MANUAL PRÁCTICO DE LAS MANIFESTACIONES ESPIRITISTAS

Allan Kardec

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SUPERSTICION: Por absurda que sea una idea supersticiosa, se basa casi siempre en un hecho real al que la ignorancia ha desnaturalizado exagerándolo o interpretándolo torcidamente. Seria un error creer que vulgarizar el conocimiento de las manifestaciones espiritas, es propagar las supersticiones. Una de dos cosas: o estos fenómenos son una quimera, o son reales. En el primer caso, no hay para qué combatirlos; pero sí existen, como lo demuestra la experiencia, nada impedirá que se produzcan. Como sería pueril atacar los hechos positivos, lo que importa es estudiarlos e interpretarlos cuerdamente, evitando así la torcida interpretación que pudo darles y puede darles la ignorancia. Sin duda alguna estos hechos fueron, en los siglos pasados, la fuente de una multitud de supersticiones, al igual que todos los fenómenos naturales cuya causa les era desconocida; pero, así como el progreso de las ciencias positivas ha ido eliminando poco a poco buen número de aquellas, así la ciencia espirita, mejor conocida, hará desaparecer las restantes. Los adversarios del Espiritismo se apoyan en el peligro que ofrecen estos fenómenos para la razón. Todas las causas que pueden impresionar las imaginaciones débiles, pueden producir la locura. Lo que precisa, ante todo, es curar del miedo; y no es el mejor medio para llegar a esto exagerar el peligro haciendo creer que todas las manifestaciones son obra del diablo. Aquellos que propagan esta creencia con el propósito de desacreditar la cosa, perjudican completamente su objeto, primero, porque asignar una causa cualquiera a los fenómenos espiritistas, es reconocer su existencia; y después, porque queriendo persuadir de que el diablo es el único agente, se lastima de un modo grave la moral de ciertos individuos. Como con tales propagandas no se impedirá que las manifestaciones se produzcan, aun entre aquellos que no las quisieran, éstos no verán en torno suyo sino diablos y demonios aun en los efectos más simples, que tomarán por manifestaciones diabólicas; y con tal estado de ánimo, no es difícil que sobrevenga una perturbación mental. Acreditar este temor es, pues, propagar y no curar el miedo; y esto es un verdadero daño: esto es fomentar la superstición.