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EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO > EL GÉNESIS > CAPÍTULO X — Génesis orgánica > El hombre corporal.
El hombre corporal.
26. Desde el punto de vista corporal y puramente anatómico,
el hombre pertenece a la clase de los mamíferos, de los cuales difiere únicamente por algunos matices en la forma exterior. En
cuanto a lo demás, posee la misma composición química de los
animales, los mismos órganos, las mismas funciones y los mismos
modos de nutrición, de respiración, de secreción y de reproducción.
El hombre nace, vive y muere en las mismas condiciones
y, cuando muere, su cuerpo se descompone como el de todo ser
viviente. No hay en su sangre, ni en su carne, ni en sus huesos,
un átomo diferente de los que se encuentran en el cuerpo de los
animales. Como estos, al morir devuelve a la tierra el oxígeno,
el hidrógeno, el nitrógeno y el carbono que se habían combinado
para formarlo, de modo que esos elementos, mediante nuevas
combinaciones, van a formar nuevos cuerpos minerales, vegetales
y animales. La analogía es tan grande que, cuando las experiencias
no pueden hacerse en el propio hombre, sus funciones orgánicas se
estudian en ciertos animales.
27. Dentro de la clase de los mamíferos, el hombre pertenece
al orden de los bímanos. Inmediatamente por debajo de él están
los cuadrumanos (animales de cuatro manos) o monos, algunos
de los cuales, como el orangután y el chimpancé, tienen cierto
parecido con el hombre, a tal punto que durante mucho tiempo se
los denominó hombres de los bosques. Como el hombre, esos monos
caminan erguidos, usan palos como herramientas, construyen
chozas y se llevan el alimento a la boca valiéndose de las manos:
signos característicos.
28. Por poco que se observe la escala de los seres vivos, desde
el punto de vista del organismo, se reconoce que desde el liquen
hasta el árbol, y desde el zoófito hasta el hombre, existe una cadena
que se eleva gradualmente sin solución de continuidad, y cuyos eslabones
tienen, sin excepción, un punto de contacto con el eslabón
precedente. Si se acompaña paso a paso la serie de los seres, podría
decirse que cada especie es un perfeccionamiento, una transformación
de la especie inmediatamente inferior. Dado que las condiciones del cuerpo del hombre son idénticas a las de los otros cuerpos, química y constitucionalmente, y dado que nace, vive y muere de la
misma manera, también él debe de haberse formado en las mismas
condiciones que los demás.
29. Aunque eso pueda costarle mucho a su orgullo, el hombre
debe resignarse a no ver en su cuerpo material más que el último
eslabón de la animalidad en la Tierra. Ese es el inexorable
argumento de los hechos, contra el cual sería inútil protestar.
No obstante, cuanto más disminuye para él el valor del cuerpo, tanto más crece en importancia el principio espiritual. Si el primero lo nivela con los irracionales, el segundo lo eleva a una altura inconmensurable. Vemos el límite extremo del animal, pero no vemos el límite al que puede llegar el Espíritu del hombre.
No obstante, cuanto más disminuye para él el valor del cuerpo, tanto más crece en importancia el principio espiritual. Si el primero lo nivela con los irracionales, el segundo lo eleva a una altura inconmensurable. Vemos el límite extremo del animal, pero no vemos el límite al que puede llegar el Espíritu del hombre.
30. En eso el materialismo puede ver que el espiritismo, lejos
de temer a los descubrimientos de la ciencia y su positivismo,
va al encuentro de ellos y los provoca, porque tiene la certeza de
que el principio espiritual, que tiene existencia propia, en nada será
perjudicado.
El espiritismo marcha a la par del materialismo en el campo
de la materia; admite todo lo que el materialismo admite; pero
avanza hasta más allá del punto donde este se detiene.
El espiritismo y el materialismo son como dos viajeros que caminan juntos a partir del mismo lugar; llegados a una cierta distancia, uno de ellos dice: “No puedo seguir”. El otro prosigue y descubre un nuevo mundo. ¿Por qué, entonces, el primero manifiesta que el segundo ha perdido la razón, sólo porque vislumbra nuevos horizontes y se decide a trasponer los límites cuando el otro considera conveniente detenerse? ¿Acaso Cristóbal Colón no fue también tildado de loco porque creía en la existencia de un mundo más allá del océano? ¡Cuántos de esos locos sublimes han hecho avanzar a la humanidad y entraron en la Historia coronados de laureles después de que se les arrojó lodo!
Pues bien, el espiritismo, esta locura del siglo diecinueve, según aquellos que se obstinan en permanecer ligados a la Tierra, pone en evidencia un mundo mucho más importante para el hombre que América, ya que no todos los hombres van a América, mientras que todos, sin excepción, van al mundo de los Espíritus y realizan incesantes travesías de uno a otro.
Llegados al punto en que nos encontramos en relación con la génesis, el materialismo se detiene, en tanto que el espiritismo prosigue sus investigaciones en el dominio de la génesis espiritual.
El espiritismo y el materialismo son como dos viajeros que caminan juntos a partir del mismo lugar; llegados a una cierta distancia, uno de ellos dice: “No puedo seguir”. El otro prosigue y descubre un nuevo mundo. ¿Por qué, entonces, el primero manifiesta que el segundo ha perdido la razón, sólo porque vislumbra nuevos horizontes y se decide a trasponer los límites cuando el otro considera conveniente detenerse? ¿Acaso Cristóbal Colón no fue también tildado de loco porque creía en la existencia de un mundo más allá del océano? ¡Cuántos de esos locos sublimes han hecho avanzar a la humanidad y entraron en la Historia coronados de laureles después de que se les arrojó lodo!
Pues bien, el espiritismo, esta locura del siglo diecinueve, según aquellos que se obstinan en permanecer ligados a la Tierra, pone en evidencia un mundo mucho más importante para el hombre que América, ya que no todos los hombres van a América, mientras que todos, sin excepción, van al mundo de los Espíritus y realizan incesantes travesías de uno a otro.
Llegados al punto en que nos encontramos en relación con la génesis, el materialismo se detiene, en tanto que el espiritismo prosigue sus investigaciones en el dominio de la génesis espiritual.