Se les da este nombre a las manifestaciones que se limitan a fenómenos materiales, tales como los ruidos,
baraúndas, movimiento y traslación de objetos, etc. Por regla general, no acusan ningún objetivo directo: su
fin es llamar nuestra atención sobre una cosa determinada y convencernos de la presencia de un poder
superior al del hombre. Para muchas personas, esta clase de manifestaciones no son sino un motivo de
curiosidad; para el observador, son, por lo menos, la revelación de una fuerza desconocida, digna, por todos
conceptos, de un estudio serio.
Los más simples efectos de este género, son los golpes percibidos sin causa ostensible conocida; y el
movimiento circular de una mesa o de un objeto cualquiera, con imposición de manos, o sin ella; pero pueden
adquirir proporciones bien diferentes y extrañas: los ruidos y golpes se producen algunas veces en diferentes
lugares y con tal intensidad, que degeneran en verdadera zarabanda; los muebles son desplazados, tirados por
los suelos, levantados en el aire; los objetos transportados de uno a otro lugar a la vista de todo el mundo; las
cortinas descorridas, los cubrecamas arrancados, las campanillas agitadas... Se desprende que cuando tales
cosas se presencian, ciertas personas las atribuyen al diablo. Un estudio atento ha hecho justicia a esa
creencia supersticiosa; más tarde volveremos a tratar de ella.