Las manifestaciones aparentes más comunes tienen lugar durante el sueño, por los ensueños: son las
visiones. Los en sueños no han sido nunca explicados por la ciencia: cree haberlo dicho todo atribuyéndolos a
un efecto ce la imaginación; pero no nos dice que es la imaginación ni como produce estas imágenes tan
claras y tan límpidas que se nos presentan algunas veces. Eso es explicar una cosa desconocida por otra que
no lo es menos: la incógnita queda en pie. Es, se dice, un recuerdo de las preocupaciones de la vigilia, y aun
admitiendo esta solución, que no es simple, sino compleja, quedaría por saber cual es el espejo mágico que
conserva de ese modo la impresión de las cosas, y, sobre todo, cómo explicar las visiones de cosas reales que
no se han visto nunca en el estado de vigilia, y ni siquiera se ha pensado en ellas. El Espiritismo, solamente,
podía darnos la clave de ese fenómeno extraño, que pasa inadvertido, a causa de su misma vulgaridad, como
todas las maravillas de la naturaleza que hollamos con nuestros pies. No puede entrar en nuestros cálculos
examinar todas las particularidades que pueden presentar los sueños; las resumimos diciendo que pueden ser
una visión actual de cosas presentes o ausentes, una visión retrospectiva del pasado, y, en algunos casos
excepcionales, un presentimiento del porvenir. También son, con frecuencia, cuadros alegóricos que los
Espíritus hacen pasar ante nuestros ojos para darnos útiles advertencias y saludables consejos, si ellos son
buenos, o para inducirnos a error y halagar nuestras pasiones, si ellos son imperfectos.
Las personas que vemos en sueños, son, pues, verdaderas visiones: si soñamos con más frecuencia con
aquellas que ocupan amaestro pensamiento, es porque el pensamiento es un modo de evocación y por ella
atraemos al Espíritu de aquellas personas, estén vivas o muertas.
Nos parecería insultar al buen sentido de nuestros lectores refutando todo lo que hay de absurdo y de
ridículo en estos manuales que suelen llevar por título o tiene como objeto, la interpretación de los sueños.
Las apariciones propiamente dichas tienen lugar en el estado de vigilia, cuando se goza de 1a plenitud y
entera libertad de las facultades. Este, sin ninguna duda, es el género de manifestaciones más propia para
excitar la curiosidad: pero es también el menos fácil de obtener. Los Espíritus pueden manifestarse
ostensiblemente de diferentes maneras. Algunas veces es bajo forma de llamas o de fulgores más o menos
brillantes que no tienen analogía, ni por su aspecto, ni por Las circunstancias en que se producen, con los
fuegos fatuos ni con otros fenómenos físicos, cuya causa está perfectamente demostrada. Otras veces toman
rasgos de una persona, conocida o no, sobre cuya individualidad cabe la ilusión, según las ideas de que cada
uno este imbuido. En este caso, es una imagen vaporosa, etérea, para la que no ofrecen ningún obstáculo los
cuerpos sólidos. Los hechos de este género son muy numerosos pero antes de atribuirlos a la ilusión o a la
superchería, hay que tener en cuenta las circunstancias en que se han producido y la posición y el carácter del
narrador; esto último sobre todo.
En ciertos casos, la aparición se hace tangible, esto es: adquiere momentáneamente, bajo el imperio de
ciertas circunstancias, las propiedades de la materia sólida. Entonces no es por los ojos, sino por el tacto, por
el que se comprueba su realidad. Si se puede atribuir a la ilusión, o a una especie de fascinación, la aparición
simplemente visual, la duda no cabe cuando se la puede tocar, palpar. aprehender, o cuando es la aparición la
que toca, acaricia, aprisiona o zarandea al observador.