubiesen sido obra de Dios, no las hubiera tocado. Cristo y Moisés son los
dos grandes reveladores que cambiaron la faz del mundo, y en ello reside la prueba de la misión
divina de ambos. Una obra puramente humana no hubiera poseído tanta fuerza.
11. Una revelación importante tiene lugar en nuestra época: la que nos revela la posibilidad
de comunicarnos con los seres del mundo espiritual. Dicho conocimiento no es de ningún modo
nuevo, pero había permanecido ocultamente, y sin beneficio alguno para la Humanidad, hasta
nuestros días. La ignorancia de las leyes que gobiernan estas relaciones había ahogado al
conocimiento, disfrazándolo de superstición. El hombre era incapaz de extraer para su beneficio
deducción alguna. Nuestra época es la encargada de suprimir los accesorios ridículos, comprender
su alcance y lograr la luz que debía iluminar el camino del porvenir.
12. El Espiritismo, haciéndonos conocer el mundo invisible que nos rodea y en medio del cual vivimos, las leyes que lo gobiernan, sus relaciones con el mundo visible, la naturaleza y el estado de los seres que lo habitan y, en consecuencia, el destino del hombre después de la muerte, es una auténtica revelación en el sentido científico de la palabra.
13. Por su naturaleza, la Revelación Espírita tiene un carácter doble: es a la vez una revelación
divina y una revelación científica. Es divina, porque su llegada es providencial y no es el resultado
de la iniciativa humana. Porque los puntos fundamentales de la Doctrina son el producto de la enseñanza
impartida por los espíritus, encargados de Dios de revelar a los hombres cosas que éstos ignoraban
y que no podían saber sin ayuda, y porque es importante revelar estas cosas hoy, pues los hombres
están maduros para comprenderlas. Es científica, porque la enseñanza no es privilegio de ningún
individuo en especial, sino que es impartida a todos, por la misma vía, y porque quienes la trasmiten
y quienes la reciben no son de ninguna manera seres pasivos, liberados del trabajo de la búsqueda y
la observación, así como no pierden su juicio y libre albedrío ni les está prohibido el control. Por el
contrario, se les recomienda ejercerlo para que la Doctrina no sea dictada ni impuesta ciegamente, y
para que ella sea el producto del trabajo del hombre, de la observación de hechos que los espíritus
les muestran y de la instrucciones que les dan, instrucciones que el hombre estudia, comenta y
compara, y de las cuales él mismo saca las conclusiones. En una palabra, lo que caracteriza a la
Revelación Espírita es que su origen pertenece a Dios, la iniciativa a los espíritus y su elaboración
es obra del hombre.
14. Como método de elaboración, el Espiritismo utiliza exactamente el mismo que las
ciencias positivas, es decir, aplica el método experimental. Se presentan hechos de un orden nuevo
que no pueden explicarse mediante las leyes conocidas: el Espiritismo los observa, compara y
analiza, y del efecto se remontan a la causa y de ésta a la ley que los gobierna, luego deduce las
consecuencias y busca aplicaciones útiles. No establece ninguna teoría preconcebida, motivo por
el cual no ha formulado hipótesis sobre la existencia e intervención de los espíritus, como tampoco
sobre el periespíritu, la reencarnación ni ningún otro de los principios de la Doctrina. Ha terminado
por aceptar la existencia de los espíritus cuando esa existencia se mostró evidente a través de la
observación de los hechos, y de igual manera se ha manejado con los demás principios. No son los
hechos los que han venido a confirmar la teoría, sino ésta es la que ha llegado posteriormente para
explicar y resumir los hechos. Es rigurosamente exacto decir pues, que el Espiritismo es una ciencia
de observación y no producto de la imaginación. Las ciencias no progresaron seriamente hasta que
basaron sus estudios en el método experimental. Hasta hoy se pensaba que ese método sólo era
aplicable a la materia, mientras que lo es igualmente para las cosas metafísicas.
15. Veamos un ejemplo. En el mundo de los espíritus acaece un hecho muy singular, y que
nadie sospechaba siquiera: se trata de ciertos espíritus que creen seguir vivos. Pues bien, los
espíritus superiores que conocen el hecho perfectamente, no vinieron anticipadamente a
anunciarnos: “Hay espíritus que suponen que aún viven en la Tierra, que han conservado sus gustos,
sus costumbres y sus instintos”, sino que han provocado manifestaciones de espíritus de esa
categoría para que nosotros los observáramos. Cuando entramos en relación con esos espíritus,
inciertos de su estado, o afirmando que aún estaban vivos y desempeñando sus tareas habituales, del
ejemplo deducimos la regla. La multiplicidad de hechos análogos ha probado que no se trataba de
una excepción, sino de una de las fases de la vida espírita que ha permitido estudiar todas las
variedades y causas de esta ilusión singular y reconocer que, dicha situación, es propia de espíritus
poco adelantados moralmente y que tuvieron determinados tipos de muerte. Sólo es temporal, mas
puede prolongarse durante días, meses y hasta años. Vemos así cómo la teoría nació de la
observación. Del mismo modo ocurre con los demás principios de la Doctrina.
16. La ciencia, propiamente dicha, tiene por objeto el estudio de las leyes del principio
material, así como el objeto del Espiritismo es el conocimiento de las leyes del principio espiritual.
Pero como este último principio es una de las fuerzas de la Naturaleza y actúa sin cesar sobre el
principio material, y éste sobre aquél, resulta que el conocimiento de uno no puede complementarse
sin el del otro. Por consiguiente, el Espiritismo y la ciencia se complementan mutuamente. La
ciencia sin el espiritismo es impotente para explicar ciertos fenómenos, contando sólo con las leyes
que rigen a la materia, así como el Espiritismo sin la ciencia carecería de apoyo y control. El estudio
de las leyes de la materia debería preceder al de las leyes espirituales, ya que es la materia la que
afecta antes a los sentidos. Si el Espiritismo hubiese llegado antes que los descubrimientos
científicos hubiera sido una obra inútil, como todo aquello que llega antes de tiempo.
17. Todas las ciencias se suceden y encadenan racionalmente, unas nacen de otras, a medida
que encuentren un punto de apoyo en las ideas y los conocimientos anteriores. La Astronomía, una
de las primeras ciencias cultivadas, no salió de su faz primaria hasta el instante en que la Física
reveló la ley de las fuerzas de los agentes naturales; la Química, impotente sin la Física, sucedió a
ésta muy pronto, para luego marchar unidas, apoyándose mutuamente. La Anatomía, la Fisiología,
la Zoología, la Botánica y la Mineralogía se convirtieron en ciencias con la ayuda de la Física y la
Química. La Geología, sin la Astronomía, la Física y la Química hubiera carecido de auténticos
elementos vitales, motivo por el cual llegó después.
18. La ciencia moderna ha tomado en cuenta los cuatro elementos primitivos de los
antiguos, y, de observación en observación, llegó a la concepción de un solo elemento generador de
todas las transformaciones de la materia. Pero la materia, por sí sola, es inerte, no tiene vida, ni
piensa ni siente, necesita unirse al principio espiritual. El Espiritismo no ha descubierto ni
inventado tal principio, pero lo ha demostrado mediante pruebas irrecusables, lo ha estudiado,
analizado, y ha constatado su acción evidente. Al elemento material, agregó el elemento espiritual.
Esos dos elementos son los dos principios, la dos fuerzas vivas de la Naturaleza, mediante la unión
indisoluble de ambos elementos se resuelven, sin esfuerzo, una infinidad de hechos, hasta hoy
inexplicables.1
El Espiritismo, al estudiar uno de los dos elementos que constituyen el Universo, establece
forzosamente contacto con la casi totalidad de las ciencias y, por tal motivo, su llegada debía ser
posterior a la creación de éstas. Nació por la fuerza de las cosas y por la imposibilidad de poderse
explicar una infinidad de hechos con la sola ayuda de las leyes que rigen a la materia.
19. Se acusa al espiritismo de estar emparentado con la magia y la hechicería, pero se olvida
que la astrología judiciaria, no tan lejana de nuestra época, es antepasada directa de la Astronomía,
que la Química es hija de la alquimia, de la que ningún hombre sensato se ocuparía hoy. Nadie
niega, sin embargo, que en la astrología y en la alquimia encontramos los gérmenes de las verdades
que conformarían las ciencias actuales. A pesar de sus fórmulas ridículas, la alquimia fue la
iniciadora de los estudios de los cuerpos simples y de la ley de afinidades. La astrología basaba sus
estudios en la posición y movimientos de los astros, a los cuales observaba minuciosamente. Pero
como ignoraba las leyes que gobiernan el mecanismo del Universo, consideraba a los astros seres
misteriosos y les otorgaba, supersticiones, influencia moral y sentido revelador. Cuando Galileo,
Newton y Kepler dieron a conocer sus leyes y el telescopio rasgó el velo al sumergir su mirada en
las profundidades del espacio, hecho que fue considerado indiscreto por ciertos sectores, los
planetas aparecieron como mundos simples similares al nuestro, con lo cual todo el andamiaje de
maravillas se derrumbó.
Ocurre lo mismo al relacionar al Espiritismo con la magia y la hechicería. Éstas también se
basaban en las manifestación de los espíritus, como la astrología en el movimiento de los astros.
Pero, al ignorar las leyes que gobiernan al mundo espiritual, confundían las manifestaciones con sus
prácticas y creencias absolutas. El Espiritismo moderno, fruto de la experiencia y la observación, ha
hecho justicia. Sin duda, existe una distancia mucho mayor entre el Espiritismo y la magia que entre
la Astronomía y la astrología o entre la Química y la alquimia. Pretender confundirlos es admitir
que se ignora hasta lo más elemental.
20. El hecho de poder establecer comunicación con los seres del mundo espiritual trae
consigo consecuencias de la mayor gravedad: es un mundo nuevo que se nos revela, un
acontecimiento de la mayor importancia, puesto que ese mundo nos espera a todos, sin excepción.
Ese conocimiento, al generalizarse, ocasionará profundas modificaciones en los hábitos, el carácter,
las costumbres y las creencias, todo lo cual tiene una influencia enorme sobre las relaciones
sociales. Es una revolución total que habrá de operarse en las ideas, revolución tanto mayor y
poderosa ya que no está circunscrita a un pueblo o a una casta determinada, sino que abarca
simultáneamente el alma de todas las clases, nacionalidades y cultos.
Es con razón, pues, que el Espiritismo es considerado como la tercera de las grandes
revelaciones. Veamos en qué difieren entre sí y por qué lazo permanecen estrechamente unidas esas
revelaciones.
1. La palabra elemento no se considera aquí como un cuerpo simple, elemental, de moléculas primitivas,
sino como parte constituyente de un todo. El tal sentido, puede decirse que el elemento espiritual cumple una parte
activa en la economía del Universo, así como se dice que el elemento civil y el elemento militar forman parte de la
población, o que el elemento religioso entra en la educación, o bien que en Argelia existe un elemento árabe y un
elemento europeo. [N. de A. Kardec.]
21. Moisés, como profeta, reveló a los hombres la existencia de un Dios único, Señor
soberano y creador de todas las cosas. Promulgó la ley del Sinaí y creó las bases de la fe verdadera.
Como hombre, fue el legislador de su pueblo. La fe primitiva de ese pueblo, al depurarse, habría de
expandirse por el mundo entero.
22. Cristo tomó de la antigua ley lo que es eterno y divino y desechó lo que sólo era
transitorio, meramente disciplinario y de hechura humana, y agregó la revelación de la vida futura,
aquella de la que Moisés no había hablado, la relacionada con las penas y recompensas que esperan
al hombre después de la muerte (ver la Revista Espírita, marzo de 1861).
23. La esencia de la revelación de Cristo, la piedra angular de toda su doctrina, es la nueva
manera de concebir a Dios que ella nos brinda. Ya no es el dios terrible, celoso, vindicativo de
Moisés, el dios cruel y sin piedad que riega la tierra con sangre humana, que ordena la masacre y el
exterminio de pueblos enteros sin exceptuar siquiera a las mujeres, a los niños y a los ancianos, que
castiga a todo un pueblo por la falta de su conductor, que se venga del culpable en la persona del
inocente, que golpea a los niños por la culpa de sus padres, sino un Dios clemente, soberanamente
justo y bueno, lleno de mansedumbre y misericordia, que perdona al pecador arrepentido y juzga a
cada cual según sus obras. Ya no es el dios de un solo pueblo privilegiado, el dios de los ejércitos
que encabeza los combates para sostener su propia causa contra el dios de los otros pueblos, sino el
Padre común del género humano que extiende su protección a todos los niños y los incita a que
vayan a Él. Ya no es más el dios que recompensa y castiga sólo con bienes terrenales, que construye
gloria y felicidad con la servidumbre de los pueblos rivales y con la multiplicidad de la progenie,
sino que dice a los hombres: “Vuestra verdadera patria no es de este mundo: está en el reino de los
cielos. Allí, los humildes de corazón serán elevados y los orgullosos, humillados.” Ya no es más el
dios que considera virtud la venganza y ordena devolver “ojo por ojo y diente por diente”, sino el
Dios de misericordia que dice: “Perdonad las ofensas si queréis que las vuestras sean perdonadas.
Devolved bien por mal, no hagáis al otro lo que no queréis que os hagan a vosotros.” Ya no es más
el dios mezquino y minucioso que impone la forma de adorarlo y rigurosas penas en el caso de no
obedecerla y que se ofende ante la inobservancia de una fórmula, sino el Dios grande que considera
nuestros pensamientos y no la forma exterior del culto. Ya no es más el dios que quiere ser temido,
sino Dios que quiere ser amado.
24. Dios es el eje de todas las creencias religiosas, la finalidad de todos los cultos, por tanto,
el carácter de las religiones es de acuerdo con la idea que éstas tengan de Dios. Las religiones que
hicieron a Dios vindicativo y cruel, creen honrarlo con actos de crueldad, con hogueras y torturas.
Las que concibieron a Dios parcial y celoso, son intolerantes, son, en mayor o menor medida,
detallistas de la forma, según lo hayan ideado más o menos manchado por debilidades y pequeñeces
humanas.
25. Toda la doctrina de Cristo se funda en el carácter que Éste atribuye a la Divinidad. Con
un Dios imparcial, soberanamente justo, bondadoso y misericordioso pudo hacer del amor a Dios y
de la caridad hacia el prójimo la condición expresa para la salvación, y decir: “Amarás al Señor tu
Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande
mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos
mandamientos depende toda la ley y los profetas.” Con esta única creencia instituyó el principio de
igualdad de los hombres ante Dios y el de fraternidad universal. Pero, ¿era posible amar al dios de
Moisés? No, sólo temerle.
La revelación de los verdaderos atributos de Dios, unida a la de la inmortalidad del alma y
de la vida futura, modificó profundamente las relaciones mutuas entre los hombres, les impuso
obligaciones nuevas y otras visión de la vida terrena. Debido a eso, ejerció influencia también sobre
las costumbres y las relaciones sociales. Evidentemente, las consecuencias son el punto más
importante de la revelación de Cristo, y es lamentable decir, sin embargo, que ése es el aspecto del
que más nos hemos apartado y el punto más descuidado en la interpretación de sus enseñanzas.
26. Con todo, Cristo añadió “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté
con vosotros para siempre: el Espíritu de Verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no lo
ve, ni lo conoce. Pero vosotros lo conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. [...]
Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas
las cosas, y os recordará todo lo que yo he dicho” (San Juan, 14:16, 17 y 26, y San Mateo, 17:11).
Si Cristo no dijo todo lo que hubiese podido decir, es porque Él creyó necesario callar
algunas verdades hasta que los hombres pud iesen comprenderlas. Por Él mismo sabemos que su
enseñanza estaba incompleta, ya que anunció la llegada de quien debía completarla. Él preveía que
se confundirían con respecto a sus palabras, que se desviaría su enseñanza y que destruirían lo que
Él había hecho, ya que todo deberá restablecerse, y no se restablece sino lo que fue deshecho.
27. ¿Por qué Cristo llama Consolador al nuevo mesías? Ese apelativo, significativo y exento
de ambigüedad, es una verdadera revelación. Cristo preveía que los hombres necesitarían ser
consolados, lo que implica que en la creencia que erigirían no hallarían suficiente consuelo. Nunca
fue Cristo más claro y explícito que en sus últimas palabras, a las que pocos prestaron atención,
quizá porque temían sacarlas a la luz y profundizar su sentido profético.
28. Si Cristo no desarrolló su enseñanza de una forma completa, fue porque al hombre de
ese tiempo le faltaban los conocimientos que adquiriría recién después de mucho andar, pues sin
ellos no la hubiese comprendido. Muchas cosas le habrían parecido sin sentido, teniendo en cuenta
el estado de los conocimientos de aquella época. Por completar su enseñanza debemos entender:
explicarla y desarrollarla, ya que no se trata de agregar verdades nuevas, pues todo se hallaba en
germen. Sólo faltaba la llave para descubrir el sentido de sus palabras.
29. Mas, ¿quién será capaz de interpretar las Sagradas Escrituras? ¿Quién puede adjudicarse
ese derecho? ¿Quién posee la idoneidad suficiente, si no son los teólogos?
¿Quién se atreve? Primero, la ciencia, que no pide permiso a nadie para dar a conocer las
leyes de la Naturaleza y salta, con toda su autoridad, sobre errores y los prejuicios. ¿Quién tiene ese
derecho? En este siglo de emancipación intelectual y libertad de conciencia el derecho de examen
pertenece a todos. Las Escrituras ya no son el arca santa que nadie se atrevía a tocar por temor de
ser fulminado. En cuanto a la idoneidad necesaria, sin dudar de la de los teólogos y ciertos
iluminados de la Edad Media -en especial de los Padres de la Iglesia- ésta no ha sido lo
suficientemente amplia cuando condenaron como una herejía el movimiento de la Tierra y las
creencia en los antípodas, y aun sin ir tan lejos, ¿los teólogos de nuestros días no han arrojado su
anatema sobre los períodos de la formación de la Tierra?
Los hombres han explicado las Escrituras por medio de sus conocimientos fundamentados
sobre las nociones falsas o incompletas que poseían acerca de las leyes de la Naturaleza, reveladas
más tarde por la ciencia. Y ésta es también la razón por la cual los teólogos, incluso de muy buena
fe, han confundido el sentido de ciertas palabras y hechos del Evangelio. Al querer confirmar una
idea preconcebida, giraban insistentemente sobre el mismo círculo sin abandonar sus puntos de
vista, de manera que veían sólo lo que anhelaban ver. Aunque fuesen sabios y teólogos eruditos no
comprendían la acción de causas regidas por las leyes que ignoraban.
Pero, ¿quién podrá juzgar a las diferentes interpretaciones, a menudo contradictorias, hechas
por personas ajenas a la teología? El futuro, la lógica y el buen sentido. A medida que nuevos
hechos y nuevas leyes se revelan los hombres se van esclareciendo de manera que con el tiempo
sabrán diferenciar los sistemas utópicos de la realidad. La ciencia revela ciertas leyes, el Espiritismo
hace conocer otras. Unas y otras son indispensables para la comprensión de los textos sagrados de
todas las religiones, desde Confucio y Buda hasta el Cristianismo. En cuanto a la teología, ella no
puede, sin faltar a la justicia, acusar a la ciencia por sus contradicciones, dado que también adolece
de unas cuantas.
30. El Espiritismo, teniendo su punto de partida en las mismas palabras de Cristo, como
Cristo partió de las de Moisés, es una consecuencia directa de la doctrina cristiana.
A la vaga idea de la vida futura agrega la revelación de la existencia del mundo invisible que
nos rodea y que puebla el espacio, con lo cual contribuye a fortalecer la fe, dándole un cuerpo, una
consistencia y una realidad en nuestros pensamientos.
Define los lazos que unen al cuerpo con el alma y levanta el velo que ocultaba a los hombres
los misterios del nacimiento y de la muerte.
Gracias al Espiritismo el hombre sabe de dónde viene, hacia dónde va, por qué está sobre la
Tierra, por qué sufre en esta vida temporalmente y comprende que la justicia de Dios todo lo
penetra.
Sabe que el alma progresa sin cesar, al pasar de una a otra existencia, hasta el instante en
que logra el grado de perfección necesario para acercarse a Dios.
Sabe que todas las almas tienen un mismo origen, que son creadas iguales y con idénticas
aptitudes para progresar, en virtud de su libre albedrío. Que todas son de la misma esencia, y que
entre ellas la única diferencia es la del progreso alcanzado. Todas tienen el mismo destino y
lograrán igual meta, en mayor o menor lapso, según el trabajo y la buena voluntad que pongan en la
tarea.
Sabe que no hay criaturas desheredadas o menos dotadas que otras, que Dios no crea seres
privilegiados exentos del trabajo que les es impuesto para progresar; que no hay seres
perpetuamente destinados al mal y al sufrimiento; que los que son designados demonios son
espíritus atrasados e imperfectos que dañan en el estado de espíritus como lo hacían cuando eran
hombres, pero que adelantarán y mejorarán; que los ángeles, o espíritus puros, no son seres
privilegiados en la Creación, sino espíritus que han alcanzado su meta, después de haber recorrido
el camino del progreso; que no hay creaciones múltiples ni categorías diferentes entre los seres
inteligentes, sino que toda creación surge de la ley de unidad que gobierna al Universo y que todos
los seres gravitan hacia una meta común: la perfección, sin que unos sean favorecidos a expensas de
los demás, pues todos son hijos de sus obras.
31. Por las comunicaciones que el hombre puede establecer ahora con los seres que han
abandonado la Tierra, el hombre tiene no solamente la prueba material de la existencia e
individualidad del alma, sino que comprende la solidaridad que une a los vivos con los muertos de
este planeta, y a los seres de este mundo con los habitantes de otros globos. Conoce la situación de
los desencarnados en el mundo espiritual. Los sigue en sus migraciones, es testigo de sus alegrías y
penas, y sabe por qué son felices o desgraciados y la suerte que les espera, según hayan hecho bien
o mal. Esos contactos lo inician en la vida futura, puede observarla en todas sus fases y peripecias,
el futuro ya no es una vaga esperanza, sino un hecho positivo, una certeza matemática. La muerte
ya no tiene nada de terrorífico, es una liberación, la puerta que conduce a la verdadera vida.
32. Al estudiar a los espíritus, el hombre sabe que la felicidad o la desdicha en la vida
espiritual son estados inherentes al grado de perfección o imperfección. Que cada cual sufre las
consecuencias directas y naturales de sus errores, o, expresado de otra manera, que somos
castigados por donde pecamos. Que las consecuencias duran tanto como la causa que las produjo y
que el culpable sufriría eternamente si persistiese en el mal, pero que el sufrimiento cesa con el
arrepentimiento y la reparación, y como depende de cada uno mejorar, todos pueden, en virtud de
su albedrío, prolongar o abreviar sus sufrimientos, como el enfermo sufre por sus excesos hasta
tanto no les ponga término.
33. La razón rechaza, como incompatible con la bondad divina, la idea de las penas
irremisibles, perpetuas y absolutas, a menudo infligidas como castigo por una única falta, así como
aquella otra que nos dice que ni siquiera el arrepentimiento más sincero y ardiente puede suavizar
los suplicios del infierno. Pero se inclina ante la justicia distributiva e imparcial que todo lo
considera, que nunca cierra la puerta al que desea entrar y que tiende siempre las manos al náufrago
en vez de empujarlo al abismo.
34. La pluralidad de existencias, principio esbozado por Cristo en el Evangelio, mas
definido sólo a medias, es una de las leyes más importantes reveladas por el Espiritismo, ya que ella
muestra la realidad y necesidad del progreso.
Mediante esta ley, el hombre se explica todas las anomalías aparentes que presenta la vida
humana: las diferentes de posición social, las muertes prematuras que, sin la reencarnación,
convertirían una vida abreviada en algo inútil para el alma. La desigualdad de aptitudes
intelectuales y morales se resuelve también, si entendemos que todos los espíritus no tienen la
misma antigüedad, que algunos han aprendido y progresado más, razón por la cual, al nacer, traen
lo adquirido en existencias anteriores (nº. 5).
35. La doctrina de la creación del alma en el acto del nacimiento constituye un sistema de
creaciones privilegiadas. Los hombres son extraños entre sí, pues nada los une. Los lazos de familia
son puramente carnales. No existe solidaridad con un pasado en el que no se existía ni con la nada
después de la muerte. Toda relación termina junto con la vida. Tampoco hay solidaridad con el
porvenir. Con la reencarnación, en cambio, los hombres son solidarios con respecto al pasado y al
futuro: las relaciones se perpetúan en el mundo espiritual y en el corporal, la fraternidad se basa en
las leyes mismas de la Naturaleza y el bien tiene su meta y el mal sus consecuencias ineludibles.
36. Con la reencarnación desaparecen los prejuicios de razas y de castas, ya que el mismo
espíritu puede renacer rico o pobre, gran señor o proletario, patrón o subordinado, libre o esclavo,
hombre o mujer. La reencarnación es el argumento más lógico de todos los invocados contra la
injusticia de la servidumbre, la esclavitud y la sujeción de la mujer al más fuerte. La reencarnación
funda el principio de la fraternidad universal en una ley natural, y en ésta basa el principio de
igualdad de derechos sociales y, en consecuencia, el de libertad.
37. Si se hace abstracción en el hombre de su espíritu libre, independiente y sobreviviente a
la materia, sólo queda de él una máquina organizada, sin responsabilidad y carente de fines,
manejada por la ley civil con escaso éxito y apta para la explotación. En resumen: el hombre sería
sólo un animal con inteligencia. Si no espera nada después de la muerte, no hay frenos que detenga
su pasión por aumentar los goces materiales. Si sufre, no tiene otra perspectiva ni otro refugio que
la desesperación y la nada. Mas, si tiene la certeza de un futuro, del reencuentro con los seres
amados y el temor de volver a ver a quienes ofendió, todas sus ideas cambian. Aunque el
Espiritismo sólo hubiese quitado al hombre sus dudas acerca de la vida futura, ya hubiera hecho
más por su adelanto moral que todas las leyes disciplinarias que lo frenan, pero no lo cambian.
38. Sin la preexistencia del alma, la doctrina del pecado original sería inconciliable con la
noción de justicia divina, ya que responsabilizaría a todos los hombres por el pecado de uno solo.
Carecería, además, de sensatez y justicia si, ateniéndonos a tal doctrina, creyéramos que ese alma
no existía en la época en que se cometió la falta, por la cual se pretende responsabilizarla.
Con la preexistencia, sabemos que el hombre trae consigo al renacer el germen de las
imperfecciones y defectos que no ha corregido y que se traducen en instintos innatos y tendencias
determinadas hacia tal o cual vicio. Allí reside su auténtico pecado original, por el cual sufre
naturalmente sus consecuencias, mas, con una diferencia capital, su sufrimiento se origina en
errores propios y no en los de un tercero. Además, existe una segunda diferencia que alivia,
consuela y trasunta equidad: cada existencia ofrece al hombre los medios para redimirse y reparar,
así como para progresar, ya sea liberándose de alguna imperfección o adquiriendo nuevos
conocimientos, hasta el momento en que su purificación sea completa y no tenga más necesidad de
la vida corporal y pueda vivir entonces la vida de los espíritus, eterna y bienaventurada.
Debido a esa misma razón, quien ha progresado moralmente trae al renacer cualidades
naturales, al igual que quien ha progresado intelectualmente posee ideas innatas, se identifica con el
bien, lo practica sin esfuerzo, sin cálculo, y, por así decirlo, sin pensar siquiera. En cambio, quien
está obligado a combatir sus malos instintos permanece todavía en estado de guerra interno. El
primero ya venció, el segundo lucha por vencer. Por consiguiente, hay virtud original, como hay
saber original y pecado, o dicho con más propiedad, vicio original.
39. El Espiritismo experimental estudió las propiedades de los fluidos espirituales y su
acción sobre la materia. Ha demostrado la existencia del periespíritu, presentido por los antiguos y
designado por San Pablo cuerpo espiritual, es decir, el cuerpo fluídico que acompaña al alma
después de la destrucción del cuerpo tangible. Sabemos hoy que el periespíritu es inseparable del
alma, que es uno de los elementos constitutivos del ser humano y el vehículo transmisor del
pensamiento que durante la vida corporal sirve del lazo entre el espíritu y la materia. El periespíritu
juega un papel muy importante en el organismo y en un sinnúmero de enfermedades que están
ligadas estrechamente con la Fisiología y la Psicología.
40. El estudio de las propiedades del periespíritu, de los fluidos espirituales y de los
atributos fisiológicos del alma abre nuevos horizontes a la ciencia y explica una infinidad de
fenómenos incomprensibles hasta hoy, debido a la ignorancia de la ley que los gobierna. Estos
fenómenos son negados por el materialismo porque se relacionan con lo espiritual, a la vez que
calificados de milagros o sortilegios por otras creencias. Tales son, entre otros, los fenómenos de
doble vista y de visión a distancia, de sonambulismo, ya sea natural o provocado, de efectos físicos,
catalepsia y letargia, presciencia, presentimientos, transfiguraciones, apariciones, transmisión de
pensamiento, fascinación, curas instantáneas, obsesiones y posesiones, etcétera. Demostrando que
tales fenómenos obedecen a leyes tan naturales como las que rigen para los fenómenos eléctricos,
así como las condiciones normales en que se producen, el Espiritismo destruye el imperio de lo
maravilloso y sobrenatural, y, en consecuencia, la fuente de la mayor parte de las supersticiones. Al
mismo tiempo que hace comprender la posibilidad de ciertos hechos hasta hoy considerados
quiméricos, rechaza otros, demostrando su imposibilidad e irracionalidad.
41. El Espiritismo, lejos de negar o destruir el Evangelio, llega para confirmarlo, explicarlo
y desarrollarlo, ayudado por las nuevas leyes naturales que revela. Clarifica los puntos oscuros de la
doctrina de Cristo, de manera que para quienes no entendían o resultaban inadmisibles ciertos
pasajes del Evangelio ahora podrán comprenderlos y admitirlos gracias al Espiritismo. Sabrán
mejor su alcance y diferenciarán lo real de lo alegórico. Cristo les parecerá más grande: ya no será
para ellos un simple filósofo, sino el Mesías divino.
42. El Espiritismo posee, además un poder moralizador incalculable en razón de la finalidad
que asigna a todas las acciones de la vida y de las consecuencias que nos demuestra respecto a la
práctica del bien y del alma. Asimismo nos brinda, en los momentos penosos, gracias a una
inalterable confianza en el futuro, fuerza moral, valor y consuelo. El poder moralizador está,
también, en la fe de saber que tenemos cerca nuestro a los seres que hemos amado, la seguridad de
reencontrarlos y la posibilidad de relacionarnos con ellos. En resumen: la certeza de que todo lo que
hemos hecho o adquirido en inteligencia, conocimientos o moral, hasta el último día de nuestras
vidas, no se perderá, nos ayudará a progresar. Vemos, por tanto, que el Espiritismo cumple con
todas las promesas de Cristo cuando anunció al Consolador. Y como es el Espíritu de Verdad quien
preside este importante movimiento regenerador, la promesa de su llegada se ve plenamente
cumplida, ya que él es el verdadero consolador.2
43. Si sumamos a todos estos resultados la rápida e insólita propagación del Espiritismo, a
pesar de todo lo que se intenta para destruirlo, no se puede dudar de que su llegada es providencial,
ya que triunfa sobre las fuerzas contrarias y la mala voluntad humana. El Espiritismo se basa sólo
en el poder de una idea. Sin embargo, es aceptado con facilidad por un gran número de personas, lo
que prueba que responde a una necesidad: la de creer en algo después de vacío dejado por una etapa
de incredulidad, razón por la que podemos afirmar que llegó en el momento preciso.
44. Entre los adeptos hay muchos seres sufrientes, y esto no sorprende, puesto que es mucha
gente que busca el acogimiento de una doctrina que siembra el consuelo y la prefiera a aquellas
2. Muchos padres deploran que las muertes prematuras de sus hijos hagan inútiles todos los sacrificios
realizados para educarlos. Quienes creen en el Espiritismo, no lamentan esos esfuerzos, e incluso estarían
dispuestos a realizarlos aunque tuviesen la certeza de que sus hijos morirían a temprana edad, ya que saben que
si sus hijos no aprovechan esa educación en la vida terrestre, les servirá para adelantar como espíritus o en una
nueva existencia, y que cuando reencarnen, poseerán un bagaje intelectual que les ayudará a adquirir nuevos
conocimientos más fácilmente.
Esos son los niños que traen al nacer ideas ya formadas, que saben sin aprender. Si los padres no tienen
la satisfacción inmediata de ver a sus hijos aprovechar la educación dada, saben que la utilizarán más adelante,
ya sea en el estado de espíritus o en el estado de hombres. Quizás sean nuevamente padres de esos mismos niños,
a quienes se les llama dotados y deben sus aptitudes a una educación anterior. Si, por el contrario los han
descuidado, éstos sufrirán más tarde por su negligencia penas y molestias ocasionadas por quienes fueron en otra
vida sus hijos. (El Evangelio según el Espiritismo, cap. V, n.º 21: “Muertes prematuras”). [N. de A. Kardec.]
otras que causan desazón, y porque a los desheredados, más que a los felices del mundo, se dirige el
Espiritismo. Quien está enfermo recibe al médico con más alegría que quien está sano. Los
enfermos son los hombres que sufren, y el médico es el Consolador.
Vosotros, que combatís al Espiritismo, si pretendéis que la gente lo deje de lado para
seguiros, debéis dar más y mejor que él, curar con más certidumbre las heridas del alma. Dad más
consuelo, más tranquilidad al corazón, esperanzas más legítimas, certezas mayores. Dibujad un
futuro más racional y seductor, mas no pretendáis conseguir adherentes hablándoles de la nada, o
dándoles a elegir entre las llamas del infierno o la beata e inútil contemplación perpetua.
45. La primera revelación estuvo personificada por Moisés. La segunda por Cristo. La
tercera, por nadie en especial. Las dos primeras son individuales, la tercera es colectiva, y ésta es
una característica esencial de gran importancia. Es colectiva porque no se hizo a nadie en particular,
no hay un profeta exclusivo. La revelación fue hecha simultáneamente en infinidad de lugares, a
millones de personas de diferentes edades y posición social, sin excluir al humilde ni al poderoso y
conforme con la profecía del autor de los Hechos de los Apóstoles, 2:17:
Y en los postreros días, dice Dios,
Derramaré de mi espíritu sobre toda carne,
Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán,
Vuestros jóvenes verán visiones,
Y vuestros ancianos soñarán sueños.
Para poder oficiar un día de lazo de unión de todos, la revelación no surgió de ningún culto
en especial.3
46. Por ser producto de una enseñanza personal, las dos primeras revelaciones han sido
forzosamente locales, es decir, sucedieron en un solo lugar. La idea se fue expandiendo poco a
poco, partiendo de ese mismo sitio, mas hicieron falta muchos siglos para que esas ideas alcanzasen
a todos los ámbitos del mundo, y, aun así, no lo invadieron por entero. La Tercera Revelación tiene
una particularidad: no está personificada en un individuo, se produjo simultáneamente en millares
de sitios diferentes y todos ellos se convirtieron en centros de difusión. Esos centros se fueron
multiplicando y sus ondas difusoras se unirán con el correr del tiempo, como los círculos que
forman las piedras cuando se arrojan al agua, de manera que llegará el momento en que cubrirán la
superficie entera del globo.
Esa es una de las causas de la rápida difusión de la Doctrina. Si hubiese surgido en un solo
lugar, como obra exclusiva de un hombre, se habría formado una secta alrededor de él, mas habría
transcurrido medio siglo hasta alcanzar los límites de país de origen. En cambio en sólo diez años
ha plantado mojones en el mundo entero.
47. Esta circunstancia no es común en la historia de las doctrinas. Le otorga una fuerza
excepcional y un poder de acción irresistible. En efecto, aunque se la reprima en un determinado
lugar o país, es materialmente imposible atacarla en todos los lugares y en la totalidad de los países.
Si hubiese una región en la su que acción fuera obstaculizada, hay mil en donde podrá florecer. Más
aún, aunque a la Doctrina pueda sofocársela en un individuo, no puede serlo en los espíritus, que
son la fuente de que proviene. Y como los espíritus están por doquier y existirán siempre, y,
aunque
3. En el gran movimiento de ideas que se prepara mediante el Espiritismo, y que ya se comienza a
operar, nuestro papel personal es el del observador atento que estudia los hechos para encontrar la causa y sacar
conclusiones. Hemos confrontado todo el material que pudimos reunir, hemos comparado y comentado las
instrucciones dadas por los espíritus en diferentes lugares del planeta, y, finalmente, coordinamos metódicamente
la totalidad de los hechos. Resumiendo, estudiamos y revelamos al público el fruto de nuestras investigaciones,
sin atribuir a nuestros trabajos otro valor que el de una obra filosófica, producto de la observación y de la
experiencia, sin considerarnos líderes del movimiento y sin pretender imponer nuestras ideas a nadie. Al
publicarlas, hemos hecho uso de un derecho común. Quienes las han aceptado lo han hecho libremente. Si estas
ideas encontraron numerosos adeptos es, sin duda, porque responden a las esperanzas de muchos, pero no por
ello nos envanecemos, ya que el origen de la Doctrina no nos pertenece. La perseverancia y la devoción a la causa
que hemos abrazado son nuestros únicos méritos. Hemos actuando como lo hubieran hecho otros, razón por la
cual jamás pretendimos jugar al profeta o al mesías, y menos aún, considerarnos tales. [N. de A. Kardec.]
se llegase a ahogar sus voces, muy hipotéticamente hablando, volveríamos a escucharlas tiempo
después, porque la Doctrina se basa sobre un hecho natural, y no es posible suprimir las leyes de la
Naturaleza. Sepan esto quienes sueñan con el derrumbe del Espiritismo (Revista Espírita, febrero de
1865: “Perpetuidad del Espiritismo”).
48. Sin embargo, esos centros diseminados por el mundo habrían permanecido largo tiempo
aislados unos de otros y confinados en sus respectivos y lejanos países. Era necesario, pues, un lazo
de unión que comunicase los pensamientos de los hermanos de creencia para que cada uno supiese
lo que ocurría en otros sitios. Ese lazo de unión habría faltado al Espiritismo en la antigüedad, pero
lo encontramos hoy en las publicaciones que llegan a todos los sitios y que condensan en una forma
única, concisa y metódica la enseñanza brindada de múltiples maneras, en diversos puntos y
distintos idiomas.
49. Las dos primeras revelaciones fueron expresadas mediante la enseñanza directa porque
debían imponer la fe mediante la autoridad de la palabra del Maestro. Los hombres no poseían un
grado de progreso suficiente como para ayudar a su elaboración. Aunque las dos revelaciones
fueron hechas al mismo pueblo, percibimos una sensible diferencia entre ambas, que concuerda con
el progreso operado en las costumbres e ideas durante los dieciocho siglos que transcurrieron entre
la primera y la segunda. La doctrina de Moisés es absoluta y despótica, no admite discusión y se
impone al pueblo por la fuerza. La de Jesús es persuasiva, consejera, su aceptación es libre y
produjo controversias aun en vida de su fundador, quien, por otra parte, no desdeñaba discutir con
sus adversarios.
50. La Tercera Revelación llega en una época de emancipación y madurez intelectual,
cuando la inteligencia desarrollada no se conforma con papeles pasivos, cuando el hombre ya no
acepta nada a ciegas, mas quiere ver hacia dónde se lo lleva y saber el porqué y el cómo de cada
cosa. Esta nueva revelación tenía que ser, al mismo tiempo, producto de la enseñanza y fruto del
trabajo, la investigación y el libre examen. Los espíritus sólo enseñan aquello que es necesario al
hombre para poder encaminarlo por el sendero de la verdad, mas se abstienen de revelarle lo que
puede descubrir por sí mismo, dejándole el trabajo de discutir, controlar y razonar los fenómenos, e
incluso de adquirir experiencia sin ayuda. Los espíritus entregan al hombre el principio y los
elementos: el hombre será el encargado de sacarles utilidad y realizar el trabajo (n.º15).
51. Los elementos del la Revelación Espírita fueron sembrados al unísono en una gran
cantidad de sitios, revelados a infinidad de hombres de condiciones sociales diversas y con
diferentes grados de instrucción. Por ello es que las observaciones, las conclusiones a extraer y las
deducciones de las leyes que gobiernan esas clases de fenómenos no podían hacerse por doquier
con el mismo resultado. En una palabra, la conclusión que debía asentar las ideas no podía surgir
sino del conjunto y de la correlación de los hechos. Los centros, aislados y circunscritos a un
determinado círculo de personas, eran testigos generalmente de una sola categoría de fenómenos, a
veces hasta de apariencia contraria. No tenían contacto, tampoco, con todas las clases de espíritus y,
además, estaban obstaculizados por influencias locales, encontrándose en la imposibilidad material
de abarcar el conjunto, siendo, por tanto, impotentes para extraer de observaciones aisladas un
principio general común. Cada uno apreciaba los hechos según sus propios conocimientos y
creencias anteriores o según las opiniones particulares de los espíritus que se manifestaban, lo cual
motivó que muy pronto se hubieran creado tantas teorías y sistemas como centros y a todas les
hubiera faltado algo al carecer de elementos de comparación y control. En una palabra, cada cual
hubiera permanecido atado a una revelación parcial, creyendo poseer toda la verdad e ignorando
que en otros cien lugares se sabía más.
52. Por otra parte, es necesario recordar que en ningún sitio la enseñanza espírita fue
completa. La variedad y cantidad de temas a tratar y las enormes exigencias: conocimientos y
aptitudes mediúmnicas especiales hubieran hecho imposible reunir en un determinado lugar todas
las condiciones necesarias. La enseñanza debía ser colectiva y no individual, por lo cual los
espíritus dividieron el trabajo, diseminando los temas de estudio y observación, al igual que en
ciertas fábricas varios obreros construyen los diferentes partes de un mismo objeto.
La revelación se hizo de manera parcial en diferentes lugares y mediante una gran cantidad
de intermediarios, y es así como continúa haciéndose, ya que todo no ha sido revelado. Cada centro
encontró en los demás el complemento de lo que obtuvo, y el conjunto y la coordinación de todas
las enseñanzas parciales han integrado la Doctrina Espírita. Era necesario agrupar los hechos
dispersos para comprobar su correlación, reunir la documentación y las instrucciones dadas por los
espíritus sobre diferentes puntos y otros diversos para comparar, analizar y estudiar analogías y
diferencias. Como las comunicaciones recibidas provienen de espíritus de todas las categorías,
desde las más adelantadas hasta las menos avanzadas, era preciso acordar el grado de confianza que
la razón podía permitirles, diferenciar las ideas individuales y aisladas de aquellas que aparecían en
la enseñanza general de los espíritus, separar las ideas utópicas de las prácticas, suprimir aquellas
otras, notoriamente desmentidas por los descubrimientos de la ciencia positiva y la lógica sana,
utilizar los errores y los datos brindados por los espíritus, incluso los recibidos de espíritus
atrasados, para conocer el estado del mundo invisible y crear un conjunto homogéneo. En resumen:
era indispensable formar un centro de elaboración, libre de prejuicios y preconceptos, dispuesto a
aceptar la verdad cuando ésta fuese evidente, aunque estuviese en franca oposición con las
opiniones personales. Ese centro se creó sin premeditados y por la fuerza de las circunstancias.4
53. Debido a ese estado de cosas surgieron dos corrientes ideológicas: una iba de los
extremos al centro y la otra recorrería el mismo camino, pero en sentido inverso. Así es como la
Doctrina se encaminó muy pronto hacia la unidad, no obstante la diversidad de fuentes de origen.
Los sistemas divergentes fueron desapareciendo, debido al aislamiento, producto del ascendiente
cada vez mayor de la opinión mayoritaria y de la imposibilidad de lograr adeptos. Se estableció
desde entonces una comunidad de pensamientos entre diferentes centros. Los que hablan el mismo
leguaje espiritual se comprenden y simpatizan, no importa en qué lugar del mundo se hallen. Los
espíritas se fortalecieron, lucharon con más valor y caminaron con más seguridad cuando vieron
que no estaban aislados, cuando sintieron que tenían un punto de apoyo, un lazo que los unía a la
gran familia. Los fenómenos que presenciaban ya no les parecieron extraños, ni anormales ni
contradictorios cuando pudieron asociarlos con las leyes generales de armonía universal y pudieron
abarcar de una mirada el todo y encontrarle a ese una finalidad importante y humanitaria.
54. El Libro de los Espíritus, primera obra que introduce al Espiritismo en la vía filosófica por la
deducción de las conclusiones morales de los hechos y que aborda todos los aspectos de la Doctrina, haciéndose
cargo de las cuestiones más importantes, fue, desde su publicación, el punto de unión hacia el cual convergieron
los trabajos individuales. Es necesario recordar que la era del Espiritismo filosófico se inicia con la aparición de
ese libro; hasta entonces el Espiritismo se consideraba una mera experiencia curiosa. Si él conquistó las
simpatías de la mayor parte de los lectores, fue porque expresaba los sentimientos de todas esas personas y
respondía a sus aspiraciones, así porque cada cual encontraba en él la confirmación y explicación racional de
aquello que le sucedía. Si hubiera estado en desacuerdo con la enseñanza general de los espíritus no hubiese
tenido éxito y habría sido olvidado prontamente. Mas, ¿de quién es ese mérito? No del hombre, ser mortal y
efímero, que no es nada por sí solo, sino de la idea que no se extingue cuando emana de una fuente superior a él.
Esa concentración espontánea de fuerzas dispersas dio lugar a una gran correspondencia, monumento
único en el mundo, cuadro vivo de la verdadera historia del Espiritismo moderno, que refleja a la vez los
trabajos parciales, los sentimientos múltiples que originó la Doctrina, los resultados morales, las desviaciones y
las caídas; archivos preciosos para la posteridad que podrá juzgar a hombres y cosas valiéndose de piezas
auténticas. Frente a semejante testimonio, ¿qué será de todos los alegatos falsos y las difamaciones, producto de
la envidia y los celos? [N. de A. Kardec.]
5. Un hecho significativo, tan notable como conmovedor, respecto a la comunión de pensamientos que se
establece entre los espíritas por la uniformidad de creencias, es la solicitud de plegarias que nos llegan de los
países más lejanos, desde el Perú hasta los extremos del Asia, procedentes de personas de religiones y
nacionalidades diversas, a quienes jamás hemos visto. ¿No es esto el preludio de la gran unificación que se
prepara y la prueba de las profundas raíces que en todas partes echa el Espiritismo?
Es necesario tener en cuenta que todos los grupos que se formaron con la intención premeditada de
romper vínculos y proclamar principios divergentes, al igual que aquellos otros que por razones de amor propio
pretendieron desacatar la ley común, creyéndose lo suficientemente fuertes como para marchar solos, o lo
bastante iluminados como para prescindir de consejos, no han podido dar forma a ninguna idea de importancia
y todos ellos han desaparecido o vegetan en las sombras. ¿Cómo podía ser de otra forma, si para distinguirse es
preciso esforzarse por mejorar, y ellos dejaron de lado los principios vitales de la Doctrina, justamente aquellos
que tienen más poder de atracción, aquellos que brindan mayor consuelo y valor y que son más racionales? Si
hubieran captado el poder de los elementos morales que llevaron a la unidad, no se hubieran dejado arrastrar
por una ilusión quimérica y no hubiesen considerado a su pequeño mundo el Universo, ni creído que nuestros
Mas, ¿cómo saber si un principio se enseña en todas partes o si sólo es el resultado de una
opinión individual? Los grupos aislados ignoraban lo que se opinaba en los distintos centros, siendo
necesario crear, por tanto, un centro que reuniese todas las instrucciones para realizar una especie
de selección de ideas y dar a conocer a todos la opinión de la mayoría.6
54. Ninguna ciencia surgió íntegra del cerebro de un hombre. Todas, sin excepción, son el resultado
de observaciones sucesivas, producto, a su vez, de otras anteriores, lo que equivale a decir que la
ciencia se apoya sobre lo conocido para llegar a lo que desconoce. Así han actuado los espíritus con
respecto al Espiritismo, y por ese motivo su enseñanza es gradual. No abordan los temas hasta que
los principios sobre los cuales se apoyan se hallen elaborados y que la opinión esté madura para
asimilarlos. Todas las veces que centros particulares han intentado adentrarse en ciertos temas,
prematuramente, no han obtenido más que respuestas contradictorias y no concluyentes. Cuando,
por el contrario, el momento adecuado ha llegado, la enseñanza se generaliza y unifica en todos los
centros.
Hay, sin embargo, una diferencia capital entre la marcha del Espiritismo y el avance de las
ciencias: éstas han llegado a su posición actual después de largos intervalos, mientras que el
Espiritismo, si bien no ha alcanzado su punto culminante, ha reunido en muy pocos años una
cantidad de observaciones suficientes como para constituir una doctrina. Eso se debe a la gran
cantidad de espíritus, que obedeciendo la voluntad de Dios, se manifestaron simultáneamente
aportando cada uno el cúmulo de sus conocimientos. De allí que la Doctrina íntegra no haya tardado
siglos ni necesitado pasar por etapas sucesivas para completar su elaboración. Unos pocos años
fueron suficientes, bastó agrupar a las diferentes partes para conformar el todo.
Dios quiso que fuera así, en principio, para que el edificio llegase con prontitud hasta la
cúpula. Y en segundo término, para que la universalidad de la enseñanza sirviese para comparar,
oficiando de control en forma inmediata y permanente. Cada parte carece de valor y autoridad si se
desconecta del conjunto: todas las partes deben armonizar, encontrar su lugar dentro del cuadro
general y llegar cuando sea el momento propicio.
Dios no confió a un solo espíritu la difusión de la Doctrina. Quiso que pequeños y grandes
cooperasen con su granito de arena para que se estableciese entre todos un lazo solidario que había
faltado a las otras doctrinas de fuente única.
Además, los espíritus, al igual que los hombres, poseen una cuota limitada de
conocimientos. Individualmente son incapaces de responder a los innumerables interrogantes que
competen al Espiritismo. Por ese motivo, para cumplir con los propósitos del Creador un solo
espíritu y un solo médium no hubiese bastado, era preciso el trabajo colectivo y controlable.7
55. Hay que tener en cuenta un último rasgo distintivo de la Revelación Espírita, el cual
surge de las condiciones mismas en que fue realizándose, y es que, apoyándose sobre hechos, su
carácter es esencialmente progresivo, como el de todas las ciencias de observación. Por su esencia,
fraterniza con la misma, la cual, al ser producto de las leyes de la Naturaleza en cierto orden de
hechos, no puede contrariar la voluntad de Dios, autor de dichas normas. Los descubrimientos de la
ciencia glorifican a Dios, en lugar de disminuirlo. Sólo destruyen lo que los hombres construyeron
sobre las ideas falsas que se formaron de Dios.
El Espiritismo sólo erige como principio absoluto lo que se ha demostrado con evidencia o
lo que surge de la observación lógica. Está hermanado con todas las ramas de la economía social, a
__________
adherentes eran una camarilla fácil de atropellar. ¡Extraña ignorancia del carácter esencial de la Doctrina!
Tamaño error no podía llevar sino a la desilusión. En lugar de resquebrajar la unidad, han roto el único vínculo
que podía darles fuerzas y vida (ver la Revista Espírita, abril de 1866: “El Espiritismo sin los espíritus” y “El
Espiritismo independiente”. [N. de A. Kardec.]
6. Ese es el objetivo de nuestras publicaciones, que pueden considerarse como el producto de esa
selección. Se discuten todas las opiniones, pero no se formulan principios hasta haber recibido la conformidad de
todos los controles: sólo ellos pueden otorgarle fuerza de ley y llevarnos a la afirmación. Por eso no lanzamos
ninguna teoría con ligereza. La fuerza y la perdurabilidad de la Doctrina son un hecho y se deben a la
procedencia de la misma y a su independencia de toda idea preconcebida. [N. de A. Kardec.]
7. Ver en El Evangelio según el Espiritismo su “Introducción:II” y la Revista Espírita de abril de 1864:
“Autoridad de la Doctrina Espírita. Control universal de la enseñanza de los espíritus.” [N. de A. Kardec.]
quienes presta el apoyo de sus propios descubrimientos, se amalgama a todas las doctrinas
progresistas, no importa el orden al que pertenezcan, siempre que hayan salido del dominio de la
utopía y se hayan convertido en verdades prácticas. Si dejase de lado lo que es, negaría su
origen y finalidad providencial y terminaría aniquilándose. El Espiritismo marcha al ritmo del
progreso y nunca quedará rezagado, porque si nuevos descubrimientos le demuestran que está
equivocado en algo o si se revelase una nueva verdad, él habrá de rectificarse.
8
56. ¿Cuál es la utilidad moral de la Doctrina de los espíritus, si no difiere de la enseñada por
Cristo? ¿Necesita el hombre de una revelación o puede encontrar dentro suyo lo que precisa para
producirse?
Desde el punto de vista moral, Dios otorgó al hombre una guía: su conciencia, que le dice:
“No hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti.”
Indudablemente, hay una moral natural inscrita en el corazón de los hombres, pero, ¿todos
saben leer en su alma? ¿No han desobedecido nunca esos sabios preceptos? ¿Qué han hecho de la
doctrina de Cristo? Aquellos que la enseñan, ¿la practican en realidad? ¿No se ha convertido, acaso,
en letra muerta, en una bella teoría buena para los demás pero no para nosotros? ¿Reprocharían
ustedes a un padre que repitiese diez veces, tal vez ciento, las mismas instrucciones a sus hijos si
éstos no lo escucharan? ¿Por qué considerar a Dios diferente a ese padre de familia? ¿Por qué no ha
de enviar a los hombres, de tiempo en tiempo, mensajeros especiales encargados de recordarles sus
deberes y encaminarlos por el sendero del bien cuando se desvían o abrirles los ojos de la
inteligencia cuando los mantienen cerrados, al igual que los hombres más adelantados envían
misioneros a los pueblos salvajes?
Los espíritus no enseñan otra moral que la de Cristo, por la simple razón que no existe
doctrina mejor. Entonces, ¿de qué sirve su enseñanza, si repite lo que ya sabemos? Otro tanto se
podría decir de la doctrina de Cristo, que fue difundida quinientos años antes de su llegada por
Sócrates y Platón y en términos casi idénticos, o la divulgada por todos los moralistas que repiten lo
mismo en diferentes tonos. ¡Pues bien! Los espíritus vienen simplemente para aumentar el número
de moralistas, mas con la diferencia de que al manifestarse por doquier su voz se escucha tanto en
la choza como en el palacio, su enseñanza penetra tanto en el ignorante como en la persona
instruida.
Lo que la enseñanza de los espíritus agrega a la moral de Cristo es el conocimiento de los
principios que unen a los vivos con los muertos y, asimismo, completa los rasgos vagos que Aquél
había dado acerca del alma, de su pasado y su porvenir y prueba, además, que su doctrina se basa en
las leyes de la Naturaleza. Con la ayuda del Espiritismo y los espíritus, el hombre comprende la
solidaridad que entrelaza a los seres. La caridad y la fraternidad se convierten en necesidades
sociales. Se hace por convicción lo que antes se hacía sólo por deber y, así, todo resulta mejor.
Recién el día que los hombres practiquen la moral de Cristo podrán proclamar que ya no
tienen necesidad de moralistas, encarnados o desencarnados. Pero, entonces, tampoco Dios se los
enviará.
57. Una de las preguntas más importantes entre las que figuran al comienzo del capítulo, es
la siguiente: ¿Cuál es la autoridad de la Revelación Espírita, puesto que emana de seres de
inteligencia limitada, y, por lo tanto, falibles?
La objección sería atendible si la revelación se limitase exclusivamente a la enseñanza de los
espíritus y debiéndose aceptarla ciegamente. Pero carece de validez, ya que el hombre aporta a ella
su inteligencia y su juicio, y los espíritus se limitan a encaminarlo por la vía de las deducciones que
se extraen de la observación de los hechos. Las manifestaciones son hechos, el hombre los estudia y
busca la ley por la que se cumplen. Los espíritus de todas las categorías lo asisten en ese trabajo,
actuando como colaboradores y no como reveladores, según el sentido usual del término. Somete
8. Todos los alegatos que pretenden teñir nuestros principios de absolutistas y autocráticos, y todas las
aseveraciones falsas con que ciertas personas mal intencionadas o carentes de información intentan manchar
nuestra Doctrina, son destruidos por las declaraciones claras y categóricas contenidas en este capítulo. Dichas
declaraciones no son, por otra parte, nuevas, ya que las hemos repetido reiteradas veces en nuestros escritos para
disipar cualquier duda posible. Definen, además, nuestro auténtico papel, el único que ambicionamos: el de
trabajar. [N. de A. Kardec.]
sus pareceres al control de la lógica y el buen sentido, y de esta manera aprovecha los
conocimientos especiales que poseen los espíritus, en razón de su posición, mas sin abdicar de su
propio razonamiento.
Los espíritus son las almas de los hombres, por tanto, al comunicarnos con ellos no salimos
de la Humanidad, lo que constituye un hecho de capital importancia. Los hombres de genio que han
iluminado el camino de la Humanidad abandonan el mundo de los espíritus para reencarnar, así
como a él vuelven al dejar la Tierra. Sabemos que los espíritus pueden comunicarse con los
hombres, y aquellos que fueron genios pueden darnos, en el estado de espíritus, instrucciones y
brindarnos sus enseñanzas después de muertos, al igual que cuando estaban vivos. La única
diferencia es que ya no son visibles para nosotros. Sus experiencias y conocimientos no
disminuyeron, y si sus palabras como hombres poseían autoridad, la seguirán teniendo en el mundo
de los espíritus.
58. Era necesario, para iniciarnos y comprender el verdadero carácter del mundo espiritual,
mostrarnos todas sus facetas y que se manifestasen espíritus de todas las categorías. Dichas
manifestaciones tienen por finalidad: a) lograr que las relaciones entre el mundo visible y el
invisible se estrechen, para que la Humanidad comprenda con evidencia dicha conexión; b) dar a
conocer de dónde venimos y hacia dónde vamos. Todos los espíritus, sin distinción de categoría,
nos enseñan algo. Pero, como difieren enormemente en inteligencia, somos nosotros los encargados
de discernir lo que es bueno de lo que no lo es y de aprovechar sus enseñanzas. Todos pueden
enseñarnos o revelarnos cosas que ignorábamos y que sin ellos no hubiéramos conocido.
59. Sin duda, los grandes espíritus encarnados son individualidades de valía, pero su acción
estará siempre restringida a un determinado grupo y su doctrina tardará en difundirse. Si hubiese
llegado en estos últimos tiempos alguno de ellos para revelar a los hombres el estado del mundo
espiritual, aun cuando se tratase del mismísimo Moisés o de Elías, o tal vez de Sócrates o de su
discípulo Platón, ¿quién hubiese creído en la verdad de tales aseveraciones en esta época marcada
por el escepticismo? ¿Acaso no le hubiese considerado un soñador o un fabulador? Y aun cuando se
hubiese llegado a admitir que sus ideas encerraban la verdad absoluta, igualmente hubieran
transcurrido siglos antes de que las masas tuviesen acceso a ellas. Dios, en su sabiduría, no quiso
que ocurriese de esa manera. Prefirió que la enseñanza la impartan directamente los espíritus y no
los encarnados. De esta forma se convencería a la Humanidad de la existencia de los espíritus y, al
ofrecerle la enseñanza simultáneamente en toda la Tierra, serviría ello para propagar la Doctrina
con más rapidez y para encontrar, en la coincidencia de ella, una prueba evidente de la verdad, pues
cada uno podrá tener, de tal manera, a su alcance los elementos de convicción necesarios.
60. Los espíritas saben hoy que los espíritus no han venido para liberar al hombre de sus
tareas fundamentales: la investigación y el estudio, ya que no le entregaron ninguna ciencia
enteramente elaborada y lo dejan que se baste por sí solo, siempre que sea posible. Desde hace ya
mucho tiempo, la experiencia nos demostró que es un error creer que los espíritus poseen la
totalidad del conocimiento y la sabiduría o que nos basta hablar con el primero que llegue para
conocerlo todo. Los espíritus son parte de la Humanidad, conforman una de sus caras y, como
ocurre en la vida terrenal, los hay vulgares y superiores. Muchos de ellos saben menos filosofía y
ciencia que ciertos hombres. Cuando conversan dicen sólo lo que saben y, al igual que entre los
humanos, los más adelantados pueden informarnos sobre temas y darnos opiniones más juiciosas
que los hombres más atrasados. Pedir consejo a los espíritus no es en absoluto dirigirnos a seres
sobrenaturales, sino a nuestros padres, a quienes les hubiésemos pedido ayuda si estuviesen vivos: a
nuestros padres, amigos, o individuos más inteligentes que nosotros. Necesitamos tomar conciencia
de ese hecho, que es justamente lo que muchos ignoran por no haber estudiado el Espiritismo,
haciéndose una idea totalmente falsa de la naturaleza del mundo espiritual y de las relaciones de
ultratumba.
61. ¿Cuál es la utilidad de las manifestaciones o de la revelación, si los espíritus no tienen
más conocimientos que nosotros o no nos dicen todo lo que saben?
En principio -como ya lo hemos dicho- se abstienen de enseñarnos lo que podemos
descubrir con nuestro esfuerzo. Y en segundo término, hay cosas que tienen prohibido revelarnos
debido a que nuestro grado de adelanto no lo permite. Sin embargo, observamos que en su nueva
existencia se agranda el círculo de sus percepciones, ven lo que no veían estando encarnados, por lo
cual, libres de las trabas de la materia, exentos de las preocupaciones de la vida corporal, juzgan las
cosas con más altura y más sanamente, su perspicacia se agudiza, comprenden sus errores,
rectifican ideas y se desembarazan de los prejuicios puramente humanos.
En ello reside la superioridad de los espíritus en relación con los humanos encarnados, y es
por ese motivo, y de acuerdo con su grado de adelanto, que sus consejos suelen ser más
desinteresados y prudentes que los de los hombres. Por otra parte, el medio en que se mueven les
permite iniciarnos en la vida futura, la que ignorábamos y que no podíamos conocer dada nuestra
condición. Hasta ese momento, el hombre se había limitado a idear hipótesis sobre su porvenir. Por
ese motivo las creencias al respecto se habían dividido en diferentes sistemas, numerosos y
divergentes, ya se trate del nihilismo o de las fantásticas concepciones del cielo y del infierno. Hoy
son los testigos oculares y los actores mismos de la vida de ultratumba quienes vienen a revelarnos
la verdad, ellos son los únicos que podían hacerlo. Por tanto, las manifestaciones han servido para
hacernos conocer el mundo invisible que nos rodea y que ni siquiera sospechábamos. Aunque los
espíritus fuesen incapaces de enseñarnos ninguna otra cosa, esa sola revelación tendría una
importancia capital.
Si viajaras a un país desconocido, ¿desoirías las indicaciones del más humilde campesino
con quien te encontraras? ¿Te abstendrías de preguntarle sobre el estado del camino por el simple
hecho de tratarse de un campesino? Sin duda que no pretenderías informaciones especiales, pero
podrías saber mejor por él que por un sabio que no conociera el país. De sus indicaciones sacarías
conclusiones que tú solo no las lograrías. Por consiguiente, no dejaría de ser un instrumento útil
para tus observaciones, aun cuando no te guiase más que para conocer los hábitos de los
campesinos. Sucede exactamente lo mismo con los espíritus: hasta el más pequeño puede
enseñarnos alguna cosa.
62. Una comparación un tanto vulgar nos hará comprender mejor estas particularidades: Un
barco repleto de emigrantes parte rumbo a un lejano país. Lleva hombres de todos los niveles
sociales, parientes y amigos de los que quedan. Después de un tiempo se informa que el navío ha
naufragado sin dejar rastro alguno. No llega ninguna noticia sobre su suerte, se cree que todos los
pasajeros han muerto, el luto cubre a todas las familias. Sin embargo, la tripulación completa, sin
exceptuar a un solo hombre, arribó a un país desconocido, fértil y abundante en frutos, donde todos
viven felices bajo un cielo clemente, mas nadie, fuera de ellos, lo sabe. Un buen día, la tripulación
de otro barco llega a la misma tierra y allí se encuentra con todos los supuestos náufragos, sanos y
salvos. La feliz noticia se expande con la rapidez del relámpago y cada uno se dice: “No hemos
perdido a nuestros amigos”, por lo que dan gracias a Dios. No pueden verse, pero se escriben,
cambian testimonios de afecto, la alegría reemplaza a la tristeza.
Tal es la imagen de la vida terrestre y de la de ultratumba, antes y después de la revelación
moderna. Ésta, similar al segundo barco, nos trae la buena nueva de la supervivencia de aquellos
que amamos y la seguridad de reencontrarnos algún día. La duda sobre su suerte y la nuestra ya no
existe, el desaliento se diluye para dar lugar a la esperanza.
Pero otros hechos vienen para acrecentar la revelación. Dios, juzgando a la Humanidad
madura para penetrar los misterios de su destino y contemplar sin miedo las nuevas maravillas,
permitió que el velo que separaba al mundo visible del invisible se descorriese. El hecho de las
manifestaciones no tiene nada de extraordinario: es la Humanidad espiritual que viene a conversar
con la Humanidad corporal, y le dice:
“Existimos, por consiguiente, la nada no existe. Esto es lo que somos y lo que ustedes serán
también. El futuro nos pertenece tanto a nosotros como a ustedes. Antes marchaban entre tinieblas,
por eso vinimos para alumbrar los senderos y abrir el camino. Antes la vida terrestre era todo para
ustedes, porque no veían más allá. Por ello es que hemos venido para enseñarles la vida espiritual y
decirles: La vida terrenal no es nada. Ustedes no percibían lo que hay más allá de la tumba, nosotros
les hacemos ver, más lejos, un horizonte espléndido. No sabían por qué sufrían en esta vida, ahora
ven en el sufrimiento la justicia de Dios. Antes el bien no ocasionaba, según las creencias,
beneficios futuros. De ahora en adelante será eso una meta y una necesidad. La fraternidad era antes
sólo una hermosa teoría. Ahora ella se fundamenta sobre una ley de la Naturaleza. Gobernados por
la creencia de que todo terminaba con la vida, el infinito es un vacío, el egoísmo reina como señor
absoluto y la divisa que precede es: “Cada cual para sí.”
“Con la seguridad de la vida futura los espacios se pueblan hasta el infinito, el vacío y la
soledad desaparecen, la solidaridad une a todos los seres de más acá y de más allá de la tumba, nace
el reino de la caridad y la divisa de él es: “Uno para todos y todos para uno.” Y como broche
magnífico, si al morir daban a quienes querían un adiós eterno, hoy podrán despedirse con un:
¡Hasta luego!”
Tales son, en resumen, los resultados de la nueva revelación. Ha llegado para llenar el vacío
creado por la incredulidad, levantar los ánimos abatidos por la duda o la perspectiva de la nada y
para darle a todas las cosas su razón de ser. ¿Constituye esto un resultado sin importancia, sólo
porque los espíritus no vienen a resolvernos los problemas de la ciencia, dar conocimientos al
ignorante y medios de enriquecerse sin esfuerzos al perezoso? No lo consideramos así, puesto que
los frutos que el hombre recoge no le servirán solamente para la vida futura, sino también para ésta,
por la transformación que las nuevas creencias operarán sobre su carácter, gustos, tendencias y, en
consecuencia, sobre las costumbres y relaciones sociales. El reinado del orgullo, el egoísmo y la
incredulidad llega a su término, se prepara el advenimientos de otro reino: del del bien, el reino de
Dios anunciado por Cristo.
CAPÍTULO II - Dios
Existencia de Dios
1. Al ser Dios la causa primera de todas las cosas, el punto de partida de todo, el eje sobre el
que reposa el edificio entero de la Creación, es también el tema que interesa considerar antes que
nada.
2. Hay un principio elemental que lleva a deducir la causa por sus efectos, aun cuando a esa
causa no se la vea.
Si un pájaro en pleno vuelo es alcanzado por una bala que lo mata, suponemos que fue un
tirador, aunque no lo veamos. No es entonces siempre necesario ver algo para saber que existe.
Absolutamente, en todos los órdenes ocurre lo mismo: observando los efectos se llega a conocer las
causas.
3. Otro principio elemental, hoy considerado axioma, a fuerza de ser cierto, es aquel que
dice que todo efecto inteligente tiene su origen en una causa inteligente.
Si preguntásemos quién ideó un determinado mecanismo ingenioso y nos respondiesen que
se hizo solo, ¿qué pensaríamos de la persona que nos dio tal respuesta? Cuando estamos frente a
una obra de arte o de una industria pensamos que ella es producto del cerebro de un hombre de
genio, porque necesariamente su concepción es el resultado de una inteligencia desarrollada.
Juzgamos que su autor es un ser humano porque sabemos que es algo factible de ser realizado por
un hombre. Pero a nadie se le ocurriría pensar que pudo haber sido un idiota o un ignorante su
creador, y menos aún que es el trabajo de un animal o producto del azar.
4. Reconocemos la presencia del hombre en sus obras. La existencia del hombre
antediluviano se comprueba no sólo por los fósiles humanos hallados, sino también, y con igual
certeza, por los objetos trabajados por él mismo que se encontraron: un fragmento de ánfora, una
piedra tallada, un arma, un ladrillo. El grado de inteligencia y adelanto de quienes han realizado
dichos trabajos se reconoce por la imperfección o delicadeza de los mismos. Si visitamos un país
habitado exclusivamente por salvajes y descubrimos una estatua digna de Fidias, inmediatamente
nos haríamos el siguiente razonamiento: los salvajes no pueden ser los autores, por lo tanto, la
estatua es obra de una inteligencia superior.
5. ¡Pues bien! Con sólo mirar a nuestro alrededor y posar nuestra mirada sobre las obras de
la Naturaleza, veremos la previsión, la sabiduría y la armonía que las preside, sentimos que todas
ellas sobrepasan en grado indecible a la inteligencia creadora del ser humano. Si el hombre no
produjo esas obras, significa que son el producto de una inteligencia superior a la humana, a menos
que pensemos que hay efectos sin causa.
6. A este razonamiento, hay quienes oponen el siguiente:
Las obras de la Naturaleza son producto de fuerzas naturales que actúan mecánicamente en
razón de las leyes de atracción y repulsión. Las moléculas de los cuerpos inertes se unen y
disgregan bajo la acción de estas leyes. Las plantas, en virtud de esa misma ley, nacen, germinan,
crecen y se multiplican, cada una en su especie. El crecimiento, la flor, el fruto y el color están
subordinados a causas materiales como el calor, la electricidad, la luz, la humedad, etc. Lo mismo
sucede con respecto a los animales. Los astros se forman por atracción molecular y se mueven
perpetuamente con sus órbitas debido a la gravitación. La regularidad mecánica en el empleo de las
fuerzas naturales no habla de ninguna inteligencia independiente. El hombre mueve su brazo
cuando quiere y como quiere, pero quien hace un movimiento único y siempre en igual sentido,
desde su nacimiento hasta su muerte, sería una especie de autómata. Por tanto, podemos concluir
diciendo que las fuerzas orgánicas de la Naturaleza son puramente automáticas.
Todo eso es muy sincero, pero esas fuerzas son efecto que deben poseer alguna causa. Nadie
dice que ellas constituyan la Divinidad. También es verdad que son materiales y mecánicas y que
no son inteligentes por sí solas. Ellas son puestas en acción, distribuidas y adecuadas a las
necesidades de cada cosa por una inteligencia que no es humana. La adecuación útil de esas fuerzas
es un efecto inteligente que descubre a una causa inteligente. Un péndulo se mueve con automática
regularidad, y es esa regularidad lo que realmente vale. La fuerza que lo hace mover es material y
exenta de inteligencia, mas, ¿de qué serviría el péndulo si una inteligencia no hubiese combinado,
calculado y distribuido el empleo de esa fuerza para lograr que se mueva con precisión? ¿Sería
racional afirmar que la inteligencia no existe porque no está a la vista? Se la juzga por sus efectos.
La existencia del reloj confirma la existencia del relojero: la ingeniosidad del mecanismo testifica la
inteligencia y conocimientos del relojero. Cuando un reloj nos da la información que necesitamos,
¿pensamos acaso que él es inteligente?
Podemos decir lo mismo del mecanismo del Universo: Dios no se muestra, pero afirma su
existencia por sus obras.
7. La existencia de Dios no es un hecho revelado, sino corroborado por la evidencia material
de sus obras. Los pueblos primitivos no fueron testigos de la revelación, y, sin embargo, creían
instintivamente en la existencia de un poder sobrehumano. Al contemplar las obras de la Naturaleza
deducían que su origen no era humano. ¿No poseían mayor lógica que quienes hoy intentan
teorizar, diciendo que tales obras se han hecho solas?
Acerca de la naturaleza divina
8. No nos está permitido adentrarnos en la naturaleza íntima de Dios. Para comprender a
Dios nos falta el sentido que sólo se adquiere con la completa depuración del espíritu. Mas si al
hombre no le es permitido penetrar su esencia, puede, mediante el razonamiento, conocer sus
atributos, es decir, las cualidades que Dios debe tener para ser Dios.
Sin el conocimiento de los atributos de Dios sería imposible comprender la obra de la
Creación, punto de partida de todos los credos religiosos. Aquellas religiones que no entendieron la
Creación, verdadero faro conductor, han equivocado sus dogmas: las que no creyeron en un Dios
todopoderoso, imaginaron muchos dioses. Esas otras que no atribuyeron a Dios la bondad suprema
crearon un dios celoso, colérico, parcial y vindicativo.
9. Dios es la inteligencia suprema y soberana. La inteligencia del hombre es limitada, ya
que no puede crear ni comprender todo lo que existe. La de Dios, que abraza el infinito, debe ser
infinita. Si fuese limitada en algún aspecto, podríamos concebir la existencia de un ser aún más
inteligente, capaz de comprender y hacer lo que el otro no pudo, y así sucesivamente hasta el
infinito.
10. Dios es eterno, no tuvo comienzo ni tendrá fin. Si hubiese tenido un comienzo habría
surgido de la nada. Pero como la nada es inexistente, no puede producir ni crear cosa alguna. El otro
argumento tampoco sería válido, porque si hubiese sido creado por otro ser anterior a él, ése sería
Dios. Si se le imaginase a Dios un comienzo o un fin, se podría asimismo sospechar un ser anterior
o posterior a Él, y así indefinidamente.
11. Dios es inmutable. Si estuviese sujeto a cambios, las leyes que gobiernan el Universo
carecerían de estabilidad.
12. Dios es inmaterial. Su naturaleza difiere de todo lo que llamamos materia, de otra
manera no sería inmutable, pues estaría sujeto a las transformaciones de la materia.
Dios no posee una forma factible de ser apreciada por nuestros sentidos, pues, de ser así,
sería materia. Decimos: la mano de Dios, la boca de Dios, porque como el hombre sólo conoce su
forma, al no comprender algo se toma como modelo y compara. Las imágenes que representan a
Dios como un anciano de larga barba y vestido con una túnica, son ridículas: intentan otorgarle
proporciones humanas. De eso, a hacerle partícipe de las pasiones humanas y convertirlo en un dios
colérico y celoso, no hay más que un paso.
13. Dios es todopoderoso. Si no poseyese el poder supremo, se podría concebir un ser más
poderoso que él, y así sucesivamente hasta llegar al ser que superase a todos en poderío. El último
sería Dios.
14. Dios es soberanamente justo y bueno. La sabiduría providencial de las leyes divinas se
revela de igual modo en las cosas pequeñas como en las enormes, y tan grande sabiduría no nos
deja dudar ni un solo instante de su justicia y bondad.
Cuando una cualidad es infinita, no puede existir la cualidad contraria capaz de disminuirla
o anularla. Un ser infinitamente bueno no posee la más pequeña tendencia de maldad, así como un
ser infinitamente malo es incapaz de la mínima bondad, como un objeto no es completamente negro
si presenta una ligera tonalidad blanca, ni el blanco absoluto permite una sola mancha de color
negro.
Dios no puede ser al mismo tiempo bueno y malo, ya que no podría tener ni una ni otra
cualidad en grado supremo, y, por tanto, no sería Dios, todas las cosas estarían sometidas a su
capricho y no habría ninguna estabilidad. Por consiguiente, existe una doble posibilidad: o es
infinitamente bueno o infinitamente malo. Pero como sus obras testimonian sabiduría, bondad y
previsión, llegamos a la conclusión de que, como no puede ser bueno y malo a la vez, sin dejar de
ser Dios, es infinitamente bueno.
La bondad soberana implica justicia soberana, ya que si actuase injustamente o con
parcialidad en una sola circunstancia o con una sola de sus criaturas, no sería soberanamente justo
y, por tanto, tampoco soberanamente bueno.
15. Dios es infinitamente perfecto. No podemos concebir a Dios sin la infinitud de sus
perfecciones, pues sin ello no sería Dios, ya que podríamos concebir otro ser que tuviese lo que Él
no posee. Para que ningún ser pueda superarlo es preciso que sea infinito en todo.
Al ser los atributos de Dios infinitos no pueden sufrir aumento ni disminución. De lo
contrario no serían infinitos y Dios no sería perfecto. Si se le quitase una pequeñísima parte de uno
solo de sus atributos, ya no sería Dios, ya que podría existir otro ser más perfecto.
16. Dios es único. La unidad de Dios es producto de sus perfección infinita y absoluta. Otro
dios no podría existir si no fuese igualmente infinito en todos sus atributos, ya que si entre ellos
hubiese la más ligera diferencia, uno sería inferior al otro, estaría subordinado a su poder y ya no
sería Dios. Si entre ambos hubiese una igualdad absoluta, serían desde toda la eternidad un mismo
pensamiento, una misma voluntad, un mismo poder, y, confundidas a tal punto sus identidades, no
serían en realidad sino un solo Dios. Si cualquiera de ellos tuviera atribuciones especiales, uno
podría hacer lo que el otro no, y, por lo tanto, no existiría entre ellos la igualdad perfecta, ya que ni
uno ni otro poseerían la autoridad soberana.
17. Los pueblos primitivos ignoraban la infinitud de las perfecciones de Dios, y ello dio
origen al politeísmo. Atribuían divinidad a todo poder que les parecía superior a lo humano. Más
tarde, gracias al razonamiento, concentraron en un solo Dios todos los atributos de perfección, y,
además, al paso que los hombres fueron comprendiendo la esencia de eses atributos divinos
suprimían de sus creencias todas las cualidades negativas que habían imaginado en Dios.
18. Resumiendo: Dios, para ser tal, no puede ser superado en nada por otro ser, ya que si
existiera alguien más perfecto que Él, aunque en pequeñísima medida, ese otro sería Dios. Por
tanto, es necesario que sea infinito en todo.
Es así que la existencia de Dios se constata por sus obras, y es mediante una simple
deducción lógica que se llega a determinar los atributos que lo caracterizan.
19. Dios es, por tanto: la suprema y soberana inteligencia. Es único, eterno, inmutable,
inmaterial, todopoderoso, soberanamente justo y bueno e infinito en todas sus perfecciones, y no
puede ser de otra manera.
Esa base sobre la cual reposa el edificio universal es el faro que ilumina al Universo entero,
y su luz es la única que puede guiar al hombre en la búsqueda de la verdad. Siguiéndola, no se
perderá nunca, y si a menudo se ha extraviado, es porque se desvió de la ruta que le estaba indicada.
Ese es también el criterio infalible de todas las doctrinas religiosas y filosóficas. El hombre
posee para juzgarlas una medida rigurosamente exacta en los atributos de Dios, ya que puede
proclamar con entera seguridad que toda teoría, todo principio, todo dogma, toda creencia, toda
práctica que esté en contradicción con uno solo de esos atributos o que intente anularlos o
simplemente debilitarlos, no puede estar en la verdad.
En filosofía, en psicología, en moral, en religión, sólo es verdad lo que no se aparta en nada
de las cualidades esenciales de Dios. La religión perfecta sería aquella en la que ningún artículo de
fe contradijese esas cualidades y en la que todos sus dogmas pudiesen ser sometidos a la prueba de
ese control sin sufrir menoscabo alguno.
La Providencia
20. La Providencia es el cuidado que Dios brinda a sus criaturas. Dios está en todas partes,
lo ve todo, y todo lo preside, incluso las más pequeñas cosas: en eso consiste la acción providencial.
¿Cómo Dios, tan grande y poderoso, y tan superior a todo, puede inmiscuirse en detalles
ínfimos, preocuparse por los mínimos actos y pensamientos de cada individuo? Esa es la pregunta
que se plantea el incrédulo, quien expresa además que, aunque se admita la existencia de Dios, su
accionar debe limitarse a las leyes generales del Universo, puesto que, como éste funciona desde
siempre en virtud de las mencionadas leyes, a las cuales toda criatura está sujeta, no habría
necesidad de esa participación incesante de la Providencia.
21. En el estado actual de inferioridad y extrema limitación de sus facultades, los hombres
no pueden comprender a un Dios infinito, de ahí que lo conciban como un ser limitado y
circunscrito, es decir, un dios a su imagen y semejanza. Los cuadros que lo muestran con apariencia
humana contribuyen a sostener ideas equivocadas en el espíritu de las masas, quienes adoran a Él
más en la forma que en el pensamiento. Para la mayoría Dios es un gran rey que está sentado en un
trono inaccesible, perdido en la inmensidad de los cielos, y debido a lo limitado de sus percepciones
y facultades no comprenden que Dios pueda dignarse intervenir en sus pequeñas cosas.
22. El hombre no es capaz de comprender la esencia íntima de Dios, le resulta imposible,
razón por la cual es importante la idea aproximada que tenga de él, aun cuando se base en
comparaciones imperfectas.
Imaginemos un fluido sutil capaz de penetrar todos los cuerpos, mas sin inteligencia y
actuando mecánicamente por medio de las fuerzas materiales. Pero si suponemos a ese fluido
dotado de inteligencia, de facultades perceptivas y sensitivas, ya no actuará ciegamente, lo hará con
discernimiento, voluntad y libertad, y será capaz de ver, escuchar y sentir.
23. Las propiedades del fluido periespiritual pueden ayudarnos a entender: el periespíritu de
por sí no es inteligente, ya que es materia, pero es el vehículo del pensamiento, de las sensaciones y
percepciones del espíritu.
El fluido periespiritual no es el pensamiento del espíritu, pero sí el agente o el intermediario
de ese pensamiento. Como es él que lo transmite, está en cierta forma impregnado del mismo.
Nosotros no somos capaces de separarlo, puesto que pareciera constituir una unidad con el fluido,
así como el sonido parece integrarse con el aire. En cierta manera, por lo tanto, estamos
materializando el pensamiento. Tomando el efecto por la causa, del mismo modo que decimos que
el aire se vuelve sonoro, podríamos decir que el fluido se manifiesta inteligente.
24. Ya sea que el pensamiento de Dios actúe directamente o por intermedio de un fluido,
para facilitar las cosas vamos a representarlo bajo la forma concreta de un fluido inteligente que
llena el Universo infinito y penetra todas las cosas de la Creación: la Naturaleza entera está
sumergida en el fluido divino, o, en virtud del principio que establece que las partes de un todo son
de la misma naturaleza y tiene iguales propiedades que el conjunto, cada átomo de ese fluido, si se
puede explicarlo así, posee el pensamiento y los atributos esenciales de la Divinidad. Dicho fluido
está por doquier y todo está sujeto a su accionar inteligente, a su previsión, a su solicitud, pues
todos los seres, por más pequeños que sean, están saturados de él. Estamos constantemente en
presencia de Dios. No podemos sustraer a su mirada ni una sola de nuestras acciones y nuestro
pensamiento está en contacto incesante con el suyo. De ahí que se diga que Dios está en lo más
recóndito de nuestro corazón. Nosotros estamos en Él, como Él está en nosotros, según la palabra de
Cristo.
Dios no necesita mirarnos desde lo alto para extender su cuidado sobre nosotros. Para que Él
escuche nuestras plegarias no es necesario atravesar el Espacio ni orar en voz alta, ya que Él está a
nuestro lado y nuestros pensamientos repercuten en Él. Son como los sones de una campana que
hacen vibrar las moléculas del aire circundante.
25. No tenemos la intención de materializar a Dios. La imagen del fluido inteligente es sólo
una comparación más aproximada de Dios que los cuadros que lo representan como un hombre: su
objeto es hacernos entender que Dios está por doquier y que puede ocuparse de todo.
26. Constantemente nos acordamos de un ejemplo ideal para mostrarnos de qué manera la
acción de Dios ejerce su imperio en lo más íntimo de cada ser y cómo las impresiones más tenues
de nuestra alma llegan hasta Él. Fue un espíritu quien nos brindó este ejemplo.
27. “El hombre es un pequeño mundo. El espíritu dirige, el cuerpo obedece. En ese universo,
el cuerpo representará a la Creación, y el espíritu será Dios. (Comprenderán que se trata de una
analogía y no de una identificación). Los miembros de ese cuerpo, los diferentes órganos que lo
conforman: músculos, nervios y articulaciones, son individualidades materiales localizadas en sitios
determinados del mismo. Aunque el número de partes constitutivas sea muy variado y de naturaleza
diversa, no se producen movimientos ni sensaciones en ningún sitio que el espíritu tome de ello
conciencia. Si se producen al mismo tiempo sensaciones en diversas partes, el espíritu las percibe a
todas, las discierne y analiza, asignando a cada una su causa y lugar de acción. Para ello, el espíritu
se sirve del periespíritu.
“Ocurre un fenómeno análogo entre Dios y la Creación. Dios está en todos los sitios de la
Naturaleza, como el espíritu se encuentra en todo el cuerpo. Todos los elementos de la Creación
están en contacto constante con Él, como todas las células del cuerpo humano están en contacto
inmediato con el espíritu. Por lo tanto, en uno y en otro caso no hay razón para que fenómenos del
mismo orden no se produzcan de igual forma.
“Un miembro se mueve: el espíritu lo percibe. Una criatura piensa: Dios lo sabe. Todos los
miembros se mueven, los diferentes órganos vibran: el espíritu percibe cada manifestación, las
distingue y localiza. Las diferentes creaciones, las múltiples criaturas se agitan, piensan y actúan de
manera diversa y Dios sabe todo lo que ocurre y asigna a cada cual lo que le es particular.
“Del mismo modo se puede deducir la solidaridad entre la materia y la inteligencia, la
solidaridad de todos los seres entre sí y la que une a los diferentes mundos, y la de las creaciones
con su Creador” (Quinemant. Sociedad Pariniense de Estudios Espíritas, 1867.)
28. Comprendemos el efecto, y eso ya es un considerable adelanto. Del efecto nos
remontamos a la causa, consideramos su grandeza por el esplendor del efecto, mas su esencia
íntima aún se nos escapa, como la esencia de una infinidad de fenómenos. Conocemos los efectos
de la electricidad, del calor, la luz, la gravedad; los calculamos y, sin embargo, ignoramos la
naturaleza íntima del principio que los produce. ¿Es racional entonces negar el principio divino
porque no lo comprendemos?
29. Nada impide que admitamos, de acuerdo con el principio de inteligencia soberana, la
existencia de un centro de acción, un sitio que emite sin cesar sus rayos e inunde el Universo con
sus emanaciones, como el Sol emite su luz. Pero, ¿dónde se halla ese sentido? Nadie puede decirlo.
Es posible que no se halle en ningún lugar determinado, ya que su acción no está circunscrita a sitio
alguno en especial, y que recorra incesantemente las regiones del espacio sin límites. Si espíritus
simples poseen el don de la ubicuidad, esa facultad en Dios debe ser sin límites. Dios llena el
Universo y podríamos afirmar, como hipótesis, que ese foco céntrico no necesita trasladarse y que
puede erigirse donde su voluntad soberana lo crea conveniente, por lo que se podría decir que Dios
está en todos los sitios y en ninguno.
30. Nuestra razón se empequeñece forzosamente ante estos problemas insondables. Dios
existe. No dudamos un solo instante de ello. Es infinitamente justo y bueno: ésa es su esencia. Su
acción todo lo abarca, lo comprendemos. No desea más que nuestro bien, por eso debemos confiar
en Él: eso es lo principal. El resto puede esperar hasta que seamos dignos de comprenderlo.
La vista de Dios
31. Ya que Dios está en todas partes, ¿por qué no lo vemos? ¿Lo veremos al dejar la Tierra?
Estas dos preguntas acuden a nosotros diariamente.
La primera es fácil de responder: nuestros órganos materiales poseen percepciones limitadas
que no les permiten ver determinadas cosas, aun materiales. Por eso, ciertos fluidos escapan
totalmente a nuestra visión y a nuestros instrumentos de análisis, mas, sin embargo, no dudamos de
su existencia. Vemos a los cuerpos moverse bajo la influencia de la fuerza de gravedad, mas no
vemos a esa fuerza.
32. Las cosas de esencia espiritual no pueden percibirse con los órganos materiales: es la
vista espiritual la que ve a los espíritus y las cosas del mundo incorpóreo. Sólo nuestra alma es
capaz de percibir a Dios. ¿Lo ve ella inmediatamente después de su muerte? Sólo las
comunicaciones de ultratumba pueden respondernos. Por ellas sabemos que sólo las almas
depuradas pueden verlo y que son pocas las que al abandonar la Tierra poseen el grado de
desmaterialización necesario para tal dicha. Se entenderá mejor esto, ayudados por una
comparación.
33. Quien está en el fondo de un valle, sumergido en una espesa niebla, no ve al Sol. Sin
embargo, por la luz difusa juzga que el Sol brilla. Si asciende a la montaña, a medida que se eleva la
bruma se va aclarando y la luz se hace más viva, pero no ve todavía al Sol. Apenas llega a la cima,
deja atrás la capa de niebla y se halla en medio del aire puro, y es entonces que contempla al Sol en
todo su esplendor.
Lo mismo ocurre con el alma. La envoltura periespiritual, aunque invisible e intangible para
nosotros, es una materia demasiado grosera aún para ciertas percepciones. A medida que el alma se
eleva en moralidad el periespíritu se espiritualiza. Las imperfecciones del alma son como las capas
de niebla que oscurecen la visión. Cada imperfección que dejamos atrás es una mancha menos, pero
sólo cuando el espíritu esté totalmente purificado ha de gozar de la plenitud de sus facultades.
34. Siendo Dios la esencia divina por excelencia, únicamente los espíritus que han llegado al
más alto grado de desmaterialización pueden percibirlo en todo su esplendor. No quiere decir esto
que los espíritus imperfectos no lo vean porque se hallen más alejados de Él que el resto. Ellos
también están, como todos los seres de la Naturaleza, inmersos en el fluido divino, como nosotros
en la luz, pero sus imperfecciones son como velos que no les permiten ver: cuando la niebla se
disipe le verán resplandecer y no necesitarán ascender ni ir a buscarle en las profundidades del
infinito. Una vez que la vista espiritual esté libre de las manchas morales que la enceguecen le verán
donde se hallen, incluso en la Tierra, ya que dios está en todas partes.
35. El espíritu se purifica con el paso del tiempo y las diferentes reencarnaciones son
alambiques en cuyo fondo van quedando las impurezas. El espíritu no se despoja instantáneamente
de sus imperfecciones, y por tal motivo muchos, cuando mueren, al dejar la envoltura corporal, no
ven a Dios, al igual que cuando estaban vivos, pero a medida que se depuran le intuyen con más
claridad. Aunque no le vean, le comprenden mejor: la luz es menos oscura. Cuando los espíritus
dicen que Dios les prohíbe responder a una determinada pregunta, no significa que Dios se les
presente y dirija la palabra para ordenarles o prohibirles tal o cual cosa: sin que lo sientan reciben
los efluvios de sus pensamiento, como cuando sentimos que los espíritus nos cubren con su fluido,
aun cuando no los veamos.
36. Ningún hombre puede ver a Dios con los ojos de la carne. Si este favor le es concedido a
algunos, será en el estado de éxtasis, cuando el alma está sumamente libre de todo lo que la une a la
materia. Tal privilegio es otorgado a determinadas almas encarnadas cuando están en misión, pero
nunca cuando tienen que expiar. Con todo, como los espíritus del orden más elevado resplandecen
con un brillo cegador, puede ocurrir que espíritus menos adelantados, encarnados o desencarnados,
confundidos por tanta luminosidad que les rodea, crean haber visto a Dios.
37. ¿Cómo se presenta Dios a quienes son dignos de ese privilegio? ¿Tiene una forma
especial? ¿Se presenta con una figura humana o como un centro resplandeciente de luz? El lenguaje
humano no es capaz de describir a Dios, porque no poseemos punto alguno de referencia en que
apoyarnos: somos como ciegos a quienes se intentara hacer comprender el brillo del Sol. Nuestro
vocabulario está limitado a nuestras necesidades y a nuestros círculos de ideas, al igual que lo que
sucede con el lenguaje de los salvajes, que no pueden pintar maravillas de la vida civilizada. El
vocabulario de los pueblos civilizados es demasiado pobre para describir los esplendores de los
cielos. Nuestra inteligencia es muy limitada para comprenderlos y nuestra vista, en exceso débil,
cegaría.
CAPÍTULO III - El Bien y El Mal
Origen del bien y del mal
1. Dios es el principio de todo, y ese principio es una trilogía de cualidades: sabiduría,
bondad y justicia. Por lo tanto, todo lo que de Él emane debe estar impregnado de esos atributos.
Siendo sabio, justo y bueno no puede producir nada irracional, malo o injusto. El mal que vemos no
se ha originado en Él.
2. Si el mal se encontrase en los atributos de un ser especial, llamado Ahrimán o Satanás,
llegaríamos a la encrucijada siguiente: o bien ese ser sería igual a Dios y, en consecuencia, tan
poderoso como Él desde el inicio de los tiempos, o bien sería inferior.
De acuerdo con el primer supuesto, tendríamos dos poderes rivales en la lucha incesante,
cada uno intentando malograr lo que el otro hace y atacándose mutuamente. Esta hipótesis es
inconciliable con la unidad que revela el orden universal.
Según el segundo supuesto, ese ser estaría subordinado a Dios debido a su inferioridad. En
ese caso, no sería su igual desde el comienzo, sino que debió ser creado. Pues bien, sólo Dios pudo
hacerlo, pero esa creación sería incompatible con su infinita bondad, ya que habría dado vida al
espíritu del mal (El Cielo y el Infierno o la Justicia Divina según el Espiritismo, cap. IX “Los
demonios”).
3. Sin embargo, el mal existe y tiene una causa.
Los diferentes males, físicos o morales, que afligen a la Humanidad, pertenecen a categorías
distintas que es necesario diferenciar: unos, son los males que el hombre puede evitar; los otros, son
independientes de su voluntad. Entre estos últimos, debemos incluir a las catástrofes naturales.
Las facultades del hombre son limitadas, motivo por el que no le es posible penetrar o
comprender las razones del Creador. Juzga a las cosas de acuerdo a su personalidad, en razón de
intereses ficticios y prejuicios que él mismo ha creado, y que no son parte del orden natural. Por eso
encuentra a menudo injusto y oscuro lo que consideraría admisible y justo si conociese la causa, la
finalidad y el resultado definitivo. Al buscar la utilidad y la razón de ser de cada cosa, verá que todo
está saturado de sabiduría infinita, ante la que se inclinará, aun mismo en cosas que no alcanza a
comprender.
4. Como compensación, el hombre ha recibido un don: su inteligencia, gracias a la cual
puede conjurar, o al menos atenuar, en gran medida, los efectos de los desastres naturales. Más
conocimientos adquiere y más avanza la civilización, menos peligrosos son esos desastres. Con una
organización social sabiamente previsora podría, incluso, neutralizar las consecuencias, si bien no
sería posible evitarlos por completo. Es así que Dios ha dado al hombre facultades espirituales y
medios de paralizar los efectos de las catástrofes naturales, hechos éstos que serán beneficiosos en
el futuro para el orden general de la Naturaleza, pero que ocasionan daños en el presente.
Es así que el hombre sanea los campos, neutraliza los miasmas pestíferos, fertiliza las tierras
áridas, se ingenia para preservarlas de las inundaciones, construye casas más salubres, más sólidas y
resistentes a los vientos, tan necesarios para depurar la atmósfera, se protege de la intemperie, y,
poco a poco, esas circunstancias le instan a crear ciencias, gracias a las cuales mejora las
condiciones de habitabilidad del planeta y aumenta el bienestar general.
5. El hombre progresa, y los males a los que se halla expuesto estimulan el ejercicio de su
inteligencia y de sus facultades psíquicas y morales, incitándolo a la búsqueda de medios para
sustraerse a las calamidades. Si no temiese a nada, ninguna necesidad le empujaría a la
investigación, su espíritu se entorpecería en la inactividad y no inventaría ni descubriría nada. El
dolor es como un aguijón que impulsa al hombre hacia adelante por la vía del progreso.
6. Pero los males más numerosos son los que el hombre crea llevado por sus vicios, los
cuales se originan en su orgullo, su egoísmo, su ambición, su rapacidad, los que nacen de todos los
excesos, son causas de las guerras y de todas las calamidades que ellas acarrean: disensiones,
injurias y opresión del débil por el fuerte, así como de la mayor parte de las enfermedades.
Dios estableció leyes de sabiduría, cuya sola finalidad es el bien. El hombre encuentra
dentro de sí todo lo que necesita para seguirlas, su conciencia le traza el camino, la ley divina está
grabada en su alma y, además, Dios nos la trae a la memoria sin cesar, enviándonos mesías y
profetas, espíritus encarnados que han recibido la misión de iluminar, moralizar y mejorar al
hombre y, últimamente, una multitud de espíritus desencarnados que se manifiestan en todos los
ámbitos. Si el hombre actuase conforme a las leyes evitaría los males más agudos y viviría feliz
sobre la Tierra. Si no lo hace, es en virtud de su libre albedrío, y por eso sufre las consecuencias
que merece (El Evangelio según el Espiritismo, cap. V:4, 5, 6 y ss.).
7. Pero Dios, todo bondad, colocó el remedio al lado del mal, es decir, que el mismo mal
hace nacer el bien. Llega el instante en que el exceso de mal moral se vuelve intolerable y el
hombre siente la necesidad de cambiar. Aleccionado por la experiencia intenta encontrar un
remedio en el bien, siempre de acuerdo con su libre arbitrio, pues cuando penetra en un camino
mejor es por su voluntad y porque ha reconocido los inconvenientes del otro que seguía. La
necesidad le obliga a mejorar moralmente para ser más feliz, como esa misma necesidad le induce a
mejorar las condiciones materiales de su existencia (n.º5).
8. Se puede decir que el mal es la ausencia del bien, como el frío es la ausencia del calor. El
mal no es un atributo distinto, como el frío no es un fluido especial: uno es la parte negativa del
otro. Donde el bien no existe, allí, forzosamente reina el mal. No hacer el mal es ya el comienzo del
bien. Dios sólo desea el bien, el mal proviene exclusivamente del hombre. Si existiese en la
Creación un ser encargado del mal, nadie podría evitarlo. Pero la causa del mal está en el hombre
mismo y, como éste posee el libre arbitrio y la guía de las leyes divinas, lo podrá evitar cuando así
lo desee.
Tomemos un ejemplo simple como comparación. Un propie tareo sabe que en su campo hay
un lugar lleno de peligros y que quien en él se aventure podrá resultar herido o incluso morir. ¿Qué
hace, pues, para evitar posibles accidentes? Coloca cerca del sitio un cartel con la prohibición
escrita de no entrar en él en razón del peligro existente. La adversidad es sabia y previsora. Pero, si
pese al aviso, un imprudente hace caso omiso de la advertencia y entra, sucediéndole alguna
desgracia, ¿a quién va a culpar si no es a sí mismo?
Lo mismo sucede con respecto al mal: el hombre lo evitaría si respetase las leyes divinas.
Por ejemplo: Dios puso un límite para la satisfacción de las necesidades. La saciedad le advierte,
mas si a pesar de ella el hombre pasa el límite, lo hace voluntariamente. Las enfermedades y la
muerte que podrán acaecerle son producto de su imprevisión y no un hecho que pueda ser atribuido
a Dios.
9. El mal es el resultado de las imperfecciones del hombre, criatura creada por Dios. Pero
Dios -se podrá decir- creó el mal o, al menos, la causa del mal. Si hubiese creado al hombre
perfecto el mal no existiría.
Si el hombre hubiese sido creado perfecto se inclinaría fatalmente hacia el bien. Pero en
virtud de su libre albedrío, no es conducido premeditadamente ni hacia el bien ni hacia el mal. Dios
quiso que estuviese sujeto a la ley del progreso y que fuese el resultado de su propio trabajo, para
que sea suyo el mérito del bien realizado y la responsabilidad del mal cometido por su propia
voluntad. El problema es, entonces, descubrir cuál es en el hombre el origen de la propensión al
mal.1
10. Si hacemos un estudio de las pasiones, e incluso de los vicios, veremos que su origen
común está en el instinto de conservación. Ese instinto predomina en los animales y los seres
primitivos más próximos a la animalidad. Domina en ellos porque no poseen el contrapeso del
sentido moral: el espíritu no llegó aún a la vida intelectual. El instinto se debilita a medida que la
inteligencia se desarrolla, ya que ésta domina a la materia.
La meta del espíritu es la vida espiritual. Pero en las primeras fases de la existencia corporal
sólo busca la satisfacción de las necesidades materiales, motivo por el cual el ejercicio de las
pasiones es una necesidad para la conservación de la especie y de los individuos, hablando
materialmente. Pero una vez superada esa etapa, aparecen otras necesidades: al comienzo ellas son
semimorales y semimateriales, y más tarde exclusivamente morales. En ese momento el espíritu
domina a la materia. Si se sacude el yugo que lo aprisionaba, avanzará por la vía providencial, se
aproximará a su meta. Si, por el contrario, se deja dominar por la materia, se retardará y asemejará
al bruto. En esta situación, lo que antes era un bien, porque era una necesidad de su naturaleza, se
convierte en un mal por dos motivos: 1) porque ya no es una necesidad, y 2) porque es perjudicial
para la espiritualización del ser. Lo que era benéfico en el niño se convierte en perjudicial en el
adulto. El mal es relativo y la responsabilidad es proporcional al grado de adelanto.
Todas las pasiones poseen una utilidad providencial, pues de otro modo Dios hubiese hecho
cosas inútiles o perjudiciales. El abuso engendra el mal. El hombre abusa en virtud de su libre
arbitrio. Más adelante, llevado por su propio interés, elegirá libremente entre el bien y el mal.
Instinto e inteligencia
11. ¿Cuál es la diferencia entre el instinto y la inteligencia? ¿Dónde termina uno y comienza
la otra? El instinto, ¿es una inteligencia rudimentaria, una facultad distinta o un atributo exclusivo
de la materia?
El instinto es la fuerza oculta que lleva a los seres orgánicos a realizar actos espontáneos e involuntarios para sobrevivir. La reflexión y la premeditación no entran en los actos instintivos. Es así como la planta busca el aire, se vuelve hacia la luz, dirige sus raíces en dirección al agua y la buena tierra. Como las enredaderas se enroscan alrededor de su sostén o se enganchan con sus zarcillos. Por instinto, también los animales advierten lo que les es útil o perjudicial. Es el instinto el que los lleva a dirigirse, según las estaciones, hacia climas más propicios. A construir con más o menos arte, según las especies, y sin lecciones previas: refugios y lechos mullidos para su progenie, conocer los métodos para atrapar la presa que les servirá de alimento, manejar con destreza las armas ofensivas y defensivas que poseen. Es el instinto el que acerca a los sexos, lleva a la madre a cuidar de sus pequeños y empuja a éstos hacia ella. En el hombre, el instinto prevalece en el período de la infancia: por instinto es que el niño realiza sus primeros movimientos, toma el alimento, llora para expresar sus necesidades, imita el sonido de la voz e intenta hablar y caminar. Incluso en el adulto ciertos actos son instintivos, como pueden ser los movimientos espontáneos para precaverse de un peligro e intentar salir de él, mantener el equilibrio, entornar los párpados para atenuar el fulgor de la luz, abrir mecánicamente la boca para respirar, etc.
El instinto es la fuerza oculta que lleva a los seres orgánicos a realizar actos espontáneos e involuntarios para sobrevivir. La reflexión y la premeditación no entran en los actos instintivos. Es así como la planta busca el aire, se vuelve hacia la luz, dirige sus raíces en dirección al agua y la buena tierra. Como las enredaderas se enroscan alrededor de su sostén o se enganchan con sus zarcillos. Por instinto, también los animales advierten lo que les es útil o perjudicial. Es el instinto el que los lleva a dirigirse, según las estaciones, hacia climas más propicios. A construir con más o menos arte, según las especies, y sin lecciones previas: refugios y lechos mullidos para su progenie, conocer los métodos para atrapar la presa que les servirá de alimento, manejar con destreza las armas ofensivas y defensivas que poseen. Es el instinto el que acerca a los sexos, lleva a la madre a cuidar de sus pequeños y empuja a éstos hacia ella. En el hombre, el instinto prevalece en el período de la infancia: por instinto es que el niño realiza sus primeros movimientos, toma el alimento, llora para expresar sus necesidades, imita el sonido de la voz e intenta hablar y caminar. Incluso en el adulto ciertos actos son instintivos, como pueden ser los movimientos espontáneos para precaverse de un peligro e intentar salir de él, mantener el equilibrio, entornar los párpados para atenuar el fulgor de la luz, abrir mecánicamente la boca para respirar, etc.
12. La inteligencia se revela mediante actos voluntarios, reflexivos, premeditados y
combinados según las circunstancias. Es indudablemente, un atributo exclusivo del alma.
Todos los actos mecánicos son instintivos. Los que denotan reflexión y premeditación son
inteligentes. Unos son libres, los otros no lo son.
El instinto es una guía seguro, jamás se equivoca. La inteligencia, en razón de su carácter
libre, está sujeta a errores.
1. El error consiste en creer que el alma salió perfecta de manos del Creador, mientras que, por el
contrario, Dios quiso que la perfección fuese el resultado de la depuración gradual del espíritu y de su propia
labor. Deseó que el alma, en virtud de su libre arbitrio, pudiese optar entre el bien y el mal y que llegase a su
meta última gracias a una vida de luchas y de resistencia a éste. Si hubiese creado al alma perfecta y asociada a
su eterna beatitud, la hubiera hecho no a su imagen, sino a su semejanza (Bonnamy, juez de instrucción: La
razón del Espiritismo, cap. VI). [N. de A. Kardec.]
Aunque el acto instintivo no tenga el carácter de inteligente, revela una causa inteligente
esencialmente previsora. Si se afirma que el instinto se origina en la materia habría que admitir
que la materia es inteligente, incluso más inteligente y previsora que el alma, ya que el instinto no
comete errores y la inteligencia sí se equivoca.
Si se considera al instinto una inteligencia rudimentaria, ¿cómo puede ser que en ciertos
casos supere a la inteligencia racional? ¿Qué posibilita la ejecución de cosas que la inteligencia no
puede lograr?
Si es el atributo de un principio espiritual especial, ¿qué ocurre con ese principio? Ya que el
instinto se esfuma, ¿también desaparece el principio? Si los animales estuviesen dotados sólo de
instinto, su porvenir carecería de una salida y sus sufrimientos no tendrían compensación alguna.
Esto no estaría de acuerdo ni con la justicia ni con la bondad divina (cap. II:19).
13. Según otra hipótesis, el instinto y la inteligencia se originarían en un único principio. En
un comienzo sólo poseerían las cualidades del instinto, mas llegado a cierto grado de su desarrollo
sufriría una transformación que le otorgaría los atributos de la inteligencia libre.
Si así fuese, cuando un hombre inteligente pierde la razón y se guía por el instinto, su
inteligencia volvería a su fase primitiva, y cuando recobrara la razón, el instinto se manifestaría
como inteligencia, y así sucesivamente, lo que no es admisible.
Por otra parte, instinto e inteligencia actúan juntos muy a menudo. Cuando caminamos, por
ejemplo, el movimiento de las piernas es instintivo, el hombre coloca un pie delante del otro
mecánicamente, sin pensar, pero cuando quiere apresurar el paso o ir más despacio, levantar el pie o
dar un rodeo para evitar el obstáculo, en eso hay cálculo, se trata de un propósito deliberado. El
impulso involuntario del movimiento es el acto instintivo, la dirección calculada del movimiento es
el acto inteligente. El animal carnicero llevado por el instinto se alimenta de carne, pero las
precauciones que toma para atrapar a la prensa varían según las circunstancias. Su previsión ante las
eventualidades es un acto inteligente.
14. Otra hipótesis que concuerda perfectamente con la idea de unidad de principio, resulta
del carácter esencialmente previsor del instinto y corrobora, al mismo tiempo, lo que el Espiritismo
nos enseña en lo que respecta a las conexiones del mundo espiritual y el corporal.
Sabemos hoy que los espíritus desencarnados tienen la misión de velar por los encarnados, a
quienes protegen, guían y cubren con sus emanaciones fluídicas, y también sabemos que el hombre
obra a menudo de manera inconsciente bajo la acción de esos efluvios.
Se sabe, además, que el instinto produce actos inconscientes y que él predomina en los niños
y en general en los seres cuya razón es débil. Según esta hipótesis, el instinto no sería un atributo ni
del alma ni de la materia, no pertenecería al ser vivo, sino que sería un efecto de la acción directa de
los espíritus protectores invisibles, quienes reemplazarían la imperfección de la inteligencia al
provocar ciertos actos inconscientes necesarios para la preservación del ser. Sería como el andador
que sirve de sostén al niño hasta que éste aprende a caminar. Así como se suprime gradualmente el
andador a medida que el bebé aprende a sostenerse solo, así los espíritus protectores dejan a sus
protegidos solos a medida que aprenden a conducirse guiados por su propia inteligencia.
El instinto no sería, pues, el producto de una inteligencia rudimentaria e incompleta, sino el
resultado de una inteligencia extraña en la plenitud de su fuerza, inteligencia protectora que supliría
la insuficiencia de una inteligencia más joven, a la cual empujaría a realizar inconscientemente y
para su bien lo que sería incapaz de efectuar por sí sola, o bien a una inteligencia madura, pero
momentáneamente trabada en el uso de sus facultades, como ocurre en la infancia del hombre y en
los casos de idiotez y afecciones mentales.
Hay un proverbio que dice: Los niños, los locos y los borrachos poseen un dios aparte. Este
refrán es mucho más cierto de lo que se pueda suponer. Ese dios del refrán es un espíritu protector
que vela por aquellos seres imposibilitados de protegerse ellos mismos.
15. Siguiendo este orden de ideas, se puede llegar más lejos aún. Esta teoría, aunque lógica,
no resuelve todos los interrogantes.
Si fijamos nuestra atención en los efectos del instinto, se observará enseguida una unidad de
puntos de vista y de conjunto, una seguridad en los resultados que desaparece desde el momento en
que la inteligencia libre reemplaza al instinto. Reconocemos una profunda sabiduría en la
adecuación tan perfecta y constante de las facultades instintivas a las necesidades de cada especie.
Esta unidad de puntos de vista no existiría sin la unidad de pensamiento, y ésta, a su vez, es
incompatible con la diversidad de aptitudes individuales. Sólo ella puede producir ese conjunto tan
perfectamente armonioso que se produce desde el origen de los tiempos y en todas las latitudes, con
una regularidad y una precisión matemática que no falla jamás. La uniformidad en el resultado de
las facultades instintivas es un hecho característico que implica por fuerza la unidad de la causa. Si
esa causa fuese inherente a cada individualidad habría tantos tipos de instinto como de seres, desde
la planta hasta llegar al hombre. Un efecto general, uniforme y constante. Un efecto que denota
sabiduría y previsión debe tener una causa sabia y previsora. Y una causa sabia y previsora que es
necesariamente inteligente, no puede ser exclusivamente material.
Como no encontramos ni en las criaturas encarnadas ni en las desencarnadas las cualidades
necesarias para producir ese resultado, necesitamos subir más alto, hasta llegar al Creador . Si nos
atenemos a la explicación dada sobre la forma en que podemos concebir la acción providencial
(cap, II:24). Si nos imaginamos a todos los seres inmersos en el fluido divino, soberanamente
inteligente, se comprenderá la sabiduría previsora y la unidad de puntos de vista que preside a todos
los movimientos instintivos de cada individuo, conduciéndolo hacia el bien. Esa protección es más
activa si el individuo posee menos recursos propios, y por eso es mayor y más absoluta en los
animales y en los seres inferiores que en el hombre.
De acuerdo con esta teoría, el instinto es un guía seguro. El instinto materno, el más noble
de todos, al que el materialismo rebaja al nivel de una de las fuerzas de atracción de la materia, se
eleva y ennoblece. En razón de sus consecuencias, era preciso que no se dejase librado a las
caprichosas eventualidades de la inteligencia y del libre albedrío. Dios vela por sus criaturas recién
nacidas mediante la protección materna.
16. Esta teoría no disminuye en nada el papel que cumplen los espíritus protectores, cuyo
concurso es un hecho conocido y probado por la experiencia. Pero hay que hacer notar que la acción
de éstos es de esencia individual y sufre modificaciones según las cualidades propias del protector y
del protegido, característica que difiere con la uniformidad y la generalidad del instinto. Dios
mismo, en su sabiduría, conduce a los ciegos, pero confía a inteligencias libres la conducción de
quienes andan en penumbras para que cada cual sea responsable de sus actos. La misión de los
espíritus protectores es un deber que éstos aceptan voluntariamente. Es para ellos un medio de
progreso, según cumplan la tarea encomendada.
17. Todas estas maneras de considerar al instinto son hipóteticas y ninguna puede ser
tomada como solución definitiva. El problema quedará resuelto el día que se reúnan los elementos
de observación que aún faltan. Hasta ese momento nos debemos limitar a tamizar las diferentes
opiniones ayudados por la razón y la lógica y esperar que se haga la luz. La solución que se acerque
más a la verdad será la que se adecúe mejor a los atributos de Dios, es decir: a su soberana bondad y
justicia (cap. II:19).
18. El instinto es el guía, y las pasiones el motor de las almas en el primer período de su
desarrollo. Ambos se confunden a veces en sus efectos. Sin embargo, entre ambos principios hay
diferencias esenciales que debemos considerar.
El instinto es un conductor seguro, siempre bueno: puede llegar a ser inútil, pero nunca
perjudicial. Se debilita con el desarrollo y predominio de la inteligencia.
Las pasiones, en las primeras edades del alma, poseen un común denominador con el
instinto: los seres son llevados por una fuerza inconsciente. Ellas nacen de las necesidades
corporales y se apoyan más en el cuerpo que en el instinto. Lo que las distingue del instinto es su
individualidad. No producen, como el instinto, efectos generales y uniformes. Por el contrario,
varían de intensidad y naturaleza según los individuos. Son estimulantes útiles hasta el instante que
despierta el sentido moral, por el cual el ser pasivo deviene un ser racional. En ese momento las
pasiones se vuelven inútiles, además de perjudiciales, para el progreso del espíritu, porque retardan
su desmaterialización. Se debilitan con el desarrollo de la razón.
19. Si un hombre actuase siempre llevado por su instinto, podría ser muy bueno, pero dejaría
dormir su inteligencia. Sería como el niño que no abandonase su andador, motivo por el cual no
aprendería a servirse de sus piernas. El hombre que no domina sus pasiones podrá ser muy
inteligente, mas al mismo tiempo muy malo. El instinto se aniquila solo, las pasiones necesitan el
esfuerzo de la voluntad.
Destrucción mutua de los seres vivos
20. La destrucción recíproca de los seres vivos es una de las leyes de la Naturaleza que
menos parece armonizar con la bondad de Dios. Uno se pregunta, ¿por qué esa necesidad de
destruirse unos a los otros para alimentarse?
Quien sólo ve la materia y limita su visión a la vida presente puede parecerle ésta una
imperfección de la obra divina. En general los hombres juzgan la perfección de Dios según sus
propios puntos de vista, miden la sabiduría divina de acuerdo con sus juicios y creen que Dios obra
como ellos mismos lo hacen. Su limitada visión no les permite apreciar el conjunto, no son capaces
de comprender que de un mal aparente pueda surgir un bien real. Sólo el conocimiento del principio
espiritual, considerado en su verdadera esencia, y la gran ley de unidad que constituye la armonía de
la Creación, pueden darle al hombre la llave de ese misterio y mostrarle la gran razón y sabiduría
providencial, precisamente donde antes veía anomalías y contradicción.
21. La verdadera vida, tanto del hombre como del animal, no se halla en la envoltura
corporal como tampoco en las vestiduras: se encuentra en el principio inteligente que preexiste y
sobrevive al cuerpo. Ese principio necesita de un cuerpo para desarrollar el trabajo en la materia
bruta. El cuerpo se gasta con esa labor, pero el espíritu no. Por el contrario, cada vez surge con más
fuerza, lucidez y capacidad. ¡Qué importancia tiene, entonces, que el espíritu cambie de envoltura si
sigue siendo el mismo espíritu!: es como el hombre, que cambia sus ropas cien veces en el año más
continua siendo el mismo hombre.
Mediante el espectáculo incesante de la destrucción, Dios enseña a los hombres la poca
importancia que debe darse a la envoltura material y suscita en ellos, como compensación, la idea
de la vida espiritual, al hacer nacer el anhelo por ella.
Tal vez se podrá decir que Dios podría utilizar otros medios, sin llevar a los seres a
destruirse unos a otros. Si en su obra todo es sabiduría, debemos suponer que esa sabiduría no debe
tener fisuras en esto tampoco: si no comprendemos será en razón de nuestro escaso progreso. Sin
embargo, debemos intentar encontrar la razón, tomando este principio por meta: Dios debe ser
infinitamente justo y bueno. Por tanto, busquemos en todo su justicia y su bondad e inclinémonos
ante lo que sobrepasa nuestra comprensión.
22. La primera utilidad de la destrucción, utilidad puramente física, es la siguiente: los
cuerpos orgánicos se mantienen con materia orgánica, ya que estas sustancias contienen los
elementos nutritivos necesarios para su transformación. Los cuerpos, instrumentos de acción del
principio inteligente, necesitan renovarse constantemente. La Providencia los ayuda a sustentarse
mutuamente, y ésta es la razón por la cual los seres se nutren unos de otros. Es el cuerpo que se
alimenta del cuerpo. Mas el espíritu no se aniquila ni altera, sólo es despojado de su envoltura.
23. Además, existen otras consideraciones morales de un orden más elevado.
La lucha es necesaria para el progreso del espíritu: con ella ejercita sus facultades. Quien
ataca para conseguir alimento y quien se defiende para conservar la vida, utilizan su astucia e
inteligencia y aumentan, por eso mismo, sus fuerzas intelectuales. Uno de los dos sucumbe. Pero,
¿qué es lo que el más fuerte o el más hábil tomó del más débil? Su vestidura carnal solamente. El
espíritu, que no ha muerto, tomará posteriormente otro cuerpo.
24. Entre los seres inferiores de la Creación el sentido moral no existe. En ellos la
2. Ver en la Revista Espírita, de agosto de 1864: “Cuestiones y problemas. Destrucción de los aborígenes
de México.” [N. de A. Kardec]
inteligencia no ha reemplazado al instinto, la lucha tiene por móvil la satisfacción de una necesidad
material que es, en primer lugar, la de alimentarse. Luchan únicamente para vivir, es decir, para
obtener o defender una presa, ya que no los estimula un objetivo más elevado. En este primer
período se elabora el alma y se la prepara para la verdadera vida.
Hay en el hombre un período de transición en el cual muy poco lo distingue del animal. En
las primeras edades el instinto animal domina y la lucha tiene aún por finalidad la satisfacción de
las necesidades materiales. Más tarde, el instinto animal y el sentimiento moral se equilibran. El
hombre todavía lucha, mas ya no para alimentarse, sino para satisfacer su ambición, su orgullo y su
necesidad de dominio, que lo impulsan todavía a destruir. Sin embargo, a medida que el sentido
moral va aumentando, la sensibilidad crece y la necesidad de destrucción disminuye, llegando ésta a
desaparecer y mostrarse detestable: en esa hora el hombre comienza a sufrir horror ante la visión de
la sangre.
Como todo, la lucha siempre es imprescindible para el desarrollo del espíritu, pues a pesar
de haber llegado a ese punto, que nos parece culminante, la perfección está aún lejana. Es a costa de
su actividad que él adquirirá conocimientos y experiencia y se despojará de los últimos vestigios de
animalidad. Pero la lucha, antes sangrienta y brutal, ahora es puramente intelectual: el hombre ha de
luchar contra las dificultades y no contra sus semejantes.
CAPÍTULO IV - Papel de la Ciencia acerca del Génesis
1. La historia del origen de casi todas las civilizaciones se confunde con la historia de sus
religiones, razón por la cual sus primeros libros han sido religiosos. Pero como todas las religiones
se enlazan con el principio de las cosas, que es también el de la Humanidad, dieron sobre la
formación del Universo explicaciones que variaron según el estado de los conocimientos de su
tiempo. De ahí que los primeros textos sacros hayan sido al mismo tiempo libros de ciencia y,
durante mucho tiempo, los únicos códigos de leyes civiles.
2. En los tiempos primitivos, los medios de observación eran imperfectos, las primeras
teorías acerca del sistema planetario estaban plagadas de errores. Pero aunque esos medios hubiesen
sido tan completos como lo son hoy, los hombres no hubiesen sabido servirse de ellos: necesitaban
el fruto del desarrollo de la inteligencia y del conocimiento avanzado de las leyes de la Naturaleza.
A medida que el hombre adelantó en el conocimiento de esas leyes, penetró los misterios de
la Creación y rectificó las ideas que había forjado sobre el origen de las cosas.
3. El hombre fue impotente para resolver el problema de la Creación hasta tanto la ciencia
no le tendió la mano. Fue preciso que la Astronomía le abriese las puertas del espacio infinito y le
dejase escudriñar sus inmensidades; el cálculo le permitiese determinar con rigurosa precisión el
movimiento, posición, volumen, naturaleza y papel de los cuerpos celestes; que la Física le revelase
las leyes de gravedad, del calor, la luz y la electricidad; que la Química le enseñase las
transformaciones de la materia; la Minerología los materiales que forman la corteza del planeta y la
Geología le enseñase a leer en los estratos terrestres la formación gradual de nuestro globo. La
Botánica, la Zoología, la Paleontología y la Antropología le iniciarán en lo que respecta al
parentesco y sucesión de los seres organizados; la Arqueología le enseñaría a seguir las huellas de la
Humanidad a través de las edades. Todas las ciencias, en suma, complementándose mutuamente,
aportarían su acervo indispensable para el conocimiento de la historia terrestre. Mientras ellas no
existían el hombre sólo podía guiarse por sus primeras hipótesis.
Antes de que el hombre tomase posesión de estos elementos de apreciación, el razonamiento
de los estudiosos del génesis se topaba con imposibilidades materiales, giraba en un mismo círculo
de ideas sin posibilidad de encontrar la salida. Sólo cuando la ciencia avanzó, abriendo una brecha
en el vetusto edificio de las creencias, todo cambió de aspecto y se logró marchar sin tropiezos. Una
vez hallado el hilo conductor, las dificultades se allanaron rápidamente. En vez de un génesis
imaginario se estableció un génesis positivo y, en cierta forma, experimental. El campo del
Universo se extendió hasta lo infinito. Se conoció cómo se formaron gradualmente la Tierra y los
astros, conforme a las leyes eternas e inmutables que testimonian mucho mejor la grandeza y
sabiduría divina que una creación milagrosa salida de súbito de la nada, por una idea repentina de la
Divinidad, después de una eternidad de inactividad.
Ya que es imposible entender el génesis sin los datos que ofrece la ciencia, se puede decir
con toda autenticidad que la ciencia es la encargada de explicar el génesis según las leyes de la
Naturaleza.
4. En el grado de adelanto en que se encuentra la ciencia actual, ¿ha logrado resolver todos
los problemas que suscita el génesis?
La respuesta es negativa. Pero, sin embargo, es indudable que destruyó definitivamente
todos los errores capitales, sentando su base sobre datos ciertos. Los puntos aún no aclarados son
los de menor importancia, y la solución de ellos, sea cual fuere, no perjudicará al conjunto. Por lo
demás, a pesar de los elementos que tuvo a su disposición, le faltó hasta hoy un elemento
importante, sin el cual la obra no podía completarse.
5. De todos los génesis antiguos, el de Moisés es el que más se aproxima a los hallazgos de
la ciencia moderna, a pesar de los errores que contiene, demostrables hoy hasta la evidencia.
Algunos de los errores son más aparentes que reales y se han originado en la falsa interpretación
que se dio a ciertas palabras, cuyo significado primitivo se perdió al pasar de una lengua a otra, con
la traducción, o en palabras cuya acepción cambió junto con los hábitos del pueblo, pasando de la
forma alegórica particular al estilo oriental, tomándose la acepción al pie de la letra en vez de
buscársele el sentido.
6. La biblia cuenta hechos que el razonamiento científico actual no puede aceptar u otros
que nos son extraños y que rechazamos porque se refieren a costumbres que no armonizan con las
nuestras. Sin embargo, seríamos parciales si no reconociésemos que encierra cosas grandes y
hermosas. La biblia esconde verdades sublimes tras sus numerosísimas alegorías. Si hurgamos en
ellas el absurdo desaparece y surge la verdad.
¿Por qué no se levantó antes el velo? En parte por la falta de los conocimientos que sólo la
ciencia y la filosofía sana podían brindar, así como por el principio de inmutabilidad absoluta de la
fe, consecuencia directa del acatamiento ciego a lo que está escrito, ante lo que la razón debía
inclinarse por temor a comprometer el andamiaje de creencias levantado sobre su sentido literal. Se
temió que si se rompía un anillo de la cadena, todos los demás sufrirían igual suerte. Y fue por esa
razón que no se quiso ver: pero cerrar los ojos ante el peligro no basta para evitarlo. Cuando un
edificio se tambalea es más prudente reemplazar enseguida las piedras a punto de desplomarse por
otras nuevas, y no esperar por respeto a su vetustez que el mal no tenga remedio y se haga necesario
reconstruirlo totalmente.
7. La ciencia escudriñó las entrañas de la Tierra y las profundidades del cielo y demostró de
una manera indiscutible los errores contenidos en el Génesis de Moisés, así como también la
imposibilidad material de que las cosas hayan pasado tal cual son relatadas en el texto, asestando
con ello un duro golpe a las creencias seculares. La fe ortodoxa se conmovió, porque creyó que
destruirían sus cimientos. Pero, ¿quién tiene razón: la ciencia que camina de manera prudente y
continua sobre el terreno sólido de las cifras y la observación, sin afirmar nada antes de probarlo, o
un relato escrito cuando los medios de observación no existían? ¿Quién dice la verdad: el que
afirma que dos más dos son cinco y no acepta verificar, o el que manifiesta que dos más dos son
cuatro y lo prueba?
8. Si la biblia fuese una revelación divina, ¿debemos pensar que Dios se equivocó? Si no lo
es, ya no posee más autoridad, y la religión se derrumbaría por carecer de base.
Se presenta esta opción: o bien la ciencia está equivocada, o bien está en lo cierto. Si tiene
razón su opinión, la contraria no podrá ser verdadera, así como no hay revelación que pueda
prevalecer sobre la autoridad de los hechos.
Dios, que es todo verdad, no puede inducir a los hombres al error, ni a sabiendas ni
ignorándolo, pues entonces no sería Dios. Si los hechos contradicen las palabras que se le atribuyen,
deducimos por lógica que Él no las ha pronunciado o que han sido mal comprendidas.
Si la religión sufre por estas contradicciones, el error no es de la ciencia, la cual no puede
evitar que aquello que es deje de serlo, sino de los hombres, por haber creado prematuramente
dogmas absolutos y convertido ciertas hipótesis, susceptibles de ser desmentidas por la experiencia,
en una cuestión de vida o muerte.
Hay que resignarse a sacrificar ciertas cosas cuando no es posible actuar de diferente modo.
El mundo avanza, la voluntad de unos pocos no basta para detenerlo. La actitud más sabia es seguir
a ese progreso y saber amoldarse al nuevo estado de cosas. No hay que aferrarse a un pasado que se
derrumba si no se quiere correr el riesgo de caerse con él.
9. ¿Es justo imponer silencio a la ciencia por respeto a los textos considerados sacros?
Hubiese sido algo tan imposible como intentar que la Tierra deje de girar. Ninguna religión jamás
progresó positivamente sosteniendo errores manifiestos. La misión de la ciencia es descubrir las
leyes de la Naturaleza. Como estas leyes son obra de Dios, no pueden ser contrarias a las religiones
que se basan en la verdad. Anatematizar al progreso como perjudicial para la religión es lanzar el
anatema contra la obra de Dios. Además, ello sería inútil, ya que todas las maldiciones del mundo
no impedirán que la ciencia avance ni que la verdad salga a la luz. Si la religión rehúsa caminar al
lado de la ciencia, ésta marchará sola.
10. Sólo las religiones estacionarias pueden temer a las conquistas de la ciencia, dado que estos adelantos sólo son funestos para aquellas creencias que se distancian de las ideas progresistas y se inmovilizan en el absolutismo de sus dogmas. En general, poseen una idea tan mezquina de Dios que no llegan a comprender que si esas creencias asimilaran las leyes de la Naturaleza reveladas por la ciencia, ello sería glorificar a Dios en sus obras. Mientras que con su ceguera prefieren honrar al espíritu del mal. La religión que no contradiga las leyes de la Naturaleza no tiene nada que temer del progreso, puesto que es invulnerable.
11. El génesis comprende dos partes: la historia de la formación del mundo material y la
historia de la Humanidad en su doble principio: espiritual y corporal. La ciencia se limitó a la
búsqueda de las leyes que gobiernan a la materia, y aun en el mismo nombre sólo estudió su
envoltura corporal. Desde ese punto de vista, llegó a determinar con gran precisión las principales
partes del mecanismo del Universo y del organismo humano. Gracias a esa labor, de importancia
capital, pudo completar el Génesis de Moisés y rectificar sus errores.
Mas la historia del hombre, considerado como ser espiritual, se asimila a un orden especial
de ideas que no son del dominio de la ciencia, motivo por el cual no han sido objeto de sus
investigaciones. Entran en la órbita del estudio de la filosofía. Pero ésta sólo formuló sistemas
contradictorios, partiendo de la espiritualidad pura hasta llegar a la negación del principio espiritual,
e incluso a Dios mismo, sin otras bases que las ideas personales de sus autores y dejando el
problema sin solucionar.
12. Sin embargo este problema es para el hombre el más importante, ya que se relaciona con
su pasado y también con su futuro. El problema del mundo material le toca sólo indirectamente. Lo
que más le interesa saber es dónde viene y hacia dónde va, si ya ha vivido y si vivirá otra vez, así
como la suerte que le está destinada.
Sobre estos interrogantes la ciencia guarda silencio. En cuanto a la filosofía, si bien sus
opiniones son contradictorias, al menos abren una discusión al respecto, y ésa es la razón por la que
muchas personas se ubican junto a ella, prefiriéndola antes que a la religión, que no ofrece ninguna
oportunidad de libre examen.
13. Todas las religiones están acordes en algo: la existencia el alma, aunque no la
demuestren. Mas no se ponen de acuerdo sobre su origen, su pasado, su porvenir, ni tampoco -y he
aquí lo esencial- sobre las condiciones de las que depende su suerte futura. En su mayoría, imponen
un determinado cuadro del futuro a sus fieles que sólo pueden admitirse por la fe ciega, pero que no
tolera un análisis serio. En sus dogmas, el destino del alma está ligado a las ideas que del mundo
material y del mecanismo del Universo se tenían en los tiempos primitivos, lo que resulta
inconciliable con el estado actual de los conocimientos. No resistiría ni al examen ni a la discusión,
motivo por el que proscriben a uno y a otra.
14. La duda y la incredulidad nacieron de estas divergencias, en las que se juega el porvenir
del hombre. La incredulidad hace a la vida penosa. El hombre enfrenta con ansiedad al desconocido
mundo al cual más tarde o más temprano deberá ingresar. La idea de la nada le angustia. Su
conciencia le dice que más allá del presente hay algo esperándolo, ¿pero qué? Su razonamiento, ya
maduro, le impide seguir aceptando las historias que acunaron su infancia y no puede tampoco
seguir tomando alegorías por realidades. ¿Cuál es el sentido de estas alegorías? La ciencia rasgó el
velo, mas sólo en parte, pues no le ha revelado todavía lo que más le interesa conocer. Pregunta en
vano, pero no tiene respuesta pronta ni apropiada para apaciguar sus aprensiones. Por doquier ve
cómo se contradicen la afirmación y la negación, sin que ambas posiciones antagónicas estén en
condiciones de presentar pruebas positivas en favor de sus concepciones. De ello nace la
incertidumbre, y esa incertidumbre, en lo que atañe a la vida futura, hace que el hombre se vuelque
con un cierto delirio sobre las cosas de la vida material.
Es el inevitable efecto de las épocas de transición: el edificio del pasado se derrumbó ya, y
el del futuro aún no se levantó. Podemos comparar al ser humano como el adolescente que no posee
ya las creencias inocentes de sus primeros años, mas no es dueño aún de los conocimientos propios
del mundo adulto: sólo cuenta con vagas aspiraciones que no sabe definir.
15. Si el problema del hombre como ente espiritual es todavía hoy una mera teoría, se debe
sin duda a la falta de medios directos de observación, los cuales, en cambio, se han tenido para
estudiar al mundo material. El terreno, por ello, permaneció virgen para nuevas concepciones. El
hombre anduvo errante de sistema en sistema, hasta que descubrió las leyes que gobiernan a la
materia y aplicó el método experimental. En el orden moral, ocurrió lo mismo que en el orden
material. Para fijar las ideas faltó el elemento esencial: el conocimiento de las leyes del principio
espiritual. Ese conocimiento estaba reservado a nuestra época, como el descubrimiento de las leyes
de la materia fue obra de los dos últimos siglos.
16. Hasta el presente, el estudio del principio espiritual, comprendido en la metafísica, fue
puramente especulativo y teórico. En el Espiritismo este estudio es experimental. Con la ayuda de la
mediumnidad, mejor estudiada y más generalizada y desarrollada en nuestros días que en el pasado,
el hombre se encuentra en posesión de un nuevo medio de observación. La facultad mediúmnica ha
sido para el mundo espiritual lo que el telescopio para el mundo sideral o el microscopio para el
mundo de los microorganismos. Ha permitido explorar y estudiar de visu sus relaciones con el
mundo corporal, aislar en el hombre vivo al ser inteligente del ser material y verlos actuar
separadamente. Una vez relacionado con los habitantes de ese mundo, se ha podido seguir al alma
en su camino ascendente, en sus migraciones, en sus transformaciones, en una palabra, se ha podido
estudiar al elemento espiritual. Eso era lo que les faltaba a los estudiosos del génesis para
comprender y rectificar los errores.
17. El mundo material y el espiritual están en contacto incesantemente, son solidarios entre
sí, los dos tienen su parte activa en el génesis. Sin el conocimiento de las leyes que rigen al mundo
espiritual sería imposible tener una concepción integral del génesis, así como al escultor le escapa a
sus posibilidades el dar vida a una estatua. Sólo en nuestros días, aunque ni la ciencia de lo material
ni tampoco la de lo espiritual hayan pronunciado la última palabra, el hombre posee los dos
elementos necesarios para arrojar luz sobre este difícil problema. Eran necesarias ambas llaves para
llegar a una solución, si bien aproximada.
CAPÍTULO V - Sistemas antiguos y modernos sobre el origen del mundo
1. La primera idea que los hombres tuvieron de la Tierra, el movimiento de los astros y la
formación del Universo, se basó en el testimonio de sus sentidos. En la ignorancia de las leyes más
elementales de la Física y de las fuerzas naturales, con una comprensión limitada como único medio
de observación, posiblemente hayan juzgado a las cosas según las apariencias.
Observando la salida del Sol por un lado del horizonte y la puesta por el lado contrario,
llegaron a la conclusión lógica de que éste giraba alrededor de la Tierra, mientras que nuestro
planeta permanecía inmóvil. Si en ese momento alguien les hubiese dicho que ocurría lo contrario,
no hubieran podido creerle, y sus palabras habrían sido: Vemos al Sol cambiar de lugar, y en
cambio no sentimos la Tierra moverse.
2. La corta extensión de los viajes de aquella época, que no superaban los límites del
asentamiento tribal o del valle que habitaban, no les permitía constatar la esfericidad de la Tierra.
¿Cómo imaginar, por otra parte, que la Tierra pudiese ser una esfera? En tal caso los hombres no
hubiesen podido mantenerse sino en la parte de arriba. Pero, si toda la Tierra estaba habitada,
¿cómo podrían las personas vivir en el hemisferio opuesto con la cabeza hacia abajo y los pies
orientados a lo alto? Y si además rotaba, todo se complicaba más aún. Hoy, aunque se conoce la
ley de gravitación vemos todavía a personas considerablemente cultas que no comprenden este
fenómeno. Por tanto, no podemos asombrarnos de que los hombres de aquellas primeras edades no
lo hayan siquiera sospechado.
La Tierra era para ellos una superficie lisa, circular como la rueda de un molino, extendida
en posición horizontal. De ahí proviene la expresión aún usual: ir hasta el fin del mundo. Sus
límites, su grosor, su estructura interna, su cara inferior, lo que existía abajo, constituía lo
desconocido.1
3. El cielo, con su aparente forma cóncava era, según la creencia más difundida, una bóveda
real cuyos bordes inferiores reposaban sobre la Tierra marcando sus confines. Gran cúpula cuya
capacidad completa estaba ocupada por aire. Sin ninguna noción de lo infinito del espacio,
incapaces de concebirlo, los hombres se figuraban a esa bóveda formada por una materia sólida, de
1. La mitología hindú enseñaba que el astro del día se despojaba por la noche de su luz y
atravesaba el cielo con su faz oscurecida. La mitología griega representaba al carro de Apolo tirado por cuatro
caballos. Anaximandro de Mileto sostenía, en su diálogo con Plutarco, que el Sol era un carro de fuego candente
que se había escapado por una abertura circular. Epicuro, según ciertas fuentes, sostenía que el Sol se prendía
por la mañana y se apagaba por las noches en las aguas del Océano. Otros pensaban que convertía al astro en un
cisquero incandescente. Anaxágoras lo consideraba un hierro caliente del tamaño del Peloponeso. ¡Original idea!
Los antiguos insistían tanto en considerar el gran tamaño aparente de este astro como real, que persiguieron a
este filósofo temerario por haber atribuido semejante volumen a la antorcha diurna. Fue necesaria toda la
autoridad de Pericles para salvarlo de la pena de muerte y conmutarla por una sentencia de exilio (Flammarion,
Estudios y lecturas sobre Astronomía).
Cuando se leen tales ideas, producto de la época más floreciente de Grecia, es decir, del siglo V a. C., no
podemos, entonces, asombrarnos de las ideas que poseían los hombres de las primeras edades sobre el origen del
mundo. [N. de A. Kardec.]
lo que nace el vocablo firmamento, que ha sobrevivido a la creencia y que significa: firme,
resistente, (del latín firmamentum, derivado de firmus, y del griego herma, hermatos: firme, sostén,
soporte, punto de apoyo).
4. Las estrellas, cuya naturaleza no imaginaban siquiera, eran simples puntos luminosos, de
menor o mayor tamaño, fijas en las bóvedas como lámparas suspendidas y dispuestas sobre una
única superficie, todas a igual distancia de la Tierra, de la misma forma que se las representa en el
interior de ciertas cúpulas, pintadas de azul para simular el color del cielo.
Aunque hoy las ideas han cambiado, el uso de las antiguas expresiones se conserva, pues se
dice aún: la bóveda estrellada, bajo el casquete del cielo.
5. La formación de las nubes por evaporación de las aguas era desconocida. Nadie en
aquella época podía imaginarse que la lluvia que cae del cielo tuviese su origen en la Tierra, ya que
no se veía al agua subir. De ahí proviene la creencia en la existencia de aguas superiores y aguas
inferiores, fuentes celestes y fuentes terrestres, depósitos ubicados en las regiones altas: suposición
que concordaba perfectamente con la idea de una bóveda capaz de mantenerlos. Las aguas
superiores se escapaban por las fisuras de la bóveda y caían en forma de lluvia, la cual, según la
amplitud de las aberturas, era escasa o torrencial.
6. La ignorancia completa del conjunto universal, de las leyes que lo rigen y de la
naturaleza, constitución y destino de los astros, que parecían tan pequeños comparados con la
Tierra, los llevó a considerar a ésta como la cosa principal, la meta única de la Creación, y a los
astros como accesorios creados sólo en honor de sus habitantes. Este prejuicio se perpetuó hasta
nuestros días, a pesar de los descubrimientos de la ciencia, que cambiaron para el hombre el
panorama del mundo. ¡Cuántas personas creen aún que las estrellas son adornos del cielo para
recrear la vista de los habitantes de la Tierra!
7. No se tardó en percibir el movimiento aparente de las estrellas, que se mueven en masa de
Oriente a Occidente, elevándose por la noche y desapareciendo por la mañana, mas conservando
siempre sus posiciones respectivas. Esta observación no tuvo durante largo tiempo otra
consecuencia que la de confirmar la idea de una bóveda sólida que llevaba con ella estrellas en su
movimiento de rotación.
Estas primeras ideas ingenuas constituyeron durante largos períodos seculares el fondo de
las creencias religiosas y sirvieron de base a todas las cosmogonías antiguas.
8. Más tarde se pensó que en razón de la dirección del movimiento de las estrellas y su
regreso diario en el mismo orden, la bóveda celeste no podía ser simplemente una semiesfera
posada sobre la Tierra, sino una esfera entera, plana o convexa, cortada en su parte central por la
presencia de la Tierra y habitada sólo en su faz superior. Ya se había progresado algo.
Pero, ¿sobre qué se apoyaba la Tierra? Sería inútil recordar todas las suposiciones ridículas
tejidas por la imaginación, desde aquella teoría hindú que suponía que la Tierra estaba sostenida por
cuatro elefantes blancos, hasta aquella otra que la imaginaba apoyada sobre las alas de un inmenso
pájaro. Los demás sabios confesaban ignorar la respuesta.
9. Sin embargo, una opinión difundida entre las teologías paganas ubicaba en los lugares
bajos, o dicho de otra forma, en las profundidades de la Tierra, el sitio de los réprobos, llamado
infernos, es decir lugares inferiores, y en los lugares altos, más allá de las estrellas, el lugar de los
bienaventurados. La palabra inferno se conservó hasta nuestros días, aunque perdió su significado
etimológico desde que la Geología desplazó el lugar de los suplicios eternos de las entrañas de la
Tierra y que la Astronomía demostró que no hay arriba ni abajo en el espacio infinito.
10. En los cielos puros de Caldea, la India y Egipto, cunas de las más antiguas
civilizaciones, se podía observar el movimiento de los astros con tanta precisión como lo permitía la
ausencia de instrumentos especiales. Se notó primero que ciertas estrellas poseían un movimiento
propio independiente de la masa, lo que llevaba a suponer que no estaban fijas en la bóveda. Se las
llamó estrellas errantes o planetas para distinguirlas de las estrellas fijas. Se calcularon sus
movimientos y sus regresos periódicos.
Al observar el movimiento diurno de la esfera estrellada se notó la inmovilidad de la estrella
polar, alrededor de la cual las otras describían, en veinticuatro horas, círculos oblicuos paralelos,
más o menos extensos, según su alejamiento de la estrella central. Éste fue el primer paso hacia el
conocimiento de la oblicuidad del eje del mundo. Cuando comenzaron a realizarse viajes más largos
pudo observarse el cielo bajo diferentes aspectos, según las latitudes y las estrellas. La elevación de
la estrella polar, variable según la latitud, colocó a los observadores en la vía de suponer a la Tierra
redonda. Así, poco a poco, se fundamentó una idea más justa del sistema del mundo.
Hacia el año 600 a. C., Tales de Mileto (Asia Menor), conocía la esfericidad de la Tierra, la
oblicuicidad de la eclíptica y la causa de los eclipses.
Un siglo más tarde, Pitágoras de Samos descubrió el movimiento diurno de la Tierra sobre
su eje, su órbita anual alrededor del Sol y relacionó a los planetas y cometas con el sistema solar.
Ciento sesenta años a. C, Hiparco de Alejandría (Egipto), inventa el astrolabio, calcula y
predice los eclipses, observa las manchas del Sol, determina el año y la duración de las revoluciones
de la Luna.
Aunque estos descubrimientos fueron importantísimos para el progreso de la ciencia, se
popularizaron sólo al cabo de dos mil años. Sólo ciertos manuscritos conservaban las nuevas ideas,
y éstas permanecían en las manos de unos pocos filósofos que las enseñaban a su vez a sus
discípulos: nadie soñaba con educar a las masas. Éstas no aprovechaban en ninguna manera los
descubrimientos y continuaban nutriéndose de viejas creencias.
11. Hacia el año 140 d. C., Ptolomeo, uno de los hombres más ilustrados de la escuela de
Alejandría, combinó ideas propias con creencias populares y con algunos de los más recientes
descubrimientos astronómicos, componiendo un sistema que podemos llamar mixto, el cual lleva su
nombre y fue, durante cerca de quince siglos, el único aceptado por el mundo civilizado.
Según el sistema de Ptolomeo, la Tierra es una esfera en el centro del Universo compuesta
por cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego, lo que constituía la primera región llamada
elemental. La segunta región, llamada etérea, comprendía once cielos o esferas concéntricas que
giraban alrededor de la Tierra, a saber: el cielo de la Luna, de Mercurio, de Venus, del Sol, de
Marte, de Júpiter, de Saturno, de las estrellas fijas del primer cristalino, esfera sólida transparente.
Del segundo cristalino y finalmente, del primer móvil que imprimía movimiento a todos los cielos
inferiores y les hacía dar una vuelta cada veinticuatro horas. Más allá de los once cielos estaba el
Empíreo, morada de los bienaventurados, nombre que deriva del griego pyr o pur, que significa:
fuego, porque se creía que esa región resplandecía de luz como el fuego.
La creencia en muchos cielos superpuestos prevaleció durante mucho tiempo, pero el
número variaba. Generalmente el séptimo era considerado el más elevado, de allí la expresión: estar
en el séptimo cielo. San Pablo afirmó haber sido elevado al tercer cielo.
Independientemente del movimiento común, los astros, según Ptolomeo, tenían
movimientos propios, de mayor o menor extensión, según su lejanía del centro. Las estrellas fijas
cumplían una vuelta cada 25.816 años. Esta evacuación nos indica que conocían la precesión de los
equinoccios, la cual se cumple efectivamente en 25.868 años.
12. En los albores del siglo XVI, Copérnico, célebre astrónomo nacido en Thorn (Prusia) en
1472 y muerto en 1543, retomó las ideas de Pitágoras y publicó un sistema confirmado por las
observaciones. Éste fue recibido favorablemente y no tardó en desplazar al sistema Ptolomeo.
Según el sistema de Copérnico el Sol se encuentra en el centro y los planetas describen órbitas
circulares alrededor de él, mientras que la Luna es un satélite de la Tierra.
Un siglo más tarde, en 1609, Galileo, natural de Florencia, inventó el telescopio y en 1610
descubrió los cuatro satélites de Júpiter y calculó sus revoluciones. Descubrió que los planetas no
tienen luz propia como las estrellas y que el Sol ilumina a aquéllos, como también que son esferas
similares a la Tierra. Observó sus fases y determinó la duración de rotación sobre sus ejes, y,
mediante pruebas materiales, ratificó definitivamente el sistema de Copérnico.
Desde ese momento se desplomó el sistema de los cielos superpuestos y se reconoció que
los planetas son mundos similares a la Tierra, habitados como ella. Que las estrellas son
innumerables soles, centros probables de otros tantos sistemas planetarios. Al Sol se le consideró
una estrella, un centro de un torbellino de planetas a los que atrae.
Las estrellas ya no están confinadas a una zona específica de la esfera celeste, sino que se
hallan irregularmente diseminadas en un espacio ilimitado: las que parecen tocarse se encuentran a
distancias inconmensurables unas de otras, las más pequeñas en apariencia son las más alejadas de
nosotros y las de mayor tamaño son las más cercanas, y éstas, incluso, se hallan a cientos de miles
de kilómetros.
Los grupos que reciben el nombre de constelaciones son conjuntos aparentes, producto de la
distancia, y sus figuras son meros efectos de perspectiva, como le ocurre a quien, ubicado en un
lugar fijo, cree ver juntas las luces dispersas de una planicie o los árboles de un bosque. Sin
embargo, esos conjuntos no existen en la realidad. Si pudiésemos trasladarnos al lugar donde está
ubicada una de esas constelaciones veríamos que a medida que nos fuésemos acercando la forma
desaparecería y se nos presentarían nuevas figuras.
Por consiguiente, y dado que estos grupos existen sólo en apariencia, el significado que les
otorga cierta creencia vulgar y supersticiosa es irrisorio y su influencia es válida sólo en la
imaginación.
Para distinguirlas se les bautizó con diferentes nombres: Leo, Tauro, Géminis, Libra,
Capricornio, Cáncer, Escorpión, Hércules, Osa Mayor o Carro de David, Osa Menor, Lira, etc., se
las representa mediante dibujos que simbolizan sus nombres, en los que interviene la fantasía, ya
que en todos los casos no hay relación alguna entre esos dibujos y la forma aparente del grupo
estelar. En vano buscaríamos esas figuras en el cielo.
La creencia en la influencia de las constelaciones, sobre todo en las que constituyen los doce
signos del zodíaco, proviene de la idea que brindan sus nombres: si la constelación de Leo hubiese
sido bautizada asno u oveja, se le hubiese atribuido una influencia totalmente diferente.
13. A partir de Copérnico y Galileo las viejas cosmogonías desaparecieron para siempre,
mientras la Astronomía fue avanzando sin interrupción en ningún momento. La historia nos relata la
lucha que debieron mantener los hombres de genio contra los prejuicios y el espíritu sectario,
interesado en prolongar errores que servían de base a ciertas creencias que se suponían cimentadas
sobre dogmas inquebrantables. Bastó que se inventase un instrumento de óptica para que el
andamiaje levantado a través de miles de años se derrumbase. Sin embargo, nada puede prevalecer
contra la verdad, reconocida como tal. La imprenta inició al público en las nuevas ideas y éste
comenzó a acunar ilusiones y a tomar parte en la contienda. Ya no era contra algunos individuos
que había que combatir, sino contra la opinión general que estaba a favor de la verdad.
¡Cuánto más grande es el Universo que las mezquinas proporciones que le asignaban
nuestros padres! ¡Cuánto tiempo, cuántos esfuerzos del genio, cuántos sacrificios fueron necesarios
para abrir los ojos y arrancar la venda de la ignorancia!
14. El camino ya estaba despejado, muchos ilustres sabios marcharían luego por él para
completar la obra bosquejada. Kepler, en Alemania, descubre las célebres leyes que llevan su
nombre, y ayudado por éstas observa que los planetas no describen órbitas circulares sino elipses
alrededor del Sol; Newton, en Inglaterra, descubre la ley de gravitación universal; Laplace, en
Francia, crea la mecánica celeste. La Astronomía deja de ser un sistema basado en conjeturas y
probabilidades y se convierte en una ciencia que se apoya en el cálculo y la Geometría. Y así fue
como, alrededor de 3.300 años después de Moisés, se plantó uno de los mojones fundamentales para
el estudio del génesis.
CAPÍTULO VI - Uranografía general
El espacio y el tiempo
1. Se han dado muchas definiciones del espacio. Mas, sin duda, la más difundida es la que dice que espacio es la extensión que separa a dos cuerpos. De ella se han servido ciertos sofistas para establecer que donde no hay cuerpos, no hay espacio. Sobre esta premisa basaron sus estudios ciertos doctores en Teología para establecer que el espacio es necesariamente finito, alegando que si los cuerpos son limitados en número no pueden conformar una cadena infinita, pues donde éstos terminan allí también termina el espacio. Recordemos otras definiciones del espacio: el lugar donde se mueven los mundos. El vacío donde se agita la materia, etc. Dejemos de lado estas definiciones que nada definen. El espacio es una palabra que representa una idea primitiva y axiomática, evidente por sí sola. Las diversas definiciones sólo sirven para oscurecer su sentido. Todos sabemos lo que es el espacio, sólo quiero establecer su infinitud para que nuestros estudios ulteriores no opongan dificultades a las investigaciones. El espacio es infinito, razón por la cual es imposible suponerle un límite. A pesar de nuestra dificultad para concebir lo infinito, nos resulta más fácil concebir la idea de espacio eterno y sin límites que detenernos en un sitio después del cual no habría ya más extensión por recorrer. Para darnos una idea de la infinitud del espacio, valiéndonos de nuestras facultades limitadas, supongamos que partimos de la Tierra, punto perdido en el Universo, hacia un sitio cualquiera del infinito, y todo ello a la prodigiosa velocidad de la luz, que recorre millares de kilómetros por segundo. Recién abandonado el planeta y habiendo ya recorrido millones de kilómetros, nos encontramos en un sitio desde donde vemos a la Tierra como una pálida estrella. Un instante después, siempre siguiendo la misma dirección, llegamos a lejanas estrellas apenas visibles desde la Tierra, y desde allí, no sólo la Tierra ya no se ve, sino que aun el esplendor de vuestro Sol ha sido eclipsado por la extensión que nos separa de él. Siempre animados por la misma velocidad del rayo, atravesamos sistemas planetarios a cada paso, islas de luz etérea, vías lácteas, parajes suntuosos en los que Dios sembró mundos con la misma generosidad con que sembró plantas en las praderas de la Tierra. Hace sólo algunos minutos que marchamos y ya nos separan de la Tierra cientos de millones de millones de kilómetros, miles de mundos pasan delante de nuestros ojos y, sin embargo, ¡escuchen esto!, no hemos avanzado ni un paso en el Universo. Si continuamos avanzando durante años, siglos, miles de siglos, millones de períodos cien veces seculares y siempre a la misma velocidad de rayo, tampoco habremos avanzado más, sin 1. Este capítulo está extraído textualmente de una serie de comunicaciones dictadas en la Sociedad Parisiense de Estudio Espíritas en los años 1862 y 1863, bajo el título de “Estudios uranográficos”, firmados por Galileo; el médium fue el señor C. F. [N. de A. Kardec.] importar la dirección que elijamos, o hacia donde vayamos a partir de ese punto invisible que hemos dejado y que se llama Tierra. ¡Eso es el espacio!
2. El tiempo, al igual que el espacio, es una palabra que se define a sí misma. Nos haremos una idea más justa si la relacionamos con el todo infinito. El tiempo es una sucesión de cosas, está ligado a la eternidad, de la misma forma que las cosas están unidas al infinito. Sólo por un momento imaginémonos en los días iniciales de nuestro mundo, en esa época primitiva en que la Tierra no se balanceaba aún bajo el impulso divino, en una palabra, en el comienzo de su génesis. El tiempo aún no ha emergido del misterioso regazo de la Naturaleza, no podemos saber en qué época de los siglos nos encontramos, ya que la balanza del tiempo no comenzó todavía a moverse. Pero, ¡silencio! En la Tierra solitaria suena la primera hora, el planeta se mueve en el espacio y se suceden la noche y el día. Más allá de la Tierra, la eternidad permanece inmóvil e impasible, aun que el tiempo corre también para los otros mundos. Sobre la Tierra, el tiempo reemplaza a la eternidad y durante una cantidad determinada de generaciones se contarán los años y los siglos. Ahora, transportémonos al último día de este mundo, a la hora en que doblegado por el peso de su propia vejez, desaparezca su nombre del libro de la vida para no reaparecer nunca más: aquí, la sucesión de hechos se detiene. Los movimientos terrestres que medían el tiempo se interrumpen y el tiempo termina junto con ellos. Esta sencilla exposición de los hechos naturales que originan el tiempo, lo alimentan y terminan por apagarlo, basta para mostrarnos dónde debemos ubicarnos para realizar nuestros trabajos. El tiempo es un gota de agua que desde una nube se precipita al mar y cuya caída es mensurable. Hay una relación directa entre la cantidad infinita de planetas y los tiempos diversos e incompatibles que existen. Fuera de los mundos, sólo la eternidad reemplaza a estas sucesiones efímeras y llena con la quietud de su luz inmóvil la inmensidad de los cielos. Inmensidad sin límites y eternidad sin fin: ésas son las dos grandes propiedades de la Naturaleza universal. El ojo del observador que atraviesa las distancias inconmensurables del espacio sin encontrar punto final, y el ojo del geólogo que camina hacia atrás las edades y desciende en las profundidades de la eternidad abierta, en la que se adentrarán un día, obran en conjunto, cada uno en lo suyo, para adquirir la doble noción del infinito: extensión y duración. Siguiendo este orden de ideas, nos resultará fácil comprender que el tiempo existe sólo en relación con las cosas transitorias y mensurables. Si tomamos los siglos terrestres como unidades y los apilamos unos sobre otros, de a miles, hasta formar un número colosal, veremos, sin embargo, que dicho número será más que un punto en la eternidad, al igual que miles de kilómetros unidos a miles de kilómetros no son más que un punto en la extensión. Así, por ejemplo, siendo que los siglos están fuera de la vida etérea del alma, podríamos escribir un número tan largo de ellos como el ecuador terrestre e imaginarnos envejecidos en esa cantidad de centurias y, sin embargo, nuestra alma no sería un solo día más vieja. Y si agregásemos a ese número indefinido de siglos una serie larga de números como de aquí al Sol, o mayor aún, y nos imagináramos viviendo durante la sucesión prodigiosa de períodos seculares representados por la suma de tales números, cuando llegásemos a esa cantidad la reunión incomprensible de siglos que pesarían sobre nuestras cabezas nada serían, y siempre tendríamos la eternidad entera delante nuestro. El tiempo no es más que una medida relativa de la sucesión de cosas transitorias. La eternidad no es susceptible de ninguna medición, desde el punto de vista de la duración. Para ella no hay comienzo ni fin: todo es presente. Si los siglos y siglos son menos que un segundo en relación con la eternidad. ¡qué será la duración de la vida humana!
La materia
3. A primera vista, nada parece más profundamente variado y diferente que las diversas sustancias que componen el mundo. Entre los objetos que el arte o la Naturaleza nos muestran a diario, ¿hay dos que posean una identidad perfecta o aunque más no sea una paridad de composición? ¡Qué enorme diferencia entre la solidez, la compresibilidad, el peso y las propiedades múltiples de los cuerpos, entre los gases atmosféricos y la pepita de oro, entre la molécula de agua de la nube y la del mineral que forma la estructura ósea del mundo! ¡Qué diversidad entre el tejido químico de las diferentes plantas que decoran al reino vegetal y el del no menos numeroso mundo animal! Sin embargo, podemos establecer, como principio absoluto, que todas las sustancias, conocidas o no, por más distintas entre sí que parezcan, ya sea en su constitución íntima o en relación a su acción recíproca, son sólo formas diferentes que presenta la misma materia, variedades que adopta bajo la dirección de las innumerables fuerzas que la gobiernan.
4. La Química progresó rápidamente en nuestro tiempo. Relegada hasta hoy por sus propios adeptos al terreno secreto de la magia, podemos considerarla como una hija de este siglo observador, pues se basa, en mayor medida aún que sus hermanas, en el método experimental. Ella destruyó la teoría de los cuatros elementos primitivos que los antiguos reconocían en la Naturaleza y demostró, además, que el elemento terrestre es una combinación de sustancias diversas infinitamente variadas. Que el aire y el agua son también factibles de descomponerse y producto de un cierto número de equivalentes del gas. Que el fuego no es un elemento principal, sino uno de los estados de la materia, producto del movimiento universal al que esta última está sometida y de una combustión sensible y latente. En compensación, descubrió un número considerable de principios hasta hoy desconocidos, los cuales forman, mediante determinadas combinaciones, las diversas sustancias y los diferentes cuerpos que ha estudiado y que actúan, simultáneamente, de acuerdo con ciertas leyes y en determinadas proporciones en los trabajos llevados a cabo en el gran laboratorio de la Naturaleza. Ha denominado a esos principios cuerpos simples, porque los considera primitivos y no factibles de descomponer: hasta hoy ninguna operación ha podido separarlos en partes relativamente más simples que ellos mismos. *
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Entre los principales cuerpos simples, no metálicos, se cuentan: el oxígeno, el hidrógeno, el nitrógeno, el cloro, el carbono, el fósforo, el azufre, el yodo; y entre los metálicos: el oro, la plata, el platino, el mercurio, el estaño, el zinc, el hierro, el cobre, el arsénico, el sodio, el potasio, el calcio, el aluminio, etc. [N. de A. Kardec.]
5. Mas, donde el hombre detiene sus apreciaciones, aun ayudado por sentidos artificiales, la obra de la Naturaleza continúa. Donde el vulgo toma la apariencia por la realidad y donde el facultativo levanta el velo y aprehende el principio de las cosas, el ojo de quien ha atrapado el modo de acción de la Naturaleza no ve en los materiales constitutivos del mundo sino la materia cósmica primitiva, simple y diversificada en ciertas regiones en la época de su origen y dividida en cuerpos solidarios durante su vida, materiales desmembrables un día en la extensión por su descomposición.
6. Hay problemas que nosotros, espíritus amantes de la ciencia, no podríamos profundizar y sobre los cuales somos incapaces de emitir más que opiniones personales o conjeturas. En lo que respecta a esos problemas, guardaré silencio o justificaré mi manera de apreciarlos. Este problema presente no forma parte de ellos. A quienes sólo vean en mis palabras una teoría arriesgada, les diré: Abarquen, si es posible, en una sola mirada inquisidora la multiplicidad de operaciones de la Naturaleza y reconocerán que, si no admite la unidad de la materia, es imposible explicar, no sólo a los soles y a las esferas, sino también a la germinación del grano debajo de la tierra o el origen de un insecto.
7. Si tenemos en la materia una tan grande diversidad de ella es porque las fuerzas que presidieron sus transformaciones y las condiciones en las cuales se produjeron eran ilimitadas, razón por la cual las variadas combinaciones de la materia también lo son. Entonces, ya sea que la sustancia de que hablamos pertenezca a los fluidos propiamente dichos, es decir, a los cuerpos imponderables, o que esté revestida de los caracteres y propiedades ordinarias de la materia, no hay en todo el Universo más que una sola sustancia primitiva: el cosmos o materia cósmica de los uranógrafos.
Las leyes y las fuerzas
8. Si uno de esos seres desconocidos que consumen su efímera existencia en el fondo del tenebroso océano. Si uno de esos poligástricos, uno de esos nereidos, miserables animalitos que no conocen de la Naturaleza más que a los peces ictiófagos y a los bosques submarinos, recibiese de pronto el don de la inteligencia, la facultad de estudiar su mundo y establecer sobre sus apreciaciones un razonamiento conjetural respecto a la universalidad de las cosas, ¿qué idea se formaría de la Naturaleza viva que se desarrolla en su medio y del mundo terrestre que no pertenece al campo de sus observaciones? Si hoy, por un efecto maravilloso de su nueva facultad, ese mismo ser llegase a elevarse por encima de sus tinieblas hasta la superficie del mar, no lejos de las opulentas orillas de una isla de exuberante vegetación y de buen sol, fuente de agradable calor, ¿qué pensaría de sus ideas anticipadas sobre la Creación universal, las cuales palidecerían ante una apreciación más exacta, pero aún incompleta? ¡Hombres, ésa es la imagen de vuestra ciencia especulativa!*
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* Tal es, también, la situación de quienes niegan a los espíritus, cuando después de abandonar su envoltura corporal ven los horizontes de ese mundo desenvolverse ante sus ojos. Comprenden entonces la vacuidad de las teorías que pretenden explicarlo todo materialmente. Sin embargo, sus horizontes presentan todavía misterios que se irán revelando poco a poco, a medida que se elevan espiritualmente. Pero desde el primer paso dado en ese mundo nuevo se ven forzados a reconocer su ceguera y lo distantes que se hallaban de la verdad. [N. de A. Kardec.]
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* Tal es, también, la situación de quienes niegan a los espíritus, cuando después de abandonar su envoltura corporal ven los horizontes de ese mundo desenvolverse ante sus ojos. Comprenden entonces la vacuidad de las teorías que pretenden explicarlo todo materialmente. Sin embargo, sus horizontes presentan todavía misterios que se irán revelando poco a poco, a medida que se elevan espiritualmente. Pero desde el primer paso dado en ese mundo nuevo se ven forzados a reconocer su ceguera y lo distantes que se hallaban de la verdad. [N. de A. Kardec.]
9. He venido para tratar el problema de las leyes y fuerzas que gobiernan al Universo, mas sin entrar en detalles en lo que respecta al modo de accionar y las naturalezas especiales que dependen de las leyes universales. Yo, que soy un ser relativamente ignorante con relación a la ciencia real, a pesar de la aparente superioridad que me otorga sobre mis hermanos de la Tierra la posibilidad de estudiar cuestiones naturales que no les es posible realizar en sus condiciones de tales.
10. Hay un fluido etéreo que llena el espacio y penetra a los cuerpos. Este fluido es el éter o materia cósmica primitiva, generador del mundo y de los seres. Son inherentes al éter las fuerzas que han presidido las metamorfosis de la materia, leyes inmutables y necesarias que gobiernan al mundo. Estas formas múltiples, indefinidamente variadas según las combinaciones de la materia, localizadas de acuerdo a las masas, diversificadas en sus modos de acción según las circunstancias y los medios, son conocidas en la Tierra con los nombres de pesantez, cohesión, afinidad, atracción, magnetismo, electricidad activa. Los movimientos vibratorios del agente son conocidos con los nombres de sonido, calor, luz, etc. En otros mundos tales efectos presentan aspectos diferentes, características desconocidas para nosotros. En la inmensa extensión de los cielos, fuerzas en número indefinido se desarrollan en escala inimaginable. Somos tan incapaces de evaluar esa grandeza como el crustáceo en el fondo del océano de abarcar la universalidad de los fenómenos terrestres. * Así como existe una sola sustancia simple y primitiva, generadora de todos los cuerpos, pero diversificada en sus combinaciones, de igual modo todas esas fuerzas dependen de una ley universal diversificada en sus efectos, la cual por medio de decretos eternos fue impuesta en la Creación para constituir la armonía y la estabilidad.
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* Referimos todo a lo que conocemos y no comprendemos lo que escapa a la percepción de nuestros sentidos, al igual que el ciego de nacimiento no entiende los efectos de la luz ni la utilidad de los ojos. Puede ocurrir que en otros ambientes el fluido cósmico posea propiedades y combinaciones desconocidas para nosotros, efectos apropiados a necesidades que ignoramos y que dan lugar a percepciones nuevas o a otras formas de percepción. No comprendemos, por ejemplo, que se pueda ver sin los ojos de la carne y sin luz, pero, ¿quién puede asegurarnos que fuera de la luz no existen otros agentes que perciban organismos especiales? Los sonámbulos nos brindan un ejemplo, ya que su vista no se ve afectada por la distancia, los obstáculos materiales o la oscuridad. Supongamos que en algún planeta los seres en estado normal sean como los sonámbulos aquí: no tendrían, pues necesidad ni de nuestra luz ni de nuestros ojos y, sin embargo, verían lo que nosotros no podemos ver. Ocurre igual con las otras sensaciones. Las condiciones de vitalidad y perceptibilidad, las sensaciones y necesidades varían según el medio en que tienen lugar. [N. de A. Kardec.]
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* Referimos todo a lo que conocemos y no comprendemos lo que escapa a la percepción de nuestros sentidos, al igual que el ciego de nacimiento no entiende los efectos de la luz ni la utilidad de los ojos. Puede ocurrir que en otros ambientes el fluido cósmico posea propiedades y combinaciones desconocidas para nosotros, efectos apropiados a necesidades que ignoramos y que dan lugar a percepciones nuevas o a otras formas de percepción. No comprendemos, por ejemplo, que se pueda ver sin los ojos de la carne y sin luz, pero, ¿quién puede asegurarnos que fuera de la luz no existen otros agentes que perciban organismos especiales? Los sonámbulos nos brindan un ejemplo, ya que su vista no se ve afectada por la distancia, los obstáculos materiales o la oscuridad. Supongamos que en algún planeta los seres en estado normal sean como los sonámbulos aquí: no tendrían, pues necesidad ni de nuestra luz ni de nuestros ojos y, sin embargo, verían lo que nosotros no podemos ver. Ocurre igual con las otras sensaciones. Las condiciones de vitalidad y perceptibilidad, las sensaciones y necesidades varían según el medio en que tienen lugar. [N. de A. Kardec.]
11. La Naturaleza nunca se contradice. En el blasón del Universo figura una sola divisa: Unidad y Variedad. Al ascender la escala universal encontramos unidad de armonía y creación, al mismo tiempo que una variedad infinita en el inmenso piélago estelar. Recorriendo los innumerables grados de la vida, desde el último de los seres hasta Dios, divisamos la gran ley de continuidad. Al considerar a las fuerzas en sí mismas, se percibe una serie cuya resultante, confundiéndose con la generadora, conforma la ley universal. Vosotros no podríais apreciar esta ley en toda su amplitud, ya que las fuerzas que la representan en el campo de vuestras observaciones son restringidas y sumamente limitadas. Pero, sin embargo, la gravitación y la electricidad pueden considerarse una aplicación de la ley primordial que reina allende los cielos. Todas estas fuerzas son eternas y universales como la Creación misma. Son inherentes al fluido cósmico, actúan en todo y por doquier, modificando su accionar por su simultaneidad o su sucesión, predominando aquí, desapareciendo más allá. Poderosas y activas en ciertos casos, latentes u ocultas en otros, pero preparando, dirigiendo, conservando y destruyendo los mundos en los diversos períodos de vida. Gobernando los maravillosos trabajos de la Naturaleza, sea cual fuere el lugar donde éstos se ejecuten, mas asegurando por siempre el eterno esplendor de la Creación.
La creación primera
12. Después de haber considerado al Universo en la faz general de su composición, leyes y propiedades, llevaremos nuestros estudios al terreno de la formación de los planetas y los seres e inmediatamente después nos ocuparemos de la creación de la Tierra, en particular, y de su estado actual en la universalidad de las cosas. De ahí que, tomando a este planeta como punto de partida y unidad relativa, nos dedicaremos a estudios planetarios y siderales.
13. Si hemos comprendido la relación, o dicho con mayor precisión, la oposición entre eternidad y tiempo. Si nos hemos familiarizado con la idea de que el tiempo es solamente una medida relativa en la sucesión de las cosas transitorias, mientras que la eternidad es esencialmente una, inmóvil y permanente, y no susceptible de ninguna medición desde el punto de vista de la duración, comprenderemos que no hay para ella comienzo ni fin. Por otra parte, si nos hacemos una idea justa, aunque necesariamente insuficiente de la infinitud del poder divino, comprenderemos que es posible que el Universo siempre haya sido y siga siendo. Desde el instante en que Dios fue, sus perfecciones eternas actuaron. Antes que los tiempos hubiesen nacido, la eternidad inconmensurable recibió la palabra divina y dio origen al espacio, eterno como ella.
14. Siendo Dios eterno por su naturaleza, creó eternamente. Y no podía ser de otra forma, ya que sin importar la época lejana a la que retrocedamos con la imaginación, suponiendo allí el comienzo de la Creación, habrá siempre más allá de ese límite una eternidad -comprended bien este pensamiento-, una eternidad durante la que las divinas hipóstasis, las voliciones infinitas hubiesen sido amortajadas en un letargo mudo, inactivo y estéril, una eternidad de muerte aparente para el Padre eterno que da vida a los seres, de mutismo indiferente para el Verbo que las gobierna, de esterilidad fría y egoísta para el espíritu de amor y vivificación. ¡Comprendamos mejor la grandeza de la acción divina y su perpetuidad bajo la mano del ser absoluto! Dios es el sol de los seres, la luz del mundo. La aparición del Sol produce instantáneamente raudales de luz que se expanden por todas partes en su extensión. Del mismo modo el Universo, nacido del Eterno, se remonta a períodos inimaginables del infinito de la duración, al ¡Fiat lux! Del comienzo.
15. El comienzo absoluto de las cosas se remonta a Dios. Sus apariciones sucesivas en el dominio de la existencia constituyen el ordenamiento de la acción perpetua. ¡Qué mortal podría expresar las magnificencias desconocidas y maravillosamente escondidas bajo la noche de los tiempos que se desarrollaron en esas edades antiquísimas, cuando ninguno de los esplendores del Universo actual existían! ¡En esa época primitiva en que la voz del Señor se hizo oír, oportunidad en que los materiales que en el futuro deberían unirse simétricamente por sí solos para conformar el templo de la Naturaleza, se hallaron de pronto en el seno de los vacíos infinitos! ¡Cuando esa voz misteriosa que todos los seres veneran y aman como a la de la propia madre, produjo notas armoniosamente variadas que vibraron juntas y modularon el concierto de los vastos cielos! En su origen el mundo no fue creado en la plenitud de su vida y virilidad. El poder creador nunca se contradice y, como todas las demás cosas, el Universo nació niño. Sometida a las leyes mencionadas y con el impulso inicial inherente a su formación misma, la materia cósmica primitiva dio nacimiento en sucesivas etapas a torbellinos, aglomeraciones de fluidos difusos, cúmulos de materia nebulosa que se dividieron y modificaron hasta el infinito para dar nacimiento en las regiones inconmensurables de la extensión a diversos centros de creación simultáneos o sucesivos. En razón de las fuerzas predominantes, y debido a circunstancias ulteriores que presidieron sus respectivos desarrollos, estos centros primitivos devinieron centros de vida especial: unos, menos diseminados en el espacio y más ricos en principios y fuerzas actuantes comenzaron desde ese instante su vida sideral particular; otros, ocupando una extensión ilimitada, crecieron con extrema lentitud o se dividieron a su vez en centros secundarios.
16. Retrocediendo sólo algunos millones de siglos de nuestro tiempo, nuestra Tierra no existía todavía, nuestro sistema solar no había iniciado aún la evolución propia de la vida planetaria y, sin embargo, espléndidos soles iluminaban el éter, planetas habitados daban vida y existencia a una multitud de seres que nos han precedido en la carrera humana. La opulencia de una Naturaleza desconocida y los fenómenos maravillosos del cielo desarrollaban ante otros ojos los cuadros de la inmensa Creación. Pero, ¡qué digo!, ya esos esplendores que en otra época hicieron palpitar el corazón de otros mortales con el pensamiento del poder infinito, han desaparecido. ¡Y nosotros, pobres y pequeños seres que llegamos después de una eternidad de vida, nos creemos contemporáneos de la Creación! Comprendamos mejor a la Naturaleza. Sepamos que la eternidad está detrás y delante nuestro y que el espacio es el teatro de una sucesión y una simultaneidad inimaginables de creaciones. Las nebulosas, visibles apenas en razón de la lejanía, son aglomeraciones de soles en vías de formación o vías lácteas de mundos habitados o emplazamientos de catástrofes y decrepitud. Sepamos que, así como estamos ubicados en medio de una infinitud de mundos, igualmente nos hallamos en medio de una doble infinitud de duraciones anteriores y ulteriores, y recordemos, también, que la Creación universal no se limita a nosotros, motivo por el que no podemos aplicar esa palabra a la formación aislada de nuestro pequeño mundo.
La creación universal
17. Después de haber ascendido, tanto como lo permiten nuestras percepciones limitadas, hasta la fuente oculta de donde surgen los mundos como gotas de agua de un torrente, consideremos la evolución de las creaciones sucesivas y sus desarrollos seriados. La materia cósmica primitiva encerraba elementos materiales, fluídicos y vitales de todos los sistemas que desarrollan su magnificencia ante la eternidad. Es la madre fecunda de todas las cosas, el primer antepasado y, además, la generadora eterna. Esta sustancia, fuente de origen de las esferas siderales, no ha desaparecido ni ha muerto su poder, ya que continúa dando vida a nuevas creaciones y, a su vez, recibe incesantemente los principios reconstituidos de los muertos que desaparecen del libro eterno. La materia etérea que se halla entre los espacios interplanetarios, más o menos diversificada. Ese fluido cósmico que llena el Universo tan generosamente en las regiones inmensas, ricas en cúmulos estelares. Ese fluido de distinto grado de condensación que puebla el cielo sideral que no brilla aún y está modificado, en mayor o menor medida, por combinaciones diversas según las localizaciones de la extensión, es la sustancia primitiva en la que radican las fuerzas universales de las que la Naturaleza ha obtenido todas las cosas.*
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* Si se quisiera saber cuál es el principio de esas fuerzas y cómo puede hallarse él en la misma sustancia que lo produce, responderíamos que la mecánica nos ofrece numerosos ejemplos. La elasticidad que tiene un resorte no se encuentra en el resorte mismo. ¿No depende del modo de agregación de las moléculas? El cuerpo que obedece a la fuerza centrífuga recibe su impulso del movimiento primitivo que se ha dado. [N. de A. Kardec.]
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* Si se quisiera saber cuál es el principio de esas fuerzas y cómo puede hallarse él en la misma sustancia que lo produce, responderíamos que la mecánica nos ofrece numerosos ejemplos. La elasticidad que tiene un resorte no se encuentra en el resorte mismo. ¿No depende del modo de agregación de las moléculas? El cuerpo que obedece a la fuerza centrífuga recibe su impulso del movimiento primitivo que se ha dado. [N. de A. Kardec.]
18. Ese fluido penetra los cuerpos como un inmenso océano. En él reside el principio vital que da origen a los seres y perpetúa la vida en cada planeta de acuerdo con su necesidad, principio en estado latente que dormita allí, donde la voz de un ser no lo reclama. Toda criatura: mineral,vegetal, animal o de otra especie -ya que existen otros reinos naturales cuya existencia ni siquiera imagináis-, sabe, en virtud de ese principio, apropiarse de las condiciones necesarias para su existencia y durabilidad. Las moléculas del mineral se suman en razón de este principio vital, al igual que el grano y el embrión, y se agrupan, como en el organismo, en figuras simétricas que constituyen los individuos. Es muy importante comprender que la materia cósmica primitiva está sometida no sólo a las leyes que aseguran la estabilidad de los mundos, sino también al principio vital universal que forma generaciones espontáneas en cada globo, a medida que se van manifestando las condiciones de existencia sucesiva de los seres y cuando suena la hora de la aparición de los hijos de la vida durante el período creador. Así se lleva a cabo la creación universal. Es correcto decir, por tanto, que siendo las funciones de la Naturaleza la expresión de la voluntad divina, Dios ha creado siempre, continúa haciéndolo y por siempre lo hará.
19. Pero aún no hemos hablado del Mundo Espiritual, el cual también forma parte de la Creación y cumple su destino de acuerdo con las augustas prescripciones del Señor. En razón de mi propia ignorancia, sólo puedo dar una enseñanza restringida en lo que respecta a la creación de los espíritus. Pero, aunque callaré ciertos hechos, manifestaré lo que me ha sido permitido profundizar. A quienes deseen saber con ánimo religioso y fuesen humildes ante Dios, les diré, suplicándoles, al mismo tiempo, que se abstengan de elaborar un sistema prematuro sobre mis palabras: El espíritu no recibe la iluminación divina que le otorga el libre albedrío, la conciencia y el conocimiento de la importancia de su destino sin haber pasado previamente la serie divinamente fatal de encarnaciones inferiores, en las que elabora su individualidad. Esa es la hora en que el Señor imprime sobre su frente su augusta señal y el espíritu toma un lugar entre los seres espirituales. Vuelvo a reiteraros: no fundamentéis sobre mis palabras vuestros razonamientos, tan tristemente célebres en el curso de la historia de la Metafísica. Preferiría mil veces callarme sobre temas tan por encima de vuestras meditaciones ordinarias que exponeros a desnaturalizar el sentido de mi enseñanza y enterraros, por mi culpa, en los intrincados laberintos del deísmo o del fatalismo.
Los soles y los planetas
20. En un punto del Universo, perdido entre las miríadas de mundos, la materia cósmica se condensa formando una inmensa nebulosa. Esta nebulosa, animada por las leyes universales que rigen a la materia, en especial por la fuerza molecular de atracción, reviste la figura de una esfera, única forma que puede presentar primitivamente una masa de materia aislada en el espacio. El movimiento circular ocasionado por la gravitación rigurosamente igual de todas las zonas moleculares hacia el centro, modificada muy pronto a la esfera primitiva para llevarla, de movimiento en movimiento, hacia la forma lenticular. Estamos refiriéndonos a la nebulosa en conjunto.
21. Nuevas fuerzas surgen con posterioridad este movimiento de rotación: la fuerza centrípeta y la fuerza centrífuga; la primera intentando llevar todas las partes al centro; la segunda
buscando separarlas. El movimiento se acelera a medida que la nebulosa se condensa, su centro
aumenta de tamaño al aproximarse a la forma lenticular, y la fuerza centrífuga, desarrollada
incesantemente por estas dos causas, predomina muy pronto sobre la atracción central.
Al igual que un movimiento rápido y dinámico de una honda imprime fuerza al proyectil que arroja lejos, así el predominio de la fuerza centrífuga desprende al círculo ecuatorial de la nebulosa y forma de este anillo una nueva masa aislada de la primera, pero sujeta a su imperio. Esta masa conserva su movimiento ecuatorial, el cual, al modificarse, se convierte en movimiento de traslación alrededor del astro solar. Además, su nuevo estado produce un movimiento de rotación en torno de su mismo eje.
Al igual que un movimiento rápido y dinámico de una honda imprime fuerza al proyectil que arroja lejos, así el predominio de la fuerza centrífuga desprende al círculo ecuatorial de la nebulosa y forma de este anillo una nueva masa aislada de la primera, pero sujeta a su imperio. Esta masa conserva su movimiento ecuatorial, el cual, al modificarse, se convierte en movimiento de traslación alrededor del astro solar. Además, su nuevo estado produce un movimiento de rotación en torno de su mismo eje.
22. La nebulosa generadora que dio nacimiento a este nuevo mundo se ha condensado y retomado la forma esferoidal; pero el calor primitivo, desarrollado por sus diversos movimientos, se debilita con extrema lentitud, y el fenómeno que acabamos de describir se producirá con frecuencia durante un largo período, hasta tanto la nebulosa no se vuelva demasiado densa y sólida como para oponer una resistencia eficaz a las modificaciones, de manera que le imprima su movimiento de rotación. No dará nacimiento a un solo astro, sino a cientos de mundos que se irán separando del núcleo central, de acuerdo con el modo de formación anteriormente citado. Todos esos mundos poseerán, como el primitivo, las fuerzas naturales que presiden la creación universal y engendrarán, a su vez, otros mundos que gravitarán a su alrededor, como él mismo gravita junto con sus hermanos en derredor del astro que le dio existencia y vida. Todos esos mundos serán soles, centros de torbellinos de planetas que se irán escapando de su ecuador. Estos planetas recibirán una vida especial y particular, aunque dependientes de su astro generador.
23. Los planetas se formaron, entonces, con masas de materia condensada y no solidificada, separadas de la masa central por la acción de la fuerza centrífuga y tomando, en virtud de las leyes del movimiento, la forma esferoidal, más o menos elíptica, según el grado de fluidez que hayan conservando. Uno de esos planetas fue la Tierra, que antes de enfriarse y revestirse de una corteza sólida dio nacimiento a la Luna por el mismo método de formación astral al que ella misma debe su existencia. Desde ese instante, la Tierra, inscrita en el libro de la vida, sería cuna de criaturas cuya debilidad protege la Providencia divina y cuerda nueva del arpa infinita que ejecuta el concierto universal de los mundos.
Los satélites
24. Antes de que las masas planetarias hubiesen alcanzado el grado de enfriamiento necesario para llevar a cabo la solidificación, masa más pequeñas, verdaderos glóbulos líquidos se separaron del plano ecuatorial, donde la fuerza centrífuga es mayor y, en virtud de las mismas leyes, adquirieron un movimiento de traslación alrededor de su planeta madre, como éstos lo cumplen en derredor de su astro generador.
Así fue como la Tierra dio nacimiento a la Luna, cuya masa, de menor volumen, se enfrió con más rapidez. Las leyes y las fuerzas que presidieron su despegue del ecuador terrestre y su movimiento de traslación en el mismo plano actuaron de tal manera que ese mundo, en vez de revestir una forma especial, tomó la de un ovoide, cuyo centro gravitacional se ubica en la parte inferior.
25. Las condiciones bajo las cuales se efectuó la desagregación de la Luna le permitieron alejarse muy poco de la Tierra y la constriñeron a permanecer perpetuamente suspendida en su cielo, como una figura ovoide cuya parte más pesada conformó su cara inferior vuelta hacia la Tierra, y la del lado opuesto, menos densa, se eleva al cielo en sentido contrario a nuestro planeta. Por tal razón es que ese astro nos presenta siempre la misma cara. Para comprender mejor su estado geológico podemos compararlo con una boya cuya base, vuelta hacia la Tierra, estaría hecha de plomo.
Por tal motivo existen, también, dos naturalezas distintas en la superficie lunar: una, sin analogía alguna con nuestro planeta, ya que los cuerpos fluidos y etéreos le son desconocidos; y la otra, más liviana que la Tierra, ya que todas las sustancias menos densas se concentran sobre este hemisferio. La primera, perpetuamente vuelta hacia la Tierra, sin agua y sin atmósfera, salvo, a veces, en los límites con el hemisferio que se nos oculta. La otra, rica en fluidos, siempre opuesta a nuestro planeta. *
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* Esta teoría sobre la Luna es muy nueva y ella explica, por la ley de gravedad, el por qué la Luna presenta siempre la misma cara hacia la Tierra. Su centro de gravedad, en vez de hallarse en el centro de la esfera, se encuentra en uno de los puntos de su superficie y, en consecuencia, es atraído hacia la Tierra con más fuerza que las partes más livianas. La Luna sería, por tanto, como esos juguetes llamados tentetiesos, que siempre se ponen de pie, mientras que los planetas, cuyo centro de gravedad está a igual distancia de la superficie, giran siempre sobre su eje. Los fluidos vivificantes gaseosos o líquidos, en razón de su ligereza específica, se hallarían acumulados en el hemisferio superior, constantemente opuesto a la Tierra. El hemisferio inferior, el único visible para nosotros, estaría desprovisto de ellos y, por lo tanto, no sería apto para la vida, pero que sí existiría en el otro. Si el hemisferio superior está habitado, sus habitantes no han visto a la Tierra jamás, a menos que realicen excursiones al otro hemisferio, lo que les resultaría imposible al no presentar éste las condiciones necesarias para la vida.
Por más racional y científica que sea esta teoría, como aún no ha sido confirmada por la observación directa, sólo puede ser considerada una hipótesis, una idea que puede servir de peldaño a la ciencia, pero no se podrá negar que es la única, hasta el presente, que da una explicación satisfactoria sobre las particularidades que presenta ese planeta. [N. de A. Kardec.]
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* Esta teoría sobre la Luna es muy nueva y ella explica, por la ley de gravedad, el por qué la Luna presenta siempre la misma cara hacia la Tierra. Su centro de gravedad, en vez de hallarse en el centro de la esfera, se encuentra en uno de los puntos de su superficie y, en consecuencia, es atraído hacia la Tierra con más fuerza que las partes más livianas. La Luna sería, por tanto, como esos juguetes llamados tentetiesos, que siempre se ponen de pie, mientras que los planetas, cuyo centro de gravedad está a igual distancia de la superficie, giran siempre sobre su eje. Los fluidos vivificantes gaseosos o líquidos, en razón de su ligereza específica, se hallarían acumulados en el hemisferio superior, constantemente opuesto a la Tierra. El hemisferio inferior, el único visible para nosotros, estaría desprovisto de ellos y, por lo tanto, no sería apto para la vida, pero que sí existiría en el otro. Si el hemisferio superior está habitado, sus habitantes no han visto a la Tierra jamás, a menos que realicen excursiones al otro hemisferio, lo que les resultaría imposible al no presentar éste las condiciones necesarias para la vida.
Por más racional y científica que sea esta teoría, como aún no ha sido confirmada por la observación directa, sólo puede ser considerada una hipótesis, una idea que puede servir de peldaño a la ciencia, pero no se podrá negar que es la única, hasta el presente, que da una explicación satisfactoria sobre las particularidades que presenta ese planeta. [N. de A. Kardec.]
26. El número y estado de los satélites varía según las condiciones especiales en que se formaron. Algunos planetas no dieron vida a ningún astro secundario, por ejemplo, Mercurio, Venus y Marte, mientras que otros han formado uno o varios, como la Tierra, Júpiter y Saturno.
27. Además de sus satélites o lunas, Saturno presenta el fenómeno especial del anillo, que visto parece rodearlo como siendo una aureola blanca. Esta formación es para nosotros una nueva prueba de la universalidad de las leyes naturales. Este anillo es el resultado de una operación operada en los tiempos primitivos en el ecuador de Saturno, al igual que una parte de la masa ecuatorial de la Tierra se dividió para formar la Luna. La diferencia estriba en que el anillo de Saturno se formó en todas sus partes con moléculas homogéneas un tanto condensadas, lo que le permitió continuar ejerciendo el movimiento de rotación en el mismo sentido y en tiempo casi idéntico al del propio Saturno. Si una de las partes del anillo hubiese sido más densa que la otra, se hubieran operado inmediatamente una o varias aglomeraciones de sustancia y, en ese caso, Saturno contaría, hoy, con varios satélites más. Desde el momento de su formación, este anillo se solificó, al igual que los demás cuerpos planetarios.
Los cometas
28. Astros errantes, en mayor medida aún que los planetas que han conservado su denominación etimológica, los cometas serían los guías que nos ayudan a atravesar los límites del sistema solar para conducirnos a las lejanas regiones de la extensión sideral.
Pero antes de explotar los dominios celestes con la ayuda de estos viajeros universales, sería mejor conocer, en la medida de nuestras posibilidades, su naturaleza y su papel en la organización planetaria.
Pero antes de explotar los dominios celestes con la ayuda de estos viajeros universales, sería mejor conocer, en la medida de nuestras posibilidades, su naturaleza y su papel en la organización planetaria.
29. Hubo quienes pensaron que esos astros de larga cabellera son mundos nacientes que elaboran, en medio de su caos primitivo, las condiciones de vida y existencia que son patrimonio de los planetas habitados. Otros creyeron ver en estos cuerpos extraordinarios mundos próximos a su destrucción. Su apariencia singular fue para muchos motivos de equivocadas apreciaciones sobre su naturaleza, razón por la cual hasta la época de la astrología judiciaria se suponía que presagiaban desgracias, enviadas por decreto providencial, a la Tierra sorprendida y temerosa.
30. La ley de variedad que impera en tal amplia escala en la Naturaleza nos lleva a preguntarnos cómo los naturalistas, astrónomos y filósofos erigieron tantos sistemas con el fin de encontrar semejanzas entre los cometas y los demás astros planetarios y no vieron en ellos más que astros con un grado mayor o menor de desarrollo o caducidad. Sin embargo, los cuadros de la Naturaleza deberían bastar al observador para que deje de buscar parecidos inexistentes y reconozca a los cometas su modesto pero útil papel de astros errantes, cuyo oficio es el de exploradores de los imperios solares. Estos cuerpos celestes se diferencian de los cuerpos planetario porque no sirven de morada a seres humanos. Viajan, de sol a sol, enriqueciéndose a veces en su ruta con fragmentos planetarios reducidos al estado de vapor, y sacando de ellos los principios vivificantes y renovadores que verterán sobre los mundos terrestres (cap. IX:12).
31. Si cuando uno de esos astros se aproxima a nuestro mundo para atravesar la órbita y volver a su apogeo, situado a una distancia inconmensurable del Sol, lo siguiésemos con el pensamiento, para visitar con él las comarcas siderales, atravesaríamos la prodigiosa extensión de materia etérea que separa al Sol de las estrellas más próximas y observaríamos los movimientos combinados de este astro que se creería perdido en el desierto del infinito, encontrando otra prueba más de la universalidad de las leyes de la Naturaleza, las cuales se ejercen a distancias que la imaginación más audaz es incapaz de concebir.
Allí la forma elíptica se convierte en parabólica y aminora la marcha, al punto de recorrer sólo algunos metros en el mismo tiempo que en su perigeo recorría muchos millares de kilómetros. Tal vez un sol más poderoso y más importante que el que acaba de dejar, dueño de una atracción mayor, lo acogerá como a uno de sus propios súbditos, y es entonces cuando las sorprendidas criaturas de vuestra pequeña Tierra esperarán en vano su regreso, el que había sido pronosticado valiéndose de observaciones incompletas. En ese caso, nosotros, que hemos seguido con el pensamiento al cometa errante en su viaje por regiones desconocidas, tal vez encontremos un mundo invisible a las miradas terrestres, inimaginable para los espíritus que habitan la Tierra, inconcebibles aún para sus pensamientos, puesto que será el escenario de maravillas inexploradas.
Hemos llegado al mundo estelar, a ese mundo deslumbrante de grandes soles que resplandecen en el espacio infinito y que son las brillantes flores que componen el jardín magnífico de la Creación. Sólo cuando hayamos llegado a ese sitio sabremos el lugar que ocupa la Tierra.
Allí la forma elíptica se convierte en parabólica y aminora la marcha, al punto de recorrer sólo algunos metros en el mismo tiempo que en su perigeo recorría muchos millares de kilómetros. Tal vez un sol más poderoso y más importante que el que acaba de dejar, dueño de una atracción mayor, lo acogerá como a uno de sus propios súbditos, y es entonces cuando las sorprendidas criaturas de vuestra pequeña Tierra esperarán en vano su regreso, el que había sido pronosticado valiéndose de observaciones incompletas. En ese caso, nosotros, que hemos seguido con el pensamiento al cometa errante en su viaje por regiones desconocidas, tal vez encontremos un mundo invisible a las miradas terrestres, inimaginable para los espíritus que habitan la Tierra, inconcebibles aún para sus pensamientos, puesto que será el escenario de maravillas inexploradas.
Hemos llegado al mundo estelar, a ese mundo deslumbrante de grandes soles que resplandecen en el espacio infinito y que son las brillantes flores que componen el jardín magnífico de la Creación. Sólo cuando hayamos llegado a ese sitio sabremos el lugar que ocupa la Tierra.
La Vía Láctea
32. Durante las hermosas noches estrelladas y sin luna, todos hemos observado ese fulgor
blanquecino que atraviesa el cielo de un extremo al otro, al que los antiguos, por su apariencia
lechosa, bautizaron con el nombre de Vía Láctea. En los tiempos modernos ese fulgor difuso fue
explorado detenidamente por el telescopio, y así fue como el camino de polvo de oro o el río de
leche de la antigua Mitología se transformó en un vasto campo de maravillas desconocidas. Gracias
a las investigaciones de los observadores se llegó a conocer su naturaleza, y allí donde nuestra
mirada sólo distingue una débil claridad se descubrieron una infinidad de soles más luminosos e
importantes que el nuestro.
33. La Vía Láctea es, en efecto, una campiña sembrada con flores solares o planetarias que
brillan en la vastedad. Nuestro Sol, y todos los cuerpos que lo acompañan, forma parte de esos
mundos refulgentes que componen la Vía Láctea. Pero, a pesar de sus dimensiones gigantescas con
relación a la Tierra y a la vastedad de su imperio, él ocupa un lugar poco apreciable en la Creación.
Podemos contar unos treinta millones de soles parecidos a él que gravitan en esta inmensa región,
alejados unos de otros por una distancia de más de cien mil veces el radio de la órbita terrestre.
34. Mediante esta cifra aproximativa, podremos juzgar la extensión de esta región sideral y
la relación que existe entre nuestro sistema y la universalidad de los sistemas que la ocupan. Se
podrá determinar, asimismo, la pequeñez del dominio solar y, con mayor razón, la exigüidad de
nuestra Tierra. ¡Cuál sería la relación si considerásemos a los seres que la pueblan!
Digo exigüidad, ya que nuestras aseveraciones se aplican no solamente a la extensión
material o física de los cuerpos que estudiamos -lo que sería insuficiente- sino, y sobre todo, a la
jerarquía moral de habitación, al grado que tienen en la escala universal de los seres. La Creación se
muestra en toda su majestad, creando y propagando manifestaciones de vida e inteligencias en
derredor del mundo solar y en todos los sistemas que existen por doquier.
35. Conocemos de esta manera la posición que ocupa nuestro Sol y la Tierra en el mundo
estelar, pero estas consideraciones adquieren aún más peso si reflexionamos sobre la importancia de
la Vía Láctea, que representa apenas un punto insignificante e inapreciable en la inmensidad de las
creaciones siderales, sólo es una entre miles. Si se nos presenta más vasta y rica que las demás es
porque nos rodea y la tenemos en toda su extensión frente a nuestros ojos, mientras que las otras,
perdidas en las profundidades insondables, apenas se dejan ver.
36. Sabiendo que la Tierra poco o casi nada es en el sistema solar, y éste, igualmente, poca
cosa representa en la Vía Láctea, la cual, a su vez, nada o casi nada significa en la universalidad de
las nebulosas, así como esa universalidad es muy poca cosa en relación con el inmenso infinito,
comenzaremos a comprender realmente qué es la Tierra.
Las estrellas fijas
37. Las estrellas llamadas fijas, que constelan los dos hemisferios del firmamento, no están
exentas de las atracciones exteriores, como se supone generalmente. Por el contrario, pertenecen
todas a una misma aglomeración de astros estelares. Esta aglomeración constituye la gran nebulosa
de la cual formamos parte y cuyo plano ecuatorial que se proyecta hacia el cielo ha recibido el
nombre de Vía Láctea. Todos los soles que la componen son solidarios entre sí: sus múltiples
influencias actúan en perpetuidad uno sobre otro y la gravedad universal los reúne a todos en una
misma familia.
38. Estos diversos soles, en su mayor parte se encuentran como el nuestro: rodeados de
mundos secundarios a los que iluminan y fecundan por las mismas leyes que presiden la vida en
nuestro sistema planetario. Unos, como Sirio, son miles de veces más magníficos en dimensiones y
riquezas que el nuestro y su papel es mucho más importante en el Universo, al igual que los
planetas que los rodean son más numerosos y superiores que el nuestro. Otros difieren en gran
manera por sus funciones estelares. De ahí que un cierto número de soles, verdaderos gemelos del
orden sideral, se encuentren acompañados por sus hermanos de igual edad y formen en el espacio
sistemas binarios, a los cuales la Naturaleza otorgó funciones diferentes de las que cumple nuestro
Sol.7
En ellos, los años no se miden según los mismos períodos ni los días por los mismos soles.
Esos mundos iluminados por una doble antorcha recibieron en suerte condiciones de existencia
inimaginables para quienes no han salido de ese pequeño mundo terrestre.
Otros astros, sin séquito, privados de planetas, recibieron los mejores elementos de
habitabilidad que se hayan dado. Las leyes de la Naturaleza están diversificadas en la inmensidad, y
si la unidad es la llave del Universo, la variedad infinita es el atributo eterno.
39. A pesar del número prodigioso de estrellas y sistemas, pese a las distancias que separan
a unas y a otros, todos pertenecen a la misma nebulosa estelar. Los telescopios más poderosos
apenas los escudriñan y las concepciones más audaces de la imaginación no son capaces de salvar
tamaña extensión y, sin embargo, esta nebulosa es una sola unidad en el conjunto de las nebulosas
que componen el mundo sideral.
40. Las estrellas llamadas fijas no están inmóviles en la inmensidad. Las constelaciones que
se imaginaron en la bóveda del firmamento no son creaciones simbólicas reales. La distancia que
hay desde la Tierra y la perspectiva utilizada para medir el Universo desde nuestro mundo son las
7. En astronomía se las llama estrellas dobles. Se trata de dos soles: uno gira alrededor del otro, como un
planeta alrededor de un sol. ¡De qué espectáculo magnífico y extraño deben gozar los habitantes de los mundos
que componen esos sistemas iluminados por un doble sol! ¡Y qué diferentes deben ser allí las condiciones de vida!
En una comunicación ulterior, el espíritu de Galileo agregó lo siguiente: “Hay, incluso, sistemas más
complicados, en los que diferentes soles actúan como satélites uno del otro. Y en los mundos que iluminan, sus
habitantes disfrutan de efectos de luz maravillosos, si tenemos en cuenta que, a pesar de su cercanía aparente, los
núcleos habitados pueden circular entre éstos y recibir por turno ondas de luz de diferente coloración cuya
reunión recompone la luz blanca.” [N. de A. Kardec.]
dos causas de esta doble ilusión óptica (cap. V:12).
41. Hemos visto que todos los astros que titilan en la cúpula azul se encuentran encerrados
en una misma aglomeración cósmica, en una misma nebulosa que vosotros llamáis Vía Láctea.
Mas, a pesar de pertenecer al mismo grupo, estos astros poseen movimientos propios de traslación
en el espacio, pues el reposo absoluto no existe en ningún sitio. Están regidos por las leyes
universales de gravitación y giran en el espacio bajo el impulso incesante de esta inmensa fuerza.
No siguen rutas trazadas por el azar, sino que siguen órbitas cerradas cuyo centro está ocupado por
un astro superior. Para que comprendáis mis palabras con facilidad, hablaré de vuestro Sol en
particular.
42. Gracias a investigaciones actuales, sabemos que el Sol no está fijo en un lugar
determinado y que su posición no es central, como se creía en los primeros tiempos de la
Astronomía, sino que avanza en el espacio llevando con él su vasto sistema planetario, sus satélites
y cometas.
Ahora bien, esta marcha no es fortuita ni al azar, no vaga por los espacio infinitos llevando a
sus hijos y súbditos lejos de las regiones que le han sido asignadas. Su órbita es medida y
concurrente con la de otros soles de su misma categoría que se hallan rodeados, como él, por un
cierto número de tierras habitadas, gravitando, todos ellos, en torno de un sol central. Su
movimiento de gravitación, al igual que el de sus soles hermanos, no es apreciable mediante
observaciones anuales, ya que un gran número de períodos seculares apenas bastaría para
determinar el tiempo de uno de sus años siderales.
43. El sol central que acabamos de mencionar es un mundo secundario en relación a otro
más importante aún, alrededor del cual se realiza una marcha lenta y medida en compañía de otros
soles del mismo orden.
Podríamos constatar esta subordinación sucesiva de soles hasta que nuestra imaginación se
fatigase de tanto ascender en la jerarquía, ya que no debemos olvidar que se pueden contar unos
treinta millones de soles en la Vía Láctea, subordinados unos a otros como los engranajes
gigantescos de un inmenso sistema.
44. Y estos astros, innumerables en cantidad, viven todos una vida solidaria, pues así como
nada se encuentra aislado en la organización de vuestro pequeño mundo terrestre, nada tampoco
está aislado en el Universo inconmensurable.
Al ojo investigador del filósofo que supiese abarcar el cuadro que se despliega a través del
espacio y el tiempo, estos sistemas de sistemas, vistos a distancia, le parecerían polvo de perlas de
oro levantado en torbellino por el soplo divino que hace rodar los mundos siderales en los cielos,
como los vientos agitan a las arenas del desierto.
¡No más inmovilidad, no más silencio ni más noche! El gran espectáculo que se desarrollaría
así ante nuestros ojos sería el de la Creación real, inmensa y llena de vida etérea que abarca en el
conjunto inmenso la visión infinita del Creador.
Pero hasta ahora hemos hablado únicamente de una nebulosa. Sus millones de soles, sus
millones de mundos habitados sólo constituyen -como ya lo hemos dicho-, una isla en el
archipiélago infinito.
Los desiertos del espacio
45. Un desierto inmenso y sin límites se extiende más allá de la aglomeración estelar
mencionada, rodeándola. Las soledades suceden a las soledades, las planicies inconmensurables de
vacío se extienden a lo lejos. Las aglomeraciones de materia cósmica se encuentran aisladas en el
espacio, son como las islas flotantes de un inmenso archipiélago. Si se quiere tener una idea de la
enorme distancia que separa al conglomerado de estrellas del que formamos parte de los conjuntos
más cercanos, es preciso saber que esas islas estelares son escasas y están diseminadas en el vasto
océano de los cielos y que la extensión que separa a una de otras es incomparablemente mayor a sus
respectivas dimensiones.
Ahora bien, recordemos que la nebulosa estelar mide, en números redondos, mil veces la
distancia de las estrellas más próximas tomadas unitariamente, es decir, alrededor de 557.207
trillones de kilómetros (557.207.000.000.000.000.000.000 ). La distancia que se extiende entre ellas
es mucho mayor aún, por lo cual no podría expresarse en números que fuesen accesibles a la
comprensión de nuestros espíritus. Sólo la imaginación en sus concepciones más elevadas es capaz
de alcanzar esa prodigiosa inmensidad, esas soledades mudas y privadas de toda apariencia de vida
y enfrentar la idea de esa infinitud relativa.
46. Sin embargo, ese desierto celeste que envuelve a nuestro Universo sideral y que parece
extenderse como los confines últimos de nuestro mundo estelar, está abrazado por la vista y el
poderío infinito del Altísimo, quien ha desarrollado la trama de su creación ilimitada más allá de
nuestros cielos.
47. Más allá de estas vastas soledades hay mundos que resplandecen en su magnificencia, al
igual que en las regiones accesibles a las investigaciones humanas. Más allá de esos desiertos,
espléndidos oasis bogan en el límpido éter y renuevan sin cesar escenas admirables de existencia y
vida. Allá se despliegan los conglomerados lejanos de la sustancia cósmica que el ojo profundo del
telescopio entrevé a través de las regiones transparentes de vuestro cielo, esas nebulosas que
vosotros llamáis irresolubles y que os parecen ligeras nubes de polvo blanco perdidas en un sitio
desconocido del espacio etéreo. Allá se desarrollan y revelan nuevos mundos, cuyas condiciones
diferentes y extrañas de las inherentes a vuestro planeta les otorgan una vida que ni vuestras
percepciones podrían imaginar ni vuestros estudios constatar. Es allí donde resplandece en toda su
plenitud el poder creador. Para quien llegase de las regiones ocupadas por vosotros las leyes serían
nuevas, así como las fuerzas resultantes de las mismas y que rigen las manifestaciones de la vida,
tanto como las rutas nuevas que se siguen en esos ámbitos extraños habrán de abrirle perspectivas
desconocidas.8
8. En Astronomía se da el nombre de nebulosas irresolubles a aquellas en que aún no ha sido posible
distinguir las estrellas que la componen. En un comienzo se las consideró aglomeraciones de materia cósmica en
proceso de condensación para formar mundos, pero hoy se piensa que esta apariencia se debe a la lejanía y que,
ayudados por instrumentos más poderosos, todas serían resolubles.
Una comparación familiar podrá darnos una idea, sin bien imperfecta, de cómo son las nebulosas
resolubles: son como los grupos de chispas lanzados por una bomba de artificio en el instante de su explosión.
Cada una de estas chispas representaría una estrella, y el conjunto sería la nebulosa o grupo de estrellas
reunidas en un punto del espacio, sujetas a una ley común a atracción y movimiento. Vistas a una cierta
distancia, esas chispas apenas se distinguen, pero en grupo presentan el aspecto de una pequeña nube de humo.
Esta comparación sería exacta si se tratase de masas de materia cósmica condensada.
Nuestra Vía Láctea es una de esas nebulosas. Cuenta aproximadamente con treinta millones de estrellas
o soles, que no ocupan menos de varios cientos de trillones de kilómetros de extensión y, sin embargo, no es la de
mayor tamaño. Suponiendo sólo un promedio de veinte planetas habitados por cada sol, ello representaría
alrededor de seiscientos millones de planetas para nuestro grupo.
Si pudiésemos viajar desde nuestra nebulosa hacia otra, nos hallaríamos rodeados como en la nuestra,
pero por un cielo estrellado de aspecto diferente. Ésta, a pesar de sus dimensiones colosales en relación a
nosotros, parecería de lejos una pequeña mancha lenticular perdida en el infinito. Pero antes de alcanzar la
nueva nebulosa, seríamos como el viajero que abandona una ciudad y recorre un vasto país deshabitado antes de
llegar a otra ciudad. Habríamos atravesado espacios inconmensurables sin estrellas ni planetas: lo que Galileo
denominó desiertos del espacio. A medida que avanzásemos, veríamos a nuestra nebulosa escurrirse a nustras
espaldas, disminuyendo de extensión ante nuestros ojos y, al mismo tiempo, delante nuestro se presentaría
aquella hacia la cual nos dirigimos, cada vez más claramente, similar a la masa de chispas de los fuegos
artificiales. Al transportarnos con el pensamiento a las regiones del espacio situadas más allá del archipiélago de
nuestra nebulosa, veríamos alrededor nuestro millones de archipiélagos similares y de formas diversas, cada uno
compuesto por millones de soles y cientos de millones de mundos habitados.
Todo lo que nos ayude a identificarnos con la inmensidad de la extensión y la estructura del Universo
contribuirá a ampliar las ideas, limitadas al máximo por culpa de las creencias vulgares. Dios se agiganta ante
nuestros ojos a medida que comprendemos mejor la grandeza de sus obras y nuestra pequeñez. Estamos lejos del
Génesis mosaico que convertía a nuestro planeta en la creación principal de Dios y a sus habitantes en los únicos
depositarios de su solicitud. Vemos la vanidad de los hombres que creen que todo ha sido creado para ellos en el
Universo y la de quienes osan discutir la existencia del Ser Supremo. Dentro de algunos siglos causará asombros
que una religión edificada para glorificar a Dios lo haya rebajado a proporciones tan mezquinas y rechazado
como concepción demoníaca los descubrimientos que debían aumentar la admiración por su omnipotencia, al
iniciarnos en los grandiosos misterio de la Creación. Se sorprenderán más aún cuando sepan que el rechazo se
debía a que dichos descubrimientos emanciparían al espíritu de los hombres y, en consecuencia, restarían
preponderancia a quienes se autodenominaban los representantes de Dios en la Tierra. [N. de A. Kardec.]
Sucesión eterna de los mundos
48. Hemos visto que para asegurar la estabilidad eterna hay una sola ley primordial y
general, la cual es perceptible por nuestros sentidos mediante muchas acciones particulares a las
cuales llamamos fuerzas rectoras de la Naturaleza. Veremos ahora cómo esta ley suprema asegura
la armonía universal en su doble aspecto de eternidad y espacio.
49. Si nos remontamos al origen de las aglomeraciones primitivas de sustancias cósmicas,
observaremos que bajo el imperio de esta ley la materia sufre transformaciones necesarias que la
llevarán del germen al fruto maduro y que, bajo el impulso de las diversas fuerzas originadas en esta
ley, recorre la escala de sus revoluciones periódicas: primero, centro fluídico de los movimientos.
Posteriormente, generador de mundos. Y finalmente, nudo central y atractivo de las esferas que han
nacido de su seno.
Sabemos ya que estas leyes presiden la historia del Cosmos. Lo que importa conocer ahora
es que también presiden la destrucción de los astros, ya que la muerte no es sólo una metamorfosis
del ser vivo, sino también una transformación de la materia inanimada, y, si es correcto decir, en
sentido literal, que la vida sólo es afectada por la apariencia engañosa de la muerte, también lo es
agregar que la sustancia debe necesariamente sufrir las transformaciones inherentes a su
constitución.
50. Tomemos un mundo que haya recorrido todo el tiempo de vida que su organización
especial le permitió vivir: El hogar interior de su existencia se apagó, los elementos perdieron su
virtud primitiva y los fenómenos materiales, que para producirse reclamaban la presencia y la
acción de las fuerzas correspondientes a ese mundo, ya no pueden presentarse más, porque el
incentivo para su actividad no posee ya el punto de apoyo que le otorga toda su fuerza.
Ahora bien, ¿creeremos que este astro apagado y sin vida continuará gravitando en los
espacios celestes sin meta, como una ceniza en el torbellino de los cielos? ¿Se pensará que seguirá
inscrito en el libro de la vida universal cuando ya no es más que algo muerto y exento de
significado? No. Las mismas leyes que lo elevaron por sobre el tenebroso caos y le atribuyeron los
esplendores de la vida, las mismas fuerzas que lo rigieron durante los siglos de su adolescencia, que
afirmaron sus primeros pasos en la existencia y que lo condujeron a la edad madura y a la vejez,
presidirán la desagregación de sus elementos constitutivos para devolverlos al laboratorio de donde
el poder creador obtiene sin cesar las condiciones para la estabilidad general. Estos elementos
volverán a la masa común del éter para unirse a otros cuerpos o para regenerar otros soles. Esta
muerte no será un hecho inútil para ese astro ni para sus hermanos. Renovará, en otras regiones,
otras creaciones de naturaleza diferente, y allí donde los sistemas de mundos desaparecieron,
renacerá pronto un nuevo jardín con flores más brillantes y perfumadas.
51. De esta forma, la eternidad real y efectiva del Universo está asegurada por las mismas
leyes que dirigen las operaciones del tiempo, y así los mundos suceden a los mundos y los soles a
los soles sin que el inmenso mecanismo de los vastos cielos sea jamás entorpecido en sus
gigantescos móviles.
Allí donde vuestros ojos admiran espléndidas estrellas en la bóveda nocturna, allí donde
vuestro espíritu contempla los resplandores magníficos que brillan en los espacios lejanos, hace ya
mucho que la muerte apagó esas irradiaciones que, incluso, acogió nuevas creaciones aún
desconocidas por nosotros. La inmensa lejanía de esos astros hace que la luz que nos envían tarde
miles de años en llegar hasta nosotros y que en el presente recibamos los rayos que nos han enviado
mucho antes de la creación de la Tierra, así como que los admiremos aún durante miles de años
después de su desaparición real.9
9. Este es un efecto producido por el tiempo que tarda la luz en atravesar el espacio. Su velocidad es de
300.000 kilómetros por segundo: desde el Sol tarda en llegar ocho minutos y trece segundos. De ahí que si ocurre
un fenómeno en la superficie del Sol lo percibiremos ocho minutos después y, por la misma razón, lo
¿Qué significan los seis mil años de la Humanidad histórica frente a los períodos seculares?
Algunos segundos de vuestros siglos. ¿Qué valor poseen vuestras observaciones astronómicas en
relación con el estado absoluto del mundo? La sombra eclipsada por el Sol.
52. Entonces reconozcamos, en éste como en nuestros otros estudios, que la Tierra y el
hombre son nada en relación con el todo y que las más colosales operaciones de nuestro
pensamiento poseen una extensión imperceptible en comparación con la inmensidad y eternidad de
un Universo que no termina nunca.
Cuando esos períodos de nuestra inmortalidad hayan pasado para nosotros. Cuando la
historia actual de la Tierra nos parezca una sombra vaporosa en lo más recóndito de nuestros
recuerdos. Cuando hayamos habitado durante incontables siglos los diversos grados de nuestra
jerarquía cosmológica. Cuando los dominios más lejanos de las edades futuras hayan sido
recorridos por innumerables peregrinaciones, tendremos aún por perspectivas la sucesión ilimitada
de mundos y la eternidad inmóvil.
La vida universal
53. La inmortalidad de las almas, que es la base del mundo físico, pareció imaginaria a ciertos pensadores prejuiciados. Irónicamente la calificaron de inmortalidad viajera, sin comprender que sólo ella era cierta frente al espectáculo de la Creación. Sin embargo, es posible hacer comprender toda su grandeza, casi diría toda su perfección.
54. Sabemos, con certeza, que las obras de Dios son creaciones del pensamiento y la
inteligencia y que los mundos son la residencia de los seres que los contemplan y descubren en
ellos, tras los velos, el poder y la sabiduría de quien los creó. Pero lo que interesa conocer es que las
almas que los pueblan son solidarias entre sí.
55. La inteligencia humana deberá esforzarse mucho para imaginar a esos mundos radiantes
que brillan en la extensión como simples masas de materia inerte y sin vida. Le costará trabajo
concebir que en esas regiones lejanas haya magníficos crepúsculos, noches espléndidas, soles
fecundos y días plenos de luz. Valles y montañas donde las profundidades múltiples de la
Naturaleza han desplegado toda su esplendente pompa, y dificultosamente podrá imaginar que el
espectáculo divino con el cual el alma puede fortalecerse como con su propia vida, se encuentre
desprovisto de sentido y privado de un ser pensante que pueda llegar a comprenderlo.
56. Mas, a esta idea eminentemente justa de la Creación, debemos agregar el principio de la
Humanidad solidaria, pues en él reside el misterio de la eternidad futura.
Una misma familia humana fue creada en la universalidad de los mundos, y a esos mundos
los unen lazos fraternos, aún desconocidos por vosotros.
Esos astros que armonizan en sus vastos sistemas no están habitados por inteligencias
extrañas unas de otras, sino por seres marcados en la frente con el mismo destino, quienes
volverán a encontrarse en algún momento de acuerdo a sus funciones de vida y se buscarán
siguiendo sus simpatías mutuas. Es la gran familia del espíritu divino que abarca la extensión de los
cielos y que permanece como el tipo primitivo y final de perfección espiritual.
57. ¿Por qué extraña aberración se creyó necesario negar a las vastas regiones de éter la
inmortalidad de la vida, encerrándola en un límite inadmisible con un criterio dual opuesto? ¿El
conocimiento del auténtico sistema del mundo debía preceder a la doctrina dogmática y la ciencia a
la teología? ¿Será que la teología permanecerá extraviada hasta tanto no se fundamente sobre la
metafísica? La respuesta es fácil y nos muestra que la nueva filosofía se ha de establecer sobre las
ruinas de la antigua, porque sus fundamentos se elevarán victoriosos por encima de los antiguos
errores.
__________
observaremos ocho minutos después de haber cesado. Si en razón de su lejanía la luz de una estrella tarda mil
años en llegar a nosotros, observaremos a esta estrella recién a los mil años de formada (ver para la explicación y
descripción completa de este fenómeno en la Revista Espírita de marzo y mayo de 1867, el artículo “Lumen” de
Camille Flammarion.) [N. de A. Kardec.]
Diversidad de mundos
58. Habéis seguido nuestras excursiones celestes y visitado con nosotros las regiones
inmensas del espacio. Ante nuestros ojos los soles sucedían a los soles, los sistemas a los sistemas,
las nebulosas a las nebulosas. El panorama espléndido de la armonía cósmica se desplegó delante de
nuestros pasos. Hemos recibido un anticipo de la idea de lo infinito, mas lo comprenderemos en su
magnitud total conforme a nuestro grado de perfección en el futuro. Los misterios del éter revelaron
su enigma, hasta hoy indescifrable, y hoy tenemos, al menos, la noción de la universalidad de las
cosas. Ahora, es necesario detenernos y reflexionar.
59. Haber reconocido la pequeñez de la Tierra y su mediocridad en la jerarquía de los
mundos es un adelanto. Haber abatido la fatuidad humana, a la que somos tan proclives, es otro
paso hacia adelante. Pero aún nos falta interpretar en su faz moral el espectáculo que acabamos de
presenciar. Deseo hablar del poder infinito de la Naturaleza y de la idea que debemos tener de su
modo de accionar en las diversas partes del vasto Universo.
60. Habituados como estamos a juzgar a las cosas en comparación con nuestra y pequeña
residencia, nos imaginamos que la Naturaleza no ha podido o no ha debido actuar en otros mundos
sino por medio de las reglas conocidas aquí. Ahora bien, es precisamente este juicio el que debemos
reformar.
Detened vuestros ojos en una región cualquiera de vuestro mundo y en una de las tantas
creaciones de vuestra Naturaleza, ¿no veis vosotros el sello de una diversidad infinita y la prueba de
una actividad sin igual? ¿No reconocéis, acaso, en el ala de un pequeño pájaro de las Canarias o en
el pétalo de un botón de rosa entreabierto la fecundidad prestigiosa de esta bellísima Naturaleza?
Vuestros estudios pueden elevarse a los seres que planean en los aires, descender a la
violencia de los prados y llegar a las profundidades del océano, y por doquier leeréis esta verdad
universal: La Naturaleza omnipotente actúa según los lugares, los tiempos y las circunstancias. Es
una en su armonía general, pero múltiple en sus efectos. Interviene tanto en el Sol como en la gota
de agua. Puebla de seres vivos un mundo inmenso con la misma facilidad con que abre al huevo que
deposita la mariposa en el otoño.
61. Ahora bien, si tal es la variedad que la Naturaleza pudo plasmar en los diferentes lugares
de este pequeño mundo tan estrecho y limitado, ¡cuánto más debéis ampliar esa concepción al
imaginar las perspectivas de los vastos mundos! ¡Cuánto más debéis desarrollarlas y reconocer su
enorme poder si la aplicamos a los maravillosos mundos que, en mayor medida aún que en la
Tierra, atestiguan su incognoscible perfección!
No imaginéis alrededor de los soles del espacio sistemas parecidos a vuestro sistema
planetario. No penséis que en otros planetas desconocidos existirán los tres reinos naturales que
tenéis en el vuestro. Pero pensad que así como no existe un rostro humano idéntico a otro en toda la
especie humana, así también una diversidad prodigiosa e inimaginable fue esparcida en las
residencias eternas que bogan en el seno de los espacios.
Debido a que vuestra Naturaleza animada comienza en el zoófito y concluye en el hombre.
En razón de que la atmósfera alimenta la vida terrestre y el elemento líquido la renueva sin cesar,
así como vuestras estaciones producen fenómenos que las dividen, no deduzcáis que los millones de
millones de tierras que se desplazan por el espacio sean parecidas a la vuestra. Lejos de eso, difieren
según las diferentes condiciones que les son propias y de acuerdo a su papel respectivo en el
escenario del mundo. Son como las piedras preciosas que componen un gigantesco mosaico, como
las flores diversificadas de un admirable jardín.
CAPÍTULO VII - Esbozo geológico de la Tierra
Períodos geológicos
1. La Tierra conserva las huellas evidentes de su formación. Gracias a las diferentes capas
que componen su corteza podemos conocer sus etapas con suma precisión. El conjunto de estos
estudios constituyen la Geología, ciencia de este siglo que aclara el espinoso problema del origen de
nuestro planeta y el de los seres vivos que lo habitan. No se trata de hipótesis. Es el resultado
riguroso de la observación de los hechos, ante cuya presencia la duda ya no tiene más cabida. La
historia de la formación del mundo está escrita en las capas geológicas, de una manera mucho más
certera que en los libros preconcebidos, porque es la Naturaleza misma quien habla y se revela a sí
misma y no la imaginación humana que crea sistemas. Donde se ven huellas de fuego, se puede
asegurar con certeza que hubo fuego; donde se distinguen rastros de agua, se sabe que allí existió
agua; donde aparecen restos animales se puede establecer que en ese sitio vivieron animales.
La Geología saca conclusiones de lo que ve. En caso de duda, no asegura nada: emite
únicamente opiniones discutibles cuya solución definitiva esperará observaciones más completas.
Sin los descubrimientos de la Geología, como sin aquellos que aportó la Astronomía, el génesis del
mundo estaría aún entre las tinieblas de la leyenda. Gracias a la Geología, el hombre de hoy
conoce la historia de su planeta y el andamiaje de fábulas que rodeaban a su origen se derrumbó
para no levantarse más.
2. En todo terreno donde existan excavaciones naturales o practicadas por el hombre, se
observa lo que se ha dado en llamar estratificaciones, es decir, capas superpuestas. Los terrenos que
presentan esta disposición son llamados terrenos estratificados. Estas capas, de espesor muy
variable, desde algunos centímetros hasta cientos de metros o más, se distinguen entre sí por el
color y la naturaleza de la sustancia que las componen. Los trabajos arqueológicos, la perforación
de pozos, la explotación de canteras y sobre todo las minas han permitido observarlas hasta
profundidades considerables.
3. Las capas son generalmente homogéneas, es decir, que cada una está formada por una o
por diversas sustancias que existieron juntas y que han constituido un todo compacto. La línea de
demarcación que las separa siempre está trazada con claridad, como los cimientos de un edificio: en
ningún punto se mezclan ni confunden sus límites, como ocurre, por ejemplo, con los colores del
prisma y del arco iris.
En razón de estas características, sabemos que fueron formadas sucesivamente, depositadas
una sobre la otra en condiciones y por motivos diferentes. Las más profundas se formaron
obviamente primero y las más superficiales con posterioridad. La última de todas, aquella que
conforma la superficie, es el estrato de tierra vegetal que debe sus propiedades a los detritus de
materias orgánicas provenientes de las plantas y los animales.
4. Los estratos inferiores, ubicados por debajo de la capa vegetal, reciben en Geología el
nombre de rocas, palabra que en esta acepción no implica necesariamente una sustancia pedregosa,
sino que se aplica a un lecho o banco de una sustancia mineral cualquiera. Algunos están formados
por arena, arcilla, tierra gredosa, marga y cantos rodados; otros por piedras de mayor o menor
dureza, tales como la arenisca, mármol, tiza, caliza, pedernal, carbón de piedra, asfaltita, etc. Del
espesor de la roca, dependerá su solidez.
Observando la naturaleza de estas rocas o estratos, se pueden apreciar señales concretas de
sus diversos orígenes: unas, provienen de materias fundidas, a veces vitrificadas por la acción del
fuego; otras, de sustancias terrosas depositadas por las aguas. Algunas de estas sustancias
permanecieron disgregadas, como la arena; otras, en principio pastosas, por la acción de ciertos
agentes químicos o por otras causas, se endurecieron y adquirieron con el tiempo la consistencia de
la piedra. Los bancos de piedras superpuestas son signos de depósitos sucesivos. El fuego y el agua
intervinieron en la formación de los materiales que componen la corteza sólida del planeta.
5. La dirección horizontal es la posición normal de los estratos terrosos o pedregosos
provenientes de depósitos de agua. Cuando vemos esas inmensas planicies, perfectamente
horizontales, unidas como si hubiesen sido niveladas con un rodillo, extenderse hasta perderse de
vista, o a esos valles tan planos como la superficie de un lago, podemos asegurar que en una época
más o menos remota esos sitios se hallaron cubiertos por aguas calmas, las cuales, al retirarse,
dejaron en seco a las tierras que ellas mismas depositaron durante su estancia. Después del retiro de
las aguas, la vegetación cubrió esas tierras. Si en vez de tierras grasas, limosas, arcillosas o
margosas, con propensión a asimilar los principios nutritivos, las aguas sólo hubiesen depositado
arenas silíceas, sin agregación, las planicies serían arenosas y áridas y constituirían landas y
desiertos. Los depósitos que dejan las inundaciones parciales y los que forman los terrenos o deltas
en la desembocadura de los ríos, pueden darnos una idea en pequeña escala.
6. Aunque la horizontalidad sea la posición clásica y más generalizada en las formaciones
acuosas, se ven a menudo, en los países montañosos y ocupando extensiones considerables, rocas
duras cuya naturaleza indica que fueron formadas por las aguas y cuya posición es inclinada e
incluso vertical. Ahora bien, según las leyes de gravedad y equilibrio de los espíritus, los depósitos
acuosos sólo pueden formarse en planos horizontales, ya que cuando se formaran en planos
inclinados las corrientes y el propio peso los llevaría hacia el fondo. Por tanto, resulta evidente que
estos depósitos fueron elevados por alguna fuerza. Con posterioridad a su solidificación o
transformación en piedra.
De estas consideraciones podemos deducir con certeza que las capas pedregosas originadas
en depósitos de agua cuya posición es perfectamente horizontal, fueron formadas en el transcurso
de muchos siglos por aguas tranquilas, y siempre que presenten una posición inclinada se deberá a
que el suelo fue sacudido y dislocado con posterioridad por la acción de movimientos generales o
parciales de mayor o menor consideración.
7. Un hecho característico de la mayor importancia, por el testimonio irrecusable que
provee, es el hallazgo de restos fósiles1
de animales y vegetales que en gran número se hallan en las
diversas capas. Encontramos estos restos incluso en las piedras más duras, de lo cual se deduce que
la existencia de estos seres es anterior a la formación de las mismas piedras. Ahora bien, si pensamos
1. Fósil: del latín fossilia, derivado de fossa, fosse y de fodere, cavar, escarbar la tierra. Esta palabra
designa en Geología a los cuerpos o restos de cuerpos organizados de seres que vivieron con anterioridad a los
tiempos históricos. Por extensión se designa también con ella a las sustancias minerales que presentan huellas de
la presencia de seres organizados, tales como huellas de vegetales o de animales.
La palabra petrificación sólo se emplea para los cuerpos transformados en piedra, hecho que se produce
por la infiltración de materias silíceas o calcáreas en los tejidos orgánicos. Todas las petrificaciones son
necesariamente fósiles, mas todos los fósiles no son petrificaciones.
Ciertos objetos, al estar sumergidos en aguas de sustancias calcáreas, se cubren de una capa pedregosa,
como los que se pueden hallar en el riacho de Saint-Allyre, cerca de Clermont, en Auvernia, pero, en ese caso, no
se trata de petrificaciones, sino de simples incrustaciones.
Los monumentos, inscripciones y objetos de fabricación humana son del dominio de la arqueología. [N.
de A. Kardec.]
en el número increíble de siglos que fueron necesarios para operar el endurecimiento y llevarlas al
estado en que se encuentran desde tiempo inmemorial, se llega forzosamente a esta conclusión: la
aparición de los seres orgánicos sobre la Tierra se pierde en la noche de los tiempos y es muy
anterior, en consecuencia, a la fecha asignada por el Génesis.
8. Entre estos restos vegetales y animales, hay algunos que sufrieron la penetración, en todas
sus partes, de materias silíceas o calcáreas, que los convirtieron en piedras, algunas tan duras como
el mármol, mas todo ello sin que su forma se haya visto alterada: éstas son las verdaderas
petrificaciones. Otros se recubrieron de materia no solidificada, están intactos y, algunos, se alojan
totalmente en las piedras más duras. Otros sólo dejaron huellas de una nitidez y delicadeza perfecta.
En el interior de ciertas piedras se hallaron hasta huellas de pisadas, y según la forma del pie, dedos
o uñas, se puede saber a qué especie animal pertenecieron.
9. Los fósiles animales comprenden sólo las partes sólidas y resistentes, es decir, los huesos,
caparazones y astas. A veces se trata de esqueletos completos, pero, generalmente, son partes
separadas, aunque es fácil reconocer el origen. Inspeccionando una mandíbula o un diente se sabe
inmediatamente si perteneció a un animal herbívoro o carnívoro. Como todas las partes del animal
guardan una correlación entre sí, la forma de la cabeza, de un omóplato, el hueso de una pata, de un
pie, son suficientes para determinar la talla, la forma general y el género de vida del animal.2
Los
animales terrestres poseen una organización que no permite confundirlos con los animales
acuáticos. Los peces y las valvas fósiles son muy numerosos, y las valvas, solas, forman a veces
bancos de considerable espesor. Por su naturaleza, se reconoce fácilmente si pertenecieron a
animales de mar o de río.
10. Los cantos rodados constituyen en ciertas regiones aglomeraciones importantes que son
un indicio inequívoco de su origen. Son redondeados como los guijarros que pueblan las playas
marítimas y su forma se debe al roce de las aguas. Las comarcas en que se encuentran enterrados en
gran cantidad fueron sin duda ocupadas mucho tiempo por algún océano o aguas violentamente
agitadas.
11. Los terrenos de las diversas formaciones se caracterizan, además, por la naturaleza de los
fósiles que encierran. Los más antiguos contienen especies animales o vegetales extinguidas en la
superficie terrestre. Ciertas especies más recientes también han desaparecido, pero se conservan sus
pares, que sólo difieren de sus predecesores por la talla y algunas variantes de forma. Otros, en
quienes vemos a los últimos representantes, se hallan en vías de desaparecer, son los casos del
elefante, el rinoceronte, el hipopótamo y otros. Así es que a medida que las capas terrestres se
aproximan a nuestra época, las especies vegetales y animales se acercan también a las que existen
hoy.
Las perturbaciones y los cataclismos que desde el origen de la Tierra tuvieron lugar,
cambiaron las condiciones de aptitud para la conservación de la vida e hicieron desaparecer
generaciones enteras de seres vivos.
12. Al estudiar la naturaleza de las capas geológicas, se sabe de manera positiva si en la
época de su formación la comarca que las comprende estaba ocupada por el mar, por lagos, bosques
o planicies pobladas por animales de tierra. Si en una misma comarca encontramos una serie de
capas superpuestas conteniendo alternativamente fósiles marinos, terrestres y de agua dulce de una
manera reiterada, tendremos la prueba indiscutible de que esta misma comarca estuvo invadida en
diversas oportunidades por el mar, cubierta por lagos y también desprovista de agua.
¡Y qué número increíble de siglos, de miles de siglos tal vez, fue preciso para que cada
período se cumpliese! ¡Qué fuerza poderosa habrá debido actuar para trasladar y colocar de nuevo
un océano o para levantar las montañas! ¡Por cuántas revoluciones físicas, por cuántas conmociones
violentas debe haber pasado la Tierra hasta llegar a ser tal cual la vemos desde los tiempos
históricos! ¡Y se quiere sostener que se ha puesto en esa transformación menos tiempo del que
necesita una simiente para germinar!
2. Georges Cuvier llevó la ciencia paleontológica a un grado de adelanto tal, que un solo hueso basta a
menudo para determinar el género, la especie, la forma del animal, sus hábitos y para reconstruirlo íntegro. [N.
de A. Kardec.]
13. El estudio de las capas geológicas atestigua -tal cual ha sido dicho- las formaciones
sucesivas que cambiaron el aspecto del globo y dividen su historia en varios períodos. Estas épocas
constituyen los períodos geológicos, cuyo conocimiento es esencial para la comprensión del
génesis. Contamos seis períodos principales, a saber: período primario, de transición, secundario,
terciario, diluviano, posdiluviano o actual. Los terrenos formados durante cada uno de estos
períodos se denominan también: terrenos primitivos, de transición, secundarios, etc. Se dice así que
tal o cual capa o roca, tal o cual fósil se encuentra en los terrenos de un determinado período.
14. Es necesario tener en cuenta que el número de estos períodos no es absoluto y que
depende de los sistemas de clasificación. Los seis principales designados más arriba sólo
comprenden aquellos períodos marcados por un cambio notable y general en el estado del planeta.
Pero la observación prueba que varias formaciones sucesivas se operaron durante cada uno de ellos,
motivo por el cual se los divide en subperíodos caracterizados por la naturaleza de los terrenos,
siendo de veintiséis el número de formaciones generales bien caracterizadas, sin contar a las que
provienen de modificaciones debidas a causas puramente locales.
Estado primitivo del globo
15. El achatamiento de los polos y otros hechos concluyentes señalan con certeza que la
Tierra en su origen se hallaba en un estado de fluidez o pastosidad. La razón de este estado pudo
haber sido la materia licuada por el fuego o empapada por el agua.
El proverbio dice: “No hay humo sin fuego.” Esta proposición, rigurosamente cierta, es una
aplicación del principio: No hay efecto sin causa. Por la misma razón, se puede decir: No hay fuego
sin hogar. Ahora bien, por los hechos que ocurren en nuestra presencia, sabemos que un hogar debe
producir fuego, no solamente humo. Como ese fuego viene del interior de la Tierra y no de lo alto,
el hogar debe ser interior. Al ser el fuego permanente, también debe serlo el hogar.
El calor aumenta a medida que se penetra en el interior de la Tierra. A una cierta distancia
de la superficie alcanza una temperatura muy elevada. La temperatura de las fuentes termales será
mayor según se origine a menor o mayor profundidad. Los destellos y masas de materiales fundidos
e inflamados que se escapan de los volcanes, como de inmensos tragaluces, o por hendiduras
producidas por ciertos temblores de tierra, no dejan duda alguna sobre la existencia de un fuego
interior.
16. La experiencia demuestra que la temperatura se eleva un grado por cada treinta metros
de profundidad: de donde se deduce que a una profundidad de 300 m., el aumento será de 10º; a
3.000 m., de 100º, temperatura del agua en ebullición; a 30.000 m., de 1.000º; a 99km., de más de
3.300º, temperatura que ninguna materia conocida puede resistir sin fusionarse. De allí hasta el
centro hay todavía una distancia de más de 6.378 km., dado que el diámetro es de 12.756km., y todo
ese espacio estaría ocupado por materias fundidas.
Aunque sólo sea una conjetura, juzgando la causa por el efecto, presenta todos los caracteres
de la probabilidad, llegándose a esta conclusión: la Tierra es aún una masa incandescente recubierta
por una corteza sólida de 25 leguas como máximo de espesor, lo que representaría apenas la 120.ª
parte de su diámetro. En proporción, no llegaría a corresponder siquiera al grosor de la más fina
cáscara de naranja.
Además, el espesor de la corteza terrestre es muy variable, ya que hay regiones, sobre todo
en terrenos volcánicos, donde el calor y la flexibilidad del suelo indican un grosor de muy poca
consideración. La elevada temperatura de las aguas termales también señala la vecindad del fuego
central.
17. De acuerdo con esto, parece evidente que el estado primitivo de fluidez o pastosidad de
la Tierra debe haber tenido por causa la acción del calor y no la del agua. Entonces, la Tierra era en
su origen una masa incandescente, y como consecuencia de la radiación calórica, ocurrió lo que
acontece a toda materia en fusión: poco a poco se fue enfriando y ese enfriamiento comenzó
obviamente en la superficie, que se endureció, mientras que el interior permaneció en estado de
fluidez. Se puede comparar a la Tierra con un pedazo de carbón, que al salir del horno es todo rojo,
mas su superficie se apaga y enfría en contacto con el aire, mientras que, si se lo parte, su interior
permanece aún incandescente.
18. Cuando el globo terrestre era una masa incandescente, contenía la misma cantidad de
átomos que encierra hoy, sólo que, bajo la influencia de la elevada temperatura, la mayor parte de
las sustancias que lo componen y que vemos bajo la forma de líquidos o sólidos, de tierra, piedras,
metales y cristales, se hallaban en un estado muy diferente. Se limitaron a sufrir una transformación,
y como consecuencia del enfriamiento y las aleaciones, los elementos formaron nuevas
combinaciones. El aire, considerablemente dilatado, debió extenderse a través de una inmensa
distancia. La totalidad del agua, forzosamente reducida a vapor, estaba mezclada con el aire. Todas
las materias susceptibles de volatilizarse, como los metales, el azufre y el carbono, se hallaban en
estado gaseoso. El estado de la atmósfera no se parecía en nada al actual. La densidad de todos esos
vapores le prestaban una opacidad que no podía atravesar ningún rayo del Sol. Si hubiese podido
existir en esa época un ser vivo sobre la superficie terrestre, sólo lo hubiera iluminado el destello
siniestro del hornillo ubicado bajo sus pies, y la atmósfera abrasadora no hubiera siquiera
sospechado la existencia del Sol.
Período primario
19. El primer efecto del enfriamiento fue la solidificación de la superficie exterior de la
masa en fusión y la formación de una corteza resistente, delgada en un comienzo y que poco a poco
se fue espesando. Esta corteza constituye la piedra denominada granito, extremadamente dura,
llamada así por su aspecto granulado. En él distinguimos tres sustancias principales: el feldespato,
el cuarzo o cristal de roca, y la mica. Ésta última posee brillo metálico, aunque no es un metal.
El estrato granítico fue el primero en formarse. Cubre el planeta entero y constituye en cierta
manera la osamenta: es el producto directo de la materia en fusión, consolidada. Sobre este estrato y
en las cavidades que presenta su superficie escabrosa se fueron depositando, en sucesivas etapas,
capas de otros terrenos formados con posterioridad. Lo que lo distingue de los últimos es la
ausencia de estratificación: forma una masa compacta y uniforme en todo su espesor y no presenta
capas. La agitación de la materia incandescente produjo numerosas y profundas hendiduras, por
donde se desparramaba esta materia.
20. El segundo efecto del enfriamiento fue la licuefacción de ciertas materias que se
hallaban en el aire en estado vaporoso y que se precipitaron a la superficie del suelo. Hubo
entonces lluvias y lagos de azufre, de betún, verdaderos ríos de hierro, de cobre, plomo y otros
metales fundidos. Esas materias, al infiltrarse en las fisuras, constituyeron las vetas y filones
metálicos.
Bajo la influencia de estos diferentes agentes, la superficie granítica experimentó
descomposiciones alternativas: se produjeron aleaciones que dieron lugar a los terrenos primitivos
propiamente dichos, diferentes de la roca granítica, pero en masas confusas y sin estratificación
regular.
Luego llegaron las aguas. Éstas caían sobre un suelo quemante que las evaporaba, volviendo
ellas a caer en forma de lluvia torrencial, y así sucesivamente hasta que la temperatura les permitió
permanecer en el suelo en estado líquido.
Con la formación de los terrenos graníticos comenzó la serie de los períodos geológicos, a
los que convendría agregar el de estado primitivo de incandescencia del globo.
21. Tal fue el aspecto de este primer período, verdadero caos de elementos en desorden en la
búsqueda de un sitio definitivo, en el que ningún ser vivo podía existir. Por tal razón es que uno de
sus caracteres geológicos distintivos es la ausencia total de restos vegetales y animales.
Es imposible asignar una duración determinada a este primer período, como también ocurre
con los siguientes. Pero, según el tiempo que pone un cuerpo esférico de un determinado volumen,
calentado al rojo blanco, para que su superficie se enfríe al extremo de que una gota de agua pueda
permanecer sobre él en estado líquido, se calcula que de tener ese pedazo de carbón el espesor de la
Tierra tardaría más de un millón de años.
Período de transición
22. En los primeros tiempos del período de transición, la corteza sólida granítica tenía poco
espesor y ofrecía apenas una débil resistencia a la agitación de las masas materiales incandescentes
a las que recubría y comprimía. Se producían dilataciones y grietas numerosas por donde se
desparramaba la lava interior. El suelo presentaba accidentes poco considerables.
Las aguas, poco profundas, cubrían casi toda la superficie del globo, con excepción de las
partes elevadas que formaban terrenos bajos frecuentemente sumergidos.
El aire se fue purgando de las materias más pesadas, momentáneamente en estado gaseoso,
las que al condensarse por efecto del enfriamiento se precipitaron a tierra para ser arrastradas y
disueltas por las aguas.
Cuando nos referimos al enfriamiento en esa época, es preciso entenderlo en un sentido
relativo, es decir, en relación con el estado primitivo, ya que la temperatura debía ser aún
abrasadora.
Los espesos vapores acuosos, que se elevaban desde todas partes de la inmensa superficie
líquida, caían en forma de lluvias abundantes y cálidas, oscureciendo el aire. Sin embargo, los rayos
del Sol comenzaron a atravesar la atmósfera brumosa.
El ácido carbónico, sustancia naturalmente gaseosa y una de las partes que constituían al
aire, fue uno de los últimos elementos en desaparecer de la atmósfera.
23. En esta época comenzaron a formarse los terrenos sedimentados por las aguas cargadas
de limo y materias diversas, aptas para la vida orgánica.
Es entonces que aparecieron los primeros seres vivos de los reinos vegetal y animal. En un
comienzo en pequeño número, pero se encuentran huellas más frecuentes de ellos a medida que se
asciende en las capas de esta formación. Llama la atención que tan pronto como las condiciones
fueron propicias, la vida se manifestó y cada especie apareció una vez producidas las condiciones
necesarias para su existencia.
24. Los primeros seres orgánicos que aparecieron sobre la Tierra fueron los vegetales, de
organización menos complicada, designados en Botánica con los nombres de criptógamos,
acotiledóneos y monocotiledóneos, que son los líquenes, setas, musgos, helechos y plantas
herbáceas. No existían aún árboles de tronco leñoso, pero había palmeras cuyo tronco esponjoso es
similar al tallo de las hierbas.
Los animales de este período, que sucedieron a los primeros vegetales, fueron
exclusivamente de mar: en un comienzo han sido los políperos, los radiados y los zoófitos, animales
cuya organización simple, y por así decirlo rudimentaria, se asemejan más a la de lo s vegetales.
Posteriormente, nacieron los crustáceos y ciertas especies de peces extinguidas en la actualidad.
25. Por imperio del calor y la humedad y como consecuencia del exceso de ácido carbónico
en el aire, gas que no permite la respiración a los animales terrestres, pero que es necesario a las
plantas, los terrenos libres de agua cubrieron rápidamente de una exuberante vegetación, al tiempo
que las plantas acuáticas se multiplicaron en el seno de los pantanos. Plantas que en nuestros días
son simples hierbas de escasos centímetros alcanzaban, en aquellos tiempos, una altura y un grosor
colosales. Así es como existían bosques de helechos arborescentes de ocho o diez metros de altura y
de un grosor proporcionado. Licopodios (pie de lobo, especie de musgo) de la misma talla; cola de
caballo3
de cuatro a cinco metros, mientras que hoy alcanzan apenas un metro, además de una
infinidad de especies que ya no existen. Sobre el final de este período comenzaron a aparecer
algunos árboles del género de las coníferas o pinos.
26. Como consecuencia del desplazamiento de las aguas, los terrenos que producían estas
masas vegetales se hallaron en diversas oportunidades cubiertos por las aguas y recibieron nuevos
sedimentos terrosos, mientras que aquellos que se hallaban al descubierto se ornamentaron a su vez
con una vegetación semejante. Es así como hubo numerosas generaciones de
vegetales
3. Planta que crece en los pantanos. [N. de A. Kardec.]
alternativamente aniquiladas y renovadas. No ocurrió lo mismo con los animales, pues al ser todos
acuáticos, se vieron libres de estas alternativas.
Estos residuos, acumulados a través de una larga serie de siglos, formaron capas de un gran
espesor. Por la acción del calor, la humedad, la presión ejercida por los depósitos terrosos
posteriores, y sin duda por diversos agentes químicos como gases, ácidos y sales resultantes de la
combinación de os elementos primitivos, estas materias vegetales sufrieron una fermentación que
las convirtió en hulla o carbón de piedra. Las minas de hulla son, entonces, producto directo de la
descomposición de depósitos vegetales acumulados durante el período de transición, y esta es la
razón por la cual se ha hallado carbón de piedra en casi todas las regiones.4
27. Encontramos restos fósiles de la exuberante vegetación de aquella época, tanto bajo los
hielos de las tierras polares como en la zona tórrida, por lo que deducimos que si la vegetación era
uniforme, también lo era la temperatura. Por lo tanto, los polos no estaban cubiertos de hielo, como
en la actualidad. Esto se debe a que en aquella época la Tierra obtenía de sí misma el calor, que
provenía del fuego central que calentaba por igual a toda la corteza sólida, aún de poco espesor.
Este calor era muy superior al que podían brindar los rayos del Sol, debilitados además por la
densidad de la atmósfera. Recién más tarde, cuando la acción ejercida por el calor central sobre la
superficie del globo se volvió débil o nula, la del Sol devino preponderante y las regiones polares,
que sólo recibían rayos oblicuos de escaso poder calórico, se cubrieron de hielo. En la época de
referencia y aun mucho tiempo después, el hielo era desconocido en la Tierra.
Este período debe haber durado mucho tiempo, a juzgar por el número y el espesor de las
capas de hulla.5
Período secundario
28. Con el período de transición desaparecieron la vegetación colosal y los animales que
caracterizaron a esa época, ya sea porque las condiciones atmosféricas no fueron más las mismas o
porque una serie de cataclismos aniquilaron todo lo que tenía vida sobre la Tierra. Es probable que
las dos causas hayan contribuido a ese cambio, ya que, por una parte, el estudio de los terrenos que
señalan el fin de ese período nos informa de grandes desórdenes motivados por los levantamientos y
las erupciones que derramaron sobre el suelo grandes cantidades de lava y, por otra parte, que se
operaron notablemente cambios en los tres reinos.
29. El período secundario se caracteriza, en el aspecto mineralógico, por numerosas e
importantes capas que indican una formación lenta en el seno de las aguas y delimitan diferentes
épocas de caracterización definida.
La vegetación no tiene un ritmo de crecimiento tan rápido y es menos exuberante que en el
período anterior, sin duda como consecuencia de la disminución del calor y la humedad y de las
modificaciones sobrevenidas en los elementos constituyentes de la atmósfera. A las plantas
herbáceas y pulposas se agregaron las de tronco leñoso y los primeros árboles auténticos.
30. Los animales son todavía acuáticos, o a lo más anfibios. La vida animal sobre la Tierra
seca progresa muy poco. Una prodigiosa cantidad de animales con conchas se desarrollaron en el
seno de los mares como consecuencia de la formación de materias calcáreas. Aparecieron nuevos
peces de organización más completa que los del período precedente y surgieron los primeros
4. La turba se formó de la misma manera, es decir, por la descomposición de residuos vegetales, de
terrenos pantanosos, pero con la diferencia que al ser mucho más reciente y sin duda sujeta a condiciones
distintas, no tuvo tiempo de carbonizarse. [N. de A. Kardec.]
5. En la bahía de Fundy (Nueva Escocia), el señor Lyell halló una capa de hulla de cuatrocientos metros
de espesor y sesenta y ocho niveles distintos, representando éstos huellas evidentes de numerosos suelos boscosos,
mientras que los troncos de los árboles estaban provistos aún de sus raíces (L. Figuier).
Otorgándole sólo mil años para la formación de cada uno de esos niveles, correspondería atribuir 68.000
años a esta sola capa de hula. [N. de A. Kardec.]
cetáceos. Los animales más característicos de este período son los reptiles monstruosos, entre los
cuales podemos citar a:
El ictiosauro, especie de pez-lagarto que alcanzaba una longitud de hasta diez metros y
cuyas mandíbulas, prodigiosamente alargadas, estaban provistas de ciento ochenta dientes. Su
forma general guarda un parecido con la del cocodrilo, pero sin la coraza de escamas. Sus ojos
tenías el volumen de la cabeza de un hombre. Poseía aletas como la ballena y lanzaba el agua por
las narices como ésta.
El plesiosauro era otro reptil marino, tan grande como el ictiosauro, Su cuello,
excesivamente largo, se dobla como el del cisne y le daba el aspecto de una enorme serpiente unida
al cuerpo de una tortuga. Tenía cabeza de lagarto y dientes de cocodrilo. Su piel debió ser lisa como
la del ictiosauro, ya que no han hallado restos de escamas ni de caparazón.6
El teleosaurio se parece más a los cocodrilos actuales, que parecen ser sus réplicas en
miniatura. Como éstos, poseía una coraza escamosa y vivía tanto en el agua como sobre la tierra.
Medía aproximadamente diez metros, de los cuales 3 ó 4 correspondían a la cabeza. Sus inmensas
fauces tenían una abertura de 2 m.
El megalosaurio, enorme lagarto, especie de cocodrilo de 14 a 15m. De longitud, era
esencialmente carnívoro y se alimentaba de reptiles, cocodrilos pequeños y tortugas. Su formidable
mandíbula estaba armada con dientes en forma de navaja de dos filos, curvados hacia atrás, de
manera que una vez que se clavaban en la presa, ésta ya no podía liberarse.
El iguanodonte fue el lagarto de mayor tamaño que haya existido sobre la Tierra: medía
desde la cabeza hasta la cola de 20 a 25 m. Su hocico estaba coronado por un cuerno de hueso
parecido al que lleva la iguana de nuestros días, de la cual difiere sólo por la talla, ya que la iguana
mide apenas un metro de largo. La forma de los dientes prueba que era herbívoro, y de los pies, que
era un animal terrestre.
El pterodáctilo era un animal extraño, del tamaño de un cisne. Se asemejaba a la vez al reptil
por el cuerpo, al pájaro por la cabeza y al murciélago por la membrana carnosa que unía sus dedos,
los que tenían una longitud prodigiosa, mientras que la membrana le servía de paracaídas cuando se
precipitaba sobre su presa desde lo alto de un árbol o de una roca. No poseía un pico córneo como
los pájaros, pero los huesos de las mandíbulas, tan largos como la mitad del cuerpo y provistos de
dientes, terminaban en punta como un pico.
31. Durante este período, que debió ser muy extenso, de acuerdo al número e importancia de
las capas geológicas, la vida animal se incrementó grandemente en el seno de las aguas, como
ocurrió con la vegetación en el período precedente. El aire, más depurado y más apto para respirar,
comenzó a permitir a algunos animales la vida terrestre. El mar sufrió numerosos desplazamientos,
mas exentos de sacudidas violetas. Con este período desaparecieron a su vez las razas de animales
acuáticos gigantescos, reemplazadas más tarde por especies análogas, de forma menos
desproporcionadas y de talla más pequeña.
32. El orgullo llevó al hombre a decir que todos los animales fueron creados para subvenir a
sus necesidades y en su honor. Pero, ¡qué pequeño es el número de los que le sirven directamente y
a los que ha podido domesticar, en comparación con el número incalculable de aquellos con los que
no tuvo ni tendrá jamás relación! ¿Cómo sostener tal tesis, en presencia de esas innumerables
especies que poblaron la Tierra durante miles y miles de siglos antes de que el hombre apareciese y
que hoy ya no existen? ¿Se puede decir que fueron creadas para su beneficio? Sin embargo, esas
especies tenían su razón de ser y su utilidad. Dios no pudo crearlas por un capricho de su voluntad y
por el placer de luego aniquilarlas, ya que todas poseían instintos, el sentimiento del dolor y el
bienestar. Entonces ¿qué finalidad pudieron haber tenido? Sin duda una finalidad soberanamente
sabia a la que no estamos en condiciones de comprender aún. Tal vez un día se le permitirá al
6. El primer fósil de este animal se descubrió en Inglaterra en 1823. Posteriormente se hallaron también
en Francia y Alemania. [N. de A. Kardec.]
hombre conocerla para confundir su orgullo. Pero mientras eso esperamos, ¡cómo se amplían
nuestras ideas en presencia de estos horizontes nuevos a los cuales nos está permitido estudiar, así
como ante el espectáculo imponente de la Creación, tan majestuosa en su lenta marcha, tan
admirable en su previsión, tan puntual, tan precisa y tan invariable en sus resultados!
Período terciario
33. Con el período terciario comienza para la Tierra un nuevo orden de cosas: el estado de
su superficie cambia completamente de aspecto, las condiciones de vitalidad se modifican
profundamente y se acercan a las actuales. Los primeros tiempos de este período se caracterizan por
una suspensión en la producción vegetal y animal. El sello de una destrucción casi general alcanza a
la mayoría de los seres vivos, y es entonces que van apareciendo nuevas especies de organización
más perfecta, adaptadas a la naturaleza del medio en que están destinadas a vivir.
34. Durante los períodos precedentes la corteza sólida del globo, debido a su escaso espesor,
oponía una débil resistencia a la acción del fuego interior. Esta envoltura, fácil de romper, permitía
a las materias en fusión expandirse con libertad sobre la superficie del suelo. No fue igual cuando
adquirió un cierto espesor: las materias incandescentes, comprimidas por todos lados, como el agua
en ebullición en un recipiente cerrado, terminaron por explotar. La masa granítica, abierta con
violencia en una multitud de puntos, se vio surcada por grietas como si fuese un jarrón
resquebrajado. A lo largo de estas grietas la corteza sólida, levantada casi verticalmente, formó los
picos, las cadenas de montañas y sus ramificaciones. Ciertas partes de la envoltura, que no se
rompieron, fueron simplemente elevadas, pero en otros sitios se produjeron hundimientos
pronunciados.
La superficie del suelo se volvió muy desigual, y las aguas, que hasta ese momento cubrían
de manera casi uniforme la mayor parte de la extensión, se retiraron a las partes más bajas, dejando
al descubierto vasto continentes o picos de montañas aisladas que formarían las islas.
Tal es el gran fenómeno que tuvo lugar durante el período terciario, el cual transformó el
aspecto del globo. No se produjo de manera instantánea ni simultánea en todos los sitios, sino en
etapas sucesivas y en épocas más o menos alejadas.
35. Una de las primeras consecuencias de estas conmociones fue la inclinación de las capas
de sedimento, primitivamente horizontales, y donde el suelo sufrió sacudidas la posición siguió siendo la
misma. Por tal razón es que sobre los flancos y en la vecindad de las montañas estas inclinaciones
son más pronunciadas.
36. En las regiones donde las capas de sedimento conservaron su horizontalidad, para
alcanzar a las de la primera formación es preciso pasar por todas las restantes, y a menudo se debe
atravesar una profundidad considerable, mas en el fondo se hallará inevitablemente la roca
granítica. Pero cuando estas capas fueron elevadas y formaron montañas sobrepasaron su nivel
normal, a veces hasta una gran altura, de manera que si se hace un corte vertical en el flanco de la
montaña se podrán ver las capas superpuestas y todo su espesor como si se tratase de los cimientos
de un edificio.
Es así que se encuentran bancos importantes de conchillas, primitivamente formadas en el
fondo de los mares, a grandes alturas. Hoy se sabe con total certeza que en ninguna época el mar
pudo alcanzar semejante altura, ya que todas las aguas que existen sobre la Tierra no bastarían, ni
aun cuando el volumen fuese cientos de veces superior. Habría que suponer que la cantidad de agua
disminuyó, pero entonces nos preguntaríamos qué ocurrió con la porción desaparecida. Los
levantamientos, que son hoy una realidad indiscutible, explican de una manera tan lógica como
rigurosa la existencia de depósitos marinos en ciertas montañas.7
37. En los sitios donde el levantamiento de la roca primitiva rompió completamente el suelo,
ya sea por su rapidez, la forma, la altura y/o el volumen de la masa elevada, se ve la roca granítica al
7. Se han hallado capas de conchillas calcáreas en los Andes (América de Sur) a cinco mil metros sobre el nivel
del mar. [N. de A. Kardec.]
desnudo como un diente que atraviesa la encía. Al ser levantados, quebrados y erguidos, los
estratos que la cubrían fueron puestos al descubierto: así es como terrenos pertenecientes a las
formaciones más antiguas, que se hallaban en su posición primitiva a gran profundidad, conforman
hoy el suelo de ciertas regiones.
38. La masa granítica, dislocada por efectos de los levantamientos, se fisuró en algunos
puntos, y por allí se escapa el fuego interior y se esparcen las materias en fusión: tales son los
volcanes. Los volcanes son como chimeneas de ese inmenso horno, o mejor aún, son las válvulas de
seguridad que dejan escapar el exceso de materias ígneas, evitando conmociones mucho más
terribles, razón que nos lleva a que podamos afirmar que el número de volcanes en actividad es una
garantía de seguridad para la totalidad de la superficie terrestre.
Para hacernos una idea de la intensidad de ese fuego, pensemos que hay volcanes en el seno
mismo del mar y que la masa de agua que los recubre y penetra no basta para apagarlos.
39. Los levantamientos operados en la masa sólida desplazaron necesariamente a las aguas
las zonas bajas, pero estas misma hondonadas, elevadas a su vez, ora en un sitio, ora en otro,
expulsaron a esas mismas aguas, las cuales se dirigieron a otros sitios, y así sucesivamente hasta
que se afincaron en un lugar más estable.
Los desplazamientos sucesivos de esta masa líquida socavaron y sacudieron forzosamente la
superficie del suelo. Las aguas, al correr, llevaron consigo parte de los terrenos de formaciones
anteriores puestos al descubierto por los levantamientos, desnudaron ciertas montañas que se
hallaban recubiertas por ellos y dejaron a la vista sus bases de granito o sal, al paso que formaban
profundos valles y otros eran rellenados.
Hay, pues, montañas formadas directamente por la acción del fuego central: se trata
principalmente de las montañas graníticas. Otras se originaron por la acción de las aguas, que, al
arrastrar tierras móviles y materiales solubles, cavaron valles en derredor de una base resistente, ya
sea calcárea o de otro material.
Las materias llevadas por la corriente de las aguas formaron los estratos del período
terciario, que se distingue fácilmente de los precedentes, más por su disposición que por su
composición, que es casi la misma.
Los estratos de los períodos primario, de transición y secundario, formados sobre una
superficie poco accidentada, presentan una uniformidad casi generalizada en toda la Tierra. Los del
período terciario, por el contrario, formados sobre una base muy desigual y por el arrastre de las
aguas, presentan características más locales. Por doquier, al cavar hasta una cierta profundidad se
encuentran todos los estratos anteriores según su orden de formación, mientras que no se halla en
todos los sitios el terreno terciario ni todas las capas que lo conforman.
40. Se concibe que durante las convulsiones que acaecieron al comienzo de este período la
vida orgánica se haya visto interrumpida, lo que se constata por la presencia de terrenos privados de
fósiles. Pero, una vez restablecida la calma los vegetales y los animales reaparecieron. Al cambiar
las condiciones de vitalidad y al depurarse un tanto más la atmósfera, se crearon nuevas especies de
organización más perfecta. Las plantas, según su conformación, diferían poco de las actuales.
41. Durante los dos períodos precedentes, los terrenos no cubiertos por las aguas eran poco
extensos y aun eran pantanosos y acuáticos o anfibios. El período terciario, que vio formarse vastos
continentes, se caracteriza por la aparición de los animales terrestres.
De igual modo que el período de transición vio nacer una vegetación colosal y el período
secundario reptiles monstruosos, el terciario presenció el nacimiento de los mamíferos gigantescos:
el elefante, el rinoceronte, el hipopótamo, el paleoterio, el megaterio, el dinoterio, el mastodonte y
el mamut. Estos dos últimos, variedades de elefante, tenían una altura de 5 a 6 m. y sus defensas
alcanzaban hasta 4 m. de longitud. Este período vio nacer también a los pájaros, así como a la
mayoría de las especies que viven aún en nuestros días. Algunas de las especies de esa época
sobrevivieron a los cataclismos posteriores, pero otras, designadas genéticamente como animales
antediluvianos, se extinguieron totalmente o bien fueron reemplazadas por especies análogas de
formas menos pesadas y macizas, de las que los primeros especímenes fueron meros bosquejos,
tales como el felis speloea, animal carnicero del tamaño del toro, que poseía las características
anatómicas del tigre y del león, y el cervus megaceron, variedad del ciervo, cuyos cuernos, de 3 m.
de longitud, estaban separados en sus extremidades por una distancia de 3 a 4 m.
Período diluviano
42. Este período está marcado por uno de los mayores cataclismos que hayan conmovido el
globo, cambiando una vez más el aspecto de su superficie y destruyendo una infinidad de especies
vivas de las que sólo quedan hoy restos. Por doquier, dejó rastros de su paso, y estas huellas dan
testimonio de su generalidad. Las aguas, removidas con violencia de sus lechos, invadieron los
continentes arrastrando consigo tierras y peñascos, desnudando montañas y arrastrando de cuajo
bosques seculares. Los nuevos depósitos que formaron reciben el nombre geológico de terrenos
diluvianos.
43. Entre las huellas más significativas de este gran desastre se encuentran las rocas
llamadas bloques erráticos. Se denominan así a los peñascos de granito que se encuentran aislados
en las planicies reposando sobre terrenos terciarios y en medio de terrenos diluvianos, a veces a
muchos cientos de leguas de las montañas de donde fueron arrancados. Es evidente que sólo
pudieron ser transportados a tal distancia por la violencia de las corrientes.8
44. Otro hecho, igualmente característico, cuya causa aún no se supo explicar, es la
existencia en los terrenos diluvianos de los primeros aerolitos, pues recién en esta época
comenzaron a caer, lo que hace suponer que la causa que los produce no existía anteriormente.
45. Es también en esta época cuando comenzaron a cubrirse de hielo los polos y formarse
glaciares en las montañas, lo que indica un cambio notable en la temperatura del planeta. Este
cambio debe haber sido súbito, ya que, si se hubiese operado gradualmente, animales como el
elefante, que viven hoy sólo en zonas cálidas y que encontramos en elevado número en estado fósil
en las tierras polares, hubieran tenido el tiempo suficiente de retirarse, poco a poco, hacia las
regiones de temperatura más benigna. Todo indica, por el contrario, que fueron atrapados
bruscamente por una ola de frío y cubiertos por los hielos.9
46. He ahí el verdadero diluvio universal. Las opiniones sobre las causas que pudieron
producirlo están repartidas, mas, sean las que fueren, el hecho es una realidad.
Generalmente se cree que ocurrió un cambio brusco en la posición del eje y de los polos e la
Tierra: entonces se produjo una proyección general de las aguas sobre la superficie. Si este cambio
se hubiera operado con lentitud, las aguas se hubiesen desplazado gradualmente, sin sacudidas,
mientras que todos los indicios llevan la idea de una conmoción violenta y súbita. Como ignoramos
la causa verdadera, sólo podemos emitir hipótesis.
El desplazamiento repentino de las aguas pudo haber sido ocasionado, tal vez, por el
levantamiento de ciertas partes de la corteza sólida y la formación de nuevas montañas en el seno de
los mares, como sucedió en los comienzos del período terciario. Pero, además de que el cataclismo
no hubiese sido general, no explicaría tampoco el cambio súbito de temperatura en los polos.
47. Durante el cataclismo causado por la agitación de las aguas murieron muchos animales.
Otros, para escapar a la inundación, se retiraron hacia las alturas escondiéndose en cavernas y grietas, donde perecieron en masa debido al hambre, al exterminio mutuo o, quizás, a la irrupción
de las aguas en los sitios donde se hallaban refugiados y de donde no pudieron huir. Así se explica
la enorme cantidad de huesos de animales diversos, carniceros y de otros tipos, que se descubrieron
entremezclados en ciertas cavernas, llamadas por ese motivo brechas o cavernas de huesos. Se los
encuentra más comúnmente bajo las estalagmitas. En algunas cavernas, los huesos dan la impresión
de haber sido arrastrados por la corriente de las aguas.10
Período posdiluviano o actual. Aparición del hombre
48. Una vez restablecido el equilibrio sobre la superficie del globo, la vida animal y vegetal
retomó rápidamente su curso. El suelo, consolidado, poseía bases más estables. El aire, más
depurado, resultaba apto para órganos más delicados. El Sol brillaba en todo su esplendor a través
de la atmósfera límpida y derramaba, junto con su luz, un calor menos sofocante y más vivificante
que aquel otro del fuego interior. La Tierra se pobló de animales menos salvajes y más sociables.
Los vegetales, más suculentos, ofrecían un alimento menos grosero. Todo estaba preparado para el
nuevo huésped que habitaría la Tierra. Es entonces cuando apareció el hombre, último ser de la
Creación, aquel cuya inteligencia contribuiría desde ese instante al progreso general y a su propio
progreso.
49. ¿La existencia del hombre sobre la Tierra se remonta al período previo al diluvio o es
posterior a éste? Tal problema se discute mucho en nuestros días, pero la solución, sea cual fuere,
no haría variar en nada al conjunto de hechos establecidos y la aparición de la especie humana
seguiría siendo anterior a la fecha asignada en el Génesis bíblico.
Lo que llevó a pensar que la aparición del hombre era posterior al diluvio fue la ausencia de
huellas de su existencia en el período anterior. Los huesos descubiertos en diversos sitios, y que
hicieron pensar en una pretendida raza de gigantes antediluvianos, fueron más tarde reconocidos
como huesos de elefantes.
No hay dudas sobre la ausencia del hombre durante los períodos primario, de transición y
secundario, no sólo porque no se han hallado huellas, sino también porque las condiciones de vida
para él no eran aún propicias. Si apareció durante el período terciario, fue hacia el final, y, por tanto,
debía haberse multiplicado poco.
Con respecto a los demás, al ser corto el período diluviano, no trajo cambios notables en las
condiciones atmosféricas. Los animales y vegetales fueron los mismos de antes y después del
diluvio. Por lo tanto, no es imposible que la aparición del hombre haya precedido a tal cataclismo.
La presencia del simio en esa época es un hecho constatado y recientes descubrimientos parecen
confirmar la existencia del hombre.11
Sea que el hombre apareció antes o después del gran diluvio universal, lo cierto es que su
papel hominal sólo comenzó a dibujarse durante el período posdiluviano, el cual se caracteriza por
su presencia.
CAPÍTULO VIII - Teorías sobre la formación de la Tierra
Teoría de la proyección
1. Entre todas las teorías que hacen referencia al origen de la Tierra, la que tuvo más adeptos en los últimos tiempos fue la de Buffon, tal vez por la posición de su autor en el mundo científico, o quizá porque no se sabía más en esa época.
Buffon observó que todos los planetas se movían en la misma dirección, es decir, de Occidente a Oriente y en el mismo plano, y que recorrían órbitas cuya inclinación no excedía los 7,5º, deduciendo, de esa uniformidad, que debieron haber sido puestos en movimiento por la misma causa.
Según Buffon, el Sol era la masa incandescente en fusión y supuso que un cometa lo había embestido en forma oblicua, chocando con su superficie y logrando separar una porción de él que, proyectada hacia el espacio por la violencia del impacto, se dividió en numerosos fragmentos. Estos fragmentos formaron los planetas, los cuales continuaron moviéndose circularmente debido a la combinación de las fuerzas centrípeta y centrífuga, en el sentido impreso por la dirección del choque primitivo, es decir, en el plano de la eclíptica.
Los planetas serían partes de la sustancia incandescente que forma al Sol y, como consecuencia, habrían sido también incandescentes ellos mismos en su origen. Tardaron en enfriarse y consolidarse un tiempo proporcional a sus respectivos volúmenes, y cuando la temperatura lo permitió, se originó la vida sobre sus superficies.
Como consecuencia de la disminución gradual del calor central, llegaría el día en que la Tierra se hallaría en completo estado de enfriamiento. La masa líquida, totalmente congelada, y el aire, cada vez más condensado, terminarían por desaparecer. El descenso de la temperatura haría imposible la vida. Primero se produciría una disminución, y luego, la desaparición de todos los seres organizados. El enfriamiento, iniciado en los polos, ganaría sucesivamente todas las comarcas hasta llegar al ecuador.
Según Buffon, tal es el estado actual de la Luna, la cual, de menor tamaño que la Tierra, sería hoy un mundo extinguido, en donde la vida está excluida. El mismo Sol correría igual suerte algún día. Siguiendo su cálculo, la Tierra habría tardado 74.000 años aproximadamente en llegar a su temperatura actual, y en 93.000 años más se produciría en ella el fin de la existencia de la Naturaleza organizada.
Buffon observó que todos los planetas se movían en la misma dirección, es decir, de Occidente a Oriente y en el mismo plano, y que recorrían órbitas cuya inclinación no excedía los 7,5º, deduciendo, de esa uniformidad, que debieron haber sido puestos en movimiento por la misma causa.
Según Buffon, el Sol era la masa incandescente en fusión y supuso que un cometa lo había embestido en forma oblicua, chocando con su superficie y logrando separar una porción de él que, proyectada hacia el espacio por la violencia del impacto, se dividió en numerosos fragmentos. Estos fragmentos formaron los planetas, los cuales continuaron moviéndose circularmente debido a la combinación de las fuerzas centrípeta y centrífuga, en el sentido impreso por la dirección del choque primitivo, es decir, en el plano de la eclíptica.
Los planetas serían partes de la sustancia incandescente que forma al Sol y, como consecuencia, habrían sido también incandescentes ellos mismos en su origen. Tardaron en enfriarse y consolidarse un tiempo proporcional a sus respectivos volúmenes, y cuando la temperatura lo permitió, se originó la vida sobre sus superficies.
Como consecuencia de la disminución gradual del calor central, llegaría el día en que la Tierra se hallaría en completo estado de enfriamiento. La masa líquida, totalmente congelada, y el aire, cada vez más condensado, terminarían por desaparecer. El descenso de la temperatura haría imposible la vida. Primero se produciría una disminución, y luego, la desaparición de todos los seres organizados. El enfriamiento, iniciado en los polos, ganaría sucesivamente todas las comarcas hasta llegar al ecuador.
Según Buffon, tal es el estado actual de la Luna, la cual, de menor tamaño que la Tierra, sería hoy un mundo extinguido, en donde la vida está excluida. El mismo Sol correría igual suerte algún día. Siguiendo su cálculo, la Tierra habría tardado 74.000 años aproximadamente en llegar a su temperatura actual, y en 93.000 años más se produciría en ella el fin de la existencia de la Naturaleza organizada.
2. La teoría de Buffon, rebatida por los nuevos descubrimientos de la ciencia, se desechó en razón de los motivos siguientes:
1) Durante mucho tiempo se creyó que los cometas fuesen cuerpos sólidos y que su encuentro con un planeta podía conducirlo a éste a la destrucción. De acuerdo con esta hipótesis, la suposición de Buffon no tenía nada de improbable. Pero hoy se sabe que están formados por materia gaseosa condensada, mas lo bastante difusa como para que se puedan percibir estrellas de tamaño mediano a través de su zona central. En ese estado, ofrecen menos resistencia que el Sol, razón por la cual un choque violento capaz de proyectar a lo lejos una parte de su masa es algo imposible.
2) La naturaleza incandescente del Sol constituye otra hipótesis no confirmada hasta el presente, incluso las observaciones parecen desmentirla. Aunque aún no se conozca enteramente su naturaleza, la bondad de los medios de observación disponibles en la actualidad permiten estudiarla mejor. La ciencia de hoy considera que el Sol es un globo compuesto por materia sólida, rodeado de una atmósfera luminosa o fotosfera que no se halla en contacto con su superficie.*
3) En la época de Buffon sólo se tenía noticia de los seis planetas conocidos por los antiguos: Mercurio, Venus, la Tierra, Marte, Júpiter y Saturno. Posteriormente se descubrió un gran número de los mismos, entre los cuales, principalmente tres, Juno, Ceres y Palas, poseen órbitas con inclinación de 13, 10 y 34 grados respectivamente, lo que no concuerda con la hipótesis de un movimiento de proyección único.
4) Los cálculos de Buffon sobre el enfriamiento son reconocidos completamente inexactos, desde que Fourier descubrió la ley de decrecimiento de calor. La Tierra no necesitó 74 mil años para llegar a su temperatura actual, sino millones de años.
5) Buffon sólo tuvo en cuenta el calor central del planeta, sin considerar al provocado por los rayos solares. Ahora bien, se sabe hoy, gracias a hallazgos científicos de rigurosa precisión basados en la experiencia, que en razón del espesor de la corteza terrestre el calor interno del globo es, desde hace mucho, un componente insignificante en la temperatura registrada en la superficie exterior. Las variaciones que sufre la atmósfera son periódicas y se deben a la acción preponderante del calor solar (cap. VII, n.º 25). El efecto de esta causa es permanente, mientras que el del calor central es casi o totalmente nulo. La disminución del mismo no produce modificaciones sensibles en la superficie terrestre. Para que la Tierra sea inhabitable, a causa del enfriamiento general, sería menester que el Sol se extinguiese. **
____________________________________________
* Se encontrará una disertación completa acerca de la naturaleza del Sol y de los cometas, de acuerdo a los últimos descubrimientos de la ciencia, en la obra de Camille Flammarion. Etudes et lectures sur l ́Astronomie (Estudios y conferencias sobre Astronomía). [N. de A. Kardec.]
** Para ampliar el tema y al respecto de la ley de decrecimiento del calor, consultar: Lettres sur les révolutions du globe, por el doctor Bertrand, antiguos alumno de la Escuela Politécnica. Esta obra, científica actual y escrita con sencillez y sin espíritu sectario, ofrece un estudio geológico de gran interés. [N. de A. Kardec.]
1) Durante mucho tiempo se creyó que los cometas fuesen cuerpos sólidos y que su encuentro con un planeta podía conducirlo a éste a la destrucción. De acuerdo con esta hipótesis, la suposición de Buffon no tenía nada de improbable. Pero hoy se sabe que están formados por materia gaseosa condensada, mas lo bastante difusa como para que se puedan percibir estrellas de tamaño mediano a través de su zona central. En ese estado, ofrecen menos resistencia que el Sol, razón por la cual un choque violento capaz de proyectar a lo lejos una parte de su masa es algo imposible.
2) La naturaleza incandescente del Sol constituye otra hipótesis no confirmada hasta el presente, incluso las observaciones parecen desmentirla. Aunque aún no se conozca enteramente su naturaleza, la bondad de los medios de observación disponibles en la actualidad permiten estudiarla mejor. La ciencia de hoy considera que el Sol es un globo compuesto por materia sólida, rodeado de una atmósfera luminosa o fotosfera que no se halla en contacto con su superficie.*
3) En la época de Buffon sólo se tenía noticia de los seis planetas conocidos por los antiguos: Mercurio, Venus, la Tierra, Marte, Júpiter y Saturno. Posteriormente se descubrió un gran número de los mismos, entre los cuales, principalmente tres, Juno, Ceres y Palas, poseen órbitas con inclinación de 13, 10 y 34 grados respectivamente, lo que no concuerda con la hipótesis de un movimiento de proyección único.
4) Los cálculos de Buffon sobre el enfriamiento son reconocidos completamente inexactos, desde que Fourier descubrió la ley de decrecimiento de calor. La Tierra no necesitó 74 mil años para llegar a su temperatura actual, sino millones de años.
5) Buffon sólo tuvo en cuenta el calor central del planeta, sin considerar al provocado por los rayos solares. Ahora bien, se sabe hoy, gracias a hallazgos científicos de rigurosa precisión basados en la experiencia, que en razón del espesor de la corteza terrestre el calor interno del globo es, desde hace mucho, un componente insignificante en la temperatura registrada en la superficie exterior. Las variaciones que sufre la atmósfera son periódicas y se deben a la acción preponderante del calor solar (cap. VII, n.º 25). El efecto de esta causa es permanente, mientras que el del calor central es casi o totalmente nulo. La disminución del mismo no produce modificaciones sensibles en la superficie terrestre. Para que la Tierra sea inhabitable, a causa del enfriamiento general, sería menester que el Sol se extinguiese. **
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* Se encontrará una disertación completa acerca de la naturaleza del Sol y de los cometas, de acuerdo a los últimos descubrimientos de la ciencia, en la obra de Camille Flammarion. Etudes et lectures sur l ́Astronomie (Estudios y conferencias sobre Astronomía). [N. de A. Kardec.]
** Para ampliar el tema y al respecto de la ley de decrecimiento del calor, consultar: Lettres sur les révolutions du globe, por el doctor Bertrand, antiguos alumno de la Escuela Politécnica. Esta obra, científica actual y escrita con sencillez y sin espíritu sectario, ofrece un estudio geológico de gran interés. [N. de A. Kardec.]
Teoria de la condensacion
3. La teoría que concibe la formación de la Tierra por condensación de materia cósmica es la que prevalece hoy en la ciencia, debido a que es la mejor corroborada por la observación, la que resuelve un número mayor de dificultades y la que se apoya, en mayor medida que las restantes, en el gran principio de unidad universal. Es la teoría descrita en el cap. VI “Uranografía general.”
Ambas teorías llegan al mismo resultado: el estado primitivo de incandescencia del globo, la formación de una corteza sólida por enfriamiento, la existencia del fuego central y la aparición de la vida orgánica desde el momento en que la temperatura lo permitió. Difieren, sin embargo, en los puntos esenciales, y es probable que si Buffon hubiese vivido en nuestros días sus ideas no hubiesen sido otras.
La Geología estudia a la Tierra en sus aspectos factibles de observación directa. Como su estado anterior escapa a la experimentación, sólo puede conjeturarse al respecto. Ahora bien, entre dos hipótesis, el buen sentido nos dice que se debe elegir aquella que la lógica no rechace y que concuerde con los hechos observados.
Teoría de la incrustación
4. Mencionamos esta teoría a título exclusivamente informativo, ya que no se apoya en hechos científicos, pero ha tenido una cierta repercusión últimamente, seduciendo a algunas personas. Se halla resumida en la siguiente carta:
“Dios, según la biblia, creó al mundo en seis días, cuatro mil años antes de la era cristiana. Pero los geólogos lo ponen en duda, en razón de que los fósiles y los millares de caracteres, indudablemente vetustos, hacen remontar el origen de la Tierra a millones de años. Mas, sin embargo, ambas, las Escrituras y la Geología han dicho la verdad, y será un sencillo campesino * quien las pondrá de acuerdo, enseñándonos que nuestra Tierra es un planeta incrustativo muy moderno, pero compuesto por materiales sumamente antiguos.
“Después de la eliminación del planeta desconocido, llegado a la madurez o en armonía con aquel que ocupaba el sitio que hoy es nuestro, el alma de la Tierra recibió la orden de reunir a sus satélites para formar nuestro globo actual, según las leyes del progreso en todo y para todo. Sólo cuatro de esos astros aceptaron la asociación propuesta. Únicamente la Luna persistió en su autonomía, ya que los globos poseen también su libre albedrío. Para proceder a esta fusión, el alma de la Tierra lanzó un rayo magnético de atracción a sus satélites, y este rayo produjo un trance hipnótico en todos los seres del orden vegetal, animal y humano, los que fueron entregados a la comunidad. La operación tuvo por únicos testigos al alma de la Tierra y a los grandes mensajeros celestes que la ayudaron en tan magna tarea, abriendo los globos para unificar sus entrañas. Una vez realizada la soldadura, las aguas corrieron por los espacio vacíos dejados por la ausencia de la Luna. Las atmósferas se confundieron y el despertar o resurrección de los gérmenes cataleptizados comenzó: el hombre fue el último en salir de su estado hipnótico, y al despertar se vio rodeado por la lujuriosa vegetación del paraíso terrenal y por animales que pastaban en paz a su lado. La operación íntegra se llevó a cabo en seis días, gracias a la energía de los obreros, a quienes Dios había encomendado la tarea. El planeta Asia aportó la raza amarilla, la de civilización más antigua; el África, la raza negra; el Europa, la raza blanca, y el América, la raza roja. La Luna nos hubiese aportado tal vez la raza verde o la azul.
“Así, ciertos animales, de los que sólo se encuentran restos, no habrían vivido nunca en nuestra Tierra actual, sino que habrían sido traídos de otros mundos desmembrados debido a la vejez. Los fósiles encontrados en climas inadecuados para su existencia habrían habitado en sitios muy diferentes, en los globos donde nacieron. Tales restos se encuentran en nuestros polos, mientras que vivían en el ecuador de sus globos.”
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* El señor Michael, de Figagnères (Var), autor del libro Clef de la vie. [N. de A. Kardec.]
“Dios, según la biblia, creó al mundo en seis días, cuatro mil años antes de la era cristiana. Pero los geólogos lo ponen en duda, en razón de que los fósiles y los millares de caracteres, indudablemente vetustos, hacen remontar el origen de la Tierra a millones de años. Mas, sin embargo, ambas, las Escrituras y la Geología han dicho la verdad, y será un sencillo campesino * quien las pondrá de acuerdo, enseñándonos que nuestra Tierra es un planeta incrustativo muy moderno, pero compuesto por materiales sumamente antiguos.
“Después de la eliminación del planeta desconocido, llegado a la madurez o en armonía con aquel que ocupaba el sitio que hoy es nuestro, el alma de la Tierra recibió la orden de reunir a sus satélites para formar nuestro globo actual, según las leyes del progreso en todo y para todo. Sólo cuatro de esos astros aceptaron la asociación propuesta. Únicamente la Luna persistió en su autonomía, ya que los globos poseen también su libre albedrío. Para proceder a esta fusión, el alma de la Tierra lanzó un rayo magnético de atracción a sus satélites, y este rayo produjo un trance hipnótico en todos los seres del orden vegetal, animal y humano, los que fueron entregados a la comunidad. La operación tuvo por únicos testigos al alma de la Tierra y a los grandes mensajeros celestes que la ayudaron en tan magna tarea, abriendo los globos para unificar sus entrañas. Una vez realizada la soldadura, las aguas corrieron por los espacio vacíos dejados por la ausencia de la Luna. Las atmósferas se confundieron y el despertar o resurrección de los gérmenes cataleptizados comenzó: el hombre fue el último en salir de su estado hipnótico, y al despertar se vio rodeado por la lujuriosa vegetación del paraíso terrenal y por animales que pastaban en paz a su lado. La operación íntegra se llevó a cabo en seis días, gracias a la energía de los obreros, a quienes Dios había encomendado la tarea. El planeta Asia aportó la raza amarilla, la de civilización más antigua; el África, la raza negra; el Europa, la raza blanca, y el América, la raza roja. La Luna nos hubiese aportado tal vez la raza verde o la azul.
“Así, ciertos animales, de los que sólo se encuentran restos, no habrían vivido nunca en nuestra Tierra actual, sino que habrían sido traídos de otros mundos desmembrados debido a la vejez. Los fósiles encontrados en climas inadecuados para su existencia habrían habitado en sitios muy diferentes, en los globos donde nacieron. Tales restos se encuentran en nuestros polos, mientras que vivían en el ecuador de sus globos.”
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* El señor Michael, de Figagnères (Var), autor del libro Clef de la vie. [N. de A. Kardec.]
5. Los datos más positivos de la ciencia experimental se oponen a esta teoría. Además, deja sin resolver el problema del origen, aun cuando pretenda solucionarlo. Explica cómo se habría formado la Tierra, pero calla sobre la formación de los cuatro mundos reunidos para construirla. Si las cosas hubiesen sucedido así, ¿por qué, entonces, no se encuentran en ningún sitio rastros de esas inmensas soldaduras que llegarían hasta las entrañas de la Tierra? Al traer cada mundo consigo sus materiales propios, Asia, África, Europa y América deberían poseer una geología particular diferente, mas no es así. Por el contrario, el núcleo granítico uniforme de composición homogénea se distingue en todo el globo sin solución de continuidad. Además, las capas geológicas son de igual formación e idénticas en su constitución y superpuestas por doquier en igual orden, eslabonándose sin interrupción de un extremo al otro de los mares, de Europa a Asia, África, América y recíprocamente. Estas capas, testigos de las transformaciones del globo, dan fe de que se llevaron a cabo sobre toda su superficie y no sobre una parte. Señalan también los períodos de aparición, existencia y desaparición de las mismas especie animales y vegetales en las diferentes partes del mundo. La fauna y la flora de estos períodos lejanos se desarrollaron por doquier en forma simultánea bajo la influencia de una temperatura uniforme, cambiando en todas partes de carácter a medida que la temperatura se iba modificando. Tal estado de cosas es inconciliable con la formación de la Tierra mediante la agregación de mundos diferentes.
Nos hacemos otra pregunta: ¿Qué hubiese sido del mar, que ocupa el vacío dejado por la Luna, si ésta no hubiera puesto mala voluntad en reunirse con sus hermanos, y qué sería de la Tierra actual si un día se le ocurriese a la Luna tomar su lugar y desalojar al mar?
Nos hacemos otra pregunta: ¿Qué hubiese sido del mar, que ocupa el vacío dejado por la Luna, si ésta no hubiera puesto mala voluntad en reunirse con sus hermanos, y qué sería de la Tierra actual si un día se le ocurriese a la Luna tomar su lugar y desalojar al mar?
6. Este sistema sedujo a algunos porque parecía explicar la presencia y localización de las diferentes razas que habitan la Tierra. Pero, si esas razas pudieron desarrollarse en mundos distintos, 3. El señor Michael, de Figagnères (Var), autor del libro Clef de la vie. [N. de A. Kardec.] ¿por qué no podrían hacerlo en diversos puntos de un mismo globo? Es querer resolver una dificultad mediante otra mayor. En efecto, por más rapidez y destreza que se haya puesto en la operación, esta agregación no pudo realizarse sin acudir a medios violentos, y cuando más rápida y violenta se haya llevado a cabo esa operación, más desastrosos habrían sido los cataclismo, siendo poco factible, además, que seres simplemente durmiendo un sueño cataléptico hayan podido resistirlos para despertarse tranquilamente. Si era sólo gérmenes, ¿qué eran en realidad? ¿Cómo es posible que seres totalmente formados hayan sido reducidos al estado de gérmenes? Además, restaría por resolver el enigma de cómo tales gérmenes volvieron a desarrollarse. Nos encontraríamos otra vez frente a la creación de la Tierra mediante la vía del milagro, pero gracias a un procedimiento menos poético y grandioso que el del Génesis bíblico, mientras que las leyes naturales explican su formación de una manera mucho más completa y sobre todo más racional, deducida mediante la observación. *
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Cuando un sistema semejante se liga a toda una cosmogonía, nos preguntamos sobre qué base
racional podrá reposar el resto. La concordancia que este sistema pretende establecer entre el Génesis bíblico y
la ciencia es totalmente ilusoria, ya que la ciencia misma lo contradice. El autor de la carta transcrita, hombre de
grandes conocimientos, seducido durante algún tiempo por esta teoría encontró muy pronto sus puntos
vulnerables y no tardó en combatirla, usando en su contra la misma ciencia. [N. de A. Kardec.]
El alma de la Tierra
7. El alma de la Tierra juega un papel preponderante en la teoría de la incrustación. Veamos si esta se encuentra mejor fundamentada.
El desarrollo orgánico siempre guarda relación con el desenvolvimiento del principio intelectual. El organismo se perfecciona en la medida que las facultades del alma se desarrollan. La escala orgánica sigue constantemente y en todos los seres la progresión de la inteligencia, desde el pólipo hasta el hombre. Y no podría ser de otra manera, ya que el alma necesita un instrumento que se adapte a la importancia de las funciones a cumplir. ¿De qué serviría a la ostra la inteligencia del simio sin los órganos necesarios para su manifestación? Si la Tierra fuese un ser animado, sirviendo de cuerpo a un alma especial, en razón de su constitución misma, su alma debería se aún más rudimentaria que la del pólipo, ya que la Tierra no posee siquiera la vitalidad de la planta, mientras que de acuerdo con el papel que se le atribuye a esta alma, se concibe a un ser dotado de razón y de libre arbitrio más completo, en una palabra, un espíritu superior, lo que no es racional, ya que jamás espíritu alguno estuvo más mal dotado y más encarcelado. La concepción del alma de la Tierra, tomada bajo este aspecto, debe incluirse entre las teorías sistemáticas y quiméricas.
Más racionalmente podemos considerar como alma de la Tierra a la colectividad de espíritus encargados de la elaboración y dirección de sus elementos constitutivos, lo que supone ya un cierto grado de desarrollo intelectual. O, mejor aún: al espíritu encargado de la elevada tarea de dirigir los destinos morales y el progreso de sus habitantes, misión que sólo podrá desempeñar un ser eminentemente superior en conocimientos y sabiduría. En este caso, este espíritu no es, hablando con propiedad, el alma de la Tierra, ya que no se encuentra encarnado ni subordinado a su estado material, es el jefe encargado de su dirección como un general se encarga de su ejército.
Un espíritu con una misión tan importante, como es la de gobernar a un mundo, no puede tener caprichos, o bien Dios sería muy poco previsor, confiando la ejecución de sus leyes a seres capaces de contravenirlas por mala voluntad. Ahora bien, según la doctrina de la incrustación, sería la mala voluntad del alma lunar la causante de que la Tierra se encuentre incompleta. Sin duda, hay ideas que se contradicen solas (Revista Espírita de septiembre de 1868: “El alma de la Tierra”)
El desarrollo orgánico siempre guarda relación con el desenvolvimiento del principio intelectual. El organismo se perfecciona en la medida que las facultades del alma se desarrollan. La escala orgánica sigue constantemente y en todos los seres la progresión de la inteligencia, desde el pólipo hasta el hombre. Y no podría ser de otra manera, ya que el alma necesita un instrumento que se adapte a la importancia de las funciones a cumplir. ¿De qué serviría a la ostra la inteligencia del simio sin los órganos necesarios para su manifestación? Si la Tierra fuese un ser animado, sirviendo de cuerpo a un alma especial, en razón de su constitución misma, su alma debería se aún más rudimentaria que la del pólipo, ya que la Tierra no posee siquiera la vitalidad de la planta, mientras que de acuerdo con el papel que se le atribuye a esta alma, se concibe a un ser dotado de razón y de libre arbitrio más completo, en una palabra, un espíritu superior, lo que no es racional, ya que jamás espíritu alguno estuvo más mal dotado y más encarcelado. La concepción del alma de la Tierra, tomada bajo este aspecto, debe incluirse entre las teorías sistemáticas y quiméricas.
Más racionalmente podemos considerar como alma de la Tierra a la colectividad de espíritus encargados de la elaboración y dirección de sus elementos constitutivos, lo que supone ya un cierto grado de desarrollo intelectual. O, mejor aún: al espíritu encargado de la elevada tarea de dirigir los destinos morales y el progreso de sus habitantes, misión que sólo podrá desempeñar un ser eminentemente superior en conocimientos y sabiduría. En este caso, este espíritu no es, hablando con propiedad, el alma de la Tierra, ya que no se encuentra encarnado ni subordinado a su estado material, es el jefe encargado de su dirección como un general se encarga de su ejército.
Un espíritu con una misión tan importante, como es la de gobernar a un mundo, no puede tener caprichos, o bien Dios sería muy poco previsor, confiando la ejecución de sus leyes a seres capaces de contravenirlas por mala voluntad. Ahora bien, según la doctrina de la incrustación, sería la mala voluntad del alma lunar la causante de que la Tierra se encuentre incompleta. Sin duda, hay ideas que se contradicen solas (Revista Espírita de septiembre de 1868: “El alma de la Tierra”)
CAPÍTULO IX - Revoluciones del Globo
Revoluciones generales o parciales
1. Los períodos geológicos marcan las fases del aspecto general del globo, como consecuencia de sus transformaciones. Pero, con excepción del período diluviano, que lleva impreso los caracteres de un cambio súbito, todos los restantes se cumplieron con lentitud y sin transiciones bruscas. Durante todo el tiempo que los elementos constitutivos del globo tardaron en encontrar su lugar definitivo, los cambios deben haber sido generales. Una vez consolidada la base, sólo debieron producirse modificaciones parciales en la superficie.
2. Además de las revoluciones generales, la Tierra pasó por un gran número de perturbaciones locales que cambiaron el aspecto de determinadas regiones. Como en las otras oportunidades, dos causas contribuyeron a ello: el fuego y el agua.
El fuego: ya fuese por las erupciones volcánicas que sepultaron bajo espesas capas de cenizas y lava los terrenos circundantes, haciendo desaparecer ciudades junto con sus habitantes. Así como por temblores de tierra o por levantamientos de la corteza sólida, expulsando las aguas hacia comarcas más bajas. Ya por el hundimiento de esta misma corteza en ciertos lugares, en una extensión más o menos vasta, donde las aguas se precipitaron dejando otros terrenos al descubierto. Así es como del seno del océano surgieron islas, mientras que otras desaparecieron; como porciones de continentes se separaron y formaron islas y como los brazos de mar puestos a seco unieron islas a los continentes.
El agua: ya fuese por irrupción o retiro del mar en ciertas costas, o bien por la formación de represas que, al detener el curso de las aguas, formaron lagos. Así como por los desbordamientos y las inundaciones o por los cúmulos terreros formados en la desembocadura de los ríos. Estos cúmulos, al expulsar al mar, crearon nuevas regiones: tal es el origen del delta del Nilo, o Bajo Egipto, y del delta del Ródano, o de la Camarga.
El fuego: ya fuese por las erupciones volcánicas que sepultaron bajo espesas capas de cenizas y lava los terrenos circundantes, haciendo desaparecer ciudades junto con sus habitantes. Así como por temblores de tierra o por levantamientos de la corteza sólida, expulsando las aguas hacia comarcas más bajas. Ya por el hundimiento de esta misma corteza en ciertos lugares, en una extensión más o menos vasta, donde las aguas se precipitaron dejando otros terrenos al descubierto. Así es como del seno del océano surgieron islas, mientras que otras desaparecieron; como porciones de continentes se separaron y formaron islas y como los brazos de mar puestos a seco unieron islas a los continentes.
El agua: ya fuese por irrupción o retiro del mar en ciertas costas, o bien por la formación de represas que, al detener el curso de las aguas, formaron lagos. Así como por los desbordamientos y las inundaciones o por los cúmulos terreros formados en la desembocadura de los ríos. Estos cúmulos, al expulsar al mar, crearon nuevas regiones: tal es el origen del delta del Nilo, o Bajo Egipto, y del delta del Ródano, o de la Camarga.
Edad de las montañas
3. Inspeccionando los terrenos desgarrados por el levantamiento de las montañas y las capas que forman su contrafuerte, se puede determinar su edad geológica. No se entiende por edad geológica de las montañas el número de años de su existencia, sino el período en que fueron formadas y, como consecuencia, su ancianidad relativa. Sería un error creer que su ancianidad depende de su elevación o de su naturaleza exclusivamente granítica, ya que la masa de granito, al elevarse, pudo haber perforado y separado las capas superpuestas.
Así es que mediante la observación se ha constatado que las montañas de los Vosgos, de Bretaña y de la Costa de Oro francesa, que no son muy elevadas, pertenecen a las formaciones más antiguas: datan del período de transición y son anteriores a los depósitos de hulla. El Jura se formó hacia la mitad del período secundario, siendo contemporáneo de los reptiles gigantescos. Los Pirineos se formaron más tarde, al despuntar el período terciario. El monte Blanco y el grupo de los Alpes occidentales son posteriores a los Pirineos, pues datan de la mitad del período terciario. Los Alpes orientales, que comprenden las montañas del Tirol, son más recientes aún, ya que se formaron hacia el fin del período terciario. Algunas montañas de Asia son aún posteriores al período diluviano o contemporáneas de éste.
Estos levantamientos debieron ocasionar grandes perturbaciones locales e inundaciones de mayor o menor consideración a raíz del desplazamiento de las aguas, la interrupción y el cambio del curso de los ríos.*
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* El siglo pasado ofrece un notable ejemplo de un fenómeno de este tipo. A seis días de marcha de la ciudad de México existía, en el año 1750, una fértil comarca bien cultivada, donde crecía en abundancia arroz, maíz y bananas. En el mes de junio espantosos temblores de tierra agitaron el suelo, y esos temblores se renovaron sin cesar durante dos meses enteros. En la noche del 28 al 29 de septiembre, la tierra sufrió una violenta convulsión. Un terreno de varias leguas de extensión se elevó poco a poco alcanzando, finalmente, una altura de 500 pies sobre una superficie de 10 leguas cuadradas. El terreno se ondulaba como las olas del mar bajo el soplo de la tormenta. Miles de montículos se elevaron y hundieron uno a uno y, finalmente, se abrió un pozo de aproximadamente 3 leguas de extensión. Humo, fuego de piedras abrasadas y cenizas fueron lanzadas a una prodigiosa altura. Seis montañas surgieron del cráter abierto, entre ellas el volcán llamado hoy Jorullo, que se eleva a 550 metros sobre el nivel de la antigua planicie. En el momento en que comenzaron las sacudidas del suelo, los dos ríos Cuitimba y San Pedro refluyeron, inundando toda la planicie ocupada ahora por el Jorullo. Pero se abrió, en el terreno que se eleva, un abismo que los tragó. Las aguas reaparecieron en el oeste, en un sitio muy alejado de sus antiguos cursos (Louis Figuier, la Terre avant le déluge). [N. de A. Kardec.]
Así es que mediante la observación se ha constatado que las montañas de los Vosgos, de Bretaña y de la Costa de Oro francesa, que no son muy elevadas, pertenecen a las formaciones más antiguas: datan del período de transición y son anteriores a los depósitos de hulla. El Jura se formó hacia la mitad del período secundario, siendo contemporáneo de los reptiles gigantescos. Los Pirineos se formaron más tarde, al despuntar el período terciario. El monte Blanco y el grupo de los Alpes occidentales son posteriores a los Pirineos, pues datan de la mitad del período terciario. Los Alpes orientales, que comprenden las montañas del Tirol, son más recientes aún, ya que se formaron hacia el fin del período terciario. Algunas montañas de Asia son aún posteriores al período diluviano o contemporáneas de éste.
Estos levantamientos debieron ocasionar grandes perturbaciones locales e inundaciones de mayor o menor consideración a raíz del desplazamiento de las aguas, la interrupción y el cambio del curso de los ríos.*
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* El siglo pasado ofrece un notable ejemplo de un fenómeno de este tipo. A seis días de marcha de la ciudad de México existía, en el año 1750, una fértil comarca bien cultivada, donde crecía en abundancia arroz, maíz y bananas. En el mes de junio espantosos temblores de tierra agitaron el suelo, y esos temblores se renovaron sin cesar durante dos meses enteros. En la noche del 28 al 29 de septiembre, la tierra sufrió una violenta convulsión. Un terreno de varias leguas de extensión se elevó poco a poco alcanzando, finalmente, una altura de 500 pies sobre una superficie de 10 leguas cuadradas. El terreno se ondulaba como las olas del mar bajo el soplo de la tormenta. Miles de montículos se elevaron y hundieron uno a uno y, finalmente, se abrió un pozo de aproximadamente 3 leguas de extensión. Humo, fuego de piedras abrasadas y cenizas fueron lanzadas a una prodigiosa altura. Seis montañas surgieron del cráter abierto, entre ellas el volcán llamado hoy Jorullo, que se eleva a 550 metros sobre el nivel de la antigua planicie. En el momento en que comenzaron las sacudidas del suelo, los dos ríos Cuitimba y San Pedro refluyeron, inundando toda la planicie ocupada ahora por el Jorullo. Pero se abrió, en el terreno que se eleva, un abismo que los tragó. Las aguas reaparecieron en el oeste, en un sitio muy alejado de sus antiguos cursos (Louis Figuier, la Terre avant le déluge). [N. de A. Kardec.]
El diluvio bíblico
4. El diluvio bíblico, llamado también gran diluvio asiático, no puede ser puesto en duda. El levantamiento de una parte de las montañas de esta región, como ocurrió en México, debe haberlo producido. En apoyo de esta opinión, conocemos la existencia de un mar interior que se extendía en épocas pasadas desde el mar Negro hasta el océano Boreal, hecho corroborado por las observaciones geológicas. El mar de Azoff, el mar Caspio, cuyas aguas son saladas, aunque no se comunican con ningún otro mar. El lago Aral y los incontables lagos diseminados en las inmensas planicies de Tartaria y en las estepas rusas, parecen ser restos de aquel antiguo mar. Durante el levantamiento de las montañas del Cáucaso, con posterioridad al diluvio universal, una parte de esas aguas fue expulsada hacia el norte, en dirección del océano Boreal y otra de ellas hacia el centro, en dirección al océano Índico. Estas aguas inundaron y asolaron precisamente a la Mesopotamia y a toda la región habitada por los ancestros del pueblo hebreo. Aunque este diluvio se haya extendido sobre una región bastante vasta, un hecho probado hoy es que sólo fue local. Que no pudo haber sido motivo por la lluvia, ya que, por más abundante y continua que haya podido ser durante cuarenta días, el cálculo demuestra que la cantidad de agua caída no pudo ser lo bastante abundante como para cubrir toda la Tierra, hasta tapar incluso las montañas más elevadas.
Para los hombres de entonces, que sólo conocían una zona muy limitada de la superficie del globo y que, además, no poseían idea alguna de su configuración, desde el momento en que la inundación invadió los países conocidos, a ellos debió figurárseles la del mundo entero. Si a esta creencia se agrega la forma imaginaria e hiperbólica propia del estilo oriental, no nos sorprenderá ya la exageración del relato bíblico.
Para los hombres de entonces, que sólo conocían una zona muy limitada de la superficie del globo y que, además, no poseían idea alguna de su configuración, desde el momento en que la inundación invadió los países conocidos, a ellos debió figurárseles la del mundo entero. Si a esta creencia se agrega la forma imaginaria e hiperbólica propia del estilo oriental, no nos sorprenderá ya la exageración del relato bíblico.
5. El diluvio asiático es evidentemente posterior a la aparición del hombre sobre la Tierra, ya que el recuerdo del mismo se conservó por tradición en todos los pueblos de esta parte del mundo, consagrándolo en sus teogonías. *
Es igualmente posterior al gran diluvio universal que marcó la entrada en el período geológico actual. Cuando se habla de hombres y animales antediluvianos, se hace referencia al primer cataclismo.
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* La leyenda sobre el diluvio relata, en los libros de los Vedas, que Brahma, transformado en pez, se dirigió al piadoso monarca Vaivaswata y le dijo: “El momento de la disolución del Universo llegó. Muy pronto todo lo que existe sobre la Tierra será destruido. Es necesario que construyas un navío, en el que te embarcarás después de haber juntado granos de todos los vegetales. Me esperarás sobre ese navío y yo vendré a ti con un cuerpo sobre la cabeza que hará que tú me reconozcas.” El santo obedeció, construyó un navío, se embarcó y ató a un cable muy fuerte del cuerno del pez. El navío fue arrastrado durante muchos años con extrema rapidez a través de las tinieblas de una tempestad tremenda, llegando finalmente a la cima del monte Himawat (Himalaya). Bhahama recomendó a Vaivaswata que crease a todos los seres y volviese a poblar la Tierra.
La analogía entre esta leyenda y el relato bíblico de Noé es sorprendente. De la India pasó a Egipto junto con otras numerosas creencias. Ahora bien, como los Vedas son libros anteriores al de Moisés, el relato que nos hacen del diluvio no puede ser una imitación del que nos hace éste. Por lo tanto, es probable que Moisés, estudioso de las doctrinas de los sacerdotes egipcios, haya obtenido la suya de ellos. [N. de A. Kardec.]
Es igualmente posterior al gran diluvio universal que marcó la entrada en el período geológico actual. Cuando se habla de hombres y animales antediluvianos, se hace referencia al primer cataclismo.
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* La leyenda sobre el diluvio relata, en los libros de los Vedas, que Brahma, transformado en pez, se dirigió al piadoso monarca Vaivaswata y le dijo: “El momento de la disolución del Universo llegó. Muy pronto todo lo que existe sobre la Tierra será destruido. Es necesario que construyas un navío, en el que te embarcarás después de haber juntado granos de todos los vegetales. Me esperarás sobre ese navío y yo vendré a ti con un cuerpo sobre la cabeza que hará que tú me reconozcas.” El santo obedeció, construyó un navío, se embarcó y ató a un cable muy fuerte del cuerno del pez. El navío fue arrastrado durante muchos años con extrema rapidez a través de las tinieblas de una tempestad tremenda, llegando finalmente a la cima del monte Himawat (Himalaya). Bhahama recomendó a Vaivaswata que crease a todos los seres y volviese a poblar la Tierra.
La analogía entre esta leyenda y el relato bíblico de Noé es sorprendente. De la India pasó a Egipto junto con otras numerosas creencias. Ahora bien, como los Vedas son libros anteriores al de Moisés, el relato que nos hacen del diluvio no puede ser una imitación del que nos hace éste. Por lo tanto, es probable que Moisés, estudioso de las doctrinas de los sacerdotes egipcios, haya obtenido la suya de ellos. [N. de A. Kardec.]
Revoluciones periódicas
6. Además de su movimiento anual alrededor del Sol, que produce las estaciones, su movimiento de rotación sobre sí misma en 24 horas, que es la causa del día y la noche, la Tierra presenta un tercer movimiento que se cumple en aproximadamente 25.000 años (más exactamente 25.868 años), el que origina el fenómeno designado en Astronomía con el nombre de precesión de los equinoccios (cap. V, n.º 11).
Ese movimiento, imposible de explicar en pocas palabras, sin figuras y sin demostración geométrica, consiste en una especie de balanceo circular comparable al de un trompo a punto de detenerse. Como consecuencia de este balanceo el eje de la Tierra, cambiando de inclinación, describe un doble cono cuya punta está en el centro de la Tierra y las bases abrazan a las superficies circunscritas por los círculos polares, es decir, de una amplitud de 23 grados y medio de radio.
Ese movimiento, imposible de explicar en pocas palabras, sin figuras y sin demostración geométrica, consiste en una especie de balanceo circular comparable al de un trompo a punto de detenerse. Como consecuencia de este balanceo el eje de la Tierra, cambiando de inclinación, describe un doble cono cuya punta está en el centro de la Tierra y las bases abrazan a las superficies circunscritas por los círculos polares, es decir, de una amplitud de 23 grados y medio de radio.
7. El equinoccio es el instante cuando el Sol, pasando de un hemisferio al otro, se halla perpendicular sobre el ecuador, lo que acontece dos veces al año, hacia el 21 de marzo, cuando el Sol regresa al hemisferio boreal y hacia el 22 de septiembre, cuando regresa al hemisferio austral.
Pero, como consecuencia de un cambio gradual en la oblicuidad del eje, que produce una variación en la oblicuidad del ecuador sobre la eclíptica, el momento preciso del equinoccio se adelanta cada año algunos minutos (25 minutos y 7 segundos). Es precisamente este adelanto el que recibe el nombre de precesión de los equinoccios (del latín proecedere, ir adelante; de proe, antes, y cedere, ir; y aequinoctium, de aequus, igual, y nox, noche).
Estos pocos minutos, con el tiempo, suman horas, días, meses y años. Por tal razón el equinoccio de primavera, que se produce actualmente en marzo, tendrá lugar, en algún momento, en febrero, después de enero, más tarde en diciembre, y en ese entonces el mes de diciembre tendrá la temperatura del mes de marzo y marzo la de junio, y así sucesivamente hasta que, volviendo al mes de marzo, las cosas retornarán al estado actual, lo que ocurrirá en 25.868 años, para volver a comenzar la misma revolución indefinidamente. *
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* La precesión de los equinoccios produce otro cambio, el que se opera en la posición de los signos del zodíaco.
La Tierra gira alrededor del Sol en un año, y a medida que avanza, el Sol se encuentra cada mes frente a una nueva constelación. Estas constelaciones son doce, a saber: Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpión, Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis. Se las denomina constelaciones zodiacales, o signos del zodíaco, y forman un círculo en el plano del ecuador terrestre. De acuerdo con el mes de nacimiento de un individuo, se decía que nació bajo tal signo: de ahí los pronósticos de la astrología. Pero, como consecuencia de la precesión de los equinoccios, ocurre que los meses no corresponden más a las mismas constelaciones. Por ejemplo: quien nace en el mes de julio no pertenece más al signo de Leo, sino al de Cáncer. De esta forma se desmorona la idea supersticiosa ligada a la influencia de los signos (cap. V, n.o 12). [N. de A. Kardec.]
Pero, como consecuencia de un cambio gradual en la oblicuidad del eje, que produce una variación en la oblicuidad del ecuador sobre la eclíptica, el momento preciso del equinoccio se adelanta cada año algunos minutos (25 minutos y 7 segundos). Es precisamente este adelanto el que recibe el nombre de precesión de los equinoccios (del latín proecedere, ir adelante; de proe, antes, y cedere, ir; y aequinoctium, de aequus, igual, y nox, noche).
Estos pocos minutos, con el tiempo, suman horas, días, meses y años. Por tal razón el equinoccio de primavera, que se produce actualmente en marzo, tendrá lugar, en algún momento, en febrero, después de enero, más tarde en diciembre, y en ese entonces el mes de diciembre tendrá la temperatura del mes de marzo y marzo la de junio, y así sucesivamente hasta que, volviendo al mes de marzo, las cosas retornarán al estado actual, lo que ocurrirá en 25.868 años, para volver a comenzar la misma revolución indefinidamente. *
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* La precesión de los equinoccios produce otro cambio, el que se opera en la posición de los signos del zodíaco.
La Tierra gira alrededor del Sol en un año, y a medida que avanza, el Sol se encuentra cada mes frente a una nueva constelación. Estas constelaciones son doce, a saber: Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpión, Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis. Se las denomina constelaciones zodiacales, o signos del zodíaco, y forman un círculo en el plano del ecuador terrestre. De acuerdo con el mes de nacimiento de un individuo, se decía que nació bajo tal signo: de ahí los pronósticos de la astrología. Pero, como consecuencia de la precesión de los equinoccios, ocurre que los meses no corresponden más a las mismas constelaciones. Por ejemplo: quien nace en el mes de julio no pertenece más al signo de Leo, sino al de Cáncer. De esta forma se desmorona la idea supersticiosa ligada a la influencia de los signos (cap. V, n.o 12). [N. de A. Kardec.]
8. Resulta, de ese movimiento cónico del eje, que los polos de la Tierra no miran constantemente a los mismos puntos del cielo. Que la estrella polar no será siempre polar. Que los polos gradualmente se hallan más o menos inclinados hacia el Sol y reciben rayos más o menos directos. De donde deducimos que, por ejemplo, Islandia y Laponia, se encuentran sobre el círculo polar, podrán, en algún momento, recibir rayos solares como si se encontrasen en la latitud de España o Italia y, en la posición extrema opuesta, España e Italia podrán tener la temperatura de Islandia y Laponia, y así sucesivamente con cada renovación del período de 25.000 años. *
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* 4. El desplazamiento gradual de las líneas de igual temperatura, o isotérmicas, fenómeno reconocido por la ciencia de manera tan positiva como el desplazamiento del mar, constituye un hecho material en apoyo de esta teoría. [N. de A. Kardec.]
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* 4. El desplazamiento gradual de las líneas de igual temperatura, o isotérmicas, fenómeno reconocido por la ciencia de manera tan positiva como el desplazamiento del mar, constituye un hecho material en apoyo de esta teoría. [N. de A. Kardec.]
9. Las consecuencias de este movimiento no pudieron aún ser determinadas con precisión, porque sólo ha podido observarse una muy pequeña parte de su revolución. Por lo tanto, sobre este tema todas son presunciones, algunas con un cierto grado de probabilidad.
Estas consecuencias son:
1) El calentamiento y enfriamiento alternativo de los polos y, en consecuencia, la fusión de los hielos polares durante la mitad del período de 25.000 años y su nueva formación durante la otra mitad de este período. De donde resultaría que los polos no estarían condenados a la esterilidad perpetua, sino que disfrutarían a su turno del papel de los beneficios de la fertilidad.
2) El desplazamiento gradual del mar que invade poco a poco tierras y se retira de otras para volver a abandonarlas y regresar a su antiguo lecho. Este movimiento periódico, renovado indefinidamente, constituiría una verdadera marea universal de 25.000 años.
La lentitud con que se opera este movimiento de mar lo vuelve casi imperceptible para cada generación. Pero es sensible al cabo de algunos siglos. No puede ocasionar ningún cataclismo súbito, porque los hombres, de generación en generación, se retiran a medida que el mar avanza y, al mismo tiempo, avanzan sobre las tierras de las que el mar se retira. A esta causa, más que probable, algunos sabios atribuyen el alejamiento del mar en ciertas costas y su invasión en otras.
Estas consecuencias son:
1) El calentamiento y enfriamiento alternativo de los polos y, en consecuencia, la fusión de los hielos polares durante la mitad del período de 25.000 años y su nueva formación durante la otra mitad de este período. De donde resultaría que los polos no estarían condenados a la esterilidad perpetua, sino que disfrutarían a su turno del papel de los beneficios de la fertilidad.
2) El desplazamiento gradual del mar que invade poco a poco tierras y se retira de otras para volver a abandonarlas y regresar a su antiguo lecho. Este movimiento periódico, renovado indefinidamente, constituiría una verdadera marea universal de 25.000 años.
La lentitud con que se opera este movimiento de mar lo vuelve casi imperceptible para cada generación. Pero es sensible al cabo de algunos siglos. No puede ocasionar ningún cataclismo súbito, porque los hombres, de generación en generación, se retiran a medida que el mar avanza y, al mismo tiempo, avanzan sobre las tierras de las que el mar se retira. A esta causa, más que probable, algunos sabios atribuyen el alejamiento del mar en ciertas costas y su invasión en otras.
10. El desplazamiento lento, gradual y periódico del mar es un hecho demostrado por la experiencia y atestiguado por numerosos ejemplos en todos los puntos del globo. Su consecuencia es el mantenimiento de las fuerzas productivas de la Tierra. Esa larga inmersión constituye un descanso, durante el cual las tierras sumergidas recuperan los principios vitales agotados en razón de una producción no menos larga. Los inmensos depósitos de materias orgánicas, formados por la estancia de las aguas durante siglos y siglos, conforman los abonos naturales periódicamente renovados, mientras las generaciones se suceden sin advertir esos cambios. *
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* Entre los hechos más recientes que prueban el desplazamiento del mar, podemos citar los siguientes:
En el golfo de Gascuña, entre el viejo Soulac y la torre de Cordouan, cuando el mar está calmo, se pueden ver en el fondo del agua los lienzos de la pared de una muralla: son los restos de la antigua y gran ciudad de Noviomagus, invadida por el mar en el año 580. El islote de Cordouan, ligado a ese entonces a la costa, se halla hoy a 12 kilómetros de la misma.
En el canal de la Mancha, sobre la costa de Havre, el mar gana terreno al día a día y mina los alcantilados de Sainte-Adresse, que se desmoronan poco a poco. A dos kilómetros de la costa, entre Saint- Adresse y el cabo de la Hève, se encuentra el banco del Eclat, en otras épocas al descubrimiento y unido a tierra firme. Antiguos documentos constatan que sobre ese emplazamiento, por donde hoy se navega, existía la ciudad de Saint-Denis-Chef-de-Caux. El mar invadió el lugar en el siglo XIV y la iglesia desapareció bajo el agua en el año 1378. Se dice que cuando el tiempo está calmo se ven los restos en el fondo del mar.
Sobre casi toda la extensión del litoral holandés, el mar se retiene a fuerza de diques, que se rompen de tiempo en tiempo. El antiguo lago Flevo, reunido al mar en 1225, forma hoy el golfo de Zuyderzée. Esta irrupción de océano devoró numerosas ciudades.
De acuerdo con esto, el territorio ocupado por París y toda Francia será un día, nuevamente, invadido por el mar, como ya lo fue varias veces, según prueban las observaciones geológicas. Las partes montañosas formarán islas, como lo son hoy Jersey, Guernesey e Inglaterra, en otras épocas contiguas al continente.
Se navegará por sobre las comarcas que hoy se recorren en ferrocarril. Los navíos llegarán a Montmartre, al monte Valérien, a las colinas de Saint-Cloud y Meudon. Los bosques y los bosquecillos por donde se pasea serán amortajadas por las aguas, recubiertos de limo y poblados por peces en vez de pájaros.
El diluvio bíblico no pudo ser motivado por esto, ya que la invasión de las aguas fue súbita y su estancia corta, mientras que de otra forma hubiese sido de muchos miles de años y duraría aún, sin que los hombres se hubiesen dado cuenta de ello. [N. de A. Kardec.]
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* Entre los hechos más recientes que prueban el desplazamiento del mar, podemos citar los siguientes:
En el golfo de Gascuña, entre el viejo Soulac y la torre de Cordouan, cuando el mar está calmo, se pueden ver en el fondo del agua los lienzos de la pared de una muralla: son los restos de la antigua y gran ciudad de Noviomagus, invadida por el mar en el año 580. El islote de Cordouan, ligado a ese entonces a la costa, se halla hoy a 12 kilómetros de la misma.
En el canal de la Mancha, sobre la costa de Havre, el mar gana terreno al día a día y mina los alcantilados de Sainte-Adresse, que se desmoronan poco a poco. A dos kilómetros de la costa, entre Saint- Adresse y el cabo de la Hève, se encuentra el banco del Eclat, en otras épocas al descubrimiento y unido a tierra firme. Antiguos documentos constatan que sobre ese emplazamiento, por donde hoy se navega, existía la ciudad de Saint-Denis-Chef-de-Caux. El mar invadió el lugar en el siglo XIV y la iglesia desapareció bajo el agua en el año 1378. Se dice que cuando el tiempo está calmo se ven los restos en el fondo del mar.
Sobre casi toda la extensión del litoral holandés, el mar se retiene a fuerza de diques, que se rompen de tiempo en tiempo. El antiguo lago Flevo, reunido al mar en 1225, forma hoy el golfo de Zuyderzée. Esta irrupción de océano devoró numerosas ciudades.
De acuerdo con esto, el territorio ocupado por París y toda Francia será un día, nuevamente, invadido por el mar, como ya lo fue varias veces, según prueban las observaciones geológicas. Las partes montañosas formarán islas, como lo son hoy Jersey, Guernesey e Inglaterra, en otras épocas contiguas al continente.
Se navegará por sobre las comarcas que hoy se recorren en ferrocarril. Los navíos llegarán a Montmartre, al monte Valérien, a las colinas de Saint-Cloud y Meudon. Los bosques y los bosquecillos por donde se pasea serán amortajadas por las aguas, recubiertos de limo y poblados por peces en vez de pájaros.
El diluvio bíblico no pudo ser motivado por esto, ya que la invasión de las aguas fue súbita y su estancia corta, mientras que de otra forma hubiese sido de muchos miles de años y duraría aún, sin que los hombres se hubiesen dado cuenta de ello. [N. de A. Kardec.]
Cataclismos futuros
11. Las grandes conmociones terrestres tuvieron lugar cuando la corteza sólida, por su poco espesor, sólo ofrecía una débil resistencia a la efervescente de las materias incandescentes de su interior. Fueron disminuyendo la intensidad y generalidad a medida que la corteza se consolidó. Numerosos volcanes se hallan en la actualidad apagados y otros se encuentran recubiertos por terrenos de formación posterior.
Indudablemente podrán producirse aún perturbaciones locales como consecuencia de erupciones volcánicas, de apertura de nuevos volcanes y de inundaciones súbitas de ciertas comarcas, al paso que algunas islas podrán surgir del mar y otras hundirse en él. Pero el momento de los cataclismos generales, como fueron aquellos que marcaron los grandes períodos geológicos, pasó ya. La Tierra tomó un lugar que, sin ser absolutamente invariable, resguardará en adelante al género humano de las perturbaciones generales, sin contar las causas desconocidas, extrañas a nuestro mundo que, por consiguiente, nadie podría prever.
Indudablemente podrán producirse aún perturbaciones locales como consecuencia de erupciones volcánicas, de apertura de nuevos volcanes y de inundaciones súbitas de ciertas comarcas, al paso que algunas islas podrán surgir del mar y otras hundirse en él. Pero el momento de los cataclismos generales, como fueron aquellos que marcaron los grandes períodos geológicos, pasó ya. La Tierra tomó un lugar que, sin ser absolutamente invariable, resguardará en adelante al género humano de las perturbaciones generales, sin contar las causas desconocidas, extrañas a nuestro mundo que, por consiguiente, nadie podría prever.
12. En cuanto a los cometas, hoy nadie teme su influencia, que se sabe más saludable que perjudicial, ya que su destino parece ser el de aprovisionar a los mundos -si se puede decir así-, obsequiándoles los principios vitales que reunieron durante su marcha a través del espacio y en la vecindad de los soles. Serían más bien fuentes de prosperidad que mensajeros de desgracias.
En razón de su naturaleza fluídica, hoy totalmente constatada, (cap. VI, n.º 28 y ss.), no se puede temer un choque violento, ya que, en el caso de que uno de ellos se topase con la Tierra, sería esta última la que pasaría a través del cometa como por entre un manto de neblina.
Su cola tampoco es temible. No es otra cosa que la reflexión de la luz solar en la inmensa atmósfera que los circunda, ya que está constantemente dirigida hacia el lado opuesto al Sol y cambia de dirección de acuerdo con la posición de ese astro. Esa materia gaseosa podría también, como consecuencia de la rapidez de su marcha, formar una especie de cabellera como el surco que deja el barco o el humo de la locomotora. Por otra parte, numerosos cometas ya se han aproximado a la Tierra sin causar daño alguno. En razón de sus densidades respectivas, la Tierra ejercería sobre el cometa una atracción mayor que la del cometa sobre ella. Sólo un resto de los viejos prejuicios puede inspirar temores sobre su presencia. *
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* En 1861 un cometa atravesó la ruta de la Tierra veinte horas de distancia antes que ésta, que debió hallarse sumergida en su atmósfera, sin que haya ocurrido accidente alguno. [N. de A. Kardec.]
En razón de su naturaleza fluídica, hoy totalmente constatada, (cap. VI, n.º 28 y ss.), no se puede temer un choque violento, ya que, en el caso de que uno de ellos se topase con la Tierra, sería esta última la que pasaría a través del cometa como por entre un manto de neblina.
Su cola tampoco es temible. No es otra cosa que la reflexión de la luz solar en la inmensa atmósfera que los circunda, ya que está constantemente dirigida hacia el lado opuesto al Sol y cambia de dirección de acuerdo con la posición de ese astro. Esa materia gaseosa podría también, como consecuencia de la rapidez de su marcha, formar una especie de cabellera como el surco que deja el barco o el humo de la locomotora. Por otra parte, numerosos cometas ya se han aproximado a la Tierra sin causar daño alguno. En razón de sus densidades respectivas, la Tierra ejercería sobre el cometa una atracción mayor que la del cometa sobre ella. Sólo un resto de los viejos prejuicios puede inspirar temores sobre su presencia. *
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* En 1861 un cometa atravesó la ruta de la Tierra veinte horas de distancia antes que ésta, que debió hallarse sumergida en su atmósfera, sin que haya ocurrido accidente alguno. [N. de A. Kardec.]
13. Igualmente es necesario relegar entre las hipótesis quiméricas la posibilidad de un encuentro de la Tierra con otro planeta. La regularidad e invariabilidad de las leyes que presiden los movimientos de los cuerpos celestes quitan toda posibilidad a este encuentro. Sin embargo, la Tierra tendrá fin. Pero, ¿cómo? Eso entra en el terreno de las conjeturas. Mas, como se halla aún lejos de la perfección capaz de alcanzar y de la vetustez que es signo de declinación, sus habitantes actuales pueden tranquilizarse sabiendo que no será en su tiempo (cap. VI, n.º 48 y ss.).
14. Físicamente, la Tierra sufrió las convulsiones de la infancia. Desde ese momento en adelante entró en un período de relativa estabilidad: el del progreso normal, que se cumple por el acontecer regular de los mismos fenómenos físicos y el concurso inteligente del hombre. Mas se encuentra aún trabajando para dar vida al progreso moral. Allí encontraremos los motivos que originarán las peores conmociones. Hasta que la Humanidad se perfeccione lo bastante mediante la inteligencia y la puesta en práctica de las leyes divinas, las mayores perturbaciones serán producidas por los hombres más que por la Naturaleza, es decir, que serán morales y sociales antes que físicas.
Crecimiento o disminución del volumen de la Tierra
15. El volumen de la Tierra, ¿aumenta, disminuye o es estacionario?
En apoyo al crecimiento del volumen de la Tierra, algunas personas se basan en que las plantas devuelven al suelo más de lo que de él obtienen. Juicio certero en un sentido, mas no en otro. Las plantas se alimentan igualmente, e incluso más, de las sustancias gaseosas que extraen de la atmósfera que de aquellas que absorben a través de sus raíces. Ahora bien, la atmósfera es parte integrante del globo. Los gases que la forman provienen de la descomposición de los cuerpos sólidos y éstos, al recomponerse, retoman lo que les habían entregado. Es un intercambio, mejor aún, una transformación perpetua, de manera que el aumento de los restos animales y vegetales que se opera en ayuda de los elementos constitutivos del globo, por más considerable que sea, no agrega ni un solo átomo a la masa. Si la parte sólida del planeta aumentase por esta causa de manera permanente, sería en detrimento de la atmósfera, que disminuiría otro tanto y terminaría por ser inadecuada para la vida, si no recuperase, mediante la descomposición de los cuerpos sólidos, lo que pierde por su composición.
En el origen de la Tierra, las primeras capas geológicas se formaron con materias sólidas momentáneamente volatilizadas por efecto de la elevada temperatura, las que, más tarde, condensadas por el enfriamiento, se precipitaron. Indudablemente, elevaron algo la superficie del suelo, pero sin agregar nada a la masa total, ya que sólo fue un desplazamiento de materia. Cuando la atmósfera, purgada de los elementos extraños que tenía en suspensión, se encontró en estado normal, las cosas siguieron el curso regular que muestran desde entonces. Hoy, la mínima modificación en la constitución de la atmósfera acarrearía, forzosamente, la destrucción de los habitantes actuales, pero, probablemente también, se crearían nuevas razas sujetas a otras condiciones.
Considerada desde este punto de vista, la masa del planeta, es decir, la suma de moléculas que componen el conjunto de sus partes sólidas, líquidas y gaseosas, es indudablemente la misma desde su origen. Si se operase una dilatación o una condensación, su volumen aumentaría o disminuiría, sin que la masa sufriese alteración alguna. Si la Tierra aumentase de masa, se debería a una causa extraña, puesto que no le es posible extraer de sí misma los elementos necesarios para su crecimiento.
De acuerdo con una opinión, el planeta aumentaría de masa y de volumen por el afluir de materia cósmica interplanetaria. Esta idea no tiene nada de irracional, pero es demasiado hipotética como para ser aceptada como principio. No es más que un sistema combatido por los sistemas contrarios, con respecto a los que la ciencia no dictaminó nada aún. Sobre el tema, presentamos la opinión del eminente espíritu que dictó los sabios estudios uranográficos contenidos en el cap. VI:
“Los mundos se agotan al envejecer y tienden a disolverse para servir de elementos de formación a otros globos. Poco a poco devuelven al fluido cósmico universal del espacio lo que de él han extraído para su formación. Por otra parte, todos los cuerpos se gastan por el frotamiento. El movimiento rápido e incesante del globo a través del fluido cósmico produce una disminución constante de la masa, aunque la cantidad es inapreciable en un lapso corto. *
________________________________________
* 7. En su movimiento de traslación alrededor del Sol, la velocidad de la Tierra es de 2.229 kilómetros por minuto. Su circunferencia es de 40.000 kilómetros, y completa el movimiento de rotación sobre su eje en 23 h 56 ́4”, es decir, a 28 kilómetros por minuto. [N. de A. Kardec.]
“La existencia de los mundos puede dividirse, según mi opinión, en tres períodos. Primer período: condensación de la materia. Durante esta etapa el volumen del globo disminuye considerablemente, aunque la masa siga siendo la misma: es el período de la infancia. Segundo período: contracción y solidificación de la corteza. Eclosión de los gérmenes, desarrollo de la vida hasta la aparición del tipo perfectible. En ese momento, el planeta está en apogeo de su plenitud, en edad viril. Pierde muy poca cantidad de sus elementos constitutivos. A medida que sus habitantes progresan espiritualmente, pasa al período de decrecimiento material. No sólo pierde como consecuencia del frotamiento, sino también por la desagregación de moléculas, como una piedra dura, carcomida por el tiempo, termina por convertirse en polvo. En su doble movimiento de rotación y traslación, deja en el espacio partículas fluidificadas de su sustancia, hasta el instante en que su disolución sea completa.
“Pero entonces, como el poder de atracción guarda estrecha relación con la masa -no con el volumen-, la masa del globo, al disminuir, modifica sus condiciones de equilibrio en el espacio. Dominado por otros globos a los que no puede oponer un contrapeso, se producen desviaciones en sus movimientos y, en consecuencia, profundos cambios en las condiciones de vida de la superficie. Así, nacimiento, vida y muerte, o infancia, virilidad y decrepitud son las tres fases por las que debe pasar toda aglomeración de materia orgánica o inorgánica. Sólo el espíritu, que no es materia, es indestructible” (Galileo, Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas, 1868).
En apoyo al crecimiento del volumen de la Tierra, algunas personas se basan en que las plantas devuelven al suelo más de lo que de él obtienen. Juicio certero en un sentido, mas no en otro. Las plantas se alimentan igualmente, e incluso más, de las sustancias gaseosas que extraen de la atmósfera que de aquellas que absorben a través de sus raíces. Ahora bien, la atmósfera es parte integrante del globo. Los gases que la forman provienen de la descomposición de los cuerpos sólidos y éstos, al recomponerse, retoman lo que les habían entregado. Es un intercambio, mejor aún, una transformación perpetua, de manera que el aumento de los restos animales y vegetales que se opera en ayuda de los elementos constitutivos del globo, por más considerable que sea, no agrega ni un solo átomo a la masa. Si la parte sólida del planeta aumentase por esta causa de manera permanente, sería en detrimento de la atmósfera, que disminuiría otro tanto y terminaría por ser inadecuada para la vida, si no recuperase, mediante la descomposición de los cuerpos sólidos, lo que pierde por su composición.
En el origen de la Tierra, las primeras capas geológicas se formaron con materias sólidas momentáneamente volatilizadas por efecto de la elevada temperatura, las que, más tarde, condensadas por el enfriamiento, se precipitaron. Indudablemente, elevaron algo la superficie del suelo, pero sin agregar nada a la masa total, ya que sólo fue un desplazamiento de materia. Cuando la atmósfera, purgada de los elementos extraños que tenía en suspensión, se encontró en estado normal, las cosas siguieron el curso regular que muestran desde entonces. Hoy, la mínima modificación en la constitución de la atmósfera acarrearía, forzosamente, la destrucción de los habitantes actuales, pero, probablemente también, se crearían nuevas razas sujetas a otras condiciones.
Considerada desde este punto de vista, la masa del planeta, es decir, la suma de moléculas que componen el conjunto de sus partes sólidas, líquidas y gaseosas, es indudablemente la misma desde su origen. Si se operase una dilatación o una condensación, su volumen aumentaría o disminuiría, sin que la masa sufriese alteración alguna. Si la Tierra aumentase de masa, se debería a una causa extraña, puesto que no le es posible extraer de sí misma los elementos necesarios para su crecimiento.
De acuerdo con una opinión, el planeta aumentaría de masa y de volumen por el afluir de materia cósmica interplanetaria. Esta idea no tiene nada de irracional, pero es demasiado hipotética como para ser aceptada como principio. No es más que un sistema combatido por los sistemas contrarios, con respecto a los que la ciencia no dictaminó nada aún. Sobre el tema, presentamos la opinión del eminente espíritu que dictó los sabios estudios uranográficos contenidos en el cap. VI:
“Los mundos se agotan al envejecer y tienden a disolverse para servir de elementos de formación a otros globos. Poco a poco devuelven al fluido cósmico universal del espacio lo que de él han extraído para su formación. Por otra parte, todos los cuerpos se gastan por el frotamiento. El movimiento rápido e incesante del globo a través del fluido cósmico produce una disminución constante de la masa, aunque la cantidad es inapreciable en un lapso corto. *
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* 7. En su movimiento de traslación alrededor del Sol, la velocidad de la Tierra es de 2.229 kilómetros por minuto. Su circunferencia es de 40.000 kilómetros, y completa el movimiento de rotación sobre su eje en 23 h 56 ́4”, es decir, a 28 kilómetros por minuto. [N. de A. Kardec.]
“La existencia de los mundos puede dividirse, según mi opinión, en tres períodos. Primer período: condensación de la materia. Durante esta etapa el volumen del globo disminuye considerablemente, aunque la masa siga siendo la misma: es el período de la infancia. Segundo período: contracción y solidificación de la corteza. Eclosión de los gérmenes, desarrollo de la vida hasta la aparición del tipo perfectible. En ese momento, el planeta está en apogeo de su plenitud, en edad viril. Pierde muy poca cantidad de sus elementos constitutivos. A medida que sus habitantes progresan espiritualmente, pasa al período de decrecimiento material. No sólo pierde como consecuencia del frotamiento, sino también por la desagregación de moléculas, como una piedra dura, carcomida por el tiempo, termina por convertirse en polvo. En su doble movimiento de rotación y traslación, deja en el espacio partículas fluidificadas de su sustancia, hasta el instante en que su disolución sea completa.
“Pero entonces, como el poder de atracción guarda estrecha relación con la masa -no con el volumen-, la masa del globo, al disminuir, modifica sus condiciones de equilibrio en el espacio. Dominado por otros globos a los que no puede oponer un contrapeso, se producen desviaciones en sus movimientos y, en consecuencia, profundos cambios en las condiciones de vida de la superficie. Así, nacimiento, vida y muerte, o infancia, virilidad y decrepitud son las tres fases por las que debe pasar toda aglomeración de materia orgánica o inorgánica. Sólo el espíritu, que no es materia, es indestructible” (Galileo, Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas, 1868).
CAPÍTULO X — Génesis orgánica
Formación inicial de los seres vivos.
1. Hubo un tiempo en que los animales no existían, de modo
que estos han tenido un comienzo. Cada especie apareció a medida
que el globo adquiría las condiciones necesarias para su existencia.
Esto es indudable. Ahora bien, ¿cómo se formaron los primeros individuos
de cada especie? Se entiende que desde que existió una primera
pareja, los individuos se multiplicaron. Pero ¿de dónde salió esa
primera pareja? Ese es uno de los misterios inherentes al principio
de las cosas, respecto de los cuales sólo podemos enunciar hipótesis.
Si la ciencia no está en condiciones aún de resolver por completo el
problema, puede al menos encaminarse hacia la solución.
2. La primera cuestión que se presenta es esta: Cada especie
animal, ¿salió de una pareja primitiva o de varias parejas creadas o,
si se prefiere, que brotaron simultáneamente en diferentes lugares?
Esta última suposición es la más probable, y se puede incluso decir que surge de la observación. En efecto, el estudio de las capas geológicas confirma la presencia, en terrenos de idéntica formación y en proporciones enormes, de las mismas especies en puntos del globo muy alejados entre sí. Esa multiplicación tan generalizada, y en cierto modo contemporánea, habría sido imposible con un único tipo primitivo.
Por otro lado, la vida de un individuo, sobre todo de un individuo de una especie que hace su primera aparición, está sujeta a tantas vicisitudes, que una creación entera podría quedar comprometida sin la pluralidad de los tipos, lo que implicaría una inadmisible falta de previsión de parte del Creador supremo. Asimismo, si un tipo pudo formarse en un lugar, también podría formarse en muchos otros sitios, por efecto de la misma causa.
Por consiguiente, todo parece concurrir para probar que hubo una creación simultánea y múltiple de las primeras parejas de cada especie animal y vegetal.
Esta última suposición es la más probable, y se puede incluso decir que surge de la observación. En efecto, el estudio de las capas geológicas confirma la presencia, en terrenos de idéntica formación y en proporciones enormes, de las mismas especies en puntos del globo muy alejados entre sí. Esa multiplicación tan generalizada, y en cierto modo contemporánea, habría sido imposible con un único tipo primitivo.
Por otro lado, la vida de un individuo, sobre todo de un individuo de una especie que hace su primera aparición, está sujeta a tantas vicisitudes, que una creación entera podría quedar comprometida sin la pluralidad de los tipos, lo que implicaría una inadmisible falta de previsión de parte del Creador supremo. Asimismo, si un tipo pudo formarse en un lugar, también podría formarse en muchos otros sitios, por efecto de la misma causa.
Por consiguiente, todo parece concurrir para probar que hubo una creación simultánea y múltiple de las primeras parejas de cada especie animal y vegetal.
3. La formación de los primeros seres vivos puede deducirse,
por analogía, de la misma ley por la cual se formaron y se forman
todos los días los cuerpos inorgánicos. A medida que se profundiza
el estudio de las leyes de la naturaleza, los engranajes que a primera
vista parecían tan complicados, se simplifican y confunden en la
gran ley de unidad que rige toda la obra de la Creación. Eso se
entenderá mejor cuando se haya comprendido la formación de los
cuerpos inorgánicos, que es su primer grado.
4. La química considera como elementales un cierto número
de sustancias, tales como el oxígeno, el hidrógeno, el nitrógeno, el
carbono, el cloro, el yodo, el flúor, el azufre, el fósforo y todos los
metales. Al combinarse, estos forman los cuerpos compuestos: los
óxidos, los ácidos, los álcalis, las sales y las innumerables variedades
que surgen de la combinación de estos.
La combinación de dos cuerpos para formar un tercero requiere una especial confluencia de circunstancias, ya sea un determinado grado de calor, de sequedad o de humedad, de movimiento o de reposo, o bien una corriente eléctrica, etc. Si esas condiciones no existen, la combinación no se produce.
La combinación de dos cuerpos para formar un tercero requiere una especial confluencia de circunstancias, ya sea un determinado grado de calor, de sequedad o de humedad, de movimiento o de reposo, o bien una corriente eléctrica, etc. Si esas condiciones no existen, la combinación no se produce.
5. Cuando hay una combinación, los cuerpos componentes
pierden sus propiedades características, mientras que el compuesto
resultante adquiere otras nuevas, diferentes de las primeras. Así, por
ejemplo, el oxígeno y el hidrógeno, que son dos gases invisibles, al
combinarse químicamente forman el agua, que es líquida, sólida o gaseosa,
según la temperatura. En el agua ya no existe, para ser precisos,
ni oxígeno ni hidrógeno, sino un cuerpo nuevo. Al descomponerse
esa agua, los dos gases que quedaron libres recobran sus propiedades
y ya no hay agua. De ese modo, la misma cantidad de agua puede ser
alternativamente descompuesta y recompuesta hasta el infinito.
6. La composición y la descomposición de los cuerpos se
producen a consecuencia del grado de afinidad que tengan entre
sí los principios elementales. La formación del agua, por ejemplo,
resulta de la afinidad recíproca que existe entre el oxígeno y
el hidrógeno; pero si se pone en contacto con el agua un cuerpo
que tenga más afinidad con el oxígeno que la que este tiene con
el hidrógeno, el agua se descompone; el oxígeno es absorbido, el
hidrógeno queda libre, y ya no hay agua.
7. Los cuerpos compuestos se forman siempre en proporciones
definidas, es decir, por la combinación de una cantidad
determinada de los principios constituyentes. Así, para formar
agua son necesarias una parte de oxígeno y dos de hidrógeno. Si se
combinan dos partes de oxígeno con dos de hidrógeno, en vez de
agua tendremos bióxido de hidrógeno, un líquido corrosivo, pero
formado con los mismos elementos que entran en la composición
del agua, aunque en otra proporción.
8. Esa es, en pocas palabras, la ley que preside la formación
de todos los cuerpos de la naturaleza. La innumerable variedad
de esos cuerpos resulta de un reducidísimo número de principios
elementales combinados en proporciones diferentes.
Así, el oxígeno, combinado en ciertas proporciones con el carbono, el azufre y el fósforo, forma los ácidos carbónico, sulfúrico y fosfórico; el oxígeno y el hierro forman el óxido de hierro o herrumbre; el oxígeno y el plomo, ambos inofensivos, dan origen a los óxidos de plomo, tales como el litargirio, el albayalde, el minio, que son venenosos. El oxígeno con los metales denominados calcio, sodio y potasio, forman la cal, la soda y la potasa. La cal, unida al ácido carbónico forma los carbonatos de cal o piedras calcáreas, tales como el mármol, la tiza, la piedra de construcción, las estalactitas de las grutas; unida al ácido sulfúrico forma el sulfato de cal o yeso y el alabastro; unida al ácido fosfórico forma el fosfato de cal, base sólida de los huesos; el cloro y el hidrógeno forman el ácido clorhídrico o hidroclórico; el cloro y el sodio forman el cloruro de sodio o sal marina.
Así, el oxígeno, combinado en ciertas proporciones con el carbono, el azufre y el fósforo, forma los ácidos carbónico, sulfúrico y fosfórico; el oxígeno y el hierro forman el óxido de hierro o herrumbre; el oxígeno y el plomo, ambos inofensivos, dan origen a los óxidos de plomo, tales como el litargirio, el albayalde, el minio, que son venenosos. El oxígeno con los metales denominados calcio, sodio y potasio, forman la cal, la soda y la potasa. La cal, unida al ácido carbónico forma los carbonatos de cal o piedras calcáreas, tales como el mármol, la tiza, la piedra de construcción, las estalactitas de las grutas; unida al ácido sulfúrico forma el sulfato de cal o yeso y el alabastro; unida al ácido fosfórico forma el fosfato de cal, base sólida de los huesos; el cloro y el hidrógeno forman el ácido clorhídrico o hidroclórico; el cloro y el sodio forman el cloruro de sodio o sal marina.
9. Todas esas combinaciones, y miles de otras, se obtienen
artificialmente en pequeña escala en los laboratorios de química;
y se producen espontáneamente y en gran escala en el inmenso
laboratorio de la naturaleza.
En su origen, la Tierra no contenía esas materias combinadas, sino solamente sus principios constitutivos volatilizados. Cuando las tierras calcáreas y otras, que con el tiempo se convirtieron en piedras, se depositaron en su superficie, aquellas materias no existían totalmente formadas; no obstante, en el aire se encontraban, en estado gaseoso, todas las sustancias primitivas. Esas sustancias, precipitadas por efecto del enfriamiento, y sometidas a circunstancias favorables, se combinaron según el grado de sus afinidades moleculares. Entonces se formaron las diferentes variedades de carbonatos, sulfatos, etc., al principio disueltos en las aguas y luego depositados en la superficie del suelo.
En la suposición de que, por una causa cualquiera, la Tierra volviese a su estado primitivo de incandescencia, todo se descompondría; los elementos se separarían; todas las sustancias fusibles se fundirían; todas las que son volatilizables se volatilizarían. Posteriormente, otro enfriamiento determinaría una nueva precipitación, y de nuevo se formarían las antiguas combinaciones.
En su origen, la Tierra no contenía esas materias combinadas, sino solamente sus principios constitutivos volatilizados. Cuando las tierras calcáreas y otras, que con el tiempo se convirtieron en piedras, se depositaron en su superficie, aquellas materias no existían totalmente formadas; no obstante, en el aire se encontraban, en estado gaseoso, todas las sustancias primitivas. Esas sustancias, precipitadas por efecto del enfriamiento, y sometidas a circunstancias favorables, se combinaron según el grado de sus afinidades moleculares. Entonces se formaron las diferentes variedades de carbonatos, sulfatos, etc., al principio disueltos en las aguas y luego depositados en la superficie del suelo.
En la suposición de que, por una causa cualquiera, la Tierra volviese a su estado primitivo de incandescencia, todo se descompondría; los elementos se separarían; todas las sustancias fusibles se fundirían; todas las que son volatilizables se volatilizarían. Posteriormente, otro enfriamiento determinaría una nueva precipitación, y de nuevo se formarían las antiguas combinaciones.
10. Estas consideraciones demuestran cuán necesaria era la
química para la comprensión de la génesis.
Antes de que se conocieran las leyes de la afinidad molecular era imposible que se comprendiera la formación de la Tierra. Esta ciencia ha arrojado importante luz sobre la cuestión, como lo hicieron la astronomía y la geología desde otros puntos de vista.
Antes de que se conocieran las leyes de la afinidad molecular era imposible que se comprendiera la formación de la Tierra. Esta ciencia ha arrojado importante luz sobre la cuestión, como lo hicieron la astronomía y la geología desde otros puntos de vista.
11. En la formación de los cuerpos sólidos, uno de los fenómenos
más notables es el de la cristalización, que consiste en la
forma regular que adoptan ciertas sustancias al pasar del estado
líquido o gaseoso al estado sólido. Esa forma, que varía de acuerdo
con la naturaleza de la sustancia, es generalmente la de sólidos
geométricos, tales como el prisma, el romboide, el cubo y la pirámide. Todos conocen los cristales del azúcar cande, los cristales de
roca o silicio cristalizado. Son prismas de seis caras que terminan
en una pirámide también hexagonal. El diamante es carbono puro
o carbón cristalizado. Las figuras que en invierno se producen sobre
los vidrios se deben a la cristalización del vapor de agua durante
la congelación, con la forma de agujas prismáticas.
La disposición regular de los cristales corresponde a la forma particular de las moléculas de cada cuerpo. Esas partículas, infinitamente pequeñas para nosotros, pero que no dejan por eso de ocupar un cierto espacio, aproximadas las unas a las otras por atracción molecular, se acomodan y se yuxtaponen según lo exigen sus formas, de modo que cada una tome su lugar alrededor del núcleo o principal centro de atracción, para constituir un conjunto simétrico.
La cristalización sólo ocurre en ciertas circunstancias favorables, fuera de las cuales no puede producirse. El grado de la temperatura y el reposo son condiciones esenciales. Se comprende que demasiado calor, al mantener separadas las moléculas, no les permitiría que se condensasen, y que la agitación, al impedir que se acomoden simétricamente, sólo les dejaría que formen una masa confusa e irregular y, por lo tanto, sin la cristalización propiamente dicha.
La disposición regular de los cristales corresponde a la forma particular de las moléculas de cada cuerpo. Esas partículas, infinitamente pequeñas para nosotros, pero que no dejan por eso de ocupar un cierto espacio, aproximadas las unas a las otras por atracción molecular, se acomodan y se yuxtaponen según lo exigen sus formas, de modo que cada una tome su lugar alrededor del núcleo o principal centro de atracción, para constituir un conjunto simétrico.
La cristalización sólo ocurre en ciertas circunstancias favorables, fuera de las cuales no puede producirse. El grado de la temperatura y el reposo son condiciones esenciales. Se comprende que demasiado calor, al mantener separadas las moléculas, no les permitiría que se condensasen, y que la agitación, al impedir que se acomoden simétricamente, sólo les dejaría que formen una masa confusa e irregular y, por lo tanto, sin la cristalización propiamente dicha.
12. La ley que rige la formación de los minerales conduce
naturalmente a la formación de los cuerpos orgánicos.
El análisis químico muestra que todas las sustancias vegetales y animales están compuestas por los mismos elementos que los cuerpos inorgánicos. De esos elementos, los que desempeñan un rol principal son el oxígeno, el hidrógeno, el nitrógeno y el carbono. Los demás sólo se encuentran de manera eventual. Al igual que en el reino mineral, la diferencia de proporciones en la combinación de esos elementos produce todas las variedades de sustancias orgánicas y sus diversas propiedades, tales como los músculos, los huesos, la sangre, la bilis, los nervios, la sustancia cerebral y la grasa, en los animales; la savia, la madera, las hojas, los frutos, las esencias, los aceites, las resinas, etc., en los vegetales. Por consiguiente, en la formación de los animales y las plantas no interviene ningún elemento especial que no se encuentre también en el reino mineral.*
El análisis químico muestra que todas las sustancias vegetales y animales están compuestas por los mismos elementos que los cuerpos inorgánicos. De esos elementos, los que desempeñan un rol principal son el oxígeno, el hidrógeno, el nitrógeno y el carbono. Los demás sólo se encuentran de manera eventual. Al igual que en el reino mineral, la diferencia de proporciones en la combinación de esos elementos produce todas las variedades de sustancias orgánicas y sus diversas propiedades, tales como los músculos, los huesos, la sangre, la bilis, los nervios, la sustancia cerebral y la grasa, en los animales; la savia, la madera, las hojas, los frutos, las esencias, los aceites, las resinas, etc., en los vegetales. Por consiguiente, en la formación de los animales y las plantas no interviene ningún elemento especial que no se encuentre también en el reino mineral.*
* El cuadro siguiente corresponde al análisis de algunas sustancias y muestra la diferencia
de propiedades que resulta tan sólo de la diferencia en la proporción en que entran los
elementos constituyentes. Sobre 100 partes tenemos:
Carbono |
Hidrógeno
|
Oxígeno
|
Nitrógeno
|
|
Azúcar de caña
|
42.470 |
6.900 |
50.530 |
- |
Azúcar de uva
|
36.710 |
6.780 |
56.510 |
- |
Alcohol
|
51.980 |
13.700 |
34.320 |
- |
Aceite de oliva
|
77.210 |
13.360 |
9.430 |
- |
Aceite de nuez
|
79.774 |
10.570 |
9.122 |
0,534 |
Grasa
|
78.996 |
11.700 |
9.304 |
- |
Fibrina
|
53.360 |
7.021 |
19.686 |
19.934 |
13. Algunos ejemplos comunes permitirán que se comprendan
las transformaciones que ocurren en el reino orgánico por la
sola modificación de los elementos constitutivos.
En el jugo de uva aún no hay vino ni alcohol, sino simplemente agua y azúcar. Cuando el jugo madura y las condiciones son propicias, se produce en él una actividad interna a la que se da el nombre de fermentación. A raíz de esa actividad, una parte del azúcar se descompone; el oxígeno, el hidrógeno y el carbono se separan y se combinan en las proporciones necesarias para producir el alcohol, de tal modo que cuando se bebe el jugo de uva no se bebe en realidad alcohol, pues este todavía no existe. El alcohol se forma de las partes constituyentes del agua y del azúcar, sin que haya, en suma, ni una molécula de más ni una de menos.
En el pan y las legumbres que se comen no hay, por cierto, ni carne, ni sangre, ni huesos, ni bilis, ni sustancia cerebral; sin embargo, esos mismos alimentos, al descomponerse y recomponerse durante el trabajo de la digestión, producen esas diferentes sustancias tan sólo por la transmutación de sus elementos constitutivos.
En la semilla de un árbol tampoco hay madera, ni hojas, ni flores, ni frutos, y sería un error pueril suponer que el árbol entero, en tamaño microscópico, se encuentra allí. Casi no existe siquiera en la simiente la cantidad de oxígeno, hidrógeno y carbono necesaria para formar la hoja del árbol. La semilla contiene un germen que hace eclosión cuando encuentra condiciones favorables. Ese germen se desarrolla debido a los jugos que absorbe de la tierra y a los gases que aspira del aire. Esos jugos, que no son madera, ni hojas, ni flores, ni frutos, al infiltrarse en la planta forman la savia, del mismo modo que en los animales forman la sangre. Transportada por la circulación a todas las partes del vegetal, según el órgano adonde llega, la savia experimenta una elaboración especial y se transforma en madera, hojas, frutos, así como la sangre se transforma en carne, huesos, bilis, etc. No obstante, se trata siempre de los mismos elementos: oxígeno, hidrógeno, nitrógeno y carbono, combinados de diversas maneras.
En el jugo de uva aún no hay vino ni alcohol, sino simplemente agua y azúcar. Cuando el jugo madura y las condiciones son propicias, se produce en él una actividad interna a la que se da el nombre de fermentación. A raíz de esa actividad, una parte del azúcar se descompone; el oxígeno, el hidrógeno y el carbono se separan y se combinan en las proporciones necesarias para producir el alcohol, de tal modo que cuando se bebe el jugo de uva no se bebe en realidad alcohol, pues este todavía no existe. El alcohol se forma de las partes constituyentes del agua y del azúcar, sin que haya, en suma, ni una molécula de más ni una de menos.
En el pan y las legumbres que se comen no hay, por cierto, ni carne, ni sangre, ni huesos, ni bilis, ni sustancia cerebral; sin embargo, esos mismos alimentos, al descomponerse y recomponerse durante el trabajo de la digestión, producen esas diferentes sustancias tan sólo por la transmutación de sus elementos constitutivos.
En la semilla de un árbol tampoco hay madera, ni hojas, ni flores, ni frutos, y sería un error pueril suponer que el árbol entero, en tamaño microscópico, se encuentra allí. Casi no existe siquiera en la simiente la cantidad de oxígeno, hidrógeno y carbono necesaria para formar la hoja del árbol. La semilla contiene un germen que hace eclosión cuando encuentra condiciones favorables. Ese germen se desarrolla debido a los jugos que absorbe de la tierra y a los gases que aspira del aire. Esos jugos, que no son madera, ni hojas, ni flores, ni frutos, al infiltrarse en la planta forman la savia, del mismo modo que en los animales forman la sangre. Transportada por la circulación a todas las partes del vegetal, según el órgano adonde llega, la savia experimenta una elaboración especial y se transforma en madera, hojas, frutos, así como la sangre se transforma en carne, huesos, bilis, etc. No obstante, se trata siempre de los mismos elementos: oxígeno, hidrógeno, nitrógeno y carbono, combinados de diversas maneras.
14. Por consiguiente, las diferentes combinaciones de los elementos
para la formación de las sustancias minerales, vegetales y
animales, no pueden producirse sino en los medios y en las circunstancias
propicias; fuera de esas circunstancias, los principios elementales
permanecen en una especie de inercia. Con todo, a partir del
momento en que las circunstancias se vuelven favorables, comienza
un trabajo de elaboración; las moléculas se ponen en movimiento,
se agitan, se atraen, se aproximan y se separan por efecto de la ley de
las afinidades y, mediante sus múltiples combinaciones, componen
la infinita variedad de las sustancias. Si esas condiciones desaparecen,
el trabajo cesa bruscamente y vuelve a comenzar cuando estas
se presentan nuevamente. Así es como la vegetación se activa, se
debilita, se detiene y prosigue, bajo la acción del calor, de la luz, de
la humedad, del frío o de la sequía; así es como una planta prospera
en un clima o en un terreno, y se marchita o muere en otros.
15. Lo que ocurre a diario delante de nuestros ojos puede
orientarnos acerca de lo que sucedió en el origen de los tiempos,
ya que las leyes de la naturaleza son invariables.
Puesto que los elementos constitutivos de los seres orgánicos e inorgánicos son los mismos, y que los vemos constantemente, en determinadas circunstancias, formar piedras, plantas y frutos, podemos inferir de ahí que los cuerpos de los primeros seres vivos se formaron, como las primeras piedras, por la reunión de las moléculas elementales, en virtud de la ley de afinidad, a medida que las condiciones de vitalidad del globo fueron propicias para tal o cual especie.
La semejanza de forma y de colores en la reproducción de los individuos de cada especie puede compararse con la semejanza de forma de cada especie de cristal. Como se yuxtaponen por la acción de la misma ley, las moléculas producen un conjunto análogo.
Puesto que los elementos constitutivos de los seres orgánicos e inorgánicos son los mismos, y que los vemos constantemente, en determinadas circunstancias, formar piedras, plantas y frutos, podemos inferir de ahí que los cuerpos de los primeros seres vivos se formaron, como las primeras piedras, por la reunión de las moléculas elementales, en virtud de la ley de afinidad, a medida que las condiciones de vitalidad del globo fueron propicias para tal o cual especie.
La semejanza de forma y de colores en la reproducción de los individuos de cada especie puede compararse con la semejanza de forma de cada especie de cristal. Como se yuxtaponen por la acción de la misma ley, las moléculas producen un conjunto análogo.
El principio vital.
17. ¿Será el principio vital algo distinto, que tiene existencia
propia? ¿O bien, integrado en el sistema de la unidad del elemento
generador, no es más que un estado particular, una de las modificaciones
del fluido cósmico universal, mediante la cual este se convierte
en el principio de vida, del mismo modo que se convierte en
luz, fuego, calor, electricidad? En este último sentido, las comunicaciones
que hemos reproducido más arriba resuelven el problema.
(Véase el Capítulo VI: Uranografía general.)
No obstante, sea cual fuere la opinión que se tenga sobre la naturaleza del principio vital, lo cierto es que existe, pues observamos sus efectos. Por lo tanto, podemos admitir lógicamente que, al formarse, los seres orgánicos han asimilado el principio vital, pues este es necesario para su destino; o si se prefiere, que ese principio se desarrolló en cada individuo por efecto mismo de la combinación de los elementos, tal como se desarrollan en ciertas circunstancias el calor, la luz y la electricidad.
No obstante, sea cual fuere la opinión que se tenga sobre la naturaleza del principio vital, lo cierto es que existe, pues observamos sus efectos. Por lo tanto, podemos admitir lógicamente que, al formarse, los seres orgánicos han asimilado el principio vital, pues este es necesario para su destino; o si se prefiere, que ese principio se desarrolló en cada individuo por efecto mismo de la combinación de los elementos, tal como se desarrollan en ciertas circunstancias el calor, la luz y la electricidad.
18. Al combinarse sin el principio vital, el oxígeno, el hidrógeno, el nitrógeno y el carbono sólo habrían formado un mineral
o cuerpo inorgánico. Sin embargo, puesto que el principio vital modifica la constitución molecular de ese cuerpo, le confiere propiedades
especiales y, en lugar de una molécula mineral, se obtiene
una molécula de materia orgánica.
La actividad del principio vital es mantenida durante la vida mediante la acción del funcionamiento de los órganos, del mismo modo que el calor por el movimiento de rotación de una rueda. Al cesar esa acción, con motivo de la muerte, el principio vital se extingue, al igual que el calor cuando la rueda deja de girar. No obstante, el efecto producido sobre el estado molecular del cuerpo por el principio vital subsiste hasta después de la extinción de ese principio, como la carbonización de la madera persiste después de que se ha extinguido el calor. En el análisis de los cuerpos orgánicos, la química encuentra los elementos que los constituyen: oxígeno, hidrógeno, nitrógeno y carbono, pero no puede reconstituir aquellos cuerpos; dado que ya no existe la causa, le es imposible reproducir el efecto, mientras que sí puede reconstituir una piedra.
La actividad del principio vital es mantenida durante la vida mediante la acción del funcionamiento de los órganos, del mismo modo que el calor por el movimiento de rotación de una rueda. Al cesar esa acción, con motivo de la muerte, el principio vital se extingue, al igual que el calor cuando la rueda deja de girar. No obstante, el efecto producido sobre el estado molecular del cuerpo por el principio vital subsiste hasta después de la extinción de ese principio, como la carbonización de la madera persiste después de que se ha extinguido el calor. En el análisis de los cuerpos orgánicos, la química encuentra los elementos que los constituyen: oxígeno, hidrógeno, nitrógeno y carbono, pero no puede reconstituir aquellos cuerpos; dado que ya no existe la causa, le es imposible reproducir el efecto, mientras que sí puede reconstituir una piedra.
19. Hemos tomado como elemento de comparación el calor
que se desarrolla por el movimiento de una rueda, por tratarse
de un efecto común, que todos conocen, y es más fácil de comprender.
No obstante, habríamos sido más exactos si hubiésemos
dicho que, en la combinación de los elementos para formar los
cuerpos orgánicos, se desarrolla la electricidad. Los cuerpos orgánicos serían entonces verdaderas pilas eléctricas, que funcionan
mientras los elementos de esas pilas se encuentran en las condiciones
requeridas para producir electricidad: esa es la vida; y que
dejan de funcionar cuando esas condiciones desaparecen: esa es
la muerte. De acuerdo con esto, el principio vital no sería más
que una especie particular de electricidad, denominada electricidad
animal, que durante la vida se desprende mediante la acción
de los órganos, y cuya producción cesa en ocasión de la muerte,
a raíz de que se extingue esa acción.
Generación espontánea.
20. Es natural preguntarse por qué ya no se forman seres
vivos en las mismas condiciones en que se formaron los primeros
que aparecieron en la Tierra.
La cuestión de la generación espontánea, que actualmente preocupa a la ciencia, aunque todavía no haya un acuerdo en cuanto a su resolución, no deja de arrojar luz sobre ese punto. El problema propuesto es el siguiente: en nuestros días, ¿se forman espontáneamente seres orgánicos por la simple reunión de los elementos que los constituyen, sin gérmenes producidos previamente por el modo habitual de generación? Dicho de otro modo: ¿se forman seres sin padre ni madre? Los partidarios de la generación espontánea responden afirmativamente, y se apoyan en observaciones directas que parecen concluyentes. Otros piensan que todos los seres vivos se reproducen los unos mediante los otros, y se basan en el hecho, constatado por la experiencia, de que los gérmenes de ciertas especies vegetales y animales, incluso dispersos, conservan la vitalidad en estado latente durante un lapso considerable, hasta que las circunstancias sean favorables a su eclosión. Esta opinión deja siempre pendiente la cuestión sobre cómo se formaron los primeros tipos de cada especie.
La cuestión de la generación espontánea, que actualmente preocupa a la ciencia, aunque todavía no haya un acuerdo en cuanto a su resolución, no deja de arrojar luz sobre ese punto. El problema propuesto es el siguiente: en nuestros días, ¿se forman espontáneamente seres orgánicos por la simple reunión de los elementos que los constituyen, sin gérmenes producidos previamente por el modo habitual de generación? Dicho de otro modo: ¿se forman seres sin padre ni madre? Los partidarios de la generación espontánea responden afirmativamente, y se apoyan en observaciones directas que parecen concluyentes. Otros piensan que todos los seres vivos se reproducen los unos mediante los otros, y se basan en el hecho, constatado por la experiencia, de que los gérmenes de ciertas especies vegetales y animales, incluso dispersos, conservan la vitalidad en estado latente durante un lapso considerable, hasta que las circunstancias sean favorables a su eclosión. Esta opinión deja siempre pendiente la cuestión sobre cómo se formaron los primeros tipos de cada especie.
21. Sin rebatir ninguno de los dos sistemas, conviene destacar
que el principio de la generación espontánea evidentemente
sólo se puede aplicar a los seres de los órdenes más inferiores de los
reinos vegetal y animal, a aquellos en los cuales la vida comienza a
despuntar y cuyo organismo, extremadamente simple, es en cierto
modo rudimentario. Fueron esos, de hecho, los primeros que aparecieron
en la Tierra y cuya formación debió de ser espontánea. En
ese caso, asistiríamos a una creación permanente, análoga a la que
se produjo en las primeras edades del mundo.
22. Pero entonces, ¿por qué no se forman de la misma manera
los seres de organización compleja? Es un hecho positivo
que esos seres no han existido siempre; por consiguiente, tuvieron
un comienzo. Si el musgo, el liquen, el zoófito, el infusorio,
las lombrices intestinales y otros se reproducen espontáneamente,
¿por qué no sucede lo mismo con los árboles, los peces, los
perros o los caballos?
Por el momento, aquí se detienen las investigaciones; se pierde el hilo conductor, y hasta que este sea encontrado, el terreno queda abierto a las hipótesis. Sería, pues, imprudente y prematuro presentar estos sistemas como verdades absolutas.
Por el momento, aquí se detienen las investigaciones; se pierde el hilo conductor, y hasta que este sea encontrado, el terreno queda abierto a las hipótesis. Sería, pues, imprudente y prematuro presentar estos sistemas como verdades absolutas.
23. Si la generación espontánea es un hecho demostrado,
por más limitado que sea, no deja de constituir un hecho fundamental,
un hito capaz de indicar el camino para nuevas investigaciones.
Si los seres orgánicos complejos no se producen de esa
manera, ¿quién sabe cómo comenzaron? ¿Quién conoce el secreto
de todas las transformaciones? Si vemos al roble brotar de la bellota,
¿quién puede sostener que no exista un lazo misterioso entre el
pólipo y el elefante? (Véase el § 25.)
En el estado actual de nuestros conocimientos, no podemos instalar la teoría de la generación espontánea permanente más que como una hipótesis probable, que un día, tal vez, ocupe un lugar entre las verdades científicas reconocidas. *
En el estado actual de nuestros conocimientos, no podemos instalar la teoría de la generación espontánea permanente más que como una hipótesis probable, que un día, tal vez, ocupe un lugar entre las verdades científicas reconocidas. *
* Véase, en la Revista Espírita de julio de 1868, el artículo acerca del desarrollo de la teoría de
la generación espontánea: “La generación espontánea y la génesis”. (N. de Allan Kardec.)
Escala de los seres orgánicos.
24. No existe una delimitación nítidamente marcada entre
los reinos vegetal y animal. En las fronteras de los dos reinos están
los zoófitos o animales plantas, cuyo nombre indica que participan
de uno y otro y les sirven como punto de contacto.
Al igual que los animales, las plantas nacen, viven, crecen, se alimentan, respiran, se reproducen y mueren. También necesitan luz, calor y agua para vivir; en caso de que les falten esos elementos, se marchitan y mueren. La absorción de un aire viciado y de sustancias deletéreas las envenena. Su carácter distintivo más acentuado es el hecho de que permanezcan vinculadas al suelo y extraigan de él su alimento, sin desplazarse.
El zoófito tiene la apariencia exterior de la planta. Como planta, se mantiene vinculado al suelo; como animal, la vida en él se encuentra más manifiesta: toma su alimentación del medio ambiente.
Un escalón más arriba, el animal es libre y busca su alimento. En primer lugar, se encuentran las numerosas variedades de pólipos de cuerpos gelatinosos, que carecen de órganos bien definidos, y sólo difieren de las plantas por la facultad de locomoción. Siguen, en el orden del desarrollo de los órganos, de la actividad vital y del instinto: los helmintos o lombrices intestinales; los moluscos, animales carnosos desprovistos de huesos, algunos de los cuales están desnudos, como las babosas y los pulpos; y otros provistos de conchas, como el caracol y la ostra. Los crustáceos, cuya piel está cubierta con una corteza sólida, como el cangrejo y la langosta de mar; los insectos, en los cuales la vida despliega una actividad prodigiosa y se manifiesta el instinto industrioso, como la hormiga, la abeja y la araña. Algunos experimentan metamorfosis, como la oruga, que se transforma en una delicada mariposa. Sigue, a continuación, el orden de los vertebrados, animales de esqueleto óseo, que comprende los peces, los reptiles, las aves y, por último, los mamíferos, cuya organización es la más completa.
Al igual que los animales, las plantas nacen, viven, crecen, se alimentan, respiran, se reproducen y mueren. También necesitan luz, calor y agua para vivir; en caso de que les falten esos elementos, se marchitan y mueren. La absorción de un aire viciado y de sustancias deletéreas las envenena. Su carácter distintivo más acentuado es el hecho de que permanezcan vinculadas al suelo y extraigan de él su alimento, sin desplazarse.
El zoófito tiene la apariencia exterior de la planta. Como planta, se mantiene vinculado al suelo; como animal, la vida en él se encuentra más manifiesta: toma su alimentación del medio ambiente.
Un escalón más arriba, el animal es libre y busca su alimento. En primer lugar, se encuentran las numerosas variedades de pólipos de cuerpos gelatinosos, que carecen de órganos bien definidos, y sólo difieren de las plantas por la facultad de locomoción. Siguen, en el orden del desarrollo de los órganos, de la actividad vital y del instinto: los helmintos o lombrices intestinales; los moluscos, animales carnosos desprovistos de huesos, algunos de los cuales están desnudos, como las babosas y los pulpos; y otros provistos de conchas, como el caracol y la ostra. Los crustáceos, cuya piel está cubierta con una corteza sólida, como el cangrejo y la langosta de mar; los insectos, en los cuales la vida despliega una actividad prodigiosa y se manifiesta el instinto industrioso, como la hormiga, la abeja y la araña. Algunos experimentan metamorfosis, como la oruga, que se transforma en una delicada mariposa. Sigue, a continuación, el orden de los vertebrados, animales de esqueleto óseo, que comprende los peces, los reptiles, las aves y, por último, los mamíferos, cuya organización es la más completa.
25. Si se consideran solamente los dos puntos extremos de la
cadena, sin duda no habrá aparentemente ninguna analogía; pero
si se pasa de un eslabón al otro sin solución de continuidad, se llega
sin una transición brusca de la planta a los animales vertebrados.
Se comprende entonces que los animales de organización compleja no son más que una transformación o, si se prefiere, un desarrollo
gradual, al comienzo imperceptible, de la especie inmediatamente
inferior, y así sucesivamente, hasta el ser primitivo elemental. Entre
la bellota y el roble la diferencia es muy importante; sin embargo,
si acompañamos paso a paso el desarrollo de la bellota, llegaremos
al roble, y ya no nos sorprenderemos de que este provenga de
una semilla tan pequeña. Por consiguiente, si la bellota encierra en
estado latente los elementos apropiados para la formación de un
árbol gigantesco, ¿por qué no ocurriría lo mismo desde el ácaro al
elefante? (Véase el § 23.)
Ante lo expuesto, se comprende que no exista la generación espontánea más que para los seres orgánicos elementales. Las especies superiores serían el resultado de las transformaciones sucesivas de esos mismos seres, a medida que las condiciones atmosféricas fueron propicias para ellos. Al adquirir cada especie la facultad de reproducirse, los cruzamientos dieron por resultado incontables variedades. Más tarde, una vez que la especie se instaló en condiciones de vitalidad duradera, ¿quién podría negar que los gérmenes primitivos de donde ella surgió hayan desaparecido a partir de entonces por ser inútiles? ¿Quién podría negar que nuestro ácaro actual es idéntico al que, de transformación en transformación, produjo al elefante? De ese modo se explicaría por qué no existe la generación espontánea entre los animales de organización compleja.
Esta teoría, aunque no ha sido aceptada de manera definitiva, es la que tiende actualmente a predominar en la ciencia. Los investigadores serios la aceptan como la más racional entre todas las que existen.
Ante lo expuesto, se comprende que no exista la generación espontánea más que para los seres orgánicos elementales. Las especies superiores serían el resultado de las transformaciones sucesivas de esos mismos seres, a medida que las condiciones atmosféricas fueron propicias para ellos. Al adquirir cada especie la facultad de reproducirse, los cruzamientos dieron por resultado incontables variedades. Más tarde, una vez que la especie se instaló en condiciones de vitalidad duradera, ¿quién podría negar que los gérmenes primitivos de donde ella surgió hayan desaparecido a partir de entonces por ser inútiles? ¿Quién podría negar que nuestro ácaro actual es idéntico al que, de transformación en transformación, produjo al elefante? De ese modo se explicaría por qué no existe la generación espontánea entre los animales de organización compleja.
Esta teoría, aunque no ha sido aceptada de manera definitiva, es la que tiende actualmente a predominar en la ciencia. Los investigadores serios la aceptan como la más racional entre todas las que existen.
El hombre corporal.
26. Desde el punto de vista corporal y puramente anatómico,
el hombre pertenece a la clase de los mamíferos, de los cuales difiere únicamente por algunos matices en la forma exterior. En
cuanto a lo demás, posee la misma composición química de los
animales, los mismos órganos, las mismas funciones y los mismos
modos de nutrición, de respiración, de secreción y de reproducción.
El hombre nace, vive y muere en las mismas condiciones
y, cuando muere, su cuerpo se descompone como el de todo ser
viviente. No hay en su sangre, ni en su carne, ni en sus huesos,
un átomo diferente de los que se encuentran en el cuerpo de los
animales. Como estos, al morir devuelve a la tierra el oxígeno,
el hidrógeno, el nitrógeno y el carbono que se habían combinado
para formarlo, de modo que esos elementos, mediante nuevas
combinaciones, van a formar nuevos cuerpos minerales, vegetales
y animales. La analogía es tan grande que, cuando las experiencias
no pueden hacerse en el propio hombre, sus funciones orgánicas se
estudian en ciertos animales.
27. Dentro de la clase de los mamíferos, el hombre pertenece
al orden de los bímanos. Inmediatamente por debajo de él están
los cuadrumanos (animales de cuatro manos) o monos, algunos
de los cuales, como el orangután y el chimpancé, tienen cierto
parecido con el hombre, a tal punto que durante mucho tiempo se
los denominó hombres de los bosques. Como el hombre, esos monos
caminan erguidos, usan palos como herramientas, construyen
chozas y se llevan el alimento a la boca valiéndose de las manos:
signos característicos.
28. Por poco que se observe la escala de los seres vivos, desde
el punto de vista del organismo, se reconoce que desde el liquen
hasta el árbol, y desde el zoófito hasta el hombre, existe una cadena
que se eleva gradualmente sin solución de continuidad, y cuyos eslabones
tienen, sin excepción, un punto de contacto con el eslabón
precedente. Si se acompaña paso a paso la serie de los seres, podría
decirse que cada especie es un perfeccionamiento, una transformación
de la especie inmediatamente inferior. Dado que las condiciones del cuerpo del hombre son idénticas a las de los otros cuerpos, química y constitucionalmente, y dado que nace, vive y muere de la
misma manera, también él debe de haberse formado en las mismas
condiciones que los demás.
29. Aunque eso pueda costarle mucho a su orgullo, el hombre
debe resignarse a no ver en su cuerpo material más que el último
eslabón de la animalidad en la Tierra. Ese es el inexorable
argumento de los hechos, contra el cual sería inútil protestar.
No obstante, cuanto más disminuye para él el valor del cuerpo, tanto más crece en importancia el principio espiritual. Si el primero lo nivela con los irracionales, el segundo lo eleva a una altura inconmensurable. Vemos el límite extremo del animal, pero no vemos el límite al que puede llegar el Espíritu del hombre.
No obstante, cuanto más disminuye para él el valor del cuerpo, tanto más crece en importancia el principio espiritual. Si el primero lo nivela con los irracionales, el segundo lo eleva a una altura inconmensurable. Vemos el límite extremo del animal, pero no vemos el límite al que puede llegar el Espíritu del hombre.
30. En eso el materialismo puede ver que el espiritismo, lejos
de temer a los descubrimientos de la ciencia y su positivismo,
va al encuentro de ellos y los provoca, porque tiene la certeza de
que el principio espiritual, que tiene existencia propia, en nada será
perjudicado.
El espiritismo marcha a la par del materialismo en el campo
de la materia; admite todo lo que el materialismo admite; pero
avanza hasta más allá del punto donde este se detiene.
El espiritismo y el materialismo son como dos viajeros que caminan juntos a partir del mismo lugar; llegados a una cierta distancia, uno de ellos dice: “No puedo seguir”. El otro prosigue y descubre un nuevo mundo. ¿Por qué, entonces, el primero manifiesta que el segundo ha perdido la razón, sólo porque vislumbra nuevos horizontes y se decide a trasponer los límites cuando el otro considera conveniente detenerse? ¿Acaso Cristóbal Colón no fue también tildado de loco porque creía en la existencia de un mundo más allá del océano? ¡Cuántos de esos locos sublimes han hecho avanzar a la humanidad y entraron en la Historia coronados de laureles después de que se les arrojó lodo!
Pues bien, el espiritismo, esta locura del siglo diecinueve, según aquellos que se obstinan en permanecer ligados a la Tierra, pone en evidencia un mundo mucho más importante para el hombre que América, ya que no todos los hombres van a América, mientras que todos, sin excepción, van al mundo de los Espíritus y realizan incesantes travesías de uno a otro.
Llegados al punto en que nos encontramos en relación con la génesis, el materialismo se detiene, en tanto que el espiritismo prosigue sus investigaciones en el dominio de la génesis espiritual.
El espiritismo y el materialismo son como dos viajeros que caminan juntos a partir del mismo lugar; llegados a una cierta distancia, uno de ellos dice: “No puedo seguir”. El otro prosigue y descubre un nuevo mundo. ¿Por qué, entonces, el primero manifiesta que el segundo ha perdido la razón, sólo porque vislumbra nuevos horizontes y se decide a trasponer los límites cuando el otro considera conveniente detenerse? ¿Acaso Cristóbal Colón no fue también tildado de loco porque creía en la existencia de un mundo más allá del océano? ¡Cuántos de esos locos sublimes han hecho avanzar a la humanidad y entraron en la Historia coronados de laureles después de que se les arrojó lodo!
Pues bien, el espiritismo, esta locura del siglo diecinueve, según aquellos que se obstinan en permanecer ligados a la Tierra, pone en evidencia un mundo mucho más importante para el hombre que América, ya que no todos los hombres van a América, mientras que todos, sin excepción, van al mundo de los Espíritus y realizan incesantes travesías de uno a otro.
Llegados al punto en que nos encontramos en relación con la génesis, el materialismo se detiene, en tanto que el espiritismo prosigue sus investigaciones en el dominio de la génesis espiritual.
CAPÍTULO XI - Génesis espiritual
El principio espiritual
1. La existencia del principio espiritual es un hecho que, por decirlo así, no necesita más demostración que el de la existencia del principio material. Es, en cierta forma, una verdad axiomática: se confirma por sus efectos, como la materia por los que le son propios.
De acuerdo con este principio: “Dado que todo efecto tiene una causa, todo efecto inteligente debe tener una causa inteligente”, no hay quien no haga la distinción entre el movimiento mecánico de una campana agitada por el viento, y el movimiento de esa misma campana para dar una señal, un aviso, lo que demuestra por eso mismo que obedece a un pensamiento, a una intención. Ahora bien, como a nadie se le puede ocurrir la idea de atribuir el pensamiento a la materia de la campana, se debe concluir que la mueve una inteligencia a la cual le sirve de instrumento para que se ponga de manifiesto.
Por esa misma razón, nadie tendrá la idea de atribuir el pensamiento al cuerpo de un hombre muerto. Si cuando está vivo, el hombre piensa, se debe a que hay en él algo que ya no existe cuando está muerto. La diferencia que hay entre él y la campana consiste en que la inteligencia que hace que esta se mueva está fuera de ella, mientras que la que hace obrar al hombre está en él mismo.
De acuerdo con este principio: “Dado que todo efecto tiene una causa, todo efecto inteligente debe tener una causa inteligente”, no hay quien no haga la distinción entre el movimiento mecánico de una campana agitada por el viento, y el movimiento de esa misma campana para dar una señal, un aviso, lo que demuestra por eso mismo que obedece a un pensamiento, a una intención. Ahora bien, como a nadie se le puede ocurrir la idea de atribuir el pensamiento a la materia de la campana, se debe concluir que la mueve una inteligencia a la cual le sirve de instrumento para que se ponga de manifiesto.
Por esa misma razón, nadie tendrá la idea de atribuir el pensamiento al cuerpo de un hombre muerto. Si cuando está vivo, el hombre piensa, se debe a que hay en él algo que ya no existe cuando está muerto. La diferencia que hay entre él y la campana consiste en que la inteligencia que hace que esta se mueva está fuera de ella, mientras que la que hace obrar al hombre está en él mismo.
2. El principio espiritual es el corolario de la existencia de Dios. Sin ese principio, Dios no tendría razón de ser, puesto que no se podría concebir que la soberana inteligencia reinara durante toda la eternidad únicamente sobre la materia bruta, como no se podría concebir que un monarca terrestre reinara durante toda su vida exclusivamente sobre piedras. Puesto que no se puede admitir a Dios sin los atributos esenciales de la Divinidad: la justicia y la bondad, esas cualidades serían inútiles si Él sólo pudiera ejercitarlas sobre la materia.
3. Por otro lado, no se podría concebir un Dios soberanamente justo y bueno, que creara seres inteligentes y sensibles, para arrojarlos a la nada luego de algunos días de padecimientos sin compensaciones, y que se recreara en esa sucesión indefinida de seres que nacen sin haberlo pedido, pensando por un instante apenas para que sólo conozcan el dolor y se extingan definitivamente después de una efímera existencia.
Sin la supervivencia del ser pensante los padecimientos de la vida serían, de parte de Dios, una crueldad sin objetivo. Por ese motivo, el materialismo y el ateísmo son consecuencia uno del otro: al negar la causa, no pueden admitir el efecto; al negar el efecto, no pueden admitir la causa. El materialismo es, pues, coherente consigo mismo, aunque no lo sea con la razón.
Sin la supervivencia del ser pensante los padecimientos de la vida serían, de parte de Dios, una crueldad sin objetivo. Por ese motivo, el materialismo y el ateísmo son consecuencia uno del otro: al negar la causa, no pueden admitir el efecto; al negar el efecto, no pueden admitir la causa. El materialismo es, pues, coherente consigo mismo, aunque no lo sea con la razón.
4. La idea de la perpetuidad del ser espiritual es innata en el hombre; se encuentra en él en estado de intuición y de anhelo. El hombre comprende que solamente ahí reside la compensación de las miserias de la vida. Esa es la causa por la que siempre ha habido y habrá cada vez más espiritualistas que materialistas, y más deístas que ateos.
A la idea intuitiva y al poder del razonamiento, el espiritismo agrega la sanción de los hechos, la prueba material de la existencia del ser espiritual, de su supervivencia, de su inmortalidad y de su individualidad. Especifica y define lo que aquella idea tenía de vago y abstracto. Muestra que el ser inteligente actúa fuera de la materia, tanto después como durante la vida del cuerpo.
A la idea intuitiva y al poder del razonamiento, el espiritismo agrega la sanción de los hechos, la prueba material de la existencia del ser espiritual, de su supervivencia, de su inmortalidad y de su individualidad. Especifica y define lo que aquella idea tenía de vago y abstracto. Muestra que el ser inteligente actúa fuera de la materia, tanto después como durante la vida del cuerpo.
5. El principio espiritual y el principio vital, ¿son una sola y la misma cosa?
A partir, como siempre, de la observación de los hechos, diremos que si el principio vital fuese inseparable del principio inteligente, habría alguna razón para confundirlos. Sin embargo, dado que vemos seres que viven y no piensan, como las plantas; cuerpos humanos que continúan animados por la vida orgánica cuando ya no existe ninguna manifestación del pensamiento; que en el ser vivo se producen movimientos vitales independientes de la acción de la voluntad; que durante el sueño la vida orgánica permanece en plena actividad, mientras que la vida intelectual no se manifiesta por ningún signo exterior, cabe admitir que la vida orgánica reside en un principio inherente a la materia, independiente de la vida espiritual, que es propia del Espíritu. Ahora bien, visto que la materia tiene una vitalidad independiente del Espíritu, y que el Espíritu tiene una vitalidad independiente de la materia, resulta evidente que esa doble vitalidad reposa sobre dos principios diferentes. (Véase el Capítulo X, §§16 a 19.)
A partir, como siempre, de la observación de los hechos, diremos que si el principio vital fuese inseparable del principio inteligente, habría alguna razón para confundirlos. Sin embargo, dado que vemos seres que viven y no piensan, como las plantas; cuerpos humanos que continúan animados por la vida orgánica cuando ya no existe ninguna manifestación del pensamiento; que en el ser vivo se producen movimientos vitales independientes de la acción de la voluntad; que durante el sueño la vida orgánica permanece en plena actividad, mientras que la vida intelectual no se manifiesta por ningún signo exterior, cabe admitir que la vida orgánica reside en un principio inherente a la materia, independiente de la vida espiritual, que es propia del Espíritu. Ahora bien, visto que la materia tiene una vitalidad independiente del Espíritu, y que el Espíritu tiene una vitalidad independiente de la materia, resulta evidente que esa doble vitalidad reposa sobre dos principios diferentes. (Véase el Capítulo X, §§16 a 19.)
6. El principio espiritual, ¿tendrá origen en el elemento cósmico universal? ¿Será sólo una transformación, un modo de existencia de ese elemento, como la luz, la electricidad, el calor, etc.?
Si fuese así, el principio espiritual sufriría las vicisitudes de la materia; se extinguiría por la desagregación, como el principio vital; el ser inteligente no tendría más que una existencia momentánea, como la del cuerpo, y al morir volvería a la nada o, lo que sería lo mismo, al todo universal. Estaríamos, en una palabra, ante la confirmación de las doctrinas materialistas.
Las propiedades sui generis que se le reconocen al principio espiritual prueban que este tiene existencia propia, independiente, puesto que si su origen estuviese en la materia, le faltarían esas propiedades. Dado que la inteligencia y el pensamiento no pueden ser atributos de la materia, si nos remontamos de los efectos a la causa, se llega a la conclusión de que el elemento material y el elemento espiritual son dos principios constitutivos del universo. El elemento espiritual individualizado constituye los seres llamados Espíritus, como el elemento material individualizado constituye los diferentes cuerpos de la naturaleza, orgánicos e inorgánicos.
Si fuese así, el principio espiritual sufriría las vicisitudes de la materia; se extinguiría por la desagregación, como el principio vital; el ser inteligente no tendría más que una existencia momentánea, como la del cuerpo, y al morir volvería a la nada o, lo que sería lo mismo, al todo universal. Estaríamos, en una palabra, ante la confirmación de las doctrinas materialistas.
Las propiedades sui generis que se le reconocen al principio espiritual prueban que este tiene existencia propia, independiente, puesto que si su origen estuviese en la materia, le faltarían esas propiedades. Dado que la inteligencia y el pensamiento no pueden ser atributos de la materia, si nos remontamos de los efectos a la causa, se llega a la conclusión de que el elemento material y el elemento espiritual son dos principios constitutivos del universo. El elemento espiritual individualizado constituye los seres llamados Espíritus, como el elemento material individualizado constituye los diferentes cuerpos de la naturaleza, orgánicos e inorgánicos.
7. Admitido el ser espiritual, como este no puede proceder de la materia, ¿cuál es su origen, su punto de partida?
Para responder, no disponemos en absoluto de los medios de investigación, como sucede con todo lo relativo al principio de las cosas. El hombre sólo puede comprobar lo que existe, y acerca de todo lo demás, no le cabe otra cosa que enunciar hipótesis. Y ya sea porque ese conocimiento esté fuera del alcance de su inteligencia actual, o porque en este momento pueda resultarle inútil o perjudicial, Dios no se lo concede siquiera mediante la revelación.
Lo que Dios permite que sus mensajeros le digan y lo que, por otra parte, el hombre puede deducir por sí mismo a partir del principio de la soberana justicia, que es uno de los atributos esenciales de la Divinidad, es que todos los Espíritus tienen el mismo punto de partida: todos son creados simples e ignorantes, con idéntica aptitud para progresar mediante sus actividades individuales; todos alcanzarán el grado de perfección compatible con los esfuerzos personales de las criaturas humanas; todos, porque son hijos del mismo Padre, son objeto de igual solicitud: no existe ninguno más favorecido o mejor dotado que los otros, ni dispensado del trabajo impuesto a los demás para que alcancen la meta.
Para responder, no disponemos en absoluto de los medios de investigación, como sucede con todo lo relativo al principio de las cosas. El hombre sólo puede comprobar lo que existe, y acerca de todo lo demás, no le cabe otra cosa que enunciar hipótesis. Y ya sea porque ese conocimiento esté fuera del alcance de su inteligencia actual, o porque en este momento pueda resultarle inútil o perjudicial, Dios no se lo concede siquiera mediante la revelación.
Lo que Dios permite que sus mensajeros le digan y lo que, por otra parte, el hombre puede deducir por sí mismo a partir del principio de la soberana justicia, que es uno de los atributos esenciales de la Divinidad, es que todos los Espíritus tienen el mismo punto de partida: todos son creados simples e ignorantes, con idéntica aptitud para progresar mediante sus actividades individuales; todos alcanzarán el grado de perfección compatible con los esfuerzos personales de las criaturas humanas; todos, porque son hijos del mismo Padre, son objeto de igual solicitud: no existe ninguno más favorecido o mejor dotado que los otros, ni dispensado del trabajo impuesto a los demás para que alcancen la meta.
8. Al mismo tiempo que creó, desde siempre, mundos materiales, Dios también ha creado seres espirituales desde toda la eternidad. Si no fuese así, los mundos materiales no tendrían ningún sentido. Sería mucho más fácil si se concibieran los seres espirituales sin los mundos materiales, que estos últimos sin aquellos. Los mundos materiales debían proporcionar a los seres espirituales elementos de actividad para el desarrollo de su inteligencia.
9. El progreso es la condición normal de los seres espirituales, y la perfección relativa es la meta que deben alcanzar. Ahora bien, como Dios ha creado desde toda la eternidad, y crea sin cesar, también desde toda la eternidad han existido seres que alcanzaron el punto culminante de la escala.
Antes de que la Tierra existiese, mundos incontables habían sucedido a otros mundos, y cuando la Tierra salió del caos de los elementos, el espacio ya estaba poblado de seres espirituales en todos los grados de adelanto, desde los que surgían a la vida hasta los que, desde toda la eternidad, habían tomado un lugar entre los Espíritus puros, vulgarmente denominados ángeles.
Antes de que la Tierra existiese, mundos incontables habían sucedido a otros mundos, y cuando la Tierra salió del caos de los elementos, el espacio ya estaba poblado de seres espirituales en todos los grados de adelanto, desde los que surgían a la vida hasta los que, desde toda la eternidad, habían tomado un lugar entre los Espíritus puros, vulgarmente denominados ángeles.
Unión del principio espiritual con la materia
10. Puesto que la materia debía ser el objeto del trabajo del Espíritu para el desarrollo de sus facultades, era necesario que este pudiese actuar sobre ella, razón por la cual tuvo que habitarla, como el leñador habita en del bosque. Como la materia debía ser al mismo tiempo el objetivo y el instrumento del trabajo, Dios, en vez de unir el Espíritu a la piedra rígida creó, para su uso, cuerpos organizados, flexibles y capaces de recibir todos los impulsos de su voluntad, así como también de prestarse a todos sus movimientos.
Por lo tanto, el cuerpo es al mismo tiempo la envoltura y el instrumento del Espíritu. A medida que este adquiere nuevas aptitudes, se reviste con una envoltura apropiada al nuevo tipo de trabajo que le corresponde realizar, tal como se hace con el operario a quien se le confía una herramienta menos sencilla a medida que demuestra su capacidad para realizar una tarea más delicada.
Por lo tanto, el cuerpo es al mismo tiempo la envoltura y el instrumento del Espíritu. A medida que este adquiere nuevas aptitudes, se reviste con una envoltura apropiada al nuevo tipo de trabajo que le corresponde realizar, tal como se hace con el operario a quien se le confía una herramienta menos sencilla a medida que demuestra su capacidad para realizar una tarea más delicada.
11. Para ser más exactos, es necesario expresar que el Espí- ritu mismo es el que modela su envoltura y la adecua a sus nuevas necesidades; perfecciona, desarrolla y completa su organismo a medida que experimenta la necesidad de poner de manifiesto nuevas facultades; en una palabra, lo adapta de acuerdo con su inteligencia. Dios le proporciona los materiales, y a él le corresponde hacer uso de ellos. A eso se debe que las razas más avanzadas tienen un organismo o, si se quiere, un mecanismo cerebral más perfeccionado que el de las razas primitivas. De ese modo también se explica la marca especial que el carácter del Espíritu imprime a los rasgos de la fisonomía y a las líneas del cuerpo. (Véase el Capítulo VIII, § 7: El alma de la Tierra.)
12. Desde el momento en que un Espíritu nace a la vida espiritual, en beneficio de su adelanto es necesario que haga uso de sus facultades, rudimentarias al principio. Por esa razón se recubre con una envoltura corporal adecuada a su estado de infancia intelectual, envoltura que él abandona para tomar otra a medida que sus fuerzas van en aumento. Ahora bien, como en todas las épocas ha habido mundos, y como esos mundos dieron origen a cuerpos organizados aptos para recibir Espíritus, en todas las épocas los Espíritus, sea cual fuere el grado de adelanto que hubiesen alcanzado, encontraron los elementos necesarios para la vida carnal.
13. Por ser exclusivamente material, el cuerpo sufre las vicisitudes de la materia. Después de funcionar durante algún tiempo, se desorganiza y se descompone. El principio vital, como ya no encuentra un elemento para su actividad, se extingue y el cuerpo muere. El Espíritu, para quien el cuerpo privado de vida se torna inútil, lo abandona, como se abandona una casa en ruinas o la ropa que no sirve.
14. El cuerpo, pues, no es más que una envoltura destinada a recibir al Espíritu, de modo que poco importan su origen y los materiales que lo constituyen. Sea o no el cuerpo del hombre una creación especial, lo cierto es que lo forman los mismos elementos que forman el cuerpo de los animales, lo anima el mismo principio vital o, en otras palabras, lo vivifica el mismo fuego, así como lo ilumina la misma luz y se encuentra sujeto a las mismas vicisitudes y a las mismas necesidades. Esta es una cuestión que no admite discusiones.
En caso de que se considere únicamente la materia, haciendo abstracción del Espíritu, el hombre no tiene nada que lo distinga del animal. Sin embargo, todo cambia de aspecto cuando se establece la diferencia entre la habitación y el habitante.
Un gran señor, sea que se encuentre en una choza o esté cubierto con las ropas de un campesino, no deja por eso de ser un gran señor. Lo mismo sucede con el hombre. No es su vestimenta de carne la que lo coloca por encima de los irracionales y lo convierte en un ser aparte, sino el ser espiritual que existe en él, su Espíritu.
En caso de que se considere únicamente la materia, haciendo abstracción del Espíritu, el hombre no tiene nada que lo distinga del animal. Sin embargo, todo cambia de aspecto cuando se establece la diferencia entre la habitación y el habitante.
Un gran señor, sea que se encuentre en una choza o esté cubierto con las ropas de un campesino, no deja por eso de ser un gran señor. Lo mismo sucede con el hombre. No es su vestimenta de carne la que lo coloca por encima de los irracionales y lo convierte en un ser aparte, sino el ser espiritual que existe en él, su Espíritu.
Hipótesis sobre el origen del cuerpo humano
15. De la semejanza de formas exteriores que existe entre el cuerpo del hombre y el del mono, algunos fisiólogos arribaron a la conclusión de que el primero es apenas una transformación del segundo. Nada de eso es imposible y, de ser cierto, no hay razón para que la dignidad del hombre se vea afectada. Es muy probable que los cuerpos de los monos hayan servido de vestimenta a los primeros Espíritus humanos, necesariamente poco adelantados, que vinieron a encarnar en la Tierra, visto que esa vestimenta es más apropiada a sus necesidades y más adecuada al ejercicio de sus facultades que el cuerpo de cualquier otro animal. En vez de que se elaborase una envoltura especial para el Espíritu, este podría haberlo hallado ya listo. Se vistió entonces con la piel del mono, sin que dejara de ser un Espíritu humano, como algunas veces el hombre se cubre con la piel de ciertos animales sin que por eso deje de ser hombre.
Queda perfectamente entendido que aquí sólo se trata de una hipótesis que de ninguna manera se enuncia como principio, sino que se presenta solamente para mostrar que el origen del cuerpo en nada perjudica al Espíritu, que es el ser principal, y que la semejanza del cuerpo del hombre con el del mono no implica paridad entre su Espíritu y el del mono.
Queda perfectamente entendido que aquí sólo se trata de una hipótesis que de ninguna manera se enuncia como principio, sino que se presenta solamente para mostrar que el origen del cuerpo en nada perjudica al Espíritu, que es el ser principal, y que la semejanza del cuerpo del hombre con el del mono no implica paridad entre su Espíritu y el del mono.
16. Admitida esa hipótesis, se puede decir que, bajo la influencia y por efecto de la actividad intelectual de su nuevo habitante, la envoltura se modificó, se embelleció en los detalles y conservó la forma general del conjunto (Véase el § 11). Mejorados a través de la procreación, los cuerpos se reprodujeron en las mismas condiciones, como ocurre con los árboles injertados. Dieron origen a una especie nueva que poco a poco se apartó del tipo primitivo, a medida que el Espíritu progresaba. El Espíritu mono, que no fue aniquilado, continuó procreando para su uso cuerpos de mono, del mismo modo que el fruto del árbol silvestre reproduce árboles de esa especie, y el Espíritu humano procreó cuerpos de hombres, variantes del primer molde en el que él se instaló. El tronco se bifurcó y produjo un reto- ño, que a su vez se convirtió en tronco.
Como en la naturaleza no existen las transiciones bruscas, es probable que los primeros hombres que aparecieron en la Tierra se diferenciasen poco del mono por su forma exterior, y sin duda no mucho tampoco por la inteligencia. Actualmente todavía existen salvajes que, por la longitud de sus brazos y de sus pies, así como por la conformación de la cabeza, conservan tanta similitud con el mono, que sólo les falta ser peludos para que la semejanza sea completa.
Como en la naturaleza no existen las transiciones bruscas, es probable que los primeros hombres que aparecieron en la Tierra se diferenciasen poco del mono por su forma exterior, y sin duda no mucho tampoco por la inteligencia. Actualmente todavía existen salvajes que, por la longitud de sus brazos y de sus pies, así como por la conformación de la cabeza, conservan tanta similitud con el mono, que sólo les falta ser peludos para que la semejanza sea completa.
Encarnación de los espíritus
17. El espiritismo nos enseña de qué manera se produce la unión del Espíritu con el cuerpo, en la encarnación.
Por su esencia espiritual, el Espíritu es un ser indefinido, abstracto, que no puede ejercer una acción directa sobre la materia, sino que precisa un intermediario. Ese intermediario es la envoltura fluídica, que en cierto modo es parte integrante del Espíritu. Se trata de una envoltura semimaterial, es decir, que pertenece a la materia por su origen y a la espiritualidad por su naturaleza etérea. Como toda la materia, es extraída del fluido cósmico universal, el cual en esa circunstancia experimenta una modificación especial. Esa envoltura, denominada periespíritu, hace de un ser abstracto, el Espíritu, un ser concreto, definido, que puede ser aprehendido mediante el pensamiento. Lo vuelve apto para actuar sobre la materia tangible, conforme sucede con todos los fluidos imponderables, que son, como se sabe, los más poderosos motores.
El fluido periespiritual constituye, por consiguiente, el lazo de unión entre el Espíritu y la materia. Durante su unión con el cuerpo sirve de vehículo al pensamiento del Espíritu, para transmitir el movimiento a las diferentes partes del organismo, las cuales actúan por impulso de la voluntad, y para hacer que repercutan en el Espíritu las sensaciones producidas por los agentes exteriores. Los nervios son sus hilos conductores, como en el telégrafo el fluido eléctrico tiene como conductor al hilo metálico.
Por su esencia espiritual, el Espíritu es un ser indefinido, abstracto, que no puede ejercer una acción directa sobre la materia, sino que precisa un intermediario. Ese intermediario es la envoltura fluídica, que en cierto modo es parte integrante del Espíritu. Se trata de una envoltura semimaterial, es decir, que pertenece a la materia por su origen y a la espiritualidad por su naturaleza etérea. Como toda la materia, es extraída del fluido cósmico universal, el cual en esa circunstancia experimenta una modificación especial. Esa envoltura, denominada periespíritu, hace de un ser abstracto, el Espíritu, un ser concreto, definido, que puede ser aprehendido mediante el pensamiento. Lo vuelve apto para actuar sobre la materia tangible, conforme sucede con todos los fluidos imponderables, que son, como se sabe, los más poderosos motores.
El fluido periespiritual constituye, por consiguiente, el lazo de unión entre el Espíritu y la materia. Durante su unión con el cuerpo sirve de vehículo al pensamiento del Espíritu, para transmitir el movimiento a las diferentes partes del organismo, las cuales actúan por impulso de la voluntad, y para hacer que repercutan en el Espíritu las sensaciones producidas por los agentes exteriores. Los nervios son sus hilos conductores, como en el telégrafo el fluido eléctrico tiene como conductor al hilo metálico.
18. Cuando un Espíritu debe encarnar en un cuerpo humano en vías de formación, un lazo fluídico, que no es más que una expansión de su periespíritu, lo vincula al embrión que lo atrae con una fuerza irresistible desde el momento de la concepción. A medida que el embrión se desarrolla, el lazo se acorta. Bajo la influencia del principio vital material del embrión, el periespíritu, que posee ciertas propiedades de la materia, se une molécula a molécula al cuerpo que se forma. Por eso es posible decir que el Espíritu, por intermedio de su periespíritu, se enraíza en cierto modo en ese germen, como lo hace una planta en la tierra. Cuando el embrión llega a la plenitud de su desarrollo, la unión es completa, y entonces nace a la vida exterior.
Por un efecto contrario, esa unión del periespíritu y de la materia carnal, que se efectúa bajo la influencia del principio vital del embrión, cesa cuando ese principio deja de actuar, a consecuencia de la desorganización del cuerpo. La unión, mantenida hasta ese momento por una fuerza actuante, cesa en el momento en que esa fuerza deja de actuar. Entonces, el periespíritu se desprende, molécula a molécula, del mismo modo que se había unido, y el Espíritu es devuelto a la libertad. Por lo tanto, no es la partida del Espíritu la que causa la muerte del cuerpo, sino que esta es la que causa la partida de aquel.
Dado que un instante después de la muerte la integridad del Espíritu es completa, y que sus facultades adquieren incluso un mayor poder de penetración, mientras que el principio de vida se ha extinguido en el cuerpo, queda demostrado sin ninguna duda que el principio vital y el principio espiritual son dos cosas distintas.
Por un efecto contrario, esa unión del periespíritu y de la materia carnal, que se efectúa bajo la influencia del principio vital del embrión, cesa cuando ese principio deja de actuar, a consecuencia de la desorganización del cuerpo. La unión, mantenida hasta ese momento por una fuerza actuante, cesa en el momento en que esa fuerza deja de actuar. Entonces, el periespíritu se desprende, molécula a molécula, del mismo modo que se había unido, y el Espíritu es devuelto a la libertad. Por lo tanto, no es la partida del Espíritu la que causa la muerte del cuerpo, sino que esta es la que causa la partida de aquel.
Dado que un instante después de la muerte la integridad del Espíritu es completa, y que sus facultades adquieren incluso un mayor poder de penetración, mientras que el principio de vida se ha extinguido en el cuerpo, queda demostrado sin ninguna duda que el principio vital y el principio espiritual son dos cosas distintas.
19. El espiritismo nos enseña, mediante los hechos cuya observación nos facilita, los fenómenos que acompañan a esa separación. Algunas veces esta es rápida, sencilla, delicada e indolora, mientras que en otras es lenta, laboriosa y terriblemente penosa, de conformidad con el estado moral del Espíritu, y puede durar meses enteros.
20. Un fenómeno particular, que también muestra la observación, acompaña siempre a la encarnación del Espíritu. Desde que este es atrapado a través del lazo fluídico que lo liga al embrión, entra en un estado de turbación que aumenta a medida que el lazo se ajusta, y en los últimos momentos el Espíritu pierde la conciencia de sí mismo, de modo que jamás presencia su nacimiento. Cuando el niño respira, el Espíritu comienza a recobrar sus facultades, que se desarrollan a medida que se forman y consolidan los órganos que habrán de servirle para su manifestación.
21. Con todo, al mismo tiempo que el Espíritu recobra la conciencia de sí mismo, pierde el recuerdo de su pasado, aunque no pierde las facultades, las cualidades ni las aptitudes adquiridas con anterioridad, que habían quedado transitoriamente en estado latente y que, al volver a la actividad, lo ayudarán a desenvolverse más y mejor que antes. Renace tal como había llegado a ser mediante su trabajo anterior; su renacimiento constituye un nuevo punto de partida, un nuevo peldaño que subir. Incluso allí se manifiesta la bondad del Creador, dado que el recuerdo del pasado, con frecuencia penoso y humillante, sumado a la angustia de una nueva existencia, podría perturbarlo y crearle impedimentos. Sólo recuerda lo que ha aprendido, porque eso le es útil. Si en ocasiones conserva una vaga intuición de los acontecimientos pasados, esa intuición es como el recuerdo de un sueño fugitivo. Se trata, por consiguiente, de un hombre nuevo, por más antiguo que sea su Espíritu. Adopta nuevos hábitos con la ayuda de sus conquistas anteriores. Cuando regresa a la vida espiritual, su pasado se despliega ante su mirada, y entonces evalúa si ha empleado bien o mal su tiempo.
22. Así pues, no hay solución de continuidad en la vida espiritual, a pesar del olvido del pasado. El Espíritu es siempre él mismo, antes, durante y después de la encarnación, pues esta es sólo una fase especial de su existencia. El olvido únicamente se produce en el transcurso de la vida exterior de relación, ya que durante el sueño el Espíritu se desprende parcialmente de los lazos carnales, es restituido a la libertad y a la vida espiritual, y recuerda entonces su pasado. Su visión espiritual no está tan oscurecida por la materia.
23. Si se considera a la humanidad en el grado más bajo de la escala intelectual, tal como se encuentra entre los salvajes más atrasados, cabe la pregunta sobre si es ese el punto de partida del alma humana.
Según la opinión de algunos filósofos espiritualistas, el principio inteligente, distinto del principio material, se individualiza y elabora al pasar por los diversos grados de la animalidad. Es ahí que el alma se ensaya para la vida y desarrolla sus primeras facultades mediante la ejercitación; sería, por así decirlo, su período de incubación. Llegada al grado de desarrollo que ese estado permite, recibe las facultades especiales que constituyen el alma humana. Existiría entonces una filiación espiritual entre el animal y el hombre, del mismo modo que existe una filiación corporal.
Es preciso convenir en que este sistema, basado en la gran ley de unidad que rige la Creación, está en correspondencia con la justicia y la bondad del Creador; otorga una salida, una finalidad, un destino a los animales, que ya no son seres desheredados, sino que en el porvenir que les está reservado encuentran una compensación para sus padecimientos. Lo que constituye al hombre espiritual no es su origen, sino los atributos especiales de los que está dotado cuando ingresa en la humanidad, atributos que lo transforman y hacen de él un ser distinto, así como el fruto sabroso es diferente de la raíz amarga que le dio origen. Por el hecho de que haya pasado por la experiencia de la animalidad, el hombre no es menos hombre; ya no es animal, como el fruto no es la raíz, o como el sabio no es el feto informe que lo instaló en el mundo.
No obstante, este sistema plantea numerosas cuestiones, cuyos pros y contras no es oportuno discutir aquí, del mismo modo que no se justifica el análisis de las diferentes hipótesis que se han enunciado en relación con este asunto. Por consiguiente, sin que investiguemos el origen del alma, ni que tratemos de conocer las experiencias por las cuales pudo haber pasado, la consideramos a partir de su ingreso en la humanidad, en el punto en que, dotada de sentido moral y de libre albedrío, comienza a ejercer la responsabilidad de sus actos.
Según la opinión de algunos filósofos espiritualistas, el principio inteligente, distinto del principio material, se individualiza y elabora al pasar por los diversos grados de la animalidad. Es ahí que el alma se ensaya para la vida y desarrolla sus primeras facultades mediante la ejercitación; sería, por así decirlo, su período de incubación. Llegada al grado de desarrollo que ese estado permite, recibe las facultades especiales que constituyen el alma humana. Existiría entonces una filiación espiritual entre el animal y el hombre, del mismo modo que existe una filiación corporal.
Es preciso convenir en que este sistema, basado en la gran ley de unidad que rige la Creación, está en correspondencia con la justicia y la bondad del Creador; otorga una salida, una finalidad, un destino a los animales, que ya no son seres desheredados, sino que en el porvenir que les está reservado encuentran una compensación para sus padecimientos. Lo que constituye al hombre espiritual no es su origen, sino los atributos especiales de los que está dotado cuando ingresa en la humanidad, atributos que lo transforman y hacen de él un ser distinto, así como el fruto sabroso es diferente de la raíz amarga que le dio origen. Por el hecho de que haya pasado por la experiencia de la animalidad, el hombre no es menos hombre; ya no es animal, como el fruto no es la raíz, o como el sabio no es el feto informe que lo instaló en el mundo.
No obstante, este sistema plantea numerosas cuestiones, cuyos pros y contras no es oportuno discutir aquí, del mismo modo que no se justifica el análisis de las diferentes hipótesis que se han enunciado en relación con este asunto. Por consiguiente, sin que investiguemos el origen del alma, ni que tratemos de conocer las experiencias por las cuales pudo haber pasado, la consideramos a partir de su ingreso en la humanidad, en el punto en que, dotada de sentido moral y de libre albedrío, comienza a ejercer la responsabilidad de sus actos.
24. La obligación que tiene el Espíritu encarnado de ocuparse del alimento del cuerpo, su seguridad y su bienestar, lo impulsa a emplear sus facultades en investigaciones, a ejercitarlas y desarrollarlas. De ese modo, su unión con la materia es de utilidad para su adelanto, y por eso la encarnación es una necesidad. Además, a través de la actividad inteligente que realiza para su beneficio sobre la materia, contribuye a la transformación y al progreso material del globo en el que habita. Así, a medida que progresa, colabora con la obra del Creador, de la cual se convierte en un agente inconsciente.
25. Sin embargo, la encarnación del Espíritu no es constante ni perpetua, sino transitoria. Cuando abandona un cuerpo no retoma otro inmediatamente. Durante un lapso de tiempo más o menos considerable vive la vida espiritual, que es su vida normal, de tal modo que el tiempo que duran sus diferentes encarnaciones resulta insignificante comparado con el que pasa en estado de Espíritu libre.
En el intervalo entre sus encarnaciones, el Espíritu también progresa, en el sentido de que aplica para su adelanto los conocimientos y la experiencia que obtuvo durante la vida corporal; analiza lo que hizo mientras vivió en la Tierra, pasa revista a lo que ha aprendido, reconoce sus faltas, elabora planes y toma resoluciones mediante las cuales pretende guiarse en una nueva existencia, con la intención de obrar mejor. De ese modo, cada existencia representa un paso hacia adelante en el camino del progreso, una especie de escuela de aplicación.
En el intervalo entre sus encarnaciones, el Espíritu también progresa, en el sentido de que aplica para su adelanto los conocimientos y la experiencia que obtuvo durante la vida corporal; analiza lo que hizo mientras vivió en la Tierra, pasa revista a lo que ha aprendido, reconoce sus faltas, elabora planes y toma resoluciones mediante las cuales pretende guiarse en una nueva existencia, con la intención de obrar mejor. De ese modo, cada existencia representa un paso hacia adelante en el camino del progreso, una especie de escuela de aplicación.
26. Por lo general, la encarnación no es un castigo para el Espíritu, según piensan algunos, sino una condición inherente a la inferioridad del Espíritu, así como también un medio para que progrese. (Véase El Cielo y el Infierno, Primera parte, Capítulo III, § 8 y siguientes.)
A medida que progresa moralmente, el Espíritu se desmaterializa, es decir, se depura al liberarse de la influencia de la materia; su vida se espiritualiza, sus facultades y percepciones se amplían; su felicidad es proporcional al progreso realizado. No obstante, como actúa en virtud de su libre albedrío, puede por negligencia o mala voluntad retardar su adelanto; prolonga, por consiguiente, la duración de sus encarnaciones materiales, que entonces se convertirán en un castigo, dado que por sus faltas permanece en las categorías inferiores, obligado a recomenzar la misma tarea. Así pues, del Espíritu depende abreviar, por medio del trabajo de purificación realizado sobre sí mismo, la duración del período de las encarnaciones.
A medida que progresa moralmente, el Espíritu se desmaterializa, es decir, se depura al liberarse de la influencia de la materia; su vida se espiritualiza, sus facultades y percepciones se amplían; su felicidad es proporcional al progreso realizado. No obstante, como actúa en virtud de su libre albedrío, puede por negligencia o mala voluntad retardar su adelanto; prolonga, por consiguiente, la duración de sus encarnaciones materiales, que entonces se convertirán en un castigo, dado que por sus faltas permanece en las categorías inferiores, obligado a recomenzar la misma tarea. Así pues, del Espíritu depende abreviar, por medio del trabajo de purificación realizado sobre sí mismo, la duración del período de las encarnaciones.
27. El progreso material de un globo acompaña el progreso moral de sus habitantes. Ahora bien, como la creación de los mundos y de los Espíritus es incesante, y como estos progresan más o menos rápidamente, conforme al empleo que hagan de su libre albedrío, resulta de ahí que hay mundos más o menos antiguos, con grados diferentes de adelanto físico y moral, en los cuales la encarnación es más o menos material y, por consiguiente, el trabajo para los Espíritus es menos arduo. Desde este punto de vista, la Tierra es uno de los globos menos adelantados. Poblado por Espíritus relativamente inferiores, la vida corporal es en él más penosa que en otros planetas. También los hay más atrasados, donde la existencia es todavía más penosa que en la Tierra, y en comparación con los cuales ésta sería un mundo relativamente feliz.
28. Después de que los Espíritus han realizado la totalidad del progreso que el estado de ese mundo permite, lo abandonan para encarnar en otro más adelantado, donde puedan adquirir nuevos conocimientos, y así sucesivamente, hasta que ya no les resulte provechosa la encarnación en cuerpos materiales. Entonces pasan a vivir con exclusividad la vida espiritual, en la que continúan su progreso en otro sentido y por otros medios. Cuando alcanzan el punto culminante del progreso, gozan de la suprema felicidad. Admitidos en los consejos del Todopoderoso, conocen su pensamiento, se convierten en sus mensajeros, sus ministros directos en el gobierno de los mundos, y tienen bajo sus órdenes a Espíritus de todos los grados de adelanto.
De esa manera, sea cual fuere el grado en que se encuentren en la jerarquía espiritual, desde el más bajo al más elevado, todos los Espíritus, encarnados o desencarnados, tienen sus atribuciones en el gran mecanismo del universo; todos son útiles al conjunto, y al mismo tiempo a sí mismos. A los menos adelantados, como simples servidores, les corresponde el desempeño de una tarea material, que al principio es inconsciente y después se torna cada vez más inteligente. En el mundo espiritual existe actividad en todas partes, y en ningún lado hay ociosidad improductiva.
La colectividad de los Espíritus constituye, en cierto modo, el alma del universo. El elemento espiritual actúa en todo, por el influjo del pensamiento divino. Sin ese elemento sólo existe la materia inerte, carente de finalidad, sin inteligencia, sin otro motor que las fuerzas materiales que dejan una infinidad de problemas sin resolver. Con la acción del elemento espiritual individualizado, todo tiene una finalidad, una razón de ser, y todo se explica. Por esa razón, sin la espiritualidad el hombre tropieza con dificultades insuperables.
De esa manera, sea cual fuere el grado en que se encuentren en la jerarquía espiritual, desde el más bajo al más elevado, todos los Espíritus, encarnados o desencarnados, tienen sus atribuciones en el gran mecanismo del universo; todos son útiles al conjunto, y al mismo tiempo a sí mismos. A los menos adelantados, como simples servidores, les corresponde el desempeño de una tarea material, que al principio es inconsciente y después se torna cada vez más inteligente. En el mundo espiritual existe actividad en todas partes, y en ningún lado hay ociosidad improductiva.
La colectividad de los Espíritus constituye, en cierto modo, el alma del universo. El elemento espiritual actúa en todo, por el influjo del pensamiento divino. Sin ese elemento sólo existe la materia inerte, carente de finalidad, sin inteligencia, sin otro motor que las fuerzas materiales que dejan una infinidad de problemas sin resolver. Con la acción del elemento espiritual individualizado, todo tiene una finalidad, una razón de ser, y todo se explica. Por esa razón, sin la espiritualidad el hombre tropieza con dificultades insuperables.
29. Cuando la Tierra se encontró en condiciones climáticas apropiadas para la existencia de la especie humana, encarnaron en ella Espíritus humanos. ¿De dónde provenían? Ya sea que hayan sido creados en ese momento, o que hayan llegado completamente formados del espacio, de otros mundos, o de la Tierra misma, su presencia en este planeta a partir de una cierta época es un hecho, pues antes de ellos sólo había animales. Se revistieron con cuerpos adecuados a sus necesidades especiales, a sus aptitudes, y fisioló- gicamente formaban parte de la animalidad. Bajo la influencia de esos Espíritus, y por medio del ejercicio de sus facultades, esos cuerpos se modificaron y se perfeccionaron: eso es lo que la observación demuestra. Dejemos, pues, de lado la cuestión del origen, por el momento insoluble; tomemos al Espíritu, no en su punto de partida, sino en el momento en que, al manifestarse en él los primeros embriones del libre albedrío y del sentido moral, lo vemos desempeñar su rol humano, sin que nos inquiete el medio donde haya transcurrido el período de su infancia o, si se prefieren, de su incubación. A pesar de la analogía entre su envoltura y la de los animales, podremos diferenciarlo de estos últimos por las facultades intelectuales y morales que lo caracterizan, así como debajo de las mismas burdas vestimentas distinguimos al hombre rústico del hombre refinado.
30. Aunque los primeros que surgieron debieron de ser poco adelantados, por la razón misma de que tenían que encarnar en cuerpos muy imperfectos, habría por cierto notorias diferencias entre sus caracteres y aptitudes. Los Espíritus que se asemejaban se agruparon naturalmente por analogía y simpatía. Así, la Tierra se encontró poblada por Espíritus de diversas categorías, más o menos aptos o rebeldes al progreso. Puesto que los cuerpos recibían la impresión del carácter del Espíritu, y dado que esos cuerpos se procreaban de conformidad con sus respectivos tipos, resultaron de ahí diferentes razas, tanto en lo físico como en lo moral (Véase el § 11). Al continuar encarnando preferentemente entre los que se les asemejaban, los Espíritus similares perpetuaron el carácter distintivo físico y moral de las razas y de los pueblos, carácter que sólo con el tiempo desaparece, mediante su fusión y el progreso de los Espíritus. (Véase la Revista Espírita, julio de 1860: “Frenología y fisiognomía”.)
31. Los Espíritus que vinieron a poblar la Tierra pueden ser comparados con esos grupos de emigrantes de orígenes diversos, que van a establecerse en una tierra virgen. Allí encuentran madera y piedra para levantar sus viviendas, a las que cada uno les imprime su sello especial, de acuerdo con el grado de su saber y con su genio particular. Se agrupan entonces por analogía de orígenes y de gustos, y los grupos acaban por formar tribus, después pueblos, cada cual con costumbres y características propias.
32. Por consiguiente, el progreso no fue uniforme en toda la especie humana. Como era natural, las razas más inteligentes se adelantaron a las otras, incluso sin tomar en cuenta que muchos Espíritus, recién nacidos a la vida espiritual, vinieron a encarnar en la Tierra entre los primeros que llegaron, e hicieron más evidente la diferencia en materia de progreso. En efecto, sería imposible atribuir la misma antigüedad de creación a los salvajes –que apenas se distinguen del mono– y a los chinos, y menos aún a los europeos civilizados.
Con todo, los Espíritus de los salvajes también forman parte de la humanidad, y un día alcanzarán el nivel en que se encuentran sus hermanos mayores, pero sin duda no será en cuerpos de la misma raza física, impropios para un cierto desarrollo intelectual y moral. Cuando el instrumento ya no esté en correspondencia con su desarrollo, los Espíritus emigrarán de ese medio para encarnar en un grado superior, y así sucesivamente, hasta que hayan conquistado todas las graduaciones terrestres. Después de eso dejarán la Tierra, para pasar a mundos cada vez más adelantados. (Véase la Revista Espírita, abril de 1862: “Perfectibilidad de la raza negra”.)
Con todo, los Espíritus de los salvajes también forman parte de la humanidad, y un día alcanzarán el nivel en que se encuentran sus hermanos mayores, pero sin duda no será en cuerpos de la misma raza física, impropios para un cierto desarrollo intelectual y moral. Cuando el instrumento ya no esté en correspondencia con su desarrollo, los Espíritus emigrarán de ese medio para encarnar en un grado superior, y así sucesivamente, hasta que hayan conquistado todas las graduaciones terrestres. Después de eso dejarán la Tierra, para pasar a mundos cada vez más adelantados. (Véase la Revista Espírita, abril de 1862: “Perfectibilidad de la raza negra”.)
Reencarnaciones
33. El principio de la reencarnación es una consecuencia necesaria de la ley del progreso. Sin la reencarnación, ¿cómo se explicaría la diferencia que existe entre el actual estado social y el de los tiempos de barbarie? Si las almas son creadas al mismo tiempo que los cuerpos, las que nacen hoy son tan nuevas, tan primitivas como las que vivían hace mil años. Además, no habría ninguna conexión entre ellas, ninguna relación necesaria; serían absolutamente independientes unas de otras. ¿Por qué, entonces, las almas de la actualidad habrían de estar mejor dotadas por Dios que las que las precedieron? ¿Por qué comprenden mejor las cosas? ¿Por qué poseen instintos más depurados, costumbres más moderadas? ¿Por qué tienen la intuición de ciertas cosas sin haberlas aprendido? Invitamos a que se resuelva este dilema, a menos que se admita que Dios crea almas de diferentes calidades, de acuerdo con las épocas y los lugares: proposición inconciliable con la idea de una justicia soberana. (Véase el Capítulo II, § 19.)
Reconozcamos, por el contrario, que las almas de hoy ya han vivido en tiempos lejanos; que posiblemente fueron bárbaras como su época, pero que han progresado; que en cada nueva existencia traen lo que han adquirido en las existencias anteriores; que, por consiguiente, las almas de los tiempos civilizados no son almas creadas más perfectas, sino que se perfeccionaron por sí mismas con el transcurso del tiempo, y entonces tendremos la única explicación admisible de la causa del progreso social. (Véase El Libro de los Espíritus, Libro II, Capítulos IV y V.)
Reconozcamos, por el contrario, que las almas de hoy ya han vivido en tiempos lejanos; que posiblemente fueron bárbaras como su época, pero que han progresado; que en cada nueva existencia traen lo que han adquirido en las existencias anteriores; que, por consiguiente, las almas de los tiempos civilizados no son almas creadas más perfectas, sino que se perfeccionaron por sí mismas con el transcurso del tiempo, y entonces tendremos la única explicación admisible de la causa del progreso social. (Véase El Libro de los Espíritus, Libro II, Capítulos IV y V.)
34. Algunas personas suponen que las diferentes existencias del alma transcurren de mundo en mundo, y no en un mismo globo, a donde cada Espíritu iría una única vez. Esta doctrina sería admisible si todos los habitantes de la Tierra estuviesen exactamente en el mismo nivel intelectual y moral. En ese caso, ellos sólo podrían progresar yéndose a otro mundo, puesto que la encarnación en la Tierra no les aportaría ninguna utilidad. Ahora bien, Dios no hace nada inútil, y dado que aquí se encuentran la inteligencia y la moralidad en todos los grados, desde el salvajismo que linda con la animalidad hasta la civilización más avanzada, es evidente que este mundo ofrece un vasto campo al progreso. Nos preguntamos, entonces, ¿por qué el salvaje tendría que buscar en otra parte el grado de progreso inmediatamente superior a aquel en que se encuentra, cuando en realidad ese grado está al lado de él, y así sucesivamente? ¿Por qué el hombre adelantado no habría sido capaz de hacer sus primeras etapas más que en mundos inferiores, cuando alrededor suyo hay otros seres análogos a los de esos mundos, sin mencionar que no sólo de un pueblo a otro pueblo, sino en el seno del mismo pueblo y de la misma familia hay diferentes grados de adelanto? Si fuese así, Dios habría realizado algo inútil al colocar la ignorancia junto al saber, la barbarie junto a la civilización, el bien junto al mal, cuando es justamente ese contacto el que hace que los atrasados avancen.
No hay, pues, necesidad de que los hombres cambien de mundo en cada etapa, así como no se justifica que un estudiante cambie de colegio para pasar de una clase a otra. Lejos de ser ventajoso para su progreso, ese hecho sería una traba, porque el Espí- ritu estaría privado del ejemplo que le ofrece la observación de lo que ocurre en los grados superiores, así como de la posibilidad de reparar sus errores en el mismo medio y en presencia de aquellos a quienes ofendió, posibilidad que representa para él el más poderoso medio de adelanto moral. Si después de una breve cohabitación, los Espíritus se dispersasen y se volvieran extraños unos a otros, los lazos de familia y de amistad se romperían por falta de tiempo suficiente para que se consolidaran.
Al inconveniente moral se sumaría un inconveniente material. La naturaleza de los elementos, las leyes orgánicas y las condiciones de existencia varían de acuerdo con los mundos; en ese aspecto, no hay dos planetas perfectamente idénticos. Nuestros tratados de física, de química, de anatomía, de medicina, de botánica, etc., no servirían para nada en otros mundos; no obstante, lo que aquí se aprende no esta perdido. No sólo eso desarrolla la inteligencia, sino que también las ideas que se extraen de esos tratados contribuyen a la adquisición de otras. (Véase el Capítulo VI, § 61 y siguientes.) Si el Espíritu hiciese su aparición apenas una única vez en un mismo mundo, aparición que a menudo es de corta duración, en cada migración se encontraría en condiciones completamente diferentes; obraría cada vez sobre elementos nuevos, con fuerzas y según leyes que le resultarían desconocidas, antes de que hubiera tenido tiempo para elaborar los elementos conocidos, estudiarlos y aplicarlos. Cada vez debería hacer un nuevo aprendizaje, y esos cambios incesantes representarían un obstáculo para su progreso. El Espíritu, por consiguiente, debe permanecer en el mismo mundo hasta que haya adquirido la suma de los conocimientos y el grado de perfección que ese mundo admite. (Véase el § 31.)
Los Espíritus dejan por un mundo más adelantado aquel del cual no pueden obtener nada más: eso es lo que debe ser y lo que es. Esa es la regla. Si algunos lo dejan antes de tiempo, no cabe duda de que eso se debe a causas individuales que Dios, en su sabiduría, analiza atentamente.
Todo en la Creación tiene una finalidad. De lo contrario, Dios no sería prudente ni sabio. Ahora bien, si la Tierra no debiese ser más que una única etapa del progreso de cada individuo, ¿de qué serviría, a los Espíritus de los niños que mueren a temprana edad, pasar en ella algunos años, algunos meses, algunas horas, durante los cuales nada pueden adquirir? Lo mismo sucede con los deficientes mentales. Una teoría es buena cuando resuelve todas las cuestiones que le atañen. El caso de las muertes prematuras ha sido un escollo para todas las doctrinas, excepto para la doctrina espírita, la única que lo resolvió de una manera racional y completa.
Para el progreso de aquellos que en la Tierra llevan a cabo una vida normal, es una verdadera ventaja que regresen al mismo medio para continuar en él lo que han dejado inconcluso, a menudo en la misma familia o en contacto con las mismas personas, a fin de reparar el mal que hayan hecho o para que sufran la pena del talión.
No hay, pues, necesidad de que los hombres cambien de mundo en cada etapa, así como no se justifica que un estudiante cambie de colegio para pasar de una clase a otra. Lejos de ser ventajoso para su progreso, ese hecho sería una traba, porque el Espí- ritu estaría privado del ejemplo que le ofrece la observación de lo que ocurre en los grados superiores, así como de la posibilidad de reparar sus errores en el mismo medio y en presencia de aquellos a quienes ofendió, posibilidad que representa para él el más poderoso medio de adelanto moral. Si después de una breve cohabitación, los Espíritus se dispersasen y se volvieran extraños unos a otros, los lazos de familia y de amistad se romperían por falta de tiempo suficiente para que se consolidaran.
Al inconveniente moral se sumaría un inconveniente material. La naturaleza de los elementos, las leyes orgánicas y las condiciones de existencia varían de acuerdo con los mundos; en ese aspecto, no hay dos planetas perfectamente idénticos. Nuestros tratados de física, de química, de anatomía, de medicina, de botánica, etc., no servirían para nada en otros mundos; no obstante, lo que aquí se aprende no esta perdido. No sólo eso desarrolla la inteligencia, sino que también las ideas que se extraen de esos tratados contribuyen a la adquisición de otras. (Véase el Capítulo VI, § 61 y siguientes.) Si el Espíritu hiciese su aparición apenas una única vez en un mismo mundo, aparición que a menudo es de corta duración, en cada migración se encontraría en condiciones completamente diferentes; obraría cada vez sobre elementos nuevos, con fuerzas y según leyes que le resultarían desconocidas, antes de que hubiera tenido tiempo para elaborar los elementos conocidos, estudiarlos y aplicarlos. Cada vez debería hacer un nuevo aprendizaje, y esos cambios incesantes representarían un obstáculo para su progreso. El Espíritu, por consiguiente, debe permanecer en el mismo mundo hasta que haya adquirido la suma de los conocimientos y el grado de perfección que ese mundo admite. (Véase el § 31.)
Los Espíritus dejan por un mundo más adelantado aquel del cual no pueden obtener nada más: eso es lo que debe ser y lo que es. Esa es la regla. Si algunos lo dejan antes de tiempo, no cabe duda de que eso se debe a causas individuales que Dios, en su sabiduría, analiza atentamente.
Todo en la Creación tiene una finalidad. De lo contrario, Dios no sería prudente ni sabio. Ahora bien, si la Tierra no debiese ser más que una única etapa del progreso de cada individuo, ¿de qué serviría, a los Espíritus de los niños que mueren a temprana edad, pasar en ella algunos años, algunos meses, algunas horas, durante los cuales nada pueden adquirir? Lo mismo sucede con los deficientes mentales. Una teoría es buena cuando resuelve todas las cuestiones que le atañen. El caso de las muertes prematuras ha sido un escollo para todas las doctrinas, excepto para la doctrina espírita, la única que lo resolvió de una manera racional y completa.
Para el progreso de aquellos que en la Tierra llevan a cabo una vida normal, es una verdadera ventaja que regresen al mismo medio para continuar en él lo que han dejado inconcluso, a menudo en la misma familia o en contacto con las mismas personas, a fin de reparar el mal que hayan hecho o para que sufran la pena del talión.
Emigraciones e inmigraciones de los Espíritus
35. En el intervalo entre sus existencias corporales, los Espí- ritus se encuentran en estado de erraticidad y forman la población espiritual del ambiente del globo. A través de las muertes y de los nacimientos, ambas poblaciones, la corporal y la espiritual, se mezclan incesantemente la una con la otra. Hay, pues, a diario, emigraciones del mundo corporal hacia el mundo espiritual e inmigraciones del mundo espiritual hacia el mundo corporal: ese es el estado normal.
36. En ciertas épocas, reguladas por la sabiduría divina, esas emigraciones e inmigraciones se producen en masas más o menos considerables, a consecuencia de las grandes revoluciones que les acarrean la partida simultánea en cantidades enormes, que de inmediato son sustituidas por cantidades equivalentes de encarnaciones. Por consiguiente, es preciso considerar los flagelos destructores y los cataclismos como ocasiones de llegadas y partidas colectivas, recursos providenciales para la renovación de la población corporal del globo, que se robustece mediante la introducción de nuevos elementos espirituales más purificados. Por cierto, si bien en esas catástrofes se produce la destrucción de un gran número de cuerpos, sólo se trata de vestimentas desgarradas, ya que ningún Espíritu perece: apenas cambia de ambiente. En vez de partir aisladamente, lo hacen en multitud; esa es la única diferencia, ya que por una causa o por otra, tarde o temprano, fatalmente deberán partir.
Las renovaciones rápidas, casi instantáneas, que se producen en el elemento espiritual de la población a consecuencia de los flagelos destructores, aceleran el progreso social; si no fuera por las emigraciones e inmigraciones que de tiempo en tiempo vienen a darle un impulso violento, ese progreso sólo se realizaría con extrema lentitud.
Es de notar que las grandes calamidades que diezman a las poblaciones están seguidas invariablemente por una era de progreso en el orden físico, intelectual o moral y, por consiguiente, en el estado social de las naciones en las que estas tienen lugar. Eso se debe a que tienen por finalidad producir una transformación en la población espiritual, que es la población normal y activa del globo.
Las renovaciones rápidas, casi instantáneas, que se producen en el elemento espiritual de la población a consecuencia de los flagelos destructores, aceleran el progreso social; si no fuera por las emigraciones e inmigraciones que de tiempo en tiempo vienen a darle un impulso violento, ese progreso sólo se realizaría con extrema lentitud.
Es de notar que las grandes calamidades que diezman a las poblaciones están seguidas invariablemente por una era de progreso en el orden físico, intelectual o moral y, por consiguiente, en el estado social de las naciones en las que estas tienen lugar. Eso se debe a que tienen por finalidad producir una transformación en la población espiritual, que es la población normal y activa del globo.
37. Esa transfusión que ocurre entre la población encarnada y la desencarnada de un mismo planeta, se efectúa también entre los mundos, ya sea individualmente en las condiciones normales, o de forma masiva en circunstancias especiales. Hay, pues, emigraciones e inmigraciones colectivas de un mundo hacia otro, de donde resulta la introducción, en la población de uno de ellos, de elementos absolutamente nuevos. Nuevas razas de Espíritus, que vienen a mezclarse con las existentes, constituyen nuevas razas de hombres. Ahora bien, como los Espíritus no pierden nunca lo que han conquistado, llevan consigo la inteligencia y la intuición de los conocimientos que poseen y, por consiguiente, imprimen su carácter peculiar a la raza corporal que van a animar. Para eso no necesitan que se creen nuevos cuerpos exclusivamente para su uso. La especie corporal existe, de modo que siempre encuentran cuerpos listos para recibirlos. Por lo tanto, sólo son nuevos habitantes. A su llegada a la Tierra integran primero la población espiritual, para después encarnar como los demás.
Raza adámica
38. De acuerdo con la enseñanza de los Espíritus, fue una de esas importantes inmigraciones, o si se prefiere, una de esas colonias de Espíritus provenientes de otra esfera, la que dio origen a la raza simbolizada en la persona de Adán, la cual por esa razón se denomina raza adámica. A su llegada a la Tierra, el planeta ya estaba poblado desde tiempos inmemoriales, como América cuando llegaron los europeos.
Más adelantada que las que la habían precedido en este globo, la raza adámica es, en efecto, la más inteligente, la que impulsa el progreso de las demás. El Génesis nos la muestra industriosa desde sus comienzos, apta para las artes y las ciencias, sin que haya pasado aquí por la infancia intelectual, lo que no sucede con las razas primitivas, pero que concuerda con la opinión de que estaba compuesta por Espíritus que ya habían alcanzado cierto progreso. Todo prueba que la raza adámica no es antigua en la Tierra, y nada se opone al hecho de que habita en este globo desde hace apenas unos miles de años, lo que no estaría en contradicción ni con los hallazgos geológicos ni con las investigaciones antropológicas, sino que, por el contrario, tendería a confirmarlas.
Más adelantada que las que la habían precedido en este globo, la raza adámica es, en efecto, la más inteligente, la que impulsa el progreso de las demás. El Génesis nos la muestra industriosa desde sus comienzos, apta para las artes y las ciencias, sin que haya pasado aquí por la infancia intelectual, lo que no sucede con las razas primitivas, pero que concuerda con la opinión de que estaba compuesta por Espíritus que ya habían alcanzado cierto progreso. Todo prueba que la raza adámica no es antigua en la Tierra, y nada se opone al hecho de que habita en este globo desde hace apenas unos miles de años, lo que no estaría en contradicción ni con los hallazgos geológicos ni con las investigaciones antropológicas, sino que, por el contrario, tendería a confirmarlas.
39. En el estado actual de los conocimientos, es inadmisible la doctrina según la cual el género humano en su totalidad proviene de un solo individuo desde hace seis mil años. Las principales consideraciones que la refutan, apoyadas tanto en el orden físico como en el moral, se resumen en los siguientes enunciados:
Desde el punto de vista fisiológico, algunas razas presentan tipos particulares característicos que no permiten atribuirles un origen común. Hay diferencias que evidentemente no se deben al efecto del clima, puesto que los blancos que se reproducen en los países de los negros no se vuelven negros, y viceversa. El calor del sol tuesta y oscurece la epidermis, pero nunca ha convertido a un blanco en negro, ni le ha achatado la nariz, ni cambió sus rasgos fisonómicos, ni le convirtió en crespo ni lanoso el cabello lacio y sedoso. Hoy se sabe que el color del negro proviene de un tejido subcutáneo especial, característico de la especie.
Debemos entonces considerar que las razas negra, mongó- lica y caucásica tuvieron orígenes propios y nacieron simultánea o sucesivamente en diferentes partes del globo. Su cruzamiento produjo las razas mixtas secundarias. Los caracteres fisiológicos de las razas primitivas constituyen un indicio evidente de que provienen de tipos especiales. Las mismas consideraciones se aplican, por consiguiente, tanto para los hombres como para los animales, en lo que respecta a la pluralidad de los troncos. (Véase el Capítulo X, § 2 y siguientes.)
Desde el punto de vista fisiológico, algunas razas presentan tipos particulares característicos que no permiten atribuirles un origen común. Hay diferencias que evidentemente no se deben al efecto del clima, puesto que los blancos que se reproducen en los países de los negros no se vuelven negros, y viceversa. El calor del sol tuesta y oscurece la epidermis, pero nunca ha convertido a un blanco en negro, ni le ha achatado la nariz, ni cambió sus rasgos fisonómicos, ni le convirtió en crespo ni lanoso el cabello lacio y sedoso. Hoy se sabe que el color del negro proviene de un tejido subcutáneo especial, característico de la especie.
Debemos entonces considerar que las razas negra, mongó- lica y caucásica tuvieron orígenes propios y nacieron simultánea o sucesivamente en diferentes partes del globo. Su cruzamiento produjo las razas mixtas secundarias. Los caracteres fisiológicos de las razas primitivas constituyen un indicio evidente de que provienen de tipos especiales. Las mismas consideraciones se aplican, por consiguiente, tanto para los hombres como para los animales, en lo que respecta a la pluralidad de los troncos. (Véase el Capítulo X, § 2 y siguientes.)
40. Adán y sus descendientes están representados en el Génesis como hombres esencialmente inteligentes, puesto que desde la segunda generación construyen ciudades, cultivan la tierra y forjan los metales. Sus progresos en las artes y en las ciencias son rápidos y duraderos. No se podría concebir, por lo tanto, que ese tronco haya tenido como ramas numerosos pueblos tan atrasados, de inteligencia tan rudimentaria, al tal punto que en nuestros días aún rozan la animalidad, además de que han perdido la fisonomía e incluso hasta el mínimo recuerdo tradicional de lo que hacían sus padres. Una diferencia tan radical en las aptitudes intelectuales y en el desarrollo moral constituye una prueba, no menos evidente, de que existe una diferencia de origen.
41. Independientemente de los descubrimientos geológicos, la prueba de la existencia del hombre en la Tierra antes de la época determinada por el Génesis se extrae de la población del globo.
Sin aludir a la cronología china, que según algunos se remonta a treinta mil años atrás, documentos de probada autenticidad muestran que Egipto, la India y otros países ya estaban poblados y florecientes, como mínimo tres mil años antes de la Era Cristiana, es decir, mil años después de la creación del primer hombre, según la cronología bíblica. Documentos y observaciones recientes no dejan ninguna duda en cuanto a las relaciones que han existido entre América y los antiguos egipcios, de donde deducimos que esa región ya estaba poblada en aquella época. Sería preciso, entonces, admitir que en mil años la posteridad de un solo hombre fue capaz de poblar la mayor parte de la Tierra. Ahora bien, semejante fecundidad estaría en flagrante contradicción con todas las leyes antropológicas. *
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* La Exposición Universal de 1867 exhibió antigüedades de México que no dejan el menor margen de duda sobre las relaciones que los pueblos de ese país tuvieron con los antiguos egipcios. El Sr. Léon Méchedin, en una nota expuesta en el templo mexicano de la Exposición, manifestaba lo siguiente: “No es conveniente que se den a publicidad prematuramente los descubrimientos realizados desde el punto de vista de la historia del hombre por la reciente expedición científica de México. No obstante, nada impide que el público esté en conocimiento, desde ahora, de que la exploración permitió determinar la existencia de un gran número de ciudades desaparecidas con el tiempo, pero a las que la piqueta y las explosiones pueden sacar de sus mortajas. Las excavaciones pusieron al descubierto, por todas partes, tres estratos de civilizaciones que parecen otorgar al mundo americano una antigüedad fabulosa”. Es así como todos los días la ciencia desmiente con los hechos la doctrina que limita a 6.000 años la aparición del hombre en la Tierra y pretende hacerlo derivar de un único tronco. (N. de Allan Kardec.)
Sin aludir a la cronología china, que según algunos se remonta a treinta mil años atrás, documentos de probada autenticidad muestran que Egipto, la India y otros países ya estaban poblados y florecientes, como mínimo tres mil años antes de la Era Cristiana, es decir, mil años después de la creación del primer hombre, según la cronología bíblica. Documentos y observaciones recientes no dejan ninguna duda en cuanto a las relaciones que han existido entre América y los antiguos egipcios, de donde deducimos que esa región ya estaba poblada en aquella época. Sería preciso, entonces, admitir que en mil años la posteridad de un solo hombre fue capaz de poblar la mayor parte de la Tierra. Ahora bien, semejante fecundidad estaría en flagrante contradicción con todas las leyes antropológicas. *
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* La Exposición Universal de 1867 exhibió antigüedades de México que no dejan el menor margen de duda sobre las relaciones que los pueblos de ese país tuvieron con los antiguos egipcios. El Sr. Léon Méchedin, en una nota expuesta en el templo mexicano de la Exposición, manifestaba lo siguiente: “No es conveniente que se den a publicidad prematuramente los descubrimientos realizados desde el punto de vista de la historia del hombre por la reciente expedición científica de México. No obstante, nada impide que el público esté en conocimiento, desde ahora, de que la exploración permitió determinar la existencia de un gran número de ciudades desaparecidas con el tiempo, pero a las que la piqueta y las explosiones pueden sacar de sus mortajas. Las excavaciones pusieron al descubierto, por todas partes, tres estratos de civilizaciones que parecen otorgar al mundo americano una antigüedad fabulosa”. Es así como todos los días la ciencia desmiente con los hechos la doctrina que limita a 6.000 años la aparición del hombre en la Tierra y pretende hacerlo derivar de un único tronco. (N. de Allan Kardec.)
42. Esa imposibilidad se vuelve aún más evidente cuando se admite, de acuerdo con el Génesis, que el diluvio destruyó a todo el género humano, con excepción de Noé y su familia, que no era numerosa, en el año 1.656 del mundo, es decir, 2.348 años antes de la Era Cristiana. En ese caso, la población de la Tierra apenas se remontaría a Noé. Ahora bien, cuando los hebreos se establecieron en Egipto, 612 años después del diluvio, ese país ya era un poderoso imperio, que habría sido poblado –sin mencionar otras regiones–, en menos de seis siglos, tan sólo por los descendientes de Noé, lo cual no es admisible.
Observemos, asimismo, que los egipcios recibieron a los hebreos como extranjeros. Sería sorprendente que aquellos hubiesen perdido el recuerdo de un origen común tan cercano, cuando conservaban religiosamente los monumentos de su historia.
Así pues, una rigurosa lógica, corroborada por los hechos, demuestra de la manera más categórica que el hombre está en la Tierra desde un lapso indeterminado, muy anterior a la época que señala el Génesis. Ocurre lo mismo con la diversidad de los troncos primitivos, dado que demostrar la falsedad de una proposición equivale a demostrar la proposición contraria. Si la geología descubriera rastros auténticos de la presencia del hombre antes del gran período diluviano, la demostración sería aún más completa.
Observemos, asimismo, que los egipcios recibieron a los hebreos como extranjeros. Sería sorprendente que aquellos hubiesen perdido el recuerdo de un origen común tan cercano, cuando conservaban religiosamente los monumentos de su historia.
Así pues, una rigurosa lógica, corroborada por los hechos, demuestra de la manera más categórica que el hombre está en la Tierra desde un lapso indeterminado, muy anterior a la época que señala el Génesis. Ocurre lo mismo con la diversidad de los troncos primitivos, dado que demostrar la falsedad de una proposición equivale a demostrar la proposición contraria. Si la geología descubriera rastros auténticos de la presencia del hombre antes del gran período diluviano, la demostración sería aún más completa.
Doctrina de los ángeles caídos y del paraíso perdido
Doctrina de los ángeles caídos y del paraíso perdido *
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* Cuando en la Revista Espírita de 1862 publicamos un artículo sobre la interpretación de la doctrina de los ángeles caídos, presentamos esa teoría como una hipótesis, sin otra autoridad más que la de una opinión personal controvertida, porque entonces nos faltaban elementos suficientes para una afirmación categórica. La expusimos a título de ensayo, con la intención de provocar el análisis de la cuestión, y decididos a abandonarla o modificarla si fuese preciso. Hoy esa teoría ha pasado por la prueba del control universal; no sólo fue aceptada por la inmensa mayoría de los espíritas como la más racional y la más conforme con la soberana justicia de Dios, sino que ha sido confirmada también por la generalidad de las instrucciones que los Espíritus han dado sobre el asunto. Lo mismo se verificó en lo que respecta al origen de la raza adámica. (N. de Allan Kardec.)
43. Los mundos progresan físicamente mediante la elaboración de la materia, y moralmente por la purificación de los Espí- ritus que habitan en ellos. La felicidad que en esos mundos se disfruta está en relación directa con la preponderancia del bien sobre el mal, y esa preponderancia es el resultado del adelanto moral de los Espíritus. No basta con el progreso intelectual, visto que con la inteligencia ellos pueden hacer el mal.
Así pues, tan pronto como un mundo ha llegado a uno de sus períodos de transformación, que le permitirá ascender en la jerarquía de los mundos, se producen mutaciones en la población encarnada y desencarnada. Entonces ocurren las grandes emigraciones e inmigraciones (Véanse los §§ 34 y 35). Aquellos que a pesar de su inteligencia y su saber han perseverado en el mal, en su rebeldía contra Dios y contra sus leyes, se convertirían en adelante en un obstáculo al posterior progreso moral, en una causa permanente de perturbación para la tranquilidad y la dicha de los buenos, razón por la que son excluidos de ese mundo, y enviados a mundos menos adelantados, donde aplicarán la inteligencia y la intuición de los conocimientos que han adquirido al progreso de aquellos entre los cuales fueron llamados a vivir, al mismo tiempo que expiarán, a través de una serie de penosas existencias y por medio del trabajo arduo, sus faltas pasadas y su voluntaria obstinación.
¿Qué serán esos seres, en medio de esas otras poblaciones, nuevas para ellos y aún en la infancia de la barbarie, sino ángeles o Espíritus caídos, llegados para expiar? La tierra de donde fueron expulsados, ¿no es un paraíso perdido? Esa tierra, ¿no es un jardín de delicias, en comparación con el medio ingrato donde van a quedar relegados durante miles de siglos, hasta que hayan merecido liberarse de él? El vago recuerdo intuitivo que conservan de aquella tierra es para ellos como un espejismo lejano que les recuerda lo que han perdido por su propia culpa.
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* Cuando en la Revista Espírita de 1862 publicamos un artículo sobre la interpretación de la doctrina de los ángeles caídos, presentamos esa teoría como una hipótesis, sin otra autoridad más que la de una opinión personal controvertida, porque entonces nos faltaban elementos suficientes para una afirmación categórica. La expusimos a título de ensayo, con la intención de provocar el análisis de la cuestión, y decididos a abandonarla o modificarla si fuese preciso. Hoy esa teoría ha pasado por la prueba del control universal; no sólo fue aceptada por la inmensa mayoría de los espíritas como la más racional y la más conforme con la soberana justicia de Dios, sino que ha sido confirmada también por la generalidad de las instrucciones que los Espíritus han dado sobre el asunto. Lo mismo se verificó en lo que respecta al origen de la raza adámica. (N. de Allan Kardec.)
43. Los mundos progresan físicamente mediante la elaboración de la materia, y moralmente por la purificación de los Espí- ritus que habitan en ellos. La felicidad que en esos mundos se disfruta está en relación directa con la preponderancia del bien sobre el mal, y esa preponderancia es el resultado del adelanto moral de los Espíritus. No basta con el progreso intelectual, visto que con la inteligencia ellos pueden hacer el mal.
Así pues, tan pronto como un mundo ha llegado a uno de sus períodos de transformación, que le permitirá ascender en la jerarquía de los mundos, se producen mutaciones en la población encarnada y desencarnada. Entonces ocurren las grandes emigraciones e inmigraciones (Véanse los §§ 34 y 35). Aquellos que a pesar de su inteligencia y su saber han perseverado en el mal, en su rebeldía contra Dios y contra sus leyes, se convertirían en adelante en un obstáculo al posterior progreso moral, en una causa permanente de perturbación para la tranquilidad y la dicha de los buenos, razón por la que son excluidos de ese mundo, y enviados a mundos menos adelantados, donde aplicarán la inteligencia y la intuición de los conocimientos que han adquirido al progreso de aquellos entre los cuales fueron llamados a vivir, al mismo tiempo que expiarán, a través de una serie de penosas existencias y por medio del trabajo arduo, sus faltas pasadas y su voluntaria obstinación.
¿Qué serán esos seres, en medio de esas otras poblaciones, nuevas para ellos y aún en la infancia de la barbarie, sino ángeles o Espíritus caídos, llegados para expiar? La tierra de donde fueron expulsados, ¿no es un paraíso perdido? Esa tierra, ¿no es un jardín de delicias, en comparación con el medio ingrato donde van a quedar relegados durante miles de siglos, hasta que hayan merecido liberarse de él? El vago recuerdo intuitivo que conservan de aquella tierra es para ellos como un espejismo lejano que les recuerda lo que han perdido por su propia culpa.
44. Con todo, al mismo tiempo que los malos se alejan del mundo en que habitaban, otros Espíritus mejores los sustituyen, provenientes ya sea de la erraticidad de ese mismo mundo, o de un mundo menos adelantado al que debieron abandonar. Para esos Espíritus el nuevo hogar será una recompensa. De ese modo, la población espiritual renovada y liberada de sus peores elementos, al cabo de cierto tiempo contribuirá a que mejore el estado moral de aquel mundo.
Algunas veces esas mutaciones son parciales, es decir, que se circunscriben a un pueblo, a una raza; otras veces son generales, cuando llega para el globo el período de renovación.
Algunas veces esas mutaciones son parciales, es decir, que se circunscriben a un pueblo, a una raza; otras veces son generales, cuando llega para el globo el período de renovación.
45. La raza adámica presenta todos los caracteres de una raza proscripta. Los Espíritus que la integran fueron exiliados en la Tierra, ya poblada pero por hombres primitivos, inmersos en la ignorancia, en relación con los cuales aquellos tuvieron la misión de hacerlos progresar, proveyéndoles las luces de una inteligencia desarrollada. ¿No es ese el rol que, en efecto, esa raza ha desempe- ñado hasta el presente? Su superioridad intelectual prueba que el mundo de donde provenían los Espíritus que la componen estaba más adelantado que la Tierra. No obstante, como ese mundo debía entrar en una nueva fase de progreso, y puesto que esos Espíritus, a causa de su obstinación, no quisieron colocarse a la altura de ese progreso, allá estarían desubicados y constituirían un obstáculo para la marcha providencial de los acontecimientos. Por ese motivo fueron excluidos y sustituidos por otros que lo merecían.
Al relegar a aquella raza a este mundo de trabajo y sufrimiento, Dios tuvo motivo para decir: “Extraerás el alimento de la tierra con el sudor de tu frente”. En su bondad, le prometió que le enviaría un Salvador, es decir, alguien que habría de enseñarle el camino que debería adoptar para salir de ese territorio de miserias, de ese infierno, y alcanzar la felicidad de los elegidos. Dios envió ese Salvador en la persona de Cristo, que enseñó la ley de amor y caridad que esa raza ignoraba, y que sería una verdadera áncora para su salvación.
Además, con el objetivo de contribuir a que la humanidad progrese en un determinado sentido, los Espíritus superiores, aunque sin tener las cualidades de Cristo, encarnan de tiempo en tiempo en la Tierra para desempeñar misiones especiales, que también son provechosas para su adelanto personal, en caso de que las cumplan de acuerdo con los designios del Creador.
Al relegar a aquella raza a este mundo de trabajo y sufrimiento, Dios tuvo motivo para decir: “Extraerás el alimento de la tierra con el sudor de tu frente”. En su bondad, le prometió que le enviaría un Salvador, es decir, alguien que habría de enseñarle el camino que debería adoptar para salir de ese territorio de miserias, de ese infierno, y alcanzar la felicidad de los elegidos. Dios envió ese Salvador en la persona de Cristo, que enseñó la ley de amor y caridad que esa raza ignoraba, y que sería una verdadera áncora para su salvación.
Además, con el objetivo de contribuir a que la humanidad progrese en un determinado sentido, los Espíritus superiores, aunque sin tener las cualidades de Cristo, encarnan de tiempo en tiempo en la Tierra para desempeñar misiones especiales, que también son provechosas para su adelanto personal, en caso de que las cumplan de acuerdo con los designios del Creador.
46. Sin la reencarnación, la misión de Cristo sería un despropósito, al igual que la promesa hecha por Dios. Supongamos, en efecto, que el alma de cada hombre fuera creada en ocasión del nacimiento del cuerpo, y que no hiciera más que aparecer y desaparecer en forma definitiva de la Tierra. No habría ninguna relación entre las almas que vinieron desde Adán hasta Jesucristo, ni entre las que vinieron después. Todas serían extrañas entre sí. La promesa de enviar un Salvador, hecha por Dios, no podría aplicarse a los descendientes de Adán, dado que sus almas todavía no habían sido creadas. Para que la misión de Cristo tuviera correspondencia con las palabras de Dios, era preciso que estas se aplicasen a las mismas almas. Si esas almas fueran nuevas, no podrían estar manchadas por la falta del primer padre, que sería apenas un padre carnal y no un padre espiritual. De otro modo, Dios habría creado almas mancilladas por una falta que no podía dejar en ellas ningún vestigio, puesto que no existían. La doctrina común del pecado original implica, por consiguiente, la necesidad de una relación entre las almas de la época de Cristo y las del tiempo de Adán; implica, por lo tanto, la reencarnación.
Sostened que todas esas almas formaban parte de la colonia de Espíritus exiliados en la Tierra en los tiempos de Adán, y que estaban mancilladas por vicios debido a los cuales se las excluyó de un mundo mejor, y entonces tendréis la única interpretación racional del pecado original, pecado propio de cada individuo, y no el producto de la responsabilidad de la falta de otros a quienes jamás ha conocido. Sostened que esas almas o Espíritus renacen en diversas ocasiones en la Tierra para la vida corporal, a fin de que progresen y se purifiquen; que Cristo vino para esclarecer a esas mismas almas, no sólo acerca de sus vidas pasadas, sino también en relación con sus vidas posteriores, y únicamente entonces daréis a su misión un objetivo real y serio que pueda ser aceptado por la razón.
Sostened que todas esas almas formaban parte de la colonia de Espíritus exiliados en la Tierra en los tiempos de Adán, y que estaban mancilladas por vicios debido a los cuales se las excluyó de un mundo mejor, y entonces tendréis la única interpretación racional del pecado original, pecado propio de cada individuo, y no el producto de la responsabilidad de la falta de otros a quienes jamás ha conocido. Sostened que esas almas o Espíritus renacen en diversas ocasiones en la Tierra para la vida corporal, a fin de que progresen y se purifiquen; que Cristo vino para esclarecer a esas mismas almas, no sólo acerca de sus vidas pasadas, sino también en relación con sus vidas posteriores, y únicamente entonces daréis a su misión un objetivo real y serio que pueda ser aceptado por la razón.
47. Un ejemplo habitual, destacable por su analogía, hará más comprensibles aún los principios que se acaban de exponer:
El 24 de mayo de 1861, la fragata Ifigenia transportó a Nueva Caledonia una compañía disciplinaria compuesta por 291 hombres. Al llegar, el comandante les comunicó un orden del día redactado en los términos siguientes:
“Al poner los pies en esta tierra lejana, sin duda ya habréis comprendido el rol que se os ha reservado.
”Conforme al ejemplo de los bravos soldados de nuestra marina, que prestan servicio a vuestro lado, nos ayudaréis a trasladar con lucimiento la antorcha de la civilización al seno de las tribus salvajes de Nueva Caledonia. Os pregunto, ¿no es esa una grata y noble misión? Habréis de desempeñarla con dignidad.
”Escuchad la palabra y los consejos de vuestros superiores. Estoy por encima de ellos. Entended debidamente mis palabras.
”La elección de vuestro comandante, de vuestros oficiales, suboficiales y cabos constituye una garantía plena de que se aplicarán todos los esfuerzos para hacer de vosotros excelentes soldados. Digo más: para elevaros a la altura de los buenos ciudadanos y transformaros en colonos honrados si así lo quisierais.
”Vuestra disciplina es severa, y así debe ser. Depositada en nuestras manos será firme e inflexible, tomadlo en cuenta; y al mismo tiempo, justa y paternal, sabrá distinguir el error del vicio y la degradación…”
Vemos aquí un puñado de hombres expulsados por su mala conducta de un país civilizado, y enviados como castigo al ámbito de un pueblo bárbaro. ¿Qué les dice el jefe? “Habéis infringido las leyes de vuestro país; en él os habéis convertido en causa de perturbación y escándalo, y por eso fuisteis expulsados. Os envían aquí, y aquí podéis rescatar vuestro pasado; podéis, mediante el trabajo, crearos una posición honrosa y convertiros en ciudadanos honestos. Tenéis una hermosa misión que cumplir: trasladar la civilización a estas tribus salvajes. La disciplina será severa, pero justa, y sabremos reconocer a quienes procedan correctamente. Tenéis el destino en vuestras manos; podréis mejorarlo si así lo quisierais, porque tenéis libre albedrío”.
Para aquellos hombres arrojados en medio de salvajes, ¿no es la madre patria un paraíso que ellos perdieron por sus propias faltas y por rebelarse contra la ley? En aquella tierra lejana, ¿no son ellos ángeles caídos? El lenguaje del comandante, ¿no es idéntico al que Dios empleó cuando se dirigió a los Espíritus exiliados en la Tierra? “Habéis desobedecido mis leyes, y por eso os he expulsado del mundo donde habríais podido vivir felices y en paz. Aquí es taréis condenados al trabajo; pero podréis, por vuestra buena conducta, haceros merecedores del perdón y de reconquistar la patria que por vuestra falta habéis perdido, es decir, el cielo.”
El 24 de mayo de 1861, la fragata Ifigenia transportó a Nueva Caledonia una compañía disciplinaria compuesta por 291 hombres. Al llegar, el comandante les comunicó un orden del día redactado en los términos siguientes:
“Al poner los pies en esta tierra lejana, sin duda ya habréis comprendido el rol que se os ha reservado.
”Conforme al ejemplo de los bravos soldados de nuestra marina, que prestan servicio a vuestro lado, nos ayudaréis a trasladar con lucimiento la antorcha de la civilización al seno de las tribus salvajes de Nueva Caledonia. Os pregunto, ¿no es esa una grata y noble misión? Habréis de desempeñarla con dignidad.
”Escuchad la palabra y los consejos de vuestros superiores. Estoy por encima de ellos. Entended debidamente mis palabras.
”La elección de vuestro comandante, de vuestros oficiales, suboficiales y cabos constituye una garantía plena de que se aplicarán todos los esfuerzos para hacer de vosotros excelentes soldados. Digo más: para elevaros a la altura de los buenos ciudadanos y transformaros en colonos honrados si así lo quisierais.
”Vuestra disciplina es severa, y así debe ser. Depositada en nuestras manos será firme e inflexible, tomadlo en cuenta; y al mismo tiempo, justa y paternal, sabrá distinguir el error del vicio y la degradación…”
Vemos aquí un puñado de hombres expulsados por su mala conducta de un país civilizado, y enviados como castigo al ámbito de un pueblo bárbaro. ¿Qué les dice el jefe? “Habéis infringido las leyes de vuestro país; en él os habéis convertido en causa de perturbación y escándalo, y por eso fuisteis expulsados. Os envían aquí, y aquí podéis rescatar vuestro pasado; podéis, mediante el trabajo, crearos una posición honrosa y convertiros en ciudadanos honestos. Tenéis una hermosa misión que cumplir: trasladar la civilización a estas tribus salvajes. La disciplina será severa, pero justa, y sabremos reconocer a quienes procedan correctamente. Tenéis el destino en vuestras manos; podréis mejorarlo si así lo quisierais, porque tenéis libre albedrío”.
Para aquellos hombres arrojados en medio de salvajes, ¿no es la madre patria un paraíso que ellos perdieron por sus propias faltas y por rebelarse contra la ley? En aquella tierra lejana, ¿no son ellos ángeles caídos? El lenguaje del comandante, ¿no es idéntico al que Dios empleó cuando se dirigió a los Espíritus exiliados en la Tierra? “Habéis desobedecido mis leyes, y por eso os he expulsado del mundo donde habríais podido vivir felices y en paz. Aquí es taréis condenados al trabajo; pero podréis, por vuestra buena conducta, haceros merecedores del perdón y de reconquistar la patria que por vuestra falta habéis perdido, es decir, el cielo.”
48. A primera vista, la idea de la caída parece estar en contradicción con el principio según el cual los Espíritus no pueden retrogradar. Sin embargo, es preciso considerar que no se trata de un retroceso al estado primitivo. El Espíritu, aunque en una posición inferior, no pierde nada de lo que ha adquirido; su desarrollo moral e intelectual es el mismo, sea cual fuere el medio en el que sea colocado. Él está en la misma situación del hombre que ha sido condenado a la prisión por sus delitos. Ciertamente, ese hombre se encuentra degradado, en decadencia desde el punto de vista social, pero no se vuelve ni más torpe ni más ignorante.
49. ¿Se podrá creer que esos hombres enviados a Nueva Caledonia van a transformarse súbitamente en modelos de virtud, y que van a abjurar de repente de sus errores del pasado? Quien así pensase demostraría que no conoce a la humanidad. Por la misma razón, los Espíritus de la raza adámica, una vez trasladados a la tierra de exilio, no se despojaron inmediatamente de su orgullo ni de sus malos instintos; por mucho tiempo aún conservaron las tendencias que traían, un resto de su antigua efervescencia. Ahora bien, ¿no es ese el verdadero pecado original?
Listar ConteúdoCAPÍTULO XII - Génesis mosaico
Los seis días
1. CAPÍTULO 1:1. En el comienzo Dios creó el cielo y la tierra. – 2. La tierra era uniforme y estaba completamente vacía; las tinieblas cubrían la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas. – 3. Dijo Dios: “Hágase la luz”, y la luz se hizo. – 4. Dios vio que la luz estaba bien, y separó la luz de las tinieblas. – 5. Dio a la luz el nombre de día, y a las tinieblas el nombre de noche, y de la tarde y de la mañana se hizo el primer día.
6. Dijo Dios también: “Hágase el firmamento en medio de las aguas y que él separe las aguas de las aguas”. – 7. Y Dios hizo el firmamento; y separó las aguas que estaban debajo del firmamento de las que estaban encima del firmamento. Y así se hizo. – 8. Y Dios dio al firmamento el nombre de cielo; y de la tarde y de la mañana se hizo el segundo día.
9. Dijo Dios además: “Reúnanse en un solo lugar las aguas que están bajo el cielo, y aparezca el elemento árido”. Y así se hizo. – 10. Dios dio al elemento árido el nombre de tierra, y llamó mar a todas las aguas reunidas. Y vio que eso estaba bien. – 11. Dijo Dios también: “Produzca la tierra la hierba verde que dé semilla, y árboles frutales que den fruto, cada uno de su especie, y que contengan en sí mismas sus semillas, para que se reproduzcan en la tierra”. Y así se hizo. – 12. La tierra entonces produjo la hierba verde que era portadora de la semilla, según su especie, y árboles frutales que contenían en sí mismos sus semillas, según su especie. Y Dios vio que eso era bueno. – 13. Y de la tarde y de la mañana se hizo el tercer día.
14. Dijo Dios también: “Háganse cuerpos de luz en el firmamento del cielo, a fin de que se separen el día de la noche, y sirvan de señales para marcar el tiempo y las estaciones, los días y los años. – 15. Brillen ellos en el firmamento del cielo e iluminen la Tierra”. Y así se hizo. – 16. Entonces Dios hizo dos grandes cuerpos luminosos, uno mayor para presidir el día, y otro menor para presidir la noche; hizo también las estrellas. – 17. Y los puso en el firmamento del cielo para que brillen sobre la tierra. – 18. Para que presidan el día y la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y Dios vio que era bueno. 19. Y de la tarde y de la mañana se hizo el cuarto día.
20. Dijo Dios además: “Produzcan las aguas animales vivos que naden en las aguas, y aves que vuelen sobre la tierra, debajo del firmamento del cielo”. – 21. Entonces Dios creó los grandes peces y todos los animales que tienen vida y movimiento, que las aguas han producido, cada uno de una especie, y creó también todas las aves, cada una de su especie. Y vio que era bueno. – 22. Y los bendijo, diciendo: “Creced y multiplicaos, y llenad las aguas del mar; y que los pájaros se multipliquen sobre la tierra”. – 23. Y de la tarde y de la mañana se hizo el quinto día.
24. Dijo Dios también: “Produzca la Tierra animales vivos, cada uno de su especie, los animales domésticos y las bestias salvajes de la tierra, según sus diferentes especies”. Y así se hizo. – 25. Dios hizo, pues, las bestias salvajes de la tierra según sus especies, los animales domésticos y todos los reptiles, cada uno de su especie. Y Dios vio que era bueno.
26. Dijo luego: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; y que él mande sobre los peces del mar, las aves del cielo, las bestias, sobre toda la tierra y sobre todos los reptiles que se mueven en la tierra”. – 27. Dios entonces creó al hombre a su imagen, y lo creó a imagen de Dios, macho y hembra los creó. – 28. Dios los bendijo y les dijo: “Creced y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; mandad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, y sobre todos los animales que se mueven en la tierra”. – 29. Dijo Dios además: “Os he dado todas las hierbas que traen su semilla a la tierra, y todos los árboles que encierran en sí mismos sus semillas, cada uno de una especie, a fin de que os sirvan de alimento. – 30. Y os di a todos los animales de la tierra, y a todas las aves del cielo, y a todo lo que se mueve en la tierra y que está vivo y animado, a fin de que tengan con qué alimentarse”. Y así se hizo. – 31. Dios vio todas las cosas que había hecho, y eran todas muy buenas. – 32. Y de la tarde y de la mañana se hizo el sexto día.
CAPÍTULO 2:1. El cielo y la tierra quedaron, pues, acabados de ese modo con todos sus ornamentos. – 2. Dios terminó en el séptimo día toda la obra que hizo, y reposó en ese séptimo día, luego de haber acabado todas sus obras. – 3. Bendijo el séptimo día y lo santificó, porque había cesado en ese día de producir todas las obras que había creado.
4. Ese fue el origen del cielo y de la tierra, y así fueron creados el día que el Señor hizo uno y otro. – 5. Y que creó todas las plantas de los campos antes de que hubiesen salido de la tierra, y todas las hierbas de las planicies antes de que hubiesen germinado. Porque el Señor Dios aún no había hecho que lloviese sobre la tierra, y no había hombre para labrarla. – 6. Pero de la tierra se elevaba una fuente que regaba toda su superficie.
7. El Señor Dios formó, pues, al hombre del lodo de la tierra, y le esparció sobre el rostro un soplo de vida, y el hombre se volvió viviente y animado.
6. Dijo Dios también: “Hágase el firmamento en medio de las aguas y que él separe las aguas de las aguas”. – 7. Y Dios hizo el firmamento; y separó las aguas que estaban debajo del firmamento de las que estaban encima del firmamento. Y así se hizo. – 8. Y Dios dio al firmamento el nombre de cielo; y de la tarde y de la mañana se hizo el segundo día.
9. Dijo Dios además: “Reúnanse en un solo lugar las aguas que están bajo el cielo, y aparezca el elemento árido”. Y así se hizo. – 10. Dios dio al elemento árido el nombre de tierra, y llamó mar a todas las aguas reunidas. Y vio que eso estaba bien. – 11. Dijo Dios también: “Produzca la tierra la hierba verde que dé semilla, y árboles frutales que den fruto, cada uno de su especie, y que contengan en sí mismas sus semillas, para que se reproduzcan en la tierra”. Y así se hizo. – 12. La tierra entonces produjo la hierba verde que era portadora de la semilla, según su especie, y árboles frutales que contenían en sí mismos sus semillas, según su especie. Y Dios vio que eso era bueno. – 13. Y de la tarde y de la mañana se hizo el tercer día.
14. Dijo Dios también: “Háganse cuerpos de luz en el firmamento del cielo, a fin de que se separen el día de la noche, y sirvan de señales para marcar el tiempo y las estaciones, los días y los años. – 15. Brillen ellos en el firmamento del cielo e iluminen la Tierra”. Y así se hizo. – 16. Entonces Dios hizo dos grandes cuerpos luminosos, uno mayor para presidir el día, y otro menor para presidir la noche; hizo también las estrellas. – 17. Y los puso en el firmamento del cielo para que brillen sobre la tierra. – 18. Para que presidan el día y la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y Dios vio que era bueno. 19. Y de la tarde y de la mañana se hizo el cuarto día.
20. Dijo Dios además: “Produzcan las aguas animales vivos que naden en las aguas, y aves que vuelen sobre la tierra, debajo del firmamento del cielo”. – 21. Entonces Dios creó los grandes peces y todos los animales que tienen vida y movimiento, que las aguas han producido, cada uno de una especie, y creó también todas las aves, cada una de su especie. Y vio que era bueno. – 22. Y los bendijo, diciendo: “Creced y multiplicaos, y llenad las aguas del mar; y que los pájaros se multipliquen sobre la tierra”. – 23. Y de la tarde y de la mañana se hizo el quinto día.
24. Dijo Dios también: “Produzca la Tierra animales vivos, cada uno de su especie, los animales domésticos y las bestias salvajes de la tierra, según sus diferentes especies”. Y así se hizo. – 25. Dios hizo, pues, las bestias salvajes de la tierra según sus especies, los animales domésticos y todos los reptiles, cada uno de su especie. Y Dios vio que era bueno.
26. Dijo luego: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; y que él mande sobre los peces del mar, las aves del cielo, las bestias, sobre toda la tierra y sobre todos los reptiles que se mueven en la tierra”. – 27. Dios entonces creó al hombre a su imagen, y lo creó a imagen de Dios, macho y hembra los creó. – 28. Dios los bendijo y les dijo: “Creced y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; mandad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, y sobre todos los animales que se mueven en la tierra”. – 29. Dijo Dios además: “Os he dado todas las hierbas que traen su semilla a la tierra, y todos los árboles que encierran en sí mismos sus semillas, cada uno de una especie, a fin de que os sirvan de alimento. – 30. Y os di a todos los animales de la tierra, y a todas las aves del cielo, y a todo lo que se mueve en la tierra y que está vivo y animado, a fin de que tengan con qué alimentarse”. Y así se hizo. – 31. Dios vio todas las cosas que había hecho, y eran todas muy buenas. – 32. Y de la tarde y de la mañana se hizo el sexto día.
CAPÍTULO 2:1. El cielo y la tierra quedaron, pues, acabados de ese modo con todos sus ornamentos. – 2. Dios terminó en el séptimo día toda la obra que hizo, y reposó en ese séptimo día, luego de haber acabado todas sus obras. – 3. Bendijo el séptimo día y lo santificó, porque había cesado en ese día de producir todas las obras que había creado.
4. Ese fue el origen del cielo y de la tierra, y así fueron creados el día que el Señor hizo uno y otro. – 5. Y que creó todas las plantas de los campos antes de que hubiesen salido de la tierra, y todas las hierbas de las planicies antes de que hubiesen germinado. Porque el Señor Dios aún no había hecho que lloviese sobre la tierra, y no había hombre para labrarla. – 6. Pero de la tierra se elevaba una fuente que regaba toda su superficie.
7. El Señor Dios formó, pues, al hombre del lodo de la tierra, y le esparció sobre el rostro un soplo de vida, y el hombre se volvió viviente y animado.
2. Después de las explicaciones contenidas en los capítulos precedentes sobre el origen y la constitución del universo, de acuerdo con los datos suministrados por la ciencia, en cuanto a la parte material, y por el espiritismo, en cuanto a la parte espiritual, es conveniente confrontar todo eso con el texto del Génesis de Moisés, a fin de que cada uno pueda establecer comparaciones y juzgar con conocimiento de causa. Serán suficientes algunas explicaciones complementarias para hacer comprensibles las partes que necesitan esclarecimientos especiales.
3. En lo que respecta a algunos puntos, sin duda existe una notable concordancia entre el Génesis de Moisés y la doctrina científica; pero sería un error suponer que basta con que se sustituyan los seis días de veinticuatro horas de la creación bíblica por seis períodos indeterminados, para que esté completa la analogía. Otro error no menos importante sería que se creyera que, salvo el sentido alegórico de ciertas palabras, el Génesis y la ciencia marchan a la par y no son más que una paráfrasis uno de la otra.
4. En primer lugar observemos, según hemos visto (Capítulo VII, § 14), que el número de seis períodos geológicos es arbitrario, visto que se elevan a más de veinticinco las formaciones perfectamente caracterizadas. Ese número apenas determina las grandes fases generales, y sólo fue adoptado al comienzo para ordenar las cosas tanto como se pudiera de acuerdo con el texto bíblico, en una época –que por otra parte no está muy lejana– en la que se consideraba que la ciencia debía ser controlada por la Biblia. A eso se debió que los autores de la mayor parte de las teorías cosmogó- nicas, con el propósito de facilitar su aceptación, se esforzaron por conservar la concordancia con el texto sagrado. Tan pronto como la ciencia se apoyó en el método experimental, se sintió fortalecida y se emancipó. Hoy es ella la que controla a la Biblia.
Por otro lado, la geología, que toma como único punto de partida la formación de los terrenos graníticos, no incluye en el cómputo de los períodos el estado primitivo de la Tierra. Tampoco se ocupa del Sol, de la Luna y las estrellas, ni del conjunto del universo, que pertenecen a la astronomía. Por consiguiente, para encuadrar todo en el Génesis, corresponde que se agregue un primer período que abarque ese orden de fenómenos, el cual se podría denominar período astronómico.
Además, no todos los geólogos consideran el período diluviano como un período aparte, sino como un acontecimiento transitorio, pasajero, que no varió en forma considerable el estado climático del globo, como tampoco marcó una nueva fase para las especies vegetales y animales, ya que, salvo pocas excepciones, se encuentran las mismas especies antes y después del diluvio. Por lo tanto, podemos abstenernos de considerar ese período, sin que por eso nos apartemos de la verdad.
Por otro lado, la geología, que toma como único punto de partida la formación de los terrenos graníticos, no incluye en el cómputo de los períodos el estado primitivo de la Tierra. Tampoco se ocupa del Sol, de la Luna y las estrellas, ni del conjunto del universo, que pertenecen a la astronomía. Por consiguiente, para encuadrar todo en el Génesis, corresponde que se agregue un primer período que abarque ese orden de fenómenos, el cual se podría denominar período astronómico.
Además, no todos los geólogos consideran el período diluviano como un período aparte, sino como un acontecimiento transitorio, pasajero, que no varió en forma considerable el estado climático del globo, como tampoco marcó una nueva fase para las especies vegetales y animales, ya que, salvo pocas excepciones, se encuentran las mismas especies antes y después del diluvio. Por lo tanto, podemos abstenernos de considerar ese período, sin que por eso nos apartemos de la verdad.
5. El siguiente cuadro comparativo, en el que se encuentran resumidos los fenómenos que caracterizan cada uno de los seis períodos, permite abarcar el conjunto y considerar las relaciones y las diferencias que existen entre los referidos períodos y la génesis bíblica:
CIENCIA | GÉNESIS |
I. PERÍODO ASTRONÓMICO. Aglomeración de la materia cósmica universal en un punto del espacio, en una nebulosa que dio origen, por la condensación de la materia en diversos puntos, a las estrellas, al Sol, a la Tierra, a la Luna y a todos los planetas. Estado primitivo fluídico e incandescente de la Tierra. – Atmósfera inmensa cargada de toda el agua en forma de vapor, y de todas las materias volatilizables. | PRIMER DÍA. El Cielo y la Tierra. – La luz. |
II. PERÍODO PRIMARIO. Endurecimiento de la superficie de la Tierra por el enfriamiento; formación de las capas graníticas. – Atmósfera espesa y ardiente, impenetrable a los rayos solares. – Precipitación gradual del agua y de las materias sólidas volatilizadas en el aire. – Ausencia absoluta de vida orgánica. | SEGUNDO DÍA. El firmamento. – Separación de las aguas que están por encima del firmamento de las que están por debajo de él. |
III. PERÍODO DE TRANSICIÓN. Las aguas cubren toda la superficie del globo. Primeros depósitos de sedimentos formados por las aguas. – Calor húmedo. – El Sol comienza a atravesar la atmósfera brumosa. – Primeros seres organizados de la más rudimentaria constitución. – Líquenes, musgos, helechos, licopodios, plantas herbáceas. Vegetación colosal. – Primeros animales marinos: zoófitos, poliperos, crustáceos. – Depó- sitos de hulla. | TERCER DÍA. Las aguas que están debajo del firmamento se reúnen; aparece el elemento árido. – La tierra y los mares. – Las plantas. |
IV. PERÍODO SECUNDARIO. Superficie de la Tierra poco accidentada; aguas poco profundas y pantanosas. Temperatura menos cálida; atmósfera más purificada. Considerables depósitos de calcáreos por las aguas. – Vegetación menos colosal; nuevas especies; plantas leñosas; primeros árboles. – Peces; cetáceos; moluscos, grandes reptiles acuáticos y anfibios. | CUARTO DÍA. El Sol, la Luna y las estrellas. |
V. PERÍODO TERCIARIO. Grandes levantamientos de la corteza sólida; formación de los continentes. Retiro de las aguas hacia los lugares bajos; formación de los mares. Atmósfera purificada; temperatura actual producida por el calor solar. Animales terrestres gigantescos. Vegetales y animales de la actualidad. Aves. DILUVIO UNIVERSAL. | QUINTO DÍA. Los peces y los pájaros. |
VI. PERÍODO CUATERNARIO O POSDILUVIANO. Terrenos aluviales. Animales terrestres. Vegetales y animales de la actualidad. – El hombre | SEXTO DÍA. Los animales terrestres. – El hombre |
6. El primer aspecto sobresaliente de este cuadro comparativo es que la obra de cada uno de los seis días no se corresponde de manera rigurosa, como muchos suponen, con cada uno de los seis períodos geológicos. La concordancia más notable es la de la sucesión de los seres orgánicos, que es casi la misma, así como la de la aparición del hombre en último término. Ese es un hecho importante.
Hay también coincidencia, no en cuanto al orden numérico de los períodos, sino en cuanto al hecho citado en el pasaje en que se lee que, al tercer día, “las aguas que están debajo del cielo se reunieron en un solo lugar y apareció el elemento árido”. Es la expresión de lo que ocurrió en el período terciario, cuando los levantamientos de la corteza sólida dejaron al descubierto los continentes y expulsaron las aguas que formaron los mares. Sólo entonces aparecieron los animales terrestres, según la geología y según Moisés.
Hay también coincidencia, no en cuanto al orden numérico de los períodos, sino en cuanto al hecho citado en el pasaje en que se lee que, al tercer día, “las aguas que están debajo del cielo se reunieron en un solo lugar y apareció el elemento árido”. Es la expresión de lo que ocurrió en el período terciario, cuando los levantamientos de la corteza sólida dejaron al descubierto los continentes y expulsaron las aguas que formaron los mares. Sólo entonces aparecieron los animales terrestres, según la geología y según Moisés.
7. Cuando Moisés dice que la Creación fue realizada en seis días, ¿habrá querido aludir a días de veinticuatro horas, o habrá empleado esa palabra en el sentido de período, de duración? La primera hipótesis es la más probable, si nos atenemos al texto mismo; en primer término, porque ese es el sentido preciso de la palabra hebrea iom, traducida por día; a continuación, la referencia a la tarde y a la mañana, como limitaciones de cada uno de los seis días, da lugar a que se suponga que Moisés ha querido referirse a días comunes. No se puede concebir ninguna duda al respecto, cuando consta, en el versículo 5: “Dio a la luz el nombre de día, y a las tinieblas el nombre de noche; y de la tarde y de la mañana se hizo el primer día”. Esto, evidentemente, sólo se puede aplicar al día de veinticuatro horas, constituido por períodos de luz y de tinieblas. El sentido resulta aún más preciso cuando dice, en el versículo 17, al hablar del Sol, de la Luna y de las estrellas: “Las puso en el firmamento del cielo para que brillen sobre la Tierra; para que presidan el día y la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y de la tarde y de la mañana se hizo el cuarto día”.
Por otra parte, en la Creación todo era milagroso y, desde que se toma la senda de los milagros, se puede perfectamente creer que la Tierra fue hecha en seis veces veinticuatro horas, sobre todo cuando se ignoran las leyes naturales elementales. Todos los pueblos civilizados compartieron esa creencia, hasta el momento en que la geología proporcionó las pruebas que demostraban su imposibilidad.
Por otra parte, en la Creación todo era milagroso y, desde que se toma la senda de los milagros, se puede perfectamente creer que la Tierra fue hecha en seis veces veinticuatro horas, sobre todo cuando se ignoran las leyes naturales elementales. Todos los pueblos civilizados compartieron esa creencia, hasta el momento en que la geología proporcionó las pruebas que demostraban su imposibilidad.
8. Uno de los puntos más criticados del Génesis es el de la creación del Sol después de la luz. Trataron de explicarlo con el auxilio de los datos proporcionados por la geología, alegando que en los primeros tiempos de su formación, como se hallaba cargada de vapores densos y opacos, la atmósfera terrestre no permitía la visión del Sol, que por ese motivo no existía para la Tierra. Esta explicación podría llegar a ser admisible si en esa época ya hubiese habido habitantes que verificaran la presencia o la ausencia del Sol. Ahora bien, según el propio Moisés, en esa época no había más que plantas que, pese a todo, no habrían podido crecer y multiplicarse sin la acción del calor solar.
Existe, pues, un evidente anacronismo en el orden que estableció Moisés para la creación del Sol. Sin embargo, involuntariamente o no, él no cometió un error al decir que la luz precedió al Sol.
El Sol no es el principio de la luz universal, sino una concentración del elemento luminoso en un punto o, dicho de otro modo, del fluido que en determinadas circunstancias adquiere propiedades luminosas. Ese fluido, que es la causa, debió forzosamente preceder al Sol, que es sólo un efecto. El Sol es causa en relación con la luz que irradia, pero es efecto en relación con la luz que recibió.
En una habitación a oscuras, una vela encendida es un pequeño sol. ¿Qué es lo que se hizo para encender la vela? Se desarrolló la propiedad lumínica del fluido luminoso, y se concentró ese fluido en un punto. La vela es la causa de la luz que se difunde en la habitación; pero si el principio luminoso no hubiera existido antes de la vela, esta no habría podido ser encendida.
Lo mismo ocurre con el Sol. El error proviene de la falsa idea, alimentada durante largo tiempo, de que el universo entero comenzó con la Tierra y, por consiguiente, no se comprende que el Sol pudiera haber sido creado después de la luz. Sabemos actualmente que antes de que nuestro Sol y nuestra Tierra fuesen creados, ya existían millones de soles y de tierras que, por lo tanto, gozaban de la luz. En principio, entonces, la aseveración de Moisés es absolutamente exacta; es falsa cuando lleva a creer que la Tierra fue creada antes que el Sol. Al estar sujeta al Sol por su movimiento de traslación, la Tierra debió de ser creada después de este. Eso es lo que Moisés no podía saber, ya que ignoraba la ley de gravitación.
Esa misma idea se encuentra en la génesis según los antiguos persas. En el primer capítulo del Vendidad, al describir el origen del mundo, expresa Ormuz: “He creado la luz que fue a iluminar al Sol, la Luna y las estrellas”. (Diccionario de mitología universal). La forma aquí es, sin duda, más clara y más científica que en el Génesis de Moisés, y no requiere comentarios.
Existe, pues, un evidente anacronismo en el orden que estableció Moisés para la creación del Sol. Sin embargo, involuntariamente o no, él no cometió un error al decir que la luz precedió al Sol.
El Sol no es el principio de la luz universal, sino una concentración del elemento luminoso en un punto o, dicho de otro modo, del fluido que en determinadas circunstancias adquiere propiedades luminosas. Ese fluido, que es la causa, debió forzosamente preceder al Sol, que es sólo un efecto. El Sol es causa en relación con la luz que irradia, pero es efecto en relación con la luz que recibió.
En una habitación a oscuras, una vela encendida es un pequeño sol. ¿Qué es lo que se hizo para encender la vela? Se desarrolló la propiedad lumínica del fluido luminoso, y se concentró ese fluido en un punto. La vela es la causa de la luz que se difunde en la habitación; pero si el principio luminoso no hubiera existido antes de la vela, esta no habría podido ser encendida.
Lo mismo ocurre con el Sol. El error proviene de la falsa idea, alimentada durante largo tiempo, de que el universo entero comenzó con la Tierra y, por consiguiente, no se comprende que el Sol pudiera haber sido creado después de la luz. Sabemos actualmente que antes de que nuestro Sol y nuestra Tierra fuesen creados, ya existían millones de soles y de tierras que, por lo tanto, gozaban de la luz. En principio, entonces, la aseveración de Moisés es absolutamente exacta; es falsa cuando lleva a creer que la Tierra fue creada antes que el Sol. Al estar sujeta al Sol por su movimiento de traslación, la Tierra debió de ser creada después de este. Eso es lo que Moisés no podía saber, ya que ignoraba la ley de gravitación.
Esa misma idea se encuentra en la génesis según los antiguos persas. En el primer capítulo del Vendidad, al describir el origen del mundo, expresa Ormuz: “He creado la luz que fue a iluminar al Sol, la Luna y las estrellas”. (Diccionario de mitología universal). La forma aquí es, sin duda, más clara y más científica que en el Génesis de Moisés, y no requiere comentarios.
9. Evidentemente, Moisés compartía las creencias más primitivas sobre la cosmogonía. Como los hombres de su época, creía en la solidez de la bóveda celeste, así como en los reservorios superiores de las aguas. Esa idea está expresada sin alegorías ni ambigüedades en el siguiente pasaje (versículo 6 y siguientes): “Dijo Dios: Hágase el firmamento en medio de las aguas, y que él separe las aguas de las aguas. Dios hizo el firmamento, y separó las aguas que estaban debajo del firmamento de las que estaban encima del firmamento”. (Véase el Capítulo V, “Antiguos y modernos sistemas del mundo”, §§ 3, 4 y 5.)
Según una antigua creencia, el agua era considerada como el principio, el elemento generador primitivo, de modo que Moisés no habla de la creación de las aguas, que aparentemente ya existían. “Las tinieblas cubrían el abismo”, es decir, la profundidad del espacio, a la cual la imaginación se representaba, de modo vago, ocupada por las aguas y en medio de tinieblas, antes de la creación de la luz. Por esa razón Moisés expresa: “El Espíritu de Dios era llevado (o se cernía) sobre las aguas”. Dado que se consideraba a la Tierra como formada en medio de las aguas, era necesario aislarla. Se supuso entonces que Dios había hecho el firmamento –una bóveda sólida– para separar las aguas de arriba de las que estaban en la Tierra.
A fin de que comprendamos ciertas partes del Génesis, es indispensable que nos coloquemos en el punto de vista de las ideas cosmogónicas de la época que este refleja.
Según una antigua creencia, el agua era considerada como el principio, el elemento generador primitivo, de modo que Moisés no habla de la creación de las aguas, que aparentemente ya existían. “Las tinieblas cubrían el abismo”, es decir, la profundidad del espacio, a la cual la imaginación se representaba, de modo vago, ocupada por las aguas y en medio de tinieblas, antes de la creación de la luz. Por esa razón Moisés expresa: “El Espíritu de Dios era llevado (o se cernía) sobre las aguas”. Dado que se consideraba a la Tierra como formada en medio de las aguas, era necesario aislarla. Se supuso entonces que Dios había hecho el firmamento –una bóveda sólida– para separar las aguas de arriba de las que estaban en la Tierra.
A fin de que comprendamos ciertas partes del Génesis, es indispensable que nos coloquemos en el punto de vista de las ideas cosmogónicas de la época que este refleja.
10. A partir de los progresos de la física y la astronomía, una doctrina como esa es insostenible. * No obstante, Moisés atribuye esas palabras al propio Dios. Ahora bien, ya que estas expresan un hecho notoriamente falso, tenemos dos opciones: o Dios se equivocó en el relato que hizo de su obra, o ese relato no es una revelación divina. Como la primera suposición no es admisible, se debe concluir que Moisés se limitó a expresar sus propias ideas. (Véase el Capítulo I, § 3.)
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* Por más grosero que sea el error de esa creencia, todavía despierta el entusiasmo de los ni- ños de nuestro tiempo, como si se tratase de una verdad sagrada. Tiemblan los educadores cuando osan aventurarse a una tímida interpretación. ¿Cómo habríamos de pretender que eso no fuera más tarde a generar incrédulos? (N. de Allan Kardec.)
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* Por más grosero que sea el error de esa creencia, todavía despierta el entusiasmo de los ni- ños de nuestro tiempo, como si se tratase de una verdad sagrada. Tiemblan los educadores cuando osan aventurarse a una tímida interpretación. ¿Cómo habríamos de pretender que eso no fuera más tarde a generar incrédulos? (N. de Allan Kardec.)
11. Moisés se aproxima un poco más a la verdad cuando dice que Dios hizo al hombre con el lodo de la tierra. * De hecho, la ciencia demuestra (Véase el Capítulo X) que el cuerpo del hombre está compuesto por elementos tomados de la materia inorgánica o, dicho de otra manera, del lodo de la tierra.
La mujer formada de una costilla de Adán es una alegoría, aparentemente pueril si se la toma al pie de la letra, aunque profunda en cuanto al sentido. Tiene por finalidad mostrar que la mujer es de la misma naturaleza que el hombre y, por consiguiente, es igual a este ante Dios, y no una criatura aparte, hecha para ser sojuzgada y tratada como un ilota. Al considerarla salida de la propia carne del hombre, la imagen de igualdad es más significativa que si hubiera sido formada por separado del mismo lodo. Equivale a decirle al hombre que ella es su igual y no su esclava, que él debe amarla como a una parte de sí mismo.
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* El término hebreo haadam, el hombre, del cual derivó Adán, y el término haadama, la tierra, tienen la misma raíz. (N. de Allan Kardec.)
La mujer formada de una costilla de Adán es una alegoría, aparentemente pueril si se la toma al pie de la letra, aunque profunda en cuanto al sentido. Tiene por finalidad mostrar que la mujer es de la misma naturaleza que el hombre y, por consiguiente, es igual a este ante Dios, y no una criatura aparte, hecha para ser sojuzgada y tratada como un ilota. Al considerarla salida de la propia carne del hombre, la imagen de igualdad es más significativa que si hubiera sido formada por separado del mismo lodo. Equivale a decirle al hombre que ella es su igual y no su esclava, que él debe amarla como a una parte de sí mismo.
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* El término hebreo haadam, el hombre, del cual derivó Adán, y el término haadama, la tierra, tienen la misma raíz. (N. de Allan Kardec.)
12. Para los espíritus incultos, sin ninguna noción de las leyes generales, incapaces de abarcar el conjunto y de concebir lo infinito, esta creación milagrosa e instantánea presentaba algo de fantástico que ofuscaba su imaginación. El cuadro del universo extraído de la nada en unos pocos días, por un solo acto de la voluntad creadora, era para ellos la señal más evidente del poder de Dios. Qué mejor descripción, en efecto, más sublime y más poética de ese poder, que estas palabras: “Dios dijo: ¡Hágase la luz, y la luz se hizo!” Dios, al crear al universo mediante la acción lenta y gradual de las leyes de la naturaleza, les hubiera parecido de menor importancia, menos poderoso. Necesitaban algo maravilloso, que saliera del esquema común, porque de lo contrario supondrían que Dios no era más hábil que los hombres. Una teoría científica y racional de la Creación los hubiese dejado fríos e indiferentes. No rechacemos, pues, la génesis bíblica; por el contrario, estudiémosla de la misma manera que se estudia la historia de la infancia de los pueblos. Se trata de una epopeya rica en alegorías, cuyo sentido oculto debemos encontrar; alegorías que es preciso analizar y explicar con la ayuda de las luces de la razón y la ciencia. Al mismo tiempo que resaltamos su belleza poética y sus enseñanzas veladas por la forma llena de imágenes, es preciso que expongamos decididamente sus errores, a favor del interés mismo de la religión. Esta será mucho más respetada cuando esos errores dejen de ser impuestos a la fe como verdades, y Dios parecerá más grande y más poderoso cuando no se asocie su nombre con hechos controvertidos.
El paraíso perdido
El paraíso perdido *
13. CAPÍTULO 2:8. Y el Señor Dios había plantado desde el comienzo un jardín de delicias, en el cual puso al hombre que había formado. – 9 El Señor Dios también hizo que brotara de la tierra toda especie de árboles hermosos a la vista y cuyo fruto era agradable al paladar, y en medio del paraíso ** el árbol de vida, con el árbol de la ciencia del bien y del mal. (Jehová Eloim hizo salir de la tierra –min haadama– todo árbol hermoso a la vista y bueno para comer, y el árbol de vida –vehetz hachayim– en medio del jardín, y el árbol de la ciencia del bien y del mal.)
15 El Señor tomó, pues, al hombre, y lo puso en el paraíso de delicias, a fin de que lo cultivase y lo cuidara. – 16 Le dio también este mandamiento, y le dijo: “Come de todos los árboles del paraíso. (Jeová Eloim ordenó al hombre –hal haadam– diciendo: “De todo árbol del jardín –hagan– puedes comer”.) – 17 Pero no comas del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal; porque tan pronto como lo comas, morirás sin remedio”. (“Y del árbol de la ciencia del bien y del mal –oumehetz hadaat tob vara– no comerás, pues el día en que de él comas, morirás.”)
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* A continuación de algunos versículos se encuentra la traducción literal del texto hebreo, que expresa más fielmente el pensamiento primitivo. El sentido alegórico se destaca así más claramente. (N. de Allan Kardec.)
** Paraíso, del latín paradisus, derivado del griego paradeisos, jardín, pomar, lugar plantado con árboles. El término hebreo empleado en el Génesis es hagan, que tiene el mismo significado. (N. de Allan Kardec.)
13. CAPÍTULO 2:8. Y el Señor Dios había plantado desde el comienzo un jardín de delicias, en el cual puso al hombre que había formado. – 9 El Señor Dios también hizo que brotara de la tierra toda especie de árboles hermosos a la vista y cuyo fruto era agradable al paladar, y en medio del paraíso ** el árbol de vida, con el árbol de la ciencia del bien y del mal. (Jehová Eloim hizo salir de la tierra –min haadama– todo árbol hermoso a la vista y bueno para comer, y el árbol de vida –vehetz hachayim– en medio del jardín, y el árbol de la ciencia del bien y del mal.)
15 El Señor tomó, pues, al hombre, y lo puso en el paraíso de delicias, a fin de que lo cultivase y lo cuidara. – 16 Le dio también este mandamiento, y le dijo: “Come de todos los árboles del paraíso. (Jeová Eloim ordenó al hombre –hal haadam– diciendo: “De todo árbol del jardín –hagan– puedes comer”.) – 17 Pero no comas del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal; porque tan pronto como lo comas, morirás sin remedio”. (“Y del árbol de la ciencia del bien y del mal –oumehetz hadaat tob vara– no comerás, pues el día en que de él comas, morirás.”)
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* A continuación de algunos versículos se encuentra la traducción literal del texto hebreo, que expresa más fielmente el pensamiento primitivo. El sentido alegórico se destaca así más claramente. (N. de Allan Kardec.)
** Paraíso, del latín paradisus, derivado del griego paradeisos, jardín, pomar, lugar plantado con árboles. El término hebreo empleado en el Génesis es hagan, que tiene el mismo significado. (N. de Allan Kardec.)
14. CAPÍTULO 3:1. Ahora bien, la serpiente era el más astuto de todos los animales que el Señor Dios había creado en la tierra. Y le dijo a la mujer: “¿Por qué Dios os ordenó que no comáis del fruto de todos los árboles del paraíso?” (Y la serpiente –nahasch– era más astuta que todos los animales terrestres que había hecho Jehová Eloim; la cual dijo a la mujer –el haischa–: “¿Cómo es que Eloim os ha dicho: No comáis de ningún árbol del jardín?”) – 2. La mujer respondió: “Comemos de los frutos de todos los árboles que están en el paraíso. (Dijo ella, la mujer, a la serpiente: “Podemos comer del fruto –miperi– de los árboles del jardín”.) – 3. Pero del fruto del árbol que está en medio del paraíso, Dios nos ordenó que no comiésemos de él, y que no lo tocásemos, para que no corramos peligro de muerte”. – 4. La serpiente replicó a la mujer: “De ninguna manera moriréis. – 5. Es que Dios sabe que, tan pronto como hayáis comido de ese fruto, vuestros ojos se abrirán y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal”.
6. La mujer consideró entonces que el fruto de aquel árbol era bueno para comer; que era apetecible y agradable a la vista. Y, tomando de él, lo comió, y se lo dio a su marido, que también comió. (La mujer vio que el árbol era bueno como alimento y que era deseable para comprender –léaskil–, y tomó de su fruto, etc.)
8. Y como oyeron la voz del Señor Dios, que se paseaba a la tarde por el paraíso, cuando sopla una brisa suave, ellos se retira ron hacia el medio de los árboles del paraíso, a fin de ocultarse de delante de su presencia.
9. Entonces el Señor Dios llamó a Adán, y le dijo: “¿Dónde estás?” – 10. Adán le respondió: “Oí tu voz en el paraíso y tuve miedo, porque estaba desnudo, por eso me escondí”. – 11. El Se- ñor le respondió: “¿Y cómo supiste que estabas desnudo, acaso porque comiste el fruto del árbol del cual yo os prohibí que comieseis?” – 12. Adán le respondió: “La mujer que me diste por compañera me mostró el fruto de ese árbol, y comí de él”. – 13. El Señor Dios dijo a la mujer: “¿Por qué hiciste eso?” Ella respondió: “La serpiente me engañó, y comí de ese fruto”.
14. Entonces el Señor Dios dijo a la serpiente: “Por haber hecho eso, serás maldita entre todos los animales y todas las bestias de la tierra; andarás sobre tu vientre, y comerás tierra todos los días de tu vida. – 15. Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre su raza y la tuya. Ella te aplastará la cabeza, y tú tratarás de morderle el talón”.
16. Dios dijo también a la mujer: “Habré de afligirte con muchos males durante tus embarazos; parirás con dolor; estarás bajo la dominación de tu marido y él te dominará”.
17. Dijo a continuación a Adán: “Porque has escuchado la voz de tu mujer, y has comido del fruto del árbol que te prohibí que comieses, la tierra te será maldita por causa de lo que hiciste, y sólo con mucho trabajo extraerás de ella con qué alimentarte durante toda tu vida. – 18. Ella te producirá espinos y abrojos, y te alimentarás con la hierba de la tierra. – 19. Y comerás el pan con el sudor de tu rostro, hasta que vuelvas a la tierra de donde fuiste tomado, porque eres polvo y al polvo volverás”.
20. Y Adán dio a su mujer el nombre de Eva, que significa vida, porque ella era la madre de todos los vivientes.
21. El Señor Dios también hizo para Adán y su mujer túnicas de pieles con que los cubrió. – 22. Y dijo: “He aquí a Adán hecho uno de nosotros, en cuanto a conocer el bien y el mal. Evitemos pues, ahora, que él eche mano del árbol de la vida, que tome de su fruto y que, comiendo de ese fruto, viva eternamente”. (Jehová Eloim dijo: “He aquí que el hombre fue como uno de nosotros para el conocimiento del bien y del mal, y ahora él puede extender la mano y tomar del árbol de la vida –veata pen ischlachyado velakach mehetz hachayim–; comerá de él y vivirá eternamente”.)
23. El Señor Dios lo hizo salir del jardín de delicias, a fin de que fuese a trabajar en el cultivo de la tierra de donde fue tomado. Y habiéndolo expulsado, colocó querubines58 delante del jardín de delicias, los cuales hacían brillar una espada de fuego, para guardar el camino que llevaba al árbol de la vida.
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* Del hebreo cherub, keroub (buey) y charab (labrar); ángeles del segundo coro de la primera jerarquía, que eran representados con cuatro alas, cuatro caras y patas de buey. (N. de Allan Kardec.)
6. La mujer consideró entonces que el fruto de aquel árbol era bueno para comer; que era apetecible y agradable a la vista. Y, tomando de él, lo comió, y se lo dio a su marido, que también comió. (La mujer vio que el árbol era bueno como alimento y que era deseable para comprender –léaskil–, y tomó de su fruto, etc.)
8. Y como oyeron la voz del Señor Dios, que se paseaba a la tarde por el paraíso, cuando sopla una brisa suave, ellos se retira ron hacia el medio de los árboles del paraíso, a fin de ocultarse de delante de su presencia.
9. Entonces el Señor Dios llamó a Adán, y le dijo: “¿Dónde estás?” – 10. Adán le respondió: “Oí tu voz en el paraíso y tuve miedo, porque estaba desnudo, por eso me escondí”. – 11. El Se- ñor le respondió: “¿Y cómo supiste que estabas desnudo, acaso porque comiste el fruto del árbol del cual yo os prohibí que comieseis?” – 12. Adán le respondió: “La mujer que me diste por compañera me mostró el fruto de ese árbol, y comí de él”. – 13. El Señor Dios dijo a la mujer: “¿Por qué hiciste eso?” Ella respondió: “La serpiente me engañó, y comí de ese fruto”.
14. Entonces el Señor Dios dijo a la serpiente: “Por haber hecho eso, serás maldita entre todos los animales y todas las bestias de la tierra; andarás sobre tu vientre, y comerás tierra todos los días de tu vida. – 15. Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre su raza y la tuya. Ella te aplastará la cabeza, y tú tratarás de morderle el talón”.
16. Dios dijo también a la mujer: “Habré de afligirte con muchos males durante tus embarazos; parirás con dolor; estarás bajo la dominación de tu marido y él te dominará”.
17. Dijo a continuación a Adán: “Porque has escuchado la voz de tu mujer, y has comido del fruto del árbol que te prohibí que comieses, la tierra te será maldita por causa de lo que hiciste, y sólo con mucho trabajo extraerás de ella con qué alimentarte durante toda tu vida. – 18. Ella te producirá espinos y abrojos, y te alimentarás con la hierba de la tierra. – 19. Y comerás el pan con el sudor de tu rostro, hasta que vuelvas a la tierra de donde fuiste tomado, porque eres polvo y al polvo volverás”.
20. Y Adán dio a su mujer el nombre de Eva, que significa vida, porque ella era la madre de todos los vivientes.
21. El Señor Dios también hizo para Adán y su mujer túnicas de pieles con que los cubrió. – 22. Y dijo: “He aquí a Adán hecho uno de nosotros, en cuanto a conocer el bien y el mal. Evitemos pues, ahora, que él eche mano del árbol de la vida, que tome de su fruto y que, comiendo de ese fruto, viva eternamente”. (Jehová Eloim dijo: “He aquí que el hombre fue como uno de nosotros para el conocimiento del bien y del mal, y ahora él puede extender la mano y tomar del árbol de la vida –veata pen ischlachyado velakach mehetz hachayim–; comerá de él y vivirá eternamente”.)
23. El Señor Dios lo hizo salir del jardín de delicias, a fin de que fuese a trabajar en el cultivo de la tierra de donde fue tomado. Y habiéndolo expulsado, colocó querubines58 delante del jardín de delicias, los cuales hacían brillar una espada de fuego, para guardar el camino que llevaba al árbol de la vida.
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* Del hebreo cherub, keroub (buey) y charab (labrar); ángeles del segundo coro de la primera jerarquía, que eran representados con cuatro alas, cuatro caras y patas de buey. (N. de Allan Kardec.)
15. Bajo una imagen pueril y hasta ridícula, si nos atuviéramos a la forma, la alegoría a menudo oculta grandes verdades. A primera vista, ¿habrá una fábula más absurda que la de Saturno, el dios que devoraba piedras, confundiéndolas con sus hijos? Con todo, al mismo tiempo, ¡cuánta filosofía y cuánta verdad hay en esa figura, si le buscamos el sentido moral! Saturno es la personificación del tiempo; como todas las cosas son obra del tiempo, él es el padre de todo lo que existe; pero también todo se destruye con el tiempo. Saturno devorando piedras es el símbolo de la destrucción, producida por el tiempo, de los cuerpos más duros, que son sus hijos, puesto que se formaron con el tiempo. ¿Y quién escapa, según esa misma alegoría, a semejante destrucción? Solamente Jú- piter, símbolo de la inteligencia superior, del principio espiritual que es indestructible. Esa imagen es incluso tan natural que, en el lenguaje moderno, sin alusión a la antigua fábula, acerca de una cosa que finalmente se deterioró, se dice que ha sido devorada por el tiempo, carcomida, devastada por el tiempo.
Toda la mitología pagana no es en realidad más que un gran cuadro alegórico de las diversas caras, buenas y malas, de la humanidad. Para quien busca su sentido, se trata de un curso completo de la más profunda filosofía, como sucede con las fábulas modernas. Lo absurdo residía en que se tomara la forma por el fondo.
Toda la mitología pagana no es en realidad más que un gran cuadro alegórico de las diversas caras, buenas y malas, de la humanidad. Para quien busca su sentido, se trata de un curso completo de la más profunda filosofía, como sucede con las fábulas modernas. Lo absurdo residía en que se tomara la forma por el fondo.
16. Lo mismo ocurre con el Génesis, donde se deben hallar grandes verdades morales debajo de las figuras materiales que, tomadas al pie de la letra, serían tan absurdas como si, en nuestras fábulas, tomásemos en sentido literal las escenas y los diálogos atribuidos a los animales.
Adán es la personificación de la humanidad; su falta individualiza la debilidad del hombre, en quien predominan los instintos materiales a los que él no sabe resistirse. *
El árbol, como árbol de la vida, es el emblema de la vida espiritual; como árbol de la ciencia, representa la conciencia del bien y del mal, que el hombre consigue mediante el desarrollo de su inteligencia y de su libre albedrío, en virtud del cual elige entre uno y otro. Resalta el momento en que el alma del hombre deja de ser guiada únicamente por sus instintos, toma posesión de su libertad y asume la responsabilidad de sus actos.
El fruto del árbol simboliza el objeto de los deseos materiales del hombre; es la alegoría de la codicia y de la concupiscencia; resume en una sola figura las motivaciones de la tendencia al mal. Comerlo es sucumbir a la tentación. El árbol se yergue en medio del jardín de las delicias para enseñar que la seducción se encuentra en el seno mismo de los placeres, y para recordarnos que, si el hombre da preponderancia a los goces materiales, se aferra a la Tierra y se aparta de su destino espiritual.**
La muerte con que se lo amenaza, en caso de que transgreda la prohibición que se le ha hecho, es un aviso de las consecuencias inevitables, físicas y morales, que derivan de la violación de las leyes divinas que Dios ha grabado en su conciencia. Es muy evidente que aquí no se trata de la muerte corporal, puesto que, después de haber cometido la falta, Adán aún vivió durante largo tiempo, sino de la muerte espiritual o, en otras palabras, de la pérdida de los bienes que resultan del progreso moral, pérdida representada por su expulsión del jardín de las delicias.
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* Está hoy perfectamente reconocido que la palabra hebrea haadam no es un nombre propio, sino que significa: el hombre en general, la humanidad, lo que destruye toda la estructura erigida sobre la personalidad de Adán. (N. de Allan Kardec.)
** En ninguno de los textos el fruto está especificado como manzana, palabra que sólo se encuentra en las versiones infantiles. El término del texto hebreo es peri, que tiene las mismas acepciones que en francés, sin la determinación de la especie, y puede ser tomado en sentido material, moral, alegórico, en sentido propio y figurado. Para los israelitas no existe una interpretación obligatoria; cuando una palabra tiene varias acepciones, cada uno la interpreta como quiere, toda vez que la interpretación no sea contraria a la gramática. El término peri fue traducido en latín por malum, que se aplica tanto a la manzana como a cualquier otra especie de frutos. Deriva del griego mélon, participio del verbo mélo, interesar, cuidar, atraer. (N. de Allan Kardec.)
Adán es la personificación de la humanidad; su falta individualiza la debilidad del hombre, en quien predominan los instintos materiales a los que él no sabe resistirse. *
El árbol, como árbol de la vida, es el emblema de la vida espiritual; como árbol de la ciencia, representa la conciencia del bien y del mal, que el hombre consigue mediante el desarrollo de su inteligencia y de su libre albedrío, en virtud del cual elige entre uno y otro. Resalta el momento en que el alma del hombre deja de ser guiada únicamente por sus instintos, toma posesión de su libertad y asume la responsabilidad de sus actos.
El fruto del árbol simboliza el objeto de los deseos materiales del hombre; es la alegoría de la codicia y de la concupiscencia; resume en una sola figura las motivaciones de la tendencia al mal. Comerlo es sucumbir a la tentación. El árbol se yergue en medio del jardín de las delicias para enseñar que la seducción se encuentra en el seno mismo de los placeres, y para recordarnos que, si el hombre da preponderancia a los goces materiales, se aferra a la Tierra y se aparta de su destino espiritual.**
La muerte con que se lo amenaza, en caso de que transgreda la prohibición que se le ha hecho, es un aviso de las consecuencias inevitables, físicas y morales, que derivan de la violación de las leyes divinas que Dios ha grabado en su conciencia. Es muy evidente que aquí no se trata de la muerte corporal, puesto que, después de haber cometido la falta, Adán aún vivió durante largo tiempo, sino de la muerte espiritual o, en otras palabras, de la pérdida de los bienes que resultan del progreso moral, pérdida representada por su expulsión del jardín de las delicias.
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* Está hoy perfectamente reconocido que la palabra hebrea haadam no es un nombre propio, sino que significa: el hombre en general, la humanidad, lo que destruye toda la estructura erigida sobre la personalidad de Adán. (N. de Allan Kardec.)
** En ninguno de los textos el fruto está especificado como manzana, palabra que sólo se encuentra en las versiones infantiles. El término del texto hebreo es peri, que tiene las mismas acepciones que en francés, sin la determinación de la especie, y puede ser tomado en sentido material, moral, alegórico, en sentido propio y figurado. Para los israelitas no existe una interpretación obligatoria; cuando una palabra tiene varias acepciones, cada uno la interpreta como quiere, toda vez que la interpretación no sea contraria a la gramática. El término peri fue traducido en latín por malum, que se aplica tanto a la manzana como a cualquier otra especie de frutos. Deriva del griego mélon, participio del verbo mélo, interesar, cuidar, atraer. (N. de Allan Kardec.)
17. La serpiente está lejos de ser considerada actualmente como el prototipo de la astucia. Aquí se la incluye más por su forma que por su carácter, como una alusión a la perfidia de los malos consejos que se insinúan como la serpiente, y de la cual por esa razón muchas veces el hombre desconfía. Por otra parte, si la serpiente es condenada a reptar porque ha engañado a la mujer, significa que antes ese animal tenía patas, en cuyo caso ya no era una serpiente. Entonces, ¿por qué imponer como verdades, a la fe ingenua y crédula de los niños, alegorías tan evidentes, que al falsear su valoración acerca de ellas se hace que más tarde consideren a la Biblia como un muestrario de fábulas absurdas?
Además, se debe notar que el término hebreo nahasch, traducida como serpiente, proviene de la raíz nahasch, cuyo significado es: hacer encantamientos, adivinar las cosas ocultas, que puede entonces significar: encantador, adivino. Con esta acepción se lo encuentra en el Génesis, 44:5 y 15, a propósito de la copa que José envió a que fuera escondida en la alforja de Benjamín: “La copa que robaste es la misma en que bebe mi señor, y de la cual se sirve para adivinar (nahasch).61 – ¿Ignoras que no hay quien me iguale en la ciencia de adivinar (nahasch)?”. Y también en el libro de los Números, 23:23: “No hay encantamientos (nahasch) en Jacob, ni adivinos en Israel”. Por consiguiente, la palabra nahasch tomó también la acepción de serpiente, reptil al que los encantadores tenían la pretensión de encantar, o del cual se servían en sus encantamientos.
La palabra nahasch recién fue traducida como serpiente en la versión de los Setenta –versión escrita en griego en el segundo siglo antes de la Era Cristiana–, los cuales según Hutcheson tergiversaron el texto hebreo en muchos de los párrafos. Las inexactitudes de esa versión resultaron, sin duda, de las modificaciones que la lengua hebrea sufrió en el intervalo transcurrido, visto que el hebreo de la época de Moisés era entonces una lengua muerta, que difería del hebreo vulgar, tanto como el griego antiguo y el árabe literario difieren del griego y el árabe modernos. *
Por consiguiente, es probable que Moisés haya considerado que el seductor de la mujer era el deseo indiscreto de conocer las cosas ocultas, suscitado por el espíritu de adivinación, lo que concuerda con el sentido primitivo de la palabra nahasch, adivinar, y por otro lado con estas palabras: “Dios sabe que en cuanto hayáis comido de ese fruto, vuestros ojos se abrirán y seréis como dioses. Ella, la mujer, vio que era codiciable el árbol para comprender (léaskil) y tomó su fruto”. No hay que olvidar que Moisés quería proscribir entre los hebreos el arte de la adivinación practicada por los egipcios, tal como lo prueba su prohibición de interrogar a los muertos y al espíritu de Pitón. (Véase El Cielo y el Infierno según el espiritismo, Primera Parte, Capítulo XI.)
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* El término nahasch existía en la lengua egipcia, y significaba negro, probablemente porque los negros tenían el don de los encantamientos y la adivinación. Tal vez también por eso es que las esfinges de origen asirio estaban representadas por una figura de negro. (N. de Allan Kardec.)
Además, se debe notar que el término hebreo nahasch, traducida como serpiente, proviene de la raíz nahasch, cuyo significado es: hacer encantamientos, adivinar las cosas ocultas, que puede entonces significar: encantador, adivino. Con esta acepción se lo encuentra en el Génesis, 44:5 y 15, a propósito de la copa que José envió a que fuera escondida en la alforja de Benjamín: “La copa que robaste es la misma en que bebe mi señor, y de la cual se sirve para adivinar (nahasch).61 – ¿Ignoras que no hay quien me iguale en la ciencia de adivinar (nahasch)?”. Y también en el libro de los Números, 23:23: “No hay encantamientos (nahasch) en Jacob, ni adivinos en Israel”. Por consiguiente, la palabra nahasch tomó también la acepción de serpiente, reptil al que los encantadores tenían la pretensión de encantar, o del cual se servían en sus encantamientos.
La palabra nahasch recién fue traducida como serpiente en la versión de los Setenta –versión escrita en griego en el segundo siglo antes de la Era Cristiana–, los cuales según Hutcheson tergiversaron el texto hebreo en muchos de los párrafos. Las inexactitudes de esa versión resultaron, sin duda, de las modificaciones que la lengua hebrea sufrió en el intervalo transcurrido, visto que el hebreo de la época de Moisés era entonces una lengua muerta, que difería del hebreo vulgar, tanto como el griego antiguo y el árabe literario difieren del griego y el árabe modernos. *
Por consiguiente, es probable que Moisés haya considerado que el seductor de la mujer era el deseo indiscreto de conocer las cosas ocultas, suscitado por el espíritu de adivinación, lo que concuerda con el sentido primitivo de la palabra nahasch, adivinar, y por otro lado con estas palabras: “Dios sabe que en cuanto hayáis comido de ese fruto, vuestros ojos se abrirán y seréis como dioses. Ella, la mujer, vio que era codiciable el árbol para comprender (léaskil) y tomó su fruto”. No hay que olvidar que Moisés quería proscribir entre los hebreos el arte de la adivinación practicada por los egipcios, tal como lo prueba su prohibición de interrogar a los muertos y al espíritu de Pitón. (Véase El Cielo y el Infierno según el espiritismo, Primera Parte, Capítulo XI.)
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* El término nahasch existía en la lengua egipcia, y significaba negro, probablemente porque los negros tenían el don de los encantamientos y la adivinación. Tal vez también por eso es que las esfinges de origen asirio estaban representadas por una figura de negro. (N. de Allan Kardec.)
18. El pasaje que dice: “El Señor se paseaba por el paraíso, a la tarde, cuando se levanta una brisa suave”, resulta una imagen ingenua y un tanto pueril, que la crítica no dejó de resaltar; pero no tiene nada que deba sorprender, si nos remitimos a la idea que los hebreos de los tiempos primitivos se hacían de la Divinidad. Para esas inteligencias limitadas, incapaces de concebir abstracciones, Dios debía tener una forma concreta, y ellos referían todo a la humanidad, como el único punto conocido. Por eso Moisés les hablaba como a niños, mediante imágenes concretas. En este caso, se trata de la personificación del poder soberano, como los paganos personificaban mediante figuras alegóricas las virtudes, los vicios y las ideas abstractas. Más tarde, los hombres despojaron a la idea de la forma, a semejanza del niño que al convertirse en adulto busca el sentido moral de los cuentos con que lo acunaron. Por lo tanto, debemos considerar ese pasaje como una alegoría que representa a la Divinidad protegiendo en persona a los objetos de su creación. El gran rabino Wogue lo tradujo de la siguiente manera: “Oyeron la voz del Eterno Dios, que recorría el jardín del lado de donde viene el día”.
19. Si la falta de Adán consistió literalmente en haber comido un fruto, no cabe duda de que esa falta no podría, por su naturaleza casi pueril, justificar el rigor con que fue castigada. Tampoco se podría admitir racionalmente que ese hecho sea como en general se supone; de otro modo Dios, al considerarlo como un crimen irremisible, habría condenado a su propia obra, ya que Él había creado al hombre para su propagación. Si Adán hubiese entendido de ese modo la prohibición de tocar el fruto del árbol, y con ella se hubiese conformado escrupulosamente, ¿dónde estaría la humanidad, y qué habría sido de los designios del Creador?
Dios no había creado a Adán y Eva para que permanecieran solos en la Tierra; la prueba de eso está en sus propias palabras, las que les dirige inmediatamente después de haberlos creado, cuando aún estaban en el paraíso terrestre: “Dios los bendijo y les dijo: Creced y multiplicaos, llenad la Tierra y sometedla”. (Génesis, 1:28.) Dado que la multiplicación del hombre era ley desde el paraíso terrenal, su expulsión de allí no pudo haber tenido como causa el hecho supuesto.
Lo que dio crédito a esa suposición fue el sentimiento de vergüenza que Adán y Eva experimentaron ante la mirada de Dios, y que los llevó a que se ocultaran. Pero esa vergüenza es de por sí una figura por comparación: simboliza la confusión que todo culpable experimenta en presencia de aquel al que ha ofendido.
Dios no había creado a Adán y Eva para que permanecieran solos en la Tierra; la prueba de eso está en sus propias palabras, las que les dirige inmediatamente después de haberlos creado, cuando aún estaban en el paraíso terrestre: “Dios los bendijo y les dijo: Creced y multiplicaos, llenad la Tierra y sometedla”. (Génesis, 1:28.) Dado que la multiplicación del hombre era ley desde el paraíso terrenal, su expulsión de allí no pudo haber tenido como causa el hecho supuesto.
Lo que dio crédito a esa suposición fue el sentimiento de vergüenza que Adán y Eva experimentaron ante la mirada de Dios, y que los llevó a que se ocultaran. Pero esa vergüenza es de por sí una figura por comparación: simboliza la confusión que todo culpable experimenta en presencia de aquel al que ha ofendido.
20. ¿Cuál es, pues, en definitiva, esa falta tan grave que provocó la condena perpetua de todos los descendientes de aquel que la cometió? Caín, el fratricida, no fue tratado con tanta severidad. Ningún teólogo ha podido definirla con lógica, porque todos ellos, apegados a la letra, han girado dentro de un círculo vicioso.
Hoy sabemos que esa falta no es un hecho aislado, personal, de un individuo, sino que abarca bajo un único aspecto alegórico, el conjunto de las prevaricaciones de que la humanidad de la Tierra, todavía imperfecta, puede convertirse en culpable, y que se resume en estas palabras: infracción a la ley de Dios. Ese es el motivo por el cual la falta del primer hombre, en el cual está simbolizada la humanidad, tenga como símbolo un acto de desobediencia.
Hoy sabemos que esa falta no es un hecho aislado, personal, de un individuo, sino que abarca bajo un único aspecto alegórico, el conjunto de las prevaricaciones de que la humanidad de la Tierra, todavía imperfecta, puede convertirse en culpable, y que se resume en estas palabras: infracción a la ley de Dios. Ese es el motivo por el cual la falta del primer hombre, en el cual está simbolizada la humanidad, tenga como símbolo un acto de desobediencia.
21. Al decirle a Adán que extraería el alimento de la tierra con el sudor de su frente, Dios simboliza la obligación del trabajo; pero ¿por qué convirtió al trabajo en un castigo? ¿Qué sería de la inteligencia del hombre si este no la desarrollara mediante el trabajo? ¿Qué sería de la Tierra, si no fuese fecundada, transformada, saneada por el trabajo inteligente del hombre?
Fue dicho (Génesis, 2:5 y 7): “El Señor Dios aún no había hecho que lloviese sobre la Tierra, y no había en ella hombre para labrarla. El Señor formó, pues, al hombre del lodo de la tierra”. Esas palabras, próximas a estas otras: Poblad la Tierra, prueban que el hombre estaba destinado desde su origen a ocupar la totalidad de la tierra y a cultivarla; prueban, además, que el paraíso no era un lugar circunscripto a una determinada región del globo. Si el cultivo de la tierra habría de ser una consecuencia de la falta de Adán, resultaría que, si Adán no hubiera pecado, la Tierra habría permanecido inculta, y los designios de Dios no se habrían cumplido.
¿Por qué Dios le dijo a la mujer que pariría con dolor debido a que había cometido una falta? ¿Cómo puede el dolor del parto ser un castigo, cuando es un efecto del organismo, y cuando está probado fisiológicamente que es inevitable? ¿Cómo puede constituir un castigo algo que se produce según las leyes de la naturaleza? Eso es lo que los teólogos todavía no han explicado, ni podrán hacerlo mientras no abandonen el punto de vista en que se han colocado. Con todo, aquellas palabras que parecen tan contradictorias tienen una justificación.
Fue dicho (Génesis, 2:5 y 7): “El Señor Dios aún no había hecho que lloviese sobre la Tierra, y no había en ella hombre para labrarla. El Señor formó, pues, al hombre del lodo de la tierra”. Esas palabras, próximas a estas otras: Poblad la Tierra, prueban que el hombre estaba destinado desde su origen a ocupar la totalidad de la tierra y a cultivarla; prueban, además, que el paraíso no era un lugar circunscripto a una determinada región del globo. Si el cultivo de la tierra habría de ser una consecuencia de la falta de Adán, resultaría que, si Adán no hubiera pecado, la Tierra habría permanecido inculta, y los designios de Dios no se habrían cumplido.
¿Por qué Dios le dijo a la mujer que pariría con dolor debido a que había cometido una falta? ¿Cómo puede el dolor del parto ser un castigo, cuando es un efecto del organismo, y cuando está probado fisiológicamente que es inevitable? ¿Cómo puede constituir un castigo algo que se produce según las leyes de la naturaleza? Eso es lo que los teólogos todavía no han explicado, ni podrán hacerlo mientras no abandonen el punto de vista en que se han colocado. Con todo, aquellas palabras que parecen tan contradictorias tienen una justificación.
22. Observemos, en primer lugar, que si las almas de Adán y Eva hubiesen sido sacadas de la nada en el preciso momento de la creación de sus cuerpos, como todavía se enseña, la pareja debía carecer de experiencia en todas las cosa; debía por lo tanto ignorar lo que es morir. Ya que los dos estaban solos en la Tierra, al menos mientras vivieron en el paraíso terrestre, no habían presenciado la muerte de nadie. ¿Cómo, entonces, habrían podido comprender en qué consistía la amenaza de muerte que Dios les hacía? ¿Cómo habría podido comprender Eva que parir con dolor sería un castigo, visto que como acababa de nacer a la vida, jamás había tenido hijos y era la única mujer que existía en el mundo?
Por consiguiente, las palabras de Dios debían carecer de sentido para Adán y Eva. Recién salidos de la nada, no podían saber cómo ni porqué habían surgido allí; no podían comprender ni al Creador ni el motivo de la prohibición que se les imponía. Sin experiencia alguna acerca de las condiciones de la vida, pecaron como niños que actúan sin discernimiento, lo que vuelve todavía más incomprensible la terrible responsabilidad que Dios hizo pesar sobre ellos y sobre la humanidad entera.
Por consiguiente, las palabras de Dios debían carecer de sentido para Adán y Eva. Recién salidos de la nada, no podían saber cómo ni porqué habían surgido allí; no podían comprender ni al Creador ni el motivo de la prohibición que se les imponía. Sin experiencia alguna acerca de las condiciones de la vida, pecaron como niños que actúan sin discernimiento, lo que vuelve todavía más incomprensible la terrible responsabilidad que Dios hizo pesar sobre ellos y sobre la humanidad entera.
23. Lo que constituye para la teología un caso sin solución, el espiritismo lo explica sin dificultad y de una manera racional mediante la preexistencia del alma y la pluralidad de las existencias, ley sin la cual todo es misterioso y anómalo en la vida del hombre. En efecto, admitamos que Adán y Eva ya hubieran vivido, y de inmediato todo tiene una justificación: Dios no les habla como a niños, sino como a seres en estado de comprenderlo y que lo comprenden, prueba evidente de que ambos tenían conocimientos previos. Admitamos, además, que hubiesen vivido en un mundo más adelantado y menos material que el nuestro, donde el trabajo del Espíritu sustituía al del cuerpo; que por haberse rebelado contra la ley de Dios, representada en la desobediencia, hubiesen sido excluidos de allí y exiliados como un castigo en la Tierra, donde el hombre, por la naturaleza del globo, está obligado a un trabajo corporal, y entonces reconoceremos que Dios tenía razón cuando les dijo: En el mundo al que iréis a vivir de ahora en adelante, “cultivaréis la tierra y de ella extraeréis el alimento con el sudor de vuestra frente”; y a la mujer: “Parirás con dolor”, porque esa es la condición de ese mundo. (Véase el Capítulo XI, § 31 y siguientes.)
De tal modo, el paraíso terrenal, cuyos vestigios han sido buscados infructuosamente en la Tierra, era la imagen del mundo feliz donde Adán había vivido o, más bien, donde había vivido la raza de los Espíritus que él representa. La expulsión del Paraíso marca el momento en que esos Espíritus vinieron a encarnar entre los habitantes de nuestro planeta, y el cambio de situación fue la consecuencia de esa expulsión. El ángel armado con una espada llameante, que defiende la entrada al Paraíso, simboliza la imposibilidad en que se encuentran los Espíritus de los mundos inferiores de penetrar en los mundos superiores antes de que lo merezcan por su purificación. (Véase, más adelante, el Capítulo XIV, § 8 y siguientes.)
De tal modo, el paraíso terrenal, cuyos vestigios han sido buscados infructuosamente en la Tierra, era la imagen del mundo feliz donde Adán había vivido o, más bien, donde había vivido la raza de los Espíritus que él representa. La expulsión del Paraíso marca el momento en que esos Espíritus vinieron a encarnar entre los habitantes de nuestro planeta, y el cambio de situación fue la consecuencia de esa expulsión. El ángel armado con una espada llameante, que defiende la entrada al Paraíso, simboliza la imposibilidad en que se encuentran los Espíritus de los mundos inferiores de penetrar en los mundos superiores antes de que lo merezcan por su purificación. (Véase, más adelante, el Capítulo XIV, § 8 y siguientes.)
24. “Caín (después del asesinato de Abel) responde al Señor: ‘Mi iniquidad es demasiado grande para que se me pueda perdonar. Me expulsáis hoy de sobre la Tierra, y yo iré a ocultarme de vuestra presencia. Seré un fugitivo y un vagabundo en la Tierra, y entonces cualquiera que me encuentre me matará’. El Señor le respondió: ‘No, eso no sucederá, porque quien mate a Caín será castigado duramente’. Y el Señor puso una señal sobre Caín, a fin de que quienes pudieran encontrarlo no lo matasen.
”Habiéndose retirado de delante del Señor, Caín quedo deambulando por la Tierra, y vivió en la región oriental del Edén. Conoció Caín a su mujer, la cual concibió y parió a Henoc. Él construyó (vaiehi boné; literalmente: estaba construyendo) una ciudad a la que llamó Henoc (Enoquia) del nombre de su hijo.” (Génesis, 4:13 a 17.)
”Habiéndose retirado de delante del Señor, Caín quedo deambulando por la Tierra, y vivió en la región oriental del Edén. Conoció Caín a su mujer, la cual concibió y parió a Henoc. Él construyó (vaiehi boné; literalmente: estaba construyendo) una ciudad a la que llamó Henoc (Enoquia) del nombre de su hijo.” (Génesis, 4:13 a 17.)
25. Si nos atuviéramos a la letra del Génesis, llegaríamos a las siguientes conclusiones: Adán y Eva estaban solos en el mundo después de su expulsión del paraíso terrenal; posteriormente tuvieron los dos hijos, Caín y Abel. Ahora bien, luego de que Caín se retiró a otra región después de haber asesinado a su hermano, no volvió a ver a sus padres, quienes de nuevo quedaron solos. Sólo mucho más tarde, a la edad de ciento treinta años, Adán tuvo su tercer hijo, que se llamó Set, luego de cuyo nacimiento vivió aún, según la genealogía bíblica, ochocientos años, y engendró más hijos e hijas.
Por consiguiente, cuando Caín fue a establecerse al oriente del Edén, solamente había en la Tierra tres personas: su padre, su madre y él, que quedó solo, por su lado. Sin embargo, Caín tuvo mujer y un hijo. ¿Qué mujer podía ser esa, y dónde habría podido él desposarla? El texto hebreo dice: Él estaba construyendo una ciudad, y no: él construyó, lo que indica una acción presente y no posterior. Pero una ciudad presupone la existencia de habitantes, visto que no sería por presumir que Caín la hiciera para él, su mujer y su hijo, ni que pudiese edificarla solo.
Por lo tanto, de esa narración debemos inferir que la región estaba poblada. Ahora bien, no podía serlo por los descendientes de Adán, que por entonces estaban reducidos a uno solo: Caín.
Por otra parte, la presencia de otros habitantes se destaca igualmente de estas palabras: “Seré un fugitivo y un vagabundo, y cualquiera que me encuentre me matará”, así como de la respuesta que Dios le dio. ¿Por qué Caín temía que alguien lo matase, y qué utilidad tendría la señal que Dios le puso para preservarlo, si no habría de encontrar a nadie? Ahora bien, si había en la Tierra otros hombres además de la familia de Adán, significa que esos hombres estaban allí antes de él, de donde se deduce esta consecuencia, extraída del texto mismo del Génesis: Adán no es el primero ni el único padre del género humano. (Véase el Capítulo XI, § 34.) *
Por consiguiente, cuando Caín fue a establecerse al oriente del Edén, solamente había en la Tierra tres personas: su padre, su madre y él, que quedó solo, por su lado. Sin embargo, Caín tuvo mujer y un hijo. ¿Qué mujer podía ser esa, y dónde habría podido él desposarla? El texto hebreo dice: Él estaba construyendo una ciudad, y no: él construyó, lo que indica una acción presente y no posterior. Pero una ciudad presupone la existencia de habitantes, visto que no sería por presumir que Caín la hiciera para él, su mujer y su hijo, ni que pudiese edificarla solo.
Por lo tanto, de esa narración debemos inferir que la región estaba poblada. Ahora bien, no podía serlo por los descendientes de Adán, que por entonces estaban reducidos a uno solo: Caín.
Por otra parte, la presencia de otros habitantes se destaca igualmente de estas palabras: “Seré un fugitivo y un vagabundo, y cualquiera que me encuentre me matará”, así como de la respuesta que Dios le dio. ¿Por qué Caín temía que alguien lo matase, y qué utilidad tendría la señal que Dios le puso para preservarlo, si no habría de encontrar a nadie? Ahora bien, si había en la Tierra otros hombres además de la familia de Adán, significa que esos hombres estaban allí antes de él, de donde se deduce esta consecuencia, extraída del texto mismo del Génesis: Adán no es el primero ni el único padre del género humano. (Véase el Capítulo XI, § 34.) *
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* Esta idea no es nueva. La Peyrère, sabio teólogo del siglo diecisiete, en su libro Preadamitas, escrito en latín y publicado en 1655, extrajo del texto original de La Biblia, adulterado por las traducciones, la prueba evidente de que la Tierra estaba habitada antes de la venida de Adán. Esa es la opinión actual de muchos eclesiásticos ilustres. (N. de Allan Kardec.)
* Esta idea no es nueva. La Peyrère, sabio teólogo del siglo diecisiete, en su libro Preadamitas, escrito en latín y publicado en 1655, extrajo del texto original de La Biblia, adulterado por las traducciones, la prueba evidente de que la Tierra estaba habitada antes de la venida de Adán. Esa es la opinión actual de muchos eclesiásticos ilustres. (N. de Allan Kardec.)
26. Hacían falta los conocimientos que el espiritismo suministró acerca de las relaciones del principio espiritual con el principio material; acerca de la naturaleza del alma, de su creación en estado de simplicidad y de ignorancia; de su unión con el cuerpo; de su indefinida marcha progresiva a través de sucesivas existencias y a través de los mundos, que son otros tantos escalones en el camino del perfeccionamiento; acerca de su gradual liberación de la influencia de la materia mediante el uso del libre albedrío; de la causa de sus inclinaciones buenas o malas y de sus aptitudes; del fenómeno del nacimiento y de la muerte; de la situación del Espíritu en la erraticidad y, finalmente, acerca del porvenir como premio a sus esfuerzos por mejorar y de su perseverancia en el bien, para que se hiciese la luz sobre todos los aspectos de la génesis espiritual.
Gracias a esa luz el hombre sabe, de ahora en más, de dónde viene, hacia dónde va, por qué está en la Tierra y por qué sufre. Sabe que su porvenir está en sus manos, y que la duración de su cautiverio en este mundo depende exclusivamente de él. El Gé- nesis, despojado de la alegoría limitada y mezquina, se le presenta grande y digno de la majestad, de la bondad y de la justicia del Creador. Considerado desde ese punto de vista, el Génesis confundirá a los incrédulos y triunfará.
Gracias a esa luz el hombre sabe, de ahora en más, de dónde viene, hacia dónde va, por qué está en la Tierra y por qué sufre. Sabe que su porvenir está en sus manos, y que la duración de su cautiverio en este mundo depende exclusivamente de él. El Gé- nesis, despojado de la alegoría limitada y mezquina, se le presenta grande y digno de la majestad, de la bondad y de la justicia del Creador. Considerado desde ese punto de vista, el Génesis confundirá a los incrédulos y triunfará.
LOS MILAGROS
CAPÍTULO XIII - Caracteres de los milagros
Los milagros entendidos teológicamente
1. En su acepción etimológica, la palabra milagro (de mirari, admirar) significa: admirable, cosa extraordinaria, sorprendente. La Academia la definió así: Un acto del poder divino contrario a las leyes conocidas de la naturaleza.
En su acepción usual, dicha palabra ha perdido, como tantas otras, su significado primitivo, que en un principio era general y más tarde quedó restringido a un orden específico de hechos. Según el concepto del vulgo, un milagro implica la idea de un hecho sobrenatural. En el sentido teológico, consiste en una derogación de las leyes de la naturaleza, por medio de la cual Dios pone de manifiesto su poder. Esa es, en efecto, la acepción vulgar, que se convirtió en el significado aceptado, de modo que sólo por comparación y en sentido metafórico se aplica a las circunstancias ordinarias de la vida.
Una de las características de los milagros propiamente dichos es el hecho de que son inexplicables, y que se realizan, por eso mismo, con exclusión de las leyes naturales. Tan firme es esa idea que se le asocia, que si un hecho milagroso llega a tener una explicación, se dice que ya no constituye un milagro, por más sorprendente que sea. Para la Iglesia, lo que confiere valor a los milagros es justamente su origen sobrenatural, así como la imposibilidad de que sean explicados; y se afirmó de tal modo sobre ese concepto, que toda asimilación de los milagros a los fenómenos de la naturaleza constituye, para ella, una herejía, un atentado contra la fe; a tal punto que ha excomulgado e incluso quemado a muchas personas porque no quisieron creer en ciertos milagros.
Otra característica del milagro es el hecho de que sea insó- lito, aislado, excepcional. Tan pronto como un fenómeno se reproduce, ya sea espontáneamente o por un acto de la voluntad, significa que está sujeto a una ley, sea esta conocida o no, de modo que ya no puede ser un milagro.
En su acepción usual, dicha palabra ha perdido, como tantas otras, su significado primitivo, que en un principio era general y más tarde quedó restringido a un orden específico de hechos. Según el concepto del vulgo, un milagro implica la idea de un hecho sobrenatural. En el sentido teológico, consiste en una derogación de las leyes de la naturaleza, por medio de la cual Dios pone de manifiesto su poder. Esa es, en efecto, la acepción vulgar, que se convirtió en el significado aceptado, de modo que sólo por comparación y en sentido metafórico se aplica a las circunstancias ordinarias de la vida.
Una de las características de los milagros propiamente dichos es el hecho de que son inexplicables, y que se realizan, por eso mismo, con exclusión de las leyes naturales. Tan firme es esa idea que se le asocia, que si un hecho milagroso llega a tener una explicación, se dice que ya no constituye un milagro, por más sorprendente que sea. Para la Iglesia, lo que confiere valor a los milagros es justamente su origen sobrenatural, así como la imposibilidad de que sean explicados; y se afirmó de tal modo sobre ese concepto, que toda asimilación de los milagros a los fenómenos de la naturaleza constituye, para ella, una herejía, un atentado contra la fe; a tal punto que ha excomulgado e incluso quemado a muchas personas porque no quisieron creer en ciertos milagros.
Otra característica del milagro es el hecho de que sea insó- lito, aislado, excepcional. Tan pronto como un fenómeno se reproduce, ya sea espontáneamente o por un acto de la voluntad, significa que está sujeto a una ley, sea esta conocida o no, de modo que ya no puede ser un milagro.
2. Desde el punto de vista de los ignorantes, la ciencia realiza milagros a diario. Si un hombre realmente muerto fuese devuelto a la vida mediante una intervención divina, habría un verdadero milagro, porque ese es un hecho contrario a las leyes de la naturaleza. Pero si en ese hombre hubiera apenas la apariencia de la muerte, si le quedara algo de vitalidad latente, y la ciencia o una acción magnética consiguiera reanimarlo, para las personas ilustradas se habría producido un fenómeno natural, aunque para el vulgo ignorante el hecho pasara por milagroso. Si un físico lanzase en medio de un descampado una cometa eléctrica e hiciera que cayese un rayo sobre un árbol, seguramente ese nuevo Prometeo sería considerado como provisto de un poder diabólico. En cambio, si Josué hubiese detenido el movimiento del Sol, o aun el de la Tierra, ahí sí tendríamos un verdadero milagro, porque no existe ningún magnetizador dotado de suficiente poder como para que produzca semejante prodigio.
Los siglos de ignorancia fueron fecundos en milagros, pues todo aquello cuya causa se desconocía era considerado sobrenatural. A medida que la ciencia reveló nuevas leyes, el círculo de lo maravilloso se fue restringiendo. No obstante, como la ciencia todavía no había explorado todo el campo de la naturaleza, una gran parte de él quedó reservada para lo maravilloso.
Los siglos de ignorancia fueron fecundos en milagros, pues todo aquello cuya causa se desconocía era considerado sobrenatural. A medida que la ciencia reveló nuevas leyes, el círculo de lo maravilloso se fue restringiendo. No obstante, como la ciencia todavía no había explorado todo el campo de la naturaleza, una gran parte de él quedó reservada para lo maravilloso.
3. Expulsado por la ciencia del dominio de lo material, lo maravilloso se abroqueló en el dominio de la espiritualidad, donde halló su último refugio. El espiritismo, al demostrar que el elemento espiritual es una de las fuerzas vivas de la naturaleza, fuerza que incesantemente actúa en conjunción con la fuerza material, hace que regresen al ámbito de los efectos naturales los fenómenos que de él habían salido, porque como los otros, esos fenómenos se encuentran sujetos a leyes. Si lo maravilloso es expulsado de la espiritualidad, ya no tendrá razón de ser, y sólo entonces se podrá decir que la época de los milagros ha concluido. (Véase el Capítulo I, §18.)
El Espiritismo no hace milagros
4. El espiritismo ha venido por su parte a hacer lo que cada ciencia hizo en su advenimiento: revelar nuevas leyes y explicar, en consecuencia, los fenómenos que competen a esas leyes.
Es cierto que esos fenómenos se relacionan con la existencia de los Espíritus y con su intervención en el mundo material, y precisamente en eso –dicen algunos– consiste lo sobrenatural. Pero en ese caso sería necesario probar que los Espíritus y sus manifestaciones son contrarios a las leyes de la naturaleza, y que allí no existe ni puede existir la acción de ninguna de esas leyes.
El Espíritu no es más que el alma que sobrevive al cuerpo; es el ser principal, puesto que no muere, mientras que el cuerpo no es otra cosa que un accesorio perecedero. Su existencia, por lo tanto, es tan natural después como durante la encarnación; está sometida a las leyes que rigen el principio espiritual, del mismo modo que el cuerpo está sometido a las leyes que rigen el principio material. No obstante, como ambos principios tienen una afinidad necesaria, como reaccionan sin cesar el uno sobre el otro, como de la acción simultánea de ellos resultan el movimiento y la armonía del conjunto, se sigue de ahí que la espiritualidad y la materialidad son dos aspectos de un mismo todo, tan natural la una como la otra, y que la primera no es una excepción ni una anomalía en el orden de las cosas.
Es cierto que esos fenómenos se relacionan con la existencia de los Espíritus y con su intervención en el mundo material, y precisamente en eso –dicen algunos– consiste lo sobrenatural. Pero en ese caso sería necesario probar que los Espíritus y sus manifestaciones son contrarios a las leyes de la naturaleza, y que allí no existe ni puede existir la acción de ninguna de esas leyes.
El Espíritu no es más que el alma que sobrevive al cuerpo; es el ser principal, puesto que no muere, mientras que el cuerpo no es otra cosa que un accesorio perecedero. Su existencia, por lo tanto, es tan natural después como durante la encarnación; está sometida a las leyes que rigen el principio espiritual, del mismo modo que el cuerpo está sometido a las leyes que rigen el principio material. No obstante, como ambos principios tienen una afinidad necesaria, como reaccionan sin cesar el uno sobre el otro, como de la acción simultánea de ellos resultan el movimiento y la armonía del conjunto, se sigue de ahí que la espiritualidad y la materialidad son dos aspectos de un mismo todo, tan natural la una como la otra, y que la primera no es una excepción ni una anomalía en el orden de las cosas.
5. Durante la encarnación, el Espíritu actúa sobre la materia por intermedio de su cuerpo fluídico o periespíritu, y lo mismo ocurre cuando no está encarnado. Como Espíritu, y en la medida de sus capacidades, hace lo que hacía como hombre, salvo que, como ya no puede servirse del cuerpo carnal como instrumento, se vale, cuando le es necesario, de los órganos materiales de un encarnado, que es lo que se denomina médium. Actúa entonces como una persona que, al no poder escribir por sí misma, recurre a un secretario, o como alguien que no conoce una lengua y busca la ayuda de un intérprete. Tanto el secretario como el intérprete son los médiums del encarnado, del mismo modo que el médium es el secretario o el intérprete de un Espíritu.
6. Como en el estado de encarnación el ambiente en que los Espíritus actúan, así como los medios de ejecución, ya no son los mismos, los efectos también son diferentes. Esos efectos sólo parecen sobrenaturales porque se producen con el auxilio de agentes que no son aquellos de los que nos servimos. No obstante, dado que esos agentes están en la naturaleza, y que las manifestaciones se producen en virtud de ciertas leyes, en eso no hay nada de sobrenatural o maravilloso. Antes de que se conocieran las propiedades de la electricidad, los fenómenos eléctricos eran considerados prodigios desde el punto de vista de ciertas personas; y a partir del momento en que se conoció su causa, lo maravilloso desapareció. Lo mismo sucede con los fenómenos espíritas, que no se apartan de las leyes naturales más de lo que se apartan los fenómenos eléctricos, acústicos, luminosos y otros, que han servido de fundamento a una enorme cantidad de creencias supersticiosas.
7. Sin embargo, se nos dirá: “Vosotros admitís que un Espí- ritu puede levantar una mesa y mantenerla en el aire sin un punto de apoyo; ¿no es eso una derogación de la ley de la gravedad?” Así es, pero de la ley conocida. ¿Acaso se conocen todas las leyes? Antes de que se hubiese experimentado con la fuerza ascensional de ciertos gases, ¿quién hubiera dicho que una máquina pesada, que transporta a varios hombres, pudiera vencer la fuerza de atracción? A los ojos del vulgo, ¿no parecería eso algo maravilloso, diabólico? Aquel que un siglo atrás se hubiese propuesto transmitir un telegrama a quinientas leguas, para recibir la respuesta al cabo de pocos minutos, habría sido tomado por loco; y si lo hubiera logrado, muchos habrían creído que tenía al diablo a sus órdenes, porque en ese entonces el diablo era el único capaz de andar tan deprisa. Sin embargo, hoy no sólo se reconoce ese hecho como posible, sino que también parece muy natural. ¿Por qué, pues, un fluido desconocido no tendría la propiedad de contrabalancear, en determinadas circunstancias, el efecto de la gravedad, así como el hidrógeno contrabalancea el peso del globo? Eso es, en efecto, lo que sucede en el caso que nos ocupa. (Véase El Libro de los Mé- diums, Segunda Parte, Capítulo IV.)
8. Como están en la naturaleza, los fenómenos espíritas se han producido en todos los tiempos. Sin embargo, precisamente porque su estudio no podía realizarse con los medios materiales de que dispone la ciencia vulgar, han permanecido durante mucho más tiempo que otros en el dominio de lo sobrenatural, de donde ahora el espiritismo los saca.
Basado en apariencias inexplicables, lo sobrenatural deja libre curso a la imaginación que, al vagar en lo desconocido, genera las creencias supersticiosas. Una explicación racional basada en las leyes de la naturaleza, por el hecho de que conduce nuevamente al hombre al terreno de la realidad, pone un límite a los extravíos de la imaginación y destruye las supersticiones. Lejos de ampliar el dominio de lo sobrenatural, el espiritismo lo restringe hasta sus límites extremos y derriba su último refugio. Si bien induce a creer en la posibilidad de ciertos hechos, no es menos cierto que impide la creencia en muchos otros, porque demuestra, en el ámbito de la espiritualidad, a ejemplo de lo que hace la ciencia en el ámbito de la materialidad, lo que es posible y lo que no lo es. No obstante, como no alimenta la pretensión de haber dicho la última palabra acerca de todo, ni siquiera sobre lo que es de su competencia, no se presenta como regulador absoluto de lo posible, y deja de lado los conocimientos reservados al porvenir.
Basado en apariencias inexplicables, lo sobrenatural deja libre curso a la imaginación que, al vagar en lo desconocido, genera las creencias supersticiosas. Una explicación racional basada en las leyes de la naturaleza, por el hecho de que conduce nuevamente al hombre al terreno de la realidad, pone un límite a los extravíos de la imaginación y destruye las supersticiones. Lejos de ampliar el dominio de lo sobrenatural, el espiritismo lo restringe hasta sus límites extremos y derriba su último refugio. Si bien induce a creer en la posibilidad de ciertos hechos, no es menos cierto que impide la creencia en muchos otros, porque demuestra, en el ámbito de la espiritualidad, a ejemplo de lo que hace la ciencia en el ámbito de la materialidad, lo que es posible y lo que no lo es. No obstante, como no alimenta la pretensión de haber dicho la última palabra acerca de todo, ni siquiera sobre lo que es de su competencia, no se presenta como regulador absoluto de lo posible, y deja de lado los conocimientos reservados al porvenir.
9. Los fenómenos espíritas consisten en los diferentes modos de manifestación del alma o Espíritu, ya sea durante la encarnación o en el estado de erraticidad. Mediante esas manifestaciones, el alma revela su existencia, su supervivencia y su individualidad. Se la juzga por sus efectos; al ser natural la causa, el efecto también lo es. Esos efectos son los que constituyen el objeto especial de las investigaciones y estudios del espiritismo, a fin de que se llegue a un conocimiento tan completo como sea posible de la naturaleza y los atributos del alma, como también de las leyes que rigen el principio espiritual.
10. Para aquellos que niegan la existencia del principio espiritual independiente y, por lo tanto, la existencia del alma individual y sobreviviente, toda la naturaleza está en la materia tangible. Para esos negadores, todos los fenómenos que se refieren a la espiritualidad son sobrenaturales y, por consiguiente, quiméricos. Como no admiten la causa, no pueden admitir los efectos; y cuando esos efectos son patentes, los atribuyen a la imaginación, a la ilusión, a la alucinación, y se niegan a investigarlos. De ahí la opinión preconcebida que los vuelve ineptos para apreciar razonablemente el espiritismo, porque parten del principio de la negación de todo lo que no es material.
11. Si bien el espiritismo admite los efectos que son la consecuencia de la existencia del alma, eso no significa que acepte todos los efectos calificados de maravillosos, ni que se proponga justificarlos o darles crédito; como tampoco que se convierta en el defensor de todos los devaneos, de todas las utopías y excentricidades sistemáticas, o de todas las leyendas milagrosas. Habría que conocerlo muy poco para pensar de ese modo. Sus adversarios consideran que le oponen un argumento irrebatible cuando, después de que han llevado a cabo documentadas investigaciones sobre los convulsionarios de Saint-Médard, sobre los camisardos de Cévennes, o sobre las religiosas de Loudun, llegaron a descubrir hechos patentes de superchería que nadie discute. Pero esas historias, ¿son acaso el evangelio del espiritismo? ¿Acaso sus adeptos negaron en algún momento que el charlatanismo haya explotado para su provecho ciertos fenómenos, que la imaginación haya creado otros, y que algunos fueran exagerados por el fanatismo? La doctrina espírita no es más solidaria con las extravagancias cometidas en su nombre que la ciencia verdadera con los abusos de la ignorancia, o la verdadera religión con los abusos del fanatismo. Muchos críticos apenas juzgan al espiritismo a través de los cuentos de hadas y las leyendas populares, que son ficciones de aquellos cuentos. Lo mismo sería opinar sobre la Historia mediante las novelas históricas o las tragedias.
12. La mayoría de las veces, los fenómenos espíritas son espontáneos y se producen por intermedio de personas que no tiene al respecto ninguna idea preconcebida y que ni siquiera piensan en ello. No obstante, en ciertas circunstancias, algunos fenómenos pueden ser provocados por los agentes denominados médiums. En el primer caso, el médium es inconsciente de lo que ocurre por su intermedio; en el segundo, obra con conocimiento de causa, de donde resulta la clasificación de médiums conscientes y médiums inconscientes. Estos últimos son los más numerosos y se encuentran con frecuencia entre los más obstinados incrédulos, que por ese motivo practican el espiritismo sin saberlo ni proponérselo. Los fenómenos espontáneos tienen, por eso mismo, una importancia fundamental, dado que no se puede dudar de la buena fe de quienes los obtienen. Sucede aquí lo mismo que con el sonambulismo, que en ciertos individuos es natural e involuntario, mientras que en otros es provocado por la acción magnética. *
Aunque esos fenómenos sean o no el resultado de un acto de la voluntad, la causa primera es exactamente la misma y en nada se aparta de las leyes naturales. Los médiums, pues, no producen nada sobrenatural; por consiguiente, no hacen ningún milagro. Las curas instantáneas no son más milagrosas que los demás efectos, puesto que son el resultado de la acción de un agente fluídico que desempeña el rol de agente terapéutico, cuyas propiedades no dejan de ser naturales por haber sido ignoradas hasta ahora. El epíteto de taumaturgos, atribuido a ciertos médiums por la crítica ignorante de los principios del espiritismo, es totalmente impropio. La calificación de milagros, atribuida por comparación a esa especie de fenómenos, solamente puede inducir a un error sobre su verdadero carácter.
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* Véanse El Libro de los Médiums, Segunda Parte, Capítulo V; y ejemplos en la Revista Espírita, agosto y diciembre de 1865. (N. de Allan Kardec.)
Aunque esos fenómenos sean o no el resultado de un acto de la voluntad, la causa primera es exactamente la misma y en nada se aparta de las leyes naturales. Los médiums, pues, no producen nada sobrenatural; por consiguiente, no hacen ningún milagro. Las curas instantáneas no son más milagrosas que los demás efectos, puesto que son el resultado de la acción de un agente fluídico que desempeña el rol de agente terapéutico, cuyas propiedades no dejan de ser naturales por haber sido ignoradas hasta ahora. El epíteto de taumaturgos, atribuido a ciertos médiums por la crítica ignorante de los principios del espiritismo, es totalmente impropio. La calificación de milagros, atribuida por comparación a esa especie de fenómenos, solamente puede inducir a un error sobre su verdadero carácter.
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* Véanse El Libro de los Médiums, Segunda Parte, Capítulo V; y ejemplos en la Revista Espírita, agosto y diciembre de 1865. (N. de Allan Kardec.)
13. La intervención de inteligencias ocultas en los fenómenos espíritas no hace que estos sean más milagrosos que todos los otros fenómenos cuya causa es un agente invisible, porque esos seres ocultos que pueblan el espacio constituyen una de las fuerzas de la naturaleza, fuerza cuya acción es incesante tanto sobre el mundo material como sobre el mundo moral.
Al ilustrarnos acerca de esa fuerza, el espiritismo nos da la solución de una infinidad de hechos inexplicados e inexplicables por cualquier otro medio, y que en tiempos remotos eran tomados por prodigios. Del mismo modo que el magnetismo, el espiritismo revela una ley que, si bien no es desconocida, es la menos mal comprendida; o mejor dicho, se conocían sus efectos, porque han tenido lugar en todos los tiempos, pero no se conocía la ley, y fue el desconocimiento de esa ley lo que generó la superstición. Una vez conocida la ley, lo maravilloso desaparece y los fenómenos ingresan en el orden de los hechos naturales. Por eso los espíritas no producen milagros cuando hacen que una mesa se mueva sola, o que escriban los muertos, del mismo modo que el médico no produce un milagro cuando hace revivir a un moribundo, ni el físico cuando hace que caiga un rayo. Quien pretendiese hacer milagros con la ayuda de esta ciencia sería un ignorante de la materia, o bien un embaucador.
Al ilustrarnos acerca de esa fuerza, el espiritismo nos da la solución de una infinidad de hechos inexplicados e inexplicables por cualquier otro medio, y que en tiempos remotos eran tomados por prodigios. Del mismo modo que el magnetismo, el espiritismo revela una ley que, si bien no es desconocida, es la menos mal comprendida; o mejor dicho, se conocían sus efectos, porque han tenido lugar en todos los tiempos, pero no se conocía la ley, y fue el desconocimiento de esa ley lo que generó la superstición. Una vez conocida la ley, lo maravilloso desaparece y los fenómenos ingresan en el orden de los hechos naturales. Por eso los espíritas no producen milagros cuando hacen que una mesa se mueva sola, o que escriban los muertos, del mismo modo que el médico no produce un milagro cuando hace revivir a un moribundo, ni el físico cuando hace que caiga un rayo. Quien pretendiese hacer milagros con la ayuda de esta ciencia sería un ignorante de la materia, o bien un embaucador.
14. Dado que el espiritismo repudia toda pretensión relativa a hechos milagrosos, ¿habrá milagros fuera de su ámbito, en la acepción corriente de la palabra?
Digamos, en principio, que entre los hechos considerados milagrosos que ocurrieron antes del advenimiento del espiritismo y que ocurren aún en el presente, la mayor parte, si no todos, encuentran una explicación en las nuevas leyes que este ha venido a revelar. Por lo tanto, esos hechos se incluyen, aunque bajo otro nombre, en el orden de los fenómenos espíritas, y como tales no tienen nada de sobrenatural. Compréndase bien, pues, que sólo nos referimos a los fenómenos auténticos, y no a aquellos que, con la denominación de milagros, son el producto de una charlatanería indigna que pretende la explotación de la credulidad. Tampoco nos referimos a ciertos hechos legendarios que pueden haber tenido en su origen un fondo de verdad, pero que la superstición ha ampliado hasta el absurdo. Sobre esos hechos viene el espiritismo a arrojar luz, pues proporciona los medios para separar lo verdadero de lo falso.
Digamos, en principio, que entre los hechos considerados milagrosos que ocurrieron antes del advenimiento del espiritismo y que ocurren aún en el presente, la mayor parte, si no todos, encuentran una explicación en las nuevas leyes que este ha venido a revelar. Por lo tanto, esos hechos se incluyen, aunque bajo otro nombre, en el orden de los fenómenos espíritas, y como tales no tienen nada de sobrenatural. Compréndase bien, pues, que sólo nos referimos a los fenómenos auténticos, y no a aquellos que, con la denominación de milagros, son el producto de una charlatanería indigna que pretende la explotación de la credulidad. Tampoco nos referimos a ciertos hechos legendarios que pueden haber tenido en su origen un fondo de verdad, pero que la superstición ha ampliado hasta el absurdo. Sobre esos hechos viene el espiritismo a arrojar luz, pues proporciona los medios para separar lo verdadero de lo falso.
¿Dios hace milagros?
15. En cuanto a los milagros propiamente dichos, sin duda Dios puede hacerlos, visto que nada es imposible para Él. Pero ¿los hace? En otras palabras, ¿deroga las leyes que Él mismo ha establecido? No le incumbe al hombre prejuzgar los actos de la Divinidad ni subordinarlos a la debilidad de su entendimiento. No obstante, en lo atinente a las cosas divinas, utilizamos como criterio los atributos mismos de Dios. Al poder soberano Él une la soberana sabiduría, razón por la cual debemos concluir que no hace nada inútil.
Entonces, ¿por qué haría milagros? Se dice que los hace para dar testimonio de su poder. Pero el poder de Dios, ¿no se manifiesta de una manera mucho más elocuente a través del conjunto grandioso de las obras de la Creación, por la sabia previsión que preside desde lo más gigantesco hasta lo más insignificante, y por la armonía de las leyes que rigen el universo, antes que por algunas pequeñas y pueriles derogaciones que los prestidigitadores saben imitar? ¿Qué se diría de un ingeniero mecánico que, para dar muestra de su habilidad, desmontara un reloj construido por sus propias manos, obra maestra de la ciencia, a fin de mostrar que puede deshacer lo que ha hecho? Por el contrario, ¿su saber no se destaca mucho más mediante la regularidad y la precisión del funcionamiento de su obra?
La cuestión de los milagros propiamente dichos no incumbe, pues, al espiritismo. Con todo, si se considera que Dios no hace nada inútilmente, la doctrina espírita emite la siguiente opinión: Dado que los milagros no son necesarios para la glorificación de Dios, nada en el universo sucede fuera del ámbito de las leyes generales. Dios no hace milagros, porque como sus leyes son perfectas, no necesita derogarlas. Si hay hechos que no comprendemos, eso se debe a que aún nos faltan los conocimientos necesarios.
Entonces, ¿por qué haría milagros? Se dice que los hace para dar testimonio de su poder. Pero el poder de Dios, ¿no se manifiesta de una manera mucho más elocuente a través del conjunto grandioso de las obras de la Creación, por la sabia previsión que preside desde lo más gigantesco hasta lo más insignificante, y por la armonía de las leyes que rigen el universo, antes que por algunas pequeñas y pueriles derogaciones que los prestidigitadores saben imitar? ¿Qué se diría de un ingeniero mecánico que, para dar muestra de su habilidad, desmontara un reloj construido por sus propias manos, obra maestra de la ciencia, a fin de mostrar que puede deshacer lo que ha hecho? Por el contrario, ¿su saber no se destaca mucho más mediante la regularidad y la precisión del funcionamiento de su obra?
La cuestión de los milagros propiamente dichos no incumbe, pues, al espiritismo. Con todo, si se considera que Dios no hace nada inútilmente, la doctrina espírita emite la siguiente opinión: Dado que los milagros no son necesarios para la glorificación de Dios, nada en el universo sucede fuera del ámbito de las leyes generales. Dios no hace milagros, porque como sus leyes son perfectas, no necesita derogarlas. Si hay hechos que no comprendemos, eso se debe a que aún nos faltan los conocimientos necesarios.
16. En la suposición de que Dios, por razones que no podemos precisar, haya derogado accidentalmente las leyes que Él mismo estableció, esas leyes ya no serían inmutables. Con todo, al menos sería racional pensar que sólo Él tiene el poder de hacer semejante cosa. No sería posible admitir, salvo que se negara la omnipotencia de Dios, que el Espíritu del mal pudiera desorganizar a su antojo la obra divina para hacer prodigios capaces de seducir incluso a los elegidos, pues eso implicaría la idea de un poder similar al de Dios. Sin embargo, eso es lo que se enseña. Si Satanás tiene el poder de detener, sin que Dios lo haya autorizado, el curso de las leyes naturales, que son obra divina, significa que es más poderoso que Dios. Por consiguiente, la divinidad no sería todopoderosa; y si, como algunos pretenden, Dios delega ese poder a Satanás para inducir más fácilmente a los hombres al mal, la divinidad carecería de la soberana bondad. En ambos casos, se trata de la negación de uno de los atributos sin los cuales Dios no sería Dios.
Por eso la Iglesia distingue los buenos milagros, que provienen de Dios, de los malos milagros, que proceden de Satanás. Pero ¿cómo se distingue uno de otro? Sea satánico o divino, no por eso un milagro deja de ser una derogación de las leyes que emanan exclusivamente de Dios. Si un individuo recibe una cura supuestamente milagrosa, ya sea que la produzca Dios o Satanás, no por eso dejará de haber una cura. Hay que tener una idea muy limitada de la inteligencia humana para pretender que esas doctrinas sean aceptadas en la actualidad.
Una vez reconocida la posibilidad de ciertos hechos que se consideran milagrosos, es preciso deducir que, sea cual fuere el origen que se les atribuya, son efectos naturales de los que se pueden valer los Espíritus encarnados o desencarnados como de cualquier otra cosa, incluso de su propia inteligencia y de los conocimientos científicos de que disponen, para el bien o para el mal, según predomine en ellos la bondad o la perversidad. Así pues, un ser perverso, apelando al saber que ha adquirido, puede hacer cosas que pasen por prodigios a la vista de los ignorantes; pero cuando esos efectos dan por resultado algo bueno, sería ilógico atribuirles un origen diabólico.
Por eso la Iglesia distingue los buenos milagros, que provienen de Dios, de los malos milagros, que proceden de Satanás. Pero ¿cómo se distingue uno de otro? Sea satánico o divino, no por eso un milagro deja de ser una derogación de las leyes que emanan exclusivamente de Dios. Si un individuo recibe una cura supuestamente milagrosa, ya sea que la produzca Dios o Satanás, no por eso dejará de haber una cura. Hay que tener una idea muy limitada de la inteligencia humana para pretender que esas doctrinas sean aceptadas en la actualidad.
Una vez reconocida la posibilidad de ciertos hechos que se consideran milagrosos, es preciso deducir que, sea cual fuere el origen que se les atribuya, son efectos naturales de los que se pueden valer los Espíritus encarnados o desencarnados como de cualquier otra cosa, incluso de su propia inteligencia y de los conocimientos científicos de que disponen, para el bien o para el mal, según predomine en ellos la bondad o la perversidad. Así pues, un ser perverso, apelando al saber que ha adquirido, puede hacer cosas que pasen por prodigios a la vista de los ignorantes; pero cuando esos efectos dan por resultado algo bueno, sería ilógico atribuirles un origen diabólico.
17. No obstante, se alega que la religión se apoya en hechos que no se han explicado ni pueden explicarse. Inexplicados, tal vez; inexplicables, es otra cuestión. ¿Qué sabe el hombre de los descubrimientos y de los conocimientos que el futuro le reserva? Sin aludir al milagro de la Creación, sin duda el más importante de todos, que ya pertenece al dominio de la ley universal, ¿no vemos reproducirse mediante la potencia del magnetismo, del sonambulismo, del espiritismo, los éxtasis, las visiones, las apariciones, la vista a distancia, las curaciones instantáneas, las suspensiones de objetos, las comunicaciones orales y de otras clases con los seres del mundo invisible, todos ellos fenómenos conocidos desde tiempos inmemoriales, considerados antaño maravillosos, y que en la actualidad se demuestra que pertenecen al orden de las cosas naturales, de acuerdo con la ley constitutiva de los seres? Los libros sagrados están llenos de hechos de ese género que fueron clasificados como sobrenaturales; no obstante, como se encuentran hechos análogos y más maravillosos aún en todas las religiones paganas de la antigüedad, si la veracidad de una religión dependiera del número y de la naturaleza de esos hechos, no se sabría decir cuál debería prevalecer.
Lo sobrenatural y las religiones
18. Pretender que lo sobrenatural sea el fundamento indispensable de toda religión, y que constituya la piedra angular del edificio cristiano, implica respaldar una tesis peligrosa. Si las verdades del cristianismo se asentaran sobre la base exclusiva de lo maravilloso, sus cimientos serían débiles y sus piedras se desprenderían con el pasar de los días. Esa tesis, defendida por eminentes teólogos, conduce directamente a la conclusión de que en un determinado momento ya no habrá religión posible –ni aun la cristiana– en caso de que se llegue a demostrar que lo que se considera sobrenatural es natural. Por más que se acumulen argumentos, no se conseguirá mantener la creencia de que un hecho es milagroso después de que se ha demostrado que no lo es. Ahora bien, la prueba de que un hecho no es una excepción en las leyes naturales existe cuando ese hecho puede ser explicado mediante esas mismas leyes, y cuando, al poder reproducirse por intermedio de un individuo cualquiera, deja de ser privilegio de los santos. Las religiones no necesitan de lo sobrenatural, sino del principio espiritual, al que confunden sin ningún motivo con lo maravilloso, y sin el cual no hay religión posible.
El espiritismo considera a la religión cristiana desde un punto de vista más elevado; le atribuye una base más sólida que la de los milagros: las leyes inmutables de Dios, que rigen tanto al principio espiritual como al principio material. Esa base desafía al tiempo y a la ciencia, porque tanto el tiempo como la ciencia habrán de sancionarla.
Dios no es menos digno de nuestra admiración, de nuestro reconocimiento y respeto, porque no haya derogado sus leyes, grandiosas sobre todo por la inmutabilidad que las caracteriza. No hay necesidad de lo sobrenatural para que se tribute a Dios el culto que le corresponde. ¿Acaso no es la naturaleza lo bastante imponente de por sí, como para prescindir de lo que fuere para demostrar el poder supremo? La religión encontraría menos incrédulos si estuviera sancionada por la razón en todos los aspectos. El cristianismo no tiene nada que perder con esa sanción; por el contrario, sólo puede ganar. Si algo lo ha perjudicado, según la opinión de ciertas personas, ha sido precisamente el abuso de lo maravilloso y lo sobrenatural.
El espiritismo considera a la religión cristiana desde un punto de vista más elevado; le atribuye una base más sólida que la de los milagros: las leyes inmutables de Dios, que rigen tanto al principio espiritual como al principio material. Esa base desafía al tiempo y a la ciencia, porque tanto el tiempo como la ciencia habrán de sancionarla.
Dios no es menos digno de nuestra admiración, de nuestro reconocimiento y respeto, porque no haya derogado sus leyes, grandiosas sobre todo por la inmutabilidad que las caracteriza. No hay necesidad de lo sobrenatural para que se tribute a Dios el culto que le corresponde. ¿Acaso no es la naturaleza lo bastante imponente de por sí, como para prescindir de lo que fuere para demostrar el poder supremo? La religión encontraría menos incrédulos si estuviera sancionada por la razón en todos los aspectos. El cristianismo no tiene nada que perder con esa sanción; por el contrario, sólo puede ganar. Si algo lo ha perjudicado, según la opinión de ciertas personas, ha sido precisamente el abuso de lo maravilloso y lo sobrenatural.
19. Si tomamos la palabra milagro en su acepción etimoló- gica, en el sentido de cosa admirable, se producen milagros permanentemente alrededor nuestro. Los aspiramos en el aire y los encontramos a cada paso, porque todo es milagro en la naturaleza
¿Queréis dar al pueblo, a los ignorantes, a los pobres de espí- ritu, una idea del poder de Dios? Mostrádselo en la sabiduría infinita que rige todas las cosas, en el sorprendente organismo de todo lo que vive, en la fructificación de las plantas, en la adaptación de todas las partes de cada ser a sus necesidades, de acuerdo con el medio donde le ha tocado vivir. Mostradles la acción de Dios en una brizna de hierba, en el pimpollo que se convierte en flor, en el Sol que a todo vivifica. Mostradles su bondad en la solicitud que dispensa a todas las criaturas, por ínfimas que sean; su previsión en la razón de ser de cada cosa, ninguna de las cuales es inútil, y en el bien que siempre proviene de un mal aparente y transitorio. Hacedles comprender, sobre todo, que el mal verdadero es obra del hombre y no de Dios; no tratéis de amedrentarlos con el cuadro de las penas eternas, en las que acaban por dejar de creer, y que los llevan a dudar de la bondad de Dios. En lugar de eso, dadles valor mediante la certeza de que un día podrán redimirse y reparar el mal que hayan cometido. Señaladles los descubrimientos de la ciencia como revelaciones de las leyes divinas, y no como obra de Satanás. Enseñadles, por último, a leer el libro de la naturaleza, siempre abierto ante sus ojos; ese libro inagotable en cuyas páginas están inscriptas la bondad y la sabiduría del Creador. Entonces ellos comprenderán que un Ser tan grande, que se ocupa de todo, que todo lo cuida, que todo lo prevé, forzosamente dispone del poder supremo. El labrador lo verá cuando are su campo, y el desdichado lo bendecirá en sus aflicciones, diciendo: “Si soy desdichado, es por culpa mía”. Entonces, los hombres serán auténticamente religiosos, racionalmente religiosos sobre todo, mucho más que si creyeran en piedras que rezuman sangre, o en estatuas que pesta- ñean y derraman lágrimas.
¿Queréis dar al pueblo, a los ignorantes, a los pobres de espí- ritu, una idea del poder de Dios? Mostrádselo en la sabiduría infinita que rige todas las cosas, en el sorprendente organismo de todo lo que vive, en la fructificación de las plantas, en la adaptación de todas las partes de cada ser a sus necesidades, de acuerdo con el medio donde le ha tocado vivir. Mostradles la acción de Dios en una brizna de hierba, en el pimpollo que se convierte en flor, en el Sol que a todo vivifica. Mostradles su bondad en la solicitud que dispensa a todas las criaturas, por ínfimas que sean; su previsión en la razón de ser de cada cosa, ninguna de las cuales es inútil, y en el bien que siempre proviene de un mal aparente y transitorio. Hacedles comprender, sobre todo, que el mal verdadero es obra del hombre y no de Dios; no tratéis de amedrentarlos con el cuadro de las penas eternas, en las que acaban por dejar de creer, y que los llevan a dudar de la bondad de Dios. En lugar de eso, dadles valor mediante la certeza de que un día podrán redimirse y reparar el mal que hayan cometido. Señaladles los descubrimientos de la ciencia como revelaciones de las leyes divinas, y no como obra de Satanás. Enseñadles, por último, a leer el libro de la naturaleza, siempre abierto ante sus ojos; ese libro inagotable en cuyas páginas están inscriptas la bondad y la sabiduría del Creador. Entonces ellos comprenderán que un Ser tan grande, que se ocupa de todo, que todo lo cuida, que todo lo prevé, forzosamente dispone del poder supremo. El labrador lo verá cuando are su campo, y el desdichado lo bendecirá en sus aflicciones, diciendo: “Si soy desdichado, es por culpa mía”. Entonces, los hombres serán auténticamente religiosos, racionalmente religiosos sobre todo, mucho más que si creyeran en piedras que rezuman sangre, o en estatuas que pesta- ñean y derraman lágrimas.
CAPÍTULO XIV - Los fluidos
1. Naturaleza y propiedades de los fluidos
Elementos fluídicos
1. La ciencia resolvió la cuestión de los milagros que derivan más particularmente del elemento material, ya sea mediante su explicación o bien demostrando que no eran posibles en función de las leyes que rigen la materia. En cambio, los fenómenos en los que prevalece el elemento espiritual, como no pueden ser explicados exclusivamente a través de las leyes de la naturaleza, escapan a las investigaciones de la ciencia. A eso se debe que tales fenómenos, más que otros, presenten los caracteres aparentes de lo maravilloso. Es, por consiguiente, en las leyes que rigen la vida espiritual donde se puede encontrar la explicación de los milagros de esa categoría.
2. Como ya se ha demostrado, el fluido cósmico universal es la materia elemental primitiva, cuyas modificaciones y transformaciones constituyen la amplia variedad de los cuerpos de la naturaleza (Véase el Capítulo X.). Como principio elemental del universo, este adopta dos estados diferentes: el de eterización o imponderabilidad, que se puede considerar el estado normal primitivo, y el de materialización o ponderabilidad, que en cierto modo es consecutivo del primero. El punto intermedio es el de la transformación del fluido en materia tangible. No obstante, aun así no existe una transición brusca, puesto que nuestros fluidos imponderables se pueden considerar como un término medio entre ambos estados. (Véase el Capítulo IV, § 10 y siguientes.)
Cada uno de esos dos estados da lugar, naturalmente, a fenó- menos especiales: al segundo pertenecen los del mundo visible, y al primero los del mundo invisible. Los unos, denominados fenómenos materiales, competen a la ciencia propiamente dicha; los otros, que reciben la denominación de fenómenos espirituales o psíquicos, porque están relacionados de modo especial con la existencia de los Espíritus, tienen cabida en las atribuciones del espiritismo. Sin embargo, como la vida espiritual y la corporal se hallan en contacto permanente, los fenómenos de las dos categorías a menudo se producen en forma simultánea. En el estado de encarnación, el hombre solamente puede percibir los fenómenos psíquicos relacionados con la vida corporal; los que son del dominio exclusivo de la vida espiritual escapan a los sentidos materiales, y sólo pueden ser percibidos en el estado de Espíritu.*
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* 5 La denominación de fenómeno psíquico expresa con mayor exactitud el pensamiento que la de fenómeno espiritual, si se considera que esos fenómenos se basan en las propiedades y los atributos del alma, o mejor, de los fluidos periespirituales, que son inseparables del alma. Esta calificación los vincula más íntimamente al orden de los hechos naturales regidos por leyes. Es posible, pues, admitirlos como efectos psíquicos, sin admitirlos a título de milagros. (N. de Allan Kardec.)
Cada uno de esos dos estados da lugar, naturalmente, a fenó- menos especiales: al segundo pertenecen los del mundo visible, y al primero los del mundo invisible. Los unos, denominados fenómenos materiales, competen a la ciencia propiamente dicha; los otros, que reciben la denominación de fenómenos espirituales o psíquicos, porque están relacionados de modo especial con la existencia de los Espíritus, tienen cabida en las atribuciones del espiritismo. Sin embargo, como la vida espiritual y la corporal se hallan en contacto permanente, los fenómenos de las dos categorías a menudo se producen en forma simultánea. En el estado de encarnación, el hombre solamente puede percibir los fenómenos psíquicos relacionados con la vida corporal; los que son del dominio exclusivo de la vida espiritual escapan a los sentidos materiales, y sólo pueden ser percibidos en el estado de Espíritu.*
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* 5 La denominación de fenómeno psíquico expresa con mayor exactitud el pensamiento que la de fenómeno espiritual, si se considera que esos fenómenos se basan en las propiedades y los atributos del alma, o mejor, de los fluidos periespirituales, que son inseparables del alma. Esta calificación los vincula más íntimamente al orden de los hechos naturales regidos por leyes. Es posible, pues, admitirlos como efectos psíquicos, sin admitirlos a título de milagros. (N. de Allan Kardec.)
3. En el estado de eterización, el fluido cósmico no es uniforme; sin dejar de ser etéreo, sufre modificaciones muy variadas en su género, y más numerosas tal vez que en el estado de materia tangible. Esas modificaciones constituyen diferentes fluidos que, aunque procedan del mismo principio, están dotados de propiedades especiales y dan origen a los fenómenos peculiares del mundo invisible.
Dado que todo es relativo, esos fluidos tienen para los Espíritus, que también son fluídicos, una apariencia tan material como la de los objetos tangibles para los encarnados, y son para ellos lo que son para nosotros las sustancias del mundo terrestre. Ellos los elaboran y combinan para producir determinados efectos, como hacen los hombres con sus materiales, aunque mediante procesos diferentes.
Con todo, al igual que en este mundo, solamente a los Espí- ritus más esclarecidos les es dado comprender el rol que desempe- ñan los elementos constitutivos del mundo en que se encuentran. Los ignorantes del mundo invisible son tan incapaces de explicarse a sí mismos los fenómenos de los que son testigos, y a los cuales contribuyen muchas veces en forma automática, como los ignorantes de la Tierra lo son para explicar los efectos de la luz o la electricidad, o para describir de qué modo ven y escuchan.
Dado que todo es relativo, esos fluidos tienen para los Espíritus, que también son fluídicos, una apariencia tan material como la de los objetos tangibles para los encarnados, y son para ellos lo que son para nosotros las sustancias del mundo terrestre. Ellos los elaboran y combinan para producir determinados efectos, como hacen los hombres con sus materiales, aunque mediante procesos diferentes.
Con todo, al igual que en este mundo, solamente a los Espí- ritus más esclarecidos les es dado comprender el rol que desempe- ñan los elementos constitutivos del mundo en que se encuentran. Los ignorantes del mundo invisible son tan incapaces de explicarse a sí mismos los fenómenos de los que son testigos, y a los cuales contribuyen muchas veces en forma automática, como los ignorantes de la Tierra lo son para explicar los efectos de la luz o la electricidad, o para describir de qué modo ven y escuchan.
4. Los elementos fluídicos del mundo espiritual están fuera del alcance de nuestros instrumentos de análisis y de la percepción de nuestros sentidos, adecuados para la percepción de la materia tangible y no de la materia etérea. Los hay que pertenecen a un medio diferente del nuestro, a tal punto que de ellos sólo podemos darnos una idea mediante comparaciones, tan imperfectas como aquellas por las cuales un ciego de nacimiento procura dar una idea de la teoría de los colores.
No obstante, entre esos fluidos, algunos están tan estrechamente ligados a la vida corporal que, en cierta forma, pertenecen al ámbito terrenal. A falta de una percepción directa, es posible observar sus efectos como se observan los del fluido del imán, fluido que jamás ha sido visto y acerca de cuya naturaleza se pueden obtener conocimientos de cierta precisión. Ese estudio es esencial, porque en él reside la solución de una gran cantidad de fenómenos que no se pueden explicar a través las leyes de la materia exclusivamente.
No obstante, entre esos fluidos, algunos están tan estrechamente ligados a la vida corporal que, en cierta forma, pertenecen al ámbito terrenal. A falta de una percepción directa, es posible observar sus efectos como se observan los del fluido del imán, fluido que jamás ha sido visto y acerca de cuya naturaleza se pueden obtener conocimientos de cierta precisión. Ese estudio es esencial, porque en él reside la solución de una gran cantidad de fenómenos que no se pueden explicar a través las leyes de la materia exclusivamente.
5. El punto de partida del fluido universal es el grado de pureza absoluta, de la cual nada nos puede dar una idea; el punto opuesto es su transformación en materia tangible. Entre ambos extremos se producen numerosas transformaciones, más o menos aproximadas a uno u otro. Los fluidos más próximos a la materialidad y, por consiguiente, los menos puros, constituyen lo que podemos denominar atmósfera espiritual terrestre. En ese medio, donde también son varios los grados de pureza, los Espíritus encarnados y desencarnados de la Tierra absorben los elementos necesarios para la economía de sus existencias. Por más sutiles e impalpables que nos parezcan, esos fluidos no por eso dejan de ser de naturaleza densa, en comparación con los fluidos etéreos de las regiones superiores.
Lo mismo ocurre en la superficie de todos los mundos, salvo las diferencias en la constitución y en las condiciones de vitalidad propias de cada uno. Cuanto menos material es la vida en ellos, tanto menor es la afinidad de los fluidos espirituales con la materia propiamente dicha.
La denominación de fluidos espirituales no es rigurosamente exacta, ya que en un último análisis, son siempre materia más o menos quintaesenciada. Sólo el alma o principio inteligente es realmente espiritual. Se los denomina así por comparación y, sobre todo, por la afinidad que conservan con los Espíritus. Puede decirse que son la materia del mundo espiritual, motivo por el cual se los llama fluidos espirituales.
Lo mismo ocurre en la superficie de todos los mundos, salvo las diferencias en la constitución y en las condiciones de vitalidad propias de cada uno. Cuanto menos material es la vida en ellos, tanto menor es la afinidad de los fluidos espirituales con la materia propiamente dicha.
La denominación de fluidos espirituales no es rigurosamente exacta, ya que en un último análisis, son siempre materia más o menos quintaesenciada. Sólo el alma o principio inteligente es realmente espiritual. Se los denomina así por comparación y, sobre todo, por la afinidad que conservan con los Espíritus. Puede decirse que son la materia del mundo espiritual, motivo por el cual se los llama fluidos espirituales.
6. Por otra parte, ¿quién conoce la constitución íntima de la materia tangible? Tal vez sólo sea compacta para nuestros sentidos, lo que sería probado por la facilidad con que la atraviesan los fluidos espirituales y los Espíritus, a los cuales no ofrece mayor obstáculo que el que los cuerpos transparentes ofrecen a la luz.
Puesto que tiene como elemento primitivo el fluido cósmico etéreo, debe de ser posible que la materia tangible, al disgregarse, vuelva al estado de eterización, del mismo modo que el diamante, el más duro de los cuerpos, puede volatilizarse en gas impalpable. En realidad, la solidificación de la materia es apenas un estado transitorio del fluido universal, que puede volver al estado primitivo cuando dejan de existir las condiciones de cohesión.
¿Quién sabe, incluso, si en el estado de tangibilidad la materia no es susceptible de adquirir una especie de eterización que le confiera propiedades particulares? Ciertos fenómenos, aparentemente auténticos, nos llevan a suponer que así es. Por ahora sólo conocemos las fronteras del mundo invisible; el futuro, sin duda, nos reserva el conocimiento de nuevas leyes que habrán de permitirnos comprender lo que todavía constituye un misterio para nosotros.
Puesto que tiene como elemento primitivo el fluido cósmico etéreo, debe de ser posible que la materia tangible, al disgregarse, vuelva al estado de eterización, del mismo modo que el diamante, el más duro de los cuerpos, puede volatilizarse en gas impalpable. En realidad, la solidificación de la materia es apenas un estado transitorio del fluido universal, que puede volver al estado primitivo cuando dejan de existir las condiciones de cohesión.
¿Quién sabe, incluso, si en el estado de tangibilidad la materia no es susceptible de adquirir una especie de eterización que le confiera propiedades particulares? Ciertos fenómenos, aparentemente auténticos, nos llevan a suponer que así es. Por ahora sólo conocemos las fronteras del mundo invisible; el futuro, sin duda, nos reserva el conocimiento de nuevas leyes que habrán de permitirnos comprender lo que todavía constituye un misterio para nosotros.
Formación y propiedades del periespíritu
7. El periespíritu, o cuerpo fluídico de los Espíritus, es uno de los productos más importantes del fluido cósmico; es una condensación de ese fluido en torno a un foco de inteligencia o alma. Ya vimos que también el cuerpo carnal tiene origen en ese mismo fluido condensado y transformado en materia tangible. En el periespíritu, la transformación molecular se opera de otra manera, pues el fluido conserva su imponderabilidad y sus cualidades etéreas. El cuerpo periespiritual y el cuerpo carnal tienen, por lo tanto, origen en el mismo elemento primitivo: ambos son materia, aunque en dos estados diferentes.
8. Los Espíritus extraen su periespíritu del medio donde se encuentran, es decir que esa envoltura está formada a partir de los fluidos del ambiente. Resulta de ahí que los elementos constitutivos del periespíritu deben variar de acuerdo con los mundos. En comparación con la Tierra, Júpiter es considerado un planeta muy adelantado, donde la vida corporal no presenta la materialidad de la nuestra, de modo que las envolturas periespirituales deben de tener allí una naturaleza mucho más quintaesenciada que aquí. Ahora bien, así como no podríamos existir en aquel mundo con nuestro cuerpo carnal, tampoco nuestros Espíritus podrían penetrar en él con el periespíritu terrestre que los envuelve. Al dejar la Tierra, el Espíritu abandona allí su envoltura fluídica, y toma otra apropiada al mundo donde habrá de residir.
9. La naturaleza de la envoltura fluídica siempre está en relación con el grado de adelanto moral del Espíritu. Los Espíritus inferiores no pueden cambiar de envoltura según su voluntad y, en consecuencia, no pueden pasar de un mundo a otro cuando lo deseen. La envoltura fluídica de algunos de ellos, si bien es etérea e imponderable en relación con la materia tangible, aún es demasiado pesada, si así podemos expresarlo, en relación con el mundo espiritual, lo que no les permite que salgan del medio que les es propio. Se debe incluir en esa categoría a aquellos cuyo periespíritu es tan denso que ellos lo confunden con el cuerpo carnal, razón por la cual suponen que están vivos. Esos Espíritus, cuya cantidad es considerable, permanecen en la superficie de la Tierra como los encarnados, y creen que siguen atendiendo las ocupaciones a que se dedicaban en este mundo. Otros, algo más desmaterializados, no lo están lo suficiente como para elevarse por encima de las regiones terrestres. *
Los Espíritus superiores, por el contrario, pueden venir a los mundos inferiores e incluso encarnar en ellos. Extraen de los elementos constitutivos del mundo al cual ingresan, los materiales para la formación de la envoltura fluídica o carnal apropiada al medio en que se encuentran. Hacen como el príncipe, que se quita provisoriamente su vestimenta para cubrirse con los trajes de los plebeyos, sin dejar por eso de ser un noble.
Es así como los Espíritus de una categoría más elevada pueden manifestarse a los habitantes de la Tierra o encarnar para cumplir una misión entre ellos. Esos Espíritus son portadores, no de la envoltura, sino del recuerdo intuitivo de las regiones de donde provienen, a las cuales ven con el pensamiento. Son videntes en medio de ciegos.
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* Véanse ejemplos de Espíritus que suponen que todavía pertenecen a este mundo en la Revista Espírita, diciembre de 1859; noviembre de 1864, y abril de 1865. (N. de Allan Kardec.)
Los Espíritus superiores, por el contrario, pueden venir a los mundos inferiores e incluso encarnar en ellos. Extraen de los elementos constitutivos del mundo al cual ingresan, los materiales para la formación de la envoltura fluídica o carnal apropiada al medio en que se encuentran. Hacen como el príncipe, que se quita provisoriamente su vestimenta para cubrirse con los trajes de los plebeyos, sin dejar por eso de ser un noble.
Es así como los Espíritus de una categoría más elevada pueden manifestarse a los habitantes de la Tierra o encarnar para cumplir una misión entre ellos. Esos Espíritus son portadores, no de la envoltura, sino del recuerdo intuitivo de las regiones de donde provienen, a las cuales ven con el pensamiento. Son videntes en medio de ciegos.
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* Véanse ejemplos de Espíritus que suponen que todavía pertenecen a este mundo en la Revista Espírita, diciembre de 1859; noviembre de 1864, y abril de 1865. (N. de Allan Kardec.)
10. La capa de fluidos espirituales que rodea a la Tierra puede compararse con las capas inferiores de la atmósfera: más pesadas, más compactas, menos puras que las capas superiores. Esos fluidos no son homogéneos; constituyen una mezcla de moléculas de diversas cualidades, entre las cuales necesariamente se encuentran las moléculas elementales que forman su base, aunque con mayores o menores alteraciones. Los efectos que producen esos fluidos guardan relación con la suma de las partes puras que contienen. Tal es, en comparación, el alcohol rectificado o mezclado en proporciones diversas con el agua u otras sustancias: su peso específico aumenta a consecuencia de esa mezcla, mientras que su potencia y su condición de inflamable decrecen, aunque en el todo siga habiendo alcohol puro.
Los Espíritus destinados a vivir en ese medio extraen de él sus periespíritus; no obstante, conforme el Espíritu sea más o menos depurado, su periespíritu habrá de constituirse con las partes más puras o más densas del fluido característico del mundo en el que encarna. El Espíritu produce allí, siempre por comparación y no por equivalencia, el efecto de un reactivo químico que atrae hacia él las moléculas que su naturaleza puede asimilar.
Resulta de eso un hecho fundamental: la constitución íntima del periespíritu no es la misma en todos los Espíritus encarnados o desencarnados que pueblan la Tierra o el espacio que la circunda. No ocurre lo mismo con el cuerpo carnal que, como ha sido demostrado, se forma de los mismos elementos, sea cual fuere la superioridad o inferioridad del Espíritu. Por eso, los efectos producidos por el cuerpo son los mismos en todos, las necesidades son semejantes, mientras que difieren en todo lo que respecta al periespíritu.
También resulta que la envoltura periespiritual de un Espíritu se modifica con el progreso moral que este realiza en cada encarnación, aunque encarne en el mismo medio; que los Espíritus superiores, que excepcionalmente encarnan para cumplir una misión en un mundo inferior, tienen un periespíritu menos denso que el de los nativos de ese mundo.
Los Espíritus destinados a vivir en ese medio extraen de él sus periespíritus; no obstante, conforme el Espíritu sea más o menos depurado, su periespíritu habrá de constituirse con las partes más puras o más densas del fluido característico del mundo en el que encarna. El Espíritu produce allí, siempre por comparación y no por equivalencia, el efecto de un reactivo químico que atrae hacia él las moléculas que su naturaleza puede asimilar.
Resulta de eso un hecho fundamental: la constitución íntima del periespíritu no es la misma en todos los Espíritus encarnados o desencarnados que pueblan la Tierra o el espacio que la circunda. No ocurre lo mismo con el cuerpo carnal que, como ha sido demostrado, se forma de los mismos elementos, sea cual fuere la superioridad o inferioridad del Espíritu. Por eso, los efectos producidos por el cuerpo son los mismos en todos, las necesidades son semejantes, mientras que difieren en todo lo que respecta al periespíritu.
También resulta que la envoltura periespiritual de un Espíritu se modifica con el progreso moral que este realiza en cada encarnación, aunque encarne en el mismo medio; que los Espíritus superiores, que excepcionalmente encarnan para cumplir una misión en un mundo inferior, tienen un periespíritu menos denso que el de los nativos de ese mundo.
11. El medio siempre guarda relación con la naturaleza de los seres que en él deben vivir: los peces con el agua; los seres terrestres con el aire; los seres espirituales con el fluido espiritual o etéreo, aun cuando estén en la Tierra. El fluido etéreo es para las necesidades del Espíritu como la atmósfera para las necesidades de los encarnados. Ahora bien, así como los peces no pueden vivir en el aire, ni los animales terrestres pueden vivir en una atmósfera demasiado rarificada para sus pulmones, los Espíritus inferiores no pueden soportar el brillo ni la impresión de los fluidos más etéreos. No morirían en medio de esos fluidos, porque el Espíritu no muere, pero una fuerza instintiva los mantiene alejados de allí, del mismo modo que los hombres se apartan de un fuego muy intenso o de una luz muy deslumbrante. A eso se debe que no puedan salir del medio que es peculiar a su naturaleza; para cambiar de medio, es preciso que antes cambien su naturaleza, que se despojen de los instintos materiales que los retienen en los ambientes materiales; en definitiva, que se depuren y se transformen moralmente. Entonces, en forma gradual, se identifican con un medio más puro, que se convierte para ellos en una necesidad, como los ojos de quien ha vivido largo tiempo en las tinieblas se habitúan, paulatinamente, a la luz del día y al fulgor del Sol.
12. De ese modo, todo en el universo se vincula, todo se concatena; todo se encuentra sometido a la magna y armoniosa ley de unidad, desde la más compacta materialidad hasta la más pura espiritualidad. La Tierra es como un recipiente del cual emana una densa humareda que se va disipando a medida que se eleva, y cuyas partículas rarificadas se pierden en el espacio infinito.
El poder divino se pone de manifiesto en cada una de las partes de ese grandioso conjunto y, pese a todo, para comprobar mejor el poder de Dios, ¡algunos pretenden que Él, no satisfecho con lo que ha realizado, venga a perturbar esa armonía y se rebaje al rol de mago, produciendo efectos pueriles dignos de un prestidigitador! ¡Y como si eso no bastara, osan atribuirle como rival en habilidad al mismísimo Satanás! ¡Nunca se menoscabó tanto la majestad divina; y encima se sorprenden de que la incredulidad prospere!
¡Tenéis razón en decir: “La fe se extingue”! Con todo, se trata de la fe que ofende al buen sentido y la razón; esa misma fe que en otras épocas llevaba a que se dijera: “¡Los dioses se marchan!”. Pero la fe en las cosas serias, la fe en Dios y en la inmortalidad está siempre viva en el corazón del hombre y, por más que haya sido sofocada bajo un cúmulo de patrañas pueriles con que se la sojuzgó, resurgirá fortalecida a partir del instante en que se sienta liberada, ¡como una planta en un lugar sombrío, que se recupera en cuanto vuelve a recibir los rayos del sol!
¡Sí! ¡Todo es milagroso en la naturaleza, porque todo es sorprendente y da testimonio de la sabiduría divina! Esos milagros son visibles para todo el mundo, para todos los que tienen ojos para ver y oídos para oír, y no para beneficio de unos pocos. ¡No! No hay milagros en el sentido que comúnmente se atribuye a esa palabra, porque todo proviene de las leyes eternas de la Creación, y esas leyes son perfectas.
El poder divino se pone de manifiesto en cada una de las partes de ese grandioso conjunto y, pese a todo, para comprobar mejor el poder de Dios, ¡algunos pretenden que Él, no satisfecho con lo que ha realizado, venga a perturbar esa armonía y se rebaje al rol de mago, produciendo efectos pueriles dignos de un prestidigitador! ¡Y como si eso no bastara, osan atribuirle como rival en habilidad al mismísimo Satanás! ¡Nunca se menoscabó tanto la majestad divina; y encima se sorprenden de que la incredulidad prospere!
¡Tenéis razón en decir: “La fe se extingue”! Con todo, se trata de la fe que ofende al buen sentido y la razón; esa misma fe que en otras épocas llevaba a que se dijera: “¡Los dioses se marchan!”. Pero la fe en las cosas serias, la fe en Dios y en la inmortalidad está siempre viva en el corazón del hombre y, por más que haya sido sofocada bajo un cúmulo de patrañas pueriles con que se la sojuzgó, resurgirá fortalecida a partir del instante en que se sienta liberada, ¡como una planta en un lugar sombrío, que se recupera en cuanto vuelve a recibir los rayos del sol!
¡Sí! ¡Todo es milagroso en la naturaleza, porque todo es sorprendente y da testimonio de la sabiduría divina! Esos milagros son visibles para todo el mundo, para todos los que tienen ojos para ver y oídos para oír, y no para beneficio de unos pocos. ¡No! No hay milagros en el sentido que comúnmente se atribuye a esa palabra, porque todo proviene de las leyes eternas de la Creación, y esas leyes son perfectas.
Acción de los espíritus sobre los fluidos. Creaciones fluídicas. Fotografía del pensamiento
13. Los fluidos espirituales, que constituyen uno de los estados del fluido cósmico universal, son, para hablar con propiedad, la atmósfera de los seres espirituales; son el elemento de donde ellos extraen los materiales sobre los cuales operan; el medio en el que ocurren los fenómenos especiales, perceptibles por la vista y el oído del Espíritu, pero que escapan a los sentidos carnales impresionables sólo por la materia tangible; el medio donde se forma esa luz peculiar del mundo espiritual, diferente de la luz común tanto en la causa como en los efectos; por último, los fluidos son el vehículo del pensamiento, del mismo modo que el aire es el vehículo del sonido.
14. Los Espíritus actúan sobre los fluidos espirituales, pero no como los hombres manipulan los gases, sino con la ayuda del pensamiento y la voluntad. Para los Espíritus, el pensamiento y la voluntad son lo que la mano para el hombre. Mediante el pensamiento, ellos imprimen a esos fluidos tal o cual dirección, los aglomeran, los combinan o dispersan, y organizan con ellos conjuntos que presentan una apariencia, una forma, un color determinados; modifican sus propiedades igual que un químico transforma las de los gases o las de otros cuerpos, al combinarlos según ciertas leyes. Constituyen el inmenso taller o laboratorio de la vida espiritual.
En algunos casos, esas transformaciones son el resultado de una intención; la mayoría de las veces, son el producto de un pensamiento inconsciente. Basta con que un Espíritu piense en una cosa para que esta se produzca, como basta modular un aria para que esta repercuta en la atmósfera.
De ese modo, por ejemplo, un Espíritu se hace visible a un encarnado dotado de vista psíquica, con la apariencia que tenía cuando estaba vivo en la época en que este último lo conoció, aun cuando haya tenido, con posterioridad a esa época, muchas encarnaciones. Se presenta con la vestimenta, los rasgos externos – enfermedades, cicatrices, miembros amputados, etc.– que lo caracterizaban entonces. Un decapitado se presentará sin cabeza, lo que no significa de ningún modo que haya conservado esa apariencia. Por cierto, como Espíritu no es cojo, ni manco, ni tuerto, ni está decapitado; lo que ocurre es que al retroceder con su pensamiento a la época en que tenía ese aspecto, su periespíritu adopta instantáneamente esa apariencia, que desaparecerá tan pronto como ese mismo pensamiento cese de actuar en aquel sentido. Entonces, si una vez fue negro y otra blanco, se presentará como blanco o negro, de conformidad con la encarnación que se corresponda con la evocación, y a la cual se transporte su pensamiento.
Por un efecto análogo, el pensamiento del Espíritu crea fluí- dicamente los objetos que él estaba habituado a utilizar. Un avaro manipulará el oro, un militar mostrará sus armas y su uniforme, un fumador su pipa, un labriego su arado y sus bueyes, una anciana su rueca. Para el Espíritu, que también es fluídico, esos objetos fluídicos son tan reales como lo eran en el estado material para el hombre vivo; no obstante, dado que son creaciones del pensamiento, su existencia es tan efímera como el pensamiento que los generó. *
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* Véase la Revista Espírita, julio de 1859; y El Libro de los Médiums, Segunda Parte, Capítulo. VIII. (N. de Allan Kardec.)
En algunos casos, esas transformaciones son el resultado de una intención; la mayoría de las veces, son el producto de un pensamiento inconsciente. Basta con que un Espíritu piense en una cosa para que esta se produzca, como basta modular un aria para que esta repercuta en la atmósfera.
De ese modo, por ejemplo, un Espíritu se hace visible a un encarnado dotado de vista psíquica, con la apariencia que tenía cuando estaba vivo en la época en que este último lo conoció, aun cuando haya tenido, con posterioridad a esa época, muchas encarnaciones. Se presenta con la vestimenta, los rasgos externos – enfermedades, cicatrices, miembros amputados, etc.– que lo caracterizaban entonces. Un decapitado se presentará sin cabeza, lo que no significa de ningún modo que haya conservado esa apariencia. Por cierto, como Espíritu no es cojo, ni manco, ni tuerto, ni está decapitado; lo que ocurre es que al retroceder con su pensamiento a la época en que tenía ese aspecto, su periespíritu adopta instantáneamente esa apariencia, que desaparecerá tan pronto como ese mismo pensamiento cese de actuar en aquel sentido. Entonces, si una vez fue negro y otra blanco, se presentará como blanco o negro, de conformidad con la encarnación que se corresponda con la evocación, y a la cual se transporte su pensamiento.
Por un efecto análogo, el pensamiento del Espíritu crea fluí- dicamente los objetos que él estaba habituado a utilizar. Un avaro manipulará el oro, un militar mostrará sus armas y su uniforme, un fumador su pipa, un labriego su arado y sus bueyes, una anciana su rueca. Para el Espíritu, que también es fluídico, esos objetos fluídicos son tan reales como lo eran en el estado material para el hombre vivo; no obstante, dado que son creaciones del pensamiento, su existencia es tan efímera como el pensamiento que los generó. *
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* Véase la Revista Espírita, julio de 1859; y El Libro de los Médiums, Segunda Parte, Capítulo. VIII. (N. de Allan Kardec.)
15. Puesto que los fluidos son el vehículo del pensamiento, este actúa sobre los fluidos como el sonido sobre el aire. Estos transmiten el pensamiento como el aire nos trae el sonido. Por consiguiente, se puede decir sin temor a equivocarse que en esos fluidos hay ondas y rayos de pensamientos, que se entrecruzan sin confundirse, del mismo modo que hay en el aire ondas y vibraciones sonoras.
Más aún, cuando el pensamiento crea imágenes fluídicas, este se refleja en la envoltura periespiritual como en un espejo; en él toma cuerpo y en cierto modo se fotografía. Si un hombre, por ejemplo, tiene la idea de matar a otro, por más impasible que permanezca su cuerpo material, su cuerpo fluídico es puesto en acción mediante el pensamiento y reproduce todas las sutilezas de este último; realiza fluídicamente el gesto, el acto que desea llevar a la práctica. El pensamiento crea la imagen de la víctima y la escena completa es pintada como en un cuadro, tal cual se desarrolla en el Espíritu.
De ese modo, resulta que los más secretos movimientos del alma repercuten en la envoltura fluídica; que un alma puede leer en otra alma igual que en un libro, y ver lo que no se puede percibir con los ojos del cuerpo. No obstante, al observar la intención, puede presentir la realización del acto que será su consecuencia, pero no puede determinar el instante en que dicho acto se llevará a cabo, ni precisar los detalles, ni siquiera manifestar que habrá de ocurrir, ya que las circunstancias ulteriores podrán modificar los planes y cambiar las intenciones. El alma no puede ver lo que aún no está en el pensamiento del otro; lo que ve es la preocupación habitual del individuo, sus deseos, sus proyectos, sus intenciones buenas o malas.
Más aún, cuando el pensamiento crea imágenes fluídicas, este se refleja en la envoltura periespiritual como en un espejo; en él toma cuerpo y en cierto modo se fotografía. Si un hombre, por ejemplo, tiene la idea de matar a otro, por más impasible que permanezca su cuerpo material, su cuerpo fluídico es puesto en acción mediante el pensamiento y reproduce todas las sutilezas de este último; realiza fluídicamente el gesto, el acto que desea llevar a la práctica. El pensamiento crea la imagen de la víctima y la escena completa es pintada como en un cuadro, tal cual se desarrolla en el Espíritu.
De ese modo, resulta que los más secretos movimientos del alma repercuten en la envoltura fluídica; que un alma puede leer en otra alma igual que en un libro, y ver lo que no se puede percibir con los ojos del cuerpo. No obstante, al observar la intención, puede presentir la realización del acto que será su consecuencia, pero no puede determinar el instante en que dicho acto se llevará a cabo, ni precisar los detalles, ni siquiera manifestar que habrá de ocurrir, ya que las circunstancias ulteriores podrán modificar los planes y cambiar las intenciones. El alma no puede ver lo que aún no está en el pensamiento del otro; lo que ve es la preocupación habitual del individuo, sus deseos, sus proyectos, sus intenciones buenas o malas.
Cualidades de los fluidos
16. La acción de los Espíritus sobre los fluidos espirituales tiene consecuencias de importancia directa y primordial para los encarnados. Dado que esos fluidos son el vehículo del pensamiento, y que el pensamiento puede modificar las propiedades de los fluidos, es evidente que estos deben encontrarse impregnados de las cualidades buenas o malas de los pensamientos que los hacen vibrar, y que se modifican por la pureza o impureza de los sentimientos. Los pensamientos malos corrompen los fluidos espirituales, como los miasmas deletéreos corrompen al aire respirable. Así pues, los fluidos que envuelven a los Espíritus malos, o los que estos proyectan, son viciados, mientras que los que reciben la in fluencia de los Espíritus buenos son tan puros como corresponde al grado de perfección moral de estos.
17. Es imposible hacer una enumeración o clasificación de los fluidos buenos y malos, así como especificar sus cualidades respectivas, dado que su diversidad es tan grande como la de los pensamientos.
Los fluidos no poseen cualidades sui generis, sino las que adquieren en el medio donde se elaboran; se modifican mediante los efluvios de ese medio, como el aire por las exhalaciones y el agua por las sales de las capas que atraviesa. Según las circunstancias, esas cualidades son, como las del agua y del aire, temporarias o permanentes, lo que los hace especialmente apropiados para la producción de tales o cuales efectos.
Los fluidos tampoco poseen denominaciones especiales. Al igual que los olores, son designados según sus propiedades, sus efectos y tipos originales. Desde el punto de vista moral, son portadores de la marca de los sentimientos de odio, envidia, celos, orgullo, egoísmo, violencia, hipocresía, bondad, benevolencia, amor, caridad, dulzura, etc. Desde el punto de vista físico, son excitantes, calmantes, penetrantes, astringentes, irritantes, suavizantes, soporíferos, narcóticos, tóxicos, reparadores, vomitivos; se convierten en fuerza de transmisión, de propulsión, etc. El cuadro de los fluidos sería, pues, el de todas las pasiones, las virtudes y los vicios de la humanidad, y también el de las propiedades de la materia, en correspondencia con los efectos que ellos producen.
Los fluidos no poseen cualidades sui generis, sino las que adquieren en el medio donde se elaboran; se modifican mediante los efluvios de ese medio, como el aire por las exhalaciones y el agua por las sales de las capas que atraviesa. Según las circunstancias, esas cualidades son, como las del agua y del aire, temporarias o permanentes, lo que los hace especialmente apropiados para la producción de tales o cuales efectos.
Los fluidos tampoco poseen denominaciones especiales. Al igual que los olores, son designados según sus propiedades, sus efectos y tipos originales. Desde el punto de vista moral, son portadores de la marca de los sentimientos de odio, envidia, celos, orgullo, egoísmo, violencia, hipocresía, bondad, benevolencia, amor, caridad, dulzura, etc. Desde el punto de vista físico, son excitantes, calmantes, penetrantes, astringentes, irritantes, suavizantes, soporíferos, narcóticos, tóxicos, reparadores, vomitivos; se convierten en fuerza de transmisión, de propulsión, etc. El cuadro de los fluidos sería, pues, el de todas las pasiones, las virtudes y los vicios de la humanidad, y también el de las propiedades de la materia, en correspondencia con los efectos que ellos producen.
18. Como los hombres son Espíritus encarnados, poseen en parte los atributos de la vida espiritual, puesto que viven de esa vida tanto como de la vida corporal; en principio, durante el sueño, y a menudo en el estado de vigilia. Cuando encarna, el Espíritu conserva su periespíritu con las cualidades que le son propias y que, como se sabe, no queda circunscripto por el cuerpo, sino que irradia alrededor suyo y lo envuelve como si fuera una atmósfera fluídica.
Por su unión íntima con el cuerpo, el periespíritu desempe- ña un rol preponderante en el organismo. Mediante su expansión, pone al Espíritu encarnado en relación más directa con los Espíritus libres y también con los Espíritus encarnados.
El pensamiento del Espíritu encarnado actúa sobre los fluidos espirituales del mismo modo que el de los Espíritus desencarnados, y se transmite de Espíritu a Espíritu por las mismas vías; según sea bueno o malo, sanea o envicia los fluidos circundantes.
Puesto que los fluidos circundantes son modificados por la proyección de los pensamientos del Espíritu, su envoltura periespiritual, que es parte constitutiva de su ser y que recibe de modo directo y permanente la impresión de sus pensamientos, debe, con mayor razón, conservar las marcas de sus cualidades buenas o malas. Los fluidos viciados por los efluvios de los Espíritus malos pueden depurarse mediante el alejamiento de estos, pero sus periespíritus serán siempre los mismos, en tanto el Espíritu no se modifique.
El periespíritu de los encarnados es de naturaleza idéntica a la de los fluidos espirituales, de modo que él los asimila con facilidad, como si fuera una esponja que se embebe de un líquido. Esos fluidos ejercen sobre el periespíritu una acción tanto más directa cuanto que, por su expansión e irradiación, el periespíritu acaba por confundirse con ellos.
Esos fluidos actúan sobre el periespíritu y este, a su vez, reacciona sobre el organismo material con el cual se halla en contacto molecular. Si los efluvios son de buena naturaleza, el cuerpo recibirá una impresión saludable; si son malos, la impresión será penosa. Si los efluvios malos son permanentes y enérgicos, podrán ocasionar desórdenes físicos: ciertas enfermedades no tienen otro origen.
Los ambientes donde predominan los Espíritus malos se encuentran, pues, impregnados de fluidos deletéreos que el encarnado absorbe por los poros periespirituales, así como absorbe por los poros del cuerpo los miasmas pestilentes.
Por su unión íntima con el cuerpo, el periespíritu desempe- ña un rol preponderante en el organismo. Mediante su expansión, pone al Espíritu encarnado en relación más directa con los Espíritus libres y también con los Espíritus encarnados.
El pensamiento del Espíritu encarnado actúa sobre los fluidos espirituales del mismo modo que el de los Espíritus desencarnados, y se transmite de Espíritu a Espíritu por las mismas vías; según sea bueno o malo, sanea o envicia los fluidos circundantes.
Puesto que los fluidos circundantes son modificados por la proyección de los pensamientos del Espíritu, su envoltura periespiritual, que es parte constitutiva de su ser y que recibe de modo directo y permanente la impresión de sus pensamientos, debe, con mayor razón, conservar las marcas de sus cualidades buenas o malas. Los fluidos viciados por los efluvios de los Espíritus malos pueden depurarse mediante el alejamiento de estos, pero sus periespíritus serán siempre los mismos, en tanto el Espíritu no se modifique.
El periespíritu de los encarnados es de naturaleza idéntica a la de los fluidos espirituales, de modo que él los asimila con facilidad, como si fuera una esponja que se embebe de un líquido. Esos fluidos ejercen sobre el periespíritu una acción tanto más directa cuanto que, por su expansión e irradiación, el periespíritu acaba por confundirse con ellos.
Esos fluidos actúan sobre el periespíritu y este, a su vez, reacciona sobre el organismo material con el cual se halla en contacto molecular. Si los efluvios son de buena naturaleza, el cuerpo recibirá una impresión saludable; si son malos, la impresión será penosa. Si los efluvios malos son permanentes y enérgicos, podrán ocasionar desórdenes físicos: ciertas enfermedades no tienen otro origen.
Los ambientes donde predominan los Espíritus malos se encuentran, pues, impregnados de fluidos deletéreos que el encarnado absorbe por los poros periespirituales, así como absorbe por los poros del cuerpo los miasmas pestilentes.
19. Así se explican los efectos que se producen en los lugares de reunión. Una asamblea es un foco de irradiación de pensamientos diversos. Es como una orquesta, un coro de pensamientos, donde cada uno emite una nota. Resulta de ahí una multiplicidad de corrientes y efluvios fluídicos cuya impresión recibe cada uno por medio del sentido espiritual, como en un coro musical cada uno recibe la impresión de los sonidos a través del sentido de la audición.
No obstante, del mismo modo que existen irradiaciones sonoras armoniosas o disonantes, también existen pensamientos armoniosos o discordantes. Si el conjunto es armonioso, la sensación será agradable; si es discordante, la impresión será penosa. Ahora bien, para eso no es necesario que el pensamiento se exteriorice mediante palabras; ya sea que se exteriorice o no, la irradiación fluídica existe siempre.
Tal es la causa del sentimiento de satisfacción que se experimenta en una reunión simpática, animada por pensamientos buenos y benévolos; en ella reina una atmósfera moral saludable, y se respira libremente; de ella salimos reconfortados, pues nos hallamos impregnados de efluvios fluídicos saludables. No obstante, basta con que se mezclen ahí algunos pensamientos malévolos para que se produzca el efecto de una corriente de aire helado en un medio tibio, o el de una nota desafinada en un concierto. De ese modo también se explica la ansiedad, el indefinible malestar que se experimenta en una reunión antipática, donde los pensamientos malévolos provocan corrientes de aire nauseabundo.
No obstante, del mismo modo que existen irradiaciones sonoras armoniosas o disonantes, también existen pensamientos armoniosos o discordantes. Si el conjunto es armonioso, la sensación será agradable; si es discordante, la impresión será penosa. Ahora bien, para eso no es necesario que el pensamiento se exteriorice mediante palabras; ya sea que se exteriorice o no, la irradiación fluídica existe siempre.
Tal es la causa del sentimiento de satisfacción que se experimenta en una reunión simpática, animada por pensamientos buenos y benévolos; en ella reina una atmósfera moral saludable, y se respira libremente; de ella salimos reconfortados, pues nos hallamos impregnados de efluvios fluídicos saludables. No obstante, basta con que se mezclen ahí algunos pensamientos malévolos para que se produzca el efecto de una corriente de aire helado en un medio tibio, o el de una nota desafinada en un concierto. De ese modo también se explica la ansiedad, el indefinible malestar que se experimenta en una reunión antipática, donde los pensamientos malévolos provocan corrientes de aire nauseabundo.
20. El pensamiento produce, por consiguiente, una especie de efecto físico que reacciona sobre lo moral, hecho este que sólo el espiritismo podía hacer comprensible. El hombre lo siente instintivamente, ya que busca las reuniones homogéneas y simpá- ticas, donde sabe que podrá absorber nuevas fuerzas morales. Se podría decir que en esas reuniones recupera las pérdidas fluídicas que padece cada día por la irradiación del pensamiento, así como recupera mediante los alimentos las pérdidas del cuerpo material. En efecto, el pensamiento es una emisión que ocasiona una pérdida real de fluidos espirituales y, por consiguiente, de fluidos materiales, de manera tal que el hombre necesita recuperarse con los efluvios que recibe del exterior.
Cuando se dice que un médico cura a un enfermo por medio de buenas palabras, se enuncia una verdad absoluta, porque un pensamiento bondadoso es portador de fluidos reparadores que actúan tanto sobre el cuerpo físico como sobre lo moral.
Cuando se dice que un médico cura a un enfermo por medio de buenas palabras, se enuncia una verdad absoluta, porque un pensamiento bondadoso es portador de fluidos reparadores que actúan tanto sobre el cuerpo físico como sobre lo moral.
21. No cabe duda de que es posible –se dirá– evitar a los hombres a los que se sabe malintencionados. Pero ¿cómo evitaremos la influencia de los Espíritus malos que pululan alrededor nuestro y se insinúan por todas partes sin que los veamos?
El medio es muy simple, porque depende de la voluntad del hombre mismo, que lleva en sí la necesaria prevención. Los fluidos se combinan de acuerdo con la semejanza de su naturaleza; los opuestos se repelen; existe incompatibilidad entre los fluidos buenos y los malos, así como entre el aceite y el agua.
¿Qué se hace cuando el aire está viciado? Se procede a su saneamiento, se lo depura destruyendo el foco de los miasmas, expulsando los efluvios malsanos mediante las corrientes más fuertes de aire salubre. Contra la invasión de los fluidos malos es preciso que se opongan los fluidos buenos, y como cada uno tiene en su propio periespíritu una fuente fluídica permanente, todos son portadores del remedio. Sólo se trata de depurar esa fuente y de darle cualidades tales que se constituya en un repelente de las malas influencias, en vez de que sea una fuerza de atracción. El periespíritu, por lo tanto, es una coraza a la que se le debe dar el mejor temple posible. Ahora bien, como sus cualidades se corresponden con las cualidades del alma, es preciso trabajar en su mejoramiento, visto que son las imperfecciones del alma las que atraen a los Espíritus malos.
Las moscas son atraídas por los focos de putrefacción; destruid esos focos, y ellas desaparecerán. Lo mismo sucede con los Espíritus malos, que van hacia donde el mal los atrae; eliminad el mal, y ellos se alejarán. Los Espíritus realmente buenos, encarnados o desencarnados, no tienen nada que temer de la influencia de los Espíritus malos.
El medio es muy simple, porque depende de la voluntad del hombre mismo, que lleva en sí la necesaria prevención. Los fluidos se combinan de acuerdo con la semejanza de su naturaleza; los opuestos se repelen; existe incompatibilidad entre los fluidos buenos y los malos, así como entre el aceite y el agua.
¿Qué se hace cuando el aire está viciado? Se procede a su saneamiento, se lo depura destruyendo el foco de los miasmas, expulsando los efluvios malsanos mediante las corrientes más fuertes de aire salubre. Contra la invasión de los fluidos malos es preciso que se opongan los fluidos buenos, y como cada uno tiene en su propio periespíritu una fuente fluídica permanente, todos son portadores del remedio. Sólo se trata de depurar esa fuente y de darle cualidades tales que se constituya en un repelente de las malas influencias, en vez de que sea una fuerza de atracción. El periespíritu, por lo tanto, es una coraza a la que se le debe dar el mejor temple posible. Ahora bien, como sus cualidades se corresponden con las cualidades del alma, es preciso trabajar en su mejoramiento, visto que son las imperfecciones del alma las que atraen a los Espíritus malos.
Las moscas son atraídas por los focos de putrefacción; destruid esos focos, y ellas desaparecerán. Lo mismo sucede con los Espíritus malos, que van hacia donde el mal los atrae; eliminad el mal, y ellos se alejarán. Los Espíritus realmente buenos, encarnados o desencarnados, no tienen nada que temer de la influencia de los Espíritus malos.
2. Explicación de algunos fenómenos considerados sobrenaturales
Vista espiritual o psíquica. Doble vista. Sonambulismo. Sueños
22. El periespíritu es el lazo que une la vida corporal con la vida espiritual. Por intermedio de él, el Espíritu encarnado se encuentra en relación constante con los Espíritus desencarnados, y con su auxilio se producen en el hombre fenómenos especiales cuya causa primera no se encuentra en la materia tangible, razón por la cual parecen sobrenaturales.
En las propiedades y en las irradiaciones del fluido periespiritual debemos buscar la causa de la doble vista o vista espiritual, a la que también se puede llamar vista psíquica, de la cual muchas personas están dotadas, casi siempre sin que lo sepan, así como de la vista sonambúlica.
El periespíritu es el órgano sensitivo del Espíritu. Por intermedio de él, el Espíritu encarnado percibe las cosas espirituales que escapan a los sentidos carnales. A causa de los órganos del cuerpo, la visión, la audición y las diversas sensaciones están localizadas y limitadas a la percepción de las cosas materiales; a causa del sentido espiritual o psíquico, esas sensaciones son generalizadas: el Espíritu ve, oye y siente con todo su ser aquello que se encuentra en la esfera de irradiación de su fluido periespiritual.
Estos fenómenos constituyen en el hombre la manifestación de la vida espiritual; se trata del alma que actúa fuera del organismo. En la doble vista, o percepción mediante el sentido psíquico, el hombre no ve con los ojos del cuerpo, aunque a menudo por hábito dirija la mirada hacia el punto que atrae su atención. Ve con los ojos del alma, y la prueba de eso está en que ve perfectamente bien con los ojos cerrados, e incluso ve lo que está mucho más allá de su campo visual. Lee el pensamiento representado en el rayo fluídico. (Véase el § 15.) *
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* Véanse los hechos de doble vista y lucidez sonambúlica relatados en la Revista Espírita: enero y noviembre de 1858; julio de 1861; noviembre de 1865. (N. de Allan Kardec.)
En las propiedades y en las irradiaciones del fluido periespiritual debemos buscar la causa de la doble vista o vista espiritual, a la que también se puede llamar vista psíquica, de la cual muchas personas están dotadas, casi siempre sin que lo sepan, así como de la vista sonambúlica.
El periespíritu es el órgano sensitivo del Espíritu. Por intermedio de él, el Espíritu encarnado percibe las cosas espirituales que escapan a los sentidos carnales. A causa de los órganos del cuerpo, la visión, la audición y las diversas sensaciones están localizadas y limitadas a la percepción de las cosas materiales; a causa del sentido espiritual o psíquico, esas sensaciones son generalizadas: el Espíritu ve, oye y siente con todo su ser aquello que se encuentra en la esfera de irradiación de su fluido periespiritual.
Estos fenómenos constituyen en el hombre la manifestación de la vida espiritual; se trata del alma que actúa fuera del organismo. En la doble vista, o percepción mediante el sentido psíquico, el hombre no ve con los ojos del cuerpo, aunque a menudo por hábito dirija la mirada hacia el punto que atrae su atención. Ve con los ojos del alma, y la prueba de eso está en que ve perfectamente bien con los ojos cerrados, e incluso ve lo que está mucho más allá de su campo visual. Lee el pensamiento representado en el rayo fluídico. (Véase el § 15.) *
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* Véanse los hechos de doble vista y lucidez sonambúlica relatados en la Revista Espírita: enero y noviembre de 1858; julio de 1861; noviembre de 1865. (N. de Allan Kardec.)
23. Aunque durante la vida el Espíritu se encuentra sujeto al cuerpo por medio del periespíritu, su esclavitud no le impide extender la cadena que lo sujeta y transportarse a un punto distante, sea en la Tierra o en el espacio. Sólo a disgusto permanece el Espíritu ligado al cuerpo, porque su vida normal es la libertad, mientras que la vida corporal es semejante a la de un siervo cautivo a la gleba.
El Espíritu, por lo tanto, se siente feliz al abandonar el cuerpo, como un pájaro que abandona su jaula. Para liberarse de él aprovecha todas las ocasiones, todos los instantes en que su presencia no es necesaria para la vida de relación. Este fenómeno se denomina emancipación del alma, y se produce siempre durante el dormir. Cada vez que el cuerpo descansa y que los sentidos quedan inactivos, el Espíritu se desprende. (Véase El Libro de los Espíritus, Libro II, Capítulo VIII.)
En esos momentos, el Espíritu vive la vida espiritual, mientras que el cuerpo vive apenas la vida vegetativa; se halla, en parte, en el estado en que habrá de encontrarse después de la muerte; recorre el espacio, conversa con sus amigos y con otros Espíritus libres o encarnados como él.
El lazo fluídico que lo sujeta al cuerpo sólo se rompe definitivamente en ocasión de la muerte; la separación completa sólo se produce por efecto de la extinción absoluta de la actividad del principio vital. Mientras el cuerpo vive, el Espíritu regresa a él instantáneamente, sea cual fuere la distancia a que se encuentre, cada vez que su presencia allí sea necesaria. De ese modo, retoma el curso de la vida exterior de relación. A veces, al despertar, conserva un recuerdo de sus peregrinaciones, una imagen más o menos precisa que constituye los sueños; en todos los casos, es portador de las intuiciones que le sugieren ideas y pensamientos nuevos, lo cual justifica plenamente el proverbio: La noche es buena consejera.
Así se explican también ciertos fenómenos característicos del sonambulismo natural y magnético, de la catalepsia, de la letargia, del éxtasis, etc., que no son más que manifestaciones de la vida espiritual. *
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* Véanse ejemplos de letargia y de catalepsia en la Revista Espírita: “La señora Schwabenhaus”, septiembre de 1858; “La joven cataléptica de Suabia”, enero de 1866. (N. de Allan Kardec.)
El Espíritu, por lo tanto, se siente feliz al abandonar el cuerpo, como un pájaro que abandona su jaula. Para liberarse de él aprovecha todas las ocasiones, todos los instantes en que su presencia no es necesaria para la vida de relación. Este fenómeno se denomina emancipación del alma, y se produce siempre durante el dormir. Cada vez que el cuerpo descansa y que los sentidos quedan inactivos, el Espíritu se desprende. (Véase El Libro de los Espíritus, Libro II, Capítulo VIII.)
En esos momentos, el Espíritu vive la vida espiritual, mientras que el cuerpo vive apenas la vida vegetativa; se halla, en parte, en el estado en que habrá de encontrarse después de la muerte; recorre el espacio, conversa con sus amigos y con otros Espíritus libres o encarnados como él.
El lazo fluídico que lo sujeta al cuerpo sólo se rompe definitivamente en ocasión de la muerte; la separación completa sólo se produce por efecto de la extinción absoluta de la actividad del principio vital. Mientras el cuerpo vive, el Espíritu regresa a él instantáneamente, sea cual fuere la distancia a que se encuentre, cada vez que su presencia allí sea necesaria. De ese modo, retoma el curso de la vida exterior de relación. A veces, al despertar, conserva un recuerdo de sus peregrinaciones, una imagen más o menos precisa que constituye los sueños; en todos los casos, es portador de las intuiciones que le sugieren ideas y pensamientos nuevos, lo cual justifica plenamente el proverbio: La noche es buena consejera.
Así se explican también ciertos fenómenos característicos del sonambulismo natural y magnético, de la catalepsia, de la letargia, del éxtasis, etc., que no son más que manifestaciones de la vida espiritual. *
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* Véanse ejemplos de letargia y de catalepsia en la Revista Espírita: “La señora Schwabenhaus”, septiembre de 1858; “La joven cataléptica de Suabia”, enero de 1866. (N. de Allan Kardec.)
24. Dado que la visión espiritual no se produce por medio de los ojos del cuerpo, la percepción de las cosas no se verifica mediante la luz ordinaria: de hecho, la luz material está hecha para el mundo material; para el mundo espiritual existe una luz especial cuya naturaleza ignoramos, pero que es sin duda una de las propiedades del fluido etéreo adecuada a las percepciones visuales del alma. Por consiguiente, existe la luz material y la luz espiritual. La primera emana de focos circunscriptos a los cuerpos luminosos; la segunda tiene su foco en todas partes. Por eso no existen obstáculos para la visión espiritual, que no está limitada por la distancia ni por la opacidad de la materia; para ella no existe la oscuridad. El mundo espiritual es iluminado por la luz espiritual, que tiene sus propios efectos, como el mundo material es iluminado por la luz solar.
25. De ese modo, envuelta en su periespíritu, el alma lleva consigo su principio luminoso. Como penetra la materia en virtud de su esencia etérea, no hay cuerpos opacos para su visión. Sin embargo, la vista espiritual no tiene el mismo alcance ni la misma penetración en todos los Espíritus. Sólo los Espíritus puros la poseen en toda su potencia.
En los Espíritus inferiores se encuentra debilitada por la densidad relativa del periespíritu, que se interpone como si fuera una especie de niebla. En los Espíritus encarnados, la vista espiritual se manifiesta en diferentes grados mediante el fenómeno de la doble vista, tanto en el sonambulismo natural o magnético, como en el estado de vigilia. De conformidad con el grado de poder de la facultad, se dice que la lucidez es mayor o menor. Con el auxilio de esa facultad, ciertas personas ven el interior del organismo y describen la causa de las enfermedades.
En los Espíritus inferiores se encuentra debilitada por la densidad relativa del periespíritu, que se interpone como si fuera una especie de niebla. En los Espíritus encarnados, la vista espiritual se manifiesta en diferentes grados mediante el fenómeno de la doble vista, tanto en el sonambulismo natural o magnético, como en el estado de vigilia. De conformidad con el grado de poder de la facultad, se dice que la lucidez es mayor o menor. Con el auxilio de esa facultad, ciertas personas ven el interior del organismo y describen la causa de las enfermedades.
26. La vista espiritual, por consiguiente, da lugar a percepciones especiales que, como no tienen su sede en los órganos materiales, se producen en condiciones completamente diferentes de las que se registran en la vida corporal. Por esta razón no se pueden esperar efectos idénticos, ni experimentarla a través de los mismos procesos. Al realizarse fuera del organismo, esa vista tiene una movilidad que frustra todas las previsiones. Debe ser estudiada en sus efectos y en sus causas, y no por su semejanza con la vista común, a la que no está destinada a suplir, excepto en casos excepcionales que no se pueden tomar como regla.
27. En los Espíritus encarnados, la vista espiritual es necesariamente incompleta e imperfecta y, por consiguiente, está sujeta a aberraciones. Como tiene su sede en el alma misma, el estado de esta habrá de influir en sus percepciones. Según el grado de desarrollo, las circunstancias y el estado moral del individuo, la vista espiritual puede tener, ya sea durante el dormir o en el estado de vigilia, la percepción de: 1.º) ciertos hechos materiales y reales, como el conocimiento de algunos acontecimientos que tienen lugar a mucha distancia, los detalles descriptivos de una localidad, las causas de una enfermedad y los remedios adecuados para su tratamiento; 2.º) cosas igualmente reales del mundo espiritual, como la presencia de los Espíritus; 3.º) imágenes fantásticas creadas por la imaginación, análogas a las creaciones fluídicas del pensamiento. (Véase, más arriba, el § 14.) Esas creaciones se encuentran siempre en relación con las disposiciones morales del Espíritu que las genera. Es así como el pensamiento de personas intensamente imbuidas de ciertas creencias religiosas, y preocupadas en relación con ellas, presenta imágenes del infierno, sus hogueras, sus torturas y sus demonios, tal como esas personas los imaginan. En ocasiones se trata de toda una epopeya. Los paganos veían el Olimpo y el Tártaro, como los cristianos ven el Infierno y el Paraíso. Si al despertar o al salir del éxtasis, esas personas conservan un recuerdo exacto de sus visiones, las toman por realidades que confirman sus creencias, en tanto que no son otra cosa que el producto de sus propios pensamientos. * Es preciso, por consiguiente, que se haga una distinción muy rigurosa de las visiones extáticas antes de aceptarlas. En ese sentido, el remedio para la excesiva credulidad es el estudio de las leyes que rigen el mundo espiritual.
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* De este modo se pueden explicar las visiones de la hermana Elmerich que, al referirse a la época de la pasión de Cristo, manifiesta haber visto cosas materiales que nunca han existido, a no ser en los libros que ella leyó; así como las visiones de la Sra. Cantianille (Revista Espírita, agosto de 1866), y una parte de las de Swedenborg. (N. de Allan Kardec.)
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* De este modo se pueden explicar las visiones de la hermana Elmerich que, al referirse a la época de la pasión de Cristo, manifiesta haber visto cosas materiales que nunca han existido, a no ser en los libros que ella leyó; así como las visiones de la Sra. Cantianille (Revista Espírita, agosto de 1866), y una parte de las de Swedenborg. (N. de Allan Kardec.)
28. Los sueños propiamente dichos presentan las tres características de las visiones arriba descriptas. A las dos primeras pertenecen los sueños de precognición, presentimientos y advertencias. * En la tercera, es decir, en las creaciones fluídicas del pensamiento, se puede encontrar la causa de ciertas imágenes fantásticas que nada tienen de real en relación con la vida material, pero que a veces tienen para el Espíritu una realidad tal, que el cuerpoexperimenta su impacto; hay casos en que los cabellos encanecen a causa de la impresión provocada por un sueño. Esas creaciones pueden ser provocadas por la exaltación de las convicciones; por recuerdos retrospectivos; por gustos, deseos, pasiones, temores y remordimientos; por las preocupaciones habituales; por las necesidades del cuerpo, o por algún malestar pasajero relativo a las funciones del organismo; y finalmente, por otros Espíritus, con un objetivo benévolo o maléfico, de conformidad con su naturaleza. **
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* Véase más adelante el Capítulo XVI, “Teoría de la Presciencia”, §§ 1, 2 y 3. (N. de Allan Kardec.)
** Véase la Revista Espírita, junio y septiembre de 1866; El Libro de los Espíritus, Libro II, Capí- tulo VIII, § 400. (N. de Allan Kardec.)
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* Véase más adelante el Capítulo XVI, “Teoría de la Presciencia”, §§ 1, 2 y 3. (N. de Allan Kardec.)
** Véase la Revista Espírita, junio y septiembre de 1866; El Libro de los Espíritus, Libro II, Capí- tulo VIII, § 400. (N. de Allan Kardec.)
Catalepsia. Resurrecciones
29. La materia inerte es insensible; el fluido periespiritual también lo es, pero transmite la sensación al centro sensitivo que es el Espíritu. Las lesiones dolorosas del cuerpo repercuten, pues, en el Espíritu como un choque eléctrico, por intermedio del fluido periespiritual, cuyos hilos conductores parecen ser los nervios. Se trata del influjo nervioso de los fisiólogos, quienes, por desconocimiento de las relaciones de ese fluido con el principio espiritual, todavía no han podido hallar una explicación para todos sus efectos.
Esta interrupción puede ocurrir por la amputación de un miembro o por algún nervio seccionado, pero también en forma parcial o general, y sin que haya lesiones, en los momentos de emancipación, de gran sobreexcitación o preocupación del Espí- ritu. En ese estado el Espíritu no piensa en el cuerpo, y en su actividad febril atrae hacia sí, por decirlo de algún modo, al fluido periespiritual que, retirándose de la superficie, produce allí una insensibilidad momentánea. Se podría también admitir que en ciertas circunstancias se produce en el propio fluido periespiritual una modificación molecular, que le quita transitoriamente la propiedad de la transmisión. A eso se debe que, muchas veces, en el ardor del combate, un militar no perciba que está herido; que una persona, cuya atención está concentrada en un trabajo, no oiga el ruido que se hace alrededor suyo. Un efecto análogo, aunque más pronunciado, se produce en algunos sonámbulos, en la letargia y en la catalepsia. Finalmente, del mismo modo se puede explicar la insensibilidad de los convulsionarios y de ciertos mártires. (Véase la Revista Espírita, enero de 1868: “Los Aïssaouas, o los convulsionarios de la calle Le Peletier”.)
La parálisis no tiene en absoluto la misma causa, pues allí el efecto es puramente orgánico; los nervios mismos, los hilos conductores ya no son aptos para la circulación fluídica; se trata de las cuerdas del instrumento, que se han alterado.
Esta interrupción puede ocurrir por la amputación de un miembro o por algún nervio seccionado, pero también en forma parcial o general, y sin que haya lesiones, en los momentos de emancipación, de gran sobreexcitación o preocupación del Espí- ritu. En ese estado el Espíritu no piensa en el cuerpo, y en su actividad febril atrae hacia sí, por decirlo de algún modo, al fluido periespiritual que, retirándose de la superficie, produce allí una insensibilidad momentánea. Se podría también admitir que en ciertas circunstancias se produce en el propio fluido periespiritual una modificación molecular, que le quita transitoriamente la propiedad de la transmisión. A eso se debe que, muchas veces, en el ardor del combate, un militar no perciba que está herido; que una persona, cuya atención está concentrada en un trabajo, no oiga el ruido que se hace alrededor suyo. Un efecto análogo, aunque más pronunciado, se produce en algunos sonámbulos, en la letargia y en la catalepsia. Finalmente, del mismo modo se puede explicar la insensibilidad de los convulsionarios y de ciertos mártires. (Véase la Revista Espírita, enero de 1868: “Los Aïssaouas, o los convulsionarios de la calle Le Peletier”.)
La parálisis no tiene en absoluto la misma causa, pues allí el efecto es puramente orgánico; los nervios mismos, los hilos conductores ya no son aptos para la circulación fluídica; se trata de las cuerdas del instrumento, que se han alterado.
30. En ciertos estados patológicos, en que el Espíritu ha abandonado el cuerpo y el periespíritu sólo está unido a él por medio de algunos puntos, el cuerpo presenta todas las apariencias de la muerte, de modo que se enuncia una gran verdad cuando se dice que en esos casos la vida pende de un hilo. Ese estado puede durar más o menos tiempo, e incluso ciertas partes del cuerpo pueden entrar en descomposición, a pesar de que la vida no se ha extinguido definitivamente. Mientras no se haya cortado el último hilo, el Espíritu puede, ya sea por una acción enérgica de su propia voluntad o por un influjo fluídico extraño, igualmente poderoso, ser llamado de vuelta al cuerpo. Así se explican ciertos casos en los que la vida se prolonga contra todas las probabilidades, así como también algunas supuestas resurrecciones. Es una planta que vuelve a brotar, como a veces sucede, de una única fibra de la raíz. Pero cuando las últimas moléculas del cuerpo fluídico ya se han separado del cuerpo carnal, o cuando este último llegó a un estado irreparable de degradación, el regreso a la vida es imposible. *
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*Véanse ejemplos en la Revista Espírita, “Sr. Cardon, médico”, agosto de 1863; “Una resurrección” (La mujer corsa), mayo de 1866. (N. de Allan Kardec.)
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*Véanse ejemplos en la Revista Espírita, “Sr. Cardon, médico”, agosto de 1863; “Una resurrección” (La mujer corsa), mayo de 1866. (N. de Allan Kardec.)
Curaciones
31. Como hemos visto, el fluido universal es el elemento primitivo del cuerpo carnal y del periespíritu, los cuales son simples transformaciones de aquel. Por la identidad de su naturaleza, ese fluido, condensado en el periespíritu, puede ofrecer principios reparadores al cuerpo; el Espíritu, encarnado o desencarnado, es el agente propulsor que infiltra en un cuerpo deteriorado una parte de la sustancia de su envoltura fluídica. La curación se opera mediante la sustitución de una molécula nociva por otra molécula sana. El poder curativo será proporcional a la pureza de la sustancia inoculada; pero depende también de la energía de la voluntad, que provoca una emisión fluídica más abundante y otorga al fluido mayor fuerza de penetración. Depende, además, de las intenciones de quien desee realizar la cura, sea hombre o Espíritu. Los fluidos que emanan de una fuente impura son como sustancias medicamentosas alteradas.
32. Los efectos de la acción fluídica sobre los enfermos son extremadamente variados, de acuerdo con las circunstancias. Algunas veces la acción es lenta y requiere un tratamiento prolongado, como en el magnetismo común; otras veces es rápida como una corriente eléctrica. Hay personas dotadas de tal poder que en algunos enfermos producen curaciones instantáneas por medio de la sola imposición de las manos, o incluso por un simple acto de la voluntad. Entre los dos polos extremos de esa facultad hay infinitas graduaciones. Todas las curaciones de ese tipo son variedades del magnetismo y sólo difieren por la potencia y la rapidez de la acción. El principio es siempre el mismo: el fluido desempeña el papel de agente terapéutico, y su efecto se encuentra subordinado a su calidad y a circunstancias especiales.
33. La acción magnética puede producirse de muchas maneras:
1.º) Por el fluido del magnetizador, en cuyo caso se trata del magnetismo propiamente dicho, o magnetismo humano, cuya acción se encuentra subordinada a la potencia y, sobre todo, a la calidad del fluido.
2.º) Por el fluido de los Espíritus, que actúan directamente y sin intermediarios sobre un encarnado, ya sea para curarlo o calmar un sufrimiento, sea para provocar el sueño sonambúlico espontá- neo o para ejercer sobre el individuo alguna influencia física o moral. Se trata del magnetismo espiritual, cuya calidad es proporcional a las cualidades del Espíritu. *
3.º) Por el fluido que los Espíritus derraman sobre el magnetizador, al cual este sirve de conductor. Se trata del magnetismo mixto, semiespiritual o, si se prefiere, humano-espiritual. Combinado con el fluido humano, el fluido espiritual le transmite a aquel las cualidades que le faltan. En esas circunstancias, algunas veces el concurso de los Espíritus es espontáneo, pero muy a menudo es provocado por la evocación del magnetizador.
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* Véanse ejemplos en la Revista Espírita, febrero de 1863; abril y septiembre de 1865. (N. de Allan Kardec.)
1.º) Por el fluido del magnetizador, en cuyo caso se trata del magnetismo propiamente dicho, o magnetismo humano, cuya acción se encuentra subordinada a la potencia y, sobre todo, a la calidad del fluido.
2.º) Por el fluido de los Espíritus, que actúan directamente y sin intermediarios sobre un encarnado, ya sea para curarlo o calmar un sufrimiento, sea para provocar el sueño sonambúlico espontá- neo o para ejercer sobre el individuo alguna influencia física o moral. Se trata del magnetismo espiritual, cuya calidad es proporcional a las cualidades del Espíritu. *
3.º) Por el fluido que los Espíritus derraman sobre el magnetizador, al cual este sirve de conductor. Se trata del magnetismo mixto, semiespiritual o, si se prefiere, humano-espiritual. Combinado con el fluido humano, el fluido espiritual le transmite a aquel las cualidades que le faltan. En esas circunstancias, algunas veces el concurso de los Espíritus es espontáneo, pero muy a menudo es provocado por la evocación del magnetizador.
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* Véanse ejemplos en la Revista Espírita, febrero de 1863; abril y septiembre de 1865. (N. de Allan Kardec.)
34. La facultad de curar mediante la influencia fluídica es muy común y puede desarrollarse con el ejercicio; pero la de curar instantáneamente con la imposición de las manos es más rara, y su apogeo puede ser considerado excepcional. No obstante, en épocas diferentes, en el seno de casi todos los pueblos han aparecido individuos que la poseyeron en grado sobresaliente. En estos últimos tiempos han aparecido muchos ejemplos notables, cuya autenticidad no puede ser cuestionada. Dado que las curaciones de esta clase se basan en un principio natural, y que el poder de producirlas no es un privilegio, se deduce que estas no ocurren al margen de la naturaleza y que sólo son milagrosas en apariencia. *
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* Véanse los ejemplos de curaciones instantáneas relatadas en la Revista Espírita: “El príncipe de Hohenlohe, médium curador”, diciembre de 1866; sobre las curas del Sr. Jacob, octubre y noviembre de 1866 y de 1867; “Simonet, médium curador de Bordeaux”, agosto de 1867; “El alcalde Hassan, o la bendición de la sangre”, octubre de 1867; “El cura Gassner, médium curador”, noviembre de 1867. (N. de Allan Kardec.)
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* Véanse los ejemplos de curaciones instantáneas relatadas en la Revista Espírita: “El príncipe de Hohenlohe, médium curador”, diciembre de 1866; sobre las curas del Sr. Jacob, octubre y noviembre de 1866 y de 1867; “Simonet, médium curador de Bordeaux”, agosto de 1867; “El alcalde Hassan, o la bendición de la sangre”, octubre de 1867; “El cura Gassner, médium curador”, noviembre de 1867. (N. de Allan Kardec.)
Apariciones. Transfiguraciones
35. En su estado normal, el periespíritu es invisible para nosotros; pero como está formado por materia etérea, el Espíritu puede, en ciertos casos y por un acto de su voluntad, producir en él una modificación molecular que lo vuelva momentáneamente visible. Así es como se producen las apariciones que, del mismo modo que los otros fenómenos, no ocurren al margen de las leyes de la naturaleza. Eso no tiene nada que sea más extraordinario que el vapor, que es invisible cuando está muy enrarecido y se vuelve visible cuando se condensa.
Según el grado de condensación del fluido periespiritual, la aparición es algunas veces difusa y vaporosa; otras veces, más claramente definida; y otras, por último, tiene todas las apariencias de la materia tangible. Incluso puede llegar a ser realmente tangible, a tal punto que el observador se engañe sobre la naturaleza del ser que tiene delante de él.
Las apariciones vaporosas son frecuentes; ese es el aspecto con el que se presentan muchos individuos, después de que han muerto, a las personas por quienes sienten afecto. Las apariciones tangibles son más raras, aunque de ellas hay muchos ejemplos, perfectamente documentados. Si el Espíritu desea darse a conocer, imprimirá a su envoltura todas las señales exteriores que tenía cuando estaba vivo. *
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* Véase El Libro de los Médiums, Segunda Parte, Capítulos VI y VII. (N. de Allan Kardec.)
Según el grado de condensación del fluido periespiritual, la aparición es algunas veces difusa y vaporosa; otras veces, más claramente definida; y otras, por último, tiene todas las apariencias de la materia tangible. Incluso puede llegar a ser realmente tangible, a tal punto que el observador se engañe sobre la naturaleza del ser que tiene delante de él.
Las apariciones vaporosas son frecuentes; ese es el aspecto con el que se presentan muchos individuos, después de que han muerto, a las personas por quienes sienten afecto. Las apariciones tangibles son más raras, aunque de ellas hay muchos ejemplos, perfectamente documentados. Si el Espíritu desea darse a conocer, imprimirá a su envoltura todas las señales exteriores que tenía cuando estaba vivo. *
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* Véase El Libro de los Médiums, Segunda Parte, Capítulos VI y VII. (N. de Allan Kardec.)
36. Es de destacarse que las apariciones tangibles sólo tienen la apariencia de la materia carnal, pero no sus cualidades. Debido a la naturaleza fluídica que las caracteriza, no pueden tener la misma cohesión de la materia, porque en realidad no poseen carne. Se forman instantáneamente y desaparecen del mismo modo, o se evaporan por la desagregación de las moléculas fluídicas. Los seres que se presentan en esas condiciones no nacen ni mueren, contrariamente a lo que sucede con los demás hombres. Se los ve y dejan de ser vistos sin que se sepa de dónde vienen, cómo vinieron, ni hacia dónde van. Nadie podría matarlos, ni apresarlos, ni encarcelarlos, puesto que no tienen un cuerpo carnal. Los golpes que acaso se les lanzaran, caerían en el vacío.
Ese es el carácter de los agéneres, con los cuales se puede conversar sin que se sospeche acerca de lo que son. Con todo, no permanecen largo tiempo entre los hombres ni pueden ser comensales frecuentes de una casa, ni figurar entre los miembros de una familia.
Además, los agéneres muestran siempre en su persona, en sus actitudes, algo de extraño e insólito que sugiere al mismo tiempo la materialidad y la espiritualidad; en ellos, la mirada es vaporosa y penetrante a la vez, y carece de la nitidez propia de la mirada a través de los ojos de la carne; su lenguaje, conciso y por lo general sentencioso, nada tiene del brillo y la volubilidad del lenguaje humano; su aproximación produce una sensación particular e indefinible de sorpresa, que inspira una especie de temor, y quien se pone en contacto con ellos, aunque los tome por individuos iguales a los demás, es inducido a pensar involuntariamente: Este es un ser extraño. *
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* Véanse ejemplos de apariciones vaporosas o tangibles y de agéneres en Revista Espírita, enero y octubre de 1858; enero, febrero, marzo, agosto y noviembre de 1859; abril y mayo de 1860; julio de 1861; abril de 1866; “El labrador Thomas Martin y Luis XVIII”, detalles completos, diciembre de 1866. (N. de Allan Kardec.)
Ese es el carácter de los agéneres, con los cuales se puede conversar sin que se sospeche acerca de lo que son. Con todo, no permanecen largo tiempo entre los hombres ni pueden ser comensales frecuentes de una casa, ni figurar entre los miembros de una familia.
Además, los agéneres muestran siempre en su persona, en sus actitudes, algo de extraño e insólito que sugiere al mismo tiempo la materialidad y la espiritualidad; en ellos, la mirada es vaporosa y penetrante a la vez, y carece de la nitidez propia de la mirada a través de los ojos de la carne; su lenguaje, conciso y por lo general sentencioso, nada tiene del brillo y la volubilidad del lenguaje humano; su aproximación produce una sensación particular e indefinible de sorpresa, que inspira una especie de temor, y quien se pone en contacto con ellos, aunque los tome por individuos iguales a los demás, es inducido a pensar involuntariamente: Este es un ser extraño. *
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* Véanse ejemplos de apariciones vaporosas o tangibles y de agéneres en Revista Espírita, enero y octubre de 1858; enero, febrero, marzo, agosto y noviembre de 1859; abril y mayo de 1860; julio de 1861; abril de 1866; “El labrador Thomas Martin y Luis XVIII”, detalles completos, diciembre de 1866. (N. de Allan Kardec.)
37. Como el periespíritu es el mismo tanto en los encarnados como en los desencarnados, un Espíritu encarnado, por un efecto absolutamente idéntico, puede aparecer, en un momento en que se encuentre libre, en un punto distinto de aquel en que su cuerpo descansa, con su fisonomía habitual y con todos los signos característicos de su identidad. Ese fenómeno, del cual se conocen muchos casos auténticos, fue el que llevó a que se creyera en la existencia de los hombres dobles. *
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* Véanse ejemplos de apariciones de personas vivas en la Revista Espírita, diciembre de 1858; febrero y agosto de 1859; noviembre de 1860. (N. de Allan Kardec.)
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* Véanse ejemplos de apariciones de personas vivas en la Revista Espírita, diciembre de 1858; febrero y agosto de 1859; noviembre de 1860. (N. de Allan Kardec.)
38. Un efecto peculiar de los fenómenos de ese tipo consiste en el hecho de que las apariciones vaporosas, e incluso tangibles, no son percibidas por todas las personas indistintamente. Los Espíritus sólo se muestran cuando quieren y ante quienes quieren. Por consiguiente, un Espíritu podría aparecerse en una reunión ante uno solo o muchos de los presentes, y no ser visto por los demás. Eso ocurre porque las percepciones de ese tipo se producen por medio de la vista espiritual, y no por intermedio de la vista carnal. Además, la vista espiritual no le es dada a todas las personas; e incluso el Espíritu, por su sola voluntad y si fuera conveniente, puede retirarla de aquel a quien él no quiera mostrarse, así como puede conferirla momentáneamente si lo juzga necesario.
Así pues, la condensación del fluido periespiritual en las apariciones, incluso en los casos de tangibilidad, no tiene las propiedades de la materia ordinaria; de no ser así, las apariciones serían perceptibles mediante los ojos del cuerpo por parte de todas las personas presentes. *
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* Sólo con suma reserva se deben recibir las narraciones de apariciones puramente individuales que, en ciertos casos, podrían no pasar del efecto de una imaginación sumamente excitada y, tal vez, de una invención con fines interesados. Conviene, pues, tomar en cuenta muy escrupulosamente las circunstancias, la sinceridad de la persona, así como su probable intención de abusar de la credulidad de individuos excesivamente confiados. (N. de Allan Kardec.)
Así pues, la condensación del fluido periespiritual en las apariciones, incluso en los casos de tangibilidad, no tiene las propiedades de la materia ordinaria; de no ser así, las apariciones serían perceptibles mediante los ojos del cuerpo por parte de todas las personas presentes. *
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* Sólo con suma reserva se deben recibir las narraciones de apariciones puramente individuales que, en ciertos casos, podrían no pasar del efecto de una imaginación sumamente excitada y, tal vez, de una invención con fines interesados. Conviene, pues, tomar en cuenta muy escrupulosamente las circunstancias, la sinceridad de la persona, así como su probable intención de abusar de la credulidad de individuos excesivamente confiados. (N. de Allan Kardec.)
39. Dado que el Espíritu puede operar transformaciones en la configuración de su envoltura periespiritual, y puesto que esa envoltura se irradia en torno al cuerpo como una atmósfera fluídica, puede producirse en la superficie misma del cuerpo un fenómeno análogo al de las apariciones. La verdadera imagen del cuerpo puede desvanecerse más o menos completamente bajo una capa fluídica, y asumir otra apariencia; o bien, vistos a través de la capa fluídica modificada, como a través de un prisma, los rasgos primitivos pueden adoptar otra expresión. Si el Espíritu encarnado toma distancia de lo terrenal, y se identifica con las cosas del mundo espiritual, la expresión de un semblante desagradable puede volverse bella, radiante y hasta luminosa; si, por el contrario, el Espíritu es presa de bajas pasiones, un rostro hermoso puede tomar un aspecto horrible.
Así se producen las transfiguraciones, que reflejan siempre las cualidades y los sentimientos que predominan en el Espíritu. Ese fenómeno es, pues, el resultado de una transformación fluídica; es una especie de aparición periespiritual que se produce sobre el cuerpo mismo de una persona viva, y a veces en el momento de la muerte, en vez de producirse a la distancia como en el caso de las apariciones propiamente dichas. Lo que distingue a las apariciones de ese género es el hecho de que son, por lo general, perceptibles por todos los presentes mediante los ojos del cuerpo, precisamente porque se forman en torno a la materia carnal visible, mientras que en las apariciones puramente fluídicas no existe materia tangible. *
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* Véase un ejemplo y la teoría de la transfiguración en la Revista Espírita, marzo de 1859 (El Libro de los Médiums, Segunda Parte, Capítulo VII). (N. de Allan Kardec.)
Así se producen las transfiguraciones, que reflejan siempre las cualidades y los sentimientos que predominan en el Espíritu. Ese fenómeno es, pues, el resultado de una transformación fluídica; es una especie de aparición periespiritual que se produce sobre el cuerpo mismo de una persona viva, y a veces en el momento de la muerte, en vez de producirse a la distancia como en el caso de las apariciones propiamente dichas. Lo que distingue a las apariciones de ese género es el hecho de que son, por lo general, perceptibles por todos los presentes mediante los ojos del cuerpo, precisamente porque se forman en torno a la materia carnal visible, mientras que en las apariciones puramente fluídicas no existe materia tangible. *
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* Véase un ejemplo y la teoría de la transfiguración en la Revista Espírita, marzo de 1859 (El Libro de los Médiums, Segunda Parte, Capítulo VII). (N. de Allan Kardec.)
Manifestaciones físicas. Mediumnidad
40. Los fenómenos de las mesas móviles y parlantes, de la suspensión en el aire de los cuerpos pesados, de la escritura mediúmnica, tan antiguos como el mundo pero comunes en la actualidad, ofrecen la explicación de algunos fenómenos análogos espontáneos, a los cuales por ignorarse la ley que los rige se les había atribuido un carácter sobrenatural y milagroso. Esos fenó- menos se basan en las propiedades del fluido periespiritual, ya sea de los encarnados como de los Espíritus libres.
41. Cuando estaba encarnado, el Espíritu obraba sobre su cuerpo vivo con el auxilio de su periespíritu. Ahora, desde el mundo espiritual, se manifiesta por intermedio de ese mismo fluido: actúa sobre la materia inerte y produce ruidos, movimientos de mesas y de otros objetos, a los cuales levanta, derriba o transporta. Ese fenómeno no tiene nada de sorprendente, si consideramos que entre nosotros los motores más poderosos se encuentran en los fluidos más enrarecidos e incluso imponderables, como el aire, el vapor y la electricidad.
También con el auxilio de su periespíritu, el Espíritu hace que los médiums escriban, hablen o dibujen. Como ya no dispone de un cuerpo tangible para actuar ostensiblemente cuando desea manifestarse, se sirve del cuerpo de un médium, cuyos órganos toma en préstamo, y hace que obre como si fuera su propio cuerpo, mediante el efluvio fluídico que derrama sobre él.
También con el auxilio de su periespíritu, el Espíritu hace que los médiums escriban, hablen o dibujen. Como ya no dispone de un cuerpo tangible para actuar ostensiblemente cuando desea manifestarse, se sirve del cuerpo de un médium, cuyos órganos toma en préstamo, y hace que obre como si fuera su propio cuerpo, mediante el efluvio fluídico que derrama sobre él.
42. Mediante ese mismo proceso, el Espíritu actúa sobre la mesa, ya sea para que esta se mueva, sin que su movimiento tenga un significado especial, o para que dé golpes inteligentes que indiquen las letras del alfabeto, a fin de que formen palabras y frases: fenómeno que se designa con el nombre de tiptología. La mesa no es más que un instrumento del que se vale el Espíritu, como se vale del lápiz para escribir, dándole una vitalidad momentánea por medio del fluido con que la impregna, aunque sin identificarse con ella. De ese modo, las personas que, embargadas por la emoción, abrazan la mesa cuando se manifiesta un ser querido, realizan un acto ridículo; es exactamente como si abrazasen el bastón de un amigo que se sirve de él para comunicarse por medio de golpes en el piso. Lo mismo hacen quienes dirigen la palabra a la mesa, como si el Espíritu estuviera encerrado en la madera, o como si la madera se hubiese convertido en Espíritu.
Cuando se transmiten comunicaciones por ese medio, hay que imaginarse que el Espíritu está, no en la mesa sino junto a ella, tal como se ubicaría si estuviese vivo, y tal como sería visto en ese momento si pudiera volverse visible. Lo mismo ocurre en las comunicaciones mediante la escritura: se vería al Espíritu al lado del médium, guiando su mano o trasmitiéndole su pensamiento por medio de una corriente fluídica.
Cuando se transmiten comunicaciones por ese medio, hay que imaginarse que el Espíritu está, no en la mesa sino junto a ella, tal como se ubicaría si estuviese vivo, y tal como sería visto en ese momento si pudiera volverse visible. Lo mismo ocurre en las comunicaciones mediante la escritura: se vería al Espíritu al lado del médium, guiando su mano o trasmitiéndole su pensamiento por medio de una corriente fluídica.
43. Cuando la mesa se levanta del suelo y flota en el aire sin un punto de apoyo, el Espíritu no la levanta con la fuerza de su brazo, sino que la envuelve y penetra con una especie de atmósfera fluídica que neutraliza el efecto de la gravedad, como lo hace el aire con los globos y las cometas. El fluido que penetra en la mesa le confiere momentáneamente una mayor liviandad específica. Cuando queda pegada al suelo, esta se encuentra en una situación análoga a la de la campana neumática dentro de la que se produce el vacío. Estas son simples comparaciones destinadas a mostrar la analogía de los efectos, pero no la similitud absoluta de las causas. (Véase El Libro de los Médiums, Segunda Parte, Capítulo IV.)
De acuerdo con lo que se acaba de decir, se comprende que para el Espíritu no es más difícil levantar una persona que levantar una mesa, transportar un objeto de un lugar a otro, o arrojarlo donde sea. Todos esos fenómenos se producen por obra de la misma ley. *
Cuando la mesa persigue a alguien, no significa que el Espíritu vaya en esa dirección, pues él puede permanecer tranquilamente en el mismo lugar. Lo que sucede en esos casos es que el Espíritu le da un impulso a la mesa por medio de una corriente fluídica, con cuyo auxilio esta se mueve según su deseo.
Cuando se escuchan golpes en la mesa, o en otro lugar, el Espíritu no golpea con la mano o con algún objeto, sino que se limita a dirigir sobre el punto de donde proviene el ruido un haz de fluido que produce el efecto de un choque eléctrico. El Espíritu modifica el ruido, así como cualquier persona es capaz de modificar los sonidos producidos por el aire. **
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* Ese es el principio del fenómeno de aportes, fenómeno muy real pero que no conviene admitir más que con suma reserva, puesto que es uno de los que más se prestan a la imitación y al fraude. La honradez indiscutible de la persona que los obtiene, su absoluto desinterés material y moral, así como la confluencia de las circunstancias accesorias deben ser considerados seriamente. Sobre todo, es preciso desconfiar de esos efectos principalmente cuando estos se producen con excesiva facilidad, y tener por dudosos los que se repiten con mucha frecuencia y, por así decirlo, a voluntad. Los prestidigitadores hacen cosas más extraordinarias aún. El levantamiento de una persona no es un hecho menos efectivo, pero sí mucho más raro, tal vez porque resulte mucho más difícil de ser imitado. Es notorio que el Sr. Home se elevó más de una vez hasta el techo y dio de ese modo la vuelta a la sala. Se dice que san Cupertino poseía la misma facultad, hecho que no es más milagroso con este que con aquel. (N. de Allan Kardec.)
** Véanse ejemplos, tanto de manifestaciones materiales como de perturbaciones producidas por los Espíritus, en la Revista Espírita: “Manifestaciones físicas: La joven del Pasaje de los Panoramas”, enero de 1858; “El fantasma de la señorita Clairon”, febrero de 1858; “El Espíritu golpeador de Bergzabern”, relato completo: mayo, junio y julio de 1858; “El Espíritu golpeador de Dibbelsdorf”, agosto de 1858; “El panadero de Dieppe”, marzo de 1860; “El fabricante de San Petersburgo”, abril de 1860; “El trapero de la calle Noyers”, agosto de 1860; “El Espíritu golpeador del Aube”, enero de 1861; “Un Espíritu golpeador en el siglo XVI”, enero de 1864; “Manifestaciones en Poitiers”, mayo de 1864 y mayo de 1865; “El Espíritu golpeador de la hermana María”, junio de 1864; “Manifestaciones espontáneas en Marsella”, abril de 1865; “Manifestaciones en Fives, cerca de Lille (Norte)”, agosto de 1865; “Los ratones de Équihen”, febrero de 1866. (N. de Allan Kardec.)
De acuerdo con lo que se acaba de decir, se comprende que para el Espíritu no es más difícil levantar una persona que levantar una mesa, transportar un objeto de un lugar a otro, o arrojarlo donde sea. Todos esos fenómenos se producen por obra de la misma ley. *
Cuando la mesa persigue a alguien, no significa que el Espíritu vaya en esa dirección, pues él puede permanecer tranquilamente en el mismo lugar. Lo que sucede en esos casos es que el Espíritu le da un impulso a la mesa por medio de una corriente fluídica, con cuyo auxilio esta se mueve según su deseo.
Cuando se escuchan golpes en la mesa, o en otro lugar, el Espíritu no golpea con la mano o con algún objeto, sino que se limita a dirigir sobre el punto de donde proviene el ruido un haz de fluido que produce el efecto de un choque eléctrico. El Espíritu modifica el ruido, así como cualquier persona es capaz de modificar los sonidos producidos por el aire. **
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* Ese es el principio del fenómeno de aportes, fenómeno muy real pero que no conviene admitir más que con suma reserva, puesto que es uno de los que más se prestan a la imitación y al fraude. La honradez indiscutible de la persona que los obtiene, su absoluto desinterés material y moral, así como la confluencia de las circunstancias accesorias deben ser considerados seriamente. Sobre todo, es preciso desconfiar de esos efectos principalmente cuando estos se producen con excesiva facilidad, y tener por dudosos los que se repiten con mucha frecuencia y, por así decirlo, a voluntad. Los prestidigitadores hacen cosas más extraordinarias aún. El levantamiento de una persona no es un hecho menos efectivo, pero sí mucho más raro, tal vez porque resulte mucho más difícil de ser imitado. Es notorio que el Sr. Home se elevó más de una vez hasta el techo y dio de ese modo la vuelta a la sala. Se dice que san Cupertino poseía la misma facultad, hecho que no es más milagroso con este que con aquel. (N. de Allan Kardec.)
** Véanse ejemplos, tanto de manifestaciones materiales como de perturbaciones producidas por los Espíritus, en la Revista Espírita: “Manifestaciones físicas: La joven del Pasaje de los Panoramas”, enero de 1858; “El fantasma de la señorita Clairon”, febrero de 1858; “El Espíritu golpeador de Bergzabern”, relato completo: mayo, junio y julio de 1858; “El Espíritu golpeador de Dibbelsdorf”, agosto de 1858; “El panadero de Dieppe”, marzo de 1860; “El fabricante de San Petersburgo”, abril de 1860; “El trapero de la calle Noyers”, agosto de 1860; “El Espíritu golpeador del Aube”, enero de 1861; “Un Espíritu golpeador en el siglo XVI”, enero de 1864; “Manifestaciones en Poitiers”, mayo de 1864 y mayo de 1865; “El Espíritu golpeador de la hermana María”, junio de 1864; “Manifestaciones espontáneas en Marsella”, abril de 1865; “Manifestaciones en Fives, cerca de Lille (Norte)”, agosto de 1865; “Los ratones de Équihen”, febrero de 1866. (N. de Allan Kardec.)
44. Un fenómeno muy frecuente en la mediumnidad es la aptitud de ciertos médiums para escribir en una lengua que les es extra- ña; y tratar, ya sea en forma oral o por escrito, temas que están fuera del alcance de la instrucción que recibieron. No es raro que se vean algunos que escriben de corrido sin que nunca hayan aprendido a escribir; otros componen poesías, sin que jamás en la vida hayan sabido hacer un verso; otros dibujan, pintan, esculpen, componen música y ejecutan un instrumento sin que conozcan dibujo, pintura, escultura o el arte musical. Es muy frecuente el hecho de que un médium escribiente reproduzca a la perfección la escritura y la firma que los Espíritus que se comunican por su intermedio tenían cuando estaban vivos, aunque jamás los haya conocido.
Con todo, ese fenómeno no es más maravilloso que el que consiste en hacer que un niño escriba cuando se le lleva la mano; de ese modo puede lograr que escriba todo lo que uno quiera. Si a una persona se le dictan las palabras letra por letra, escribirá en un idioma que ignora. Lo mismo sucede con la mediumnidad, si nos remitimos a la manera por medio de la cual se comunican los Espíritus a través de los médiums, pues estos no son más que instrumentos pasivos. No obstante, si el médium conoce el mecanismo, si ha vencido las dificultades prácticas, si las expresiones le resultan familiares y, por último, si posee en su cerebro los elementos de aquello que el Espíritu quiere hacerle ejecutar, entonces se encontrará en la posición del hombre que sabe leer y escribir de corrido; el trabajo resultará más fácil y más rápido; y el Espíritu no tendrá más que transmitir sus pensamientos al intérprete, para que este los reproduzca por los medios de que dispone.
La aptitud de un médium para cosas que le resultan extrañas proviene, la mayoría de las veces, de los conocimientos que poseyó en otra existencia, y de los cuales su Espíritu conservó la intuición. Si fue poeta o músico, por ejemplo, tendrá más facilidad para asimilar el pensamiento poético o musical que un Espíritu quiera hacerle expresar. La lengua que hoy ignora pudo haberle sido familiar en otra existencia, lo que explica la mayor aptitud de su parte para escribir mediúmnicamente en esa lengua. *
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* La aptitud que algunas personas demuestran para las lenguas que dominan sin, por así decirlo, haberlas aprendido, no tiene otro origen más que el recuerdo intuitivo de lo que supieron en otra existencia. El caso del poeta Méry, relatado en la Revista Espírita de noviembre de 1864, es una prueba de lo que decimos. Es evidente que si en su juventud Méry hubiera sido médium, habría escrito en latín tan fácilmente como en francés, lo que para todos habría pasado como un prodigio. (N. de Allan Kardec.)
Con todo, ese fenómeno no es más maravilloso que el que consiste en hacer que un niño escriba cuando se le lleva la mano; de ese modo puede lograr que escriba todo lo que uno quiera. Si a una persona se le dictan las palabras letra por letra, escribirá en un idioma que ignora. Lo mismo sucede con la mediumnidad, si nos remitimos a la manera por medio de la cual se comunican los Espíritus a través de los médiums, pues estos no son más que instrumentos pasivos. No obstante, si el médium conoce el mecanismo, si ha vencido las dificultades prácticas, si las expresiones le resultan familiares y, por último, si posee en su cerebro los elementos de aquello que el Espíritu quiere hacerle ejecutar, entonces se encontrará en la posición del hombre que sabe leer y escribir de corrido; el trabajo resultará más fácil y más rápido; y el Espíritu no tendrá más que transmitir sus pensamientos al intérprete, para que este los reproduzca por los medios de que dispone.
La aptitud de un médium para cosas que le resultan extrañas proviene, la mayoría de las veces, de los conocimientos que poseyó en otra existencia, y de los cuales su Espíritu conservó la intuición. Si fue poeta o músico, por ejemplo, tendrá más facilidad para asimilar el pensamiento poético o musical que un Espíritu quiera hacerle expresar. La lengua que hoy ignora pudo haberle sido familiar en otra existencia, lo que explica la mayor aptitud de su parte para escribir mediúmnicamente en esa lengua. *
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* La aptitud que algunas personas demuestran para las lenguas que dominan sin, por así decirlo, haberlas aprendido, no tiene otro origen más que el recuerdo intuitivo de lo que supieron en otra existencia. El caso del poeta Méry, relatado en la Revista Espírita de noviembre de 1864, es una prueba de lo que decimos. Es evidente que si en su juventud Méry hubiera sido médium, habría escrito en latín tan fácilmente como en francés, lo que para todos habría pasado como un prodigio. (N. de Allan Kardec.)
Obsesiones y posesiones
45. Los Espíritus malos pululan alrededor de la Tierra a consecuencia de la inferioridad moral de sus habitantes. La acción maléfica de esos Espíritus forma parte de los flagelos con los que la humanidad se debate en este mundo. La obsesión, que es uno de los efectos de esa acción, debe ser considerada, al igual que las enfermedades y las tribulaciones de la vida, como una prueba o una expiación, y aceptada como tal.
La obsesión es la acción persistente que un Espíritu malo ejerce sobre un individuo. Presenta características muy diversas, que van desde la simple influencia moral sin signos exteriores notables, hasta la perturbación completa del organismo y de las facultades mentales.
La obsesión anula las facultades mediúmnicas; en la mediumnidad auditiva y psicográfica, se pone de manifiesto por la obstinación de un Espíritu en querer manifestarse con exclusión de todos los demás.
La obsesión es la acción persistente que un Espíritu malo ejerce sobre un individuo. Presenta características muy diversas, que van desde la simple influencia moral sin signos exteriores notables, hasta la perturbación completa del organismo y de las facultades mentales.
La obsesión anula las facultades mediúmnicas; en la mediumnidad auditiva y psicográfica, se pone de manifiesto por la obstinación de un Espíritu en querer manifestarse con exclusión de todos los demás.
46. Así como las enfermedades son el resultado de las imperfecciones físicas que hacen al cuerpo accesible a las influencias perniciosas exteriores, la obsesión proviene invariablemente de una imperfección moral que da lugar a un Espíritu malo. A una causa física, se opone una fuerza física; a una causa moral, es preciso que se anteponga una fuerza moral. Para preservarse de las enfermedades, se fortifica el cuerpo; para defenderse de la obsesión, es preciso fortificar el alma. De ahí que el obseso necesite trabajar para su propio mejoramiento, lo que la mayoría de las veces es suficiente para librarlo del obsesor sin el socorro de otras personas. Este socorro se vuelve necesario cuando la obsesión degenera en subyugación y en posesión, porque en esos casos no es raro que el paciente pierda la voluntad y el libre albedrío.
La obsesión pone de manifiesto casi siempre una venganza tomada por un Espíritu, cuyo origen muchas veces se encuentra en las relaciones que el obseso mantuvo con el obsesor en una existencia precedente.
En los casos de obsesión grave, el obseso queda como envuelto e impregnado de un fluido pernicioso que neutraliza la acción de los fluidos saludables y los rechaza. De ese fluido se lo debe liberar. Ahora bien, un fluido malo no puede ser eliminado por otro fluido malo. Por medio de una acción idéntica a la que lleva a cabo el médium curador en los casos de enfermedad, hay que expulsar el fluido malo con el auxilio de un fluido mejor.
Sin embargo, no siempre alcanza con esta acción mecánica; también es preciso, de manera especial, actuar sobre el ser inteligente, al cual hay que hablarle con autoridad. Ahora bien, sólo posee esa autoridad quien tiene superioridad moral. Cuanto mayor sea la superioridad moral, tanto mayor será también la autoridad.
Pero eso no es todo: para asegurar la liberación es necesario que el Espíritu perverso sea conducido a que renuncie a sus malos propósitos; que en él asome el arrepentimiento tanto como el deseo del bien, por medio de instrucciones hábilmente trasmitidas, en evocaciones hechas particularmente con vistas a su educación moral. Se podrá entonces tener la grata satisfacción de liberar a un encarnado, y de convertir a un Espíritu imperfecto.
La tarea resulta más fácil cuando el obseso comprende su situación y colabora con la voluntad y la plegaria. No sucede lo mismo cuando, seducido por el Espíritu que lo domina, se engaña acerca de las cualidades de este último y se complace en el error al que es conducido, porque entonces, en lugar de colaborar, el obseso rechaza la asistencia. Este es el caso de la fascinación, siempre muchísimo más rebelde que la más violenta subyugación. (Véase El Libro de los Médiums, Segunda Parte, Capítulo XXIII.)
En todos los casos de obsesión, la plegaria es el auxiliar más poderoso de que se dispone para oponerse a los propósitos maléficos del Espíritu obsesor.
La obsesión pone de manifiesto casi siempre una venganza tomada por un Espíritu, cuyo origen muchas veces se encuentra en las relaciones que el obseso mantuvo con el obsesor en una existencia precedente.
En los casos de obsesión grave, el obseso queda como envuelto e impregnado de un fluido pernicioso que neutraliza la acción de los fluidos saludables y los rechaza. De ese fluido se lo debe liberar. Ahora bien, un fluido malo no puede ser eliminado por otro fluido malo. Por medio de una acción idéntica a la que lleva a cabo el médium curador en los casos de enfermedad, hay que expulsar el fluido malo con el auxilio de un fluido mejor.
Sin embargo, no siempre alcanza con esta acción mecánica; también es preciso, de manera especial, actuar sobre el ser inteligente, al cual hay que hablarle con autoridad. Ahora bien, sólo posee esa autoridad quien tiene superioridad moral. Cuanto mayor sea la superioridad moral, tanto mayor será también la autoridad.
Pero eso no es todo: para asegurar la liberación es necesario que el Espíritu perverso sea conducido a que renuncie a sus malos propósitos; que en él asome el arrepentimiento tanto como el deseo del bien, por medio de instrucciones hábilmente trasmitidas, en evocaciones hechas particularmente con vistas a su educación moral. Se podrá entonces tener la grata satisfacción de liberar a un encarnado, y de convertir a un Espíritu imperfecto.
La tarea resulta más fácil cuando el obseso comprende su situación y colabora con la voluntad y la plegaria. No sucede lo mismo cuando, seducido por el Espíritu que lo domina, se engaña acerca de las cualidades de este último y se complace en el error al que es conducido, porque entonces, en lugar de colaborar, el obseso rechaza la asistencia. Este es el caso de la fascinación, siempre muchísimo más rebelde que la más violenta subyugación. (Véase El Libro de los Médiums, Segunda Parte, Capítulo XXIII.)
En todos los casos de obsesión, la plegaria es el auxiliar más poderoso de que se dispone para oponerse a los propósitos maléficos del Espíritu obsesor.
47. En la obsesión, el Espíritu actúa externamente con la ayuda de su periespíritu, al cual identifica con el del encarnado; en ese caso, este último queda atrapado en una especie de trama y es obligado a comportarse en contra de su voluntad.
En la posesión, en vez de actuar externamente, el Espíritu libre sustituye al Espíritu encarnado: elige su cuerpo para instalarse en él, aunque este no haya sido abandonado definitivamente por su dueño, pues eso sólo ocurre con la muerte. Por consiguiente, la posesión es siempre transitoria e intermitente, porque un Espíritu desencarnado no puede ocupar definitivamente el lugar de un Espíritu encarnado, sobre la base de que la unión molecular entre el periespíritu y el cuerpo sólo se produce en el momento de la concepción. (Véase el Capítulo XI, § 18.)
Obtenida la posesión momentánea del cuerpo del encarnado, el Espíritu se sirve de él como si fuese su propio cuerpo; habla por su boca, ve por sus ojos y actúa con sus brazos, como lo haría si estuviese vivo. No es como en la mediumnidad parlante, en la que el Espíritu encarnado habla transmitiendo el pensamiento de un Espíritu desencarnado; en el caso de la posesión, el desencarnado es el que habla y actúa, de modo que quien lo haya conocido en vida, reconocerá su lenguaje, su voz, sus gestos y hasta la expresión de su fisonomía.
En la posesión, en vez de actuar externamente, el Espíritu libre sustituye al Espíritu encarnado: elige su cuerpo para instalarse en él, aunque este no haya sido abandonado definitivamente por su dueño, pues eso sólo ocurre con la muerte. Por consiguiente, la posesión es siempre transitoria e intermitente, porque un Espíritu desencarnado no puede ocupar definitivamente el lugar de un Espíritu encarnado, sobre la base de que la unión molecular entre el periespíritu y el cuerpo sólo se produce en el momento de la concepción. (Véase el Capítulo XI, § 18.)
Obtenida la posesión momentánea del cuerpo del encarnado, el Espíritu se sirve de él como si fuese su propio cuerpo; habla por su boca, ve por sus ojos y actúa con sus brazos, como lo haría si estuviese vivo. No es como en la mediumnidad parlante, en la que el Espíritu encarnado habla transmitiendo el pensamiento de un Espíritu desencarnado; en el caso de la posesión, el desencarnado es el que habla y actúa, de modo que quien lo haya conocido en vida, reconocerá su lenguaje, su voz, sus gestos y hasta la expresión de su fisonomía.
48. En la obsesión hay siempre un Espíritu maligno. En la posesión puede tratarse de un Espíritu bueno que quiere hablar y que, para causar mayor impresión a los oyentes, toma el cuerpo de un encarnado, que se lo presta voluntariamente como le prestaría su ropa a otra persona. Eso se lleva a cabo sin que haya perturbación ni malestar, y durante ese tiempo el Espíritu encarnado se encuentra en libertad, como sucede en el estado de emancipación. Además, la mayoría de las veces se mantiene al lado de su sustituto para escucharlo.
Cuando el Espíritu posesor es malo, las cosas ocurren de otro modo. No toma el cuerpo del encarnado, sino que se apodera de él en caso de que su titular no posea suficiente fuerza moral para resistirse. Y lo hace por maldad hacia él, a quien tortura y martiriza de todas las formas, incluso al extremo de intentar exterminarlo, sea por estrangulamiento, empujándolo al fuego o a otros lugares peligrosos. Valiéndose de los miembros y de los órganos del desdichado paciente, blasfema, injuria y maltrata a los que lo rodean, y se entrega a excentricidades y a actos que presentan todas las características de la locura furiosa.
Los hechos de este tipo, en diferentes grados de intensidad, son muy numerosos, y muchos casos de locura no tienen otra causa. Con frecuencia se suman a ellos desórdenes patológicos, que son meras consecuencias de ese proceso, y en oposición a los cuales de nada sirven los tratamientos médicos mientras subsista la causa que les ha dado origen. El espiritismo, así como da a conocer esa fuente de donde proviene una parte de las miserias humanas, también indica la manera de remediarlo: actuar sobre el autor del mal: un ser que, puesto que es inteligente, debe ser tratado con inteligencia. *
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* Véanse ejemplos de curas de obsesiones en la Revista Espírita, diciembre de 1863; enero y junio de 1864; enero y junio de 1865; febrero de 1866; junio de 1867. (N. de Allan Kardec.)
Cuando el Espíritu posesor es malo, las cosas ocurren de otro modo. No toma el cuerpo del encarnado, sino que se apodera de él en caso de que su titular no posea suficiente fuerza moral para resistirse. Y lo hace por maldad hacia él, a quien tortura y martiriza de todas las formas, incluso al extremo de intentar exterminarlo, sea por estrangulamiento, empujándolo al fuego o a otros lugares peligrosos. Valiéndose de los miembros y de los órganos del desdichado paciente, blasfema, injuria y maltrata a los que lo rodean, y se entrega a excentricidades y a actos que presentan todas las características de la locura furiosa.
Los hechos de este tipo, en diferentes grados de intensidad, son muy numerosos, y muchos casos de locura no tienen otra causa. Con frecuencia se suman a ellos desórdenes patológicos, que son meras consecuencias de ese proceso, y en oposición a los cuales de nada sirven los tratamientos médicos mientras subsista la causa que les ha dado origen. El espiritismo, así como da a conocer esa fuente de donde proviene una parte de las miserias humanas, también indica la manera de remediarlo: actuar sobre el autor del mal: un ser que, puesto que es inteligente, debe ser tratado con inteligencia. *
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* Véanse ejemplos de curas de obsesiones en la Revista Espírita, diciembre de 1863; enero y junio de 1864; enero y junio de 1865; febrero de 1866; junio de 1867. (N. de Allan Kardec.)
49. La mayoría de las veces la obsesión y la posesión son individuales, pero no es raro que también sean epidémicas. Cuando un aluvión de Espíritus malos se lanza sobre una localidad, es como si un ejército enemigo la invadiese. En ese caso, la cantidad de los individuos atacados puede llegar a ser considerable.*
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* Fue una epidemia de esa clase la que hace algunos años atacó la aldea de Morzine, en Saboya. (Véase el relato completo de esa epidemia en la Revista Espírita de diciembre de 1862; enero, febrero, abril y mayo de 1863.) (N. de Allan Kardec.)
CAPÍTULO XV - Los milagros en el Evangelio
Superioridad de la naturaleza de Jesús
1. Los hechos relatados en el Evangelio, que hasta hoy han sido considerados milagrosos, pertenecen en su mayoría al orden de los fenómenos psíquicos, es decir, a los que tienen como causa primera las facultades y los atributos del alma. Si se los compara con los descriptos y explicados en el capítulo precedente, se reconocerá sin dificultades que existe entre ellos una identidad de causa y efecto. La Historia registra otros hechos análogos, en todas las épocas y en todos los pueblos, dado que, a partir de que hay almas encarnadas y desencarnadas, forzosamente han tenido que producirse los mismos efectos. Es verdad que se puede dudar de la veracidad de la Historia, en lo que se refiere a ese punto; no obstante, en la actualidad esos hechos se producen ante nuestros ojos y, por así decirlo, a voluntad y a través de individuos que nada tienen de excepcionales. Basta con que un fenómeno se reproduzca en condiciones idénticas, para probar que es posible, que está sometido a una ley y que, por consiguiente, no es milagroso.
El principio de los fenómenos psíquicos se basa, como ya hemos visto, en las propiedades del fluido periespiritual, que constituye el agente magnético; en las manifestaciones de la vida espiritual, durante la vida corporal y después de la muerte; y finalmente en el estado constitutivo de los Espíritus, y en el rol que estos desempeñan como fuerza activa de la naturaleza. Conocidos estos elementos y comprobados sus efectos, se debe en consecuencia admitir la posibilidad de ciertos hechos, que han sido rechazados mientras se les atribuía un origen sobrenatural.
El principio de los fenómenos psíquicos se basa, como ya hemos visto, en las propiedades del fluido periespiritual, que constituye el agente magnético; en las manifestaciones de la vida espiritual, durante la vida corporal y después de la muerte; y finalmente en el estado constitutivo de los Espíritus, y en el rol que estos desempeñan como fuerza activa de la naturaleza. Conocidos estos elementos y comprobados sus efectos, se debe en consecuencia admitir la posibilidad de ciertos hechos, que han sido rechazados mientras se les atribuía un origen sobrenatural.
2. Sin prejuzgar acerca de la naturaleza de Cristo, cuyo examen no está incluido en el objeto de esta obra, y a partir de la hipótesis que lo considera apenas un Espíritu superior, no podemos dejar de reconocer que Él es uno de los Espíritus del orden más elevado, que por sus virtudes se encuentra muy por encima de la humanidad terrestre. A consecuencia de los inmensos resultados que produjo, su encarnación en este mundo ha sido, forzosamente, una de esas misiones que la Divinidad sólo confía a sus mensajeros directos, para el cumplimiento de sus designios. En el supuesto de que no fuera el propio Dios, sino un enviado de Dios, para transmitir su palabra a los hombres, Jesús ha sido más que un profeta, porque Él ha sido un Mesías divino.
Como hombre, tenía el organismo de los seres carnales, pero como Espíritu puro, desprendido de la materia, vivía más la vida espiritual que la vida corporal, cuyas debilidades no padecía. La superioridad de Jesús con relación a los hombres no era el resultado de las cualidades particulares de su cuerpo, sino de las de su Espíritu, que dominaba a la materia de un modo absoluto, y de la cualidad de su periespíritu, extraído de la parte más quintaesenciada de los fluidos terrestres. (Véase el Capítulo XIV, § 9.) Su alma no se encontraba prisionera del cuerpo más que por los vínculos estrictamente indispensables. Constantemente desprendida, ella le otorgaba la doble vista no sólo permanente, sino de una penetración excepcional, muy superior a la que poseen los hombres comunes. Lo mismo debía de darse en Él con relación a los fenómenos que dependen de los fluidos periespirituales o psíquicos. La calidad de esos fluidos le confería un inmenso poder magnético, secundado por el deseo incesante de hacer el bien.
¿Actuaría como médium en las curaciones que producía? ¿Se lo podría considerar un poderoso médium curativo? No, puesto que el médium es un intermediario, un instrumento del que se sirven los Espíritus desencarnados. Ahora bien, Cristo no precisaba asistencia; Él era quien asistía a los demás. Obraba por sí mismo debido a su poder personal, como en ciertos casos pueden hacerlo los encarnados, en la medida de sus fuerzas. Por otra parte, ¿qué Espíritu osaría infundirle sus propios pensamientos y le encargaría transmitirlos? Si acaso Él recibía algún influjo ajeno, este sólo podría provenir de Dios. Según la definición dada por un Espíritu, Jesús era médium de Dios.
Como hombre, tenía el organismo de los seres carnales, pero como Espíritu puro, desprendido de la materia, vivía más la vida espiritual que la vida corporal, cuyas debilidades no padecía. La superioridad de Jesús con relación a los hombres no era el resultado de las cualidades particulares de su cuerpo, sino de las de su Espíritu, que dominaba a la materia de un modo absoluto, y de la cualidad de su periespíritu, extraído de la parte más quintaesenciada de los fluidos terrestres. (Véase el Capítulo XIV, § 9.) Su alma no se encontraba prisionera del cuerpo más que por los vínculos estrictamente indispensables. Constantemente desprendida, ella le otorgaba la doble vista no sólo permanente, sino de una penetración excepcional, muy superior a la que poseen los hombres comunes. Lo mismo debía de darse en Él con relación a los fenómenos que dependen de los fluidos periespirituales o psíquicos. La calidad de esos fluidos le confería un inmenso poder magnético, secundado por el deseo incesante de hacer el bien.
¿Actuaría como médium en las curaciones que producía? ¿Se lo podría considerar un poderoso médium curativo? No, puesto que el médium es un intermediario, un instrumento del que se sirven los Espíritus desencarnados. Ahora bien, Cristo no precisaba asistencia; Él era quien asistía a los demás. Obraba por sí mismo debido a su poder personal, como en ciertos casos pueden hacerlo los encarnados, en la medida de sus fuerzas. Por otra parte, ¿qué Espíritu osaría infundirle sus propios pensamientos y le encargaría transmitirlos? Si acaso Él recibía algún influjo ajeno, este sólo podría provenir de Dios. Según la definición dada por un Espíritu, Jesús era médium de Dios.
Sueños
3. José, dice el Evangelio, fue avisado por un ángel, que se le apareció en sueños y le aconsejó que huyera a Egipto con el niño. (San Mateo, 2:19 a 23.)
Los avisos por medio de sueños desempeñan un rol importante en los libros sagrados de todas las religiones. Sin garantizar la exactitud de todos los fenómenos narrados, y sin discutirlos, el fenómeno en sí mismo no tiene nada de anormal, pues se sabe que, durante el dormir, el Espíritu se desprende de los lazos de la materia e ingresa momentáneamente en la vida espiritual, donde se encuentra con quienes son sus conocidos. Esa es a menudo la ocasión que los Espíritus protectores aprovechan para manifestarse a sus protegidos, y darles consejos más directos. Son numerosos los ejemplos auténticos de avisos a través de sueños; no obstante, no se debe inferir de ahí que todos los sueños sean avisos, y menos aún que todo lo que se vea en sueños tenga algún significado. El arte de interpretar los sueños debe ser incluido en la nómina de las creencias supersticiosas y absurdas. (Véase el Capítulo XIV, §§ 27 y 28.)
Los avisos por medio de sueños desempeñan un rol importante en los libros sagrados de todas las religiones. Sin garantizar la exactitud de todos los fenómenos narrados, y sin discutirlos, el fenómeno en sí mismo no tiene nada de anormal, pues se sabe que, durante el dormir, el Espíritu se desprende de los lazos de la materia e ingresa momentáneamente en la vida espiritual, donde se encuentra con quienes son sus conocidos. Esa es a menudo la ocasión que los Espíritus protectores aprovechan para manifestarse a sus protegidos, y darles consejos más directos. Son numerosos los ejemplos auténticos de avisos a través de sueños; no obstante, no se debe inferir de ahí que todos los sueños sean avisos, y menos aún que todo lo que se vea en sueños tenga algún significado. El arte de interpretar los sueños debe ser incluido en la nómina de las creencias supersticiosas y absurdas. (Véase el Capítulo XIV, §§ 27 y 28.)
La estrella de los magos
4. Dicen que una estrella se apareció a los magos que fueron a adorar a Jesús; que esa estrella iba delante de ellos para indicarles el camino y que se detuvo cuando llegaron. (San Mateo, 2:1 a 12.)
La cuestión no es saber si el hecho narrado por san Mateo es real o no, o si no es más que una figura destinada a indicar que los magos fueron guiados, de una manera misteriosa, hasta el lugar donde estaba el niño Jesús, dado que no existe ningún medio de comprobación. Se trata, pues, de saber si un hecho de esa naturaleza es posible.
Lo cierto es que, en aquella circunstancia, la luz no podía atribuirse a una estrella. En la época en que se produjo ese acontecimiento era imposible que se creyera en algo así, porque entonces se suponía que las estrellas eran puntos luminosos incrustados en el firmamento y que podían caer sobre la Tierra; pero no hoy, cuando se conoce la naturaleza de las estrellas.
Aunque la causa que se atribuyó al hecho sea falsa, la aparición de una luz con el aspecto de estrella no es algo imposible. Un Espíritu puede aparecer con una forma luminosa, o transformar una parte de su fluido periespiritual en un foco luminoso. Muchos hechos de ese tipo, recientes y perfectamente auténticos, no tienen otra causa, que nada presenta de sobrenatural. (Véase el Capítulo XIV, § 13 y siguientes.)
La cuestión no es saber si el hecho narrado por san Mateo es real o no, o si no es más que una figura destinada a indicar que los magos fueron guiados, de una manera misteriosa, hasta el lugar donde estaba el niño Jesús, dado que no existe ningún medio de comprobación. Se trata, pues, de saber si un hecho de esa naturaleza es posible.
Lo cierto es que, en aquella circunstancia, la luz no podía atribuirse a una estrella. En la época en que se produjo ese acontecimiento era imposible que se creyera en algo así, porque entonces se suponía que las estrellas eran puntos luminosos incrustados en el firmamento y que podían caer sobre la Tierra; pero no hoy, cuando se conoce la naturaleza de las estrellas.
Aunque la causa que se atribuyó al hecho sea falsa, la aparición de una luz con el aspecto de estrella no es algo imposible. Un Espíritu puede aparecer con una forma luminosa, o transformar una parte de su fluido periespiritual en un foco luminoso. Muchos hechos de ese tipo, recientes y perfectamente auténticos, no tienen otra causa, que nada presenta de sobrenatural. (Véase el Capítulo XIV, § 13 y siguientes.)
Doble vista. Lectura del pensamiento:
Entrada de Jesús en Jerusalén
5. “Cuando se aproximaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, en las cercanías del monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: ‘Id a esa aldea que está delante de vosotros, y al llegar encontraréis atada una asna y junto a ella su pollino; desatadlos y traédmelos. Y si alguien os dice algo, responded que el Señor los necesita, pero de inmediato los devolverá’. Todo eso sucedió a fin de que se cumpliese esta palabra del profeta: ‘Decid a la hija de Sión: He aquí tu rey, que viene a ti lleno de mansedumbre, montado en una asna y un pollino, hijo de la que está bajo el yugo. (Véase Zacarías, 9:9 y 10.)
”Los discípulos, entonces, fueron e hicieron lo que Jesús les había ordenado: Trajeron la asna y el pollino, los cubrieron con sus mantos e hicieron que Él se sentara encima.” (San Mateo, 21:1 a 7.)
”Los discípulos, entonces, fueron e hicieron lo que Jesús les había ordenado: Trajeron la asna y el pollino, los cubrieron con sus mantos e hicieron que Él se sentara encima.” (San Mateo, 21:1 a 7.)
El beso de Judas
6. “Dijo Jesús: ‘Levantaos, vámonos, que ya está cerca de aquí aquel que me habrá de traicionar’. Todavía no había acabado de decir esas palabras cuando Judas, uno de los doce, llegó acompañado de un grupo de gente armada con espadas y palos, enviados por los príncipes de los sacerdotes y por los ancianos del pueblo. El que lo traicionaba les había dado señal para que lo reconocieran, diciéndoles: ‘Aquel a quien yo bese, ese es el que buscáis; prendedlo’. Enseguida, pues, se aproximó a Jesús y le dijo: ‘Maestro, yo te saludo’; y lo besó. Jesús le respondió: ‘Amigo, ¿qué has venido a hacer aquí?’ Entonces los otros avanzaron, se lanzaron sobre Jesús y lo prendieron.” (San Mateo, 26:46 a 50.)
La pesca milagrosa
7. “Un día que Jesús estaba a la orilla del lago de Genesaret, como la multitud lo apretujaba para oír la palabra de Dios, vio Él dos barcas amarradas al borde del lago. Los pescadores habían bajado de ellas y lavaban sus redes. Entró en una de esas barcas, que era de Simón, y le pidió que la apartase un poco de la orilla; y, habiéndose sentado, enseñaba al pueblo desde la barca.
”Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: ‘Avanza hacia el mar y lanza tus redes para pescar’. Simón le respondió: ‘Maestro, trabajamos toda la noche y no pescamos nada; pero como tú lo ordenas, echaré la red’. Habiéndola lanzado, capturaron tal cantidad de peces que la red se rompió. Hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que se acercaran a ayudarlos. Vinieron, pues, y llenaron tanto las barcas, que por poco estas no se hundieron.” (San Lucas, 5: 1 a 7.)
”Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: ‘Avanza hacia el mar y lanza tus redes para pescar’. Simón le respondió: ‘Maestro, trabajamos toda la noche y no pescamos nada; pero como tú lo ordenas, echaré la red’. Habiéndola lanzado, capturaron tal cantidad de peces que la red se rompió. Hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que se acercaran a ayudarlos. Vinieron, pues, y llenaron tanto las barcas, que por poco estas no se hundieron.” (San Lucas, 5: 1 a 7.)
Vocación de Pedro, Andrés, Santiago, Juan y Mateo
8. “Caminando a lo largo del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, que echaban sus redes al mar, pues eran pescadores; y les dijo: ‘Seguidme, y os haré pescadores de hombres’. Y ellos al instante dejaron sus redes y lo siguieron.
”De ahí, caminando, vio a otros dos hermanos, Santiago, hijo de Zebedeo, y su hermano Juan, que estaban en una barca con Zebedeo, padre de ambos, reparando sus redes, y los llamó. Y ellos al instante dejaron las redes y a su padre, y lo siguieron.” (San Mateo, 4:18 a 22.)
“Al salir de allí, al pasar vio Jesús a un hombre sentado en el despacho de los impuestos, llamado Mateo, y le dijo: ‘Sígueme’. Y el hombre de inmediato se levantó y lo siguió.” (San Mateo, 9:9.)
”De ahí, caminando, vio a otros dos hermanos, Santiago, hijo de Zebedeo, y su hermano Juan, que estaban en una barca con Zebedeo, padre de ambos, reparando sus redes, y los llamó. Y ellos al instante dejaron las redes y a su padre, y lo siguieron.” (San Mateo, 4:18 a 22.)
“Al salir de allí, al pasar vio Jesús a un hombre sentado en el despacho de los impuestos, llamado Mateo, y le dijo: ‘Sígueme’. Y el hombre de inmediato se levantó y lo siguió.” (San Mateo, 9:9.)
9. Estos hechos no tienen nada de sorprendente para quien conozca el poder de la doble vista y la causa, absolutamente natural, de esa facultad. Jesús la poseía en grado sumo, y se puede decir que esta constituía su estado normal, conforme lo prueba un gran número de actos de su vida, y de lo que dan explicación, en la actualidad, los fenómenos magnéticos y el espiritismo.
La pesca calificada de milagrosa también se justifica con la doble vista. Jesús no produjo peces de modo espontáneo donde no los había, sino que vio, con la vista del alma, como habría podido hacerlo un lúcido vigía, el lugar donde se encontraban los peces, y entonces pudo decir con seguridad a los pescadores que lanzaran allí sus redes.
La penetración del pensamiento y, por consiguiente, ciertas previsiones, son consecuencia de la vista espiritual. Cuando Jesús convoca a su lado a Pedro, Andrés, Santiago, Juan y Mateo, se debe a que ya conocía sus disposiciones íntimas, y sabía que ellos lo acompañarían y que eran capaces de cumplir la misión que se proponía confiarles. Era necesario que ellos mismos intuyeran la misión que habrían de desempeñar, para responder al llamado de Jesús. Lo mismo sucedió cuando, en ocasión de la Cena, anunció que uno de los doce habría de traicionarlo y lo señaló, diciendo que era aquel que pusiera la mano en el plato, y también cuando dijo que Pedro lo negaría.
En muchos pasajes del Evangelio se lee: “Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo…” Ahora bien, ¿cómo podría Él conocer el pensamiento de sus interlocutores, si no fuese por la irradiación fluídica de esos pensamientos y, al mismo tiempo, por la visión espiritual que le permitía leer en el fuero interior de las personas?
A menudo, en el supuesto de que un pensamiento se halla sepultado profundamente entre los pliegues del alma, el hombre no sospecha que es portador de un espejo donde se refleja ese pensamiento, de un revelador, en su propia irradiación fluídica, impregnada de él. Si viésemos el mecanismo del mundo invisible que nos rodea, las ramificaciones de esos hilos conductores del pensamiento, que vinculan a todos los seres inteligentes, corporales e incorporales, los efluvios fluídicos cargados de las marcas del mundo moral, y que atraviesan el espacio como corrientes aé- reas, quedaríamos mucho menos sorprendidos ante ciertos efectos que la ignorancia atribuye al acaso. (Véase el Capítulo XIV, §§ 15, 22 y siguientes.)
La pesca calificada de milagrosa también se justifica con la doble vista. Jesús no produjo peces de modo espontáneo donde no los había, sino que vio, con la vista del alma, como habría podido hacerlo un lúcido vigía, el lugar donde se encontraban los peces, y entonces pudo decir con seguridad a los pescadores que lanzaran allí sus redes.
La penetración del pensamiento y, por consiguiente, ciertas previsiones, son consecuencia de la vista espiritual. Cuando Jesús convoca a su lado a Pedro, Andrés, Santiago, Juan y Mateo, se debe a que ya conocía sus disposiciones íntimas, y sabía que ellos lo acompañarían y que eran capaces de cumplir la misión que se proponía confiarles. Era necesario que ellos mismos intuyeran la misión que habrían de desempeñar, para responder al llamado de Jesús. Lo mismo sucedió cuando, en ocasión de la Cena, anunció que uno de los doce habría de traicionarlo y lo señaló, diciendo que era aquel que pusiera la mano en el plato, y también cuando dijo que Pedro lo negaría.
En muchos pasajes del Evangelio se lee: “Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo…” Ahora bien, ¿cómo podría Él conocer el pensamiento de sus interlocutores, si no fuese por la irradiación fluídica de esos pensamientos y, al mismo tiempo, por la visión espiritual que le permitía leer en el fuero interior de las personas?
A menudo, en el supuesto de que un pensamiento se halla sepultado profundamente entre los pliegues del alma, el hombre no sospecha que es portador de un espejo donde se refleja ese pensamiento, de un revelador, en su propia irradiación fluídica, impregnada de él. Si viésemos el mecanismo del mundo invisible que nos rodea, las ramificaciones de esos hilos conductores del pensamiento, que vinculan a todos los seres inteligentes, corporales e incorporales, los efluvios fluídicos cargados de las marcas del mundo moral, y que atraviesan el espacio como corrientes aé- reas, quedaríamos mucho menos sorprendidos ante ciertos efectos que la ignorancia atribuye al acaso. (Véase el Capítulo XIV, §§ 15, 22 y siguientes.)
Curaciones
Pérdida de sangre
10. “Entonces, una mujer que desde hacía doce años padecía flujo de sangre; y que había padecido mucho en manos de los mé- dicos y había gastado todos sus bienes sin que hubiera conseguido ningún alivio, sino que estaba peor, habiendo oído hablar de Jesús, se acercó entre la multitud por detrás de Él y tocó sus vestidos. Pues decía: ‘Si logro al menos tocar sus vestidos, quedaré curada’. En ese mismo instante, el flujo de sangre se secó y sintió en su cuerpo que estaba curada de aquella enfermedad.
”Luego, Jesús, conociendo en sí mismo la virtud que de él había salido, se volvió en medio de la multitud y dijo: ‘¿Quién tocó mis vestidos?’ Sus discípulos le dijeron: ‘¿Ves que la multitud te oprime por todos lados y preguntas quién te tocó?’ Pero Él miraba alrededor suyo para descubrir a la que lo había tocado.
”Pero la mujer, que sabía lo que le había sucedido, se acercó llena de miedo y pavor, se postró ante Jesús y le contó toda la verdad. Y Jesús le dijo: ‘Hija mía, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad.” (San Marcos, 5:25 a 34.)
”Luego, Jesús, conociendo en sí mismo la virtud que de él había salido, se volvió en medio de la multitud y dijo: ‘¿Quién tocó mis vestidos?’ Sus discípulos le dijeron: ‘¿Ves que la multitud te oprime por todos lados y preguntas quién te tocó?’ Pero Él miraba alrededor suyo para descubrir a la que lo había tocado.
”Pero la mujer, que sabía lo que le había sucedido, se acercó llena de miedo y pavor, se postró ante Jesús y le contó toda la verdad. Y Jesús le dijo: ‘Hija mía, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad.” (San Marcos, 5:25 a 34.)
11. Estas palabras: conociendo en sí mismo la virtud que de él había salido, son significativas. Expresan el movimiento fluídico que se había operado desde Jesús en dirección a la enferma; ambos habían experimentado la acción que acababa de producirse. Es de destacar que el efecto no fue provocado por ningún acto de la voluntad de Jesús; no hubo magnetización, ni imposición de las manos. Bastó la irradiación fluídica normal para realizar la curación.
Pero ¿por qué esa irradiación se dirigió hacia aquella mujer y no hacia otras personas, puesto que Jesús no pensaba en ella y estaba rodeado por una multitud?
La razón es muy simple. Considerado como materia terapéutica, el fluido debe alcanzar el desorden orgánico, a fin de repararlo; puede entonces ser dirigido sobre el mal por la voluntad del curador, o atraído por el deseo ardiente, por la confianza, en suma, por la fe del enfermo. En relación con la corriente fluídica, el curador actúa como una bomba impelente, y el enfermo como una bomba aspirante. A veces es necesaria la simultaneidad de las dos acciones; en otras, basta con una sola. El segundo caso fue el que ocurrió en el hecho que tratamos.
Así pues, Jesús tenía razón para decir: Tu fe te ha salvado. Se comprende que la fe a la que Él se refería no es una virtud mística, como la entienden muchas personas, sino una verdadera fuerza atractiva, de modo que aquel que no la posee opone a la corriente fluídica una fuerza repulsiva o, como mínimo, que paraliza la acción. Según eso, fácil es comprender que si se presentan al curador dos enfermos con la misma enfermedad, uno puede ser curado y otro no. Este es uno de los principios más importantes de la mediumnidad curadora, que explica ciertas anomalías aparentes e indica que tienen una causa muy natural. (Véase el Capítulo XIV, §§ 31, 32 y 33.)
Pero ¿por qué esa irradiación se dirigió hacia aquella mujer y no hacia otras personas, puesto que Jesús no pensaba en ella y estaba rodeado por una multitud?
La razón es muy simple. Considerado como materia terapéutica, el fluido debe alcanzar el desorden orgánico, a fin de repararlo; puede entonces ser dirigido sobre el mal por la voluntad del curador, o atraído por el deseo ardiente, por la confianza, en suma, por la fe del enfermo. En relación con la corriente fluídica, el curador actúa como una bomba impelente, y el enfermo como una bomba aspirante. A veces es necesaria la simultaneidad de las dos acciones; en otras, basta con una sola. El segundo caso fue el que ocurrió en el hecho que tratamos.
Así pues, Jesús tenía razón para decir: Tu fe te ha salvado. Se comprende que la fe a la que Él se refería no es una virtud mística, como la entienden muchas personas, sino una verdadera fuerza atractiva, de modo que aquel que no la posee opone a la corriente fluídica una fuerza repulsiva o, como mínimo, que paraliza la acción. Según eso, fácil es comprender que si se presentan al curador dos enfermos con la misma enfermedad, uno puede ser curado y otro no. Este es uno de los principios más importantes de la mediumnidad curadora, que explica ciertas anomalías aparentes e indica que tienen una causa muy natural. (Véase el Capítulo XIV, §§ 31, 32 y 33.)
El ciego de Betsaida
12. “Habiendo llegado a Betsaida, le trajeron un ciego y le pedían que lo toque. Tomando al ciego de la mano, Él lo llevó fuera del pueblo, le puso saliva en los ojos y habiéndole impuesto las manos le preguntó si veía algo. El hombre, mirando, dijo: ‘Veo andar hombres, que me parecen árboles’. Jesús le puso de nuevo las manos sobre los ojos, y él comenzó a ver mejor. Al final quedó tan perfectamente curado que veía claramente todas las cosas.
”Y Jesús lo envió a su casa, diciéndole: ‘Ve a tu casa; y si entras en el pueblo no le digas a nadie lo que ocurrió contigo’.” (San Marcos, 8:22 a 26.)
”Y Jesús lo envió a su casa, diciéndole: ‘Ve a tu casa; y si entras en el pueblo no le digas a nadie lo que ocurrió contigo’.” (San Marcos, 8:22 a 26.)
13. Aquí es evidente el efecto magnético: la curación no fue instantánea, sino gradual, y como consecuencia de una acción prolongada y reiterada, aunque más rápida que en la magnetización ordinaria. La primera sensación de este hombre es la que experimentan los ciegos al recobrar la vista. Por un efecto óptico, los objetos les parecen de tamaño exagerado.
El paralítico
14. “Habiendo subido a una barca, Jesús atravesó el lago y vino a su ciudad (Cafarnaúm). Y le presentaron un paralítico tendido en una camilla. Jesús, al notar su fe, dijo al paralítico: ‘Hijo mío, ten confianza; tus pecados te son perdonados’.
”Entonces algunos escribas dijeron entre sí: ‘Este hombre blasfema’. Pero Jesús, conociendo lo que ellos pensaban, les dijo: ‘¿Por qué tenéis malos pensamientos en vuestros corazones? Pues, ¿qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?
”Ahora, para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la Tierra el poder de perdonar los pecados –dijo entonces al paralítico–: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. El paralítico se levantó inmediatamente y se fue a su casa. Viendo aquel milagro, el pueblo se llenó de temor y glorificó a Dios por haber concedido tal poder a los hombres.” (San Mateo, 9:1 a 8.)
”Entonces algunos escribas dijeron entre sí: ‘Este hombre blasfema’. Pero Jesús, conociendo lo que ellos pensaban, les dijo: ‘¿Por qué tenéis malos pensamientos en vuestros corazones? Pues, ¿qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?
”Ahora, para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la Tierra el poder de perdonar los pecados –dijo entonces al paralítico–: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. El paralítico se levantó inmediatamente y se fue a su casa. Viendo aquel milagro, el pueblo se llenó de temor y glorificó a Dios por haber concedido tal poder a los hombres.” (San Mateo, 9:1 a 8.)
15. ¿Qué podían significar estas palabras: Tus pecados te son perdonados, y en qué podían influir para la curación? El espiritismo les da una explicación, como a una infinidad de otras palabras que no han sido comprendidas hasta el día de hoy. Nos enseña, por medio de la pluralidad de las existencias, que los males y las aflicciones de la vida suelen ser expiaciones del pasado, así como que sufrimos en la vida presente las consecuencias de las faltas que cometimos en una existencia anterior. Así será hasta que hayamos pagado la deuda de nuestras imperfecciones, pues las existencias son solidarias unas con otras.
Por lo tanto, si la enfermedad de aquel hombre era un castigo por el mal que había cometido, estas palabras de Jesús: Tus pecados te son perdonados, equivalían a estas otras: “Pagaste tu deuda; la fe que ahora posees anuló la causa de tu enfermedad; en consecuencia, mereces quedar libre de ella”. Por eso dijo a los escribas: “Tan fácil es decir: Tus pecados te son perdonados, como: Levántate y anda”. Desaparecida la causa, el efecto debe cesar. Es el mismo caso que el de un prisionero a quien se le dice: “Tu crimen ha quedado expiado y perdonado”, lo que equivaldría a decirle: “Puedes salir de la prisión”.
Por lo tanto, si la enfermedad de aquel hombre era un castigo por el mal que había cometido, estas palabras de Jesús: Tus pecados te son perdonados, equivalían a estas otras: “Pagaste tu deuda; la fe que ahora posees anuló la causa de tu enfermedad; en consecuencia, mereces quedar libre de ella”. Por eso dijo a los escribas: “Tan fácil es decir: Tus pecados te son perdonados, como: Levántate y anda”. Desaparecida la causa, el efecto debe cesar. Es el mismo caso que el de un prisionero a quien se le dice: “Tu crimen ha quedado expiado y perdonado”, lo que equivaldría a decirle: “Puedes salir de la prisión”.
Los diez leprosos
16. “Un día, yendo Él para Jerusalén, pasaba por los confines entre Samaria y Galilea, y, estando a punto de entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: ‘Jesús, Señor nuestro, ten piedad de nosotros’. Al verlos, Jesús les dijo: ‘Id a mostraros a los sacerdotes’. Y sucedió que, cuando iban en camino, quedaron curados.
”Uno de ellos, viéndose curado, volvió sobre sus pasos glorificando a Dios en alta voz; y se postró a los pies de Jesús, con el rostro en la tierra, para rendirle gracias. Y ese era samaritano.
”Dijo entonces Jesús: ‘¿No fueron curados los diez? ¿Dónde están los otros nueve? ¿Ninguno de ellos hubo que volviera a glorificar a Dios, a no ser este extranjero?’ Y le dijo a ese: ‘Levántate y vete; tu fe te ha salvado’.” (San Lucas, 17:11 a 19.)
”Uno de ellos, viéndose curado, volvió sobre sus pasos glorificando a Dios en alta voz; y se postró a los pies de Jesús, con el rostro en la tierra, para rendirle gracias. Y ese era samaritano.
”Dijo entonces Jesús: ‘¿No fueron curados los diez? ¿Dónde están los otros nueve? ¿Ninguno de ellos hubo que volviera a glorificar a Dios, a no ser este extranjero?’ Y le dijo a ese: ‘Levántate y vete; tu fe te ha salvado’.” (San Lucas, 17:11 a 19.)
17. Los samaritanos eran cismáticos, a semejanza de los protestantes en relación con los católicos, y los judíos los consideraban herejes y los despreciaban por ello. Al curar indistintamente a judíos y samaritanos, Jesús daba al mismo tiempo una lección y un ejemplo de tolerancia; y al destacar que sólo el samaritano había regresado para glorificar a Dios, mostraba que había en él mayor suma de verdadera fe y de reconocimiento que en los que se decían ortodoxos. Agregando: Tu fe te ha salvado, hizo ver que Dios considera lo que hay en el fondo del corazón, y no la forma exterior de la adoración. Sin embargo, los otros nueve también habían sido curados. Fue preciso que así sucediera, para que Él pudiese dar la enseñanza que estaba en sus planes y hacer evidente la ingratitud de ellos. Pero ¿quién sabe lo que de ahí resultó para esos nueve? ¿Quién sabe si ellos se beneficiaron con la gracia que se les concedió? Al decir al samaritano: Tu fe te ha salvado, Jesús daba a entender que no había ocurrido lo mismo con los otros.
La mano seca
18. “Jesús entró de nuevo en la sinagoga, y allí encontró un hombre que tenía seca una de las manos. Y lo observaban para ver si Él lo curaba en día de sábado, para tener un motivo de qué acusarlo. Entonces dijo Él al hombre que tenía la mano seca: ‘Levántate y colócate ahí en medio’. Después les dijo a los presentes: ‘¿Está permitido en día de sábado hacer el bien en vez del mal, salvar la vida en vez de quitarla?’ Pero ellos permanecieron en silencio. Entonces, Jesús, mirándolos con ira, apenado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: ‘Extiende la mano’. Él la extendió y esta se quedó sana.
”En cuanto salieron los fariseos, se confabularon con los herodianos contra Él, para ver cómo eliminarlo. Pero Jesús se retiró con sus discípulos hacia el mar, y lo siguió una gran multitud de Galilea y de Judea, de Jerusalén, de Idumea y del otro lado del Jordán; y los de los alrededores de Tiro y de Sidón, habiendo oído hablar de las cosas que Él hacía, vinieron en gran número a su encuentro.” (San Marcos, 3:1 a 8.)
”En cuanto salieron los fariseos, se confabularon con los herodianos contra Él, para ver cómo eliminarlo. Pero Jesús se retiró con sus discípulos hacia el mar, y lo siguió una gran multitud de Galilea y de Judea, de Jerusalén, de Idumea y del otro lado del Jordán; y los de los alrededores de Tiro y de Sidón, habiendo oído hablar de las cosas que Él hacía, vinieron en gran número a su encuentro.” (San Marcos, 3:1 a 8.)
La mujer encorvada
19. “Enseñaba Jesús en una sinagoga todos los días de sábado. Un día vio allí a una mujer poseída de un Espíritu que la tenía enferma hacía dieciocho años; estaba tan encorvada que no podía mirar hacia arriba. Al verla Jesús, la llamó y le dijo: ‘Mujer, estás libre de tu enfermedad’. Entonces le impuso las manos, y al instante ella se enderezó, y rendía gracias a Dios.
”Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús hubiese hecho una cura en día de sábado, dijo al pueblo: ‘Hay seis días destinados al trabajo; venid en esos días para que seáis curados, y no en los días de sábado’.
”El Señor, tomando la palabra le dijo: ‘Hipócrita, ¿cuál de vosotros no desata del pesebre a su buey o su asno en día de sábado, y no lo lleva a beber? ¿Por qué entonces no se debería, en día de sábado, liberar de sus lazos a esta hija de Abraham, que Satanás conservó atada durante dieciocho años?’
”Ante esas palabras, sus adversarios quedaron confundidos, y todo el pueblo se alegraba de verlo practicar tantas acciones gloriosas.” (San Lucas, 13:10 a 17.)
”Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús hubiese hecho una cura en día de sábado, dijo al pueblo: ‘Hay seis días destinados al trabajo; venid en esos días para que seáis curados, y no en los días de sábado’.
”El Señor, tomando la palabra le dijo: ‘Hipócrita, ¿cuál de vosotros no desata del pesebre a su buey o su asno en día de sábado, y no lo lleva a beber? ¿Por qué entonces no se debería, en día de sábado, liberar de sus lazos a esta hija de Abraham, que Satanás conservó atada durante dieciocho años?’
”Ante esas palabras, sus adversarios quedaron confundidos, y todo el pueblo se alegraba de verlo practicar tantas acciones gloriosas.” (San Lucas, 13:10 a 17.)
20. Este hecho prueba que en aquella época la mayor parte de las enfermedades era atribuida al demonio, y que todos confundían, como todavía hoy, a los posesos con los enfermos, pero en sentido inverso, es decir que hoy, los que no creen en los Espíritus malos confunden las obsesiones con las enfermedades patológicas.
El paralítico de la piscina
21. “Después de eso, habiendo llegado la fiesta de los judíos, Jesús fue a Jerusalén. Había en Jerusalén una piscina de las ovejas, que se llamaba en hebreo Betesda, que tenía cinco galerías. En ellas se hallaban tendidos gran número de enfermos, ciegos, cojos y los que tenían los miembros resecos, todos a la espera de que el agua fuese agitada. Porque el ángel del Señor descendía de tiempo en tiempo a la piscina y agitaba el agua, y el primero que entraba en ella después de la agitación del agua, quedaba curado de cualquier enfermedad que tuviera.
”Había allí un hombre que se encontraba enfermo hacía treinta y ocho años. Jesús, habiéndolo visto y sabiéndolo enfermo desde largo tiempo, le preguntó: ‘¿Quieres quedar curado?’ El enfermo respondió: ‘Señor, no tengo nadie que me meta en la piscina cuando el agua es agitada; y durante el tiempo que me toma llegar hasta allí, otro desciende antes que yo’. Jesús le dijo: ‘Levántate, toma tu camilla y anda’. Y al instante el hombre quedó curado, y tomando su camilla se puso a andar. Ahora, aquel día era sábado.
”Dijeron entonces los judíos a aquel que había sido curado: ‘Hoy es sábado y no te está permitido que te lleves tu camilla’. Respondió el hombre: ‘Aquel que me curó dijo: Toma tu camilla y anda’. Le preguntaron ellos entonces: ‘¿Quién fue ese que te dijo: Toma tu camilla y anda?’ Pero el que había sido curado no sabía quién era ese, porque Jesús se había retirado de en medio de la multitud que estaba allí.
”Después, al encontrar a aquel hombre en el Templo, Jesús le dijo: ‘Ves que fuiste curado; no vuelvas a pecar en el futuro, para que no te suceda algo peor’.
”El hombre fue a ver a los judíos y les dijo que era Jesús quien lo había curado. Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía esas cosas en día de sábado. Entonces, Jesús les dijo: ‘Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo trabajo también.” (San Juan, 5:1 a 17.)
”Había allí un hombre que se encontraba enfermo hacía treinta y ocho años. Jesús, habiéndolo visto y sabiéndolo enfermo desde largo tiempo, le preguntó: ‘¿Quieres quedar curado?’ El enfermo respondió: ‘Señor, no tengo nadie que me meta en la piscina cuando el agua es agitada; y durante el tiempo que me toma llegar hasta allí, otro desciende antes que yo’. Jesús le dijo: ‘Levántate, toma tu camilla y anda’. Y al instante el hombre quedó curado, y tomando su camilla se puso a andar. Ahora, aquel día era sábado.
”Dijeron entonces los judíos a aquel que había sido curado: ‘Hoy es sábado y no te está permitido que te lleves tu camilla’. Respondió el hombre: ‘Aquel que me curó dijo: Toma tu camilla y anda’. Le preguntaron ellos entonces: ‘¿Quién fue ese que te dijo: Toma tu camilla y anda?’ Pero el que había sido curado no sabía quién era ese, porque Jesús se había retirado de en medio de la multitud que estaba allí.
”Después, al encontrar a aquel hombre en el Templo, Jesús le dijo: ‘Ves que fuiste curado; no vuelvas a pecar en el futuro, para que no te suceda algo peor’.
”El hombre fue a ver a los judíos y les dijo que era Jesús quien lo había curado. Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía esas cosas en día de sábado. Entonces, Jesús les dijo: ‘Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo trabajo también.” (San Juan, 5:1 a 17.)
22. Entre los romanos, se denominaba piscina (de la palabra latina piscis, pez), a los estanques o viveros donde se criaban peces. Más tarde, el término se hizo extensivo a los tanques destinados a los baños en común.
La piscina de Betesda, en Jerusalén, era una cisterna próxima al Templo, alimentada por una fuente natural, cuyas aguas parecían haber tenido propiedades curativas. Se trataba, sin duda, de una fuente intermitente que, en ciertos momentos, brotaba con fuerza y agitaba el agua. Según la creencia vulgar, ese era el momento más favorable para las curaciones. En realidad, es probable que, cuando el agua brotaba de la fuente, sus propiedades fuesen más activas; o que la agitación producida por el agua, al brotar hiciese salir a la superficie el lodo saludable para algunas molestias. Esos efectos son muy naturales y perfectamente conocidos en la actualidad; pero en ese entonces, las ciencias estaban poco adelantadas y a la mayoría de los fenómenos inexplicables se le atribuía una causa sobrenatural. Los judíos, por consiguiente, creían que la agitación del agua se debía a la presencia de un ángel, y esa creencia les parecía aún más fundamentada por el hecho de que en esas ocasiones el agua era más saludable.
Después de haber curado a aquel hombre, Jesús le dijo: “No vuelvas a pecar en el futuro, a fin de que no te suceda una cosa peor”. Mediante esas palabras, le dio a entender que su enfermedad era un castigo, y que si no se enmendaba podría llegar a ser nuevamente castigado, y con más rigor aún. Esa doctrina concuerda por completo con la que enseña el espiritismo.
La piscina de Betesda, en Jerusalén, era una cisterna próxima al Templo, alimentada por una fuente natural, cuyas aguas parecían haber tenido propiedades curativas. Se trataba, sin duda, de una fuente intermitente que, en ciertos momentos, brotaba con fuerza y agitaba el agua. Según la creencia vulgar, ese era el momento más favorable para las curaciones. En realidad, es probable que, cuando el agua brotaba de la fuente, sus propiedades fuesen más activas; o que la agitación producida por el agua, al brotar hiciese salir a la superficie el lodo saludable para algunas molestias. Esos efectos son muy naturales y perfectamente conocidos en la actualidad; pero en ese entonces, las ciencias estaban poco adelantadas y a la mayoría de los fenómenos inexplicables se le atribuía una causa sobrenatural. Los judíos, por consiguiente, creían que la agitación del agua se debía a la presencia de un ángel, y esa creencia les parecía aún más fundamentada por el hecho de que en esas ocasiones el agua era más saludable.
Después de haber curado a aquel hombre, Jesús le dijo: “No vuelvas a pecar en el futuro, a fin de que no te suceda una cosa peor”. Mediante esas palabras, le dio a entender que su enfermedad era un castigo, y que si no se enmendaba podría llegar a ser nuevamente castigado, y con más rigor aún. Esa doctrina concuerda por completo con la que enseña el espiritismo.
23. Es probable que Jesús insistiera en realizar sus curaciones el día sábado, para tener la oportunidad de manifestar su desaprobación respecto del rigorismo de los fariseos en lo atinente a guardar ese día. Quería mostrarles que la verdadera piedad no consiste en la observancia de las prácticas exteriores y de las formalidades, sino que está en los sentimientos del corazón. Se justificaba declarando: “Mi Padre trabaja hasta hoy, y yo trabajo también”. Es decir: Dios no interrumpe sus obras ni su acción sobre las cosas de la naturaleza el día sábado. Continúa produciendo todo lo necesario para vuestra alimentación y vuestra salud, y yo sigo su ejemplo.
El ciego de nacimiento
24. “Al pasar, Jesús vio a un hombre que era ciego de nacimiento; y sus discípulos le hicieron esta pregunta: ‘Maestro, ¿quién ha pecado, ese hombre o sus padres, para que haya nacido ciego?’ Jesús les respondió: ‘Ni él pecó ni los que lo pusieron en el mundo; es para que en él se manifiesten las obras del poder de Dios. Es preciso que yo haga las obras de Aquel que me envió, mientras es de día; viene después la noche, en la cual nadie puede hacer obras. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo’.
”Dicho eso, escupió en el suelo, hizo lodo con su saliva y untó con ese lodo los ojos del ciego, y le dijo: ‘Ve a lavarte en la piscina de Siloé’ (que significa Enviado). Él fue, se lavó y volvió viendo con claridad.
”Sus vecinos y los que lo vieron antes pidiendo limosna decían: ‘¿No es este el que estaba sentado y pedía limosna?’ Unos respondían: ‘Es él’. Otros decían: ‘No, es alguien que se parece aél’. Pero el hombre les decía: ‘Soy yo’. Le preguntaron entonces: ‘¿Cómo se han abierto tus ojos?’ Él respondió: ‘Aquel hombre que se llama Jesús hizo un poco de lodo y lo pasó en mis ojos, diciendo: Ve a la piscina de Siloé y lávate. Yo fui, me lavé y veo’. Ellos le dijeron: ‘¿Dónde está él?’ Respondió el hombre: ‘No lo sé’.
”Llevaron entonces a los fariseos al hombre que había estado ciego. Pero fue un sábado el día que Jesús había hecho aquel lodo y le abrió los ojos.
”También los fariseos lo interrogaron para saber cómo había recobrado la vista. Él les dijo: ‘Me puso lodo en los ojos, me lavé y veo’. A lo que algunos fariseos replicaron: ‘Ese hombre no es enviado de Dios, porque no guarda el sábado’. Otros, sin embargo, decían: ‘¿Cómo podría un hombre malo hacer semejantes prodigios?’ Y había disensión entre ellos.
”Dijeron de nuevo al que había sido ciego: ‘Y tú, ¿qué dices de ese hombre, que te abrió los ojos?’ Él respondió: ‘Digo que es un profeta’. Pero los judíos no creyeron que aquel hombre había sido ciego, hasta tanto no hicieron venir al padre y a la madre del que recobró la vista, y los interrogaron del siguiente modo: ‘¿Es ese vuestro hijo, del que decís que ha nacido ciego? ¿Cómo es que él ahora ve?’ El padre y la madre respondieron: ‘Sabemos que ese es nuestro hijo y que nació ciego; pero no sabemos cómo ahora ve, y tampoco sabemos quién le abrió los ojos. Interrogadlo; él ya tiene edad, que responda por sí mismo’.
”Su padre y su madre hablaban de ese modo porque temían a los judíos, pues estos ya habían resuelto en común que, si alguno reconocía a Jesús como siendo el Cristo, sería expulsado de la sinagoga. Eso obligó al padre y a la madre a responder: ‘Él ya tiene edad; interrogadlo’.
”Llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: ‘Glorifica a Dios; sabemos que ese hombre es un pecador’. Él les respondió: ‘Si es un pecador, no lo sé; todo lo que sé es que estaba ciego y ahora veo’. Volvieron a preguntarle: ‘¿Qué te hizo y cómo te abrió los ojos?’ Respondió el hombre: ‘Ya os lo he dicho, y me habéis escuchado; ¿por qué queréis oírlo por segunda vez? ¿Queréis, acaso, convertiros en sus discípulos?’ A lo que ellos lo llenaron de injurias, y le dijeron: ‘Sé tú su discípulo; en cuanto a nosotros, somos discípulos de Moisés. Sabemos que Dios habló a Moisés, pero no sabemos de dónde ha salido este’.
”El hombre les respondió: ‘Es para asombro que no sepáis de dónde es, y que me haya abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores; pero, a aquel que lo honra y hace su voluntad, a ese Dios escucha. Desde que el mundo existe, jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. Si ese hombre no fuera un enviado de Dios, nada podría hacer de todo lo que ha hecho’.
”Le dijeron los fariseos: ‘Tú eres todo pecado, desde el vientre de tu madre, ¿y quieres enseñarnos a nosotros?’ Y lo expulsaron.” (San Juan, 9:1 a 34.)
”Dicho eso, escupió en el suelo, hizo lodo con su saliva y untó con ese lodo los ojos del ciego, y le dijo: ‘Ve a lavarte en la piscina de Siloé’ (que significa Enviado). Él fue, se lavó y volvió viendo con claridad.
”Sus vecinos y los que lo vieron antes pidiendo limosna decían: ‘¿No es este el que estaba sentado y pedía limosna?’ Unos respondían: ‘Es él’. Otros decían: ‘No, es alguien que se parece aél’. Pero el hombre les decía: ‘Soy yo’. Le preguntaron entonces: ‘¿Cómo se han abierto tus ojos?’ Él respondió: ‘Aquel hombre que se llama Jesús hizo un poco de lodo y lo pasó en mis ojos, diciendo: Ve a la piscina de Siloé y lávate. Yo fui, me lavé y veo’. Ellos le dijeron: ‘¿Dónde está él?’ Respondió el hombre: ‘No lo sé’.
”Llevaron entonces a los fariseos al hombre que había estado ciego. Pero fue un sábado el día que Jesús había hecho aquel lodo y le abrió los ojos.
”También los fariseos lo interrogaron para saber cómo había recobrado la vista. Él les dijo: ‘Me puso lodo en los ojos, me lavé y veo’. A lo que algunos fariseos replicaron: ‘Ese hombre no es enviado de Dios, porque no guarda el sábado’. Otros, sin embargo, decían: ‘¿Cómo podría un hombre malo hacer semejantes prodigios?’ Y había disensión entre ellos.
”Dijeron de nuevo al que había sido ciego: ‘Y tú, ¿qué dices de ese hombre, que te abrió los ojos?’ Él respondió: ‘Digo que es un profeta’. Pero los judíos no creyeron que aquel hombre había sido ciego, hasta tanto no hicieron venir al padre y a la madre del que recobró la vista, y los interrogaron del siguiente modo: ‘¿Es ese vuestro hijo, del que decís que ha nacido ciego? ¿Cómo es que él ahora ve?’ El padre y la madre respondieron: ‘Sabemos que ese es nuestro hijo y que nació ciego; pero no sabemos cómo ahora ve, y tampoco sabemos quién le abrió los ojos. Interrogadlo; él ya tiene edad, que responda por sí mismo’.
”Su padre y su madre hablaban de ese modo porque temían a los judíos, pues estos ya habían resuelto en común que, si alguno reconocía a Jesús como siendo el Cristo, sería expulsado de la sinagoga. Eso obligó al padre y a la madre a responder: ‘Él ya tiene edad; interrogadlo’.
”Llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: ‘Glorifica a Dios; sabemos que ese hombre es un pecador’. Él les respondió: ‘Si es un pecador, no lo sé; todo lo que sé es que estaba ciego y ahora veo’. Volvieron a preguntarle: ‘¿Qué te hizo y cómo te abrió los ojos?’ Respondió el hombre: ‘Ya os lo he dicho, y me habéis escuchado; ¿por qué queréis oírlo por segunda vez? ¿Queréis, acaso, convertiros en sus discípulos?’ A lo que ellos lo llenaron de injurias, y le dijeron: ‘Sé tú su discípulo; en cuanto a nosotros, somos discípulos de Moisés. Sabemos que Dios habló a Moisés, pero no sabemos de dónde ha salido este’.
”El hombre les respondió: ‘Es para asombro que no sepáis de dónde es, y que me haya abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores; pero, a aquel que lo honra y hace su voluntad, a ese Dios escucha. Desde que el mundo existe, jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. Si ese hombre no fuera un enviado de Dios, nada podría hacer de todo lo que ha hecho’.
”Le dijeron los fariseos: ‘Tú eres todo pecado, desde el vientre de tu madre, ¿y quieres enseñarnos a nosotros?’ Y lo expulsaron.” (San Juan, 9:1 a 34.)
25. Esta narración, tan simple e ingenua, lleva en sí el sello evidente de la verdad. En ella no hay nada fantástico ni maravilloso. Es una escena de la vida real captada en el momento en que se desarrollaba. El lenguaje de aquel ciego es exactamente el de esos hombres simples, en los cuales el buen sentido suple a la falta de conocimiento, que replican con bonhomía a los argumentos de sus adversarios, mediante razones a las que no les falta justicia ni oportunidad. El tono de los fariseos, ¿no es el de esos orgullosos que no admiten nada por encima de sus inteligencias, y que se llenan de indignación ante la sola idea de que un hombre del pueblo pueda hacerles observaciones? Exceptuando el carácter local de los nombres, se diría que el hecho pertenece a nuestra época.
Ser expulsado de la sinagoga equivalía a ser colocado fuera de la Iglesia. Era una especie de excomunión. Los espíritas, cuya doctrina es la de Cristo, interpretada de acuerdo con el progreso de los conocimientos actuales, son tratados como los judíos que reconocían en Jesús al propio Mesías. Al excomulgarlos, la Iglesia los coloca fuera de su seno, como hicieron los escribas y los fariseos con los seguidores de Cristo. ¡Aquí vemos un hombre que es expulsado porque no puede admitir que aquel que lo curó sea un poseído del demonio, y porque da gracias a Dios por su curación!
¿No es eso lo que hacen con los espíritas? Alegan que obtener de los Espíritus consejos saludables, la reconciliación con Dios y con el bien, curaciones, todo eso es obra del diablo y merece el anatema. ¿Acaso no hay sacerdotes que declaran desde lo alto del púlpito que es mejor que una persona se conserve incrédula antes que recobre la fe por medio del espiritismo? ¿No hay algunos que dicen a los enfermos que no debían haber procurado la curación a través de los espíritas que poseen ese don, porque ese don es satánico? ¿No hay otros que predican que los necesitados no deben aceptar el pan que distribuyen los espíritas, porque ese pan es del diablo? ¿Decían y hacían algo distinto los sacerdotes judíos y los fariseos? Por otra parte, se nos ha dicho que hoy todo debe suceder como en el tiempo de Cristo.
La pregunta de los discípulos, acerca de si había sido algún pecado de este hombre el que dio lugar a que él naciese ciego, revela que ellos tenían la intuición de una existencia anterior, pues de lo contrario esa pregunta no tendría sentido, ya que un pecado solamente puede ser causa de una enfermedad de nacimiento si ha sido cometido antes del nacimiento y, por consiguiente, en una existencia anterior. Si Jesús hubiese considerado que esa idea era falsa, les habría dicho: “¿Cómo es posible que este hombre haya pecado antes de nacer?” En lugar de eso, les dice que aquel hombre estaba ciego, no porque hubiera pecado, sino para que en él se manifestase el poder de Dios, es decir, para que sirviese de instrumento a una demostración del poder de Dios. Si no se trataba de una expiación del pasado, entonces era una prueba que debía servir al progreso de aquel Espíritu, porque Dios, que es justo, no le habría impuesto un sufrimiento sin compensación.
En cuanto al medio empleado para curarlo, es evidente que aquella especie de barro hecho con saliva y tierra no podía encerrar ninguna virtud, a no ser por la acción del fluido curativo con el que había sido impregnado. Es así como las sustancias más insignificantes, como el agua por ejemplo, pueden adquirir cualidades poderosas y efectivas por la acción del fluido espiritual o magné- tico, al cual estas sirven de vehículo o, si se prefiere, de reservorio.
Ser expulsado de la sinagoga equivalía a ser colocado fuera de la Iglesia. Era una especie de excomunión. Los espíritas, cuya doctrina es la de Cristo, interpretada de acuerdo con el progreso de los conocimientos actuales, son tratados como los judíos que reconocían en Jesús al propio Mesías. Al excomulgarlos, la Iglesia los coloca fuera de su seno, como hicieron los escribas y los fariseos con los seguidores de Cristo. ¡Aquí vemos un hombre que es expulsado porque no puede admitir que aquel que lo curó sea un poseído del demonio, y porque da gracias a Dios por su curación!
¿No es eso lo que hacen con los espíritas? Alegan que obtener de los Espíritus consejos saludables, la reconciliación con Dios y con el bien, curaciones, todo eso es obra del diablo y merece el anatema. ¿Acaso no hay sacerdotes que declaran desde lo alto del púlpito que es mejor que una persona se conserve incrédula antes que recobre la fe por medio del espiritismo? ¿No hay algunos que dicen a los enfermos que no debían haber procurado la curación a través de los espíritas que poseen ese don, porque ese don es satánico? ¿No hay otros que predican que los necesitados no deben aceptar el pan que distribuyen los espíritas, porque ese pan es del diablo? ¿Decían y hacían algo distinto los sacerdotes judíos y los fariseos? Por otra parte, se nos ha dicho que hoy todo debe suceder como en el tiempo de Cristo.
La pregunta de los discípulos, acerca de si había sido algún pecado de este hombre el que dio lugar a que él naciese ciego, revela que ellos tenían la intuición de una existencia anterior, pues de lo contrario esa pregunta no tendría sentido, ya que un pecado solamente puede ser causa de una enfermedad de nacimiento si ha sido cometido antes del nacimiento y, por consiguiente, en una existencia anterior. Si Jesús hubiese considerado que esa idea era falsa, les habría dicho: “¿Cómo es posible que este hombre haya pecado antes de nacer?” En lugar de eso, les dice que aquel hombre estaba ciego, no porque hubiera pecado, sino para que en él se manifestase el poder de Dios, es decir, para que sirviese de instrumento a una demostración del poder de Dios. Si no se trataba de una expiación del pasado, entonces era una prueba que debía servir al progreso de aquel Espíritu, porque Dios, que es justo, no le habría impuesto un sufrimiento sin compensación.
En cuanto al medio empleado para curarlo, es evidente que aquella especie de barro hecho con saliva y tierra no podía encerrar ninguna virtud, a no ser por la acción del fluido curativo con el que había sido impregnado. Es así como las sustancias más insignificantes, como el agua por ejemplo, pueden adquirir cualidades poderosas y efectivas por la acción del fluido espiritual o magné- tico, al cual estas sirven de vehículo o, si se prefiere, de reservorio.
Numerosas curaciones producidas por Jesús
26. “Jesús iba por toda la Galilea enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del reino y curando todas las dolencias y todas las enfermedades en medio del pueblo. Su reputación se extendió por toda Siria; y le traían a todos los que estaban enfermos y afligidos por dolores y males diversos, los poseídos, los lunáticos, los paralíticos, y a todos los curaba. Lo acompañaba una gran multitud de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea, y del otro lado del Jordán.” (San Mateo, 4:23 a 25.)
27. De todos los hechos que dan testimonio del poder de Jesús, no cabe duda de que los más numerosos son las curaciones. Él quería probar de esa forma que el verdadero poder es aquel que hace el bien; aquel cuyo objetivo era ser útil, y no la satisfacción de la curiosidad de los indiferentes por medio de cosas extraordinarias.
Al aliviar los padecimientos, las personas quedaban ligadas a Él por el corazón, y hacía prosélitos más numerosos y sinceros que si los maravillase con espectáculos para la vista. De ese modo se hacía amar, mientras que si se hubiese limitado a producir sorprendentes efectos materiales, como lo exigían los fariseos, la mayoría de las personas no habría visto en Él más que a un hechicero o un hábil prestidigitador, al que los desocupados buscarían para distraerse.
Así, cuando los discípulos de Juan el Bautista le preguntan si Él era el Cristo, su respuesta no fue: “Yo soy”, como cualquier impostor hubiera podido responder. No les habla de prodigios ni de cosas maravillosas, y les responde simplemente: “Id y decid a Juan: los ciegos ven, los enfermos son curados, los sordos oyen, el Evangelio es anunciado a los pobres”. Es como si hubiese dicho: “Reconocedme por mis obras, juzgad al árbol por sus frutos”, porque era ese el verdadero carácter de su misión divina.
Al aliviar los padecimientos, las personas quedaban ligadas a Él por el corazón, y hacía prosélitos más numerosos y sinceros que si los maravillase con espectáculos para la vista. De ese modo se hacía amar, mientras que si se hubiese limitado a producir sorprendentes efectos materiales, como lo exigían los fariseos, la mayoría de las personas no habría visto en Él más que a un hechicero o un hábil prestidigitador, al que los desocupados buscarían para distraerse.
Así, cuando los discípulos de Juan el Bautista le preguntan si Él era el Cristo, su respuesta no fue: “Yo soy”, como cualquier impostor hubiera podido responder. No les habla de prodigios ni de cosas maravillosas, y les responde simplemente: “Id y decid a Juan: los ciegos ven, los enfermos son curados, los sordos oyen, el Evangelio es anunciado a los pobres”. Es como si hubiese dicho: “Reconocedme por mis obras, juzgad al árbol por sus frutos”, porque era ese el verdadero carácter de su misión divina.
28. Del mismo modo, mediante el bien que hace, el espiritismo prueba su misión providencial. Cura los males físicos, pero cura sobre todo las dolencias morales, y son esos los mayores prodigios a través de los cuales se afianza. Sus más sinceros adeptos no son los que fueron tocados por la observación de fenómenos extraordinarios, sino los que recibieron consuelo para sus almas; los que se liberaron de la tortura de la duda; aquellos a quienes devolvió el ánimo en las aflicciones, que recuperaron fuerzas mediante la certeza del porvenir que vino a mostrarles, mediante el conocimiento de su ser espiritual y su destino. Ellos son los de fe inquebrantable, porque sienten y comprenden.
Quienes sólo ven en el espiritismo efectos materiales no pueden comprender su poder moral. Por eso los incrédulos, que apenas lo conocen a través de fenómenos cuya causa primera no admiten, consideran a los espíritas meros prestidigitadores y charlatanes. Por consiguiente, el espiritismo no triunfará sobre la incredulidad a través de prodigios, sino por la multiplicación de sus beneficios morales, puesto que si bien es cierto que los incrédulos no admiten los prodigios, también es cierto que conocen, como todas las personas, el sufrimiento y las aflicciones, y nadie rechaza el alivio y el consuelo.
Quienes sólo ven en el espiritismo efectos materiales no pueden comprender su poder moral. Por eso los incrédulos, que apenas lo conocen a través de fenómenos cuya causa primera no admiten, consideran a los espíritas meros prestidigitadores y charlatanes. Por consiguiente, el espiritismo no triunfará sobre la incredulidad a través de prodigios, sino por la multiplicación de sus beneficios morales, puesto que si bien es cierto que los incrédulos no admiten los prodigios, también es cierto que conocen, como todas las personas, el sufrimiento y las aflicciones, y nadie rechaza el alivio y el consuelo.
Poseídos
29. “Llegaron luego a Cafarnaúm, y Jesús, entrando en día sábado en la sinagoga, los instruía. Y se admiraban de su doctrina, porque Él los instruía como quien tiene autoridad, y no como los escribas.
”Ahora bien, se encontraba en la sinagoga un hombre poseído de un Espíritu impuro, que exclamó: ‘¿Qué hay entre tú y nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido para perdernos? Sé quién eres: eres el santo de Dios’. Pero Jesús lo conminó, diciendo: ‘Cá- llate y sal de ese hombre’. Entonces, el Espíritu impuro, agitándolo con violentas convulsiones, dio un grito y salió de él.
”Quedaron todos tan sorprendidos que se preguntaban unos a otros: ‘¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es esta? Él da órdenes con autoridad, aun a los Espíritus impuros, y estos le obedecen’.” (San Marcos, 1:21 a 27.)
”Ahora bien, se encontraba en la sinagoga un hombre poseído de un Espíritu impuro, que exclamó: ‘¿Qué hay entre tú y nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido para perdernos? Sé quién eres: eres el santo de Dios’. Pero Jesús lo conminó, diciendo: ‘Cá- llate y sal de ese hombre’. Entonces, el Espíritu impuro, agitándolo con violentas convulsiones, dio un grito y salió de él.
”Quedaron todos tan sorprendidos que se preguntaban unos a otros: ‘¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es esta? Él da órdenes con autoridad, aun a los Espíritus impuros, y estos le obedecen’.” (San Marcos, 1:21 a 27.)
30. “Habiendo ellos salido, le presentaron un hombre mudo, poseído por el demonio. Expulsado el demonio, el mudo habló. Y el pueblo, tomado de admiración, decía: ‘Jamás se vio cosa semejante en Israel’.
”Pero los fariseos decían: ‘Es por el príncipe de los demonios que Él expulsa los demonios.” (San Mateo, 9:32 a 34.)
”Pero los fariseos decían: ‘Es por el príncipe de los demonios que Él expulsa los demonios.” (San Mateo, 9:32 a 34.)
31. “Cuando Él llegó al lugar donde estaban los otros discí- pulos, vio una gran multitud de personas que los rodeaba, y muchos escribas que discutían con ellos. Todo el pueblo, al verlo, se llenó de asombro y temor, y corrieron a saludarlo.
”Entonces Él dijo: ‘¿Acerca de qué discutís con ellos?’ Un hombre de entre el pueblo, tomó la palabra y dijo: ‘Maestro, te traje a mi hijo, que está poseído por un Espíritu mudo; en cada lugar donde se apodera de él, lo echa por tierra, y el niño echa espuma, rechina los dientes y se vuelve todo rígido. Pedí a tus discípulos que lo expulsasen, pero no pudieron’.
”Jesús les respondió: ‘¡Oh, gente incrédula! ¿Hasta cuándo habré de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os soportaré? Traédmelo’. Y se lo trajeron. Todavía no había él puesto los ojos en Jesús, que el Espíritu comenzó a agitarlo con violencia; y él cayó al suelo y se puso a rodar soltando espuma.
”Jesús le preguntó al padre del niño: ‘¿Desde cuándo le sucede esto?’ Respondió el padre: ‘Desde pequeño. Y el Espíritu lo ha lanzado muchas veces, ya al agua, ya al fuego, para hacer que perezca; pero si pudieras hacer alguna cosa, ten compasión de nosotros y ayúdanos’.
”Le respondió Jesús: ‘Si pudieras creer, todo es posible para quien cree’. Al instante exclamó el padre del niño, bañado en lágrimas: ‘¡Señor, creo, ayúdame en mi incredulidad!’.
”Jesús, al ver que el pueblo acudía en multitud, increpó al Espíritu impuro, diciéndole: ‘Espíritu sordo y mudo, yo te lo mando: sal de ese niño y no entres más en él’. Entonces el Espíritu salió soltando un fuerte grito y sacudiendo al niño con violentas convulsiones, y quedó el niño como muerto, de modo que muchos decían que había muerto. Pero Jesús, tomándole de la mano, lo sostuvo y él se levantó.
”Cuando Jesús entró en la casa, sus discípulos le preguntaron en privado: ‘¿Por qué no pudimos nosotros expulsar ese demonio?’ Él respondió: ‘Esta clase de demonios no pueden ser expulsados sino mediante plegaria y ayuno’.” (San Marcos, 9:14 a 29.)
”Entonces Él dijo: ‘¿Acerca de qué discutís con ellos?’ Un hombre de entre el pueblo, tomó la palabra y dijo: ‘Maestro, te traje a mi hijo, que está poseído por un Espíritu mudo; en cada lugar donde se apodera de él, lo echa por tierra, y el niño echa espuma, rechina los dientes y se vuelve todo rígido. Pedí a tus discípulos que lo expulsasen, pero no pudieron’.
”Jesús les respondió: ‘¡Oh, gente incrédula! ¿Hasta cuándo habré de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os soportaré? Traédmelo’. Y se lo trajeron. Todavía no había él puesto los ojos en Jesús, que el Espíritu comenzó a agitarlo con violencia; y él cayó al suelo y se puso a rodar soltando espuma.
”Jesús le preguntó al padre del niño: ‘¿Desde cuándo le sucede esto?’ Respondió el padre: ‘Desde pequeño. Y el Espíritu lo ha lanzado muchas veces, ya al agua, ya al fuego, para hacer que perezca; pero si pudieras hacer alguna cosa, ten compasión de nosotros y ayúdanos’.
”Le respondió Jesús: ‘Si pudieras creer, todo es posible para quien cree’. Al instante exclamó el padre del niño, bañado en lágrimas: ‘¡Señor, creo, ayúdame en mi incredulidad!’.
”Jesús, al ver que el pueblo acudía en multitud, increpó al Espíritu impuro, diciéndole: ‘Espíritu sordo y mudo, yo te lo mando: sal de ese niño y no entres más en él’. Entonces el Espíritu salió soltando un fuerte grito y sacudiendo al niño con violentas convulsiones, y quedó el niño como muerto, de modo que muchos decían que había muerto. Pero Jesús, tomándole de la mano, lo sostuvo y él se levantó.
”Cuando Jesús entró en la casa, sus discípulos le preguntaron en privado: ‘¿Por qué no pudimos nosotros expulsar ese demonio?’ Él respondió: ‘Esta clase de demonios no pueden ser expulsados sino mediante plegaria y ayuno’.” (San Marcos, 9:14 a 29.)
32. “Entonces le presentaron un poseso ciego y mudo; y Él lo curó, de modo que el poseso comenzó a hablar y a ver. Todo el pueblo quedó lleno de admiración y decía: ‘¿No es ese el hijo de David?’
”Pero los fariseos, al oírlo, decían: ‘Este hombre no expulsa los demonios más que con el auxilio de Belcebú, príncipe de los demonios’.
”Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo: ‘Todo reino que se divida contra sí mismo será arruinado, y toda ciudad o casa que se divida contra sí misma no podrá subsistir. Si Satanás expulsa a Satanás, está dividido contra sí mismo; ¿cómo, pues, su reino habrá de subsistir? Y si es por Belcebú que yo expulso los demonios, ¿por quién los expulsarán vuestros hijos? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero si expulso los demonios por el Espíritu de Dios, es porque el reino de Dios ha llegado hasta vosotros’.” (San Mateo, 12:22 a 28.)
”Pero los fariseos, al oírlo, decían: ‘Este hombre no expulsa los demonios más que con el auxilio de Belcebú, príncipe de los demonios’.
”Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo: ‘Todo reino que se divida contra sí mismo será arruinado, y toda ciudad o casa que se divida contra sí misma no podrá subsistir. Si Satanás expulsa a Satanás, está dividido contra sí mismo; ¿cómo, pues, su reino habrá de subsistir? Y si es por Belcebú que yo expulso los demonios, ¿por quién los expulsarán vuestros hijos? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero si expulso los demonios por el Espíritu de Dios, es porque el reino de Dios ha llegado hasta vosotros’.” (San Mateo, 12:22 a 28.)
33. Las liberaciones de los posesos, junto con las curaciones, figuran entre los actos más numerosos de Jesús. Entre los hechos de esta naturaleza, como los relatados más arriba (§ 30), hay algunos en los que la posesión no es evidente. Probablemente en aquella época, como todavía hoy sucede, se atribuía a la influencia de los demonios todas las enfermedades cuya causa no se conocía, principalmente la mudez, la epilepsia y la catalepsia. No obstante, hay otros hechos en los que la acción de los Espíritus malos es indudable. Además, presentan tan convincente analogía con aquellos fenómenos que presenciamos en la actualidad, que en ellos se reconocen todos los síntomas de ese tipo de afección. La prueba de la participación de una inteligencia oculta, en esos caso, surge de un hecho material: se trata de las numerosas curaciones radicales que se obtuvieron en algunos centros espíritas solamente a través de la evocación y la moralización de los Espíritus obsesores, sin magnetización ni medicamentos y, a menudo, en ausencia del paciente y a gran distancia de este. La inmensa superioridad de Cristo le otorgaba tal autoridad sobre los Espíritus imperfectos, entonces denominados demonios, que le bastaba a Él ordenarles que se retirasen para que no pudieran resistirse a esa orden formal. (Véase el Capítulo XIV, § 46.)
34. El hecho de que algunos Espíritus malos hayan sido mandados a meterse en los cuerpos de cerdos es contrario a todas las probabilidades. Por otra parte, sería difícil de explicar la existencia de tantos cerdos en un país donde ese animal inspiraba horror, además de que no ofrecía ninguna utilidad para la alimentación. Un Espíritu no deja de ser humano por el hecho de que sea malo, aunque sea tan imperfecto que después de desencarnar continúe haciendo el mal como lo hacía antes. Además, es contrario a todas las leyes de la naturaleza que un Espíritu humano pueda animar el cuerpo de un animal. Es preciso, pues, considerar ese hecho una de las exageraciones tan comunes en los tiempos de ignorancia y superstición, o tal vez una alegoría destinada a caracterizar las tendencias inmundas de ciertos Espíritus.
35. Todo indica que en la época de Jesús, tanto los obsesos como los posesos eran muy numerosos en Judea; de ahí la oportunidad que Él tuvo de curar a muchos. No cabe duda de que los Espíritus malos habían invadido aquel país y causado una epidemia de posesiones. (Véase el Capítulo XIV, § 49.)
Sin que presenten un carácter epidémico, las obsesiones individuales son muy frecuentes, y se revelan bajo los más variados aspectos, los cuales se reconocen fácilmente con un conocimiento más profundo del espiritismo. Pueden, a menudo, producir consecuencias nocivas para la salud, tanto si agravan afecciones orgá- nicas como si las ocasionan. Un día, sin ninguna duda, llegarán a ser incluidas entre las causas patológicas que, por su naturaleza especial, requieren medios curativos también especiales. Al revelar la causa del mal, el espiritismo abre un nuevo camino al arte de curar, y proporciona a la ciencia los medios para alcanzar el éxito donde hasta el presente, casi siempre, ve malogrados sus esfuerzos, debido a que no ataca la causa principal del problema. (Véase El Libro de los Médiums, Segunda Parte, Capítulo XXIII.)
Sin que presenten un carácter epidémico, las obsesiones individuales son muy frecuentes, y se revelan bajo los más variados aspectos, los cuales se reconocen fácilmente con un conocimiento más profundo del espiritismo. Pueden, a menudo, producir consecuencias nocivas para la salud, tanto si agravan afecciones orgá- nicas como si las ocasionan. Un día, sin ninguna duda, llegarán a ser incluidas entre las causas patológicas que, por su naturaleza especial, requieren medios curativos también especiales. Al revelar la causa del mal, el espiritismo abre un nuevo camino al arte de curar, y proporciona a la ciencia los medios para alcanzar el éxito donde hasta el presente, casi siempre, ve malogrados sus esfuerzos, debido a que no ataca la causa principal del problema. (Véase El Libro de los Médiums, Segunda Parte, Capítulo XXIII.)
36. Los fariseos acusaban a Jesús de expulsar a los demonios con el auxilio de los mismos demonios. Según ellos, el bien que Jesús hacía era obra de Satanás, sin reflexionar que si Satanás se expulsase a sí mismo, cometería una insensatez. Es de destacar que los fariseos de ese tiempo ya pretendían que toda facultad trascendente, y que por ese motivo era considerada sobrenatural, fuera obra del demonio, puesto que, según la opinión de ellos, el propio Jesús recibía su poder de Satanás. Es ese otro punto más de semejanza de aquella época con la actual, y esa doctrina es aún hoy la que la Iglesia intenta que prevalezca contra las manifestaciones espíritas. *
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* No todos los teólogos profesan opiniones tan absolutas sobre la doctrina demoníaca. Aquí está una cuyo valor el clero no puede discutir, emitida por un eclesiástico, Monseñor Freyssinous, obispo de Hermópolis, en el siguiente pasaje de sus Conferencias sobre la religión, volumen II, p. 341 (Paris, 1825): “Si Jesús hubiese producido sus milagros a través del poder del demonio, este habría trabajado por la destrucción de su imperio y, por lo tanto, habría empleado contra sí mismo su poder. Por cierto, un demonio que procurase destruir el reinado del vicio para implantar el de la virtud, sería un demonio muy extraño. Por eso Jesús, para replicar a la absurda acusación de los judíos, les decía: ‘Si hago prodigios en nombre del demonio, el demonio está dividido consigo mismo, y por lo tanto trabaja para su propia destrucción’. Esta respuesta no admite réplica”. Este es precisamente el argumento que los espíritas oponen a los que atribuyen al demonio los buenos consejos que los Espíritus les dan. El demonio obraría entonces como un ladrón profesional que restituyera todo lo que hubiera robado y exhortase a otros ladrones a que se conviertan en personas honestas. (N. de Allan Kardec.)
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* No todos los teólogos profesan opiniones tan absolutas sobre la doctrina demoníaca. Aquí está una cuyo valor el clero no puede discutir, emitida por un eclesiástico, Monseñor Freyssinous, obispo de Hermópolis, en el siguiente pasaje de sus Conferencias sobre la religión, volumen II, p. 341 (Paris, 1825): “Si Jesús hubiese producido sus milagros a través del poder del demonio, este habría trabajado por la destrucción de su imperio y, por lo tanto, habría empleado contra sí mismo su poder. Por cierto, un demonio que procurase destruir el reinado del vicio para implantar el de la virtud, sería un demonio muy extraño. Por eso Jesús, para replicar a la absurda acusación de los judíos, les decía: ‘Si hago prodigios en nombre del demonio, el demonio está dividido consigo mismo, y por lo tanto trabaja para su propia destrucción’. Esta respuesta no admite réplica”. Este es precisamente el argumento que los espíritas oponen a los que atribuyen al demonio los buenos consejos que los Espíritus les dan. El demonio obraría entonces como un ladrón profesional que restituyera todo lo que hubiera robado y exhortase a otros ladrones a que se conviertan en personas honestas. (N. de Allan Kardec.)
Resurrecciones
La hija de Jairo
37. “Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla, y en cuanto desembarcó una gran multitud se reunió alrededor suyo. Entonces, un jefe de la sinagoga, llamado Jairo, vino a su encuentro y, al aproximarse a él, se postró a sus pies, y le suplicaba con insistencia, diciendo: ‘Tengo una hija que está en el momento extremo: ven a imponerle las manos para curarla y salvarle la vida’.
”Jesús fue con él, acompañado de una gran multitud que lo oprimía.
”Mientras (Jairo) aún estaba hablando, llegaron unos de la casa del jefe de la sinagoga, y le dijeron: ‘Tu hija ha muerto; ¿por qué habrás de ocasionarle al Maestro la molestia de seguir adelante?’ Jesús, no obstante, en cuanto oyó eso, le dijo al jefe de la sinagoga: ‘No temas, solamente ten fe’. Y a ninguno le permitió que lo acompañase, salvo a Pedro, Santiago y Juan, hermano de Santiago.
”Al llegar a la casa del jefe de la sinagoga, vio Él un alboroto de personas que lloraban y proferían grandes alaridos. Entrando, les dijo Él: ‘¿Por qué hacéis tanto alboroto, y por qué lloráis? Esta niña no ha muerto, sólo está dormida’. Y se burlaban de Él. Habiendo hecho que toda la gente saliera, llamó al padre y a la madre de la niña y a los que habían ido con Él, y entró en el lugar donde la niña estaba acostada. La tomó de la mano y dijo: Talitá cum, que significa ‘Hija mía, levántate, te lo ordeno’. En ese mismo instante la niña se levantó y comenzó a andar, pues tenía doce años, y quedaron todos maravillados y sorprendidos.” (San Marcos, 5:21 a 24, 35 a 42.)
”Jesús fue con él, acompañado de una gran multitud que lo oprimía.
”Mientras (Jairo) aún estaba hablando, llegaron unos de la casa del jefe de la sinagoga, y le dijeron: ‘Tu hija ha muerto; ¿por qué habrás de ocasionarle al Maestro la molestia de seguir adelante?’ Jesús, no obstante, en cuanto oyó eso, le dijo al jefe de la sinagoga: ‘No temas, solamente ten fe’. Y a ninguno le permitió que lo acompañase, salvo a Pedro, Santiago y Juan, hermano de Santiago.
”Al llegar a la casa del jefe de la sinagoga, vio Él un alboroto de personas que lloraban y proferían grandes alaridos. Entrando, les dijo Él: ‘¿Por qué hacéis tanto alboroto, y por qué lloráis? Esta niña no ha muerto, sólo está dormida’. Y se burlaban de Él. Habiendo hecho que toda la gente saliera, llamó al padre y a la madre de la niña y a los que habían ido con Él, y entró en el lugar donde la niña estaba acostada. La tomó de la mano y dijo: Talitá cum, que significa ‘Hija mía, levántate, te lo ordeno’. En ese mismo instante la niña se levantó y comenzó a andar, pues tenía doce años, y quedaron todos maravillados y sorprendidos.” (San Marcos, 5:21 a 24, 35 a 42.)
El hijo de la viuda de Naín
38. “Al día siguiente Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím; lo acompañaban sus discípulos y una gran multitud. Cuando estaba cerca de la puerta de la ciudad, sucedió que llevaban a sepultar a un muerto, hijo único de su madre; y esa mujer era viuda; estaba con ella una gran cantidad de personas de la ciudad. Cuando la vio, el Señor se compadeció de ella y le dijo: ‘No llores’. Después, aproximándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron, y entonces dijo Él: ‘Joven, levántate, te lo ordeno’. Al instante el joven se sentó y comenzó a hablar. Y Jesús se lo devolvió a su madre.
”Todos los que estaban presentes quedaron sorprendidos, y glorificaban a Dios, diciendo: ‘Un gran profeta ha surgido entre nosotros’, y ‘Dios ha visitado a su pueblo’. El rumor de ese milagro que Él había hecho se propagó por toda la Judea y por todas las regiones circunvecinas.” (San Lucas, 7:11 a 17.)
”Todos los que estaban presentes quedaron sorprendidos, y glorificaban a Dios, diciendo: ‘Un gran profeta ha surgido entre nosotros’, y ‘Dios ha visitado a su pueblo’. El rumor de ese milagro que Él había hecho se propagó por toda la Judea y por todas las regiones circunvecinas.” (San Lucas, 7:11 a 17.)
39. El hecho de devolver a la vida corporal a un individuo que se encontrara realmente muerto sería contrario a las leyes de la naturaleza y, por lo tanto, milagroso. Ahora bien, no es necesario que se recurra a ese orden de hechos para explicar las resurrecciones realizadas por Cristo.
Si las apariencias engañan a veces a los profesionales de la actualidad, los accidentes de esta clase debían de ser mucho más frecuentes en un país donde no se tomaba ninguna precaución en ese sentido, y donde el entierro era inmediato. * Así pues, es muy probable que en los dos casos mencionados más arriba, se tratara apenas de un síncope o una letargia. El propio Jesús afirma positivamente, con relación a la hija de Jairo: Esta niña no ha muerto, sólo está dormida.
Si se considera el poder fluídico que Jesús poseía, nada hay de sorprendente en el hecho de que ese fluido vivificante, dirigido por una voluntad poderosa, haya reanimado los sentidos entorpecidos; que incluso haya hecho volver el Espíritu al cuerpo cuando estaba listo para abandonarlo, mientras que el lazo periespiritual todavía no se había cortado definitivamente. Para los hombres de aquella época, que consideraban muerto al individuo tan pronto como dejaba de respirar, se trataba de una resurrección, de modo que lo manifestaban de muy buena fe; no obstante, lo que había en realidad era una curación y no una resurrección en la acepción legítima del término.
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* 9 Una prueba de esa costumbre se encuentra en los Hechos de los Apóstoles, 5: 5 y siguientes; “Ananías, al oír esas palabras, cayó y entregó el Espíritu, y todos los que oyeron hablar de eso fueron tomados de gran temor. Seguidamente, algunos niños vinieron a buscar su cuerpo y, luego de llevarlo, lo enterraron. Pasadas unas tres horas, su mujer (Safira), que nada sabía de lo que había sucedido, entró. Y Pedro le dijo… etc. En el mismo instante, ella cayó a sus pies y entregó el Espíritu. Aquellos niños, al regresar la encontraron muerta, y llevándola, la enterraron junto al marido”. (N. de Allan Kardec.)
Si las apariencias engañan a veces a los profesionales de la actualidad, los accidentes de esta clase debían de ser mucho más frecuentes en un país donde no se tomaba ninguna precaución en ese sentido, y donde el entierro era inmediato. * Así pues, es muy probable que en los dos casos mencionados más arriba, se tratara apenas de un síncope o una letargia. El propio Jesús afirma positivamente, con relación a la hija de Jairo: Esta niña no ha muerto, sólo está dormida.
Si se considera el poder fluídico que Jesús poseía, nada hay de sorprendente en el hecho de que ese fluido vivificante, dirigido por una voluntad poderosa, haya reanimado los sentidos entorpecidos; que incluso haya hecho volver el Espíritu al cuerpo cuando estaba listo para abandonarlo, mientras que el lazo periespiritual todavía no se había cortado definitivamente. Para los hombres de aquella época, que consideraban muerto al individuo tan pronto como dejaba de respirar, se trataba de una resurrección, de modo que lo manifestaban de muy buena fe; no obstante, lo que había en realidad era una curación y no una resurrección en la acepción legítima del término.
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* 9 Una prueba de esa costumbre se encuentra en los Hechos de los Apóstoles, 5: 5 y siguientes; “Ananías, al oír esas palabras, cayó y entregó el Espíritu, y todos los que oyeron hablar de eso fueron tomados de gran temor. Seguidamente, algunos niños vinieron a buscar su cuerpo y, luego de llevarlo, lo enterraron. Pasadas unas tres horas, su mujer (Safira), que nada sabía de lo que había sucedido, entró. Y Pedro le dijo… etc. En el mismo instante, ella cayó a sus pies y entregó el Espíritu. Aquellos niños, al regresar la encontraron muerta, y llevándola, la enterraron junto al marido”. (N. de Allan Kardec.)
40. En cuanto a la resurrección de Lázaro, digan lo que dijeren en contrario, no desmiente de ningún modo ese principio. Alegan que él ya llevaba cuatro días en el sepulcro; con todo, se sabe que hay letargias que duran ocho días, y más aún. Agregan que ya despedía mal olor, lo que es señal de descomposición. Este argumento tampoco prueba nada, visto que en ciertos individuos el cuerpo se descompone parcialmente incluso antes de la muerte, y en ese caso también exhala mal olor. La muerte sólo se verifica cuando han sido atacados los órganos esenciales para la vida. Asimismo, ¿quién podía saber que Lázaro ya olía mal? Fue su hermana Marta quien lo dijo. Pero ¿cómo sabía eso? Ella sólo lo suponía, porque Lázaro había sido enterrado cuatro días antes; sin embargo, no podía tener ninguna certeza de ese hecho. (Véase el Capítulo XIV, § 29.) *
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* El hecho siguiente demuestra que la descomposición precede algunas veces a la muerte. En el convento del Buen Pastor, fundado en Toulon por el padre Marín, capellán de las cárceles, destinado a los reincidentes arrepentidos, se encontraba una joven que había soportado los más terribles sufrimientos con la calma y la impasibilidad de una víctima expiatoria. En medio de sus dolores parecía sonreírle a una visión celestial. Como santa Teresa, pedía sufrir más, aunque sus carnes ya parecían harapos y la gangrena había devastado sus miembros. Por sabia previsión, los médicos habían recomendado que enterrasen el cuerpo inmediatamente después del fallecimiento. Pero ¡cosa extraña! Apenas la enferma exhaló el último suspiro, cesó el proceso de descomposición; desaparecieron las exhalaciones cadavéricas, de modo que durante treinta y seis horas el cuerpo pudo permanecer expuesto a las plegarias y a la veneración de la comunidad. (N. de Allan Kardec.)
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* El hecho siguiente demuestra que la descomposición precede algunas veces a la muerte. En el convento del Buen Pastor, fundado en Toulon por el padre Marín, capellán de las cárceles, destinado a los reincidentes arrepentidos, se encontraba una joven que había soportado los más terribles sufrimientos con la calma y la impasibilidad de una víctima expiatoria. En medio de sus dolores parecía sonreírle a una visión celestial. Como santa Teresa, pedía sufrir más, aunque sus carnes ya parecían harapos y la gangrena había devastado sus miembros. Por sabia previsión, los médicos habían recomendado que enterrasen el cuerpo inmediatamente después del fallecimiento. Pero ¡cosa extraña! Apenas la enferma exhaló el último suspiro, cesó el proceso de descomposición; desaparecieron las exhalaciones cadavéricas, de modo que durante treinta y seis horas el cuerpo pudo permanecer expuesto a las plegarias y a la veneración de la comunidad. (N. de Allan Kardec.)
Jesús camina sobre las aguas
41. “De inmediato, Jesús obligó a sus discípulos a que entraran a la barca y pasaran a la otra orilla, mientras Él se despedía del pueblo. Después de las despedidas, subió a un monte a solas para orar; y cuando cayó la noche, se encontró a solas en aquel lugar.
”Entretanto, la barca era fuertemente azotada por las olas, en medio del mar, porque el viento soplaba en sentido contrario. Pero en la cuarta vigilia de la noche, Jesús fue hacia ellos caminando sobre el mar. * Cuando ellos lo vieron andando sobre el mar, se turbaron, y decían: ‘Es un fantasma’, y se pusieron a gritar atemorizados. Jesús al instante les habló diciendo: ‘Tranquilizaos, soy yo, no tengáis miedo’. Pedro le respondió: ‘Señor, si eres tú, ordena que yo vaya a tu encuentro caminando sobre las aguas’. Le dijo Jesús: ‘¡Ven!’ Entonces Pedro, descendiendo de la barca caminaba sobre las aguas al encuentro de Jesús. Pero, como vino un fuerte viento, tuvo miedo; y como comenzaba a sumergirse, gritó: ‘¡Señor, sálvame!’. De inmediato, Jesús, tendiéndole la mano, le dijo: ‘¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?’ Y cuando subieron a la barca, cesó el viento. Entonces los que estaban en la barca se aproximaron a Él y lo adoraron, diciendo: ‘Eres verdaderamente Hijo de Dios’.” (San Mateo, 14:22 a 33.)
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* El lago de Genesaret o de Tiberíades. (N. de Allan Kardec.)
”Entretanto, la barca era fuertemente azotada por las olas, en medio del mar, porque el viento soplaba en sentido contrario. Pero en la cuarta vigilia de la noche, Jesús fue hacia ellos caminando sobre el mar. * Cuando ellos lo vieron andando sobre el mar, se turbaron, y decían: ‘Es un fantasma’, y se pusieron a gritar atemorizados. Jesús al instante les habló diciendo: ‘Tranquilizaos, soy yo, no tengáis miedo’. Pedro le respondió: ‘Señor, si eres tú, ordena que yo vaya a tu encuentro caminando sobre las aguas’. Le dijo Jesús: ‘¡Ven!’ Entonces Pedro, descendiendo de la barca caminaba sobre las aguas al encuentro de Jesús. Pero, como vino un fuerte viento, tuvo miedo; y como comenzaba a sumergirse, gritó: ‘¡Señor, sálvame!’. De inmediato, Jesús, tendiéndole la mano, le dijo: ‘¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?’ Y cuando subieron a la barca, cesó el viento. Entonces los que estaban en la barca se aproximaron a Él y lo adoraron, diciendo: ‘Eres verdaderamente Hijo de Dios’.” (San Mateo, 14:22 a 33.)
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* El lago de Genesaret o de Tiberíades. (N. de Allan Kardec.)
42. Este fenómeno encuentra una explicación natural en los principios expuestos más arriba (Véase el Capítulo XIV, § 43). Ejemplos análogos prueban que no tiene nada de imposible ni de milagroso, pues se produce por la acción de las leyes de la naturaleza. Pudo originarse de dos maneras:
Jesús, aunque estuviese vivo, pudo aparecer sobre las aguas con una forma tangible, mientras que su cuerpo carnal permanecía en otro lugar. Esa es la hipótesis más probable. Se puede incluso reconocer en aquella narración algunos indicios característicos de las apariciones tangibles. (Véase el Capítulo XIV, §§ 35 a 37.)
Por otro lado, también es posible que su cuerpo haya sido sostenido, y su gravedad neutralizada, por la misma fuerza fluídica que mantiene a una mesa en el espacio, sin un punto de apoyo. Idéntico efecto se produce muchas veces con los cuerpos humanos.
Jesús, aunque estuviese vivo, pudo aparecer sobre las aguas con una forma tangible, mientras que su cuerpo carnal permanecía en otro lugar. Esa es la hipótesis más probable. Se puede incluso reconocer en aquella narración algunos indicios característicos de las apariciones tangibles. (Véase el Capítulo XIV, §§ 35 a 37.)
Por otro lado, también es posible que su cuerpo haya sido sostenido, y su gravedad neutralizada, por la misma fuerza fluídica que mantiene a una mesa en el espacio, sin un punto de apoyo. Idéntico efecto se produce muchas veces con los cuerpos humanos.
Transfiguración
43. “Seis días después, Jesús llamó a Pedro, a Santiago y a Juan, y los llevó a ellos solos a un alto monte apartado *, y se transfiguró delante de ellos. Mientras oraba, su rostro pareció completamente otro; sus vestimentas se volvieron resplandecientes y blancas como la nieve, como ningún lavadero en la Tierra es capaz de hacerlas tan blancas. Y vieron aparecer a Elías y a Moisés, que conversaron con Jesús.
”Entonces, Pedro le dijo a Jesús: ‘Maestro, estamos bien aquí; hagamos tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías’. Es que él no sabía lo que decía, tan espantado estaba.
”Al mismo tiempo apareció una nube que los cubrió; y de esa nube partió una voz que hacía oír estas palabras: ‘Este es mi Hijo amado; escuchadlo’.
”De pronto, miraron hacia todos lados, a nadie más vieron sino a Jesús, que había quedado a solas con ellos.
”Cuando descendían del monte, Él les ordenó que a nadie le dijesen lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre hubiese resucitado de entre los muertos. Y ellos mantuvieron el hecho en secreto, preguntándose unos a otros qué habría querido decir con estas palabras: ‘Hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos’.” (San Marcos, 9:2 a 9.)
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* El Monte Tabor, al sudoeste del lago de Tabarich y a 11 kilómetros al sudeste de Nazaret, tiene cerca de 1.000 metros de altura. (N. de Allan Kardec.)
”Entonces, Pedro le dijo a Jesús: ‘Maestro, estamos bien aquí; hagamos tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías’. Es que él no sabía lo que decía, tan espantado estaba.
”Al mismo tiempo apareció una nube que los cubrió; y de esa nube partió una voz que hacía oír estas palabras: ‘Este es mi Hijo amado; escuchadlo’.
”De pronto, miraron hacia todos lados, a nadie más vieron sino a Jesús, que había quedado a solas con ellos.
”Cuando descendían del monte, Él les ordenó que a nadie le dijesen lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre hubiese resucitado de entre los muertos. Y ellos mantuvieron el hecho en secreto, preguntándose unos a otros qué habría querido decir con estas palabras: ‘Hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos’.” (San Marcos, 9:2 a 9.)
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* El Monte Tabor, al sudoeste del lago de Tabarich y a 11 kilómetros al sudeste de Nazaret, tiene cerca de 1.000 metros de altura. (N. de Allan Kardec.)
44. En las propiedades del fluido periespiritual, una vez más, se encuentra la justificación de este fenómeno. La transfiguración (explicada en el capítulo XIV, § 39) es un hecho bastante común, dado que mediante la irradiación fluídica un individuo puede modificar su apariencia; pero la pureza del periespíritu de Jesús hizo posible que su Espíritu le confiriese un brillo excepcional. En cuanto a la aparición de Moisés y Elías, entra perfectamente en la categoría de los fenómenos de ese mismo género. (Véase el Capí- tulo XIV, § 35 y siguientes.)
De todas las facultades que Jesús puso de manifiesto, ninguna se encuentra fuera de las posibilidades humanas. Todas se hallan comúnmente en el hombre, porque están en la naturaleza. No obstante, debido a la superioridad de su esencia moral y de sus cualidades fluídicas, esas facultades alcanzaron en Él proporciones superiores a las vulgares. Cuando dejaba a un lado su envoltura carnal, Jesús exhibía la condición de los Espíritus puros.
De todas las facultades que Jesús puso de manifiesto, ninguna se encuentra fuera de las posibilidades humanas. Todas se hallan comúnmente en el hombre, porque están en la naturaleza. No obstante, debido a la superioridad de su esencia moral y de sus cualidades fluídicas, esas facultades alcanzaron en Él proporciones superiores a las vulgares. Cuando dejaba a un lado su envoltura carnal, Jesús exhibía la condición de los Espíritus puros.
La tormenta apaciguada
45. “Cierto día, habiendo subido a una barca junto con sus discípulos, Él les dijo: ‘Pasemos a la otra orilla del lago’. Partieron, pues. Durante la travesía, Él se quedó dormido. Un gran torbellino de viento se abatió de súbito sobre el lago, de modo que al llenarse la barca de agua se vieron en peligro. Se aproximaron entonces a Él y lo despertaron, diciéndole: ‘¡Maestro, perecemos!’ Jesús, incorporándose, increpó al viento y al oleaje, que se aplacaron, y sobrevino una gran calma. Él entonces les dijo: ‘¿Dónde está vuestra fe?’ Ellos, llenos de temor y admiración, se preguntaban unos a otros: ‘¿Quién es este, que así da órdenes al viento y a las olas, y le obedecen?” (San Lucas, 8:22 a 25.)
46. Aún no conocemos suficientemente los secretos de la naturaleza como para afirmar si existen o no inteligencias ocultas que rijan la acción de los elementos. En la hipótesis de que las hubiera, el fenómeno en cuestión podría ser el resultado de un acto de autoridad sobre esas inteligencias, y probaría un poder que no le es dado ejercer a ningún hombre.
Sea como fuere, el hecho de que Jesús durmiera tranquilamente durante la tempestad, demuestra de su parte una seguridad que sólo se puede explicar por la circunstancia de que su Espíritu veía que no había peligro alguno, y que la tempestad se apaciguaría.
Sea como fuere, el hecho de que Jesús durmiera tranquilamente durante la tempestad, demuestra de su parte una seguridad que sólo se puede explicar por la circunstancia de que su Espíritu veía que no había peligro alguno, y que la tempestad se apaciguaría.
Las bodas de Caná
47. Este milagro, mencionado solamente en el Evangelio de san Juan, es presentado como el primero que realizó Jesús y, en esas condiciones, debería haber sido uno de los más destacados. No obstante, parece haber causado una débil impresión, puesto que ningún otro evangelista lo menciona. Un hecho tan extraordinario tendría que haber deslumbrado en grado sumo a los invitados y, sobre todo, al dueño de casa; pero aparentemente ninguno lo notó.
Considerado en sí mismo, ese hecho tiene poca importancia en comparación con los que realmente ponen en evidencia las cualidades espirituales de Jesús. Si se admite que los hechos ocurrieron según la narración, debemos tomar en cuenta que ese es el único fenómeno de este tipo que se ha producido. Jesús era de una naturaleza demasiado elevada como para que se ocupara de efectos puramente materiales, destinados tan sólo a atraer la curiosidad de la multitud, que en ese caso lo habría equiparado con un mago. Él sabía que las cosas útiles le permitirían conquistar más simpatías, y le depararían más adeptos que las que fueran simples expresiones de una gran habilidad y destreza, pero que no llegasen al corazón. (Véase el § 27.)
Si bien el hecho se puede explicar hasta cierto punto por una acción fluídica que hubiese transformado las propiedades del agua, para otorgarle el sabor del vino, de conformidad con lo que demuestran numerosos ejemplos ofrecidos por el magnetismo, esa hipótesis es poco probable, ya que en ese caso el agua habría tenido el sabor del vino, pero no su color, lo que no dejaría de ser notado. Es más racional que se vea allí una de esas parábolas tan frecuentes en las enseñanzas de Jesús, como la del hijo pródigo, la del festín de bodas, la del mal rico, la de la higuera que se secó, y tantas otras que se presentan, no obstante, con las características de hechos auténticos. Es probable que, durante la comida, Jesús haya hecho alguna alusión al vino y al agua, para extraer de ahí una enseñanza. Justifican esta opinión las palabras que el mayordomo le dirige al novio: “Todos sirven en primer lugar el vino bueno, y cuando ya han bebido mucho sirven el de inferior calidad; pero tú has reservado el vino bueno hasta ahora”.
Entre dos hipótesis, es preciso elegir la más racional; y los espíritas no son tan crédulos como para ver manifestaciones psí- quicas en todas partes, ni tan absolutos en sus opiniones como para que pretendan explicarlo todo mediante los fluidos.
Considerado en sí mismo, ese hecho tiene poca importancia en comparación con los que realmente ponen en evidencia las cualidades espirituales de Jesús. Si se admite que los hechos ocurrieron según la narración, debemos tomar en cuenta que ese es el único fenómeno de este tipo que se ha producido. Jesús era de una naturaleza demasiado elevada como para que se ocupara de efectos puramente materiales, destinados tan sólo a atraer la curiosidad de la multitud, que en ese caso lo habría equiparado con un mago. Él sabía que las cosas útiles le permitirían conquistar más simpatías, y le depararían más adeptos que las que fueran simples expresiones de una gran habilidad y destreza, pero que no llegasen al corazón. (Véase el § 27.)
Si bien el hecho se puede explicar hasta cierto punto por una acción fluídica que hubiese transformado las propiedades del agua, para otorgarle el sabor del vino, de conformidad con lo que demuestran numerosos ejemplos ofrecidos por el magnetismo, esa hipótesis es poco probable, ya que en ese caso el agua habría tenido el sabor del vino, pero no su color, lo que no dejaría de ser notado. Es más racional que se vea allí una de esas parábolas tan frecuentes en las enseñanzas de Jesús, como la del hijo pródigo, la del festín de bodas, la del mal rico, la de la higuera que se secó, y tantas otras que se presentan, no obstante, con las características de hechos auténticos. Es probable que, durante la comida, Jesús haya hecho alguna alusión al vino y al agua, para extraer de ahí una enseñanza. Justifican esta opinión las palabras que el mayordomo le dirige al novio: “Todos sirven en primer lugar el vino bueno, y cuando ya han bebido mucho sirven el de inferior calidad; pero tú has reservado el vino bueno hasta ahora”.
Entre dos hipótesis, es preciso elegir la más racional; y los espíritas no son tan crédulos como para ver manifestaciones psí- quicas en todas partes, ni tan absolutos en sus opiniones como para que pretendan explicarlo todo mediante los fluidos.
La multiplicación de los panes
48. La multiplicación de los panes es uno de los milagros que más han intrigado a los comentadores y, al mismo tiempo, alimentado las burlas de los incrédulos. Sin tomarse el trabajo de averiguar el sentido alegórico, para estos últimos el hecho no es más que un relato pueril. No obstante, la mayoría de las personas serias han visto en la narración de ese suceso, aunque con un aspecto diferente del ordinario, una parábola en la que se compara el alimento espiritual del alma con el alimento del cuerpo.
Sin embargo, se puede percibir en ella algo más que una simple figura, y admitir, desde cierto punto de vista, la realidad de un hecho material, sin que para eso sea preciso recurrir al prodigio. Es sabido que una gran preocupación, así como la atención intensamente captada por algo, hacen olvidar el hambre. Ahora bien, quienes seguían a Jesús eran personas ávidas de escucharlo; de modo que no sería sorprendente que, fascinadas por su palabra y tal vez también por la poderosa acción magnética que Él ejercía sobre quienes lo rodeaban, no hayan experimentado la necesidad material de comer.
Jesús, que preveía ese resultado, no tuvo ninguna dificultad para tranquilizar a sus discípulos diciéndoles, en el lenguaje figurado que le era habitual, y admitiendo que realmente hubieran llevado algunos panes, que estos alcanzarían para saciar el hambre de la multitud. Al mismo tiempo, daba a sus discípulos una lección, al decirles: “Dadles vosotros mismos de comer”. De ese modo les enseñaba que también ellos podían alimentar por medio de la palabra.
Así, a la par del sentido alegórico moral, se produjo un efecto fisiológico natural muy conocido. El prodigio, en este caso, está en el ascendiente de la palabra de Jesús, suficientemente poderoso para cautivar la atención de una inmensa multitud, al punto de hacer que esta se olvidara de comer. Ese poder moral demuestra la superioridad de Jesús, mucho más que el hecho puramente material de la multiplicación de los panes, que debe ser considerada una alegoría. Por otra parte, el propio Jesús confirmó esta explicación en los dos pasajes que siguen.
Sin embargo, se puede percibir en ella algo más que una simple figura, y admitir, desde cierto punto de vista, la realidad de un hecho material, sin que para eso sea preciso recurrir al prodigio. Es sabido que una gran preocupación, así como la atención intensamente captada por algo, hacen olvidar el hambre. Ahora bien, quienes seguían a Jesús eran personas ávidas de escucharlo; de modo que no sería sorprendente que, fascinadas por su palabra y tal vez también por la poderosa acción magnética que Él ejercía sobre quienes lo rodeaban, no hayan experimentado la necesidad material de comer.
Jesús, que preveía ese resultado, no tuvo ninguna dificultad para tranquilizar a sus discípulos diciéndoles, en el lenguaje figurado que le era habitual, y admitiendo que realmente hubieran llevado algunos panes, que estos alcanzarían para saciar el hambre de la multitud. Al mismo tiempo, daba a sus discípulos una lección, al decirles: “Dadles vosotros mismos de comer”. De ese modo les enseñaba que también ellos podían alimentar por medio de la palabra.
Así, a la par del sentido alegórico moral, se produjo un efecto fisiológico natural muy conocido. El prodigio, en este caso, está en el ascendiente de la palabra de Jesús, suficientemente poderoso para cautivar la atención de una inmensa multitud, al punto de hacer que esta se olvidara de comer. Ese poder moral demuestra la superioridad de Jesús, mucho más que el hecho puramente material de la multiplicación de los panes, que debe ser considerada una alegoría. Por otra parte, el propio Jesús confirmó esta explicación en los dos pasajes que siguen.
La levadura de los fariseos
49. “Ahora bien, al pasar sus discípulos al otro lado del mar, se olvidaron de llevar pan. Jesús les dijo: ‘Tened el cuidado de precaveros de la levadura de los fariseos y de los saduceos’. Ellos, no obstante, pensaban y decían entre sí: ‘Es porque no trajimos pan’.
”Jesús, dándose cuenta, les dijo: ‘Hombres de poca fe, ¿por qué habláis entre vosotros de que no habéis traído pan? ¿Todavía no comprendéis, y no recordáis que cinco panes alcanzaron para cinco mil hombres, y cuántas cestas habéis llevado? ¿Cómo no comprendéis que no era del pan que yo os hablaba, cuando dije que os guardaseis de la levadura de los fariseos y los saduceos?’
”Ellos entonces comprendieron que Él no les había dicho que se preservasen de la levadura que se pone en el pan, sino de la doctrina de los fariseos y de los saduceos.” (San Mateo, 16:5 a 12.)
”Jesús, dándose cuenta, les dijo: ‘Hombres de poca fe, ¿por qué habláis entre vosotros de que no habéis traído pan? ¿Todavía no comprendéis, y no recordáis que cinco panes alcanzaron para cinco mil hombres, y cuántas cestas habéis llevado? ¿Cómo no comprendéis que no era del pan que yo os hablaba, cuando dije que os guardaseis de la levadura de los fariseos y los saduceos?’
”Ellos entonces comprendieron que Él no les había dicho que se preservasen de la levadura que se pone en el pan, sino de la doctrina de los fariseos y de los saduceos.” (San Mateo, 16:5 a 12.)
El pan del cielo
50. “Al día siguiente, el pueblo, que había permanecido al otro lado del mar, notó que allí no había más que una barca, y que Jesús no había entrado en la que tomaron sus discípulos, sino que estos habían partido solos. Y como habían llegado después otras barcas desde Tiberíades, cerca del lugar donde el Señor, después de la acción de gracias, los había alimentado con cinco panes; y como vieron que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, entraron en aquellas barcas y fueron hacia Cafarnaúm, en busca de Jesús. Y habiéndolo encontrado al otro lado del mar, le dijeron: ‘Maestro, ¿cuándo has llegado aquí?’
”Jesús les respondió: ‘En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no por causa de los milagros que visteis, sino porque yo os di de comer pan y quedasteis saciados. Trabajad para que tengáis, no el alimento que perece, sino el que dura para la vida eterna, y que el Hijo del hombre os dará, porque es a este a quien Dios, el Padre, marcó con su sello y su carácter’.
”Le preguntaron ellos: ‘¿Qué debemos hacer para producir obras de Dios?’ Jesús les respondió: ‘La obra de Dios es que creáis en aquel que Él ha enviado’.
”Le preguntaron entonces: ‘¿Qué milagro producirás para que, al verlo, creamos en ti? ¿Qué harás de extraordinario? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, conforme está escrito: Les dio de comer el pan del cielo’.
”Jesús les respondió: ‘En verdad, en verdad os digo: que Moisés no os dio el pan del cielo; mi Padre es quien da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo’.
”Dijeron ellos entonces: ‘Señor, danos siempre de ese pan’.
”Jesús les respondió: ‘Yo soy el pan de la vida; aquel que viene a mí no tendrá hambre y aquel que en mí cree no tendrá sed’. Pero ya os lo he dicho: vosotros me habéis visto y no creéis’.
”En verdad, en verdad os digo: aquel que cree en mí tiene la vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. Aquí está el pan que descendió del cielo, a fin de que quien coma de él no muera.” (San Juan, 6:22 a 36; 47 a 50.)
”Jesús les respondió: ‘En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no por causa de los milagros que visteis, sino porque yo os di de comer pan y quedasteis saciados. Trabajad para que tengáis, no el alimento que perece, sino el que dura para la vida eterna, y que el Hijo del hombre os dará, porque es a este a quien Dios, el Padre, marcó con su sello y su carácter’.
”Le preguntaron ellos: ‘¿Qué debemos hacer para producir obras de Dios?’ Jesús les respondió: ‘La obra de Dios es que creáis en aquel que Él ha enviado’.
”Le preguntaron entonces: ‘¿Qué milagro producirás para que, al verlo, creamos en ti? ¿Qué harás de extraordinario? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, conforme está escrito: Les dio de comer el pan del cielo’.
”Jesús les respondió: ‘En verdad, en verdad os digo: que Moisés no os dio el pan del cielo; mi Padre es quien da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo’.
”Dijeron ellos entonces: ‘Señor, danos siempre de ese pan’.
”Jesús les respondió: ‘Yo soy el pan de la vida; aquel que viene a mí no tendrá hambre y aquel que en mí cree no tendrá sed’. Pero ya os lo he dicho: vosotros me habéis visto y no creéis’.
”En verdad, en verdad os digo: aquel que cree en mí tiene la vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. Aquí está el pan que descendió del cielo, a fin de que quien coma de él no muera.” (San Juan, 6:22 a 36; 47 a 50.)
51. En el primer pasaje, al recordar Jesús el hecho producido anteriormente, da a entender con claridad que no se trataba de panes materiales; de lo contrario, no tendría sentido la comparación que Él establece con la levadura de los fariseos: “¿Todavía no comprendéis –dice Él–, y no recordáis que cinco panes alcanzaron para cinco mil hombres, y que siete panes fueron suficientes para cuatro mil? ¿Cómo no comprendisteis que no era de pan que yo os hablaba, cuando os decía que os preservaseis de la levadura de los fariseos?” En la hipótesis de una multiplicación material, esta comparación no tendría ninguna razón de ser. El hecho habría sido muy extraordinario en sí mismo y, como tal, debería haber impresionado la imaginación de los discípulos que, sin embargo, parecían ya no acordarse de él.
Es lo que también resalta con la misma claridad del discurso que Jesús pronunció acerca del pan del cielo, empeñado en hacer que sus oyentes comprendiesen el verdadero sentido del alimento espiritual. “Trabajad –dijo Él–, no para conseguir el alimento que perece, sino por el que se conserva para la vida eterna, el que el Hijo del hombre os dará”. Ese alimento es su palabra, el pan que descendió del cielo para dar vida al mundo. “Yo soy –dijo Él– el pan de vida; aquel que viene a mí no tendrá hambre, y aquel que cree en mí jamás tendrá sed”.
Con todo, esas distinciones eran demasiado sutiles para aquellas naturalezas rudas, que sólo comprendían las cosas tangibles. Para ellos, el maná que había alimentado el cuerpo de sus antepasados era el verdadero pan del cielo; allí residía el milagro. Si, por lo tanto, el hecho de la multiplicación de los panes hubiese ocurrido materialmente, ¿por qué habría impresionado tan poco a aquellos mismos hombres, en cuyo provecho se había realizado pocos días antes esa multiplicación, a tal punto que le preguntaran a Jesús: “Qué milagro harás, para que al verlo te creamos? ¿Qué harás de extraordinario?” Sucede que ellos entendían por milagros los prodigios que los fariseos pedían, es decir, señales que apareciesen en el cielo por orden de Jesús, como por la varita de un mago. Ahora bien, lo que Jesús hacía era muy simple y no se apartaba de las leyes naturales. Las curaciones mismas no tenían un carácter anormal ni demasiado extraordinario. Para ellos los milagros espirituales no representaban un hecho especial.
Es lo que también resalta con la misma claridad del discurso que Jesús pronunció acerca del pan del cielo, empeñado en hacer que sus oyentes comprendiesen el verdadero sentido del alimento espiritual. “Trabajad –dijo Él–, no para conseguir el alimento que perece, sino por el que se conserva para la vida eterna, el que el Hijo del hombre os dará”. Ese alimento es su palabra, el pan que descendió del cielo para dar vida al mundo. “Yo soy –dijo Él– el pan de vida; aquel que viene a mí no tendrá hambre, y aquel que cree en mí jamás tendrá sed”.
Con todo, esas distinciones eran demasiado sutiles para aquellas naturalezas rudas, que sólo comprendían las cosas tangibles. Para ellos, el maná que había alimentado el cuerpo de sus antepasados era el verdadero pan del cielo; allí residía el milagro. Si, por lo tanto, el hecho de la multiplicación de los panes hubiese ocurrido materialmente, ¿por qué habría impresionado tan poco a aquellos mismos hombres, en cuyo provecho se había realizado pocos días antes esa multiplicación, a tal punto que le preguntaran a Jesús: “Qué milagro harás, para que al verlo te creamos? ¿Qué harás de extraordinario?” Sucede que ellos entendían por milagros los prodigios que los fariseos pedían, es decir, señales que apareciesen en el cielo por orden de Jesús, como por la varita de un mago. Ahora bien, lo que Jesús hacía era muy simple y no se apartaba de las leyes naturales. Las curaciones mismas no tenían un carácter anormal ni demasiado extraordinario. Para ellos los milagros espirituales no representaban un hecho especial.
Tentación de Jesús
52. Jesús, transportado por el diablo al pináculo del Templo, y luego a la cima de una montaña, para ser tentado por él, constituye una de esas parábolas que le eran familiares y que la credulidad del pueblo transformó en hechos materiales. *
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* La explicación que sigue es la reproducción textual de la instrucción que un Espíritu dio a ese respecto. (N. de Allan Kardec.)
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* La explicación que sigue es la reproducción textual de la instrucción que un Espíritu dio a ese respecto. (N. de Allan Kardec.)
53. “Jesús no fue raptado. Él sólo quiso hacer que los hombres comprendiesen que la humanidad se encuentra expuesta a cometer faltas, y que siempre debe mantenerse vigilante contra las malas inspiraciones a las que, por su naturaleza débil, es inducida a rendirse. La tentación de Jesús es, pues, una figura, y sería preciso ser ciego para tomarla al pie de la letra. ¿Cómo podríais admitir que el Mesías, el Verbo de Dios encarnado, haya estado sometido por algún tiempo, por más corto que fuese, a las sugestiones del demonio y que, como dice el Evangelio de Lucas, el demonio lo hubiera soltado por algún tiempo, lo que llevaría a suponer que el Cristo continuó sometido al poder de esa entidad? No; comprended mejor las enseñanzas que se os han dado. El Espíritu del mal no tenía ningún poder sobre la esencia del bien. Nadie dijo haber visto a Jesús en la cima de la montaña, ni en el pináculo del Templo. No cabe duda de que un hecho de esa naturaleza se habría difundido por todos los pueblos. La tentación, por lo tanto, no constituyó un acto material y físico. En cuanto al acto moral, ¿admitiréis que el Espíritu de las tinieblas pudiese decirle a Aquel que conocía su propio origen y su poder: ‘Adórame, que te daré todos los reinos de la Tierra’? ¿Acaso el demonio no conocía a Aquel a quien hacía esas proposiciones? No es probable. Ahora bien, si lo conocía, sus propuestas eran una insensatez, pues él sabía perfectamente que sería rechazado por Aquel que había venido a destruir su imperio sobre los hombres.
”Comprended, por lo tanto, el sentido de esa parábola, pues se trata apenas de una parábola, del mismo modo que en los casos del Hijo Pródigo y del Buen Samaritano. Aquella muestra los peligros que acechan al hombre si no opone resistencia a la voz interna que le clama sin cesar: ‘Puedes ser más de lo que eres; puedes poseer más de lo que posees; puedes engrandecerte, conseguir mucho; cede a la voz de la ambición y todos tus deseos serán satisfechos’. Ella os muestra el peligro y la forma de evitarlo, diciendo a las malas inspiraciones: ¡Retírate, Satanás! o en otras palabras: ¡Vete, tentación!
”Las otras dos parábolas que he mencionado os muestran lo que aún puede esperar aquel que, demasiado débil para ahuyentar al demonio, sucumbió a sus tentaciones. Os muestran la misericordia del padre de familia, que apoya su mano sobre la frente del hijo arrepentido y le concede, con amor, el perdón que este implora. Os muestran que el culpable, el cismático, el hombre rechazado por sus hermanos, vale más a los ojos del Juez Supremo que aquellos que lo desprecian, porque Él practica las virtudes prescriptas por la ley del amor.
”Examinad correctamente las enseñanzas que encierran los Evangelios; sabed distinguir lo que allí consta en sentido textual o en sentido figurado, y los errores que os han cegado durante tantos siglos habrán de extinguirse de a poco, y cederán lugar a la refulgente luz de la verdad”. Juan Evangelista (Burdeos, 1862.)
”Comprended, por lo tanto, el sentido de esa parábola, pues se trata apenas de una parábola, del mismo modo que en los casos del Hijo Pródigo y del Buen Samaritano. Aquella muestra los peligros que acechan al hombre si no opone resistencia a la voz interna que le clama sin cesar: ‘Puedes ser más de lo que eres; puedes poseer más de lo que posees; puedes engrandecerte, conseguir mucho; cede a la voz de la ambición y todos tus deseos serán satisfechos’. Ella os muestra el peligro y la forma de evitarlo, diciendo a las malas inspiraciones: ¡Retírate, Satanás! o en otras palabras: ¡Vete, tentación!
”Las otras dos parábolas que he mencionado os muestran lo que aún puede esperar aquel que, demasiado débil para ahuyentar al demonio, sucumbió a sus tentaciones. Os muestran la misericordia del padre de familia, que apoya su mano sobre la frente del hijo arrepentido y le concede, con amor, el perdón que este implora. Os muestran que el culpable, el cismático, el hombre rechazado por sus hermanos, vale más a los ojos del Juez Supremo que aquellos que lo desprecian, porque Él practica las virtudes prescriptas por la ley del amor.
”Examinad correctamente las enseñanzas que encierran los Evangelios; sabed distinguir lo que allí consta en sentido textual o en sentido figurado, y los errores que os han cegado durante tantos siglos habrán de extinguirse de a poco, y cederán lugar a la refulgente luz de la verdad”. Juan Evangelista (Burdeos, 1862.)
Prodigios en ocasión de la muerte de Jesús
54. “Ahora bien, desde la hora sexta del día hasta la hora novena, toda la Tierra se cubrió de tinieblas.
”Al mismo tiempo, el velo del Templo se rasgó en dos, desde lo alto hacia abajo; la tierra tembló; las piedras se partieron; los sepulcros se abrieron y muchos cuerpos de santos, que estaban en el sueño de la muerte, resucitaron; y, saliendo de sus tumbas después de la resurrección de Él, entraron en la ciudad santa y fueron vistos por muchas personas.” (San Mateo, 27:45, 51 a 53.)
”Al mismo tiempo, el velo del Templo se rasgó en dos, desde lo alto hacia abajo; la tierra tembló; las piedras se partieron; los sepulcros se abrieron y muchos cuerpos de santos, que estaban en el sueño de la muerte, resucitaron; y, saliendo de sus tumbas después de la resurrección de Él, entraron en la ciudad santa y fueron vistos por muchas personas.” (San Mateo, 27:45, 51 a 53.)
55. Es extraño que esos prodigios, que se produjeron en el momento mismo en que la atención de la ciudad se concentraba en el suplicio de Jesús, que constituía el acontecimiento del día, no hayan sido notados, ya que ningún historiador los menciona. Parece imposible que un temblor de tierra, y el hecho de que toda la Tierra quedara envuelta en tinieblas durante tres horas, en un país donde el cielo es siempre de perfecta limpidez, hayan pasado desapercibidos.
La duración de esa oscuridad habría sido aproximadamente la de un eclipse de sol, pero los eclipses de esa especie sólo se producen cuando hay luna nueva, y la muerte de Jesús ocurrió durante la fase de luna llena, el 14 del mes de nissan, día de la Pascua de los judíos.
El oscurecimiento del Sol también pudo deberse a las manchas que se observan en su superficie. En ese caso, el brillo de la luz disminuye considerablemente, pero nunca al punto de producir oscuridad y tinieblas. En la suposición de que un fenómeno de ese género hubiese ocurrido en esa época, habría tenido una causa perfectamente natural. *
En cuanto a los muertos que resucitaron, posiblemente algunas personas hayan tenido visiones o vieran apariciones, lo que no es excepcional. Sin embargo, como entonces no se conocía la causa de ese fenómeno, supusieron que las figuras vistas salían de los sepulcros.
Conmovidos con la muerte de su Maestro, los discípulos de Jesús sin duda relacionaron con esa muerte ciertos hechos particulares, a los cuales no se les habría prestado ninguna atención en otras circunstancias. Bastó, tal vez, que un fragmento de roca se hubiera desprendido en ese momento para que las personas inclinadas a lo maravilloso hayan visto en ese hecho un prodigio y, exagerándolo, hayan dicho que las rocas se partían.
Jesús es grande por sus obras, y no por las escenas fantásticas en las cuales un entusiasmo desmesurado creyó conveniente incluirlo.
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* Hay constantemente, en la superficie del sol, manchas fijas que acompañan su movimiento de rotación y han servido para que se determine la duración de ese movimiento. A veces, sin embargo, esas manchas aumentan en cantidad, en tamaño y en intensidad, y entonces se produce una disminución de la luz y del calor solares. Este aumento del número de manchas parece coincidir con ciertos fenómenos astronómicos y con la posición relativa de algunos planetas, lo que determina su reaparición periódica. La duración de dicho oscurecimiento es muy variable; en ocasiones no va más allá de dos o tres horas, pero en el año 535 hubo uno que duró catorce meses. (N. de Allan Kardec.)
La duración de esa oscuridad habría sido aproximadamente la de un eclipse de sol, pero los eclipses de esa especie sólo se producen cuando hay luna nueva, y la muerte de Jesús ocurrió durante la fase de luna llena, el 14 del mes de nissan, día de la Pascua de los judíos.
El oscurecimiento del Sol también pudo deberse a las manchas que se observan en su superficie. En ese caso, el brillo de la luz disminuye considerablemente, pero nunca al punto de producir oscuridad y tinieblas. En la suposición de que un fenómeno de ese género hubiese ocurrido en esa época, habría tenido una causa perfectamente natural. *
En cuanto a los muertos que resucitaron, posiblemente algunas personas hayan tenido visiones o vieran apariciones, lo que no es excepcional. Sin embargo, como entonces no se conocía la causa de ese fenómeno, supusieron que las figuras vistas salían de los sepulcros.
Conmovidos con la muerte de su Maestro, los discípulos de Jesús sin duda relacionaron con esa muerte ciertos hechos particulares, a los cuales no se les habría prestado ninguna atención en otras circunstancias. Bastó, tal vez, que un fragmento de roca se hubiera desprendido en ese momento para que las personas inclinadas a lo maravilloso hayan visto en ese hecho un prodigio y, exagerándolo, hayan dicho que las rocas se partían.
Jesús es grande por sus obras, y no por las escenas fantásticas en las cuales un entusiasmo desmesurado creyó conveniente incluirlo.
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* Hay constantemente, en la superficie del sol, manchas fijas que acompañan su movimiento de rotación y han servido para que se determine la duración de ese movimiento. A veces, sin embargo, esas manchas aumentan en cantidad, en tamaño y en intensidad, y entonces se produce una disminución de la luz y del calor solares. Este aumento del número de manchas parece coincidir con ciertos fenómenos astronómicos y con la posición relativa de algunos planetas, lo que determina su reaparición periódica. La duración de dicho oscurecimiento es muy variable; en ocasiones no va más allá de dos o tres horas, pero en el año 535 hubo uno que duró catorce meses. (N. de Allan Kardec.)
Apariciones de Jesús después de su muerte
56. “Pero María (Magdalena) permaneció afuera, cerca del sepulcro, derramando lágrimas. Y mientras lloraba se inclinó para mirar dentro del sepulcro, y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno en la cabecera, el otro a los pies. Le dijeron ellos: ‘Mujer, ¿por qué lloras?’ Ella respondió: ‘Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto’.
”Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Este entonces le dijo: ‘Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?’ Ella, suponiendo que era el jardinero, le dijo: ‘Señor, si has sido tú quien lo sacó, decidme dónde lo pusiste, y yo me lo llevaré’.
”Le dijo Jesús: ‘María’. De inmediato ella se volvió y le dijo: Rabbuni –es decir, Maestro–. Jesús le respondió: ‘No me toques, porque aún no he subido hacia mi Padre; pero ve a reunirte con mis hermanos y diles de mi parte: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios’.
”María Magdalena fue entonces a decirles a los discípulos que había visto al Señor y que este le había dicho aquellas cosas. (San Juan, 20:11 a 18.)
”Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Este entonces le dijo: ‘Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?’ Ella, suponiendo que era el jardinero, le dijo: ‘Señor, si has sido tú quien lo sacó, decidme dónde lo pusiste, y yo me lo llevaré’.
”Le dijo Jesús: ‘María’. De inmediato ella se volvió y le dijo: Rabbuni –es decir, Maestro–. Jesús le respondió: ‘No me toques, porque aún no he subido hacia mi Padre; pero ve a reunirte con mis hermanos y diles de mi parte: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios’.
”María Magdalena fue entonces a decirles a los discípulos que había visto al Señor y que este le había dicho aquellas cosas. (San Juan, 20:11 a 18.)
57. “Aquel mismo día, iban dos de ellos hacia una aldea llamada Emaús, que distaba de Jerusalén sesenta estadios, y hablaban entre sí de todo lo que había ocurrido. Y sucedió que, mientras conversaban y discutían acerca de eso, Jesús se les acercó y se puso a caminar con ellos; pero sus ojos estaban retenidos, a fin de que no pudiesen reconocerlo. Él les dijo: ‘¿De qué vinisteis hablando mientras caminabais y por qué estáis tan tristes?’
”Uno de ellos, llamado Cleofás, tomando la palabra dijo: ‘¿Serás en Jerusalén el único forastero que no sabe lo que ha ocurrido allí en los últimos días?’ Él les preguntó: ‘¿Qué pasó?’. Le respondieron: ‘Lo de Jesús de Nazaret, que fue un poderoso profeta delante de Dios y delante de todo el pueblo, y cómo los príncipes de los sacerdotes y nuestros senadores lo entregaron para que fuera condenado a muerte y lo crucificaran. Nosotros esperábamos que fuese Él el que rescatara a Israel, pero ya estamos en el tercer día después de que esas cosas sucedieron. Es cierto que algunas mujeres de las que estaban con nosotros nos sorprendieron, pues habiendo ido al sepulcro antes de que despuntara el día, vinieron a decirnos que se les aparecieron ángeles que les dijeron que Él estaba vivo. Y algunos de los nuestros fueron también al sepulcro, y encontraron las cosas tal como las mujeres habían dicho; pero a Él no lo encontraron’.
”Entonces les dijo Jesús: ‘¡Oh! ¡Insensatos y tardos de corazón para creer en todo lo que los profetas han dicho! ¿Acaso no era necesario que el Cristo padeciera todas esas cosas y que entrara de esa manera en su gloria?’ Y comenzando desde Moisés, pasando luego por todos los profetas, les explicaba lo que en las Escrituras se había dicho de Él.
”Al aproximarse al pueblo a donde se dirigían, Él hizo ademán de que iba más lejos. Pero los dos lo obligaron a detenerse, diciéndole: ‘Quédate con nosotros, que ya es tarde y el día está declinando’; Él entró con ellos, y estando con los dos a la mesa tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se los iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y ambos lo reconocieron; Él entonces desapareció de sus vistas.
”Entonces se dijeron uno a otro: ‘¿No es verdad que nuestro corazón ardía dentro de nosotros cuando Él nos hablaba en el camino, explicándonos las Escrituras?’ Y, poniéndose de pie en ese mismo instante, volvieron a Jerusalén y vieron que los once apóstoles y los que continuaban con ellos estaban reunidos y decían: ‘¡El Señor en verdad resucitó y se ha aparecido a Simón!’ Entonces, también ellos narraron lo que les había sucedido en el camino, y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
”Mientras así conversaban, Jesús se presentó en medio de ellos, y les dijo: ‘La paz sea con vosotros; soy yo, no os asustéis’. Pero ellos, con la perturbación y el miedo de que fueron tomados, imaginaron ver un Espíritu.
”Y Jesús les dijo: ‘¿Por qué os turbáis? ¿Por qué se elevan tantos pensamientos en vuestros corazones? Mirad mis manos y mis pies, y reconoced que soy yo mismo. Tocadme y considerad que un Espíritu no tiene carne, ni huesos, como veis que yo tengo’. Y, diciendo eso, les mostró las manos y los pies.
”Pero como ellos todavía no creían, tan transportados de júbilo y de sorpresa se encontraban, les dijo: ‘¿Tenéis aquí algo de comer?’ Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado y un panal de miel. Él comió delante de ellos, y tomando los restos, les dio diciendo: ‘Esto es aquello que os dije mientras estaba todavía con vosotros: Es necesario que se cumpla todo lo que de mí está escrito en la ley de Moisés, en los profetas y en los Salmos’.
”Al mismo tiempo les abrió el espíritu a fin de que comprendiesen las Escrituras, y les dijo: ‘Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciera y resucitase de entre los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre la contrición y la remisión de los pecados en todas las naciones, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esas cosas. Y voy a enviaros el don de mi Padre, como os he prometido; pero, mientras tanto, permaneced en la ciudad hasta que yo os haya investido del poder desde lo Alto’.” (San Lucas, 24:13 a 49.)
”Uno de ellos, llamado Cleofás, tomando la palabra dijo: ‘¿Serás en Jerusalén el único forastero que no sabe lo que ha ocurrido allí en los últimos días?’ Él les preguntó: ‘¿Qué pasó?’. Le respondieron: ‘Lo de Jesús de Nazaret, que fue un poderoso profeta delante de Dios y delante de todo el pueblo, y cómo los príncipes de los sacerdotes y nuestros senadores lo entregaron para que fuera condenado a muerte y lo crucificaran. Nosotros esperábamos que fuese Él el que rescatara a Israel, pero ya estamos en el tercer día después de que esas cosas sucedieron. Es cierto que algunas mujeres de las que estaban con nosotros nos sorprendieron, pues habiendo ido al sepulcro antes de que despuntara el día, vinieron a decirnos que se les aparecieron ángeles que les dijeron que Él estaba vivo. Y algunos de los nuestros fueron también al sepulcro, y encontraron las cosas tal como las mujeres habían dicho; pero a Él no lo encontraron’.
”Entonces les dijo Jesús: ‘¡Oh! ¡Insensatos y tardos de corazón para creer en todo lo que los profetas han dicho! ¿Acaso no era necesario que el Cristo padeciera todas esas cosas y que entrara de esa manera en su gloria?’ Y comenzando desde Moisés, pasando luego por todos los profetas, les explicaba lo que en las Escrituras se había dicho de Él.
”Al aproximarse al pueblo a donde se dirigían, Él hizo ademán de que iba más lejos. Pero los dos lo obligaron a detenerse, diciéndole: ‘Quédate con nosotros, que ya es tarde y el día está declinando’; Él entró con ellos, y estando con los dos a la mesa tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se los iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y ambos lo reconocieron; Él entonces desapareció de sus vistas.
”Entonces se dijeron uno a otro: ‘¿No es verdad que nuestro corazón ardía dentro de nosotros cuando Él nos hablaba en el camino, explicándonos las Escrituras?’ Y, poniéndose de pie en ese mismo instante, volvieron a Jerusalén y vieron que los once apóstoles y los que continuaban con ellos estaban reunidos y decían: ‘¡El Señor en verdad resucitó y se ha aparecido a Simón!’ Entonces, también ellos narraron lo que les había sucedido en el camino, y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
”Mientras así conversaban, Jesús se presentó en medio de ellos, y les dijo: ‘La paz sea con vosotros; soy yo, no os asustéis’. Pero ellos, con la perturbación y el miedo de que fueron tomados, imaginaron ver un Espíritu.
”Y Jesús les dijo: ‘¿Por qué os turbáis? ¿Por qué se elevan tantos pensamientos en vuestros corazones? Mirad mis manos y mis pies, y reconoced que soy yo mismo. Tocadme y considerad que un Espíritu no tiene carne, ni huesos, como veis que yo tengo’. Y, diciendo eso, les mostró las manos y los pies.
”Pero como ellos todavía no creían, tan transportados de júbilo y de sorpresa se encontraban, les dijo: ‘¿Tenéis aquí algo de comer?’ Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado y un panal de miel. Él comió delante de ellos, y tomando los restos, les dio diciendo: ‘Esto es aquello que os dije mientras estaba todavía con vosotros: Es necesario que se cumpla todo lo que de mí está escrito en la ley de Moisés, en los profetas y en los Salmos’.
”Al mismo tiempo les abrió el espíritu a fin de que comprendiesen las Escrituras, y les dijo: ‘Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciera y resucitase de entre los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre la contrición y la remisión de los pecados en todas las naciones, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esas cosas. Y voy a enviaros el don de mi Padre, como os he prometido; pero, mientras tanto, permaneced en la ciudad hasta que yo os haya investido del poder desde lo Alto’.” (San Lucas, 24:13 a 49.)
58. “Tomás, uno de los doce apóstoles, llamado Dídimo, no se encontraba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos entonces le dijeron: ‘Vimos al Señor’. Él, con todo, les dijo: ‘Si yo no veo en sus manos las marcas de los clavos que las atravesaron, y no pongo el dedo en el agujero hecho por los clavos y mi mano en la herida de su costado, no creeré’.
”Ocho días después, estaban de nuevo los discípulos en el mismo lugar, y con ellos Tomás. Jesús se presentó, hallándose las puertas cerradas, y colocándose en medio de ellos les dijo: ‘La paz sea con vosotros’.
”Dijo luego a Tomás: ‘Pon aquí tu dedo y observa mis manos; extiende también tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino fiel’. Tomás le respondió: ‘¡Señor mío y Dios mío!’ Jesús le dijo: ‘Tú creíste porque has visto; dichosos los que sin haber visto creyeron’.” (San Juan, 20:24 a 29.)
”Ocho días después, estaban de nuevo los discípulos en el mismo lugar, y con ellos Tomás. Jesús se presentó, hallándose las puertas cerradas, y colocándose en medio de ellos les dijo: ‘La paz sea con vosotros’.
”Dijo luego a Tomás: ‘Pon aquí tu dedo y observa mis manos; extiende también tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino fiel’. Tomás le respondió: ‘¡Señor mío y Dios mío!’ Jesús le dijo: ‘Tú creíste porque has visto; dichosos los que sin haber visto creyeron’.” (San Juan, 20:24 a 29.)
59. “Jesús también se mostró después a sus discípulos en la orilla del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta forma:
”Simón Pedro, Tomás, llamado Dídimo, Nataniel, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo, y otros dos de sus discípulos estaban juntos. Les dijo Simón Pedro: ‘Voy a pescar’. Los demás dijeron: ‘Nosotros también vamos contigo’. Fueron y entraron en la barca; pero aquella noche no pescaron nada.
”Al amanecer, Jesús apareció en la orilla sin que sus discípulos supieran que era Él. Les dijo entonces: ‘Hijos, ¿tenéis algo para comer?’ Le respondieron: ‘No’. Les dijo Él: ‘Lanzad la red del lado derecho de la barca y hallaréis’. Ellos la lanzaron de inmediato y casi no la pudieron retirar, tan cargada estaba de peces.
”Entonces, el discípulo a quien Jesús amaba le dijo a Pedro: ‘Es el Señor’. Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se vistió –pues estaba desnudo– y se lanzó al mar. Los otros discípulos vinieron con la barca, y como no estaban más que a doscientos codos de distancia, arrastraron desde ahí la red llena de peces. (San Juan, 21:1 a 8.)
”Simón Pedro, Tomás, llamado Dídimo, Nataniel, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo, y otros dos de sus discípulos estaban juntos. Les dijo Simón Pedro: ‘Voy a pescar’. Los demás dijeron: ‘Nosotros también vamos contigo’. Fueron y entraron en la barca; pero aquella noche no pescaron nada.
”Al amanecer, Jesús apareció en la orilla sin que sus discípulos supieran que era Él. Les dijo entonces: ‘Hijos, ¿tenéis algo para comer?’ Le respondieron: ‘No’. Les dijo Él: ‘Lanzad la red del lado derecho de la barca y hallaréis’. Ellos la lanzaron de inmediato y casi no la pudieron retirar, tan cargada estaba de peces.
”Entonces, el discípulo a quien Jesús amaba le dijo a Pedro: ‘Es el Señor’. Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se vistió –pues estaba desnudo– y se lanzó al mar. Los otros discípulos vinieron con la barca, y como no estaban más que a doscientos codos de distancia, arrastraron desde ahí la red llena de peces. (San Juan, 21:1 a 8.)
60. “Después de eso, Él los condujo hasta Betania, y alzando las manos, los bendijo; y mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo.
”En cuanto a ellos, después de que lo adoraron, regresaron a Jerusalén con gran júbilo. Y estaban constantemente en el Templo, cantando loas y bendiciendo a Dios. Amén.” (San Lucas, 24:50 a 53.)
”En cuanto a ellos, después de que lo adoraron, regresaron a Jerusalén con gran júbilo. Y estaban constantemente en el Templo, cantando loas y bendiciendo a Dios. Amén.” (San Lucas, 24:50 a 53.)
61. Todos los evangelistas narran las apariciones de Jesús después de su muerte, con detalles circunstanciados que no permiten que se dude de su veracidad. Por otra parte, estas se explican perfectamente mediante las leyes fluídicas y las propiedades del periespíritu, y no presentan nada anómalo en relación con los fenómenos del mismo tipo, de los cuales la Historia –antigua y moderna– ofrece numerosos ejemplos, sin omitir siquiera los de tangibilidad. Si observamos las circunstancias en que ocurrieron sus diversas apariciones, en ellas reconoceremos, en tales ocasiones, todas las características de un ser fluídico. Jesús aparece repentinamente y del mismo modo desaparece; unos lo ven, y otros no; lo hace con apariencias que ni aun sus discípulos reconocen; se deja ver en ambientes cerrados, donde un cuerpo carnal no hubiera podido entrar; ni siquiera su lenguaje tiene la vivacidad del de un ser corporal; al hablar, su modo es conciso y sentencioso, característico de los Espíritus que se manifiestan de esa manera; todas sus actitudes, en suma, denotan algo indefinido que no es del mundo terrenal. Su presencia causa simultáneamente sorpresa y temor; al verlo, sus discípulos no le hablan con la misma libertad de antes; perciben que ya no es un hombre.
Jesús, por lo tanto, se mostró con su cuerpo periespiritual, lo que explica que sólo haya sido visto por los que Él quiso que lo vieran. Si hubiera estado con su cuerpo carnal, todos lo habrían visto, como cuando estaba vivo. Dado que sus discípulos ignoraban la causa primera del fenómeno de las apariciones, no advertían esas particularidades, que probablemente no les merecían ninguna atención. Puesto que veían al Maestro y lo tocaban, para ellos aquel era el cuerpo resucitado de Jesús. (Véase el Capítulo XIV, §§ 14; 35 a 38.)
Jesús, por lo tanto, se mostró con su cuerpo periespiritual, lo que explica que sólo haya sido visto por los que Él quiso que lo vieran. Si hubiera estado con su cuerpo carnal, todos lo habrían visto, como cuando estaba vivo. Dado que sus discípulos ignoraban la causa primera del fenómeno de las apariciones, no advertían esas particularidades, que probablemente no les merecían ninguna atención. Puesto que veían al Maestro y lo tocaban, para ellos aquel era el cuerpo resucitado de Jesús. (Véase el Capítulo XIV, §§ 14; 35 a 38.)
62. En tanto que la incredulidad rechaza todos los hechos que Jesús produjo, porque tienen apariencia de sobrenaturales, y los considera sin excepción elementos de una leyenda, el espiritismo proporciona una explicación natural a la mayoría de esos hechos. Demuestra que son posibles, no sólo con base en la teoría de las leyes fluídicas, sino por la identidad que presentan con hechos análogos producidos por una gran cantidad de personas, en las condiciones más comunes. Puesto que en cierto modo son de dominio público, en principio esos hechos no prueban nada en lo que respecta a la naturaleza excepcional de Jesús. *
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* Los numerosos hechos contemporáneos de curaciones, apariciones, posesiones, doble vista y otros, que se encuentran relatados en la Revista Espírita, y mencionados en las observaciones hechas más arriba, ofrecen, incluso en cuanto a los pormenores, tan flagrante analogía con los que narra el Evangelio, que resulta evidente la identidad de los efectos y las causas. No se comprende que el mismo hecho tenga hoy una causa natural, y que en el pasado esa causa haya sido sobrenatural: diabólica para unos y divina para otros. Si fuese posible confrontarlos aquí, unos con otros, la comparación se tornaría más fácil. Con todo, es imposible hacerlo dada la gran cantidad de ellos y de los desarrollos que su exposición demandaría. (N. de Allan Kardec.)
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* Los numerosos hechos contemporáneos de curaciones, apariciones, posesiones, doble vista y otros, que se encuentran relatados en la Revista Espírita, y mencionados en las observaciones hechas más arriba, ofrecen, incluso en cuanto a los pormenores, tan flagrante analogía con los que narra el Evangelio, que resulta evidente la identidad de los efectos y las causas. No se comprende que el mismo hecho tenga hoy una causa natural, y que en el pasado esa causa haya sido sobrenatural: diabólica para unos y divina para otros. Si fuese posible confrontarlos aquí, unos con otros, la comparación se tornaría más fácil. Con todo, es imposible hacerlo dada la gran cantidad de ellos y de los desarrollos que su exposición demandaría. (N. de Allan Kardec.)
63. El más grande de los milagros que Jesús operó, el que realmente da testimonio de su superioridad, ha sido la revolución que sus enseñanzas produjeron en el mundo. a pesar de la exigüidad de sus medios de acción.
En efecto, Jesús, modesto, pobre, nacido en la condición más humilde, en el seno de un pueblo insignificante, casi desconocido y sin ascendiente político, artístico ni literario, predica su doctrina apenas durante tres años. En ese corto lapso recibe el desprecio y la persecución de sus conciudadanos; es calumniado, acusado de impostor, y se ve obligado a huir para que no lo lapiden; sufre la traición de parte de uno de sus apóstoles, otro lo niega, y todos lo abandonan en el momento en que cae en manos de sus enemigos. Sólo hacía el bien, pero eso no impedía que fuera blanco de la malevolencia, que de los propios servicios que Él prestaba extraía motivos para acusarlo. Condenado al suplicio reservado a los criminales, muere ignorado por el mundo, ya que la historia de aquella época nada dice acerca de Él. * No dejó nada escrito; sin embargo, con la ayuda de algunos hombres tan modestos como Él, su palabra fue suficiente para regenerar al mundo. Su doctrina aniquiló al paganismo omnipotente, y se convirtió en el faro de la civilización. Tenía en su contra todo lo que causa el fracaso de las obras de los hombres, razón por la cual decimos que el triunfo que alcanzó su doctrina fue el más importante de sus milagros, al mismo tiempo que demostró el carácter divino de su misión. Si en vez de los principios sociales y regeneradores, basados en el porvenir espiritual del hombre, Él sólo hubiera tenido para ofrecer a la posteridad algunos hechos maravillosos, probablemente en la actualidad su nombre sería muy poco conocido.
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* El historiador judío Flavio Josefo es el único que hace mención a Jesús, aunque lo haga en términos muy resumidos. (N. de Allan Kardec.)
En efecto, Jesús, modesto, pobre, nacido en la condición más humilde, en el seno de un pueblo insignificante, casi desconocido y sin ascendiente político, artístico ni literario, predica su doctrina apenas durante tres años. En ese corto lapso recibe el desprecio y la persecución de sus conciudadanos; es calumniado, acusado de impostor, y se ve obligado a huir para que no lo lapiden; sufre la traición de parte de uno de sus apóstoles, otro lo niega, y todos lo abandonan en el momento en que cae en manos de sus enemigos. Sólo hacía el bien, pero eso no impedía que fuera blanco de la malevolencia, que de los propios servicios que Él prestaba extraía motivos para acusarlo. Condenado al suplicio reservado a los criminales, muere ignorado por el mundo, ya que la historia de aquella época nada dice acerca de Él. * No dejó nada escrito; sin embargo, con la ayuda de algunos hombres tan modestos como Él, su palabra fue suficiente para regenerar al mundo. Su doctrina aniquiló al paganismo omnipotente, y se convirtió en el faro de la civilización. Tenía en su contra todo lo que causa el fracaso de las obras de los hombres, razón por la cual decimos que el triunfo que alcanzó su doctrina fue el más importante de sus milagros, al mismo tiempo que demostró el carácter divino de su misión. Si en vez de los principios sociales y regeneradores, basados en el porvenir espiritual del hombre, Él sólo hubiera tenido para ofrecer a la posteridad algunos hechos maravillosos, probablemente en la actualidad su nombre sería muy poco conocido.
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* El historiador judío Flavio Josefo es el único que hace mención a Jesús, aunque lo haga en términos muy resumidos. (N. de Allan Kardec.)
Desaparición del cuerpo de Jesús
64. La desaparición del cuerpo de Jesús después de su muerte ha sido objeto de muchos comentarios. Los cuatro evangelistas dan testimonio del hecho, basados en los testimonios de las mujeres que fueron hasta el sepulcro, al tercer día posterior a la crucifixión, y no lo encontraron. Hubo quienes consideraron que esa desaparición era un hecho milagroso, en tanto que otros la atribuyeron a una sustracción clandestina.
De acuerdo con otra opinión, Jesús nunca habría tenido un cuerpo carnal, sino simplemente un cuerpo fluídico; sólo habría sido, durante toda su vida, una aparición tangible, en una palabra, una especie de agénere. Su nacimiento, su muerte y todos los actos materiales de su vida habrían sido apenas una apariencia. A eso se debe –dicen– que su cuerpo, de regreso al estado fluídico, haya desaparecido del sepulcro, y que con ese mismo cuerpo Él se apareciera después de su muerte.
No cabe duda de que un hecho así no es radicalmente imposible, de acuerdo con lo que hoy se sabe sobre las propiedades de los fluidos; pero sería al menos un hecho por completo excepcional y en formal oposición a la característica de los agéneres. (Véase el Capítulo XIV, § 36.) Se trata, pues, de saber si esa hipótesis es admisible, si está confirmada o refutada por los hechos.
De acuerdo con otra opinión, Jesús nunca habría tenido un cuerpo carnal, sino simplemente un cuerpo fluídico; sólo habría sido, durante toda su vida, una aparición tangible, en una palabra, una especie de agénere. Su nacimiento, su muerte y todos los actos materiales de su vida habrían sido apenas una apariencia. A eso se debe –dicen– que su cuerpo, de regreso al estado fluídico, haya desaparecido del sepulcro, y que con ese mismo cuerpo Él se apareciera después de su muerte.
No cabe duda de que un hecho así no es radicalmente imposible, de acuerdo con lo que hoy se sabe sobre las propiedades de los fluidos; pero sería al menos un hecho por completo excepcional y en formal oposición a la característica de los agéneres. (Véase el Capítulo XIV, § 36.) Se trata, pues, de saber si esa hipótesis es admisible, si está confirmada o refutada por los hechos.
65. La permanencia de Jesús en la Tierra presenta dos períodos: el que precedió y el que siguió a su muerte. En el primero, desde el momento de la concepción hasta el nacimiento, todo transcurre en el seno materno como en las condiciones ordinarias de la vida. * Desde el nacimiento hasta la muerte, en sus actos, en su lenguaje y en las diversas circunstancias de su vida, todo presenta las características inequívocas de la corporeidad. Los fenómenos de orden psíquico que se producen en él son accidentales y nada tienen de anómalos, ya que se explican mediante las propiedades del periespíritu y se encuentran, en diferentes grados, en otros individuos. Después de su muerte, por el contrario, todo en Él pone de manifiesto al ser fluídico. La diferencia entre ambos estados es tan marcada que no se pueden equiparar.
El cuerpo carnal presenta las propiedades inherentes a la materia propiamente dicha, propiedades que difieren esencialmente de las de los fluidos etéreos. En el cuerpo material, la desorganización se produce por la ruptura de la cohesión molecular. Al introducir en él un instrumento cortante, los tejidos se separan, y si son alcanzados los órganos esenciales para la vida, cesa su funcionamiento y sobreviene la muerte, es decir, la muerte del cuerpo. En cambio, como en los cuerpos fluídicos no existe esa cohesión, la vida de estos no depende del funcionamiento de órganos especiales, de modo que no se pueden producir des- órdenes análogos a los de aquellos. Un instrumento cortante u otro cualquiera podrá penetrar en un cuerpo fluídico como si lo hiciera en una masa de vapor, y no le ocasionará ninguna lesión. Es por eso que los cuerpos de esa naturaleza no pueden morir, como tampoco pueden ser muertos los seres fluídicos designados con el nombre de agéneres. Después del suplicio de Jesús, su cuerpo permaneció allí, inerte y sin vida. Se lo sepultó como se hace comúnmente con los cuerpos, y todos pudieron verlo y tocarlo.
Después de su resurrección, cuando Jesús quiso dejar la Tierra, no murió nuevamente: su cuerpo se elevó, se desvaneció y desapareció sin dejar ningún rastro, prueba evidente de que ese cuerpo era de naturaleza distinta de la del que pereció en la cruz. Así pues, de ahí debemos concluir que, si fue posible que Jesús muriese, eso sucedió porque Él tenía un cuerpo carnal.
Debido a sus propiedades materiales, el cuerpo carnal es la sede de las sensaciones y de los dolores físicos que repercuten en el centro sensitivo o Espíritu. El cuerpo no sufre, sino el Espíritu, que recibe la reacción de las lesiones o alteraciones de los tejidos orgánicos. En un cuerpo privado de Espíritu la sensación es absolutamente nula. Por la misma razón, el Espíritu, que no tiene cuerpo material, no puede experimentar los padecimientos que son el resultado de la alteración de la materia, razón por la cual también debemos concluir que si Jesús sufrió materialmente, lo que nadie puede poner en duda, es porque tenía un cuerpo material de una naturaleza semejante a la de todas las personas.
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* No nos referimos aquí al misterio de la encarnación, del cual no hemos de ocuparnos porque será examinado más adelante. (N. de Allan Kardec.)
El cuerpo carnal presenta las propiedades inherentes a la materia propiamente dicha, propiedades que difieren esencialmente de las de los fluidos etéreos. En el cuerpo material, la desorganización se produce por la ruptura de la cohesión molecular. Al introducir en él un instrumento cortante, los tejidos se separan, y si son alcanzados los órganos esenciales para la vida, cesa su funcionamiento y sobreviene la muerte, es decir, la muerte del cuerpo. En cambio, como en los cuerpos fluídicos no existe esa cohesión, la vida de estos no depende del funcionamiento de órganos especiales, de modo que no se pueden producir des- órdenes análogos a los de aquellos. Un instrumento cortante u otro cualquiera podrá penetrar en un cuerpo fluídico como si lo hiciera en una masa de vapor, y no le ocasionará ninguna lesión. Es por eso que los cuerpos de esa naturaleza no pueden morir, como tampoco pueden ser muertos los seres fluídicos designados con el nombre de agéneres. Después del suplicio de Jesús, su cuerpo permaneció allí, inerte y sin vida. Se lo sepultó como se hace comúnmente con los cuerpos, y todos pudieron verlo y tocarlo.
Después de su resurrección, cuando Jesús quiso dejar la Tierra, no murió nuevamente: su cuerpo se elevó, se desvaneció y desapareció sin dejar ningún rastro, prueba evidente de que ese cuerpo era de naturaleza distinta de la del que pereció en la cruz. Así pues, de ahí debemos concluir que, si fue posible que Jesús muriese, eso sucedió porque Él tenía un cuerpo carnal.
Debido a sus propiedades materiales, el cuerpo carnal es la sede de las sensaciones y de los dolores físicos que repercuten en el centro sensitivo o Espíritu. El cuerpo no sufre, sino el Espíritu, que recibe la reacción de las lesiones o alteraciones de los tejidos orgánicos. En un cuerpo privado de Espíritu la sensación es absolutamente nula. Por la misma razón, el Espíritu, que no tiene cuerpo material, no puede experimentar los padecimientos que son el resultado de la alteración de la materia, razón por la cual también debemos concluir que si Jesús sufrió materialmente, lo que nadie puede poner en duda, es porque tenía un cuerpo material de una naturaleza semejante a la de todas las personas.
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* No nos referimos aquí al misterio de la encarnación, del cual no hemos de ocuparnos porque será examinado más adelante. (N. de Allan Kardec.)
66. A los hechos materiales vienen a agregarse poderosas consideraciones morales.
Si las condiciones de Jesús durante su vida hubieran sido las de los seres fluídicos, Él no habría experimentado ni el dolor ni ninguna de las necesidades del cuerpo. Suponer que haya sido así sería quitarle el mérito de la vida de privaciones y padecimientos que había elegido como ejemplo de resignación. Si todo en Él no hubiera sido más que aparente, todos los actos de su vida, la reiterada predicción de su muerte, la escena dolorosa en el Jardín de los Olivos, su plegaria a Dios para que le apartara el cáliz de los labios, su pasión, su agonía, todo, hasta su último clamor en el momento de entregar el Espíritu, no habría sido más que un vano simulacro para engañar a los hombres acerca de su naturaleza y hacerles creer en el sacrificio ilusorio de su vida, en una farsa indigna de un hombre simple y honesto, y aún más indigna de un ser de esa superioridad. En una palabra, Jesús habría abusado de la buena fe de sus contemporáneos y de la posteridad. Esas son las consecuencias lógicas de ese sistema, consecuencias inadmisibles, porque lo rebajarían moralmente en vez de elevarlo.
Por consiguiente, como todo hombre, Jesús tuvo un cuerpo carnal y un cuerpo fluídico, lo cual es demostrado por los fenómenos materiales y los fenómenos psíquicos que jalonaron su vida.
Si las condiciones de Jesús durante su vida hubieran sido las de los seres fluídicos, Él no habría experimentado ni el dolor ni ninguna de las necesidades del cuerpo. Suponer que haya sido así sería quitarle el mérito de la vida de privaciones y padecimientos que había elegido como ejemplo de resignación. Si todo en Él no hubiera sido más que aparente, todos los actos de su vida, la reiterada predicción de su muerte, la escena dolorosa en el Jardín de los Olivos, su plegaria a Dios para que le apartara el cáliz de los labios, su pasión, su agonía, todo, hasta su último clamor en el momento de entregar el Espíritu, no habría sido más que un vano simulacro para engañar a los hombres acerca de su naturaleza y hacerles creer en el sacrificio ilusorio de su vida, en una farsa indigna de un hombre simple y honesto, y aún más indigna de un ser de esa superioridad. En una palabra, Jesús habría abusado de la buena fe de sus contemporáneos y de la posteridad. Esas son las consecuencias lógicas de ese sistema, consecuencias inadmisibles, porque lo rebajarían moralmente en vez de elevarlo.
Por consiguiente, como todo hombre, Jesús tuvo un cuerpo carnal y un cuerpo fluídico, lo cual es demostrado por los fenómenos materiales y los fenómenos psíquicos que jalonaron su vida.
67. Esa idea sobre la naturaleza del cuerpo de Jesús no es nueva. En el siglo IV, Apolinario de Laodicea, jefe de la secta de los apolinaristas, pretendía que Jesús no había tenido un cuerpo como el nuestro, sino un cuerpo impasible, que había descendido desde el cielo al seno de la santa Virgen, pero que no había nacido de ella. De ese modo, Jesús había nacido, sufrido y muerto apenas en apariencia. Los apolinaristas fueron anatematizados en el concilio de Alejandría, en el año 360; en el de Roma, en el año 374; y en el de Constantinopla, en el año 381.
Los docetas (del griego dokein: aparecer), secta numerosa de los gnósticos, que subsistió durante los tres primeros siglos, sostenían la misma creencia.
Los docetas (del griego dokein: aparecer), secta numerosa de los gnósticos, que subsistió durante los tres primeros siglos, sostenían la misma creencia.
LAS PROFECÍAS
CAPÍTULO XVI - Teoría de la Presciencia
1. ¿Cómo es posible el conocimiento del futuro? Es lógico que se prevean los acontecimientos que habrán de ser consecuencia del estado presente, pero no los que no tienen con éste relación alguna, y menos aún los que se atribuyen al acaso. Se suele decir que las cosas futuras no existen, que todavía se encuentran en la nada. ¿Cómo, entonces, es posible saber que sucederán? Con todo, son muy numerosos los casos de predicciones que se cumplen, lo que nos lleva a la conclusión de que ahí se da un fenómeno para cuya explicación falta la clave, visto que no hay efecto sin causa. Esa causa es la que intentaremos descubrir, y el espiritismo, que es de por sí la clave de tantos misterios, nos la proveerá, mostrándonos también que el fenómeno de las predicciones no es incompatible con las leyes naturales.
Tomemos, a modo de comparación, un ejemplo de las cosas usuales, que nos ayudará a comprender el principio que nos proponemos dilucidar.
Tomemos, a modo de comparación, un ejemplo de las cosas usuales, que nos ayudará a comprender el principio que nos proponemos dilucidar.
2. Supongamos que un hombre ubicado en lo alto de una montaña contemple la vasta extensión de planicie que se extiende delante de él. En esa situación, la distancia de una legua le resultará poca cosa, y fácilmente podrá captar, con una sola mirada, todos los accidentes del terreno, desde el comienzo hasta el final del camino. Por su parte, un viajero que recorra ese camino por primera vez, sabrá que si avanza llegará a destino, lo que constituye una simple previsión de la consecuencia que habrá de tener su marcha; pero los accidentes del terreno, las subidas y bajadas, los ríos que deberá cruzar, los bosques que atravesará, los precipicios en que podría caer, los ladrones que lo acecharán para robarle, las casas hospitalarias donde podrá descansar, todo eso es independiente de su persona y constituye para él lo desconocido, el futuro, porque su vista no va más allá de la pequeña zona que lo rodea. En cuanto a la duración, la mide por el tiempo que emplea en recorrer el camino. Si se suprimieran los puntos de referencia, la duración desaparecería. En cambio, para el hombre que está en la cima de la montaña y que sigue al viajero con la mirada, todo aquello está presente. Supongamos que ese hombre vaya al encuentro del viajero y le diga: “En determinado momento encontrarás ladrones, serás atacado, pero recibirás auxilio”. Estará prediciendo el futuro, pero el futuro del viajero, puesto que para él, que es el autor de la previsión, ese futuro es el presente.
3. Ahora, si saliéramos del ámbito de las cosas puramente materiales y nos introdujéramos con el pensamiento en el dominio de la vida espiritual, veríamos que ese fenómeno se produce en mayor escala. Los Espíritus desmaterializados son como el hombre de la montaña: el espacio y la duración no existen para ellos. Pero la extensión y la penetración de su vista son proporcionales a la pureza y a la elevación que han alcanzado en la jerarquía espiritual. Ellos son, en relación con los Espíritus inferiores, como hombres provistos de poderosos telescopios al lado de otros que apenas disponen de los ojos. En los Espíritus inferiores la visión está circunscripta, no sólo porque ellos difícilmente pueden alejarse del mundo en el que están cautivos, sino también porque la densidad de sus periespíritus actúa como un velo en relación con las cosas distantes, del mismo modo que la niebla las oculta para los ojos del cuerpo.
Se comprende, por lo tanto, que de conformidad con el grado de perfección, un Espíritu pueda abarcar un período de algunos años, de algunos siglos e incluso de muchos miles de años. En efecto, ¿qué es un siglo en relación con el infinito? Los acontecimientos no se desarrollan en sucesión delante de él, como las irregularidades del camino delante del viajero: él ve simultáneamente el comienzo y el fin del período. Todos los sucesos que en ese lapso constituyen el porvenir para el hombre de la Tierra, son el presente para él, de modo que podría venir a decirnos con certeza: “determinada cosa ocurrirá en tal momento”, porque él ve esa cosa como el hombre desde la montaña ve lo que le espera al viajero en el transcurso de su viaje. Si así no lo hace, se debe a que el conocimiento del futuro podría resultar perjudicial para el hombre; obstaculizaría su libre albedrío; lo paralizaría en el trabajo que le corresponde cumplir a favor de su progreso. El bien y el mal con que el hombre se enfrentará en el futuro, al mantenerse como una incógnita, constituyen una prueba para él.
Si esa facultad, aunque restringida, puede incluirse entre los atributos de la criatura humana, ¿con qué grado de potencialidad no existirá en el Creador, que abarca el infinito? Para Dios, el tiempo no existe: el comienzo y el fin de los mundos constituyen el presente. Dentro de ese inmenso panorama, ¿qué representa la duración de la vida de un hombre, de una generación, de un pueblo?
Se comprende, por lo tanto, que de conformidad con el grado de perfección, un Espíritu pueda abarcar un período de algunos años, de algunos siglos e incluso de muchos miles de años. En efecto, ¿qué es un siglo en relación con el infinito? Los acontecimientos no se desarrollan en sucesión delante de él, como las irregularidades del camino delante del viajero: él ve simultáneamente el comienzo y el fin del período. Todos los sucesos que en ese lapso constituyen el porvenir para el hombre de la Tierra, son el presente para él, de modo que podría venir a decirnos con certeza: “determinada cosa ocurrirá en tal momento”, porque él ve esa cosa como el hombre desde la montaña ve lo que le espera al viajero en el transcurso de su viaje. Si así no lo hace, se debe a que el conocimiento del futuro podría resultar perjudicial para el hombre; obstaculizaría su libre albedrío; lo paralizaría en el trabajo que le corresponde cumplir a favor de su progreso. El bien y el mal con que el hombre se enfrentará en el futuro, al mantenerse como una incógnita, constituyen una prueba para él.
Si esa facultad, aunque restringida, puede incluirse entre los atributos de la criatura humana, ¿con qué grado de potencialidad no existirá en el Creador, que abarca el infinito? Para Dios, el tiempo no existe: el comienzo y el fin de los mundos constituyen el presente. Dentro de ese inmenso panorama, ¿qué representa la duración de la vida de un hombre, de una generación, de un pueblo?
4. No obstante, como el hombre debe cooperar al progreso general, pues ciertos acontecimientos tienen que ser el resultado de su colaboración, es conveniente que en casos especiales presienta esos acontecimientos, a fin de que haga sus planes y esté listo para actuar cuando llegue el momento propicio. Por eso Dios permite, en ocasiones, que se levante una punta del velo; pero siempre con un fin útil, nunca para satisfacer una curiosidad vana. Esa misión no puede ser confiada a todos los Espíritus, dado que muchos no conocen acerca del futuro más que los hombres, sino a Espíritus suficientemente adelantados para cumplirla. Ahora bien, es oportuno observar que las revelaciones de ese orden siempre se hacen espontáneamente y nunca, o al menos muy raramente, en respuesta a una pregunta directa.
5. Esa misión puede también ser confiada a determinados hombres, de la siguiente manera:
Aquel a quien se le ha confiado el encargo de revelar algo oculto recibe, sin proponérselo, la inspiración de los Espíritus que saben de qué se trata, y entonces la transmite automáticamente, sin comprender lo que hace. Se sabe además que, tanto durante el sueño como en el estado de vigilia, en los éxtasis de la doble vista, el alma se desprende y adquiere en un grado más o menos elevado las facultades del Espíritu libre. Si se trata de un Espíritu adelantado y, sobre todo, si ha recibido como los profetas una misión especial en ese sentido, gozará en los momentos de emancipación del alma de la facultad de abarcar por sí mismo un período más o menos extenso, y verá como presentes los acontecimientos de ese período. Puede entonces revelarlos en ese mismo instante o conservar el recuerdo de ellos al despertar. Si esos acontecimientos deben permanecer en secreto, él los olvidará o sólo conservará una vaga intuición de lo que se le ha revelado, suficiente para guiarlo instintivamente.
Aquel a quien se le ha confiado el encargo de revelar algo oculto recibe, sin proponérselo, la inspiración de los Espíritus que saben de qué se trata, y entonces la transmite automáticamente, sin comprender lo que hace. Se sabe además que, tanto durante el sueño como en el estado de vigilia, en los éxtasis de la doble vista, el alma se desprende y adquiere en un grado más o menos elevado las facultades del Espíritu libre. Si se trata de un Espíritu adelantado y, sobre todo, si ha recibido como los profetas una misión especial en ese sentido, gozará en los momentos de emancipación del alma de la facultad de abarcar por sí mismo un período más o menos extenso, y verá como presentes los acontecimientos de ese período. Puede entonces revelarlos en ese mismo instante o conservar el recuerdo de ellos al despertar. Si esos acontecimientos deben permanecer en secreto, él los olvidará o sólo conservará una vaga intuición de lo que se le ha revelado, suficiente para guiarlo instintivamente.
6. Ocurre, de ese modo, que en ciertas ocasiones esa facultad se desarrolla providencialmente, ante la inminencia de situaciones peligrosas, durante los grandes cataclismos, en las revoluciones; y es así también que la mayoría de las sectas perseguidas ha tenido numerosos videntes. Incluso a eso se debe que los arrojados capitanes avancen resueltamente contra el enemigo, convencidos de la victoria; que hombres de genio, como Cristóbal Colón por ejemplo, se dirijan hacia una meta prediciendo anticipadamente, por así decirlo, el momento en que habrán de alcanzarla. Eso se debe a que ellos han visto el objetivo, que no era desconocido para sus Espíritus.
Por consiguiente, el don de la predicción no tiene nada que sea más sobrenatural que una infinidad de fenómenos. Se basa en las propiedades del alma y en la ley que rige las relaciones del mundo visible con el mundo invisible, a las que el espiritismo ha venido a dar a conocer.
Es probable que esta teoría de la presciencia no resuelva de un modo absoluto todos los casos de revelaciones del porvenir que se puedan presentar, pero no es posible dejar de reconocer que establece el principio fundamental.
Por consiguiente, el don de la predicción no tiene nada que sea más sobrenatural que una infinidad de fenómenos. Se basa en las propiedades del alma y en la ley que rige las relaciones del mundo visible con el mundo invisible, a las que el espiritismo ha venido a dar a conocer.
Es probable que esta teoría de la presciencia no resuelva de un modo absoluto todos los casos de revelaciones del porvenir que se puedan presentar, pero no es posible dejar de reconocer que establece el principio fundamental.
7. A menudo, las personas dotadas de la facultad de predecir, sea en el estado de éxtasis o en el de sonambulismo, ven los acontecimientos como si estos estuvieran dibujados en un cuadro, lo que también se podría explicar mediante la fotografía del pensamiento. Sabemos que el pensamiento atraviesa el espacio así como los sonidos atraviesan el aire. Ahora bien, un hecho que esté en el pensamiento de los Espíritus encargados de que ese hecho se realice, o en el de los hombres cuyos actos deben provocarlo, puede atravesar el espacio y formar una imagen para el vidente; no obstante, como existe la posibilidad de que su realización sea anticipada o retrasada por un conjunto de circunstancias, el vidente percibe el hecho sin que por ello pueda determinar el momento en que ocurrirá. A veces, incluso, ese pensamiento es apenas un proyecto, un deseo que tal vez no tenga consecuencias; de ahí los errores frecuentes acerca de los hechos y las fechas en los pronósticos. (Véase el Capítulo XIV, § 13 y siguientes.)
8. Para la comprensión de las cosas espirituales, es decir, para que nos hagamos de ellas una idea tan clara como la que nos formamos de un paisaje que tenemos delante de los ojos, nos falta en realidad un sentido, exactamente como al ciego de nacimiento le falta el sentido necesario que le permita comprender los efectos de la luz, de los colores y de la visión prescindiendo del contacto. A eso se debe que solamente lleguemos a conseguirlo por un esfuerzo de la imaginación y por medio de comparaciones con cosas materiales que nos sean familiares. Las cosas materiales, sin embargo, no nos pueden dar de las cosas espirituales más que ideas muy imperfectas, razón por la cual no se debería tomar al pie de la letra esas comparaciones y creer, por ejemplo, que la amplitud de las facultades perceptivas de los Espíritus depende de la efectiva elevación de ellos, ni que precisen estar sobre una montaña o por encima de las nubes para abarcar el tiempo y el espacio.
Esa facultad es inherente al estado de espiritualización o, si se quiere, de desmaterialización del Espíritu. Esto significa que la espiritualización produce un efecto que se puede comparar, aunque muy imperfectamente, con el de la visión de conjunto que tiene el hombre en lo alto de la montaña. Esta comparación tendía simplemente a mostrar que acontecimientos que para algunos todavía pertenecen al futuro, para otros están en el presente y, por lo tanto, se pueden predecir, lo que no implica que el efecto se produzca de la misma manera.
Por consiguiente, para gozar de esa percepción, el Espíritu no precisa transportarse a un punto cualquiera del espacio. Aquel que se encuentra en la Tierra, a nuestro lado, puede poseerla en toda su plenitud, tanto como si se hallase a mil leguas de distancia, mientras que nosotros no vemos nada más allá de nuestro horizonte visual. Como la visión de los Espíritus no se produce del mismo modo ni con los mismos elementos que la del hombre, el horizonte visual de aquellos es muy distinto. Ahora bien, precisamente ese es el sentido que nos falta para que podamos concebirlo. El Espíritu, comparado con el encarnado, es como el vidente comparado con el ciego.
Esa facultad es inherente al estado de espiritualización o, si se quiere, de desmaterialización del Espíritu. Esto significa que la espiritualización produce un efecto que se puede comparar, aunque muy imperfectamente, con el de la visión de conjunto que tiene el hombre en lo alto de la montaña. Esta comparación tendía simplemente a mostrar que acontecimientos que para algunos todavía pertenecen al futuro, para otros están en el presente y, por lo tanto, se pueden predecir, lo que no implica que el efecto se produzca de la misma manera.
Por consiguiente, para gozar de esa percepción, el Espíritu no precisa transportarse a un punto cualquiera del espacio. Aquel que se encuentra en la Tierra, a nuestro lado, puede poseerla en toda su plenitud, tanto como si se hallase a mil leguas de distancia, mientras que nosotros no vemos nada más allá de nuestro horizonte visual. Como la visión de los Espíritus no se produce del mismo modo ni con los mismos elementos que la del hombre, el horizonte visual de aquellos es muy distinto. Ahora bien, precisamente ese es el sentido que nos falta para que podamos concebirlo. El Espíritu, comparado con el encarnado, es como el vidente comparado con el ciego.
9. Además, debemos considerar que esa percepción no se limita a la dimensión, sino que abarca la penetración de todas las cosas. Es, reiteramos, una facultad inherente y proporcional al estado de desmaterialización. La encarnación la amortigua, sin que llegue a anularla por completo, porque el alma no queda encerrada en el cuerpo como en una caja. El encarnado la posee, aunque siempre en un grado menor que cuando se halla completamente desprendido; eso es lo que confiere a ciertos hombres un poder de penetración que a otros les falta totalmente; una mayor agudeza de la visión moral; una comprensión más fácil de las cosas extramateriales.
El Espíritu encarnado no solamente percibe, sino que también conserva el recuerdo de lo que ha visto en el estado de Espí- ritu libre, y ese recuerdo es como un cuadro que se proyecta en su mente. Durante la encarnación el Espíritu ve, aunque vagamente, como a través de un velo; en el estado de libertad, ve y comprende claramente. El principio de la visión no es exterior a él, sino que está en él; por eso no necesita la luz exterior. Por efecto del desarrollo moral, el círculo de las ideas y las concepciones se amplía; por efecto de la desmaterialización gradual del periespíritu, éste se depura de los elementos densos que alteraban la delicadeza de las percepciones. De ese modo, resulta fácil entender que la ampliación de todas las facultades acompaña el progreso del Espíritu.
El Espíritu encarnado no solamente percibe, sino que también conserva el recuerdo de lo que ha visto en el estado de Espí- ritu libre, y ese recuerdo es como un cuadro que se proyecta en su mente. Durante la encarnación el Espíritu ve, aunque vagamente, como a través de un velo; en el estado de libertad, ve y comprende claramente. El principio de la visión no es exterior a él, sino que está en él; por eso no necesita la luz exterior. Por efecto del desarrollo moral, el círculo de las ideas y las concepciones se amplía; por efecto de la desmaterialización gradual del periespíritu, éste se depura de los elementos densos que alteraban la delicadeza de las percepciones. De ese modo, resulta fácil entender que la ampliación de todas las facultades acompaña el progreso del Espíritu.
10. El grado de extensión de las facultades del Espíritu es el que durante la encarnación determina su mayor o menor aptitud para comprender las cosas espirituales. No obstante, esa aptitud no resulta forzosamente del desarrollo de la inteligencia; no la confiere la ciencia vulgar; y es por eso que se ve a hombres de gran saber tan ciegos para las cosas espirituales como otros lo son para las cosas materiales; son refractarios a ellas porque no las comprenden, lo que significa que todavía no han progresado en ese sentido, mientras que otros, de instrucción e inteligencia comunes, las captan con la mayor facilidad, lo que prueba que ya tenían de tales cosas una intuición previa. Para estos, se trata de un recuerdo retrospectivo de lo que han visto y aprendido, ya sea en la erraticidad o en sus existencias anteriores, como otros tienen la intuición de las lenguas y de las ciencias que conocieron.
11. En cuanto al porvenir del espiritismo, como se sabe, los Espíritus son unánimes en afirmar que su triunfo está próximo, a pesar de los obstáculos que se le oponen. Esta predicción les resulta fácil, en principio, porque su propagación es obra personal de ellos. Como colaboran con el movimiento o lo dirigen, saben lo que deben hacer; en segundo lugar, les basta con vislumbrar un período de corta duración, en el cual ven los poderosos auxiliares que Dios promueve, y que no tardarán en ponerse de manifiesto.
Aunque no sean Espíritus desencarnados, transpórtense los espíritas apenas treinta años hacia delante, al seno de la generación que surge, y consideren desde ahí lo que sucede con el espiritismo en la actualidad; sigan su marcha progresiva y verán consumirse en vanos esfuerzos a quienes se consideran destinados a derribarlo. Verán cómo estos desaparecen poco a poco de la escena, mientras el árbol crece y extiende cada vez más sus raíces.
Aunque no sean Espíritus desencarnados, transpórtense los espíritas apenas treinta años hacia delante, al seno de la generación que surge, y consideren desde ahí lo que sucede con el espiritismo en la actualidad; sigan su marcha progresiva y verán consumirse en vanos esfuerzos a quienes se consideran destinados a derribarlo. Verán cómo estos desaparecen poco a poco de la escena, mientras el árbol crece y extiende cada vez más sus raíces.
12. La mayoría de las veces, los acontecimientos comunes de la vida privada son consecuencia de la manera de proceder de cada persona. Algunas, de acuerdo con su capacidad, su habilidad, su perseverancia, su prudencia y su energía, tendrán éxito en aquello en lo que otras fracasarán por efecto de su ineptitud. Podemos decir, pues, que cada uno es el artífice de su propio futuro, un futuro que jamás está sujeto a una ciega fatalidad, independientemente de su persona. Si se conoce el carácter de un individuo, se puede con facilidad predecir la suerte que lo espera en el camino que ha elegido.
13. Los acontecimientos relacionados con los intereses generales de la humanidad son regulados por la Providencia. Cuando algo está en los designios de Dios, se cumple pese a todo, de una manera o de otra. Los hombres contribuyen a que se ejecute, pero ninguno es indispensable, pues de lo contrario Dios estaría a merced de sus criaturas. Si alguien deja de cumplir la misión que le corresponde, otro se encargará de ella. No existe una misión forzosa; el hombre tiene siempre la libertad de cumplir o no la que se le ha confiado y que voluntariamente aceptó. Si no lo hace, pierde los beneficios que de ahí resultarían para él y asume la responsabilidad de los retrasos que podrían derivar de su negligencia o su mala voluntad. Si se convierte en un obstáculo para que esta se cumpla, Dios podrá apartarlo con un soplido.
14. El resultado final de un acontecimiento puede, por lo tanto, ser seguro, porque se halla en los designios de Dios. No obstante, como la mayoría de las veces los detalles y el modo de ejecución están subordinados a las circunstancias y al libre albedrío de los hombres, los métodos y los recursos pueden ser eventuales. Los Espíritus podrían hacer que presintamos algo en relación con el conjunto, si fuera conveniente que se nos avisara; pero para la determinación del lugar y la fecha, sería preciso que conociesen previamente la decisión que adoptará este o aquel individuo. Ahora bien, si esa decisión todavía no está en su mente, ese individuo podrá anticipar o postergar la realización del hecho, según cuál llegue a ser esa decisión, o bien modificar los medios secundarios de acción, aunque se llegue siempre a producir el mismo resultado. Así, por ejemplo, los Espíritu pueden, en razón de las circunstancias, prever que una guerra está relativamente próxima, que es inevitable, sin que por eso estén en condiciones de predecir el día en que comenzará, ni los incidentes pormenorizados que dependan de la voluntad de los hombres.
15. Para la determinación de la época de los acontecimientos futuros es necesario, además, tomar en cuenta una circunstancia inherente a la naturaleza misma de los Espíritus.
El tiempo, tanto como el espacio, sólo se puede evaluar con el auxilio de puntos de comparación o de referencia que lo dividan en períodos que puedan ser contados. En la Tierra, la división natural del tiempo en días y años está subordinada a la salida y puesta del Sol, así como a la duración del movimiento de traslación de la Tierra. Las unidades para la medición del tiempo deben variar de acuerdo con los planetas, puesto que los períodos astronómicos son diferentes. En Júpiter, por ejemplo, el día equivale a diez de nuestras horas, y los años a más de doce años terrestres.
Hay, por lo tanto, para cada mundo, un modo diferente de computar la duración, de acuerdo con la naturaleza de las revoluciones astrales que en él se efectúan. Eso constituye una dificultad para los Espíritus que, sin conocer nuestro mundo, determinan fechas relacionadas con nosotros. Además, fuera de los mundos no existen esos medios de apreciación. Para un Espíritu en el espacio, no hay nacimiento ni puesta de sol que indique los días, ni revolución periódica que establezca los años. Sólo existe, para él, la duración y el espacio infinitos. (Véase el Capítulo VI, § 1 y siguientes.) Por lo tanto, quien nunca haya venido a la Tierra, no poseerá ningún conocimiento de nuestros cálculos, que por otra parte le resultarían completamente inútiles. Más aún: quien nunca haya encarnado en un mundo, carecerá de todas las nociones relativas a las fracciones de la duración. Cuando un Espíritu extraño a la Tierra viene a manifestarse entre nosotros, no puede precisar las fechas de los acontecimientos de otro modo que identificándose con nuestros hábitos, lo que sin duda le es factible, aunque la mayoría de las veces no le reporte ninguna utilidad.
El tiempo, tanto como el espacio, sólo se puede evaluar con el auxilio de puntos de comparación o de referencia que lo dividan en períodos que puedan ser contados. En la Tierra, la división natural del tiempo en días y años está subordinada a la salida y puesta del Sol, así como a la duración del movimiento de traslación de la Tierra. Las unidades para la medición del tiempo deben variar de acuerdo con los planetas, puesto que los períodos astronómicos son diferentes. En Júpiter, por ejemplo, el día equivale a diez de nuestras horas, y los años a más de doce años terrestres.
Hay, por lo tanto, para cada mundo, un modo diferente de computar la duración, de acuerdo con la naturaleza de las revoluciones astrales que en él se efectúan. Eso constituye una dificultad para los Espíritus que, sin conocer nuestro mundo, determinan fechas relacionadas con nosotros. Además, fuera de los mundos no existen esos medios de apreciación. Para un Espíritu en el espacio, no hay nacimiento ni puesta de sol que indique los días, ni revolución periódica que establezca los años. Sólo existe, para él, la duración y el espacio infinitos. (Véase el Capítulo VI, § 1 y siguientes.) Por lo tanto, quien nunca haya venido a la Tierra, no poseerá ningún conocimiento de nuestros cálculos, que por otra parte le resultarían completamente inútiles. Más aún: quien nunca haya encarnado en un mundo, carecerá de todas las nociones relativas a las fracciones de la duración. Cuando un Espíritu extraño a la Tierra viene a manifestarse entre nosotros, no puede precisar las fechas de los acontecimientos de otro modo que identificándose con nuestros hábitos, lo que sin duda le es factible, aunque la mayoría de las veces no le reporte ninguna utilidad.
16. Los Espíritus que componen la población invisible de nuestro globo, que ya han vivido aquí y que continuarán viviendo junto a nosotros, se hallan naturalmente identificados con nuestros hábitos, de los que guardan el recuerdo en la erraticidad. Podrían, por consiguiente, determinar con mayor facilidad las fechas de los acontecimientos futuros, siempre que los conozcan. No obstante, sin contar con que eso no siempre les está permitido, se ven impedidos de hacerlo por el hecho de que, puesto que las circunstancias detalladas están subordinadas al libre albedrío y a la decisión eventual del hombre, la fecha exacta sólo puede conocerse realmente después de que el acontecimiento ha tenido lugar.
Por esa razón, las predicciones circunstanciadas no pueden ofrecer ninguna certeza, y sólo deben ser admitidas como probables, aun cuando no lleven consigo ningún indicio que las haga legítimamente sospechosas. Por eso, los Espíritus verdaderamente sabios nunca hacen predicciones para fechas determinadas, y se limitan a hacer que presintamos las consecuencias de las cosas cuyo conocimiento nos es útil. Insistir para obtener detalles precisos equivale a exponerse a las mistificaciones de los Espíritus frívolos, que predicen todo lo que se les ocurre sin preocuparse por la verdad, divirtiéndose con los temores y las decepciones que causan.
Por esa razón, las predicciones circunstanciadas no pueden ofrecer ninguna certeza, y sólo deben ser admitidas como probables, aun cuando no lleven consigo ningún indicio que las haga legítimamente sospechosas. Por eso, los Espíritus verdaderamente sabios nunca hacen predicciones para fechas determinadas, y se limitan a hacer que presintamos las consecuencias de las cosas cuyo conocimiento nos es útil. Insistir para obtener detalles precisos equivale a exponerse a las mistificaciones de los Espíritus frívolos, que predicen todo lo que se les ocurre sin preocuparse por la verdad, divirtiéndose con los temores y las decepciones que causan.
17. La forma que en general se ha empleado hasta ahora en las predicciones hace que estas sean auténticos enigmas, a menudo indescifrables. Esa forma misteriosa y cabalística, de la que Nostradamus nos ofrece el tipo más completo, les confiere un cierto prestigio ante el vulgo, que tanto más valor les atribuye cuanto más incomprensibles parecen. Por su ambigüedad, las predicciones se prestan a interpretaciones muy diferentes, de tal modo que, según el sentido que se atribuya a ciertas palabras alegóricas o convencionales, conforme con la manera en que se realice el cálculo –singularmente complicado– de las fechas, y con un poco de buena voluntad, se encuentra en ellas casi todo lo que se desea.
Sea como fuere, no se puede dejar de convenir en que algunas predicciones presentan un carácter serio, y sorprenden con su veracidad. Es probable que la forma velada haya tenido, en alguna época, su razón de ser e incluso su necesidad.
Hoy las circunstancias son otras; el positivismo de este siglo no sería compatible con el lenguaje sibilino. Por eso, en la actualidad, las predicciones ya no están revestidas de esas formas extravagantes; las que hacen los Espíritus no tienen nada de místico; emplean el lenguaje común, tal como lo habrían hecho cuando vivían en la Tierra, porque no han dejado de pertenecer a la humanidad. Hacen que presintamos las cosas futuras, sean personales o generales, cuando eso puede ser útil, en la medida de la perspicacia de que están dotados, como lo harían nuestros consejeros y amigos. Por consiguiente, sus previsiones son más bien advertencias que nada quitan al libre albedrío, antes que predicciones propiamente dichas que implicarían una fatalidad absoluta. Por otra parte, la opinión de los Espíritus está casi siempre fundamentada en que no desean que el hombre anule su razón sometiéndola a una fe ciega, sino que desean que éste aprecie su exactitud.
Sea como fuere, no se puede dejar de convenir en que algunas predicciones presentan un carácter serio, y sorprenden con su veracidad. Es probable que la forma velada haya tenido, en alguna época, su razón de ser e incluso su necesidad.
Hoy las circunstancias son otras; el positivismo de este siglo no sería compatible con el lenguaje sibilino. Por eso, en la actualidad, las predicciones ya no están revestidas de esas formas extravagantes; las que hacen los Espíritus no tienen nada de místico; emplean el lenguaje común, tal como lo habrían hecho cuando vivían en la Tierra, porque no han dejado de pertenecer a la humanidad. Hacen que presintamos las cosas futuras, sean personales o generales, cuando eso puede ser útil, en la medida de la perspicacia de que están dotados, como lo harían nuestros consejeros y amigos. Por consiguiente, sus previsiones son más bien advertencias que nada quitan al libre albedrío, antes que predicciones propiamente dichas que implicarían una fatalidad absoluta. Por otra parte, la opinión de los Espíritus está casi siempre fundamentada en que no desean que el hombre anule su razón sometiéndola a una fe ciega, sino que desean que éste aprecie su exactitud.
18. La humanidad contemporánea también tiene sus profetas. Más de un escritor, poeta, literato, historiador o filósofo, ha volcado en sus escritos el presentimiento de la marcha futura de los acontecimientos, de cuyo cumplimiento somos testigos en el presente.
Muchas veces esa aptitud proviene, sin duda, de la rectitud del juicio, que deduce las consecuencias lógicas del presente; pero otras veces también es el resultado de una clarividencia especial inconsciente, o de una inspiración ajena. Lo que esos hombres hicieron cuando estaban vivos, pueden hacerlo con mayor razón y exactitud en el estado de Espíritu, pues su visión espiritual ya no está velada por la materia.
Muchas veces esa aptitud proviene, sin duda, de la rectitud del juicio, que deduce las consecuencias lógicas del presente; pero otras veces también es el resultado de una clarividencia especial inconsciente, o de una inspiración ajena. Lo que esos hombres hicieron cuando estaban vivos, pueden hacerlo con mayor razón y exactitud en el estado de Espíritu, pues su visión espiritual ya no está velada por la materia.
CAPÍTULO XVII - Predicciones del evangelio
“Nadie es profeta en su tierra”
1. “Y habiendo llegado a su tierra, les enseñaba en sus sinagogas, de tal manera que decían maravillados: ‘¿De dónde le viene a este esa sabiduría y esos milagros? ¿No es este el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? Y sus hermanas, ¿no están todas entre nosotros?’ Y se escandalizaban a causa de él. Pero Jesús les dijo: ‘Un profeta sólo carece de honor en su tierra y en su casa’. Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos.” (San Mateo, 13:54 a 58.)
2. Con estas palabras, Jesús enunció una verdad que se convirtió en proverbial, vigente para todos los tiempos, y a la cual se podría dar mayor alcance diciendo que nadie es profeta en vida.
En el lenguaje usual, esta máxima se aplica al crédito de que goza un hombre entre los suyos y entre aquellos en cuyo seno vive, a la confianza que él les inspira por la superioridad de su saber y su inteligencia. Si tiene algunas excepciones, estas son raras y en ningún caso absolutas. El principio de esa verdad proviene de una consecuencia natural de la debilidad humana, y se puede explicar de este modo:
El hábito de encontrarse desde la infancia en las circunstancias ordinarias de la vida, establece entre los hombres una especie de igualdad material, que a menudo lleva a que la mayoría de ellos se niegue a reconocer la superioridad moral de alguien que ha sido su compañero o su comensal, que salió del mismo medio que ellos, y de cuyas debilidades iniciales todos han sido testigos. Se resiente su orgullo porque se ven obligados a reconocer el ascendiente del otro. Quienquiera que se eleve por encima del nivel común siempre es el blanco de los celos y la envidia. Quienes se sienten incapaces de llegar a la altura en que aquel se encuentra, se esfuerzan por rebajarlo mediante la difamación, la maledicencia y la calumnia; tanto más fuerte gritan, cuanto más inferiores son, y suponen que se enaltecen y lo eclipsan con el ruido que promueven. Esa ha sido y será la historia de la humanidad, hasta tanto los hombres no hayan comprendido su naturaleza espiritual, y ampliado su horizonte moral. Semejante prejuicio es, por lo tanto, propio de los espíritus mezquinos y vulgares, que toman a su propia personalidad como modelo.
Por otro lado, las personas que sólo conocen a los hombres por su espíritu, suelen hacer de ellos una idealización, que crece a medida que pasa el tiempo y que sus respectivas posiciones se van distanciando. Se los despoja de todo rasgo de humanidad; pareciera que no deben hablar ni sentir como los demás; que tanto sus pensamientos como el lenguaje que emplean deben vibrar constantemente en el tono de la sublimidad, sin tomar en cuenta que el espíritu no podría permanecer constantemente en estado de tensión, de perpetua sobreexcitación. A través del contacto diario de la vida privada, se percibe en todo momento que el hombre material en nada se diferencia del común. El hombre corporal, el que impresiona a los sentidos, casi sofoca al hombre espiritual, que sólo impresiona al espíritu. A la distancia, sólo se ven los destellos del genio; de cerca, se ven las limitaciones del espíritu.
Después de la muerte ya no se puede hacer ninguna comparación; sólo subsiste el hombre espiritual, y este parece tanto más grande cuanto más lejano se torna el recuerdo del hombre corporal. A eso se debe que aquellos cuyo paso por la Tierra ha quedado señalado por obras de verdadero valor, sean más apreciados después de la muerte que cuando estaban vivos. Se los juzga con mayor imparcialidad porque, como ya han desaparecido los envidiosos y los celosos, se han acabado los antagonismos personales. La posteridad es un juez desinteresado que aprecia la obra del espíritu y la acepta sin entusiasmo ciego cuando es buena, y la rechaza sin rencor cuando es mala, prescindiendo de la individualidad que la produjo.
Jesús no podía escapar a las consecuencias de este principio, inherente a la naturaleza humana, si se considera que él vivía en un medio de escasa ilustración y entre hombres dedicados por entero a la vida material. Sus compatriotas sólo veían en Él al hijo del carpintero, al hermano de hombres tan ignorantes como ellos mismos, y por eso no percibían aquello que le daba superioridad y lo investía del derecho de censurarlos. Así, cuando Jesús comprobó que su palabra tenía menos autoridad sobre los suyos, porque lo despreciaban, que sobre los extranjeros, prefirió ir a predicar entre quienes lo escuchaban y a quienes inspiraba simpatía.
Es posible hacerse una idea de los sentimientos que alimentaban sus compatriotas, en relación con Él, por el hecho de que sus propios hermanos, acompañados por su madre, fueron a una reunión donde Él se encontraba, para prenderlo, diciendo que había perdido el juicio. (Véase San Marcos, 3:20 y 21, 31 a 35; y El Evangelio según el espiritismo, Capítulo XIV.)
De ese modo, por un lado, los sacerdotes y los fariseos acusaban a Jesús de obrar en nombre del demonio; por otro, era tildado de loco por sus parientes más cercanos. ¿No es eso lo que sucede actualmente en relación con los espíritas? ¿Deberán estos quejarse de que sus conciudadanos no los traten mejor que como fue tratado Jesús? Lo que causa extrañeza es que en el siglo diecinueve, y en el seno de naciones civilizadas, ocurra eso mismo que hace dos mil años no tenía nada de sorprendente para un pueblo ignorante.
En el lenguaje usual, esta máxima se aplica al crédito de que goza un hombre entre los suyos y entre aquellos en cuyo seno vive, a la confianza que él les inspira por la superioridad de su saber y su inteligencia. Si tiene algunas excepciones, estas son raras y en ningún caso absolutas. El principio de esa verdad proviene de una consecuencia natural de la debilidad humana, y se puede explicar de este modo:
El hábito de encontrarse desde la infancia en las circunstancias ordinarias de la vida, establece entre los hombres una especie de igualdad material, que a menudo lleva a que la mayoría de ellos se niegue a reconocer la superioridad moral de alguien que ha sido su compañero o su comensal, que salió del mismo medio que ellos, y de cuyas debilidades iniciales todos han sido testigos. Se resiente su orgullo porque se ven obligados a reconocer el ascendiente del otro. Quienquiera que se eleve por encima del nivel común siempre es el blanco de los celos y la envidia. Quienes se sienten incapaces de llegar a la altura en que aquel se encuentra, se esfuerzan por rebajarlo mediante la difamación, la maledicencia y la calumnia; tanto más fuerte gritan, cuanto más inferiores son, y suponen que se enaltecen y lo eclipsan con el ruido que promueven. Esa ha sido y será la historia de la humanidad, hasta tanto los hombres no hayan comprendido su naturaleza espiritual, y ampliado su horizonte moral. Semejante prejuicio es, por lo tanto, propio de los espíritus mezquinos y vulgares, que toman a su propia personalidad como modelo.
Por otro lado, las personas que sólo conocen a los hombres por su espíritu, suelen hacer de ellos una idealización, que crece a medida que pasa el tiempo y que sus respectivas posiciones se van distanciando. Se los despoja de todo rasgo de humanidad; pareciera que no deben hablar ni sentir como los demás; que tanto sus pensamientos como el lenguaje que emplean deben vibrar constantemente en el tono de la sublimidad, sin tomar en cuenta que el espíritu no podría permanecer constantemente en estado de tensión, de perpetua sobreexcitación. A través del contacto diario de la vida privada, se percibe en todo momento que el hombre material en nada se diferencia del común. El hombre corporal, el que impresiona a los sentidos, casi sofoca al hombre espiritual, que sólo impresiona al espíritu. A la distancia, sólo se ven los destellos del genio; de cerca, se ven las limitaciones del espíritu.
Después de la muerte ya no se puede hacer ninguna comparación; sólo subsiste el hombre espiritual, y este parece tanto más grande cuanto más lejano se torna el recuerdo del hombre corporal. A eso se debe que aquellos cuyo paso por la Tierra ha quedado señalado por obras de verdadero valor, sean más apreciados después de la muerte que cuando estaban vivos. Se los juzga con mayor imparcialidad porque, como ya han desaparecido los envidiosos y los celosos, se han acabado los antagonismos personales. La posteridad es un juez desinteresado que aprecia la obra del espíritu y la acepta sin entusiasmo ciego cuando es buena, y la rechaza sin rencor cuando es mala, prescindiendo de la individualidad que la produjo.
Jesús no podía escapar a las consecuencias de este principio, inherente a la naturaleza humana, si se considera que él vivía en un medio de escasa ilustración y entre hombres dedicados por entero a la vida material. Sus compatriotas sólo veían en Él al hijo del carpintero, al hermano de hombres tan ignorantes como ellos mismos, y por eso no percibían aquello que le daba superioridad y lo investía del derecho de censurarlos. Así, cuando Jesús comprobó que su palabra tenía menos autoridad sobre los suyos, porque lo despreciaban, que sobre los extranjeros, prefirió ir a predicar entre quienes lo escuchaban y a quienes inspiraba simpatía.
Es posible hacerse una idea de los sentimientos que alimentaban sus compatriotas, en relación con Él, por el hecho de que sus propios hermanos, acompañados por su madre, fueron a una reunión donde Él se encontraba, para prenderlo, diciendo que había perdido el juicio. (Véase San Marcos, 3:20 y 21, 31 a 35; y El Evangelio según el espiritismo, Capítulo XIV.)
De ese modo, por un lado, los sacerdotes y los fariseos acusaban a Jesús de obrar en nombre del demonio; por otro, era tildado de loco por sus parientes más cercanos. ¿No es eso lo que sucede actualmente en relación con los espíritas? ¿Deberán estos quejarse de que sus conciudadanos no los traten mejor que como fue tratado Jesús? Lo que causa extrañeza es que en el siglo diecinueve, y en el seno de naciones civilizadas, ocurra eso mismo que hace dos mil años no tenía nada de sorprendente para un pueblo ignorante.
Muerte y pasión de Jesús
3. (Después de la cura del endemoniado). “Todos quedaron asombrados ante el gran poder de Dios. Y cuando todos estaban maravillados por las cosas que Jesús hacía, él dijo a sus discípulos: ‘Poned en vuestro corazón lo que os voy a decir. El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres’. Pero ellos no entendían esas palabras; les estaban veladas de modo que no las comprendían, y temían preguntarle acerca de ese asunto.” (San Lucas, 9:43 a 45.)
4. “Desde entonces, Jesús comenzó a manifestar a sus discípulos que era preciso que él fuera a Jerusalén; que sufriera mucho de parte de los ancianos, los escribas y los principales sacerdotes; que fuera muerto y que resucitara al tercer día.” (San Mateo, 16:21.)
5. “Cuando ellos estaban en Galilea, Jesús les dijo: ‘El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; y ellos lo matarán, y al tercer día resucitará’. Y se entristecieron mucho.” (San Mateo, 17:22 y 23.)
6. “Cuando iba a Jerusalén, Jesús tomó aparte a los doce discípulos, y les dijo: ‘Mirad que vamos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, que lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; pero al tercer día resucitará.” (San Mateo, 20:17 a 19.)
7. “Tomando aparte a los doce apóstoles, Jesús les dijo: ‘Mirad que vamos a Jerusalén, y todo lo que los profetas escribieron acerca del Hijo del hombre se cumplirá; pues será entregado a los gentiles; se burlarán de él, lo azotarán y escupirán en el rostro. Y después de azotarlo lo matarán, y él resucitará al tercer día’.
”Pero ellos no comprendieron nada de esto; esas palabras les quedaban veladas, y no entendían lo que les decía.” (San Lucas, 18:31 a 34.)
”Pero ellos no comprendieron nada de esto; esas palabras les quedaban veladas, y no entendían lo que les decía.” (San Lucas, 18:31 a 34.)
8. “Cuando Jesús acabó todos esos discursos, dijo a sus discípulos: ‘Sabéis que la Pascua será dentro de dos días, y que el Hijo del hombre va a ser entregado para que lo crucifiquen.
”En ese momento, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron en el patio del sumo sacerdote, llamado Caifás, y formaron consejo para hallar el modo de prender a Jesús con engaño, y darle muerte. Y decían: ‘Que no sea durante la fiesta, para que no haya alboroto en el pueblo’.” (San Mateo, 26:1 a 5.)
”En ese momento, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron en el patio del sumo sacerdote, llamado Caifás, y formaron consejo para hallar el modo de prender a Jesús con engaño, y darle muerte. Y decían: ‘Que no sea durante la fiesta, para que no haya alboroto en el pueblo’.” (San Mateo, 26:1 a 5.)
9. “Ese mismo día, algunos fariseos se acercaron, y le dijeron: ‘Sal y vete de aquí, pues Herodes quiere matarte’. Él les respondió: ‘Id a decir a ese zorro: Yo expulso a los demonios y curo a los enfermos hoy y mañana, y al tercer día seré consumado con mi muerte’.” (San Lucas, 13:31 y 32.)
Persecución de los apóstoles
10. “Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas; y por mi causa seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos y ante los gentiles.” (San Mateo, 10:17 y 18.)
11. “Os expulsarán de las sinagogas; y llegará la hora en que todo el que os mate crea que hace algo agradable a Dios. Os tratarán así porque no conocen ni a mi Padre ni a mí. Ahora bien, os he dicho estas cosas para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho.” (San Juan, 16:2 a 4.)
12. “Seréis traicionados y entregados a los jueces por vuestros padres, vuestras madres, vuestros hermanos, parientes y amigos, y matarán a muchos de vosotros; y seréis odiados de todos por causa de mi nombre. Pero no se perderá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra paciencia salvaréis vuestras almas.” (San Lucas, 21:16 a 19.)
13. (Martirio de san Pedro). “En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás tus manos, y otro te ceñirá y te llevará a donde tú no quieras’. Esto lo decía para indicar la clase de muerte con que debía glorificar a Dios.” (San Juan, 21:18 y 19.)
Ciudades impenitentes
14. “Entonces comenzó a reconvenir a las ciudades en las cuales había hecho muchos de sus
milagros, porque no se habían arrepentido, diciendo: ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque
si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, tiempo ha
que se hubieran arrepentido en cilicio y en ceniza. Por tanto os digo que en el día del juicio, será
más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón, que para vosotras. Y tú, Cafarnaúm, que eres
levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida; porque si en Sodoma se hubieran hecho los
milagros que han sido hechos en ti, habría permanecido hasta el día de hoy. Por tanto os digo que en
el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma, que para ti” (San Mateo,
11:20 a 24).
Ruina del Templo y de Jerusalén
15. “Cuando Jesús salió del Templo para irse, sus discípulos se le acercaron para mostrarle la grandeza del edificio. Pero él les dijo: ‘¿Veis todas esas construcciones? En verdad os digo que serán destruidas de tal modo que no quedará piedra sobre piedra’.” (San Mateo, 24:1 y 2.)
16. “Al acercarse a Jerusalén y ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: ‘¡Ah! ¡Si reconocieras al menos este día lo que puede traerte la paz! Pero ahora todo eso ha quedado oculto a tus ojos. Porque vendrán días desgraciados para ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, en que te cercarán y te apretarán por todas partes; y te estrellarán contra el suelo, a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo en que Dios te ha visitado’.” (San Lucas, 19:41 a 44.)
17. “Pero es preciso que yo continúe hoy, mañana y pasado, porque no corresponde que un profeta sufra la muerte fuera de Jerusalén.
”¡Jerusalén, Jerusalén! Que matas a los profetas y apedreas a los que son enviados a ti. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina reúne a sus pequeños bajo las alas, y tú no has querido! Se aproxima el tiempo en que tu casa quedará desierta. En verdad os digo que no me volveréis a ver, hasta que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor.” (San Lucas, 13:33 a 35.)
”¡Jerusalén, Jerusalén! Que matas a los profetas y apedreas a los que son enviados a ti. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina reúne a sus pequeños bajo las alas, y tú no has querido! Se aproxima el tiempo en que tu casa quedará desierta. En verdad os digo que no me volveréis a ver, hasta que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor.” (San Lucas, 13:33 a 35.)
18. “Cuando veáis a Jerusalén cercada por un ejército, sabed que se acerca su desolación. Entonces, los que estén en Judea, huyan a las montañas; y los que estén en los alrededores, no entren en ella. Porque esos serán los días de la venganza, a fin de que se cumpla todo lo que está en la Escritura. Desdichadas las que estén encintas o criando en esos días, porque habrá una gran calamidad en esa tierra, y la cólera del cielo caerá sobre ese pueblo. Pasarán por el filo de la espada, y serán llevados en cautiverio a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que se cumpla el tiempo de las naciones.” (San Lucas, 21:20 a 24.)
19. (Jesús camino del suplicio) “Lo seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y lloraban por él. Pero Jesús, volviéndose a ellas, les dijo: ‘Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras y por vuestros hijos; porque llegará el tiempo en que se dirá: ¡Dichosas las estériles y las entrañas que no engendraron y los pechos que no alimentaron! Entonces se pondrán a decir a las montañas: ¡Caed sobre nosotros! Y a las colinas: ¡Cubridnos! Porque si tratan así al leño verde, ¿cómo tratarán al leño seco?’.” (San Lucas, 23:27 a 31.)
20. La facultad de intuir los hechos futuros es uno de los atributos del alma y se explica por
la teoría de la presciencia. Jesús la poseía, como a todas las otras, en un elevadísimo grado. Por eso
pudo prever los acontecimientos que sucederían después de su muerte, sin que el hecho tenga nada
de sobrenatural, ya que se produce ante nuestros ojos en las condiciones más comunes. No es
infrecuente que las personas anuncien el instante de su muerte con precisión: es porque sus almas,
en estado de liberación, actúan como el hombre que se halla en una montaña (cap. XVI, n.º 1 y 2), y
abraza con su visión la ruta a recorrer hasta su fin.
21. Es probable que en Jesús ese hecho se diera en un grado muy superior, si se considera que Él tenía conocimiento de la misión que había venido a cumplir, y sabía que la muerte mediante el suplicio sería necesariamente su consecuencia. La visión espiritual, que en Él era permanente, así como la penetración del pensamiento, debían de mostrarle las circunstancias y el momento fatal. Por la misma razón, podía prever la destrucción del Templo y de Jerusalén, al igual que las calamidades que habrían de abatirse sobre sus habitantes y la dispersión de los judíos.
Maldición contra los fariseos
22. (Juan Bautista) “Al ver que muchos de los fariseos y los saduceos acudían para recibir el bautismo, Él les dijo: ‘Raza de ví- boras, ¿quién os ha enseñado a huir de la cólera que habrá de caer sobre vosotros? Producid, entonces, frutos dignos de contrición, y no penséis en decir en vuestro interior: Tenemos a Abraham como padre, porque yo os declaro que Dios puede hacer que de estas piedras nazcan hijos de Abraham. El hacha ya está puesta en la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buenos frutos será cortado y arrojado al fuego.” (San Mateo, 3:7 a 10.)
23. “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que impedís a los hombres el acceso al reino de los Cielos! Allá no entráis, y además os oponéis a que otros entren!
”¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que con el pretexto de extensas oraciones devoráis las casas de las viudas; recibiréis por eso un juicio más riguroso!
”¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y que después de haberlo conseguido lo volvéis dos veces más digno del infierno que vosotros mismos!
”¡Ay de vosotros, guías de ciegos, que decís: ‘Si un hombre jura por el Templo, eso no es nada; pero aquel que jure por el oro del Templo, queda obligado a cumplir su juramento’! ¡Insensatos y ciegos! ¿A qué se debe mayor estima, al oro o al Templo que santifica el oro? También decís: ‘Si un hombre jura por el altar, no es nada; pero aquel que jure por la ofrenda que está sobre el altar, queda obligado a cumplir su juramento’. ¡Ciegos! ¿A qué se debe mayor estima, a la ofrenda o al altar que santifica la ofrenda? Aquel, pues, que jura por el altar, jura por él y por todo lo que está sobre él; y aquel que jura por el Templo, jura por él y por Aquel que habita en él; y aquel que jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que ahí está sentado.
”¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del aneto y del comino, y que habéis abandonado lo más importante que hay en la ley, a saber: la justicia, la misericordia y la fe! Esas son las cosas que había que practicar, sin omitir las demás. ¡Guías ciegos, que ponéis gran cuidado en colar lo que bebéis por miedo a engullir un mosquito, y que sin embargo engullís un camello!
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, y que por dentro estáis llenos de rapiña e impureza! ¡Fariseos ciegos! Limpiad primero el interior de la copa y del plato, a fin de que también el exterior quede limpio.
”¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen agradables a los ojos de los hombres, pero que por dentro tenéis en abundancia huesos de muertos y toda clase de podredumbre! Así también vosotros, por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad.
”¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que erigís sepulcros a los profetas y adornáis los monumentos de los justos, y decís: ‘Si hubiésemos vivido en el tiempo de nuestros padres, no nos hubiéramos asociado con ellos para derramar la sangre de los profetas’! Acabáis, pues, de ese modo, de colmar la medida de vuestros padres. Serpientes, raza de víboras, ¿cómo podréis evitar la condena al infierno? Por eso, he aquí que voy a enviaros profetas, sabios y escribas, y mataréis a algunos, crucificaréis a otros, y a otros los azotaréis en vuestras sinagogas, y los perseguiréis de ciudad en ciudad, a fin de que caiga sobre vosotros toda la sangre inocente que ha sido derramada en la tierra, desde la sangre de Abel, el justo, hasta la de Zacarías, hijo de Baraquías, a quien matasteis entre el templo y el altar. Os digo, en verdad, que todo eso recaerá sobre esta raza que existe hoy.” (San Mateo, 23:13 a 36.)
”¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que con el pretexto de extensas oraciones devoráis las casas de las viudas; recibiréis por eso un juicio más riguroso!
”¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y que después de haberlo conseguido lo volvéis dos veces más digno del infierno que vosotros mismos!
”¡Ay de vosotros, guías de ciegos, que decís: ‘Si un hombre jura por el Templo, eso no es nada; pero aquel que jure por el oro del Templo, queda obligado a cumplir su juramento’! ¡Insensatos y ciegos! ¿A qué se debe mayor estima, al oro o al Templo que santifica el oro? También decís: ‘Si un hombre jura por el altar, no es nada; pero aquel que jure por la ofrenda que está sobre el altar, queda obligado a cumplir su juramento’. ¡Ciegos! ¿A qué se debe mayor estima, a la ofrenda o al altar que santifica la ofrenda? Aquel, pues, que jura por el altar, jura por él y por todo lo que está sobre él; y aquel que jura por el Templo, jura por él y por Aquel que habita en él; y aquel que jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que ahí está sentado.
”¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del aneto y del comino, y que habéis abandonado lo más importante que hay en la ley, a saber: la justicia, la misericordia y la fe! Esas son las cosas que había que practicar, sin omitir las demás. ¡Guías ciegos, que ponéis gran cuidado en colar lo que bebéis por miedo a engullir un mosquito, y que sin embargo engullís un camello!
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, y que por dentro estáis llenos de rapiña e impureza! ¡Fariseos ciegos! Limpiad primero el interior de la copa y del plato, a fin de que también el exterior quede limpio.
”¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen agradables a los ojos de los hombres, pero que por dentro tenéis en abundancia huesos de muertos y toda clase de podredumbre! Así también vosotros, por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad.
”¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que erigís sepulcros a los profetas y adornáis los monumentos de los justos, y decís: ‘Si hubiésemos vivido en el tiempo de nuestros padres, no nos hubiéramos asociado con ellos para derramar la sangre de los profetas’! Acabáis, pues, de ese modo, de colmar la medida de vuestros padres. Serpientes, raza de víboras, ¿cómo podréis evitar la condena al infierno? Por eso, he aquí que voy a enviaros profetas, sabios y escribas, y mataréis a algunos, crucificaréis a otros, y a otros los azotaréis en vuestras sinagogas, y los perseguiréis de ciudad en ciudad, a fin de que caiga sobre vosotros toda la sangre inocente que ha sido derramada en la tierra, desde la sangre de Abel, el justo, hasta la de Zacarías, hijo de Baraquías, a quien matasteis entre el templo y el altar. Os digo, en verdad, que todo eso recaerá sobre esta raza que existe hoy.” (San Mateo, 23:13 a 36.)
“Mis palabras no pasarán”
24. “Entonces se aproximaron sus discípulos y le dijeron: ‘¿Sabes que los fariseos, al oír lo que acabaste de decir, se escandalizaron?’ Él respondió: ‘Toda planta que no haya plantado mi Padre celestial será arrancada. Dejadlos; son ciegos que guían a ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, caerán ambos en el hoyo’.” (San Mateo, 15:12 a 14.)
25. “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.” (San Mateo, 24: 35.)
26. Las palabras de Jesús no pasarán, porque tendrán vigencia en todas las épocas. Su código moral será eterno, porque consagra las características del bien que conduce al hombre a su destino eterno. No obstante, ¿habrán sus palabras llegado hasta nosotros perfectamente puras y exentas de falsas interpretaciones? ¿Habrán captado su espíritu la totalidad de las sectas cristianas? ¿Habrá alguna de ellas desvirtuado su verdadero sentido a consecuencia de los prejuicios, o de la ignorancia de las leyes de la naturaleza? ¿Se habrá alguna convertido en un instrumento de dominación para servir a sus ambiciones y a sus intereses materiales, de modo de usarlos como trampolín para elevarse en la Tierra, y no para subir en dirección al Cielo? ¿Habrán adoptado, todas ellas, como regla de conducta, la práctica de las virtudes que Jesús presentó como condición expresa para la salvación? ¿Estarán todas exentas de las reprensiones que Él dirigió a los fariseos de su tiempo? Por último, ¿serán todas, tanto en la teoría como en la práctica, la expresión pura de su doctrina?
Por ser única, la verdad no puede estar contenida en manifestaciones contradictorias, y no existe razón para que Jesús haya querido dar un doble sentido a sus palabras. Si, pues, las diferentes sectas se contradicen; si las hay que consideran verdadero lo que otras condenan como herejías, es imposible que todas estén con la verdad. Si todas hubiesen aprendido el verdadero sentido de la enseñanza evangélica, todas se habrían encontrado en el mismo terreno y no existirían las sectas.
Lo que no pasará es el verdadero sentido de las palabras de Jesús; lo que pasará es aquello que los hombres construyeron sobre el sentido falso que dieron a esas mismas palabras.
Puesto que la misión de Jesús era transmitir a los hombres el pensamiento de Dios, solamente su doctrina en toda su pureza puede expresar ese pensamiento. A eso se debe que Él dijera: Toda planta que no ha sido plantada por mi Padre celestial será arrancada.
Por ser única, la verdad no puede estar contenida en manifestaciones contradictorias, y no existe razón para que Jesús haya querido dar un doble sentido a sus palabras. Si, pues, las diferentes sectas se contradicen; si las hay que consideran verdadero lo que otras condenan como herejías, es imposible que todas estén con la verdad. Si todas hubiesen aprendido el verdadero sentido de la enseñanza evangélica, todas se habrían encontrado en el mismo terreno y no existirían las sectas.
Lo que no pasará es el verdadero sentido de las palabras de Jesús; lo que pasará es aquello que los hombres construyeron sobre el sentido falso que dieron a esas mismas palabras.
Puesto que la misión de Jesús era transmitir a los hombres el pensamiento de Dios, solamente su doctrina en toda su pureza puede expresar ese pensamiento. A eso se debe que Él dijera: Toda planta que no ha sido plantada por mi Padre celestial será arrancada.
La piedra angular
27. “Jesús les dijo: ¿No habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon se ha convertido en la piedra angular? Fue lo que el Señor ha hecho y nuestros ojos lo ven con admiración. Por eso os declaro que el reino de Dios os será quitado, y se le otorgará a un pueblo que de él extraerá frutos. Aquel que se dejare caer sobre esa piedra se despedazará, y esta aplastará a aquel sobre quien caiga.
”Los príncipes de los sacerdotes y los fariseos, al oír esas palabras de Jesús, reconocieron que él hablaba de ellos. Y querían apoderarse de Él, pero tuvieron miedo del pueblo, porque lo consideraba un profeta.” (San Mateo, 21:42 a 46.)
”Los príncipes de los sacerdotes y los fariseos, al oír esas palabras de Jesús, reconocieron que él hablaba de ellos. Y querían apoderarse de Él, pero tuvieron miedo del pueblo, porque lo consideraba un profeta.” (San Mateo, 21:42 a 46.)
28. La palabra de Jesús se convirtió en piedra angular, es decir, en la piedra de la consolidación del nuevo edificio de la fe, erigido sobre las ruinas del antiguo. Puesto que los judíos, los príncipes de los sacerdotes y los fariseos habían rechazado esa palabra, ella los destrozó, del mismo modo que destrozará a quienes, a partir de entonces, la desconocieron o desfiguraron su sentido a favor de sus ambiciones.
Parábola de los viñadores homicidas
29. “Había un padre de familia que plantó una viña, la rodeó con un cerco y cavó la tierra para construir una torre. La arrendó luego a unos viñadores y partió en dirección a un país lejano.
”Cuando se aproximó el tiempo de los frutos, envió sus servidores a los viñadores, para que recogieran los frutos de la viña. Pero los viñadores capturaron a los siervos, golpearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. De nuevo les envió él otros servidores en mayor cantidad que los primeros, pero los trataron de la misma manera. Finalmente, les envió a su propio hijo, diciéndose a sí mismo: ‘A mi hijo le tendrán algún respeto’. Pero los viñadores, cuando vieron al hijo, dijeron entre sí: ‘Aquí está el heredero; venid, matémoslo y seremos dueños de su herencia’. Y con ese propósito lo capturaron, lo expulsaron de la viña y lo mataron.
”Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿cómo tratará a esos viñadores? Le respondieron: ‘Hará que esos malvados perezcan miserablemente, y arrendará la viña a otros viñadores, que le entreguen los frutos en la debida época.” (San Mateo, 21:33 a 41.)
”Cuando se aproximó el tiempo de los frutos, envió sus servidores a los viñadores, para que recogieran los frutos de la viña. Pero los viñadores capturaron a los siervos, golpearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. De nuevo les envió él otros servidores en mayor cantidad que los primeros, pero los trataron de la misma manera. Finalmente, les envió a su propio hijo, diciéndose a sí mismo: ‘A mi hijo le tendrán algún respeto’. Pero los viñadores, cuando vieron al hijo, dijeron entre sí: ‘Aquí está el heredero; venid, matémoslo y seremos dueños de su herencia’. Y con ese propósito lo capturaron, lo expulsaron de la viña y lo mataron.
”Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿cómo tratará a esos viñadores? Le respondieron: ‘Hará que esos malvados perezcan miserablemente, y arrendará la viña a otros viñadores, que le entreguen los frutos en la debida época.” (San Mateo, 21:33 a 41.)
30. El padre de familia es Dios; la viña que Él plantó es la ley que ha establecido; los viñadores a quienes arrendó la viña son los hombres que deben enseñar y practicar esa ley; los siervos que envió a los viñadores son los profetas que estos masacraron; su hijo enviado en último término es Jesús, a quien ellos también mataron. Así pues, ¿cómo tratará el Señor a sus mandatarios prevaricadores de la ley? Los tratará como ellos trataron a quienes Él envió, y llamará a otros viñadores que le rindan mejor las cuentas de su propiedad y del comportamiento de su rebaño.
Así ocurrió con los escribas, con los príncipes de los sacerdotes y con los fariseos; así será cuando Él venga para pedir cuentas a cada uno acerca de lo que ha hecho de su doctrina; y quitará autoridad a quien haya abusado de ella, pues Él desea que su campo sea administrado de acuerdo con su voluntad.
Transcurridos dieciocho siglos, llegada a la edad viril, la humanidad está madura para comprender lo que Cristo apenas esbozó, porque en esa época, como Él mismo lo dijo, no lo habrían comprendido. Ahora bien, ¿a qué resultado llegaron quienes, durante este prolongado período, estuvieron a cargo de la educación religiosa de la humanidad? A la constatación de que la indiferencia ha sucedido a la fe, y que la incredulidad se ha erigido en doctrina. En efecto, en ninguna otra época el escepticismo y el espíritu de negación estuvieron tan difundidos, en todas las clases de la sociedad.
No obstante, si bien algunas de las palabras de Cristo se presentan cubiertas por el velo de la alegoría, en lo que respecta a la regla de conducta, a las relaciones entre los individuos, a los principios morales que Él estableció como condición expresa para la salvación, sus enseñanzas son claras, explícitas y sin ambigüedad. (Véase El Evangelio según el espiritismo, Capítulo XV.)
¿Qué han hecho de sus máximas de caridad, de amor y de tolerancia, así como de las recomendaciones que hizo a sus apóstoles para que convirtiesen a los hombres mediante la persuasión y la mansedumbre? ¿Qué han hecho de la sencillez, de la humildad, del desinterés y de todas las virtudes que Él ejemplificó? En su nombre, los hombres se anatematizaron y se maldijeron recíprocamente; se estrangularon en nombre de Aquel que dijo: Todos los hombres son hermanos. Del Dios infinitamente justo, bueno y misericordioso al que Él reveló, hicieron un Dios celoso, cruel, vengativo y parcial; en nombre de aquel Dios de paz y verdad se realizaron sacrificios de miles de víctimas en las hogueras, con torturas y persecuciones en una cantidad mucho mayor a la que en todas las épocas sacrificaron los paganos a sus falsos dioses; se vendieron las oraciones y las gracias del Cielo en nombre de Aquel que expulsó a los mercaderes del Templo y dijo a sus discípulos: Dad de gracia lo que de gracia recibisteis.
¿Qué diría Cristo si viviese actualmente entre nosotros? ¿Si viese a sus representantes ambicionando honores, riquezas, poder, y el fausto de los príncipes del mundo, en tanto que Él, rey más legítimo que todos los reyes de la Tierra, hizo su entrada en Jerusalén montado en un asno? Sin duda tendría derecho a decirles: “¿Qué habéis hecho de mis enseñanzas, vosotros que incensáis al becerro de oro, que pronunciáis la mayor parte de vuestras plegarias a favor de los ricos, y reserváis una parte insignificante para los pobres, a pesar de que yo os he dicho: Los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros en el reino de los Cielos?” No obstante, si Él no se encuentra entre nosotros carnalmente, está en Espíritu y, como el señor de la parábola, vendrá a pedir cuentas a sus viñadores cuando llegue el momento de la cosecha.
Así ocurrió con los escribas, con los príncipes de los sacerdotes y con los fariseos; así será cuando Él venga para pedir cuentas a cada uno acerca de lo que ha hecho de su doctrina; y quitará autoridad a quien haya abusado de ella, pues Él desea que su campo sea administrado de acuerdo con su voluntad.
Transcurridos dieciocho siglos, llegada a la edad viril, la humanidad está madura para comprender lo que Cristo apenas esbozó, porque en esa época, como Él mismo lo dijo, no lo habrían comprendido. Ahora bien, ¿a qué resultado llegaron quienes, durante este prolongado período, estuvieron a cargo de la educación religiosa de la humanidad? A la constatación de que la indiferencia ha sucedido a la fe, y que la incredulidad se ha erigido en doctrina. En efecto, en ninguna otra época el escepticismo y el espíritu de negación estuvieron tan difundidos, en todas las clases de la sociedad.
No obstante, si bien algunas de las palabras de Cristo se presentan cubiertas por el velo de la alegoría, en lo que respecta a la regla de conducta, a las relaciones entre los individuos, a los principios morales que Él estableció como condición expresa para la salvación, sus enseñanzas son claras, explícitas y sin ambigüedad. (Véase El Evangelio según el espiritismo, Capítulo XV.)
¿Qué han hecho de sus máximas de caridad, de amor y de tolerancia, así como de las recomendaciones que hizo a sus apóstoles para que convirtiesen a los hombres mediante la persuasión y la mansedumbre? ¿Qué han hecho de la sencillez, de la humildad, del desinterés y de todas las virtudes que Él ejemplificó? En su nombre, los hombres se anatematizaron y se maldijeron recíprocamente; se estrangularon en nombre de Aquel que dijo: Todos los hombres son hermanos. Del Dios infinitamente justo, bueno y misericordioso al que Él reveló, hicieron un Dios celoso, cruel, vengativo y parcial; en nombre de aquel Dios de paz y verdad se realizaron sacrificios de miles de víctimas en las hogueras, con torturas y persecuciones en una cantidad mucho mayor a la que en todas las épocas sacrificaron los paganos a sus falsos dioses; se vendieron las oraciones y las gracias del Cielo en nombre de Aquel que expulsó a los mercaderes del Templo y dijo a sus discípulos: Dad de gracia lo que de gracia recibisteis.
¿Qué diría Cristo si viviese actualmente entre nosotros? ¿Si viese a sus representantes ambicionando honores, riquezas, poder, y el fausto de los príncipes del mundo, en tanto que Él, rey más legítimo que todos los reyes de la Tierra, hizo su entrada en Jerusalén montado en un asno? Sin duda tendría derecho a decirles: “¿Qué habéis hecho de mis enseñanzas, vosotros que incensáis al becerro de oro, que pronunciáis la mayor parte de vuestras plegarias a favor de los ricos, y reserváis una parte insignificante para los pobres, a pesar de que yo os he dicho: Los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros en el reino de los Cielos?” No obstante, si Él no se encuentra entre nosotros carnalmente, está en Espíritu y, como el señor de la parábola, vendrá a pedir cuentas a sus viñadores cuando llegue el momento de la cosecha.
Un solo rebaño y un solo pastor
31. “También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a esas las tengo que conducir; ellas escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo pastor.” (San Juan, 10:16).
32. Con esas palabras, Jesús anuncia claramente que los hombres se unirán un día mediante una única creencia; pero ¿cómo se podrá llevar a cabo esa unión? La tarea parece difícil, si se toman en cuenta las diferencias que existen entre las religiones, los antagonismos que estas alimentan entre sus respectivos adeptos, así como la obstinación que manifiestan en considerarse con la exclusiva posesión de la verdad. Todas aspiran a la unidad, pero cada una se vanagloria de que esa unidad se concretará para su beneficio, y ninguna admite la posibilidad de hacer alguna concesión a sus creencias.
Sin embargo, la unidad en cuanto a la religión se logrará, así como ya tiende a realizarse en lo social, lo político y lo comercial, mediante la desaparición de las barreras que separan a los pueblos, a través de la asimilación de las costumbres, de los hábitos, del lenguaje. Los pueblos del mundo entero confraternizan ahora del mismo modo que los de las provincias de un mismo país. Se presiente esa unidad, y todos la anhelan. Se logrará por la fuerza de las circunstancias, porque llegará a ser una necesidad para que se estrechen los lazos fraternales entre las naciones; se logrará a través del desarrollo de la razón humana, que estará apta para comprender la puerilidad de las disidencias; por el progreso de las ciencias, que demostrará día a día los errores materiales sobre los cuales esas disidencias se apoyan, y que reemplazarán las piedras carcomidas que hay en sus cimientos. Así como es cierto que, en las religiones, la ciencia echa por tierra aquello que es obra de los hombres, y fruto de su ignorancia respecto de las leyes de la naturaleza, también es cierto que, pese a la opinión de algunos, no puede destruir la verdad eterna que es obra de Dios. Al apartar lo secundario, prepara los caminos que conducen a la unidad.
A fin de llegar a la unidad, las religiones tendrán que congregarse en un terreno neutral, aunque común a todas. En ese sentido, todas deberán realizar concesiones y sacrificios, de mayor o menor importancia, de acuerdo con sus múltiples dogmas particulares. No obstante, en virtud del principio de inmutabilidad que todas profesan, la iniciativa de las concesiones no podrá partir del campo oficial; en vez de que el punto de partida se tome desde lo alto, lo tomará desde abajo la iniciativa individual. De un tiempo a esta parte se está gestando un movimiento de descentralización que tiende a adquirir una fuerza irresistible. El principio de la inmutabilidad, que ha servido como escudo a las religiones conservadoras, habrá de transformarse en un elemento destructor, pues si los cultos religiosos permanecen en la inmovilidad, mientras la sociedad avanza, se verán superados y posteriormente absorbidos por la corriente de las ideas progresivas.
La inmovilidad, en vez de ser una fuerza, se convierte en una causa de debilidad y de ruina para quien no acompaña el movimiento general. Además, destruye la unidad, pues quienes desean avanzar se apartan de los que se obstinan en quedarse rezagados.
En el estado actual de la opinión y de los conocimientos, la religión llamada a congregar un día a todos los hombres bajo un mismo estandarte, será la que mejor satisfaga a la razón y a las legítimas aspiraciones del corazón y del espíritu; la que no sea en ningún punto desmentida por la ciencia positiva; la que en vez de inmovilizarse acompañe a la humanidad en su marcha progresiva, sin dejarse aventajar; la que no sea exclusiva ni intolerante, sino emancipadora de la inteligencia, admitiendo sólo la fe racional; aquella cuyo código de moral sea el más puro, el más racional, el que esté más en armonía con las necesidades sociales, el más apropiado, en fin, para fundar en la Tierra el reinado del bien, con la práctica de la caridad y la fraternidad universales.
Lo que alimenta el antagonismo entre las religiones es la idea de que cada una tiene su dios particular, y la pretensión de que ese dios es el único verdadero y el más poderoso, en constante lucha con los dioses de los demás cultos, y ocupado en combatir su influencia. Cuando se hayan convencido de que sólo existe un Dios en el universo y que, en definitiva, Él es el mismo que ellas adoran con los nombres de Jehová, Alá o Dios; cuando se pongan de acuerdo sobre los atributos esenciales de la divinidad, comprenderán que un ser único no puede tener más que una sola voluntad; entonces se tenderán las manos unas con otras, como los servidores de un mismo Maestro y los hijos de un mismo Padre, con lo cual habrán dado un gran paso hacia la unidad.
Sin embargo, la unidad en cuanto a la religión se logrará, así como ya tiende a realizarse en lo social, lo político y lo comercial, mediante la desaparición de las barreras que separan a los pueblos, a través de la asimilación de las costumbres, de los hábitos, del lenguaje. Los pueblos del mundo entero confraternizan ahora del mismo modo que los de las provincias de un mismo país. Se presiente esa unidad, y todos la anhelan. Se logrará por la fuerza de las circunstancias, porque llegará a ser una necesidad para que se estrechen los lazos fraternales entre las naciones; se logrará a través del desarrollo de la razón humana, que estará apta para comprender la puerilidad de las disidencias; por el progreso de las ciencias, que demostrará día a día los errores materiales sobre los cuales esas disidencias se apoyan, y que reemplazarán las piedras carcomidas que hay en sus cimientos. Así como es cierto que, en las religiones, la ciencia echa por tierra aquello que es obra de los hombres, y fruto de su ignorancia respecto de las leyes de la naturaleza, también es cierto que, pese a la opinión de algunos, no puede destruir la verdad eterna que es obra de Dios. Al apartar lo secundario, prepara los caminos que conducen a la unidad.
A fin de llegar a la unidad, las religiones tendrán que congregarse en un terreno neutral, aunque común a todas. En ese sentido, todas deberán realizar concesiones y sacrificios, de mayor o menor importancia, de acuerdo con sus múltiples dogmas particulares. No obstante, en virtud del principio de inmutabilidad que todas profesan, la iniciativa de las concesiones no podrá partir del campo oficial; en vez de que el punto de partida se tome desde lo alto, lo tomará desde abajo la iniciativa individual. De un tiempo a esta parte se está gestando un movimiento de descentralización que tiende a adquirir una fuerza irresistible. El principio de la inmutabilidad, que ha servido como escudo a las religiones conservadoras, habrá de transformarse en un elemento destructor, pues si los cultos religiosos permanecen en la inmovilidad, mientras la sociedad avanza, se verán superados y posteriormente absorbidos por la corriente de las ideas progresivas.
La inmovilidad, en vez de ser una fuerza, se convierte en una causa de debilidad y de ruina para quien no acompaña el movimiento general. Además, destruye la unidad, pues quienes desean avanzar se apartan de los que se obstinan en quedarse rezagados.
En el estado actual de la opinión y de los conocimientos, la religión llamada a congregar un día a todos los hombres bajo un mismo estandarte, será la que mejor satisfaga a la razón y a las legítimas aspiraciones del corazón y del espíritu; la que no sea en ningún punto desmentida por la ciencia positiva; la que en vez de inmovilizarse acompañe a la humanidad en su marcha progresiva, sin dejarse aventajar; la que no sea exclusiva ni intolerante, sino emancipadora de la inteligencia, admitiendo sólo la fe racional; aquella cuyo código de moral sea el más puro, el más racional, el que esté más en armonía con las necesidades sociales, el más apropiado, en fin, para fundar en la Tierra el reinado del bien, con la práctica de la caridad y la fraternidad universales.
Lo que alimenta el antagonismo entre las religiones es la idea de que cada una tiene su dios particular, y la pretensión de que ese dios es el único verdadero y el más poderoso, en constante lucha con los dioses de los demás cultos, y ocupado en combatir su influencia. Cuando se hayan convencido de que sólo existe un Dios en el universo y que, en definitiva, Él es el mismo que ellas adoran con los nombres de Jehová, Alá o Dios; cuando se pongan de acuerdo sobre los atributos esenciales de la divinidad, comprenderán que un ser único no puede tener más que una sola voluntad; entonces se tenderán las manos unas con otras, como los servidores de un mismo Maestro y los hijos de un mismo Padre, con lo cual habrán dado un gran paso hacia la unidad.
Advenimiento de Elías
33. “Entonces sus discípulos le preguntaron: ‘¿Por qué, pues, los escribas dicen que es necesario que Elías venga primero?’ Jesús les respondió: ‘Es cierto que Elías ha de venir y que restablecerá todas las cosas.
”Pero yo os digo que Elías ya vino, y ellos no lo conocieron; sino que lo trataron como quisieron. Así también harán morir al Hijo del hombre’.
”Entonces sus discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista.” (San Mateo, 17:10 a 13.)
”Pero yo os digo que Elías ya vino, y ellos no lo conocieron; sino que lo trataron como quisieron. Así también harán morir al Hijo del hombre’.
”Entonces sus discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista.” (San Mateo, 17:10 a 13.)
34. Elías ya había vuelto en la persona de Juan el Bautista. Su nueva llegada es anunciada de manera explícita. Ahora bien, como él no puede volver más que tomando un nuevo cuerpo, ahí tenemos la consagración formal del principio de la pluralidad de las existencias. (Véase El Evangelio según el espiritismo, Capítulo IV, § 10.)
Anuncio del Consolador
35. “Si me amáis, guardad mis mandamientos, y yo rogaré a mi Padre, y Él os enviará otro Consolador, a fin de que quede eternamente con vosotros; el Espíritu de Verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no lo ve. Pero vosotros lo conocéis, porque permanecerá con vosotros, y estará en vosotros. Pero el Consolador, que es el Santo Espíritu, al que mi Padre enviará en mi nombre, os enseñará todas las cosas, y os hará recordar todo lo que yo os he dicho.” (San Juan, 14:15 a 17; 26). – El Evangelio según el espiritismo, Capítulo VI.)
36. “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá hasta vosotros; pero si me voy, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio; en lo referente al pecado, porque no han creído en mí; en lo referente a la justicia, porque me voy hacia mi Padre, y ya no me veréis; en lo referente al juicio, porque el príncipe de este mundo ya está juzgado.
”Tengo aún muchas otras cosas para deciros, pero por el momento no las podéis soportar.
”Cuando venga ese Espíritu de Verdad, él os enseñará toda la verdad, porque no hablará de sí mismo, sino que dirá todo lo que haya escuchado, y os anunciará lo que ha de venir.
”Él me glorificará, porque recibirá de lo mío, y os lo anunciará.” (San Juan, 16:7 a 14.)
”Tengo aún muchas otras cosas para deciros, pero por el momento no las podéis soportar.
”Cuando venga ese Espíritu de Verdad, él os enseñará toda la verdad, porque no hablará de sí mismo, sino que dirá todo lo que haya escuchado, y os anunciará lo que ha de venir.
”Él me glorificará, porque recibirá de lo mío, y os lo anunciará.” (San Juan, 16:7 a 14.)
37. Esta predicción es, sin discusiones, una de las más importantes desde el punto de vista religioso, porque demuestra sin ningún equívoco que Jesús no dijo todo lo que tenía para decir, puesto que no lo habrían comprendido ni siquiera sus apóstoles, ya que era a ellos a quienes Él se dirigía. Si les hubiese dado instrucciones secretas, los Evangelios harían alguna mención al respecto. Ahora bien, dado que Jesús no dijo todo a sus apóstoles, los sucesores de estos no pudieron saber más que ellos en relación con lo que Él dijo. Es posible, pues, que se hayan confundido en cuanto al sentido de sus palabras, o que hayan interpretado falsamente sus pensamientos, en muchas ocasiones velados bajo la forma de parábolas. Por consiguiente, las religiones que se basaron en el Evangelio no pueden considerarse en posesión de toda la verdad, visto que Jesús reservó para sí la tarea de completar posteriormente sus enseñanzas. El principio de la inmutabilidad de esas enseñanzas constituye un desmentido de las palabras mismas de Cristo.
Con el nombre de Consolador y de Espíritu de Verdad, Jesús anunció la venida de aquel que habría de enseñar todas las cosas y de recordar lo que Él había dicho. Por consiguiente, su enseñanza no estaba completa. Además prevé que su mensaje sería olvidado, y que sus palabras serían desvirtuadas, ya que el Espíritu de Verdad vendría a recordar todo lo que Él dijo y, de común acuerdo con Elías, a restablecer todas las cosas, es decir, a ponerlas de acuerdo con el verdadero pensamiento de Jesús.
Con el nombre de Consolador y de Espíritu de Verdad, Jesús anunció la venida de aquel que habría de enseñar todas las cosas y de recordar lo que Él había dicho. Por consiguiente, su enseñanza no estaba completa. Además prevé que su mensaje sería olvidado, y que sus palabras serían desvirtuadas, ya que el Espíritu de Verdad vendría a recordar todo lo que Él dijo y, de común acuerdo con Elías, a restablecer todas las cosas, es decir, a ponerlas de acuerdo con el verdadero pensamiento de Jesús.
38. ¿Cuándo vendrá ese nuevo revelador? Es evidente que, si en la época en que Jesús hablaba, los hombres no se encontraban en estado de comprender las cosas que a Él le quedaban por decir, no sería en unos pocos años que podrían adquirir los conocimientos necesarios para ello. A fin de que se comprendieran ciertas partes del Evangelio, con excepción de los preceptos de moral, se necesitaban conocimientos que sólo el progreso de las ciencias podía otorgar, y que debían ser obra del tiempo y de muchas generaciones. Por consiguiente, si el nuevo Mesías hubiese venido poco tiempo después de Cristo, habría encontrado el terreno en las mismas condiciones, es decir, poco propicio, y no hubiera podido hacer más de lo que hizo Jesús. Ahora bien, desde aquella época hasta nuestros días, no se ha producido ninguna revelación importante que haya completado el Evangelio y elucidado sus partes ininteligibles, indicio seguro de que el Enviado aún no ha aparecido.
39. ¿Quién habrá de ser ese enviado? Al decir: “Rogaré a mi Padre y Él os enviará otro Consolador”, Jesús indicó claramente que ese Consolador no sería Él mismo, pues de lo contrario hubiese dicho: “Volveré para completar lo que les he enseñado”. Sólo agrega: A fin de que permanezca eternamente con vosotros, y él estará en vosotros. Sería imposible que esta expresión se refiriera a una individualidad encarnada, puesto que no podría permanecer eternamente con nosotros, ni menos aún estar en nosotros; pero se comprende a la perfección si se refiere a una doctrina que, en efecto, cuando la hayamos asimilado podrá estar eternamente en nosotros. El Consolador es, pues, según el pensamiento de Jesús, la personificación de una doctrina soberanamente consoladora, inspirada por el Espíritu de Verdad.
40. El espiritismo reúne, como ha quedado demostrado (Véase el Capítulo I, § 30), todas las características del Consolador que Jesús prometió. No es una doctrina individual, una concepción humana; nadie puede considerarse su creador. Es el fruto de la enseñanza colectiva de los Espíritus, enseñanza que conduce el Espíritu de Verdad. No suprime nada del Evangelio, sino que lo completa y lo explica. Con la ayuda de las nuevas leyes que revela, conjugadas con las que la ciencia ya ha descubierto, conduce a la comprensión de lo que era ininteligible y hace que se admita la posibilidad de aquello que la incredulidad consideraba inadmisible. Tuvo sus precursores y profetas, que presagiaron su llegada. Por su poder moralizador, el espiritismo prepara el reinado del bien sobre la Tierra.
La doctrina de Moisés, incompleta, quedó circunscripta al pueblo judío; la de Jesús, más completa, se extendió a toda la Tierra mediante el cristianismo, pero no convirtió a todos; el espiritismo, más completo aún, con raíces en todas las creencias, convertirá a toda la humanidad. *
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* Todas las doctrinas filosóficas y religiosas llevan el nombre de su fundador. Se dice: el mosaísmo, el cristianismo, el mahometismo, el budismo, el cartesianismo, el furierismo, el sansimonismo, etc. La palabra espiritismo, por el contrario, no alude a ninguna personalidad; implica una idea general que al mismo tiempo indica el carácter y la fuente múltiple de la doctrina. (N. de Allan Kardec.)
La doctrina de Moisés, incompleta, quedó circunscripta al pueblo judío; la de Jesús, más completa, se extendió a toda la Tierra mediante el cristianismo, pero no convirtió a todos; el espiritismo, más completo aún, con raíces en todas las creencias, convertirá a toda la humanidad. *
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* Todas las doctrinas filosóficas y religiosas llevan el nombre de su fundador. Se dice: el mosaísmo, el cristianismo, el mahometismo, el budismo, el cartesianismo, el furierismo, el sansimonismo, etc. La palabra espiritismo, por el contrario, no alude a ninguna personalidad; implica una idea general que al mismo tiempo indica el carácter y la fuente múltiple de la doctrina. (N. de Allan Kardec.)
41. Al decir a sus apóstoles: “Otro vendrá más tarde para enseñaros lo que yo ahora no os puedo enseñar”, Jesús proclamaba la necesidad de la reencarnación. ¿Cómo podrían aquellos hombres aprovechar la enseñanza más completa que sería impartida más tarde? ¿Cómo llegarían a ser más aptos para comprenderla si no hubiesen de vivir nuevamente? Jesús habría dicho algo ilógico si, de acuerdo con la doctrina vulgar, los hombres futuros debieran ser hombres nuevos, almas salidas de la nada en la ocasión de su nacimiento. Admítase, por el contrario, que los apóstoles y los hombres de su tiempo vivieron después; que aún hoy vuelven a vivir, y entonces la promesa de Jesús estará plenamente justificada. Su inteligencia, desarrollada al contacto con el progreso social, puede admitir ahora lo que antes no podía. Sin la reencarnación, la promesa de Jesús hubiese sido una quimera.
42. Si se alegara que esa promesa se cumplió el día de Pentecostés, por medio del descenso del Espíritu Santo, se podrá responder que el Espíritu Santo los inspiró, que abrió sus inteligencias, que desarrolló en ellos las aptitudes mediúmnicas destinadas a facilitarles su misión, pero no les enseñó nada aparte de lo que Jesús ya les había enseñado, porque en lo que dejaron no se encuentra ningún vestigio de una enseñanza especial. El Espíritu Santo, pues, no realizó lo que Jesús había anunciado en relación con el Consolador; de lo contrario, los apóstoles habrían elucidado, mientras todavía estaban vivos, todo lo que quedó ininteligible en el Evangelio hasta el día de hoy, y cuya interpretación contradictoria dio origen a numerosas sectas que dividieron el cristianismo a partir de los primeros siglos.
Segundo advenimiento de Cristo
43. “Entonces, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame; pues el que quiera salvar su vida la perderá; y el que pierda su vida por amor a mí, la encontrará.
”¿De qué le serviría a un hombre ganar el mundo entero, si perdiera su alma? ¿O a qué precio podrá el hombre comprar su alma, después de que la haya perdido? Porque el Hijo del hombre habrá de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces le dará a cada uno según sus obras.
”En verdad os digo, que algunos de aquellos que aquí se encuentran no sufrirán la muerte sin que hayan visto venir al Hijo del hombre en su reino.” (San Mateo, 16:24 a 28.)
”¿De qué le serviría a un hombre ganar el mundo entero, si perdiera su alma? ¿O a qué precio podrá el hombre comprar su alma, después de que la haya perdido? Porque el Hijo del hombre habrá de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces le dará a cada uno según sus obras.
”En verdad os digo, que algunos de aquellos que aquí se encuentran no sufrirán la muerte sin que hayan visto venir al Hijo del hombre en su reino.” (San Mateo, 16:24 a 28.)
44. “Entonces, el sumo sacerdote se levantó en medio de la asamblea, e interrogó a Jesús: ‘¿No respondes nada a lo que estos denuncian contra ti?’ Pero Jesús se mantenía en silencio y no respondió. El sumo sacerdote le volvió a preguntar: ‘¿Eres tú el Cristo, el Hijo de Dios para siempre bendito?’ Jesús le respondió: ‘Sí, yo soy, y veréis un día al Hijo del hombre sentado a la diestra de la majestad de Dios, viniendo sobre las nubes del cielo’.
”A continuación, el sumo sacerdote, rasgando sus vestiduras, le dijo: ‘¿Qué necesidad tenemos ya de testigos?’” (San Marcos, 14:60 a 63.)
”A continuación, el sumo sacerdote, rasgando sus vestiduras, le dijo: ‘¿Qué necesidad tenemos ya de testigos?’” (San Marcos, 14:60 a 63.)
45. Jesús anuncia su segundo advenimiento, pero no dice que regresará a la Tierra con un cuerpo carnal, ni que personificará al Consolador. Afirma que habrá de venir en Espíritu, en la gloria de su Padre, para juzgar el mérito y la falta de mérito, así como para dar a cada uno según sus obras, cuando los tiempos hayan llegado.
Estas palabras: “Algunos de aquellos que aquí se encuentran no sufrirán la muerte sin que hayan visto venir al Hijo del hombre en su reino”, aparentemente encierran una contradicción, pues es indudable que Él no vino durante la vida de ninguno de aquellos que estaban presentes. Sin embargo, Jesús no podía engañarse en una previsión de esa naturaleza, principalmente con respecto a algo contemporáneo que le concernía de modo personal. Se debe averiguar, en primer lugar, si sus palabras han sido siempre reproducidas con fidelidad. Es para dudarlo, si consideramos que Él no escribió nada; que esas palabras recién fueron registradas después de su muerte, y que cada evangelista redactó el mismo discurso casi siempre en términos diferentes, lo que constituye una prueba evidente de que esas no son las expresiones textuales de Jesús. Además, es probable que el sentido haya sufrido alteraciones al pasar por las sucesivas traducciones.
Por otro lado, está fuera de toda duda que, si Jesús hubiese dicho todo lo que tenía para decir, se habría expresado sobre todas las cosas de un modo claro y preciso, como lo hizo en relación con los principios morales, sin que diese lugar a ningún equívoco; mientras que se vio obligado a velar su pensamiento sobre los asuntos que consideró que no era conveniente profundizar. Los apóstoles, convencidos de que la generación de la cual formaban parte debía dar testimonio de lo que Él anunciaba, interpretaron el pensamiento de Jesús de acuerdo con esa suposición. Por consiguiente, redactaron desde el punto de vista del presente lo que el Maestro había dicho, y lo hicieron de una manera más absoluta que aquella en que Él mismo lo hizo. Sea como fuere, el hecho es que los acontecimientos no ocurrieron como ellos supusieron.
Estas palabras: “Algunos de aquellos que aquí se encuentran no sufrirán la muerte sin que hayan visto venir al Hijo del hombre en su reino”, aparentemente encierran una contradicción, pues es indudable que Él no vino durante la vida de ninguno de aquellos que estaban presentes. Sin embargo, Jesús no podía engañarse en una previsión de esa naturaleza, principalmente con respecto a algo contemporáneo que le concernía de modo personal. Se debe averiguar, en primer lugar, si sus palabras han sido siempre reproducidas con fidelidad. Es para dudarlo, si consideramos que Él no escribió nada; que esas palabras recién fueron registradas después de su muerte, y que cada evangelista redactó el mismo discurso casi siempre en términos diferentes, lo que constituye una prueba evidente de que esas no son las expresiones textuales de Jesús. Además, es probable que el sentido haya sufrido alteraciones al pasar por las sucesivas traducciones.
Por otro lado, está fuera de toda duda que, si Jesús hubiese dicho todo lo que tenía para decir, se habría expresado sobre todas las cosas de un modo claro y preciso, como lo hizo en relación con los principios morales, sin que diese lugar a ningún equívoco; mientras que se vio obligado a velar su pensamiento sobre los asuntos que consideró que no era conveniente profundizar. Los apóstoles, convencidos de que la generación de la cual formaban parte debía dar testimonio de lo que Él anunciaba, interpretaron el pensamiento de Jesús de acuerdo con esa suposición. Por consiguiente, redactaron desde el punto de vista del presente lo que el Maestro había dicho, y lo hicieron de una manera más absoluta que aquella en que Él mismo lo hizo. Sea como fuere, el hecho es que los acontecimientos no ocurrieron como ellos supusieron.
46. Un concepto fundamental que Jesús no pudo desarrollar, porque los hombres de su tiempo no estaban suficientemente preparados, tanto para ideas de esa índole como para sus consecuencias, fue la grandiosa ley de la reencarnación. No obstante, asentó el principio de la mencionada ley, así como lo hizo en relación con todo lo demás. Estudiada y puesta en evidencia en nuestros días por el espiritismo, la ley de la reencarnación constituye la clave para la comprensión de muchos de los pasajes del Evangelio, que sin ella parecerían verdaderos despropósitos.
Por medio de esa ley se encuentra la explicación racional de las palabras citadas más arriba, aunque las admitamos como textuales. Dado que esas palabras no pueden aplicarse a la persona de los apóstoles, es evidente que se refieren al futuro reino de Cristo, es decir, a la época en que su doctrina, mejor comprendida, será ley universal. Al expresar que algunos de los allí presentes verían su advenimiento, Él se refería a los que volverían a vivir en esa época. No obstante, los judíos imaginaban que verían todo lo que Jesús anunciaba, y tomaban al pie de la letra sus alegorías.
Por otra parte, algunas de sus profecías se cumplieron en el debido tiempo, tales como la ruina de Jerusalén, las calamidades que ocurrieron a continuación, y la dispersión de los judíos. Pero la visión de Jesús se proyectaba mucho más lejos, de modo que, cuando hablaba del presente, en todos los casos aludía al porvenir.
Por medio de esa ley se encuentra la explicación racional de las palabras citadas más arriba, aunque las admitamos como textuales. Dado que esas palabras no pueden aplicarse a la persona de los apóstoles, es evidente que se refieren al futuro reino de Cristo, es decir, a la época en que su doctrina, mejor comprendida, será ley universal. Al expresar que algunos de los allí presentes verían su advenimiento, Él se refería a los que volverían a vivir en esa época. No obstante, los judíos imaginaban que verían todo lo que Jesús anunciaba, y tomaban al pie de la letra sus alegorías.
Por otra parte, algunas de sus profecías se cumplieron en el debido tiempo, tales como la ruina de Jerusalén, las calamidades que ocurrieron a continuación, y la dispersión de los judíos. Pero la visión de Jesús se proyectaba mucho más lejos, de modo que, cuando hablaba del presente, en todos los casos aludía al porvenir.
Señales precursoras
47. “También oiréis hablar de guerras y de rumores de guerras; pero tratad de que no os perturbéis, porque es necesario que esas cosas sucedan; pero todavía no será el fin, pues se verá a un pueblo levantarse contra otro, y un reino contra otro reino; y habrá pestes, hambre y temblores de tierra en diversos lugares, y todas esas cosas serán apenas el comienzo de los dolores.” (San Mateo, 24:6 a 8.)
48. “Entonces el hermano entregará a su hermano para que sea muerto, y el padre a los hijos; los hijos se levantarán contra sus padres y sus madres, y los harán morir. Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero aquel que persevere hasta el fin será salvo.” (San Marcos, 13:12 y 13.)
49. “Cuando veáis que la abominación de la desolación, que fue predicha por el profeta Daniel, está en el lugar sagrado (que aquel que lee entienda bien lo que lee); entonces, los que estén en Judea, huyan hacia las montañas *; el que esté en el tejado, no descienda para llevar alguna cosa de su casa; y el que esté en el campo no vuelva para tomar sus ropas. ¡Ay de las que estén encintas o amamantando en esos días! Pedid a Dios que vuestra fuga no se dé durante el invierno ni en día sábado, porque la aflicción de ese tiempo será tan grande como no la hubo igual desde el comienzo del mundo hasta el presente, y como nunca más la habrá. Y si esos días no fuesen abreviados, ningún hombre se salvaría; pero esos días serán abreviados en atención a los elegidos.” (San Mateo, 24:15 a 22.)
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* Esta expresión: abominación de la desolación, no sólo carece de sentido, sino que se presta al ridículo. La traducción de Osterwald dice: “La abominación que causa la desolación”, lo que es muy diferente. En ese caso, el sentido se vuelve perfectamente claro, porque se comprende que las abominaciones habrían de acarrear desolación como castigo. Cuando la abominación, dice Jesús, se instale en el lugar sagrado, también la desolación confluirá hacia ahí, y eso constituirá una señal de que los tiempos están próximos. (N. de Allan Kardec.)
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* Esta expresión: abominación de la desolación, no sólo carece de sentido, sino que se presta al ridículo. La traducción de Osterwald dice: “La abominación que causa la desolación”, lo que es muy diferente. En ese caso, el sentido se vuelve perfectamente claro, porque se comprende que las abominaciones habrían de acarrear desolación como castigo. Cuando la abominación, dice Jesús, se instale en el lugar sagrado, también la desolación confluirá hacia ahí, y eso constituirá una señal de que los tiempos están próximos. (N. de Allan Kardec.)
50. “Inmediatamente después de esos días de aflicción, el Sol se oscurecerá, y la Luna dejará de dar su luz; las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán sacudidas.
“Entonces, la señal del Hijo del hombre aparecerá en el cielo, y todos los pueblos de la tierra entrarán en llanto y en gemidos, y verán al Hijo del hombre que vendrá sobre las nubes del cielo con gran majestuosidad.
“Él enviará a sus ángeles, que harán oír el sonido retumbante de sus trompetas, y reunirán a sus elegidos de las cuatro regiones del mundo, de un extremo al otro del cielo.
“Aprended una comparación tomada de la higuera: Cuando sus ramas ya están tiernas y dan hojas, sabéis que se acerca el verano. Del mismo modo, cuando veáis todas esas cosas, sabed que el Hijo del hombre está cerca, que se encuentra a las puertas.
“Os digo, en verdad, que esta raza no pasará sin que todas esas cosas se hayan cumplido.” (San Mateo, 24:29 a 34.)
“Y sucederá con el advenimiento del Hijo del hombre lo que sucedió en los tiempos de Noé, porque como en los tiempos que precedieron al diluvio los hombres comían y bebían, se casaban y daban en casamiento a sus hijos, hasta el día en que Noé entró en el arca; y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y arrebató a todos, así también será en el advenimiento del Hijo del hombre.” (San Mateo, 24:37 a 39.)
“Entonces, la señal del Hijo del hombre aparecerá en el cielo, y todos los pueblos de la tierra entrarán en llanto y en gemidos, y verán al Hijo del hombre que vendrá sobre las nubes del cielo con gran majestuosidad.
“Él enviará a sus ángeles, que harán oír el sonido retumbante de sus trompetas, y reunirán a sus elegidos de las cuatro regiones del mundo, de un extremo al otro del cielo.
“Aprended una comparación tomada de la higuera: Cuando sus ramas ya están tiernas y dan hojas, sabéis que se acerca el verano. Del mismo modo, cuando veáis todas esas cosas, sabed que el Hijo del hombre está cerca, que se encuentra a las puertas.
“Os digo, en verdad, que esta raza no pasará sin que todas esas cosas se hayan cumplido.” (San Mateo, 24:29 a 34.)
“Y sucederá con el advenimiento del Hijo del hombre lo que sucedió en los tiempos de Noé, porque como en los tiempos que precedieron al diluvio los hombres comían y bebían, se casaban y daban en casamiento a sus hijos, hasta el día en que Noé entró en el arca; y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y arrebató a todos, así también será en el advenimiento del Hijo del hombre.” (San Mateo, 24:37 a 39.)
51. “En cuanto a ese día y esa hora, nadie lo sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino solamente el Padre.” (San Marcos, 13:32.)
52. “En verdad, en verdad os digo, que lloraréis y gemiréis, y el mundo se regocijará; estaréis tristes, pero vuestra tristeza se transformará en dicha. Una mujer, cuando da a luz, tiene dolor porque ha llegado su hora; pero después de que ha dado a luz al hijo, ya no se acuerda de los malestares que sufrió, por la dicha de haber traído un hombre al mundo. Ahora vosotros también estáis tristes; pero os veré de nuevo y vuestro corazón se regocijará, y nadie os quitará vuestra dicha.” (San Juan, 16:20 a 22.)
53. “Se levantarán muchos falsos profetas, que engañarán a muchas personas; y porque abundará la iniquidad, la caridad de muchos se enfriará; pero el que persevere hasta el fin, ese será salvo. Y este Evangelio del reino se predicará en toda la Tierra, para dar testimonio a todas las naciones. Entonces vendrá el fin.” (San Mateo, 24:11 a 14.)
54. No cabe duda de que este panorama del final de los tiempos es alegórico, como la mayoría de los que Jesús componía. Por su fuerza, las imágenes que encierra impresionan a las inteligencias todavía incultas. Para conmover esas imaginaciones de escasa sutileza hacían falta descripciones vigorosas, de tonos contrastantes. Jesús se dirigía especialmente al pueblo, a los hombres menos ilustrados, incapaces de comprender las abstracciones metafísicas y de captar la delicadeza de las formas. Para acceder al corazón, era necesario que hablase a los ojos con la ayuda de signos materiales, y a los oídos a través del vigor del lenguaje.
Como consecuencia natural de esa disposición de espíritu, y según la creencia generalizada, el poder supremo debía manifestarse por medio de hechos extraordinarios, sobrenaturales. Cuanto mayor era la imposibilidad de los hechos, tanto más se aceptaba su probabilidad.
Que el Hijo del hombre viniera sobre las nubes del cielo, con gran majestuosidad, rodeado por sus ángeles y al son de trompetas, les parecía mucho más imponente que la simple llegada de un ser investido solamente de poder moral. Por eso mismo los judíos, que aguardaban como Mesías a un rey terrenal más poderoso que los demás reyes, a fin de que colocara a su nación al frente de todas las otras y volviera a erigir el trono de David y de Salomón, no quisieron reconocerlo en el humilde hijo del carpintero, que carecía de autoridad material.
No obstante, aquel pobre obrero de la Judea se convirtió en el más grande entre los grandes; conquistó para su soberanía mayor cantidad de reinos que los jerarcas más poderosos; sólo con su palabra y con el concurso de algunos míseros pescadores revolucionó al mundo, y a Él los judíos le deberán su rehabilitación. Entonces, Jesús dijo una gran verdad cuando, en respuesta a esta pregunta de Pilatos: “¿Eres rey?”, respondió: “Tú lo dices”.
Como consecuencia natural de esa disposición de espíritu, y según la creencia generalizada, el poder supremo debía manifestarse por medio de hechos extraordinarios, sobrenaturales. Cuanto mayor era la imposibilidad de los hechos, tanto más se aceptaba su probabilidad.
Que el Hijo del hombre viniera sobre las nubes del cielo, con gran majestuosidad, rodeado por sus ángeles y al son de trompetas, les parecía mucho más imponente que la simple llegada de un ser investido solamente de poder moral. Por eso mismo los judíos, que aguardaban como Mesías a un rey terrenal más poderoso que los demás reyes, a fin de que colocara a su nación al frente de todas las otras y volviera a erigir el trono de David y de Salomón, no quisieron reconocerlo en el humilde hijo del carpintero, que carecía de autoridad material.
No obstante, aquel pobre obrero de la Judea se convirtió en el más grande entre los grandes; conquistó para su soberanía mayor cantidad de reinos que los jerarcas más poderosos; sólo con su palabra y con el concurso de algunos míseros pescadores revolucionó al mundo, y a Él los judíos le deberán su rehabilitación. Entonces, Jesús dijo una gran verdad cuando, en respuesta a esta pregunta de Pilatos: “¿Eres rey?”, respondió: “Tú lo dices”.
55. Es para destacar que, entre los antiguos, los temblores de tierra y el oscurecimiento del sol eran accesorios obligatorios de todos los acontecimientos y presagios siniestros. Los encontramos en ocasión de las muertes de Jesús y de César, y en una infinidad de circunstancias de la historia del paganismo. Si esos fenómenos se hubiesen producido tantas veces como las que se los menciona, sería imposible que los hombres no hubiesen conservado su recuerdo en las tradiciones. En este caso se agrega la caída de las estrellas del cielo, como para dar testimonio a las generaciones futuras, más ilustradas, de que sólo se trata de una ficción, puesto que se sabe que las estrellas no pueden caer.
56. No obstante, hay grandes verdades ocultas bajo esas alegorías. Está, en primer término, el anuncio de las calamidades de todo tipo que asolarán y diezmarán a la humanidad, a consecuencia de la lucha suprema entre el bien y el mal, entre la fe y la incredulidad, entre las ideas progresivas y las ideas retrógradas. En segundo lugar, la difusión en toda la Tierra del Evangelio restaurado en su pureza primitiva; después, el reino del bien, que será el de la paz y la fraternidad universales, y que será la consecuencia de la puesta en práctica, por parte de todos los pueblos, del código de moral evangélica. Ese será verdaderamente el reino de Jesús, pues Él presidirá su implantación, y porque los hombres vivirán bajo la égida de su ley. Será el reino de la felicidad, dado que Él dice que “después de los días de aflicción vendrán los de dicha”.
57. ¿Cuándo se producirán esos acontecimientos? “Nadie lo sabe –dice Jesús–, ni siquiera el Hijo”. No obstante, cuando llegue el momento, los hombres recibirán avisos por medio de señales precursoras. Esos indicios no estarán ni en el sol ni en las estrellas, sino en el estado social y en los fenómenos de orden moral antes que físico, que en parte se pueden deducir de sus alusiones.
Es indudable que ese cambio no podía producirse en vida de los apóstoles, pues de lo contrario Jesús no habría ignorado el momento preciso. Por otra parte, una transformación semejante no podía llevarse a cabo en el lapso de unos pocos años. Sin embargo, Jesús les habla de ella como si fuesen a presenciarla; de hecho, ellos podrán volver a vivir cuando esa transformación tenga lugar, así como trabajar para que se concrete. En cierto momento, Jesús alude a la suerte próxima de Jerusalén; en otro, toma ese hecho como punto de referencia acerca de lo que habría de ocurrir en el porvenir.
Es indudable que ese cambio no podía producirse en vida de los apóstoles, pues de lo contrario Jesús no habría ignorado el momento preciso. Por otra parte, una transformación semejante no podía llevarse a cabo en el lapso de unos pocos años. Sin embargo, Jesús les habla de ella como si fuesen a presenciarla; de hecho, ellos podrán volver a vivir cuando esa transformación tenga lugar, así como trabajar para que se concrete. En cierto momento, Jesús alude a la suerte próxima de Jerusalén; en otro, toma ese hecho como punto de referencia acerca de lo que habría de ocurrir en el porvenir.
58. ¿Será el fin del mundo lo que Jesús anuncia con su segunda venida, así como cuando dice que “el Evangelio será predicado por toda la Tierra, y entonces vendrá el fin”?
No es lógico suponer que Dios habrá de destruir el mundo justamente en el momento en que éste ingrese en el camino del progreso moral a través de la práctica de las enseñanzas evangélicas. Por otra parte, en las palabras de Cristo no hay nada que indique una destrucción universal, que en esas condiciones no se justificaría.
Dado que la práctica generalizada del Evangelio determinará una mejora en el estado moral de los hombres, por eso mismo introducirá el reino del bien y provocará la caída del mal. Se trata, por consiguiente, del fin del mundo viejo, del mundo gobernado por los prejuicios, el orgullo, el egoísmo, el fanatismo, la incredulidad, la codicia y todas las malas pasiones, a las que Cristo hacía alusión al decir: “Cuando el Evangelio sea predicado en toda la Tierra, entonces vendrá el fin”. No obstante, para llegar, ese fin ocasionará una lucha, y de esa lucha sobrevendrán los males que Él había previsto.
No es lógico suponer que Dios habrá de destruir el mundo justamente en el momento en que éste ingrese en el camino del progreso moral a través de la práctica de las enseñanzas evangélicas. Por otra parte, en las palabras de Cristo no hay nada que indique una destrucción universal, que en esas condiciones no se justificaría.
Dado que la práctica generalizada del Evangelio determinará una mejora en el estado moral de los hombres, por eso mismo introducirá el reino del bien y provocará la caída del mal. Se trata, por consiguiente, del fin del mundo viejo, del mundo gobernado por los prejuicios, el orgullo, el egoísmo, el fanatismo, la incredulidad, la codicia y todas las malas pasiones, a las que Cristo hacía alusión al decir: “Cuando el Evangelio sea predicado en toda la Tierra, entonces vendrá el fin”. No obstante, para llegar, ese fin ocasionará una lucha, y de esa lucha sobrevendrán los males que Él había previsto.
Vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán
59. “En los últimos tiempos, dice el Señor, derramaré de mi espíritu sobre toda carne; vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes tendrán visiones, y vuestros ancianos soñarán. En esos días, derramaré de mi espíritu sobre mis servidores y mis servidoras, y ellos profetizarán.” (Hechos de los Apóstoles, 2:17 y 18; Joel, 2:28 y 29.)
60. Si consideramos el estado actual del mundo físico y del mundo moral, las tendencias, las aspiraciones y los presentimientos de las masas, la decadencia de las viejas ideas que se debaten en vano desde hace un siglo contra las ideas nuevas, no podremos dudar de que un nuevo orden de cosas se prepara, y que el viejo mundo llega a su fin.
Ahora bien, si tomamos en cuenta la forma alegórica de algunas escenas y escrutamos el sentido profundo de las palabras de Jesús, al comparar la situación actual con los tiempos que el Maestro describió como indicadores de la era de la renovación, no podremos dejar de estar de acuerdo en que muchas de sus predicciones se están cumpliendo en la actualidad. De ahí es preciso concluir que estamos llegando a los tiempos anunciados, lo cual es confirmado en todos los puntos del globo por los Espíritus que se manifiestan.
Ahora bien, si tomamos en cuenta la forma alegórica de algunas escenas y escrutamos el sentido profundo de las palabras de Jesús, al comparar la situación actual con los tiempos que el Maestro describió como indicadores de la era de la renovación, no podremos dejar de estar de acuerdo en que muchas de sus predicciones se están cumpliendo en la actualidad. De ahí es preciso concluir que estamos llegando a los tiempos anunciados, lo cual es confirmado en todos los puntos del globo por los Espíritus que se manifiestan.
61. Como hemos visto (Capítulo I, § 32), en coincidencia con otras circunstancias, el advenimiento del espiritismo constituye la realización de una de las más importantes predicciones de Jesús, por la influencia que esta doctrina debe ejercer forzosamente sobre las ideas. Por otra parte, el espiritismo se encuentra claramente anunciado en los Hechos de los Apóstoles: “En los últimos tiempos, dice el Señor, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne; vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán”.
Se trata del anuncio inequívoco de la vulgarización de la mediumnidad, que se revela actualmente en individuos de todas las edades, de ambos sexos y de todas las condiciones; se trata, por consiguiente, del anuncio de la manifestación universal de los Espíritus, puesto que sin los Espíritus no habría médiums. Eso, de conformidad con lo dicho, sucederá en los últimos tiempos. Ahora bien, visto que no hemos llegado al término del mundo, sino, por el contrario, a la época de su regeneración, debemos entender que esas palabras se refieren a los últimos tiempos del mundo moral que llega a su fin. (Véase El Evangelio según el espiritismo, Capítulo XXI.)
Se trata del anuncio inequívoco de la vulgarización de la mediumnidad, que se revela actualmente en individuos de todas las edades, de ambos sexos y de todas las condiciones; se trata, por consiguiente, del anuncio de la manifestación universal de los Espíritus, puesto que sin los Espíritus no habría médiums. Eso, de conformidad con lo dicho, sucederá en los últimos tiempos. Ahora bien, visto que no hemos llegado al término del mundo, sino, por el contrario, a la época de su regeneración, debemos entender que esas palabras se refieren a los últimos tiempos del mundo moral que llega a su fin. (Véase El Evangelio según el espiritismo, Capítulo XXI.)
El juicio final
62. “Ahora bien, cuando el Hijo del hombre venga en su majestad acompañado de todos los ángeles, se sentará en su trono de gloria; y reunidas delante de él todas las naciones, Él separará a unos de otros, como un pastor separa a las ovejas de los cabritos, y colocará a su derecha las ovejas, y a su izquierda los cabritos. Entonces, dirá el Rey a los que estén a su derecha: ‘Venid a mí, benditos de mi Padre (…)’.” (San Mateo, 25:31 a 46. El Evangelio según el espiritismo, Capítulo XV.)
63. Puesto que el bien habrá de reinar en la Tierra, es preciso que sean excluidos de ella los Espíritus obstinados en el mal, y que podrían ocasionar disturbios. Dios ha permitido que ellos permanecieran aquí el tiempo necesario para que mejoraran; pero visto que ha llegado el momento en que, mediante el progreso moral de sus habitantes, la Tierra debe ascender en la jerarquía de los mundos, ya no podrá ser la morada de los Espíritus, tanto encarnados como desencarnados, que no hayan aprovechado las enseñanzas que estaban en condiciones de recibir en ella. Serán exiliados en mundos inferiores, como antes lo fueron en la Tierra los componentes de la raza adámica, al tiempo que Espíritus mejores vendrán a sustituirlos. Esta separación, que será presidida por Jesús, es la que se encuentra descripta en las siguientes palabras acerca del juicio final: “Los buenos pasarán a mi derecha, y los malos a mi izquierda”. (Véase el Capítulo XI, § 31 y siguientes.)
64. La doctrina de un juicio final, único y universal, que pone un término definitivo a la humanidad, provoca el rechazo de la razón, porque implica la inactividad de Dios durante la eternidad que precedió a la creación de la Tierra, así como durante la eternidad que seguirá a su destrucción. En ese caso, ¿qué utilidad tendrían el Sol, la Luna y las estrellas, que según el Génesis fueron creados para iluminar al mundo? Es motivo de consternación que una obra tan inmensa se haya producido para tan poco tiempo y en beneficio de seres predestinados, en su mayoría, a los suplicios eternos.
65. Materialmente, la idea de un juicio único era hasta cierto punto admisible para quienes no buscaban la razón de las cosas, cuando se creía que toda la humanidad se hallaba concentrada en la Tierra, y que todo en el universo había sido hecho para sus habitantes. Pero es inadmisible desde que se sabe que hay miles y miles de mundos semejantes, que perpetúan las humanidades durante toda la eternidad, y entre los cuales la Tierra es uno de los menos considerables, un simple punto imperceptible.
Sólo por este hecho se comprende que Jesús tenía razón cuando decía a sus discípulos: “Hay muchas cosas que no os puedo decir, porque no las comprenderíais”, visto que el progreso de las ciencias era indispensable para una interpretación cabal de algunas de sus palabras. Por cierto, los apóstoles, san Pablo y los primeros discípulos, habrían establecido de un modo muy diferente algunos dogmas si hubieran tenido los conocimientos astronómicos, geológicos, físicos, químicos, fisiológicos y psicológicos que poseemos en la actualidad. Por esa razón Jesús postergó el complemento de sus enseñanzas y anunció que todas las cosas habrían de ser restablecidas.
Sólo por este hecho se comprende que Jesús tenía razón cuando decía a sus discípulos: “Hay muchas cosas que no os puedo decir, porque no las comprenderíais”, visto que el progreso de las ciencias era indispensable para una interpretación cabal de algunas de sus palabras. Por cierto, los apóstoles, san Pablo y los primeros discípulos, habrían establecido de un modo muy diferente algunos dogmas si hubieran tenido los conocimientos astronómicos, geológicos, físicos, químicos, fisiológicos y psicológicos que poseemos en la actualidad. Por esa razón Jesús postergó el complemento de sus enseñanzas y anunció que todas las cosas habrían de ser restablecidas.
66. Moralmente, un juicio definitivo y sin apelación es inconciliable con la bondad infinita del Creador. Jesús nos lo presenta invariablemente como a un buen Padre, que deja siempre abier ta una puerta al arrepentimiento, y que está siempre dispuesto a recibir en sus brazos al hijo pródigo. Si Jesús hubiera entendido el juicio en ese sentido, habría desmentido sus propias palabras.
Además, si el juicio final debiera tomar por sorpresa a los hombres, en medio de sus actividades habituales, así como a las mujeres encintas, cabría preguntarse con qué fin Dios, que no hace nada inútil o injusto, haría que naciesen niños y crearía almas nuevas en ese momento supremo, al término fatal de la humanidad. ¿Sería para someterlas al juicio inmediatamente después de que hubieran salido del vientre materno, antes de que tuvieran conciencia de sí mismas, mientras que a otros se les concedieron miles de años para que llegaran a reconocerse? ¿Hacia qué lado, el derecho o el izquierdo, irían esas almas que no pudieron ser ni buenas ni malas, y para las cuales, sin embargo, se encontrarían cerrados todos los caminos para un ulterior progreso, visto que la humanidad dejaría de existir? (Véase el Capítulo II, § 19.)
Que conserven semejantes creencias aquellos cuya razón se conforma con ellas, pues están en su derecho. Nadie tiene por qué criticarlos; pero que no se disgusten si no todo el mundo está de acuerdo con ellos.
Además, si el juicio final debiera tomar por sorpresa a los hombres, en medio de sus actividades habituales, así como a las mujeres encintas, cabría preguntarse con qué fin Dios, que no hace nada inútil o injusto, haría que naciesen niños y crearía almas nuevas en ese momento supremo, al término fatal de la humanidad. ¿Sería para someterlas al juicio inmediatamente después de que hubieran salido del vientre materno, antes de que tuvieran conciencia de sí mismas, mientras que a otros se les concedieron miles de años para que llegaran a reconocerse? ¿Hacia qué lado, el derecho o el izquierdo, irían esas almas que no pudieron ser ni buenas ni malas, y para las cuales, sin embargo, se encontrarían cerrados todos los caminos para un ulterior progreso, visto que la humanidad dejaría de existir? (Véase el Capítulo II, § 19.)
Que conserven semejantes creencias aquellos cuya razón se conforma con ellas, pues están en su derecho. Nadie tiene por qué criticarlos; pero que no se disgusten si no todo el mundo está de acuerdo con ellos.
67. Por su parte, según ha quedado explicado aquí (véase el § 63), el juicio por la vía de la emigración es racional. Se basa en la más rigurosa justicia, dado que de ese modo el Espíritu conserva por toda la eternidad su libre albedrío; no constituye un privilegio para nadie: Dios concede a todas las criaturas, sin excepciones, la misma libertad de acción para que progresen; e incluso el aniquilamiento de un mundo, que acarrea la destrucción del cuerpo, no ocasionará ninguna interrupción a la marcha progresiva del Espíritu. Tales son las consecuencias de la pluralidad de los mundos y de la pluralidad de las existencias.
De acuerdo con esa interpretación, la calificación de juicio final no es exacta, puesto que los Espíritus pasan por un tribunal cada vez que se renuevan los mundos en que habitan, hasta que alcancen un cierto grado de perfección. No hay, por lo tanto, un juicio final propiamente dicho, sino juicios generales en todas las épocas de renovación parcial o total de la población de los mundos, a consecuencia de las cuales se producen las grandes emigraciones e inmigraciones de Espíritus.
De acuerdo con esa interpretación, la calificación de juicio final no es exacta, puesto que los Espíritus pasan por un tribunal cada vez que se renuevan los mundos en que habitan, hasta que alcancen un cierto grado de perfección. No hay, por lo tanto, un juicio final propiamente dicho, sino juicios generales en todas las épocas de renovación parcial o total de la población de los mundos, a consecuencia de las cuales se producen las grandes emigraciones e inmigraciones de Espíritus.
CAPÍTULO XVIII - Los tiempos han llegado
Señales de los tiempos
1. Nos advierten desde todas partes que han llegado los tiempos señalados por Dios, en que habrán de producirse importantes acontecimientos para la regeneración de la humanidad. ¿En qué sentido se deben entender esas palabras proféticas? Para los incrédulos, no tienen la menor importancia; según su punto de vista no son más que la enunciación de una creencia pueril, carente de fundamento. Para la mayoría de los creyentes, sin embargo, indican algo místico y sobrenatural, y las consideran precursoras de la derogación de las leyes de la naturaleza. Ambas interpretaciones son igualmente erró- neas: la primera, porque implica la negación de la Providencia; la segunda, porque esas palabras no anuncian un trastorno de las leyes de la naturaleza, sino el cumplimiento de esas leyes.
2. Todo es armonía en la Creación; todo revela una previsión que no se desdice ni en las pequeñas ni en las grandes cosas. Debemos, pues, apartar de inmediato toda idea de arbitrariedad, porque es inconciliable con la sabiduría divina. En segundo lugar, si nuestra época está señalada para la realización de ciertas cosas, es porque estas tienen una razón de ser en la marcha del conjunto.
Sobre esta base, diremos que nuestro planeta, como todo lo que existe, está sujeto a la ley del progreso. Progresa físicamente por la transformación de los elementos que lo componen, y moralmente por la purificación de los Espíritus encarnados y desencarnados que viven en él. Esos dos progresos se realizan en forma paralela, puesto que el perfeccionamiento de la vivienda está relacionado con el de quien habita en ella. Físicamente, el planeta ha sufrido transformaciones sucesivas, comprobadas por la ciencia, que lo hicieron habitable por seres cada vez más perfeccionados. Moralmente, la humanidad progresa por el desarrollo de la inteligencia, del sentido moral y de la moderación de las costumbres. Al mismo tiempo que el mejoramiento del globo se produce por la actividad de las potencias materiales, los hombres contribuyen a ese fin mediante los esfuerzos que resultan de la aplicación de su inteligencia. Sanean las regiones insalubres, facilitan las comunicaciones y hacen más productiva la tierra.
Ese doble progreso se realiza de dos maneras: una de ellas, lenta, gradual e imperceptible; la otra, mediante cambios bruscos, a cada uno de los cuales corresponde un movimiento ascensional más rápido, que señala con efectos muy notorios los períodos progresivos de la humanidad. Esos movimientos, subordinados en cuanto a los detalles al libre albedrío de los hombres, son en cierto modo fatales en su conjunto, porque están sometidos a leyes, como las que actúan en la germinación, el crecimiento y la madurez de las plantas. Es por eso que el movimiento progresivo se cumple en ocasiones de modo parcial, es decir, limitado a una raza o a una nación; en otras ocasiones es general.
El progreso de la humanidad se lleva a cabo, por lo tanto, en virtud de una ley. Ahora bien, como las leyes de la naturaleza son obra de la eterna sabiduría y de la presciencia divina, los efectos de esas leyes derivan de la voluntad de Dios; no de una voluntad ocasional y caprichosa, sino de una voluntad inmutable. Cuando, por consiguiente, la humanidad está madura para ascender un grado, se puede decir que los tiempos señalados por Dios han llegado, como se puede decir también que una determinada estación es el tiempo para la madurez y la cosecha de los frutos.
Sobre esta base, diremos que nuestro planeta, como todo lo que existe, está sujeto a la ley del progreso. Progresa físicamente por la transformación de los elementos que lo componen, y moralmente por la purificación de los Espíritus encarnados y desencarnados que viven en él. Esos dos progresos se realizan en forma paralela, puesto que el perfeccionamiento de la vivienda está relacionado con el de quien habita en ella. Físicamente, el planeta ha sufrido transformaciones sucesivas, comprobadas por la ciencia, que lo hicieron habitable por seres cada vez más perfeccionados. Moralmente, la humanidad progresa por el desarrollo de la inteligencia, del sentido moral y de la moderación de las costumbres. Al mismo tiempo que el mejoramiento del globo se produce por la actividad de las potencias materiales, los hombres contribuyen a ese fin mediante los esfuerzos que resultan de la aplicación de su inteligencia. Sanean las regiones insalubres, facilitan las comunicaciones y hacen más productiva la tierra.
Ese doble progreso se realiza de dos maneras: una de ellas, lenta, gradual e imperceptible; la otra, mediante cambios bruscos, a cada uno de los cuales corresponde un movimiento ascensional más rápido, que señala con efectos muy notorios los períodos progresivos de la humanidad. Esos movimientos, subordinados en cuanto a los detalles al libre albedrío de los hombres, son en cierto modo fatales en su conjunto, porque están sometidos a leyes, como las que actúan en la germinación, el crecimiento y la madurez de las plantas. Es por eso que el movimiento progresivo se cumple en ocasiones de modo parcial, es decir, limitado a una raza o a una nación; en otras ocasiones es general.
El progreso de la humanidad se lleva a cabo, por lo tanto, en virtud de una ley. Ahora bien, como las leyes de la naturaleza son obra de la eterna sabiduría y de la presciencia divina, los efectos de esas leyes derivan de la voluntad de Dios; no de una voluntad ocasional y caprichosa, sino de una voluntad inmutable. Cuando, por consiguiente, la humanidad está madura para ascender un grado, se puede decir que los tiempos señalados por Dios han llegado, como se puede decir también que una determinada estación es el tiempo para la madurez y la cosecha de los frutos.
3. Por el hecho de que el movimiento progresivo de la humanidad sea inevitable, dado que está en la naturaleza, no se concluye que Dios permanezca indiferente a él y que, después de haber establecido leyes, se haya retirado a la inactividad dejando que las cosas sigan su curso por sí solas. No cabe duda de que sus leyes son eternas e inmutables, pero eso se debe a que su propia voluntad es eterna y constante, y a que su pensamiento anima todas las cosas sin intermitencias. Ese pensamiento, que todo lo penetra, es la fuerza inteligente y permanente que mantiene la armonía en todo. Si dejase de actuar un solo instante, el universo sería como un reloj al que le falta el péndulo regulador. Dios vela, pues, sin cesar por la ejecución de sus leyes, y los Espíritus que pueblan el espacio son sus ministros, encargados de cuidar los detalles de acuerdo con atribuciones que corresponden al grado de adelanto que hayan alcanzado.
4. El universo es, al mismo tiempo, un mecanismo inconmensurable, accionado por un número incontable de inteligencias, y un inmenso gobierno en el que cada ser inteligente participa de modo activo bajo la mirada del soberano Señor, cuya voluntad única mantiene la unidad en todas partes. Bajo el dominio de esa gran potencia reguladora, todo marcha, todo funciona en perfecto orden. Donde nos parece que existen perturbaciones, sólo hay movimientos parciales y aislados, que para nosotros tienen la apariencia de irregulares porque nuestra visión es limitada. Si pudiésemos abarcarlos en conjunto, veríamos que esas irregularidades sólo son aparentes, y que están en armonía con el todo.
5. Hasta el presente, la humanidad ha realizado incuestionables progresos. Los hombres, con su inteligencia, han llegado a resultados que jamás habían alcanzado, desde el punto de vista de las ciencias, las artes y el bienestar material. Aún les queda por realizar un inmenso progreso: hacer que reinen entre ellos la caridad, la fraternidad y la solidaridad, que habrán de garantizarles el bienestar moral. No habrían de conseguirlo con sus creencias ni con sus instituciones anticuadas, vestigios de otra etapa y adecuadas para una cierta época, suficientes para un momento de transición; pero que habiendo dado todo lo que tenían, hoy representarían una traba. El hombre no sólo necesita el desarrollo de la inteligencia, sino la elevación de los sentimientos, y para lograrlo es imprescindible que aniquile todo lo que en él sobreexcite el egoísmo y el orgullo.
Ese es el período en el que va a entrar a partir de ahora, y que señalará una de las principales fases de la humanidad. Esa fase, que en este momento se encuentra en elaboración, constituye el complemento indispensable del estado precedente, del mismo modo que la edad viril es el complemento de la juventud. Podía, pues, ser prevista y predicha con anticipación, y a eso se debe que se diga que los tiempos marcados por Dios han llegado.
Ese es el período en el que va a entrar a partir de ahora, y que señalará una de las principales fases de la humanidad. Esa fase, que en este momento se encuentra en elaboración, constituye el complemento indispensable del estado precedente, del mismo modo que la edad viril es el complemento de la juventud. Podía, pues, ser prevista y predicha con anticipación, y a eso se debe que se diga que los tiempos marcados por Dios han llegado.
6. No obstante, en esta oportunidad no se trata de un cambio parcial, de una renovación circunscripta a una determinada región, a un pueblo o a una raza. Se trata de un movimiento universal que se realiza en el sentido del progreso moral. Tiende a establecerse un nuevo orden de cosas, y hasta los hombres que más se oponen al cambio, contribuyen a él sin saberlo. La generación futura, desembarazada de las escorias del viejo mundo y formada por elementos más depurados, estará animada por ideas y sentimientos muy diferentes de los de la generación actual, que se retira a pasos agigantados. El viejo mundo habrá muerto, y sólo perdurará en la Historia, del mismo modo que lo está hoy el período de la Edad Media, con sus costumbres bárbaras y sus creencias supersticiosas.
Por otra parte, todos saben cuánto deja que desear el presente orden de cosas. Después de que, en cierto modo, se haya agotado el bienestar material que la inteligencia es capaz de producir, se llegará a comprender que el complemento de ese bienestar sólo puede hallarse en el desarrollo moral. Cuanto más se avanza, más se percibe lo que falta, sin que, no obstante, se pueda aún definirlo claramente: se trata de la consecuencia del trabajo interno con que se elabora la regeneración. Brotan deseos, aspiraciones, que son como el presentimiento de un estado mejor.
Por otra parte, todos saben cuánto deja que desear el presente orden de cosas. Después de que, en cierto modo, se haya agotado el bienestar material que la inteligencia es capaz de producir, se llegará a comprender que el complemento de ese bienestar sólo puede hallarse en el desarrollo moral. Cuanto más se avanza, más se percibe lo que falta, sin que, no obstante, se pueda aún definirlo claramente: se trata de la consecuencia del trabajo interno con que se elabora la regeneración. Brotan deseos, aspiraciones, que son como el presentimiento de un estado mejor.
7. Con todo, un cambio tan radical como el que se realiza en la actualidad no puede llevarse a cabo sin conmociones. Existe una lucha inevitable de ideas. De ese conflicto forzosamente se originarán perturbaciones temporarias, hasta que el terreno haya sido allanado y el equilibrio restablecido. Así pues, de la confrontación de ideas surgirán los trascendentes acontecimientos anunciados, y no de cataclismos o catástrofes puramente materiales. Los cataclismos generalizados fueron consecuencia del proceso de formación de la Tierra. Hoy no se agitan las entrañas del planeta, sino las de la humanidad.
8. Si bien la Tierra ya no debe temer a los cataclismos generales, no por eso deja de estar sometida a revoluciones periódicas, cuyas causas, desde el punto de vista científico, están explicadas en las siguientes instrucciones, dictadas por dos eminentes Espíritus. *
“Cada cuerpo celeste, más allá de las leyes simples que presiden la división de los días y las noches, de las estaciones, etc., sufre revoluciones que demandan miles de siglos para su completo cumplimiento, pero que, del mismo modo que las revoluciones de menor repercusión, pasan por todos los períodos, desde el nacimiento hasta el apogeo del efecto, después del cual hay un decrecimiento hasta el último límite, y a continuación empieza otra vez a recorrer las mismas fases.
”El hombre sólo abarca las fases de duración relativamente corta, cuya periodicidad puede constatar; no obstante, hay algunas que incluyen a muchas generaciones de seres y hasta sucesiones de razas, cuyos efectos tienen para él, por consiguiente, las apariencias de lo novedoso y lo espontáneo, mientras que si su mirada pudiese englobar algunos miles de siglos hacia atrás vería, entre esos mismos efectos y sus causas, una correlación que ni siquiera sospecha. Esos períodos, que confunden la imaginación de los humanos por su duración relativa, no son sin embargo más que instantes en el lapso de la eternidad.
”En un mismo sistema planetario, todos los cuerpos que dependen de él reaccionan unos sobre otros; todas las influencias físicas son solidarias entre sí, y no hay un solo efecto, de esos que denomináis grandes perturbaciones, que no sea consecuencia del conjunto de las influencias de todo ese sistema.
”Voy más lejos, pues afirmo que los sistemas planetarios reaccionan unos sobre otros en razón de la proximidad o el alejamiento que resulta de sus movimientos de traslación a través de las miríadas de sistemas que componen nuestra nebulosa. Voy más lejos aún, pues manifiesto que nuestra nebulosa, que es como un archipiélago en la inmensidad, dado que tiene también su propio movimiento de traslación a través de miríadas de nebulosas, sufre la influencia de aquellas a las que se aproxima.
”De ese modo, las nebulosas reaccionan sobre las nebulosas, los sistemas reaccionan sobre los sistemas, como los planetas reaccionan sobre los planetas, los elementos de cada planeta reaccionan unos sobre otros, y así sucesivamente hasta llegar al átomo. De ahí derivan, en cada mundo, las revoluciones locales tanto como las generales, que sólo parecen trastornos porque la brevedad de la vida apenas permite que se vean sus efectos parciales.
”La materia orgánica no podría escapar a esas influencias; los trastornos que esta sufre pueden, por lo tanto, alterar el estado físico de los seres vivos y determinar algunas de esas enfermedades que atacan en general a las plantas, los animales y los hombres. Como todos los flagelos, esas enfermedades son un estímulo para la inteligencia humana, a la que lleva por necesidad a que busque los medios para combatirlas, así como a que descubra las leyes de la naturaleza.
”No obstante, la materia orgánica reacciona, por su parte, sobre el Espíritu; y éste, debido a su contacto y su íntima vinculación con los elementos materiales, sufre también influencias que modifican sus disposiciones –sin que por eso le quiten su libre albedrío–, que sobreexcitan o retardan su actividad y, por eso mismo, contribuyen a su desarrollo. Esa efervescencia, que en ocasiones se manifiesta en toda una población, entre los hombres de una misma raza, no es algo fortuito ni el resultado de una arbitrariedad; su causa reside en las leyes de la naturaleza. Esa efervescencia, al principio inconsciente, que no es más que un deseo vago, una aspiración indefinida hacia algo mejor, una necesidad de cambio, se traduce por una agitación sorda, más tarde por hechos que conducen a las revoluciones sociales, las cuales, creedlo, tienen también su periodicidad, así como ocurre con las revoluciones físicas, puesto que todo está concatenado. Si la visión espiritual no estuviese circunscripta por el velo de la materia, veríais esas corrientes fluídicas que, semejantes a miles de hilos conductores, enlazan las cosas del mundo espiritual con las del mundo material.
”Cuando se os dice que la humanidad ha llegado a un período de transformación, y que la Tierra debe elevarse en la jerarquía de los mundos, no veáis en estas palabras nada místico, sino, por el contrario, el cumplimiento de una de las más importantes leyes fatales del universo, contra las cuales cede la mala voluntad humana”. ARAGO.
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* Extracto de dos comunicaciones dadas en la Sociedad de París y publicadas en la Revista Espírita de octubre de 1868. Son corolarios de las de Galileo, reproducidas en el capítulo VI, y complementarias del capítulo IX, que trata acerca de las revoluciones del globo. (N. de Allan Kardec.)
“Cada cuerpo celeste, más allá de las leyes simples que presiden la división de los días y las noches, de las estaciones, etc., sufre revoluciones que demandan miles de siglos para su completo cumplimiento, pero que, del mismo modo que las revoluciones de menor repercusión, pasan por todos los períodos, desde el nacimiento hasta el apogeo del efecto, después del cual hay un decrecimiento hasta el último límite, y a continuación empieza otra vez a recorrer las mismas fases.
”El hombre sólo abarca las fases de duración relativamente corta, cuya periodicidad puede constatar; no obstante, hay algunas que incluyen a muchas generaciones de seres y hasta sucesiones de razas, cuyos efectos tienen para él, por consiguiente, las apariencias de lo novedoso y lo espontáneo, mientras que si su mirada pudiese englobar algunos miles de siglos hacia atrás vería, entre esos mismos efectos y sus causas, una correlación que ni siquiera sospecha. Esos períodos, que confunden la imaginación de los humanos por su duración relativa, no son sin embargo más que instantes en el lapso de la eternidad.
”En un mismo sistema planetario, todos los cuerpos que dependen de él reaccionan unos sobre otros; todas las influencias físicas son solidarias entre sí, y no hay un solo efecto, de esos que denomináis grandes perturbaciones, que no sea consecuencia del conjunto de las influencias de todo ese sistema.
”Voy más lejos, pues afirmo que los sistemas planetarios reaccionan unos sobre otros en razón de la proximidad o el alejamiento que resulta de sus movimientos de traslación a través de las miríadas de sistemas que componen nuestra nebulosa. Voy más lejos aún, pues manifiesto que nuestra nebulosa, que es como un archipiélago en la inmensidad, dado que tiene también su propio movimiento de traslación a través de miríadas de nebulosas, sufre la influencia de aquellas a las que se aproxima.
”De ese modo, las nebulosas reaccionan sobre las nebulosas, los sistemas reaccionan sobre los sistemas, como los planetas reaccionan sobre los planetas, los elementos de cada planeta reaccionan unos sobre otros, y así sucesivamente hasta llegar al átomo. De ahí derivan, en cada mundo, las revoluciones locales tanto como las generales, que sólo parecen trastornos porque la brevedad de la vida apenas permite que se vean sus efectos parciales.
”La materia orgánica no podría escapar a esas influencias; los trastornos que esta sufre pueden, por lo tanto, alterar el estado físico de los seres vivos y determinar algunas de esas enfermedades que atacan en general a las plantas, los animales y los hombres. Como todos los flagelos, esas enfermedades son un estímulo para la inteligencia humana, a la que lleva por necesidad a que busque los medios para combatirlas, así como a que descubra las leyes de la naturaleza.
”No obstante, la materia orgánica reacciona, por su parte, sobre el Espíritu; y éste, debido a su contacto y su íntima vinculación con los elementos materiales, sufre también influencias que modifican sus disposiciones –sin que por eso le quiten su libre albedrío–, que sobreexcitan o retardan su actividad y, por eso mismo, contribuyen a su desarrollo. Esa efervescencia, que en ocasiones se manifiesta en toda una población, entre los hombres de una misma raza, no es algo fortuito ni el resultado de una arbitrariedad; su causa reside en las leyes de la naturaleza. Esa efervescencia, al principio inconsciente, que no es más que un deseo vago, una aspiración indefinida hacia algo mejor, una necesidad de cambio, se traduce por una agitación sorda, más tarde por hechos que conducen a las revoluciones sociales, las cuales, creedlo, tienen también su periodicidad, así como ocurre con las revoluciones físicas, puesto que todo está concatenado. Si la visión espiritual no estuviese circunscripta por el velo de la materia, veríais esas corrientes fluídicas que, semejantes a miles de hilos conductores, enlazan las cosas del mundo espiritual con las del mundo material.
”Cuando se os dice que la humanidad ha llegado a un período de transformación, y que la Tierra debe elevarse en la jerarquía de los mundos, no veáis en estas palabras nada místico, sino, por el contrario, el cumplimiento de una de las más importantes leyes fatales del universo, contra las cuales cede la mala voluntad humana”. ARAGO.
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* Extracto de dos comunicaciones dadas en la Sociedad de París y publicadas en la Revista Espírita de octubre de 1868. Son corolarios de las de Galileo, reproducidas en el capítulo VI, y complementarias del capítulo IX, que trata acerca de las revoluciones del globo. (N. de Allan Kardec.)
9. “Así es, no cabe duda de que la humanidad se transforma, como ya se transformó en otras épocas, y cada transformación está señalada por una crisis que es, para el género humano, lo que son para los individuos las crisis de crecimiento; crisis que a menudo son penosas, dolorosas, que arrastran consigo a las generaciones y a las instituciones, pero a las que siempre sigue una fase de progreso material y moral.
”La humanidad terrestre, llegada a uno de esos períodos de crecimiento, hace casi un siglo que se encuentra en pleno trabajo de transformación. A eso se debe que por todas partes haya agitaciones, como si estuviera presa de una especie de fiebre y como si la impulsara una fuerza invisible, hasta que recupere el equilibrio sobre nuevas bases. Quien la analice, entonces, la encontrará muy cambiada en sus costumbres, en su carácter, en sus leyes, en sus creencias; en una palabra, en todos sus estamentos sociales.
”Algo que os parecerá extraño, pero que no deja de ser rigurosa verdad, es que el mundo de los Espíritus que os rodea sufre el contragolpe de todas las conmociones que agitan al mundo de los encarnados; digo incluso que aquel participa activamente en ellas. Esto nada tiene de sorprendente para quien sabe que los Espíritus componen un todo con la humanidad; que de ella salen y a ella deben volver. Por consiguiente, es natural que se interesen por los movimientos que se producen entre los hombres. Tened la certeza de que, cuando se lleva a cabo una revolución social en la Tierra, dicha revolución afecta también al mundo invisible; todas las pasiones, buenas y malas, son allí tan sobreexcitadas como entre vosotros; una intraducible efervescencia reina entre los Espíritus que aún forman parte de vuestro mundo y que esperan el momento de regresar a él.
”A la agitación de los encarnados y los desencarnados se suman en ocasiones, e incluso la mayoría de las veces, ya que en la naturaleza todo se complementa, los trastornos de los elementos físicos; es entonces que durante un tiempo se produce una verdadera confusión general, pero que pasa como un huracán, después del cual el cielo se despeja, y entonces la humanidad, reconstituida sobre nuevas bases e imbuida de nuevas ideas, transita una nueva etapa de progreso.
”En el período que está comenzando, el espiritismo florecerá y dará frutos. Por lo tanto, vosotros estáis trabajando más para el futuro que para el presente. Pero era necesario que esos trabajos fuesen elaborados previamente, porque preparan los caminos de la regeneración a través de la unificación y la racionalidad de las creencias. Felices los que los aprovechan desde ahora; serán para ellos de gran utilidad y se evitarán muchas penas”.
”La humanidad terrestre, llegada a uno de esos períodos de crecimiento, hace casi un siglo que se encuentra en pleno trabajo de transformación. A eso se debe que por todas partes haya agitaciones, como si estuviera presa de una especie de fiebre y como si la impulsara una fuerza invisible, hasta que recupere el equilibrio sobre nuevas bases. Quien la analice, entonces, la encontrará muy cambiada en sus costumbres, en su carácter, en sus leyes, en sus creencias; en una palabra, en todos sus estamentos sociales.
”Algo que os parecerá extraño, pero que no deja de ser rigurosa verdad, es que el mundo de los Espíritus que os rodea sufre el contragolpe de todas las conmociones que agitan al mundo de los encarnados; digo incluso que aquel participa activamente en ellas. Esto nada tiene de sorprendente para quien sabe que los Espíritus componen un todo con la humanidad; que de ella salen y a ella deben volver. Por consiguiente, es natural que se interesen por los movimientos que se producen entre los hombres. Tened la certeza de que, cuando se lleva a cabo una revolución social en la Tierra, dicha revolución afecta también al mundo invisible; todas las pasiones, buenas y malas, son allí tan sobreexcitadas como entre vosotros; una intraducible efervescencia reina entre los Espíritus que aún forman parte de vuestro mundo y que esperan el momento de regresar a él.
”A la agitación de los encarnados y los desencarnados se suman en ocasiones, e incluso la mayoría de las veces, ya que en la naturaleza todo se complementa, los trastornos de los elementos físicos; es entonces que durante un tiempo se produce una verdadera confusión general, pero que pasa como un huracán, después del cual el cielo se despeja, y entonces la humanidad, reconstituida sobre nuevas bases e imbuida de nuevas ideas, transita una nueva etapa de progreso.
”En el período que está comenzando, el espiritismo florecerá y dará frutos. Por lo tanto, vosotros estáis trabajando más para el futuro que para el presente. Pero era necesario que esos trabajos fuesen elaborados previamente, porque preparan los caminos de la regeneración a través de la unificación y la racionalidad de las creencias. Felices los que los aprovechan desde ahora; serán para ellos de gran utilidad y se evitarán muchas penas”.
DR. BARRY.
10. De todo lo expuesto resulta que, a consecuencia del movimiento de traslación que realizan en el espacio, los cuerpos celestes ejercen unos sobre otros una mayor o menor influencia, conforme con la proximidad que guarden entre sí y sus respectivas posiciones; que esa influencia puede ocasionar un trastorno momentáneo en sus elementos constitutivos y modificar las condiciones de vida de sus habitantes; que la regularidad de los movimientos determina el regreso periódico de las mismas causas y los mismos efectos; que así como la duración de ciertos períodos es demasiado corta para que los hombres los aprecien, otros ven pasar generaciones y razas que nada perciben, a las cuales les parece normal el estado de cosas que observan. Por el contrario, las generaciones contemporáneas de la transición sufren el contragolpe, y todo pareciera estar para ellas al margen de las leyes ordinarias. Esas generaciones ven una causa sobrenatural, maravillosa, milagrosa, en lo que en realidad no es más que el cumplimiento de las leyes de la naturaleza.
Si por la concatenación y la solidaridad de las causas y los efectos, los períodos de renovación moral de la humanidad coinciden –como todo lleva a creerlo– con las revoluciones físicas del planeta, los referidos períodos pueden estar acompañados o precedidos por fenómenos naturales, insólitos para quienes no están familiarizados con ellos, por meteoros que parecen extraños, por un recrudecimiento y una intensidad fuera de lo común de los flagelos destructores. Esos flagelos no son la causa ni el presagio de sucesos sobrenaturales, sino una consecuencia del movimiento general que se produce tanto en el mundo físico como en el mundo moral.
Al predecir la era de renovación que habría de iniciarse para la humanidad, y que determinaría el fin del viejo mundo, Jesús manifestó que vendría acompañada por fenómenos extraordinarios, temblores de tierra, flagelos diversos, señales en el cielo, que no son otra cosa que meteoros que no se apartan en absoluto de las leyes naturales. Con todo, el vulgo ignorante halló en esas palabras el anuncio de hechos milagrosos. *
__________________________________________
* La terrible epidemia que entre 1866 y 1868 diezmó a la población de la Isla Mauricio, estuvo precedida por una lluvia tan extraordinaria como abundante de estrellas fugaces, en noviembre de 1866, que aterrorizó a los habitantes de aquella isla. A partir de entonces, la enfermedad que reinaba desde algunos meses antes en forma muy benigna, se transformó en un verdadero flagelo devastador. Aquello bien pudo ser una señal en el cielo, y tal vez en ese sentido se debería interpretar la frase estrellas que caen del cielo, que figura en el Evangelio, como una de las señales de los tiempos. (Para mayores datos sobre la epidemia de la Isla Mauricio, véase la Revista Espírita, julio de 1867 y noviembre de 1868.) (N. de Allan Kardec.)
Si por la concatenación y la solidaridad de las causas y los efectos, los períodos de renovación moral de la humanidad coinciden –como todo lleva a creerlo– con las revoluciones físicas del planeta, los referidos períodos pueden estar acompañados o precedidos por fenómenos naturales, insólitos para quienes no están familiarizados con ellos, por meteoros que parecen extraños, por un recrudecimiento y una intensidad fuera de lo común de los flagelos destructores. Esos flagelos no son la causa ni el presagio de sucesos sobrenaturales, sino una consecuencia del movimiento general que se produce tanto en el mundo físico como en el mundo moral.
Al predecir la era de renovación que habría de iniciarse para la humanidad, y que determinaría el fin del viejo mundo, Jesús manifestó que vendría acompañada por fenómenos extraordinarios, temblores de tierra, flagelos diversos, señales en el cielo, que no son otra cosa que meteoros que no se apartan en absoluto de las leyes naturales. Con todo, el vulgo ignorante halló en esas palabras el anuncio de hechos milagrosos. *
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* La terrible epidemia que entre 1866 y 1868 diezmó a la población de la Isla Mauricio, estuvo precedida por una lluvia tan extraordinaria como abundante de estrellas fugaces, en noviembre de 1866, que aterrorizó a los habitantes de aquella isla. A partir de entonces, la enfermedad que reinaba desde algunos meses antes en forma muy benigna, se transformó en un verdadero flagelo devastador. Aquello bien pudo ser una señal en el cielo, y tal vez en ese sentido se debería interpretar la frase estrellas que caen del cielo, que figura en el Evangelio, como una de las señales de los tiempos. (Para mayores datos sobre la epidemia de la Isla Mauricio, véase la Revista Espírita, julio de 1867 y noviembre de 1868.) (N. de Allan Kardec.)
11. La previsión de los movimientos progresivos de la humanidad no tiene nada de sorprendente cuando la realizan seres desmaterializados, que ven el objetivo hacia el cual tienden todas las cosas, y algunos de los cuales poseen, incluso, el conocimiento directo del pensamiento de Dios. Por los movimientos parciales, esos seres vislumbran en qué época se producirá un movimiento general, del mismo modo que el hombre puede calcular con anticipación el tiempo que le tomará a un árbol dar frutos, y como los astrónomos calculan la época de un fenómeno astronómico mediante el tiempo que emplea un astro para efectuar su revolución.
12. La humanidad es un ser colectivo en el que se producen revoluciones morales similares a las de todo ser individual, con la diferencia de que las unas se cumplen de año en año y las otras de siglo en siglo. Si se acompañara a la humanidad en sus evoluciones a través de los tiempos, se vería la vida de las diferentes razas marcada por períodos que confieren a cada época una fisonomía especial.
13. Como hemos dicho, la marcha progresiva de la humanidad se opera de dos maneras: una gradual, lenta, imperceptible –si se consideran las épocas consecutivas–, que se nota en las sucesivas mejoras en las costumbres, en las leyes, en los hábitos, mejoras que sólo se perciben con el transcurso del tiempo, como las transformaciones que las corrientes de agua ocasionan en la superficie del globo; la otra, por movimientos relativamente bruscos, rápidos, semejantes a los de un torrente que, al romper los diques que lo contenían, traspone en pocos años el terreno que le hubiese tomado siglos recorrer. Se trata, en ese caso, de un cataclismo moral que devora en algunos instantes las instituciones del pasado, y al que sucede un nuevo orden de cosas que se establece poco a poco, a medida que la calma se restablece y se torna definitiva.
A aquel que viva lo suficiente como para abarcar con la vista ambas vertientes de la nueva fase, le parecerá que un mundo nuevo surgió de las ruinas del antiguo. El carácter, las costumbres, los hábitos, todo ha cambiado. Eso se debe a que, en efecto, han surgido hombres nuevos o, mejor dicho, regenerados. Las ideas que la generación extinguida se llevó consigo, cedieron lugar a las ideas nuevas de la generación naciente.
A aquel que viva lo suficiente como para abarcar con la vista ambas vertientes de la nueva fase, le parecerá que un mundo nuevo surgió de las ruinas del antiguo. El carácter, las costumbres, los hábitos, todo ha cambiado. Eso se debe a que, en efecto, han surgido hombres nuevos o, mejor dicho, regenerados. Las ideas que la generación extinguida se llevó consigo, cedieron lugar a las ideas nuevas de la generación naciente.
14. La humanidad, llegada a la adultez, tiene nuevas necesidades, aspiraciones más amplias y más elevadas; comprende el vacío con que la acunaron, las deficiencias de sus instituciones para brindarle felicidad; ya no encuentra, en ese estado de cosas, las satisfacciones legítimas a que se siente con derecho. Por eso se quita los pañales y se lanza empujada por una fuerza irresistible hacia terrenos desconocidos, en busca de nuevos horizontes menos limitados.
Actualmente, la humanidad accede a uno de esos períodos de transformación o, si se prefiere, de crecimiento moral. De la adolescencia pasa a la edad viril. El pasado ya no satisface sus nuevas aspiraciones, sus nuevas necesidades. Ya no puede ser gobernada por los mismos métodos; ya no se deja engañar por las quimeras ni por los sortilegios. Su razón ha madurado y reclama alimentos más sustanciales. Ante un presente demasiado efímero, siente que su destino es más vasto y que la vida corporal es demasiado restringida para abarcarlo por completo. Por eso, sumerge la mirada tanto en el pasado como en el porvenir, a fin de descubrir el misterio de su existencia y adquirir una certeza que le depare consuelo.
¡Y en el preciso momento en que se encuentra excesivamente oprimida por la esfera material, en que se vuelca a la vida intelectual, en que brota el sentimiento de espiritualidad, aparecen hombres que se dicen filósofos con la pretensión de llenar el vacío interior con las doctrinas del nadaísmo y el materialismo! ¡Singular aberración! Esos mismos hombres, que pretenden impulsar hacia adelante a la humanidad, se esfuerzan por ceñirla al estrecho círculo de la materia, del cual ansía escapar. Le ocultan la perspectiva de la vida infinita y le dicen, señalándole la tumba: ¡Nec plus ultra!
Actualmente, la humanidad accede a uno de esos períodos de transformación o, si se prefiere, de crecimiento moral. De la adolescencia pasa a la edad viril. El pasado ya no satisface sus nuevas aspiraciones, sus nuevas necesidades. Ya no puede ser gobernada por los mismos métodos; ya no se deja engañar por las quimeras ni por los sortilegios. Su razón ha madurado y reclama alimentos más sustanciales. Ante un presente demasiado efímero, siente que su destino es más vasto y que la vida corporal es demasiado restringida para abarcarlo por completo. Por eso, sumerge la mirada tanto en el pasado como en el porvenir, a fin de descubrir el misterio de su existencia y adquirir una certeza que le depare consuelo.
¡Y en el preciso momento en que se encuentra excesivamente oprimida por la esfera material, en que se vuelca a la vida intelectual, en que brota el sentimiento de espiritualidad, aparecen hombres que se dicen filósofos con la pretensión de llenar el vacío interior con las doctrinas del nadaísmo y el materialismo! ¡Singular aberración! Esos mismos hombres, que pretenden impulsar hacia adelante a la humanidad, se esfuerzan por ceñirla al estrecho círculo de la materia, del cual ansía escapar. Le ocultan la perspectiva de la vida infinita y le dicen, señalándole la tumba: ¡Nec plus ultra!
15. La persona que haya reflexionado acerca del espiritismo y sus consecuencias, sin circunscribirlo a la producción de algunos fenómenos, habrá comprendido que esa doctrina abre para la humanidad un nuevo camino, pues le devela los horizontes del infinito. Al iniciarla en los misterios del mundo invisible, el espiritismo le muestra su verdadero rol en la Creación, rol perpetuamente activo, tanto en el estado espiritual como en el estado corporal. El hombre ya no camina a ciegas: sabe de dónde viene, hacia dónde va y por qué está en la Tierra. El porvenir se le muestra en su realidad, exento de los prejuicios de la ignorancia y la superstición. Ya no se trata de una vaga esperanza, sino de una verdad palpable, tan cierta para él como la sucesión del día y la noche. Sabe que su ser no se encuentra limitado a los escasos instantes de una existencia efímera; sabe que la vida espiritual no se interrumpe con la muerte; que ya ha vivido, que volverá a vivir, y que nada se pierde de lo que ha conquistado en perfección mediante el trabajo; encuentra en las existencias anteriores la causa de lo que es hoy, y reconoce que, a partir de lo que es hoy, habrá de deducir lo que llegará a ser un día.
16. Con la idea de que la actividad y la cooperación individuales, en la obra general de la civilización, están limitadas a la vida presente, que antes no fue nada y que nada será después, ¿qué le interesa al hombre el progreso posterior de la humanidad? ¿Qué le importa que en el futuro los pueblos sean mejor gobernados, más felices, más ilustrados, más buenos los unos para con los otros? Visto que de todo eso no extraerá ningún provecho, ¿no queda invalidado el progreso para él? ¿De qué le vale trabajar para los que vendrán después de él, si nunca los conocerá, si son seres nuevos que gradualmente también habrán de regresar a la nada? Bajo el dominio de la negación del porvenir individual, todo se ve reducido forzosamente a las mezquinas proporciones del ahora y de la personalidad.
Por el contrario, ¡qué amplitud le otorga al pensamiento del hombre la certeza de la perpetuidad de su ser espiritual! ¡Qué puede ser más racional, más grandioso y más digno del Creador, que esa ley según la cual la vida espiritual y la vida corporal son apenas dos aspectos de la existencia, que se alternan a fin de que se lleve a cabo el progreso! ¡Qué puede ser más justo y consolador, que la idea de que los mismos seres progresan sin cesar, primero a través de las generaciones de un mismo mundo; y después, de un mundo a otro hasta la perfección, sin solución de continuidad! En ese caso, todas las acciones tienen una finalidad, puesto que al trabajar para todos, cada uno trabaja para sí mismo, y a la recíproca; de ese modo, nunca son estériles el progreso individual ni el general. Se trata de un progreso del que sacarán provecho las generaciones y las individualidades futuras, que no serán otras que las generaciones y las individualidades pasadas, pero con un grado más elevado de adelanto.
Por el contrario, ¡qué amplitud le otorga al pensamiento del hombre la certeza de la perpetuidad de su ser espiritual! ¡Qué puede ser más racional, más grandioso y más digno del Creador, que esa ley según la cual la vida espiritual y la vida corporal son apenas dos aspectos de la existencia, que se alternan a fin de que se lleve a cabo el progreso! ¡Qué puede ser más justo y consolador, que la idea de que los mismos seres progresan sin cesar, primero a través de las generaciones de un mismo mundo; y después, de un mundo a otro hasta la perfección, sin solución de continuidad! En ese caso, todas las acciones tienen una finalidad, puesto que al trabajar para todos, cada uno trabaja para sí mismo, y a la recíproca; de ese modo, nunca son estériles el progreso individual ni el general. Se trata de un progreso del que sacarán provecho las generaciones y las individualidades futuras, que no serán otras que las generaciones y las individualidades pasadas, pero con un grado más elevado de adelanto.
17. La fraternidad debe ser la piedra angular del nuevo orden social. No obstante, no existe verdadera fraternidad, sólida y efectiva, si no se apoya en una base inquebrantable. Esa base es la fe, pero no la fe en tales o cuales dogmas particulares, que cambian con los tiempos y según los pueblos, y cuyos partidarios se agreden mutuamente, visto que al anatematizarse unos a otros fomentan el antagonismo. Se trata, por el contrario, de la fe en los principios fundamentales que todos pueden aceptar: Dios, el alma, el porvenir, EL PROGRESO INDIVIDUAL INDEFINIDO, LA PERPETUIDAD DE LAS RELACIONES ENTRE LOS SERES. Cuando los hombres estén convencidos de que Dios es el mismo para todos; de que ese Dios, soberanamente justo y bueno, no puede querer nada que sea injusto; de que el mal proviene de ellos y no de Él, entonces todos se considerarán hijos del mismo Padre y se tenderán las manos unos a otros.
Esa es la fe que concede el espiritismo, y en lo sucesivo será el eje alrededor del cual se moverá el género humano, sean cuales fueren los cultos y las creencias individuales.
Esa es la fe que concede el espiritismo, y en lo sucesivo será el eje alrededor del cual se moverá el género humano, sean cuales fueren los cultos y las creencias individuales.
18. El progreso intelectual llevado a cabo hasta el presente en las más vastas proporciones, constituye un gran paso, y señala una primera fase del adelanto de la humanidad; pero por sí solo no tiene posibilidades de regenerarla. Mientras el hombre esté dominado por el orgullo y el egoísmo, se servirá de su inteligencia y de sus conocimientos para satisfacer sus pasiones y sus intereses personales; por ese motivo, los aplica al perfeccionamiento de los medios que le sirven para perjudicar a sus semejantes, y para destruirlos.
19. Sólo el progreso moral puede garantizar a los hombres la felicidad sobre la Tierra, porque pone un freno a las pasiones malas; solamente él podrá hacer que reinen entre ellos la concordia, la paz y la fraternidad.
El progreso moral derribará las barreras que separan a los pueblos, hará que caigan los prejuicios de castas, y acallará los antagonismos entre las sectas, enseñando a los hombres a considerarse hermanos que han sido llamados a auxiliarse mutuamente, en lugar de vivir los unos a costa de los otros.
El progreso moral, secundado por el progreso de la inteligencia, unirá a los hombres en una misma creencia, fundada en las verdades eternas, que no admiten controversias y por eso mismo son aceptadas por todos.
La unidad de creencia será el lazo más fuerte, el fundamento más firme de la fraternidad universal, quebrantado desde siempre por los antagonismos religiosos, que dividen a los pueblos y a las familias, que hacen que los disidentes sean considerados por los otros como enemigos, a quienes se debe evitar, combatir, exterminar, en vez de hermanos a quienes se debe amar.
El progreso moral derribará las barreras que separan a los pueblos, hará que caigan los prejuicios de castas, y acallará los antagonismos entre las sectas, enseñando a los hombres a considerarse hermanos que han sido llamados a auxiliarse mutuamente, en lugar de vivir los unos a costa de los otros.
El progreso moral, secundado por el progreso de la inteligencia, unirá a los hombres en una misma creencia, fundada en las verdades eternas, que no admiten controversias y por eso mismo son aceptadas por todos.
La unidad de creencia será el lazo más fuerte, el fundamento más firme de la fraternidad universal, quebrantado desde siempre por los antagonismos religiosos, que dividen a los pueblos y a las familias, que hacen que los disidentes sean considerados por los otros como enemigos, a quienes se debe evitar, combatir, exterminar, en vez de hermanos a quienes se debe amar.
20. Semejante estado de cosas supone un cambio radical en el sentimiento de las masas, un progreso general que no podía llevarse a cabo sin que saliera del círculo de las ideas mezquinas y triviales, que fomentan el egoísmo. En diversas épocas, los hombres selectos han intentado impulsar a la humanidad en esa dirección, pero la humanidad, demasiado joven aún, permaneció sorda, y las enseñanzas que ellos suministraron fueron como la buena simiente que cayó sobre el pedregullo.
Ahora la humanidad está madura para dirigir su mirada hacia alturas nunca antes vislumbradas, a fin de nutrirse de ideas más amplias, y comprender lo que no había entendido antes.
La generación que desaparece, se llevará consigo sus prejuicios y sus errores; la generación que está surgiendo, bañada en una fuente más pura, imbuida de ideas más saludables, imprimirá al mundo un movimiento ascendente, en el sentido del progreso moral, que caracterizará la nueva fase de desarrollo de la humanidad.
Ahora la humanidad está madura para dirigir su mirada hacia alturas nunca antes vislumbradas, a fin de nutrirse de ideas más amplias, y comprender lo que no había entendido antes.
La generación que desaparece, se llevará consigo sus prejuicios y sus errores; la generación que está surgiendo, bañada en una fuente más pura, imbuida de ideas más saludables, imprimirá al mundo un movimiento ascendente, en el sentido del progreso moral, que caracterizará la nueva fase de desarrollo de la humanidad.
21. Esa fase ya se revela por signos inequívocos, por tentativas de reformas útiles, por ideas grandes y generosas, que se concretan y comienzan a hallar eco. En ese sentido, vemos que se funda una inmensa cantidad de instituciones protectoras, civilizadoras y emancipadoras, bajo el influjo y por la iniciativa de hombres, evidentemente predestinados a la obra de la regeneración; vemos que las leyes penales se impregnan, día a día, de sentimientos más humanitarios. Los prejuicios de raza se debilitan, los pueblos comienzan a considerarse miembros de una gran familia; a través de la uniformidad, y la facilidad de los medios con que llevan a cabo sus negocios, suprimen las barreras que los separaban; y en todos los puntos del mundo se organizan reuniones universales, para realizar torneos pacíficos de inteligencia.
Sin embargo, a esas reformas les falta una base que les permita desarrollarse, completarse y consolidarse; les falta una predisposición moral más generalizada para que prosperen y sean aceptadas por las masas. Con todo, eso no deja de ser una señal característica de la época; el preludio de lo que se cumplirá en mayor escala a medida que el terreno sea más favorable.
Sin embargo, a esas reformas les falta una base que les permita desarrollarse, completarse y consolidarse; les falta una predisposición moral más generalizada para que prosperen y sean aceptadas por las masas. Con todo, eso no deja de ser una señal característica de la época; el preludio de lo que se cumplirá en mayor escala a medida que el terreno sea más favorable.
22. Una señal no menos característica del período en que ingresamos es la reacción evidente que se produce en el sentido de las ideas espiritualistas, y en la repulsión instintiva que se pone de manifiesto contra las ideas materialistas. El espíritu de incredulidad que se había apoderado de las masas, fueran estas ignorantes o instruidas, y que las llevaba a rechazar, junto con la forma, la sustancia misma de toda creencia, parece que ha sido un sueño, y al despertar sienten la necesidad de respirar un aire más vivificante. Involuntariamente, donde había un vacío se busca algo, un punto de apoyo, una esperanza.
23. Si suponemos a la mayoría de los hombres imbuida de esos sentimientos, podremos fácilmente imaginar las modificaciones que de ahí resultarán para las relaciones sociales: todos tendrán por divisa la caridad, la fraternidad, la benevolencia para con todos, la tolerancia para todas las creencias. Esa es la meta hacia la cual tiende, evidentemente, la humanidad, y ese es el objeto de sus aspiraciones y deseos, sin que por el momento perciba con claridad cuáles serán los medios para llevarla a cabo. Ensaya, anda a tientas, pero la retienen diversas resistencias activas, o la fuerza inercial de los prejuicios, de las creencias estancadas y refractarias al progreso. Es necesario vencer esas resistencias, y esa será la obra de la nueva generación. Quien acompañe el curso actual de los acontecimientos, reconocerá que todo parece predestinado a abrirle paso. Esa generación será portadora de una fuerza doble, por la cantidad y por las ideas, además de la experiencia del pasado.
24. La nueva generación marchará, pues, hacia la realización de todos los ideales humanitarios, compatibles con el grado de adelanto al que haya llegado. El espiritismo, al avanzar en dirección a los mismos objetivos, y al realizar sus propósitos, se encontrará con ella en el mismo terreno. Los partidarios del progreso descubrirán en las ideas espíritas un poderoso recurso, y el espiritismo hallará, en los hombres nuevos, espíritus plenamente dispuestos a admitirlo. Ante ese estado de cosas, ¿qué podrán hacer aquellos que pretendan oponérsele?
25. El espiritismo no crea la renovación social, pues la madurez de la humanidad hace de esa renovación una necesidad. Por su poder moralizador, por sus tendencias al progreso, por la amplitud de sus miras, por la generalidad de las cuestiones que abarca, el espiritismo, más que ninguna otra doctrina, es apto para secundar al movimiento regenerador. Por eso es contemporáneo de ese movimiento. Surgió en el momento en que podía ser útil, puesto que también para él los tiempos han llegado. Si hubiese llegado antes, habría encontrado obstáculos insuperables; habría sucumbido inevitablemente, porque los hombres, satisfechos con lo que tenían, aún no sentirían la carencia de lo que él les trae. Hoy, nacido con las ideas que fermentan, encuentra el terreno preparado para recibirlo. Los Espíritus, hastiados de la duda y la incertidumbre, y horrorizados por el vacío que se abre ante ellos, lo reciben como un áncora de salvación, y supremo consuelo.
26. Por cierto, el número de los retardadores es grande aún; pero ¿qué pueden hacer contra la marea que asciende, aparte de arrojarle piedras? Esa marea es la generación que surge, mientras ellos desaparecen junto con la generación que se marcha a grandes pasos cada día. Hasta entonces, sin embargo, defenderán el terreno palmo a palmo. Hay, pues, una lucha inevitable pero desigual, porque se trata de la lucha entre el pasado decrépito, que caduca cubierto de harapos, y el futuro joven. Es la lucha del estancamiento contra el progreso; de la criatura humana contra la voluntad de Dios, pues los tiempos que Él ha señalado ya llegaron.
La nueva generación
27. Para que los hombres sean felices en la Tierra, es preciso que ella esté poblada por Espíritus buenos, tanto encarnados como desencarnados, que sólo quieran el bien. Dado que esos tiempos han llegado, en la actualidad se lleva a cabo una gran emigración entre sus habitantes. Quienes hacen el mal por el mal mismo, y que no han sido tocados por el sentimiento del bien, no son dignos de la Tierra transformada, de modo que serán excluidos de ella, pues si así no fuese volverían a causar perturbación y desconcierto, y constituirían un obstáculo para el progreso. Algunos irán a expiar su obstinación en mundos inferiores, otros en las razas terrestres más atrasadas, equivalentes a las de los mundos inferiores, a donde llevarán los conocimientos que han adquirido, con la misión de contribuir al progreso. Los reemplazarán Espíritus mejores, que harán reinar entre ellos la justicia, la paz y la fraternidad.
Según afirman los Espíritus, la Tierra no será transformada por un cataclismo que aniquile súbitamente a una generación. La generación actual desaparecerá gradualmente, y la nueva la sucederá del mismo modo, sin que haya ninguna modificación en el orden natural de las cosas.
Todo, pues, sucederá exteriormente como de costumbre, pero con esta única y primordial diferencia: una parte de los Espí- ritus que encarnaban en la Tierra ya no volverán a encarnar en ella. En cada niño que nazca, en vez de un Espíritu atrasado e inclinado al mal, que antes habría encarnado en este planeta, vendrá un Espíritu más adelantado y propenso al bien.
No se trata, pues, de una nueva generación corporal, sino de una nueva generación de Espíritus. No cabe duda de que Jesús entendía las cosas en ese sentido cuando manifestaba: “En verdad os digo, que esta generación no pasará sin que estos hechos hayan ocurrido”. Por consiguiente, aquellos que esperan ver que la transformación se produzca a través de efectos sobrenaturales y maravillosos, quedarán decepcionados.
Según afirman los Espíritus, la Tierra no será transformada por un cataclismo que aniquile súbitamente a una generación. La generación actual desaparecerá gradualmente, y la nueva la sucederá del mismo modo, sin que haya ninguna modificación en el orden natural de las cosas.
Todo, pues, sucederá exteriormente como de costumbre, pero con esta única y primordial diferencia: una parte de los Espí- ritus que encarnaban en la Tierra ya no volverán a encarnar en ella. En cada niño que nazca, en vez de un Espíritu atrasado e inclinado al mal, que antes habría encarnado en este planeta, vendrá un Espíritu más adelantado y propenso al bien.
No se trata, pues, de una nueva generación corporal, sino de una nueva generación de Espíritus. No cabe duda de que Jesús entendía las cosas en ese sentido cuando manifestaba: “En verdad os digo, que esta generación no pasará sin que estos hechos hayan ocurrido”. Por consiguiente, aquellos que esperan ver que la transformación se produzca a través de efectos sobrenaturales y maravillosos, quedarán decepcionados.
28. La época actual es de transición: los elementos de las dos generaciones se confunden. Ubicados en un punto intermedio, asistimos a la partida de una y a la llegada de la otra, mientras cada una muestra en el mundo sus características peculiares.
Las dos generaciones que se suceden tienen ideas y puntos de vista opuestos. Por la naturaleza de las disposiciones morales, pero sobre todo por las disposiciones intuitivas e innatas, resulta fácil determinar a cuál de las dos pertenece cada individuo.
Dado que la nueva generación habrá de fundar la era del progreso moral, se distingue por una comprensión y una inteligencia, que generalmente son precoces, sumadas al sentimiento innato del bien y a las creencias espiritualistas, lo que constituye una señal indudable de cierto grado de progreso anterior. Dicha generación no se compondrá tan sólo de Espíritus eminentemente superiores, sino también de los que, como ya tienen un cierto grado de progreso, se encuentran predispuestos a asimilar todas las ideas progresivas, y son aptos para secundar el movimiento de regeneración.
Por el contrario, lo que distingue a los Espíritus atrasados es, en primer lugar, su rebeldía contra Dios, pues se niegan a reconocer un poder superior al de la humanidad; también los distingue su propensión instintiva a las pasiones degradantes, a los sentimientos antifraternos, como el egoísmo, el orgullo, la envidia y los celos, además de su apego a todo lo material: la sensualidad, la ambición y la avaricia.
Esos son los vicios de los que la Tierra debe ser expurgada, mediante el alejamiento de quienes se obstinan en no enmendarse, porque son incompatibles con el reino de la fraternidad, y porque el contacto con ellos siempre habrá de constituir un sufrimiento para los hombres de bien. Cuando la Tierra se encuentre liberada de ellos, los hombres avanzarán sin obstáculos hacia el porvenir venturoso que les está reservado, incluso en este mundo, como recompensa a sus esfuerzos y a su perseverancia, mientras aguardan que una depuración aún más completa les franquee el acceso a los mundos superiores.
Las dos generaciones que se suceden tienen ideas y puntos de vista opuestos. Por la naturaleza de las disposiciones morales, pero sobre todo por las disposiciones intuitivas e innatas, resulta fácil determinar a cuál de las dos pertenece cada individuo.
Dado que la nueva generación habrá de fundar la era del progreso moral, se distingue por una comprensión y una inteligencia, que generalmente son precoces, sumadas al sentimiento innato del bien y a las creencias espiritualistas, lo que constituye una señal indudable de cierto grado de progreso anterior. Dicha generación no se compondrá tan sólo de Espíritus eminentemente superiores, sino también de los que, como ya tienen un cierto grado de progreso, se encuentran predispuestos a asimilar todas las ideas progresivas, y son aptos para secundar el movimiento de regeneración.
Por el contrario, lo que distingue a los Espíritus atrasados es, en primer lugar, su rebeldía contra Dios, pues se niegan a reconocer un poder superior al de la humanidad; también los distingue su propensión instintiva a las pasiones degradantes, a los sentimientos antifraternos, como el egoísmo, el orgullo, la envidia y los celos, además de su apego a todo lo material: la sensualidad, la ambición y la avaricia.
Esos son los vicios de los que la Tierra debe ser expurgada, mediante el alejamiento de quienes se obstinan en no enmendarse, porque son incompatibles con el reino de la fraternidad, y porque el contacto con ellos siempre habrá de constituir un sufrimiento para los hombres de bien. Cuando la Tierra se encuentre liberada de ellos, los hombres avanzarán sin obstáculos hacia el porvenir venturoso que les está reservado, incluso en este mundo, como recompensa a sus esfuerzos y a su perseverancia, mientras aguardan que una depuración aún más completa les franquee el acceso a los mundos superiores.
29. No se debe entender que por medio de esa emigración de Espíritus serán expulsados de la Tierra, y relegados a mundos inferiores todos los Espíritus que pongan trabas al progreso. Por el contrario, muchos habrán de volver, pues se quedaron retrasados debido a que se dejaron llevar por las circunstancias y el mal ejemplo. En ellos, es peor la apariencia que la esencia. Una vez libres de la influencia de la materia y de los prejuicios del mundo corporal, la mayor parte de esos Espíritus verán las cosas de manera por completo diferente a como la veían cuando estaban vivos, de conformidad con los numerosos ejemplos que conocemos. En ese sentido, reciben el auxilio de Espíritus benévolos que se interesan por ellos, y se apresuran a ilustrarlos y a mostrarles el camino equivocado que han elegido. Nosotros mismos, a través de nuestras plegarias y exhortaciones, podemos contribuir a su mejoramiento, dado que existe una solidaridad permanente entre los muertos y los vivos.
La manera por medio de la cual se opera la transformación es muy simple y, como se ve, su carácter es por completo moral, sin que se aparte en lo más mínimo de las leyes de la naturaleza.
La manera por medio de la cual se opera la transformación es muy simple y, como se ve, su carácter es por completo moral, sin que se aparte en lo más mínimo de las leyes de la naturaleza.
30. Ya sea que los Espíritus de la nueva generación sean Espíritus mejores, que llegan por primera vez, o Espíritus que ya estuvieron en la Tierra, y que han mejorado, el resultado es el mismo. Dado que son portadores de mejores disposiciones, siempre existe una renovación. Por consiguiente, los Espíritus encarnados forman dos categorías, según sus disposiciones naturales: por un lado los Espíritus que ponen trabas al progreso, que parten; por el otro los partidarios del progreso, que llegan. Así pues, el estado de las costumbres y de la sociedad, ya sea en el seno de un pueblo, de una raza o en el mundo entero, dependerá de la categoría de Espí- ritus que prevalezca sobre la otra.
31. Una comparación vulgar permitirá que se comprenda todavía mejor lo que ocurre en esa circunstancia. Supongamos un regimiento compuesto en su mayoría por hombres turbulentos e indisciplinados, los cuales ocasionarán constantes desórdenes, que la severidad de la ley penal muchas veces tendrá dificultad para reprimir. Esos hombres son los más poderosos, porque son mayoría. Se amparan, se dan ánimo y se estimulan mediante el ejemplo. En cambio, los que son buenos carecen de influencia; sus consejos son despreciados; sufren con la compañía de los otros, que los ridiculizan y maltratan. ¿No es esa una imagen de la sociedad actual?
Supongamos que esos hombres sean retirados del regimiento de a uno, de a diez, de a cientos, y que se los sustituya gradualmente por una cantidad similar de soldados buenos, incluso por algunos de los que, después de que fueron expulsados, se enmendaron. Al cabo de un cierto tiempo, el regimiento seguirá existiendo, pero se habrá transformado. El orden basado en el bien ha reemplazado al desorden. Así será también con la humanidad regenerada.
Supongamos que esos hombres sean retirados del regimiento de a uno, de a diez, de a cientos, y que se los sustituya gradualmente por una cantidad similar de soldados buenos, incluso por algunos de los que, después de que fueron expulsados, se enmendaron. Al cabo de un cierto tiempo, el regimiento seguirá existiendo, pero se habrá transformado. El orden basado en el bien ha reemplazado al desorden. Así será también con la humanidad regenerada.
32. Las grandes emigraciones colectivas no tienen como único objetivo activar los traslados; también transforman, con mayor rapidez, el espíritu de las masas, liberándolas de las malas influencias, y conceden más ascendiente a las ideas nuevas.
En virtud de que muchos están maduros para esa transformación, a pesar de todas sus imperfecciones, parten a fortalecerse en una fuente más pura. Si permanecieran en el mismo medio, y bajo las mismas influencias, persistirían en sus opiniones y en su forma de apreciar las cosas. Una estada en el mundo de los Espíritus basta para abrirles los ojos, porque allí ven lo que no podían ver en la Tierra. El incrédulo, el fanático y el autoritario podrán, por consiguiente, volver con ideas innatas de fe, tolerancia y libertad. A su regreso encontrarán que las cosas han cambiado, y experimentarán la influencia del nuevo medio en que han nacido. En vez de oponerse a las nuevas ideas, serán sus promotores.
En virtud de que muchos están maduros para esa transformación, a pesar de todas sus imperfecciones, parten a fortalecerse en una fuente más pura. Si permanecieran en el mismo medio, y bajo las mismas influencias, persistirían en sus opiniones y en su forma de apreciar las cosas. Una estada en el mundo de los Espíritus basta para abrirles los ojos, porque allí ven lo que no podían ver en la Tierra. El incrédulo, el fanático y el autoritario podrán, por consiguiente, volver con ideas innatas de fe, tolerancia y libertad. A su regreso encontrarán que las cosas han cambiado, y experimentarán la influencia del nuevo medio en que han nacido. En vez de oponerse a las nuevas ideas, serán sus promotores.
33. La regeneración de la humanidad, por consiguiente, no requiere en absoluto la renovación integral de los Espíritus: basta con una modificación en sus disposiciones morales. Esa modificación se verifica en todos aquellos que están predispuestos, toda vez que sean sustraídos de la influencia perniciosa del mundo. Por lo tanto, no siempre son otros los Espíritus que regresan; a menudo son los mismos Espíritus, pero que piensan y sienten de otra manera.
Cuando ese mejoramiento es aislado e individual, pasa desapercibido, y no ejerce ninguna influencia ostensible para el mundo. Pero el efecto es completamente diferente cuando el mejoramiento se produce simultáneamente sobre grandes masas, porque entonces, de acuerdo con las proporciones que adopte en una generación, puede modificar profundamente las ideas de un pueblo o de una raza.
Eso es lo que se nota casi siempre, después de las grandes conmociones que diezman a los pueblos. Los flagelos destructores sólo destruyen los cuerpos, pero no alcanzan al Espíritu; activan el movimiento de ingreso y salida entre el mundo corporal y el mundo espiritual y, por consiguiente, el movimiento progresivo de los Espíritus encarnados y desencarnados. Hay que hacer notar que, en todas las épocas de la Historia, a las grandes crisis sociales les siguió una etapa de progreso.
Cuando ese mejoramiento es aislado e individual, pasa desapercibido, y no ejerce ninguna influencia ostensible para el mundo. Pero el efecto es completamente diferente cuando el mejoramiento se produce simultáneamente sobre grandes masas, porque entonces, de acuerdo con las proporciones que adopte en una generación, puede modificar profundamente las ideas de un pueblo o de una raza.
Eso es lo que se nota casi siempre, después de las grandes conmociones que diezman a los pueblos. Los flagelos destructores sólo destruyen los cuerpos, pero no alcanzan al Espíritu; activan el movimiento de ingreso y salida entre el mundo corporal y el mundo espiritual y, por consiguiente, el movimiento progresivo de los Espíritus encarnados y desencarnados. Hay que hacer notar que, en todas las épocas de la Historia, a las grandes crisis sociales les siguió una etapa de progreso.
34. En la actualidad, se produce uno de esos movimientos generales, destinados a promover una reorganización de la humanidad. La multiplicidad de las causas de destrucción constituye una señal característica de los tiempos, pues apresura la eclosión de los nuevos gérmenes. Son como las hojas que caen en el otoño, reemplazadas por otras hojas plenas de vida, puesto que la humanidad tiene sus estaciones, al igual que los individuos tienen sus diversas edades. Las hojas muertas de la humanidad caen impulsadas por las ráfagas violentas y por las sacudidas del viento, pero con el fin de que renazcan más vigorosas, por obra del mismo aliento de vida, que no se extingue, sino que se purifica.
35. Para el materialista, los flagelos destructores son calamidades sin compensación, sin resultados útiles, puesto que, según su opinión, esos flagelos aniquilan a los seres definitivamente. En cambio, para aquel que sabe que la muerte sólo destruye la envoltura, esos flagelos no tienen las mismas consecuencias, ni le causan el mínimo temor; comprende su objetivo, y sabe también que los hombres no pierden más por el hecho de que mueran en masa que por morir aislados, pues de una manera o de otra todos habrán de llegar a lo mismo.
Los incrédulos se burlarán de estas cosas, y las calificarán de quimeras. No obstante, digan lo que digan, no escaparán a la ley general; en su momento caerán, como los demás, y entonces, ¿qué les sucederá? Ellos dicen: ¡nada! Pero vivirán, a pesar de sí mismos, y un día se verán obligados a abrir los ojos.
Los incrédulos se burlarán de estas cosas, y las calificarán de quimeras. No obstante, digan lo que digan, no escaparán a la ley general; en su momento caerán, como los demás, y entonces, ¿qué les sucederá? Ellos dicen: ¡nada! Pero vivirán, a pesar de sí mismos, y un día se verán obligados a abrir los ojos.